Cristo sigue llamando


Cristo sigue llamando






Inspectoría Salesiana de “Santiago el Mayor" León , 26 abril de 2004 nº 35









Bienvenido Don Pascual





Os invito a aceptar el reto de seguir siendo significativos y auténticos educadores en la Fe de tantos niños y niñas, adolescentes y jóvenes con quienes cada día compartís vuestro tiempo y vuestra vida. La razón de ser de toda obra salesiana es ser propuesta educativa y pastoral, acompañando con generosidad y competencia a los jóvenes en su propio proceso de maduración humana y cristiana. En una sociedad plural como la española, no podemos ofrecer ofertas generalistas y sin relieve, se nos pide llegar hasta el fondo de nuestra especificidad: presentar la persona de Jesús a los jóvenes, como la mejor noticia que podemos darles, porque en El está la plenitud de la vida: Cristo Ayer, hoy y siempre, el Camino, la Verdad y la Vida” (D. Pascual Chávez, extracto de la carta enviada a la Inspectoría).







ÍNDICE



  1. Retiro ……………………...3-12

  2. Formación……………….13-20

  3. Comunicación.…….......21-25

  4. El anaquel……………....26-44

  5. Técnicas ……..………….26-29

  6. Reseñas………………….30-33

  7. La Pasión (M. Gibson)..34-38

  8. Necrologio ………………39-44



Revista fundada en el 2000


Edita y dirige:

Inspectoría Salesiana "Santiago el Mayor"

Avda. de Antibióticos, 126

Apdo. 425

24080 LEÓN

Tfno.: 987 203712 Fax: 987 259254

e-mail: formacion@salesianos-leon.com


Maqueta y coordina: José Luis Guzón.

Redacción: Segundo Cousido y Mateo González

Depósito Legal: LE 1436-2002

ISSN 1695-3681


RETIRO





DOMINGO SAVIO Y LA ESPIRITUALIDAD JUVENIL SALESIANA


Luis Rosón


Jacob abrazó a su padre. Isaac

lo bendijo diciendo:” El aroma de

mi hijo es como el de un campo

bendecido por el Señor”

(Gen 27,27)


Veneramos... a santo Domingo Savio,

signo de las maravillas de la gracia

en los adolescentes”

(Const. 9).



  1. Un encuentro providencial y decisivo: 2 de octubre de 1854


    1. El Encuentro en I Becchi. La tela y el sastre


Corría el año 1854 cuando Don Cugliero vino a hablarme de un alumno suyo digno de particular atención. – Aquí, en esta casa es posible que tenga jóvenes que le igualen, pero difícilmente habrá quien le supere en talento y virtud. Obsérvelo y verá que es un San Luis. Quedamos que me lo mandaría a Murialdo, adonde yo solía ir con los jóvenes del Oratorio para que disfrutasen algo de la campiña y, de paso, poder celebrar la novena y solemnidad de la Virgen del Rosario” (Vita c. VII).


Es lunes, 2 de octubre, muy temprano, cuando tiene lugar el primer encuentro entre Don Bosco (39 años) y el muchacho (12 años y medio): momento de gracia para los dos que les marcó profundamente y los unió definitivamente.


El relato del encuentro es límpido. Don Bosco, que conoce a tantos chavales se maravilla, se da cuenta, al escuchar a Domingo, que D. Cugliero tiene razón y le confía un muchacho excepcional: “Advertí en aquel jovencito un corazónen todo conforme con el espíritu del Señor, y quedé no poco maravillado al considerar cuánto le había enriquecido la divina gracia a pesar de su tierna edad”.


Domingo descubre que Dios le manda un padre excepcional que le asegurará su porvenir de estudiante, con deseos de progresar en su vida cristiana, y por tanto se establece una unión de dos almas. La expresión con la que el Evangelio presenta el encuentro de Jesús con el joven rico -“Jesús, lo miró fijamente con cariño” (Mc 10, 21)- aquí se amplía en la correspondencia de amor. Escribe Don Bosco: “Pronto entramos en plena confianza, él conmigo y yo con él”. Confianza inmediata, total y recíproca, la frase señala estas tres características y subraya la última.


Pueden entonces pasar a continuación a un contrato para un trabajo que sólo acabará cuando el muchacho haya “cumplido todo”. Don Bosco reconoce en el hijo de la modista de Mondonio una buena tela, y Domingo coge al vuelo la propuesta y pide a Don Bosco ser un buen sastre y “hacer un bonito traje para el Señor”. Dos precisiones: 1) la “buena tela” la ha fabricado el Señor, Don Bosco sólo querrá ser el humilde colaborador del Espíritu; 2) la “buena tela” es una libertad de iniciativa, la “plena y recíproca” confianza permitirá a Don Bosco estar atento a las legítimas peticiones del adolescente.


Tenemos clarificadas, ya de partida, las condiciones de un acompañamiento espiritual auténtico: diálogo de dos libertades que se someten a la libertad suprema del Autor de toda santidad: “Empieza tú también desde ahora a pedir al Señor que nos ayude a mí y a ti a cumplir su santa voluntad”.


Cuando, después de la prueba de la página aprendida de memoria en ocho minutos, Don Bosco le dice que lo admite en el Oratorio, el muchacho, lleno de alegría estrecha su mano y la besa. Gesto elocuente: esta mano del joven adolescente que estrecha la mano fuerte de Don Bosco era el inicio de un camino juntos: nunca habría abandonado su guía, ni decepcionado a su padre. Media hora bastó para que este muchacho fuera conquistado y le entregara con confianza su voluntad: “Espero portarme de tal modo, que jamás tenga que quejarse de mi conducta”. Nunca había conocido semejante alegría desde el día de su primera comunión, cinco años antes.



    1. Domingo, adolescente, tenía necesidad de Don Bosco


¿Cuáles eran esos dones con los que “le había ya enriquecido la divina gracia a pesar de su tierna edad” que habían maravillado a Don Bosco? ¿Por qué Dios, para continuar su obra, pedía la intervención de un especialista en la educación cristiana de los adolescentes?


Hemos de reconocer que Domingo ha sido un privilegiado de la gracia: el Espíritu sopla donde quiere y no podemos pedirle cuentas a Dios de la intervención de su amor pesonal.


Nacio en San Giovanni di Riva de Chieri (18 kms de Turín) el 2 de abril de 1842. Sus padres Carlos y Brígida (26 y 22 años), pobres (herrero y modista), generosos y valientes (tendrán diez hijos, de los que seis morirán pequeños) y profundamente creyentes. Muy pronto experimenta la presencia y el gusto de la oración. Hecho decisivo es la Primera Comunión (a los 7 años, en vez de los 12) el 8 de abril de 1849, día de Pascua en Castelnuovo d’Asti. Experiencia inolvidable, con sus cuatro propósitos, entre ellos los dos famosos: “Mis amigos serán Jesús y María. Antes morir que pecar”. Inteligencia despierta, le gusta estudiar, y pronto el deseo de ser sacerdote. Sus tres maestros expondrán a Don Bosco las virtudes excepcionales y algunos hechos meritorios de su alumno. Resaltan de su carácter: su piedad viva, el gusto de las cosas precisas y bien hechas, la delicadeza, la apertura amable a los compañeros: “Afable, se ganaba el cariño de todos”. Un niño encaminado hacia la santidad.


Sin embargo, todo esto es preparación y espera. “Buena tela”, pero aún sin forma. Riqueza de dones, pero sin clarificar el camino, sin “estilo” particular. A la indecisión de este pasado se añade la indecisión del futuro. Aquel octubre de 1854 Domingo tiene 12 años y medio: no es un niño, está comenzando su primera adolescencia. Aunque “santito” no escapa a las leyes de la psicología, está a punto de comenzar la crisis que lleva normalmente, no sin vaivenes, a la conquista de la propia personalidad. Si quiere continuar los estudios ha de dejar su pueblo, trasladarse a Chieri o a Turín y convivir con otros adolescentes.


¿Qué hubiera pasado sin aquel encuentro providencial con Don Bosco? ¿Por sí solo este santo niño se hubiera convertido en un santo adolescente? Algunos hechos de su historia nos hacen dudar: por sí mismo habría caído en los escrúpulos, en los excesos, quizás en el repliegue sobre sí mismo; sobre todo no habría podido desarrollar sus virtudes y capacidades con el ímpetu y resultados admirables que conoció en Valdocco. Tenía necesidad de un buen guía y un ambiente adecuado: no podía encontrar nada mejor que Don Bosco y Valdocco.



    1. Don Bosco, educador y fundador, tenía necesidad de Domingo Savio


Hemos de añadir que sin el encuentro del 2 de octubre, Don Bosco no habría adquirido el testigo y colaborador precioso del que tenía necesidad justo en aquel momento de su obra.


¿Quién es Don Bosco aquel octubre de 1854? Es un sacerdote de la Diócesis de Turín, en plenitud de fuerzas, tiene 39 años. Su pasado ha estado marcado por intervenciones singulares de la Providencia y orientado muy pronto hacia la educación cristiana de los jóvenes “pobres y abandonados”, de manera particular entre los 12 y 18 años. Es sacerdote desde hace 13 años (5 de junio de 1841). Entre 1841 y 1844 has pasado tres años preciosos en la Residencia Eclesiástica de Turín, donde de alguna manera ha sido plasmado por Don Cafasso, su profesor de moral, de espíritu alfonsiano y más aún su primer verdadero acompañante espiritual: se confiesa semanalmente con él desde hace trece años.


Tiene ya una amplia experiencia con los muchachos. Su obra, instalada definitivamente en la periférica de Valdocco en 1846, está en su fase de primera expansión. Está desarrollándose en tres sectores: ante todo el “Oratorio” de los días festivos, al que acuden centenares de muchachos; después la “Casa Aneja al Oratorio”, humilde residencia de un centenar de jóvenes estudiantes y obreros (artigiani) pobres; finalmente una obra de evangelización popular por medio de la imprenta (Lecturas Católicas mensuales, libros de historia, campaña anti-valdense). Junto a la vieja “casa Pinardi” (transformada en 1856), Don Bosco ha construido la iglesia de San Francisco de Sales y un internado de dos pisos. Han surgido los primeros talleres, muy rudimentarios.


Don Bosco posee ya sus principios y su método de educación espiritual: lo está experimentando y perfeccionando. En su “casa” , donde ya viven Mamá Margarita y su hermana, tía Mariana, se vive “una vida de familia a la buena, casi rústica” que se recordará en el futuro como “aquellos bellos años... era una alegría de paraíso”. Se está construyendo en lo más genuino lo que la tradición llamará “el espíritu salesiano”. Dice D. Pietro Stella: “El decenio 1853-1863... es el período de oro de su (D. Bosco) actividad directa de educador... Estuvo siempre en contacto con los jóvenes en el patio, en los encuentros interpersonales, en el confesionario, en las buenas noches”. Más tarde, estará ocupado por tantos otros compromisos fuera de Turín.


En aquel año 1854 Don Bosco tiene ya la certeza de ser llamado a fundar una sociedad de educadores completamente dedicados a los jóvenes pobres. Incluso tiene la convicción que la deberá fundar con los mejores jóvenes que está educando. El 26 de enero de ese año, cuatro de ellos se han comprometido en secreto en una primera prueba. Don Bosco ha elegido para ellos el nombre de “salesianos”, inspirándose en la dulzura de San Francisco de Sales. Está pensando en una primera redacción de las Constituciones...


Domingo Savio llega a Valdocco y allí permanecerá en estos años de pleno y decisivo desarrollo de “lo salesiano” en todos sus aspectos. Encontrará allí la estructura y ambiente ideal para crecer como adolescente. Dotado como está, participará muy activamente, comunicando a su ambiente el propio fervor, preparando, sin saberlo, el nacimiento de la Congregación Salesiana. Se meterá de lleno y a fondo en las propuestas educativas de Don Bosco que llegará a ser para él “la” obra maestra, con “una vida tan ejemplar... que difícilmente puede superarse” (Don Bosco).


Don Bosco tenía necesidad de ser confirmado y animado en su misión providencial de educador de jóvenes hasta la santidad, en la validez de su método, en su convicción de que los jóvenes, debidamente acompañados, son capaces de emprender en serio y con prontitud el camino de la santidad cristiana. Domingo fue para él don y signo de Dios, un testigo, “el muchacho santo” concreto que había soñado en sus meditaciones de apóstol, el “modelo” que ofrecer para la imitación de todos los demás. Por todo ello escribió su biografía, en la que se puede percibir en seguida una vibración particular de admiración y ternura.



  1. La acción educativa de Don Bosco por medio del ambiente


La gran diferencia entre los doce años de Domingo niño y los tres años de Domingo adolescente está en el ambiente: el primero es bueno, pero poco estimulante; el segundo “creado” como ambiente formador por un cura genial, “terreno” adecuado para que la planta, cuidada y alimentada continuamente, pueda crecer “de forma admirable”.






    1. Fidelidad al reglamento dado por Don Bosco a su “casa”


¿Qué hace Domingo para empezar este camino de crecimiento? “Su método de vida fue, por algún tiempo, el ordinario, y no se veía en él otra cosa que la observancia perfecta del reglamento de la casa. Se aplicaba con empeño al estudio, atendía con ardor a todos sus deberes... (con una) exactitud que difícilmente puede superarse”. Esta fidelidad sin ruido fue la primera forma concreta de su obediencia al mismo Don Bosco. Por parte de Don Bosco estas “reglas” y este ambiente de casa de educación cristiana constituyeron la primera influencia sobre Domingo, una influencia básica que lo iba impregnando de manera lenta, continua y profunda.


¿Cómo estaba organizado el internado para jóvenes obreros y estudiantes pobres? Gracias a la ampliación del edificio Don Bosco había podido admitir un centenar de muchachos, obreros (dos tercios) y estudiantes (más jóvenes) el resto. Los estudiantes no eran admitidos antes de los 12 años y, la mayoría, querían llegar a ser sacerdotes. El ciclo de los estudios de latín era de cinco años, Domingo se encontró entre los “pequeños”; pero con su personalidad despierta se encontró a gusto enseguida con los compañeros más mayores.


La convivencia de cien muchachos, aunque de forma familiar, requiere un reglamento. Justo en el curso 1854-55, Don Bosco, aprovechando su ya larga experiencia, promulga el Primer Plan de Reglamento para la Casa Aneja al Oratorio de San Francisco de Sales. En la primera parte exponía el fin y la estructura de la casa, las funciones principales y las condiciones para la admisión. En la segunda, más importante, hablaba directamente a sus “hijos” o “queridos hijos”: la exposición de las reglas disciplinares tomaba forma de exhortación más que de normas; se mezclaban los avisos y consejos paternos, todo con un estilo sencillo y familiar. Nunca un reglamento fue menos abstracto, más acorde con la realidad, más impregnado también de la personalidad de un maestro que se inspiraba, al mismo tiempo, en la experiencia y en un ideal de educación alto y fuerte. Sin embargo, Don Bosco nunca hubiera aceptado que se quedase en letra muerta. Debía impregnar la vida de los jóvenes, por esto se leía con frecuencia y cada domingo se explicaba un artículo, comentado por Don Bosco, Don Alasonatti o los clérigos Rúa, Ángel Savio, Francesia y Cagliero.


El espíritu de familia surgía de la espontaneidad con la cual los muchachos obedecían los avisos recibidos. Este Reglamento puede explicarnos lo que Domingo hizo a partir de los primeros meses de su vida en Valdocco: llevado por el ambiente, por su propio fervor, por el amor a su guía, ha adherido al Reglamento dejándose formar, día tras día y hora tras hora, por el mismo Don Bosco.


También nos puede hablar de su vida en Valdocco otro instrumento de formación que desde 1847 Don Bosco había puesto en manos de los jóvenes para alimentar su fe y guiar su vida de oración: el manual Il Giovane Provveduto per la prattica dei suoi doveri negli esercizi di cristiana pietà, que comenzaba con la presentación de un programa de vida (“Sirvamos al Señor en santa alegría”) y una serie de avisos y de meditaciones. Domingo se alimentó de él diariamente.



