Rua|Lecturas

29 de octubre BEATO MIGUEL RUA Sacerdote

Memoria


Miguel Rua, nacido en Turín el 9 de junio de 1837, se encontcon san Juan Bosco cuando todavía era niño. El santo le profetizó, con un gesto simbólico, que irían a medias en la vida. En el o 1855 hizo los primeros votos religiosos; siendo n subdiácono, fue elegido para ser director espiritual de la joven Congregación.

Al suceder a san Juan Bosco (1888), pareció que verdaderamen- te los dos habían ido a medias. Demostró fidelidad dinámica a las ideas e iniciativas apostólicas del Fundador; asimiló su cautivadora paternidad y desarrolló las obras del santo de Valdocco, cuyo ardor apostólico prolongó en favor de los jóvenes, adaptándolas a la nueva situación social. Durante sus veintidós años de rectorado hizo nu- merosos viajes para consolidar y sostener el trabajo de los salesianos, a quienes alentaba con frecuentes cartas circulares y personales; que constituyen una interpretación autorizada del espíritu de san Juan Bosco. Murió en Turín el 6 de abril de 1910. Pablo VI lo beatificó el

29 de octubre de 1972.

En la homilía, Pablo VI delineó la figura del beato, resaltando la misión y la santidad, como sucesor del Fundador: «Sucesor, es decir, continuador: hijo, discípulo e imitador, que hizo del ejemplo del santo una escuela; de su obra personal, una institución extendida por toda la tierra; de su vida, una historia; de su regla, un espíritu; y de su santi- dad; un tipo, un modelo; hizo del manantial, un río».

Del Común de santos varones: pág. 463, o bien del Común de pastores. Los salmos, de la feria correspondiente.




Segunda lectura

Oficio de lectura

De las «Circulares» del beato Miguel Rua, sacerdote

(29 de noviembre de 1899; «Lettere circolari», Turín 1965, págs. 236-

239 pássim)

Práctica de la obediencia y el sacrificio

La virtud que s le cuesta al hombre es la obediencia. Tener que renunciar a su voluntad y juicio, y depender de otros no solo en el trabajo sino en el mismo pensar y juzgar

en lo grande y en lo pequeño e incluso en lo que concier- ne a la salvación del alma—, son sacrificios que cuestan mucho s que la práctica de las penitencias s austeras. La obediencia afecta al hombre en lo s íntimo de su co- razón, en la parte s noble de su ser, es decir, en su libre voluntad. Ahora bien, la obediencia no puede separarse del espíritu de sacrificio, virtud por la que en los momentos más difíciles un religioso no se deja dominar por la imagi- nación, el sentimiento o las pasiones, sino que, haciendo que se imponga la razón iluminada y fortalecida por la fe, se convence de que cuanto le sucede de desagradable, se convertirá en provecho espiritual. Quien tiene la suerte de poseer el espíritu de sacrificio, lejos de entristecerse o que- jarse por las penas y sufrimientos s dolorosos, ahoga en su corazón la natural repugnancia a sufrir y, mirando pa- ciente al cielo, exclama generosamente: «Señor, si es lo que tú quieres, hágase tu voluntad.»

En esta virtud tiene su cimiento la bienaventuranza del dolor revelada por Jesucristo al mundo. Tras sus huellas ca- minó nuestro Fundador, cuya vida muy bien puede definirse como un sacrificio continuo; sin espíritu de abnegación, pues, no podríamos llamarnos hijos suyos. Más todavía, sin ella es imposible hacer el bien a la juventud, ya que a cada paso se caerá en actos de impaciencia y cólera o desaliento, y sería imposible aguantar los defectos de los hermanos y obedecer a los superiores. Quien carece del espíritu de sacrificio no ten- drá fuerza para practicar la pobreza, se expondrá al peligro de naufragar en la castidad y suscitará no pocas dudas sobre su perseverancia en la vocación. Todas las mañanas, en la ora- ción de consagración a María Santísima, le pedimos la gracia de hacer presente, en lo posible, a Jesús bendito con nuestra conducta, con nuestras palabras y con nuestro buen ejemplo.

Pero, queridos hijos, ¿cuándo somoss semejantes al Divi- no Salvador y mejor podemos hacer sus veces ante las almas que debemos salvar? Precisamente cuando, por nuestro esta- do de religiosos y por nuestro ministerio sacerdotal, debemos sufrir algo. En el trance de la muerte no serán los placeres disfrutados ni los honores, ni las riquezas lo que nos consuele e inspire confianza, sino los sacrificios hechos por Jesucristo.


Responsorio Ef 4,1.3.4; Rom 15.5.6

Group 1976 Os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz, * Como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados.

Group 1960 Que Dios os conceda estar de acuerdo entre vo- sotros, para que unánimes, a una voz, alabéis a Dios. * Como una sola.


O bien:


Segunda lectura

De las homilías de Pablo VI, papa

(29 de octubre de 1972; Insegnamenti di Paolo VI, 10, Città del Vati- cano 1973, págs. 1100-1106 pássim)


Hijo, discípulo, imitador

En este momento preferimos meditar a escuchar. Me- ditemos, pues, brevemente sobre el aspecto característico del beato Miguel Rua que lo define y retrata y nos lo hace comprender.

¿Quién es Miguel Rua? Es el primer sucesor de san Juan Bosco, fundador de los salesianos. ¿Y por qué ahora Miguel Rua es beatificado, o sea, glorificado? Es beatificado y glorificado precisamente como sucesor, es decir, como su continuador: hijo, discípulo e imitador, que hizo del ejem- plo del santo una escuela, de su obra personal una institu-

ción extendida por toda la tierra; de su vida una historia, de su regla un espíritu y de su santidad un tipo, un modelo; hizo del manantial, un o. La prodigiosa fecundidad de la Familia Salesiana, uno de los fenómenos mayores y más significativos de la perenne vitalidad de la Iglesia en el siglo pasado y en el nuestro, tuvo en san Juan Bosco su origen, y en el beato Miguel Rua, la continuidad. Fue este seguidor quien desde los humildes comienzos de Valdocco sirvió a la Obra salesiana en su virtualidad expansiva, comprendió el acierto de su fórmula y la desarrolló con coherencia textual, pero con novedad siempre genial. El beato Miguel Rua fue el s fiel y, por ello, el s humilde y a la vez el s va- liente de los hijos de san Juan Bosco.

¿Qué nos enseña el beato Miguel Rua? ¿Cómo pudo lle- gar a la gloria del paraíso y a la exaltación que hoy le tributa la Iglesia? El beato nos enseña a ser continuadores, es decir, seguidores, alumnos y hasta maestros, si queréis, con tal de ser discípulos de un maestro superior. Concretemos la lec- ción que nos da: a los salesianos les enseña a ser siempre sale- sianos, hijos siempre fieles de su Fundador, y a todos nos dice que debemos ser respetuosos con el magisterio que preside el pensamiento y la economía de la vida cristiana.

La calidad del discípulo depende de la sabiduría del maestro. La imitación del discípulo no es pasividad, ni servilismo; es levadura y perfección (1Cor 4,16). La ca- pacidad de un alumno para desarrollar su personalidad depende del arte de hacer salir a la luz, propia del maes- tro, que justamente llamamos educación, arte que guía la expansión lógica, pero libre y original, de las cualidades que potencialmente hay en un alumno. Queremos decir que las virtudes de las que nos da ejemplo el beato Miguel Rua y en las que se ha basado la Iglesia para beatificarlo, continúan siendo las virtudes evangélicas de los humildes que siguen la escuela profética de la santidad, de los hu- mildes a los que se revelan los misterios más profundos de la divinidad y de la humanidad (Mt 11,25).

Si verdaderamente el beato Miguel Rua se califica como el primer continuador del ejemplo y obra de san Juan Bosco, lo podremos considerar siempre y venerar bajo ese aspecto ascético de humildad y dependencia; pero no debemos olvi- dar nunca el aspecto práctico de este pequeño gran hombre; tanto s que nosotros, no ajenos a la mentalidad de nuestro tiempo, que tiende a medir la talla de una persona por su capacidad de acción, nos damos cuenta de que tenemos ante nosotros a un atleta de la actividad apostólica que, siempre sobre el modelo de san Juan Bosco pero con dimensiones propias y crecientes, confiere al beato Miguel Rua las propor- ciones espirituales y humanas de la grandeza.


Responsorio1Cor 11,1-2; Flp 4,1

Group 1940 Mantened las tradiciones como os las transmití. * Manteneos fieles al Señor.

Group 1924 Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo. * Manteneos.

La oración, como en Laudes.





Himno

Laudes

Eras la regla viviente,

y así todos te conocen,

porque sabías que en ella

Juan Bosco mismo se esconde.

Testigo fiel de un tesoro de carismáticos dones, sus riquísimas esencias custodiarlas te propones.

No es la letra que se estanca de los falsos seguidores;

es la vida que perdura aposentada en renglones.

Aunque se fue, sigue vivo

palabras, gestos, acciones—

en la memoria perenne

de todos los corazones.

Y haces tú como él hacía, como se hizo en los albores, para que se consoliden familiares tradiciones.

