Salmos|48
  • Salmo 48
  • Vanidad de las riquezas
  • Automático
  • Oíd esto, todas las naciones; escuchadlo, habitantes del orbe: plebeyos y nobles, ricos y pobres;
  • mi boca hablará sabiamente, y serán muy sensatas mis reflexiones;
  • prestaré oído al proverbio y propondré mi problema al son de la cítara.
  • ¿Por qué habré de temer los días aciagos, cuando me cerquen y acechen los malvados,
  • que confían en su opulencia y se jactan de sus inmensas riquezas,
  • si nadie puede salvarse ni dar a Dios un rescate?
  • Es tan caro el rescate de la vida, que nunca les bastará para vivir perpetuamente sin bajar a la fosa.
  • Mirad: los sabios mueren, lo mismo que perecen los ignorantes y necios, y legan sus riquezas a extraños.
  • El sepulcro es su morada perpetua y su casa de edad en edad, aunque hayan dado nombre a países.
  • El hombre no perdurará en la opulencia, sino que perece como los animales.
  • Este es el camino de los confiados, el destino de los hombres satisfechos:
  • son un rebaño para el abismo, la muerte es su pastor,
  • y bajan derechos a la tumba; se desvanece su figura, y el abismo es su casa.
  • Pero a mí, Dios me salva, me saca de las garras del abismo y me lleva consigo.
  • No te preocupes si se enriquece un hombre y aumenta el fasto de su casa:
  • cuando muera, no se llevará nada, su fasto no bajará con él.
  • Aunque en vida se felicitaba: "Ponderan lo bien que lo pasas",
  • irá a reunirse con sus antepasados, que no verán nunca la luz.
  • El hombre rico e inconsciente es como un animal que perece.
  • Oíd esto, todas las naciones; escuchadlo, habitantes del orbe: plebeyos y nobles, ricos y pobres;
  • Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo