193-230-Misiones-Cap 03


193-230-Misiones-Cap 03

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CAPÍTULO 3
VISIÓN SALESIANA DE LAS MISIONES:
DA MIHI ANIMAS
En este capítulo, el presente estudio entra en lo que se llamaría
exactamente la parte crucial del tema que estamos analizando. ¿Cuál
era la visión que JM transmitía a los jóvenes lectores? ¿Cuál era la
mentalidad que los grandes misioneros de esa época adquirieron de
las páginas de esta publicación, las cuales les hicieron capaces de
tan gran heroísmo y en qué términos humanos sacaron lo mejor de
sí mismos?
El interés de este estudio reside en la mentalidad reflejada en
las páginas de la revista. Pese a que se reconoce el papel indispen-
sable de la formación de los misioneros en el propio lugar de desti-
no, antes de ser enviados al campo real del apostolado, se propor-
cionaba anticipadamente de alguna manera a los jóvenes misionero-
suna una preparación mediante el material que se les transmitía a
través de las páginas de JM.
El aspecto de la obra misionera que ha recibido mayor atención
por parte de la revista fue sin duda el la de “salvación”. Si la “sal-
vación de las almas” era el motivo que animaba la vida y la activi-
dad de Don Bosco, esta dimensión de su espíritu encontró su más
clara expresión en las misiones. Este celo por las almas, sin el cual
los salesianos perderían su particular identidad, encontró un hori-
zonte singular y claro en los campos misioneros de América del Sur,
Asia y África. Y el mismo motivo que animaba al padre, motivaba
también a los hijos hasta el punto de convertirlos en personalidades
de calibre superior.

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Visión salesiana de las misiones: 1923-1967
La salvación de las almas
En su primera página, JM habla del trabajo de las misiones
como “la más bella de las obras”1. Bartolomé Fascie, en la presenta-
ción de la naciente revista a sus lectores y analizando lo que él llama
el programa de la publicación, invita a éstos a unirse a los misione-
ros y a formar parte de “una obra monumental de caridad”2. El cen-
tro del apostolado misionero que, según JM, añade a este ministerio
su brillo especial y su grandeza, es obviamente el hecho de que el fin
de las misiones es sólo y principalmente la salvación de las almas.
El editorial del número de mayo de 1942 puede citarse como la
descripción de la mentalidad de la época en relación a cómo se iden-
tifican misión y salvación de las almas3. Dice:
“El fin de la misión es la salvación. Miles de personas, perdidas en el
error, caminan hacia el abismo de la perdición. Para ellas el camino
de salvación y de paz permanece cerrado. Precisamente se les invita
a seguir este nuevo camino de vida a través de la acción de los misio-
neros. [...] La obra de los misioneros consiste exactamente en com-
batir a Satán, debilitarlo y expulsarle de los lugares que poseía desde
hace tiempo. Los misioneros liberan a muchas personas que nacieron
y crecieron en el error y en el vicio. Liberan naciones enteras que se
han acostumbrado tanto a sus maneras salvajes, en las cuales preva-
lecen sus tradiciones, instituciones sociales, prácticas religiosas,
leyes y costumbres relacionadas con la vida colectiva e individual.
¿Quién puede evaluar correctamente el daño que ha traído la supers-
tición y la perversión a esas pobres naturalezas hoy desde hace tantos
siglos? Es el misionero quien les ha sacado del fango en el que esta-
ban ahogándose y los ha liberado de sus errores que casi anulaban en
esas pobres criaturas la imagen del Creador4.
____________________
1 In confidenza, en GM 1 (1923) 1, ii.
2 FASCIE B., Il nostro programma, en GM 1 (1923) 1, 2.
3 Obviamente este editorial surgió casi dos décadas después del inicio de la
revista. No es que la idea contenida en este editorial sea algo que se haya desarro-
llado en el transcurso de dos décadas. Se pensaría que la convicción ya existía desde
el principio de la publicación. Vino a ser simplemente expresado con total claridad
y más exhaustivamente en este editorial particular.