    1. La consolidación de las virtudes-base


El camino de maduración que emprendió nuestro muchacho podemos resumirlo en tres palabras: piedad, trabajo, alegría.


La primera cosa que quería Don Bosco, sacerdote de Dios, para su casa era la fe viva. El clima allí era sobrenatural. Cuando un muchacho llegaba lo primero que captaba era este ambiente de fe. Las realidades divinas ocupaban el primer lugar. En los muros se veía la inscripción: “Dios te ve”, y de hecho se vivía en la presencia de Dios. La primera palabra-clave era piedad, sencilla y fuerte, alimentada de la Palabra de Dios, los sacramentos, la oración y la devoción a la Virgen. La participación diaria en la eucaristía, el retiro mensual (“Ejercicio de la buena muerte”), los ejercicios espirituales anuales. Don Bosco tenía clara su finalidad: un amor grande y creciente al Señor (“estado de gracia”) y una lucha contra el mal y contra los defectos.


La segunda palabra-clave era: trabajo. Don Bosco, hijo de Mamá Margarita, nunca hubiera aceptado una educación donde se favoreciera la flojera. Estudiantes y artesanos debía cumplir con la mayor seriedad su deber cotidiano. Domingo iba dos veces al día, con el grupo de gramática, a las lecciones del Prof. Bonzanino que reconocía no tener ningún alumno “más atento, dócil y respetuoso”, además de “limpio, bien educado y cortés”. Estuvo siempre entre los primeros del curso y llegó a hacer dos años en uno.


Había una tercera palabra-clave: alegría. Era una de las ideas fundamentales de Don Bosco: la gracia suscita en el corazón del cristiano la verdadera alegría y en los jóvenes cristianos es doblemente legítima y necesaria. El canto era tenido en gran estima y, a los pocos meses de su llegada, Domingo escuchó las primeras notas de una banda de música. El patio era un punto estratégico para el ambiente de la casa. Allí siempre se encontraba Don Bosco con sus muchachos, participaba en sus juegos o entretenerlos de forma agradable. Domingo, “alegría de los compañeros” en Mondonio, se integró en aquel ambiente de alegría y buenas formas.


Tuvo un gran mérito, porque la vida de cada día que llevaban aquellos muchachos era realmente dura: todos chicos rurales pobres, alojados en edificios demasiado reducidos. El tipo de vida se reducía a lo indispensable: aulas sin calentar, limpieza a mínimos, comida poco gustosa y probablemente insuficiente; no faltaban las protestas. Entendemos qué quería decir Don Bosco a Domingo cuando le pide aceptar con sencillez su condición.


Domingo, preparado por la exigencia de la niñez, llega a integrarse sin traumas y grandes dificultades en aquel ambiente y estilo de vida totalmente nuevo, con ritmo regular y pesado, con mayores y más precisas exigencias.


Don Bosco llevó a cabo la formación de Domingo a través del estilo de vida de la casa, a través de sus intervenciones continuas y graduales: las “buenas noches”... Domingo las aceptaba con ganas e iba fortaleciendo sus virtudes fundamentales, aprendía la santidad del cotidiano sencillo y exigente, construía con solidez y lejos de toda ilusión la base para futuros progresos.



  1. La acción educativa inmediata de Don Bosco por medio de la confesión


Además del influjo de por medio del ambiente, Don Bosco influyó por medio del contacto personal de manera más profunda y decisiva. En el patio lo seguía con la mirada y con alguna palabra al oído... Después, de golpe, su relación espiritual se dio a nivel sacramental.



    1. Un gesto de dedicación total


Cinco semanas después de su llegada, durante la novena de preparación a la Fiesta de la Inmaculada, Domingo abre totalmente su corazón a Don Bosco con una confesión general. Los nuevos eran invitados a cumplir este gesto para librarlos del peso de culpas escondidas durante años y para que el confesor se haga una idea adecuada de su conciencia.


Fue un acontecimiento de gran importancia en la historia de la santidad de Domingo Savio: inauguraba un ritmo regular de acompañamiento sacramental. Don Bosco toma en serio anima a aquel adolescente y en la confesión ejercerá “principalmente y con prioridad absoluta” su tarea de acompañante espiritual. Le recomendará con insistencia la fidelidad al confesor elegido.



    1. El acompañamiento espiritual continuo en el diálogo sacramental


A través de diversas etapas, pero sin dudarlo, Don Bosco condujo a Domingo Savio al ritmo de la confesión semanal. Puede sorprendernos la frecuencia de la confesión de un adolescente tan bueno y generoso. Don Bosco y Domingo tenían una visión del sacramento que no excluía nada de su verdad y eficacia: no está sólo en función del pecado, sino es también riqueza y estímulo de una verdadera vida teologal, hecha de un amor generoso y comprometido.


Para Don Bosco, este sacramento, junto con la eucaristía, era el medio supremo de educación cristiana (“i più validi sostegni della gioventù c. XIV). La reconciliación reúne en una gran intensidad las tres intervenciones: de Dios, del sacerdote educador y del joven cristiano mismo, deseoso de convertirse y crecer en el amor.


Por todo ello Don Bosco quería una práctica sacramental seria. Explicaba y exigía. Insistía aún sobre la reconciliación que sobre la eucaristía, convencido que una buena confesión lleva a una buena comunión. “Buena confesión” significaba para él: integridad en la exposición, un tema de sinceridad y confianza, y firmeza en los propósitos, un tema de valentía y obediencia al confesor. Ambas cosas tuvo en Domingo. Así se explica el papel decisivo del sacramento de la reconciliación en el camino de Domingo hacia la santidad.


    1. Un método rápido e incisivo de acompañamiento


Don Bosco subraya en el cap. XIV la “confianza ilimitada” de Domingo con su confesor. La confesión era muy rápida, era un principio que mantenía de su confesor, Don Cafasso. Nada de prédicas. Alguna pregunta clarificadora, un consejo adecuado, una frase de ánimo y basta.


Domingo y sus compañeros podían hablar con Don Bosco fuera de la confesión, pero también eran entrevistas cortas. El testimonio de la carta de Domingo a su padre del 5 de septiembre de 1855: “La novedad es que he podido estar una hora a solas con Don Bosco, como hasta ahora no he podido estar más de diez minutos a solas con él, he podido hablarle de muchas cosas”. Es claro que a Don Bosco no le gustaban los largos coloquios. Su método era ágil: las conversaciones frecuentes, vivas, incisivas tienen más eficacia que las exhortaciones largas y bonitas.



    1. En la fuente de la santidad adolescente


Según Don Bosco, Domingo Savio ha podido llegar a ser santo por muchas razones, por haber puesto por obra diversos elementos de perfección cristiana; pero hay uno que ha condicionado y aglutinado todos los demás: su fidelidad al acompañamiento espiritual. En mayo de 1857, dos meses después de su muerte, un muchacho con deseos de crecer en su vida cristiana y amor a María le preguntó a Don Bosco en público la clave que Domingo usó para llegar a ser tan bueno. “La cerradura y la llave para entrar en el paraíso y cerrarle el paso al demonio es la obediencia y gran confianza en el director espiritual”.


Al final de la vida de Domingo Savio, queriendo sacar una lección práctica para sus muchachos, Don Bosco escribe: “Quisiera que nos diésemos con ánimo resuelto a imitar al joven Domingo Savio.(...) Imitémoslo en la vida (...) Pero no dejemos de imitarlo en la frecuencia del sacramento de la confesión, que fue su punto de apoyo en la práctica constante de la virtud y guía segura que le condujo a tan glorioso término. Acerquémonos con frecuencia y con las debidas disposiciones a este baño saludable (... ) Me parece que éste es el medio más seguro para vivir días felices” (c. XXVII).


En resumen, Don Bosco nos dice: “¿Queréis que un adolescente, un joven, salga de la mediocridad y se encamine hacia las alturas? Encontradle un verdadero padre espiritual, del que él quiera, con plena confianza, hacerse purificar regularmente, controlar y relanzar. ¡El resto viene solo!”.









  1. Valores de la Espiritualidad Juvenil Salesiana, hoy1


    1. ¿Qué es la Espiritualidad Juvenil Salesiana?


