Markiewicz|Lecturas

30 de enero
Beato BRONISLAO MARKIEWICZ
Sacerdote
Memoria libre

Bronisiao Markiewicz nació el 13 de julio de 1842 en Pruchnik, Polonia, en la actual archidiócesis de Przemyál, en la que fue ordenado sacerdote el 15 de septiembre de 1867. Después de dieciocho años de celoso y fructuoso servicio en la archidiócesis, sintiéndose llamado a la vida religiosa, viajó a Italia en 1885 y se hizo salesiano, teniendo la alegría de encontrarse con san Juan Bosco, en cuyas manos emitió la profesión religiosa el 25 de marzo de 1887.

Como salesiano desempeñó varios cargos. Al volver a Polonia asumió el cargo de párroco de Miejsce Piastowe, en su diócesis de Przemyál. Además de la actividad parroquial ordinaria, se dedicaba a la formación de jóvenes pobres y huérfanos. En el desempeño de este trabajo dio origen a dos nuevas Congregaciones religiosas, una masculina y otra femenina, que puso bajo la protección de san Miguel Arcángel, con una espiritualidad inspirada en la de san Juan Bosco. Lleno de amor hacia Dios y hacia el prójimo, y trabajando en el espíritu del lema «trabajo y templanza», dedicó toda su vida a los huérfanos olvidados y marginados, a los niños pobres y a la juventud abandonada y desatendida moralmente.

Consumido por el trabajo, concluyó su peregrinación terrena el 29 de enero de 1912. Tanto antes como después de su muerte se le consideró como un hombre santo. El 2 de julio de 1994, en presencia de Juan Pablo II, se promulgó el decreto sobre la heroicidad de sus virtudes. La beatificación tuvo lugar el 19 de junio de 2005.

Del Común de los santos varones: pág. 463, o bien del Común de pastores. Los salmos, de la feria correspondiente.

Oficio de lectura

SEGUNDA LECTURA

De los «Escritos» del beato Bronislao Markiewicz, sacerdote

(PowIciagliwoáé i praca [Templanza y Trabajo], 1904, págs. 73-74)

Dos columnas de la vida social

El mundo está derrumbándose porque los hombres han destruido dos pilares de la vida social. En la educación y en la vida han puesto el acento preferentemente en la instrucción intelectual y en la ciencia, marginando «el trabajo y la templanza». En cambio, nuestro Creador, que sabe mejor que nosotros lo que necesitamos, nos recomienda, bajo pena de perder el pan y la salvación, trabajar con el sudor de la frente y ser moderados. Él dice expresamente a nuestros padres en el paraíso: «Con el sudor de tu frente comerás el pan; hasta que vuelvas a la tierra, porque estás hecho de ella» (Gén 3,19). Jesucristo en su Evangelio añade: «Si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga» (Mt 16,24). Esto significa: «No solo yo, vuestro Salvador, debo sufrir y agobiarme, sino también todos vosotros, discípulos míos, si queréis estar conmigo en el paraíso, debéis sufrir y trabajar, sometiendo vuestra inteligencia, vuestra voluntad y vuestras obras a las prescripciones de los mandamientos de Dios».

Debéis entregar vuestro cuerpo con todos sus sentidos e inclinaciones en el continuo servicio divino, combatiendo y trabajando día y noche y toda vuestra vida hasta la muerte, para su gloria. «La carne, en efecto, tiene deseos contrarios al Espíritu y el Espíritu tiene deseos contrarios a la carne» (Gál 5,17).

El trabajo y la templanza no se adquieren fácilmente. Para no ceder en la lucha, hay que mantener con rigor nuestro cuerpo y todas nuestras inclinaciones naturales, como un jinete domina sólidamente a un caballo salvaje para no acabar juntos en el precipicio.

El Hijo de Dios, en la carne humana, camina delante de nosotros iluminando nuestro camino con su ejemplo para aligerar el peso que el Creador ha cargado sobre nosotros y para animarnos a la renuncia voluntaria de nosotros mismos. Jesús trabaja con gusto y con el sudor de la

frente en el taller de san José, soporta con paciencia los sufrimientos y las indigencias de la vida diaria y, finalmente, muere en la cruz entre atroces dolores. No se escatima, no se concede nada para enseñarnos en todo cómo hemos de vivir. Le sigue de cerca su Madre, la Dolorosa, que trabaja y sufre durante toda su vida. Detrás de ella vienen los miles de santos que «han crucificado su carne con sus pasiones y sus deseos» (Gál 5,24).