4 Una grande missione, en GM 19 (1941) 6, 81-82.
Visión salesiana de las misiones: Da mihi animas 195
La imagen del mundo no cristiano
JM era hija de su tiempo. Refleja la visión del mundo no cris-
tiano existente en la primera mitad del siglo XX, pero que tenía sus
raíces en la mentalidad de los siglos XVIII y XIX. Este principio,
después aceptado y apasionadamente defendido por la autoridad
docente de la Iglesia, afirmaba que no había salvación fuera de ésta.
Se pensaba que el bautismo era la única vía para la pertenencia a la
Iglesia, la comunidad de los destinados a la salvación. También esta-
ba ampliamente aceptado que la Iglesia era el agente de civilización
y en consecuencia cualquier cosa fuera de la Iglesia se consideraba
incivilizada. Territorialmente hablando, se consideraba que sólo
Europa era civilizada mientras que el resto del mundo permanecía
incivilizado.
JM observa el mundo a través del prisma de la redención rea-
lizada por Cristo en su pasión y muerte. Jesús en la cruz dio su vida
por la redención del mundo entero. Pero el hombre participa en esta
redención aceptando personalmente a Jesús, aceptación manifestada
en el Bautismo y, por lo tanto, convirtiéndose en miembro de la
Iglesia. En esta visión del mundo, la totalidad de la humanidad se
divide en dos grupos distintos: los bautizados, y en consecuencia,
salvados, y los no bautizados y, en consecuencia, no salvados5.
Otro artículo de la fe católica que conforma la naturaleza de las
diferentes visiones de la revista es que aquélla es la única religión
verdadera. Y esto lleva a la consecuencia natural de considerar a
todas las demás religiones como no verdaderas y, por lo tanto, inca-
paces de conducir a sus fieles a Dios y a la salvación eterna. JM, en
línea con la mentalidad de los tiempos, califica las religiones paga-
nas como idolatría e incluso como culto al diablo. En una carta a la
Madre General, G. Berra, una hermana misionera en Assam, habla
de la gran piedad religiosa del pueblo de Guwahati. Pero entonces,
para los misioneros, todo el culto era desafortunadamente dirigido al
demonio. Ella escribía:
____________________
5 No se discute en JM acerca de la salvación de los no bautizados. JM simple-
mente presenta a los no bautizados como parte de la humanidad no salvada, porque
no se ha beneficiado de la pasión y muerte de Jesucristo.

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Visión salesiana de las misiones: 1923-1967
“¡Contemplad a los musulmanes, arrodillados en sus alfombras de
colores, con sus caras en dirección al sol poniente y con sus manos
levantadas rezando! ¡Contemplad la procesión diaria por la tarde de
hombres y mujeres, jóvenes y niños que descienden los escalones que
conducen al agua del río, vestidos con sus mejores atuendos, ellos
bajan muy ordenados cantando acongojados cantos fúnebres, se arro-
dillan cerca del agua, introducen su mano y se rocían con ella según
el rito de las abluciones! ¡Qué dolor siente mi corazón al ver a esa
muchedumbre rindiendo honores a Satán! ¿Cuándo esas rodillas se
doblarán ante el verdadero Dios y le rezarán adorándole con fe y
amor?6
El maligno no sólo es el amo del culto pagano, sino según
algunos informes antiguos, parece que la impresión que JM tenía del
mundo no cristiano era que se trataba de un espacio donde el diablo
se había hecho con su territorio y donde sus oficiales perpetuaban su
reino. Es sin duda doloroso lo que Giovanni Fergnani, misionero en
India, escribe en el número de junio de 1923, informando de algu-
nos casos de posesión del espíritu maléfico y lo que el padre Meder-
let, otro misionero en India, estaba haciendo para socorrer a las víc-
timas del poder del mal. El autor recalca: “¡Los espíritus malignos
moran en las naciones paganas como si fueran su propia casa!”7 Las
___________________
6 BERRA G., Prime impressioni a Gauhati, en GM 2 (1924) 3, 38. Otro artículo
en el mismo número de JM, aunque no habla directamente de la religión pagana de
China como culto al diablo, se refiere a ésta en unos términos parecidos. En ese artí-
culo, V. Bernardini narra la historia de un joven que fue aceptado en el Instituto
Salesiano de Macao y en el transcurso de su estancia con los salesianos aceptó el
bautismo. Este joven se caracterizaba por un gran afecto a su madre. El autor seña-
la que la mayor alegría del muchacho era volver a casa durante los días de vaca-
ciones. Pero tras su bautizo, el joven, por la convicción de que una persona bauti-
zada no podía vivir en la misma casa donde la familia adoraba al diablo, sacrificó
incluso lo que para él era tan importante: ver a su querida madre. Cfr. BERNARDINI
V., Il missionario della propria mamma, en GM 1 (1923) 3, 41-42.
7 FERGNANI G., Gli scherzi del diavolo, en GM 1 (1923) 5, 74. Otro misionero,
G. Cucchiara, habla de la situación en China de una manera muy parecida. En
marzo de 1924 escribió: “El diablo es casi el indiscutible señor de China. Se sien-
te su presencia por todos los lados: en las miles de pagodas, en los innumerables
ídolos, en los misteriosos ritos supersticiosos, en las costumbres y en las obras y
palabras de sus adoradores”. CUCCHIARA G., La rabbia del demonio, en GM 2
(1924) 3, 43. Esta presentación del mundo pagano situado bajo el tiránico
Visión salesiana de las misiones: Da mihi animas 197
opiniones de los misioneros a cerca de los sacerdotes de las religio-
nes locales es que son nada más ni nada menos que agentes del
maligno. De hecho, Fergnani representaba a un faquir hindú como
“uno de aquellos desafortunados que en la India son dóciles instru-
mentos del seductor maligno”.8
En consecuencia, además de la simplista división del mundo
entre salvados y no salvados, había otra división entre los dos rei-
nos: el de Dios y el del poder maligno. El mundo salvado es sinóni-
mo del Reino de Dios y los no salvados significaban el Reino del
mal. El uso del concepto de los dos reinos trajo el elemento de un
conflicto entre ambos, una guerra que duraría hasta el final de los
tiempos y culminaría en la victoria decisiva del Reino de Dios sobre
el Reino del diablo. Con esta perspectiva, la imagen de la misión que
emerge es la de conquistar almas al poder del maligno y hacerlas
sujetos miembros del Reino de Dios. De acuerdo con esto, cada
misionero es un conquistador, un capitán justo y pacífico que dirige
a su ejército de una conquista a otra9. Él rescata almas de la tiranía
_____________________
dominio del maligno forma lo que sería un telón de fondo de las diversas presen-
taciones de los pueblos indígenas en JM. Es eldominio del diablo la causa de varias
costumbres inhumanas existentes en numerosas naciones. El espíritu de venganza
entre los grupos aborígenes de América Latina, la práctica del canibalismo pre-
sente en muchas tribus de África, el sistema de castas en India, el absoluto desor-
den y confusión social en China, la adhesión al culto a los ancestros que cierra el
corazón a la fe católica podrían ser vistos todos ellos en esta perspectiva de un
mundo controlado por los poderes del maligno. Pese a que esta aseveración no se
repite con tanta frecuencia, está claro que este modo de ver el mundo pagano es
fundamental para la visión de JM sobre las misiones. En algunos artículos JM no
duda en realizar afirmaciones abiertamente sobre este dominio despótico del dia-
blo en el mundo pagano. Por ejemplo, en el editorial de septiembre de 1933,
hablando sobre la urgencia de trabajar por el clero indígena en las misiones, el edi-
tor se refiere a las tierras de misión como “regiones que todavía quedan bajo el
dominio tiránico de Satán”. Il clero indigeno e le speranze della Chiesa, en GM 11
(1933) 9, 194.
8 FERGNANI G., Gli sherzi del diablo, en GM 1 (1923) 5, 75. Prácticamente igual
es la descripción que da de los bonzos JM en otros países asiáticos. En una peque-
ña narración que en realidad se refiere a la conversión de un bonzo a la fe cristia-
na, hablan de los bonzos como de “sacerdotes del diablo”. L’Ave María del bonzo,
en GM 15 (1937) 5, 74.
9 Cfr. Con gli eroi della croce, en GM 4 (1927) 2, 36.

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del mal en esta vida, y de la condena eterna en la otra. Por lo tanto,
la única orden para todo el ejército de misioneros es ¡conquistar
almas para Cristo! Éste es el lema de todo ideal misionero,”10 escri-
be el editor en el número de marzo de 1937 de JM.11
Otra imagen que se utiliza constantemente en referencia al
mundo cristiano en relación con el pagano es la de la luz y la oscu-
ridad. El mundo cristiano tiene en Cristo su verdadera luz que ilu-
mina todos los aspectos de la vida (cfr. Jn 8:12). Pero el mundo
pagano, al ser privado de esta luz, vive en la oscuridad. No sólo no
tienen la luz de la revelación para conocer al Dios verdadero y la
única manera de salvación sino que también el reino del mal, que
se extiende sobre ellos, les ciega para no ver lo que de otra mane-
ra sería fácilmente alcanzado por la razón humana. Las diferentes
prácticas inhumanas existentes en las tierras de misión reafirman la
convicción de que esas poblaciones viven en una oscuridad casi
total.
Los misioneros tienen una profunda convicción de que la
población indígena de las misiones está esperando la luz de la fe y
la civilización. Cesare Albisetti habla de los salvajes bororos en
marzo de 1923 como “esos pobres niños del bosque que esperan de
nosotros la luz de la fe y de la civilización”12. La tiranía del maligno
y la consecuente oscuridad que domina la vida de los paganos es
algo que se les impone a ellos. No es que las personas sean malas,
sino la esclavitud cruel a la que están sujetas. Así que la batalla de
los misioneros no es contra la población indígena, como fue con los
colonizadores. El compromiso del misionero es a favor de las pobla-
____________________
10 Il filo conduttore, en GM 15 (1937) 3, 33.
11 En el período posterior a la Segunda Guerra Mundial se suaviza el tono del
concepto de conquistar almas. De hecho, en un artículo de 1962 se resalta que los
misioneros no son como los colonizadores enviados a conquistar tierras extranje-
ras. En lugar de eso, han venido a llamar a personas de todas las razas para que
formen parte de la gran familia de Dios. Ésta es la auténtica vocación de todas las
razas, formar un único pueblo en Cristo. Cfr. Uniti nell'amore di Lui, en GM 38
(1960) 9, 3. Pero de alguna manera la idea persiste y no desaparece completa-
mente.
12 ALBISETTI C., Quant’è buono il Signore, en GM 1 (1923) 2, 26.
Visión salesiana de las misiones: Da mihi animas 199
ciones paganas, contra los poderes de la oscuridad, para liberarlas de
dicha tiranía cruel. Como seres humanos destinados a la felicidad
eterna, los propios paganos anhelan ser liberados, ser iluminados,
para encointrar el camino de la salvación eterna. Por lo tanto, la ima-
gen que emerge es la de un mundo necesitado desesperadamente de
alguien que les socorra. En relación con los casi dos billones de per-
sonas no bautizadas en el mundo, en julio de 1942, JM subraya que
“desprovistos de luz, sedientos de verdad y justicia, los no creyen-
tes esperan una mano generosa que les desate las ataduras de la
superstición y el error y les lleve a los verdes pastos de la redención
y la vida”13.
Como la verdadera felicidad de la persona consiste en el co-
nocimiento y servicio del único Dios verdadero, el mundo pagano
se muestra carente desde sus fundamentos de la verdadera alegría.
La situación de los no bautizados es de tristeza y total abandono.
Todo lo que las religiones paganas les pueden ofrecer es miedo,
inquietud, conflictos internos y externos. Sin embargo, con fre-
cuencia esta situación se presenta ante ellos sin ser culpables. Ellos
nacen en ella, viven en ella y mueren en ella. Un artículo de una
HMA de octubre de 1927 refleja este sentido de total abandono de
los paganos. Hablando de sus impresiones sobre su vida misionera
en Assam, escribe: “Cuántas almas infelices nacen, viven y mue-
ren en un abandono total: material y moral, sin conocer a su
Creador, sin ser capaces de amarle porque no tienen a nadie que les
guíe a Él”14.
Más patético es lo que Ravalico escribe en julio de 1952:
“El paganismo es la religión de la desesperación. En el rostro de los
paganos –sean hindúes, musulmanes o animistas–, uno busca, en
____________________
13 Ho sete, en GM 19 (1941) 7, 97. Ciertamente ésta es la percepción natural de
una persona que es ferviente en su fe y reconoce el valor de la redención en Cristo.
En las misiones actuales, el misionero no encuentra esta sed de verdad, esta sed de
salvación entre la gente. Frecuentemente se encuentra con una indiferencia general,
y a veces su presencia y su actividad no es aceptada. No es que JM no hable de estas
realidades a pie de calle. Pero prefiere proyectar la percepción del creyente del
mundo pagano.
14 Vita missionaria, en GM 5 (1927) 10, 190-192.

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Visión salesiana de las misiones: 1923-1967
vano, rastros de serenidad y alegría que sin embargo son normales en
los de nuestros cristianos. El pagano es triste y melancólico. Todos
sus actos e incluso sus canciones están llenos de esa tristeza que es la
fuente de ese sentido de retraimiento y fatalismo. Se siente oprimido
por un ser que es despiadado y cruel. Teme y está aterrado por una
multitud de espíritus malignos que le persiguen constantemente y
desconoce cómo ganarse sus voluntades adecuadamente”15.
La figura del misionero
En esta visión general del mundo pagano, JM describe al
misionero como el personaje que se dedica a este mundo pagano. Es
su percepción de este mundo y de sus necesidades básicas lo que
determina su respuesta, su actividad. Él es quien trae la salvación al
mundo que necesita ser salvado. Él es el auténtico conquistador de
almas, que las libera de la tiranía del maligno. Él es quien lleva la luz
y la alegría al mundo. Su misión es la del mismo Cristo, salvar al
mundo.
El salvador de almas
JM presenta la salvación de las almas, regenerando a la pobla-
ción pagana en las aguas del bautismo, como la fuerza motriz que
impulsa la acción misionera de la Iglesia. La salvación de las almas
es el gran objetivo de toda la vida misionera. Es el ideal que da vida
al deseo del misionero de dedicarse a su misión. Es la poderosa
motivación que anima todo lo que hacen los misioneros. Les sostie-
ne en sus momentos de dificultad. Salvar almas es lo que determina
su vida.
Analizando algunas de las descripciones de JM, se deduce
inmediatamente la importancia que la revista da a la dimensión de
salvar almas. En noviembre de 1924 JM publica una carta de uno de
sus suscriptores en la que el autor llama a los misioneros “los que
sacrifican todo por ganar almas para Dios”16. A. Marescalchi, en su
____________________
15 RAVALICO L., Seminatori di gioia, en GM 30 (1952) 7, 4.
16 Una proposta, en GM 2 (1924) 11, 173. Sería simplista afirmar que esta ima-
gen fue creada solamente por JM. Si se tiene en cuenta el ambiente misionero gene-
ral de la época, la propaganda misionera de los diferentes grupos y congrega-
Visión salesiana de las misiones: Da mihi animas 201
drama en serie publicado en JM Quando Dio chiama define al mi-
sionero como “una persona que marcha lejos para convertir a los sal-
vajes”17. En enero de 1934, JM habla de los misioneros como los que
“están dispuestos a dejarlo todo para inmolarse por la salvación de
los no creyentes”18. Presentando el pequeño artículo sobre Domingo
Milanesio (1843-1922), misionero en Patagonia, Zucchetti escribe
en abril de 1944: “El misionero es otro Cristo que va de país en país
a predicar el Evangelio. Él es el Buen Pastor que corre en busca de
las ovejas para dirigirlas al seno de la Iglesia”19.
Don Renato Zigiotti, escribiendo a los lectores de JM en el
número de julio de 1955, apunta a la conversión de los no creyentes
como la única razón por la cual se necesitaban más misioneros,
especialmente en las naciones de Oriente20. El misionero, según la
proyección de JM desde su inicio hasta su final, es principalmente
un buscador de almas, no para ningún beneficio personal, sino para
ofrecerles la salvación y, por lo tanto, ampliar el Reino de Dios.
El único gran deseo del misionero, su más seria oración es que
todos sean bautizados, que todos sean salvados. La oración a Don
Bosco y a María Auxiliadora de los Cristianos, que concluye el
informe de Mons. Lorenzo Giordano sobre su viaje preliminar a Río
Negro, “Felices todos los que sean regenerados en las aguas del
Bautismo, y que sus hijos un día aprendan a amaros en miles de ora-
torios festivos”21, hace explícito no sólo el ferviente deseo del autor,
sino el de todo verdadero misionero.
