En di%C3%A1logo con el Se%C3%B1or_es


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SALESIANOS
DON BOSCO

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Diseño gráfico: Artia Comunicación
Diseño de la portada: IME Comunicazione srl - Napoli
Impresión: ??
Todos los derechos reservados a la Sociedad de San
Francisco de Sales (Salesianos de Don Bosco)
Edición extracomercial (2020)
Sede Central Salesiana
Via Marsala, 42
00185 Roma

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EN
Q!LOQO
-----1--
(oN EL-
----- EÑ~
Roma 2020

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AGRADECIMIENTOS
Un sincero agradecimiento a los hermanos que han
colaborado con el Dicasterio para la Formación (Ivo
Coelho, Salvador Cleofás Murguía Villalobos – ac-
tualmente obispo, Silvio Roggia, Jose
Kuttianimattathil, Francisco Santos Montero) en el
trabajo de revisión y traducción: Arturo Alonso,
Stefano Aspettati, Donatien Banze, Giovanni
Barroero, Osmar Bezutte, Salvador Delgadillo
Cornejo, Ian Figueiredo, Basilio Nuno Gonçalves,
Jesús Graciliano González Miguel, Josef Gregur,
Ferdinand Kalengayi, Zenon Klawikowski, Erino
Leoni, Jean-Claude Ngoy, Pascal Nyunda, Ignacio
Ocampo Uribe, Michael Pace, Bosco Ponthokkan,
Salvatore Putzu, Jean Rebellato, José Antenor Velho.
Un agradecimiento especial a Francisco Santos
Montero que ha coordinado el trabajo.

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PRESENTACIÓN
Queridos hermanos,
El CG27 pidió que se actualizara el manual “En diálogo
con el Señor” y los demás subsidios para la oración como
signo de nuestro compromiso de crecer en la identidad
consagrada salesiana (CG27 67.7).
El artículo 93 de nuestras Constituciones dice: “Solo
podremos formar comunidades que rezan, si personal-
mente somos hombres de oración”. Es también cierto
que, si juntos cuidamos con esmero la oración comu-
nitaria, el crecimiento de todos, como familia, se con-
vierte en un estímulo formidable para el crecimiento
de cada uno. De ahí el valor de este instrumento para
una renovada fidelidad al patrimonio espiritual, que
nos fue otorgado con la vocación salesiana.
Como todo lo que se nos ofrece, su eficacia depende
en gran medida de cómo sea acogido y valorado.
Ningún estímulo puede ser más eficaz que el ejem-
plo que podemos ofrecernos unos a otros al aceptar
de corazón este regalo, fruto del CG27, para nuestra
santificación.
En la revisión del texto, pedí al equipo de redacción que
considerara tres elementos: la naturaleza multicultural
de la Congregación, el nuevo mundo digital, y la oración
junto con los jóvenes y los seglares que comparten con
nosotros la misión salesiana.
El grupo ha tenido presente, sobre todo, las posibili-
dades que ofrece el mundo digital. Por eso, además
de un texto que puede ser impreso por las Inspectorías
o por las Regiones, han puesto a nuestra disposición
en el portal oficial de la Congregación un texto rico
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de muchas propuestas. También se ha proyectado
una aplicación para la oración salesiana (“Libro sale-
siano”), que será muy útil, porque contiene también
el Propio Salesiano, que, al tener que actualizarse con
cada nuevo beato y santo, encuentra en el formato
digital un instrumento particularmente adecuado.
Espero que estos subsidios sean valorados al máxi-
mo por cada hermano y comunidad, no solo para su
oración, sino también para compartir la oración co-
munitaria con los jóvenes y con nuestros
colaboradores.
Que María, madre y maestra, nos ayude a crecer día
a día en nuestro diálogo con el Señor.
Con afecto en Don Bosco.
Ángel Fernández Artime
Rector Mayor
Roma, Pascua – 12 de abril de 2020
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ABREVIATURAS
ACG
ACS
MB
Const.
CG21
LG
Reg.
SC
R
V
L
Actas del Consejo General
Actas del Consejo Superior
Memorias Biográficas
Constituciones Salesianas
21° Capítulo General de los Salesianos de Don Bosco
Constitución dogmática Lumen Gentium
Reglamentos Generales
Constitución Sacrosanctum Concilium
Asamblea
Celebrante
Lector
AGRADECIMIENTOS
Algunas oraciones han sido tomadas de
Mario Galizzi y Carlo Maria Zanotti.
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1 CADA DÍA
2 CADA MES
3 CADA AÑO
4 EN OCASIONES ESPECIALES

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PRIMERA PARTE
ORACIONES
SALESIANAS

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CADA DÍA

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OFRECIMIENTO DEL DÍA AL DESPERTARSE
Te adoro, Dios mío, y te amo con todo el corazón. Te
doy gracias por haberme creado, hecho cristiano y
conservado en esta noche. Te ofrezco las acciones de
este día; haz que sean todas conforme a tu santa vo-
luntad y para la mayor gloria tuya. Presérvame del pe-
cado y de todo mal. Tu gracia esté siempre conmigo
y con todas las personas que me son queridas. Amén.
ANGELUS
V El Ángel del Señor anunció a María.
R Y concibió por obra del Espíritu Santo.
Avemaría.
V He aquí la esclava del Señor.
R Hágase en mí según tu palabra.
Avemaría.
V Y el Verbo se hizo carne.
R Y habitó entre nosotros.
Avemaría.
V Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,
R Para que seamos dignos de alcanzar las promesas
de Nuestro Señor Jesucristo.
Oración
Te suplicamos, Señor, que derrames tu gracia sobre
nosotros, que hemos conocido por el anuncio del
Ángel la encarnación de tu Hijo Jesucristo, para que
lleguemos por su pasión y su cruz a la gloria de la re-
surrección. Por Jesucristo Nuestro Señor.
R Amén.
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REGINA COELI (Tiempo pascual)
V Reina del cielo alégrate, aleluya.
R Porque el Señor, a quien has merecido llevar,
aleluya.
V Ha resucitado, según su Palabra, aleluya.
R Ruega al Señor por nosotros, aleluya.
V Alégrate, Virgen María, aleluya.
R Porque ha resucitado el Señor, aleluya.
Oración
Oh Dios, que por la resurrección de tu Hijo, nuestro
Señor Jesucristo, has llenado el mundo de alegría;
concédenos, por intercesión de su Madre, la Virgen
María, que también nosotros lleguemos a alcanzar
los gozos eternos. Por Jesucristo nuestro Señor.
R Amén.
O bien en latín
V Regina caeli, laetare, alleluia
R Quia quem meruisti portare, alleluia,
V Resurrexit, sicut dixit, alleluia,
R Ora pro nobis Deum, alleluia.
V Gaude et laetare, Virgo Maria, alleluia.
R Quia surrexit Dominus vere, alleluia.
V Oremus. Deus, qui per resurrectionem Filii tui Domini
nostri Jesu Christi mundum laetificare dignatus es:
praesta, quaesumus, ut per eius Genitricem Virginem
Mariam perpetuae capiamus gaudia vitae, per eun-
dem Christum Dominum nostrum.
R Amen.
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MEDITACIÓN
Primera forma
V Pidamos juntos el don del Padre prometido por
Jesús.
R Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos el fuego de tu amor.
V Envía tu Espíritu y todo será creado.
R Y renueva la faz de la tierra.
V Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus
hijos con la luz de tu Espíritu Santo; haznos dóci-
les a sus inspiraciones para gustar siempre el bien
y gozar de su consuelo. Por Jesucristo nuestro Señor.
R Amén.
Segunda forma
Ven Espíritu Creador;
visita las almas de tus fieles.
Llena de la divina gracia
los corazones que Tú mismo has creado.
Tú, llamado Paráclito,
don de Dios altísimo,
fuente viva, fuego, caridad
y espiritual unción.
Tú derramas sobre nosotros los siete dones;
Tú, el dedo de la mano de Dios,
Tú, el prometido del Padre,
pones en nuestros labios los tesoros de tu palabra.
Enciende con tu luz nuestros sentidos,
infunde tu amor en nuestros corazones,
y con tu perpetuo auxilio
fortalece nuestra frágil carne.
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Aleja de nosotros al enemigo,
danos pronto tu paz,
siendo Tú mismo nuestro guía
evitaremos todo lo que es nocivo.
Haz que por Ti conozcamos al Padre
y conozcamos también al Hijo,
y en Ti, que eres el Espíritu de ambos,
creamos en todo tiempo. Amén.
V Envía tu Espíritu y todo será creado.
R Y renueva la faz de la tierra.
V Oremos: Oh Dios, que con el don del Espíritu Santo
guías a los creyentes a la plena luz de la verdad,
concédenos gustar en tu Espíritu la verdadera sa-
biduría y gozar siempre de su consuelo. Por
Jesucristo nuestro Señor.
R Amén.
O bien (en latín)
Veni Creator Spiritus,
Mentes tuorum visita,
Imple superna gratia,
Quae tu creasti, pectora.
Qui diceris Paraclitus,
Altissimi Donum Dei,
Fons vivus, ignis, caritas,
Et spiritalis unctio.
Tu septiformis munere,
Dextrae Dei tu digitus,
Tu rite promissum Patris,
Sermone ditans guttura.
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Accende lumen sensibus,
Infunde amorem cordibus,
Infirma nostri corporis,
Virtute firmans perpeti.
Hostem repellas longius,
Pacemque dones protinus;
Ductore sic te praevio,
Vitemus omne noxium.
Per te sciamus da Patrem
Noscamus atque Filium;
Teque utriusque Spiritum
Credamus omni tempore. Amen.
V Emitte Spiritum tuum et creabuntur;
R Et renovabis faciem terrae.
Oremus:
Deus, qui corda fidelium Sancti Spiritus illustratione do-
cuisti: da nobis in eodem Spiritu recta sapere, et de eius
semper consolatione gaudere. Per Christum Dominum
nostrum. Amen.
Conclusión
V Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios.
R Y la viven cada día.
V Renovemos nuestra disponibilidad total al Señor y
nuestra entrega al apostolado entre los jóvenes.
Pidamos a María Auxiliadora el don de la fidelidad.
Inmaculada Virgen Auxiliadora
Madre de la Iglesia,
inspiradora y guía de nuestra Congregación,
nosotros nos ponemos bajo tu protección materna,
y, fieles, a la vocación salesiana,
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te prometemos trabajar siempre
a mayor gloria de Dios
y salvación del mundo.
Confiando en tu intercesión te rogamos
por la Iglesia, la Congregación y la Familia Salesiana,
por los jóvenes, sobre todo los más pobres
y por todos los que Cristo ha redimido.
Tú, que fuiste Maestra de Don Bosco,
enséñanos a imitar sus virtudes,
especialmente la unión con Dios,
su vida casta, humilde y pobre,
su amor al trabajo y a la templanza,
la bondad y entrega ilimitada a los hermanos
y su fidelidad al Papa y a los Pastores de la Iglesia.
Concédenos María Auxiliadora,
que nuestro servicio al Señor sea fiel y generoso has-
ta la muerte, para que podamos llegar a la alegría de
la comunión plena en la casa del Padre. Amén.
O bien
V Renovamos nuestra consagración al Señor, recor-
dando a san Juan Bosco, nuestro padre y
modelo:
R Señor Dios, nuestro Padre,
Amor fiel, total y gratuito.
Para realizar tus designios de amor
has querido siempre servirte de los hombres.
A lo largo de la historia de la salvación,
Abraham y Moisés,
María y los apóstoles,
todos los cristianos,
toda la iglesia,
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respondiendo libremente a tu llamada,
se han convertido en tus colaboradores.
para la salvación del mundo.
Tú llamaste a san Juan Bosco,
que se entregó totalmente
a la salvación de la juventud.
Tu nos has llamado también a nosotros
para continuar la misión de don Bosco
dentro de la Familia Salesiana.
Gracias, Señor, por nuestra vocación.
Danos tu Espíritu
para que seamos fieles a nuestra consagración.
y para que, liberados de nuestros egoísmos,
podamos ser don Bosco vivo,
para los jóvenes de nuestro tiempo. Amén.
LECTIO DIVINA
Esquema
Lectio consiste en leer y releer un pasaje bíblico, ha-
ciendo emerger los elementos más significativos y
poniendo de relieve los elementos básicos del
texto.
Meditatio consiste en buscar los valores permanentes
o los mensajes del texto. Responde a la pregunta: ¿qué
me/nos dice el texto?
Oratio. Comienzo a dialogar con el Señor Jesús, a par-
tir del texto, mediante la alabanza, la acción de gracias,
las preguntas. Viene a la mente una definición muy sim-
ple de santa Teresa de Ávila: “La oración no es más que
tratar de amistad, estando muchas veces tratando a so-
las con quien sabemos nos ama”.
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Contemplatio es el momento en el que nos enfren-
tamos al misterio del cual nació el pasaje bíblico, al
misterio de Dios amor, al misterio de Cristo y del
Espíritu extendido y activo en la historia.
Actio es el obrar evangélico, que sigue a la elección,
la deliberación: se realiza concretamente en una ac-
ción que cambia el corazón, convierte la vida.
LECTURA ESPIRITUAL
La lectura, hecha en comunidad, unifica mentes y cora-
zones. Nuestra tradición quiere que en toda comunidad
salesiana se reserve “algún tiempo de lectura espiritual”
todos los días (Reg. 71).
Introducción
VR En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo.
V Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fie-
les y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía
tu Espíritu y todo será creado.
R Y renueva la faz de la tierra.
V Oremos: Oh Dios, que con el don del Espíritu Santo
guías a los creyentes a la plena luz de la verdad,
concédenos gustar en tu Espíritu la verdadera sa-
biduría y gozar siempre de su consuelo. Por
Jesucristo, Nuestro Señor.
R Amén.
Conclusión
V Oremos a Dios, nuestro Padre: su amor por noso-
tros nos da la confianza de ser escuchados. Tú nos
has dado a Don Bosco como padre y maestro.
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R Concédenos ser, como él, los signos y portadores
de tu amor por los jóvenes.
V Haz que nuestro trabajo apostólico fructifique con
tu gracia.
R Concédenos imitar el celo y la dulzura de la caridad
de san Francisco de Sales.
V Suscita en muchos jóvenes una respuesta gene-
rosa a tu llamada.
R Para que la Congregación pueda continuar su mi-
sión de salvación.
V Consuela a nuestros hermanos que sufren, espe-
cialmente a los que sufren por la fe.
R Líbralos de todas sus tribulaciones.
V Recordemos a nuestros hermanos difuntos.
(Necrologio de los hermanos difuntos)
V Dales, Señor el descanso eterno.
R Y luzca para ellos la luz eterna.
V Descansen en paz.
R Amén.
V Oh, Señor, nos has llamado a seguirte más de cer-
ca y a colaborar contigo en la salvación de los jó-
venes: concédenos permanecer fieles hasta el fi-
nal de nuestra vida a nuestra consagración apos-
tólica. Por Jesucristo nuestro Señor.
R Amén.
O bien
V Oh Señor misericordioso, en tu providencia nos
has dado a san Juan Bosco, padre y maestro de la
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juventud, que, guiado por la Virgen María, traba-
jó con infatigable celo apostólico por el bien de la
Iglesia, suscita en nosotros la misma llama de ca-
ridad que nos impulse a salvar las almas y servir-
te solo a ti. Por Cristo nuestro Señor.
R Amén.
V María, Auxiliadora de los cristianos.
R Ruega por nosotros.
ANTES DE LAS ACCIONES
Nos preceda y acompañe siempre tu gracia, Señor,
para que, sostenidos por tu paterna ayuda, no nos can-
semos nunca de hacer el bien. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que es Dios y vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los si-
glos. Amén.
O bien (en latín)
Actiones nostras, quaesumus Domine, aspirando prae-
veni et adiuvando prosequere: ut cuncta nostra ora-
tio et operatio a te semper incipiat et per te coepta fi-
niatur. Per Christum Dominum nostrum. Amen.
O bien
Oh Padre, has colmado el corazón de Don Bosco de
predilección por los jóvenes, colma con el mismo don
el corazón de todo salesiano. Haz que descubramos
en todos los jóvenes la presencia de Jesús, para que
estemos siempre dispuestos a ofrecer por ellos tiem-
po, dotes y salud, hasta la donación total de nuestra
vida. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
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DESPUÉS DE LAS ACCIONES
Te damos gracias, Dios omnipotente, por todos tus
beneficios. Tú que vives y reinas por los siglos de los
siglos. Amén.
O bien (en latín)
Agimus tibi gratias, omnipotens Deus, pro universis
beneficiis tuis, qui vivis et regnas in saecula saecu-
lorum. Amen.
O también
Por todos tus beneficios te damos gracias, oh Dios
omnipotente, que vives y reinas por los siglos de los
siglos. Amén.
Te alabe, Señor, nuestra voz, te alabe nuestro espíri-
tu y, puesto que todo nuestro ser es un don de tu amor,
toda nuestra vida se transforme en una perenne li-
turgia de alabanza. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
VISITA AL SANTÍSIMO SACRAMENTO
«Si no podéis comulgar sacramentalmente, haced, por
lo menos, la comunión espiritual, que consiste en un
ardiente deseo de recibir a Jesús en vuestro corazón”
(San Juan Bosco, Memorias biográficas III, 23)
Jesús, creo que estás realmente presente
en el Santísimo Sacramento.
Te amo sobre todas las cosas
y deseo que vengas a mi alma.
No pudiendo ahora recibirte sacramentalmente, ven
al menos espiritualmente a mi corazón.
Te abrazo y me uno enteramente a ti,
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no permitas que jamás me separe de ti.
Eterno Padre, te ofrezco la Sangre preciosísima de
Jesucristo en expiación de mis pecados, en sufragio
de las almas en el purgatorio y por las necesidades
de la Santa Iglesia.
O bien
Jesús, mi Señor,
en la sencillez del corazón y con fe viva
te adoro realmente presente en el sacramento.
de la santa Eucaristía.
Tú, Jesús, eres el pan bajado del cielo,
el alimento que nos sostiene en el camino de la vida;
Tú eres la fuente del amor
que sabe donarse hasta el sacrificio de sí mismo;
Tú eres la prenda de la vida eterna.
Señor Jesús, infinito es el amor que te ha llevado a
quedarte con nosotros en este sacramento,
para donarte totalmente a nosotros.
Jesús, concédeme la gracia
de que toda comunión sacramental
sea un gran acto de fe y de amor.
Oh Salvador mío, haz que, totalmente absorto en ti,
aprenda a morir a mí mismo
para darme del todo a mis hermanos.
Señor, concédeme también la gracia de que, unido a ti,
viva una vida nueva y divina,
para que un día llegue
donde pueda contemplarte cara a cara
sin el velo del sacramento
y amarte por toda la eternidad. Amén.
S. Juan Bosco
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ORACIONES POR LAS VOCACIONES
Oración diaria por las vocaciones a la vida
salesiana
Padre del amor,
Tú has sembrado en los corazones
de muchos jóvenes
la semilla de la vocación a la vida salesiana.
Ayúdalos a descubrir y desarrollar
el don de tu llamada
como salesianos sacerdotes o salesianos laicos.
Acrecienta en nuestras comunidades salesianas
el espíritu de familia,
de modo que muchos jóvenes se sientan a gusto,
y así se animen a conocer y seguir esta vocación.
Haz que, a través del testimonio
de nuestra vida personal y comunitaria,
y la alegre entrega sin reservas
de nosotros mismos,
estos jóvenes encuentren
la confirmación de su vocación.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.
ORACIÓN A SAN JUAN BOSCO
(Al final de las Vísperas)
Padre y maestro de la juventud,
san Juan Bosco,
que dócil a los dones del Espíritu
y abierto a las realidades de tu tiempo,
fuiste para los jóvenes,
especialmente para los pequeños y los pobres,
signo de la predilección amorosa de Dios.
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Enséñanos a ser amigos del Señor,
para que descubramos en Él y en su Evangelio
el sentido de la vida
y la fuente de la verdadera felicidad.
Ayúdanos a responder con generosidad
a la vocación recibida de Dios,
para ser en nuestra vida diaria
constructores de comunión
y, unidos a toda la Iglesia,
colaborar con entusiasmo
en la edificación de la cultura del amor.
Alcánzanos la gracia de perseverar
en la vivencia intensa de la vida cristiana,
según el Espíritu de las bienaventuranzas.
Y haz que, guiados por María Auxiliadora,
nos encontremos un día contigo,
en la gran familia del cielo. Amén.
Don Pascual Chávez
EL ROSARIO
1. Misterios gozosos
(Lunes y sábados)
1. La Anunciación del Ángel a la Virgen María.
2. La Visitación de la Virgen María a su prima
santa Isabel.
3. El Nacimiento del Niño Jesús.
4. La Presentación del Niño Jesús en el templo.
5. Jesús perdido y hallado en el templo.
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2. Misterios dolorosos
(Martes y viernes)
1. La oración de Jesús en el huerto de Getsemaní.
2. La Flagelación de Jesús en la columna.
3. La Coronación de espinas.
4. Jesús con la cruz a cuestas.
5. La crucifixión y muerte de Jesús.
3. Misterios gloriosos
(Miércoles y domingos)
1. La Resurrección de Jesucristo.
2. La Ascensión de Jesucristo a los cielos.
3. La venida del Espíritu Santo sobre la Virgen
María y los apóstoles.
4. La Asunción de la Virgen María al cielo.
5. La Coronación de la Virgen María y la gloria
de los ángeles y de los santos.
4. Misterios luminosos
(Jueves)
1. El Bautismo de Jesús en el Jordán.
2. Las bodas de Caná.
3. La predicación del Reino.
4. La Transfiguración de Jesús en el monte Tabor.
5. La institución de la Eucaristía.
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4 Pages 31-40

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AL FINAL DE LA JORNADA,
ANTES DEL DESCANSO
Te adoro, Dios mío, y te amo con todo mi corazón. Te doy
gracias por haberme creado, hecho cristiano y conser-
vado en este día. Perdóname el mal que hoy he cometi-
do y, si he hecho alguna cosa buena, acéptala. Guárdame
durante el reposo y líbrame de los peligros.
Que tu gracia esté siempre conmigo y con todas las
personas que me son queridas. Amén.
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2
CADA MES

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MOMENTOS DE RENOVACIÓN INTERIOR:
EL RETIRO MENSUAL
“Nuestra voluntad de conversión
se renueva en el retiro mensual”
(Const. 91)
Oración inicial
Se sugiere comenzar el retiro rezando la hora litúrgica co-
rrespondiente, o alternativamente con el siguiente diálogo:
V “Venid y reposad un poco”.
R Tu invitación nos ayude, Señor, a liberar la mente
de las ocupaciones cotidianas, y a recordar que Tú
eres el único ideal de nuestra vida.
V “Sólo una cosa es necesaria”.
R Ahora nuestro corazón se abre a escuchar tu pala-
bra, para encontrar en ella luz, paz y plenitud de vida.
V “El que permanece en mí da mucho fruto”.
R Regenerados por ti, seremos para todos testigos
creíbles de tu amor.
Invocación al Espíritu Santo
Canto o la siguiente oración
Ven, Espíritu Santo, santifícame.
Ven, Espíritu de sabiduría, asísteme.
Ven, Espíritu de inteligencia, ilumíname.
Ven, Espíritu de consejo, amonéstame.
Ven, Espíritu de fortaleza, fortaléceme.
Ven, Espíritu de piedad, aliéntame.
Ven, Espíritu de ciencia, enséñame.
Ven, Espíritu del temor de Dios, defiéndeme.
Ven, Espíritu de paz, dame tu paz. Amén.
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V Oremos: Oh Padre, que con el don del Espíritu Santo
guías a los creyentes a la luz completa de la verdad,
concédenos gustar en tu Espíritu la verdadera sabi-
duría y gozar siempre de su consuelo. Por Cristo nues-
tro Señor.
R Amén.
Meditación
Examen de conciencia
Cada mes examinamos nuestra fidelidad a la llamada
del Señor: confiando en su Misericordia, reconocemos
humildemente nuestras debilidades. Se pueden privile-
giar vez por vez algunos aspectos o puede seleccionar
algunos puntos para cada tema.
V Oremos: Señor Jesús, envíanos tu Espíritu de
Verdad para que podamos renovar una vez más
nuestro compromiso de asimilarnos a ti y a tu
Evangelio. Tú que vives y reinas por los siglos
de los siglos.
R Amén.
I. “La Palabra de Dios nos llama a una conversión con-
tinua” (Const. 90). Vosotros, pues, sed perfectos como
vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5:48).
— ¿He caído en la mediocridad espiritual?
— ¿Combato mis limitaciones?
— ¿Existen compromisos que bloqueen mi vida
espiritual?
— ¿Cuál fue el fruto del último retiro? ¿Y el de los ejerci-
cios espirituales?
— ¿Busco la voz del Espíritu Santo que orienta la
conciencia?
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— ¿Cómo y con qué asiduidad frecuento el sacramento
de la reconciliación?
— ¿Soy fiel al examen de conciencia personal?
II. Caridad pastoral, centro del espíritu salesiano (Const. 10)
“El buen Pastor da su vida por sus ovejas” (Jn 10, 11).
— ¿Mi vida conoce la ansiedad pastoral y apostólica?
— ¿Dedico todo mi tiempo y todas mis fuerzas a la
misión que se me ha confiado?
— ¿He antepuesto mis intereses al bien de los
jóvenes?
— ¿Mejoro y actualizo mi competencia educativa y
pastoral?
— ¿Cuido mi carácter para estar siempre dispuesto
a acoger y amar?
— ¿Soy padre, hermano y amigo de aquellos con los
que me encuentro sin distinción o prejuicio?
— ¿Me desanimo ante las dificultades?
— ¿Difundo alegría y optimismo?
— ¿Tengo espíritu de iniciativa?
— ¿Verifico periódicamente mi trabajo?
III. Comunión fraterna y apostólica (Const. 49) “La mul-
titud… tenía un solo corazón y una sola alma” (Hch 4,32).
— ¿Afronto con responsabilidad y espíritu de cola-
boración las tareas que me han sido confiadas?
— ¿Participo fiel y activamente en las reuniones de
la comunidad?
— ¿Contribuyo a crear un espíritu de familia en la
comunidad?
— ¿Evito maledicencias y murmuraciones?
— ¿Sé perdonar y, si es el caso, dar el primer paso
hacia la reconciliación?
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— ¿Cultivo el sentido de pertenencia a la Inspectoría?
— ¿Tengo un verdadero amor a la Iglesia con una re-
novada conciencia eclesial?
IV. Vida de obediencia (Const. 64) “Mi alimento es ha-
cer la voluntad del que me envió” (Jn 4,34).
— ¿Vivo la obediencia como una búsqueda comuni-
taria de la voluntad de Dios?
— ¿Obedezco «con espíritu alegre y con humildad»?
— ¿Colaboro incluso cuando mis puntos de vista son
diferentes?
— Si soy superior, ¿oriento, guío y animo haciendo
uso discreto de la autoridad?
— ¿Hago del coloquio con el Superior un “momento
privilegiado de diálogo” para mi bien y el de la
comunidad?
— ¿Me preocupo por conocer y seguir los documen-
tos del Magisterio?
V. Vida de pobreza (Const. 72) “Si quieres ser perfecto,
ve, vende lo que tienes…” (Mt 19, 21).
— ¿Vivo en el desapego de los bienes terrenales, con
un tenor de vida pobre?
— ¿Acepto la dependencia en el uso de los bienes
temporales?
— ¿Acepto los inconvenientes y las privaciones?
— ¿Comparto fraternalmente los frutos del trabajo,
los dones, los talentos, las energías, las
experiencias?
— ¿Trabajo diligentemente todos los días?
38

4.10 Page 40

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VI. Vida de castidad (Const. 80) “Bienaventurados los
puros de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8).
— ¿Vivo la castidad como un amor indiviso a Dios y
los jóvenes?
— ¿Esta virtud «irradiante» me lleva a amar sincera-
mente a los jóvenes para que pueda ser capaz de
educarlos en el amor y la pureza?
— ¿Practico la necesaria mortificación y custodia de
los sentidos?
— ¿Hago uso discreto y prudente de las redes de co-
municación social?
— ¿Uso medios naturales que benefician la salud y el
equilibrio psicológico?
— Sobre todo, ¿recurro a los medios sobrenaturales de
la oración y de los sacramentos?
— ¿Tengo un guía espiritual al que recurrir en los mo-
mentos de prueba y de dificultad?
— ¿Recurro con filial confianza a María?
VII. Vida de oración (Const. 86.93) “Es necesario orar
siempre, sin desfallecer” (Lc 18,1).
— ¿Respeto el tiempo de la oración?
— ¿Soy fiel a la práctica de la oración mental?
— ¿Mantengo la unión con Dios que me lleva a cele-
brar la liturgia de la vida?
— ¿Tengo cotidianamente en mano la Sagrada Escritura
para alimentar mi oración?
— ¿La celebración eucarística es el acto central dia-
rio que ilumina mi día?
— ¿La presencia de la Eucaristía es para mí motivo
de frecuentes visitas con el fin de extraer dinamis-
mo y constancia en mi vida espiritual?
— ¿Celebro la Liturgia de las Horas con la dignidad y
el fervor que Don Bosco recomienda?
39

5 Pages 41-50

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5.1 Page 41

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— ¿Soy también fiel en las partes que no se recitan
en común?
— ¿Cómo vivo los misterios del Señor en las celebracio-
nes del año litúrgico y del domingo?
— ¿Qué puesto tiene María en mi vida? ¿Le rezo gus-
tosamente el rosario?
— ¿Rezo a Don Bosco y a nuestros santos patronos?
Conclusión
V Señor, ten piedad de nosotros.
R Hemos pecado contra ti.
V Señor, que nos llamas a seguirte en la obediencia
al Padre, ten piedad de nosotros.
R Señor, ten piedad.
V Cristo, que te hiciste pobre para darnos las riquezas
de tu perdón, ten piedad de nosotros.
R Cristo, ten piedad.
V Señor, que nos has llamado a amarte con un cora-
zón indiviso, ten piedad de nosotros.
R Señor, ten piedad.
V Oremos: Señor, Tú que quieres que seamos cada
vez más semejantes a Cristo, tu Hijo, danos la fuer-
za para corregir lo que no está conforme con él y
practicar lo que hemos visto que nos conforma a
él. Por Cristo nuestro Señor.
R Amén.
Oración por una buena muerte
Oh Padre, Señor del tiempo y amante de la vida, que
desde la eternidad llamas al hombre a una existen-
cia sin fin, acógenos al final de nuestra peregrinación
en la tierra, en tu morada de paz, donde los justos se
40

5.2 Page 42

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sientan a tu derecha. Haz que en cada momento de
la vida sepamos desearte solo a ti y a tu reino de ale-
gría infinita.
Oh Cristo, el Hijo unigénito, que oraste al Padre para que
el mundo no seduzca a tus discípulos, ayúdanos a cerrar
nuestros labios en tu nombre, a dejar a los jóvenes una
herencia de amor gratuito y a desearte solo a ti.
Oh espíritu consolador, que infundes valor a los que
tienen miedo y esperanza a los de corazón atormen-
tado y afligido, ayúdanos a crecer en santidad y sa-
biduría, para disponernos con un corazón puro e in-
diviso en el banquete eterno del cielo.
La intercesión de María Auxiliadora, la amistad de
Don Bosco y de los santos, nos ayuden en los últimos
momentos de la vida terrena, para que alimentados
por Jesús Eucaristía, podamos decir adiós a los ami-
gos de este mundo y encontrar a los que ya nos es-
tán esperando en el cielo. Amén.
ESCRUTINIOS
En los retiros trimestrales, es recomendable hacer un
examen de algunos aspectos de la vida comunitaria.
Se proponen algunas pistas:
Rezar con el corazón de Don Bosco
(Scrutinium orationis)
Invitación a la oración
Oración del salmo
Salmo 15: Elegir a Dios como el único Dios e invocar-
lo con corazón atento.
41

5.3 Page 43

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Ant. Alabaré al Señor, porque guía mis pasos
(Recitación responsorial)
Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda
y habitar en tu monte santo?
El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua,
El que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino;
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor,
el que no retracta lo que juró
aun en daño propio,
el que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará.
V Oremos: Señor Todopoderoso, escuchamos tu
voz y nuestro corazón se llena de alegría en ti:
guíanos en el camino de la santidad para gozar
de tu rostro eternamente. Por Cristo nuestro
Señor.
R Amén.
Escucha de la palabra
1 Tes 5,16-26: Oración incesante, alegría y paz.
Estad siempre alegres. Sed constantes en orar. Dad
gracias en toda ocasión: esta es la voluntad de Dios
en Cristo Jesús respecto de vosotros. No apaguéis
el espíritu, no despreciéis las profecías. Examinadlo
42

5.4 Page 44

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todo; quedaos con lo bueno. Guardaos de toda clase
de mal. Que el mismo Dios de la paz os santifique
totalmente, y que todo vuestro espíritu, alma y cuer-
po, se mantenga sin reproche hasta la venida de
nuestro Señor Jesucristo. El que os llama es fiel, y
él lo realizará. Hermanos, orad también por noso-
tros. Saludad a todos los hermanos con el beso
santo.
Revisión de la oración comunitaria.
La oración comunitaria en general
— ¿En nuestra comunidad damos a la oración el lugar
que le corresponde? ¿Se percibe desacuerdo entre
la oración y la vida apostólica? ¿El trabajo margina
el tiempo de oración?
— ¿Ayuda la oración a construir y hacer crecer la
comunidad?
— ¿Entra como elemento básico del discernimiento
y la búsqueda comunitaria de la voluntad de Dios?
— ¿Damos a nuestros jóvenes y a las personas para quie-
nes trabajamos un ejemplo comunitario de oración?
— ¿Podemos encontrar nuevas oportunidades para la
oración comunitaria junto con nuestros jóvenes?
— ¿Se atiende suficientemente la regularidad de los
ritmos comunitarios de oración? ¿Se da habitual-
mente absentismo y dejadez de los compromisos
comunitarios de piedad?
— ¿Las actividades pastorales fuera de casa o los com-
promisos de animación entre los jóvenes alejan a mu-
chos hermanos de la oración comunitaria? ¿Hay solu-
ciones posibles para superar estas dificultades?
— ¿Somos fieles a las prácticas religiosas salesianas,
en armonía con la vida litúrgica de la Iglesia?
43

5.5 Page 45

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La oración litúrgica
— ¿Hay en nuestra comunidad una participación viva
en la oración litúrgica, con la animación, creatividad
y variedad adecuadas?
— ¿Están bien preparadas las celebraciones litúrgi-
cas, se llevan a cabo con calma espiritual y cuida-
das en el canto?
— ¿Las celebraciones comunitarias de las Horas son
lo suficientemente devotas para inspirar recogi-
miento y ayudar a la reflexión?
La Eucaristía
— ¿El cuidado de la iglesia o capilla expresa realmen-
te que la Eucaristía es el centro de la comunidad
y de la vida salesiana?
— ¿Se participa con gusto en celebraciones comuni-
tarias, programadas en conformidad con los com-
promisos de la comunidad?
— ¿Se respetan las normas de la Iglesia acerca del cul-
to y de las celebraciones litúrgicas de la Eucaristía?
— ¿Se procura iniciar a los jóvenes en la centralidad
de la Eucaristía?
— ¿Se realizan frecuentes visitas al Santísimo
Sacramento?
La conversión continua y la reconciliación
— ¿Se cuidan adecuadamente los retiros mensuales y
trimestrales y las celebraciones penitenciales de la
comunidad?
— ¿Se celebran los “tiempos fuertes” de la liturgia con
la debida disposición y participación?
— ¿Se considera el sacramento de la reconciliación
como un momento privilegiado de conversión
44

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interior, vivida comunitariamente según el espíri-
tu salesiano?
La meditación y la lectura espiritual
— En las comunidades, ¿se les da a todos la oportunidad
de hacer meditación juntos o, al menos, por grupos?
— ¿Le damos el tiempo requerido y fomentamos la crea-
tividad de las formas?
— ¿Nos preocupamos por dar contenidos formativos
a la lectura espiritual? ¿Nos ayuda a crecer en el
conocimiento de la espiritualidad salesiana y a
mejorar nuestra vida de familia? ¿Damos el pues-
to adecuado a las “buenas noches”?
Preces
V Pidamos al Señor que nos ayude a contemplar su
gloria en la acción apostólica de cada día; invoqué-
moslo para ser fuertes en el momento de la prueba
y capaces de comunicar ánimo a los jóvenes.
R Señor, enséñanos a orar.
(Oraciones espontáneas)
V Con la simplicidad de Don Bosco, fruto de su fe
profunda, oremos juntos al que es dispensador de
gracia y santidad.
R Padre nuestro…
V Padre, Tú ves nuestra disponibilidad a tu llama-
da; no nos dejes solos, no olvides la oración que
sube a ti todos los días, para que podamos con-
templar tu gracia, experimentar tu presencia en-
tre nosotros y transmitir a los jóvenes tu voz de
paz y santidad. Por Cristo nuestro Señor.
R Amén.
45

5.7 Page 47

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.U...n.....e..s...p...í.r..i..t..u....f..r..a..t..e...r..n...o....(..S..c...r..u...t..i.n...i..u...m.....f..r..a..t..e...r..n...i.t..a...t.i..s..)..
Invitación a la oración
Oración del salmo 130: Confianza y paz.
Ant. Como un niño reposa mi alma.
Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.
Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.
V Oremos: Señor Todopoderoso, escuchamos tu voz
y nuestro corazón se llena de alegría en ti: guía-
nos en el camino de la santidad para disfrutar de
tu rostro eternamente. Por Cristo nuestro Señor.
R Amén.
46

5.8 Page 48

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Escucha de la palabra
l Cor 13, 1-10: Himno a la caridad
Si hablara las lenguas de los hombres y de los ánge-
les, pero no tengo amor, no sería más que un metal
que resuena o un címbalo que aturde. Si tuviera el
don de profecía y conociera todos los secretos y todo
el saber; si tuviera fe como para mover montañas,
pero no tengo amor, no sería nada. Si repartiera todos
mis bienes entre los necesitados; si entregara mi cuer-
po a las llamas, pero no tengo amor, de nada me
serviría.
El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene en-
vidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni
egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se
alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.
Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo
soporta.
El amor no pasa nunca. Las profecías, por el contra-
rio, se acabarán; las lenguas cesarán; el conocimien-
to se acabará. Porque conocemos imperfectamente
e imperfectamente profetizamos; mas, cuando venga
lo perfecto, lo imperfecto se acabará.
Revisión de la vida fraterna en comunidad
La fraternidad como expresión de la caridad
— ¿En nuestra comunidad, se pone como base de la
comunión fraterna el encuentro comunitario y per-
sonal con Cristo en la Eucaristía, en la Reconciliación,
en la oración y en los tiempos fuertes de la Liturgia?
¿Entre los hermanos de la comunidad existe una fra-
terna participación de todos en espíritu de familia?
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5.9 Page 49

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¿Hay aceptación recíproca con respeto mutuo, a pe-
sar de la diversidad de mentalidades?
¿Se nota un sentido de fraternidad-familia en las re-
laciones entre hermanos mayores y más jóvenes?
¿La comunidad acoge al hermano con corazón abier-
to, lo acepta tal como es o se limita solo a soportarlo?
¿Los hermanos se sienten comprometidos en la cons-
trucción de la comunidad en la que viven, con sano
optimismo, con la práctica fiel del coloquio con el
Director, con participación activa en los momentos
de la vida comunitaria y en las reuniones?
¿Las relaciones de amistad están presentes en toda
nuestra vida: horas de trabajo, de oración, comida y
distensión, reuniones y encuentros?
¿Nos comunicamos unos a otros las alegrías y las pe-
nas con afecto mutuo, y las experiencias y proyectos
apostólicos dentro de una corresponsabilidad real?
¿Se practica una cordial hospitalidad?
¿En nuestra comunidad es demasiado común la sen-
sación de soledad? ¿Se nota una falta de comunica-
ción, sobre todo a nivel espiritual?
La fraternidad como pertenencia
— ¿Algunas formas de individualismo alejan a los her-
manos de la comunidad (preferencia por los traba-
jos más gratificantes y más remunerativos)?
— ¿Se nota una cierta huida de la comunidad durante
los tiempos libres (vacaciones, fines de semana, tar-
des con familiares o amigos…)?
— ¿Nuestra comunidad siente la pertenencia a la
Inspectoría, asume su proyecto global y participa
en las iniciativas inspectoriales?
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5.10 Page 50

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La fraternidad como participación
— ¿Se dan en la comunidad iniciativas aptas para
suscitar la participación por parte de los
hermanos?
— ¿En la comunidad se siente el deber no solo de in-
formar, sino también de involucrar a personas y
grupos en las iniciativas y en las decisiones?
— ¿Se elude la aceptación de tareas de responsabili-
dad, porque es más fácil vivir en el anonimato?
— ¿Nuestra participación en la vida de la comunidad
se convierte en propuesta vocacional para los jó-
venes que encontramos en el trabajo? ¿Los invita-
mos a participar con nosotros en la misión educa-
tiva entre los jóvenes? ¿O el problema vocacional
lo dejamos exclusivamente en manos de los orga-
nismos inspectoriales?
Preces
V Unidos por el amor de Dios, que es el vínculo de
la perfección, confirmamos ante él la voluntad de
ser un solo corazón y una sola alma, para llevar a
los jóvenes la alegría de permanecer en la amis-
tad mutua y en la caridad con todos y cada uno
de los hermanos.
R Haz, oh Señor, que nos amemos como tú nos amas.
(Intenciones libres)
R Padre nuestro…
V Muchas veces no sabemos dónde encontrarte,
oh Dios, ni en qué dirección volvernos
para gritar nuestra soledad y sufrimiento.
Muchas veces no percibimos tu presencia,
49

6 Pages 51-60

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6.1 Page 51

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nos quedamos como piedras frías
que el sol no consigue calentar;
la alegría no ilumina nuestros ojos.
y el canto no aflora sincero en nuestros labios.
Escúchanos, oh Dios,
tú que tienes oídos para todos.
y puedes cambiar los corazones de piedra
en corazones de carne:
envíanos tu Espíritu,
da vida, por medio de él,
a nuestro amor fraterno.
Entonces ciertamente
saborearemos tu presencia.
como palabra que alienta y perdona,
como mano amiga que nos ayuda,
como corazón cercano
al que confiar un secreto que pesa,
hasta que caiga toda división,
toda lejanía sea superada
y se revele que nosotros, muchos, somos Uno,
y te veamos en Jesús, tu Hijo,
que vive y reina por los siglos de los siglos.
R Amén.
50

6.2 Page 52

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Las bienaventuranzas del pobre
.(.S...c...r..u...t..i..n...i.u...m......p...a...u...p...e...r..t..a...t.i..s...).
Invitación a la oración
Oración del salmo
Salmo 25 (1-14)
Ant. Bueno y justo es el Señor: enseña a los po-
bres su voluntad.
A ti, Señor, levanto mi alma;
Dios mío, en ti confío,
no quede yo defraudado,
que no triunfen de mí mis enemigos;
pues los que esperan en ti no quedan defraudados,
mientras que el fracaso malogra a los traidores.
Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador,
y todo el día te estoy esperando.
Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
no te acuerdes de los pecados
ni de las maldades de mi juventud;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor.
El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes.
Las sendas del Señor son misericordia y lealtad
para los que guardan su alianza y sus mandatos.
51

6.3 Page 53

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Por el honor de tu nombre, Señor,
perdona mis culpas, que son muchas.
¿Hay alguien que tema al Señor?
Él le enseñará el camino escogido:
su alma vivirá feliz,
su descendencia poseerá la tierra.
El Señor se confía con sus fieles
y les da a conocer su alianza.
Escucha de la palabra
Hechos 4, 32-37
El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una
sola alma: nadie llamaba suyo propio nada de lo que
tenía, pues lo poseían todo en común. Los apóstoles
daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús
con mucho valor. Y se los miraba a todos con mucho
agrado. Entre ellos no había necesitados, pues los que
poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero
de lo vendido y lo ponían a los pies de los apóstoles;
luego se distribuía a cada uno según lo que necesi-
taba. José, a quien los apóstoles apellidaron Bernabé,
que significa hijo de la consolación, que era levita y
natural de Chipre, tenía un campo y lo vendió; llevó
el dinero y lo puso a los pies de los apóstoles.
Responsorio
V Vended lo que poseéis:
R Procuraos un tesoro seguro en los cielos.
V El dinero dádselo a los pobres:
R Procuraos un tesoro seguro en los cielos.
V Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
52

6.4 Page 54

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R Vended lo que poseéis: procuraos un tesoro seguro
en los cielos.
Esquema de revisión comunitaria
— ¿Se puede decir que nuestra comunidad da verda-
deramente testimonio colectivo de pobreza: en la
vivienda sencilla y pobre, en el tenor de vida sobrio
y austero, en la renuncia a comodidades superfluas,
en el uso moderado y razonable de las diversiones,
en el empleo útil de las vacaciones de verano?
— ¿El dinero en casa se gasta como pobres o debe-
mos lamentar frecuentemente gastos no necesa-
rios y no justificados?
— ¿Los hermanos pueden ver claramente que aque-
llos que tienen responsabilidad administrativa se
consideran no patrones, sino solo administradores
responsables de toda la comunidad?
— ¿Entre los aspectos de la pobreza contamos: la me-
joría en nuestra formación profesional, el uso de
medios adecuados, la programación a largo plazo
de las obras de reestructuración, la cordura admi-
nistrativa en relación con las leyes vigentes, el con-
trol preventivo de la salud?
— ¿Existe en la comunidad una igualdad real y razo-
nable en el tenor de vida de los hermanos?
— ¿La parte de la casa destinada a la comunidad re-
ligiosa es significativa de nuestra pobreza y de la
realidad de una familia que requiere espacios co-
munes que deben ser gestionados con el empeño
de todos?
— Hay un factor que distingue a los pobres y que fue
la característica de nuestro fundador: el trabajo.
¿Caracteriza también el trabajo a nuestra comuni-
dad y a cada uno de los individuos?
53

6.5 Page 55

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— ¿El uso de nuestras vacaciones y, en general, del tiem-
po libre está en armonía con la pobreza que hemos
profesado, o se convierte en una manifestación de
aburguesamiento?
— ¿La comunidad se interesa de los grandes y angustio-
sos problemas del hambre, de la desnutrición, del des-
empleo, de las enfermedades y de las eventuales ca-
tástrofes naturales, regionales y mundiales? ¿Se estu-
dian modos prácticos para que este interés se convier-
ta en solidaridad operativa y participación cristiana,
con sacrificios comunitarios y renuncias personales,
con un estilo de vida austero que nos permita dar for-
mas concretas y válidas a nuestra solidaridad?
Preces
V Oremos al Padre que nos haga dóciles a la voz de
su Espíritu, para seguir a Cristo en el camino de
la auténtica pobreza.
Oh Padre, tú nos has llamado a seguir a Cristo en
el camino de la pobreza:
Concédenos vivir nuestra elección con alegría, po-
ner nuestra confianza en su Providencia y entregar-
nos plenamente al servicio del Evangelio.
Tú nos has revelado que la pobreza debe ser siem-
pre un acto de amor hacia ti y un verdadero abando-
no filial en tu paternidad:
Haz que no lo reduzcamos a puro cumplimiento
reglamentario.
Por medio de Aquel que es tu Palabra has dicho:
“Bienaventurados los pobres”:
Haz que cuando la pobreza real nos cause malestar
o sufrimiento nos alegremos de participar con los po-
bres en la bienaventuranza que has prometido.
54

6.6 Page 56

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Tú nos invitas a no retener celosamente para noso-
tros lo que Tú nos has dado con generosidad
Haznos capaces de compartir todo y que nuestra
pobreza sea un signo de nuestro amor a las perso-
nas de nuestros hermanos y de los jóvenes.
Tú nos haces que vivamos en este tiempo con el tra-
bajo de nuestras manos:
Concédenos ocupar siempre nuestro tiempo con un
trabajo asiduo y sacrificado para dar testimonio a
los hombres de hoy del significado humano y cris-
tiano del trabajo.
R Padre nuestro…
V Oh Dios, Padre todopoderoso y providente, que vis-
tes los lirios del campo y tiñes de azul los cielos, au-
menta nuestra fe, para que nos abandonemos en tus
manos y nos convirtamos en incansables trabaja-
dores de tu viña hasta la venida de tu Hijo, nuestro
Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en la uni-
dad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos.
R Amén.
CELEBRACIÓN DE LA RECONCILIACIÓN
(Durante el retiro mensual)
El sacramento de la Reconciliación lleva a su plenitud
el esfuerzo penitencial de cada uno y de toda la comu-
nidad. Preparado con el examen de conciencia diario y
recibido frecuentemente […] nos proporciona el gozo del
perdón del Padre… (Const. 90)
Introducción
V Hermanos, elegidos según la presciencia de Dios
55

6.7 Page 57

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Padre y mediante la santificación del Espíritu,
para obedecer a Jesucristo y ser bañados con su
sangre, gracia y paz abundantes para todos
vosotros.
R Y con tu espíritu.
V Si caminamos en la luz, como Dios está en la luz,
estamos en comunión unos con otros y la sangre
de Jesús, su Hijo, nos purifica de todo pecado.
R Amén.
V Oremos. Oh Dios, que manifiestas tu amor todopo-
deroso especialmente en el sacramento del perdón,
envíanos tu Espíritu de verdad, para que podamos
reconocer nuestros pecados, y así, perdonados y
con un corazón nuevo, sepamos perdonar a nues-
tros hermanos. Reconciliados entre nosotros y con-
tigo, te glorificaremos con un solo corazón y una
sola voz, alrededor de tu mesa. Por Cristo nuestro
Señor.
R Amén.
Escucha de la palabra
a) No se puede esperar más. Esta es la hora de la
conversión.
Mt 3,1-12: El hacha ya está en la raíz.
Mt 4,12-17: Arrepentíos, porque el reino de los
cielos está cerca.
Jn 8,31-36: La verdad os hará libres.
b) La conversión es exigente.
Mt 5,1 a 12: Las bienaventuranzas del Reino.
Mt 5,13-16: O sois esto o no sois nada.
Lc 19,1-10: La salvación ha entrado en esta casa.
56

6.8 Page 58

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c) Jesús se encuentra con los pecadores.
Lucas 7,36-50: Una pecadora explota de amor
agradecido.
Jn 8,1 a 11: Quedaron ellos dos solos, la adúltera
y la Misericordia.
Mt 26,69-75: También Pedro fue un pecador.
d) La Iglesia tiene el poder de perdonar los pecados.
Jn 20,19-23: El don del Espíritu inaugura la nueva
creación.
Lucas 17,1-4: El perdón es el gesto de los fuertes.
Mt 18,15-20: La estrategia del perdón fraterno.
Mt 18,21-35: Perdonad para ser perdonados.
e) Seremos juzgados sobre el amor.
Mc 12,28-34: Amar al prójimo “como a uno mis-
mo” no ofrece escapatorias.
Jn 15,1-8: Sarmientos que dan fruto.
Jn 15,9-14: Amaos unos a otros como yo os he amado.
f) Gratuitamente justificados.
Rom 3,22-26: El precio del amor gratuito.
2 Cor 5,17-21: Ministros de la reconciliación.
Ef 2,1-10: Por gracia habéis sido salvados.
g) Una vida nueva.
Rom 6,2b-13: ¡Hazte lo que eres!
Rom 12,1,29-21: Vuestro culto según la palabra.
Ef 4,1-3,17-32: Conservad la unidad de la Iglesia.
h) Caminar a la luz de la caridad.
Col 3.1-17: El ideal de vida cristiana.
1 Pe 1,13-23: Regenerados por la Palabra de Dios.
1 Jn 1,5-2,2: Quien diga que está sin pecado, se en-
gaña a sí mismo.
57

6.9 Page 59

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1 Jn 2,3-11: ¿Pero conocemos realmente a Dios?
i) Ser no solo oyentes, sino también ejecutores de la
Palabra.
Sant 1,22-27: Ser ejecutores de la Palabra de
Dios.
Sant 2,14-26: La fe sin obras es fe muerta.
Sant 1-12: La terrible responsabilidad de quien
enseña.
j) Combate espiritual
Rom 13,8-14: Revestíos de las armas de la luz.
Ef 6,10-18: Revestíos de la armadura de Dios.
2 Pe 1,3-11: Tratad de hacer más segura vuestra
vocación.
(Homilía breve)
Examen de conciencia
La fraternidad como expresión de la caridad
— ¿Entre los hermanos de la comunidad, hay un par-
ticipación fraterna de todo en espíritu familiar?
— ¿Hay aceptación recíproca en el respeto mutuo, a pe-
sar de la diversidad de mentalidades?
— ¿Se nota un sentido de fraternidad-familia en las
relaciones entre los hermanos mayores y los más
jóvenes?
— ¿La comunidad acoge al hermano con un corazón
abierto y lo acepta como es? ¿O se limita solo a
soportarlo?
— ¿Los hermanos se sienten comprometidos en la
construcción de la comunidad en la que viven,
con sano optimismo, con la práctica fiel del colo-
quio con el director, con la participación activa
58

6.10 Page 60

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en los momentos de la vida comunitaria y en las
reuniones?
— ¿Se practica la hospitalidad cordial?
La fraternidad como pertenencia
— ¿Algunas formas de individualismo alejan a los her-
manos de la comunidad (preferencia por los traba-
jos más gratificantes y más remunerativos)?
— ¿Se nota una cierta huida de la comunidad duran-
te los tiempos libres (vacaciones, fines de semana,
tardes con familiares o amigos…)?
— ¿Nuestra comunidad siente la pertenencia a la ins-
pectoría, asume su proyecto global y participa en
las iniciativas inspectoriales?
La fraternidad como participación
— ¿Se dan en la comunidad iniciativas aptas para
suscitar la participación por parte de los
hermanos?
— ¿En la comunidad se siente el deber no solo de in-
formar, sino también de involucrar a personas y
grupos en las iniciativas y en las decisiones?
— ¿Se elude la aceptación de tareas de responsabilidad,
porque es más cómodo vivir en el anonimato?
— ¿Nuestra participación en la vida de la comuni-
dad se convierte en propuesta vocacional para
los jóvenes que encontramos en el trabajo? ¿Los
invitamos a participar con nosotros en la misión
educativa entre los jóvenes? ¿O el problema vo-
cacional lo dejamos exclusivamente en manos
de los organismos inspectoriales?
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7 Pages 61-70

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7.1 Page 61

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La oración comunitaria en general
— ¿En nuestra comunidad damos a la oración el lugar
que le corresponde? ¿Se notan disensiones entre la
oración y la vida apostólica? ¿El trabajo margina el
tiempo de oración?
— ¿La oración ayuda a construir y hacer crecer la
comunidad?
— ¿Entra como elemento básico del discernimiento
y la búsqueda comunitaria de la voluntad de Dios?
— ¿Damos a nuestros jóvenes y a las personas para
quienes trabajamos un ejemplo comunitario de
oración?
— ¿Podemos encontrar nuevas ocasiones de oración
comunitaria junto con nuestros jóvenes?
— ¿Se cuida suficientemente la regularidad de los rit-
mos comunitarios de oración? ¿Se da habitualmen-
te absentismo y dejadez en los compromisos co-
munitarios de piedad?
— ¿Las actividades pastorales fuera de casa o los com-
promisos de animación entre los jóvenes alejan a
muchos hermanos de la oración comunitaria?
— ¿Somos fieles a las prácticas religiosas salesianas,
en armonía con la vida litúrgica de la Iglesia?
La oración litúrgica
— ¿Hay en nuestra comunidad una participación viva
en la oración litúrgica?
— ¿Se preparan bien las celebraciones litúrgicas, se de-
sarrollan con calma espiritual y están bien cuidadas
en lo relativo a los cantos?
— ¿Las celebraciones comunitarias de las Horas son
lo suficientemente devotas para inspirar recogi-
miento y ayudar a la reflexión?
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7.2 Page 62

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La Eucaristía
— ¿El cuidado de la iglesia o capilla indica realmen-
te que la Eucaristía es el centro de la comunidad
y de la vida salesiana?
— ¿Se participa con gusto en celebraciones comuni-
tarias, programadas en conformidad de los com-
promisos de la comunidad?
— ¿Se respetan las normas de la Iglesia acerca del
culto y de las celebraciones litúrgicas de la
Eucaristía?
— ¿Se procura iniciar a los jóvenes en la centralidad
de la Eucaristía?
— ¿Se realizan frecuentes visitas al Santísimo
Sacramento?
La conversión continua y reconciliación
— ¿Se celebran y preparan adecuadamente los reti-
ros mensuales y trimestrales y las celebraciones
penitenciales de la comunidad?
— ¿Se celebran con la debida disposición y partici-
pación los “tiempos fuertes” de la liturgia?
— ¿Se considera el sacramento de la reconciliación como
un momento privilegiado de conversión interior vivi-
da comunitariamente, según el espíritu salesiano?
La meditación y lectura espiritual
— En las comunidades, ¿se les da a todos la oportu-
nidad de hacer meditación juntos o, al menos, por
grupos?
— ¿Le damos el tiempo requerido y fomentamos la
creatividad de las formas?
— ¿Nos preocupamos por dar contenidos formativos
a la lectura espiritual? ¿Nos ayuda a crecer en el
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7.3 Page 63

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conocimiento de la espiritualidad salesiana y a
mejorar nuestra vida de familia? ¿Damos el pues-
to adecuado a las “buenas noches”?
Preces
V Cristo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre
el madero de la cruz, para que, muertos al pecado,
vivamos por la justicia; por sus heridas hemos
sido curados. Llenos de confianza invocamos su
nombre. Jesús, médico del cuerpo y de las almas,
sana nuestras heridas.
R Sostennos siempre con la fuerza de tu espíritu.
V Despójanos de la corrupción del hombre viejo que
hay en nosotros.
R Y revístenos del hombre nuevo.
V Haz que, mediante la penitencia, nos adhiramos
cada vez más a tu persona.
R Para llegar a la gloria de tu resurrección.
V María, tu Madre, refugio de los pecadores, interce-
da por nosotros.
R Y tú danos el perdón y la paz.
V Tú que perdonaste a la mujer pecadora.
R No alejes de nosotros tu misericordia.
V Tú que llevaste sobre tus hombros a la oveja
perdida.
R Acógenos también a nosotros con bondad.
V Tú que le prometiste al ladrón arrepentido el
paraíso.
R Admítenos un día en la alegría de tu reino.
V Tú que has muerto y resucitado por nosotros.
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7.4 Page 64

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R Haznos partícipes de los frutos de tu Pascua.
Acto de contrición
Yo confieso ante Dios Todopoderoso, y ante vosotros
hermanos. que he pecado mucho de pensamiento,
palabra, obra y omisión.
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los án-
geles, a los santos y a vosotros hermanos, que inter-
cedáis por mí ante Dios, Nuestro Señor. Amén.
Acción de gracias
V Es realmente justo darte las gracias.
Padre, grande en el amor.
Como se alzan los cielos sobre la tierra,
tu amor misericordioso es fuerte sobre nosotros:
como dista el oriente del occidente
alejas tú nuestros pecados de nosotros.
Ya habías prometido por medio de los profetas:
“Derramaré sobre vosotros aguas
que os purificarán,
seréis lavados de todos vuestros pecados,
os purificaré de todas vuestras idolatrías,
os daré un corazón nuevo y un espíritu nuevo”.
Y en la plenitud de los tiempos, en tu fidelidad,
enviaste al mundo a tu Hijo unigénito.
para realizar tus promesas.
Él, vencido el pecado y la muerte,
en el esplendor de su resurrección
derramó su Espíritu sobre los apóstoles diciendo:
«Recibid el Espíritu Santo:
a quienes les perdonéis los pecados
les serán perdonados.
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7.5 Page 65

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A quienes se los retengáis les serán retenidos».
Así, en su amor por los pecadores,
demostrado a lo largo de su vida terrena,
instituyó el admirable sacramento
del perdón y de la alegría,
para que, perdonados, con corazón nuevo,
supiéramos perdonar a nuestros hermanos;
y así, reconciliados entre nosotros y contigo,
pudiéramos glorificarte en torno a tu mesa.
Ten misericordia de todos nosotros.
Ayúdanos a construir con paciencia y valentía
una verdadera comunidad
de personas libres y responsables,
para unirnos todos juntos
en el servicio humilde y desinteresado
de los jóvenes.
Renovados en el amor fraterno
por el perdón de Dios
decimos juntos con alegría:
Padre nuestro…
Oración final
Dios mío, protege a su pueblo, perdona nuestros erro-
res y conviértenos a tu amor, para que podamos ser-
virte con plena dedicación todos los días de nuestra
vida. Por Cristo nuestro Señor.
R Amén.
Bendición
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7.6 Page 66

