Cristo sigue llamando |
Inspectoría
Salesiana de “Santiago el Mayor" León , 26 abril de
2004 nº 35
Bienvenido Don Pascual
“Os invito a aceptar el reto de seguir siendo significativos y auténticos educadores en la Fe de tantos niños y niñas, adolescentes y jóvenes con quienes cada día compartís vuestro tiempo y vuestra vida. La razón de ser de toda obra salesiana es ser propuesta educativa y pastoral, acompañando con generosidad y competencia a los jóvenes en su propio proceso de maduración humana y cristiana. En una sociedad plural como la española, no podemos ofrecer ofertas generalistas y sin relieve, se nos pide llegar hasta el fondo de nuestra especificidad: presentar la persona de Jesús a los jóvenes, como la mejor noticia que podemos darles, porque en El está la plenitud de la vida: Cristo Ayer, hoy y siempre, el Camino, la Verdad y la Vida” (D. Pascual Chávez, extracto de la carta enviada a la Inspectoría).
ÍNDICE
Retiro ……………………...3-12
Formación……………….13-20
Comunicación.…….......21-25
El anaquel……………....26-44
Técnicas ……..………….26-29
Reseñas………………….30-33
La Pasión (M. Gibson)..34-38
Necrologio ………………39-44
Revista fundada en el 2000
Edita y dirige:
Inspectoría Salesiana "Santiago el Mayor"
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Apdo. 425
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Tfno.: 987 203712 Fax: 987 259254
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Maqueta y coordina: José Luis Guzón.
Redacción: Segundo Cousido y Mateo González
Depósito Legal: LE 1436-2002
ISSN 1695-3681
RETIRO
DOMINGO SAVIO Y LA ESPIRITUALIDAD JUVENIL SALESIANA
Luis Rosón
Jacob abrazó a su padre. Isaac
lo bendijo diciendo:” El aroma de
mi hijo es como el de un campo
bendecido por el Señor”
(Gen 27,27)
“Veneramos... a santo Domingo Savio,
signo de las maravillas de la gracia
en los adolescentes”
(Const. 9).
Un encuentro providencial y decisivo: 2 de octubre de 1854
El Encuentro en I Becchi. La tela y el sastre
“Corría el año 1854 cuando Don Cugliero vino a hablarme de un alumno suyo digno de particular atención. – Aquí, en esta casa es posible que tenga jóvenes que le igualen, pero difícilmente habrá quien le supere en talento y virtud. Obsérvelo y verá que es un San Luis. Quedamos que me lo mandaría a Murialdo, adonde yo solía ir con los jóvenes del Oratorio para que disfrutasen algo de la campiña y, de paso, poder celebrar la novena y solemnidad de la Virgen del Rosario” (Vita c. VII).
Es lunes, 2 de octubre, muy temprano, cuando tiene lugar el primer encuentro entre Don Bosco (39 años) y el muchacho (12 años y medio): momento de gracia para los dos que les marcó profundamente y los unió definitivamente.
El relato del encuentro es límpido. Don Bosco, que conoce a tantos chavales se maravilla, se da cuenta, al escuchar a Domingo, que D. Cugliero tiene razón y le confía un muchacho excepcional: “Advertí en aquel jovencito un corazónen todo conforme con el espíritu del Señor, y quedé no poco maravillado al considerar cuánto le había enriquecido la divina gracia a pesar de su tierna edad”.
Domingo descubre que Dios le manda un padre excepcional que le asegurará su porvenir de estudiante, con deseos de progresar en su vida cristiana, y por tanto se establece una unión de dos almas. La expresión con la que el Evangelio presenta el encuentro de Jesús con el joven rico -“Jesús, lo miró fijamente con cariño” (Mc 10, 21)- aquí se amplía en la correspondencia de amor. Escribe Don Bosco: “Pronto entramos en plena confianza, él conmigo y yo con él”. Confianza inmediata, total y recíproca, la frase señala estas tres características y subraya la última.
Pueden entonces pasar a continuación a un contrato para un trabajo que sólo acabará cuando el muchacho haya “cumplido todo”. Don Bosco reconoce en el hijo de la modista de Mondonio una buena tela, y Domingo coge al vuelo la propuesta y pide a Don Bosco ser un buen sastre y “hacer un bonito traje para el Señor”. Dos precisiones: 1) la “buena tela” la ha fabricado el Señor, Don Bosco sólo querrá ser el humilde colaborador del Espíritu; 2) la “buena tela” es una libertad de iniciativa, la “plena y recíproca” confianza permitirá a Don Bosco estar atento a las legítimas peticiones del adolescente.
Tenemos clarificadas, ya de partida, las condiciones de un acompañamiento espiritual auténtico: diálogo de dos libertades que se someten a la libertad suprema del Autor de toda santidad: “Empieza tú también desde ahora a pedir al Señor que nos ayude a mí y a ti a cumplir su santa voluntad”.
Cuando, después de la prueba de la página aprendida de memoria en ocho minutos, Don Bosco le dice que lo admite en el Oratorio, el muchacho, lleno de alegría estrecha su mano y la besa. Gesto elocuente: esta mano del joven adolescente que estrecha la mano fuerte de Don Bosco era el inicio de un camino juntos: nunca habría abandonado su guía, ni decepcionado a su padre. Media hora bastó para que este muchacho fuera conquistado y le entregara con confianza su voluntad: “Espero portarme de tal modo, que jamás tenga que quejarse de mi conducta”. Nunca había conocido semejante alegría desde el día de su primera comunión, cinco años antes.
Domingo, adolescente, tenía necesidad de Don Bosco
¿Cuáles eran esos dones con los que “le había ya enriquecido la divina gracia a pesar de su tierna edad” que habían maravillado a Don Bosco? ¿Por qué Dios, para continuar su obra, pedía la intervención de un especialista en la educación cristiana de los adolescentes?
Hemos de reconocer que Domingo ha sido un privilegiado de la gracia: el Espíritu sopla donde quiere y no podemos pedirle cuentas a Dios de la intervención de su amor pesonal.
Nacio en San Giovanni di Riva de Chieri (18 kms de Turín) el 2 de abril de 1842. Sus padres Carlos y Brígida (26 y 22 años), pobres (herrero y modista), generosos y valientes (tendrán diez hijos, de los que seis morirán pequeños) y profundamente creyentes. Muy pronto experimenta la presencia y el gusto de la oración. Hecho decisivo es la Primera Comunión (a los 7 años, en vez de los 12) el 8 de abril de 1849, día de Pascua en Castelnuovo d’Asti. Experiencia inolvidable, con sus cuatro propósitos, entre ellos los dos famosos: “Mis amigos serán Jesús y María. Antes morir que pecar”. Inteligencia despierta, le gusta estudiar, y pronto el deseo de ser sacerdote. Sus tres maestros expondrán a Don Bosco las virtudes excepcionales y algunos hechos meritorios de su alumno. Resaltan de su carácter: su piedad viva, el gusto de las cosas precisas y bien hechas, la delicadeza, la apertura amable a los compañeros: “Afable, se ganaba el cariño de todos”. Un niño encaminado hacia la santidad.
Sin embargo, todo esto es preparación y espera. “Buena tela”, pero aún sin forma. Riqueza de dones, pero sin clarificar el camino, sin “estilo” particular. A la indecisión de este pasado se añade la indecisión del futuro. Aquel octubre de 1854 Domingo tiene 12 años y medio: no es un niño, está comenzando su primera adolescencia. Aunque “santito” no escapa a las leyes de la psicología, está a punto de comenzar la crisis que lleva normalmente, no sin vaivenes, a la conquista de la propia personalidad. Si quiere continuar los estudios ha de dejar su pueblo, trasladarse a Chieri o a Turín y convivir con otros adolescentes.
¿Qué hubiera pasado sin aquel encuentro providencial con Don Bosco? ¿Por sí solo este santo niño se hubiera convertido en un santo adolescente? Algunos hechos de su historia nos hacen dudar: por sí mismo habría caído en los escrúpulos, en los excesos, quizás en el repliegue sobre sí mismo; sobre todo no habría podido desarrollar sus virtudes y capacidades con el ímpetu y resultados admirables que conoció en Valdocco. Tenía necesidad de un buen guía y un ambiente adecuado: no podía encontrar nada mejor que Don Bosco y Valdocco.
Don Bosco, educador y fundador, tenía necesidad de Domingo Savio
Hemos de añadir que sin el encuentro del 2 de octubre, Don Bosco no habría adquirido el testigo y colaborador precioso del que tenía necesidad justo en aquel momento de su obra.
¿Quién es Don Bosco aquel octubre de 1854? Es un sacerdote de la Diócesis de Turín, en plenitud de fuerzas, tiene 39 años. Su pasado ha estado marcado por intervenciones singulares de la Providencia y orientado muy pronto hacia la educación cristiana de los jóvenes “pobres y abandonados”, de manera particular entre los 12 y 18 años. Es sacerdote desde hace 13 años (5 de junio de 1841). Entre 1841 y 1844 has pasado tres años preciosos en la Residencia Eclesiástica de Turín, donde de alguna manera ha sido plasmado por Don Cafasso, su profesor de moral, de espíritu alfonsiano y más aún su primer verdadero acompañante espiritual: se confiesa semanalmente con él desde hace trece años.
Tiene ya una amplia experiencia con los muchachos. Su obra, instalada definitivamente en la periférica de Valdocco en 1846, está en su fase de primera expansión. Está desarrollándose en tres sectores: ante todo el “Oratorio” de los días festivos, al que acuden centenares de muchachos; después la “Casa Aneja al Oratorio”, humilde residencia de un centenar de jóvenes estudiantes y obreros (artigiani) pobres; finalmente una obra de evangelización popular por medio de la imprenta (Lecturas Católicas mensuales, libros de historia, campaña anti-valdense). Junto a la vieja “casa Pinardi” (transformada en 1856), Don Bosco ha construido la iglesia de San Francisco de Sales y un internado de dos pisos. Han surgido los primeros talleres, muy rudimentarios.
Don Bosco posee ya sus principios y su método de educación espiritual: lo está experimentando y perfeccionando. En su “casa” , donde ya viven Mamá Margarita y su hermana, tía Mariana, se vive “una vida de familia a la buena, casi rústica” que se recordará en el futuro como “aquellos bellos años... era una alegría de paraíso”. Se está construyendo en lo más genuino lo que la tradición llamará “el espíritu salesiano”. Dice D. Pietro Stella: “El decenio 1853-1863... es el período de oro de su (D. Bosco) actividad directa de educador... Estuvo siempre en contacto con los jóvenes en el patio, en los encuentros interpersonales, en el confesionario, en las buenas noches”. Más tarde, estará ocupado por tantos otros compromisos fuera de Turín.
En aquel año 1854 Don Bosco tiene ya la certeza de ser llamado a fundar una sociedad de educadores completamente dedicados a los jóvenes pobres. Incluso tiene la convicción que la deberá fundar con los mejores jóvenes que está educando. El 26 de enero de ese año, cuatro de ellos se han comprometido en secreto en una primera prueba. Don Bosco ha elegido para ellos el nombre de “salesianos”, inspirándose en la dulzura de San Francisco de Sales. Está pensando en una primera redacción de las Constituciones...
Domingo Savio llega a Valdocco y allí permanecerá en estos años de pleno y decisivo desarrollo de “lo salesiano” en todos sus aspectos. Encontrará allí la estructura y ambiente ideal para crecer como adolescente. Dotado como está, participará muy activamente, comunicando a su ambiente el propio fervor, preparando, sin saberlo, el nacimiento de la Congregación Salesiana. Se meterá de lleno y a fondo en las propuestas educativas de Don Bosco que llegará a ser para él “la” obra maestra, con “una vida tan ejemplar... que difícilmente puede superarse” (Don Bosco).
Don Bosco tenía necesidad de ser confirmado y animado en su misión providencial de educador de jóvenes hasta la santidad, en la validez de su método, en su convicción de que los jóvenes, debidamente acompañados, son capaces de emprender en serio y con prontitud el camino de la santidad cristiana. Domingo fue para él don y signo de Dios, un testigo, “el muchacho santo” concreto que había soñado en sus meditaciones de apóstol, el “modelo” que ofrecer para la imitación de todos los demás. Por todo ello escribió su biografía, en la que se puede percibir en seguida una vibración particular de admiración y ternura.
La acción educativa de Don Bosco por medio del ambiente
La gran diferencia entre los doce años de Domingo niño y los tres años de Domingo adolescente está en el ambiente: el primero es bueno, pero poco estimulante; el segundo “creado” como ambiente formador por un cura genial, “terreno” adecuado para que la planta, cuidada y alimentada continuamente, pueda crecer “de forma admirable”.
Fidelidad al reglamento dado por Don Bosco a su “casa”
¿Qué hace Domingo para empezar este camino de crecimiento? “Su método de vida fue, por algún tiempo, el ordinario, y no se veía en él otra cosa que la observancia perfecta del reglamento de la casa. Se aplicaba con empeño al estudio, atendía con ardor a todos sus deberes... (con una) exactitud que difícilmente puede superarse”. Esta fidelidad sin ruido fue la primera forma concreta de su obediencia al mismo Don Bosco. Por parte de Don Bosco estas “reglas” y este ambiente de casa de educación cristiana constituyeron la primera influencia sobre Domingo, una influencia básica que lo iba impregnando de manera lenta, continua y profunda.
¿Cómo estaba organizado el internado para jóvenes obreros y estudiantes pobres? Gracias a la ampliación del edificio Don Bosco había podido admitir un centenar de muchachos, obreros (dos tercios) y estudiantes (más jóvenes) el resto. Los estudiantes no eran admitidos antes de los 12 años y, la mayoría, querían llegar a ser sacerdotes. El ciclo de los estudios de latín era de cinco años, Domingo se encontró entre los “pequeños”; pero con su personalidad despierta se encontró a gusto enseguida con los compañeros más mayores.
La convivencia de cien muchachos, aunque de forma familiar, requiere un reglamento. Justo en el curso 1854-55, Don Bosco, aprovechando su ya larga experiencia, promulga el Primer Plan de Reglamento para la Casa Aneja al Oratorio de San Francisco de Sales. En la primera parte exponía el fin y la estructura de la casa, las funciones principales y las condiciones para la admisión. En la segunda, más importante, hablaba directamente a sus “hijos” o “queridos hijos”: la exposición de las reglas disciplinares tomaba forma de exhortación más que de normas; se mezclaban los avisos y consejos paternos, todo con un estilo sencillo y familiar. Nunca un reglamento fue menos abstracto, más acorde con la realidad, más impregnado también de la personalidad de un maestro que se inspiraba, al mismo tiempo, en la experiencia y en un ideal de educación alto y fuerte. Sin embargo, Don Bosco nunca hubiera aceptado que se quedase en letra muerta. Debía impregnar la vida de los jóvenes, por esto se leía con frecuencia y cada domingo se explicaba un artículo, comentado por Don Bosco, Don Alasonatti o los clérigos Rúa, Ángel Savio, Francesia y Cagliero.
El espíritu de familia surgía de la espontaneidad con la cual los muchachos obedecían los avisos recibidos. Este Reglamento puede explicarnos lo que Domingo hizo a partir de los primeros meses de su vida en Valdocco: llevado por el ambiente, por su propio fervor, por el amor a su guía, ha adherido al Reglamento dejándose formar, día tras día y hora tras hora, por el mismo Don Bosco.
También nos puede hablar de su vida en Valdocco otro instrumento de formación que desde 1847 Don Bosco había puesto en manos de los jóvenes para alimentar su fe y guiar su vida de oración: el manual Il Giovane Provveduto per la prattica dei suoi doveri negli esercizi di cristiana pietà, que comenzaba con la presentación de un programa de vida (“Sirvamos al Señor en santa alegría”) y una serie de avisos y de meditaciones. Domingo se alimentó de él diariamente.
La consolidación de las virtudes-base
El camino de maduración que emprendió nuestro muchacho podemos resumirlo en tres palabras: piedad, trabajo, alegría.
La primera cosa que quería Don Bosco, sacerdote de Dios, para su casa era la fe viva. El clima allí era sobrenatural. Cuando un muchacho llegaba lo primero que captaba era este ambiente de fe. Las realidades divinas ocupaban el primer lugar. En los muros se veía la inscripción: “Dios te ve”, y de hecho se vivía en la presencia de Dios. La primera palabra-clave era piedad, sencilla y fuerte, alimentada de la Palabra de Dios, los sacramentos, la oración y la devoción a la Virgen. La participación diaria en la eucaristía, el retiro mensual (“Ejercicio de la buena muerte”), los ejercicios espirituales anuales. Don Bosco tenía clara su finalidad: un amor grande y creciente al Señor (“estado de gracia”) y una lucha contra el mal y contra los defectos.
La segunda palabra-clave era: trabajo. Don Bosco, hijo de Mamá Margarita, nunca hubiera aceptado una educación donde se favoreciera la flojera. Estudiantes y artesanos debía cumplir con la mayor seriedad su deber cotidiano. Domingo iba dos veces al día, con el grupo de gramática, a las lecciones del Prof. Bonzanino que reconocía no tener ningún alumno “más atento, dócil y respetuoso”, además de “limpio, bien educado y cortés”. Estuvo siempre entre los primeros del curso y llegó a hacer dos años en uno.
Había una tercera palabra-clave: alegría. Era una de las ideas fundamentales de Don Bosco: la gracia suscita en el corazón del cristiano la verdadera alegría y en los jóvenes cristianos es doblemente legítima y necesaria. El canto era tenido en gran estima y, a los pocos meses de su llegada, Domingo escuchó las primeras notas de una banda de música. El patio era un punto estratégico para el ambiente de la casa. Allí siempre se encontraba Don Bosco con sus muchachos, participaba en sus juegos o entretenerlos de forma agradable. Domingo, “alegría de los compañeros” en Mondonio, se integró en aquel ambiente de alegría y buenas formas.
Tuvo un gran mérito, porque la vida de cada día que llevaban aquellos muchachos era realmente dura: todos chicos rurales pobres, alojados en edificios demasiado reducidos. El tipo de vida se reducía a lo indispensable: aulas sin calentar, limpieza a mínimos, comida poco gustosa y probablemente insuficiente; no faltaban las protestas. Entendemos qué quería decir Don Bosco a Domingo cuando le pide aceptar con sencillez su condición.
Domingo, preparado por la exigencia de la niñez, llega a integrarse sin traumas y grandes dificultades en aquel ambiente y estilo de vida totalmente nuevo, con ritmo regular y pesado, con mayores y más precisas exigencias.
Don Bosco llevó a cabo la formación de Domingo a través del estilo de vida de la casa, a través de sus intervenciones continuas y graduales: las “buenas noches”... Domingo las aceptaba con ganas e iba fortaleciendo sus virtudes fundamentales, aprendía la santidad del cotidiano sencillo y exigente, construía con solidez y lejos de toda ilusión la base para futuros progresos.
La acción educativa inmediata de Don Bosco por medio de la confesión
Además del influjo de por medio del ambiente, Don Bosco influyó por medio del contacto personal de manera más profunda y decisiva. En el patio lo seguía con la mirada y con alguna palabra al oído... Después, de golpe, su relación espiritual se dio a nivel sacramental.
Un gesto de dedicación total
Cinco semanas después de su llegada, durante la novena de preparación a la Fiesta de la Inmaculada, Domingo abre totalmente su corazón a Don Bosco con una confesión general. Los nuevos eran invitados a cumplir este gesto para librarlos del peso de culpas escondidas durante años y para que el confesor se haga una idea adecuada de su conciencia.
Fue un acontecimiento de gran importancia en la historia de la santidad de Domingo Savio: inauguraba un ritmo regular de acompañamiento sacramental. Don Bosco toma en serio anima a aquel adolescente y en la confesión ejercerá “principalmente y con prioridad absoluta” su tarea de acompañante espiritual. Le recomendará con insistencia la fidelidad al confesor elegido.
El acompañamiento espiritual continuo en el diálogo sacramental
A través de diversas etapas, pero sin dudarlo, Don Bosco condujo a Domingo Savio al ritmo de la confesión semanal. Puede sorprendernos la frecuencia de la confesión de un adolescente tan bueno y generoso. Don Bosco y Domingo tenían una visión del sacramento que no excluía nada de su verdad y eficacia: no está sólo en función del pecado, sino es también riqueza y estímulo de una verdadera vida teologal, hecha de un amor generoso y comprometido.
Para Don Bosco, este sacramento, junto con la eucaristía, era el medio supremo de educación cristiana (“i più validi sostegni della gioventù c. XIV). La reconciliación reúne en una gran intensidad las tres intervenciones: de Dios, del sacerdote educador y del joven cristiano mismo, deseoso de convertirse y crecer en el amor.
Por todo ello Don Bosco quería una práctica sacramental seria. Explicaba y exigía. Insistía aún sobre la reconciliación que sobre la eucaristía, convencido que una buena confesión lleva a una buena comunión. “Buena confesión” significaba para él: integridad en la exposición, un tema de sinceridad y confianza, y firmeza en los propósitos, un tema de valentía y obediencia al confesor. Ambas cosas tuvo en Domingo. Así se explica el papel decisivo del sacramento de la reconciliación en el camino de Domingo hacia la santidad.
Un método rápido e incisivo de acompañamiento
Don Bosco subraya en el cap. XIV la “confianza ilimitada” de Domingo con su confesor. La confesión era muy rápida, era un principio que mantenía de su confesor, Don Cafasso. Nada de prédicas. Alguna pregunta clarificadora, un consejo adecuado, una frase de ánimo y basta.
Domingo y sus compañeros podían hablar con Don Bosco fuera de la confesión, pero también eran entrevistas cortas. El testimonio de la carta de Domingo a su padre del 5 de septiembre de 1855: “La novedad es que he podido estar una hora a solas con Don Bosco, como hasta ahora no he podido estar más de diez minutos a solas con él, he podido hablarle de muchas cosas”. Es claro que a Don Bosco no le gustaban los largos coloquios. Su método era ágil: las conversaciones frecuentes, vivas, incisivas tienen más eficacia que las exhortaciones largas y bonitas.
En la fuente de la santidad adolescente
Según Don Bosco, Domingo Savio ha podido llegar a ser santo por muchas razones, por haber puesto por obra diversos elementos de perfección cristiana; pero hay uno que ha condicionado y aglutinado todos los demás: su fidelidad al acompañamiento espiritual. En mayo de 1857, dos meses después de su muerte, un muchacho con deseos de crecer en su vida cristiana y amor a María le preguntó a Don Bosco en público la clave que Domingo usó para llegar a ser tan bueno. “La cerradura y la llave para entrar en el paraíso y cerrarle el paso al demonio es la obediencia y gran confianza en el director espiritual”.
Al final de la vida de Domingo Savio, queriendo sacar una lección práctica para sus muchachos, Don Bosco escribe: “Quisiera que nos diésemos con ánimo resuelto a imitar al joven Domingo Savio.(...) Imitémoslo en la vida (...) Pero no dejemos de imitarlo en la frecuencia del sacramento de la confesión, que fue su punto de apoyo en la práctica constante de la virtud y guía segura que le condujo a tan glorioso término. Acerquémonos con frecuencia y con las debidas disposiciones a este baño saludable (... ) Me parece que éste es el medio más seguro para vivir días felices” (c. XXVII).
En resumen, Don Bosco nos dice: “¿Queréis que un adolescente, un joven, salga de la mediocridad y se encamine hacia las alturas? Encontradle un verdadero padre espiritual, del que él quiera, con plena confianza, hacerse purificar regularmente, controlar y relanzar. ¡El resto viene solo!”.
Valores de la Espiritualidad Juvenil Salesiana, hoy1
¿Qué es la Espiritualidad Juvenil Salesiana?
La Espiritualidad Juvenil Salesiana es una propuesta de santidad juvenil desde la espiritualidad de lo cotidiano. Es nuestra manera de vivir la vida de cada día inmersos en Dios.
Esta Espiritualidad es común a todos los grupos, actividades, ambientes, realidades y tareas, por diversos que sean. Asumimos progresivamente, mediante un proceso educativo — evangelizador en el que presentamos explícitamente nuestra espiritualidad y nuestra vivencia de la Fe este elemento que nos une.
Los animadores y educadores son quienes transmiten esta espiritualidad vivida con coherencia; por esto cuidamos especialmente la profundidad de esta experiencia en ellos, con un buen acompañamiento personal y adecuados procesos formativos.
¿Cuáles son las características de la Espiritualidad Juvenil Salesiana?
La EJS conjuga dos ejes centrales: la interioridad y la proyección social. Esta conjunción da prioridad a diversos elementos, tales como:
Alegría, como expresión externa de la felicidad que experimentamos al sentirnos a bien con Dios, con los demás y con nosotros mismos.
Amistad, como entrega de la propia persona y acogida incondicional del otro.
Vida de cada día, como el lugar más adecuado que Dios nos ofrece para encontrarnos con Él, y de esta manera crecer y realizarnos como personas.