Este deseo de salvar almas no es simplemente un anhelo, sino
una pasión y la fuerza motriz de todo lo que hace. En mayo de 1928,
JM publica un informe de sor Carolina Mioletti, una hermana de las
____________________
ciones religiosas y el ambiente religioso general en esos años, es más fácil com-
prender que era la imagen aceptada y popular de los misioneros en la Iglesia y en
la sociedad.
17 MARESCALCHI A., Quando Dio chiama, en GM 6 (1928) 1, 17.
18 Stelle, en GM 12 (1934) 1, 2.
19 ZUCCHETTI D., Gli itinerari di un missionario, en GM 22 (1944) 4, 37.
20 Cfr. ZIGGIOTTI R., Un appello dall’Oriente, en GM 33 (1955) 7, 23.
21 GIORDANO L., Primo viaggio di esplorazione, en GM 1 (1923) 2, 23.

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Visión salesiana de las misiones: 1923-1967
HMA que visita sus centros de las misiones de América del Sur.
Hablando de las grandes dificultades que las hermanas misioneras
aceptan con mucha alegría, la visitante afirma: “su único anhelo es
ganar almas y ofrecérselas a Jesús”22. Este ansia de almas de los
misioneros no es algo pasajero. ¡Es una pasión, es su única pasión!
Es dicha pasión por la salvación de las almas la que hace al misione-
ro capaz de aceptar todos los sacrificios que conlleva su vocación. JM
no minimiza las dificultades y sacrificios de la vida misionera. Entre
esos sacrificios, uno que todos los misioneros han de aceptar es la
necesaria separación de su familia y seres queridos23. El misionero es
llamado a romper con todos los lazos humanos, como señala JM. Es
tan grande la pasión por la salvación de las almas, por cooperar en la
misión de salvación del propio Jesucristo, que ayuda a los jóvenes
misioneros a superar el dolor natural de la separación definitiva24.
____________________
22 MIOLETTI C., Dalle suore a Macas, en GM 6 (1928) 5, 88.
23 Todos los misioneros tenían que abandonar sus hogares, sus familias y sus
patrias. Pero el sacrificio parecía ser todavía más agotador cuando tenía que reali-
zarse a una edad temprana. Incluso cuando viajar resultaba más fácilgracias a los
grandes transatlánticos de vapor, era una práctica común que cuando el misionero
abandonaba su hogar y su país, él lo dejaba en serio, con frecuencia sin esperanza
de volver. ¡Era una separación del hogar y de la patria definitiva y para siempre! La
separación era todavía más dolorosa cuando había padres mayores o enfermos. Pese
a todo, el heroico misionero aceptaba esta necesaria separación como parte de su
vocación misionera.
24 Cfr. BONARDI P., Giovinetti, pensate al missionario, en GM 1 (1923) 12, 195.
Con frecuencia esta generosidad se encuentra con la oposición de los padres y de la
familia, y casi siempre es incomprendida por las personas mundanas, especialmen-
te por aquellos que tienen sus ojos puestos en los bienes materiales. Por lo tanto, la
mayoría de las personas que viajaban con los misioneros en los mismos barcos no
entendían por qué estos jóvenes debían renunciar a todo lo valioso del mundo sólo
para salvar almas. Cfr. FOGLIA G., Accoglienze a Shillong, en GM 2 (1924) 3, 38;
CAVOLI A., Attraverso la zona nera, en GM 4 (1926) 6, 106-108. V. Barberis, en
mayo de 1925 hace notar que a los chinos en general les cuesta entender el motivo
de los misioneros en dejar a sus familias y sus países. Muy influenciados por el
amor al dinero y su avaricia por conseguir beneficio, no logran comprender por qué
los misioneros, tan inteligentes como son, deben dejar unas condiciones mejores en
sus países para vivir en la miseria de China. En su ignorancia, hay veces en que
rápidamente atribuyen motivos materiales a los sacrificios y actividades de los
misioneros. Cfr. BARBERIS V., A tu per tu con i cinesi, en GM 3 (1925) 5, 99-102.