En cambio, hoy, en todo el globo terrestre, y por desgracia también entre las naciones cristianas, parece resonar este imperativo: «Busquemos gozar al máximo de la vida en esta tierra y trabajar lo mínimo». El dinero, el poder, el descanso, la diversión, el placer y los honores constituyen hoy el ideal de toda la humanidad, mientras que el trabajo con el sudor de la frente y la templanza cristiana se desprecian totalmente. Trabajan y sufren solo los que están obligados a ello. Solo poquísimos hombres trabajan libremente y son moderados en el espíritu de Jesucristo. La mayor parte de la gente de hoy no sabe que el trabajo y la templanza cristianos, obtienen ya en esta tierra, el céntuplo. El alejamiento de la templanza provoca, además del riesgo de las penas eternas del infierno, también desgracias terrenas

El trabajo y la templanza son, pues, las columnas más importantes de la vida social. Solo donde son sólidas son posibles el bienestar, la salud, la fuerza, la paz, la libertad, la independencia.

Sobre estos dos pilares de la vida social hace falta no solo instruir a la juventud, sino hacer también que se ejercite, de modo activo, animándola con el propio ejemplo. Hay que rezar, y varias veces al día, por la comprensión y la realización de estas dos condiciones de la felicidad. Hay que apoyar especialmente sobre estos dos pilares nuestro sistema escolar y toda la educación. Entonces se encontrarán medios abundantes para el mejoramiento social de

nuestro pueblo y también para los pueblos vecinos. De ese modo, se extenderá sobre la tierra la fraternidad de las naciones y surgirá un período más glorioso en la historia de la humanidad.

RESPONSORIO BREVEEf 5,8-9; Mt 5,14-16

R. Porque antes sí erais tinieblas, pero ahora, como cristianos, sois luz. * Como gente hecha a la luz, donde florece toda bondad, honradez y sinceridad.

Y. Vosotros sois la luz del mundo: que alumbre a todos los de la casa. * Como gente.

La oración, como en Laudes.

Laudes

LECTURA BREVERom 12, 1 -2

Ahora, hermanos, por la misericordia de Dios, os exhorto a ofreceros como sacrificio vivo, santo, aceptable a Dios: sea ese vuestro culto espiritual.

No os acomodéis a este mundo, antes transformaos con una mentalidad nueva, para discernir la voluntad de Dios, lo que es bueno y aceptable y perfecto.

RESPONSORIO BREVE

R. El corazón de los santos. * En la ley de Dios. El corazón.

V Su camino es derecho y seguro. * En la ley de Dios. Gloria al Padre. El corazón.

Benedictus, ant. El que hace la voluntad de mi Padre, ese es mi hermano, hermana y madre, dice el Señor.

PRECES

Unidos en la liturgia de alabanza, invocamos a Cristo el Señor para que, siguiendo el ejemplo del beato Bronislao Markiewicz, le sirvamos en santidad y justicia todos los días de nuestra vida:

Santifica a tu pueblo, Señor.

Fuiste probado en todo para hacerte semejante a nosotros en todo menos en el pecado,

  • Señor Jesús, ten piedad de tu pueblo. Has venido a servir y no a ser servido,

  • Señor Jesús, enséñanos a servirte en nuestros hermanos. Llamas a todos a la caridad perfecta,

  • Señor Jesús, santifica a tu pueblo.

Has querido que tus discípulos sean sal de la tierra y luz del mundo,

  • Señor Jesús, ilumina a tu pueblo.

En el beato Bronislao Markiewicz nos has dado un modelo de entrega a los huérfanos, a los niños pobres y a la juventud abandonada y desatendida moralmente,

Señor Jesús, concédenos a nosotros y a todos los

miembros de la Familia Salesiana expresar en nuestra vida ese mismo amor a los más necesitados.

Padre nuestro.

Oración

Dios omnipotente y misericordioso que elegiste al beato Bronislao Markiewicz, sacerdote, como padre y protector de los jóvenes abandonados, concédenos a nosotros, animados por su ejemplo de laboriosidad y templanza, cumplir fielmente tu voluntad y ser asiduos en tu servicio. Por nuestro Señor Jesucristo...

Por la tarde, primeras Vísperas y Completas de la Solemnidad de san Juan Bosco.