Jesucristo Resucitado, compañero de camino y modelo de referencia, con el que estamos llamados a establecer una relación profunda a través de la Palabra, la oración y los sacramentos, especialmente la Reconciliación y la Eucaristía.
Iglesia-Comunidad de todos los que viven según el estilo de Jesús, y la hacen realidad siendo miembros activos y responsables.
María Auxiliadora, la mujer llena de vida, primera creyente, que colabora con Cristo en la obra de la salvación, nos anima y auxilia como madre y maestra.
Compromiso, como responsabilidad de asumir la propia tarea de colaborar en la construcción de una sociedad más humana y más justa, a la luz de los valores del Evangelio, con predilección por los jóvenes más pobres.
Vivimos y presentamos esta Espiritualidad Juvenil Salesiana con un talante educativo, basado en el Sistema Preventivo de Don Bosco.
PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO
Puedes leer personalmente el diálogo de Don Bosco con Domingo Savio en I Becchi (Obras fundamentales, BAC, pp. 144-146).
Aspectos del diálogo que llaman tu atención.
Reflexiona sobre tu diálogo personal con los jóvenes.
Revisa tus propuestas de crecimiento cristiano a los jóvenes.
El ambiente de nuestra casa salesiana...
Aspectos que tenemos cuidados.
Aspectos que mejorar para educar a través del ambiente.
Nuestra vivencia y nuestra propuesta del sacramento de la reconciliación y acompañamiento personal de los jóvenes.
Aspectos que tenemos cuidados y vivimos.
Aquellos en los que incidir más.
Características de la Espiritualidad Juvenil Salesiana (EJS)
Ejemplos de propuesta y vivencia de cada una de ellas.
¿Cómo encarnarlas hoy en nuestra realidad educativo-pastoral de forma positiva, propositiva y gradual.
FORMACIÓN
Herid@s e itinerantes.
¿Qué madurez afectiva para esta opción? 2
Estas páginas son atípicas. No son un sesudo tratado sobre la madurez afectiva; pero su lectura es enriquecedora y sugerente. La autora, misionera dominica en el altiplano de Perú, y psicóloga que acompaña el camino de muchas comunidades, nos ofrece una reflexión profundamente evangélica y vital. Entretejiendo espiritualidad y psicología, nos hace propuestas claras y muy concretas.
Hace muchos años que vengo caminando y compartiendo como formadora y en espacios de formación para formador@s y superior@s en distintos países de América Latina. Constato cada día más que en el interior de nuestras comunidades convivimos con herman@s que sufren silencios y heridas añejas e insatisfacciones y confusiones muy hondas. Nuestras comunidades muchas veces no son espacios de liberación y sanación, sino de castigo y exclusión. Valoro la capacidad de búsqueda, el deseo sincero de encontrar salida a estos problemas congregacionales, la inversión de recursos humanos y económicos que se realizan para capacitar a formador@s y superior@s. Sin embargo, aún así, l@s herman@s se retiran de las comunidades, las denuncias por abusos sexuales continúan, la gente insatisfecha y triste permanece.
Lo que voy a compartir son algunas reflexiones en voz alta, preguntas que surgen de acompañamientos confiados y secretos compartidos de much@s herman@s a lo largo de este tiempo en estas tierras.
Me han pedido que escriba sobre la madurez afectiva que sirve para esta opción. Me cuesta pensar en términos de tipología y/o características. Creo que hubo tiempos en que hacíamos perfiles de religiosos maduros y listas de motivaciones válidas e inválidas, ¡Y así estamos! Aquell@s que parecían reunir esos requisitos, resulta que hoy piden exclaustraciones, dispensas, o están viviendo relaciones poco liberadoras.
Entiendo que éste es un cuestionamiento no sólo a las capacidades, opciones y fidelidades personales sino también a nuestra fidelidad al Dios de la vida, como comunidades e instituciones.
Quisiera reflexionar sobre algunos elementos que creo tenemos que tener en cuenta para vivir un cierto estilo de vida religiosa en el que la opción sea vivir la compasión de Jesús. Un estilo que nos permita estar con los que Él eligió como predilectos, y predicar desde ellos, sintiéndonos parte no ajena al sufrimiento y padecer humano, sino solidari@s de una misma historia y humanidad.
Desde una relación
Quisiera retomar el texto del encuentro de Jesús con la Samaritana (Jn 4) y releer algunos elementos releyéndolos desde este contexto de vida religiosa y madurez humana.
Juan nos presenta a un hombre y una mujer que se encuentran al mediodía y a mitad del camino. Sabemos que los Santos Padres han relacionado este mediodía con la mitad de la vida. Podemos decir que son dos personas que tienen experiencia de haber caminado en la vida y de estar cansados y necesitados. Ambos están representando a pueblos y culturas diferentes. Tienen en sus cuerpos la memoria e historia de su gente. Como también las expectativas ante las promesas recibidas de sus antepasados. Tienen sed, tienen hambre.
Están sentados junto a un pozo, también cargado de historia. Según la tradición, el pozo es el lugar de las alianzas hechas entre las matriarcas y los patriarcas, el sitio donde concretaban la alianza de Dios con su Pueblo, la alianza de vida y de co-creación.
El lugar, el momento y las personas puestos en el relato de este encuentro no son ingenuos, hay una intencionalidad. En la base de esta posibilidad de encuentro hay una transgresión. Ambos tuvieron que ir más allá de lo mandado. Estos pueblos judíos y samaritanos no se hablan. Jesús y la mujer samaritana transgreden y se arriesgan, superan los prejuicios culturales, religiosos y de género. Se intuye que hay algo por lo que vale la pena pegar el salto.
El diálogo se realiza desde aspectos periféricos hasta llegar a zonas más profundas de ambos. Es un proceso que les requiere estar, permanecer, y poner en juego los modos diferentes de comunicar lo que necesitan. Hay seducción, desconfianza, deseo... pero permanecen en el juego de una relación, que los va exponiendo mutuamente ante lo diferente del otro, de la otra. Es éste un permanecer itinerante, pues están en un movimiento permanente de salida y de búsqueda mutua, donde se da el punto de quiebra: cuando ella responde al cuestionamiento de Jesús diciendo: “No tengo marido” (Jn 4, 16).
Este no tengo significa que no hay nada, no hay nadie, es el momento de a revelación profunda de ella, le entrega su verdad. Este es el momento de autenticidad existencial. Hay alianza con muchos, pero ella está sola. Aquí está el pozo, la herida existencial.
Este reconocimiento de la propia verdad y pobreza provoca la revelación de Jesús: “Yo soy” (Jn 4, 26).
La mujer deja el cántaro y corre a anunciar. Los discípulos no entienden, no preguntan, le ofrecen comida a Jesús y él les responde que está satisfecho, que su alimento es hacer la voluntad del Padre.
Parece ser que este encuentro revela la voluntad del Padre: hacer alianza de vida con todos los pueblos.
Ambos, en la experiencia de encuentro y de relación, transgrediendo, arriesgando, han vivido la mutua revelación. Se han saciado. Han recreado su misión. Ella ha pasado a la audacia del anuncio u Jesús ha decidido permanecer un tiempo conviviendo en medio de este pueblo de samaritanos y paganos.
La mesa ha sido el pozo. Ellos, el alimento, saboreando así el deseo del Padre.
El pozo-herida existencial
Que la revelación de Dios Salvador y Liberador se dé al borde del pozo es profundamente gozoso y esperanzador.
Podemos decir que el pozo simboliza lo profundamente humano, ese lugar al que debemos llegar para reconocer nuestra verdad. La samaritana nos revela esa verdad existencial que nos hace solidarios unos con otros: somos seres carentes. No hay nadie que sea “nuestro”, no hay nada ni nadie que llene este pozo.
Creo que a la hora de hablar de madurez este es un elemento importante que nos plantea preguntas: ¿Cómo llegamos? ¿cómo acompañamos para que nuestra gente, nuestros hermanos lleguen a reconocer que la verdad existencial es que hay una experiencia sin fondo y que esto es lo humano? ¿cómo ayudamos a comprender que esta realidad no es producto del pecado nuestro o de nuestros padres, ni castigo por algún daño o infidelidad cometida? ¿cómo explicar que es la condición humana fundante de nuestra realidad humana? ¿que esta verdad es la que nos hace buscar a los otros, abrirnos a las relaciones, a necesitarnos mutuamente? Somos pobres, somos carentes, nada ni nadie está para llenarnos ni siquiera Dios.
Esta herida es la que hace desear y caminar, en un proceso de expansión y conversión. Somos buscador@s y por lo tanto itinerantes. Y aquí el desafío de maduración y conversión es salir del falso centro, partir de las alianzas infantiles y pequeñas. Es un camino del narcisismo a la alteridad.
Creo que éste es el primer paso para poder reconocer existencialmente que somos pobres. Convivir con la soledad que este reconocimiento trae y la angustia que provoca.
Este proceso de reconocimiento, este ir al fondo, esta autenticidad existencial, es camino y base de nuestra opción de humanización.
¿Cómo se llega? También en este sentido el testo es pedagógico. Es en una relación donde la mujer samaritana se puede reconocer. Una relación en la que es respetada, valorada en su diferencia. No se siente juzgada ni atropellada, ni exigida a nombrar. Relación que la desafía y la provoca pero que le transmite confianza. Allí puede acariciar su verdad, su secreto, esa herida d historia no curada que la hacía vivir escondida y disminuyendo su capacidad de transformación social. Este hombre le facilita parir su verdad. No le cambia la realidad diciéndole que no es dolorosa, no le quita la dimensión que tiene, la escucha, le dona su revelación. Esto la capacita para dejar y correr, sin miedo, poseedora de una capacidad nueva para relacionarse con otr@s y con su propia cultura, pueblo, creencias e historia.
¿Qué cambió? Se sintió amada y digna de revelación de la identidad del otro, se alimentaron mutuamente, no salieron igual a cuando entraron en la relación. El reconocimiento de su pobreza y carencia como dimensión de lo humano la envía a anunciar desde esta convicción de solidaridad. Somos todos pobres y carentes. Por lo tanto vulnerables. Y creemos que nuestro Dios también lo es, por eso nos invita permanentemente a recrear la alianza de vida y a seguir creando junto a Él.
Tenemos que hacer en el propio cuerpo el camino de reconocimiento del tipo de relaciones que gestamos, de las alianzas que construimos y mantenemos. ¿Hasta qué punto en nuestras relaciones no buscamos callar la angustia que provoca este hueco vital y reconocemos la voracidad y el deseo de posesión que surge de aquí? Como también el impulso a buscar y amar a alguien. ¿Qué capacidad tenemos para afrontar prejuicios y para reconocer que nuestras alternativas en la construcción de relaciones son muchas veces las de tomar distancias, justificar rupturas y crear silencios? ¿Qué capacidad tenemos para mantener una relación de intimidad y compromiso animándonos a provocar el desafío de una mutua-revelación provocadora?
Por ello, como propone Catalina de Siena, es preciso permanecer en el conocimiento de sí mismo para encontrar allí la bondad de Dios y el reconocimiento de la propia verdad.
Muchos de nuestros hermanos han vivido durante años poniendo fuerza, vida capacidades en tratar de tapar la boca de este pozo, energías en mostrar y vivir una autenticidad moral, pero que no se apoyaba en un reconocimiento del propio gemido.
Creo que necesitamos herman@s, que no tengan miedo al barro que se pega en las manos y pies cuando nos situamos desde aquí. Que puedan convivir con la ambigüedad de sentimientos que provoca esta pobreza existencial, los miedos y angustias que conviven con los fuertes deseos de comunión y de entrega. El padecer y el sufrimiento que permanecen aun cuando seamos bien intencionados y fieles. Convivir con la propia incoherencia, reconociendo así en carne propia que somos del mismo barro que el resto de la humanidad.
La herida que capacita
Esta herida humana se convierte en origen del deseo. Ese deseo que nos impulsa a abrirnos a los otros, a buscar la experiencia de comunión, intimidad, fecundidad. Es la huella que no nos deja olvidar que somos abiertos, insatisfechos, creados para la otreidad, para la alteridad. Y que nos convierte a la conciencia de humanidad común y solidaria.
No voy a hablar de índices de madurez, pero si de actitudes que creo son claves para facilitar un modo liberador de relacionarse y estar.
Si hablamos en términos de maduración, este deseo a lo largo de nuestra vida tiene que ir realizando un proceso de liberación y de conversión.
Aquí nos encontramos con herman@s que por temor a la fuerza de este deseo que históricamente aparece con distintos rostros y expresiones, buscan negar y reprimir sus sentimientos, ocultar y castigar sus experiencia afectivas y sexuales. Aquí surgen antas relaciones de posesión mutua, abusivas de poder, sexuales, relaciones que generan confusión y necesitan ocultamiento.
Creo que el camino de liberación tenemos que realizarlo a través de la mirada y del abrazo cariñoso de nuestras historias heridas. No es negando, ocultando ni olvidando. Como tampoco evitando las experiencias que nos lleven a descubrir la fuerza apasionada del deseo humano, y que ponen en riesgo nuestros mecanismos de omnipotencia, rigidez, autosuficiencia, negación.
El proceso de maduración no es lineal sino cíclico y recurrente, por lo tanto cada experiencia vital nos puede llevar a tocar dimensiones de esta experiencia de carencia original y alentar o reprimir el deseo.
Por ello creo que es un elemento importante el permitirse hacer este camino leyendo, orando y analizando cada una de las experiencias que se van viviendo. Con una mirada crítica realista y contemplativa.
Es importante la capacidad y apertura que se tenga para reconocer y reconciliarse con los tramos de la historia personal que lo han hecho sufrir. Con las personas con quienes se han vivido experiencias de cariño frustradas, agresivas, violentas y abusivas. Con las ausencias y abandonos que han dejado la marca de una culpa que muchas veces paraliza.
Con el fraude de relaciones confiadas que se han quebrado. Experiencias sexuales que han lastimado su autoestima, y han condenado a guardar secretos y cargar sentimientos de culpa. Capacidad para reconocer los mandatos culturales y familiares que han reprimido su capacidad de querer, desear, nombrar , crear.
Como señalaba en la primera parte, esta mujer del evangelio ha podido reconocer, abrir y mostrar su verdad porque se dio el espacio de una relación respetuosa, confiada, amable, tierna. Allí ha podido sentir que este dolor no era condición para su exclusión, ni paso a permanecer inferior, ni menor de edad, ni condenada a no amar. Todo lo contrario. Ella que pudo sentir como Jesús en el Jordán la voz del padre: “tú eres mi hija amada, en quien me complazco”. Pudo llegar a experimentar existencialmente que el amor de Dios en nosotros no es fruto de nuestro mérito, pureza o fidelidad.
Herman@s que mirando esta dimensión de su historia y relaciones puedan vislumbrar, sentir, que en medio de este padecer también Dios está amándolos.
En este paso de liberación del deseo es importante y fundamental tener la experiencia de que hay alguien que nos ama y nos cree. Además no se escandaliza de nuestro dolor, y es capaz de caminar con nosotros respetando nuestro paso.
La reconciliación con la propia fragilidad y necesidad provoca la itinerancia. Sentirse y saberse amado con misericordia crea la palabra anuncio. Una persona que se anima a atravesar este sendero descalza siente la urgencia de ir a la frontera, pasar al lugar donde otros esperan ser reconocidos, respetados y queridos en su dignidad.
La compasión tierna se convierte en estilo de relación en la caminada.
Invitados a arriesgar-transgredir-ir más allá
Aventurarse a la alteridad. Para esto es necesario asumir la dimensión de frustración que trae la distancia, el desprendimiento, la no-posesión. Los que itineran son pobres. Partir es salir del propio centro seguro. El propio centro personal, grupal, cultural, de género, religioso e institucional. Podríamos decir, salir de aquel narcisismo que nos hace permanecer en la casa de padre y madre —en las posiciones infantiles— como aquellos que no hemos hecho la separación necesaria para crecer, por la angustia y costo de soledad que esto conlleva. Salir del tipo de relación en que se busca que los otros, la misión y Dios espejen y confirmen la imagen del yo. Salir al riesgo de quebrar el espejo perdiendo la imagen y descubrir al otro por sí mismo, no como objeto que colma o responde a nuestros deseos.
Jesús y la mujer transgredieron la posición y el lugar esperado por la cultura, religión y género. Eso hizo posible le relación, la relación de mutua-revelación, la relación liberadora, relación entre culturas diferentes. Y este banquete de comida sabrosa de intimidad los puso en el desafío de permanecer poseyéndose o de partir y anunciar la novedad.
La relación fue de mutua fecundidad pues los impulsó a partir. Asumiendo la distancia y ausencia del otro. Y también les provocó la alegría y satisfacción. Dos dimensiones que conviven permanentemente en esta experiencia de apertura a la alteridad: el dolor de la ausencia, soportando la espera, y el gozo de y el placer de la presencia confiada, que permanece aún en la distancia. Necesitamos personas capaces de soportar esta dimensión constitutiva frustración y fracaso que conlleva una relación.
Quienes se animen a vivir relaciones interpersonales, grupales, de trabajo, culturales, conviviendo con aquello que es inadecuado, imprevisible, extraño, incorporando el conflicto como inherente a este riesgo. Convivir en medio de aquello que parece caos, o estar caminando sobre las aguas, construyendo una espiritualidad que acompañe y sostenga en tiempos de incertidumbre.
Herman@s capaces de reconocer que allí está Dios. Caminando como en Meaux en ese tramo de camino y en esa relación cargada de confusión, tristeza, desilusión, quebrada la esperanza y con el fraude de una promesa que no se veía cumplida. Ese Dios que los confronta al recordarles que era necesario que Jesús padeciera, que el padecer es parte constitutiva del camino de encarnación, de humanización del camino elegido por él para nuestra felicidad y por lo tanto del discípul@.
Allí se capacitan para integrarlo en su mesa. Cuando comienzan a comprender y pueden leer lo vivido con otros ojos y reconocer que el corazón arde porque él está vivo.
Crear una espiritualidad que integre esta convivencia de contrarios, tristeza-gozo, sufrimiento-vida, muerte-resurrección. Espiritualidad que viva las paradojas de la vida y de nuestro Dios no como amenazantes ni peligrosas. Por ello necesitamos herman@s que, reconociéndose sin poder, sientan que están como Pedro caminando sobre las aguas, sostenidos en la fe en Aquel que nos ama, y que puedan tomar con humor la precariedad de los poderes y sepan celebrar como nuestros pueblos en medio y desde la pobreza.
Cantando y danzando
La vida religiosa en América Latina necesita de hombres y mujeres, comunidades que se arriesguen a perder la posesión. Que sean itinerantes reconociendo sus carencias. Que sientan la urgencia de estar en medio de ese pueblo que hizo muchas alianzas y pocas liberadoras, en medio de esas comunidades cargadas con heridas hechas por las violencias políticas, culturales, familiares, en medio de esos hombres y mujeres que sienten el peso de una culpa que los atraviesa y los encorva. De esos que no pueden alzar la voz y necesitan que alguien escuche el gemido que brota de sus entrañas, pues el dolor es tal que ni siquiera pueden nombrarlo. Comunidades que puedan estar compartiendo su intimidad, compromiso y pasión por el reino de Dios que vive y necesita ser reconocido. Herman@s que acompañen con el gesto y la palabra en el camino de reconciliación, curando, anunciando y denunciando desde una profunda solidaridad y compasión. Personas capaces de entrar en relación con lo diferente viviendo la flexibilidad, gusto y placer de la danza.
Nuestros pueblos nos enseñan a vivir la danza como parte constructiva de la vida cotidiana. En este sobrevivir se danza. Que podamos aprender a dejarnos llevar como emborrachados por la música, no siendo nosotros los que conducimos o marcamos el paso, sino el paso provocado por esta música que penetra nuestros cuerpos y en medio del dolor y el desborde, la risa y el canto nos hace alumbrar movimientos nuevos, bruscos, estilizados, pero que son acompañados y provocados por los y las otras con quienes danzamos.
COMUNICACIÓN
La publicidad 3
La publicidad, entendida como información para estimular el consumo, es un fenómeno conocido de modo específico por todas las épocas precedentes a la producción industrial. Es, sin embargo, necesario llegar a los primeros decenios del siglo XIX para descubrir la publicidad como una fuerza de mercado. Las intervenciones de Pío XI sobre la publicidad y la moral. La fisonomía de otro medio de comunicación, la televisión: transmite a larga distancia no sólo la voz, sino también las imágenes. La televisión instrumento publicitario de la industria. La presencia católica en la televisión.
Al afirmarse el sistema de producción industrial, en el siglo XIX nace la publicidad de la época moderna. La abundancia de productos y servicios determina la necesidad del consumo de masas. A la producción en serie de la industria debe corresponder un consumo difuso. La publicidad se inserta entre la empresa que ofrece productos y los consumidores que son convencidos a adquirirlos.
La publicidad, entendida como información para estimular el consumo, es un fenómeno conocido de modo específico en todas las épocas precedentes a la producción industrial.
En la civilización griega y romana la información sobre productos y servicios se daba de viva voz (charlatanes, pregoneros, vendedores ambulantes), con la enseña de los negocios, los diseños de la casa, los espacios de paredes destinados ala comunicación pública (álbum y libellus).
Estas formas de publicidad, con evoluciones y modificaciones no relevantes, se prolongan hasta el siglo XVI. La invención de la prensa permite la aparición de los primeros periódicos y de los manifiestos impresos y pegados a las paredes. Sin embargo es necesario llegar a los primeros decenios del Ochocientos para encontrar la publicidad como fuerza de mercado. El 1 de julio de 1836 el francés Emile de Girardin lanza La Presse, un periódico que cuesta la mitad que los otros. El poder venderlo a mitad de precio se debe a lo que obtiene por publicidad pagada que el periódico coloca junto a la información.
En los mismos años, ya sea en otras naciones de Europa como en EE.UU. la publicidad se convierte en una forma de financiación de la prensa. Nacen las primeras agencias especializadas en recoger publicidad que ofrecen a los espacios periodísticos. En Italia en 1863 nace la “concesionaria” Manzini, la primera estructura publicitaria para la prensa. En los primeros decenios del Ochocientos, primero con la incisión sobre madera y después con la litografía, surge la publicidad con imagen diseñada por grandes artistas. El arte, puesto al servicio de la publicidad, produce manifiestos que son una obra de arte debido al talento de artistas como Jules Chéret (1836-1932), Toulouse Lautrec (1864-1901), Eugène Grasset (1845-1917), Alphonse Mucha (1860-1939), Thíeophile Steinlen (1859-1923), Cappiello (1875-1942). Casandre (1901-1968), Charles Lupot (1892-1962) y muchos otros en Europa, EE.UU. y Japón. La primera referencia a la publicidad en un texto de un dicasterio vaticano es poco menos que una curiosidad. En el Regolamento publicado el 28-6-1917 por la Sagrada Congregación Consistorial, en el n. 25 se lee: “La praxis introducida en algún lugar de hacer publicidad en los periódicos o en hojas volantes (ephemerides vel plagulas typis impressas) antes de la predicación para atraer al auditorio o, después de ella, para elogiar al predicador, se reprueba y se condena, cualquiera sea el fin. Procuren por tanto los ordinarios, en cuanto de ellos depende, que esta costumbre no se consolide”.
Pío XI afronta por primera vez el argumento de la publicidad al recibir en audiencia a los participantes al Congreso internacional de la publicidad el 19-9-1933. Del resumen taquigrafiado del discurso del Papa, el argumento ha sido afrontado con un llamamiento a la relación entre la publicidad y la moral. En efecto la moral puede ser olvidada u ofendida mediante la publicidad ya sea en el sujeto (o sea la publicidad misma) ya sea en la manera (en el modo en que la publicidad es realizada).
El 31-10-1936, al recibir en audiencia a los participantes al Primer Congreso internacional católico de la publicidad, Pío XI interviene de un modo más articulado. El resumen taquigrafiado del discurso inicia recordando que cuando el Papa recibió en el 1933 a los profesionales de la publicidad había sido cogido un poco de sorpresa y se había limitado a algunos avisos generales. Esta vez, por el contrario, el Papa desea profundizar el tema. Para poder dar indicaciones correctas, es necesario observar a la publicidad misma, que encierra en sí muchas riquezas, tantas maravillas; y ver cuál es el puesto que ocupa en el gran casillero de las actividades humanas. Sólo así se puede tener una idea exacta de las debidas relaciones entre la publicidad y la moral.
“La publicidad entra dentro del gran arte de decir la palabra, que es la expresión perfecta y completa del pensamiento, ya sea vocal o escrita, impresa, diseñada, pintada, esculpida”. La publicidad pertenece “al género didascálico, por una parte y al género oratorio por otra... La publicidad es un género... sui generis del arte de decir: un género que merece toda nuestra consideración... La publicidad hay que ser tomada con mucho garbo y con mucho peso”. Citando a Alessandro Manzino /como había ya hecho en 1935 a los periodistas católicos), Pío XI ofrece a la publicidad una ley guía: “Sentir y meditar, con poco estar contento; la verdad santa jamás traicionarla; ni proferir palabra que aplauda al vicio o se ría de la virtud”.
El Papa pasa revista y comenta esta cita de Manzini haciendo aplicaciones a la publicidad. El discurso termina con una reflexión sobre “el publicitario católico”; “Decir publicidad católica, publicidad de los católicos, significa un trabajo ejercido por cristianos y por cristianos verdaderos, llevando el catolicismo el verdadero único sentido del cristianismo”.
El católico encuentra en la publicidad una ocasión nueva “de apostolado”: “...también con una publicidad de apariencia indiferente, banal, florecen verdaderas y propias ocasiones para hacer un verdadero apostolado”. Esta estupenda intervención de Pío XI sobre la publicidad puede servir todavía hoy como metodología para acercarse como católicos a cada uno de los medios.
En efecto, antes de cualquier valoración y por su importancia antes de una valoración moral, es necesario conocer a fondo la complejidad del fenómeno comunicativo que se afronta. No se puede poner una etiqueta moral a un fenómeno que no se conoce. Con sabiduría Pío XI, tratando antes de entender qué es la publicidad, observa: “Sólo así se puede tener una idea exacta de las necesarias relaciones entre publicidad y moral”.
Entre el final del Ochocientos y los primeros decenios del Novecientos madura la fisonomía de otro medio de comunicación: la televisión. El deseo de transmitir a larga distancia no sólo la voz sino también la imagen ha empujado un conjunto de experiencias e intentos que ha llevado primero a la invención de la fotografía (1827) y después a la descomposición de la fotografía para poder ser transmitida a distancia (1868, aparato fotoeléctico de P. Carey; el disco analizador con foros a espiral de P. Nipkow en 1884; el iconoscopio de Vl. Zworykin en 1923).
El 2 de noviembre de 1936 la BBC de Londres inaugura el primer servicio televisivo regular del mundo: programas radiofónicos a los que se añade la imagen de los artistas que se hallan frente al micrófono. La RCA en los EE.UU. en la feria mundial de Nueva York de 1939 presenta su sistema televisivo y transmite a Franklin D. Roosevelt que se convierte así en el primer hombre de estado que aparece en la pantalla. El 1 de julio de 1940 la NBC americana empieza su primer servicio televisivo comercial. El 7-12-1941 la CBS comienza la era de la información televisada transmitiendo la noticia del ataque japonés de Pearl Harbour. El estadillo de la segunda guerra mundial congela las primeras transmisiones televisadas en los EE.UU. y en el Reino Unido.
Acabada la guerra, la televisión conoce un desarrollo que nadie habría previsto. La verdadera explosión sucede en los EE.UU. donde toma forma de modelo de la televisión comercial (la televisión como instrumento publicitario de la industria). En Europa se afirma, aunque con características particulares en cada nación, el modelo de la televisión como servicio público (la televisión al servicio de la comunidad).
En la mayoría de los países europeos las transmisiones regulares de televisión inician en los años cincuenta. Países Bajos (1951), Bélgica y Dinamarca (1953), Italia (1954), Austria y Luxemburgo (1955), Suecia y España (1956), Portugal (1957), Suiza, Finlandia y Yugoslavia (1958), Noruega (1960). En 1952 se inician los experimentos para la televisión en colores y en 1953 las primeras grabaciones de transmisiones televisadas en cinta magnética.
La presencia católica en la televisión inicia con la transmisión de la misa de la medianoche de Navidad de 1948 desde París (celebra el card. Zurrad) y desde Nueva York (seis horas después por el huso horario, celebra el card. Spellman). En esta circunstancia el card. Zurrad afirma: “Todo aquello que permite predicar el evangelio a toda criatura debe ser estimado por los cristianos. Todo lo que reúne a las personas y a los pueblos para hacer de ellos una familia humana concurre a la redención. Es lo que realiza la televisión: ampliando el horizonte de nuestra mirada, abre el campo de nuestra conciencia y dilata nuestro corazón... Se ha hablado hace ya tiempo de las conversiones obtenidas gracias a la radio con el “evangelio sobre las terrazas”; de ahora en adelante se tendrán también milagros obrados por el “evangelio a través de las paredes”... Gracias, Señor, por esta nueva forma de difundir el evangelio de Cristo”.
La primera intervención televisiva es de Pío XII (1939-1958) que, el 27 de marzo de 1949, cuarto domingo de cuaresma, lee un mensaje en inglés para los EE.UU. En la pantalla está la figura del Papa y la banda sonora transmite la voz que había sido registrada cinematográficamente. “Estamos contentos de que podáis conocer, oír –y también ver- algo de la alegría y del orgullo del Santo Padre por vuestra constancia”. El 17 de abril de 1949 Pío XII lee en francés un mensaje para la televisión francesa con ocasión de la Pascua. El sistema es el mismo: fotografía del Papa en la pantalla y su voz en la banda sonora. “Nos nos esperamos de la televisión consecuencias del máximo alcance con el fin de revelar siempre más luminosamente la verdad a las inteligencias sinceras. La navidad pasada, en un ámbito todavía limitado, numerosos fieles impedidos por la enfermedad o el trabajo, han podido, gracias a la televisión, seguir con la vista y el oído, la misa de medianoche celebrada por su venerado cardenal de Notre-Dame de París. Fue para ellos una verdadera alegría y un inmenso beneficio (¡Qué será cuando el universo entero pueda contemplar directamente, en el momento mismo en el que se desarrollan, las manifestaciones de la vida católica!”.
El 1 de enero de 1954, fecha oficial del inicio de las transmisiones televisadas regulares en Italia, Pío XII dirige a los obispos italianos la exhortación I rapidi progressi.
El principio del texto define la televisión “maravilloso medio ofrecido por la ciencia y la técnica a la humanidad, precioso y a la vez peligroso por las profundas repercusiones que está destinado a ejercer en la vida pública y privada de las naciones”.
Pío XII enumera las ventajas de la televisión indicando que mientras el cine, el deporte y las necesidades del trabajo tienen a alejar de la casa a los miembros de la familia, “la televisión contribuye eficazmente a reconstruir este equilibrio, ofreciendo a toda la familia la posibilidad de tomar juntos un honesto descanso, lejos de los peligros de compañías y lugares malsanos”. La televisión, además, ejerce un influjo benéfico “con relación a la cultura, a la educación popular, a la enseñaza escolar, y a la vida misma de los pueblos, quienes, mediante este instrumento, serán ayudados para conocerse mejor y comprenderse, y a elevarse a la unión cordial y a una mayor recíproca colaboración”.
Finalmente la televisión puede ser útil “para la difusión del mensaje evangélico”.
Sin embargo la televisión no está libre de “peligros”. “A diferencia del teatro o del cine, que limitan sus espectáculos a cuantos acuden por una elección espontánea, la televisión se dirige todo a los grupos familiares, compuestos de personas de toda edad y sexo, de cultura y preparación moral diferente, les lleva el periódico, el noticiario variado, el espectáculo”. Gracias a la potencia de la imagen la televisión “encuentra su público más ávido y más atento entre los niños y los adolescentes, quienes por su misma edad, son las más fáciles en sufrir su fascinación”.
Después de haber recordado la responsabilidad de la autoridades civiles y de cuantos preparan los programas televisivos, el Papa desempeña a los obispos italianos en el deber de “una atenta y necesaria vigilancia” y a “formar en los fieles una conciencia recta de los deberes cristianos sobre el uso de la televisión”. Desde su nacimiento la televisión es acogida por el magisterio como la posibilidad de bien y de mal.
La amplia mirada de Pío XII empuja a los obispos y fieles hacia una visión positiva, hacia una “santa empresa” que exige “verdaderos apóstoles de bien para esta benéfica obra”.
El
ANAQUEL
La motivación en la venta
CONCEPTOS GENERALES
El hombre se moviliza para cubrir determinadas necesidades.
Movilizamos la energía interna cuando se conecta con el nivel activo de las necesidades manifestadas en ese momento. Varias necesidades pueden manifestarse simultáneamente, pero de forma proporcionada y próxima.
Motivar es movilizar energía, proporcionar un motivo o razón para realizar un determinado esfuerzo orientado hacia la búsqueda de aquello que proporciona cobertura a una necesidad. Las necesidades se jeraquizan u ordenan , de mayor a menor, del siguiente modo:
AUTORREALIZACIÓN
ESTIMA
/ AUTOESTIMA
NECESIDADES SOCIALES
NECESIDADES DE SEGURIDAD
NECESIDADES FISIOLÓGICAS
Esta teoría de debe a A. Maslow (1.947) y a su teoría de la "Jerarquización de necesidades".
Los dos primeros niveles y parte del segundo se consideran como: NECESIDADES PSICOSOCIALES, y parte del segundo y siguientes como: NECESIDADES PRIMARIAS.
Los deseos son el motor, (medios) para cubrir necesidades, (fines).
El individuo orienta su conducta hacia la eliminación de la
Tensión provocada por la aparición de las necesidades.
Esta desaparece cuando consigue el satisfactor o sucedáneo.
El individuo puede permanecer aparcado en un determinado nivel de motivación, o no evidenciarse interés hacia alguno de estos niveles. Además, cada persona dimensiona e interpreta estos niveles de forma particular.
F. Herzberg (1.962), define los factores primarios como higiénicos, aquellos de los que se quiere salir, y las vincula con el contenido de la tarea -dentro de la organización-. En tanto que los factores psicosociales los considera como motivadores y los encuentra en el entorno, como periféricos. En los primeros, su presencia indica malestar; en los segundos, su presencia señala bienestar, pero su ausencia es aséptica.
La motivación es, a su vez, uno de los factores determinantes del aprendizaje:
INTELIGENCIA
MÉTODO
MOTIVACIÓN
LA MOTIVACIÓN Y EL VENDEDOR
La teoría de la motivación tiene un uso inmediato y práctico para su utilización por parte del vendedor en el ejercicio de su profesión.
Una de las condiciones primarias es que una persona no puede motivar si, a su vez, no se encuentra motivado. Una persona desmotivada puede ofrecer comportamientos negativos o al menos indeseables.
Preferentemente, la motivación debe tener orígenes externos. Dentro de la organización, esta, debería provenir tanto de la tarea como del entorno: trabajo y relaciones con los demás. Esto, no siempre es evidente, bien por circunstancias ambientales o puntuales. El vendedor, como \\ si se tratase de un corredor de fondo, debe plantearse la necesidad de conocer y utilizar la automotivación como una necesidad profesional y personal, además de ser una garantía en el desarrollo de su carrera profesional.
Automotivación
La automotivación es un mecanismo de actividad positiva. Uno de los autores que más a contribuido a desarrollar esta teoría ha sido Maxwell Maltz, (Psicocibernética). Esta teoría defiende que cualquier individuo puede alcanzar un determinado nivel de motivación, en función con el "plan" propuesto y la persistencia del método. Se estructura sobre el "PLAN VITAL". Propuestas concretas, posibles y mantenidas, apoyadas sobre imágenes positivas. Todo esto genera una fuerte autoimagen y autoconfianza.
Efecto Pigmalión.- Pigmalión esculpió a Calatea, de quien se enamoró al ver en ella su imagen idealizada. Afrodita se compadeció de él y le dio vida.
La automotivación requiere de los siguientes elementos:
ILUSIÓN
FORMACIÓN
VOCACIÓN
ENTREGA
El mecanismo es el siguiente:
VOLUNTAD – Querer
DESEO – Saber
DETERMINACIÓN – Hacer
Si lo anterior se plantea desde este punto de vista, es preciso mantener una vigilancia estrecha frente a las situaciones críticas:
DUDA
INDECISIÓN
CONFORMISMO
PÉRDIDA DE OBJETIVOS
LA MOTIVACIÓN Y EL COMPRADOR
El mecanismo de la motivación y su necesidad se ponen de manifiesto de manera singular durante el proceso de persuasión, situaciones evidenciadas en las relaciones interpersonales entre el vendedor y el comprador.
Los mensajes del vendedor deben ir dirigidos a los NIVELES ACTIVOS del comprador. Esto significa que es preciso indagar sobre cuales son estos niveles, los que deben ser activados y conectados durante el proceso de negociación.
Para conectar con la exposición anterior, para contrastar los niveles de necesidad con los argumentos utilizables durante la presentación se plantean los siguientes ejemplos:
NECESIDADES FISIOLÓGICAS
* Ausencia de elementos agresivos.
* Evitar la fatiga y el esfuerzo.
* Comodidad, estabilidad.
* Descanso.
NECESIDADES DE SEGURIDAD
* Seguridad física y técnica.
* Seguridad financiera.
* Normas estables.
* Ausencia de peligros y riesgos.
NECESIDADES SOCIALES
* Grupos de referencia, ("los ganadores").
* Oportunidades de interacción con otros.
* Armonía - equipo.
* Búsqueda de oportunidades.
* Orientación hacia los demás.
NECESIDADES DE AUTOESTIMA
* Prestigio.
* Poder.
* Control.
* Competencia / reconocimiento.
* Oportunidad de ascenso.
* Desafío.
AUTOAFIRMACIÓN
* Trabajo desafiante.
* Independencia.
* Creatividad.
* Máxima competencia.
* Libertad de experiencias.
Los argumentos, la búsqueda de necesidades y, en definitiva, la estructura del acto de la negociación, ha de estar orientado hacia la motivación. Es preciso conocer, a través del sondeo, cuales son los niveles activos del comprador, como varían estos, y como pueden ser activados.
Una persona será indiferente a estímulos que no se correspondan con los niveles personales activos en ese momento.
1 RESEÑAS |
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2 El terrorismo islamista |
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Una
matanza indiscriminada como la de los atentados del 11 de marzo en
Madrid despierta no solo horror sino también perplejidad: ¿qué
objetivos buscan los terroristas islámicos y qué ideas les
inspiran? Dos libros recientes pueden dar algunas claves de
interpretación. “Profetas del miedo”, del español Javier
Jordán, describe los orígenes, objetivos y evolución de estos
grupos terroristas. “Los mártires de Alá”, del iraní Farhad
Josrojavar, intenta comprender la subjetividad y motivaciones de los
autores de atentados suicidas.
3 Profetas del miedo. Aproximación al terrorismo islamista |
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EUNSA. Pamplona (2004).213 págs. 15 €.
3.1 Javier Jordán |
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L os atentados del 11 de marzo dan absoluta actualidad a este trabajo del profesor de la Universidad de Granada, Javier Jordán, un informe que posee el rigor intelectual y metódico propio de un trabajo universitario. Jordán es colaborador del Centro de Estudios de la Defensa Nacional y autor de publicaciones especializadas sobre seguridad y defensa.
La distinción que hace entre los términos terrorismo musulmán, que considera inapropiado, y terrorismo islámico, resuena a concesión a lo “religiosamente correcto”. Si “islamista” acentúa el contenido político extremista, no hay que olvidar que la fe musulmana es un continuo religioso-social-político y que el Islam hunde sus raíces en las mismas fuentes coránicas.
El autor, desde luego, ni se engaña ni nos engaña, pues en este interesantísimo trabajo quedan en evidencia las motivaciones que las propias organizaciones terroristas, nacidas en el mundo musulmán, manifiestan como justificación a su existencia y su guerra santa (yihad) contra el Occidente cristiano y contra determinados regímenes musulmanes considerados “contaminados”. Las diversas declaraciones de Osama Ben Laden e inmediatos colaboradores suyos aquí recogidas son particularmente reveladoras.
El retraso social (pobreza), económico y político (déficit democrático) es analizado por el autor como telón de fondo de los movimientos islamistas y de su conversión en organizaciones terroristas internas. Si las causas fueran estrictamente sociales y económicas, ese tipo de terrorismo habría proliferado en zonas como África o Iberoamérica, pero eso no ha sucedido en forma generalizada y global. El fracaso del terrorismo islámico en el interior de sus países de origen y la “eficaz” represión por los gobiernos afectados, están en la raíz de su progresiva internacionalización que culmina con la aparición de la red terrorista Al-Qa’ida, máxima expresión del terrorismo global. El apoyo de los Estados Unidos a los “muyahidines” afganos durante la invasión soviética no es ajeno a la aparición de “la red” después del abandono por parte de los norteamericanos del escenario afgano, inmediatamente después de la derrota soviética en ese país.
El trabajo de Javier Jordán alcanza máxima y siniestra actualidad en el capítulo en el que se pregunta ¿Es Al-Qa’ida un amenaza para España? La respuesta está, si se quiere, en una declaración de Ben Laden que cita textualmente: “La misión de matar a los americanos y a sus aliados –civiles y militares– es un deber individual de todo musulmán que puede realizar en cualquier país en el que sea posible”.
Agustín Alberti.
4 Los nuevos mártires de Alá |
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MR
Ediciones. Madrid (2003).362 págs. 18 €.T.o.: Les
nouveaux martyrs d’Allah.
Traducción: Manuel Serrat Crespo
4.1 Farhad Josrojavar |
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B uena parte de los atentados que hoy cometen los grupos terroristas islámicos tienen como protagonistas a fanáticos que matan muriendo. ¿Quiénes son y qué les mueve a inmolarse? A esto intenta responder el libro de Farhad Josrojavar. Nacido en Teherán en 1948 y director de estudios de la Escuela Superior de Estudios de Ciencias Sociales, en París, Josrojavar fue testigo de la revolución islamista en su país.
Huelga decir que en el islam caben muchas interpretaciones acerca de cuándo es necesaria la “guerra justa”. Josrojavar se muestra partidario de la interpretación “pacifista” del clérigo chiíta Murtada Mutahari. Según éste, los 114 capítulos (azoras) del Corán pueden dividirse en cuatro grupos: los pacifistas, los que al menos afirman que la adhesión al islam es voluntaria, los que defienden la guerra justa (en caso de agresión contra el islam) y los que predican de modo absoluto la guerra santa. Para Mutahari, existe una jerarquía entre las azoras, ya que el texto no se entiende sin el contexto en que fue escrito (las azoras belicistas, en situaciones de guerra) y sin acudir a las explicaciones del propio Mahoma, que no tenía intención de imponer la religión ni de agredir a quienes respetaran las sociedades islámicas.
La crisis de las sociedades musulmanas a lo largo del siglo XX facilitó la extensión de una interpretación islamista del Corán, sobre todo a cargo del movimiento “Hermanos Musulmanes”, creado en 1928.
Según Josrojavar, la clave del actual auge del terrorismo suicida se debe a la extensión de una idea secularizada del martirio, a partir de la interpretación que un clérigo iraní, Ali Shariati (1933-1977), hizo del hecho que supuso la división del islam en dos grandes corrientes: la muerte (ashura) del caudillo chiíta Husein en el año 680.
Tradicionalmente, se veía a Husein como un ejemplo admirable pero inimitable de persona que, en protesta frente a una sociedad injusta, acepta una muerte que conoce como inevitable. Shariati aseguró que el martirio no era una vocación extraordinaria, sino algo al alcance de cualquier persona. El premio del que se arroja a una muerte cierta es superior al del simple héroe de guerra: es martirio, por tanto, cualquier acción destructiva de una sociedad que se considera injusta.
Esta forma de pensar se popularizó en Irán, contra lo que podríamos pensar en Occidente, una vez fracasada la revolución islámica. Ésta, según Josrojavar, ya había fracasado cuando Sadam Husein agredió, con ayuda occidental, a Irán. Los jóvenes persas desencantados se alistaron entonces masivamente en las brigadas suicidas (Basiye), para ir a morir al frente. De esta forma, abandonaban este mundo traidor dejando a sus familias el honor de que de ellas saliera un mártir.
Despersonalización del enemigo
Shariati, que había ya muerto, no podía prever que su doctrina superara la barrera entre chiítas y sunitas, haciéndose popular entre palestinos, argelinos, chechenos, etc. Nótese que el proceso secularizador de esta doctrina la convierte en mero impulso (“revolucionario”) destructivo, algo que nada tiene que ver con la religión. Con su muerte martirial, Husein daba testimonio contra la corrupción del islam a manos de los califas (caudillos del sunismo). Hoy, todos los que tienen algo que ver con el sistema opresor que está “al otro lado” son susceptibles de ser destruidos. Si bien se afirma el mérito personal del mártir, se niega todo carácter personal a los que quedan en el otro bando. El “no matarás” (a un inocente), que es también sagrado en el islam, ha sido borrado.
El chiísmo tenía algo de “religión de perdedores”, y esta versión secularizada ha cundido en grupos marginados. En concreto, Josrojavar afirma que existen dos tipos principales de mártires: los nacionales (palestinos, argelinos, etc.) y los “sin tierra” (Al-Qa’ida). Unos y otros saben que no van a ganar, pero tienen algo que ganar con su muerte martirial. Los primeros alivian los sufrimientos de su nación, los segundos al menos destruyen la sociedad que consideran satánica. Por supuesto, queda la promesa del cielo. Y algo más, por ejemplo para los palestinos. En la franja de Gaza hay 18.000 habitantes por kilómetro cuadrado, más de las tres cuartas partes en paro. Arabia Saudí e Irán rivalizan por hacer llegar a las familias de los suicidas suculentas recompensas (Arabia Saudí 5.300 dólares, Irak desde 10.000 hasta 25.000, en caso de que resultaran muertos ciudadanos israelíes).
Las características de Al-Qa’ida son relativamente conocidas: se trata de personas que conocen muy bien Occidente, la sociedad que demonizan y pretenden destruir, porque han nacido o se han educado en ella. No son nacionalistas, sino que “su patria es el islam”, una utopía nihilista, ya que se construye destruyendo: por ello están también dispuestos a matar y morir en atentados suicidas.
Josrojavar no propone soluciones. Para él está muy claro que Al-Qa’ida no logrará destruir a Occidente. Pero no hace falta ser muy inteligente para concluir que, mientras no se fomente una interpretación moderada del islam, se deje a las sociedades islámicas pudrirse en la miseria, y a las dictaduras islamizantes pagar a los terroristas, tendremos muchos muertos que lamentar.
Santiago Mata
5 OTROS |
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6 ALGUNAS CLAVES PASTORALES PARA VER LA PASIÓN SEGÚN MEL GIBSON |
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Peio Sánchez
Comunidades Adsis
Centro Teológico Martí-Codolar
Contamos con una extensa producción de películas en torno a la persona de Jesucristo. La que nos ocupa está próxima a estrenarse en nuestro país. Va precedida de una polémica sin precedentes y una fuerte expectativa, ciertamente más moderada en Europa que en EEUU o en América Latina.
El acompañamiento de la reflexión teológica del cine tanto en cine forums como en clases me anima a proponer de forma previa algunas claves de interpretación. Esperemos que sean pistas que ayuden a una visión positiva a la vez que crítica de la película.
Posibilidades y límites de una representación cinematográfica de Jesucristo
Los creyentes a lo largo de la historia han valorado positivamente la presencia de representaciones de Jesús en el arte, sea en la pintura o la escultura, el drama, la novela e incluso la música. La película de Mel Gibson es una nueva propuesta.
Trata sobre las últimas doce horas de Jesús, desde la oración en el huerto hasta la crucifixión, con un epílogo sobre la resurrección. La película incorpora las nuevas tecnologías y procura seguir fielmente los relatos evangélicos.
Pero estas posibilidades no deben hacernos olvidar los límites inherentes a toda representación artística de Jesús. Ninguna imagen cinematográfica puede de forma única y absoluta representar a Jesús. El rostro de Jesús supera cualquier intento de descripción.
La representación de Cristo resucitado es ante todo una representación sacramental que se realiza en la Iglesia desde la Palabra de Dios y los sacramentos, especialmente la Eucaristía. Esa presencia misteriosa de Cristo se extiende al rostro de los pobres, a la búsqueda de los hombres de buena voluntad y a toda la creación.
No dudamos que La pasión según Mel Gibson dará a conocer a muchos la vida y la entrega de Jesús. Y como toda obra de arte será un indicador, entre aspectos sugerentes y límites, de un misterio que esta más allá de lo que el cine puede imaginar (en el sentido de hacer imagen).
Se presenta de forma semejante al camino del via crucis
La tradición de la piedad nos ha dejado el via crucis como acompañamiento de Jesús durante el viernes santo. Esta película quiere ser una invitación a seguir Jesús junto con María, la Magdalena, Juan o el Cireneo en su entrega por nosotros.
Las declaraciones del director y del actor protagonista nos han advertido del marcado carácter militante se la obra. Se trata de transmitir una experiencia de fe. Por eso antes que una película sobre la historia es una película sobre Jesucristo el Hijo de Dios que es nuestro Salvador.
El que los actores hablen en arameo y latín así como el que se haya intentado reconstruir con fidelidad el ambiente de Palestina del siglo I no marca la óptica general del film. Se trata ante todo de una confesión de fe realizada desde la confesión de fe de los evangelios pero también interpretándola. Quien pretenda ver en la cinta una rigurosa reconstrucción histórica de los que ocurrió no quedará satisfecho.