Miguel Rua, te pedimos

que mantengamos incólume

el espíritu que en vida

fue el amor de tus amores. Amén.


O bien un himno apropiado a la hora de la celebración, aprobado por la autoridad eclesiástica.


Lectura breve Heb 13,7-9a

Recordad a vuestros guías, que os transmitieron la Palabra de Dios; observando el desenlace final de su vida, imitad su fe. Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y por los si- glos. No os dejéis llevar por doctrinas diversas y extrañas.


Responsorio breve

Group 1906 Los has puesto como centinelas, * Vigilan a tu

Iglesia. Los has puesto.

Group 1888 Día y noche anuncian tu nombre, * Vigilan a tu

Iglesia. Gloria al Padre. Los has puesto.

Benedictus, ant. El Espíritu del Señor me consagró

para llevar la buena noticia a los pobres.


Preces

Al comenzar el día en que celebramos la memoria litúrgi- ca del beato Miguel Rua, elevemos a Dios Padre nues- tra alabanza y nuestra súplica:

Afianza, Padre, nuestra fidelidad.

Con la gracia que viene de ti, Padre, das a los ministros de tu Iglesia fortaleza para actuar con paciencia en la caridad,

da aliento y perseverancia a quienes has llamado a tra- bajar por tu Reino.

En el beato Miguel Rua nos diste un modelo de disponi- bilidad a tu llamada,

haz que, imitando su ejemplo, podamos amar y servir a

Cristo en los jóvenes que hallamos en nuestro camino.

En el beato Miguel Rua nos dejaste un ejemplo de trabajo y templanza,

ayúdanos a vivir y testimoniar los valores de la pobre- za evangélica.

Lo hiciste el fiel colaborador y continuador de san Juan

Bosco,

danos también a nosotros un espíritu filial para seguir adelante en el camino de la santidad.

Pusiste al beato Miguel Rua al frente de una familia reli- giosa que crecía rápidamente,

ilumina con tu Espíritu de sabiduría a quienes llamas a dirigir la Congregación Salesiana.

Padre nuestro.


Oración

Dios Padre omnipotente, el beato Miguel Rua, sacer- dote, heredero espiritual de san Juan Bosco, ayudó con su ministerio a los jóvenes a descubrir tu imagen grabada en su alma: concédenos también a nosotros, llamados a educar a la juventud, dar a conocer el verdadero rostro de Cristo, tu Hijo. Él, que vive y reina contigo...



Himno, como en Laudes.

Vísperas


Lectura breve 1Pe 5,1-4

A los ancianos de vuestra comunidad les exhorto como colega, testigo de la pasión de Cristo y partícipe de la gloria que se ha de revelar: apacentad el rebaño de Dios que os han confiado, cuidando de él no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por lucro rdido, sino genero- samente; no como tiranos de los que os han asignado, sino como modelos del rebaño. Así, cuando se revele el Pastor supremo, recibiréis la corona inmarcesible de la gloria.


Responsorio breve

Group 1872 Amigo verdadero de tus hermanos, * Ruega por tu pueblo. Amigo verdadero.

Group 1854 Has entregado la vida por tus hermanos, * ruega por tu pueblo. Gloria al Padre. Amigo verdadero.


Magníficat, ant. Con la ayuda del Espíritu Santo, guar- da el precioso depósito: vigila atentamente, soporta los su- frimientos, anuncia el Evangelio, cumple tu ministerio.


Preces


Al final de este día, dirijamos con humildad y confianza nuestra oración a Dios Padre, que llama a todos sus hijos a la santidad, y digámosle:

Santifica, Señor, a tu familia.

Tú guiaste a Miguel Rua, cuando todavía era niño, para que se te entregara totalmente en la escuela de san Juan Bosco,

concédenos la gracia de ser fieles al carisma de nuestro

Fundador.

Tú diste al beato Miguel Rua un corazón de pastor manso y bueno,

haz que todos los miembros de la Familia Salesiana te sirvan en el prójimo con ese mismo espíritu.

Lo iluminaste en la expansión misionera de la Familia Sa- lesiana,

aumenta nuestro celo por tu Reino y haz que dé fru- tos abundantes el trabajo de nuestros misioneros.

En todo tiempo, Padre santo, llamas a hombres y mujeres que sigan a Cristo obediente, pobre y casto por la do- nación total de sí mismos,

suscita vocaciones generosas para tu Iglesia y para la

Familia Salesiana.

Por los méritos e intercesión de María Virgen y de todos los santos,

haz que los fieles difuntos vivan contigo en la gloria de tu Reino.

Padre nuestro.


La oración, como en Laudes.