La Espiritualidad Juvenil Salesiana es una propuesta de santidad juvenil desde la espiritualidad de lo cotidiano. Es nuestra manera de vivir la vida de cada día inmersos en Dios.


Esta Espiritualidad es común a todos los grupos, actividades, ambientes, realidades y tareas, por diversos que sean. Asumimos progresivamente, mediante un proceso educativo — evangelizador en el que presentamos explícitamente nuestra espiritualidad y nuestra vivencia de la Fe este elemento que nos une.


Los animadores y educadores son quienes transmiten esta espiritualidad vivida con coherencia; por esto cuidamos especialmente la profundidad de esta experiencia en ellos, con un buen acompañamiento personal y adecuados procesos formativos.


    1. ¿Cuáles son las características de la Espiritualidad Juvenil Salesiana?


La EJS conjuga dos ejes centrales: la interioridad y la proyección social. Esta conjunción da prioridad a diversos elementos, tales como:


  • Alegría, como expresión externa de la felicidad que experimentamos al sentirnos a bien con Dios, con los demás y con nosotros mismos.


  • Amistad, como entrega de la propia persona y acogida incondicional del otro.


  • Vida de cada día, como el lugar más adecuado que Dios nos ofrece para encontrarnos con Él, y de esta manera crecer y realizarnos como personas.


  • Jesucristo Resucitado, compañero de camino y modelo de referencia, con el que estamos llamados a establecer una relación profunda a través de la Palabra, la oración y los sacramentos, especialmente la Reconciliación y la Eucaristía.


  • Iglesia-Comunidad de todos los que viven según el estilo de Jesús, y la hacen realidad siendo miembros activos y responsables.


  • María Auxiliadora, la mujer llena de vida, primera creyente, que colabora con Cristo en la obra de la salvación, nos anima y auxilia como madre y maestra.


  • Compromiso, como responsabilidad de asumir la propia tarea de colaborar en la construcción de una sociedad más humana y más justa, a la luz de los valores del Evangelio, con predilección por los jóvenes más pobres.


Vivimos y presentamos esta Espiritualidad Juvenil Salesiana con un talante educativo, basado en el Sistema Preventivo de Don Bosco.

  • PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO



  1. Puedes leer personalmente el diálogo de Don Bosco con Domingo Savio en I Becchi (Obras fundamentales, BAC, pp. 144-146).

  • Aspectos del diálogo que llaman tu atención.

  • Reflexiona sobre tu diálogo personal con los jóvenes.

  • Revisa tus propuestas de crecimiento cristiano a los jóvenes.


  1. El ambiente de nuestra casa salesiana...

  • Aspectos que tenemos cuidados.

  • Aspectos que mejorar para educar a través del ambiente.


  1. Nuestra vivencia y nuestra propuesta del sacramento de la reconciliación y acompañamiento personal de los jóvenes.

  • Aspectos que tenemos cuidados y vivimos.

  • Aquellos en los que incidir más.


  1. Características de la Espiritualidad Juvenil Salesiana (EJS)

  • Ejemplos de propuesta y vivencia de cada una de ellas.

  • ¿Cómo encarnarlas hoy en nuestra realidad educativo-pastoral de forma positiva, propositiva y gradual.





FORMACIÓN



Herid@s e itinerantes.

¿Qué madurez afectiva para esta opción? 2




Estas páginas son atípicas. No son un sesudo tratado sobre la madurez afectiva; pero su lectura es enriquecedora y sugerente. La autora, misionera dominica en el altiplano de Perú, y psicóloga que acompaña el camino de muchas comunidades, nos ofrece una reflexión profundamente evangélica y vital. Entretejiendo espiritualidad y psicología, nos hace propuestas claras y muy concretas.




Hace muchos años que vengo caminando y compartiendo como formadora y en espacios de formación para formador@s y superior@s en distintos países de América Latina. Constato cada día más que en el interior de nuestras comunidades convivimos con herman@s que sufren silencios y heridas añejas e insatisfacciones y confusiones muy hondas. Nuestras comunidades muchas veces no son espacios de liberación y sanación, sino de castigo y exclusión. Valoro la capacidad de búsqueda, el deseo sincero de encontrar salida a estos problemas congregacionales, la inversión de recursos humanos y económicos que se realizan para capacitar a formador@s y superior@s. Sin embargo, aún así, l@s herman@s se retiran de las comunidades, las denuncias por abusos sexuales continúan, la gente insatisfecha y triste permanece.


Lo que voy a compartir son algunas reflexiones en voz alta, preguntas que surgen de acompañamientos confiados y secretos compartidos de much@s herman@s a lo largo de este tiempo en estas tierras.


Me han pedido que escriba sobre la madurez afectiva que sirve para esta opción. Me cuesta pensar en términos de tipología y/o características. Creo que hubo tiempos en que hacíamos perfiles de religiosos maduros y listas de motivaciones válidas e inválidas, ¡Y así estamos! Aquell@s que parecían reunir esos requisitos, resulta que hoy piden exclaustraciones, dispensas, o están viviendo relaciones poco liberadoras.


Entiendo que éste es un cuestionamiento no sólo a las capacidades, opciones y fidelidades personales sino también a nuestra fidelidad al Dios de la vida, como comunidades e instituciones.


Quisiera reflexionar sobre algunos elementos que creo tenemos que tener en cuenta para vivir un cierto estilo de vida religiosa en el que la opción sea vivir la compasión de Jesús. Un estilo que nos permita estar con los que Él eligió como predilectos, y predicar desde ellos, sintiéndonos parte no ajena al sufrimiento y padecer humano, sino solidari@s de una misma historia y humanidad.



Desde una relación


Quisiera retomar el texto del encuentro de Jesús con la Samaritana (Jn 4) y releer algunos elementos releyéndolos desde este contexto de vida religiosa y madurez humana.


Juan nos presenta a un hombre y una mujer que se encuentran al mediodía y a mitad del camino. Sabemos que los Santos Padres han relacionado este mediodía con la mitad de la vida. Podemos decir que son dos personas que tienen experiencia de haber caminado en la vida y de estar cansados y necesitados. Ambos están representando a pueblos y culturas diferentes. Tienen en sus cuerpos la memoria e historia de su gente. Como también las expectativas ante las promesas recibidas de sus antepasados. Tienen sed, tienen hambre.


Están sentados junto a un pozo, también cargado de historia. Según la tradición, el pozo es el lugar de las alianzas hechas entre las matriarcas y los patriarcas, el sitio donde concretaban la alianza de Dios con su Pueblo, la alianza de vida y de co-creación.


El lugar, el momento y las personas puestos en el relato de este encuentro no son ingenuos, hay una intencionalidad. En la base de esta posibilidad de encuentro hay una transgresión. Ambos tuvieron que ir más allá de lo mandado. Estos pueblos judíos y samaritanos no se hablan. Jesús y la mujer samaritana transgreden y se arriesgan, superan los prejuicios culturales, religiosos y de género. Se intuye que hay algo por lo que vale la pena pegar el salto.


El diálogo se realiza desde aspectos periféricos hasta llegar a zonas más profundas de ambos. Es un proceso que les requiere estar, permanecer, y poner en juego los modos diferentes de comunicar lo que necesitan. Hay seducción, desconfianza, deseo... pero permanecen en el juego de una relación, que los va exponiendo mutuamente ante lo diferente del otro, de la otra. Es éste un permanecer itinerante, pues están en un movimiento permanente de salida y de búsqueda mutua, donde se da el punto de quiebra: cuando ella responde al cuestionamiento de Jesús diciendo: “No tengo marido” (Jn 4, 16).


Este no tengo significa que no hay nada, no hay nadie, es el momento de a revelación profunda de ella, le entrega su verdad. Este es el momento de autenticidad existencial. Hay alianza con muchos, pero ella está sola. Aquí está el pozo, la herida existencial.


Este reconocimiento de la propia verdad y pobreza provoca la revelación de Jesús: “Yo soy” (Jn 4, 26).


La mujer deja el cántaro y corre a anunciar. Los discípulos no entienden, no preguntan, le ofrecen comida a Jesús y él les responde que está satisfecho, que su alimento es hacer la voluntad del Padre.


Parece ser que este encuentro revela la voluntad del Padre: hacer alianza de vida con todos los pueblos.


Ambos, en la experiencia de encuentro y de relación, transgrediendo, arriesgando, han vivido la mutua revelación. Se han saciado. Han recreado su misión. Ella ha pasado a la audacia del anuncio u Jesús ha decidido permanecer un tiempo conviviendo en medio de este pueblo de samaritanos y paganos.


La mesa ha sido el pozo. Ellos, el alimento, saboreando así el deseo del Padre.



El pozo-herida existencial


Que la revelación de Dios Salvador y Liberador se dé al borde del pozo es profundamente gozoso y esperanzador.


Podemos decir que el pozo simboliza lo profundamente humano, ese lugar al que debemos llegar para reconocer nuestra verdad. La samaritana nos revela esa verdad existencial que nos hace solidarios unos con otros: somos seres carentes. No hay nadie que sea “nuestro”, no hay nada ni nadie que llene este pozo.


Creo que a la hora de hablar de madurez este es un elemento importante que nos plantea preguntas: ¿Cómo llegamos? ¿cómo acompañamos para que nuestra gente, nuestros hermanos lleguen a reconocer que la verdad existencial es que hay una experiencia sin fondo y que esto es lo humano? ¿cómo ayudamos a comprender que esta realidad no es producto del pecado nuestro o de nuestros padres, ni castigo por algún daño o infidelidad cometida? ¿cómo explicar que es la condición humana fundante de nuestra realidad humana? ¿que esta verdad es la que nos hace buscar a los otros, abrirnos a las relaciones, a necesitarnos mutuamente? Somos pobres, somos carentes, nada ni nadie está para llenarnos ni siquiera Dios.


Esta herida es la que hace desear y caminar, en un proceso de expansión y conversión. Somos buscador@s y por lo tanto itinerantes. Y aquí el desafío de maduración y conversión es salir del falso centro, partir de las alianzas infantiles y pequeñas. Es un camino del narcisismo a la alteridad.


Creo que éste es el primer paso para poder reconocer existencialmente que somos pobres. Convivir con la soledad que este reconocimiento trae y la angustia que provoca.


Este proceso de reconocimiento, este ir al fondo, esta autenticidad existencial, es camino y base de nuestra opción de humanización.


¿Cómo se llega? También en este sentido el testo es pedagógico. Es en una relación donde la mujer samaritana se puede reconocer. Una relación en la que es respetada, valorada en su diferencia. No se siente juzgada ni atropellada, ni exigida a nombrar. Relación que la desafía y la provoca pero que le transmite confianza. Allí puede acariciar su verdad, su secreto, esa herida d historia no curada que la hacía vivir escondida y disminuyendo su capacidad de transformación social. Este hombre le facilita parir su verdad. No le cambia la realidad diciéndole que no es dolorosa, no le quita la dimensión que tiene, la escucha, le dona su revelación. Esto la capacita para dejar y correr, sin miedo, poseedora de una capacidad nueva para relacionarse con otr@s y con su propia cultura, pueblo, creencias e historia.


¿Qué cambió? Se sintió amada y digna de revelación de la identidad del otro, se alimentaron mutuamente, no salieron igual a cuando entraron en la relación. El reconocimiento de su pobreza y carencia como dimensión de lo humano la envía a anunciar desde esta convicción de solidaridad. Somos todos pobres y carentes. Por lo tanto vulnerables. Y creemos que nuestro Dios también lo es, por eso nos invita permanentemente a recrear la alianza de vida y a seguir creando junto a Él.


Tenemos que hacer en el propio cuerpo el camino de reconocimiento del tipo de relaciones que gestamos, de las alianzas que construimos y mantenemos. ¿Hasta qué punto en nuestras relaciones no buscamos callar la angustia que provoca este hueco vital y reconocemos la voracidad y el deseo de posesión que surge de aquí? Como también el impulso a buscar y amar a alguien. ¿Qué capacidad tenemos para afrontar prejuicios y para reconocer que nuestras alternativas en la construcción de relaciones son muchas veces las de tomar distancias, justificar rupturas y crear silencios? ¿Qué capacidad tenemos para mantener una relación de intimidad y compromiso animándonos a provocar el desafío de una mutua-revelación provocadora?


Por ello, como propone Catalina de Siena, es preciso permanecer en el conocimiento de sí mismo para encontrar allí la bondad de Dios y el reconocimiento de la propia verdad.


Muchos de nuestros hermanos han vivido durante años poniendo fuerza, vida capacidades en tratar de tapar la boca de este pozo, energías en mostrar y vivir una autenticidad moral, pero que no se apoyaba en un reconocimiento del propio gemido.


Creo que necesitamos herman@s, que no tengan miedo al barro que se pega en las manos y pies cuando nos situamos desde aquí. Que puedan convivir con la ambigüedad de sentimientos que provoca esta pobreza existencial, los miedos y angustias que conviven con los fuertes deseos de comunión y de entrega. El padecer y el sufrimiento que permanecen aun cuando seamos bien intencionados y fieles. Convivir con la propia incoherencia, reconociendo así en carne propia que somos del mismo barro que el resto de la humanidad.



La herida que capacita


Esta herida humana se convierte en origen del deseo. Ese deseo que nos impulsa a abrirnos a los otros, a buscar la experiencia de comunión, intimidad, fecundidad. Es la huella que no nos deja olvidar que somos abiertos, insatisfechos, creados para la otreidad, para la alteridad. Y que nos convierte a la conciencia de humanidad común y solidaria.


No voy a hablar de índices de madurez, pero si de actitudes que creo son claves para facilitar un modo liberador de relacionarse y estar.


Si hablamos en términos de maduración, este deseo a lo largo de nuestra vida tiene que ir realizando un proceso de liberación y de conversión.


Aquí nos encontramos con herman@s que por temor a la fuerza de este deseo que históricamente aparece con distintos rostros y expresiones, buscan negar y reprimir sus sentimientos, ocultar y castigar sus experiencia afectivas y sexuales. Aquí surgen antas relaciones de posesión mutua, abusivas de poder, sexuales, relaciones que generan confusión y necesitan ocultamiento.


Creo que el camino de liberación tenemos que realizarlo a través de la mirada y del abrazo cariñoso de nuestras historias heridas. No es negando, ocultando ni olvidando. Como tampoco evitando las experiencias que nos lleven a descubrir la fuerza apasionada del deseo humano, y que ponen en riesgo nuestros mecanismos de omnipotencia, rigidez, autosuficiencia, negación.


El proceso de maduración no es lineal sino cíclico y recurrente, por lo tanto cada experiencia vital nos puede llevar a tocar dimensiones de esta experiencia de carencia original y alentar o reprimir el deseo.


Por ello creo que es un elemento importante el permitirse hacer este camino leyendo, orando y analizando cada una de las experiencias que se van viviendo. Con una mirada crítica realista y contemplativa.


Es importante la capacidad y apertura que se tenga para reconocer y reconciliarse con los tramos de la historia personal que lo han hecho sufrir. Con las personas con quienes se han vivido experiencias de cariño frustradas, agresivas, violentas y abusivas. Con las ausencias y abandonos que han dejado la marca de una culpa que muchas veces paraliza.


Con el fraude de relaciones confiadas que se han quebrado. Experiencias sexuales que han lastimado su autoestima, y han condenado a guardar secretos y cargar sentimientos de culpa. Capacidad para reconocer los mandatos culturales y familiares que han reprimido su capacidad de querer, desear, nombrar , crear.


Como señalaba en la primera parte, esta mujer del evangelio ha podido reconocer, abrir y mostrar su verdad porque se dio el espacio de una relación respetuosa, confiada, amable, tierna. Allí ha podido sentir que este dolor no era condición para su exclusión, ni paso a permanecer inferior, ni menor de edad, ni condenada a no amar. Todo lo contrario. Ella que pudo sentir como Jesús en el Jordán la voz del padre: “tú eres mi hija amada, en quien me complazco”. Pudo llegar a experimentar existencialmente que el amor de Dios en nosotros no es fruto de nuestro mérito, pureza o fidelidad.


Herman@s que mirando esta dimensión de su historia y relaciones puedan vislumbrar, sentir, que en medio de este padecer también Dios está amándolos.