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REUNIÓN DEL CONSEJO DE LA CASA
Introducción
VR En el nombre del Padre…
V Conservemos la unidad del espíritu en el vínculo
de paz (Ef 4,3),
R Y crezcamos en el amor mutuo, signo del amor de
Dios.
V Oremos: Oh Señor, estás presente en medio de no-
sotros cuando nos reunimos en tu nombre: danos
un corazón abierto y atento, humilde y confiado, para
que en el diálogo fraterno sepamos crecer en la ver-
dad y el amor. Tú que vives y reinas por los siglos
de los siglos.
R Amén.
O bien
V Danos, Padre, el sentir en medio de nosotros la pre-
sencia de Cristo, tu Hijo, prometido a todos los que
están reunidos en tu nombre, haz que, actuando en
Espíritu de verdad y amor, experimentemos en no-
sotros abundancia de luz, de misericordia y de paz.
Por Cristo nuestro Señor.
R Amén.
Conclusión
V Vivamos en la paz,
R y el Dios del amor y de la paz estará con nosotros
(2 Cor 13,11).
V Demos gracias al Señor, él es bueno.
R Su amor es para siempre.
V Oremos: Concede, oh Señor, que nos mantengamos
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en acuerdo fraterno, alimentando el mismo amor,
preocupados no por nuestro interés, sino por el bien
de los hermanos que nos has dado. Por Cristo nues-
tro Señor.
R Amén.
O bien
V En el lento trascurrir de las horas, nuestro diálo-
go se ha desarrollado en la búsqueda de tu volun-
tad. Acoge este esfuerzo y haz que se convierta
en una luz para nosotros y en un instrumento de
salvación para los jóvenes. Por Cristo nuestro Señor.
R Amén.
V María, auxilio de los cristianos,
R Ruega por nosotros.
CONMEMORACIÓN MENSUAL
DE MARÍA AUXILIADORA
(Al final de la Eucaristía o bien al final de la oración comuni-
taria de la mañana)
Oh María Auxiliadora, Madre de la Iglesia,
Inspiradora y guía de la Familia Salesiana.
Tú penetras maternalmente el corazón
de todos los hermanos,
Tú iluminas y defiendes su consagración apostólica,
Tú conoces y promueves el proyecto
educativo-pastoral que les ha sido confiado.
Tú comprendes sus debilidades,
sus limitaciones y sufrimientos,
Tú amas a la juventud
que ha sido asignada a cada uno de ellos.
como don de predilección.
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Pues bien, oh santa Virgen Madre de Dios,
poderosa ayuda del Papa, de los Pastores
y de todos sus colaboradores,
acoge bajo tu solícito patrocinio a la humilde
y laboriosa Sociedad de San Francisco de Sales.
Ella, con filial confianza,
quiere consagrarse solemnemente a ti;
y Tú, que has sido la maestra de Don Bosco,
enséñale a imitar todas sus virtudes. Amén.
(Don Egidio Viganò)
O bien
Virgen Santa e Inmaculada,
a Ti, que eres el orgullo de nuestro pueblo
y el amparo maternal de nuestra ciudad,
nos acogemos con confianza y amor.
Toda bella eres, María.
En Ti no hay mancha de pecado.
Renueva en nosotros el deseo de ser santos:
que en nuestras palabras resplandezca la verdad,
que nuestras obras sean un canto a la caridad,
que en nuestro cuerpo y en nuestro corazón
brillen la pureza y la castidad,
que en nuestra vida se refleje
el esplendor del Evangelio.
Toda bella eres, María.
En Ti se hizo carne la Palabra de Dios.
Ayúdanos a estar siempre atentos a la voz del Señor:
que no seamos sordos al grito de los pobres,
que el sufrimiento de los enfermos y de los oprimi-
dos no nos encuentre distraídos,
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que la soledad de los ancianos y la indefensión de
los niños no nos dejen indiferentes,
que amemos y respetemos siempre la vida humana.
Toda bella eres, María.
En Ti vemos la alegría completa
de la vida dichosa con Dios.
Haz que nunca perdamos el rumbo en este mundo:
que la luz de la fe ilumine nuestra vida,
que la fuerza consoladora de la esperanza
dirija nuestros pasos,
que el ardor entusiasta del amor
inflame nuestro corazón,
que nuestros ojos estén fijos en el Señor,
fuente de la verdadera alegría.
Toda bella eres, María.
Escucha nuestra oración, atiende a nuestra súplica:
que el amor misericordioso de Dios en Jesús
nos seduzca,
que la belleza divina nos salve, a nosotros,
a nuestra ciudad y al mundo entero.
Amén.
(Papa Francisco)
BENDICIÓN DE MARÍA AUXILIADORA
V Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
R Que hizo el cielo y la tierra.
Dios te salve María…
Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios,
no desoigas las súplicas que te dirigimos en nuestras
necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo pe-
ligro, Virgen gloriosa y bendita.
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V María Auxilio de los cristianos.
R Ruega por nosotros.
V Señor, escucha nuestra oración.
R Y llegue a ti nuestro clamor.
V Oremos: Dios todopoderoso y eterno, que con la
ayuda del Espíritu Santo, preparaste el cuerpo y
el alma de María, la Virgen Madre, para ser digna
morada de tu Hijo; al recordarla con alegría, líbra-
nos por su intercesión de los males presentes y
de la muerte eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R Amén.
V La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, descienda sobre nosotros.
R Amén.
Después de un momento de oración comunitaria y antes
de la bendición de María Auxiliadora nos dirigimos todos
juntos a ella con la oración propuesta para cada mes.
1. ENERO
María fuente de la bondad que brota de Jesús
Santa María, Madre de Dios,
tú has dado al mundo la verdadera luz,
Jesús, tu Hijo, el Hijo de Dios.
Te has entregado por completo
a la llamada de Dios
y te has convertido así en fuente
de la bondad que mana de Él.
Muéstranos a Jesús. Guíanos hacia Él.
Enséñanos a conocerlo y amarlo,
para que también nosotros
podamos llegar a ser capaces
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de un verdadero amor
y ser fuentes de agua viva
en medio de un mundo sediento.
Por tu Hijo y Señor nuestro.
(Benedicto XVI, Enc. Deus Caritas est)
2. FEBRERO
María sostén de las personas consagradas
María, figura de la Iglesia,
Esposa sin arruga y sin mancha,
que imitándote «conserva virginalmente
la fe íntegra, la esperanza firme y el amor sincero»,
sosten a las personas consagradas
en el deseo de llegar
a la eterna y única Bienaventuranza.
Las encomendamos a ti,
Virgen de la Visitación,
para que sepan acudir
a las necesidades humanas
con el fin de socorrerlas,
pero sobre todo para que lleven a Jesús.
Enséñales a proclamar
las maravillas que el Señor hace en el mundo,
para que todos los pueblos ensalcen su nombre.
Sostenlas en sus obras en favor de los pobres,
de los hambrientos, de los que no tienen esperanza,
de los últimos y de todos aquellos
que buscan a tu Hijo con sincero corazón.
A ti, Madre,
que deseas la renovación espiritual
y apostólica de tus hijos e hijas
en la respuesta de amor y de entrega total a Cristo,
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8.2 Page 72

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elevamos confiados nuestra súplica.
Tú que has hecho la voluntad del Padre,
disponible en la obediencia,
intrépida en la pobreza
y acogedora en la virginidad fecunda,
alcanza de tu divino Hijo,
que cuantos han recibido
el don de seguirlo en la vida consagrada,
sepan testimoniarlo con una existencia transfigurada,
caminando gozosamente,
junto con todos los otros hermanos y hermanas,
hacia la patria celestial y la luz que no tiene ocaso.
Te lo pedimos,
para que en todos y en todo
sea glorificado, bendito y amado
el Sumo Señor de todas las cosas,
que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Amén.
(Juan Pablo II. Exhort. Vita Consecrata)
3. MARZO
María, Madre de la Iglesia y Madre de nuestra fe
¡Madre, ayuda nuestra fe!
Abre nuestro oído a la Palabra,
para que reconozcamos la voz de Dios y su llamada.
Aviva en nosotros el deseo de seguir sus pasos,
saliendo de nuestra tierra
y confiando en su promesa.
Ayúdanos a dejarnos tocar por su amor,
para que podamos tocarlo en la fe.
Ayúdanos a fiarnos plenamente de él,
a creer en su amor,
sobre todo en los momentos de tribulación y de cruz,
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cuando nuestra fe es llamada a crecer y a madurar.
Siembra en nuestra fe la alegría del Resucitado.
Recuérdanos que quien cree no está nunca solo.
Enséñanos a mirar con los ojos de Jesús,
para que él sea luz en nuestro camino.
Y que esta luz de la
fe crezca continuamente en nosotros,
hasta que llegue el día sin ocaso,
que es el mismo Cristo, tu Hijo, nuestro Señor.
(Francisco. Enc. Lumen fidei)
4. ABRIL
Te consagramos todos los jóvenes del mundo
Dios te salve, María, llena de gracia,
Madre del Redentor
En el día del triunfo de Jesús,
que hace su entrada en Jerusalén manso y humilde,
aclamado como Rey por los sencillos,
te aclamamos también a Ti, que sobresales
entre los humildes y pobres del Señor;
son éstos los que confían contigo en sus promesas,
y esperan de Él la salvación.
Te invocamos como Virgen fiel y Madre amorosa,
Virgen del Calvario y de la Pascua,
modelo de la fe y de la caridad de la Iglesia,
unida siempre, como Tú,
en la cruz y en la gloria, a su Señor.
¡Madre de Cristo y Madre de la Iglesia!
Te acogemos en nuestro corazón,
como herencia preciosa que Jesús nos confió desde
la cruz.
Y en cuanto discípulos de tu Hijo,
nos confiamos sin reservas a tu solicitud,
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8.4 Page 74

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porque eres la Madre del Redentor y Madre de los
redimidos.
Te encomendamos y te consagramos
las familias para que crezcan en santidad,
los jóvenes para que encuentren
la plenitud de su vocación,
humana y cristiana,
en una sociedad que cultive sin desfallecimiento
los valores del espíritu.
Te encomiendo a todos los que sufren,
a los pobres, a los enfermos, a los marginados;
a los que la violencia
separó para siempre de nuestra compañía,
pero permanecen presentes ante el Señor de la historia
y son hijos tuyos, Madre de la Vida.
¡Ave, Virgen de la Esperanza!
Te encomiendo a todos los jóvenes del mundo,
esperanza de la Iglesia y de sus Pastores;
evangelizadores del tercer milenio,
testigos de la fe y del amor de Cristo.
Amén.
(S. Juan Pablo II)
5. MAYO
Oh María Auxiliadora, Madre de la Iglesia
Oh María Auxiliadora, Madre de la Iglesia,
Inspiradora y guía de la Familia Salesiana.
Tú penetras maternalmente
el corazón de todos los hermanos,
Tú iluminas y defiendes su consagración apostólica,
Tú conoces y promueves
el proyecto educativo-pastoral que les ha sido confiado.
Tú comprendes sus debilidades,
sus limitaciones y sufrimientos,
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Tú amas a la juventud
que ha sido asignada a cada uno de ellos.
como don de predilección.
Pues bien, oh santa Virgen Madre de Dios,
poderosa ayuda del Papa, de los Pastores.
y de todos sus colaboradores,
acoge bajo tu solícito patrocinio
a la humilde y laboriosa
Sociedad de San Francisco de Sales.
Ella, con filial confianza,
quiere consagrarse solemnemente a ti;
y Tú, que has sido la maestra de Don Bosco,
enséñale a imitar todas sus virtudes!
Amén.
(Don Egidio Viganò)
6. JUNIO
Madre de los vivientes
Oh María,
aurora del mundo nuevo,
Madre de los vivientes,
a ti confiamos la causa de la vida:
mira, Madre, el número inmenso
de niños a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas
de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos
a causa de la indiferencia
o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu Hijo
sepan anunciar con firmeza y amor
a los hombres de nuestro tiempo
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el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo
como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud
durante toda su existencia,
y la valentía de testimoniarlo
con solícita constancia, para construir,
junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de Dios creador
y amante de la vida.
Amén.
(S. Juan Pablo II. Enc. Evangelium Vitae)
7. JULIO
Oración a la Virgen María
Virgen y Madre María,
tú que, movida por el Espíritu,
acogiste al Verbo de la vida
en la profundidad de tu humilde fe,
totalmente entregada al Eterno,
ayúdanos a decir nuestro «sí»
ante la urgencia, más imperiosa que nunca,
de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.
Tú, llena de la presencia de Cristo,
llevaste la alegría a Juan el Bautista,
haciéndolo exultar en el seno de su madre.
Tú, estremecida de gozo,
cantaste las maravillas del Señor.
Tú, que estuviste plantada ante la cruz
con una fe inquebrantable
y recibiste el alegre consuelo de la resurrección,
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8.7 Page 77

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recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu
para que naciera la Iglesia evangelizadora.
Consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados
para llevar a todos el Evangelio de la vida
que vence a la muerte.
Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos
para que llegue a todos
el don de la belleza que no se apaga.
Tú, Virgen de la escucha y la contemplación,
madre del amor, esposa de las bodas eternas,
intercede por la Iglesia,
de la cual eres el icono purísimo,
para que ella nunca se recluya ni se detenga
en su pasión por instaurar el Reino.
Estrella de la nueva evangelización,
ayúdanos a resplandecer
en el testimonio de la comunión,
del servicio, de la fe ardiente y generosa,
de la justicia y el amor a los pobres,
para que la alegría del Evangelio
llegue hasta los confines de la tierra
y ninguna periferia se prive de su luz.
Madre del Evangelio viviente,
manantial de alegría para los pequeños,
ruega por nosotros.
Amén. Aleluya.
(Francisco. Exhort. Evangelii gaudium)
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8.8 Page 78

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8. AGOSTO
Oración a María, Madre del silencio, de la belleza,
de la ternura
Madre del silencio,
que custodia el misterio de Dios,
líbranos de la idolatría del presente,
a la que se condena quien olvida.
Purifica los ojos de los Pastores
con el colirio de la memoria:
volveremos así a la lozanía de los orígenes,
por una Iglesia orante y penitente.
Madre de la belleza,
que florece de la fidelidad al trabajo cotidiano,
despiértanos del sopor de la pereza,
de la mezquindad y del derrotismo.
Reviste a los Pastores de aquella compasión
que unifica e integra:
descubriremos así la alegría de una Iglesia sierva,
humilde y fraterna.
Madre de la ternura,
que envuelve de paciencia y de misericordia,
ayúdanos a quemar tristezas, impaciencias y rigidez
de quien no conoce pertenencia.
Intercede ante tu Hijo
para que sean ágiles nuestras manos,
nuestros pies y nuestro corazón:
edificaremos así la Iglesia con la verdad en la caridad.
Madre, seremos el Pueblo de Dios,
peregrino hacia el Reino.
Amén.
(Plegaria a María al final de la profesión de fe
con los obispos de la Conferencia Episcopal
Italiana, mayo 2013)
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8.9 Page 79

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9. SEPTIEMBRE
María, mujer de la escucha
María, mujer de la escucha,
haz que se abran nuestros oídos;
que sepamos escuchar la Palabra de tu Hijo Jesús
entre las miles de palabras de este mundo;
haz que sepamos escuchar
la realidad en la que vivimos,
a cada persona que encontramos,
especialmente a quien es pobre,
necesitado, tiene dificultades.
María, mujer de la decisión,
ilumina nuestra mente y nuestro corazón,
para que sepamos obedecer
a la Palabra de tu Hijo Jesús sin vacilaciones;
danos la valentía de la decisión,
de no dejarnos arrastrar
para que otros orienten nuestra vida.
María, mujer de la acción,
haz que nuestras manos y nuestros pies
se muevan “deprisa” hacia los demás,
para llevar la caridad y el amor de tu Hijo Jesús,
para llevar, como tú, la luz del Evangelio al mundo.
Amén.
(Francisco, Oración a María al final del rezo
del santo rosario en la Plaza de San Pedro, 31
de mayo 2013)
10. OCTUBRE
María, estrella del mar
Oh María, Estrella del Mar,
una vez más recurrimos a ti,
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8.10 Page 80

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para encontrar refugio y serenidad,
para implorar amparo y socorro.
Madre de Dios y Madre nuestra,
protectora de los migrantes e itinerantes,
ayuda con atención materna
a los hombres, mujeres y niños
obligados a huir de sus tierras
en busca de futuro y de esperanza.
Que el encuentro con nosotros y nuestros pueblos
no se transforme en fuente de nuevas y más graves
esclavitudes y humillaciones.
Madre de Misericordia,
implora perdón para nosotros,
que, cegados por el egoísmo,
ensimismados en nuestros intereses
y prisioneros de nuestros temores,
estamos distraídos ante las necesidades y sufrimien-
tos de los hermanos.
Refugio de los pecadores,
obtén la conversión del corazón
de los que generan guerras, odio y pobreza,
explotan a los hermanos y sus debilidades,
y hacen de la vida humana un indigno comercio.
Modelo de caridad,
bendice a los hombres y mujeres
de buena voluntad,
que acogen y sirven a los que llegan a esta tierra:
que el amor recibido y donado
sea semilla de nuevos lazos fraternos
y aurora de un mundo de paz.
(Francisco, Visita Pastoral
a Lampedusa, 8 de julio de 2013)
79

9 Pages 81-90

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9.1 Page 81

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11. NOVIEMBRE
Creemos que María es Madre de la Iglesia
Creemos que María es la Madre,
siempre Virgen,
del Verbo Encarnado,
nuestro Dios y Salvador Jesucristo,
y que, por virtud de esta elección singular,
Ella, en atención a los méritos de su Hijo,
ha sido redimida de modo eminente,
preservada de toda mancha de pecado original
y colmada del don de la gracia
más que todas las demás criaturas.
Asociada por un vínculo estrecho e indisoluble
a los misterios de la encarnación y de la redención,
la Santísima Virgen, la Inmaculada,
al final de su vida terrena
fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial
y configurada con su Hijo resucitado,
anticipando el destino futuro de todos los justos.
Creemos que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva,
Madre de la Iglesia,
continúa en el cielo su misión maternal
hacia los miembros de Cristo,
cooperando al nacimiento y al desarrollo
de la vida divina
en las almas de los redimidos.
(De la profesión de fe de san Pablo VI)
12. DICIEMBRE
Oración a la Inmaculada
Virgen Santa e Inmaculada,
a ti, que eres el orgullo de nuestro pueblo
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9.2 Page 82

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y la guardiana solícita de nuestra ciudad,
nos dirigimos con confianza y amor.
¡Toda bella eres, María!
En ti no hay mancha de pecado.
Suscita en nosotros el deseo de ser santos:
que en nuestras palabras resplandezca la verdad,
que en nuestras obras resuene el canto de la caridad,
que en nuestro cuerpo y en nuestro corazón
habiten la pureza y la castidad,
que en nuestra vida se haga presente
toda la belleza del Evangelio.
¡Toda bella eres, María!
En ti se hizo carne la Palabra de Dios.
Ayúdanos a permanecer siempre
a la escucha de la voz del Señor:
que el grito de los pobres no nos deje indiferentes,
que el sufrimiento de los enfermos
y de los necesitados no nos halle distraídos,
que la soledad de los ancianos
y la fragilidad de los niños nos conmuevan,
que cualquier vida humana
sea amada y venerada por todos nosotros.
¡Toda bella eres, María!
En ti está la alegría plena de la vida feliz con Dios.
Haz que nunca perdamos
el significado de nuestro camino terreno:
que la luz amable de la fe ilumine nuestros días,
que la fuerza consoladora de la esperanza
oriente nuestros pasos,
que el calor contagioso del amor
inflame nuestro corazón,
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9.3 Page 83

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que los ojos de todos nosotros permanezcan bien
fijos en Dios, donde está la verdadera alegría.
¡Toda bella eres, María!
Escucha nuestra oración, atiende a nuestra súplica:
que la belleza del amor misericordioso
de Dios en Jesús esté en nosotros,
que sea esta belleza divina
la que nos salve a nosotros,
a nuestra ciudad y al mundo entero. Amén.
ORACIÓN POR LAS VOCACIONES.
PRIMER JUEVES DEL MES
V Fieles a la invitación de Cristo de rogar al Señor de
la mies que envíe obreros a su mies, unamos nues-
tras voces y oremos:
R Oh Padre, providente y santo,
que has reconciliado al mundo en Cristo,
eterno sacerdote de la nueva alianza,
no disperses el rebaño al que has prometido,
con infinito amor, tu Reino.
Envía nuevos trabajadores a tu mies
e infunde en los corazones de los pastores
perseverancia y santidad.
Oh Cristo Jesús, que en las orillas del mar de Galilea
llamaste a los apóstoles y los constituiste
signos y portadores de tu gracia de salvación.
No abandones el rebaño que les has confiado.
Sostén a tu iglesia en el hoy de la historia
como sacramento universal de salvación
y da valor a los que llamas desde la eternidad
a seguirte en el signo de la Cruz
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9.4 Page 84

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para que fecunden con fuerza de humildad
y sabiduría el campo de Dios.
Oh Espíritu de santidad,
que en el bautismo consagras
a la humanidad redimida del pecado,
ayuda a aquellos que has puesto para que animen
a la comunidad de creyentes a escrutar
proféticamente los signos de los tiempos,
para que sean fieles intérpretes y anunciadores,
en las lenguas de cada pueblo y nación,
de tu plan universal de salvación. Amén.
O bien
R Te rogamos, Padre,
con la voz misteriosa de tu Espíritu,
que llames de entre los jóvenes
a aquellos que tienen que ser
presencia de Cristo, tu Hijo,
en el servicio de la juventud pobre y abandonada.
Haz que descubran el encanto de tu elección;
que contemplen tu rostro
en sus compañeros que vagan, olvidados,
en un mundo que los corrompe.
Enséñales a recorrer el camino de la oración,
a alimentarse con tu Palabra,
a participar en el banquete de la Eucaristía,
a celebrar con la alegría penitente
tu reconciliación,
a crecer en el conocimiento
de las urgencias del tiempo presente,
y a madurar en el camino de la sabiduría.
Despierta en ellos el deseo de una vida que es don,
confírmalos en la valiente decisión de dejar todo
para recibir tus riquezas,
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y da a sus sueños
los gérmenes proféticos de tu obrar.
Sosténlos en el camino
y suscita a su lado hermanos salesianos capaces
de construir con los jóvenes su propia santidad.
Amén.
ORACIÓN POR LA PERSEVERANCIA
EN LA VOCACIÓN
Oh Dios Todopoderoso,
que en tu providente plan de salvación
has suscitado a san Juan Bosco
como signo de tu amor hacia los jóvenes,
confírmanos en la fe
y fortalece nuestro servicio a estos hijos tuyos,
porción privilegiada de futuro y esperanza
de la Iglesia,
que vive en el tiempo con el sello de tu eternidad.
Oh Cristo, que recordaste a tus discípulos
la perenne presencia en el mundo
de los que viven
en la indigencia y en la degradación,
haz de nosotros
un instrumento privilegiado de tu Gracia,
ayúdanos a ser sobrios y vigilantes,
capaces de llevar alegría y vida
a los que más deberían disfrutarla
en el candor de su edad.
Oh espíritu de verdadera libertad,
haz de nosotros testigos convencidos de tu amor,
defiéndenos de aquellos
que atentan contra nuestro trabajo,
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aleja la oscuridad de la pasión y el error
e instaura para nosotros una nueva era
de comprensión y solidaridad fraterna. Amén.
SAGRADO CORAZÓN.
PRIMER VIERNES DE MES
Oraciones
Te elijo, Sagrado Corazón de Jesús,
como único objeto de mi amor,
como guardián de mi camino,
garantía de mi salvación,
remedio de mi fragilidad e inconstancia,
reparador de todas las culpas de mi vida
y refugio seguro en la hora de mi muerte.
Sé, oh Corazón de bondad,
mi justificación ante Dios, tu Padre,
y aleja de mí su justa indignación.
Oh Corazón amoroso de Jesús,
toda mi confianza la pongo en ti,
porque lo temo todo de mi malicia y debilidad,
pero lo espero todo de tu bondad,
aniquila, pues, en mí
cuánto pueda disgustarte o resistirte;
tu puro amor se imprima profundamente
en mi corazón,
de modo que no te pueda ya olvidar
ni estar separado de ti.
Te pido, por tu bondad,
que mi nombre esté escrito en ti,
porque quiero concretar
toda mi felicidad y mi gloria
en vivir y morir como tu siervo. Amén.
(Santa Margarita María Alacoque)
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Señor Jesucristo, eterno Hijo del eterno Padre,
nacido de la Virgen María,
Te pedimos que continúes revelándonos
el misterio de Dios:
para que podamos reconocer en ti
“la imagen del Dios visible”;
para que podamos encontrarlo en ti,
en tu divina persona,
en el calor de tu humanidad,
en el amor de tu corazón.
¡Corazón de Jesús, en quien reside
la plenitud de la divinidad!
¡Corazón de Jesús, de cuya plenitud
participamos todos!
¡Corazón de Jesús, rey y centro de todos los corazones,
por toda la eternidad! Amén.
Corazón de Jesús, víctima de nuestros pecados,
acoge nuestra alabanza, la gratitud perenne,
el arrepentimiento sincero.
Ten piedad de nosotros, hoy y siempre. Amén.
(San Juan Pablo II)
Corazón Divino de Jesús, te ofrezco
por medio del Corazón Inmaculado de María,
Madre de la Iglesia,
en unión con el Sacrificio Eucarístico,
las oraciones, las acciones, las alegrías
y los sufrimientos de este día,
en reparación por los pecados
y por la salvación de todos los hombres,
en la gracia del Espíritu Santo,
para la gloria de Dios Padre. Amén.
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Letanías del Sagrado Corazón de Jesús
Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
(A cada invocación se responde:
ten piedad de nosotros)
Dios Padre celestial.
Dios Hijo, redentor del mundo.
Dios Espíritu Santo.
Trinidad Santa, un solo Dios.
Corazón de Jesús, formado por el Espíritu Santo en
el seno de la Virgen Madre.
Corazón de Jesús, unido sustancialmente al Verbo de
Dios.
Corazón de Jesús, de majestad infinita.
Corazón de Jesús, santuario de la divinidad.
Corazón de Jesús, templo de la Santísima Trinidad.
Corazón de Jesús, abismo de sabiduría.
Corazón de Jesús, casa de Dios, puerta del Cielo.
Corazón de Jesús, silla de la grandeza y de la majes-
tad de Dios.
Corazón de Jesús, deseo de los eternos collados.
Corazón de Jesús, que reposas entre los lirios.
Corazón de Jesús, océano de bondad.
Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad.
Corazón de Jesús, trono de misericordia.
Corazón de Jesús, tesoro que no se agota jamás.
Corazón de Jesús, magnífico con los que te invocan.
Corazón de Jesús, de cuya plenitud hemos sido enri-
quecidos.
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Corazón de Jesús, modelo de todas las virtudes.
Corazón de Jesús, infinitamente amable e infinita-
mente bueno.
Corazón de Jesús, fuente de vida y santidad.
Corazón de Jesús, objeto de las complacencias del
Padre celestial.
Corazón de Jesús, hostia viviente, santa y agradable a
Dios.
Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados.
Corazón de Jesús, lleno de amargura por nuestra causa.
Corazón de Jesús, triste hasta la muerte en el huerto
de los Olivos.
Corazón de Jesús, saciado de oprobios.
Corazón de Jesús, herido de amor.
Corazón de Jesús, obediente hasta morir en la cruz.
Corazón de Jesús, desangrado en la cruz.
Corazón de Jesús, traspasado por la lanza.
Corazón de Jesús, transido de dolor por nuestros
pecados.
Corazón de Jesús, nuestra vida y nuestra resurrección.
Corazón de Jesús, nuestra paz y nuestra reconcilia-
ción.
Corazón de Jesús, ultrajado en el Santísimo
Sacramento de tu amor.
Corazón de Jesús, refugio de los pecadores.
Corazón de Jesús, fuerza de los débiles.
Corazón de Jesús, consuelo de los afligidos.
Corazón de Jesús, perseverancia de los justos.
Corazón de Jesús, salud y salvación de los que en Ti
esperan.
Corazón de Jesús, esperanza de los que en Ti mueren.
Corazón de Jesús, dulce apoyo de tus adoradores.
Corazón de Jesús, delicia de todos los Santos.
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Corazón de Jesús, vocación de los religiosos y religiosas.
Corazón de Jesús, nuestra ayuda en las tribulaciones,
Corazón de Jesús, protector de las familias que te in-
vocan.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
ten misericordia de nosotros.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
V Jesús, manso y humilde de corazón,
R haz nuestro corazón, semejante al tuyo.
V Oremos
Dios, Padre bueno,
en el Corazón de tu Hijo
celebramos las maravillas de tu amor.
Desde esta fuente inagotable
derrama sobre nosotros
la abundancia de tus dones.
Por Cristo nuestro Señor.
R Amén.
ORACIÓN POR LAS MISIONES. EL 11 DEL MES
V En el nombre del Padre…
Gracia y paz a vosotros de parte de Jesucristo.
que nos ha hecho a todos
misioneros de su evangelio.
en el único espíritu de caridad.
R Amén.
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10 Pages 91-100

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V Oremos.
Concede a tu Iglesia, oh Señor,
ser sacramento universal de salvación
y llevar a todos los hombres
el anuncio del evangelio,
en obediencia al mandato de Cristo.
Él que vive y reina por los siglos de los siglos.
R Amén.
Escucha de la palabra
Is 2,2-5: La paz del reino de Dios
En los días futuros estará firme el monte de la casa
del Señor, en la cumbre de las montañas, más eleva-
do que las colinas. Hacia él confluirán todas las na-
ciones, caminarán pueblos numerosos y dirán: «Venid,
subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de
Jacob. Él nos instruirá en sus caminos y marchare-
mos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, la
palabra del Señor de Jerusalén».
Juzgará entre las naciones, será árbitro de pueblos
numerosos. De las espadas forjarán arados, de las
lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo con-
tra pueblo, no se adiestrarán para la guerra.
Casa de Jacob, venid; caminemos a la luz del Señor.
Salmo 121
Ant. Caminemos juntos a la casa del Señor
Jn 10, 11-16: El buen pastor
Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las
ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las
ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y
el lobo las roba y las dispersa; y es que a un asalariado
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no le importan las ovejas. Yo soy el Buen Pastor, que co-
nozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el
Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida
por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son
de este redil; también a esas las tengo que traer, y escu-
charán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor.
Reflexión
Oración coral
Padre todopoderoso,
creador de la historia y señor de la vida,
que has dispuesto todo con amor providente,
a la humanidad descompuesta por el pecado
has prometido el rescate de la antigua culpa:
mira a los pueblos de la tierra
para que encuentren en sus corazones
los gérmenes de la única verdad,
encuentren y acojan los profetas
del esperado Día del Señor.
Cristo, Hijo obediente del eterno Padre,
que te has hecho anuncio de salvación a Israel
y a los pueblos del mundo:
elige a tus mensajeros de paz,
para que todos los hombres de buena voluntad.
encuentren el sentido de la justicia
y sean confirmados por tu gracia.
Espíritu de amor,
que inspiras a los corazones sinceros
e infundes los dones de redención
en quien busca el Infinito
con un corazón renovado;
santifica a la única Iglesia,
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confirma en la caridad pastoral
a los ministros sagrados,
y a todos los bautizados
para que sean movidos por el deseo de salvación.
Amén.
R Padre nuestro…
V Oh Señor, envía de nuevo a tu Iglesia
tu Espíritu de verdad y amor,
don de la Pascua de Cristo,
para que sea toda misionera
y para que cada creyente mantenga vivo
el impulso de llevar al mundo la novedad de Cristo.
Él que vive y reina por los siglos de los siglos.
R Amén.
Bendición
DON BOSCO. EL ÚLTIMO DÍA DEL MES
V Padre de los jóvenes y maestro de santidad,
escucha nuestra voz:
R Nosotros seguimos tus pasos
para ser una presencia viva entre los jóvenes,
para darles amistad y sabiduría,
para crecer con ellos en santidad y gracia.
V Invocamos tu intercesión:
R Para perseverar en la vocación salesiana,
para ser generosos obreros en el campo de Dios,
colaboradores fieles del Papa
y de los Pastores de la Iglesia;
para que las necesidades del tiempo presente
nos hallen solidarios
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con los que están solos e indefensos,
con los que no conocen
el amor de Cristo por nosotros.
V Enséñanos, Padre de los pobres,
R a ser profetas en nuestro mundo,
para proclamar que el Reino de Dios
está en el corazón de cada hombre.
Tu incansable celo por la salvación de las almas,
la profunda piedad y el éxtasis de la acción
sean para nosotros
modelo de una existencia vivida
en el signo de las bienaventuranzas
con fe coherente, sincera amabilidad
y profunda humanidad.
V Ayúdanos, amigo de los jóvenes,
R a amar y a hacer que se perciba nuestro amor,
a convertir cada día en un gesto de alegría,
para acoger con gratitud
a los jóvenes más olvidados
con el fin de que recuperen la sonrisa de su edad.
V Danos, tú que has sido siervo fiel de Dios,
R participar al final de nuestros días,
junto con todos los que hemos amado,
en la recompensa reservada para los justos.
V Tu protección y la intercesión de María Auxiliadora,
sean para nosotros el camino que lleva al Amor.
R Amén.
O bien
Señor misericordioso,
en tu providencia nos has dado a san Juan Bosco,
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como padre y maestro de juventud,
que, guiado por la Virgen María,
trabajó con celo incansable por el bien de la Iglesia,
suscita también en nosotros la misma llama de la
caridad,
que nos empuje a salvar almas y servirte solo a ti.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
O bien
Oh padre y maestro de la juventud, san Juan Bosco,
que tanto trabajaste por la salvación de las almas,
sé nuestro guía en la buscar el bien de nuestra alma
y la salvación del prójimo.
Ayúdanos a vencer
las pasiones y el respeto humano;
enséñanos a amar
a María Santísima Auxiliadora y al Papa;
y obtennos de Dios una buena muerte,
para que podamos gozar todos juntos
de la plenitud eterna de su gloria. Amén.
O bien
Padre y maestro de la juventud, san Juan Bosco,
que dócil a los dones del Espíritu
y abierto a las realidades de tu tiempo,
fuiste para los jóvenes,
especialmente para los pequeños y los pobres,
signo de la predilección amorosa de Dios.
Enséñanos a ser amigos del Señor
Para que descubramos en Él y en su Evangelio
el sentido de la vida
y la fuente de la verdadera felicidad.
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Ayúdanos a responder con generosidad
a la vocación recibida de Dios,
para ser en nuestra vida diaria
constructores de comunión
y, unidos a toda la Iglesia, colaborar con entusiasmo
en la edificación de la cultura del amor.
Alcánzanos la gracia de perseverar
en la vivencia intensa de la vida cristiana,
según el Espíritu de las bienaventuranzas.
Y haz que, guiados por María Auxiliadora,
nos encontremos un día contigo,
en la gran familia del cielo. Amén.
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3
CADA AÑO

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CELEBRACIÓN DE APERTURA
DE LOS EJERCICIOS
«Nuestra voluntad de conversión se renueva en el re-
tiro mensual y en los ejercicios espirituales de cada
año. Son tiempos de recuperación espiritual, que Don
Bosco consideraba como la parte fundamental y la
síntesis de todas las prácticas de piedad.» (Const. 91).
Don Bosco pone de relieve con frecuencia la eficacia
de la gracia presente en los ejercicios espirituales. Este
tiempo prolongado de oración nos da la posibilidad de
reencontrarnos a nosotros mismos en el encuentro con
Dios. Se sugiere comenzar la tanda de Ejercicios
Espirituales con un acto de adoración eucarística.
En el nombre del Padre…
Saludo del celebrante
V Hermanos, estos días tienen un gran valor porque
son “momentos de gracia” (Const. 91). Necesitamos
pararnos para encontrarnos a nosotros mismos
en el silencio y en la oración, para profundizar y
aclarar las motivaciones profundas de nuestra vo-
cación. Pero sobre todo, tenemos necesidad de en-
contrar a Dios, escucharlo, dejarnos penetrar y
guiar por su palabra, para después vivirla con co-
herencia y fidelidad. Por eso, invoquemos juntos
la luz y la fuerza del Espíritu Santo, que será el
gran protagonista de estos días.
Veni creator Spiritus…
Veni, Creátor Spíritus,
mentes tuórum visita,
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imple supérna grátia,
quae tu creásti péctora.
Qui díceris Paráclitus,
altíssimi donum Dei,
fons vivus, ignis, cáritas,
et spiritális únctio.
Tu septifórmis múnere,
dígitus paternae déxterae,
tu rite promíssum Patris,
sermóne ditans gúttura.
Accénde lumen sénsibus;
infunde amórem córdibus,
infírma nostri córporis
virtúte firmans pérpeti.
Hostem repéllas lóngius,
pacémque dones prótinus;
ductóre sic te praevio
vitemus omne noxium.
Per te sciámus da Patrem,
noscamus atque Filium;
teque utriúsque Spíritum
credamus omni témpore.
Deo Patri sit glória,
et Fílio, qui a mórtuis
surréxit, ac Paráclito,
in sæculórum sæcula. Amen.
V Danos tu Espíritu, Señor, para que nuestra vida
sea profundamente renovada por tu verdad y tu
amor. Por Cristo nuestro Señor.
R Amén.
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Escucha de la Palabra
Oseas, 2,16-25
«Por eso, yo la persuado,
la llevo al desierto, le hablo al corazón,
le entrego allí mismo sus viñedos,
y hago del valle de Acor
una puerta de esperanza.
Allí responderá como en los días de su juventud,
como el día de su salida de Egipto.
Aquel día —oráculo del Señor—
me llamarás “esposo mío”,
y ya no me llamarás “mi amo”.
Apartaré de su boca los nombres de los baales,
y no serán ya recordados por su nombre.
Aquel día haré una alianza en su favor,
con las bestias del campo,
con las aves del cielo,
y los reptiles del suelo.
Quebraré arco y espada
y eliminaré la guerra del país,
y haré que duerman seguros.
Me desposaré contigo para siempre,
me desposaré contigo en justicia y en derecho,
en misericordia y en ternura,
me desposaré contigo en fidelidad
y conocerás al Señor.
Aquel día yo responderé
—oráculo del Señor—,
yo responderé con los cielos,
y ellos responderán a la tierra.
La tierra responderá con el trigo,
el mosto y el aceite nuevo,
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y ellos responderán a “Dios-siembra”.
Yo la sembraré para mí en el país,
tendré compasión de “No compadecida”,
y diré a “No mi pueblo”:
“Tú eres mi pueblo”;
y él dirá: “Mi Dios”».
Salmo 118, 33-40
Ant. Señor, hazme vivir en tu justicia.
Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes,
y lo seguiré puntualmente.
Enséñame a cumplir tu voluntad
y a guardarla de todo corazón.
Guíame por la senda de tus mandatos
porque ella es mi gozo.
Inclina mi corazón a tus preceptos,
no al interés;
aparta mis ojos de las vanidades,
dame vida con tu palabra;
cumple a tu siervo la promesa
que hiciste a tus fieles.
Aparta de mí la afrenta que temo
porque tus mandamientos son amables;
mira cómo ansío tus decretos;
dame vida con tu justicia.
Evangelio: Lc 8, 4-15
Habiéndose reunido una gran muchedumbre y gen-
te que salía de toda la ciudad, dijo en parábola: «Salió
el sembrador a sembrar su semilla. Al sembrarla, algo
cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros del
cielo se lo comieron. Otra parte cayó en terreno pe-
dregoso, y, después de brotar, se secó por falta de
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humedad. Otra parte cayó entre abrojos, y los abro-
jos, creciendo al mismo tiempo, la ahogaron. Y otra
parte cayó en tierra buena, y, después de brotar, dio
fruto al ciento por uno». Dicho esto, exclamó: «El que
tenga oídos para oír, que oiga».
Entonces le preguntaron los discípulos qué signifi-
caba esa parábola. Él dijo: «A vosotros se os ha otor-
gado conocer los misterios del reino de Dios; pero a
los demás, en parábolas, para que viendo no vean y
oyendo no entiendan.
El sentido de la parábola es este: la semilla es la pala-
bra de Dios. Los del borde del camino son los que es-
cuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la pala-
bra de sus corazones, para que no crean y se salven.
Los del terreno pedregoso son los que, al oír, reciben
la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que
por algún tiempo creen, pero en el momento de la prue-
ba fallan. Lo que cayó entre abrojos son los que han
oído, pero, dejándose llevar por los afanes, riquezas y
placeres de la vida, se quedan sofocados y no llegan
a dar fruto maduro. Los de la tierra buena son los que
escuchan la palabra con un corazón noble y genero-
so, la guardan y dan fruto con perseverancia.
(Homilía)
Oración de los fieles
V Presentemos al Padre nuestra oración. Él que ha dado
al mundo a Cristo, Palabra de vida, disponga nues-
tros corazones a la escucha y a la meditación..
— Para que el Señor aleje de nosotros al tentador, y
su Palabra produzca en nuestros corazones fru-
tos de salvación. Oremos.
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R Escúchanos, Señor.
— Para que sepamos acoger la Palabra con ale-
gría y hacerla arraigar en nuestro corazón para
no desfallecer en el tiempo de prueba. Oremos.
— Para que en el camino de la vida no dejemos
que nuestras inquietudes y preocupaciones apa-
guen en nosotros la luz de la Palabra. Oremos.
— Para que sepamos escuchar y custodiar la Palabra
con corazón bueno y sincero, y dar fruto con nues-
tra perseverancia. Oremos.
V Y ahora digamos juntos:
R Oh Espíritu Santo, ilumina nuestro corazón para
que tomemos conciencia de la relación misteriosa
y profunda que existe entre nosotros y Cristo, de
quien venimos, para el que vivimos y al cual nos
dirigimos. Te rogamos que en estos días no brille
para nosotros ninguna otra luz que no sea Cristo,
luz del mundo. Que nada atraiga nuestro ánimo fue-
ra de la verdad y las palabras del Señor, nuestro
único maestro. Que ninguna otra aspiración nos
guíe, sino solo el deseo de serle totalmente fieles. A
Cristo, nuestro principio, nuestra vida y nuestro
guía, nuestra esperanza y nuestra meta, honor y
gloria por los siglos de los siglos. Amén.
(Canto de conclusión)
CELEBRACIÓN DE CLAUSURA
DE LOS EJERCICIOS
1. Saludo del celebrante
Hermanos, poned por obra la Palabra y no os conten-
téis sólo con oírla, engañándoos a vosotros mismos.
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Acoged, pues, la Palabra que habéis oído con corazón
bueno y sincero, observadla y dad fruto con vuestra
perseverancia. (cf Sant 1,22; Lc 8,15).
V Oremos.
Oh Señor, en estos días nos has hablado al corazón,
nos has manifestado tu verdad y nos has renovado
con tu amor, concédenos vivir con alegría y fidelidad
la Palabra que hemos escuchado. Por Cristo nuestro
Señor.
R Amén.
2. Escucha de la palabra
De la carta a los colosenses 2, 6-7.12-14; 3, 3-4
Por tanto, ya que habéis aceptado a Cristo Jesús, el
Señor, proceded unidos a él, arraigados y edificados
en él, afianzados en la fe que os enseñaron, y rebo-
sando agradecimiento. Por el bautismo fuisteis se-
pultados con Cristo y habéis resucitado con él, por
la fe en la fuerza de Dios que lo resucitó de los muer-
tos. Y a vosotros, que estabais muertos por vuestros
pecados y la incircuncisión de vuestra carne, os vi-
vificó con él. Canceló la nota de cargo que nos con-
denaba con sus cláusulas contrarias a nosotros; la
quitó de en medio, clavándola en la cruz.
Por tanto, si habéis resucitado con Cristo, buscad los
bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la
derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a
los de la tierra. Porque habéis muerto; y vuestra vida
está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca
Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apa-
receréis gloriosos, juntamente con él.
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Meditación personal
Salmo de meditación 118, 26-27. 29-35
Te expliqué mi camino, y me escuchaste:
enséñame tus leyes;
instrúyeme en el camino de tus decretos,
y meditaré tus maravillas.
Apártame del camino falso,
y dame la gracia de tu voluntad;
escogí el camino verdadero,
deseé tus mandamientos.
Me apegué a tus preceptos,
Señor, no me defraudes;
correré por el camino de tus mandatos
cuando me ensanches el corazón.
Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes,
y lo seguiré puntualmente;
enséñame a cumplir tu voluntad
y a guardarla de todo corazón;
guíame por la senda de tus mandatos,
porque ella es mi gozo.
De la carta a los Romanos 12, 1-13
Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de
Dios, a que presentéis vuestros cuerpos como sacri-
ficio vivo, santo, agradable a Dios; este es vuestro cul-
to espiritual. Y no os amoldéis a este mundo, sino
transformaos por la renovación de la mente, para que
sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es
lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.Por la gracia de
Dios que me ha sido dada os digo a todos y a cada
uno de vosotros: No os estiméis en más de lo que con-
viene, sino estimaos moderadamente, según la me-
dida de la fe que Dios otorgó a cada cual. Pues, así
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como en un solo cuerpo tenemos muchos miembros,
y no todos los miembros cumplen la misma función,
así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo
en Cristo, pero cada cual existe en relación con los
otros miembros. Teniendo dones diferentes, según la
gracia que se nos ha dado, deben ejercerse así: la pro-
fecía, de acuerdo con la regla de la fe; el servicio, de-
dicándose a servir; el que enseña, aplicándose a la
enseñanza; el que exhorta, ocupándose en la exhor-
tación; el que se dedica a distribuir los bienes, hága-
lo con generosidad; el que preside, con solicitud; el
que hace obras de misericordia, con gusto. Que vues-
tro amor no sea fingido; aborreciendo lo malo, ape-
gaos a lo bueno. Amaos cordialmente unos a otros;
que cada cual estime a los otros más que a sí mismo;
en la actividad, no seáis negligentes; en el espíritu,
manteneos fervorosos, sirviendo constantemente al
Señor. Que la esperanza os tenga alegres; manteneos
firmes en la tribulación, sed asiduos en la oración;
compartid las necesidades de los santos; practicad
la hospitalidad.
Homilía de los recuerdos
Preces
V Elevemos nuestra oración confiada al Padre, que
nos ha llamado a seguir a Cristo por el camino es-
trecho de los consejos evangélicos.
V Señor, que en el Bautismo nos has consagrado a
tu servicio,
R danos la fuerza del Espíritu Santo para que imite-
mos fielmente la forma de vida que Jesucristo abra-
zó cuando vino al mundo para hacer la voluntad del
Padre.
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11.9 Page 109

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V Te rogamos, Señor:
R Ayúdanos a amar y a vivir los consejos evangélicos
de la castidad consagrada, de la pobreza y de la
obediencia, como un don divino.
V Cristo se hizo obediente hasta la muerte en cruz.
R Guíanos, Señor, para que sepamos leer, con la ayu-
da de las Constituciones, de los superiores y de la
comunidad, los signos de tu voluntad, y ayúdanos
a vivirla plenamente en el amor.
V Cristo se hizo pobre para solidarizarse con los úl-
timos y enriquecernos con su Amistad.
R Señor, concédenos vivir esta opción con alegría, po-
ner nuestra confianza en la Providencia, para que
nuestra pobreza sea siempre un acto de amor a ti y
al prójimo.
V Tú nos llamas al celibato para servicio de los
jóvenes.
R Que nuestra respuesta de fe sea generosa y cons-
tante, y nos haga portadores del mensaje de pure-
za liberadora.
V Acoge nuestra oración por la Iglesia: que sea en
el mundo signo de resurrección y de amor.
R Te pedimos por los hombres de nuestro tiempo, para
que acojan el mensaje de salvación con humildad
y alegría.
V Recompensa con los dones del Espíritu al predi-
cador que ha guiado esta tanda de Ejercicios y a
cuantos se han prestado para animarla.
R La Palabra que hemos acogido renueve nuestra fi-
delidad a Don Bosco y sostenga nuestro esfuerzo
en las comunidades.
108

11.10 Page 110

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3. Renovación de los votos
V Renovamos ahora nuestra entrega total a Cristo y
a los hermanos en la Sociedad Salesiana. Sea nues-
tra opción la adhesión de amor de los discípulos
al amor del Padre que llama.
R Dios Padre, Tú me consagraste a Ti en el día de mi
bautismo. Como respuesta al amor de Jesús, tu Hijo,
que me llama a seguirlo más de cerca, y, conducido
por el Espíritu Santo, que es luz y fuerza, yo, con
plena libertad, te ofrezco todo mi ser, comprome-
tiéndome a entregar todas mis energías a quienes
me has enviado, especialmente a los jóvenes más
pobres, a vivir en la Sociedad Salesiana en comu-
nión fraterna de espíritu y de acción, y a participar,
de ese modo, en la vida y en la misión de tu Iglesia.
Por esto, en presencia de mis hermanos, renuevo el
voto de vivir obediente, pobre y casto según el cami-
no evangélico trazado en las Constituciones
salesianas.
Tu gracia, Padre, la intercesión de María Santísima
Auxiliadora, de san José, de san Francisco de Sales,
de san Juan Bosco, y mis hermanos salesianos, me
asistan todos los días y me ayuden a ser fiel.
Amén.
V Oremos. Oh Dios, Padre nuestro, fuente de nuestra
vida, concédenos, por intercesión de san Juan
Bosco, trabajar con renovado entusiasmo en tu
viña y ser entre los jóvenes testimonios creíbles
de tu amor. Por Cristo nuestro Señor.
R Amén.
109

12 Pages 111-120

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12.1 Page 111

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ONOMÁSTICO O CUMPLEAÑOS
DE LOS HERMANOS
Oración por un hermano en su cumpleaños
Oh Dios, nuestros tiempos y estaciones están en tus
manos. Mira con benevolencia a nuestro hermano
(N) que comienza un año más de su vida. Haz que
pueda crecer en sabiduría y gracia; fortalece su con-
fianza en tu bondad durante todos los días de su
vida; vela sobre él en el trascurso de los días; ben-
dícelo y guíalo donde quiera que esté; fortalece sus
manos en el cumplimiento de su trabajo; confórtalo
cuando se halle en dificultades y tristeza; levántalo
cuando caiga, para que siempre encuentre en su co-
razón la paz en tu amor. Dios, Padre nuestro, como
el nacimiento de Jesús causó gran alegría a María
y a José, la vida de nuestro hermano sea una bendi-
ción para tu pueblo. Te agradecemos por haberlo
llamado a ser un apóstol de los jóvenes y un porta-
dor de tu amor hacia ellos. ¡Que pueda siempre cre-
cer en tu fe, esperanza y amor! Te lo pedimos por
Cristo nuestro Señor. Amén.
Oración por el propio cumpleaños
Señor, deja que esta fiesta de mi cumpleaños me haga
recordar todos los dones y bendiciones que he reci-
bido de ti, hoy y en todos los días de mi vida. Te agra-
dezco el don de mi vida y de mi vocación, y te pido
que los llene durante un año más de tu presencia,
para que pueda seguir creciendo, como un instru-
mento de tu amor por los jóvenes. Dios del amor, te
doy gracias por mis queridos padres, que me dieron
110

12.2 Page 112

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la vida y me criaron. Te agradezco que me hayas lla-
mado a celebrar la vida en medio de los jóvenes. Tú
has sido bueno conmigo todos estos años y me has
custodiado en la palma de tu mano. No sé lo que me
espera o cuál es mi futuro. Pero sé que puedo contar
con tu fidelidad. Mi fidelidad es solo una sombra de
la gran confianza que Tú tienes en mí. Que mis cami-
nos te sean gratos en los días futuros. Está junto a mí
cuando camine solo; levántame con tu fuerza cuan-
do tropiece; hazme ver tu luz cuando las tinieblas me
rodeen. Haz que pueda ser creativo y amable, tal como
Tú me quieres. Te lo pido con la plena certeza de tu
amor hacia mí y con la segura esperanza de encon-
trarte algún día cara a cara en la eternidad. Amén.
Oración por un hermano en su onomástico
-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-··············
Padre celestial, en tu sabiduría has llamado a muje-
res y hombres a la vida consagrada, para que, con su
orante observancia de una vida pobre, casta y obe-
diente, sean auténticos testigos tuyos. Tú los has ele-
gido en tu amor providente y les has dado el nombre
y la identidad de verdaderos ciudadanos del cielo.
¡Mira con amor a nuestro hermano (N) que hoy cele-
bra su onomástico! Dale, Señor, la gracia y la alegría
de la perseverancia en su santa vocación salesiana
por la intercesión de su santo patrón (N). Que conti-
núe experimentando la fuerza y ​la belleza de tu lla-
mada, mientras que tu amor lo guía hacia nuevos ho-
rizontes. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.
111

12.3 Page 113

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12.4 Page 114

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4
EN OCASIONES
ESPECIALES

12.5 Page 115

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12.6 Page 116

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TOMA DE POSESIÓN DEL DIRECTOR
(Fuera de la celebración eucarística)
Si el rito de la toma de posesión se desarrolla durante
la concelebración eucarística, después de la lectura del
Evangelio y de una breve monición introductoria se
leen los artículos constitucionales. El Inspector, o quien
haga sus veces, lee el decreto de nombramiento y tie-
ne una breve homilía; el nuevo director hace la profe-
sión de fe y sigue la oración común de intercesión.
Después de la comunión se puede cantar el «Te Deum»
de acción de gracias.
Canto inicial
Saludo litúrgico e invitación
Oración
V Oh Dios, que en san Juan Bosco has dado a tu
Iglesia un padre y un maestro de la juventud, ben-
dice a quien ha sido investido de autoridad y co-
mienza su mandato, para que con caridad pasto-
ral, sabiduría discreta y atención premurosa, pue-
da animar a la comunidad y promover una reno-
vada presencia entre los jóvenes. Por Cristo nuestro
Señor.
R Amén.
Escucha de la Palabra
Lectura
1 Cor 2,1-16: Mi sabiduría es Cristo
Yo mismo, hermanos, cuando vine a vosotros a anun-
ciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elo-
cuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me
115

12.7 Page 117

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precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y este
crucificado. También yo me presenté a vosotros dé-
bil y temblando de miedo; mi palabra y mi predica-
ción no fue con persuasiva sabiduría humana, sino
en la manifestación y el poder del Espíritu, para que
vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hom-
bres, sino en el poder de Dios. Sabiduría, sí, hablamos
entre los perfectos; pero una sabiduría que no es de
este mundo ni de los príncipes de este mundo, con-
denados a perecer, sino que enseñamos una sabidu-
ría divina, misteriosa, escondida, predestinada por
Dios antes de los siglos para nuestra gloria. Ninguno
de los príncipes de este mundo la ha conocido, pues,
si la hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado
al Señor de la gloria.
Sino que, como está escrito: Ni el ojo vio, ni el oído
oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha prepa-
rado para los que lo aman. Y Dios nos lo ha revelado
por el Espíritu; pues el Espíritu lo sondea todo, inclu-
so lo profundo de Dios. Pues, ¿quién conoce lo íntimo
del hombre, sino el espíritu del hombre, que está den-
tro de él? Del mismo modo, lo íntimo de Dios lo cono-
ce solo el Espíritu de Dios.
Pero nosotros hemos recibido un Espíritu que no es
del mundo; es el Espíritu que viene de Dios, para que
conozcamos los dones que de Dios recibimos. Cuando
explicamos verdades espirituales a hombres de es-
píritu, no las exponemos en el lenguaje que enseña
el saber humano, sino en el que enseña el Espíritu.
Pues el hombre natural no capta lo que es propio del
Espíritu de Dios, le parece una necedad; no es capaz
de percibirlo, porque solo se puede juzgar con el
116

12.8 Page 118

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criterio del Espíritu. En cambio, el hombre espiritual
lo juzga todo, mientras que él no está sujeto al juicio
de nadie. «¿Quién ha conocido la mente del Señor
para poder instruirlo?». Pues bien, nosotros tenemos
la mente de Cristo.
O bien
Ef 4, 1-7.11-16
Así, pues, yo, el prisionero por el Señor, os ruego que
andéis como pide la vocación a la que habéis sido
convocados. Sed siempre humildes y amables, sed
comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor,
esforzándoos en mantener la unidad del Espíritu con
el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu,
como una sola es la esperanza de la vocación a la que
habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautis-
mo. Un Dios, Padre de todos, que está sobre todos, ac-
túa por medio de todos y está en todos.
A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según
la medida del don de Cristo. […] Y él ha constituido a
unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelis-
tas, a otros, pastores y doctores, para el perfecciona-
miento de los santos, en función de su ministerio, y
para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que
lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conoci-
miento del Hijo de Dios, al Hombre perfecto, a la me-
dida de Cristo en su plenitud. Para que ya no seamos
niños sacudidos por las olas y llevados a la deriva
por todo viento de doctrina, en la falacia de los hom-
bres, que con astucia conduce al error; sino que, rea-
lizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas
las cosas hacia él, que es la cabeza: Cristo, del cual
todo el cuerpo, bien ajustado y unido a través de todo
117

12.9 Page 119

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el complejo de junturas que lo nutren, actuando a la
medida de cada parte, se procura el crecimiento del
cuerpo, para construcción de sí mismo en el amor.
Antifona al Salmo (84,2-3.4.5-6.10-11.12-13)
Dichoso quien vive en tu casa, Señor. Aleluya
¡Qué deseables son tus moradas,
Señor de los ejércitos!
Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío.
Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza
al preparar su peregrinación:
Fíjate, oh Dios, en nuestro Escudo,
mira el rostro de tu Ungido.
Vale más un día en tus atrios
que mil en mi casa,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados.
Porque el Señor es sol y escudo,
él da la gracia y la gloria;
el Señor no niega sus bienes
a los de conducta intachable.
118

12.10 Page 120

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¡Señor de los ejércitos, dichoso el hombre
que confía en ti!
Evangelio Mc 10, 35-45
Se le acercaron los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan,
y le dijeron: «Maestro, queremos que nos hagas lo que
te vamos a pedir». Les preguntó: «¿Qué queréis que haga
por vosotros?». Contestaron: «Concédenos sentarnos en
tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda». Jesús
replicó: «No sabéis lo que pedís, ¿podéis beber el cáliz
que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con
que yo me voy a bautizar?». Contestaron: «Podemos».
Jesús les dijo: «El cáliz que yo voy a beber lo beberéis,
y seréis bautizados con el bautismo con que yo me voy
a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquier-
da no me toca a mí concederlo, sino que es para quie-
nes está reservado». Los otros diez, al oír aquello, se in-
dignaron contra Santiago y Juan. Jesús, llamándolos,
les dijo: «Sabéis que los que son reconocidos como je-
fes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los
oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser
grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el
que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el
Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a ser-
vir y dar su vida en rescate por muchos».
De las Constituciones Salesianas (Art. 176; 44; 55)
176. El Superior de cada comunidad recibe el nombre
de Director. Es el primer responsable de la vida reli-
giosa, de las actividades apostólicas y de la adminis-
tración de los bienes.
Con la colaboración de su Consejo, anima y gobierna
la comunidad a tenor de las Constituciones y los
119

13 Pages 121-130

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13.1 Page 121

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Reglamentos generales.
44. El mandato apostólico, que nos confía la Iglesia,
lo reciben y realizan, en primer lugar las comunida-
des inspectoriales y locales. Sus miembros tienen
funciones complementarias con incumbencias todas
ellas importantes. Son conscientes de que la cohe-
sión y la corresponsabilidad fraterna permiten lograr
los objetivos pastorales.
El Inspector y el Director, como animadores del diá-
logo y la participación, guían el discernimiento pas-
toral de la comunidad, para que camine unida y fiel
en la realización del proyecto apostólico
55. El Director representa a Cristo que une a los su-
yos en el servicio del Padre. Está en el centro de la
comunidad, como hermano entre hermanos, que re-
conocen su responsabilidad y autoridad.
Su primera incumbencia es animar a la comunidad, para
que viva en la fidelidad a las Constituciones y crezca en
la unidad. Coordina los esfuerzos de todos, teniendo en
cuenta los derechos, deberes y capacidad de cada uno.
Tiene también responsabilidad directa para con cada
hermano. Le ayuda a realizar su vocación personal y
lo sostiene en el trabajo que le está confiado.
Extiende su solicitud a los jóvenes y los colaborado-
res, para que crezcan en la corresponsabilidad de la
misión común.
En las palabras, en los contactos frecuentes y en las
decisiones oportunas, es padre, maestro y guía
espiritual.
120

13.2 Page 122

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Lectura del decreto del nombramiento
(Por parte del Inspector, que concluye con una breve homilía)
Letanía de los Santos…
V Invoquemos la ayuda de María Santísima
Auxiliadora y la intercesión de los Santos sobre
la comunidad, para que, con un guía sabio y en
un clima fraterno de colaboración, sea en la Iglesia
presencia viva de la única vocación de los creyen-
tes a la santidad en Cristo Jesús.
Se procede con el esquema habitual de las Letanías de
los Santos, eligiendo nombres significativos, los miem-
bros glorificados de la Familia Salesiana y el patrón del
nuevo superior. Terminadas las letanías, el director hace
la profesión de fe.
Profesión de fe
Yo, (N), con fe firme, creo y profeso todas y cada una
de las cosas que se contienen en el Símbolo de la fe
usado por la Santa Iglesia Romana, a saber:
Creo en un solo Dios Padre Omnipotente, creador del
cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible;
Creo en un solo Señor Jesucristo, Hijo de Dios unigé-
nito, y nacido del Padre antes de todos los siglos, Dios
de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdade-
ro, engendrado, no hecho, consustancial con el Padre;
por quien fueron hechas todas las cosas; que por no-
sotros los hombres y por nuestra salvación, descen-
dió de los cielos, y se encarnó de la Virgen María por
obra del Espíritu Santo, y se hizo hombre; fue cruci-
ficado también por nosotros bajo Poncio Pilato, pa-
deció y fue sepultado; y resucitó el tercer día según
121

13.3 Page 123

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las Escrituras, y subió al cielo, está sentado a la dies-
tra del Padre, y otra vez ha de venir con gloria a juz-
gar a los vivos y a los muertos, y su reino Además,
doy la bienvenida y profeso todas las verdades indi-
viduales que sobre la doctrina sobre la fe y la con-
ducta fueron definidas por la Iglesia con un juicio so-
lemne y afirmadas y declaradas con magisterio or-
dinario, tal como lo propone, especialmente aquellas
concernientes al misterio de la Santa Iglesia, de Cristo,
sus sacramentos y el sacrificio de la misa, así como
la primacía del Romano Pontífice.
Creo en el Espíritu Santo, Señor y vivificador, que del
Padre y del Hijo procede; que con el Padre y el Hijo con-
juntamente es adorado y juntamente glorificado; que ha-
bló por los profetas;
Creo en la Iglesia, una, santa, católica y apostólica.
Confieso un solo bautismo para la remisión de los pe-
cados, y espero la resurrección de los muertos y la
vida del siglo venidero. Amén.
Además, acepto y profeso cada una de las verdades
particulares que sobre la doctrina sobre la fe y la con-
ducta han sido definidas solemnemente por la Iglesia
o afirmadas y declaradas con magisterio ordinario,
tal como son propuestas, especialmente aquellas con-
cernientes al misterio de la Santa Iglesia de Cristo,
sus Sacramentos y el Sacrificio de la Misa, así como
el primado del Romano Pontífice.
Preces
V Iluminados y animados por tantas enseñanzas y ex-
hortaciones, abramos nuestro corazón a la súplica,
para que Dios bendiga a esta comunidad e ilumine
el camino de guía espiritual del nuevo superior.
122

