Sándor|Eucaristía (es)

BEATO ESTEBAN SÁNDOR, mártir

Del común de mártires: para un mártir, con los salmos del día

COLECTA


Dios omnipotente y eterno,

que has dado al beato mártir Esteban Sándor

la gracia de ofrecer su vida por el bien de los jóvenes,

soportando con fe pruebas y persecuciones,

concédenos también a nosotros, por su intercesión,

obrar siempre en servicio de la verdad,

para hacer que todos lleguen al conocimiento del evangelio de la alegría.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,

que es Dios y vive y reina contigo

en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén



BEATO ESTEBAN SÁNDOR, mártir

Nació en Szolnok (Hungría) el 26 de octubre de 1914. Desde niño se sintió atraído por el carisma salesiano y en 1940 emitió su primera profesión religiosa como salesiano coadjutor. Se distinguió por el compromiso educativo entre los jóvenes aprendices de tipografía, por el amor a la casa de Dios, cuidando con atención la devota participación de los niños (pequeño clero) en las celebraciones litúrgicas, y por la animación de diversos grupos juveniles. En 1946 hizo la profesión perpetua. Con la llegada del comunismo optó por quedarse en Hungría y dedicarse clandestinamente a la educación de la juventud. En 1952, durante la persecución, fue arrestado y condenado a muerte. Selló con la vida su fe en Dios y su amor por los jóvenes en Budapest el 18 de junio de 1953.

Del común de mártires: para un mártir, con los salmos del día

Oficio de lectura

Segunda lectura

De las cartas del beato Esteban Sándor, mártir, a sus padres

(Positio super martyrio, pp. 287-288; 290-291)


A los sufrimientos seguirá la bienaventuranza


"Rezo por vosotros todos los días y os recuerdo cuando participo en la Santa Misa. Pero estamos obligados a soportar el dolor con paciencia y sin lamentarnos, sin decir una sola palabra de protesta contra Dios por habernos dado este sufrimiento. Todos tienen que sufrir, los ricos y los pobres. Nadie puede sustraerse al dolor. Sufrieron incluso Jesucristo y la Virgen Madre. Y ¿por quien sufrieron ellos que no tenían pecado? El sufrimiento de nuestro Señor Jesús comenzó desde su nacimiento y duró hasta el Calvario; y otro tanto pasó con la Virgen. ¡Cuánta paciencia Padre Celestial! ¡Cuántas cosas nos dice en efecto el “Via Crucis”! ¿No deberíamos sentir vergüenza, sabiendo que Jesucristo fue azotado, coronado de espinas, burlado y hecho objeto de una lluvia de salivazos? Viendo la cruz, no tuvo miedo, sino que la abrazó y la besó, aun previendo los tormentos que le esperaban. Y no tenía a nadie a su lado, excepto a la Virgen Madre. Abandonado incluso por sus discípulos más cercanos, parecía abandonado por todos, sin encontrar ni siquiera la misericordia del Padre Eterno, así que clavado en la cruz exclamó: "Padre mío ¿por qué me has abandonado?” La gente a su alrededor le lanzaba insultos e improperios, mientras él oraba por ellos: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. " Jesucristo sufrió por nosotros, para llevarnos al cielo, en cambio nosotros no queremos sufrir por nuestra alma, y, sin embargo, sólo el sufrimiento aceptado con resignación lleva al cielo.

Desgraciadamente tengo que confesar una falta por mi parte. Tal vez os parezca que he olvidado el cumpleaños de mi querido papá. No lo he olvidado en absoluto ni en mis oraciones, ni en la Santa Comunión; entiendo que esto vale más que un regalo costoso. Con mi espíritu he volado hasta nuestra acogedora casa y he dado rienda suelta al afecto que invadía mi corazón, dándole las gracias por todo el bien que me ha hecho. En efecto, examinando mi vida pasada en casa, debo decir que mi padre me ha amado como si fuera su único hijo y no tuviera a nadie más que a mí. Y, cuando una mañana de Adviento, firmó su consentimiento paterno, en su corazón de padre se traslucía el dolor de la separación, pero estaba dispuesto a aquel sacrificio por lo mucho que me quería y por ver feliz a su hijo. Ahora, tal vez, el papá haya olvidado ya aquel día, pero a mí me viene frecuentemente a la mente y sé que, leyendo ahora esta carta, sentirá que en su afectuoso corazón penetra un secreto dolor; pero debe consolarse, porque cuanto más doloroso es este sacrificio, más grato le es a Dios. Yo casi diría que Dios se siente obligado con él por haberle dado algo tan grande y con tal espíritu de abnegación, como pocos padres serían capaces de ofrecer al Señor Jesús lo que tienen de más querido.

El sacrificio de mi padre es parecido al de Abraham, a quien Dios le pidió la prueba de sacrificar la vida del hijo para su gloria. Pero el de mi padre tiene más mérito, en cuanto que a Abraham Dios no le permitió llegar a cumplirlo y envió un ángel para decirle que sacrificara en su lugar un carnero que se encontraba entre unos matorrales. Si tuviera que sentir todavía algún dolor, debería ofrecerlo por mí, porque, cuanto más intenso sea, más me ayudará a ser mejor religioso. Lleno de besos sus manos de padre, curtidas por el trabajo, y deseo que Dios lo haga vivir siguiendo su voluntad, para que podamos llegar juntos a la bienaventuranza del cielo y adorarlo por toda la eternidad; de este modo la actual separación no causará ya dolor, sino que traerá una felicidad inefable para la eternidad; que yo pueda llegar a ser un religioso agradable a Dios y devoto del Sagrado Corazón


Responsorio breveGal 2, 19-20

R/. He sido crucificado con Cristo y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí

* Me ha amado y se ha entregado por mí.

V/. Esta vida, que yo vivo en el cuerpo, la vivo en la fe del Hijo de Dios

R/Me ha amado y se ha entregado por mí.



Oración


Dios omnipotente y eterno, que has dado al beato mártir Esteban Sándor la gracia de ofrecer su vida por el bien de los jóvenes, soportando con fe pruebas y persecuciones, concédenos también a nosotros, por su intercesión, obrar siempre en servicio de la verdad, para hacer que todos lleguen al conocimiento del evangelio de la alegría. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que es Dios y vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén