Constituciones|Parte|3

Tercera Parte


Formados para la misión de educadores pastores


VIII

ASPECTOS GENERALES DE NUESTRA FORMACION


Formación salesiana


Realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia Él, que es la cabeza: Cristo” (Ef 4,15).


Vocación y formación


96. Jesús llamó personalmente a sus Apóstoles para que estuvieran con Él y para enviarlos a proclamar el Evangelio1. Los fue preparando con amor paciente y les dio el Espíritu Santo, a fin de que los guiase hacia la plenitud de la verdad2.

También a nosotros nos llama a vivir en la Iglesia el proyecto de nuestro Fundador, como apóstoles de los jóvenes.

Respondemos a esta llamada con el esfuerzo de una formación adecuada y continua, para la que el Señor nos da a diario su gracia.


Orientación salesiana de la formación


97. Los primeros salesianos encontraron en Don Bosco un guía seguro. Vitalmente incorporados a su comunidad en acción, aprendieron a modelar la propia vida sobre la suya.

También nosotros encontramos en él nuestro modelo. La naturaleza religioso-apostólica de la vocación salesiana determina la orientación específica de nuestra formación; tal orientación es necesaria para la vida y unidad de la Congregación.


La experiencia formativa


98. Iluminado por la persona de Cristo y por su Evangelio, vivido según el espíritu de Don Bosco, el salesiano se compromete en un proceso de formación que dura toda la vida y respeta sus ritmos de maduración. Vive la experiencia de los valores de la vocación salesiana en los diferentes momentos de su existencia, y acepta la ascesis que supone tal camino.

Con la ayuda de María, madre y maestra, se esfuerza por llegar a ser educador pastor de los jóvenes en la forma laical o sacerdotal que le es propia.


Responsabilidad personal y comunitaria


99. Todo salesiano asume la responsabilidad de su propia formación. Dócil al Espíritu Santo, desarrolla sus aptitudes y los dones de la gracia con un esfuerzo constante de conversión y de renovación, viviendo y trabajando por la misión común.

El ambiente natural de crecimiento vocacional es la comunidad, en la que el hermano se inserta con confianza y colabora con responsabilidad. La vida misma de la comunidad, unida en Cristo y abierta a las necesidades de los tiempos, es formadora; debe, por tanto, progresar y renovarse continuamente.


Unidad de la formación y culturas


100. El carisma del Fundador es principio de unidad de la Congregación y, por su fecundidad, está en la raíz de los diversos modos de vivir la única vocación salesiana. En consecuencia, la formación es al mismo tiempo unitaria en sus contenidos esenciales y diferenciada en sus realizaciones concretas: acoge y desarrolla todo lo que hay de verdadero, noble y justo3 en las diferentes culturas.


Comunidad inspectorial y formación


101. La comunidad inspectorial acoge y acompaña la vocación de cada hermano, cuida la preparación de los formadores y las estructuras de formación, y anima la labor formativa de las comunidades locales.

Mediante los diversos órganos de animación y gobierno, le corresponde establecer el modo de realizar la formación según lo requiera el propio contexto cultural, en conformidad con las directrices de la Iglesia y la Congregación.

En el ejercicio de esta responsabilidad común, todo salesiano contribuye, con su oración y testimonio, a sostener y renovar la vocación de sus hermanos. (R 84)


Formación inicial


Habla, Señor, que tu siervo te escucha” (1 Sam 3,9).


Complejidad y unidad de la formación


102. La formación inicial tiene como objetivo la maduración humana y la preparación intelectual del hermano joven, junto con la profundización de su vida consagrada y la incorporación gradual al trabajo educativo-pastoral.

En la experiencia formativa, todos estos aspectos deben armonizarse en unidad vital.


Las comunidades formadoras


103. La formación inicial se realiza, de ordinario, en comunidades estructuradas expresamente para tal fin.

Abiertas según el estilo educativo de Don Bosco, tienen en cuenta las aspiraciones de los jóvenes a una vida más personal y más fraterna.

En ellas se vive más intensamente nuestro espíritu: todos sus miembros forman entre sí una familia, cimentada en la fe y el entusiasmo por Cristo, y unida en la estima recíproca y en la convergencia de los esfuerzos.

Formadores y hermanos en formación, aun conservando la diversidad de funciones, crean un clima de corresponsabilidad y van alcanzando con claridad las metas de la formación. (R 78.80.81)


Papel de los formadores


104. En las comunidades formadoras, los formadores tienen una función específica y necesaria.

Aseguran a los hermanos en formación las condiciones para una experiencia válida y una seria reflexión doctrinal en un ambiente adecuado.

Conscientes de ser mediadores de la acción del Señor, se esfuerzan por formar, junto con el director - guía de la comunidad y maestro de espíritu - , un equipo convencido de su responsabilidad común.

Para esta tarea se escoge a hombres de fe, en condiciones de comunicar vitalmente el ideal salesiano, capaces de diálogo y con la suficiente experiencia pastoral. (R 78)


El salesiano en formación inicial


105. Para el salesiano la formación inicial, más que espera, es ya tiempo de trabajo y de santidad. Es un tiempo de diálogo entre la iniciativa de Dios, que llama y guía, y la libertad del salesiano, que asume progresivamente los compromisos de su propia formación.

En este camino de crecientes responsabilidades, está sostenido por la oración, la dirección espiritual, la reflexión, el estudio y las relaciones fraternas. (R 79)


Currículo formativo


106. La formación inicial de los salesianos laicos, de los futuros sacerdotes y de los diáconos permanentes tiene ordinariamente un currículo de nivel paritario, con las mismas etapas y con objetivos y contenidos similares.

Las distinciones quedan determinadas por la vocación específica de cada uno, por sus dotes y aptitudes personales y por las necesidades de nuestro apostolado. (R 95.97.98)


Incorporación a la Sociedad y periodos de formación


107. Cada uno, antes de ser incorporado definitivamente a la Sociedad, pasa por los siguientes períodos de formación: preparación al noviciado, noviciado y período de la profesión temporal.

Tales períodos son necesarios para el candidato y para la comunidad, a fin de poder discernir en mutua colaboración la voluntad de Dios y corresponder a ella.

El candidato va conociendo progresivamente la Congregación y ésta, a su vez, puede valorar sus aptitudes para la vida salesiana.


Las admisiones


108. La admisión al noviciado, a la profesión temporal o perpetua, a los ministerios y a las órdenes sagradas, una vez que el candidato ha presentado libremente su petición, la hace el inspector con el consentimiento de su Consejo, conocido el parecer del director de la comunidad con su Consejo.

Los superiores basan su juicio en elementos positivos que prueben la idoneidad del candidato, teniendo presentes en primer lugar los requisitos canónicos4. (R 81.93.94)




IX

EL PROCESO FORMATIVO


Quien ha inaugurado entre vosotros una empresa buena, la llevará adelante hasta el día de Cristo Jesús (Flp 1,6).


Preparación al noviciado


El noviciado


109. Al que se orienta hacia la vida salesiana, se le ofrecen el ambiente y las condiciones adecuadas para que conozca su vocación y madure como hombre y como cristiano. De este modo, con la ayuda de un guía espiritual, puede decidir con mayor conocimiento y libre de presiones externas e internas.

Inmediatamente antes del noviciado, se requiere una preparación especial, para reflexionar seriamente sobre la opción vocacional y comprobar la idoneidad necesaria para comenzar el noviciado. Esta preparación se realiza mediante una experiencia de vida comunitaria y apostólica salesiana.(R 88)


110. En el noviciado, el candidato tiene la posibilidad de iniciar la experiencia religiosa

salesiana.

Por tanto, la comunidad debe ser un ejemplo de vida basada en la fe y alimentada por la oración, donde la sencillez evangélica, la alegría, la amistad y el respeto mutuo creen un clima de confianza y docilidad.

Con la ayuda del maestro, el novicio estudia a fondo las motivaciones de su opción, comprueba su idoneidad para la vocación salesiana, y se orienta hacia la donación completa de sí mismo a Dios para el servicio de los jóvenes según el espíritu de Don Bosco. (R 89.92)


Duración del noviciado


111. El noviciado dura doce meses, según norma del derecho5. Comienza cuando el candidato, admitido por el inspector, ingresa en la casa de noviciado, erigida canónicamente, y se pone bajo la dirección del maestro.

La ausencia que exceda de tres meses continuos o discontinuos 1o invalida. La ausencia que pase de quince días debe ser recuperada. (R 93)


El maestro de novicios


112. El maestro de novicios es el guía espiritual que coordina y anima toda la labor formativa del noviciado.

Sea hombre de experiencia espiritual y salesiana, prudente, puesto al día en las realidades psicológicas y en los problemas de la condición juvenil. Tenga facilidad para las relaciones humanas y capacidad de diálogo; por su bondad inspire confianza a los novicios.