13.4 Page 124

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V Por nuestra comunidad consagrada al servicio de
los jóvenes:
El admirable ejemplo de paternidad de nuestro
Fundador sea para nosotros una imagen para
contemplar, un modelo de referencia y un valor
que hay que actualizar.
Por el nuevo director (N), llamado al servicio de la
autoridad:
Que oriente con el carisma de su ministerio el espíritu
y la acción de los hermanos.
Por el nuevo director, puesto para promover la uni-
dad y la comunión fraterna con la gracia del Espíritu:
Que ponga todo su empeño en construir una ver-
dadera familia en el respeto mutuo y en la uni-
dad de miras.
Por el director saliente (N), a quien expresamos nuestro
agradecimiento con el recuerdo fraterno en la oración:
Que el Señor continúe bendiciéndolo por el tra-
bajo que ha realizado en nuestra comunidad y
lo acompañe en su nueva misión.
Por nuestros destinatarios y por los que encontramos
en nuestro trabajo diario:
Que sepamos acogerlos con generosidad, edu-
carlos con paciente y firme bondad, y amarlos
con una benevolente amistad.
Por las vocaciones a la vida salesiana:
El Señor suscite nuevos operarios para su mies
y nos haga sentir la urgencia de ser una propue-
sta de un compromiso cristiano radical, digna
de ser asumida por los jóvenes.
123

13.5 Page 125

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Por nosotros, reunidos aquí para dar la bienvenida al
nuevo superior:
Que aprendamos a servir a Dios en los jóvenes
y a compartir juntos las alegrías y los sufrimien-
tos de nuestro trabajo.
Por los hermanos que dejan nuestra comunidad:
Nuestro gracias y el recuerdo fraterno vayan
acompañados por la recompensa del Señor.
Por los hermanos que han sido destinados a esta casa:
La cordial acogida, sostenida por la gracia, los
acompañe en el nuevo trabajo.
Padre nuestro…
Abrazo de paz
V En el Espíritu de Cristo resucitado, que nos ha he-
cho hermanos con el corazón de Don Bosco, nos
damos fraternalmente la paz.
Oración final
V Dios Padre, que en este momento de cambio en el
servicio de la autoridad, nos invitas a la gratitud y a
la confianza mediante un signo renovado de tu pro-
videncia, haz que caminemos concordes en el bien
y podamos ser signos y portadores del amor de Dios
a los jóvenes. Que la ayuda de María Auxiliadora y
la intercesión de Don Bosco sean un augurio de gra-
cia en este nuevo año, sean sostén en las adversida-
des y nos den ánimo para superar las fatigas y las
dificultades. Por Cristo nuestro Señor.
R Amén.
Bendición
Canción final mariana (Magnificat)
124

13.6 Page 126

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TOMA DE POSESIÓN DEL INSPECTOR
Se sugieren celebraciones análogas a la precedente
oportunamente modificada. En cada comunidad se po-
drá poner una intención particular de oración por el
nuevo inspector.
LA VISITA INSPECTORIAL
Y LA VISITA EXTRAORDINARIA
La comunión y el crecimiento espiritual se promue-
ven también con encuentros de revisión, estimulados
por la presencia de un Superior (provincial o extraor-
dinario). Estos encuentros vienen a ser un balance
anual de la vida de la obra. El superior se encuentra
personalmente con los hermanos en un diálogo fra-
terno, orientado al bien espiritual de cada uno, de la
comunidad, y a incrementar la acción educativa entre
los jóvenes. Se trata de un momento del espíritu de fa-
milia que debe distinguir nuestra vida Salesiana.
Se sugiere comenzar con una celebración de oración,
en el contexto del Oficio de las Horas, en una liturgia
de la Palabra, o con una oración de invocación inicial.
La conclusión puede ser una concelebración eucarís-
tica o una celebración de la Palabra.
Esquema de celebración de la Palabra para la
apertura o clausura de la visita
Canto de comienzo
Invitación
V El Señor que guía nuestros pasos por los caminos
de la verdadera sabiduría esté con todos vosotros.
R Y con tu espíritu.
125

13.7 Page 127

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Acto penitencial
V Señor, que fuiste obediente a la voluntad del Padre,
perdona nuestro incumplimiento de tu Proyecto
de salvación.
R Señor, ten piedad.
V Cristo, que con atenta caridad te hiciste disponi-
ble para cuantos buscaban el Reino, perdona nues-
tra indolencia en la misión con los jóvenes.
R Cristo, ten piedad.
V Señor, que ofreciste tu vida para el perdón de los
pecadores, perdona el egoísmo personal y comu-
nitario que nos separa de las urgencias de los
necesitados.
R Señor, ten piedad.
Oración
V Oh Padre, que todo lo dispones en tu amor, ayú-
danos a distinguir los signos de los tiempos, a ha-
cer, no nuestra voluntad, sino la tuya para vivir en
la caridad recíproca y en la paciencia. Por Jesucristo
nuestro Señor.
R Amén.
Como alternativa a esta oración se aconseja utilizar las
posibilidades ofrecidas en los esquemas de celebra-
ción de encuentros comunitarios.
Escucha de la palabra
Para la celebración inicial:
Núm 6, 24-26: El Señor te bendiga y te proteja.
2 Cor 13, 5-10: Cristo habita en vosotros.
Rom 16, 17-20: Guardaos de aquellos que provo-
can divisiones.
126

13.8 Page 128

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Ef 6, 13-20: EI combate espiritual.
Sal 66, 1-6 (u otro canto responsorial):
Ant. El Señor ilumine nuestros pasos.
Para la celebración de clausura:
1 Tes 5, 16-24: Exigencias de la vida de
comunidad.
Sal 132 (o un canto responsorial).
Ant. Cuán bueno y agradable es que los hermanos
estén unidos.
Conferencia de introducción y de clausura del
Inspector (o Visitador extraordinario)
Preces para la celebración inicial
También se pueden insertar en la Misa.
V Reunidos por el amor de Dios y llamados como
comunidad a ser signos de caridad pastoral para
los jóvenes, le dirigimos nuestra oración confia-
da, para que haga disponibles nuestros corazones
en este momento de revisión fraterna.
R Ilumínanos, Señor, con tu sabiduría.
V Por la Iglesia santa de Dios:
R Sea testigo atento del amor de Dios a la humanidad,
poniéndose al servicio de las urgencias del tiempo
presente.
V Por los sacerdotes y los misioneros del Evangelio:
R Crezcan en santidad para anunciar con alegría el
Evangelio de la liberación, soportando cada día el
peso de la propia cruz.
V Por los pueblos y las naciones:
R Sientan la urgencia de construir una sociedad
127

13.9 Page 129

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fundada en el respeto a la dignidad de la persona
y en los valores de una vida no desautorizada por
la muerte.
V Por los jóvenes:
R Tengan la valentía de crecer en la verdadera liber-
tad y de entrar en la escuela de maestros sabios y
prudentes.
V Por los Salesianos:
R Sepan llevar adelante, con un trabajo diligente y
atento a las exigencias de las diversas culturas, la
herencia espiritual de Don Bosco.
V Por nuestro inspector (o visitador):
R El Señor lo ilumine en la valoración del proyecto
educativo de nuestra obra y en el encuentro perso-
nal con cada uno de nosotros.
V Por nuestra comunidad:
R Sea el lugar privilegiado para una atenta verifica-
ción y para estimular el crecimiento espiritual de
cada hermano en solidaridad y mutua
benevolencia.
Padre nuestro…
La oración que sigue puede concluir las invocaciones
durante la celebración
V Acepta, Señor, estas nuestras oraciones y haz que
estos días sean iluminados por tu gracia y tu bon-
dad. Te lo pedimos por intercesión de María
Auxiliadora, Don Bosco y nuestros patronos en
Cristo Jesús, nuestro Señor.
R Amén.
128

13.10 Page 130

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Preces para la celebración de cierre
También se pueden insertar en la misa.
V A Cristo, Señor de la historia, que nos ha prome-
tido el espíritu de verdad, sabiduría y bondad para
discernir la voluntad del Padre y vivificar a su
Iglesia en el trabajo y la santidad, ofrecemos nues-
tra oración confiada al final de esta visita inspec-
torial (extraordinaria), para que nos confirme en
la fidelidad a nuestra vocación y renueve nuestro
obrar.
VR Cristo, escúchanos.
V Para que la Iglesia, edificada sobre el fundamen-
to de los apóstoles, confirme en cada tiempo el
testimonio de Cristo resucitado mediante una en-
señanza sabia y una acción pastoral coherente.
Oremos.
V Por todos aquellos que han elegido el camino de
los consejos evangélicos en Cristo, para que sean
sal de la tierra, luz del mundo, presencia viva y
palpitante del carisma de sus fundadores. Oremos.
V Por nosotros salesianos, para que el Señor Jesús
nos haga intérpretes, en el hoy de la Iglesia y del
mundo, del proyecto educativo de Don Bosco y
suscite en cada uno de nosotros su mismo celo
por la promoción humana, cristianamente inspi-
rada, de los jóvenes. Oremos.
V Por esta obra, para que el Espíritu Santo manten-
ga viva siempre su presencia entre los jóvenes y
bendiga a todos aquellos que colaboran en el buen
éxito de su misión. Oremos.
V Por nosotros aquí reunidos en comunidad religio-
sa, para que el Señor nos ayude a no llamar
129

14 Pages 131-140

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14.1 Page 131

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buenas todas nuestras costumbres rutinarias, abra
nuestros corazones a la caridad fraterna y nos
ayude a verificar nuestro estilo de vida con las ob-
servaciones que el Superior nos hace. Oremos.
V Para que la experiencia de diálogo y confronta-
ción de esta visita nos ayude a descubrir nuevas
formas de vida comunitaria, dentro del respeto
mutuo y con el deseo de trabajar por el bien de la
Iglesia y de los pobres. Oremos.
V Para que sepamos hacer madurar en nosotros una
síntesis de santidad salesiana entre las exigencias
de nuestra consagración y el trabajo educativo
que hacemos. Oremos.
V Por (N): para que el Señor lo recompense por su ca-
pacidad de escucha, su prudente sapiencia en el diá-
logo fraterno y el constante interés por todos noso-
tros. Oremos.
R Padre Nuestro…
La oración que sigue puede concluir las invocaciones
durante la celebración
V Acepta, Señor, nuestros propósitos, confirma a toda
la comunidad en el vínculo de la caridad fraterna; que
las dificultades no desanimen a estos hijos tuyos, ni
las diferencias dividan a los que has reunido en tu
nombre. Protege a quienes has consagrado para se-
guir a Cristo, pobre, casto y obediente; bendice su tra-
bajo para que puedan anunciar a los jóvenes una nue-
va era de paz, justicia y seguridad, en la confiada es-
pera de la bienaventurada eternidad. En Jesucristo
nuestro Señor.
R Amén.
130

14.2 Page 132

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Bendicion y canto final
Oración por la comunidad
Se puede recitar durante la concelebración, después del
canto de la comunión o en una celebración de la Palabra,
incluso en lugar de las preces.
V Padre todopoderoso,
R has hecho todo con sabiduría y amor, y en los albores
del tiempo creaste al hombre a tu imagen; nada esca-
pa a tu mirada de misericordia; a la humanidad afligi-
da por el pecado antiguo, le has donado el día de salva-
ción en Cristo, tu Hijo; toda realidad halla en ti signifi-
cado y el dolor preludia la era de la alegría sin fin.
V ¡Hijo unigénito del Padre!
R Tú llamaste a los Doce, constituyéndolos signo de
tu gracia; con ellos recorriste los caminos de los po-
bres y los oprimidos para anunciar el día de la libe-
ración; en el sacrificio de la cruz fundaste la Iglesia,
enviando a los que creen en tu nombre a llevar el
Evangelio a todos los corazones disponibles.
V Espíritu de santidad,
R Tú infundes tu sabiduría en la Iglesia y despiertas
sabios testigos de la fe; la Iglesia palpita por tu inefa-
ble presencia; aquellos que son consagrados en la
vida religiosa marcan el ritmo del crecimiento en
Cristo de la comunidad de los creyentes.
V Bendice, oh Dios, nuestra comunidad:
R concédenos permanecer en el amor y ser un signo
de tu gracia.
V Bendícenos, oh Dios misericordioso, y perdónanos:
R tu afecto nos haga olvidar toda hostilidad e incom-
prensión mutua.
131

14.3 Page 133

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V Bendice, oh Dios, nuestro trabajo:
R guíanos en el servicio a los jóvenes, en la correc-
ción mutua, en el uso racional de las energías.
V Bendícenos, Dios, a todos nosotros, que estamos
reunidos en tu nombre:
R enséñanos a ser una comunidad hospitalaria, sere-
namente santa y abierta a los jóvenes.
V Vivamos los días de nuestra consagración en la
contemplación y en la acción entre los jóvenes, y
con el corazón de Don Bosco crezcamos en la acep-
tación y la eficacia de la misión.
R Amén.
ORACIONES A NUESTROS SANTOS PATRONOS
Desde el comienzo del Oratorio, Don Bosco propuso a los
jóvenes modelos de vida espiritual en los Santos; presen-
tó a san José como patrono de los jóvenes aprendices; y
a la naciente Congregación le mostró la caridad activa de
san Francisco de Sales como el estilo de su actividad
El recuerdo de los Santos.
En las celebraciones de los Santos, la Iglesia proclama, de
hecho, el misterio pascual de Cristo realizado en aquellos
que sufrieron con él y son glorificados con él. Por ello, son
propuestos a los fieles “sus ejemplos, para que lleven a to-
dos al Padre a través de Cristo”. Finalmente, por sus méritos,
fruto de su personal participación en la Pascua de Cristo,
se implora la riqueza de los beneficios divinos (cf SC 104).
“Celébrense como aniversarios de familia las fiestas de
nuestros santos y beatos. Cultívese la devoción a nues-
tros siervos de Dios” (Reg. 75).
132

14.4 Page 134

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San José
A ti, bienaventurado José,
recurrimos en nuestra tribulación,
e invocamos con confianza tu patrocinio,
junto con el de tu esposa la Virgen María.
Por el santo amor que te unió a María, Madre de Dios.
y por la custodia paterna del niño Jesús,
mira benigno al pueblo
que Cristo adquirió con su sangre.
Con tu ayuda socorre nuestras necesidades.
Custodio de la Sagrada Familia,
protege a la Iglesia de Jesucristo,
presérvanos de los errores y vicios
que turban el mundo,
y asístenos propicio en la lucha
contra el poder de las tinieblas.
Ayúdanos a vivir virtuosamente,
a morir en paz con Dios,
y a alcanzar la felicidad eterna en el cielo. Amén.
San Juan Bosco
Padre y maestro de la juventud, san Juan Bosco,
que dócil a los dones del Espíritu
y abierto a las realidades de tu tiempo,
fuiste para los jóvenes,
especialmente para los pequeños y los pobres,
signo de la predilección amorosa de Dios.
Enséñanos a ser amigos del Señor
Para que descubramos en Él y en su Evangelio
el sentido de la vida
y la fuente de la verdadera felicidad.
133

14.5 Page 135

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Ayúdanos a responder con generosidad
a la vocación recibida de Dios,
para ser en nuestra vida diaria
constructores de comunión
y, unidos a toda la Iglesia, colaborar con entusiasmo
en la edificación de la cultura del amor.
Alcánzanos la gracia de perseverar
en la vivencia intensa de la vida cristiana,
según el Espíritu de las bienaventuranzas.
Y haz que, guiados por María Auxiliadora,
nos encontremos un día contigo,
en la gran familia del cielo. Amén.
·S·-a·-n·-·Fr·-a·-n·-c·-is·-c·-o·-·de-·-S·-a·-l·es-
Oh San Francisco de Sales, que viviste con incansa-
ble dedicación tu ministerio pastoral, ayúdanos a ser
infatigables constructores del Reino. Danos en las di-
ficultades optimismo y dulzura, para que sepamos
llevar, sobre todo a los jóvenes, el amor de Cristo.
Enséñanos a cultivar una profunda vida interior, en-
raizada en la confianza en Dios y celebrada en la sim-
plicidad y en la alegría, para que caminando por la
senda de tus ejemplos, merezcamos alcanzar la pa-
tria del cielo. Amén.
O bien
Oh santo de la mansedumbre, Francisco de Sales, mo-
delo de virtudes evangélicas y regla viviente de san-
tidad, por el válido patrocinio que puedes ejercer en
favor nuestro, concédenos aprender a unir, a imitación
tuya, la mansedumbre con la fortaleza, la oración y la
mortificación con la caridad operativa. Haz que
134

14.6 Page 136

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vivamos en la comunión de Dios y de los hermanos,
y en la fidelidad a los compromisos de la consagra-
ción bautismal. Amén.
Santa María Mazzarello
Oh santa María Domenica Mazzarello,
que fuiste siempre fiel a los compromisos del Bautismo,
ayúdanos también a nosotros a realizar, día a día,
nuestra vocación cristiana.
Obtennos crecer en la paternidad de Dios
en cualquier situación de la vida
y a caminar en su presencia,
sirviéndolo en los hermanos
con un corazón humilde,
despegado de los bienes de este mundo que pasa.
Ayúdanos a ser siempre sinceros con Dios,
con nosotros mismos y con el prójimo,
viviendo nuestra jornada
en la radiante alegría de la esperanza.
Que así nuestra vida pueda ser,
bajo la guía materna de María Auxiliadora,
como la tuya: un continuo acto de amor,
por la gloria del Padre
y por la salvación de los hermanos.
Amén.
Santo Domingo Savio
Oh Dios, fuente de todo bien.
te bendecimos porque en santo Domingo Savio
has dado a los adolescentes
un admirable ejemplo de caridad y pureza,
y un modelo en la construcción
135

14.7 Page 137

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de verdaderas amistades espirituales.
Dócil a la acción de tu Espíritu,
él supo en poco tiempo recorrer
un camino simple y seguro de santidad,
en la alegría del corazón y en la fidelidad
a los deberes de cada día.
Ayúdanos a imitar su amor a la Eucaristía,
la confianza en María Inmaculada,
el celo apostólico por la salvación del prójimo,
y concédenos también a nosotros
crecer en la alegría y en el amor,
hasta la plena estatura de Cristo Señor,
que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
ORACIÓN PARA RECONOCIMIENTO
DE LA SANTIDAD
Oh Padre Misericordioso, te damos las gracias,
por haber dado a tu Iglesia y al mundo
al Siervo de Dios (N)
Él, con su dedicación a los hermanos,
nos ha enseñado a conocer y amar
a Jesucristo presente especialmente en los pequeños.
Fiel discípulo de Don Bosco,
ha dado testimonio del amor que previene,
pero también del amor misericordioso
del Buen Pastor
que busca a la oveja perdida.
Concédenos, Padre,
por la intercesión de (N), según tu voluntad,
la gracia que imploramos,
con la esperanza de que él sea pronto
contado entre tus santos.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
136

14.8 Page 138

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ENFERMEDAD
La enfermedad y el regreso a la Casa del Padre
El significado de la enfermedad y de la muerte
para los hijos de Don Bosco.
“La comunidad rodea de atenciones y cariño a los
hermanos ancianos y enfermos. Éstos, con la presta-
ción de los servicios que les sean posibles y aceptan-
do su situación personal, son fuente de bendición
para la comunidad, enriquecen su espíritu de fami-
lia y hacen más profunda su unidad (Const. 53).
Los hermanos ancianos y enfermos son una fuente
de bendición para la comunidad salesiana. En la ex-
periencia de la enfermedad, especialmente la final y
la terminal, su pasión apostólica adquiere un nuevo
significado. Viven el misterio del dolor, que redime y
salva, de una manera más íntima para uno mismo y
para los demás. Los otros hermanos están unidos con
su hermano que sufre en el más puro espíritu de fa-
milia y de participación en el sacrificio redentor de
Cristo. El enriquecimiento es mutuo. Mientras el her-
mano enfermo renueva y purifica su comunidad a
través de su sufrimiento y dolor, la comunidad des-
pierta en él, a través de su ayuda fraterna, abundan-
tes reservas de amor y perseverancia.
“Cuando llega la hora de dar a su vida consagrada la
realización suprema, los hermanos le ayudan a partici-
par con plenitud en la Pascua de Cristo. La esperanza
de entrar en el gozo de su Señor ilumina la muerte del
salesiano. Y cuando un salesiano muere trabajando por
las almas, la Congregación alcanza un gran triunfo. El
recuerdo de los hermanos difuntos une en la caridad
137

14.9 Page 139

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que no acaba a los hermanos que aún peregrinan con
quienes ya descansan en Cristo”. (Const. 54).
Don Bosco aseguró a sus primeros misioneros: “En
las fatigas y en los sufrimientos, no olvidemos que
tenemos un gran premio preparado en el cielo”. El sa-
lesiano es un apóstol hasta el final. Vive, ama y mue-
re como apóstol de los jóvenes. Su vida es un eco de
la pasión de Don Bosco: “He prometido a Dios que
hasta el último aliento sería para mis jóvenes”.
Servicios de oración ofrecidos en esta sección.
En caso de enfermedad o muerte, los hermanos de la
comunidad se reúnen para orar y meditar sobre el mis-
terio del sufrimiento, que va acompañado en la histo-
ria de la salvación por un don específico de Cristo -el
sacramento de la unción de los enfermos-, y para “pre-
pararse para la muerte”, como solía decir Don Bosco.
Esta sección contiene material específicamente ade-
cuado para la oración comunitaria, tomado de textos
litúrgicos de la Iglesia.
CELEBRACIONES COMUNITARIAS
POR UN HERMANO ENFERMO
Nuestra solidaridad con quien está enfermo y sufre
tiene sus raíces en Cristo, que en su vida terrena com-
partió el sufrimiento de los enfermos e hizo milagros
para ellos. Compartir los sufrimientos de los demás
es un testimonio de la vida de familia, que invita a
todos los miembros a compartir alegrías y dolores y
a aceptarlos con confianza como expresión de la vo-
luntad de Dios.
138

14.10 Page 140

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.V...i..s...i.t..a....a....u....n....e...n...f..e...r..m....o...
Bendecir a una persona enferma es una costumbre an-
tigua, que se remonta a Cristo y a los apóstoles. Por lo
tanto, toda comunidad, además del cuidado material, se
debería interesar por el cuidado espiritual de sus miem-
bros enfermos y encontrar en Cristo el significado de to-
das las circunstancias de la vida.
Saludo
V En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu
Santo.
R Amén.
V Que la paz del Señor esté siempre con vosotros.
R Y con tu espíritu.
Con las siguientes palabras, el ministro prepara al en-
fermo y a los presentes para recibir la bendición.
V El Señor Jesús bendijo y curó a enfermos y débi-
les de todo tipo. Recomendó a los discípulos que
se cuidaran de los enfermos, les impusieran las
manos y los bendijeran en su nombre. En esta ce-
lebración, recomendamos a Dios a nuestro herma-
no enfermo, para que pueda soportar paciente-
mente todos sus sufrimientos del cuerpo y del es-
píritu, comprendiendo que solo si participa en la
pasión de Cristo, participará también con Él en el
gozo de su resurrección. ¡Que Don Bosco, que cui-
dó la salud de sus chicos y de sus salesianos, ha-
ciendo incluso milagros, lo oriente hacia su bien-
estar espiritual, siendo nuestro intercesor y nues-
tro consuelo!
139

15 Pages 141-150

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15.1 Page 141

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Escucha de la palabra de Dios
Hch 3, 1-10
Pedro y Juan subían al templo, a la oración de la hora de
nona, cuando vieron traer a cuestas a un lisiado de naci-
miento. Solían colocarlo todos los días en la puerta del
templo llamada «Hermosa», para que pidiera limosna a
los que entraban. Al ver entrar en el templo a Pedro y a
Juan, les pidió limosna. Pedro, con Juan a su lado, se que-
dó mirándolo y le dijo: «Míranos». Clavó los ojos en ellos,
esperando que le darían algo. Pero Pedro le dijo: «No ten-
go plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en nombre de
Jesucristo Nazareno, levántate y anda». Y agarrándolo
de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le forta-
lecieron los pies y los tobillos, se puso en pie de un salto,
echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie,
dando brincos y alabando a Dios. Todo el pueblo lo vio
andando y alabando a Dios, y, al caer en la cuenta de que
era el mismo que pedía limosna sentado en la puerta
Hermosa del templo, quedaron estupefactos y descon-
certados ante lo que le había sucedido.
O bien
Mt 8, 14-17
Al llegar Jesús a la casa de Pedro, vio a su suegra en cama
con fiebre; le tocó su mano y se le pasó la fiebre; se levan-
tó y se puso a servirle. Al anochecer, le llevaron muchos
endemoniados; él, con su palabra, expulsó los espíritus
y curó a todos los enfermos para que se cumpliera lo di-
cho por medio del profeta Isaías: «Él tomó nuestras do-
lencias y cargó con nuestras enfermedades».
V Él ha tomado nuestras enfermedades.
R Y ha cargado con nuestras debilidades.
140

15.2 Page 142

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Respuesta
Sal 102, 1-2.18-20, 23-24
Ant. Señor, escucha mi oración, que mi grito lle-
gue hasta ti
Señor, escucha mi oración,
que mi grito llegue hasta ti;
Él se vuelve a las súplicas de los indefensos,
y no desprecie sus peticiones.
Quede esto escrito para la generación futura,
y el pueblo que será creado alabará al Señor.
El Señor ha mirado desde su excelso santuario,
desde el cielo se ha fijado en la tierra,
cuando se reúnan unánimes los pueblos
y los reyes para dar culto al Señor.
Él agotó mis fuerzas en el camino,
acortó mis días.
Oración de los fieles
Entre las peticiones propuestas a continuación, el ce-
lebrante puede elegir las más adecuadas o agregar
otras que estén más acordes con la situación o condi-
ción particular del paciente.
V Como una comunidad unida en el amor, oremos
con confianza a Cristo, nuestro Salvador, para que
consuele a nuestro hermano enfermo con su
gracia.
V Digamos juntos: Señor, bendice a nuestro herma-
no enfermo.
R Señor, bendice a nuestro hermano enfermo.
— Tú, que has venido como médico del cuerpo y
del alma, para sanar nuestras enfermedades.
141

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R Señor, bendice a nuestro hermano enfermo.
— Hombre de dolores, que cargaste con nuestros
sufrimientos y nuestras faltas.
R Señor, bendice a nuestro hermano enfermo.
— Tú que tuviste a tu madre al pie de la cruz para
compartir tus sufrimientos.
R Señor, bendice a nuestro hermano enfermo.
— Tú que deseas que completemos en nuestra
carne lo que falta en tu pasión para la salva-
ción de tu Cuerpo, la Iglesia.
R Señor, bendice a nuestro hermano enfermo.
Padre nuestro…
V Ahora, juntos, ofrecemos la oración que nuestro
Señor Jesucristo nos enseñó:
VR Padre nuestro…
Oracion final
V Padre, tu Hijo ha aceptado nuestros sufrimientos
para enseñarnos la virtud de la paciencia en la en-
fermedad humana. Escucha las oraciones que te
ofrecemos por nuestro hermano enfermo. Que todos
los que sufren dolor, enfermedad o debilidad, entien-
dan que han sido elegidos para ser santos y cono-
cer que están unidos a Cristo en sus sufrimientos
por la salvación del mundo. Te lo pedimos por Cristo
nuestro Señor.
R Amén.
Bendición
V Dios, el Padre, te dé su bendición.
R Amén.
142

15.4 Page 144

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V Cristo, Hijo de Dios, te otorgue la salud del cuerpo
y del espíritu.
R Amén.
V El Espíritu Santo te guíe hoy y siempre con su luz.
R Amén.
V Te bendiga, Dios todopoderoso, Padre, Hijo y
Espíritu Santo.
R Amén.
.R...i..t..o....d...e....l..a....c..o...m.....u...n...i..ó..n.....d...e....l..o...s...e...n...f..e...r..m.....o..s...
Saludo
V La gracia y la paz de Dios Padre y de nuestro Señor
Jesucristo estén con vosotros.
R Amén.
O bien
V Paz a vosotros (a esta casa) y a los que aquí
habitan.
R Y con tu espíritu.
Aspersión con el agua bendita
V Reaviva en nosotros, Señor, en el signo de esta agua
bendita, el recuerdo del Bautismo y de nuestra adhe-
sión a Cristo el Señor, crucificado y resucitado para
nuestra salvación.
Rito penitencial
V Hermanos, reconozcamos nuestros pecados y pi-
damos el perdón del Señor. (Silencio)
V Señor Jesús, tú has sanado a los enfermos: Señor,
ten piedad.
143

15.5 Page 145

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R Señor, ten piedad.
V Señor Jesús, tú perdonaste a los pecadores: Cristo,
ten piedad.
R Cristo, ten piedad.
V Señor Jesús, tú te diste a ti mismo para sanarnos
y darnos fuerza: Señor, ten piedad.
R Señor, ten piedad.
Lectura
Jn 6, 51
«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que
coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que
yo daré es mi carne por la vida del mundo».
O bien
Jn 5,54-58
«El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida
eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne
es verdadera comida, y mi sangre es verdadera be-
bida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita
en mí y yo en él. Como el Padre que vive me ha en-
viado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el
que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha ba-
jado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo
comieron y murieron; el que come este pan vivirá
para siempre».
O bien
Jn 15, 5
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que perma-
nece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque
sin mí no podéis hacer nada.
144

15.6 Page 146

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Silencio / comentario de la lectura
Oración de fieles
Padre nuestro
Comunión
V Este es el Cordero de Dios…
Oración en silencio
V Oh Dios omnipotente y eterno, el Cuerpo y la Sangre
de Cristo, tu Hijo, sean para nuestro hermano (N)
un remedio seguro para su cuerpo y para su alma.
Por Cristo nuestro Señor.
R Amén.
Bendición
V Dios Padre te conceda su bendición.
R Amén.
V Dios Hijo te done la salud del cuerpo y del alma.
R Amén.
V Dios Espíritu Santo te ilumine.
R Amén.
V Y que sobre todos los aquí presentes, descienda
la bendición de Dios Todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
R Amén.
.R...i..t..o....d...e....l..a....u...n...c...i.ó...n.....d...e....l..o..s....e...n...f..e...r..m.....o...s..
Como religiosos, estamos llamados a estar vigilantes y
prontos para la venida del Señor y a vivir este momen-
to de una manera especial. Se recomienda administrar
el sacramento de la unción de ancianos y enfermos
145

15.7 Page 147

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durante una celebración comunitaria, celebrada solem-
nemente con estos hermanos.
Saludo
V La gracia y la paz de Dios Padre y de nuestro Señor
Jesucristo estén con vosotros.
R Y con tu espíritu.
O bien
V Paz a vosotros (a esta casa) y a los que aquí
habitan.
R Y con tu espíritu.
Aspersión con el agua bendita
V Reaviva en nosotros, Señor, con el signo de esta
agua bendita, el recuerdo del Bautismo y de nues-
tra adhesión a Cristo el Señor, crucificado y resu-
citado para nuestra salvación.
Monición
V Queridos hermanos, Cristo nuestro Señor está pre-
sente en medio de nosotros reunidos en su nombre.
Dirijámonos a él con confianza, como los enfermos
del Evangelio. El, que tanto sufrió por nosotros, nos
dice por medio del apóstol Santiago: ¿Está enfermo
alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la
Iglesia, que recen por él y lo unjan con óleo en el
nombre del Señor. Y La oración hecha con fe salva-
rá al enfermo y el Señor lo restablecerá; y si hubie-
ra cometido algún pecado, le será perdonado”.
Recomendemos, pues, a nuestro hermano enfermo
a la bondad y al poder de Cristo, para que le dé ali-
vio y salvación.
146

15.8 Page 148

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Rito penitencial
V Hermanos, para prepararnos para esta santa un-
ción, reconozcamos nuestros pecados.
O bien
Hermanos, reconozcamos nuestros pecados y pida-
mos el perdón del Señor, para ser dignos de partici-
par en este rito sagrado, junto con nuestro hermano
enfermo.
R Yo confieso a Dios Todopoderoso…
O bien
V Señor Jesús, tú has sanado a los enfermos: Señor,
ten piedad.
R Señor, ten piedad.
V Señor Jesús, tú perdonaste a los pecadores: Cristo,
ten piedad.
R Cristo, ten piedad.
V Señor Jesús, tú te diste a ti mismo para sanarnos
y darnos fuerza: Señor, ten piedad.
R Señor, ten piedad.
El celebrante concluye el rito penitencial
con las siguientes palabras:
V Dios todopoderoso tenga piedad de nosotros, perdo-
ne nuestros pecados, y nos lleve a la vida eterna.
R Amén.
Lectura
Mt 11,25-30
En aquel momento tomó la palabra Jesús y dijo: «Te doy
gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has
147

15.9 Page 149

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escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se
las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha pa-
recido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre,
y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie cono-
ce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quie-
ra revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y
agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vo-
sotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de
corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas.
Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
O bien
Mc 2,1-12
Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se
supo que estaba en casa. Acudieron tantos que no
quedaba sitio ni a la puerta. Y les proponía la pala-
bra. Y vinieron trayéndole un paralítico llevado en-
tre cuatro y, como no podían presentárselo por el gen-
tío, levantaron la techumbre encima de donde él es-
taba, abrieron un boquete y descolgaron la camilla
donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe que te-
nían, le dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son
perdonados». Unos escribas, que estaban allí senta-
dos, pensaban para sus adentros: «¿Por qué habla
este así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados,
sino solo uno, Dios?». Jesús se dio cuenta enseguida
de lo que pensaban y les dijo: «¿Por qué pensáis eso?
¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te
son perdonados”, o decir: “Levántate, coge la camilla
y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del
hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pe-
cados —dice al paralítico—: “Te digo: levántate, coge
tu camilla y vete a tu casa”». Se levantó, cogió
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15.10 Page 150

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inmediatamente la camilla y salió a la vista de todos.
Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, dicien-
do: «Nunca hemos visto una cosa igual».
O bien
Lc 7,18b-23
Y Juan, llamando a dos de sus discípulos, 19 los envió al
Señor, diciendo: «¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos
que esperar a otro?». Los hombres se presentaron ante
él y le dijeron: «Juan el Bautista nos ha mandado a ti para
decirte: “¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que espe-
rar a otro?”». En aquella hora curó a muchos de enferme-
dades, achaques y malos espíritus, y a muchos ciegos
les otorgó la vista. Y respondiendo, les dijo: «Id y anun-
ciad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los
cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos
oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangeliza-
dos. Y ¡bienaventurado el que no se escandalice de mí!».
Silencio / comentario a la lectura
Oración litánica
V Hermanos dirijamos al Señor la oración dela fe
por nuestro hermano (N), y digamos juntos:
Escucha, Señor, nuestra oración.
R Escucha, Señor, nuestra oración.
V Para que el Señor venga a visitar a este enfermo.
y a consolarlo con la santa Unción, oremos.
R Escucha, Señor, nuestra oración.
V Para que en su poder lo libere de todo mal, oremos.
R Escucha, Señor, nuestra oración.
V Para que en su bondad alivie el sufrimiento de todos
149

16 Pages 151-160

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16.1 Page 151

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los enfermos, especialmente los más solos, oremos.
R Escucha, Señor, nuestra oración.
V Para que este enfermo, consagrado a Cristo me-
diante la profesión religiosa (y el sacerdocio) a tra-
vés de la Sagrada Unción con la imposición de
manos, obtenga vida y salvación, oremos.
R Escucha, Señor, nuestra oración.
Ahora el sacerdote impone sus manos sobre la cabeza
del enfermo orando en silencio. Si hay otros sacerdo-
tes, todos hagan lo mismo.
Acción de gracias sobre el aceite bendecido
V Bendito eres, oh Dios Padre Todopoderoso,
que por nosotros y por nuestra salvación.
has enviado a tu Hijo al mundo.
R ¡Gloria a ti, Señor!
V Bendito eres, oh Dios, Hijo Unigénito,
que te hiciste hombre para sanar nuestras
enfermedades.
R ¡Gloria a ti, Señor!
V Bendito eres, oh Dios, Espíritu Santo, Paráclito,
que con tu fuerza inagotable sostienes nuestra
debilidad.
R ¡Gloria a ti, Señor!
V Señor, nuestro hermano (N) que recibe en fe
la unción de este santo aceite,
encuentre alivio en sus dolores
y consuelo en sus sufrimientos.
Por Cristo nuestro Señor.
R Amén.
150

16.2 Page 152

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Unción
El celebrante unge al enfermo con el óleo bendito.
Primero en la frente diciendo:
V Por esta santa Unción
y por su bondadosa misericordia
te ayude el Señor
con la gracia del Espíritu Santo.
R Amén.
Después unge las manos diciendo:
V Para que, libre de tus pecados,
te conceda la salvación
y te conforte en la enfermedad.
R Amén.
V Te rogamos, Redentor nuestro, que por la gracia del
Espíritu Santo, fortalezcas a este hermano nuestro
enfermo, sanes sus debilidades, tú que lo has ele-
gido en nombre de Don Bosco. Perdona sus peca-
dos, aleja de él todo sufrimiento del alma y del cuer-
po y haz que vuelva a su quehacer ordinario con
plena serenidad y salud. Tú, que vives y reinas por
los siglos de los siglos.
R Amén.
Padre nuestro
V Y ahora, como comunidad reunida por el Dios del
Amor, oremos con confianza como Cristo nuestro
Señor nos enseñó:
R Padre nuestro…
Si el paciente recibe la Sagrada Comunión, inserte el Rito
de Comunión aquí, como en la Misa, que puede concluir-
se con la siguiente oración.
151

16.3 Page 153

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V Oh Dios omnipotente y eterno, el Cuerpo y la Sangre
de Cristo, tu Hijo, sea para nuestro hermano, (N)
un remedio seguro para su cuerpo y para su alma.
Por Cristo nuestro Señor.
R Amén.
Bendición
V Dios Padre te conceda su bendición.
R Amén.
V Dios Hijo te dé la salud del cuerpo y del alma.
R Amén.
V Dios Espíritu Santo te ilumine.
R Amén.
V Y sobre todos vosotros aquí presentes, descienda
la bendición de Dios Todopoderoso, Padre e Hijo y
Espíritu Santo.
R Amén.
.E...l...r..i..t..o....d...e...l...v...i.á...t..i..c..o...
Saludo
V La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de
Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo esté
con todos vosotros.
R Y con tu espíritu.
Aspersión con el agua bendita
V Reaviva en nosotros, Señor, en el signo de esta
agua bendita, el recuerdo del Bautismo y de nues-
tra adhesión a Cristo el Señor, crucificado y resu-
citado para nuestra salvación.
152

16.4 Page 154

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Monición
V Hermanos, nuestro Señor Jesucristo, antes de pa-
sar de este mundo al Padre, nos dejó el sacramen-
to de su cuerpo y de su sangre. A la hora del pa-
sar de esta vida a la unión con él, él nos ha forta-
lecido con este alimento para nuestro viaje y nos
ha consolado con la promesa de la resurrección.
Unidos a nuestro hermano en el amor de Cristo,
oremos por él.
Rito penitencial
V Hermanos, dirijámonos con confianza al Señor y
pidamos perdón por todos nuestros pecados.
R Yo confieso ante Dios Todopoderoso…
R Señor, ten piedad.
El celebrante concluye el rito penitencial con las si-
guientes palabras.
V Dios todopoderoso tenga piedad de nosotros, per-
done nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R Amén.
Indulgencia plenaria
Al final del rito penitencial, el celebrante puede conce-
der la indulgencia plenaria al moribundo, utilizando la
siguiente fórmula.
V En virtud de la facultad
que me otorga la Sede Apostólica,
te concedo la indulgencia plenaria.
y la remisión de todos los pecados,
en el nombre del Padre y del Hijo
y del Espíritu Santo.
R Amén.
153

16.5 Page 155

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Lectura
Jn 6, 54-58
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eter-
na, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es ver-
dadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El
que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y
yo en él. Como el Padre que vive me ha enviado, y yo
vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come
vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo:
no como el de vuestros padres, que lo comieron y mu-
rieron; el que come este pan vivirá para siempre».
O bien
Jn 14, 23
«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo
amará, y vendremos a él y haremos morada en él.»
O bien
1Cor 11,26
Cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz,
proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.
Silencio / comentario de la lectura
Renovación de la profesión
de fe bautismal
V ¿Crees en Dios, Padre todopoderoso, creador del
cielo y la tierra?
R Creo.
V Crees en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que
nació de la Virgen María, murió y fue sepultado, re-
sucitó de entre los muertos y se sienta a la derecha
del Padre?
R Creo.
154

16.6 Page 156

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V ¿Crees en el Espíritu Santo, la santa Iglesia Católica,
la comunión de los santos, el perdón de los peca-
dos, la resurrección de la carne y la vida eterna?
R Creo.
Preces litánicas
V Hermanos, reunidos en un solo espíritu, invoque-
mos al Señor Jesucristo por nuestro hermano (N),
que ha elegido libremente la vía estrecha de los
consejos evangélicos para seguirlo más de cerca.
Oremos juntos y digamos:
VR Asístelo, Señor.
V Señor Jesús, tú nos has amado hasta el final y te
has entregado a la muerte para que podamos te-
ner vida. Te pedimos:
R Asístelo, Señor.
V Señor Jesús, tú nos has dicho: “El que come mi carne
y bebe mi sangre tendrá vida eterna”. Te pedimos:
R Asístelo, Señor.
V Señor Jesús, tú nos invitas al banquete del cielo,
donde no habrá sufrimiento, ni llanto, ni tristeza,
ni separación. Te pedimos:
R Asístelo, Señor.
(Se pueden añadir otras invocaciones)
Viático
Sigue el Padre Nuestro y el Rito de la Comunión como
en la santa Misa, al final de la cual el celebrante reza:
V Oremos. Oh, Padre celestial, mira a nuestro her-
mano, que tú has consagrado en la profesión reli-
giosa (y en el sacerdocio) y que ahora, con fe en
155

16.7 Page 157

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Cristo, se confía a tus promesas. Concédele que,
fortalecido por el Cuerpo de tu Hijo, pueda entrar
en paz en tu reino. Por Cristo nuestro Señor.
R Amén.
Bendición
V El Señor te bendiga y te proteja.
R Amén.
V El Señor te guíe y te dé fortaleza.
R Amén.
V El Señor vele sobre ti, te guarde y te bendiga en
la paz.
R Amén.
V La bendición del Dios todopoderoso, Padre e Hijo
y Espíritu Santo descienda sobre vosotros y per-
manezca siempre con vosotros.
R Amén.
.O...r..a...c...i..o..n....e..s....p...a...r..a.....r..e..c...o...m.....e..n....d...a...r...a....l..o...s....m....o...r..i..b...u...n...d....o..s...
A modo de testimonio de nuestra dignidad, como cris-
tianos y religiosos, es oportuno reavivar nuestra fe y
nuestra esperanza en el momento del adiós a un herma-
no. Usando el texto del Ritual, ofrecemos unas líneas a
modo de guía.
Textos breves, palabras de Jesús, jaculatorias
— “¿Quién podrá entonces separarnos del amor
de Cristo?”(Rom 8, 35).
— “Tanto en la vida como en la muerte, pertene-
cemos al Señor” (Rom 14, 8).
— “Tenemos una morada permanente en el cielo, no
construida por el hombre, sino por Dios” (2 Cor 5, 1).
156

16.8 Page 158

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— “Estaremos siempre con el Señor” (1 Tes 4, 17).
— “Veremos a Dios tal cual es” (1 Jn 3, 2).
— “A ti, Señor, levanto mi alma” (Sal 25, 1).
— “El Señor es mi luz y mi salvación” (Sal 27,1).
— “Espero gozar de la dicha del Señor en el país
de la vida” (Sal 27, 13).
— “Aunque camine por cañadas oscuras nada temo,
porque tú vas conmigo” (Sal 23, 4).
— “Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad
el reino preparado para vosotros” (Mt 25, 34).
— “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23, 43).
— “Me voy a prepararos un lugar. Volveré y os lle-
varé conmigo” (Jn 14,2-3).
— “Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el
que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna”
(Jn 6, 40).
— “A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu”
(Sal 31, 6).
— “Señor Jesús, recibe mi espíritu” (Hch 7, 59).
— Santa María, ruega por mí.
— San José, ruega por mí.
— Jesús, José y María, asistidme en mi última
agonía.
Lectura
a) Antiguo Testamento
Se puede elegir una de las lecturas siguientes:
Is 35, 3-4. 6c-7. 10
Job 19, 1. 23-27
b) Salmo responsorial (uno a elegir)
Sal 23: Ant. El Señor es mi pastor, nada me falta.
Sal 25: Ant. A ti, Señor, levanto mi alma.
157

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c) Nuevo Testamento
1 Cor 15, 1-8
1 Jn 4, 16
Jn 6, 37-40
Jn 14, 1-6.23.27
Letanías de los Santos
Señor, ten piedad de nosotros
Cristo, ten piedad de nosotros,
Señor, ten piedad de nosotros,
Todos los santos ángeles y arcángeles,
rogad por nosotros
Abraham, nuestro padre en la fe
ruega por nosotros
David, guía del pueblo de Dios
Todos los santos patriarcas y profetas
San Juan Bautista,
San José,
Santos Pedro y Pablo,
San Andrés,
San Juan,
Santa María Magdalena
San Esteban
Sn Ignacio
San Lorenzo
Santas Perpetua y Felicidad
Santa Inés
San Gregorio
San Agustín
San Atanasio
San Basilio
San Martín
San Benito
158

16.10 Page 160

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Santos Francisco y Domingo
San Francisco Javier
San Juan María Vianney
Santa Catalina
Santa Teresa
San Juan Bosco
Santa María Mazzarello
San Francisco de Sales
Santo Domingo Savio
San (N) (Patrono del hermano)
Vosotros todos los Santos y Santas de Dios
En tu misericordia, líbranos, Señor
De todo mal
De todo pecado
Del poder de satanás
En el momento de la muerte
De la muerte eterna
En el día del juicio
Por tu encarnación
Por ti pasión y por tu cruz
Por tu muerte y resurrección
Por tu santa asunción
Por el don del Espíritu Santo
Nosotros pecadores te rogamos óyenos
Conduce a (N) a la vida eterna, prometida en el
bautismo
Resucita a (N) en el día de juicio, porque se ha ali-
mentado con el pan de vida eterna
Concede a (N) tomar parte en tu gloria, porque ha
tomado parte en tu pasión y muerte
Jesús, Hijo de Dios vivo
Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos
Cristo, ten piedad de nosotros
159

17 Pages 161-170

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17.1 Page 161

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V Parte, oh alma cristiana, de este mundo en el nom-
bre de Dios Padre omnipotente, que te ha creado;
en el nombre de Jesucristo, Hijo del Dios vivo, que
ha sufrido por ti; en el nombre del Espíritu Santo,
que ha sido derramado sobre ti.
Parte, oh fiel cristiano. Que hoy puedas vivir en
paz, mores con Dios en Sion, con María, Virgen y
Madre de Dios, con San José y con todos los ánge-
les y santos.
R Amén.
V Te confío, querido hermano, a Dios omnipotente,
y te entrego a tu Creador. Que puedas volver a Él,
que te formó del polvo de la tierra. María Santísima,
los ángeles y todos los santos salgan a tu encuen-
tro al partir de esta vida. Cristo, que fue crucifica-
do por ti, te acoja en la libertad y la paz. Cristo, que
murió por ti, te reciba en el paraíso. Cristo, Buen
Pastor, te acoja en su rebaño, perdone todos tus
pecados y te dé un puesto entre los elegidos. Que
puedas ver a tu Redentor cara a cara y gozar de
la visión de Dios por siempre.
R Amén.
V A este siervo tuyo que esperó en ti, acógelo en tu
lugar de salvación, conforme a tu misericordia.
R Sálvalo, Señor.
V — Libra a tu siervo, Señor, de toda angustia.
— Libra a tu siervo, Señor, como libraste a Noé
del diluvio.
— Libra a tu siervo, Señor, como libraste a Abraham
de Ur de los Caldeos.
— Libra a tu siervo, Señor, como libraste a Job de
sus sufrimientos.
160

17.2 Page 162

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— Libra a tu siervo, Señor, como libraste a Moisés
de las manos del Faraón.
— Libra a tu siervo, Señor, como libraste a Daniel
de las fauces de los leones.
— Libra a tu siervo, Señor, como libraste a Susana
de sus falsos acusadores.
— Libra a tu siervo, Señor, como libraste a David
de los ataques de Saúl y de Goliat.
— Libra a tu siervo, Señor, como libraste a Pedro
y a Pablo de la prisión.
— Libra a tu siervo, Señor, por Jesús nuestro
Salvador que ha sufrido la muerte por nosotros
y nos ha dado la vida eterna.
Oración después de la muerte
V Santos de Dios, venid en su ayuda. Salid a su en-
cuentro, Ángeles de Dios.
R Acoged su alma y presentádsela al Dios Altísimo.
V Cristo, que te ha llamado, te tome consigo; los án-
geles te acompañen al seno de Abraham.
R Dale el descanso eterno y luzca para él la paz
perpetua.
V Oremos.
Oh Dios omnipotente y misericordioso, te encomen-
damos a (N) tu siervo. Por tu misericordia y tu amor,
borra los pecados que ha cometido a causa de la fra-
gilidad humana. Él ha muerto para este mundo; dale
la vida para siempre. Por Cristo nuestro Señor.
R Amén.
161

17.3 Page 163

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LA MUERTE NOS UNE A CRISTO
Hacemos memoria de nuestro hermano difunto, con
el corazón apesadumbrado por el dolor, pero no por
la desesperación, porque creemos que su muerte es
su «nacimiento» a la vida nueva en el Reino de Dios.
Somos gente de resurrección.
Más allá del velo del sufrimiento y de la muerte brota
la alegría de la tumba vacía. Don Bosco decía: “Un tro-
zo de paraíso lo arregla todo”. Esto se ha hecho reali-
dad para nuestro hermano que ha gastado su vida por
Dios y por los jóvenes en la Congregación. Más que
resaltar sus virtudes, reconocemos el bien que él ha
logrado hacer en la Iglesia con la gracia de Dios.
Levantemos nuestros corazones con gratitud mientras
lo recordamos con orgullo, porque ha trabajado, ha
creído, ha esperado, sufrido y amado junto a nosotros.
Una parte de su vida sobrevive en nosotros como un
fuerte estímulo que nos impulsa a continuar con reno-
vado entusiasmo el camino de nuestra vocación.
La oración atenta ante su ataúd es un acto de fe y un
testimonio de la resurrección. La celebración de la
Eucaristía y el rito del funeral expresan claramente la
dimensión pascual: el paso de nuestra vida humana,
marcada por las debilidades y el pecado, a la vida ple-
na en Cristo, alcanzada a través de una deliberada y
profunda purificación interior. La muerte es el fin de la
vida terrena, pero no el fin de una relación. Los sufra-
gios diarios y anuales por nuestro hermano difunto son
para nosotros ocasión de renovar nuestra unión con él
y reforzar la unión entre la Iglesia militante y la
triunfante.
162

17.4 Page 164

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Esquemas propuestos de celebración
Ofrecemos aquí algunos esquemas de oración por el difun-
to: vigilia, rosario, recuerdo diario del difunto, visita comu-
nitaria al cementerio y oración de la comunidad en luto.
Vigilia por el difunto
-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·
Saludo del celebrante
V Hermanos, estamos aquí reunidos junto a nuestro
hermano que acaba de dejarnos. Ha compartido
nuestra vida, ha creído en lo mismo que creemos
nosotros, ha trabajado en la viña del Señor y aho-
ra ha regresado a la casa del Padre. Nosotros esta-
mos sumidos en el dolor. Este triste acontecimien-
to afecta a nuestra comunidad y a cada uno de no-
sotros. Pero hemos de verlo a la luz de la fe. La
Palabra de Dios nos proporciona su sentido y sig-
nificado. La muerte no rompe los vínculos con nues-
tro hermano. Solo los transforma. Nosotros aún po-
demos ayudarle, y también él puede ayudarnos a
nosotros. El medio es la oración recíproca. Nosotros
rezaremos por él, mirando hacia él. Estamos segu-
ros de tener en él un intercesor ante Dios.
Oración introductoria
Se pueden recitar o cantar en coros alternos uno o más
de los salmos siguientes, concluyendo cada salmo con
una oración adecuada para hacer memoria del difunto.
Sal 130
Ant. A ti, Señor, levanto mi voz.
V Oremos.
163

17.5 Page 165

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Escucha, Señor, las oraciones que te dirigimos por
nuestro hermano (N). Así como la verdadera fe lo
ha unido a la Comunidad de los creyentes, así tu
misericordia lo una ahora a la asamblea de los
santos, en su mansión de luz y de paz. Por Cristo
nuestro Señor.
R Amén.
Escucha de la palabra
Elegir uno de los textos siguientes:
Job 19, 23-27a.
1 Cor 15, 1-4.
Jn 6, 53-58.
Citamos algunas lecturas que se pueden encontrar en
el Oficio de la Liturgia de las Horas.
Cristo transformará nuestro cuerpo (San Atanasio
– Oficio de Difuntos).
Cristo Resucitado es la esperanza de todos los
creyentes (San Braulio – Oficio de Difuntos).
Santa y piadosa es la idea de rezar por los muer-
tos (San Gregorio Nacianceno – Viernes, Semana
XXXI del Tiempo Ordinario).
Muramos con Cristo, y viviremos con él (San
Ambrosio – 2 noviembre: Conmemoración de
los Fieles Difuntos).
Cantaré eternamente las misericordias del Señor
(San Luis Gonzaga – 21 junio: Memoria del
Santo).
Llevemos en el cuerpo la muerte de Jesús (San
Ambrosio – Sábado, Semana XXXI del Tiempo
Ordinario).
El que salga vencedor no será víctima de la
164

17.6 Page 166

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muerte segunda (San Fulgencio de Ruspe –
Lunes, Semana XXXIII del Tiempo Ordinario).
Rechacemos el temor a la muerte con el pensa-
miento de la inmortalidad que la sigue (San
Cipriano – Viernes, Semana XXXIV del Tiempo
Ordinario).
La muerte de Santa Mónica (San Agustín – 27
agosto: Memoria del Santo).
El ejemplo de la muerte de San Martín (Sulpicio
Severo – 11 noviembre: Memoria del Santo).
Profesión de fe
V Este es el mensaje que hemos recibido.
R Esta es nuestra fe: Cristo ha muerto por nuestros
pecados, según las Escrituras. Fue sepultado y re-
sucitado según las Escrituras, y se apareció a Cefas
(Pedro) y a los Doce.
V El Señor ha resucitado: es el primer fruto después
de la muerte.
R Como todos hemos muerto en Adán, así todos no-
sotros resucitaremos en Cristo.
Acción de gracias
V El Señor esté con vosotros.
R Y con tu espíritu.
V Levantemos el corazón.
R Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V Demos gracias al Señor nuestro Dios.
R Es justo y necesario.
V En verdad es justo y necesario darte gracias y ele-
var a ti el himno de bendición y de alabanza, Dios
165

17.7 Page 167

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omnipotente y eterno, por Cristo Señor nuestro.
Él, aceptando sobre si nuestra muerte
nos ha librado de la muerte
y sacrificando su vida
nos ha abierto el camino de la vida inmortal.
Por este misterio de salvación,
oh Padre, conocemos
el gran amor que nos tienes.
Por eso, en espera de tu Reino de justicia y de paz
infinitas, te invocamos con la oración que Jesús
nos enseñó.
R Padre nuestro…
O bien
Peticiones
V Hermanos, puesto que estamos íntimamente uni-
dos a Cristo por el bautismo, tenemos también
parte en su destino glorioso. En Él estamos tam-
bién unidos los unos a los otros más allá de la
muerte. Dirijámonos a Él con fe.
R Escúchanos, Señor.
V —Por la Iglesia: para que sea en el mundo signo
de esperanza, de amor y de vida, oremos.
— Por el mundo: para que el deseo de vivir que
Dios ha depositado en los corazones de sus
criaturas, triunfe sobre el poder de la muerte,
especialmente del pecado, oremos.
— Por aquellos que creen que la muerte es el fin
de todo: para que el testimonio de nuestra fe
les ayude a recuperar la esperanza, oremos.
— Por nuestro hermano (N) que creyó y puso su
esperanza en Cristo muerto y resucitado: para
166

17.8 Page 168

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que el Señor lo acoja en su morada eterna,
oremos.
— Por nuestro hermano (N) que ha respondido a
la llamada de Cristo y lo ha seguido hasta el
fin de su vida: para que el Señor le dé la recom-
pense del siervo bueno y fiel, oremos.
— Por nuestro hermano (N) que se ha alimentado
con el pan de vida: para que el Señor le dé la
alegría de la resurrección, oremos.
— Por nuestro hermano (N) que experimentó la
debilidad y fragilidad propias del ser humano:
para que el Señor en su misericordia lo libre
de todas sus culpas, oremos.
— Por todos nosotros aquí presentes: para que el
Señor nos ayude a serle fieles hasta el fin de
nuestra vida, oremos.
R Padre nuestro…
Oración final
Se pueden usar oraciones de Rito de Exequias de la
Misa de Difuntos.
V Oh Dios, tú eres gloria del que cree y vida de los
justos, pues nos has salvado por medio de la muer-
te y resurrección de tu Hijo. Sé misericordioso con
nuestro hermano (N), que en su apostolado sale-
siano profesó su fe en la resurrección. Bendícelo
con la felicidad sin fin. Por Cristo nuestro Señor.
R Amén.
.M....e...m.....o..r...i.a.....d...i.a...r...i.a....d...e.....l.o...s....d...i..f.u....n...t..o...s..
Cada comunidad debería determinar el momento opor-
tuno para la lectura diaria del necrologio (Reg. 47).
Podría ser significativo hacerlo al final de las preces de
167

17.9 Page 169

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las Vísperas. Ocasionalmente se podría hacer memo-
ria de todos los difuntos de la Familia Salesiana en
la oración personal y comunitaria. Además cabe re-
cordar en las «Buenas noches» la vida de hermanos
que se han distinguido en el ámbito local, inspectorial
o mundial de la Congregación.
Presentamos algunas fórmulas de introducción y con-
clusión. Unas y otras deben expresar nuestro sentido de
gratitud a Dios por su vida y nuestro sufragio para que
sean recibidos en el paraíso.
Introducción
— Recordamos a nuestros hermanos difuntos.
— Recordamos a nuestros hermanos difuntos, cons-
cientes de nuestra debilidad y miseria, y al mismo
tiempo del amor misericordioso de nuestro Señor.
— Rezamos por nuestros hermanos difuntos que bus-
cando la santidad trabajaron por el bien de los jóve-
nes en el nombre de Don Bosco.
— Invocamos la Misericordia y la paz de Dios nues-
tro Padre para nuestros hermanos difuntos, cuyo
recuerdo es una bendición para aquellos que los
conocieron y amaron.
Conclusión
R Dales, Señor, el descanso eterno y brille para ellos
la luz perpetua, descansen en paz. Amén.
O bien
V Da, Señor el descanso eterno,
R A todos los que desean gozar de tu paz.
168

17.10 Page 170

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O bien
V Dios, que resucitó a Jesús de entre los muertos:
R Conceda la vida a nuestros cuerpos mortales, por
medio del Espíritu que habita en nosotros.
.V...i..s...i.t..a....a...l...c...e..m.....e...n...t..e...r..i.o...
Además del rito de las exequias y del recuerdo cotidiano
de los difuntos, se da la tradición cristiana muy antigua de
ir al cementerio a rezar y ofrecer sufragios por los difuntos,
profesando nuestra fe en la resurrección de los muertos.
Donde sea posible cabe celebrar una Misa comunitaria
por todos los hermanos difuntos en la capilla del cemen-
terio o en otro lugar adecuado. La comunidad podría ir
en procesión desde el lugar en que se ha celebrado la
Misa hasta la tumba, y ofrecer oraciones de sufragio.
El Rito de las Exequias contiene salmos responsoriales, lec-
turas, oraciones de intercesión y oraciones de conclusión
que pueden emplearse en esta ocasión. La oración junto a
la tumba podría comenzar con una breve invitación a re-
zar; cabe hacer a continuación una lectura breve seguida
de un responso, del Padre nuestro, de una oración final y
de la aspersión de la tumba con agua bendita.
Oración de los fieles
V Oh Dios nuestro Padre, en tu plan omnipotente de
salvación tú no destinas al polvo a quienes han
sido creados a tu imagen:
R Te rogamos que mires a estos tus hijos que han muer-
to en la esperanza de alcanzar su patria en el cielo.
V Oh Cristo, Hijo de Dios, tú has vencido a la muer-
te y a la maldición antigua, reconstruyendo el
169

18 Pages 171-180

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18.1 Page 171

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templo de tu cuerpo y abriendo de nuevo las puer-
tas del cielo:
R Recibe en tu mansión de luz y de santidad a aque-
llos que eligieron seguirte con corazón sincero en
el servicio a los jóvenes.
V Oh Espíritu de paz, tú has sido la fuerza de estos her-
manos nuestros en sus momentos de dificultad y de
prueba. Ellos han dejado este mundo para encon-
trarse con quienes les precedieron en la misma fe:
R No te olvides de nosotros que aún estamos tratan-
do de acumular tesoros en el cielo en la esperanza
de la alegría eterna.
R Padre nuestro…
V Oremos. Acoge, Señor, en compañía de tus santos a
nuestros hermanos difuntos (se pueden decir sus nom-
bres). Ellos han seguido el camino del amor perfecto
por la causa de Cristo. Haz que sus restos mortales
tomen parte en la resurrección final, y bendice a aque-
llos que has destinado a tu Gloria por toda la eterni-
dad. Por Jesucristo nuestro Señor.
R Amén.
La tumba podría rociarse con agua bendita, mientras
todos los sacerdotes presentes se unen en la
bendición.
V Las almas de nuestros hermanos difuntos y las de
todos los difuntos descansen en paz.
R Amén.
Se puede cantar un himno a propósito.
170

18.2 Page 172

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.R...e...z...a..r....j.u....n...t..o..s....c...o...m....o....c...o...m....u....n...i.d....a..d.....q...u...e....e...s..t..á....d....e....l.u...t..o...
Esta oración comunitaria puede hacerse en una capi-
lla o en otra estancia adecuada. Los hermanos se sien-
tan en círculo, de frente unos de otros. Se recomienda
encarecidamente poner en el centro del círculo un ci-
rio encendido, símbolo de Cristo Resucitado.
Saludo
V En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo.
R Amén.
V El Dios de todo consuelo, el amor del Hijo y la pre-
sencia misteriosa del Espíritu estén con todos
vosotros.
R Y con tu espíritu.
El guía de la comunidad informa a los hermanos pre-
sentes con las palabras siguientes o de otra forma
adecuada.
V La pérdida de nuestro hermano difunto está viva
en nuestras mentes. Estamos sufriendo, pero en-
contramos nuestro consuelo en el Señor, porque su
alegría es nuestra fuerza. En este tiempo de luto, le
pedimos la gracia de fiarnos de Él, tanto más cuan-
to que es el Dios de la Esperanza, que nos puede
colmar de alegría y de paz por la Fuerza del Espíritu
Santo. No importa saber cómo lo lograremos.
Nosotros creemos firmemente que Cristo Resucitado
puede cambiar nuestras derrotas en victorias.
V Oremos.
Señor, ven y hazte presente a esta familia en luto.
Confórtanos por la pérdida de nuestro querido
171

18.3 Page 173

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hermano (N), sostennos en nuestro dolor y en nues-
tro pesar. Rodéanos, Señor, con tu amor para que po-
damos descansar en tus brazos. Vela sobre nuestro
reposo y bendícenos cada mañana, cuando afron-
tamos un nuevo día para tu gloria. Une nuestros co-
razones y bendice nuestras relaciones de modo que
el recuerdo de nuestro hermano difunto nos man-
tenga unidos en el dolor y nos devuelva la alegría y
el bien que él ha irradiado en su vocación. Lleva a
esta Comunidad a abrazar juntos nuestras vidas y
a mantenerlas con la promesa de tu Reino. Tu que
vives y reinas por los siglos de los siglos.
R Amén.
Escucha de la palabra de Dios
2 Cor 1, 3-7, o bien 1 Tes 4, 13-18
Respuesta
Ant. Reconfórtame con tu amor, oh Señor
Envuélveme en tu fuerte abrazo
Sé para mí refugio en la tormenta, oh Señor,
Protégeme con tu amoroso cuidado.
Durante el día te encomiendo mi angustia,
por la noche pongo en ti mis turbados pensamientos.
En ti encuentro mi amparo,
en ti no tendré miedo,
porque me abrazas con fuerza,
porque contigo me siento seguro.
Calma mi atemorizado corazón, oh Dios,
detén mis ansiosos pensamientos, oh Señor.
porque toda mi vida está fundada en ti.
Todo mi ser está entregado a ti.
Toda mi esperanza comienza en ti.
172

18.4 Page 174

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O bien
Sal 23. Ant. El Señor es mi pastor, nada me falta.
Sal 71, 1-8. Ant. En ti, Señor, encuentro mi
refugio.
Sal 121. Ant.. El auxilio me viene del Señor que
ha hecho el cielo y la tierra.
Lectura del evangelio
Jn 11, 28-37, o bien Lc 24, 28-32
Puesta en común
Los hermanos presentes comparten por turno el modo
en que el hermano difunto ha incidido en sus vidas,
o bien ciertos episodios sobresalientes tomados de su
vida. Se sugiere que durante este tiempo de puesta
en común, tengan velas encendidas en sus manos,
habiéndolas encendido en la candela que está en el
centro.
Concluida la puesta en común, el guía del grupo inicia
el rezo del Padre nuestro.
Padre nuestro
V Jesús nos ha enseñado a llamar a Dios Padre nuestro.
Con confianza resumimos todos nuestros sentimien-
tos en la oración que el Señor nos ha enseñado:
R Padre nuestro…
V Oh Dios omnipotente, Autor de la vida y Señor de
toda la creación, de quien proviene la belleza de
cada flor y la grandeza de toda vida humana, te da-
mos gracias por haber colmado nuestra vida con
la esperanza eterna. Tu Hijo asumió la naturaleza
humana y compartió el dolor de la separación y de
la pérdida. En recuerdo de nuestro hermano (N)
173

18.5 Page 175

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pasa tú las páginas de nuestra vida y llénalas de
perdón, borra nuestras culpas y danos el sentido
de la gratitud. Tú eres la resurrección y la vida, tú
que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R Amén.
Bendición
V Concede a todos aquellos que están de luto plena con-
fianza en tu cuidado paterno para que, poniendo todo
su dolor en ti, puedan conocer el consuelo de tu amor.
R Amén.
V Da valor y fe a los difuntos para que tengan la
fuerza de recibir los días que están por venir con
el aliento de la santa esperanza y en la espera go-
zosa de la vida eterna con aquellos a quienes aman.
R Amén.
V Te rogamos, Señor, que en medio de las cosas que
no comprendemos, nos ayudes a creer con confian-
za en la comunión de los santos, en la remisión de
los pecados, en la resurrección y en la vida eterna.
R Amén.
V Nos bendiga Dios omnipotente, Padre, Hijo y
Espíritu Santo.
R Amén.
ENCUENTROS DE LA COMUNIDAD
Espíritu de Misericordia y de sabiduría,
henos aquí en tu presencia,
cargados con el peso de nuestros pecados,
pero reunidos en tu nombre.
Ven a nosotros y quédate con nosotros:
174

18.6 Page 176

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dígnate purificar nuestros corazones.
Enséñanos lo que debemos hacer,
la meta que tenemos que alcanzar y cómo actuar
para que con tu ayuda podamos agradarte en todo.
Sé tú, oh Espíritu de sabiduría, el único guía
e inspirador de nuestros pensamientos.
Tú que solo, con el Padre y el Hijo,
tienes un nombre glorioso.
No consientas que faltemos a la justicia,
tú que eres justicia perfecta.
No nos induzca a error la ignorancia,
ni el interés o las ventajas nos corrompan.
Únenos a todos nosotros con el don de tu Gracia
para que nos sea concedido ser en ti,
y no alejarnos en nada de la verdad;
tú que eres verdad infinita.
Concédenos que así como estamos
reunidos en tu nombre,
así también observemos la justicia
en todo con moderación y caridad,
de modo que nuestro juicio
no sea en nada diverso del tuyo,
y nos sea dado en el futuro recibir
el premio eterno por el bien realizado.
Manda tu Espíritu y todo será creado.
R Y renueva la faz de la tierra.
Oremos.
Oh Dios, que con el don del Espíritu Santo llevas a
los creyentes a la luz plena de la verdad, concédenos
gustar en tu Espíritu la verdadera sabiduría y gozar
siempre de su consuelo. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
175

18.7 Page 177

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5 TIEMPO DE ADVIENTO
6 TIEMPO DE NAVIDAD
7 TIEMPO DE CUARESMA
8 TIEMPO DE PASCUA
9 TIEMPO ORDINARIO

18.8 Page 178

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SEGUNDA PARTE
EL AÑO
LITÚRGICO
“… la conmemoración de los misterios del Señor hace de
nuestra vida un tiempo de salvación en la esperanza”
(Const. 89)

18.9 Page 179

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18.10 Page 180

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5
TIEMPO
DE ADVIENTO

19 Pages 181-190

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19.1 Page 181

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19.2 Page 182

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BENDICIÓN DE LA CORONA
DEL ADVIENTO
En la Iglesia
Canto (de Adviento u otro apropiado)
Cantad con Gozo - Canto para encender la corona
de Adviento
Durante el canto se enciende la primera llama de la co-
rona y, después, el resto de velas.
Cantad con gozo
Centro de Pastoral Litúrgica (Barcelona, España)
p D J m Estribillo
IJJ I
Estroíus
I J. 1u 1w. a 1J. 11Em
Can-tad con go-zo, con i - lu - sión, ya sea - cer -cacl-Se - ñor. Os a- nun -
,,-t .fffl±;ot l tfffi tN IJ J1 1Afd#d
cia-mosel go-zodeAd - vien-to, con la pri - me - ra lla - maar - dien-do; sea -
·,LEDrnm@=1t--1::m , r )lfffi=--001
cer-ca yael tiem - po de saJ-va - ción, dis -po- ned, pues, la sen--daal Se - ñor.
1. Os anunciamos el gozo de Adviento con la prime-
ra llama ardiendo; se acerca ya el tiempo de sal-
vación, disponed, pues, la senda al Señor.
181

19.3 Page 183

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2. Os anunciamos el gozo de Adviento con la segun-
da llama ardiendo; el primer ejemplo Cristo nos
dio, vivid unidos en el amor.
3. Os anunciamos el gozo de Adviento con la terce-
ra llama ardiendo; el mundo que vive en oscuri-
dad brille con esta claridad.
4. Os anunciamos el gozo de Adviento mirad la cuar-
ta llama ardiendo; el Señor está cerca fuera el te-
mor, estar a punto es lo mejor.
Se enciende la llama que indica la semana
Oración
Primer domingo
Ven, Señor Jesús, Palabra del Padre, ven y enséñanos a
vigilar para ser protagonistas en la casa de la Palabra,
que es la Iglesia. Ayúdanos a reconocer los signos de tu
presencia de salvación.
Segundo domingo
Ven, Señor Jesús, a renovar el corazón de tus herma-
nos, para que abandonemos los caminos que nos ale-
jan de ti, y ayúdanos a seguir a aquellos que tú nos
preparas para que podamos llegar a la casa de la
Palabra, en la que has venido a vivir entre nosotros
para darnos la verdadera alegría.
Tercer domingo
Ven, Señor Jesús, ven a nuestra comunidad, para que
todos los bautizados puedan dialogar y descubrir en
nuestro tiempo la posibilidad de actuar como cristia-
nos y hacer creíble tu Palabra.
182

19.4 Page 184

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Cuarto domingo
Ven, Señor Jesús, ven a remover nuestra comunidad
para que, con el ejemplo y la fuerza de María, se pon-
ga en camino con entusiasmo para anunciar con las
palabras y el servicio que tú eres la respuesta a las es-
peranzas de todos ser humanos. Tú eres la Palabra he-
cha carne que nos hace hijos de Dios.
Las vísperas siguen como de costumbre.
La bendición se puede hacer también en la sala de la
comunidad después de las primeras vísperas, con la ora-
ción de bendición anterior.
(Canto) – Introducción por parte del superior – bendi-
ción – canto
NOVENA DE NAVIDAD
(Desde las vísperas del 17 hasta
el 23 de diciembre)
Orden de la celebración
1. Canto de entrada (Invitatorio): “Al Rey que está
para llegar, venid y adoremos”
2. Introducción al tema del día
3. Himno: “Alégrense los cielos y la tierra”
4. Tema: hechos de vida, comentarios
5. Canto de expectación: “Resuena un ínclito clamor”
6. Palabra de Dios (Nuevo Testamento)
7. Antífona “Oh” del día correspondiente – Magnificat
8. Plegaria comunitaria
9. Oración (de Vísperas del día)
10.Canto final (propio de Adviento-Navidad, o en re-
lación con el tema)
183

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Invitatorio
j j r 1-04J-----J----W J±D
Al Rey que es - pa - ra lle - gar, ve -nid y a -
do - re - mos.
1. Hija de Sión, alégrate, hija de Sión
re - go - - ja - te,
que el Señor ya está llegando
y brillará grao luz en aquel día y dulzura destila
10
rán los mon-teS; y ma-na- rán leche y miel los coUados
13
,~ b rporque ya se acerca el gran profeta,
15
j J 13
J
y Él re-no-
J J 11
va - rá a Je
e - ru - sa - lén.
184

19.6 Page 186

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Al Rey que está para llegar, venid y adoremos.
1. Hija de Sión, alégrate; hija de Sión regocíjate, que
el Señor ya está llegando, y brillará gran luz en
aquel día y dulzura destilarán los montes; y ma-
narán leche y miel los collados, porque ya llega
el gran profeta; y Él renovará a Jerusalén.
2. He aquí que el Dios Hombre de la casa de David
vendrá a ocupar su trono, y lo veréis y alegrarán-
se vuestras almas.
3. He aquí que llegará el Señor, defensa nuestra, el
santo de Israel, trayendo en su sien corona regia.
De mar a mar se extiende su dominio, desde el
gran río a los confines de la tierra.
4. He aquí que aparecerá el Señor y no ha de enga-
ñarnos, si demorare espérale, vendrá ya sin
tardanza.
5. Bajará el Señor como rocío sobre lana: amanece-
rá en su día la justicia y paz en abundancia; y acu-
dirán a adorarle los reyes de la Tierra; las razas
todas a rendirle vasallaje.
6. Nos va a nacer un pequeñuelo, y llevará el nom-
bre de Dios fuerte. Ocupará el trono de David su
padre, y ejercerá su imperio, cuyo poder descan-
sará sobre sus hombros.
7. Oh Belén, ciudad del Dios altísimo, de ti saldrá quien
a Israel domine; piérdese su origen en la bruma de
los años eternos, cubrirá su grandeza la redondez del
orbe, y en nuestras tierras habrá paz a su llegada.
Himno (Laetentur)
A - - gren
se los Cielos y
185
la Tie - rra;

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4
t1 ■■
canten loas los mon
JJJJ j
tes
e - le - va
dos
-F±4 7
r JJ
,J
11
A
mén.
1. Alégrense los cielos y la tierra; canten loas los
montes elevados
2. Estalle en son de júbilo la sierra, florezca la justi-
cia en los collados.
3. Que apiadado del pobre y pequeñuelo, veremos
pronto a Dios bajar del cielo.
4. Mandad cielos, rocío, y las nubes nos den al Justo
y Pío.
5. Tierra, tu seno brote, a nuestro Redentor y
Sacerdote.
6. De nosotros acuérdate, Señor, visítenos por Ti tu
Salvador.
7. Oh Dios, Señor, tu compasión demuestra, mandan-
do a Quién será salvación nuestra.
8. Mandad, oh Señor, al Celestial Cordero, que venza
al orbe y rija tu nación.
9. Desde la piedra del desierto austero, hasta el mon-
te florido de Sión.
10.Ven a librarnos, Dios de las armadas; venga la sal-
vación de tu augusta faz.
11.Ven y halla al visitar nuestras moradas, justo y
alegre un corazón en paz.
12.Ven, Señor, a enseñarnos tu camino; vean tu sal-
vación todas las gentes.
13.Pon, Dios, en juego tu poder divino, pero ven a sal-
var a tus creyentes.
186

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14.Ven, Señor, no retardes tu venida, libra de culpa a
tu nación querida.
15.¡Oh, si abriera ya el Cielo y descendiera, fluyera
ante Él el monte como cera!
16.Ven, muestra el rostro, aparta ya esas nubes, Dios
que asientas tu pie sobre Querubes.
17.Oh Padre, oh Hijo, oh Espíritu de vida; gloria y ado-
ración a vos se rindan.
18.Cual fue en un principio y lo será también, siglos
y siglos para siempre.
Amén.
Sacerdote:
El Señor viene con esplendor a visitar a su pueblo
con la paz y comunicarle la vida eterna. Ven, Señor,
visítanos con tu paz, y nos alegraremos en tu presen-
cia de todo corazón.
Canto de expectación
~ * 3 J 3 ,w w r J I w w r J 1
J. Re - sue - na un ín - cli - to cla - mor queha - ce bri -
t~4
J J 3 J 1.. 1W B 1 3 J 3 J 1
llar laos - cu - ri - dad.
¡Fue - ra las som - bras del e -
, ~ J j 3 J I J J 3 J 1.. 113 J3J1.. 11
rror! Bri - Ua Je - sús, sol de ver - dad. A - a - a - a - mén .
1. Resuena un ínclito clamor,
que hace brillar la oscuridad.
187

19.9 Page 189

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¡Fuera las sombras del error!
Brilla Jesús sol de verdad.
2. Dios al Cordero, en Redención,
mandó la deuda a cancelar.
¡Ea, que implore su perdón,
con vuestra prez, nuestro llorar!
3. ¡Vedle ceñir cuerpo servil
del universo al Hacedor!
Reviste humana carne vil
para ser de ella Redentor.
4. Manda su gracia celestial
Dios a una Virgen de Israel.
Y oculta un seno virginal
decretos claros sólo a Él.
5. De un casto seno hizo el Amor
de pronto templo de Yavé.
Y el Hijo Eterno del Señor
de aquella Virgen Hijo fue.
6. Gloria y amor, oh Padre a Ti,
y al unigénito loor.
Por siempre honor te den así,
oh Espíritu consolador.
Amén.
Antífonas “Oh” del Magnificat
(Cada día de la novena se cantará la antífona correspondiente)
-@1 u R IJq-1---fr.P-W:JJ---IJdzj LD----1
Cuan-do sal-gael sol, un Reyha de ve - nira li-ber -tar- nos.
Oh...
Co-moes-
,_,v• gyluU ¡;gµ;g:R 1R .JJ kLJJI
po-so de su cá- ma - ra nup - cial, ven - drá el Reyde Re-yes des-de el Pa -dre .
188

19.10 Page 190

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Día 16: Cuando salga el sol, un Rey ha de venir a liber-
tarnos. Como esposo de su cámara nupcial, vendrá el
Rey de Reyes desde el Padre.
Día 17: Oh Sabiduría, que brotas de la boca del Altísimo,
que en amor y fortaleza nos conduces: enséñanos ca-
minos de prudencia.
Día 18: Oh Adonai, Caudillo de la casa de Israel que
a Moisés diste tus leyes en Sinaí: extiende el brazo y
ven a redimirnos.
Día 19: Oh Raíz de Jesé, que estás como estandarte
de los pueblos, a quien reyes y naciones reconocen:
ven pronto a tu heredad para librarnos.
Día 20: Oh Llave de David, que cierras sin que nadie
pueda abrir: ven y libra de la cárcel al cautivo que
vive en las tinieblas de la muerte.
Día 21: Oh Sol del Oriente, imagen y esplendor del Dios
Altísimo: amanece con tu luz sobre los ciegos que vi-
ven en las sombras de la muerte.
Día 22: Oh Rey de las Naciones, cimiento de la casa
de David: ven y salva con tu brazo poderoso al hom-
bre que formaste de la tierra.
Día 23: Oh Emmanuel, el Rey Legislador de nuestra
casa, esperanza y salvación de las naciones, pues
eres nuestro Dios. Ven a salvarnos.
Día 24: Cuando salga el sol, un Rey ha de venir a li-
bertarnos. Como esposo de su cámara nupcial, ven-
drá el Rey de Reyes desde el Padre.
189

20 Pages 191-200

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20.1 Page 191

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Magnificat
,~~ o - - 1r- r----r~ 1J- r=r- r- 1Jd Ja - 1
l. Engrandece mi
al-ma al Se - ñor, se a - le - gra mi es - pi - ri -tu en Dios
't p1---------1---------t4--d---------ll
mi
SaJ - va - dor.
1. Engrandece mi alma al Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador.
2. Se inclinó a la pequeñez de su esclava,
desde ahora dichosa me dirán todos los siglos.
3. Maravillas hizo en mí el Poderoso,
y santo es su nombre.
4. Su bondad por los siglos de los siglos,
para aquellos que le temen.
5. Desplegó fortaleza su brazo,
dispersó a los soberbios.
6. Derribó a los potentados de sus tronos,
y encumbro a los pobres.
7. A los hambrientos llenó de bienes
y a los ricos despidió vacíos.
8. Acogió a Israel su siervo
recordando su bondad.
9. Según habló a nuestros padres,
en favor de Abraham y su linaje para siempre.
10.Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu,
por los siglos de los siglos.
(Al final se repite la antífona)
190

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NOVENA DE NAVIDAD
(Actualización, tomando los elementos que se deseen
de la versión tradicional)
17 diciembre
Texto bíblico (Sab 7, 21–30)
He llegado a conocerlo todo, lo oculto y lo manifiesto,
porque la sabiduría, artífice de todo, me lo enseñó.
La sabiduría posee un espíritu inteligente, santo,
único, múltiple, sutil, ágil, penetrante, inmaculado,
diáfano, invulnerable, amante del bien, agudo,
incoercible, benéfico, amigo de los hombres,
firme, seguro, sin inquietudes,
que todo lo puede, todo lo observa,
y penetra todos los espíritus,
los inteligentes, los puros, los más sutiles.
La sabiduría es más móvil que cualquier movimiento
y en virtud de su pureza lo atraviesa y lo penetra todo.
Es efluvio del poder de Dios,
emanación pura de la gloria del Omnipotente;
por eso, nada manchado la alcanza.
Es irradiación de la luz eterna,
espejo límpido de la actividad de Dios
e imagen de su bondad.
Aun siendo una sola, todo lo puede;
sin salir de sí misma, todo lo renueva
y, entrando en las almas buenas de cada generación,
va haciendo amigos de Dios y profetas.
Pues Dios solo ama a quien convive con la sabiduría.
Ella es más bella que el sol
y supera a todas las constelaciones.
Comparada con la luz del día, sale vencedora,
191

20.3 Page 193

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porque la luz deja paso a la noche,
mientras que a la sabiduría no la domina el mal.
Antífona
Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo,
abarcando del uno al otro confín y ordenándolo todo
con firmeza y suavidad, ven y muéstranos del cami-
no de la salvación.
Magnificat…
Preces (de la liturgia de las horas)
O bien
V Mientras esperamos ardientemente la “manifestación”
de nuestro Señor Jesucristo, pidamos con insistencia
su misericordia: Él, que es fiel a las promesas, salve
también hoy a los que lo esperan.
V Respondemos: Ven, Señor Jesús, no tardes.
— Por la Iglesia, para que sea siempre fiel dispen-
sadora de los dones de la palabra, de los sacra-
mentos y del testimonio evangélico, que sos-
tienen la fidelidad de los cristianos. Oremos.
— Por todas las personas que buscan a Dios con
corazón sincero: que la espera de la manifes-
tación del Señor pueda dar sentido a sus vidas.
Oremos.
— Por todos los aquí presentes, para que no per-
manezcamos indiferentes a la escucha de la
Palabra de Dios, sino que sepamos acogerla
como don y vivirla con alegría. Oremos.
(Otras intenciones)
192

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18 diciembre
Texto bíblico (Éx 19,16-19;20,1-5)
Al tercer día, al amanecer, hubo truenos y relámpagos
y una densa nube sobre la montaña; se oía un fuerte
sonido de trompeta y toda la gente que estaba en el
campamento se echó a temblar. Moisés sacó al pueblo
del campamento, al encuentro de Dios, y se detuvieron
al pie de la montaña. La montaña del Sinaí humeaba,
porque el Señor había descendido sobre ella en medio
de fuego. Su humo se elevaba como el de un horno y
toda la montaña temblaba con violencia. El sonar de la
trompeta se hacía cada vez más fuerte; Moisés habla-
ba y Dios le respondía con el trueno. El Señor descen-
dió al monte Sinaí, a la cumbre del monte. El Señor lla-
mó a Moisés a la cima de la montaña y Moisés subió. Y
dijo el Señor a Moisés: «Baja, intima al pueblo para que
no traspase los límites para ver al Señor, pues perece-
rían muchos. Los sacerdotes que se han de acercar al
Señor, que se purifiquen también, para que el Señor no
arremeta contra ellos». Moisés contestó al Señor: «El
pueblo no podrá subir al monte Sinaí, porque tú mismo
nos has advertido diciendo: “Traza un límite en la mon-
taña y conságrala”». El Señor insistió: «Anda, baja, y lue-
go sube con Aarón; que los sacerdotes y el pueblo no
traspasen los límites tratando de subir hacia el Señor,
para que él no arremeta contra ellos». Entonces Moisés
bajó al pueblo y se lo dijo.
El Señor pronunció estas palabras:
«Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de la tierra de
Egipto, de la casa de esclavitud.
No tendrás otros dioses frente a mí.
No te fabricarás ídolos, ni figura alguna de lo que hay
193

20.5 Page 195

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arriba en el cielo, abajo en la tierra, o en el agua de-
bajo de la tierra.
No te postrarás ante ellos, ni les darás culto
Antífona
Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel, que te apare-
ciste a Moisés en la zarza ardiente y en el Sinaí le dis-
te tu ley, ¡ven a librarnos con el poder de tu brazo!
Magnificat
Preces (de la liturgia de las horas)
O bien
V En este tiempo de espera de su nacimiento, el Señor
nos llama a despertar del sueño, a convertirnos a
él con todo el corazón. Acojamos esta invitación y
pidamos al Señor su ayuda para que podamos lle-
gar a ser, como él y con él, luz del mundo.
V Respondemos: Ven, Señor Jesús, no tardes.
— Por nuestra comunidad, para que sepa ser luz
de cuantos la encuentran y testimonio de Jesús
Salvador, luz del mundo. Oremos.
— Por todas las personas: para que no prevalez-
can en ellas las tinieblas del egoísmo, del mie-
do o de la desconfianza mutua, sino que brillen
por la valentía, el altruismo, la confianza y la
honestidad de su vida. Oremos.
— Por todos los que estamos aquí presentes: para
que sepamos reconocer el rostro luminoso del
Señor que viene en cada uno de nuestros her-
manos, especialmente en los más débiles y po-
bres. Oremos.
(Otras intenciones)
194

20.6 Page 196

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19 diciembre
Texto bíblico (Is 11,1-12)
Pero brotará un renuevo del tronco de Jesé,
y de su raíz florecerá un vástago.
Sobre él se posará el espíritu del Señor:
espíritu de sabiduría y entendimiento,
espíritu de consejo y fortaleza,
espíritu de ciencia y temor del Señor.
Lo inspirará el temor del Señor.
No juzgará por apariencias
ni sentenciará de oídas;
juzgará a los pobres con justicia,
sentenciará con rectitud a los sencillos de la tierra;
pero golpeará al violento con la vara de su boca,
y con el soplo de sus labios hará morir al malvado.
La justicia será ceñidor de su cintura,
y la lealtad, cinturón de sus caderas.
Habitará el lobo con el cordero,
el leopardo se tumbará con el cabrito,
el ternero y el león pacerán juntos:
un muchacho será su pastor.
La vaca pastará con el oso,
sus crías se tumbarán juntas;
el león, como el buey, comerá paja.
El niño de pecho retoza
junto al escondrijo de la serpiente,
y el recién destetado extiende la mano
hacia la madriguera del áspid.
Nadie causará daño ni estrago
por todo mi monte santo:
porque está lleno el país del conocimiento del Señor,
como las aguas colman el mar.
Aquel día, la raíz de Jesé será elevada
195

20.7 Page 197

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como enseña de los pueblos:
se volverán hacia ella las naciones
y será gloriosa su morada.
Aquel día,
el Señor tenderá otra vez su mano
para rescatar el resto de su pueblo:
los que queden en Asiria y en Egipto,
en Patros, Cus y Elán,
en Sinar, Jamat y en las islas del mar.
Izará una enseña hacia las naciones,
para reunir a los desterrados de Israel,
y congregar a los dispersos de Judá,
desde los cuatro extremos de la tierra.
Antífona
Oh Renuevo del tronco de Jesé, que te alzas como un
signo para los pueblos, ante quien los reyes enmude-
cen y cuyo auxilio imploran las naciones, ven a li-
brarnos, no tardes más.
Magnificat
Preces (de la liturgia de las horas)
O bien
V El Salvador que viene no sólo trae la paz, sino que
él mismo es nuestra paz, oremos para que este
don suyo reine siempre en el mundo.
V Respondemos: Ven, Señor Jesús, no tardes.
— Por la Iglesia: para que enriquecida con el don
del Espíritu, como el renuevo de Jesé, sea siem-
pre anunciadora de justica y de paz en el mun-
do. Oremos.
— Por todas aquellas personas que tienen respon-
sabilidad de gobierno: para que busquen
196

20.8 Page 198

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siempre, con sinceridad y convicción, los cami-
nos de la paz en la solución de las situaciones de
tensión y de conflicto entre los pueblos. Oremos.
— Por los que nos hemos reunido aquí: para que
nos dejemos implicar en el proyecto de Cristo,
que es un proyecto de paz para la humanidad,
y sepamos llevarlo a la práctica en nuestras
opciones cotidianas. Oremos.
(Otras intenciones)
20 diciembre
Texto bíblico (Is 22,22-23;49,8-9)
Pongo sobre sus hombros
la llave del palacio de David:
abrirá y nadie cerrará; | cerrará y nadie abrirá.
Lo clavaré como una estaca en un lugar seguro,
será un trono de gloria para la estirpe de su padre.
Así dice el Señor:
«En tiempo de gracia te he respondido,
en día propicio te he auxiliado;
te he defendido y constituido alianza del pueblo,
para restaurar el país,
para repartir heredades desoladas,
para decir a los cautivos: “Salid”,
a los que están en tinieblas: “Venid a la luz”.
Aun por los caminos pastarán,
tendrán praderas en todas las dunas;
Antífona
Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel, que
abres y nadie puede cerrar, cierras y nadie puede
abrir, ¡ven y libra los cautivos que viven en tinieblas
y en sombra de muerte!
197

20.9 Page 199

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Magnificat
Preces (de la liturgia de las horas)
O bien
V En la plenitud de los tiempos, Dios Padre envió a
su Hijo para nuestra salvación. Él nos liberó de la
esclavitud del mal y del pecado. Oremos con co-
razón de hijos para que esta libertad no venga
nunca a menos.
V Respondemos: Ven, Señor Jesús, no tardes.
— Por la Santa Iglesia de Dios: para que procla-
me al mundo entero la libertad que Cristo nos
ha dado. Oremos.
— Por todos los cristianos: para que en la escu-
cha y en la actuación de la Palabra de Dios ha-
llen la verdadera libertad de los hijos de Dios.
Oremos.
— Por los pecadores y todos los que viven aleja-
dos de Dios: para que escuchen la palabra del
Evangelio que dona la verdadera libertad.
Oremos.
(Otras intenciones)
21 diciembre
Texto bíblico (Is 60, 1-9)
¡Levántate y resplandece,
porque llega tu luz;
la gloria del Señor amanece sobre ti!
Las tinieblas cubren la tierra,
la oscuridad los pueblos,
pero sobre ti amanecerá el Señor
y su gloria se verá sobre ti.
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Caminarán los pueblos a tu luz,
los reyes al resplandor de tu aurora.
Levanta la vista en torno, mira:
todos esos se han reunido, vienen hacia ti;
llegan tus hijos desde lejos,
a tus hijas las traen en brazos.
Entonces lo verás y estarás radiante;
tu corazón se asombrará, se ensanchará,
porque la opulencia del mar se vuelca sobre ti
y a ti llegan las riquezas de los pueblos.
Te cubrirá una multitud de camellos,
dromedarios de Madián y de Efá.
Todos los de Saba llegan trayendo oro e incienso,
y proclaman las alabanzas del Señor.
Reunirán para ti los rebaños de Cadar;
los carneros de Nebayot te servirán para el sacrificio;
subirán a mi altar como ofrenda agradable,
y llenaré de esplendor la casa de mi gloria.
¿Quiénes son esos que vuelan como nubes
y como palomas a sus palomares?
Son navíos de las costas que esperan,
en cabeza las naves de Tarsis,
para traer a tus hijos de lejos,
con su plata y su oro,
en homenaje al Señor, tu Dios,
al Santo de Israel, que te colma de esplendor.
Antífona
Oh Sol que naces de lo alto, Resplandor de la luz eterna,
Sol de justicia, ven ahora a iluminar a los que viven en
tinieblas y en sombra de muerte.
Magnificat
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Preces (de la liturgia de las horas)
O bien
V La verdadera luz que ilumina a todos los hombres
está para venir al mundo. Pidamos al Señor que
la sepamos acoger y nos dejemos “iluminar” por
ella y que su luz resplandezca en nuestra vida y
en el mundo entero.
V Respondemos: Ven, Señor Jesús, no tardes.
— Por la Iglesia de Dios: para que, como nueva
Jerusalén rebosante de luz, ilumine a todos en
el camino de la salvación. Oremos.
— Por el papa, los obispos, los sacerdotes y los re-
ligiosos: para que sean fieles al mensaje de Dios,
que es la luz de la mente y del corazón. Oremos.
— Por las personas que no conocen aún la alegría
de la fe: para que, iluminados por la luz de Cristo,
emprendan el camino que conduce a él. Oremos.
(Otras intenciones)
22 diciembre
Texto bíblico (Ap 1,12-19; 15,3-4)
Me volví para ver la voz que hablaba conmigo, y, vuel-
to, vi siete candelabros de oro, y en medio de los cande-
labros como un Hijo de hombre, vestido de una túnica
talar, y ceñido el pecho con un cinturón de oro. Su ca-
beza y sus cabellos eran blancos como la lana blanca,
como la nieve, y sus ojos como llama de fuego. Sus pies
eran semejantes al bronce bruñido incandescente en
el crisol; y su voz como rumor de muchas aguas. Tenía
en su mano derecha siete estrellas; y de su boca salía
una espada aguda de doble filo; su rostro era como el
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21.2 Page 202

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sol cuando brilla en su apogeo. Cuando lo vi, caí a sus
pies como muerto. Pero él puso su mano derecha sobre
mí, diciéndome: «No temas; yo soy el Primero y el Último,
el Viviente; estuve muerto, pero ya ves: vivo por los si-
glos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del
abismo. Escribe, pues, lo que estás viendo: lo que es y
lo que ha de suceder después de esto.
«Grandes y admirables son tus obras, Señor, Dios om-
nipotente; justos y verdaderos tus caminos, rey de
los pueblos. ¿Quién no temerá y no dará gloria a tu
nombre? Porque vendrán todas las naciones y se pos-
trarán ante ti, porque tú solo eres santo y tus justas
sentencias han quedado manifiestas».
Antífona
Oh Rey de las naciones y Deseado de los pueblos,
Piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pue-
blos uno solo, ¡ven y salva al hombre que formaste
del barro de la tierra!
Magnificat
Preces (de la liturgia de las horas)
O bien
V Invoquemos la venida de Jesucristo a nuestro mun-
do herido por el odio y la discordia, para que el
Salvador de todos reúna toda la familia humana
en el amor y en la fe que salva. Oremos.
V Respondemos: Ven, Señor Jesús, no tardes.
— Por la Iglesia de Dios: para que sea la nueva
Jerusalén a la que acudan todas las gentes para
formar el Pueblo de Dios bien dispuesto a cum-
plir su voluntad. Oremos.
201

21.3 Page 203

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— Por las personas que no creen, por los ateos y
los indiferentes, para que descubran en su vida
los signos de la presencia del amor de Dios que
salva. Oremos.
— Por todos los que sufren en el espíritu o en el
cuerpo: para que hallen en el Señor fuerza y
esperanza. Oremos.
— Por nuestra comunidad: que con su testimonio
vivo y coherente sea un signo que conduzca
al Señor. Oremos.
(Otras intenciones)
23 diciembre
Texto bíblico (Is 7,10-15)
El Señor volvió a hablar a Ajaz y le dijo:
«Pide un signo al Señor, tu Dios: en lo hondo del abis-
mo o en lo alto del cielo».
Respondió Ajaz: «No lo pido, no quiero tentar al Señor».
Entonces dijo Isaías: «Escucha, casa de David: ¿no os
basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi
Dios?
Pues el Señor, por su cuenta, os dará un signo. Mirad:
la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá
por nombre Enmanuel.
Comerá requesón con miel, para que aprenda a re-
chazar el mal y a escoger el bien.
Antífona y Magnificat
Oh Emmanuel, Rey y Legislador nuestro, esperanza
de las naciones y salvador de los pueblos, ¡ven a sal-
varnos, Señor Dios nuestro!
Preces (de la liturgia de las horas)
202

21.4 Page 204

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O bien
V Demos gracias a Dios Padre que, movido por su
amor misericordioso, ha enviado a su Hijo al mun-
do para ser “Dios–con–nosotros”. Llenos de con-
fianza en su bondad, dirijámosle nuestra
oración.
V Respondemos: Ven, Señor Jesús, no tardes.
— Por el papa, los obispos, los sacerdotes y reli-
giosos y religiosas: para que sean siempre tes-
timonio fiel de la presencia de Cristo en el mun-
do. Oremos.
— Por los cristianos: para que se fortalezca su fe
en la presencia de Dios en el mundo. Oremos.
— Por todas las personas que Dios ama: para que
no permanezcan indiferentes ante la venida
de Cristo en medio de nosotros. Oremos.
(Otras intenciones)
203

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6
TIEMPO
DE NAVIDAD

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PREGÓN DE NAVIDAD
(del Martirologio Romano)
Después de las primeras Vísperas de Navidad
o al comienzo de la cena
Anno a creatione mundi, quando in principio Deus cre-
avit caelum et terram, quinquies millesimo centesimo
nonagesimo nono; a nativitate Abrahae, anno bis mille-
simo; a Moyse et egressu populi Israel de Aegypto, anno
millesimo ducentesimo quinquagesimo; ad unctione
David in Regem, anno millesimo decimo; Hebdomada
sexagesima quinta, juxta Danielis prophetiam; Olympiade
centesima nonagesima quarta; ab urbe Roma condita,
anno septingentesimo quinquagesimo secundo; anno
Imperii Octaviani Augusti quadragesimo secundo, toto
orbe in pace composito, sexta mundi aetate, Jesus Christus,
aeternus Deus aeternique Patris Filius, mundum volens
adventu suo piissimo consecrare, de Spiritu Sancto con-
ceptus, novemque post conceptionem decursis mensi-
bus (Hic vox elevatur, et omnes genu flectunt) in Bethlehem
Judae nascitur ex Maria Virgine factus Homo. (Hic autem
in priori voce dicitur, et in tono passionis). Nativitas Domini
nostri Jesu Christi secundum carnem.
En español:
Habían pasado miles y miles de años desde que, al
principio, Dios creó el cielo y la tierra, e hizo al hom-
bre a su imagen y semejanza; y miles y miles de años
desde que cesó el diluvio y el Altísimo hizo resplan-
decer el arco iris, signo de alianza y de paz.
Cerca de dos mil años después de que Abrahán, nues-
tro padre en la fe, dejó su patria; 1.250 años después
de que los israelitas, guiados por Moisés, salieran de
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Egipto; mil años después de la unción de David como
rey; en el año 752 de la fundación de Roma; en el año
42 del imperio de Octavio Augusto, mientras sobre
toda la tierra reinaba la paz, hace 20… años, en Belén
de Judá, pueblo humilde de Israel, ocupado entonces
por los romanos, en un pesebre, porque no tenían si-
tio en la posada, de María virgen, esposa de José, de
la casa y familia de David, nació Jesús, Dios eterno,
Hijo del eterno Padre y hombre verdadero llamado
Mesías y Cristo, que es el Salvador que la humanidad
esperaba. Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo
según la naturaleza humana.
ÚLTIMO DÍA DEL AÑO CIVIL
El final de cada año civil nos invita a hacer balance.
Para nosotros como personas, como comunidad local
e inspectorial, es un buen momento para un examen
de conciencia y de revisión de vida.
V Reunidos ante el Señor en el último día del año ci-
vil, como comunidad y como personas individua-
les queremos pedir perdón al Señor por el tiempo
que no hemos empleado en su nombre; y darle
gracias por los gestos con los que nos ha demos-
trado su fidelidad en el amor.
V Oremos.
Oh Dios Padre compasivo y misericordioso, ayúda-
nos a reconocer en las circunstancias de la vida de
este año tu proyecto de liberación, y alimenta nues-
tro deseo de conversión para que, reconciliados con-
tigo, podamos retomar nuestro camino hacia la ple-
nitud de nuestro ser en Jesucristo, Señor nuestro.
R Amén.
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21.10 Page 210

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Momento penitencial
De la primera carta de Pedro (4,7-12.17-19)
El fin de todas las cosas está cercano. Así pues, sed
sensatos y sobrios para la oración. Ante todo, mante-
ned un amor intenso entre vosotros, porque el amor
tapa multitud de pecados. Sed hospitalarios unos con
otros sin protestar. Como buenos administradores de
la multiforme gracia de Dios, poned al servicio de los
demás el carisma que cada uno ha recibido. Si uno ha-
bla, que sean sus palabras como palabras de Dios; si
uno presta servicio, que lo haga con la fuerza que Dios
le concede, para que Dios sea glorificado en todo, por
medio de Jesucristo, a quien corresponden la gloria y
el poder por los siglos de los siglos. Amén. Queridos
míos, no os extrañéis del fuego que ha prendido en vo-
sotros y sirve para probaros, como si ocurriera algo
extraño.[…] Porque ha llegado el momento de que el
juicio empiece por la casa de Dios; pero, si nosotros so-
mos los primeros, ¿cuál será el final de los que despre-
cian el Evangelio de Dios? Y si el justo a duras penas
se salva, ¿qué será del impío y pecador? Así pues, que
los que sufren conforme a la voluntad de Dios, hacien-
do el bien, pongan también sus vidas en manos del
Creador, que es fiel.
Acto penitencial (invocaciones con aclamación peni-
tencial cantada)
V Presentemos nuestras peticiones de perdón al
Padre misericordioso:
Salmo penitencial u otro canto:
V Acoge, Señor, nuestro corazón contrito, purifica
nuestro mundo y vence las tinieblas del odio, la
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22 Pages 211-220

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22.1 Page 211

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violencia y la indiferencia con la luz de tu presen-
cia; y haznos instrumentos electos de tu gracia.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R Amén.
Momento de alabanza y agradecimiento
V Agradezcamos al Señor los dones que nos ha dado
durante este año, agradezcámosle su venida entre
nosotros y el don de la llamada a seguirlo con humil-
dad de espíritu, pureza de corazón y pobreza de vida.
V Te damos gracias, Señor, dador de toda vida y au-
tor de maravillas. Acepta nuestro agradecimiento
sincero y acoge los esfuerzos de todas las perso-
nas de buena voluntad por construir una era de
paz. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R Amén.
Canto del Te Deum
V Unamos nuestras voces en un himno de alabanza
y agradecimiento por las grandes obras que el Señor
ha hecho, y con voz unánime cantemos con gozo.
Oración final
V Bendice, Señor, a tu pueblo, guía a la humanidad
hacia la herencia de tu Reino, infunde la paz en
los corazones y acoge en el tesoro del cielo lo bue-
no que hemos hecho durante este año que ha
transcurrido en Cristo Jesús, nuestro Señor.
R Amén.
Bendición solemne
V Dios Padre, Señor del tiempo y de la historia, aco-
ge las fatigas y las obras de caridad que traemos
a tu presencia al concluir el año.
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22.2 Page 212

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R Amén.
V Cristo, Emmanuel, que has venido en medio de
nosotros, haz que seamos una presencia tuya en
el hoy que estamos viviendo, para que el tiempo
fluya bajo el signo de tu salvación.
R Amén.
V Espíritu de gracia, que infundes en todos los co-
razones la fuerza divina, líbranos del pecado y
marca este tiempo de nuestra vida con el sello de
tu presencia.
R Amén.
V Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo
y Espíritu Santo descienda sobre vosotros y per-
manezca siempre.
R Amén.
V Demos gracias al Señor con gozo. Vayamos en paz.
R Demos gracias a Dios.
Canto final
PRIMER DÍA DEL AÑO CIVIL (para incluir
en las segundas vísperas tras las preces)
Oración por la paz
Oh Dios, creador y Señor de la historia,
vuelve tu mirada indulgente sobre la humanidad y
escucha nuestra oración.
Desde los confines del tiempo, por toda la eternidad,
tú obras con amor y misericordia.
De la nada has creado todo lo que existe,
ofreciendo al mundo y a la humanidad entera la
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22.3 Page 213

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posibilidad de convertirse en proyecto de tu infinita
sabiduría y bondad.
Los cielos y la tierra ensalzan tu grandeza, de modo
que quien camina por el tiempo encuentra en sí la
huella de tu eternidad.
El rostro humano lleva las huellas de tu sabiduría,
y tu Espíritu reposa en los corazones sinceros.
Celoso guardián de la libertad humana,
en tu inmenso amor no permites que dominen las
fuerzas de la muerte,
y rescatas siempre a quien dirige su mirada a tu pa-
labra de verdad.
Inefable presencia de paz: inquieta el corazón de cada
uno para celebrar con él la liberación de su pecado.
Tú sustituyes el odio con el amor, el orgullo presun-
tuoso con la humildad,
el poder del violento con la simplicidad de quien es-
cucha el grito de la pobreza,
la muerte con la vida eterna.
Paciente, amante de la vida: acoge tu humanidad en
la verdad, acepta con agrado el abrazo fraterno entre
los que sufren, en el deseo de paz esperan en un fu-
turo que disuelva el tiempo en la eternidad.
Tú aplacas las pasiones de los impíos, apagas la ven-
ganza de los malvados,
transforma al avaro en generoso dispensador de
bienes.
Te suplicamos, Dios Padre omnipotente, que nos en-
señes a ser constructores de tu paz;
ayúdanos a superar las áridas contiendas para con-
vertirnos en fuerza de unidad,
concede a todos el poder descubrir en sí mismos la
semilla de su dignidad.
Vela sobre nuestras fatigas, aumenta nuestra fe.
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22.4 Page 214

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Aleja de todos nosotros la seducción del mal.
Te damos gracias por los dones de gracia que hemos
recibido,
por el mensaje de amistad de tantos hermanos,
por los gestos de caridad que derriban inútiles
fronteras.
Amén.
RENOVACIÓN DE LAS PROMESAS
BAUTISMALES
(Domingo del Bautismo del Señor)
Con la profesión religiosa nos proponemos vivir la
gracia bautismal más plena y radicalmente (Const. 60)
V Bendito seas, oh Padre, rico en misericordia,
por la inmensa caridad con que nos has amado.
R A nosotros, muertos por nuestras culpas, nos has
devuelto la vida en Cristo.
V Bendito seas, oh Cristo, Hijo del Padre,
que te has hecho hombre para nuestra salvación.
R Queremos seguirte con corazón generoso por la vía
de los consejos evangélicos.
V Bendito seas, oh Espíritu Santo,
que infundes tus dones en la creación.
R Enséñanos a ser portadores de tu gracia a los jóvenes
e ilumina nuestros pasos por el camino de la paz.
V Oremos.
Danos, Señor, tu gracia,
para que caminemos siempre
con un mayor compromiso
en la vocación a la que nos has llamado.
213

22.5 Page 215

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Así tu Iglesia podrá elevar
una alabanza más santa y perfecta
a ti, oh Dios, uno y trino,
que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R Amén.
De la segunda carta de Pedro (1,2-10)
A vosotros gracia y paz abundantes por el conoci-
miento de Dios y de Jesús nuestro Señor. Pues su po-
der divino nos ha concedido todo lo que conduce a
la vida y a la piedad, mediante el conocimiento del
que nos ha llamado con su propia gloria y potencia,
con las cuales se nos han concedido las preciosas y
sublimes promesas, para que, por medio de ellas,
seáis partícipes de la naturaleza divina, escapando
de la corrupción que reina en el mundo por la ambi-
ción; en vista de ello, poned todo empeño en añadir
a vuestra fe la virtud, a la virtud el conocimiento, al
conocimiento la templanza, a la templanza la pacien-
cia, a la paciencia la piedad, a la piedad el cariño fra-
terno, y al cariño fraterno el amor.
Pues estas cosas, si las tenéis en abundancia, no os
dejan ociosos ni infecundos para el conocimiento de
nuestro Señor Jesucristo. Y quien no las tenga es cie-
go y miope, que echa en el olvido la purificación de
sus propios pecados. Por eso, hermanos, poned el ma-
yor empeño en afianzar vuestra vocación y vuestra
elección; haciendo esto no caeréis nunca.
Rom 6, 3-13
Cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos
bautizados en su muerte. Por el bautismo fuimos se-
pultados con él en la muerte, para que, lo mismo que
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22.6 Page 216

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Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del
Padre, así también nosotros andemos en una vida
nueva. Pues si hemos sido incorporados a él en una
muerte como la suya, lo seremos también en una re-
surrección como la suya; sabiendo que nuestro hom-
bre viejo fue crucificado con Cristo, para que fuera
destruido el cuerpo de pecado, y, de este modo, noso-
tros dejáramos de servir al pecado; porque quien
muere ha quedado libre del pecado. Si hemos muer-
to con Cristo, creemos que también viviremos con él;
pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de en-
tre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tie-
ne dominio sobre él. Porque quien ha muerto, ha muer-
to al pecado de una vez para siempre; y quien vive,
vive para Dios. Lo mismo vosotros, consideraos muer-
tos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús. Que
el pecado no siga reinando en vuestro cuerpo mor-
tal, sometiéndoos a sus deseos; no pongáis vuestros
miembros al servicio del pecado, como instrumentos
de Dios e instrumentos de justicia.
A Don Rua y a los demás amados hijos de S. Francisco
que viven en Turín
Probablemente nuestra Sociedad será definitivamen-
te aprobada dentro de poco y por ello necesitaría ha-
blar frecuentemente con mis amados hijos. No pu-
diendo hacerlo siempre personalmente, procuraré
hacerlo al menos por carta.
El primer objeto de nuestra Sociedad es la santificación
de sus miembros. Por tanto, cada uno al entrar en ella
abandone todo otro pensamiento y otra preocupa-
ción. Quien entrase para gozar de una vida tranqui-
la, tener comodidad para continuar sus estudios,
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22.7 Page 217

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librarse de las órdenes de sus padres o eximirse de
la obediencia a algún superior, tendría un fin equivo-
cado y no sería aquel sequere me del Salvador, ya que
seguiría la propia utilidad temporal y no el bien de
su alma. Los apóstoles fueron alabados por el Señor
y les prometió un reino eterno, no por abandonar el
mundo, sino porque, al abandonarlo, manifestaban
estar dispuestos a seguirle en las tribulaciones, como
sucedió de hecho, consumiendo su vida en los traba-
jos, en la penitencia y en los padecimientos, y sufrien-
do finalmente el martirio por la fe.
Tampoco entra o permanece con buen fin en la
Sociedad quien está persuadido de que es necesario
en la misma. Todos deben grabarlo bien en su men-
te y en su corazón: desde el superior general hasta
el último de los socios, ninguno es necesario en la
Sociedad. Solo Dios debe ser su cabeza, su Señor to-
talmente necesario. Por eso los socios de la misma
deben dirigirse a su cabeza, a su Señor, al remunera-
dor, a Dios, y por amor a Él todos deben hacerse ins-
cribir en la Sociedad; por su amor, trabajar, obedecer,
dejar cuanto se poseía en el mundo para poder decir
al fin de la vida al Salvador que hemos elegido por
modelo: Ecce nos reliquimus (omnia) et secuti sumus
te; quid ergo dabis nobis?
Cuando decimos que cada uno de nosotros debe entrar
en la Sociedad, guiado por el único deseo de servir a Dios
con mayor perfección y hacerse el bien a sí mismo, se
entiende el verdadero bien, el bien espiritual y eterno.
Quien busca una vida cómoda, de bienestar, no entra
con buen fin en nuestra Sociedad. Nosotros ponemos
como base la palabra del Salvador que dice: «Quien
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22.8 Page 218

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quiera ser mi discípulo, venda cuanto posee en el mun-
do, déselo a los pobres y sígame». Pero, ¿adónde ir, adón-
de seguirlo si no tenía ni un palmo de tierra donde re-
clinar su cansada cabeza? «Quien quiera ser mi discí-
pulo, dice el Salvador, sígame con la oración, con la pe-
nitencia y especialmente niéguese a sí mismo, tome la
cruz de las cotidianas tribulaciones y sígame»: Abneget
semetipsum, tollat crucem suam quotidie, et sequatur
me (Lc 9,23). ¿Pero hasta dónde seguirle? Hasta la muer-
te y, si fuere menester, hasta una muerte de cruz.
Esto es lo que hace en nuestra Sociedad el que con-
sume sus fuerzas en el sagrado ministerio, en la en-
señanza o en otro ejercicio sacerdotal, hasta la mis-
ma muerte violenta de la cárcel, del destierro, de la
espada, del agua, del fuego; hasta que, después de
haber sufrido y haber muerto por Jesucristo en la tie-
rra, pueda ir a gozar con él en el cielo.
Este me parece el sentido de las palabras de san Pablo
cuando dice a todos los cristianos: Qui vult gaudere
cum Christa, oportet pati cum Christo.
Un socio que ingresa con estas buenas disposiciones
no debe pretender nada y sí aceptar con gusto cual-
quier función que se le pueda confiar. Enseñanza, es-
tudio, trabajo, predicación, confesión, en la iglesia o
fuera de ella; las más bajas ocupaciones deben reci-
birse con alegría y prontitud de ánimo, porque Dios
no mira la calidad del empleo sino el fin de quien lo
hace. Por consiguiente, todos los empleos son igual-
mente nobles, porque son igualmente meritorios a
los ojos de Dios. Mis queridos hijos, confiad en vues-
tros superiores: ellos deben dar estrecha cuenta a
Dios de vuestras obras; por eso estudian vuestra
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22.9 Page 219

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capacidad, vuestras inclinaciones y disponen las co-
sas de forma compatible con vuestras fuerzas, pero
siempre como a ellos les parece que han de servir
para mayor gloria de Dios y bien de las almas.
¡Oh! Si nuestros hermanos entran en la Sociedad con
estas disposiciones, nuestras casas se convertirán
ciertamente en un paraíso en la tierra. Reinará la paz
y la concordia entre los individuos de toda familia y
la caridad será el hábito cotidiano de quien manda,
la obediencia y el respeto precederán los pasos, las
obras y hasta los pensamientos de los superiores. Se
formará, en fin, una familia de hermanos en tomo a
su padre, para promover la gloria de Dios en la tierra,
e ir después un día a amarlo y gozarlo en la inmensa
gloria de los bienaventurados en el cielo.
Que Dios os bendiga a vosotros y a vuestros traba-
jos, y que la gracia del Señor santifique vuestras ac-
ciones y os ayude a perseverar en el bien.
Promesas bautismales
V ¿Renunciáis al pecado, para vivir en la libertad de
los hijos de Dios?
R Renuncio.
V ¿Renunciáis a las seducciones del mal, para no
dejaros dominar por el pecado?
R Renuncio.
V ¿Renunciáis a satanás, origen y causa de todo
pecado?
R Renuncio.
V ¿Creéis en Dios Padre todopoderoso, creador del
cielo y de la tierra?
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22.10 Page 220

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R Creo.
V ¿Creéis en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
que nació de Santa María Virgen, murió, fue se-
pultado, resucitó de entre los muertos y está sen-
tado a la derecha del Padre?
R Creo.
V ¿Creéis en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia
Católica, en la comunión de los Santos, en el per-
dón de los pecados, en la resurrección de los muer-
tos y en la vida eterna?
R Creo.
V Esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia, la que
nos gloriamos de profesar en Jesucristo nuestro
Señor.
Rito con agua bendita
V El agua bendita con la que seremos rociados (o: a
la que nos acercaremos) nos recuerda el agua del
bautismo que nos ha regenerado. Renovemos nues-
tra fidelidad al don recibido.
(Aspersión, o también, todos se acercan al agua bendita
y se persignan con ella)
Injertados en Cristo podemos dirigirnos al Padre con
su misma confianza. Como hijos predilectos tenemos
la certeza de ser escuchados.
Oración del Señor, que nos ha sido dada el día del
bautismo: Padre nuestro…
Bendición
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23 Pages 221-230

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23.1 Page 221

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23.2 Page 222

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7
TIEMPO
DE CUARESMA

23.3 Page 223

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23.4 Page 224

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La Cuaresma es un tiempo fuerte de conversión para
toda comunidad salesiana. Es un tiempo propio para
retiros, revisiones de vida, celebraciones comunitarias
penitenciales y de la reconciliación, para la práctica
del Vía Crucis.
MEDITACIÓN SOBRE LA PASIÓN SEGÚN
SAN LUCAS (VIA CRUCIS)
Canto e introducción
V En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo. Amén.
Cristo, que nos precede en el camino de la cruz,
esté con todos vosotros.
R Y con tu espíritu.
V Hermanos, meditamos sobre el cumplimiento de la
Escritura en los acontecimientos de la condena y
muerte del Hijo del hombre. Escuchamos el testimo-
nio de los apóstoles y participamos en su conmo-
ción. Subimos también nosotros al Calvario para vi-
vir con Jesús la experiencia del fracaso y de la muer-
te, y para saborear con él la alegría de la verdadera
vida. Unidos a él, oremos y contemplemos.
Prólogo: Los discípulos en camino con Jesús
(Lc 9,51-56; 18.31-34)
V Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R Porque con tu cruz redimiste al mundo.
L Cuando se completaron los días en que iba a ser
llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a
Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él.
Puestos en camino, entraron en una aldea de
223

