269-275-Misiones-Cap 06


269-275-Misiones-Cap 06

1 Page 1

▲back to top
CAPÍTULO 6
MISIÓN: AVENTURA
Los padres fundadores de JM pensaron en la revista como sus-
tituto de otras lecturas románticas de aventuras que estaban enton-
ces en circulación, para satisfacer el deseo natural y legítimo de los
jóvenes por los relatos de héroes y aventuras. Al criticar la literatu-
ra común que los jóvenes tendían a devorar entonces, Bartolomeo
Fascie la llamó “volúmenes de aventuras de fantasía que la mayor
parte de las veces no tienen nada que ver con la realidad o incluso
con algo que se le parezca”. Y hablando de los efectos de tales lec-
turas en los jóvenes, el autor continúa diciendo que dejaban a sus
lectores “cansados y aturdidos, con la mente completamente excita-
da, poblada de todas esas extrañas fantasías, lejanas y diferentes de
todo lo que les rodea y les afecta en la vida diaria”. Para sustituir
este tipo de lectura vana y dañina, JM propuso presentar en sus
páginas las verdaderas y reales aventuras de los heroicos misioneros
en tierras extranjeras. Anticipando los resultados de tal tipo de lec-
tura, Fascie observa:
Debido a ese tipo de lecturas estaba bien asentado en los corazones
de los jóvenes un gran incentivo, una imperiosa necesidad de realizar
buenas obras y una imitación motivada por el afecto y que se tradu-
cirá en un impulso para asociarse en el deseo a las hazañas reales con
el apostolado de los misioneros tan lleno de lo que se puede calificar
como atractivo1.
La vida del misionero: una aventura continua
Según la visión de JM, el misionero no va en busca de aventu-
ras. Las aventuras forman simplemente parte de su vida, del día a
____________________
1 FASCIE B., Il nostro programma, en GM 1 (1923) 1, 2.

2 Page 2

▲back to top
270
Visión de las misiones salesianas: 1923-1967
día, realizando sus deberes misioneros. Él vive entre una población
primitiva, adoptando los estilos primitivos de su vida. La vida del
misionero es, ante todo, una aventura en aprender de la población a
la que sirve y de sus costumbres. El ponerse en contacto con grupos
y culturas desconocidos incrementa el elemento de descubrimiento
y de aventura, así como las condiciones primitivas en las que el pro-
pio misionero vive en las tierras de misión, en viviendas similares a
las de la población indígena, exponerse a las mismas sorpresas y
peligros a las que otros se exponen constantemente, los extensos
bosques que tiene que cruzar en sus viajes misioneros deparan ele-
mentos de sorpresa. Y cuando esos bosques son el hábitat de anima-
les salvajes, según las presentaciones que suele hacer JM, entonces
los misioneros pueden esperar algunos desagradables encuentros
con algún animal salvaje en cada uno de sus viajes. En otras zonas,
como en las misiones de China, hay en ocasiones, otra posible fuen-
te de aventura real: caer en las manos de los piratas y bandoleros que
vagan libremente en la región. Y a ésta se añade la aventura de ense-
ñar la fe cristiana y sus diferentes modos de respuesta a las ense-
ñanzas del misionero. No hay fin para las aventuras en la vida del
misionero2.
Misiones: una tierra que ofrece oportunidades
para heroicas aventuras
En el número de octubre de 1923 aparece un artículo de Carlo
Crespi sobre los diferentes tipos de cocodrilos encontrados en la
misión de Guayas, en Sudamérica. Para aquellos lectores que ado-
ran la aventura, el misionero observa que uno de los deportes favo-
ritos en la región era la de cazar esos terribles monstruos3. Para un
joven de Italia, esos tipos de deportes serían algo típico de una tie-
rra lejana, algo que pertenecía a la fantasía y la imaginación. ¡Pero
en la misión, no sólo era real, sino algo casi a la mano!
Siguiendo el mismo estilo de presentación, JM publica en
agosto de 1926 el artículo de Ravalico sobre las diferentes fases de
____________________
2 Cfr. DEPONTI G., Avventure missionarie, en GM 1 (1923) 8, 123-125.
3 CRESPI C., I coccodrilli del Guayas, en GM 1 (1923) 9, 132-133.
Misión: aventura
271
una expedición para cazar elefantes. No es que los misioneros se
dediquen a practicar tal deporte, sino que dichas actividades se rea-
lizan en la región donde él vive y trabaja. Éstos son los tipos de
diversiones reales que las tierras de misión deparan a la juventud
genuinamente aventurera4.
El número de octubre de 1932 publica un informe de un en-
frentamiento heroico de dos jóvenes africanos con un leopardo en la
misión de Kaiambi, en África central. El leopardo salió del bosque
mientras los muchachos estaban trabajando en los campos y les
atacó. Los chicos, en lugar de huir se enfrentaron al animal salvaje,
hasta que, finalmente, el leopardo se rindió y volvió al bosque5. Así
que nadie necesita adentrarse en los bosques para tener encuentros
con los leopardos. A pesar de que JM no dice que esos encuentros
sean comunes, los informes apuntan a que tampoco son raros los in-
cidentes diarios en las tierras de misión.
En julio de 1961, JM publica un interesante relato del encuen-
tro de Mike Tsalikis, un cazador de serpientes, con una anaconda, en
un frondoso bosque de América del Sur. ¡Acompañan al informe
fotos reales del evento! Tsalikis tuvo que tener un coraje e incluso
una fuerza física extrema para no ser derrotado por la serpiente. El
caso del que JM informa seguramente no es una de esas aventuras
diarias de los misioneros. Pero la intención del artículo parece retar
a los jóvenes que anhelan esos actos de heroísmo. Y las misiones
ofrecen esas oportunidades6.
____________________
4 Cfr. RAVALICO L., La caccia degli elefanti, en GM 4 (1926) 8, 150-152.
5 Cfr. EDVIGE, Fra gli artigli del leopardo, en GM 10 (1932) 10, 183-184. Siro
Righetto, misionero en Krishnagar, narra en agosto de 1933 el encuentro de uno de
los aldeanos con un tigre de Bengala. El hombre fue asaltado por el tigre en su
camino a casa. Pero una vez más, el aldeano se defendió valientemente y desespe-
radamente con sólo un palo grande, hasta que los demás aldeanos le escucharon gri-
tar en alto e incluso el misionero, que resultó estar en la aldea ese día, vino a su res-
cate y el tigre desapareció en el bosque. Cfr. RIGHETTO S., A tu per tu con la tigre,
en GM 11 (1933) 8, 180.
6 Cfr. KURI S., Un anaconda, un cacciatore, una Rolley, en GM 39 (1961) 7,
22-27.

3 Page 3

▲back to top
272
Visión de las misiones salesianas: 1923-1967
Los viajes misioneros: principal desencadenante
de ocasiones de aventura
Según los numerosos relatos de JM, el hecho de que los misio-
neros estén constantemente viajando es lo que les proporciona más
ocasiones de vivir aventuras. Luigi Mathias, en julio de 1923, afir-
ma que “las aventuras forman parte de la vida de todos los misione-
ros”. Expone los siguientes razones para la presencia de aventuras
en la vida del misionero: los diferentes medios que el misionero
emplea para sus visitas regulares a las aldeas, los animales salvajes
que vagan por el bosque que los misioneros tienen que cruzar para
llegar a esos asentamientos, la falta de carreteras e incluso de cami-
nos en regiones del interior. Mathias sigue diciendo que las aventu-
ras no acaban incluso cuando el misionero llega a la población cató-
lica. Mientras Gil, misionero en Assam, dormía en una de las casas
de una aldea católica, un tigre salió del bosque y asustó a uno de los
toros que estaba tirando de su carro7.
El vehículo que utiliza el misionero, la falta de carreteras y sus
condiciones miserables, cuando éstas existen, suelen ser otras fuen-
tes de aventuras8. Algunas veces, es fácil tener estas aventuras. Los
misioneros se pierden en bosques frondosos que tienen que cruzar,
les pillan las lluvias torrenciales de la región, tienen que pasar la
noche en bosques habitados por varios tipos de animales salvajes,
____________________
7 Cfr. MATHIAS L., Nelle piantagioni di tè, en GM 1 (1923) 6, 90. El modo de
narrar no intenta impresionar a los lectores debido a las grandes dificultades a las
que los misioneros tienen que enfrentarse. El comentario de Mathias, en lugar de
eso, apuntaría al hecho de que los misioneros no dan gran importancia a estas aven-
turas diarias, sino que se las toman con bastante naturalidad e incluso les divierte
esa dimensión aventurera de su vida. Evidentemente la intención del autor es mos-
trar cómo abundan las aventuras en las misiones e invitar a los jóvenes amantes del
riesgo a aventurarse en esas tierras.
8 En noviembre de 1928, JM publica un largo e interesante relato del viaje de
Cesare Albisetti y varios de sus compañeros bororos en un vehículo antiguo, desde
Cuyabá a la colonia bororo de Sangradouro. El vehículo tuvo que vadear los ríos
de la región y pasar a través de un terreno intransitado. ¡En un punto del camino
vuelca! Pero el grupo continúa manteniendo su optimismo e intenta hacer que el
vehículo se vuelva a mover y llegue a su destino. El informe es una lectura intere-
sante. Cfr. ALBISETTI C., Incidente di viaggio, en GM 6 (1928) 11, 215-217.
Misión: aventura
273
refugiarse en ocasiones en algunas cuevas y allí tener la desagrada-
ble visita de tigres o leopardos. Incluso viajes sencillos deparan
alguna sorpresa y aventuras al misionero9.
La descripción de A. Pianazzi en el número de julio-agosto de
1945 presenta una imagen general de los viajes del misionero y las
aventuras que les deparan. También apunta al carácter ordinario de
esas aventuras y la forma en que los misioneros las consideran.
Pianazzi escribe:
Tales excursiones también son emocionantes y divertidas. La maravi-
llosa fertilidad del suelo, cubierto con bosque denso, siempre verde,
tiene una apariencia majestuosa y solemne. Se puede viajar durante
todo el día a través de los densos e inacabables bosques, lejos de
todos los seres humanos, con un silencio profundo roto sólo por el
piar de los faisanes y otras aves del bosque, por los gritos de los
monos y el ruido de las carreras de los ciervos. Se suele encontrar las
huellas de otros habitantes menos agradables de los bosques, zonas
de jungla cubiertas de grandes y redondas huellas que señalan el ras-
tro de tropas enteras de elefantes, esqueletos medio devorados con los
principales huesos rotos que indican la poderosa dentadura del tigre.
En estos viajes solemos toparnos con cierto tipo de animales mucho
menos amigos del hombre, como las serpientes y otros. Por la gracia
de Dios, hasta ahora hemos logrado escapar de todos los peligros10.
____________________
9 Cfr. Maria Ausiliatrice accompagna le sue missionarie, en GM 6 (1928) 12,
228-229; POGGIONE C., Sperduti nella foresta, en GM 11 (1932) 3, 81; VIGNA G.,
Aspetti poetici della vita missionaria nell'Equatore, en GM 9 (1931) 9, 168-169;
ALGERI, L., Notte memoranda, en GM 12 (1934) 8, 144-148. CARLETTÌ E.,
Nell’inferno verde, en GM 13 (1935) 7, 133-135; 13 (1935) 8, 148-149; 13 (1935)
9, 174-176; 13 (1935) 10, 192; VIGNA G., Dalle Ande alle Amazzoni, en GM 15
(1936) 10, 160-162; Avventure di viaggio, en GM 17 (1939) 8, 154-155; DE AMICIS
A., Missionari in trappola?, en GM 18 (1940) 2, 18-19.
10 PIANAZZI A., Nella terra dei garo, en GM 23 (1945) 7-8, 76. Incluso en el
período final, las historias de aventuras que vienen de las misiones, especialmente
de Assam, tienden a centrarse en el misionero o en los encuentros de otras personas
con los animales salvajes durante sus largos viajes a través de los bosques. A veces,
para salvar a la gente de la amenaza de esos animales salvajes, los propios misio-
neros se encargan de cazar esas bestias salvajes, arriesgando su propia vida. Pero la
mayor parte de las veces, esos encuentros no son deseados ni buscados por los
misioneros. Cfr. RAVALICO L., Con gli elefanti dell'Assam, en GM 14 (1936) 2, 31;