Es profeso perpetuo. Lo nombra el inspector con el consentimiento de su Consejo y la aprobación del Rector Mayor. Permanece en el cargo tres años y puede ser confirmado en él.


Período de la profesión temporal


113. La primera profesión inicia un período de vida consagrada durante el cual el hermano, con el apoyo de la comunidad y de el guía espiritual, completa el proceso de maduración con miras a la profesión perpetua, y desarrolla, como salesiano laico o aspirante al sacerdocio, los diversos aspectos de su vocación.

La profesión, en el primer trienio, será trienal o anual; en e-l segundo trienio será, ordinariamente, trienal. (R 95.96)


El inmediato posnoviciado


114. Después de la primera profesión sigue una etapa de maduración religiosa, que continúa la experiencia formativa del noviciado y prepara el tirocinio.

La profundización en la vida de fe y en el espíritu de Don Bosco y una adecuada preparación filosófica, pedagógica y catequística, en diálogo con la cultura, orientan al hermano joven para que integre progresivamente fe, cultura y vida. (R 95)


El tirocinio


115. Durante toda la formación inicial se da importancia, juntamente con el estudio, a las actividades pastorales de nuestra misión.

El tirocinio es una etapa de intensa confrontación vital con la acción salesiana en una experiencia educativo-pastoral. En él, el salesiano joven se ejercita en la práctica del sistema preventivo y, sobre todo, en la asistencia salesiana.

Acompañado por el director y la comunidad, realiza la síntesis personal entre su actividad y los valores de la vocación. (R 86.96)


Formación específica del salesiano presbítero y del salesiano laico


116. Después del tirocinio el salesiano completa la formación inicial.

La formación específica del candidato al ministerio presbiteral sigue las orientaciones y normas dadas por la Iglesia y por la Congregación. Su objetivo es preparar al sacerdote pastor educador desde la perspectiva salesiana.

La formación específica ofrece al salesiano coadjutor, junto con el conocimiento más profundo del patrimonio espiritual de la Congregación, una adecuada preparación teológica en la línea de la laicidad consagrada, y completa su formación con miras al trabajo educativo apostólico. (R 97.98)


La profesión perpetua


117. El socio hace la profesión perpetua cuando ha alcanzado la madurez espiritual salesiana que requiere la importancia de tal opción.

La celebración de este acto va precedida por un tiempo conveniente de preparación inmediata, y acompañada por la atención fraterna de la comunidad inspectorial.

La profesión perpetua se hace, ordinariamente, seis años después de la primera profesión. No obstante, si lo cree oportuno el inspector, puede prolongar este tiempo, pero sin pasar de los nueve años. (R 94)


Necesidad de la formación permanente


118. En un contexto pluralista y de transformaciones rápidas, el carácter evolutivo de la persona y la calidad y fecundidad de nuestra vida religioso-apostólica requiere que, después de las etapas iniciales, continuemos nuestra formación. Procuramos crecer en la madurez humana, configurarnos más profundamente a Cristo y renovar la fidelidad a Don Bosco, para responder a las exigencias, siempre nuevas, de la condición juvenil y popular.

Mediante iniciativas personales y comunitarias, cultivamos la vida, espiritual salesiana, la puesta al día en teología y pastoral, la competencia profesional y la creatividad apostólica. (R 99-102)


Formación permanente como actitud personal


119. Al vivir en medio de los jóvenes y en relación constante con los ambientes populares, el salesiano se esfuerza por discernir en los acontecimientos la voz del Espíritu, adquiriendo así la capacidad de aprender de la vida. Atribuye eficacia formativa a sus actividades ordinarias y aprovecha también los medios de formación que se le brinden.

Durante el tiempo de actividad plena, encuentra ocasiones para renovar el sentido religioso-pastoral de su vida y capacitarse para hacer su trabajo con más competencia.

Se siente, además, llamado a vivir con preocupación formativa cualquier situación, pues la considera tiempo favorable para crecer en su vocación. (R 10.19.99-102)



1 Mc 3,14.

2 Jn 16,13.

3 Flp 4,8.

4 CIC, can. 642-645; 1019 1054

5 CIC, can. 647,3; 648; 649,1.

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