23.5 Page 225

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samaritanos para hacer los preparativos. Pero no
lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que
caminaba hacia Jerusalén. Al ver esto, Santiago y
Juan, discípulos suyos, le dijeron: «Señor, ¿quieres
que digamos que baje fuego del cielo que acabe
con ellos?». Él se volvió y los regañó. Y se encami-
naron hacia otra aldea.
Tomando consigo a los Doce, les dijo: «Mirad, esta-
mos subiendo a Jerusalén y se cumplirá en el Hijo
del hombre todo lo escrito por los profetas, pues será
entregado a los gentiles y será escarnecido, insulta-
do y escupido, y después de azotarlo lo matarán, y
al tercer día resucitará». Pero ellos no entendieron
nada de esto, este lenguaje era misterioso para ellos
y no comprendieron lo que les decía.
V Cristo ha entregado su vida por nosotros.
R Entreguémosla también nosotros por nuestros
hermanos.
V Señor Jesús, tu caminar hacia la cruz es una invi-
tación a seguirte: una invitación difícil de enten-
der, que muchas veces olvidamos o abandonamos.
Señor, venga sobre nosotros tu Espíritu, para que
nos ayude a reflexionar sobre tu camino de muer-
te y así comprenderlo, para vivirlo a través de las
elecciones de cada día y la valoración de los
acontecimientos.
R Amén.
Primera estación: Jesús entra en Jerusalén.
(Lc 19,37-38.41-44.47-48)
V Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R Porque con tu cruz redimiste al mundo.
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L Cuando se acercaba ya a la bajada del monte de
los Olivos, la multitud de los discípulos, llenos de
alegría, comenzaron a alabar a Dios a grandes vo-
ces por todos los milagros que habían visto, di-
ciendo: «¡Bendito el rey que viene en nombre del
Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas».
Al acercarse y ver la ciudad, lloró sobre ella, mien-
tras decía: «¡Si reconocieras tú también en este día
lo que conduce a la paz! Pero ahora está escondido
a tus ojos. Pues vendrán días sobre ti en que tus
enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán,
apretarán el cerco de todos lados, te arrasarán con
tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra.
Porque no reconociste el tiempo de tu visita».
Todos los días enseñaba en el templo. Por su par-
te, los sumos sacerdotes, los escribas y los princi-
pales del pueblo buscaban acabar con él, pero no
sabían qué hacer, porque todo el pueblo estaba
pendiente de él, escuchándolo.
V Cristo ha entregado su vida por nosotros.
R Entreguémosla también nosotros por nuestros
hermanos.
V Señor Jesús, como los discípulos del Evangelio,
nosotros quisiéramos reconocerte siempre como
rey de paz y de justicia: pero demasiadas veces
te invocamos solo con palabras y no sabemos re-
conocerte en la vida de cada día. Por eso te pedi-
mos: que tu fuerza esté con nosotros para que nun-
ca te rechacemos, eterno Dios, Verbo del Padre,
que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R Amén.
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Canto (Una estrofa del Stabat mater después de cada
estación)
Stabat mater dolorosa
iuxta crucem lacrimosa,
dum pendebat Filius.
Segunda estación: Jesús en la Última cena
(Lc 22,14-15.19-23)
V Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R Porque con tu cruz redimiste al mundo.
L Cuando llegó la hora, se sentó a la mesa y los após-
toles con él y les dijo: «Ardientemente he deseado
comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer.»
[…] Y, tomando pan, después de pronunciar la ac-
ción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: «Esto
es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced
esto en memoria mía». Después de cenar, hizo lo
mismo con el cáliz, diciendo: «Este cáliz es la nue-
va alianza en mi sangre, que es derramada por vo-
sotros. Pero mirad: la mano del que me entrega está
conmigo, en la mesa. Porque el Hijo del hombre se
va, según lo establecido; pero ¡ay de aquel hombre
por quien es entregado!». Ellos empezaron a pre-
guntarse unos a otros sobre quién de ellos podía
ser el que iba a hacer eso.
V Cristo ha entregado su vida por nosotros.
R Entreguémosla también nosotros por nuestros
hermanos.
V Señor Jesús, en camino hacia la cruz has querido
permanecer en nosotros donándonos en el pan y
en el vino tu cuerpo y tu sangre, signo de
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salvación y comunión fraterna. Tú que conoces
lo que hay en nuestro interior, concédenos cele-
brar y vivir siempre dignamente la Eucaristía. Tú
eres el eterno sacerdote de salvación.
R Amén.
Canto
Cuius animam gementem,
contristatam et dolentem
pertransivit gladius.
Tercera estación: Jesús hacia el Monte de los olivos.
(Lc 22,39-46)
V Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R Porque con tu cruz redimiste al mundo.
L Salió y se encaminó, como de costumbre, al mon-
te de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. Al
llegar al sitio, les dijo: «Orad, para no caer en ten-
tación». Y se apartó de ellos como a un tiro de pie-
dra y, arrodillado, oraba diciendo: «Padre, si quie-
res, aparta de mí este cáliz; pero que no se haga
mi voluntad, sino la tuya». Y se le apareció un án-
gel del cielo, que lo confortaba. En medio de su
angustia, oraba con más intensidad. Y le entró un
sudor que caía hasta el suelo como si fueran go-
tas espesas de sangre. Y, levantándose de la ora-
ción, fue hacia sus discípulos, los encontró dormi-
dos por la tristeza, y les dijo: «¿Por qué dormís?
Levantaos y orad, para no caer en tentación».
V Cristo ha entregado su vida por nosotros.
R Entreguémosla también nosotros por nuestros
hermanos.
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V Señor Jesús, enséñanos a orar: haz que en los mo-
mentos de crisis, de dificultad, de prueba, tenga-
mos la valentía de mirar hacia ti e imitarte en una
oración constante y confiada. Tú eres Cristo, Señor
nuestro.
R Amén.
Canto
O quam tristis et afflicta
fuit illa benedicta
Mater Unigeniti!
Cuarta estación: Jesús es arrestado (Lc 22,47-53)
V Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R Porque con tu cruz redimiste al mundo.
L Todavía estaba hablando, cuando apareció una tur-
ba; iba a la cabeza el llamado Judas, uno de los
Doce. Y se acercó a besar a Jesús. Jesús le dijo:
«Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?».
Viendo los que estaban con él lo que iba a pasar,
dijeron: «Señor, ¿herimos con la espada?». Y uno de
ellos hirió al criado del sumo sacerdote y le cortó
la oreja derecha. Jesús intervino, diciendo: «Dejadlo,
basta». Y, tocándole la oreja, lo curó. Jesús dijo a los
sumos sacerdotes y a los oficiales del templo, y a
los ancianos que habían venido contra él: «¿Habéis
salido con espadas y palos como en busca de un
bandido? Estando a diario en el templo con voso-
tros, no me prendisteis. Pero esta es vuestra hora
y la del poder de las tinieblas».
V Cristo ha entregado su vida por nosotros.
R Entreguémosla también nosotros por nuestros
hermanos.
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V Señor Jesús, líbranos de la tentación, aléjanos del
mal y perdona la indolencia que te condena. Que
tus pensamientos habiten en nosotros, oh Señor,
y nos ayuden a responder al mal con el bien y
amar incluso a aquellos que nos persiguen. Tú
eres el Emmanuel, Jesucristo nuestro Señor.
R Amén.
Canto
Quae maerebat et dolebat,
pia Mater, dum videbat
nati poenas incliti.
Quinta estación: Jesús ante el tribunal hebreo
(Lc 22,66-71)
V Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R Porque con tu cruz redimiste al mundo.
L Cuando se hizo de día, se reunieron los ancianos
del pueblo, con los jefes de los sacerdotes y los
escribas; lo condujeron ante su Sanedrín, y le di-
jeron: «Si tú eres el Mesías, dínoslo». Él les dijo:
«Si os lo digo, no lo vais a creer; y si os pregunto,
no me vais a responder. Pero, desde ahora, el Hijo
del hombre estará sentado a la derecha del po-
der de Dios». Dijeron todos: «Entonces, ¿tú eres
el Hijo de Dios?». Él les dijo: «Vosotros lo decís, yo
lo soy». Ellos dijeron: «¿Qué necesidad tenemos
ya de testimonios? Nosotros mismos lo hemos
oído de su boca».
V Cristo ha entregado su vida por nosotros.
R Entreguémosla también nosotros por nuestros
hermanos.
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V Señor Jesús, ayúdanos a desear lo verdadero, a no te-
mer los sufrimientos y las contrariedades con tal de
estar en la verdad con corazón sincero. Defiéndenos,
oh Jesús, de la falsedad y del error. Tú eres la eterna
verdad, oh Cristo Jesús Señor nuestro.
R Amén.
Canto
Quis est homo, qui non fleret,
Matrem Christi si videret
in tanto supplicio?
Sexta estación: Jesús ante Pilato (Lc 23,1-7)
V Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R Porque con tu cruz redimiste al mundo.
L Y levantándose toda la asamblea, lo llevaron a pre-
sencia de Pilato. Y se pusieron a acusarlo, dicien-
do: «Hemos encontrado que este anda amotinando
a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen
tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey».
Pilato le preguntó: «¿Eres tú el rey de los judíos?».
Él le responde: «Tú lo dices». Pilato dijo a los sumos
sacerdotes y a la gente: «No encuentro ninguna cul-
pa en este hombre». Pero ellos insistían con más
fuerza, diciendo: «Solivianta al pueblo enseñando
por toda Judea, desde que comenzó en Galilea has-
ta llegar aquí». Pilato, al oírlo, preguntó si el hom-
bre era galileo; y, al enterarse de que era de la ju-
risdicción de Herodes, que estaba precisamente en
Jerusalén por aquellos días, se lo remitió.
V Cristo ha entregado su vida por nosotros.
R Entreguémosla también nosotros por nuestros
hermanos.
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V Señor Jesús, ayúdanos a testimoniar con fidelidad
y a manifestar tu anuncio de salvación. Aquellos
que estaban en las tinieblas no acogieron tu luz,
el mundo te ha rechazado y tú has ofrecido tu vida
por la humanidad que estaba en pecado. Señor
Jesús, tú que has orado por aquellos que no eran
del mundo, ayúdanos a anunciar tu presencia y a
ser signos de tu salvación. Tú eres Cristo, el Señor
de la historia.
R Amén.
Canto
Quis non posset contristari,
Christi Matrem contemplari
dolentem cum Filio?
Séptima estación: Jesús ante Herodes
(Lc 23,8-12)
V Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R Porque con tu cruz redimiste al mundo.
L Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento,
pues hacía bastante tiempo que deseaba verlo,
porque oía hablar de él y esperaba verle hacer al-
gún milagro. Le hacía muchas preguntas con abun-
dante verborrea; pero él no le contestó nada.
Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas
acusándolo con ahínco. Herodes, con sus solda-
dos, lo trató con desprecio y, después de burlarse
de él, poniéndole una vestidura blanca, se lo re-
mitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron ami-
gos entre sí Herodes y Pilato, porque antes esta-
ban enemistados entre sí.
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V Cristo ha entregado su vida por nosotros.
R Entreguémosla también nosotros por nuestros
hermanos.
V Señor Jesús, te damos gracias por la fuerza que do-
nas a quienes sufren injusticias y persecuciones.
También nosotros, en nuestra debilidad, tenemos
necesidad de la audacia y la valentía que viene de
tu Espíritu. Concédenos, Señor, tu Espíritu de for-
taleza y de amor. Tú eres amor de salvación.
R Amén.
Canto
Pro peccatis suae gentis
vidit Iesum in tormentis
et flagellis subditum.
Octava estación: Jesús condenado a muerte.
(Lc 23,13-16.21-24)
V Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R Porque con tu cruz redimiste al mundo.
L Pilato, después de convocar a los sumos sacerdo-
tes, a los magistrados y al pueblo, les dijo: «Me ha-
béis traído a este hombre como agitador del pue-
blo; y resulta que yo lo he interrogado delante de
vosotros y no he encontrado en este hombre nin-
guna de las culpas de que lo acusáis; pero tampo-
co Herodes, porque nos lo ha devuelto: ya veis que
no ha hecho nada digno de muerte. Así que le daré
un escarmiento y lo soltaré». […] pero ellos seguían
gritando: «¡Crucifícalo, crucifícalo!». Por tercera
vez les dijo: «Pues ¿qué mal ha hecho este? No he
encontrado en él ninguna culpa que merezca la
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muerte. Así que le daré un escarmiento y lo solta-
ré». Pero ellos se le echaban encima, pidiendo a
gritos que lo crucificara; e iba creciendo su grite-
río. Pilato entonces sentenció que se realizara lo
que pedían.
V Cristo ha entregado su vida por nosotros.
R Entreguémosla también nosotros por nuestros
hermanos.
V Señor Jesús, asocia a tu salvación a aquellos que
te siguen con valentía y por ello son perseguidos
y ultrajados. No los abandones al poder de las fuer-
zas de la muerte que dominan este mundo. Que
tu fuerza esté con ellos para que la luz de la sal-
vación ilumine los días de dolor y de condena. Tú
eres la Víctima inocente que redime al inocente.
R Amén.
Canto
Vidit suum dulcem Natum
moriendo desolatum,
dum emisit spiritum.
Novena estación: Jesús camino del Calvario.
(Lc 23,26-32)
V Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R Porque con tu cruz redimiste al mundo.
L Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto
Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron
la cruz, para que la llevase detrás de Jesús. Lo seguía
un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se gol-
peaban el pecho y lanzaban lamentos por él. Jesús
se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no
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lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hi-
jos, porque mirad que vienen días en los que dirán:
“Bienaventuradas las estériles y los vientres que no
han dado a luz y los pechos que no han criado”.
Entonces empezarán a decirles a los montes: “Caed
sobre nosotros”, y a las colinas: “Cubridnos”; porque,
si esto hacen con el leño verde, ¿qué harán con el
seco?». Conducían también a otros dos malhechores
para ajusticiarlos con él.
V Cristo ha entregado su vida por nosotros.
R Entreguémosla también nosotros por nuestros
hermanos.
V Señor Jesús, nosotros acogemos tu invitación y te
pedimos perdón. Puesto que no nos hemos com-
prometido a fondo en el testimonio y el esfuerzo
por comunicar nuestra a fe a los demás, también
nosotros somos responsables de que el mundo to-
davía no te reconozca como salvador. Tú, oh Dios
de la misericordia, perdónanos.
R Amén.
Canto
Eia, Mater, fons amoris,
me sentire vim doloris
fac, ut tecum lugeam.
Décima estación: Jesús es crucificado.
(Lc 23,33-38)
V Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R Porque con tu cruz redimiste al mundo.
L Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo
crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la
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derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: «Padre, per-
dónalos, porque no saben lo que hacen». Hicieron lo-
tes con sus ropas y los echaron a suerte. El pueblo
estaba mirando, pero los magistrados le hacían mue-
cas, diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí
mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido». Se bur-
laban de él también los soldados, que se acercaban
y le ofrecían vinagre, diciendo: «Si eres tú el rey de
los judíos, sálvate a ti mismo». Había también por en-
cima de él un letrero: «Este es el rey de los judíos».
V Cristo ha entregado su vida por nosotros.
R Entreguémosla también nosotros por nuestros
hermanos.
V Señor Jesús, tu discurso es duro, para nosotros es
difícil amar a los enemigos. Nada podemos sin tu
ayuda. Que tu cruz sea para nosotros modelo de
amor, fuerza para superar nuestras faltas de mode-
ración y nuestros desalientos. Tú eres la vida más
allá de la muerte y la alianza contra el pecado.
R Amén.
Canto
Fac ut ardeat cor meum
in amando Christum Deum,
ut sibi complaceam.
Undécima estación: Jesús con el ladrón arrepentido.
(Lc 23,39-43)
V Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R Porque con tu cruz redimiste al mundo.
L Uno de los malhechores crucificados lo insultaba,
diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti
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mismo y a nosotros». Pero el otro, respondiéndole
e increpándolo, le decía: «¿Ni siquiera temes tú a
Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en
verdad, lo estamos justamente, porque recibimos
el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este
no ha hecho nada malo». Y decía: «Jesús, acuérda-
te de mí cuando llegues a tu reino». Jesús le dijo:
«En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el
paraíso».
V Cristo ha entregado su vida por nosotros.
R Entreguémosla también nosotros por nuestros
hermanos.
V Señor Jesús, también nosotros pecadores, te pe-
dimos ayuda y perdón. Tú, después de haber sido
envuelto en la sombra del dolor y de la muerte,
resucitado y ascendido al cielo, estás en tu reino
junto al Padre. No te olvides de tus siervos que
han esperado en ti, para que en el día glorioso y
santo, cada uno de los rescatados de la muerte
pueda contemplar con gozo tu rostro. Tú eres mi-
sericordia y perdón.
R Amén.
Canto
Sancta Mater, istud agas,
Crucifixi fige plagas
cordi meo valide.
Duodécima estación: Jesús muere.
(Lc 23,44-49)
V Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R Porque con tu cruz redimiste al mundo.
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L Era ya como la hora sexta, y vinieron las tinieblas
sobre toda la tierra, hasta la hora nona, porque se
oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por
medio. Jesús, clamando con voz potente, dijo:
«Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu» . Y,
dicho esto, expiró.
El centurión, al ver lo ocurrido, daba gloria a Dios,
diciendo: «Realmente, este hombre era justo».
Toda la muchedumbre que había concurrido a
este espectáculo, al ver las cosas que habían ocu-
rrido, se volvía dándose golpes de pecho. Todos
sus conocidos y las mujeres que lo habían segui-
do desde Galilea se mantenían a distancia, vien-
do todo esto.
V Cristo ha entregado su vida por nosotros.
R Entreguémosla también nosotros por nuestros
hermanos.
V Señor Jesús, en el cumplimiento de las Escrituras
has entregado tu espíritu al Padre. Un grito de su-
frimiento veló tu rostro y la angustia por el peca-
do de la humanidad envolvió en el tormento la so-
ledad de la muerte. También nosotros, perdidos
por el pecado, vagamos en el abandono y en el si-
lencio. Ayúdanos a esperar más allá del fracaso.
Tu que eres el Dios de la salvación, muerto por
nosotros.
R Amén.
Canto
Tui nati vulnerati,
tam dignati pro me pati,
poenas mecum divide.
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Decimotercera estación: Jesús es sepultado.
(Lc 23,50-53)
V Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R Porque con tu cruz redimiste al mundo.
L Había un hombre, llamado José, que era miembro
del Sanedrín, hombre bueno y justo (este no ha-
bía dado su asentimiento ni a la decisión ni a la
actuación de ellos); era natural de Arimatea, ciu-
dad de los judíos, y aguardaba el reino de Dios.
Este acudió a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.
Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colo-
có en un sepulcro excavado en la roca, donde na-
die había sido puesto todavía.
V Cristo ha entregado su vida por nosotros.
R Entreguémosla también nosotros por nuestros
hermanos.
V Señor Jesús, con profundo respeto, algunos de los
que estaban contigo dieron a tu cuerpo un sepul-
cro nuevo. Pero aquel templo destruido no estaba
destinado a la ruina y la tumba estaría vacía por
siempre. Tú eres vida y amor de resurrección.
R Amén.
Canto
Fac me tecum pie fiere,
Crucifixo condolere,
donec ego vixero.
Decimocuarta estación: Jesús ha resucitado.
(Lc 24,1-7)
V Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
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24.10 Page 240

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R Porque con tu cruz redimiste al mundo.
L El primer día de la semana, de madrugada, las mu-
jeres fueron al sepulcro llevando los aromas que
habían preparado. Encontraron corrida la piedra
del sepulcro. Y, entrando, no encontraron el cuer-
po del Señor Jesús. Mientras estaban desconcer-
tadas por esto, se les presentaron dos hombres
con vestidos refulgentes. Ellas quedaron despa-
voridas y con las caras mirando al suelo y ellos
les dijeron: «¿Por qué buscáis entre los muertos al
que vive? No está aquí. Ha resucitado. Recordad
cómo os habló estando todavía en Galilea, cuan-
do dijo que el Hijo del hombre tiene que ser entre-
gado en manos de hombres pecadores, ser cruci-
ficado y al tercer día resucitar».
V Cristo ha entregado su vida por nosotros.
R Entreguémosla también nosotros por nuestros
hermanos.
V Señor Jesús, las tinieblas no oscurecerán tu nom-
bre: aquello que era imposible a los hombres, es
posible para Dios y en el alba del nuevo día subi-
rá desde Jerusalén un canto de victoria. Oh Señor,
permanece siempre con nosotros.
R Amén.
Canto
Iuxta crucem tecum stare
et me tibi sociare
in planctu desidero.
Quando corpus morietur,
fac ut animae donetur
paradisi gloria. Amén.
239

25 Pages 241-250

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25.1 Page 241

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Conclusión
L La pasión de Jesús no ha acabado: él continúa su-
friendo en la humanidad que sufre por el pecado,
por la injusticia y por la búsqueda de la verdade-
ra libertad. Hoy somos nosotros, su Iglesia, miem-
bros de su cuerpo místico, los que debemos «com-
pletar en nosotros su pasión» para la redención
del mundo, llevando en nuestro corazón y en nues-
tra carne el sufrimiento de todos los hombres. La
muerte de Jesús no es el final, sino que se abre en
la resurrección: nuestra vida es iluminada por la
esperanza de que nosotros, y todo el mundo con
nosotros, seremos transformados para ser partí-
cipes de la vida gloriosa del Señor resucitado.
V Cristo ha entregado su vida por nosotros.
R Entreguémosla también nosotros por nuestros
hermanos.
V Oremos. Oh Señor Jesús, enséñanos a llevar nues-
tra cruz cada día y a seguirte con voluntad gene-
rosa de reparar nuestros pecados y los de la hu-
manidad. Tú que nos has salvado, haznos salva-
dores de nuestros hermanos, haznos testigos go-
zosos de tu resurrección. Tú que vives glorioso
por los siglos de los siglos.
R Amén.
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25.2 Page 242

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8
TIEMPO
DE PASCUA

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25.6 Page 246

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La comunidad salesiana cuidará con especial atención
el Tiempo Pascual. Esto nos llevará a un conocimiento
más preciso del carisma salesiano. Los Salesianos for-
man una comunidad de bautizados llamados a ser en
la Iglesia, según la escuela de Don Bosco, “signos y por-
tadores del amor de Dios a los jóvenes, especialmente
de los más pobres” (Const. 2). En el TRIDUO PASCUAL
es conveniente centrar toda la vida de oración en la li-
turgia. A nivel comunitario se aconseja celebrar juntos
también el Oficio de las Lecturas.
VIA LUCIS
INTRODUCCIÓN
Vía Lucis, el Camino de la Luz, es una devoción para
el período de Pascua. Así como la Vía Crucis nos per-
mite caminar con el Cristo sufriente, la Vía Lucis nos
permite caminar con el Cristo resucitado, una luz que
brilla en tiempos de tormenta. No es solo una luz de
victoria sino mucho más, un rayo de esperanza, que
nos promete que el plan eterno que Dios tiene para
nosotros es para nuestro bien, para nuestra salvación,
para nuestra santificación, para la identificación con
nuestro origen divino.
V En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo. Amén.
Primera Estación: JESÚS SURGE DE LA MUERTE
V Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R Porque con tu resurrección le has dado vida al mundo.
Escritura: Pasado el sábado, al alborear el primer día
de la semana, fueron María la Magdalena y la otra María
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a ver el sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la tie-
rra, pues un ángel del Señor, bajando del cielo y acer-
cándose, corrió la piedra y se sentó encima.
(Mt 28,1- 2).
Oh muerte, ¿dónde está tu aguijón? Oh mal, ¿dónde
está tu poder? Jesús resucita de entre los muertos, se
eleva y va más allá de todo poder terreno. La luz bri-
lla desde la nube oscura de la noche para iluminar el
camino ordinario de nuestra vida cotidiana.
Oración: Oh Luz, que ninguna oscuridad ha podido
vencer, inspira en nosotros la esperanza de que a pesar
de los males y los problemas que afrontamos durante
nuestro camino cotidiano, un día terminarán. Saldremos
victoriosos en batallas contra el mal, contra el pecado
y las tentaciones, incluso contra la muerte, como has
hecho tú. Que nuestra vida testimonie tu Pascua. Amén.
Padre nuestro y Gloria al Padre.
V Alégrate, oh Virgen, Madre de Dios.
R Porque en verdad ha resucitado el Señor, aleluya.
Segunda Estación: LOS DISCÍPULOS MIRAN
ADMIRADOS LA TUMBA VACÍA
V Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R Porque con tu resurrección le has dado vida al mundo.
Escritura: Entonces entró también el otro discípulo,
el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó
(Jn 20,8).
La tumba vacía es el seno de nuestra fe, el vacío que
Jesús transformó en plenitud, la oscuridad que Cristo
transformó en luz eterna, el silencio que Dios trans-
formó en Buena Noticia.
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25.8 Page 248

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La Magdalena y los discípulos se pararon a mirar mara-
villados: pronto serán sacudidos por una hermosa e im-
pactante verdad.
Oración: Oh plenitud que llena todo vacío, ilumina nues-
tras mentes y nuestros corazones para que podamos
identificar el mensaje que emana de este vacío. Haz que
podamos conocer lo que es permanente y lo que es efí-
mero: ayúdanos a entender la diferencia entre estas dos
realidades, para que podamos ver la luz que emana de
tu tumba vacía y vivir como personas renovadas por
la Pascua de Jesús. Amén.
Padre nuestro y Gloria al Padre.
V Alégrate, oh Virgen, Madre de Dios.
R Porque en verdad ha resucitado el Señor, aleluya.
Tercera Estación: JESÚS SE APARECE
A MARÍA MAGDALENA
V Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R Porque con tu resurrección le has dado vida al mundo.
Escritura: Jesús le dice: «¡María!». Ella se vuelve y le
dice: «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!». (Jn 20, 16).
El silencio de la tumba se rompe, una voz resuena:
“María”. ¡El que ella creía que era un jardinero, era su
Maestro! ¡María no estaba predispuesta para identi-
ficar a su amado Maestro!
Oración: Oh Maestro, nuestro Amor divino, haz que
nuestra preocupación por nuestra vida no nos cie-
gue, impidiéndonos ver tu presencia. Haz que poda-
mos siempre admirar tu magnanimidad y benevo-
lencia, y así sentirnos fortalecidos y sostenidos en
247

25.9 Page 249

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tiempos de crisis. Danos ojos para verte presente en
cada momento de nuestras vidas, para que tengamos
el valor y la confianza de vivir como el pueblo de la
Pascua. Amén.
Padre nuestro y Gloria al Padre.
V Alégrate, oh Virgen, Madre de Dios.
R Porque en verdad ha resucitado el Señor, aleluya.
Cuarta estación: JESÚS CAMINA CON LOS
DISCÍPULOS A EMAÚS
V Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R Porque con tu resurrección le has dado vida al mundo.
Escritura: Mientras conversaban y discutían, Jesús
en persona se acercó y se puso a caminar con ellos.
(Lucas 24,15).
Los discípulos tenían un espíritu y un corazón des-
trozados, habían perdido toda esperanza, caminaban
como cadáveres, regresaban a sus hogares y a sus
viejas tareas domésticas diarias. Jesús camina con
ellos con una compasión sublime.
Oración: Oh Señor de los peregrinos, cuando nues-
tras esperanzas se rompan y nuestros sueños se des-
vanezcan, haz que no olvidemos que tú caminas a
nuestro lado. Haz que nuestras frustraciones y nues-
tras dudas sean ahuyentadas por tu cayado de pas-
tor. Haz que sintamos tu mano sobre nuestros hom-
bros, para encontrar la fuerza de seguir caminando
y vivir nuestra vida en un clima de Pascua perenne.
Amén.
Padre nuestro y Gloria al Padre.
248

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V Alégrate, oh Virgen, Madre de Dios.
R Porque en verdad ha resucitado el Señor, aleluya.
Quinta estación: JESÚS SE MANIFESTA
AL PARTIR EL PAN
V Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R Porque con tu resurrección le has dado vida al mundo.
Escritura: Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan,
pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A
ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él
desapareció de su vista. (Jn 20,8).
Quédate con nosotros! Los discípulos invitaron al com-
pañero de viaje a pasar la noche con ellos sin saber lo
que iba a pasar y fue el momento en que se abrió para
ellos la oportunidad de recibir una bendición sobrea-
bundante. El partir del pan les reveló a su maestro y
amigo, que nunca más los abandonaría.
Oración: Oh Señor, tus palabras llegan a nuestro cora-
zón, las sentimos quemar dentro de nosotros. Ellas nos
preparan para recibir tu pan que da la vida. Tu amor nos
inspira a creer que siempre está con nosotros, en nues-
tros hermanos y hermanas, en nuestros amigos y veci-
nos, especialmente en aquellos que están en dificultad.
Padre nuestro y Gloria al Padre.
V Alégrate, oh Virgen, Madre de Dios.
R Porque en verdad ha resucitado el Señor, aleluya.
Sexta estación: JESÚS SE APARECE A LOS
DISCÍPULOS EN EL CENÁCULO
V Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R Porque con tu resurrección le has dado vida al mundo.
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26 Pages 251-260

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Escritura: Al anochecer de aquel día, el primero de
la semana, estaban los discípulos en una casa, con
las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto
entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a voso-
tros». (Jn 20, 19).
El miedo y el extravío habían llevado a los discípu-
los a encerrarse en una habitación. Estaban asusta-
dos, convencidos de que todos sus sueños se habían
desvanecido con la muerte de Jesús. Pero ahora Jesús
está allí, de pie en medio de ellos; su palabra anuncia
y transmite paz, regenera la vida y comunica el amor.
Oración: Oh Señor, Hijo del Dios viviente, inspira en no-
sotros la confianza de que todo lo que sucede es cono-
cido por ti, nuestro Maestro. Recuérdanos que el Padre
tiene un diseño sobre cada uno y que todo contribuye
para que se cumpla. Danos la gracia de encontrar en tu
Palabra la luz para superar cualquier obstáculo y nada
nos separará de tu Pascua, porque tú eres el Señor re-
sucitado. Amén.
Padre Nuestro y Gloria al Padre.
V Alégrate, oh Virgen, Madre de Dios.
R Porque en verdad ha resucitado el Señor, aleluya.
Séptima estación: JESÚS DONA EL MINISTERIO
DE LA RECONCILIACIÓN
V Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R Porque con tu resurrección le has dado vida al mundo.
Escritura: «A quienes les perdonéis los pecados, les
quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les
quedan retenidos». (Jn 20,23).
250

26.2 Page 252

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La reconciliación de los hombres con el Padre y de
los hombres entre sí ha sido la razón principal de la
venida del Hijo del Hombre a nosotros. Con su muer-
te, Él ha reconciliado a la humanidad con el Padre,
pero luego, para hacer que su don llegue a todos, con-
fió a los apóstoles el ministerio de reconciliación.
Oración: Oh Señor, Perdón del Padre, revélanos su
amor misericordioso que perdona cada día, después
de cada caída. Haz que nunca nos desanimemos, sino
que nos esforcemos continuamente por vivir una vida
más digna de este amor paterno. Haz que reconozca-
mos el sacramento de la reconciliación como un me-
dio potente para transformar nuestra vida en un can-
to de alegría de Pascua.
Padre Nuestro y Gloria al Padre.
V Alégrate, oh Virgen, Madre de Dios.
R Porque en verdad ha resucitado el Señor, aleluya.
Octava Estación: JESÚS FORTALECE
LA FE DE TOMÁS
V Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R Porque con tu resurrección le has dado vida al mundo.
Escritura: A los ocho días, estaban otra vez dentro
los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estan-
do cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz
a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí
tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi cos-
tado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó
Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». (Jn 20, 26-28).
El alma de Tomás se vio turbada por dudas y perple-
jidades, andaba en búsqueda de evidencias para
251

26.3 Page 253

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hallar una certeza que ya estaba en el corazón de los
demás apóstoles. Pero llegó también para él la hora
del encuentro personal con el Maestro y su espíritu
encontró la luz. Su testimonio nos recuerda que for-
talecerse en la fe es una responsabilidad que no debe
descuidarse; el Espíritu asiste a quien se empeña sin-
ceramente en ello.
Oración: Oh Señor, Verdad resucitada, ilumina nues-
tras mentes, para que seamos humildes en aceptar
los planes de Dios. Que tu luz nos haga percibir in-
cluso los signos más pequeños de tu presencia en
las diversas situaciones de nuestra vida. Haz que
nunca dudemos de que tú nos acompañas y haznos
capaces de ir al encuentro de los otros como “perso-
nas pascuales”. Amén.
Padre nuestro y Gloria al Padre.
V Alégrate, oh Virgen, Madre de Dios.
R Porque en verdad ha resucitado el Señor, aleluya.
Novena estación: JESÚS SE APARECE
EN EL MAR DE TIBERÍADES
V Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R Porque con tu resurrección le has dado vida al mundo.
Escritura: Después de esto, Jesús se apareció otra vez
a los discípulos junto al lago de Tiberíades. (Jn 21,1).
Los discípulos tenían la intención de regresar a su an-
tigua vida, al no tener ninguna esperanza de ver sur-
gir un alba nueva. Jesús llega a la playa de sus vidas
y los invita, una vez más, a ir mar adentro y echar la
red para pescar. ¡Entonces comienzan a entender mu-
cho más de lo que eran capaces de ver con sus ojos!
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Oración: Señor, tu luz ilumina nuestra comprensión
de la realidad y nos desafía a ir más allá de los aspec-
tos externos. Tú nos haces comprender que todo obe-
dece a la voluntad del Padre y nos has dado tu ejem-
plo, para que aprendamos a someternos a ella. Solo
de esta manera seremos tus seguidores, oh Señor re-
sucitado. Amén.
Padre Nuestro y Gloria al Padre.
V Alégrate, oh Virgen, Madre de Dios.
R Porque en verdad ha resucitado el Señor, aleluya.
Décima Estación: JESÚS CONFÍA A PEDRO LA GUÍA
DE SU IGLESIA
V Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R Porque con tu resurrección le has dado vida al mundo.
Escritura: Después de comer, dice Jesús a Simón
Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que es-
tos?». Él le contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quie-
ro». Jesús le dice: «Apacienta mis corderos». (Jn 21,25).
Jesús le preguntó a Pedro tres veces: “¿Me amas?” No
solo la pregunta, sino sobre todo la repetición afligie-
ron a Pedro en lo más profundo de su corazón. Estaba
angustiado mientras respondía: “¡Señor, tú sabes cuán-
to te amo!”. No obstante, Jesús, como respuesta, lo
constituyó pastor principal de su rebaño.
Oración: Oh Jesús, Cordero inmolado convertido en
nuestro Pastor, llénanos de un profundo amor hacia
el Sucesor de Pedro, a quien has confiado tu rebaño.
Que él custodie en la fe a todos tus discípulos, para
que formen el único pueblo nacido de tu Pascua y
crezcan en unidad. Amén.
253

26.5 Page 255

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Padre Nuestro y Gloria al Padre.
V Alégrate, oh Virgen, Madre de Dios.
R Porque en verdad ha resucitado el Señor, aleluya.
Undécima Estación: JESÚS CONFIA LA MISIÓN
A LOS APÓSTOLES
V Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R Porque con tu resurrección le has dado vida al mundo.
Escritura: Los once discípulos se fueron a Galilea, al
monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se pos-
traron, pero algunos dudaron. Acercándose a ellos, Jesús
les dijo: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tie-
rra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bau-
tizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he man-
dado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días,
hasta el final de los tiempos». (Mt 28,16-20).
Id y proclamad, sed testigos hasta los confines de la
tierra. Esta fue la misión que Jesús confirió a los após-
toles, todavía titubeantes después de su resurrección.
Ellos partieron con un paso incierto, pero regresaron
vigorizados por la Luz de Cristo.
Oración: Oh Luz que brillas en los momentos oscu-
ros de la vida, haz que estemos siempre atentos a tu
voz que nos llama, para que podamos ir y proclamar
con la palabra y con los hechos, a través de nuestros
pensamientos y de nuestras palabras, pero también
a través de nuestra vida de “pueblo pascual”, que Tú
eres el Señor de la historia. Amén.
Padre Nuestro y Gloria al Padre.
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V Alégrate, oh Virgen, Madre de Dios.
R Porque en verdad ha resucitado el Señor, aleluya.
Duodécima Estación: JESÚS ASCIENDE AL PADRE
V Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R Porque con tu resurrección le has dado vida al mundo.
Escritura: Dicho esto, a la vista de ellos, fue elevado
al cielo, hasta que una nube se lo quitó de la vista.
(Hch 1,9).
Los apóstoles se quedaron mirando al cielo, de don-
de había venido Jesús, la Luz del mundo. Cristo re-
gresaba al Padre, no para alejarse de nosotros, que
lo habíamos abandonado mientras Él daba su vida
por nosotros, sino para precedernos en la casa, en la
que nos espera, y para orientar nuestro camino atra-
yéndonos hacia él.
Oración: Oh Luz divina, regresas a tu Padre para in-
dicarnos el camino y prepararnos el lugar donde
moraremos eternamente. Haz que tu luz ilumine
nuestros caminos, para que podamos recorrerlos sin
perdernos. Así podremos decir con confianza, a lo
largo del camino, que somos para siempre el pueblo
de la Pascua. Amén.
Padre Nuestro y Gloria al Padre.
V Alégrate, oh Virgen, Madre de Dios.
R Porque en verdad ha resucitado el Señor, aleluya.
Decimotercera estación: LOS DISCÍPULOS Y
MARÍA ESPERAN EL ESPÍRITU
V Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R Porque con tu resurrección le has dado vida al mundo.
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Escritura: Todos ellos perseveraban unánimes en la
oración, junto con algunas mujeres y María, la madre
de Jesús, y con sus hermanos. (Hch 1,14).
“Deberíais estar alegres de que me vaya, porque solo
cuando me vaya mi Padre os enviará al Maestro que
os instruirá, os fortalecerá y os iluminará, para que
podáis descubrir la Verdad”. María mantuvo unidos
a los discípulos de Jesús, confiados en Juan a su cui-
dado materno, de modo que pudieran recibir el Espíritu
de su Hijo.
Oración: Oh Sabiduría que iluminas el mundo, ensé-
ñanos a reconocer la voz del Espíritu Santo que nos
sugiere la obra que debemos hacer para la gloria del
Padre. Haz que tu Espíritu llene nuestros corazones,
para que podamos presentarnos como “pueblo de la
Pascua” en todo momento. Amén.
Padre Nuestro y Gloria al Padre.
V Alégrate, oh Virgen, Madre de Dios.
R Porque en verdad ha resucitado el Señor, aleluya.
Decimocuarta estación: JESÚS ENVÍA EL ESPÍRITU
PROMETIDO
V Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R Porque con tu resurrección le has dado vida al mundo.
Escritura: Vieron aparecer unas lenguas, como lla-
maradas, que se dividían, posándose encima de cada
uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y
empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu
les concedía manifestarse. (Hch 2, 3-4).
Fueron transformados, envueltos por el fuego, y de-
jaron a todos atónitos, porque poseían capacidades
256

26.8 Page 258

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extraordinarias. Los apóstoles estaban llenos de Dios:
el Espíritu se había apoderado de ellos.
Oración: Oh, Espíritu del Dios vivo, don del Señor re-
sucitado, ilumina nuestros corazones y nuestras men-
tes, para que cada día nuestra vida pueda reflejar la
luz del Resucitado y llenar a nuestros hermanos y
hermanas de una vida que da esperanza. Tu presen-
cia en nuestras almas nos haga resplandecientes en
nuestros ejemplos y nos manifieste al mundo como
pueblo pascual. Amén.
Padre Nuestro y Gloria al Padre.
V Alégrate, oh Virgen, Madre de Dios.
R Porque en verdad ha resucitado el Señor, aleluya.
Oremos de acuerdo con las intenciones del Santo Padre:
Padre nuestro, Ave María, Gloria.
Oración final: El Salvador resucitado, nuestra luz y
nuestra esperanza, ilumine nuestros corazones y nues-
tras almas, para que podamos caminar siempre en tu
luz, inspirados en tu Nueva Vida, y ser por siempre el
pueblo de la Pascua que reta al mundo, especialmente
a los jóvenes, a caminar hacia una esperanza infalible.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
NOVENA DE PENTECOSTÉS
Veni Creator
Veni Creator Spiritus,
Mentes tuorum visita,
Imple superna gratia,
Quae tu creasti, pectora.
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26.9 Page 259

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Qui diceris Paraclitus,
Altissimi Donum Dei,
Fons vivus, ignis, caritas,
Et spiritalis unctio.
Tu septiformis munere,
Dextrae Dei tu digitus,
Tu rite promissum Patris,
Sermone ditans guttura.
Accende lumen sensibus,
Infunde amorem cordibus,
Infirma nostri corporis,
Virtute firmans perpeti.
Hostem repellas longius,
Pacemque dones protinus;
Ductore sic te praevio,
Vitemus omne noxium.
Per te sciamus da Patrem
Noscamus atque Filium;
Teque utriusque Spiritum
Credamus omni tempore. Amén.
O también
Ven Espíritu Creador;
visita las almas de tus fieles.
Llena de la divina gracia
los corazones que Tú mismo has creado.
Tú, llamado Paráclito,
don de Dios altísimo,
fuente viva, fuego, caridad
y espiritual unción.
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26.10 Page 260

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Tú derramas sobre nosotros los siete dones;
Tú, el dedo de la mano de Dios,
Tú, el prometido del Padre,
pones en nuestros labios los tesoros de tu Palabra.
Enciende con tu luz nuestros sentidos,
infunde tu amor en nuestros corazones
y, con tu perpetuo auxilio,
fortalece nuestra frágil carne.
Aleja de nosotros al enemigo,
danos pronto tu paz,
siendo Tú mismo nuestro guía
evitaremos todo lo que es nocivo.
Haz que por Ti conozcamos al Padre
y conozcamos también al Hijo,
y a Ti, que eres el Espíritu de ambos,
creamos en todo tiempo. Amén.
Saludo litúrgico
V La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del
Padre y la comunión del Espíritu Santo, estén con
todos vosotros.
R Y con tu espíritu.
Oración
V Oremos. Oh Dios, que en este tiempo de Pentecostés
has dado prodigiosamente inicio a tu Iglesia: in-
funde tu Espíritu en nuestros corazones, para que
renovados en tu amor vivamos en la verdad y en
el amor. Por Cristo Nuestro Señor.
R Amén.
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27 Pages 261-270

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27.1 Page 261

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.P...r..i..m....e...r...d...í..a...:..E....l..E....s..p...í..r..i.t..u.....c..r..e...a...d...o...r..
Lectura: Gén 1, 1-2; 2, 5-9.
Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra es-
taba informe y vacía; la tiniebla cubría la superficie
del abismo, mientras el espíritu de Dios se cernía so-
bre la faz de las aguas.
El día en que el Señor Dios hizo tierra y cielo, no había
aún matorrales en la tierra, ni brotaba hierba en el
campo, porque el Señor Dios no había enviado lluvia
sobre la tierra, ni había hombre que cultivase el sue-
lo; pero un manantial salía de la tierra y regaba toda
la superficie del suelo. Entonces el Señor Dios modeló
al hombre del polvo del suelo e insufló en su nariz
aliento de vida; y el hombre se convirtió en ser vivo.
Luego el Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia
Oriente, y colocó en él al hombre que había modela-
do. El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de
árboles hermosos para la vista y buenos para comer;
además, el árbol de la vida en mitad del jardín, y el
árbol del conocimiento del bien y el mal.
V El Espíritu es la fuente de la vida. Nosotros la recibi-
mos como don de amor. La fuerza del amor de Dios
obra para nosotros las maravillas de la creación y se
manifiesta principalmente en la vida del hombre.
Oración de los fieles
V Queridos hermanos, roguemos al Padre que nos
done, por medio de Cristo, su Santo Espíritu, y di-
gamos: Padre, concédenos tu Espíritu de amor.
R Padre concédenos tu Espíritu de amor.
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— Por la Iglesia del Dios vivo: para que, renova-
da continuamente por el Espíritu Santo, infla-
me con su amor al mundo entero, oremos.
— Por todas las iniciativas que promueven la paz
y la concordia entre los pueblos. Para que en-
cuentren en todos una respuesta generosa,
oremos.
— Por los que se sienten oprimidos por angustias
y dificultades: para que encuentren apoyo en
el Espíritu Consolador, oremos.
— Por nosotros aquí reunidos en el nombre del Señor:
para que se renueve en nuestra vida la gracia del
bautismo y de la confirmación, oremos.
V Escucha, oh Dios, a tu Iglesia reunida en la espera
del Espíritu Santo, como cumplimiento de la Pascua
perenne; descienda siempre sobre ella tu Espíritu
Santo, para que ilumine la mente de los fieles, y que
todos los renacidos por el bautismo sean en el mun-
do testigos y profetas. Por Jesucristo, Nuestro Señor.
R Amén.
V En el Espíritu, el Señor realiza en nosotros sus mara-
villas. Con María exaltamos e invocamos su nombre.
Bendición
Regina coeli
.S...e..g...u....n...d...o....d...í.a...:...E...l...E...s..p...í..r..i..t..u....d...e....C...r..i..s..t..o...
Lectura: Rom 8, 9-11
El Espíritu Santo es quien guía al Mesías en su misión
de salvación, lo dirige en su camino entre los hombres
y realiza signos prodigiosos.
261

27.3 Page 263

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Pero vosotros no estáis en la carne, sino en el Espíritu, si
es que el Espíritu de Dios habita en vosotros; en cambio,
si alguien no posee el Espíritu de Cristo no es de Cristo.
Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por
el pecado, pero el Espíritu vive por la justicia. Y si el
Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos ha-
bita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a
Cristo Jesús también dará vida a vuestros cuerpos mor-
tales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.
Oración de los fieles
V Con la voz del Espíritu Santo que ora en nosotros,
presentemos al Padre nuestras intenciones.
R Envía tu Espíritu, Señor:
— Sobre la Iglesia extendida por toda la tierra:
para que se renueve en el amor y en la misión,
oremos.
— Sobre el mundo que espera la liberación del
pecado: para que los corazones de los hombres
se abran al diálogo y al amor, oremos.
— Sobre los jóvenes que abren sus ojos llenos de
confianza en la vida: para que crezcan como
cristianos adultos y testigos valientes del
Evangelio, oremos.
— Sobre nuestra comunidad: para que crezca en
el amor y sea testimonio de Dios entre los jó-
venes, oremos.
V Hemos recibido el Espíritu de hijos adoptivos que
nos hace exclamar:
R Padre nuestro…
V Escucha, oh Dios, a tu Iglesia reunida en la espera
del Espíritu Santo, como cumplimiento de la Pascua
262

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perenne; descienda siempre sobre ella tu Espíritu
Santo, para que ilumine la mente de los fieles y que
todos los renacidos por el bautismo, sean en el mun-
do testigos y profetas. Por Jesucristo, Nuestro Señor.
R Amén.
V En el Espíritu, el Señor realiza en nosotros sus mara-
villas. Con María exaltamos e invocamos su nombre.
Bendición
Regina coeli
.T...e..r..c...e...r...d...í..a...:..E...l...E...s...p...í..r..i.t..u....d....e...h....i.j..o...s..
Lectura: Gál 4,1-7
El Espíritu nos introduce en la familia de Dios. Solamente
Él puede saciar, de forma extraordinaria, nuestra sed
de Dios, hacernos cercano y amigo el rostro de Dios,
regalarnos la certeza de una vida amada por un Amor
eterno, abrirnos el corazón a la oración.
Digo además que mientras el heredero es menor de
edad, en nada se diferencia de un esclavo siendo
como es dueño de todo, sino que está bajo tutores y
administradores hasta la fecha fijada por su padre.
Lo mismo nosotros, cuando éramos menores de edad,
estábamos esclavizados bajo los elementos del mun-
do. Mas cuando llegó la plenitud del tiempo, envió
Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para
rescatar a los que estaban bajo la ley, para que reci-
biéramos la adopción filial. Como sois hijos, Dios en-
vió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que
clama: «¡Abba, Padre!». Así que ya no eres esclavo,
sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por vo-
luntad de Dios.
263

27.5 Page 265

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Oración de los fieles
V Con la voz del Espíritu que ora en nosotros, pre-
sentamos al Padre nuestras intenciones.
R Manda tu Espíritu, Señor.
— Que el Espíritu Santo nos conceda un lengua-
je sencillo y auténtico que sepa conjugar ideas
y pensamientos diversos con la búsqueda de
la Verdad. Oremos.
— Señor, que los dones del Espíritu Santo emer-
jan en nuestra vida y lleguen a ser la fuerza
que sostenga nuestras acciones. Oremos.
— Envía tu Espíritu, Señor, a renovar la tierra, para
que la única lengua hablada y comprendida por
todos los pueblos pueda ser la de la paz y del
amor. Oremos.
— Que el Espíritu Santo, soplo de Dios, sostenga
la vida y la fe de los bautizados. Oremos.
V Hemos recibido el Espíritu de hijos adoptivos, que
nos hace clamar:
R Padre nuestro…
V Escucha, oh Dios, a tu Iglesia unida en la espera del
Espíritu Santo, en cumplimiento de la Pascua peren-
ne; descienda siempre sobre ella tu Espíritu Santo,
para que ilumine la mente de los fieles y que todos
los renacidos por el bautismo, sean en el mundo tes-
tigos y profetas. Por Jesucristo, Nuestro Señor.
R Amén.
Bendición
V En el Espíritu, el Señor realiza en nosotros sus mara-
villas. Con María exaltamos e invocamos su nombre.
Regina coeli
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.C...u...a...r..t..o....d...í..a..:...E...l...E...s..p...í..r..i..t..u....d...e....r..e...s..u...r..r...e..c...c..i..ó...n...
Lectura: Rom 8, 18-23
Nuestra vida corre hacia la muerte y no somos capa-
ces de pararla, arrastrados por el mal, por el pecado,
por el egoísmo. El Espíritu, don del Resucitado, es en
nosotros la fuente de una vida de resurrección.
Pues considero que los sufrimientos de ahora no se
pueden comparar con la gloria que un día se nos ma-
nifestará. Porque la creación, expectante, está aguar-
dando la manifestación de los hijos de Dios; en efecto,
la creación fue sometida a la frustración, no por su vo-
luntad, sino por aquel que la sometió, con la esperan-
za de que la creación misma sería liberada de la escla-
vitud de la corrupción, para entrar en la gloriosa liber-
tad de los hijos de Dios. Porque sabemos que hasta
hoy toda la creación está gimiendo y sufre dolores de
parto. Y no solo eso, sino que también nosotros, que
poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nues-
tro interior, aguardando la adopción filial, la redención
de nuestro cuerpo.
Oración de los fieles
V Queridos hermanos, oremos al Padre para que por
medio de Jesucristo nos conceda su Santo Espíritu:
R Padre, danos tu Espíritu de amor.
— Inspira, Señor, tu Espíritu en el corazón de tu
Iglesia, para que arda en ella el amor por su
misión. Oremos.
— Para que el Espíritu Santo, soplo de Dios, sos-
tenga la vida y la fe de los bautizados y de los
confirmados. Oremos.
265

27.7 Page 267

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— Por los jóvenes: para que al irse haciendo adul-
tos en la fe, sepan traducir los dones del Espíritu
Santo en palabras y acciones, y de este modo
lleguen a ser también adultos en la vida. Oremos.
— Para que tu Espíritu, soplando sobre las injus-
ticias y dolores de nuestro mundo, abra los co-
razones de los hombres y los colme de amor
para crear un futuro mejor. Oremos.
V Hemos recibido el Espíritu de hijos adoptivos, para
que podamos exclamar:
R Padre nuestro…
V Escucha, oh Dios, a tu Iglesia reunida en la espera
del Espíritu Santo, en cumplimiento de la Pascua
perenne; descienda siempre sobre ella tu Espíritu
Santo, para que ilumine la mente de los fieles y que
todos los renacidos por el bautismo, sean en el mun-
do testigos y profetas. Por Jesucristo, Nuestro Señor.
R Amén.
Bendición
V En el Espíritu, el Señor realiza en nosotros sus mara-
villas. Con María exaltamos e invocamos su nombre.
Regina coeli
.Q...u...i..n...t..o....d...í..a...:..E...l...E...s...p...í.r...i.t..u....d...e....v...e...r..d...a...d...
Lectura: 1 Jn 1,5-10; 2,1-2
Para vivir tenemos necesidad de verdad, de saber de dón-
de venimos y a dónde vamos. Con el pecado sofocamos la
verdad. El pecado es ceguera, es mentira. Jesucristo es la
verdad: Él nos manifiesta el amor de Dios y nos revela nues-
tro pecado.
266

27.8 Page 268

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Este es el mensaje que hemos oído de él y que os
anunciamos: Dios es luz y en él no hay tiniebla al-
guna. Si decimos que estamos en comunión con él
y vivimos en las tinieblas, mentimos y no obramos
la verdad. Pero, si caminamos en la luz, lo mismo
que él está en la luz, entonces estamos en comu-
nión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús
nos limpia de todo pecado. Si decimos que no he-
mos pecado, nos engañamos y la verdad no está
en nosotros. Pero, si confesamos nuestros pecados,
él, que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y
nos limpiará de toda injusticia.
Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos men-
tiroso y su palabra no está en nosotros.
Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero,
si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el
Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propicia-
ción por nuestros pecados, no solo por los nuestros,
sino también por los del mundo entero.
Oración de los fieles
V Con la voz del Espíritu Santo que ora por nosotros,
presentemos al Padre nuestras súplicas.
R Manda tu espíritu, Señor.
— Señor, te rogamos por la Iglesia, para que el
Espíritu Santo la guíe, la purifique y la prepa-
re para vivir, en este tiempo de gracia, la mi-
sión de testimoniar el Evangelio. Oremos.
— Señor, que todos los creyentes estén atentos a
la palabra que salva y permanezcan fieles en
la participación en los sacramentos que dan la
gracia para ser hijos de Dios. Oremos.
267

27.9 Page 269

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— Señor, que, ayudados por el Espíritu, todos tra-
bajemos en la construcción de un mundo más
justo y fraterno. Oremos.
— Señor, que todos nosotros podamos vivir en
comunión contigo y entre nosotros, escuchan-
do la misma palabra y compartiendo el Pan de
la vida. Oremos.
V Hemos recibido el Espíritu de hijos de adopción,
que nos permite exclamar:
R Padre nuestro…
V Escucha, oh Dios, a tu Iglesia reunida en la espera
del Espíritu Santo, en cumplimiento de la Pascua
perenne; descienda siempre sobre ella tu Espíritu
Santo, para que ilumine la mente de los fieles y que
todos los renacidos por el bautismo, sean en el mun-
do testigos y profetas. Por Jesucristo, Nuestro Señor.
R Amén.
Bendición
V En el Espíritu, el Señor realiza en nosotros sus maravi-
llas. Con María proclamamos e invocamos su nombre.
Regina coeli
.S...e..x...t..o....d...í..a...:..E...l...E...s...p...í..r..i.t..u.....d...e....t.e...s...t..i.m.....o...n...i.o...
Lectura: Hch 5,26-33
El Espíritu, que realiza en nosotros la salvación, susci-
ta en nosotros el deseo de hablar, de proclamar a los
demás el don recibido. La misión no es fruto de nues-
tro compromiso, sino un don gratuito del Espíritu.
Entonces el jefe salió con los guardias y se los trajo,
sin emplear la fuerza, por miedo a que el pueblo los
268

27.10 Page 270

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apedrease. Una vez conducidos, les hicieron compa-
recer ante el Sanedrín y el sumo sacerdote los inte-
rrogó, diciendo: «¿No os habíamos ordenado formal-
mente no enseñar en ese Nombre? En cambio, habéis
llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis
hacernos responsables de la sangre de ese hombre».
Pedro y los apóstoles replicaron: «Hay que obedecer
a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros
padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis,
colgándolo de un madero. Dios lo ha exaltado con su
diestra, haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a
Israel la conversión y el perdón de los pecados.
Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo,
que Dios da a los que lo obedecen».
Ellos, al oír esto, se consumían de rabia y trataban de
matarlos.
Oración de los fieles
V Queridos hermanos, oremos al Padre que nos con-
ceda por medio de Jesucristo su Santo Espíritu y
digamos: Padre, concédenos tu Espíritu de amor.
R Padre, concédenos tu Espíritu de amor.
— Señor, que todos los pueblos de la tierra estén
disponibles para escuchar, entender y dejarse
transformar por el Evangelio. Oremos.
— Señor, concede a la palabra de todos los pasto-
res de las comunidades cristianas la credibili-
dad del amor para conducir a todos hacia ti.
Oremos.
— Señor, reúne a toda tu Iglesia en una única in-
vocación de tu nombre para que se convierta
así en tu mismo cuerpo y en signo de unidad
de todo el género humano. Oremos.
269

28 Pages 271-280

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— Señor, guía a los diversos pueblos del mundo
por caminos de paz para que superen los con-
flictos en diálogo humilde y generoso entre
ellos. Oremos.
V Hemos recibido el Espíritu de hijos de adopción,
que nos permite exclamar:
R Padre nuestro…
V Escucha, oh Dios, a tu Iglesia reunida en la espera
del Espíritu Santo, como cumplimiento de la Pascua
perenne; descienda siempre sobre ella tu Espíritu
Santo, para que ilumine la mente de los fieles y que
todos los renacidos por el bautismo, sean en el mun-
do testigos y profetas. Por Jesucristo, Nuestro Señor.
R Amén.
Bendición
V En el Espíritu, el Señor realiza en nosotros sus maravi-
llas. Con María proclamamos e invocamos su nombre.
Regina coeli
.S...é..p...t..i..m....o....d...í..a...:..E...l...E...s...p...í..r..i.t..u....d...e....s...a...n...t..i.d...a...d...
Lectura: Gál 5,16-25
La justicia y la santidad no están al final de un fatigo-
so camino de conquista del hombre, sino que son el
don del Espíritu, los “frutos” del Espíritu. El Espíritu de
Jesús nos ayudará a descubrir y a vivir la nueva ley de
la Montaña, purificando nuestros corazones y dándo-
nos su fuerza.
Frente a ello, yo os digo: caminad según el Espíritu
y no realizaréis los deseos de la carne; pues la carne
270

28.2 Page 272

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desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne;
efectivamente, hay entre ellos un antagonismo tal
que no hacéis lo que quisierais. Pero si sois conduci-
dos por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Las obras de
la carne son conocidas: fornicación, impureza, liber-
tinaje, idolatría, hechicería, enemistades, discordia,
envidia, cólera, ambiciones, divisiones, disensiones,
rivalidades, borracheras, orgías y cosas por el estilo.
Y os prevengo, como ya os previne, que quienes ha-
cen estas cosas no heredarán el reino de Dios. En
cambio, el fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, pa-
ciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, domi-
nio de sí. Contra estas cosas no hay ley. Y los que son
de Cristo Jesús han crucificado la carne con las pa-
siones y los deseos. Si vivimos por el Espíritu, mar-
chemos tras el Espíritu.
Oración de los fieles
V Con la voz del Espíritu que ora en nosotros, pre-
sentemos al Padre nuestras intenciones.
R Envía tu Espíritu, Señor.
— Que el Espíritu Santo abra a todos a la nove-
dad del evangelio, para renovar las palabras,
los proyectos, las relaciones. Oremos unidos.
— Que el Espíritu Santo descienda sobre noso-
tros y nos lleve a vivir en su amor, reconstru-
yendo la comunión y practicando la participa-
ción y la solidaridad. Oremos unidos.
— Que el Espíritu Santo inspire las palabras del
papa y de todos los obispos para que sepan in-
dicar a todos los hermanos el camino hacia
Dios. Oremos unidos.
— Que el Espíritu Santo inflame siempre a los
271

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jóvenes y los convierta en testigos de la
Resurrección del Señor. Oremos unidos.
V Hemos recibido el Espíritu de hijos de adopción,
que nos permite exclamar:
R Padre nuestro…
V Escucha, oh Dios, a tu Iglesia reunida en la espera
del Espíritu Santo, en cumplimiento de la Pascua
perenne; descienda siempre sobre ella tu Espíritu
Santo, para que ilumine la mente de los fieles y que
todos los renacidos por el bautismo, sean en el mun-
do testigos y profetas. Por Jesucristo, Nuestro Señor.
R Amén.
Bendición
V En el Espíritu, el Señor realiza en nosotros sus mara-
villas. Con María exaltamos e invocamos su nombre.
Regina coeli
.O...c...t..a..v...o....d....í.a...:...E...l...E...s...p...í.r...i.t..u.....d...e....l..a....I..g...l.e...s...i.a...
Lectura: Hch 2,1-4.14-24
Nacida del misterio de Pentecostés, la Iglesia vive y
crece en el Espíritu. Él es el Espíritu creador, que edi-
fica el cuerpo de Cristo, es el don mesiánico por exce-
lencia, que permite entrar al hombre en una nueva y
definitiva relación con Dios y lo conforma a Cristo, con-
serva y alimenta la comunión de salvación entre los
hombres.
Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos jun-
tos en el mismo lugar. De repente, se produjo desde el
cielo un estruendo, como de viento que soplaba
272

28.4 Page 274

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fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontra-
ban sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como
llamaradas, que se dividían, posándose encima de
cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo
y empezaron a hablar en otras lenguas, según el
Espíritu les concedía manifestarse.
Entonces Pedro, poniéndose en pie junto con los Once,
levantó su voz y con toda solemnidad declaró ante
ellos: «Judíos y vecinos todos de Jerusalén, enteraos
bien y escuchad atentamente mis palabras. No es,
como vosotros suponéis, que estos estén borrachos,
pues es solo la hora de tercia, sino que ocurre lo que
había dicho el profeta Joel: Y sucederá en los últimos
días, dice Dios, que derramaré mi Espíritu sobre toda
carne y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán y
vuestros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos so-
ñarán sueños; y aun sobre mis siervos y sobre mis sier-
vas derramaré mi Espíritu en aquellos días, y profetiza-
rán. Y obraré prodigios arriba en el cielo y signos abajo
en la tierra, sangre y fuego y nubes de humo. El sol se
convertirá en tiniebla y la luna en sangre, antes de que
venga el día del Señor, grande y deslumbrador. Y todo
el que invocare el nombre del Señor se salvará.
Israelitas, escuchad estas palabras: a Jesús el Nazareno,
varón acreditado por Dios ante vosotros con los mi-
lagros, prodigios y signos que Dios realizó por medio
de él, como vosotros mismos sabéis, a este, entrega-
do conforme al plan que Dios tenía establecido y pre-
visto, lo matasteis, clavándolo a una cruz por manos
de hombres inicuos. Pero Dios lo resucitó, librándolo
de los dolores de la muerte, por cuanto no era posi-
ble que esta lo retuviera bajo su dominio,
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Oración de los fieles
V Queridos hermanos, pidamos al Padre que nos
conceda por medio de Cristo su Santo Espíritu
y digamos: Padre, concédenos tu Espíritu de
amor.
R Padre, concédenos tu Espíritu de amor.
— Por la Iglesia, para que, animada por el Espíritu
Santo, sepa dar testimonio de la verdad. Oremos.
— Por todos los pueblos de la tierra, para que se ale-
jen de los caminos del odio, de la violencia y de la
guerra y puedan descubrir juntos los caminos de
la paz. Oremos.
— Por cada uno de los cristianos, para que se deje
guiar por el Espíritu de la verdad y pueda así
destruir el mal, cumplir el bien y convertirse
en “criatura nueva” en Cristo. Oremos.
— Por cada uno de nosotros, para que nos deje-
mos sacudir por el suave soplo del Espíritu
Santo, el único que con su amor puede disipar
todos nuestros temores. Oremos.
V Hemos recibido el Espíritu de hijos de adopción,
que nos permite exclamar:
R Padre nuestro…
V Escucha, oh Dios, a tu Iglesia reunida en la espera
del Espíritu Santo, en cumplimiento de la Pascua
perenne; descienda siempre sobre ella tu Espíritu
Santo, para que ilumine la mente de los fieles y que
todos los renacidos por el bautismo, sean en el mun-
do testigos y profetas. Por Jesucristo, Nuestro Señor.
R Amén.
Bendición
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V En el Espíritu, el Señor realiza en nosotros sus mara-
villas. Con María exaltamos e invocamos su nombre.
Regina coeli
Noveno día: El Espíritu de unidad
-·-·-·-·-·-·-·-·-·····-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-··-·
Lectura: 1 Cor 12,4-11
En la multiplicidad de los ministerios, en la diversidad de
los carismas, en la pluralidad de situaciones, lo que une
a la Iglesia no es el esfuerzo del poder humano, sino la
fuerza del amor del Espíritu, quien reúne en la unidad a
la Iglesia, llevando así a plenitud la oración de Cristo.
Y hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu;
hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor;
y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios
que obra todo en todos. Pero a cada cual se le otorga
la manifestación del Espíritu para el bien común. Y
así uno recibe del Espíritu el hablar con sabiduría;
otro, el hablar con inteligencia, según el mismo
Espíritu. Hay quien, por el mismo Espíritu, recibe el
don de la fe; y otro, por el mismo Espíritu, don de cu-
rar. A este se le ha concedido hacer milagros; a aquel,
profetizar. A otro, distinguir los buenos y malos espí-
ritus. A uno, la diversidad de lenguas; a otro, el don
de interpretarlas. El mismo y único Espíritu obra todo
esto, repartiendo a cada uno en particular como él
quiere.
Oración de los fieles
V Con la voz del Espíritu que ora por nosotros, pre-
sentemos al Padre nuestras intenciones.
R Manda tu Espíritu, Señor.
275

28.7 Page 277

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— Ven, Espíritu de la verdad, sostén a tu Iglesia
en su esfuerzo por comprender cada vez me-
jor el evangelio. Te lo pedimos unidos.
— Ven, Espíritu del amor, sostén a tu Iglesia en la
búsqueda de una renovada comunión y de una
plena unidad. Te lo pedimos unidos.
— Ven, Espíritu de la paz, a apoyar a los dirigen-
tes de los pueblos en su compromiso por el
desarme y en la lucha contra la pobreza. Te lo
pedimos unidos.
— Ven, Espíritu de inteligencia, a iluminar a los
científicos en la búsqueda de los secretos del
universo, salvaguardando siempre la dignidad
de la persona humana. Te lo pedimos unidos.
V Hemos recibido el Espíritu de hijos de adopción,
que nos permite exclamar:
R Padre nuestro…
V Escucha, oh Dios, a tu Iglesia reunida en la espera
del Espíritu Santo, como cumplimiento de la Pascua
perenne; descienda siempre sobre ella tu Espíritu
Santo, para que ilumine la mente de los fieles y que
todos los renacidos por el bautismo, sean en el mun-
do testigos y profetas. Por Jesucristo, Nuestro Señor.
R Amén.
Bendición
V En el Espíritu, el Señor realiza en nosotros sus maravi-
llas. Con María proclamamos e invocamos su nombre.
Regina coeli
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28.8 Page 278

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PREPARACIÓN A LA SOLEMNIDAD
DE PENTECOSTÉS
La solemnidad de Pentecostés cierra el ciclo pascual.
Los Hechos de los Apóstoles recuerdan el tiempo pro-
longado de oración de la primitiva Iglesia en espera del
Espíritu Santo. La comunidad debe subrayar este tiem-
po de invocación del Espíritu, cuidando uno de los mo-
mentos de la oración de cada día.
La oración puede integrarse en el esquema de la liturgia
de las horas; después de la lectura breve se puede prolon-
gar la reflexión con textos tomados del Magisterio de la
Iglesia y de la vida de Don Bosco; las preces pueden ser
sustituidas por la oración que aquí se propone.
Veni Creator
Veni Creator Spiritus,
Mentes tuorum visita,
Imple superna gratia,
Quae tu creasti, pectora.
Qui diceris Paraclitus,
Altissimi Donum Dei,
Fons vivus, ignis, caritas,
Et spiritalis unctio.
Tu septiformis munere,
Dextrae Dei tu digitus,
Tu rite promissum Patris,
Sermone ditans guttura.
Accende lumen sensibus,
Infunde amorem cordibus,
Infirma nostri corporis,
Virtute firmans perpeti.
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Hostem repellas longius,
Pacemque dones protinus;
Ductore sic te praevio,
Vitemus omne noxium.
Per te sciamus da Patrem
Noscamus atque Filium;
Teque utriusque Spiritum
Credamus omni tempore. Amén.
O bien
Ven Espíritu Creador;
visita las almas de tus fieles.
Llena de la divina gracia
los corazones que Tú mismo has creado.
Tú, llamado Paráclito,
don de Dios altísimo,
fuente viva, fuego, caridad
y espiritual unción.
Tú derramas sobre nosotros los siete dones;
Tú, el dedo de la mano de Dios,
Tú, el prometido del Padre,
pones en nuestros labios los tesoros de tu Palabra.
Enciende con tu luz nuestros sentidos,
infunde tu amor en nuestros corazones
y, con tu perpetuo auxilio,
fortalece nuestra frágil carne.
Aleja de nosotros al enemigo,
danos pronto tu paz,
siendo Tú mismo nuestro guía
evitaremos todo lo que es nocivo.
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28.10 Page 280

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Haz que por Ti conozcamos al Padre
y conozcamos también al Hijo,
y a Ti, que eres el Espíritu de ambos,
creamos en todo tiempo. Amén.
U otro canto del Espíritu Santo
Primer día. Los dones
.d...e..l...E...s...p...í..r..i.t..u.....S...a..n....t.o...:...L...a....S...a...b...i.d...u....r..í.a...
De la primera carta a los Corintios (2,6-10)
Sabiduría, sí, hablamos entre los perfectos; pero una
sabiduría que no es de este mundo ni de los prínci-
pes de este mundo, condenados a perecer, sino que
enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escon-
dida, predestinada por Dios antes de los siglos para
nuestra gloria. Ninguno de los príncipes de este mun-
do la ha conocido, pues, si la hubiesen conocido, nun-
ca hubieran crucificado al Señor de la gloria.
Sino que, como está escrito: Ni el ojo vio, ni el oído
oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha prepa-
rado para los que lo aman. Y Dios nos lo ha revelado
por el Espíritu; pues el Espíritu lo sondea todo, inclu-
so lo profundo de Dios.
Del Magisterio de la Iglesia
Con la perspectiva de la solemnidad de Pentecostés,
hacia la que conduce el período pascual, queremos
reflexionar juntos sobre los siete dones del Espíritu
Santo, que la Tradición de la Iglesia ha propuesto
constantemente basándose en el famoso texto de
Isaías referido al “Espíritu del Señor” (cf. Is 11, 1-2).
El primero y mayor de tales dones es la sabiduría, la
cual es luz que se recibe de lo alto: es una participación
279

29 Pages 281-290

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29.1 Page 281

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especial en ese conocimiento misterioso y sumo, que
es propio de Dios. En efecto, leemos en la Sagrada
Escritura: “Supliqué y se me concedió la prudencia; in-
voqué, y vino a mí el espíritu de sabiduría. Y la preferí
a cetros y tronos, y, en su comparación, tuve en nada la
riqueza” (Sb 7, 7-8).
Esta sabiduría superior es la raíz de un conocimien-
to nuevo, un conocimiento impregnado por la cari-
dad, gracias al cual el alma adquiere familiaridad,
por así decirlo, con las cosas divinas y prueba gusto
en ellas. Santo Tomás habla precisamente de “un cier-
to sabor de Dios” (Summa Theol. II-II, q. 45, a. 2, ad. 1),
por lo que el verdadero sabio no es simplemente el
que sabe las cosas de Dios, sino el que las experimen-
ta y las vive.
Además, el conocimiento sapiencial nos da una ca-
pacidad especial para juzgar las cosas humanas se-
gún la medida de Dios, a la luz de Dios. Iluminado por
este don, el cristiano sabe ver interiormente las rea-
lidades del mundo: nadie mejor que él es capaz de
apreciar los valores auténticos de la creación, mirán-
dolos con los mismos ojos de Dios.
(Juan Pablo II, Regina coeli, 16 de abril de 1989)
En la vida de Don Bosco
El Espíritu Santo, mediante el don de Sabiduría, re-
fuerza en nosotros la virtud de la caridad, se sumer-
ge plenamente en la historia de la salvación y nos da
la capacidad de trabajar en sintonía con Dios en la
salvación de los demás. ¿Pero cuál es el camino para
poseer el don de la Sabiduría? En primer lugar, hay
que ser dóciles a la acción del Espíritu para alcanzar
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29.2 Page 282

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el gusto de Dios y de su Palabra, buscando con toda
la fuerza el don de la caridad. Cuando Don Bosco te-
nía solo nueve años tuvo un sueño que le permitió
conocer el programa que Dios tenía sobre él. Don
Bosco entendió que tenía que hacerse “jefe de mu-
chachos pobres” (birichini) para conducirlos al bien.
Juanito respondió al que le hablaba, diciendo que no
era más que un muchacho incapaz. Pero quien le ha-
blaba añadió: “Yo te daré la Maestra; bajo su guía lle-
garás a ser sabio; sin ella toda sabiduría sería
insensata”.
Oremos
Señor, en ti está la sabiduría que conoce tus obras;
ella sabe lo que te agrada. Mándala desde tu trono
glorioso para que me asista y me ayude en mi fatiga
y yo entienda lo que te es grato. Ella me guíe con pru-
dencia en mis acciones y me proteja con su gloriosa
potencia. Amén.
Segundo día. Los dones
del Espíritu Santo: La Fortaleza
-·-·-·-·-·-·-·-·-·····-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-
De la carta a los Romanos (8,26-28)
Del mismo modo, el Espíritu acude en ayuda de nues-
tra debilidad, pues nosotros no sabemos pedir como
conviene; pero el Espíritu mismo intercede por noso-
tros con gemidos inefables. Y el que escruta los co-
razones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su
intercesión por los santos es según Dios. Por otra par-
te, sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve
para el bien; a los cuales ha llamado conforme a su
designio.
281

29.3 Page 283

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De Magisterio de la Iglesia
En Pentecostés, cuando el Espíritu Santo se posó sobre
ellos, esos hombres salieron del Cenáculo sin miedo y
comenzaron a anunciar a todos la buena nueva de Cristo
crucificado y resucitado. Ya no tenían miedo alguno,
porque se sentían en las manos del más fuerte.
Sí, queridos hermanos y hermanas, el Espíritu de
Dios, donde entra, expulsa el miedo; nos hace cono-
cer y sentir que estamos en las manos de una
Omnipotencia de amor: suceda lo que suceda, su amor
infinito no nos abandona. Lo demuestra el testimo-
nio de los mártires, la valentía de los confesores de
la fe, el ímpetu intrépido de los misioneros, la fran-
queza de los predicadores, el ejemplo de todos los
santos, algunos incluso adolescentes y niños. Lo de-
muestra la existencia misma de la Iglesia que, a pe-
sar de los límites y las culpas de los hombres, sigue
cruzando el océano de la historia, impulsada por el
soplo de Dios y animada por su fuego purificador.
(Benedicto XVI, Homilía de Pentecostés 2009)
En la vida de Don Bosco
Algunos estudiantes se juntaron para fustigar a
Comollo, el santo amigo de Juan Bosco, y a otros
compañeros. Viendo a aquellos inocentes maltrata-
dos, quiso intervenir: “¡Ay de vosotros, ay de quien
vuelva a tocar a estos! “En ese instante, me olvidé
de mí mismo, echando mano no de la razón, sino de
la fuerza bruta; agarré por los hombros a un condis-
cípulo y, al no encontrar ni sillas ni un bastón, lo uti-
licé como azote para golpear a los rivales. Cayeron
cuatro al suelo y los otros huyeron gritando y
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29.4 Page 284

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pidiendo socorro…” Recobrada la calma, Comollo lo
llamó a solas y le dijo: «Amigo mío, me espanta tu
fuerza; pero, créeme, Dios no te la ha dado para ha-
cer daño a tus compañeros. Él quiere que nos ame-
mos, nos perdonemos y hagamos el bien a los que
nos hacen mal”.
Años más tarde cuando era provocado por dos per-
sonas, respondió de modo muy diverso: “La fuerza
del sacerdote está en la paciencia y en el perdón”.
Oremos
Sin ti, Señor, no hay esperanza
y sin esperanza no hay fortaleza.
Tú eres fiel y tu fidelidad me viene al encuentro,
para que yo pueda encontrarte y conocerte.
Contigo no hay ni duda ni desaliento,
porque contigo incluso la dificultad
se transforma en tenacidad y perseverancia,
en luz que penetra la oscuridad de la tribulación
con la sublimidad del encuentro contigo. Amén.
Tercer día. Los dones
.d...e..l...E...s...p...í..r..i.t..u....S...a...n...t..o...:..L...a....I..n...t..e...l..i.g...e...n...c...i.a...
Del Evangelio según san Juan (14,25-27)
Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado,
pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el
Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y
os vaya recordando todo lo que os he dicho.
La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como
la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón ni
se acobarde.
283

29.5 Page 285

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Del Magisterio de la Iglesia
Sabemos bien que la fe es adhesión a Dios en el cla-
roscuro del misterio; sin embargo es también bús-
queda con el deseo de conocer más y mejor la ver-
dad revelada. Ahora bien, este impulso interior nos
viene del Espíritu, que juntamente con la fe concede
precisamente este don especial de inteligencia y casi
de intuición de la verdad divina.
Mediante este don el Espíritu Santo, “que escruta las
profundidades de Dios” (1 Cor 2, 10), comunica al cre-
yente una chispa de esa capacidad penetrante que
le abre el corazón a la gozosa percepción del desig-
nio amoroso de Dios. Se renueva entonces la expe-
riencia de los discípulos de Emaús, los cuales, tras
haber reconocido al Resucitado en la fracción del pan,
se decían uno a otro: “¿No ardía nuestro corazón mien-
tras hablaba en el camino, explicándonos las
Escrituras?” (Lc 24, 32).
Esta inteligencia sobrenatural se da no sólo a cada
uno, sino también a la comunidad: a los Pastores, que,
como sucesores de los Apóstoles, son herederos de
la promesa específica que Cristo les hizo (cf. Jn 14, 26;
16, 13), y a los fieles, que, gracias a la “unción” del
Espíritu (cf. 1 Jn 2, 20 y 27) poseen un especial senti-
do de la fe que los guía en las opciones concretas.
(Juan Pablo II, Regina coeli, 16 de abril de 1989)
En la vida de Don Bosco
No se puede poner en duda que Don Bosco no se de-
jaba desviar por las apariencias externas fuera cual
fuera la forma en que se presentaran y que iba direc-
tamente a la sustancia de todo. Miraba las cosas con
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29.6 Page 286

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los ojos interiores, que permiten una valoración su-
perior de la realidad. Don Bosco se daba cuenta de
que su inteligencia crecía a través de un esfuerzo
continuo y un compromiso serio incluso en las lec-
turas. Él mismo nos narra el descubrimiento del libro
de “La imitación de Cristo” como oportunidad para
dar un salto de cualidad en desarrollo del don de la
inteligencia. Dice: “A este libro debo mucha doctrina
y moralidad”. El autor de la Imitación de Cristo le en-
señó a liberar el corazón de las curiosidades intelec-
tuales para introducirse en la escuela del Maestro in-
terior, le abrió nuevos horizontes que su mente con-
templaba con amor. Y así fue captando el valor de la
iluminación del Espíritu Santo.
“Guiado por el Espíritu, siempre le fue fácil adquirir las
verdades divinas y desarrollar mejor el sentido de las
cosas de Dios, alejando todo peligro de desviación y de
error. En su vida fue brillando, poco a poco, la humildad,
la renuncia a hacer ostentación de la ciencia de los eru-
ditos que él poseía, para hablar a los humildes, a los po-
bres, a los ignorantes. Si el don del conocimiento le per-
mitía ver a los muchachos a la luz de Dios, el don de la
inteligencia le permitía contemplar los fundamentos
de una verdadera educación cristiana: conducir a todos
a un verdadero conocimiento de Dios. El don de la inte-
ligencia le abrió a Cristo, verdadera revelación del Padre,
y lo convirtió en verdadero educador cristiano. Cuando
escribió su Historia Sagrada, en el Nuevo Testamento
se esforzó por presentar a Jesucristo como modelo de
imitación; Jesucristo, entregándose, revela el amor del
Padre y su persona se dirige totalmente al Padre”.
(Mario Galizzi)
285

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Oremos
Ven, Espíritu creador, visita nuestras mentes,
y llena de la divina gracia los corazones
que Tú mismo has creado.
Dulce consolador, don del Padre altísimo.
Fuente viva, fuego, amor, espiritual unción.
Dedo de la mano de Dios, prometido del Salvador,
infunde tus siete dones, suscita en nosotros tu Palabra.
Sé luz para la mente, llama ardiente para el corazón,
sana nuestras heridas con el bálsamo de tu amor.
Defiéndenos del enemigo; danos el don de la paz,
Bajo tu guía invencible presérvanos del mal.
Luz de ciencia perenne, desvela tu gran misterio
del Dios Padre y del Hijo, unidos en un solo Amor.
Gloria a Dios Padre, gloria al Hijo resucitado
y al Espíritu consolador por los siglos sin fin. Amén.
Cuarto día. Los dones
.d...e..l...E...s...p...í..r..i.t..u....S...a...n...t..o...:..L...a.....C...i.e...n...c...i.a...
De la primera carta a los Corintios (3,16-19)
¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu
de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el tem-
plo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de
Dios es santo: y ese templo sois vosotros. Que nadie
se engañe. Si alguno de vosotros se cree sabio en este
mundo, que se haga necio para llegar a ser sabio. Porque
la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios, como
está escrito: Él caza a los sabios en su astucia.
De la primera carta a Timoteo (6,3-5.20-21)
Si alguno enseña otra doctrina y no se aviene a las
palabras sanas de nuestro Señor Jesucristo y a la
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doctrina que es conforme a la piedad, es un orgullo-
so y un ignorante, que padece la enfermedad de
plantear cuestiones y discusiones sobre palabras;
de ahí salen envidias, polémicas, blasfemias, malé-
volas suspicacias, altercados interminables de hom-
bres corrompidos en la mente y privados de la ver-
dad, que piensan que la piedad es un medio de lu-
cro. Timoteo, guarda el depósito, apártate de las ha-
bladurías perniciosas y de las objeciones del mal
llamado conocimiento; pues algunos que lo profe-
saban se desviaron de la fe.
Del Magisterio de la Iglesia
Gracias a la ciencia se nos da a conocer el verdadero
valor de las criaturas en su relación con el Creador.
Sabemos que el hombre contemporáneo, precisamen-
te en virtud del desarrollo de las ciencias, está expues-
to particularmente a la tentación de dar una interpre-
tación naturalista del mundo; ante la multiforme rique-
za de las cosas, de su complejidad, variedad y belleza,
corre el riesgo de absolutizarlas y casi de divinizarlas
hasta hacer de ellas el fin supremo de su misma vida.
El hombre, iluminado por el don de la ciencia, descubre
al mismo tiempo la infinita distancia que separa a las co-
sas del Creador, su intrínseca limitación, la insidia que
pueden constituir, cuando, al pecar, hace de ellas mal uso.
Es un descubrimiento que le lleva a advertir con pena
su miseria y le empuja a volverse con mayor Ímpetu y
confianza a Aquel que es el único que puede apagar ple-
namente la necesidad de infinito que le acosa.
Esta ha sido la experiencia de los Santos; pero de for-
ma absolutamente singular esta experiencia fue
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vivida por la Virgen que, con el ejemplo de su itine-
rario personal de fe, nos enseña a caminar “para que
en medio de las vicisitudes del mundo, nuestros co-
razones estén firmes en la verdadera alegría”.
(Juan Pablo II, Regina coeli, 23 de abril de 1989)
En la vida de Don Bosco
Con el don de la ciencia el Espíritu Santo viene al en-
cuentro de nuestra fe y nos regala la capacidad de
entender, sin errores de importancia, cualquier reali-
dad del mundo físico, humano y espiritual en su re-
lación con Dios, y de ver cada cosa a la luz de Dios,
sumo bien y último fin de todas las cosas. Ahora, en-
tre estas realidades existentes y visibles, se encuen-
tra sobre todo cada una de las personas humanas.
Muchos contemplan las bellezas naturales: los mon-
tes, los mares, el cielo, etc. y exclaman con entusias-
mo: “Verdaderamente Dios existe”. ¿Será posible pro-
nunciar esto con verdadera convicción, cuando mi-
llones de seres humanos están hambrientos o some-
tidos como esclavos? ¿No es el hombre la persona
más importante de la creación? Dice el Salmista:
“Cuando contemplo el cielo obra de tus dedos, la luna
y las estrellas que has creado (y me pregunto) ¿qué
es el hombre para que te acuerdes de él, el ser huma-
no para que te cuides de él (y siento que tengo que
responder:) Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo
coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando so-
bre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo tus
pies” (Sal 8,4.6-7).
(Mario Galizzi)
El don de la ciencia es el don por el que el Espíritu Santo
nos ayuda particularmente a conocer la realidad
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creada y a las personas a la luz de Dios. Cuando el don
de la ciencia no está desarrollado por el descuido y fal-
ta de compromiso, fácilmente las criaturas son motivo
de tentación, distracción, deformación. Pero cuando las
cosas se ven a la luz de Dios, a saber, con el don de la
ciencia, las cosas anuncian a Dios, revelan a Dios, son
el signo de su gloria.
La ciencia de Don Bosco se desarrolló en estos térmi-
nos. Amó mucho a sus jóvenes: “Mis queridos jóve-
nes, les decía, difícilmente encontraréis alguien que
os ame en Jesucristo y que desee tanto vuestra feli-
cidad”; y a sus Salesianos les repetía: “Studia di farti
amare” (“Trata de hacerte amar”). Este amor permite
a Don Bosco conocer más profundamente: quien ama,
conoce antes y conoce más. Esta “ciencia” es además
la raíz del optimismo de Don Bosco.
Oremos
Ant. Tú eres, Señor, mi único bien.
— Señor, que tu Sabiduría guarde en mí la espe-
ranza que supera todo deseo. Haz que, en me-
dio de todos los cambios de este mundo, mi
alma permanezca siempre anclada en ti.
— Señor, enciende en mi corazón el Espíritu de la
Ciencia, para que me ayude a admirar la belleza
de tu creación, para conocerte mejor y amarte
con más intensidad.
— Señor, que el don de la ciencia acreciente en mí
la gracia, para comprender tus promesas y anun-
ciar así a los hermanos las maravillas de tu Amor.
Ven, Espíritu Santo, Santificador omnipotente,
Dios de amor.
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30.1 Page 291

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Tú que llenaste de gracias a la Virgen María,
que transformaste prodigiosamente
los corazones de los apóstoles,
que has infundido heroísmo en todos tus mártires,
ven y santifícanos.
Ilumina nuestra mente, fortalece nuestra voluntad,
purifica nuestra conciencia,
inflama nuestro corazón,
y presérvarnos de la desgracia
de resistir a tus inspiraciones. Amén.
Quinto día. Los dones
.d...e..l...E...s...p...í..r..i.t..u....S...a...n...t..o...:...E...l..C....o..n....s..e...j.o...
De la primera carta a los Corintios (2,9-13)
Sino que, como está escrito: Ni el ojo vio, ni el oído
oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha prepa-
rado para los que lo aman. Y Dios nos lo ha revelado
por el Espíritu; pues el Espíritu lo sondea todo, inclu-
so lo profundo de Dios. Pues, ¿quién conoce lo íntimo
del hombre, sino el espíritu del hombre, que está den-
tro de él? Del mismo modo, lo íntimo de Dios lo cono-
ce solo el Espíritu de Dios.
Pero nosotros hemos recibido un Espíritu que no es
del mundo; es el Espíritu que viene de Dios, para que
conozcamos los dones que de Dios recibimos. Cuando
explicamos verdades espirituales a hombres de es-
píritu, no las exponemos en el lenguaje que enseña
el saber humano, sino en el que enseña el Espíritu.
Del Magisterio de la Iglesia
El consejo se da al cristiano para iluminar la conciencia
en las opciones morales que la vida diaria le impone.
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Una necesidad que se siente mucho en nuestro tiempo,
turbado por no pocos motivos de crisis y por una incer-
tidumbre difundida acerca de los verdaderos valores,
es la que se denomina “reconstrucción de las concien-
cias”. Es decir, se advierte la necesidad de neutralizar
algunos factores destructivos que fácilmente se insi-
núan en el espíritu humano, cuando está agitado por
las pasiones, y la de introducir en ellas elementos.
El don de consejo actúa como un soplo nuevo en la
conciencia, sugiriéndole lo que es lícito, lo que corres-
ponde, lo que conviene más al alma (cf. San
Buenaventura, Collationes de septem donis Spiritus
Sancti, VII, 5). La conciencia se convierte entonces en
el “ojo sano” del que habla el Evangelio (Mt 6, 22), y
adquiere una especie de nueva pupila, gracias a la
cual le es posible ver mejor qué hay que hacer en una
determinada circunstancia, aunque sea la más intrin-
cada y difícil. El cristiano, ayudado por este don, pe-
netra en el verdadero sentido de los valores evangéli-
cos, en especial de los que manifiesta el sermón de
la montaña (cf. Mt 5-7).
(Juan Pablo II, Regina coeli, 7 de mayo de 1989)
En la vida de Don Bosco
Don Cafasso fue, no solamente para Don Bosco, sino
para todos los sacerdotes y santos del Piamonte del
siglo XIX, un verdadero “Hombre de Consejo”. Lo de-
muestra claramente su comportamiento con Don
Bosco, de quien fue el gran guía espiritual. Un día
Don Bosco se presentó a don Cafasso para manifes-
tarle que quería ser religioso y don Cafasso le dio un
rotundo “no”, seco y decidido. Pero Don Bosco no lo
veía claro. Don Cafasso le dijo: “Para que la vocación
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sea clara tiene necesidad de ser mejor considerada
delante del Señor y madurada en la oración”. Y le
mandó a hacer Ejercicios Espirituales. Al volver se-
guía con la idea de hacerse religioso y don Cafasso
le dijo: “Vaya de vacaciones unas cuantas semanas
y yo seguiré pensando en usted”. También don Cafasso
tenía necesidad de rezar por las personas que acu-
dían a él. No era un “distribuidor automático de con-
sejos”. Tenemos mucho que aprender de él.
Un día Don Bosco intenta arrancarle una respuesta. Va
a visitarlo y le comunica que ya ha preparado el equi-
paje para ir al convento. Don Cafasso le dice que vuel-
va a deshacerlo y le añade: “Seguid con vuestra obra
entre los jóvenes. Esta y no otra es la voluntad de Dios”.
Al oír a don Cafasso, Don Bosco agachó sonriendo la
cabeza; finalmente conocía la voluntad de Dios.
Finalmente entendió que el sueño tenido a los nueve
años, que continuaba repitiéndose, pero que le cos-
taba creer, provenía verdaderamente de un “consejo
divino”. Desde aquel día fue todo para los jóvenes y
se convirtió para los jóvenes en “el Hombre del
Consejo”.
Oremos
Estamos aquí ante Ti, oh Espíritu Santo.
Sentimos el peso de nuestras debilidades, pero esta-
mos todos reunidos en tu nombre; ven a nosotros,
asístenos, ven a nuestros corazones.
Enséñanos tú lo que tenemos que hacer, muéstranos
el camino para seguirte, realiza tú mismo lo que se
nos pide.
Sé tú quien sugiera y guíe nuestras decisiones,
porque tú solo, con Dios Padre y con su Hijo, posees
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un nombre santo y glorioso;
no permitas que conculquemos la justicia, tú que
amas el orden y la paz;
que la ignorancia no nos desvíe;
que no nos dejemos llevar por simpatías humanas,
ni nos dejemos influenciar por cargos y personas;
mantennos unidos estrechamente a ti para que en
nada nos alejemos de la verdad;
haz que reunidos en tu santo nombre, sepamos con-
jugar juntamente bondad y firmeza,
de modo que todo lo hagamos en una armonía contigo,
en la espera de que, por el fiel cumplimiento del deber,
nos sean dados en el futuro los premios eternos.
Amén.
Sexto día. Los dones
.d...e..l...E...s...p...í..r..i.t..u....S...a...n...t..o...:...L...a....P...i..e..d...a...d...
De la segunda carta a Timoteo (1,6-9)
Por esta razón te recuerdo que reavives el don de Dios
que hay en ti por la imposición de mis manos, pues
Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de
fortaleza, de amor y de templanza. Así pues, no te aver-
güences del testimonio de nuestro Señor ni de mí, su
prisionero; antes bien, toma parte en los padecimien-
tos por el Evangelio, según la fuerza de Dios. Él nos
salvó y nos llamó con una vocación santa, no por nues-
tras obras, sino según su designio y según la gracia
que nos dio en Cristo Jesús desde antes de los siglos.
Del Magisterio de la Iglesia
Con el don de la piedad el Espíritu sana nuestro cora-
zón de todo tipo de dureza y lo abre a la ternura para
con Dios y para con los hermanos. La ternura, como
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actitud sinceramente filial para con Dios, se expresa
en la oración. La experiencia de la propia pobreza exis-
tencial, del vacío que las cosas terrenas dejan en el
alma, suscita en el hombre la necesidad de recurrir a
Dios para obtener gracia, ayuda, perdón. El don de la
piedad orienta y alimenta dicha exigencia, enrique-
ciéndola con sentimientos de profunda confianza para
con Dios, experimentado como Padre providente y
bueno. En este sentido escribía San Pablo: “Envió Dios
a su Hijo,… para que recibiéramos la filiación adoptiva.
La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a
nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama:
¡Abbá, Padre! De modo que ya no eres esclavo, sino
hijo…” (Gál 4, 4-7; cf. Rom 8, 15).
La ternura, como apertura auténticamente fraterna ha-
cia el prójimo, se manifiesta en la mansedumbre. Con el
don de la piedad el Espíritu infunde en el creyente una
nueva capacidad de amor hacia los hermanos, hacien-
do su corazón de alguna manera participe de la misma
mansedumbre del Corazón de Cristo. El cristiano “pia-
doso” siempre sabe ver en los demás a hijos del mismo
Padre, llamados a formar parte de la familia de Dios,
que es la Iglesia. Por esto él se siente impulsado a tra-
tarlos con la solicitud y la amabilidad propias de una
genuina relación fraterna.
El don de la piedad, además, extingue en el corazón
aquellos focos de tensión y de división como son la
amargura, la cólera, la impaciencia, y lo alimenta con
sentimientos de comprensión, de tolerancia, de per-
dón. Dicho don está, por tanto, a la raíz de aquella
nueva comunidad humana, que se fundamenta en la
civilización del amor
(Juan Pablo II, Regina coeli, 28 de mayo de 1989)
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En vida de Don Bosco
El don de la piedad es el sentimiento profundo de ser
hijos, es ese gusto íntimo de llamar a Dios “Padre”. La
piedad está en la base de toda formación auténtica,
de toda espiritualidad, de toda oración cristiana. Sobre
la piedad de Don Bosco tenemos el siguiente testi-
monio: “Su recogimiento en la oración era simple y,
sin embargo, encantador. Inmóvil y con el cuerpo er-
guido, las manos apoyadas sobre el reclinatorio o
apoyadas sobre el pecho, la cabeza ligeramente in-
clinada, la mirada fija, el rostro sonriente y nada afec-
tado; pero quien lo veía, no podía sino sentirse esti-
mulado a rezar bien, detectando, reflejado en la fren-
te, el esplendor de la fe y del amor de Dios”.
Para Don Bosco la piedad fue una fuerza educativa im-
portante. Entendió que la piedad era una fuerza para
acercar al joven y a cualquier persona a Dios, fuente de
toda felicidad. Se trataba particularmente de amar a Jesús
en la Eucaristía y hacerlo amar: se puede decir que Don
Bosco empleó en esto toda su vida. “¡Ay, queridos míos!
Al entrar a la Iglesia, fijad los ojos en el sagrario, donde
está Jesucristo. ¡Aunque no lo veáis, está allí! Volved a re-
novar vuestra fe. Pensad que aquí habita aquel delante
del cual tiemblan las legiones de los ángeles, y todos los
ejércitos de los Santos se postran con la frente en la tie-
rra”. “El Santo tabernáculo, esto es Jesús Sacramentado,
es fuente de toda bendición y de toda gracia”.
Don Albera, que creció en su escuela, escribió a los
Salesianos: “El Salesiano, si no es sólidamente piado-
so, no será apto para ejercer la función de educador.
Pero el mejor método para enseñar la piedad es el de
dar el buen ejemplo… La gran enfermedad de muchos
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que se dedican al servicio de Dios es la agitación y
el demasiado fervor con el que se dedican a lo exte-
rior. Qué difícil es mantener en los justos límites nues-
tra actividad. Ocupémonos de que nuestra piedad
sea fervorosa. Y fervor se llama un deseo ardiente, la
voluntad generosa de agradar a Dios en todo”.
Oremos
Ven, Espíritu Santo, a nuestros corazones
y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Ven, Espíritu Santo,
y dónanos, por intercesión de María,
que supo contemplar y acoger
los acontecimientos de la vida de Cristo
y convertirlos en memoria viva,
la gracia de leer y releer las Escrituras,
para hacerlas también en nosotros
memoria viva y eficiente.
Haz, Espíritu Santo,
que podamos nutrirnos de esos acontecimientos,
y reproducirlos en nuestra vida.
Y danos, te lo pedimos, una gracia todavía mayor:
la de acoger la obra de Dios
en la Iglesia visible y operante en el mundo.
Amén.
Séptimo día. Los dones del
.E...s..p...í..r..i..t..u....S...a...n...t..o...:..E...l...T...e...m....o...r....d...e....D...i..o...s..
De la carta a los Filipenses (2,12-16)
Por lo tanto, queridos hermanos, ya que siempre ha-
béis obedecido, no solo cuando yo estaba presente,
sino mucho más ahora en mi ausencia, trabajad por
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vuestra salvación con temor y temblor, porque es
Dios quien activa en vosotros el querer y el obrar para
realizar su designio de amor. Cualquier cosa que ha-
gáis sea sin protestas ni discusiones, así seréis irre-
prochables y sencillos, hijos de Dios sin tacha, en me-
dio de una generación perversa y depravada, entre
la cual brilláis como lumbreras del mundo, mante-
niendo firme la palabra de la vida. Así, en el Día de
Cristo, esa será mi gloria, porque mis trabajos no fue-
ron inútiles ni mis fatigas tampoco.
Del Magisterio de la Iglesia
La Sagrada Escritura afirma que “Principio del saber,
es el temor de Yahveh” (Sal 110/111, 10; Prov 1, 7). ¿Pero
de qué temor se trata? No ciertamente de ese “miedo
de Dios” que impulsa a evitar pensar o recordarse de
Él, como de algo o de alguno que turba e inquieta.
Este fue el estado de ánimo que, según la Biblia, im-
pulsó a nuestros progenitores, después del pecado,
a “ocultarse de la vista de Yahveh Dios por entre los
árboles del jardín” (Gn 3, 8); éste fue también el senti-
miento del siervo infiel y malvado de la parábola
evangélica, que escondió bajo tierra el talento reci-
bido (cf. Mt 25, 18. 26). Pero este concepto del temor-mie-
do no es el verdadero concepto de temor-don del
Espíritu. Aquí se trata de algo mucho más noble y su-
blime; es el sentimiento sincero y trémulo que el hom-
bre experimenta frente a la tremenda majestad de
Dios, especialmente cuando reflexiona sobre las pro-
pias infidelidades y sobre el peligro de ser «encon-
trado falto de peso» (Dan 5, 27) en el juicio eterno, del
que nadie puede escapar. El creyente se presenta y
se pone ante Dios con el “espíritu contrito” y con el
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“corazón humillado” (cf. Sal 50/51, 19), sabiendo bien
que debe atender a la propia salvación «con temor y
temblor» (Flp 2, 12). Sin embargo, esto no significa
miedo irracional, sino sentido de responsabilidad y
de fidelidad a su ley.
El Espíritu Santo asume todo este conjunto y lo ele-
va con el don del temor de Dios. Ciertamente ello no
excluye la trepidación que nace de la conciencia de
las culpas cometidas y de la perspectiva del castigo
divino, la suaviza con la fe en la misericordia divina
y con la certeza de la solicitud paterna de Dios que
quiere la salvación eterna de todos. Sin embargo, con
este don, el Espíritu Santo infunde en el alma sobre
todo el temor filial, que es un sentimiento arraigado
en el amor de Dios: el alma se preocupa entonces de
no disgustar a Dios, amado como Padre, de no ofen-
derlo en nada, de “permanecer” y crecer en la caridad
(cf. Jn 15, 4-7).
(Juan Pablo II, Regina coeli, 11 de junio de 1989)
En la vida de Don Bosco
En la vida de Juanito Bosco existe un episodio muy bo-
nito que describe plásticamente el temor filial. Tenía solo
ocho años. La mamá estaba fuera y Juanito tuvo la idea
de coger algo que estaba muy alto. Tuvo que subir a una
silla, pero chocó con un recipiente lleno de aceite, que
cayó por tierra y se rompió. Sabiendo que no podría ocul-
tar el hecho a su madre, trató de amainar las consecuen-
cias. Tomó una rama larga de un seto, lo limpió bien y
fue a buscar a su madre. No tenía miedo del castigo; lo
que le dolía era haber dado un disgusto a su madre. Este
es el verdadero sentido del temor filial: evitar cosas que
desagradan a la persona querida. Y Dios es la persona
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más amable. El que teme a Dios no sabe distinguir entre
pecado venial y pecado mortal, pues intenta evitar cual-
quier acto, hasta el más pequeño, que no agrade a Dios,
tan lleno de amor y que tanto ama a sus criaturas. El re-
sultado más evidente del amor filial es sentir que crezca
en nosotros un horror al pecado, incluso el pecado más
pequeño. Porque tenemos miedo de perder nuestra amis-
tad e intimidad con Dios. Dice un autor (Ambroise Gardeil,
Lo Spirito Santo nella vita cristiana, Milano: Ancora, 1960,
p. 29): “¿Por qué tememos a Dios? Hay una sola razón.
Porque, a causa de nuestra debilidad y de nuestra fragi-
lidad humana, tenemos en nosotros el terrible poder de
separarnos de Dios. Más que a Dios, tenemos miedo de
nuestra voluntad, fácil víctima de los engaños y seduc-
ciones del pecado. En resumen, el temor de Dios es el
miedo a perder a Dios”.
Oremos
Ven, Espíritu Santo,
infunde en nosotros el manantial de tus gracias
y suscita un nuevo Pentecostés en tu Iglesia.
Desciende sobre tus obispos, sobre tus sacerdotes,
sobre los religiosos y las religiosas,
sobre los fieles y sobre los que no creen,
sobre los pecadores más endurecidos y sobre cada
uno de nosotros.
Desciende sobre todos los pueblos del mundo,
sobre todas las razas
y sobre todas las clases y categorías de personas.
Sacúdenos con tu soplo divino.
Purifícanos de todo pecado
y líbranos de todo engaño y de todo mal.
Inflámanos con tu fuego,
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haz que ardamos y nos consumamos en tu amor.
Enséñanos a entender que Dios es todo,
toda nuestra felicidad y toda nuestra alegría,
y que solo en él está nuestro presente, nuestro futu-
ro y nuestra eternidad.
Ven a nosotros, Espíritu Santo,
y transfórmanos, sálvanos,
reconcílianos, únenos, conságranos.
Enséñanos a ser totalmente de Cristo,
totalmente tuyos, totalmente de Dios.
Te lo pedimos por la intercesión y bajo la guía y la
protección de la Beata Virgen María, Madre de Jesús
y Madre nuestra.
Amén.
Octavo día. Los dones
.d...e..l...E...s...p...í..r..i.t..u....S...a...n...t..o...:..L...a.....P...a...z..
De la carta a los Efesios (4, 1-7)
Así pues, yo, el prisionero por el Señor, os ruego que
andéis como pide la vocación a la que habéis sido
convocados. Sed siempre humildes y amables, sed
comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor,
esforzándoos en mantener la unidad del Espíritu con
el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu,
como una sola es la esperanza de la vocación a la que
habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautis-
mo. Un Dios, Padre de todos, que está sobre todos, ac-
túa por medio de todos y está en todos.
A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según
la medida del don de Cristo.
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El Magisterio de la Iglesia
El deseo de paz es una aspiración esencial de cada
hombre, y coincide en cierto modo con el deseo de una
vida humana plena, feliz y lograda… El hombre está
hecho para la paz, que es un don de Dios. Todo esto
me ha llevado a inspirarme para este mensaje en las
palabras de Jesucristo: “Bienaventurados los que tra-
bajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios”
(Mt 5,9)» (Mensaje, 1). Esta bienaventuranza «dice que
la paz es al mismo tiempo un don mesiánico y una
obra humana… Se trata de paz con Dios viviendo se-
gún su voluntad. Paz interior con uno mismo, y paz
exterior con el prójimo y con toda la creación» (ibíd., 2
y 3). Sí, la paz es el bien por excelencia que hay que
pedir como don de Dios y, al mismo tiempo, construir
con todas las fuerzas.
Podemos preguntarnos: ¿Cuál es el fundamento, el ori-
gen, la raíz de esta paz? ¿Cómo podemos sentir la paz
en nosotros, a pesar de los problemas, las oscuridades,
las angustias? La respuesta la tenemos en las lecturas
de la liturgia de hoy. Los textos bíblicos, sobre todo el
evangelio de san Lucas que se ha proclamado hace
poco, nos proponen contemplar la paz interior de María,
la Madre de Jesús. A ella, durante los días en los que
«dio a luz a su hijo primogénito» (Lc 2,7), le sucedieron
muchos acontecimientos imprevistos: no solo el naci-
miento del Hijo, sino que antes un extenuante viaje des-
de Nazaret a Belén, el no encontrar sitio en la posada,
la búsqueda de un refugio para la noche; y después el
canto de los ángeles, la visita inesperada de los pasto-
res. En todo esto, sin embargo, María no pierde la cal-
ma, no se inquieta, no se siente aturdida por los
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sucesos que la superan; simplemente considera en si-
lencio cuanto sucede, lo custodia en su memoria y en
su corazón, reflexionando sobre eso con calma y sere-
nidad. Es esta la paz interior que nos gustaría tener en
medio de los acontecimientos a veces turbulentos y
confusos de la historia, acontecimientos cuyo sentido
no captamos con frecuencia y nos desconciertan.
(Benedicto XVI. Homilía del 1 enero de 2013)
En la vida de Don Bosco
El Conde de Camburzano, gran amigo y benefactor
de Don Bosco, hablaba con frecuencia y de buena
gana de don Bosco y su obra, sin ocultar la admira-
ción de los dones sobrenaturales que Dios le había
concedido y de expansión que su obra experimenta-
ba. Un día, en Nizza Marítima, hablando de Don Bosco,
provocó las risas de una señora, que intentaba ridi-
culizar un tanto las afirmaciones del conde y quería
poner a prueba a Don Bosco: “Quisiera saber si este
reverendo sabe decirme cómo se encuentra mi con-
ciencia”. La señora escribió a Don Bosco y el conde
le añadió también una carta.
Llegó la respuesta puntual de Don Bosco al conde, que
le decía: “Diga a esa señora que para conseguir la paz,
tiene que unirse a su marido, del que se ha separado”.
Y a la dama desconocida le escribió: “Su señoría po-
drá estar tranquila, cuando haya puesto remedio a sus
confesiones, rehaciéndolas desde hace veinte años
hasta el presente y así habrá reparado los defectos co-
metidos en el pasado”. ¿Cómo hacía Don Bosco para
conocer estas cosas y de esta forma? La verdad es que
Dios venía de aquel modo en su ayuda, atraído pode-
rosamente por las manifestaciones de celo, en la que
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no era superado por ninguno en las luchas por el bien
de las almas y el triunfo de la Iglesia. (MB VI, 35).
Oremos
Espíritu de verdad, que escrutas la profundidad de Dios,
memoria y profecía de la Iglesia,
guía a la humanidad a reconocer en Jesús de Nazaret
al Señor de la gloria, al Salvador del mundo
y al supremo cumplimiento de la historia.
¡Ven, Espíritu de amor y de paz!
Espíritu creador, arcano artífice del reino,
guía a la Iglesia con la fuerza de tus santos dones
a traspasar el umbral del nuevo milenio,
para llevar a las futuras generaciones
la luz de la Palabra que salva.
Espíritu de santidad,
soplo divino que mueve el cosmos,
ven y renueva el rostro de la tierra.
Suscita en los cristianos el deseo de la unidad plena,
para que sean eficazmente en el mundo
signo e instrumento
de la íntima unión con Dios
y de la unidad de todo el género humano.
¡Ven, Espíritu de amor y de paz!
Espíritu de comunión, alma y sostén de la Iglesia,
haz que la riqueza de carismas y ministerios
contribuya a la unidad del cuerpo de Cristo;
que laicos, consagrados y ministros ordenados
colaboren juntos en la edificación
del único Reino de Dios.
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Espíritu consolador,
fuente inagotable de alegría y de paz,
suscita solidaridad hacia los que viven en necesidad,
da a los enfermos el consuelo necesario,
infunde confianza y esperanza
a quien vive en la prueba,
reaviva en todos, el deseo de edificar un futuro mejor.
¡Ven, Espíritu de amor y de paz!
Espíritu de sabiduría,
que tocas las mentes y los corazones,
orienta el camino de la ciencia y de la técnica
al servicio de la vida, de la justicia, de la paz.
Haz fecundo el diálogo
con los que pertenecen a otras religiones.
Haz que las diversas culturas
se abran los valores del Evangelio.
Espíritu de vida, por quien el Verbo se hizo carne
en el seno de la Virgen,
mujer del silencio y de la escucha,
haznos dóciles a las sugerencias de tu amor,
dispuestos siempre a acoger los signos de los tiempos
que tú pones en los caminos de la historia.
¡Ven, Espíritu de amor y de paz!
A ti, Espíritu de amor,
con el Padre omnipotente y con el Hijo unigénito,
alabanza, honor y gloria
por los siglos de los siglos.
Amén.
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Noveno día. Los dones
.d...e..l...E...s...p...í.r...i.t..u....S...a...n...t..o...:..L...a....A....l..e...g...r..í.a...
Del Evangelio según san Juan (16,5-8.22-23)
Ahora me voy al que me envió, y ninguno de voso-
tros me pregunta: “¿Adónde vas?” Sino que, por ha-
beros dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón.
Sin embargo, os digo la verdad: os conviene que yo
me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros
el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré. Y
cuando venga, dejará convicto al mundo acerca de
un pecado, de una justicia y de una condena.
También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré
a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os qui-
tará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada.
En verdad, en verdad os digo: si pedís algo al Padre
en mi nombre, os lo dará.
Del Magisterio de la Iglesia
“El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz…” (Gál 5, 22).
Sólo el Espíritu Santo da la alegría profunda, plena,
duradera, a la que aspira todo corazón humano. El
hombre es un ser hecho para la alegría, no para la
tristeza. Pablo VI recordó esto a los cristianos y a to-
dos los hombres de nuestro tiempo en la Exhortación
Apostólica Gaudete in Domino. Y la alegría verdade-
ra es don del Espíritu Santo.
En el texto de la Carta a los Gálatas, Pablo nos ha dicho
que la alegría está vinculada a la caridad (cf. Gál 5, 22).
No puede ser, por tanto, una experiencia egoísta, fruto de
un amor desordenado. La alegría verdadera incluye la
justicia del reino de Dios, del que san Pablo dice que es
“justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo” (Rom 14, 17).
305

31.7 Page 307

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Se trata de la justicia evangélica, que consiste en la
conformidad con la voluntad de Dios, en la obedien-
cia a sus leyes y en la amistad personal con él. Fuera
de esta amistad, no hay alegría verdadera.
El Evangelio es una invitación a la alegría y una ex-
periencia de alegría verdadera y profunda. Así, en la
Anunciación, María es invitada a la alegría: “Alégrate
(Xaire), llena de gracia” (Lc 1, 28).
En la Visitación, Isabel se llena del Espíritu Santo y
de alegría, con una participación natural y sobrena-
tural en el regocijo del hijo que aún está en su seno:
“Saltó de gozo el niño en mi seno” (Lc 1, 44). Isabel per-
cibe la alegría de su hijo y la exterioriza, pero es el
Espíritu Santo el que, según el evangelista, llena de
tal alegría a ambas mujeres. María, a su vez, siente
brotar del corazón el canto de alegría precisamente
en ese momento; canto que expresa la alegría humil-
de, límpida y profunda que la llena como si fuera la
realización del “alégrate” del ángel: “Mi espíritu se
alegra en Dios, mi salvador” (Lc 1, 47).
En las páginas evangélicas relacionadas con la vida
pública de Jesús leemos que, en cierto momento, él
mismo “se llenó de gozo en el Espíritu Santo” (Lc 10, 21).
Jesús muestra alegría y gratitud en una oración que
celebra la benevolencia del Padre: “Yo te bendigo,
Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocul-
tado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has
revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu be-
neplácito”. En Jesús, la alegría asume toda su fuerza
en el impulso hacia el Padre. Así sucede con las ale-
grías estimuladas y sostenidas por el Espíritu Santo
en la vida de los hombres: su carga de vitalidad
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31.8 Page 308

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secreta los orienta en el sentido de un amor pleno de
gratitud hacia el Padre. Toda alegría verdadera tiene
como fin último al Padre.
(Juan Pablo II, Regina coeli 19 de junio de 1991)
De la vida de Don Bosco
“Dios es Dios de la alegría”, pensaba san Francisco
de Sales. Mejor aún, en “Dios mismo todo es alegría,
porque todo es don”. Don Bosco, como genial educa-
dor cristiano, hizo de la alegría “elemento constituti-
vo del sistema [educativo], inseparable del estudio,
del trabajo y de la piedad”, “el fruto por excelencia de
una auténtica práctica de la pedagogía salesiana”.
Necesidad básica de vida, deseo íntimamente senti-
do durante la juventud, la alegría es para Don Bosco:
“el resultado de una valoración cristiana de la vida…“
De la religión del amor, de la salvación, de la gracia,
no puede brotar sino la alegría, el regocijo, el optimis-
mo confiado y positivo. Y precisamente por eso, en
la casa de Don Bosco, “la alegría se hace coincidir con
la santidad”, como se dice explícitamente en la vida
de Domingo Savio y en las otras vidas escritas por
Don Bosco: “el joven - dice Don Caviglia – que se sien-
te en gracia de Dios experimenta naturalmente la ale-
gría”. Don Bosco sabía que los jóvenes tienden por
naturaleza a la alegría y que necesitan diversión y
juegos, pero para él, la verdadera alegría está única-
mente en quien habita la gracia.
Don Bosco, obviamente, no fue el primero en “seña-
lar la relación que existe entre felicidad y religión”.
(…) Su convencimiento personal de que no hay en ab-
soluto contradicción entre servir a Dios y llevar una
vida feliz se basaba en el intenso amor que sentía
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31.9 Page 309

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hacia sus jóvenes: porque los amaba, los quería ale-
gres ahora y en la eternidad, como solía repetir. (…)
Fruto y prueba de la caridad pastoral de Don Bosco
es un sistema educativo que tiene “la alegría entre
sus primeros factores”. La alegría para Don Bosco es
“no solo recreación, diversión, sino la auténtica e in-
sustituible realidad pedagógica”, es “el sello particu-
lar de [su] amor educativo”.
(Juan José Bartolomé,
Notas de Pastoral Juvenil, marzo de 2018)
Oremos
Señor, dame la dosis suficiente de humorismo
para encontrar la felicidad en esta vida
y ser útil a los demás.
Que en mis labios resuenen siempre una canción,
una poesía o una historia que me distraiga.
Enséname a comprender los sufrimientos
y a no sentirlos como una maldición.
Concédeme el tener sentido común,
porque tengo gran necesidad de él.
Señor, concédeme la gracia,
en este momento supremo de temor y de angustia,
de recurrir al gran temor y la tremenda angustia
que experimentaste en el Monte de los Olivos
antes de tu pasión.
Haz que, meditando siempre tu santa agonía,
reciba la consolación espiritual necesaria
para el bien de mi alma.
Concédeme, Señor,
un espíritu distendido, tranquilo, suave,
caritativo, benévolo, dulce y misericordioso.
Que en todas mis acciones y mis palabras
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31.10 Page 310

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y en todos mis pensamientos
experimente el gusto de tu Espíritu santo y bendito.
Dame, Señor, una fe plena,
una esperanza firme y una caridad ardiente.
Que no ame a nadie en contra de tu voluntad,
sino que todo esté en función de tu querer.
Rodéame de tu amor y de tu favor.
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32 Pages 311-320

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32.1 Page 311

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32.2 Page 312

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9
TIEMPO
ORDINARIO

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32.4 Page 314

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TRIDUO DE LA INMACULADA
Primer día: María, modelo de contemplación
V El Dios de la Alianza,
que cumplirá sus promesas
en su Hijo unigénito,
esté con vosotros.
R Y con tu espíritu.
V Hermanos, miremos a María con esperanza,
unámonos a su confiada espera
y contemplemos la presencia de Dios
en nuestros corazones.
V Oremos.
Oh Señor, Dios todopoderoso, que en María,
mística aurora de la redención,
has cumplido tus promesas, concédenos
la fuerza de creer en la llegada de tu Reino,
danos un corazón grande para servir,
y enséñanos a esperar, ofreciendo nuestros días
para preparar tus caminos.
En Cristo Jesús y Señor nuestro.
R Amén.
Contemplar a Cristo con María
La contemplación de Cristo tiene en María su mode-
lo insuperable. El rostro del Hijo le pertenece de un
modo especial. Fue en su vientre donde se formó, to-
mando de ella una semejanza humana que evoca una
intimidad espiritual ciertamente más grande aún.
Nadie se ha dedicado con la asiduidad de María a la
contemplación del rostro de Cristo. Los ojos de su co-
razón se concentran de algún modo en Él ya en la
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32.5 Page 315

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Anunciación, cuando lo concibe por obra del Espíritu
Santo; en los meses sucesivos empieza a sentir su
presencia y a imaginar sus rasgos. Cuando por fin lo
da a luz en Belén, sus ojos se fijan también tierna-
mente en el rostro del Hijo, cuando lo «envolvió en
pañales y le acostó en un pesebre» (Lc 2, 7).
Desde entonces su mirada, siempre llena de adora-
ción y asombro, no se apartará jamás de Él. Será a
veces una mirada interrogante, como en el episodio
de su extravío en el templo: «Hijo, ¿por qué nos has
hecho esto?» (Lc 2, 48); será en todo caso una mirada
penetrante, capaz de leer en lo íntimo de Jesús, hasta
percibir sus sentimientos escondidos y presentir sus
decisiones, como en Caná (cf. Jn 2, 5); otras veces será
una mirada dolorida, sobre todo bajo la cruz, donde
todavía será, en cierto sentido, la mirada de la ‘partu-
rienta’, ya que María no se limitará a compartir la pa-
sión y la muerte del Unigénito, sino que acogerá al
nuevo hijo en el discípulo predilecto confiado a Ella
(cf. Jn 19, 26-27); en la mañana de Pascua será una mi-
rada radiante por la alegría de la resurrección y, por
fin, una mirada ardorosa por la efusión del Espíritu
en el día de Pentecostés (cf. Hch 1, 14).
María vive mirando a Cristo y tiene en cuenta cada
una de sus palabras: «Guardaba todas estas cosas, y
las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19; cf. 2, 51). Los re-
cuerdos de Jesús, impresos en su alma, la han acom-
pañado en todo momento, llevándola a recorrer con el
pensamiento los distintos episodios de su vida junto
al Hijo. Han sido aquellos recuerdos los que han cons-
tituido, en cierto sentido, el ‹rosario› que Ella ha reci-
tado constantemente en los días de su vida terrenal.
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32.6 Page 316

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Y también ahora, entre los cantos de alegría de la
Jerusalén celestial, permanecen intactos los motivos
de su acción de gracias y su alabanza. Ellos inspiran
su materna solicitud hacia la Iglesia peregrina, en la
que sigue desarrollando la trama de su ‘papel’ de
evangelizadora. María propone continuamente a los
creyentes los ‘misterios’ de su Hijo, con el deseo de que
sean contemplados, para que puedan derramar toda
su fuerza salvadora. Cuando recita el Rosario, la co-
munidad cristiana está en sintonía con el recuerdo y
con la mirada de María.
(S. Juan Pablo II, Rosarium Virginis Mariae, 10-12)
Meditación coral
Oh, María, Madre nuestra,
saber que tú, que eres nuestra madre,
estás totalmente libre de pecado
nos da gran consuelo.
Saber que el mal no tiene poder sobre ti,
nos llena de esperanza y fortaleza
en la lucha diaria que nosotros tenemos
que hacer contra las amenazas del maligno.
Pero en esta lucha no estamos solos,
no somos huérfanos,
porque Jesús, antes de morir en la cruz,
nos dio a ti como Madre.
Por eso nosotros, aunque seamos pecadores,
somos tus hijos,
llamados a la santidad que desde el principio
brilla en ti por la gracia de Dios.
Animados por esta esperanza,
hoy invocamos tu protección materna por nosotros,
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por nuestras familias, por nuestra ciudad,
por el mundo entero.
El poder del amor de Dios,
que te preservó del pecado original,
libere, por tu intercesión, a la humanidad
de toda esclavitud espiritual y material,
y haga que el plan de salvación de Dios
impere en los corazones y en los acontecimientos.
Haz que también en nosotros, tus hijos,
la gracia prevalezca sobre el orgullo
y podamos llegar a ser misericordiosos,
como nuestro Padre celestial es misericordioso.
En este tiempo que nos aproxima
a la fiesta del nacimiento de Jesús,
enséñanos a ir contra corriente:
a despojarnos, a rebajarnos, a darnos,
a escuchar, a hacer silencio,
a descentrarnos de nosotros mismos,
para dejar espacio a la belleza de Dios,
fuente de la verdadera alegría.
¡Oh, Madre nuestra Inmaculada,
ruega por nosotros!
De la Carta a los Romanos (8,18-27)
Pues considero que los sufrimientos de ahora no se
pueden comparar con la gloria que un día se nos ma-
nifestará. Porque la creación, expectante, está aguar-
dando la manifestación de los hijos de Dios; en efec-
to, la creación fue sometida a la frustración, no por
su voluntad, sino por aquel que la sometió, con la es-
peranza de que la creación misma sería liberada de
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32.8 Page 318

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la esclavitud de la corrupción, para entrar en la glo-
riosa libertad de los hijos de Dios. Porque sabemos
que hasta hoy toda la creación está gimiendo y sufre
dolores de parto. Y no solo eso, sino que también no-
sotros, que poseemos las primicias del Espíritu, ge-
mimos en nuestro interior, aguardando la adopción
filial, la redención de nuestro cuerpo. Pues hemos
sido salvados en esperanza. Y una esperanza que se
ve, no es esperanza; efectivamente, ¿cómo va a espe-
rar uno algo que ve? Pero si esperamos lo que no ve-
mos, aguardamos con perseverancia. Del mismo modo,
el Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues
nosotros no sabemos pedir como conviene; pero el
Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos
inefables. Y el que escruta los corazones sabe cuál
es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los
santos es según Dios.
Homilía breve
Acción de gracias
V Es verdaderamente bueno y justo darte gracias.
y elevar a ti el himno de bendición y alabanza,
Dios omnipotente y eterno,
por Cristo Señor nuestro.
Él fue anunciado por todos los profetas,
la Virgen Madre lo esperó
y lo llevó en su seno con inefable amor,
Juan proclamó su venida
y lo señaló presente en el mundo.
El mismo Señor, que nos concede prepararnos
alegremente para el misterio de su Navidad,
nos encuentre vigilantes en la oración
y exultantes en su alabanza.
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32.9 Page 319

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Y ahora, junto con María,
elevemos nuestro canto:
R Mi alma glorifica al Señor…
Invocaciones
V Invoquemos a María, modelo y primicia de la nue-
va creación, que en la confiada espera del Salvador
acogió en sí misma el cumplimiento de las
promesas.
Celebrando con alegría la Inmaculada Concepción
de la Santísima Virgen María, oremos juntos y
digamos:
R Salve, llena de gracia.
— En tu concepción, Virgen María, fuiste bende-
cida por el Señor, santificada por Dios, tu
salvación.
— Toda santa, sin sombra de pecado, te has con-
vertido en la Madre del Señor.
— Blancos como la nieve son tus vestidos; tu ros-
tro brilla como el sol.
— Tú eres la gloria de Jerusalén, la alegría de
Israel, el honor de nuestro pueblo.
— Te seguimos, oh Virgen Inmaculada, atraídos
por tu belleza y santidad.
V Señor Jesús, que has constituido a tu Madre
Inmaculada como modelo y figura luminosa de la
Iglesia, por su intercesión, concédenos ser libera-
dos de nuestras culpas y aspirar a la perfección
de la santidad. Tú que vives y reinas por los siglos
de los siglos.
R Amén.
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32.10 Page 320

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V Acoge, Señor, la oración que, en la trepidante es-
pera del Salvador, te dirigimos con la intercesión
de María, signo de esperanza, Virgen orante en la
contemplación de Aquel que había acogido en su
vientre: Jesucristo nuestro Señor.
R Amén.
Bendición (puede ser una de las solemnes bendiciones ma-
rianas del Misal)
Segundo día: María, colaboradora
.e..n....e...l...p...l.a...n....d...e....s..a...l..v..a...c...i.ó...n...
Diálogo inicial (como el primer día)
V Oremos.
Hermanos, en el anuncio del ángel
la Virgen acogió con fe la Palabra del Señor.
Su disponibilidad generosa y su confianza en Dios
reaviven nuestra fe vacilante.
María, la Virgen fiel, interceda ante el Padre, para que
podamos ir al encuentro con Cristo que viene hoy y
siempre. Él es Dios por los siglos de los siglos.
R Amén.
La Anunciación, llamada y respuesta:
“Se cumpla en mí tu palabra”
De la carta de don Juan Vecchi: “¡Heme aquí! Vengo a ha-
cer tu voluntad”. Nuestra obediencia: signo y profecía.
El relato [de la Anunciación a María], una de los más
hermosos del Evangelio de Lucas, es una clave para
leer el presente. El Evangelio no es solo historia, sino
que es siempre anuncio.
La narración recuerda antiguas esperanzas, expresa
expectativas actuales y anticipa los sueños de
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33 Pages 321-330