En este paso de liberación del deseo es importante y fundamental tener la experiencia de que hay alguien que nos ama y nos cree. Además no se escandaliza de nuestro dolor, y es capaz de caminar con nosotros respetando nuestro paso.


La reconciliación con la propia fragilidad y necesidad provoca la itinerancia. Sentirse y saberse amado con misericordia crea la palabra anuncio. Una persona que se anima a atravesar este sendero descalza siente la urgencia de ir a la frontera, pasar al lugar donde otros esperan ser reconocidos, respetados y queridos en su dignidad.


La compasión tierna se convierte en estilo de relación en la caminada.



Invitados a arriesgar-transgredir-ir más allá


Aventurarse a la alteridad. Para esto es necesario asumir la dimensión de frustración que trae la distancia, el desprendimiento, la no-posesión. Los que itineran son pobres. Partir es salir del propio centro seguro. El propio centro personal, grupal, cultural, de género, religioso e institucional. Podríamos decir, salir de aquel narcisismo que nos hace permanecer en la casa de padre y madre —en las posiciones infantiles— como aquellos que no hemos hecho la separación necesaria para crecer, por la angustia y costo de soledad que esto conlleva. Salir del tipo de relación en que se busca que los otros, la misión y Dios espejen y confirmen la imagen del yo. Salir al riesgo de quebrar el espejo perdiendo la imagen y descubrir al otro por sí mismo, no como objeto que colma o responde a nuestros deseos.


Jesús y la mujer transgredieron la posición y el lugar esperado por la cultura, religión y género. Eso hizo posible le relación, la relación de mutua-revelación, la relación liberadora, relación entre culturas diferentes. Y este banquete de comida sabrosa de intimidad los puso en el desafío de permanecer poseyéndose o de partir y anunciar la novedad.


La relación fue de mutua fecundidad pues los impulsó a partir. Asumiendo la distancia y ausencia del otro. Y también les provocó la alegría y satisfacción. Dos dimensiones que conviven permanentemente en esta experiencia de apertura a la alteridad: el dolor de la ausencia, soportando la espera, y el gozo de y el placer de la presencia confiada, que permanece aún en la distancia. Necesitamos personas capaces de soportar esta dimensión constitutiva frustración y fracaso que conlleva una relación.


Quienes se animen a vivir relaciones interpersonales, grupales, de trabajo, culturales, conviviendo con aquello que es inadecuado, imprevisible, extraño, incorporando el conflicto como inherente a este riesgo. Convivir en medio de aquello que parece caos, o estar caminando sobre las aguas, construyendo una espiritualidad que acompañe y sostenga en tiempos de incertidumbre.


Herman@s capaces de reconocer que allí está Dios. Caminando como en Meaux en ese tramo de camino y en esa relación cargada de confusión, tristeza, desilusión, quebrada la esperanza y con el fraude de una promesa que no se veía cumplida. Ese Dios que los confronta al recordarles que era necesario que Jesús padeciera, que el padecer es parte constitutiva del camino de encarnación, de humanización del camino elegido por él para nuestra felicidad y por lo tanto del discípul@.


Allí se capacitan para integrarlo en su mesa. Cuando comienzan a comprender y pueden leer lo vivido con otros ojos y reconocer que el corazón arde porque él está vivo.


Crear una espiritualidad que integre esta convivencia de contrarios, tristeza-gozo, sufrimiento-vida, muerte-resurrección. Espiritualidad que viva las paradojas de la vida y de nuestro Dios no como amenazantes ni peligrosas. Por ello necesitamos herman@s que, reconociéndose sin poder, sientan que están como Pedro caminando sobre las aguas, sostenidos en la fe en Aquel que nos ama, y que puedan tomar con humor la precariedad de los poderes y sepan celebrar como nuestros pueblos en medio y desde la pobreza.



Cantando y danzando


La vida religiosa en América Latina necesita de hombres y mujeres, comunidades que se arriesguen a perder la posesión. Que sean itinerantes reconociendo sus carencias. Que sientan la urgencia de estar en medio de ese pueblo que hizo muchas alianzas y pocas liberadoras, en medio de esas comunidades cargadas con heridas hechas por las violencias políticas, culturales, familiares, en medio de esos hombres y mujeres que sienten el peso de una culpa que los atraviesa y los encorva. De esos que no pueden alzar la voz y necesitan que alguien escuche el gemido que brota de sus entrañas, pues el dolor es tal que ni siquiera pueden nombrarlo. Comunidades que puedan estar compartiendo su intimidad, compromiso y pasión por el reino de Dios que vive y necesita ser reconocido. Herman@s que acompañen con el gesto y la palabra en el camino de reconciliación, curando, anunciando y denunciando desde una profunda solidaridad y compasión. Personas capaces de entrar en relación con lo diferente viviendo la flexibilidad, gusto y placer de la danza.


Nuestros pueblos nos enseñan a vivir la danza como parte constructiva de la vida cotidiana. En este sobrevivir se danza. Que podamos aprender a dejarnos llevar como emborrachados por la música, no siendo nosotros los que conducimos o marcamos el paso, sino el paso provocado por esta música que penetra nuestros cuerpos y en medio del dolor y el desborde, la risa y el canto nos hace alumbrar movimientos nuevos, bruscos, estilizados, pero que son acompañados y provocados por los y las otras con quienes danzamos.






COMUNICACIÓN


La publicidad 3



La publicidad, entendida como información para estimular el consumo, es un fenómeno conocido de modo específico por todas las épocas precedentes a la producción industrial. Es, sin embargo, necesario llegar a los primeros decenios del siglo XIX para descubrir la publicidad como una fuerza de mercado. Las intervenciones de Pío XI sobre la publicidad y la moral. La fisonomía de otro medio de comunicación, la televisión: transmite a larga distancia no sólo la voz, sino también las imágenes. La televisión instrumento publicitario de la industria. La presencia católica en la televisión.



Al afirmarse el sistema de producción industrial, en el siglo XIX nace la publicidad de la época moderna. La abundancia de productos y servicios determina la necesidad del consumo de masas. A la producción en serie de la industria debe corresponder un consumo difuso. La publicidad se inserta entre la empresa que ofrece productos y los consumidores que son convencidos a adquirirlos.


La publicidad, entendida como información para estimular el consumo, es un fenómeno conocido de modo específico en todas las épocas precedentes a la producción industrial.


En la civilización griega y romana la información sobre productos y servicios se daba de viva voz (charlatanes, pregoneros, vendedores ambulantes), con la enseña de los negocios, los diseños de la casa, los espacios de paredes destinados ala comunicación pública (álbum y libellus).


Estas formas de publicidad, con evoluciones y modificaciones no relevantes, se prolongan hasta el siglo XVI. La invención de la prensa permite la aparición de los primeros periódicos y de los manifiestos impresos y pegados a las paredes. Sin embargo es necesario llegar a los primeros decenios del Ochocientos para encontrar la publicidad como fuerza de mercado. El 1 de julio de 1836 el francés Emile de Girardin lanza La Presse, un periódico que cuesta la mitad que los otros. El poder venderlo a mitad de precio se debe a lo que obtiene por publicidad pagada que el periódico coloca junto a la información.


En los mismos años, ya sea en otras naciones de Europa como en EE.UU. la publicidad se convierte en una forma de financiación de la prensa. Nacen las primeras agencias especializadas en recoger publicidad que ofrecen a los espacios periodísticos. En Italia en 1863 nace la “concesionaria” Manzini, la primera estructura publicitaria para la prensa. En los primeros decenios del Ochocientos, primero con la incisión sobre madera y después con la litografía, surge la publicidad con imagen diseñada por grandes artistas. El arte, puesto al servicio de la publicidad, produce manifiestos que son una obra de arte debido al talento de artistas como Jules Chéret (1836-1932), Toulouse Lautrec (1864-1901), Eugène Grasset (1845-1917), Alphonse Mucha (1860-1939), Thíeophile Steinlen (1859-1923), Cappiello (1875-1942). Casandre (1901-1968), Charles Lupot (1892-1962) y muchos otros en Europa, EE.UU. y Japón. La primera referencia a la publicidad en un texto de un dicasterio vaticano es poco menos que una curiosidad. En el Regolamento publicado el 28-6-1917 por la Sagrada Congregación Consistorial, en el n. 25 se lee: “La praxis introducida en algún lugar de hacer publicidad en los periódicos o en hojas volantes (ephemerides vel plagulas typis impressas) antes de la predicación para atraer al auditorio o, después de ella, para elogiar al predicador, se reprueba y se condena, cualquiera sea el fin. Procuren por tanto los ordinarios, en cuanto de ellos depende, que esta costumbre no se consolide”.