4 Page 4

▲back to top
274
Visión de las misiones salesianas: 1923-1967
Consecuencias de las aventuras:
el verdadero heroísmo de los misioneros
Aunque se puede hablar de un cierto romanticismo en los
informes de las aventuras, JM no las presenta como el principal mo-
tivo para ir a las misiones o para presentar a los misioneros como
verdaderos héroes. Lo que hace a los misioneros grandes héroes no
son las aventuras que tienen que afrontar sino los sacrificios que tie-
nen que hacer para cumplir con su vocación misionera, las privacio-
nes que tienen que aceptar en el campo de misión real, el trabajo dia-
rio, duro, monótono, y que con frecuencia pasa desapercibido que lo
realizan, la dedicación desinteresada a la salvación de almas, el
lento y paulatino martirio al que ellos se someten11. En el número de
JM de mayo de 1940, el editor, presentando a los misioneros como
héroes verdaderos, apunta a lo que les hace grandes héroes, cuando
escribe:
“Los misioneros, tanto hombres como mujeres, son los grandes bene-
factores de la humanidad y casi siempre grandes héroes, héroes de
caridad de amor, de servicio, de compasión, de continuo trabajo duro.
Pero son héroes humildes que se dedican a hacer mucho bien pero de
una manera oculta. Muchas razas deben su civilización al trabajo de
esas personas humildes”12.
____________________
L’ultimo addio, en GM 29 (1950) 1, 10-11; TOGNOCCHI, M., Caccia grossa, en GM
32 (1954) 10, 4-7; L’attacco del leopardo, en GM 33 (1955) 1, 17; TOGNOCCHI M.,
La tigre in agguato, en GM 34 (1956) 6, 16-17; TOGNOCCHI M., A quattr’occhi con
la tigre, en GM 39 (1961) 7, 30-41; Missionari nei guai, en GM 43 (1965) 1, 34;
VENTUROLI G., La tigre rispetta i cristiani, en GM 45 (1967) 7, 4-8.
11 Cfr. GARNERI D., L’eroismo dei missionari, en GM 2 (1924) 7, 97-98.
12 Nel dolce mese, en GM 18 (1940) 5, 65. En marzo de 1967, con ocasión del
fallecimiento de los astronautas estadounidenses Grissom, While y Chaffee, que
murieron en la misión del Apolo, hablando del heroísmo de esos tres hombres y del
sacrificio que hicieron, JM no duda en comparar a los misioneros con estos gran-
des héroes. Como estos astronautas, los misioneros también son hombres excep-
cionales, entregados a una arriesgada misión, pero dedicados a llevar la misión a un
resultado con éxito. El hecho es que JM escribe esto de los misioneros: “Son hom-
bres excepcionales también, dedicados a una misión muy difícil y arriesgada, lan-
zándose a tierras lejanas, en general salvajes y llenas de dificultades, entre perso-
nas que hablan un idioma diferente, tienen costumbres y maneras de pensar dife-
rentes de las de los misioneros, en general hostiles o por lo menos indiferentes a la
presencia de los mismos misioneros”.
Misión: aventura
275
Por lo tanto, el misionero, tal y como lo presenta JM, no es un
hombre en busca de aventuras en los bosques y en los ríos, con los
animales salvajes y las serpientes, encontrándose con piratas y ban-
doleros. Estos acontecimientos ocurren en su vida, por su dedicación
a salvar a las personas abandonadas y desesperadas en tierras extran-
jeras. No ostante, esas aventuras contribuyen a hacer la vida del
misionero interesante, fuera de lo ordinario y llena de sorpresas.
Conclusión
La vida tiene diferentes colores y sombras. No todos los seres
humanos se sienten atraídos o repelidos por los mismos colores. ¡Cada
uno la vive según su propio carácter! También es cierto que a veces la
atracción hacia las grandes cosas empieza con una fascinación por
algunos aspectos menores de la misma realidad. De alguna manera
todo el mundo tiene su propio camino que recorrer incluso cuando los
objetivos parecen ser los mismos. ¡Y eso es lo que hace bello al mosai-
co humano! Muchos jóvenes pudieron sentirse atraídos por la dimen-
sión aventurera de la vida de un misionero para lanzarse al campo de
misión real. ¡Más adelante, la vida les llevaría a lo que es lo principal!
La presentación de las dificultades que los misioneros tenían
que afrontar en tierras lejanas preparó la mente de los jóvenes para
ese tipo de vida. Les inculcó una mentalidad. Cuando en el campo
real ellos se encontraban con parecidas circunstancias, no se sentían
engañados, al contrario, estaban preparados para afrontarlas con
coraje y espíritu aventurero. La vida en las misiones nunca ha sido
fácil ni cómoda, y, por lo tanto, esas narraciones de aventuras de los
misioneros, incluso cuando estaban teñidas de romanticismo de
alguna manera, han mostrado las dificultades reales y la dureza de
la vida misionera y han hecho más fuertes los espíritus de los jóve-
nes. Tenían evidentemente una finalidad.
La alegría y el desenfado no tienen que ser excluidos de las
empresas más graves y serias. El peso de una cruz cargada sobre un
espíritu aventurero no perderá su mérito ni su eficacia. Por su parte,
es más aceptable e incluso bienvenida. La seriedad en el compromi-
so ciertamente no quita la alegría a la vida, ¡tal vez la añade! Incluso
las alegrías se viven a un nivel más profundo.