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33.1 Page 321

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salvación del hombre. María, que personifica a la hu-
manidad, siente en sí misma todo esto y es llamada
a ponerse a disposición de Dios para llevarlo a cabo.
“Alégrate”: es un saludo usado por los profetas cuan-
do se dirigen a la Hija de Sion. Asegura la voluntad
benévola de Dios hacia una persona y anuncia una
elección que constituye una felicidad sin igual:
“¡Exulta! Te ha tocado una suerte estupenda”.
“El Señor está contigo”: la afirmación aparece a me-
nudo cuando Dios llama a una misión; se repite en
las narraciones de las vocaciones que tendrán una
tarea importante para la salvación. Indica que la aten-
ción y la mirada de Dios se traducen en presencia,
asistencia, compañía, alianza.
“Nada es imposible para Dios”: es la expresión dicha
a Sara, la esposa de Abraham, en el momento deses-
perado de su esterilidad, al comienzo de la genera-
ción de los creyentes. Expresa la decisión de Dios de
intervenir en los asuntos humanos a favor del hom-
bre, superando cualquier limitación de naturaleza o
humana libertad. Y hacerlo por medio de algunas
personas que ha elegido.
Nos enfrentamos al anuncio de un evento de particu-
lar importancia para la humanidad. Es la “vocación”,
la “llamada” de María a colaborar en el plan de salva-
ción; y es la respuesta en la fe de Aquella que debía
ser el instrumento y la mediación humana de este
plan divino.
María fue invitada, en primer lugar, a creer que el acon-
tecimiento era posible y también a creer en sí misma
(¡y es lo más difícil!); luego, a aceptar el compromiso, y
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seguidamente, a permanecer fiel en la colaboración du-
rante toda su vida. Todo esto como entrega incondicio-
nal en Dios.
Dios tiene el misterioso poder de hacer fructificar
aquello que para el ojo humano es estéril, limitado o
perdido. ¡Esto es una invitación a revisar nuestra fe
en la acción y la fuerza del Espíritu!
La Anunciación nos recuerda nuestra vocación. De he-
cho, anunciación fue la inspiración que nos movió a
seguir al Señor Jesús, siguiendo el ejemplo de Don
Bosco. Y anunciación son las llamadas a compromi-
sos y responsabilidades, en los cuales es necesario
entregarse a Dios y esperar el futuro con confianza.
La Anunciación nos recuerda, sobre todo, cómo debe
ser nuestra respuesta personal a Dios: dócil, confia-
da, continua, como la de María: “Hágase en mí según
tu palabra”. María se dejó moldear por la Palabra de
Dios, por el Espíritu de Dios, para ser la Madre del
Verbo. En el santuario interior de su corazón opera-
ron la gracia y el Espíritu para hacerla madre.
Entendemos la expresión tan querida por los Padres,
que María concibió en el alma antes que en el seno.
También nuestra obediencia en la fe debe madurar
en el diálogo con Dios y en la docilidad al Espíritu. A
veces, en nuestra vida activa, consagrada o laica, se
produce una tensión entre la relación personal con
Dios, es decir, por una parte, la atención, el diálogo,
la acogida afectuosa y grata del Señor y, por otra, la
preocupación por los resultados de nuestra activi-
dad, que nos desafía y muchas veces nos tienta.
Queremos hacer siempre más, y poco a poco pone-
mos nuestra confianza en los medios y en las
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33.3 Page 323

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actividades, hasta el punto de que terminan por va-
ciarnos. Es necesario que nos conectemos constan-
temente a la fuente de la cual toda nuestra actividad
toma energía y significado: la invitación de Dios a co-
laborar con Él. Este es el significado profundo de
nuestra obediencia.
Pidamos a María que reconozcamos en los orígenes
de nuestra Congregación y de la Familia Salesiana
que su camino en la fe, manifestado en la Anunciación,
es también el nuestro: sentir la llamada interior, de-
jarnos fecundar y moldear interiormente por el
Espíritu, y responder con nuestro “Heme aquí” para
dar frutos apostólicos.
Oración coral
Virgen María,
debajo de tu manto hay lugar para todos,
porque tú eres la Madre de la Misericordia.
Tu corazón está lleno de ternura hacia todos tus hijos:
la ternura de Dios, que de ti tomó carne,
y se convirtió en nuestro hermano, Jesús,
Salvador de todos los hombres
y de todas las mujeres.
Mirándote a ti, nuestra Madre Inmaculada,
reconocemos la victoria de la divina Misericordia
sobre el pecado y sobre todas sus consecuencias,
y renace en nosotros la esperanza en una vida mejor,
libre de esclavitudes, resentimientos y temores.
Hoy, aquí, escuchamos tu voz de Madre,
que llama a todos a ponerse en camino
hacia la Puerta, que representa Cristo.
Tú nos dices a todos: “Venid, acercaos confiadamente;
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33.4 Page 324

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entrad y recibid el don de la Misericordia;
no tengáis miedo, no tengáis vergüenza:
el Padre os espera con los brazos abiertos
para daros su perdón y acogeros en su casa.
Venid todos a la fuente de la paz y de la alegría“.
Te damos gracias, Madre Inmaculada,
porque en este camino de reconciliación,
tú estás junto a nosotros
y nos sostienes en cualquier necesidad.
Que seas bendita, ahora y siempre, Madre. Amén.
Del Evangelio según san Lucas (Lc 1,26-39)
En el mes sexto, el ángel Gabriel fue enviado por Dios
a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una vir-
gen desposada con un hombre llamado José, de la
casa de David; el nombre de la virgen era María. El
ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, lle-
na de gracia, el Señor está contigo» . Ella se turbó
grandemente ante estas palabras y se preguntaba
qué saludo era aquel. El ángel le dijo: «No temas,
María, porque has encontrado gracia ante Dios.
Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le
pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará
Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de
David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para
siempre, y su reino no tendrá fin». Y María dijo al án-
gel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?». El án-
gel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y
la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por
eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios.
También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en
su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban es-
téril, porque para Dios nada hay imposible». María
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33.5 Page 325

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contestó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí
según tu palabra».
Y el ángel se retiró. En aquellos mismos días, María
se levantó y se puso en camino de prisa hacia la mon-
taña, a una ciudad de Judá.
Acción de gracias
V El Señor esté con vosotros.
R Y con tu espíritu.
V Levantemos el corazón.
R Es cosa buena y justa.
V Es verdaderamente justo, oh Padre eterno,
darte las gracias:
Creaste el universo, llamaste a los hombres
a participar de tu naturaleza divina;
caídos en Adán, no los abandonaste,
sino que comenzaste tu plan de salvación
“llamando” a un hombre, Abraham,
que, esperando contra toda esperanza, “creyó”.
Su acto de fe dio comienzo
al pueblo de la antigua alianza.
A lo largo de los siglos, oh Padre,
has continuado siempre este diálogo de amor,
creando corazones humildes y disponibles
a tu llamada,
y suscitando en ellos la respuesta de la fe.
Finalmente, en la plenitud de los tiempos,
enviaste un ángel, mensajero tuyo, a María,
la virgen pobre que, en su humildad,
espera todo de ti, su creador.
En la fe acogió en sí tu Palabra
y se convirtió en la Madre de tu Hijo,
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33.6 Page 326

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y de todos los creyentes.
Por eso, llenos de alegría, exultamos
por la fe que tú has suscitado en María,
y con ella ensalzamos infinitamente tu nombre
cantando:
R Mi alma glorifica al Señor…
Invocación final a María, virgen fiel.
Dios te salve María,
llena eres de gracia, esclava obediente,
nacida con el sí que te ligaba con Dios.
Tu consentimiento nupcial duró toda una vida.
Virgen fiel, tu fidelidad ha ofrecido a Dios
un corazón virginalmente libre,
tierra fértil sin abrojos,
y la semilla del Espíritu creció allí,
en toda su extensión,
sin resistencia, sin reserva alguna.
Dios te salve, Reina del Reino de Dios,
Arca de la Alianza,
tabernáculo de la ley, nido del Espíritu,
testigo incorrupto de la Palabra dada y recibida.
Ave, sede de la sabiduría,
intercede por nosotros, infieles,
para que Dios nos reconcilie en su fidelidad.
Tercer día: María, figura de la Iglesia en
.e..s...c..u...c...h...a....d...e....l..a....P...a...l..a...b...r..a....d...e....D...i..o...s..
Diálogo inicial (como el primer día)
V Oremos: Oh Dios, fuente de toda bondad, a imita-
ción de la Madre de su Señor, concede a la Iglesia,
con la virtud del Espíritu Santo, conservar la fe
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33.7 Page 327

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intacta, la esperanza sólida, la caridad sincera,
para poder ser el cuerpo de Cristo que vive conti-
go y con el Espíritu por los siglos de los siglos.
R Amén.
María “Mater Verbi Dei” y “Mater fidei”
La realidad humana, creada por medio del Verbo, en-
cuentra su figura perfecta precisamente en la fe obe-
diente de María. Ella, desde la Anunciación hasta
Pentecostés, se nos presenta como mujer enteramente
disponible a la voluntad de Dios. Es la Inmaculada
Concepción, la «llena de gracia» por Dios (cf. Lc 1,28), in-
condicionalmente dócil a la Palabra divina (cf. Lc 1,38).
Su fe obediente plasma cada instante de su existencia
según la iniciativa de Dios. Virgen a la escucha, vive en
plena sintonía con la Palabra divina; conserva en su co-
razón los acontecimientos de su Hijo, componiéndolos
como en un único mosaico (cf. Lc 2,19.51). […]
En realidad, no se puede pensar en la encarnación del
Verbo sin tener en cuenta la libertad de esta joven mu-
jer, que con su consentimiento coopera de modo deci-
sivo a la entrada del Eterno en el tiempo. Ella es la fi-
gura de la Iglesia a la escucha de la Palabra de Dios,
que en ella se hace carne. María es también símbolo
de la apertura a Dios y a los demás; escucha activa,
que interioriza, asimila, y en la que la Palabra se con-
vierte en forma de vida.
En esta circunstancia, deseo llamar la atención sobre
la familiaridad de María con la Palabra de Dios. Esto
resplandece con particular brillo en el Magnificat. En
cierto sentido, aquí se ve cómo ella se identifica con
la Palabra, entra en ella. En este maravilloso cántico
326

33.8 Page 328

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de fe, la Virgen alaba al Señor con su misma Palabra:
«El Magníficat –un retrato de su alma, por decirlo así–
está completamente tejido por los hilos tomados de
la Sagrada Escritura, de la Palabra de Dios. Así, se
pone de relieve que la Palabra de Dios es verdadera-
mente su propia casa, de la cual sale y entra con toda
naturalidad. Habla y piensa con la Palabra de Dios;
la Palabra de Dios se convierte en palabra suya, y su
palabra nace de la Palabra de Dios. Así se pone de
manifiesto, además, que sus pensamientos están en
sintonía con el pensamiento de Dios, que su querer
es un querer con Dios. Al estar íntimamente penetra-
da por la Palabra de Dios, puede convertirse en ma-
dre de la Palabra encarnada».
Además, la referencia a la Madre de Dios nos mues-
tra que el obrar de Dios en el mundo implica siempre
nuestra libertad, porque, en la fe, la Palabra divina
nos transforma. También nuestra acción apostólica
y pastoral será eficaz en la medida en que aprenda-
mos de María a dejarnos plasmar por la obra de Dios
en nosotros: «La atención devota y amorosa a la figu-
ra de María, como modelo y arquetipo de la fe de la
Iglesia, es de importancia capital para realizar tam-
bién hoy un cambio concreto de paradigma en la re-
lación de la Iglesia con la Palabra, tanto en la actitud
de escucha orante como en la generosidad del com-
promiso en la misión y el anuncio».
Contemplando en la Madre de Dios una existencia
totalmente modelada por la Palabra, también noso-
tros nos sentimos llamados a entrar en el misterio de
la fe, con la que Cristo viene a habitar en nuestra vida.
San Ambrosio nos recuerda que todo cristiano que
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33.9 Page 329

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cree, concibe en cierto sentido y engendra al Verbo
de Dios en sí mismo: si, en cuanto a la carne, sólo exis-
te una Madre de Cristo, en cuanto a la fe, en cambio,
Cristo es el fruto de todos. Así pues, todo lo que le su-
cedió a María puede sucedernos ahora a cualquiera
de nosotros en la escucha de la Palabra y en la cele-
bración de los sacramentos.
(Benedicto XVI. Exhort Verbum Domini, 27-28)
Oración coral
Oh María, Madre nuestra Inmaculada,
necesitamos tu mirada inmaculada,
para recobrar la capacidad de mirar
a las personas y a las cosas,
con respeto y gratitud,
sin intereses egoístas ni hipócritas.
Necesitamos tu corazón inmaculado,
para amar de forma gratuita,
sin segundos motivos, sino buscando el bien del otro,
con sencillez y sinceridad,
renunciando a máscaras y trucos.
Necesitamos tus manos inmaculadas,
para acariciar con ternura,
para tocar la carne de Jesús
en los hermanos pobres, enfermos, despreciados,
para levantar a quien ha caído y apoyar a quien vacila.
Necesitamos tus pies inmaculados,
para ir al encuentro de quien no sabe dar el primer paso,
para caminar por los senderos de quien está perdido,
para ir a visitar a las personas que están solas.
Te damos gracias, oh Madre,
porque al mostrarte a nosotros
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33.10 Page 330

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libre de toda mancha de pecado,
nos recuerdas que ante todo está la gracia de Dios,
está el amor de Jesucristo que dio su vida por nosotros,
está la fuerza del Espíritu Santo que lo renueva todo.
Haz que no nos dejemos vencer por el desaliento,
sino que, confiando en tu constante ayuda,
nos empeñemos a fondo
para renovarnos a nosotros mismos,
a nuestra ciudad y al mundo entero.
¡Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios!
Del libro del Apocalipsis (Ap 12,1-12a)
Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida
del sol, y la luna bajo sus pies y una corona de doce
estrellas sobre su cabeza; y está encinta, y grita con
dolores de parto y con el tormento de dar a luz. Y apa-
reció otro signo en el cielo: un gran dragón rojo que
tiene siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabe-
zas siete diademas, y su cola arrastra la tercera parte
de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra. Y
el dragón se puso en pie ante la mujer que iba a dar a
luz, para devorar a su hijo cuando lo diera a luz. Y dio
a luz un hijo varón, el que ha de pastorear a todas las
naciones con vara de hierro, y fue arrebatado su hijo
junto a Dios y junto a su trono; y la mujer huyó al de-
sierto, donde tiene un lugar preparado por Dios para
ser alimentada mil doscientos sesenta días. Y hubo un
combate en el cielo: Miguel y sus ángeles combatie-
ron contra el dragón, y el dragón combatió, él y sus
ángeles. Y no prevaleció y no quedó lugar para ellos
en el cielo. Y fue precipitado el gran dragón, la serpien-
te antigua, el llamado Diablo y Satanás, el que engaña
al mundo entero; fue precipitado a la tierra y sus
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34 Pages 331-340

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34.1 Page 331

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ángeles fueron precipitados con él. Y oí una gran voz
en el cielo que decía: «Ahora se ha establecido la sal-
vación y el poder y el reinado de nuestro Dios, y la po-
testad de su Cristo; porque fue precipitado el acusa-
dor de nuestros hermanos, el que los acusaba ante
nuestro Dios día y noche. Ellos lo vencieron en virtud
de la sangre del Cordero y de la palabra del testimo-
nio que habían dado, y no amaron tanto su vida que
temieran la muerte. Por eso, estad alegres, cielos, y los
que habitáis en ellos».
Acción de gracias y profesión de fe.
V El Señor esté con vosotros.
R Y con tu espíritu.
V Alabemos al Señor porque él es bueno.
R Él hace maravillas por nosotros.
V Es justo y necesario darte gracias, Padre,
por las maravillas que has hecho en nuestra
historia.
En María has colocado el comienzo de la Iglesia,
esposa de Cristo sin mancha ni arruga,
radiante de belleza.
En ella, primicia e imagen de la Iglesia,
has revelado el cumplimiento del misterio de la
salvación
y has hecho resplandecer para tu pueblo,
un signo de consuelo y esperanza segura.
En la virginidad fecunda de María.
veneramos a la Madre de Cristo
y la Madre de la Iglesia.
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34.2 Page 332

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Te rogamos, Padre, que la Iglesia asociada con ella
a la pasión de Cristo tu Hijo
participe en la gloria de la resurrección
para ensalzar con ella tu santo nombre.
Cristo Salvador,
a tus apóstoles reunidos en el cenáculo con María
les diste el Espíritu Santo, el Consolador.
Infunde también en nosotros tu Espíritu Santo
que nos da la alegría de proclamar nuestra fe:
R Creemos en Dios Padre,
que en la plenitud de los tiempos
envió a su Hijo, nacido de mujer.
Creemos en Cristo
que por nosotros los hombres y por nuestra salvación.
se encarnó
por obra del Espíritu Santo
en la Virgen María.
Creemos en el Espíritu Santo,
que hizo a la Madre de Dios
toda santa e inmune de todo pecado,
formada y hecha nueva criatura.
Creemos que María
recibió en el corazón y en el cuerpo.
la Palabra de Dios
y trajo la Vida al mundo.
Creemos que ella es Madre del Hijo,
hija predilecta del Padre
y templo del Espíritu Santo.
Creemos que María
ha cooperado de un modo muy especial
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34.3 Page 333

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a la obra del Salvador,
con la obediencia, la fe, la esperanza.
y la ardiente caridad.
María,
figura de la Iglesia,
santa Virgen y Madre amorosa,
mira al pueblo peregrino de Dios.
Tu múltiple intercesión
y caridad materna
socorran a los hermanos de tu Hijo.
¡Tú abogada, socorro,
auxiliadora de los cristianos,
Madre de Dios
y Madre nuestra, María!
Bendición
NOVENA A DON BOSCO
En preparación para la fiesta
V Oh Dios, ven a salvarme.
R Señor, date prisa en socorrerme.
V Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R Como era en el principio, ahora y siempre, por los
siglos de los siglos. Amén.
Primer día (22 de enero)
Tema: El amor a Jesús en el Santísimo Sacramento
Oh san Juan Bosco, por el amor que tuviste a Jesús
en el Santísimo Sacramento, y por el celo con que
propagaste su culto, alentando la participación en la
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Santa Misa, la comunión frecuente y la visita diaria
al Santísimo Sacramento, ruega por nosotros, para
que, inspirados por tu ejemplo, podamos crecer en
amor a la Sagrada Eucaristía y terminar nuestros días
fortalecidos y consolados por el alimento del Cielo,
el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Por tu intercesión nos conceda Dios la gracia… (pau-
sa), de modo que podamos, junto con los demás, lle-
var a los jóvenes a amar a Cristo en la Eucaristía.
Padre nuestro... Ave María… Gloria al Padre…
Concluir con un canto o himno adecuado en honor a san Juan
Bosco, seguido de la invocación: “San Juan Bosco y María
Auxiliadora, ¡rogad por nosotros!”. Terminar con: “La bendi-
ción de Dios Todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo des-
cienda sobre vosotros!” R / Amén!
Segundo día (23 de enero)
-·-·-···-·-·-·-·-·-·-·-···-·-·-·-·-·-·-···-
Tema: Devoción a nuestra querida Madre
Oh san Juan Bosco, tú amaste a la Santísima Virgen
María, Inmaculada y Auxiliadora, la tomaste como Madre
y Guía, y te convertiste en un ardiente promotor de la
devoción hacia ella.
Ruega por nosotros, para que, inspirados por tu ejem-
plo, podamos crecer en un verdadero y constante
amor por la más dulce de las madres y podamos ob-
tener su potente protección en la vida y, especialmen-
te, en la hora de nuestra muerte.
Por tu intercesión nos conceda Dios la gracia… (pausa),
de tal modo que podamos, junto con los demás, llevar
a los jóvenes a amar a María, nuestra auxiliadora.
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34.5 Page 335

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Padre nuestro… Ave María… Gloria al Padre…
Concluir como en el primer día.
Tercer día (24 de enero)
Tema: Fidelidad a la Iglesia y al Papa
Oh, san Juan Bosco, tú alimentaste un amor filial a la
Iglesia y al Papa, y hablaste y escribiste con valen-
tía en su defensa.
Ruega por nosotros, para que, inspirados por tu ejem-
plo, podamos ser fieles hijos e hijas de la santa madre
Iglesia y, al mismo tiempo, podamos amar y honrar al
Santo Padre, como el Vicario de Cristo en la tierra.
Por tu intercesión, nos conceda Dios, la gracia… (pau-
sa), para que podamos, junto con los demás, llevar a
los jóvenes a amar a la Iglesia y al Santo Padre.
Padre nuestro… Ave María… Gloria al Padre…
Concluir como en el primer día.
Cuarto día (25 de enero)
Tema: El amor por los jóvenes
Oh, san Juan Bosco, tú te has convertido en padre,
maestro y amigo de los jóvenes por el gran amor y
el sacrificio personal con el que trabajaste por su
salvación.
Ruega por nosotros, para que, inspirados por tu ejem-
plo, podamos también nosotros amar a esta parte del
rebaño de Dios con la misma caridad pastoral de
Cristo y acoger a cada joven como si fuera el Señor
Jesús en persona.
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Por tu intercesión Dios nos conceda la gracia… (pau-
sa), para que podamos, junto con los demás, ayudar
y guiar a los jóvenes en la sociedad actual.
Padre nuestro… Ave María… Gloria al Padre…
Concluir como en el primer día.
Quinto día (26 de enero)
Tema: Perseverancia de los salesianos e hijas de
María Auxiliadora en su vocación
Oh, san Juan Bosco, tú has fundado la Sociedad Salesiana
y el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora para con-
tinuar y extender la obra en favor de la juventud.
Ruega por todos los miembros de estas dos familias
religiosas, para que, inspiradas por tu ejemplo e im-
buidas de tu espíritu, puedan ser fieles a su consagra-
ción religiosa y perseverar en el cumplimiento de su
misión.
Por tu intercesión, Dios nos conceda la gracia… (pausa),
para que podamos, junto con los otros hijos e hijas de tus
familias religiosas, acompañar y ayudar a los jóvenes
como tú nos has enseñado.
Padre nuestro… Ave María… Gloria al Padre…
Concluir como en el primer día.
Sexto día (27 de enero)
Tema: Los Salesianos Cooperadores y los demás
miembros de la Familia Salesiana
Oh, san Juan Bosco, tú fundaste la Asociación de
Salesianos Cooperadores, semilla de la Familia
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34.7 Page 337

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Salesiana en todo el mundo, para asegurar la partici-
pación más amplia posible en la obra caritativa en
favor de los jóvenes.
Ruega por todos los miembros de la Familia Salesiana,
para que, inspirados por su ejemplo y unidos en un
solo espíritu, puedan compartir con generosidad y
fidelidad la misión salesiana y trabajar con celo y con
caridad educativa y pastoral.
Por tu intercesión, Dios nos conceda la gracia… (pau-
sa), para que podamos, junto con los demás miembros
de la Familia Salesiana, acompañar y educar a los jó-
venes en la sociedad de hoy.
Padre nuestro… Ave María… Gloria al Padre…
Concluir como en el primer día.
Séptimo día (28 de enero)
··-·-·-·-·-·-·-·-·-·-········-·-·-·-·-·-·-··
Tema: Nuestros salesianos misioneros
Oh, san Juan Bosco, en tu amor y compromiso por to-
dos los hijos de Dios dispersos, enviaste a tus hijos e hi-
jas a las partes más lejanas del mundo, para llevarles
el conocimiento del Dios del amor y la luz del Evangelio.
Ruega por todos nuestros misioneros sacerdotes, herma-
nos laicos, hermanas y voluntarios, y ruega también por
nosotros, para que, inspirados en tu ejemplo y en tu es-
píritu, podamos unirnos en el trabajo y la oración para
ganar almas para Cristo.
Por tu intercesión, Dios nos concede la gracia … (pau-
sa), para que podamos también nosotros, junto con
los misioneros salesianos de todo el mundo, llevar a
los jóvenes no cristianos a amar a Cristo.
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34.8 Page 338

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Padre nuestro… Ave María… Gloria al Padre…
Concluir como en el primer día.
Octavo día (29 de enero)
Tema: Amor y salvaguardia de la pureza
Oh, san Juan Bosco, tú has apreciado de tal modo la vir-
tud de la pureza y has hecho todo lo posible para con-
servarla en los corazones de los jóvenes y adultos.
Ruega por nosotros, para que, inspirados en tu ejem-
plo, nos esforcemos en mantener esta virtud en nues-
tros corazones y en nuestras mentes, y podamos de-
fender eficazmente a nuestros jóvenes de una cultu-
ra impregnada de perversión sexual y de violencia.
Por tu intercesión, Dios nos conceda la gracia… (pau-
sa), para que podamos, junto con los demás, guiar a
los jóvenes a amar la pureza como tú y Cristo la amáis.
Padre nuestro… Ave María… Gloria al Padre…
Concluir como en el primer día.
Noveno día (30 de enero)
Tema: Nuestras familias, nuestros amigos y per-
sonas necesitadas
Oh, san Juan Bosco, tu estuviste lleno de compasión
hacia todos aquellos, especialmente los jóvenes, que
sufrían a causa de las enfermedades, de la pobreza,
del hambre, de la injusticia y de la discriminación.
Ruega por todos aquellos que tienen necesidad, y tam-
bién por nosotros, para que las bendiciones de Dios y
la protección de María, Auxiliadora de los cristianos,
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34.9 Page 339

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estén sobre todos nosotros, nos curen, nos fortalezcan,
nos consuelen.
Ruega por nuestras familias, y especialmente por los
jóvenes, para que puedan mantenerse seguros en la
gracia de Dios. Intercede por nosotros en la vida y en
la muerte, para que podamos cantar eternamente la
misericordia de Dios en el cielo.
Por tu intercesión, Dios nos conceda la gracia (pausa),
para que podamos, junto con los demás, guiar a los jó-
venes a amar y servir a Cristo en los otros, familiares,
amigos, y en aquellos que están necesitados.
Padre nuestro… Ave María… Gloria al Padre…
Concluir como en el primer día.
DÍA DE LA VIDA CONSAGRADA
(2 de febrero - Presentación del Señor)
Tú me has consagrado a ti
en el día del bautismo (Const. 24).
V Padre, tú eres nuestro Dios.
R No tenemos otro bien fuera de ti.
V Oh Cristo, tú eres camino, verdad y vida.
R Tú fuiste llevado al templo por María y José.
y ofrecido al Padre por el anciano Simeón,
que esperaba tu venida,
preséntanos también a nosotros al Padre,
como llamados a seguirte de cerca.
V Espíritu, eres amor infinito.
R Danos plenitud de corazón para vivir nuestra con-
sagración como ofrenda agradable a Dios.
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34.10 Page 340

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Acto penitencial
— Señor Jesús, siervo obediente, que cumpliste la
voluntad del Padre hasta el final y no desdeñaste
la muerte en la cruz, perdona nuestras intempe-
rancias y la búsqueda de nosotros mismos.
— Oh Cristo, rico en misericordia, que, para enrique-
cernos con tus dones, te hiciste pobre, perdona
nuestro apego a los bienes terrenales que nos hace
poco sensibles al sufrimiento de los jóvenes.
— Señor, que has venido para expresar el amor infi-
nito, perdona la morbosidad, la indiferencia, la fal-
ta de atención, la indolencia, la infidelidad que
obstaculizan la plena dedicación a los jóvenes.
De la carta a los Romanos (12,1-12)
Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de
Dios, a que presentéis vuestros cuerpos como sacri-
ficio vivo, santo, agradable a Dios; este es vuestro cul-
to espiritual. Y no os amoldéis a este mundo, sino
transformaos por la renovación de la mente, para que
sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es
lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.
Por la gracia de Dios que me ha sido dada os digo a
todos y a cada uno de vosotros: No os estiméis en
más de lo que conviene, sino estimaos moderada-
mente, según la medida de la fe que Dios otorgó a
cada cual. Pues, así como en un solo cuerpo tenemos
muchos miembros, y no todos los miembros cumplen
la misma función, así nosotros, siendo muchos, so-
mos un solo cuerpo en Cristo, pero cada cual existe
en relación con los otros miembros. Teniendo dones
diferentes, según la gracia que se nos ha dado, deben
ejercerse así: la profecía, de acuerdo con la regla de
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35 Pages 341-350

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35.1 Page 341

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la fe; el servicio, dedicándose a servir; el que enseña,
aplicándose a la enseñanza; el que exhorta, ocupán-
dose en la exhortación; el que se dedica a distribuir
los bienes, hágalo con generosidad; el que preside,
con solicitud; el que hace obras de misericordia, con
gusto. Que vuestro amor no sea fingido; aborrecien-
do lo malo, apegaos a lo bueno. Amaos cordialmente
unos a otros; que cada cual estime a los otros más
que a sí mismo; en la actividad, no seáis negligentes;
en el espíritu, manteneos fervorosos, sirviendo cons-
tantemente al Señor. Que la esperanza os tenga ale-
gres; manteneos firmes en la tribulación, sed asiduos
en la oración.
V Elevemos nuestra oración de confianza al Padre,
que nos ha llamado a seguir a Cristo por el cami-
no estrecho de los consejos evangélicos.
V Te rogamos, Señor,
R Ayúdanos a amar y vivir los consejos evangélicos.
de la castidad consagrada, de la pobreza y de la
obediencia, como un don divino.
V Señor, que en el bautismo nos has consagrado a
tu servicio,
R Danos la fuerza del Espíritu Santo, para que imite-
mos fielmente la forma de vida que Jesucristo abra-
zó cuando vino al mundo para hacer la voluntad del
Padre.
V Cristo se hizo obediente hasta la muerte en la cruz.
R Señor, enséñanos a leer, con la ayuda de las
Constituciones, los superiores y la comunidad, los
signos de tu voluntad y ayúdanos a vivirla plena-
mente en el amor.
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V Danos tu fortaleza, oh Señor,
R Señor te pedimos que nuestra obediencia sea siem-
pre un acto de libertad, de responsabilidad, de in-
teligencia, y, al mismo tiempo, un acto de fe viva.
V Cristo se hizo pobre para solidarizarse con los úl-
timos y enriquecernos con su amistad.
R Señor, concédenos vivir esta elección con alegría y
poner nuestra confianza en la Providencia, para que
nuestra pobreza sea siempre un acto de amor a ti y
al prójimo.
V Tú que trabajaste con humildad en Nazaret,
R Enséñanos a vivir la pobreza con un trabajo asiduo
y sacrificado; a compartir la condición de los po-
bres y a testimoniar ante los hombres de hoy un es-
tilo de vida solidaria y atenta a las personas que es-
tán en dificultad.
V Cristo amó a la humanidad con un amor gratuito
y nos acogió en nuestra miseria, dando su vida
por nosotros.
R Oh Señor, nosotros creemos que el celibato evangé-
lico por el reino de Dios no es una elección nuestra,
sino un regalo de tu gracia. Con tu amor ayúdanos
a vivir en plenitud la castidad consagrada, para que
logremos alcanzar la madurez de nuestra persona
y el aumento de la capacidad de apertura y comu-
nión con los demás.
V Tú nos llamas al celibato para el servicio de los
jóvenes.
R Que nuestra respuesta de fe sea generosa y cons-
tante y nos haga portadores del mensaje de una pu-
reza liberadora.
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35.3 Page 343

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Se enciende una vela en el cirio y se renuevan los votos.
Dios Padre,
Tú me has consagrado a ti el día de mi bautismo.
Como respuesta al amor de Jesús, tu Hijo,
que me llama a seguirlo más de cerca,
y conducido por el Espíritu Santo, que es luz y fuerza,
yo, con plena libertad, te ofrezco todo mi ser,
comprometiéndome a entregar todas mis energías
a quienes me envíes,
especialmente a los jóvenes más pobres,
a vivir en la Sociedad salesiana
en comunión fraterna de espíritu y de acción,
y a participar, de ese modo,
en la vida y en la misión de tu Iglesia.
Por esto, en presencia de mis hermanos,
renuevo el voto de vivir obediente, pobre y casto,
según el camino evangélico
trazado en las Constituciones salesianas.
Tu gracia, Padre, la intercesión de María Santísima,
Auxiliadora de los cristianos,
de san José, de san Francisco de Sales,
de san Juan Bosco
y mis hermanos salesianos
me asistan todos los días y me ayuden a ser fiel. Amén.
Bendición final
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35.4 Page 344

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DISPONIBILIDAD PARA LA MISIÓN
(Jornada Misionera Salesiana)
Formamos una comunidad de bautizados (…)
Signos y portadores del amor de Dios por los jóvenes
(Const. 2).
V Demos gracias a Cristo Jesús, Señor nuestro.
R Él nos ha hecho dignos de anunciar su evangelio.
V Alabamos su nombre grande,
R Para ser un día participes del eterno banquete del
cielo.
Acto penitencial
— Señor, que te has hecho todo de todos para ganar el
corazón de cada uno, perdona nuestros temores, que
nos quitan la libertad de ir al encuentro de todos.
— Oh Cristo, manso y humilde de corazón, perdona nues-
tra presunción, que nos hace ser jueces severos de
cuantos nos encontramos.
— Señor, que has rescatado a la humanidad a precio
de tu muerte, perdona la pereza que nos paraliza
cuando tenemos que hacernos cargo de las cru-
ces de los demás.
Oración
V Oh Dios, que nos has consagrado en el bautismo.
y nos has elegido para ser instrumentos privile-
giados de la gracia entre los jóvenes,
haznos fieles en la escucha de tu palabra,
para que sepamos anunciarte
con verdad y plenitud de vida.
Por Cristo nuestro Señor.
R Amén.
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35.5 Page 345

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Del libro del profeta Ezequiel (Ez 34, 11-16)
Porque esto dice el Señor Dios: «Yo mismo buscaré mi
rebaño y lo cuidaré. Como cuida un pastor de su grey
dispersa, así cuidaré yo de mi rebaño y lo libraré, sa-
cándolo de los lugares por donde se había dispersado
un día de oscuros nubarrones. Sacaré a mis ovejas de
en medio de los pueblos, las reuniré de entre las na-
ciones, las llevaré a su tierra, las apacentaré en los
montes de Israel, en los valles y en todos los poblados
del país. Las apacentaré en pastos escogidos, tendrán
sus majadas en los montes más altos de Israel; se re-
costarán en pródigas dehesas y pacerán pingües pas-
tos en los montes de Israel. Yo mismo apacentaré mis
ovejas y las haré reposar —oráculo del Señor Dios—.
Buscaré la oveja perdida, recogeré a la descarriada;
vendaré a las heridas; fortaleceré a la enferma; pero a
la que está fuerte y robusta la guardaré: la apacenta-
ré con justicia».
Ant. El Señor es mi pastor, nada me falta
En verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.
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35.6 Page 346

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Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.
Del Evangelio según san Lucas (Lc 10, 1-9)
Después de esto, designó el Señor otros setenta y dos,
y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los
pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:
«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad,
pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.
¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos
en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni san-
dalias; y no saludéis a nadie por el camino. Cuando
entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”.
Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vues-
tra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma
casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque
el obrero merece su salario. No andéis cambiando de
casa en casa. Si entráis en una ciudad y os reciben, co-
med lo que os pongan, curad a los enfermos que haya
en ella, y decidles: “El reino de Dios ha llegado a
vosotros”.
Carta de Don Bosco a don Lasagna
Mi querido don Lasagna:
Desde hace varios meses he estado deseando escri-
birte, pero mi vieja y perezosa mano me ha hecho re-
trasar este placer. Pero ahora me parece que el sol
vuelve ya a su ocaso, y por eso quiero dejarte algu-
nos pensamientos escritos, como un testamento de
quien siempre te ha amado y te ama.
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35.7 Page 347

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Has secundado la voz del Señor y te has consagrado
a las Misiones Católicas. Has acertado. María será tu
guía fiel. No te faltarán dificultades e incluso malig-
nidades por parte del mundo, pero no sientas pena.
María te protegerá. Nosotros queremos almas y nada
más. Procura que esto resuene en los oídos de nues-
tros hermanos. Oh Señor, danos, si quieres cruces, es-
pinas y persecuciones de todo tipo, con tal de que
podamos salvar almas y entre ellas la nuestra.
Se acerca el tiempo de los ejercicios espirituales en
América. Insiste en la caridad y la dulzura de san
Francisco de Sales, que nosotros debemos imitar; en la
observancia exacta de nuestras reglas; en la lectura
constante de las deliberaciones capitulares, meditando
atentamente sobre los reglamentos particulares de las
casas. Créeme, querido don Lasagna, yo he tenido que
tratar con algunos hermanos nuestros, que ignoraban
totalmente nuestras deliberaciones y otros, que nunca
han leído las partes de las reglas o disciplina que con-
cierne a los deberes que se les han encomendado.
Otra plaga nos está amenazando y es el olvido o, me-
jor, el abandono de las rúbricas del Breviario y del
Misal. Yo estoy convencido de que una tanda de ejer-
cicios espirituales obtendría excelentes efectos, si
consiguiera hacer que el salesiano recitara con exac-
titud la Misa y el Breviario.
Lo que he recomendado calurosamente a quienes he
podido escribir estos días es el cultivo de las vocacio-
nes, tanto de los salesianos, como de las Hijas de María
Auxiliadora. Estudia, haz proyectos, no mires a los gas-
tos, con tal de obtener algún sacerdote para la Iglesia,
especialmente para las Misiones.
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35.8 Page 348

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Cuando tengas ocasión de hablar con nuestras Hermanas
o con nuestros Hermanos, diles de parte mía que he re-
cibido con gusto sus cartas, sus saludos, y que he senti-
do placer, más aún un eficaz consuelo para mi corazón,
oyendo que todos han rezado y continúan rezando por mí.
María bendice y protege a nuestra Congregación; la
ayuda del cielo no faltará; los obreros aumentan, el
fervor parece crecer, los medios materiales no abun-
dan, pero son suficientes.
Dios te bendiga, querido don Lasagna, y contigo ben-
diga a todos nuestros hijos e hijas, religiosos y alum-
nos, y María nos guíe a todos con seguridad por el
camino del cielo.
Mi salud flaquea un poco, pero la voy sacando ade-
lante. Dios nos conserve a todos en su santa gracia.
Afectísimo amigo, sac. Gio. Bosco
Turín, 30 de septiembre de 1885.
Signo para explicitar una renovada adhesión a
la misión (entrega del crucifijo…)
Oración común
V Señor, con una única llamada nos invitas a seguir-
te en la consagración al Padre
y a trabajar en tu obra:
R Danos tu espíritu, para que con una única respues-
ta de amor aceptemos dejar todo
y trabajar contigo en la construcción del Reino.
V Señor Jesús, has cumplido tu misión de salvación
en el sufrimiento:
R Da fuerza y ​v​ alor a nuestro corazón, para que sea-
mos tus valerosos testigos en el mundo de hoy,
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35.9 Page 349

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sepamos aceptar con alegría el dolor y el sufrimien-
to que el trabajo apostólico comporta.
V Tú que cumpliste tu misión en perfecta adhesión
a la voluntad del Padre,
R Envíanos el Espíritu de amor que nos introduzca en
la intimidad con el Padre,
para extraer de una vida interior profunda la fuer-
za en los momentos de dificultad
y la valentía en el dolor y el sufrimiento.
V Señor Jesús, Tú en la Iglesia nos llamas a servir a
los jóvenes.
R Concede que nuestro servicio apostólico les ayude
a crecer en la fe y en el amor, para que puedan dar
su generosa contribución al crecimiento de la Iglesia
y a la transformación cristiana del mundo.
V Oremos.
Danos, oh Señor, tu fuerza para que seamos en el
mundo valientes testigos de tu palabra.
Por Cristo nuestro Señor.
R Amén.
NOVENA A MARÍA AUXILIADORA
Primer día: María Santísima,
Madre y Auxiliadora de la Iglesia
Ritos iniciales
V En el nombre del Padre…
La bendición de Dios, que ha constituido a María
madre, modelo y ayuda de su Iglesia, esté con to-
dos vosotros.
R Y con tu espíritu.
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35.10 Page 350

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V El papel de María en la historia de la salvación y
todos los privilegios que Dios le ha concedido es-
tán relacionados con el misterio de su maternidad:
Madre del Redentor y Madre de todos los redimi-
dos. Pablo VI, en la clausura de la tercera sesión
del Concilio Vaticano II, la proclamó solemnemen-
te “Madre de la Iglesia”. Precisamente porque es
Madre, es también Auxiliadora de la Iglesia, de los
Pastores y de todos los cristianos. Por eso, la Iglesia
la invoca “con los títulos de Abogada, Auxiliadora,
Socorro, Mediadora” (LG 62).
La Virgen misma suscitó a Don Bosco como após-
tol del título de Auxiliadora, tal como él se lo comu-
nicó a sus hijos: “Nuestra Señora quiere que la hon-
remos con el título de María Auxiliadora” (MB VII,288).
En actitud de escucha y oración, queremos crecer
en el conocimiento de esta prerrogativa de la
Virgen, para encomendarnos con más confianza
a su ayuda materna.
V Oremos.
Señor, que has constituido a la Virgen María, Madre
de la Iglesia y poderosa ayuda de los cristianos,
haz que, creciendo en su conocimiento, estemos
más disponibles a las iniciativas de su amor. Tú
que vives por los siglos de los siglos.
R Amén.
Liturgia de la Palabra
Primera lectura
V En el Antiguo Testamento, Dios suscitó grandes fi-
guras de mujeres, en las que quiso mostrar su
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36 Pages 351-360

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36.1 Page 351

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bondad y su poder para la salvación de su pueblo.
En ellas, la Iglesia ve “tipos” o prefiguraciones de la
Santísima Virgen y de su misión en la historia de la
salvación. Veamos a Judit y su victoria sobre
Holofernes.
Judit gritó desde lejos a los centinelas: «¡Abrid, abrid
la puerta! Dios, nuestro Dios, está con nosotros. Todavía
despliega su fuerza en Israel y su poder contra nues-
tros enemigos. Lo ha demostrado hoy».
Cuando los habitantes de la ciudad oyeron su voz, co-
rrieron hacia la puerta y convocaron a los ancianos.
Acudieron todos, grandes y pequeños. Les costaba
creer que Judit hubiera vuelto. Abrieron la puerta, hi-
cieron entrar a las dos mujeres y, tras encender una
hoguera para ver mejor, se reunieron en torno a ellas.
Entonces Judit, alzando la voz, dijo: «¡Alabad a Dios,
alabad a Dios! Alabadlo, porque no ha retirado su mi-
sericordia de la casa de Israel, porque esta noche ha
derrotado a nuestros enemigos por mi mano».
Y, sacando la cabeza de la alforja, se la mostró y dijo:
«Mirad la cabeza de Holofernes, jefe supremo del ejér-
cito asirio, y mirad el dosel bajo el que dormía su borra-
chera. El Señor ha terminado con él sirviéndose de una
mujer». […] La gente, llena de asombro, se postró en ado-
ración a Dios y estalló en un clamor unánime: «Bendito
seas, Dios nuestro, que has humillado hoy a los enemi-
gos de nuestro pueblo».
Ozías dijo a Judit: «Hija, que el Dios altísimo te ben-
diga entre todas las mujeres de la tierra. Alabado sea
el Señor, el Dios que creó el cielo y la tierra y que te
ha guiado hasta cortar la cabeza al jefe de nuestros
enemigos.
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Tu esperanza permanecerá en el corazón de los hom-
bres que recuerdan el poder de Dios por siempre. Que
Dios te engrandezca siempre y te dé felicidad, porque
has arriesgado tu vida al ver la humillación de nuestro
pueblo. Has evitado nuestra ruina y te has portado rec-
tamente ante nuestro Dios». Toda la gente respondió:
«¡Amén, amén!».
Canto de Judit (1-2a. 13-15)
Ant. Tú, gloria de Jerusalén, tú, honor de nuestro
pueblo
¡Alabad a mi Dios con tambores,
elevad cantos al Señor con cítaras,
ofrecedle los acordes de un salmo de alabanza;
ensalzad e invocad su nombre!
Porque el Señor es un Dios
quebrantador de guerras;
Cantaré a mi Dios un cántico nuevo:
Señor, tú eres grande y glorioso,
admirable en tu fuerza, invencible.
Que te sirva toda la creación,
porque tú lo mandaste, y existió;
enviaste tu aliento, y la construiste,
nada puede resistir a tu voz.
Sacudirán las olas los cimientos de los montes,
las peñas en tu presencia se derretirán como cera,
pero tú serás propicio a tus fieles.
Segunda lectura
La tradición salesiana, siguiendo el ejemplo de Don
Bosco, siempre ha propagado la devoción a la Virgen
y ha profundizado las razones del título de Madre y
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36.3 Page 353

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Auxiliadora de la Iglesia y de los cristianos. He aquí al-
gunas reflexiones del P. Ángel Fernández Artime en la
homilía de la solemnidad de Pentecostés, antes de la
fiesta de María Auxiliadora, en Turín-Valdocco, en el
contexto del bicentenario del nacimiento de Don Bosco.
L De la homilía del padre Ángel Fernández Artime
en la Solemnidad de Pentecostés.
Queridos jóvenes, queridos todos, ¿queréis vivir de
acuerdo con el Espíritu de Jesús? Permaneced siem-
pre con María y entonces os convertiréis en verdade-
ros discípulos misioneros, movidos por el Espíritu.
Repito, ella es la mejor garantía para encontrarnos
con el Espíritu de Dios. María es la joven virgen de la
Anunciación y la virgen-madre que estaba con los
apóstoles en Pentecostés. Ella fue la protagonista en
estos dos momentos inéditos de la historia del hom-
bre y de toda la creación. La Anunciación y Pentecostés
son los dos momentos excepcionales que se convier-
ten en hitos sin los cuales no podemos explicar la
historia de la humanidad; dos momentos muy solem-
nes donde el verdadero protagonista central es el
Espíritu de Dios en persona, y con Él, la plenitud del
Dios Trino y Uno; dos momentos que resaltan la cer-
canía única entre el Espíritu Santo y María, la Madre
de Jesús. En el primer evento, Ella participa, en cier-
to modo, en una sorprendente acción “creativa”. En
1874, un contemporáneo de Don Bosco, el Metropolita
Philaret de Moscú, expresó en el sermón de la fiesta
de la Anunciación que: «En los días de la creación del
mundo cuando Dios pronunció su vivificante y po-
deroso «Sea hecho», la palabra del Creador introdujo
criaturas en el mundo. Pero el día, sin precedentes
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36.4 Page 354

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en la historia del mundo, en el que María pronunció
su breve y obediente “Sea hecho”, apenas tengo va-
lor para decir lo que sucedió, porque la palabra de la
criatura introdujo al Creador en el mundo».
He aquí, “apenas [tenía él] valor para decir lo que
sucedió”, porque fue una acción sorprendente que
dio paso a la acción del Espíritu para cumplir la vo-
luntad del Padre, es decir, que su Hijo eterno se hizo
hombre. Sin aquella disponibilidad para la acción
del Espíritu, nuestra historia de hoy no sería la his-
toria marcada por la presencia del Hijo, Jesús, el
Señor Resucitado que da sentido a nuestra vida y al
que queremos seguir. He aquí, una joven mujer, una
niña, que no solo se deja guiar, sino habitar por el
Espíritu, cambió radicalmente la historia del mun-
do. Ella se convirtió en colaboradora del Espíritu y
así vivió su vida.
Veis, queridas y queridos jóvenes, lo poderoso que
puede ser un “Sí”, un “Sea hecho”. Vosotros sois va-
lientes por naturaleza, porque la valentía es propia
de los jóvenes y de aquellos que, a lo largo de los
años, conservan la juventud en el fondo del corazón.
No tengáis miedo de decir “Sí” al Señor de la Vida y
en convertiros, también vosotros, en colaboradores
del Espíritu del Señor, y veréis que vuestra vida, aun-
que no exenta de dificultades, se convierte en una
vida que vale la pena de ser vivida.
El otro evento en el que María está significativamen-
te presente es Pentecostés (…) Dejemos que Ella nos
tome de su mano. Dejémonos introducir en el miste-
rio de la oración íntima y eficaz, ayudados por Ella.
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Una vez, en una recitación del Regina Coeli, el papa
Benedicto XVI afirmó con gran convicción: “En cual-
quier parte donde los cristianos se reúnen en oración
con María, el Señor manda su Espíritu”.
Queridos todos, en un momento, en el que en muchas
partes del mundo parece que el horizonte se oscure-
ce, y en tantas familias y comunidades todo parece
ser complicado y falta la sonrisa, el placer de la vida
vivida juntos con ternura y amor, en este momento,
que no es muy diferente de otros del pasado, poda-
mos ser como aquella joven, aquella muchacha, que
fue capaz de cambiar el mundo y que, una vez con-
vertida en colaboradora del Espíritu, ayudó a los dis-
cípulos a convertirse también ellos en otros colabo-
radores. Por ello es Madre y Maestra.
Don Bosco lo entendió muy bien. Mamá Margarita
supo mostrar con su ejemplo y con su palabra sim-
ple que la Virgen nos ayuda a estar abiertos al Espíritu,
que nos hace valientes discípulos misioneros de Jesús,
el Señor.
(D. Ángel Fernández Artime, Pentecostés, 2015)
Canto del magnificat
Oracion final
V Oremos.
Oh Dios, Padre de misericordia,
tu único Hijo, muriendo en la cruz,
ha querido que fuera Madre nuestra
su propia Madre, la Virgen María:
haz que tu Iglesia,
sostenida por el amor maternal de la Virgen,
exulte de gozo, como madre fecunda,
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por la santidad de sus hijos
y reúna a todos los pueblos del mundo
en la única familia de los creyentes.
Por Cristo nuestro Señor.
R Amén.
Segundo día: La Virgen Auxiliadora de los cristia-
.n...o...s..,..g...u....í.a....y....a...y...u...d...a....d...e....l.o...s....a...p...ó...s..t..o...l.e...s....d...e...l..a....j.u...v...e...n...t..u...d...
Canto
Ritos iniciales
V En el nombre del Padre…
El Señor, que “con la intervención materna de
María”, suscitó a San Juan Bosco para la salvación
de la juventud, esté con todos vosotros.
R Y con tu espíritu.
V Don Bosco aseguró que la Virgen Auxiliadora de
los cristianos bendice de un modo especial a quie-
nes se ocupan de la juventud (cf MB XVI,204).
Como Jesús tuvo con los pequeños manifestacio-
nes de especial complacencia y ternura, así tam-
bién la Virgen dirigió sus preocupaciones mater-
nas de un modo especial hacia los jóvenes. Por
esta razón, al mismo tiempo que el Señor quiso
iluminar a Juanito Bosco sobre su llamada a la sal-
vación de los jóvenes, le dijo también: “Yo te daré
la Maestra”; y María, tomándolo cariñosamente de
la mano, llamó hijos suyos a los jóvenes del sueño
profético.
Como Don Bosco, también nosotros, llamados por
la intervención materna de María a caminar “con los
jóvenes para llevarlos a la persona del Señor
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Resucitado”, sentimos que “la Virgen María es una
presencia materna en este camino” (Const. 34). Que
Ella misma nos ilumine, como lo hizo con Don Bosco,
sobre la belleza y la importancia de esta misión, y
nos ayude a cumplirla.
V Oremos.
Oh Señor, que has confiado
a Don Bosco y su misión educativa
al cuidado materno y a la poderosa ayuda de tu Madre,
abre nuestro corazón y nuestra mente
a sus enseñanzas
y haznos dóciles a su guía de Madre y Maestra.
Tú que vives por los siglos de los siglos.
R Amén.
Liturgia de la palabra
Primera lectura
V María, Sede de la Sabiduría, es la ayuda de los edu-
cadores y el apoyo materno de los jóvenes, para
que acojan la Sabiduría y sean guiados por ella en
el camino de la vida.
Del libro del Eclesiástico (51, 13-17; 20.23-26)
Desde joven, antes de viajar por el mundo,
busqué sinceramente la sabiduría en la oración. A la
puerta del templo la pedí,
y la busqué hasta el último día.
Cuando floreció como racimo maduro,
mi corazón se alegró.
Entonces mi pie avanzó por el camino recto,
desde mi juventud seguí sus huellas.
Incliné un poco mi oído y la recibí,
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36.8 Page 358

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y me encontré con una gran enseñanza.
Gracias a ella he progresado mucho,
daré gloria a quien me ha dado la sabiduría.[…]
Hacia ella he orientado mi vida
y en la pureza la he encontrado.
Desde el principio me dediqué a ella,
por eso no quedaré defraudado. […]
Acercaos a mí, los ignorantes,
e instalaos en mi escuela de sabiduría.
¿Por qué os tenéis que privar por más tiempo, si es-
táis tan sedientos de ella?
He abierto la boca para decir:
«Adquiridla sin dinero».
Someted vuestro cuello a su yugo
y recibid instrucción:
está ahí, a vuestro alcance.
Canto (Mientras recorres la vida…)
Segunda lectura
V Llamados, con la intervención materna de María, a
ser apóstoles de los jóvenes, como Don Bosco, nos
sentimos sostenidos y alentados por su presencia
materna en la realización de esta delicada misión.
“Nos confiamos a ella… para ser, entre los jóvenes,
testigos del amor inagotable de su Hijo” (Const. 8).
L De la homilía del Rector Mayor, don Ángel
Fernández Artime en María Auxiliadora de
Valdocco para el VII Congreso Internacional de
ADMA.
“Quisiera comentar el pasaje bíblico de las bodas de
Caná, propuesto para la Eucaristía en honor de María
Auxiliadora, a la luz de la lectura que Don Bosco
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36.9 Page 359

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propone en el opúsculo. “Maravillas de la Madre de
Dios”, el texto más bello de nuestro Padre sobre María
Auxiliadora y Madre de la Iglesia. Escribe Don Bosco:
«María manifiesta en las bodas de Caná su celo y su
poder sobre su hijo Jesús. Vinum non habent: María
pide, suplica, intercede como Madre ternísima y mise-
ricordiosa, porque “es propio de la misericordia el ha-
cer nuestra la necesidad del otro”. “Solicitud y diligen-
cia” en prevenir y proveer: una ayuda oportuna y en
el momento justo, porque es expresión y fruto de la
íntima unión de la Madre con el Hijo en la obra de la
salvación. María brilla como luminoso ejemplo de fe,
maestra de confianza, de amor y de obediencia, ejem-
plo de humildad, de prontitud y de prudencia” […]».
María pide, suplica e intercede. María es la mujer que
intercede con la potencia del amor. Tres verbos que
califican la mediación materna de María. La fuerza
de la oración debe sostener el camino, las relaciones,
las opciones, las fatigas y las pruebas de la familia.
La familia no debe privarse de la protección de la ora-
ción. Cuando llegue a faltar el vino de la alegría, de
la armonía, de la paz, debe intensificarse la oración.
Muchas personas y situaciones familiares, están mar-
cadas por la soledad, el abandono y con frecuencia
por el rencor, porque les ha venido a faltar el vino de
la alegría que da sabor a la vida. La debilidad y la fra-
gilidad de la familia hoy, es debida frecuentemente
al gran vacío espiritual y a la falta de oración en co-
mún. “La familia que reza unida, permanece unida”,
afirmaba la Madre Teresa de Calcuta.
Como Madre ternísima y misericordiosa, que confir-
ma la verdad del amor de Dios “de generación en
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36.10 Page 360

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generación”. Es precisamente en la historia de nues-
tras familias, en las relaciones conyugales, paternas,
fraternas y parentales donde debe manifestarse hoy
el amor misericordioso de Dios. Relaciones con fre-
cuencia heridas, resentidas, enfermas, que en la prác-
tica de un amor que acoge, perdona, excusa, sabe re-
componer las relaciones y abrirlas y dilatarlas a nue-
vos horizontes.
“Es propio de la misericordia el hacer nuestra la ne-
cesidad del otro”. Este inciso nos ayuda a compren-
der que el amor verdadero, el que sana y cura, nace
de la capacidad de hacer propia la necesidad del otro;
con la compasión y el interés por hacerse cargo del
problema, de las lágrimas, de las equivocaciones, de
las necesidades del marido, de la mujer, del hijo, del
hermano, de la hermana, de la abuela, del pariente…
es como se curan y se renuevan las relaciones.
“Solicitud y diligencia” en prevenir y proveer: En esta
frase encontramos una admirable síntesis de nuestro
Sistema preventivo que Don Bosco aprendió por ins-
piración y guía de María Auxiliadora y en la escuela
de Mamá Margarita. Dirigidos por María Auxiliadora
aprendemos el arte de un amor solícito, intuitivo, pro-
pio de una madre, de una mujer que sabe prevenir y
proveer a tiempo y con discreción. ¡Qué lección para
la vida de las familias! Es la práctica de este amor aten-
to, solícito y diligente, lo que construye y refuerza la
red de las relaciones afectivas y familiares, en el ejer-
cicio cotidiano de una caridad que hace visible al Amor
preveniente y providente de Dios. La luz que irradia
es luz de misericordia y de salvación para el mundo
entero, luz de verdad para todo hombre, para la
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37 Pages 361-370

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37.1 Page 361

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familia humana y para cada una de las familias. Esta
luz nos anima a ofrecer calor humano en aquellas si-
tuaciones familiares en las que, por diversos motivos,
falta la paz, la armonía, el perdón. Que no disminuya
nuestra concreta solidaridad especialmente con las
familias que están viviendo situaciones de más difi-
cultad, por enfermedad, falta de trabajo, por discrimi-
naciones, o por verse obligados a emigrar…
María luminoso ejemplo de fe: María está presente
en una fiesta de bodas, al inicio de la vida pública de
Jesús. Con su presencia en el comienzo de una nue-
va familia nos recuerda que el centro y el primer
puesto debe ser para Jesús. Cuando padres e hijos
respiran al unísono este clima de fe, poseen una ener-
gía que les permite afrontar incluso pruebas difíci-
les. La fe es una lámpara que brilla y que debe tras-
mitirse de generación en generación mediante el tes-
timonio de una auténtica vida evangélica, como he-
rencia preciosa Maestra de confianza, amor y
obediencia: una vez más, María es la maestra en cuya
escuela podemos llegar a ser sabios, como le dijeron
a Juanito en el sueño de los nueve años. Maestra de
confianza, amor y obediencia, como puso de manifies-
to en el milagro de las bodas de Caná: confianza en
su Hijo al que se dirige, haciéndose portadora de una
necesidad; amor por los jóvenes esposos; obediencia
en la fe a la voluntad de Dios y maestra de obedien-
cia, al sugerir a los siervos hacer lo que “Él os diga”.
Las relaciones en la familia tienen en la confianza el
terreno abonado de crecimiento, en el amor dado y
recibido la linfa vital, en la obediencia entretejida de
escucha, disponibilidad y colaboración, la trama de
un verdadero camino.
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María, ejemplo de humildad, de prontitud y de pru-
dencia: la humildad es el fundamento de la vida es-
piritual y viene a ser como los cimientos de una casa;
la prontitud consiste en no poner demora a la llama-
da de Dios, a las inspiraciones del Espíritu Santo y se
asemeja a las paredes de la casa que la hacen crecer;
la prudencia consiste en ordenar las cosas según un
fin de bondad y de bien, y es como el techo de la casa,
que la completa y protege […].
Hoy queremos que sea la Auxiliadora de la Iglesia do-
méstica, que es la familia, defendiéndola de tantos ata-
ques como intentan destruirla y liberándola de todo
aquello que no es según el proyecto de Dios […]”
(D. Ángel Fernández Artime,
VII Congreso ADMA, 2015)
Invocaciones a la Virgen Auxiliadora
V Con el corazón de Don Bosco, que ha dicho: «María
siempre nos ha protegido; nuestra confianza nun-
ca vendrá a menos», dirigimos a la Virgen nues-
tra oración filial.
V Oh Virgen Auxiliadora, tú llamaste hijos tuyos a
los jóvenes que confiaste a Don Bosco. Renueva
también en nosotros, como en Don Bosco, el don
de participar de tu predilección por ellos.
R Escúchanos, oh María.
V Oh Virgen Auxiliadora, la necesidad y la belleza
de la misión entre los jóvenes no disminuyen las
dificultades. Sostén con tu ayuda y tu consuelo a
quienes dedican su vida a la educación y la sal-
vación de la juventud.
R Escúchanos, oh María.
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37.3 Page 363

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V Oh Virgen Auxiliadora, tú le indicaste a Don Bosco
la manera de suscitar y formar de entre sus jóve-
nes a sus colaboradores. Concédenos también a
nosotros saber colaborar contigo para hacer de
muchos jóvenes apóstoles de los jóvenes y culti-
var muchas y buenas vocaciones.
R Escúchanos, oh María.
V Oh Virgen Auxiliadora, Don Bosco dijo: “Los jóve-
nes son la delicia de Jesús y María”. Bendice y pro-
tege a todos los jóvenes del mundo, esperanzas
de la sociedad y de la Iglesia.
R Escúchanos, oh María.
VR Oh María Auxiliadora, Madre de la Iglesia, inspi-
radora y guía de la Familia Salesiana, tú penetras
el corazón de todos los hermanos; tú iluminas y
defiendes su consagración apostólica; tú conoces
y promueves el proyecto educativo pastoral que
se les ha confiado; comprendes sus debilidades,
limitaciones y sufrimientos; tú amas a la juventud
confiada a cada uno de ellos como don de predi-
lección. Pues bien, oh santa Virgen Madre de Dios,
eficaz ayuda del Papa, de los Pastores y de todos
sus colaboradores, acoge bajo tu amable patroci-
nio a esta humilde y laboriosa Sociedad de San
Francisco de Sales. Ella con filial confianza, quie-
re entregarse solemnemente a ti; y tú, que fuiste
la maestra de Don Bosco, enséñale a imitar todas
sus virtudes.
Canto final
362

37.4 Page 364

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Tercer día: María Auxiliadora
.y....l..a....C...o...n...g...r..e...g...a...c..i..ó...n....S...a...l..e..s...i.a...n...a...
Canto
Ritos iniciales
V En el nombre del Padre…
La alegría del Señor, que nos ha dado en María
una Madre solícita y una ayuda poderosa esté con
vosotros.
R Y con tu espíritu.
V María es Madre y Auxiliadora de la Iglesia y tiene
una predilección por los jóvenes, “la porción más
delicada y valiosa de la sociedad humana” (Const.
1). Para su salvación, suscitó, con una intervención
materna, a Don Bosco y a la Congregación Salesiana.
Don Bosco no tiene dudas: “Todo es obra de la
Virgen” (cf. MB XVII, 439). La fe, la devoción y la
confianza de Don Bosco en María Auxiliadora son
la fe, la devoción y la confianza de todos sus hijos.
Nosotros “creemos que María está presente entre
nosotros y continúa su misión de Madre de la Iglesia
y Auxiliadora de los cristianos” (Const. 8). Le pedi-
mos que nos ayude a ser más conscientes de su
presencia y disponibles a su dirección; seguros de
que “la Congregación nació y creció por la inter-
vención de María y se renovará en la medida en
que la Virgen vuelva a ocupar el lugar que le co-
rresponde en nuestro carisma” (CG21, 589).
V Oremos.
Oh Virgen Inmaculada Auxiliadora,
ilumina nuestras mentes
y mueve nuestros corazones,
363

37.5 Page 365

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para que, con tu ayuda y tu guía,
podamos llegar a ser para los jóvenes,
testigos e instrumentos del amor de Dios,
que vive por los siglos de los siglos.
R Amén.
Liturgia de la palabra
Primera lectura
V La fe en la presencia de María Santísima en el pro-
yecto de salvación y en medio del pueblo de Dios,
ha sido expresada audazmente por la Iglesia en
la liturgia, incluso proponiendo en las misas en
su honor pasajes de las Escrituras que hablan de
la Sabiduría de Dios. La Santísima Virgen en me-
dio del Pueblo de Dios es, al mismo tiempo, “Sede
de la Sabiduría” e instrumento de la Sabiduría de
Dios que obra en su pueblo.
Del libro del Eclesiástico (24, 1. 3-4. 8-12. 19-21)
La sabiduría hace su propia alabanza
encuentra su honor en Dios
y se gloría en medio de su pueblo […]
«Yo salí de la boca del Altísimo,
y como niebla cubrí la tierra.
Puse mi tienda en las alturas,
y mi trono era una columna de nube. […]
Entonces el Creador del universo me dio una orden,
el que me había creado estableció mi morada
y me dijo: “Pon tu tienda en Jacob,
y fija tu heredad en Israel”.
Desde el principio, antes de los siglos, me creó,
y nunca jamás dejaré de existir.
Ejercí mi ministerio en la Tienda santa delante de él,
364

37.6 Page 366

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y así me establecí en Sión.
En la ciudad amada encontré descanso,
y en Jerusalén reside mi poder.
Arraigué en un pueblo glorioso,
en la porción del Señor, en su heredad […]
Venid a mí los que me deseáis,
y saciaos de mis frutos.
Pues mi recuerdo es más dulce que la miel,
y mi heredad más dulce que los panales.
Los que me comen todavía tendrán hambre,
y los que me beben todavía tendrán sed.
Canto o salmo
Segunda lectura
V La devoción a María Auxiliadora, tal como Don
Bosco la vivió y nos la comunicó, no es solo un
aspecto accesorio, aunque importante, de la espi-
ritualidad salesiana; sino que es, como afirma el
VII sucesor de Don Bosco, don Egidio Viganò, “un
elemento imprescindible de nuestro carisma”.
L De las cartas circulares de don Egidio Viganò: La
ayuda de los cristianos y el carisma salesiano.
La devoción a María Auxiliadora es un factor integral
del “fenómeno salesiano” en la Iglesia, porque entra
a formar parte vital de su totalidad. No tendría nin-
gún sentido, al contrario, sería pernicioso, el tratar de
separar nuestra espiritualidad de la devoción a María
Auxiliadora, al igual que no se puede aislar, porque
sería absurdo, a Don Bosco de la Virgen.
La devoción a María Auxiliadora es un elemento im-
prescindible de nuestro carisma; impregna su fiso-
nomía y vitaliza sus componentes.
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Sin una sana vitalidad de la dimensión mariana, nues-
tra espiritualidad se resentiría en su vigor y en su fe-
cundidad; mientras que, por el contrario, el cuidado
oportuno de un profunda y vigorosa renovación ma-
riana revitalizará toda la vocación salesiana.
Basta observar cómo nuestra devoción a la Virgen
Auxiliadora se intercambia vitalmente, sea con la “mi-
sión” salesiana, sea con el “espíritu” propio de nues-
tro carisma.
Ante todo, su íntima vinculación con la misión sale-
siana: es María, la “Pastorcilla” de los sueños, quien
designa su índole propia y concreta sus destinata-
rios, asignándonos un campo de “pastoral juvenil”;
su característica de Auxiliadora abre la misión sale-
siana a los grandes horizontes de los problemas so-
cio-religiosos de actualidad y a una clara elección de
servicio a la Iglesia universal y de colaboración con
sus Pastores; su materna bondad inspira nuestros
criterios pastorales y nos enseña un método de apo-
yo a nuestros destinatarios.
En cuanto a su profunda relación con el espíritu sale-
siano: este encuentra en María, vista como Auxiliadora,
su inspiración y su modelo. Un espíritu centrado en la
“caridad pastoral”, inspirado en el amor materno de la
Virgen y arraigado en el amor materno de la Iglesia,
que implica una inteligente escucha de la iniciativa
de Dios, una adhesión total a Cristo y una plena dis-
ponibilidad a sus caminos; un espíritu imbuido de es-
peranza (seguro de la “ayuda” de lo Alto) en un clima
interior de optimismo sustancial en la valoración de
los recursos naturales y sobrenaturales del hombre;
un espíritu de fecundidad apostólica, vivificado por el
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37.8 Page 368

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celo por la Iglesia; un espíritu de iniciativa industrio-
sa y adaptabilidad adecuada a las cambiantes vicisi-
tudes de la realidad; un espíritu de bondad y compor-
tamiento familiar con aquella riqueza y simplicidad
de actitudes que tiene su sede en la sinceridad del co-
razón; un espíritu de magnanimidad (como en el “mag-
nificat”) que tiene el humilde atrevimiento de hacer
todo el bien que se puede, incluso cuando parece te-
merario, dejándose guiar por la audacia de la fe y del
sentido común, más allá de los extremismos o los
perfeccionismos…
Como en la vida de Don Bosco, la devoción a la Virgen
Auxiliadora, explicitada en la plena madurez de su
vocación, es al mismo tiempo el punto final de un iti-
nerario de crecimiento y la plataforma de lanzamien-
to de todo su vasto proyecto apostólico, así en la es-
piritualidad salesiana ella constituye la síntesis con-
creta de sus diversos componentes y la fuente vital
de su dinamismo y su fecundidad.
(D. Egidio Viganò, La ayuda de los cristianos y el ca-
risma salesiano, ACS 289, págs. 28-30)
Invocación a María
V María fue llamada por Dios, formada por su Espíritu
y acompañada por José, primero, y por Jesús, des-
pués, de tal manera que pudiera crecer en fe y per-
manecer fiel al plan de Dios sobre ella. Y precisa-
mente porque fue fiel hasta la muerte de Jesús, su
Hijo, en la cruz, nos ha sido dada como madre.
R María, Madre y Maestra de todos los discípulos de
tu Hijo, te miramos y te contemplamos como la pri-
mera Consagrada, que supo responder con un co-
razón indiviso y con una entrega incondicional a la
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37.9 Page 369

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llamada del Padre. Consciente de que solo Dios hace
posible lo que es humanamente imposible, te dejas-
te ser habitada y formada por el Espíritu Santo para
engendrar en ti al Hijo de Dios.
V Tú has vivido hasta el fondo tu hermoso oficio de
ser la Madre del Hijo de Dios, de modo que, después
de haberlo generado, lo educaste, junto con José, de
tal manera que él crecía en sabiduría, edad y gracia
ante Dios y los hombres. Como verdadera madre, su-
piste transmitir a tu Hijo las profundas actitudes y
los grandes valores que animaron y caracterizaron
tu vida: la búsqueda continua de la voluntad de Dios,
su acogida cordial, incluso cuando no la entendías,
pero hacías de ella un tesoro en el corazón, y el ser-
vicio a los demás, especialmente a los necesitados.
R No es de extrañar, pues, ver a tu Hijo retirarse a la
montaña y pasar la noche en oración, expresión su-
prema de su fe y momento incomparable para co-
nocer lo que el Padre quería de Él, hacerlo progra-
ma de vida y, de este modo, a pesar de ser Hijo,
aprendió la obediencia… y, hecho perfecto, se con-
virtió en la causa de la salvación para todos aque-
llos que lo obedecen. No es sorprendente que no tu-
viera mejor ocupación, ni atención más alta, ni ali-
mento más nutritivo que hacer la Voluntad del Padre.
Finalmente, no causa extrañeza que definiera su
vida como un servicio: el Hijo del hombre no ha ve-
nido para ser servido, sino para servir y dar su vida
como rescate por muchos.
V Oh María, tú has vivido la plenitud de la caridad. En
ti se reflejan y se renuevan todos los aspectos del
Evangelio, todos los carismas de la vida
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37.10 Page 370

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consagrada. Apóyanos en nuestro compromiso dia-
rio, para que demos un espléndido testimonio de
amor, según la invitación de San Pablo: ¡Tened una
conducta digna de la vocación a la que habéis sido
llamados!
R Tú, que fuiste dada a Don Bosco como madre y
maestra, desde el “sueño» que dio sentido a su vida,
y formaste en él un corazón de padre y maestro, ca-
paz de una total donación, y le mostraste su campo
de acción entre los jóvenes, y constantemente lo
guiaste, forma también en nosotros un corazón lle-
no de pasión por Dios y por los jóvenes. A ti nos en-
comendamos, oh Madre. De ti aprendemos a ser hi-
jos de Dios y discípulos de tu Hijo, oh Maestra. Amén.
(D. Pascual Chávez, ACG 416, pp. 53-54)
Actos finales
Bendición de María Auxiliadora
.C...u...a...r..t..o....d...í.a...:...M....a...r..í..a...,..M....a...d...r..e....d...e....l..a....m.....i.s...e..r..i..c...o..r..d....i.a...
Canto
Ritos iniciales
V En el nombre del Padre…
Dios Padre, que, cumplidos los tiempos de espe-
ra, nos envió a su Hijo, nacido de la Virgen María
por obra del Espíritu Santo, os conceda gracia y
paz, y esté con todos vosotros.
R Y con tu espíritu.
V Oremos.
Señor Dios nuestro, que has hecho de la Virgen
María el modelo de los que acogen tu Palabra y la
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38 Pages 371-380

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38.1 Page 371

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ponen en práctica, abre nuestro corazón al gozo
de escuchar y, con la fuerza de tu Espíritu, haz que
seamos también nosotros un lugar santo, en el
que tu Palabra de salvación hoy se cumpla. Por
Cristo nuestro Señor.
R Amén.
Liturgia de la palabra
Primera lectura
Estaban concordes en oración con María (Hch 1, 12-14)
Entonces se volvieron a Jerusalén, desde el monte que
llaman de los Olivos, que dista de Jerusalén lo que se
permite caminar en sábado. Cuando llegaron, subieron
a la sala superior, donde se alojaban: Pedro y Juan, y
Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo,
Santiago el de Alfeo y Simón el Zelotes, y Judas el de
Santiago. Todos ellos perseveraban unánimes en la ora-
ción, junto con algunas mujeres y María, la madre de
Jesús, y con sus hermanos.
Canto o Salmo
Segunda lectura
De la Encíclica Veritatis splendor de S. Juan Pablo II
Al concluir estas consideraciones, encomendamos a
María, Madre de Dios y Madre de misericordia, nues-
tras personas, los sufrimientos y las alegrías de nues-
tra existencia, la vida moral de los creyentes y de los
hombres de buena voluntad, las investigaciones de
los estudiosos de moral.
María es Madre de misericordia porque Jesucristo, su
Hijo, fue enviado por el Padre como revelación de la
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38.2 Page 372

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Misericordia de Dios (cf. Jn 3, 16-18). Él ha venido no
para condenar sino para perdonar, para derramar mi-
sericordia (cf. Mt 9, 13). Y la misericordia más grande
radica en su estar en medio de nosotros y en la llama-
da que nos ha dirigido para encontrarlo y proclamar-
lo, junto con Pedro, como “el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,
16). Ningún pecado del hombre puede cancelar la mi-
sericordia de Dios, ni impedirle poner en acto toda su
fuerza victoriosa, con tal de que la invoquemos. Más
aún, el mismo pecado hace resplandecer con mayor
fuerza el amor del Padre que, para rescatar al esclavo,
ha sacrificado a su Hijo: su misericordia para nosotros
es redención. Esta misericordia alcanza la plenitud
con el don del Espíritu Santo, que genera y exige la
vida nueva. Por numerosos y grandes que sean los
obstáculos opuestos por la fragilidad y el pecado del
hombre, el Espíritu, que renueva la faz de la tierra
(cf. Sal 104 [103], 30), posibilita el milagro del cumpli-
miento perfecto del bien. Esta renovación, que capa-
cita para hacer lo que es bueno, noble, bello, grato a
Dios y conforme a su voluntad, es en cierto sentido el
colofón del don de la misericordia, que libera de la es-
clavitud del mal y da la fuerza para no pecar más.
Mediante el don de la vida nueva, Jesús nos hace par-
ticipes de su amor y nos conduce al Padre en el Espíritu.
Esta es la consoladora certeza de la fe cristiana, a la cual
ella debe su profunda humanidad y su extraordinaria
sencillez. A veces, en las discusiones sobre los nuevos
y complejos problemas morales, puede parecer como
si la moral cristiana fuese en sí misma demasiado difí-
cil: ardua para ser comprendida y casi imposible de ser
practicada. Esto es falso, porque, en términos de senci-
llez evangélica, consiste fundamentalmente en el
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38.3 Page 373

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seguimiento de Jesucristo, en el abandonarse a Él, en
el dejarse transformar por su gracia y ser renovados
por su misericordia, que nos llega en la vida de comu-
nión de su Iglesia. “Quien quiera vivir -nos recuerda san
Agustín-, tiene en donde vivir, tiene de donde vivir. Que
se acerque, que crea, que se deje incorporar para ser vi-
vificado. No rehúya la compañía de los miembros”. Con
la luz del Espíritu, cualquier persona puede entender-
lo, incluso la menos erudita, sobre todo quien sabe con-
servar un “corazón simple” (Sal 86 [85], 11). Por otra par-
te, esta sencillez evangélica no exime de afrontar la
complejidad de la realidad, pero puede conducir a su
comprensión más verdadera, porque el seguimiento de
Cristo clarificará progresivamente las características
de la auténtica moralidad cristiana y dará, al mismo
tiempo, la fuerza vital para su realización. Vigilar para
que el dinamismo del seguimiento de Cristo se desa-
rrolle de modo orgánico, sin que sean falsificadas o sos-
layadas sus exigencias morales, con todas las conse-
cuencias que ello comporta, es tarea del Magisterio de
la Iglesia. Quien ama a Cristo observa sus mandamien-
tos (cf. Jn 14, 15).
María es también Madre de misericordia porque Jesús
le confía su Iglesia y toda la humanidad. A los pies
de la Cruz, cuando acepta a Juan como hijo; cuando,
junto con Cristo, pide al Padre el perdón para aqué-
llos que no saben lo que hacen (cf. Lc 23, 34), María,
en perfecta docilidad al Espíritu, experimenta la ri-
queza y universalidad del amor de Dios, que le dila-
ta el corazón y la capacita para abrazar a todo el gé-
nero humano. De este modo, se convierta en Madre
de todos y de cada uno de nosotros, Madre que nos
alcanza la misericordia divina.
372

38.4 Page 374

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María es signo luminoso y ejemplo preclaro de vida
moral: “su vida sola es enseñanza para todos”, escribe
san Ambrosio, que dirigiéndose en particular a las vír-
genes, pero en un horizonte abierto a todos, afirma: “El
primer deseo ardiente de aprender lo da la nobleza del
maestro. Y ¿quién es más noble que la Madre de Dios
o más espléndida que Aquélla que fue elegida por el
mismo Esplendor?” Vive y realiza la propia libertad
donándose a Dios y acogiendo en sí el don de Dios.
Hasta el momento del nacimiento, custodia en su seno
virginal al Hijo de Dios hecho hombre, lo nutre, lo hace
crecer y lo acompaña en aquel gesto supremo de li-
bertad que es el sacrificio total de la propia vida. Con
el don de sí misma, María entra plenamente en el de-
signio de Dios, que se entrega al mundo. Acogiendo y
meditando en su corazón acontecimientos que no siem-
pre puede comprender (cf. Lc 2, 19), se convierte en el
modelo de todos aquéllos que escuchan la palabra de
Dios y la cumplen (cf. Lc 11, 28) y merece el título de
“Sede de la Sabiduría”. Esta Sabiduría es Jesucristo
mismo, el Verbo eterno de Dios, que revela y cumple
perfectamente la voluntad del Padre (cf. Heb 10, 5-10).
María invita a todo ser humano a acoger esta Sabiduría.
También nos dirige la orden dada a los sirvientes en Caná
de Galilea durante el banquete de bodas: “Haced lo que
él os diga” (Jn 2, 5).
María comparte nuestra condición humana, pero en
una total transparencia a la gracia de Dios. No habien-
do conocido el pecado, está en condiciones de compa-
decerse de toda debilidad. Comprende al hombre pe-
cador y lo ama con amor de Madre. Precisamente por
esto se pone de parte de la verdad y comparte el peso
de la Iglesia en el recordar constantemente a todos las
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exigencias morales. Por el mismo motivo, no acepta que
el hombre pecador sea engañado por quien pretende
amarlo justificando su pecado, pues sabe que, de este
modo, se vaciaría de contenido el sacrificio de Cristo,
su Hijo. Ninguna absolución, incluso la ofrecida por
complacientes doctrinas filosóficas o teológicas, puede
hacer verdaderamente feliz al hombre: sólo la Cruz y la
gloria de Cristo resucitado pueden dar paz a su concien-
cia, y salvación a su vida.
Invocación
Canto final
.Q...u...i..n...t..o....d...í..a...:..M....a...r..í..a...,..e...s..t..r...e..l..l..a....d...e....l.a....e...s...p...e..r...a..n....z..a...
Canto
Ritos iniciales
V En el nombre del Padre…
El Señor, que es nuestra paz y ha constituido a su
Madre Reina de la paz, esté con todos vosotros.
R Y con tu espíritu.
V Oremos.
Dios santo y misericordioso,
que escuchas a los humildes
y cumples en ellos, por tu Espíritu,
las maravillas de la salvación,
mira la inocencia de la Virgen María
y danos un corazón simple y humilde,
que sepa acoger tu palabra
y adherirse a las disposiciones de tu voluntad.
Por Cristo nuestro Señor.
R Amén.
374

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Liturgia de la palabra
Primera lectura
En el cielo apareció una gran señal (Ap 11,19a; 12,
1-6a.10ab)
Se abrió en el cielo el santuario de Dios, y apareció
en su santuario el arca de su alianza, y hubo relám-
pagos y voces y truenos, y una fuerte granizada […].
Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vesti-
da del sol, y la luna bajo sus pies, y una corona de
doce estrellas sobre su cabeza; y está encinta, y gri-
ta con dolores de parto y con el tormento de dar a luz.
Y apareció otro signo en el cielo: un gran dragón rojo
que tiene siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus
cabezas siete diademas, y su cola arrastra la tercera
parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tie-
rra. Y el dragón se puso en pie ante la mujer que iba
a dar a luz, para devorar a su hijo cuando lo diera a
luz. Y dio a luz un hijo varón, el que ha de pastorear
a todas las naciones con vara de hierro, y fue arreba-
tado su hijo junto a Dios y junto a su trono; y la mu-
jer huyó al desierto, donde tiene un lugar preparado
por Dios para ser alimentada mil doscientos sesenta
días. […] Y oí una gran voz en el cielo que decía: «Ahora
se ha establecido la salvación y el poder y el reinado
de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo…»
Canto o Salmo
Segunda lectura
De la Encíclica Spe salvi de Benedicto XVI.
Con un himno del siglo VIII/IX, por tanto de hace más
de mil años, la Iglesia saluda a María, la Madre de Dios,
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como «estrella del mar»: Ave maris stella. La vida hu-
mana es un camino. ¿Hacia qué meta? ¿Cómo encon-
tramos el rumbo? La vida es como un viaje por el mar
de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje
en el que escudriñamos los astros que nos indican la
ruta. Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las
personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son
luces de esperanza. Jesucristo es ciertamente la luz
por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las ti-
nieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él nece-
sitamos también luces cercanas, personas que dan luz
reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación
para nuestra travesía. Y ¿quién mejor que María po-
dría ser para nosotros estrella de esperanza, Ella que
con su «sí» abrió la puerta de nuestro mundo a Dios
mismo; Ella que se convirtió en el Arca viviente de la
Alianza, en la que Dios se hizo carne, se hizo uno de
nosotros, plantó su tienda entre nosotros (cf. Jn 1,14)?
Así, pues, la invocamos: Santa María, tú fuiste una de
aquellas almas humildes y grandes en Israel que,
como Simeón, esperó «el consuelo de Israel» (Lc 2,25)
y esperaron, como Ana, «la redención de Jerusalén»
(Lc 2,38). Tú viviste en contacto íntimo con las Sagradas
Escrituras de Israel, que hablaban de la esperanza,
de la promesa hecha a Abrahán y a su descendencia
(cf. Lc 1,55). Así comprendemos el santo temor que te
sobrevino cuando el ángel de Dios entró en tu apo-
sento y te dijo que darías a luz a Aquel que era la es-
peranza de Israel y la esperanza del mundo. Por ti,
por tu «sí», la esperanza de milenios debía hacerse
realidad, entrar en este mundo y su historia.
Tú te has inclinado ante la grandeza de esta misión
y has dicho «sí»: «Aquí está la esclava del Señor,
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38.8 Page 378

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hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Cuando lle-
na de santa alegría fuiste aprisa por los montes de
Judea para visitar a tu pariente Isabel, te convertiste
en la imagen de la futura Iglesia que, en su seno, lle-
va la esperanza del mundo por los montes de la his-
toria. Pero junto con la alegría que, en tu Magnificat,
con las palabras y el canto, has difundido en los si-
glos, conocías también las afirmaciones oscuras de
los profetas sobre el sufrimiento del siervo de Dios
en este mundo.
Sobre su nacimiento en el establo de Belén brilló el
resplandor de los ángeles que llevaron la buena nue-
va a los pastores, pero al mismo tiempo se hizo de
sobra palpable la pobreza de Dios en este mundo. El
anciano Simeón te habló de la espada que traspasa-
ría tu corazón (cf. Lc 2,35), del signo de contradicción
que tu Hijo sería en este mundo. Cuando comenzó
después la actividad pública de Jesús, debiste que-
darte a un lado para que pudiera crecer la nueva fa-
milia que Él había venido a instituir y que se desa-
rrollaría con la aportación de los que hubieran escu-
chado y cumplido su palabra (cf. Lc 11,27s). No obs-
tante toda la grandeza y la alegría de los primeros
pasos de la actividad de Jesús, ya en la sinagoga de
Nazaret experimentaste la verdad de aquella palabra
sobre el «signo de contradicción» (cf. Lc 4,28ss). Así
has visto el poder creciente de la hostilidad y el re-
chazo que progresivamente fue creándose en torno
a Jesús hasta la hora de la cruz, en la que le viste mo-
rir como un fracasado, expuesto al escarnio, entre los
delincuentes, al Salvador del mundo, el heredero de
David, el Hijo de Dios. Recibiste entonces la palabra:
«Mujer, ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26). Desde la cruz
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recibiste una nueva misión. A partir de la cruz te con-
vertiste en madre de una manera nueva: madre de
todos los que quieren creer en tu Hijo Jesús y seguir-
lo. La espada del dolor traspasó tu corazón. ¿Había
muerto la esperanza? ¿Se había quedado el mundo
definitivamente sin luz, la vida sin meta?
Probablemente habrás escuchado de nuevo en tu in-
terior en aquella hora la palabra del ángel, con la cual
respondió a tu temor en el momento de la anuncia-
ción: «No temas, María» (Lc 1,30).
¡Cuántas veces el Señor, tu Hijo, dijo lo mismo a sus
discípulos: no temáis! En la noche del Gólgota, oíste
una vez más estas palabras en tu corazón. A sus dis-
cípulos, antes de la hora de la traición, Él les dijo:
«Tened valor: Yo he vencido al mundo» (Jn 16,33). «No
tiemble vuestro corazón ni se acobarde» (Jn 14,27).
«No temas, María». En la hora de Nazaret el ángel tam-
bién te dijo: «Su reino no tendrá fin» (Lc 1,33). ¿Acaso
había terminado antes de empezar? No, junto a la
cruz, según las palabras de Jesús mismo, te conver-
tiste en madre de los creyentes. Con esta fe, que en
la oscuridad del Sábado Santo fue también certeza
de la esperanza, te has ido a encontrar con la maña-
na de Pascua. La alegría de la resurrección ha con-
movido tu corazón y te ha unido de modo nuevo a los
discípulos, destinados a convertirse en familia de
Jesús mediante la fe. Así, estuviste en la comunidad
de los creyentes que en los días después de la
Ascensión oraban unánimes en espera del don del
Espíritu Santo (cf. Hch 1,14), que recibieron el día de
Pentecostés. El «reino» de Jesús era distinto de como
lo habían podido imaginar los hombres. Este «reino»
comenzó en aquella hora y ya nunca tendría fin. Por
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eso tú permaneces con los discípulos como madre
suya, como Madre de la esperanza. Santa María, Madre
de Dios, Madre nuestra, enséñanos a creer, esperar y
amar contigo. Indícanos el camino hacia su reino.
Estrella del mar, brilla sobre nosotros y guíanos en
nuestro camino.
Invocaciones a la Virgen
Canto final
.S...e..x...t..o....d...í..a...:....M.....a...t..e..r....V...e...r..b...i...e..t....M....a...t..e..r....l.a...e...t..i.t..i..a...e....
Canto
Ritos iniciales
V En el nombre del Padre…
El Señor, que muriendo en la cruz nos confió a su
Madre constituyéndola Madre de la Iglesia y de to-
dos los redimidos, esté con todos vosotros.
R Y con tu espíritu.
V Oremos.
Oh Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
mira a la Virgen María,
cuya existencia terrena
estuvo toda ella bajo el signo
de la gratuidad y de la gratitud,
concédenos también a nosotros
el don de la oración incesante y del silencio,
para que todo nuestro vivir cotidiano
sea transfigurado
por la presencia de tu Espíritu Santo.
Por Cristo nuestro Señor.
R Amén.
379

39 Pages 381-390

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39.1 Page 381

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Liturgia de la palabra
Primera lectura
Vi la nueva Jerusalén preparada como una esposa (Ap.
21.1-5a)
Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el pri-
mer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar
ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén
que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada
como una esposa que se ha adornado para su espo-
so. Y oí una gran voz desde el trono que decía: «He
aquí la morada de Dios entre los hombres, y morará
entre ellos, y ellos serán su pueblo, y el “Dios con
ellos” será su Dios». Y enjugará toda lágrima de sus
ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni do-
lor, porque lo primero ha desaparecido. Y dijo el que
está sentado en el trono: «Mira, hago nuevas todas
las cosas»…
Canto o Salmo
Segunda lectura
De la Exhortación Apostólica “Verbum Domini” de
Benedicto XVI.
Esta íntima relación entre la Palabra de Dios y la ale-
gría se manifiesta claramente en la Madre de Dios.
Recordemos las palabras de santa Isabel: «Dichosa tú,
que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se
cumplirá» (Lc 1,45). María es dichosa porque tiene fe,
porque ha creído, y en esta fe ha acogido en el propio
seno al Verbo de Dios para entregarlo al mundo. La
alegría que recibe de la Palabra se puede extender
ahora a todos los que, en la fe, se dejan transformar
380

39.2 Page 382

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por la Palabra de Dios. El Evangelio de Lucas nos pre-
senta en dos textos este misterio de escucha y de gozo.
Jesús dice: «Mi madre y mis hermanos son estos: los
que escuchan la Palabra de Dios y la ponen por obra»
(8,21). Y, ante la exclamación de una mujer que entre
la muchedumbre quiere exaltar el vientre que lo ha
llevado y los pechos que lo han criado, Jesús muestra
el secreto de la verdadera alegría: «Dichosos los que
escuchan la Palabra de Dios y la cumplen» (11,28). Jesús
muestra la verdadera grandeza de María, abriendo así
también para todos nosotros la posibilidad de esa bien-
aventuranza que nace de la Palabra acogida y puesta
en práctica. Por eso, recuerdo a todos los cristianos
que nuestra relación personal y comunitaria con Dios
depende del aumento de nuestra familiaridad con la
Palabra divina. Finalmente, me dirijo a todos los hom-
bres, también a los que se han alejado de la Iglesia,
que han abandonado la fe o que nunca han escucha-
do el anuncio de salvación. A cada uno de ellos, el
Señor les dice: «Estoy a la puerta llamando: si alguien
oye y me abre, entraré y comeremos juntos» (Ap 3,20).
Así pues, que cada jornada nuestra esté marcada por
el encuentro renovado con Cristo, Verbo del Padre he-
cho carne. Él está en el principio y en el fin, y «todo se
mantiene en él» (Col 1,17). Hagamos silencio para escu-
char la Palabra de Dios y meditarla, para que ella, por
la acción eficaz del Espíritu Santo, siga morando, vi-
viendo y hablándonos a lo largo de todos los días de
nuestra vida. De este modo, la Iglesia se renueva y re-
juvenece siempre gracias a la Palabra del Señor que
permanece eternamente (cf. 1 Pe 1,25; Is40,8). Y tam-
bién nosotros podemos entrar así en el gran diálogo
nupcial con que se cierra la Sagrada Escritura: «El
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39.3 Page 383

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Espíritu y la Esposa dicen: “¡Ven!”. Y el que oiga, diga:
“¡Ven!”… Dice el que da testimonio de todo esto: “Sí, ven-
go pronto”. ¡Amén! “Ven, Señor Jesús”» (Ap 22,17.20).
(Benedicto XVI. Verbum Domini, 124)
Invocaciones a la Virgen
Canto final
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Canto
Ritos iniciales
V En el nombre del Padre…
El Señor, que puso a María como signo materno de
su amor en el camino de la humanidad y de la Iglesia,
esté con todos vosotros.
R Y con tu espíritu.
V Oremos.
Oh espíritu de amor
que aceptaste el sí de María,
infunde en nuestras mentes sabiduría de santidad,
para que escuchemos con fe la palabra de Dios
y la traduzcamos en coherencia de vida.
Por Cristo nuestro Señor.
R Amén.
Liturgia de la palabra
Primera lectura
Bienaventurada la que ha creído (Lucas 1,39-47)
En aquellos mismos días, María se levantó y se puso
en camino deprisa hacia la montaña, a una ciudad
de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
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Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de
María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel
de Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de
tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre
de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis
oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.
Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha
dicho el Señor se cumplirá».
María dijo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador.»
Canto o Salmo
Segunda lectura
De la Exhortación Apostólica Sacramentum caritatis
de Benedicto XVI.
La relación entre la Eucaristía y cada sacramento, y
el significado escatológico de los santos Misterios,
ofrecen en su conjunto el perfil de la vida cristiana,
llamada a ser en todo momento culto espiritual, ofren-
da de sí misma agradable a Dios. Y, si bien es cierto
que todos nosotros estamos todavía en camino hacia
el pleno cumplimiento de nuestra esperanza, esto no
quita que se pueda reconocer ya ahora, con gratitud,
que todo lo que Dios nos ha dado encuentra realiza-
ción perfecta en la Virgen María, Madre de Dios y
Madre nuestra: su Asunción al cielo en cuerpo y alma
es para nosotros un signo de esperanza segura, ya
que, como peregrinos en el tiempo, nos indica la meta
escatológica que el sacramento de la Eucaristía nos
hace pregustar ya desde ahora.
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En María Santísima vemos también perfectamente
realizado el modo sacramental con que Dios, en su ini-
ciativa salvadora, se acerca e implica a la criatura hu-
mana. María de Nazaret, desde la Anunciación a
Pentecostés, aparece como la persona cuya libertad
está totalmente disponible a la voluntad de Dios. Su
Inmaculada Concepción se manifiesta claramente en
la docilidad incondicional a la Palabra divina. La fe
obediente es la forma que asume su vida en cada ins-
tante ante la acción de Dios. La Virgen, siempre a la
escucha, vive en plena sintonía con la voluntad divi-
na; conserva en su corazón las palabras que le vienen
de Dios y, formando con ellas como un mosaico, apren-
de a comprenderlas más a fondo (cf. Lc 2,19.51). María
es la gran creyente que, llena de confianza, se pone en
las manos de Dios, abandonándose a su voluntad. Este
misterio se intensifica hasta a llegar a la total implica-
ción en la misión redentora de Jesús. Como afirmó el
Concilio Vaticano II, «la Bienaventurada Virgen avan-
zó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la
unión con su Hijo hasta la cruz. Allí, por voluntad de
Dios, estuvo de pie (cf. Jn 19,25), sufrió intensamente
con su Hijo y se unió a su sacrificio con corazón de
Madre que, llena de amor, daba su consentimiento a
la inmolación de su Hijo como víctima. Finalmente,
Jesucristo, agonizando en la cruz, la dio como madre
al discípulo con estas palabras: Mujer, ahí tienes a tu
hijo». Desde la Anunciación hasta la Cruz, María es
aquélla que acoge la Palabra que se hizo carne en ella
y que enmudece en el silencio de la muerte. Finalmente,
ella es quien recibe en sus brazos el cuerpo entrega-
do, ya exánime, de Aquél que de verdad ha amado a
los suyos «hasta el extremo» (Jn 13,1).
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Por esto, cada vez que en la Liturgia eucarística nos acer-
camos al Cuerpo y Sangre de Cristo, nos dirigimos tam-
bién a Ella que, adhiriéndose plenamente al sacrificio de
Cristo, lo ha acogido para toda la Iglesia. Los Padres si-
nodales han afirmado que «María inaugura la participa-
ción de la Iglesia en el sacrificio del Redentor». Ella es la
Inmaculada que acoge incondicionalmente el don de
Dios y, de esa manera, se asocia a la obra de la salvación.
María de Nazaret, icono de la Iglesia naciente, es el mo-
delo de cómo cada uno de nosotros está llamado a reci-
bir el don que Jesús hace de sí mismo en la Eucaristía.
Invocaciones a la Virgen
Canto final
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Canto
Ritos iniciales
V En el nombre del Padre…
El Señor que puso a María en nuestro camino ha-
cia la Patria como signo de segura esperanza y cau-
sa de nuestra alegría, esté con todos vosotros.
R Y con tu espíritu.
V Oremos.
Señor Jesús, has venido al mundo
para establecer tu reino de justicia,
de amor y paz, concédenos,
por la intercesión de la Virgen María, tu Madre,
acoger tu palabra de verdad en nuestro espíritu,
para poder ser tu pueblo santo.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R Amén.
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Liturgia de la palabra
Primera lectura
María conservaba todas estas cosas, meditándolas en
su corazón (Lucas 2,15b-19)
Los pastores se decían unos a otros: «Vayamos, pues,
a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor
nos ha comunicado».
Fueron corriendo y encontraron a María y a José, y
al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo
que se les había dicho de aquel niño. Todos los que
lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los
pastores. María, por su parte, conservaba todas estas
cosas, meditándolas en su corazón.
Canto o Salmo
Segunda lectura
De la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium del
Papa Francisco.
En la cruz, cuando Cristo sufría en su carne el dra-
mático encuentro entre el pecado del mundo y la mi-
sericordia divina, pudo ver a sus pies la consoladora
presencia de la Madre y del amigo. En ese crucial ins-
tante, antes de dar por consumada la obra que el
Padre le había encargado, Jesús le dijo a María: «Mujer,
ahí tienes a tu hijo». Luego le dijo al amigo amado:
«Ahí tienes a tu madre» (Jn 19,26-27). Estas palabras
de Jesús al borde de la muerte no expresan primera-
mente una preocupación piadosa hacia su madre,
sino que son más bien una fórmula de revelación que
manifiesta el misterio de una especial misión
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salvífica. Jesús nos dejaba a su madre como madre
nuestra. Sólo después de hacer esto Jesús pudo sen-
tir que «todo está cumplido» (Jn 19,28). Al pie de la
cruz, en la hora suprema de la nueva creación, Cristo
nos lleva a María. Él nos lleva a ella, porque no quie-
re que caminemos sin una madre, y el pueblo lee en
esa imagen materna todos los misterios del Evangelio.
Al Señor no le agrada que falte a su Iglesia el icono
femenino. Ella, que lo engendró con tanta fe, también
acompaña «al resto de sus hijos, los que guardan los
mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de
Jesús» (Ap 12,17). La íntima conexión entre María, la
Iglesia y cada fiel, en cuanto que, de diversas mane-
ras, engendran a Cristo, ha sido bellamente expresa-
da por el beato Isaac de Stella: «En las Escrituras di-
vinamente inspiradas, lo que se entiende en general
de la Iglesia, virgen y madre, se entiende en particu-
lar de la Virgen María […] También se puede decir
que cada alma fiel es esposa del Verbo de Dios, ma-
dre de Cristo, hija y hermana, virgen y madre fecun-
da […] Cristo permaneció nueve meses en el seno de
María; permanecerá en el tabernáculo de la fe de la
Iglesia hasta la consumación de los siglos; y en el co-
nocimiento y en el amor del alma fiel por los siglos
de los siglos».
María es la que sabe transformar una cueva de anima-
les en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una
montaña de ternura. Ella es la esclavita del Padre que
se estremece en la alabanza. Ella es la amiga siempre
atenta para que no falte el vino en nuestras vidas. Ella
es la del corazón abierto por la espada, que comprende
todas las penas. Como madre de todos, es signo de es-
peranza para los pueblos que sufren dolores de parto
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hasta que brote la justicia. Ella es la misionera que se
acerca a nosotros para acompañarnos por la vida, abrien-
do los corazones a la fe con su cariño materno. Como
una verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha
con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía del
amor de Dios. A través de las distintas advocaciones
marianas, ligadas generalmente a los santuarios, com-
parte las historias de cada pueblo que ha recibido el
Evangelio, y entra a formar parte de su identidad histó-
rica. Muchos padres cristianos piden el Bautismo para
sus hijos en un santuario mariano, con lo cual manifies-
tan la fe en la acción maternal de María que engendra
nuevos hijos para Dios. Es allí, en los santuarios, donde
puede percibirse cómo María reúne a su alrededor a los
hijos que peregrinan con mucho esfuerzo para mirarla
y dejarse mirar por ella. Allí encuentran la fuerza de
Dios para sobrellevar los sufrimientos y cansancios de
la vida. Como a san Juan Diego, María les da la caricia
de su consuelo maternal y les dice al oído: «No se turbe
tu corazón […] ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?»
(Papa Francisco, Evangelii gaudium, 285-286)
Invocaciones a la Virgen
Canto final
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Canto
Ritos iniciales
V En el nombre del Padre…
La fuerza del Espíritu, que nos sostiene en el tes-
timonio coherente de nuestra fe, por intercesión
de María, la Virgen fiel, esté con todos vosotros.
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R Y con tu espíritu.
V Oremos
Padre eterno,
que has puesto en la Virgen María
el trono regio de tu sabiduría,
ilumina la Iglesia con la luz del Verbo de la Vida,
para que camine en el esplendor de la verdad
hasta el pleno conocimiento de tu misterio de amor.
Por Cristo nuestro Señor.
R Amén.
Liturgia de la palabra
Primera lectura
Tu padre y yo te buscábamos angustiados (Lucas 2,41-51)
Sus padres solían ir cada año a Jerusalén por la fies-
ta de la Pascua. Cuando cumplió doce años, subieron
a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se
volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén,
sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que
estaba en la caravana, anduvieron el camino de un
día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y co-
nocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén
buscándolo. Y sucedió que, a los tres días, lo encon-
traron en el templo, sentado en medio de los maes-
tros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos
los que le oían quedaban asombrados de su talento
y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron
atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has
tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustia-
dos». Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No
sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?».
Pero ellos no comprendieron lo que les dijo.
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Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a
ellos. Su madre conservaba todo esto en su
corazón.
Segunda lectura
De la Encíclica Laudato Sí del Papa Francisco.
María, la madre que cuidó a Jesús, ahora cuida con
afecto y dolor materno este mundo herido. Así como
lloró con el corazón traspasado la muerte de Jesús,
ahora se compadece del sufrimiento de los pobres
crucificados y de las criaturas de este mundo arrasa-
das por el poder humano. Ella vive con Jesús com-
pletamente transfigurada, y todas las criaturas can-
tan su belleza. Es la Mujer «vestida de sol, con la luna
bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre
su cabeza» (Ap 12,1). Elevada al cielo, es Madre y Reina
de todo lo creado. En su cuerpo glorificado, junto con
Cristo resucitado, parte de la creación alcanzó toda
la plenitud de su hermosura. Ella no sólo guarda en
su corazón toda la vida de Jesús, que «conservaba»
cuidadosamente (cf Lc 2,19.51), sino que también com-
prende ahora el sentido de todas las cosas. Por eso,
podemos pedirle que nos ayude a mirar este mundo
con ojos más sabios.
Junto con ella, en la familia santa de Nazaret, se des-
taca la figura de san José. Él cuidó y defendió a María
y a Jesús con su trabajo y su presencia generosa, y
los liberó de la violencia de los injustos llevándolos
a Egipto. En el Evangelio aparece como un hombre
justo, trabajador, fuerte. Pero de su figura emerge
también una gran ternura, que no es propia de los
débiles sino de los verdaderamente fuertes, atentos
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a la realidad para amar y servir humildemente. Por
eso fue declarado custodio de la Iglesia universal.
Él también puede enseñarnos a cuidar, puede moti-
varnos a trabajar con generosidad y ternura para
proteger este mundo que Dios nos ha confiado.
(Papa Francisco, Laudato Sí, 241-242)
Invocaciones a la Virgen
Canto final
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CANTOS
Padre, Maestro y Amigo
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1 CANTOS
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Oración litúrgica a San Juan Bosco
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1 CANTOS
Monedas con el rostro de Dios
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Acróstico de la escucha
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Como dice 1Jn 2, 5: El amor de Dios llega a su plenitud en aquel
que guarda su Palabra. Hoy somos testigos del compromiso
que adquieren estos hermanos nuestros mediante el minis-
terio que reciben. Todo comenzó cuando sintieron la llamada
al seguimiento de Cristo. La unción y el sacramento que han
vivido les llevan a ser fieles transmisores del amor de Dios
que han recibido en la escucha del Evangelio de la vida.
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1 CANTOS
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41 Pages 401-410

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1 CANTOS
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PADRE MAESTRO Y AMIGO
1. Padre, de muchos hijos padre,
escucha nuestro grito
de vida y juventud.
Vuelve, Don Bosco siempre joven,
que el mundo se hace viejo
sin fe y sin corazón.
Padre, Maestro y Amigo,
los jóvenes del mundo
iremos tras de ti.
Abre a Cristo nuestra vida,
anima el compromiso
en esta sociedad.
2. Fiesta, contigo siempre es fiesta,
contigo hay alegría:
se siente tu amistad:
Vuelve, revive entre nosotros
tu amor de buen amigo
con jóvenes de hoy.
400

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SIGNO Y PORTADOR
Signo y portador del amor de Dios
A los jóvenes. (Bis)
1. He aquí el nombre: Juan Bosco, Juan Bosco,
testimonio y luz.
Repetid su nombre: Juan Bosco, Juan Bosco,
fe en la juventud.
Una idea rima su vida
Como perenne ilusión…
Grita: ¡Jóvenes, jóvenes!
Signos del amor de Dios.
2. He aquí el nombre: Juan Bosco, Juan Bosco,
testimonio y luz.
Repetid su nombre: Juan Bosco, Juan Bosco,
fe en la juventud.
Una idea rima su vida
Como perenne ilusión…
Grita: ¡Jóvenes, jóvenes!
Signos del amor de Dios.
3. He aquí el nombre: Juan Bosco, Juan Bosco,
testimonio y luz.
Repetid su nombre: Juan Bosco, Juan Bosco,
fe en la juventud.
Una idea rima su vida
Como perenne ilusión…
Grita: ¡Jóvenes, jóvenes!
Signos del amor de Dios.
AUXILIADORA
Inmaculada Auxiliadora,
columna de la Iglesia,
sostén de nuestras obras,
Reina y Madre nuestra.
Maestra de Don Bosco,
faro del salesiano,
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1 CANTOS
resplandeciente estrella
que une a los hermanos.
Madre, hoy estás aquí,
auxilio, camino, estrella y guía.
Tú lo hiciste todo.
Camina con nosotros,
bendice este día. (Bis)
Acoge nuestras luchas
por Dios y por los hombres.
Acepta nuestra vida
humilde, casta y pobre.
Protégenos, María,
protege a nuestros jóvenes,
y danos la alegría
de amar a los más pobres.
ORACIÓN LITÚRGICA A SAN JUAN BOSCO
Señor, Tú que has suscitado en San Juan Bosco
un Padre y Maestro de la juventud,
que con el auxilio de María
dio esplendor a tu Iglesia,
danos también a nosotros un amor ardiente
y un celo incansable para entregarnos
con generosidad al bien de nuestros hermanos,
y a servirte a Ti en ellos con fidelidad. Amén.
DIOS AMIGO
1.Entre juegos de ilusión
y canciones de amistad
brota limpio manantial
de una joven santidad.
Yo también quiero beber
De esa fuente de cristal.
Soy feliz al comprender:
Dios nos quiere de verdad.
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Con Domingo Savio vamos,
con Domingo Savio somos
un ejemplo de amor,
nueva estela de paz,
en el patio y el taller;
en casa y el altar.
2. Cada día nace el sol;
cada noche, oscuridad.
En el gozo y el dolor
la esperanza firme está.
Yo también combinaré
la alegría y el tesón.
La tarea y la canción,
la sonrisa y el perdón.
.M....O...N...E...D...A...S....C...O...N.....E..L....R...O....S..T...R...O....D....E....D...I.O....S..
1. Caminamos tras tus huellas
fieles a aquella llamada.
Seguimos por tu camino,
en Ti puesta la mirada.
Un sí nos une contigo,
consagrados en alianza,
viviendo tu misma vida,
ganada para tu causa.
Desde entonces siempre tuyos,
obedientes a tus planes,
entregados por entero
a anunciarte entre los jóvenes.
“Dadlo al César si es del César”.
“Dadlo gratis cuando es don”.
Dadlo al Padre, suyos somos:
monedas con el rostro de Dios. (2)
2.Con Don Bosco nos ponemos
a anunciarte en la misión:
ser signos y portadores
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1 CANTOS
de tu amor sin condición.
Pues amando nos llamaste
y exigiste confianza:
fue tu inversión en nosotros,
empeñaste tu esperanza.
ACRÓSTICO DE LA ESCUCHA
Como dice 1Jn 2, 5: El amor de Dios llega a su plenitud en
aquel que guarda su Palabra. Hoy somos testigos del com-
promiso que adquieren estos hermanos nuestros median-
te el ministerio que reciben. Todo comenzó cuando sintie-
ron la llamada al seguimiento de Cristo. La unción y el sa-
cramento que han vivido les llevan a ser fieles transmiso-
res del amor de Dios que han recibido en la escucha del
Evangelio de la vida.
Escogiste lo pequeño de este mundo.
La mirada en mí pusiste tú, Señor.
Acercaste a mí tu luz de vida nueva.
Me pediste ser testigo de tu amor,
Ofrecer mi vida entera al Evangelio,
Recorrer calles buscando tu amistad,
Descubrir a los demás que sigues vivo,
Enseñar que tú jamás vas a fallar.
Deja todo, con gran fuerza me repites.
Id al mundo y mi mensaje proclamad,
Ofrecedme lo mejor de vuestras vidas.
Servid siempre, sed humildes. Confiad.
Levadura que fermente el universo
Llevad dentro de vosotros con pasión.
En el mundo sal y luz sed para todos,
Garantía de unidad y comunión.
Ante esto hiciste un gesto con sonrisa
Aceptando incluso mi debilidad,
Queriendo mi servicio y suscitando
Una historia de alegría y mucha voluntad.
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Incitaste a que aceptara tu propuesta
En tu barco y en tu campo a trabajar.
Novedad trajo a mi vida la respuesta;
Gozo inmenso el de servirte en los demás.
Unitario es el proyecto realizado
Al ungirme sacerdote de tu mies,
Revelarme la misión de ser testigo,
De alabar con mi existencia tu poder.
Al partir tu cuerpo y sangre con mis manos
Sé que soy un instrumento de tu amor,
Un hermano entre los hombres de este mundo,
Puente que abre un paso hacia tu corazón.
Alabemos al Señor por su grandeza,
Levantemos confiados la oración.
Ante tanta maravilla aquí obrada
Brota el más sincero “gracias” por tu don.
Radical que aquel que guarda tu Palabra
Abra espacios infinitos a tu amor.
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Índice
PRESENTACIÓN. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6
ABBREVIATURAS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
AGRADECIMIENTOS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
PRIMERA PARTE: ORACIONES SALESIANAS. . 10
1] CADA DÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12
• OFRECIMIENTO DEL DÍA AL DESPERTARSE. . . 15
• ANGELUS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
REGINA COELI (Tiempo pascual). . . . . . . . . . . . . 16
MEDITACIÓN. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
LECTIO DIVINA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
LECTURA ESPIRITUAL. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22
ANTES DE LAS ACCIONES. . . . . . . . . . . . . . . . . . 24
DESPUÉS DE LAS ACCIONES. . . . . . . . . . . . . . . . 25
VISITA AL SANTÍSIMO SACRAMENTO . . . . . . . 25
ORACIONES POR LAS VOCACIONES. . . . . . . . 27
ORACIÓN A SAN JUAN BOSCO
(Al final de las Vísperas). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27
EL ROSARIO. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28
• Misterios gozosos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28
• Misterios dolorosos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
• Misterios gloriosos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
• Misterios luminosos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
AL FINAL DE LA JORNADA,
ANTES DEL DESCANSO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30
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2] CADA MES. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32
MOMENTOS DE RENOVACIÓN INTERIOR:
EL RETIRO MENSUAL. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35
ESCRUTINIOS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
• Rezar con el corazón de Don Bosco
(Scrutinium orationis). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
Un espíritu fraterno (Scrutinium fraternitatis). . . 46
• Las bienaventuranzas del pobre
(Scrutinium paupertatis). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
• CELEBRACIÓN DE LA RECONCILIACIÓN
(Durante el retiro mensual). . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55
• REUNIÓN DEL CONSEJO DE LA CASA. . . . . . . 65
• CONMEMORACIÓN MENSUAL
DE MARÍA AUXILIADORA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66
• BENDICIÓN DE MARÍA AUXILIADORA. . . . . . . 68
• ORACIÓN POR LAS VOCACIONES
(El primer jueves del mes). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82
• ORACIÓN POR LA PERSEVERANCIA
EN LA VOCACIÓN. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 84
• SAGRADO CORAZÓN
(El primer viernes del mes). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85
• ORACIÓN POR LAS MISIONES
(El día 11 del mes). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89
DON BOSCO (El último día del mes) . . . . . . . . . . . 92
3] CADA AÑO. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96
• CELEBRACIÓN DE APERTURA
DE LOS EJERCICIOS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99
• CELEBRACIÓN DE CLAUSURA
DE LOS EJERCICIOS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104
ONOMÁSTICO O CUMPLEAÑOS
DE LOS HERMANOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 110
• Oración por un hermano en su cumpleaños. . . 110
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41.10 Page 410

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• Oración por el propio cumpleaños . . . . . . . . . . 110
Oración por un hermano en su onomástico. . . 111
4] EN OCASIONES ESPECIALES. . . . . . . . . . . . . . 112
• TOMA DE POSESIÓN DEL DIRECTOR
(Fuera de la celebración eucarística). . . . . . . . . . 115
• TOMA DE POSESIÓN DEL INSPECTOR. . . . . . 125
• LA VISITA INSPECTORIAL
Y LA VISITA EXTRAORDINARIA. . . . . . . . . . . . . 125
• ORACIONES A NUESTROS
SANTOS PATRONOS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 132
• San José. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133
• San Juan Bosco. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133
• San Francisco de Sales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 134
• Santa María Mazzarello. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135
• Santo Domingo Savio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135
• ORACIÓN PARA RECONOCIMIENTO
DE LA SANTIDAD. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 136
• ENFERMEDAD. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137
• La enfermedad y el regreso a la Casa del Padre . 137
• CELEBRACIONES COMUNITARIAS
POR UN HERMANO ENFERMO. . . . . . . . . . . . 138
• Visita a un enfermo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139
• Rito de la comunión de los enfermos. . . . . . . . . 143
• Rito de la unción de los enfermos. . . . . . . . . . . . 145
El rito del viático. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 152
• Oraciones para recomendar a los moribundos. 156
• LA MUERTE NOS UNE A CRISTO. . . . . . . . . . . 162
• Vigilia por el difunto. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163
• Memoria diaria de los difuntos. . . . . . . . . . . . . . 167
• Visita al cementerio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169
• Rezar juntos como comunidad que está de luto. 171
ENCUENTROS DE LA COMUNIDAD. . . . . . . . 174
409

42 Pages 411-420

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42.1 Page 411

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SEGUNDA PARTE: EL AÑO LITÚRGICO . . . . . 176
5] TIEMPO DE ADVIENTO. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 178
• BENDICIÓN DE LA CORONA DEL ADVIENTO. 181
• En la Iglesia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181
• NOVENA DE NAVIDAD. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 183
• Invitatorio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 184
Himno (Laetentur) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185
• Canto de expectación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 187
Antífonas “Oh” del Magnificat . . . . . . . . . . . . . . 188
Magnificat. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 190
NOVENA DE NAVIDAD (Actualización). . . . . . 191
6] TIEMPO DE NAVIDAD . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 204
PREGÓN DE NAVIDAD
(del Martirologio Romano) . . . . . . . . . . . . . . . . . . 207
ÚLTIMO DÍA DEL AÑO CIVIL. . . . . . . . . . . . . . . 208
PRIMER DÍA DEL AÑO CIVIL. . . . . . . . . . . . . . . 211
RENOVACIÓN DE LAS PROMESAS BAUTISMALES
(Domingo del Bautismo del Señor). . . . . . . . . . . . 213
7] TIEMPO DE CUARESMA . . . . . . . . . . . . . . . . . . 220
MEDITACIÓN SOBRE LA PASIÓN
SEGÚN SAN LUCAS (Via Crucis). . . . . . . . . . . . . 223
8] TIEMPO DE PASCUA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 242
• VIA LUCIS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 245
• NOVENA DE PENTECOSTÉS. . . . . . . . . . . . . . . 257
• Primer día: El Espíritu creador. . . . . . . . . . . . . . . 260
• Segundo día: El Espíritu de Cristo. . . . . . . . . . . . 261
• Tercer día: El Espíritu de hijos. . . . . . . . . . . . . . . 263
• Cuarto día: El Espíritu de resurrección. . . . . . . . 265
• Quinto día: El Espíritu de verdad . . . . . . . . . . . . 266
Sexto día: El Espíritu de testimonio . . . . . . . . . . 268
Séptimo día: El Espíritu de santidad. . . . . . . . . . 270
410

42.2 Page 412

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• Octavo día: El Espíritu de la Iglesia. . . . . . . . . . . 272
• Noveno día: El Espíritu de unidad. . . . . . . . . . . . 275
• PREPARACIÓN A LA SOLEMNIDAD
DE PENTECOSTÉS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 277
• Primer día. Los dones del Espíritu
Santo: La Sabiduría . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 279
• Segundo día. Los dones del Espíritu
Santo: La Fortaleza. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 281
• Tercer día. Los dones del Espíritu
Santo: La Inteligencia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 283
• Cuarto día. Los dones del Espìritu
Santo: La Ciencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 286
• Quinto día. Los dones del Espíritu
Santo: El Consejo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 290
• Sexto día. Los dones del Espíritu
Santo: La Piedad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 293
Séptimo día. Los dones del Espíritu
Santo: El Temor de Dios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 296
• Octavo día. Los dones del Espíritu Santo: La Paz. . 300
• Noveno día. Los dones del Espíritu
Santo: La Alegría. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 305
9] TIEMPO ORDINARIO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 310
TRIDUO DE LA INMACULADA . . . . . . . . . . . . . 313
• Primer día: María, modelo de contemplación. . 313
• Segundo día: María, colaboradora
en el plan de salvación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 319
Tercer día: María, figura de la Iglesia en
escucha de la Palabra de Dios. . . . . . . . . . . . . . . 325
NOVENA A DON BOSCO. . . . . . . . . . . . . . . . . . 332
Primer día (22 de enero) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 332
Segundo día (23 de enero). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 333
Tercer día (24 de enero). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 334
Cuarto día (25 de enero). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 334
Quinto día (26 de enero). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 335
Sexto día (27 de enero) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 335
411

42.3 Page 413

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Séptimo día (28 de enero). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 336
Octavo día (29 de enero) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 337
Noveno día (30 de enero). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 337
• DÍA DE LA VIDA CONSAGRADA
(2 de febrero - Presentación del Señor). . . . . . . 338
• DISPONIBILIDAD PARA LA MISIÓN
(Jornada Misionera Salesiana). . . . . . . . . . . . . . . 343
• NOVENA A MARÍA AUXILIADORA. . . . . . . . . . 348
Primer día: María Santísima, Madre
y Auxiliadora de la Iglesia . . . . . . . . . . . . . . . . . . 348
Segundo día: La Virgen Auxiliadora de los Cristianos
guía y ayuda de los apóstoles de la juventud . . . . 355
• Tercer día: María Auxiliadora
y la Congregación Salesiana. . . . . . . . . . . . . . . . . . 363
• Cuarto día: María Madre de la misericordia. . . . . 369
• Quinto día: María, estrella de la esperanza. . . . . . 374
Sexto día: “Mater Verbi et Mater laetitiae“. . . . . . 379
Séptimo día: La Eucaristía y la Virgen María. . . . . . 382
• Octavo día: María, el regalo de Jesús a su pueblo. 385
• Noveno día: La Reina de toda la creación. . . . . . . . 388
CANTOS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 392
412

42.4 Page 414

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Indice alfabetico
de las oraciones
• AL FINAL DE LA JORNADA, ANTES DEL DESCANSO. . 30
• ANGELUS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
• ANTES DE LAS ACCIONES. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24
• BENDICIÓN DE LA CORONA DEL ADVIENTO. . . . . 181
• BENDICIÓN DE MARÍA AUXILIADORA. . . . . . . . . . . . 68
• CELEBRACIÓN DE APERTURA DE LOS EJERCICIOS . 99
• CELEBRACIÓN DE CLAUSURA
DE LOS EJERCICIOS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104
• CELEBRACIÓN DE LA RECONCILIACIÓN
(Durante el retiro mensual). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55
• CELEBRACIONES COMUNITARIAS
POR UN HERMANO ENFERMO. . . . . . . . . . . . . . . . . . 138
• CONMEMORACIÓN MENSUAL
DE MARÍA AUXILIADORA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66
• DESPUÉS DE LAS ACCIONES. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
• DÍA DE LA VIDA CONSAGRADA
(2 de febrero - Presentación del Señor). . . . . . . . . . . . . 338
• DISPONIBILIDAD PARA LA MISIÓN
(Jornada Misionera Salesiana). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 343
DON BOSCO (El último día del mes). . . . . . . . . . . . . . . . 92
• EL ROSARIO. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28
413

42.5 Page 415

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• ENFERMEDAD . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137
• ESCRUTINIOS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
• LA MUERTE NOS UNE A CRISTO. . . . . . . . . . . . . . . . . 162
• LA VISITA INSPECTORIAL
Y LA VISITA EXTRAORDINARIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125
• LECTIO DIVINA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
• LECTURA ESPIRITUAL. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22
• MEDITACIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
• MEDITACIÓN SOBRE
LA PASIÓN SEGÚN SAN LUCAS (Via Crucis). . . . . . . 223
• MOMENTOS DE RENOVACIÓN INTERIOR:
EL RETIRO MENSUAL. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35
• NOVENA A DON BOSCO. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 332
• NOVENA A MARÍA AUXILIADORA. . . . . . . . . . . . . . . . 348
• NOVENA DE NAVIDAD . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 183
NOVENA DE NAVIDAD (Actualización). . . . . . . . . . . . 191
• NOVENA DE PENTECOSTÉS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 257
• OFRECIMIENTO DEL DÍA AL DESPERTARSE. . . . . . . . 15
• ONOMÁSTICO O CUMPLEAÑOS
DE LOS HERMANOS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 110
• ORACIÓN A SAN JUAN BOSCO
(Al final de las Vísperas) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27
• ORACIÓN PARA RECONOCIMIENTO
DE LA SANTIDAD. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 136
• ORACIÓN POR LA PERSEVERANCIA
EN LA VOCACIÓN. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 84
ORACIÓN POR LAS MISIONES (El día 11 del mes). . . 89
• ORACIÓN POR LAS VOCACIONES
(El primer jueves del mes). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82
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• ORACIONES A NUESTROS SANTOS PATRONOS . . 132
• ORACIONES POR LAS VOCACIONES. . . . . . . . . . . . . . 27
PREGÓN DE NAVIDAD (del Martirologio Romano). . . 207
• PREPARACIÓN A LA SOLEMNIDAD
DE PENTECOSTÉS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 277
• PRIMER DÍA DEL AÑO CIVIL. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 211
• REGINA COELI (Tiempo pascual). . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16
• RENOVACIÓN DE LAS PROMESAS BAUTISMALES
(Domingo del Bautismo del Señor). . . . . . . . . . . . . . . . . 213
• REUNIÓN DEL CONSEJO DE LA CASA. . . . . . . . . . . . . 65
SAGRADO CORAZÓN (El primer viernes del mes). . . .85
• TOMA DE POSESIÓN DEL DIRECTOR
(Fuera de la celebración eucarística) . . . . . . . . . . . . . . . 115
• TOMA DE POSESIÓN DEL INSPECTOR. . . . . . . . . . . 125
• TRIDUO DE LA INMACULADA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 313
• ÚLTIMO DÍA DEL AÑO CIVIL. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 208
• VIA LUCIS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 245
• VISITA AL SANTÍSIMO SACRAMENTO. . . . . . . . . . . . . 25
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