Pío XI afronta por primera vez el argumento de la publicidad al recibir en audiencia a los participantes al Congreso internacional de la publicidad el 19-9-1933. Del resumen taquigrafiado del discurso del Papa, el argumento ha sido afrontado con un llamamiento a la relación entre la publicidad y la moral. En efecto la moral puede ser olvidada u ofendida mediante la publicidad ya sea en el sujeto (o sea la publicidad misma) ya sea en la manera (en el modo en que la publicidad es realizada).


El 31-10-1936, al recibir en audiencia a los participantes al Primer Congreso internacional católico de la publicidad, Pío XI interviene de un modo más articulado. El resumen taquigrafiado del discurso inicia recordando que cuando el Papa recibió en el 1933 a los profesionales de la publicidad había sido cogido un poco de sorpresa y se había limitado a algunos avisos generales. Esta vez, por el contrario, el Papa desea profundizar el tema. Para poder dar indicaciones correctas, es necesario observar a la publicidad misma, que encierra en sí muchas riquezas, tantas maravillas; y ver cuál es el puesto que ocupa en el gran casillero de las actividades humanas. Sólo así se puede tener una idea exacta de las debidas relaciones entre la publicidad y la moral.


La publicidad entra dentro del gran arte de decir la palabra, que es la expresión perfecta y completa del pensamiento, ya sea vocal o escrita, impresa, diseñada, pintada, esculpida”. La publicidad pertenece “al género didascálico, por una parte y al género oratorio por otra... La publicidad es un género... sui generis del arte de decir: un género que merece toda nuestra consideración... La publicidad hay que ser tomada con mucho garbo y con mucho peso”. Citando a Alessandro Manzino /como había ya hecho en 1935 a los periodistas católicos), Pío XI ofrece a la publicidad una ley guía: “Sentir y meditar, con poco estar contento; la verdad santa jamás traicionarla; ni proferir palabra que aplauda al vicio o se ría de la virtud”.


El Papa pasa revista y comenta esta cita de Manzini haciendo aplicaciones a la publicidad. El discurso termina con una reflexión sobre “el publicitario católico”; “Decir publicidad católica, publicidad de los católicos, significa un trabajo ejercido por cristianos y por cristianos verdaderos, llevando el catolicismo el verdadero único sentido del cristianismo”.


El católico encuentra en la publicidad una ocasión nueva “de apostolado”: “...también con una publicidad de apariencia indiferente, banal, florecen verdaderas y propias ocasiones para hacer un verdadero apostolado”. Esta estupenda intervención de Pío XI sobre la publicidad puede servir todavía hoy como metodología para acercarse como católicos a cada uno de los medios.


En efecto, antes de cualquier valoración y por su importancia antes de una valoración moral, es necesario conocer a fondo la complejidad del fenómeno comunicativo que se afronta. No se puede poner una etiqueta moral a un fenómeno que no se conoce. Con sabiduría Pío XI, tratando antes de entender qué es la publicidad, observa: “Sólo así se puede tener una idea exacta de las necesarias relaciones entre publicidad y moral”.


Entre el final del Ochocientos y los primeros decenios del Novecientos madura la fisonomía de otro medio de comunicación: la televisión. El deseo de transmitir a larga distancia no sólo la voz sino también la imagen ha empujado un conjunto de experiencias e intentos que ha llevado primero a la invención de la fotografía (1827) y después a la descomposición de la fotografía para poder ser transmitida a distancia (1868, aparato fotoeléctico de P. Carey; el disco analizador con foros a espiral de P. Nipkow en 1884; el iconoscopio de Vl. Zworykin en 1923).


El 2 de noviembre de 1936 la BBC de Londres inaugura el primer servicio televisivo regular del mundo: programas radiofónicos a los que se añade la imagen de los artistas que se hallan frente al micrófono. La RCA en los EE.UU. en la feria mundial de Nueva York de 1939 presenta su sistema televisivo y transmite a Franklin D. Roosevelt que se convierte así en el primer hombre de estado que aparece en la pantalla. El 1 de julio de 1940 la NBC americana empieza su primer servicio televisivo comercial. El 7-12-1941 la CBS comienza la era de la información televisada transmitiendo la noticia del ataque japonés de Pearl Harbour. El estadillo de la segunda guerra mundial congela las primeras transmisiones televisadas en los EE.UU. y en el Reino Unido.


Acabada la guerra, la televisión conoce un desarrollo que nadie habría previsto. La verdadera explosión sucede en los EE.UU. donde toma forma de modelo de la televisión comercial (la televisión como instrumento publicitario de la industria). En Europa se afirma, aunque con características particulares en cada nación, el modelo de la televisión como servicio público (la televisión al servicio de la comunidad).


En la mayoría de los países europeos las transmisiones regulares de televisión inician en los años cincuenta. Países Bajos (1951), Bélgica y Dinamarca (1953), Italia (1954), Austria y Luxemburgo (1955), Suecia y España (1956), Portugal (1957), Suiza, Finlandia y Yugoslavia (1958), Noruega (1960). En 1952 se inician los experimentos para la televisión en colores y en 1953 las primeras grabaciones de transmisiones televisadas en cinta magnética.


La presencia católica en la televisión inicia con la transmisión de la misa de la medianoche de Navidad de 1948 desde París (celebra el card. Zurrad) y desde Nueva York (seis horas después por el huso horario, celebra el card. Spellman). En esta circunstancia el card. Zurrad afirma: “Todo aquello que permite predicar el evangelio a toda criatura debe ser estimado por los cristianos. Todo lo que reúne a las personas y a los pueblos para hacer de ellos una familia humana concurre a la redención. Es lo que realiza la televisión: ampliando el horizonte de nuestra mirada, abre el campo de nuestra conciencia y dilata nuestro corazón... Se ha hablado hace ya tiempo de las conversiones obtenidas gracias a la radio con el “evangelio sobre las terrazas”; de ahora en adelante se tendrán también milagros obrados por el “evangelio a través de las paredes”... Gracias, Señor, por esta nueva forma de difundir el evangelio de Cristo”.


La primera intervención televisiva es de Pío XII (1939-1958) que, el 27 de marzo de 1949, cuarto domingo de cuaresma, lee un mensaje en inglés para los EE.UU. En la pantalla está la figura del Papa y la banda sonora transmite la voz que había sido registrada cinematográficamente. “Estamos contentos de que podáis conocer, oír –y también ver- algo de la alegría y del orgullo del Santo Padre por vuestra constancia”. El 17 de abril de 1949 Pío XII lee en francés un mensaje para la televisión francesa con ocasión de la Pascua. El sistema es el mismo: fotografía del Papa en la pantalla y su voz en la banda sonora. “Nos nos esperamos de la televisión consecuencias del máximo alcance con el fin de revelar siempre más luminosamente la verdad a las inteligencias sinceras. La navidad pasada, en un ámbito todavía limitado, numerosos fieles impedidos por la enfermedad o el trabajo, han podido, gracias a la televisión, seguir con la vista y el oído, la misa de medianoche celebrada por su venerado cardenal de Notre-Dame de París. Fue para ellos una verdadera alegría y un inmenso beneficio (¡Qué será cuando el universo entero pueda contemplar directamente, en el momento mismo en el que se desarrollan, las manifestaciones de la vida católica!”.


El 1 de enero de 1954, fecha oficial del inicio de las transmisiones televisadas regulares en Italia, Pío XII dirige a los obispos italianos la exhortación I rapidi progressi.


El principio del texto define la televisión “maravilloso medio ofrecido por la ciencia y la técnica a la humanidad, precioso y a la vez peligroso por las profundas repercusiones que está destinado a ejercer en la vida pública y privada de las naciones”.