La cinta realiza acercamientos a la piedad popular (como la presencia de Verónica- vero/icon) o adapta las visiones de la agustina alemana Ana Catalina Emmerich (1774-1824) en su escrito místico La dolorosa pasión de nuestro Señor Jesucristo.
El director acude a símbolos de la expresión cinematográfica que están cargados de intención creyente pero que no pueden ser presentados sin más como históricos. Y tampoco es necesario. Toda representación tiene un componente legítimo de interpretación con posibilidades y límites.
La intención del film es que cada espectador haga al lado de Jesús el camino espiritual de comprender el sentido de su muerte.
La muerte de Jesús entre su vida y la resurrección
El director se sirve de una serie de flash back en forma de recuerdos de Jesús o de los personajes cercanos para indicar como el sentido de su muerte se descubre desde la verdad de su vida. En esta dirección las miradas atrás nos permiten explicar el sentido de su entrega. Esta opción es adecuada para no aislar la pasión de la vida.
El breve epílogo sobre la resurrección enmarca que el sufrimiento y la muerte tienen sentido en la respuesta del Dios de la vida que resucita a Jesús. Aunque sin duda ha sido un atrevimiento extrabíblico pasar la línea del misterio y intentar mostrar en pantalla el momento mismo de la resurrección. Los relatos evangélicos nos han dejado un indicador, el sepulcro vacío y la experiencia del encuentro con el resucitado de los discípulos. Probablemente aquí hubiera sido mejor una opción más cercana a los evangelios. La pretensión de la película es resaltar la objetividad de la resurrección pero el lenguaje de las imágenes debería haber sugerido más que filmado directamente.
El carácter universal del mal y el pecado
La película insiste en el mal que inflinge sufrimientos desmedidos sobre Jesús inocente. El que padece es una víctima del poder del mal que nace de las decisiones de los hombres. Los símbolos de un andrógino diablo, de la serpiente, del cuervo o de los niños enloquecidos tratan de mostrar la presencia en la historia del misterio de la iniquidad.
Conviene que veamos asociados a los padecimientos de Jesús la pasión de tantas víctimas inocentes de la injusticia o la violencia. El dolor y el sufrimiento de tantos que experimentan el dolor físico en su propia carne o la hondura del sufrimiento psicológico. La insistencia en la violencia quiere ser un indicador para que no perdamos de vista el poder generador de destrucción de las decisiones de los hombres. Otras han presentado el sufrimiento en la belleza serena (ver por ejemplo tanto crucificados del románico) pero sin duda ambas representaciones se necesitan mutuamente. No debemos poner rosas demasiado rápidamente a la cruz. Aunque quizás se deberían haber limitado la secuencia de la flagelación.
Desde lo dicho es un desenfoque considerar que la película tiene intenciones antisemitas. Cierto es que el director ha primado la acusación de blasfemia de los judíos así como su iniciativa en el proceso. Cierto que esto desde el punto de vista histórico es cuestionable. Cierto que otras películas han estado más atentas para no provocar sentimientos antijudíos.
Pero también es verdad que la culpabilidad que presentan los relatos evangélicos de la pasión es universal. No es cierto decir que los judíos lo entregaron. Lo que nos indican los evangelios es que todos le entregamos. En este sentido es significativa la traición de Pedro. Considerar que la culpa de la muerte de Jesús fue de los judíos es teológicamente insostenible y éticamente perverso. Pero recordar que todos somos culpables del mal de la historia concentrado en la pasión de Jesús es esencial.
La perspectiva de María
Una novedad respecto de los evangelios es el acompañamiento de María en todo el camino de sufrimiento del Hijo. Este tema procede de la mística Emmerich. Esta aportación interpretativa resulta muy interesante desde el punto de vista de la identificación de la humanidad con el camino del Hijo.
Veamos algunas de estas influencias. Así “María y Magdalena se acercaron al sitio donde Jesús había sido azotado; escondidas por las otras santas mujeres, se bajaron al suelo cerca de la columna, y limpiaron por todas partes la sangre sagrada de Jesús en el lienzo que Claudia Procla –la mujer de Pilato- había mandado” (visión XV nº 30). Durante la última caída María se acercó a Jesús “cayó de rodillas a su lado y se abrazó a él. Yo oí estas palabras: ¡Hijo mío! - ¡Madre mía!” (visión XXI nº 36). También en el descendimiento la sangre del Hijo manchará el rostro de María que se convertirá en una piedad ensangrentada.
María es la representación de lo mejor de la humanidad que nos ha sido mostrada en su Hijo. Desde ella y con ella estamos llamados a contemplar y sentir el misterio de la pasión. Durante la via dolorosa han aparecido en contraposición María y el símbolo de Satanás. La fidelidad de María es ya un anticipo de la resurrección del Hijo y de que nuestra fidelidad es posible desde la gracia.
El sentido del sufrimiento
El sufrimiento por sí mismo no tiene ningún sentido. Jesús no busca sufrir, el sufrimiento es una consecuencia del amor. La película no pretende hacer una exaltación del sufrimiento en sí mismo. El que durante la crucifixión se realice un flash back sobre la última cena con la institución de la eucaristía y el mandato del amor a los enemigos quiere mostrar el sentido del sufrimiento.
El sufrimiento es redimido por un amor mayor, y ese amor sólo lo podía poner para nosotros el Hijo de Dios. La pasión es la historia de un sufrimiento que muestra que ningún sufrimiento tiene la última palabra. El epílogo de la resurrección debe iluminar toda la película. Por mucho metraje que se haya dedicado al sufrimiento, la respuesta está en los últimos minutos. Desde Dios la vida es más fuerte que la muerte.
El rostro trinitario de Dios
Toda la película, siguiendo los rastros del Evangelio trasluce el misterio pascual. Y en él se desvela desde Jesucristo, el misterio de Dios y su ser trinitario.
Mel Gibson ha presentado a un Jesús en el proceso que se parece el Jesús ya glorificado del evangelio de Juan. Un Jesús que conoce su condición de Hijo de Dios y que asume toda la humanidad de una carnalidad desgarrada y sufriente.
Un Jesús en que se equilibra la fuerte visión de su humanidad con la conciencia de su divinidad.
También hay en la película destellos donde se nos muestra la presencia del Espíritu y hemos de estar atentos a los picados que nos coloca en la perspectiva de la mirada de Dios.
Es muy significativa contemplar la primera lágrima de Dios en la historia del cine. El Padre llora al Hijo en su amor cuando contempla desde el cielo la cruz de Jesús. Esta escena vale por sí misma para animar a ver la película.
Una película que se estrena en un momento propicio para interiorizar el sufrimiento y dejarnos encontrar por Aquel que lo redimió desde la solidaridad plena con los hombres.
NECROLOGIO SALESIANO DE LA INSPECTORÍA DE SANTIAGO EL MAYOR-LEÓN
MAYO
PRESENTACIÓN
«Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo preferido, dijo a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”. Y desde aquel momento el discípulo se la llevó con él.» (Jn 19,26-27).
Si la presencia de María se vincula muy estrechamente con la pasión de Cristo, no es menos idónea su mención dentro de la comunidad de seguidores del Resucitado. Así se nos narra como en esa primera comunidad “todos ellos hacían constantemente oración en común con las mujeres, con María, la madre de Jesús, y con sus hermanos” (He 1,14).
María, protagonista de excepción en este mes de mayo, nos inspira en nuestro recuerdo y oración por los salesianos que nos han precedido. Así ella es de las primeras que al pie de la cruz levanta su mirada al Padre y permanece unida en la oración con los discípulos a la espera del Espíritu Santo.
Jesús encomienda al discípulo amado una Madre para la Iglesia. María desde ese momento ha estado presente en el corazón de todos los que la han querido recibir con corazón de hijo. Este es uno de los grandes ejemplos que nos han dejado tantos de los salesianos que recordamos en estas mínimas semblanzas.
El amor a María Auxiliadora de tantos salesianos, nos recuerdan esa confianza ilimitada de don Bosco, que nos es más que un eco de las palabras de Jesús en la cruz: “Ahí tienes a tu madre”.
En este volumen presentamos la selección que hemos preparado de entre los salesianos difuntos fallecidos en el mes del mayo. De todos los hermanos que aquí constan, queda consignado su nombre completo, el lugar de su fallecimiento, el año y la edad de defunción. Para agilizar la presentación de nuestro trabajo hemos empleado las siguientes abreviaturas:
Sac.: Salesiano presbítero.
Coad.: Salesiano coadjutor.
Mons.: Salesiano obispo o arzobispo.
Diác.: Salesiano diácono.
Est.: Salesiano estudiante (clérigo o seminarista)
Nov.: Novicio salesiano.
MAYO
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Sac. Daniel Escur Bosch. Muere en Salamanca, en 1906, a los 26 años. Sac. Antonio Bentanachs Escudé. Murió en Sarriá (Barcelona), en 1924, a los 52 años. Sac. Pietro Berruti. Inspector de Chile, durante cinco años, y, durante dieciocho años, Prefecto General y vicario de don Ricaldone. Murió en Turín, en 1950, a los 65 años. Mons. Giovanni Lucato. Murió en Isernia (Italia), en 1962, a los 69 años. Durante nueve años, fue vicario apostólico de Derma y, durante catorce, obispo de Isernia y Venatro. Sac. Ernesto Armelles Pallarés. Murió en La Coruña, en 1963, a los 78 años. A lo largo de su vida emprendió grandes empresas por las muchas casas que pasó a lo largo de su vida. También fue apresado durante la Guerra Civil y tuvo que huir a Francia. En todas estas situaciones destacó por su corazón abierto y bondadoso para todos, «un corazón plenamente oratoriano», simpatía desbordante y cautivadora y un acervo más de virtudes humanas y divinas. Sac. Juan Antal. Fue inspector durante dos sexenios en Hungría. Pudo huir de la persecución comunista y pasó a Ecuador como inspector, pero pronto fue elegido Catequista General, cargo que tuvo durante trece años. Murió en Piossasco (Italia), en 1967, a los 74 años. Sac. Fernando Rabadán Alemán. Murió de accidente de tráfico en Villaba de la Sierra (Cuenca), en 1976, a los 43 años. Sac. Ernesto Núñez. Murió en La Línea de la Concepción (Cádiz), en 1989, a los 66 años. Sac. José Luis Pérez Delgado. Murió en Salamanca, en 1997, a los 56 años.
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2 |
Sac. Evasio Rabagliati. Durante siete años, fue inspector. Murió en Santiago de Chile, en 1920, a los 65 años. Sac. Antonio García Aguado. Muere en Béjar (Salamanca), en 1959, a los 53 años. Sac. José Martí Serra. Murió en Algeciras (Cádiz), en 1972, a los 89 años. Sac. José Novoa Ferreiro. Murió en Utrera (Sevilla), en 1973, a los 84 años. Sac. Óscar Santiago Valenzuela Díaz. Murió en Santiago de Chile, en 1990, a los 87 años. Fue inspector durante seis años. Sac. Paul Coenraets. Murió en templeuve (Bélgica), en 2000, a los 90 años. Fue inspector durante 13 años.
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3 |
Sac. Salvatore Puddu. Secretario del Consejo Superior durante 25 años e inspector durante seis años, murió en Turín en 1964, a los 89 años. Mons. Antonio Barbosa. Murió en San Pablo de Brasil en 1993, a los 92 años. Durante seis años, fue inspector, y obispo, durante 35 años.
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4 |
Sac. Francesco Tomasetti. Murió en Roma en 1953, a los 85 años. Durante cinco, fue inspector y durante 29, Procurador General. Postulador de la causa de canonización de Don Bosco. Sac. Andrés Yun Encinas. Murió en Sevilla en 1953, a los 70 años. Sac. Digno Outeriño Vispo. Murió en Alicante, en 1979, a los 86 años. Sac. Nikola Pavicic. Murió en Zagreb (Croacia), en 2000, a los 92 años. Fue inspector durante seis años.
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5 |
Sac. Giovanni Battista Belloni. Fundador de los Hermanos de la Sagrada Familia, en el Patriarcado latino de Jerusalén, Pío IX le sugirió pedir ayuda a Don Bosco. En 1890, él mismo y su institución se hicieron salesianos. Murió en Jerusalén, en 1936, a los 76 años. Coad. Juan Ramos Cañamero. Murió en Ronda (Málaga), en 1972, a los 59 años. Mons. Tarcisius Phanrang Resto. Murió en Madras (India), en 1990, a los 70 años. Fue durante cuatro años obispo auxiliar y, durante cinco, arzobispo de Shillong.
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6 |
Coad. Ramón Virós Lacay. Murió en Ronda (Málaga), en 1942, a los 67 años. Sac. Nicolás Carnero de Dios. Murió en Granada, en 1979, a los 44 años. Coad. Ubaldo González Corral. Murió en Sevilla, en 1990, a los 79 años.
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7 |
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8 |
Est. Francisco Díaz Herrera. Murió en San José del Valle (Cádiz), en 1912, a los 18 años. Sac. Francisco Redondo Aragón. Murió en Málaga, en 1919, a los 33 años. Sac. Plinio Gugiatti. Murió en Milán, en 1963, a los 52 años. Fue inspector durante diez años. Sac. Amílcar Pascual. Murió en Montevideo (Uruguay), en 1991, a los 81 años. Fue inspector durante diez años.
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9 |
Sac. Rómulo Laita López. Murió en Santander, en 1975, a los 84 años. Coad. Antonio Rivera Benjarano. Murió en Málaga, en 1980, a los 68 años. Sac. Federico Hernando Conde. Inspector de Bilbao, murió repentinamente en Bilbao, en 1989, a los 59 años.
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10 |
Coad. José Posadas Moreno. Murió en San José del Valle (Cádiz), en 1938, a los 25 años. Sac. José Villalba Sedeño. Murió en Santander, en 1959, a los 47 años. Sac. Juan José Romero Montaño. Murió en Cádiz, en 1952, a los 71 años. Sac. Modesto Cobano Domínguez. Murió en La Orotava (Tenerife), en 1991, a los 78 años.
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11 |
Sac. Paul Virion. Murió en Lausanne (Suiza), en 1931, a los 72 años. Fue durante 19 años. Sac. Henri Crespel. Murió en Maretz (Francia), en 1938, a los 66 años. Fue durante seis años. Sac. Manuel Fernández Moreno. Murió en Utrera (Sevilla), en 1951, a los 64 años. Coad. Antonio Pagès Rey. Murió en Cádiz, en 1961, a los 80 años. Sac. Manuel Díaz Ledo. Murió en el Tibidabo (Barcelona), en 1982, a los 69 años. Sac. Pablo Hernández Vicente. Murió en Rocafort (Barcelona), en 1982, a los 46 años.
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12 |
Sac. Antonio Fusarini. Murió en Guayaquil (Ecuador), en 1912, a los 64 años. Fue inspector durante nueve años. Mons. Manuel Gómez de Oliveira. Murió en Silvania (Brasil), en 1955, a los 81 años. Durante 32 años, fue obispo de Goias. Sac. Dino Cavallini. Murió en La Spezia (Italia), en 1968, a los 58 años. Fue durante un año. Sac. Luis Vivar Santamaría. Murió en Huesca, en 1996, a los 84 años.
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13 |
Sac. Antoni Hlond. Murió en Czerwinsk (Polonia), en 1963, a los 79 años. Fue durante seis años. Sac. Manuel Julio Pinho. Había sido inspector de Portugal durante un sexenio. Murió en Lisboa, en 1989, a los 62 años.
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14 |
Sac. Farol Golda. Murió en Oswiecim (Polonia), en 1942, a los 28 años. Está introducida la causa de martirio. Sac. Anastasio Crescenzi. Muere en Salamanca, en 1964, a los 88 años. Sac. José Doblado del Pino. Fue el primer inspector de la inspectoría de Córdoba, al desmembrarse la inspectoría Bética. Murió en Málaga, en 1973, a los 80 años.
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15 |
Sac. Domenico Pestarino. Párroco de Mornese. Siguió allí, ya salesiano, en 1862, dirigiendo a las Hijas de la Inmaculada, que, en 1872, profesarían como Hijas de María Auxiliadora. Falleció en Mornese (Italia), en 1874, a los 57 años. Coad. José Gómez Crego. Murió en Salamanca, en 1908, a los 31 años. Nov. Cipriano López Manrique. Murió en Itero de la Vega (Palencia), en 1916, a los años. Murió de tuberculosis mientras hacía el noviciado, en Carabanchel, aspirando a llegar a ser coadjutor salesiano. Sac. Lorenzo Santacruz Villarejo. Murió en Pozoblanco (Córdoba), en 1979, a los 56 años.
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16 |
Sac. Alfonso Milán Gómez. Murió en Orense, en 1994, a los 66 años. Fue rector y director de la Universidad Laboral de Zamora, de Orense en varias ocasiones. Nombrado inspector, en su sexenio se fueron consolidando las distintas obras salesianas; el nuevo Avilés y Villamuniel comenzaban su andadura; vio la luz la obra de Thiés (Senegal), largamente soñada… Tras su repentina muerte, producida en el patio del colegio de Orense, ha dejado un gras testimonio de hombre trabajador y sacrificado; maestro competente y dedicado; creyente de fe recia y verdades seguras; religioso convencido; superior inteligente, honesto y sincero; animador convincente; escritor sólido; predicador elocuente; hijo devoto de la Congregación y de la Iglesia…
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17 |
Est. Enrique Fernández Ayras. Murió trágicamente en Burriana (Castellón), en 1955, a los 20 años. Sac. Theodor Seelbach. Murió en Bendorf (Alemania), en 1958, a los 75 años. Fue inspector durante 15 años. Sac. Giovenale Dho. Fue durante siete años, Consejero General, primero de Pastoral Juvenil y después, de Formación. Murió en Roma, en 1980, a los 58 años.
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18 |
Sac. Enrique Torra Arana. Murió en Valencia, en 1982, a los 62 años. Sac. Felice Caprioglio. Murió en Córdoba, en 1940, a los 89 años.
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19 |
Mons. Luigi Olivares. Ya sacerdote, a los 32 años, se hizo salesiano. Director y celoso apóstol en el Testaccio (Roma), fue designado obispo de las diócesis de Sutri y Nepi, que rigió durante 26 años. Apóstol devotísimo de la Eucaristía. Murió en Pordenone (Italia), en 1943, a los 70 años. Tiene introducida la causa de beatificación y canonización. Sac. José Martí Basté. Murió en Barcelona, en 1958, a los 83 años. Sac. Valentín Bonetti. Murió en Mendoza (Argentina), en 1961, a los 89 años. Fue inspector durante diez años. Sac. Arnold Smeets. Murió en Elisabetnville (Zaire), en 1964, a los 81 años. Fue inspector durante seis años. Sac. José Calasans. Murió en Campiñas (Brasil), en 1965, a los 59 años. Fue inspector durante nueve años. Coad. Francisco Tarinas Arenas. Murió en Gerona, en 1990, a los 87 años. Sac. Juan Corbella Margalef. Murió en Barcelona, en 1994, a los 86 años. Mons Jaime Francisco de Nevares. Murió en Neuquén (Argentina), en 1995, a los 80 años. Fue obispo de Neuquén durante 30 años.
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20 |
Coad. Ángel Pons Mas. Murió en Valencia, en 1949, a los 76 años. Sac. Juan Alberto Francese. Murió en Horta (Barcelona), en 1971. Tenía 85 años. Fue inspector durante seis años.
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21 |
Sac. Antonio Sala. Don Bosco lo nombró Ecónomo General en 1880. Fue para él una gran ayuda en su enfermedad y, antes, en la construcción del Templo del Sagrado Corazón en Roma. Murió en Turín, en 1895, a los 59 años. Est. José Justo Pérez. Murió en Rocafort (Barcelona), en 1914, a los 24 años. Mons. Roberto Tavera Malvasio. Murió en Salta (Argentina), en 1963, a los 70 años. Durante 29, fue obispo de Salta.
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22 |
Sac. Antonio Torm Pons. Murió en Arévalo (Ávila), en 1950, a los 78 años. Sac. Giovanni Battista Canale. Murió en Biella (Italia), en 1962, a los 80 años. Fue inspector durante doce años. Sac. Jan Raaijmakers. Murió en Eindhoven (Holanda), en 1987, a los 58 años. Fue inspector durante seis años. Coad. Tomás Vidal Verdú. Murió en El Campello (Alicante), en 2002, a los 89 años.
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23 |
Sac. Rafael Ojanguren Urquiza. Murió, siendo capellán militar, en el frente en Navas del Marqués (Ávila), en 1937, a los 41 años. Su familia era de Baracaldo, hizo en Carabanchel su noviciado y su profesión religiosa; ejerció su apostolado en varias casas de la Inspectoría, en el momento en que se incorporó al clero castrense por última vez estaba en el Colegio de San Matías de Vigo. Sac. Paul Moitel. Murió en Montpellier (Francia), en 1953, a los 68 años. Fue inspector durante cuatro años. Sac. Miguel Gómez. Murió en Cádiz, en 1991, a los 90 años.
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Est. Restituto Arnanz Sanz. Muere en Salamanca, en 1970, a los 26 años.
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25 |
Est. José Morán González. Murió en Sevilla, en 1924, a los 22 años. Sac. Giovanni Simonetti. Murió en Frascati (Italia), en 1946, a los 72 años. Fue inspector durante doce años. Coad. Ángel Jiménez Lara. Murió en Sevilla, en 1960, a los 51 años. Sac. Buenaventura Roca Serra. Muere en 1960, en Mohernando (Guadalajara), a los 87 años. Sac. Pietro Savani. Murió en Aibonito (Puerto Rico), en 1964, a los 80 años. Fue inspector durante nueve años. Sac Rafael Sánchez Escribano. Murió en Palma del Río (Córdoba), en 1976, a los 74 años. Sac. Francisco Javier Cordero Domínguez. Murió en Madrid, a los 52 años, en1990.
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26 |
Sac. Achile Berra. Murió en Turín, en 1907, a los 57 años. Fue inspector durante 15 años.
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27 |
Coad. Francisco Vigatà Fiter. Murió en Las Palmas (Canarias), en 1933, a los 52 años. Coad. Francisco Javier Noguer Ariza. Murió a los 91 años, en Sevilla, en 1978.
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28 |
Coad. Juvenal Villani. Murió en Mataró (Barcelona), en 1956, a los 80 años. Sac. Francesco Antonioli. Murió en Lugano (Suiza), en 1965, a los 87 años. Fue inspector durante doce años. Sac. Manuel Caamaño Grañas. Murió en Salamanca, en 1976, a los 80 años.
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Coad. Antonio Corino Calvo. Murió en Ronda (Málaga), en 1941, a los 81 años. Sac. Emmanuele Manassero. Murió en Roma, en 1946, a los 73 años. Fue inspector durante 16 años. Sac. Tomás González Puente. Murió en Sevilla, en 1971, a los 80 años. Sac. Vicente Garnero. Murió en Córdoba (Argentina), en 1980, a los 79 años. Fue inspector durante ocho años. Sac. José Carreño Etxeandía. Excepcional misionero en la India, donde fue inspector durante seis años y vicario general de Madrás, y después en Filipinas. Murió en 1986, a los 80 años, en Pamplona, donde vivió su último sueño misionero: el Hogar del misionero de Alzuza. Mons. José Carmen di Pietro. Murió en Sonsonate (El Salvador), en 1989, a los 61 años. Durante seis años fue inspector y durante tres fue obispo de Sonsonate. Sac. Arturo Morlupi. Murió en Ancona (Italia), en 1995, a los 68 años. Fue inspector durante once años. Sac. Luis Jornet Font. Murió en El Campello (Alicante), en 2002, a los 87 años.
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Est. Luis Núñez Outeiriño. Murió en San Pedro de la Mezquita, en 1909, a los 21 años. Toda su trayectoria salesiana la pasó en Sarriá. Aquejado de una tuberculosis los médicos le recomiendan que se traslade al domicilio familiar, donde muere. Hasta el mismo momento de su muerte tuvo en su mente y en sus labios palabras de entrega a Dios y confianza en María Auxiliadora. Mons. Mauricio Eugenio Magliano Bruzzone. Murió en Pino Truncado (Argentina), en 1974, a los 54 años. Durante trece años fue obispo de Río Gallegos.
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Sac. Pedro Jorge Garnero. Murió en Campiñas (Brasil), en 1973, a los 64 años. Durante dieciséis años fue inspector y, durante seis, miembro del Consejo Superior. Mons. Mauricio Eugenio Magliano. Murió en Pico Truncado (Argentina), en 1974, a los 54 años. Fur obispo de Río Gallegos durante 13 años.
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1 Es la Espiritualidad Juvenil Salesiana (EJS) recogida en la Carta de Identidad del MJS de España.
2 María Julia Ardito, op. Dominica Misionera (Perú). Psicóloga. En Vida Religiosa, cuaderno 2. Vol. 94, marzo-abril 2003.
3 Silvio Sassi, en Cooperador Paulino, 118. Marzo-abril 2003.