Pío XII enumera las ventajas de la televisión indicando que mientras el cine, el deporte y las necesidades del trabajo tienen a alejar de la casa a los miembros de la familia, “la televisión contribuye eficazmente a reconstruir este equilibrio, ofreciendo a toda la familia la posibilidad de tomar juntos un honesto descanso, lejos de los peligros de compañías y lugares malsanos”. La televisión, además, ejerce un influjo benéfico “con relación a la cultura, a la educación popular, a la enseñaza escolar, y a la vida misma de los pueblos, quienes, mediante este instrumento, serán ayudados para conocerse mejor y comprenderse, y a elevarse a la unión cordial y a una mayor recíproca colaboración”.


Finalmente la televisión puede ser útil “para la difusión del mensaje evangélico”.


Sin embargo la televisión no está libre de “peligros”. “A diferencia del teatro o del cine, que limitan sus espectáculos a cuantos acuden por una elección espontánea, la televisión se dirige todo a los grupos familiares, compuestos de personas de toda edad y sexo, de cultura y preparación moral diferente, les lleva el periódico, el noticiario variado, el espectáculo”. Gracias a la potencia de la imagen la televisión “encuentra su público más ávido y más atento entre los niños y los adolescentes, quienes por su misma edad, son las más fáciles en sufrir su fascinación”.


Después de haber recordado la responsabilidad de la autoridades civiles y de cuantos preparan los programas televisivos, el Papa desempeña a los obispos italianos en el deber de “una atenta y necesaria vigilancia” y a “formar en los fieles una conciencia recta de los deberes cristianos sobre el uso de la televisión”. Desde su nacimiento la televisión es acogida por el magisterio como la posibilidad de bien y de mal.


La amplia mirada de Pío XII empuja a los obispos y fieles hacia una visión positiva, hacia una “santa empresa” que exige “verdaderos apóstoles de bien para esta benéfica obra”.



El ANAQUEL




La motivación en la venta




CONCEPTOS GENERALES


El hombre se moviliza para cubrir determinadas necesidades.


Movilizamos la energía interna cuando se conecta con el nivel activo de las necesidades manifestadas en ese momento. Varias necesidades pueden manifestarse simultáneamente, pero de forma proporcionada y próxima.


Motivar es movilizar energía, proporcionar un motivo o razón para realizar un determinado esfuerzo orientado hacia la búsqueda de aquello que proporciona cobertura a una necesidad. Las necesidades se jeraquizan u ordenan , de mayor a menor, del siguiente modo:


AUTORREALIZACIÓN
ESTIMA / AUTOESTIMA

NECESIDADES SOCIALES

NECESIDADES DE SEGURIDAD

NECESIDADES FISIOLÓGICAS


Esta teoría de debe a A. Maslow (1.947) y a su teoría de la "Jerarquización de necesidades".


Los dos primeros niveles y parte del segundo se consideran como: NECESIDADES PSICOSOCIALES, y parte del segundo y siguientes como: NECESIDADES PRIMARIAS.


Los deseos son el motor, (medios) para cubrir necesidades, (fines).


El individuo orienta su conducta hacia la eliminación de la

Tensión provocada por la aparición de las necesidades.

Esta desaparece cuando consigue el satisfactor o sucedáneo.


El individuo puede permanecer aparcado en un determinado nivel de motivación, o no evidenciarse interés hacia alguno de estos niveles. Además, cada persona dimensiona e interpreta estos niveles de forma particular.


F. Herzberg (1.962), define los factores primarios como higiénicos, aquellos de los que se quiere salir, y las vincula con el contenido de la tarea -dentro de la organización-. En tanto que los factores psicosociales los considera como motivadores y los encuentra en el entorno, como periféricos. En los primeros, su presencia indica malestar; en los segundos, su presencia señala bienestar, pero su ausencia es aséptica.


La motivación es, a su vez, uno de los factores determinantes del aprendizaje:


INTELIGENCIA

MÉTODO

MOTIVACIÓN



LA MOTIVACIÓN Y EL VENDEDOR


La teoría de la motivación tiene un uso inmediato y práctico para su utilización por parte del vendedor en el ejercicio de su profesión.


Una de las condiciones primarias es que una persona no puede motivar si, a su vez, no se encuentra motivado. Una persona desmotivada puede ofrecer comportamientos negativos o al menos indeseables.


Preferentemente, la motivación debe tener orígenes externos. Dentro de la organización, esta, debería provenir tanto de la tarea como del entorno: trabajo y relaciones con los demás. Esto, no siempre es evidente, bien por circunstancias ambientales o puntuales. El vendedor, como \\ si se tratase de un corredor de fondo, debe plantearse la necesidad de conocer y utilizar la automotivación como una necesidad profesional y personal, además de ser una garantía en el desarrollo de su carrera profesional.



Automotivación


La automotivación es un mecanismo de actividad positiva. Uno de los autores que más a contribuido a desarrollar esta teoría ha sido Maxwell Maltz, (Psicocibernética). Esta teoría defiende que cualquier individuo puede alcanzar un determinado nivel de motivación, en función con el "plan" propuesto y la persistencia del método. Se estructura sobre el "PLAN VITAL". Propuestas concretas, posibles y mantenidas, apoyadas sobre imágenes positivas. Todo esto genera una fuerte autoimagen y autoconfianza.


Efecto Pigmalión.- Pigmalión esculpió a Calatea, de quien se enamoró al ver en ella su imagen idealizada. Afrodita se compadeció de él y le dio vida.


La automotivación requiere de los siguientes elementos:


ILUSIÓN

FORMACIÓN

VOCACIÓN

ENTREGA


El mecanismo es el siguiente:

VOLUNTAD – Querer

DESEO – Saber

DETERMINACIÓN – Hacer


Si lo anterior se plantea desde este punto de vista, es preciso mantener una vigilancia estrecha frente a las situaciones críticas:


DUDA

INDECISIÓN

CONFORMISMO

PÉRDIDA DE OBJETIVOS



LA MOTIVACIÓN Y EL COMPRADOR


El mecanismo de la motivación y su necesidad se ponen de manifiesto de manera singular durante el proceso de persuasión, situaciones evidenciadas en las relaciones interpersonales entre el vendedor y el comprador.


Los mensajes del vendedor deben ir dirigidos a los NIVELES ACTIVOS del comprador. Esto significa que es preciso indagar sobre cuales son estos niveles, los que deben ser activados y conectados durante el proceso de negociación.


Para conectar con la exposición anterior, para contrastar los niveles de necesidad con los argumentos utilizables durante la presentación se plantean los siguientes ejemplos:


NECESIDADES FISIOLÓGICAS

* Ausencia de elementos agresivos.

* Evitar la fatiga y el esfuerzo.

* Comodidad, estabilidad.

* Descanso.


NECESIDADES DE SEGURIDAD

* Seguridad física y técnica.

* Seguridad financiera.

* Normas estables.

* Ausencia de peligros y riesgos.


NECESIDADES SOCIALES

* Grupos de referencia, ("los ganadores").

* Oportunidades de interacción con otros.

* Armonía - equipo.

* Búsqueda de oportunidades.

* Orientación hacia los demás.


NECESIDADES DE AUTOESTIMA

* Prestigio.

* Poder.

* Control.

* Competencia / reconocimiento.

* Oportunidad de ascenso.

* Desafío.


AUTOAFIRMACIÓN

* Trabajo desafiante.

* Independencia.

* Creatividad.

* Máxima competencia.

* Libertad de experiencias.


Los argumentos, la búsqueda de necesidades y, en definitiva, la estructura del acto de la negociación, ha de estar orientado hacia la motivación. Es preciso conocer, a través del sondeo, cuales son los niveles activos del comprador, como varían estos, y como pueden ser activados.


Una persona será indiferente a estímulos que no se correspondan con los niveles personales activos en ese momento.

1 RESEÑAS

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2 El terrorismo islamista

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3 Profetas del miedo. Aproximación al terrorismo islamista

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4 Los nuevos mártires de Alá

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5 OTROS

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6 ALGUNAS CLAVES PASTORALES PARA VER LA PASIÓN SEGÚN MEL GIBSON

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