Visión salesiana de las misiones: Da mihi animas 203
El motivo sobrenatural de la salvación de las almas no sólo
sostiene el sacrificio principal de romper con todos los lazos huma-
nos sino también toda la vida de los misioneros en tierras lejanas. El
traslado desde la patria a la tierra de misión es siempre un cambio
de la comodidad a la incomodidad, de la abundancia a la pobreza,
del desarrollo al atraso, de lo fácil a complicaciones de toda clase.
La salvación de las almas es la única y verdadera causa de esta elec-
ción aparentemente poco inteligente. Este aspecto de sacrificio está
muy presente en la vida del misionero que se convierte casi en sinó-
nimo de su empeño en salvar almas. En julio de 1929, después de
describir la dificultad de visitar las aldeas de la región montañosa de
Cherrapunjee, en las misiones de Assam, Giuseppe Farassino escri-
be: “¡Oh! Si no fuera por la salvación de almas por las que Cristo
ha derramado su sangre, ciertamente nadie vendría a pasar su vida
en esta bella pero difícil tierra”25. Éste es el sentimiento no sólo de
este misionero en Assam sino el de todos los misioneros que deja-
ban su tierra para trabajar por las almas en tierras lejanas subdesa-
rrolladas.
El misionero católico acepta las inclemencias del tiempo, los
incómodos hogares, el ambiente salvaje, las personas ignorantes e
incluso ingratas, se mezcla entre ellas, comparte sus modos de
vida, todo por ganárselas para Cristo. Y es bastante cierto, los
locales reconocen al verdadero embajador de Dios y, a través de él,
a la religión verdadera, por los sacrificios que el misionero es
capaz de hacer. Pablo Bonardi habla en diciembre de 1923 de
cómo el misionero acepta todos los sacrificios requeridos por su
apostolado, e informa de que las personas de la misión le comen-
taban: “¡Estamos convencidos de que tu religión es la verdadera
porque amas a los nativos y no lo haces por ser un trabajo!”26. En
marzo de 1937 un artículo de Cignatta, misionero en la India,
señala que los misioneros católicos aceptan no sólo los pequeños
____________________
25 FARASSINO G., Su e giù pel distretto, en GM 7 (1929) 7, 135.
26 BONARDI P., Giovanetti, pensate al missionario, en GM 1 (1923) 12, 193. Cfr.
también PILLA, L’appello celeste, en GM 13 (1935) 8, 158; CASIRAGHI L., Lettera
di un pioniere, en GM 37 (1959) 11, 26-28.

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Visión salesiana de las misiones: 1923-1967
y grandes sacrificios que implica la vida en la tierra de misión,
sino también el lento deterioro de su propia salud física y la gra-
dual reducción de su esperanza de vida, consecuencias de su apos-
tolado. Y según Cignatta, es sólo el misionero católico el que llega
a tales extremos y tan lejos por las almas. Escribe Cignatta: “Sólo
el misionero católico en general y el salesiano en particular acep-
ta perder su propia salud física y eso siempre para ganar almas
para Cristo, quien tenía preferencia por predicar el Evangelio a los
pobres”27.
Si la motivación de los misioneros de salvar almas es grande
en la marcha ordinaria de su ministerio, es aún más imperiosa en
el momento de la muerte del no creyente pues éste corre el riesgo
de condenarse eternamente. En esos casos nada parece lo sufi-
cientemente poderoso para apartarle del lado de la cama de la per-
sona moribunda. Horas de viaje cruzando bosques infestados de
animales salvajes, peligrosos cruces de ríos crecidos, temor a los
piratas, su propio cansancio físico, la lluvia, el insoportable calor
tropical, etc., sólo añaden brillo al celo misionero de asegurar la
vida eterna al moribundo. Y es un gozo especialísimo, de alguien
que ha ayudado definitivamente a una persona a alcanzar el cielo.
Esta alegría compensa todos los sacrificios que conlleva llegar al
moribundo28.
Además de ser “su único anhelo” y el motivo imperioso de su
vida de constante sacrificio, la salvación de las almas es algo a lo
que el misionero consagra su vida y en la que la consagración
encuentra su gozo y realización. En abril de 1925, Mons. Luis
Mathias informaba del fallecimiento de la primera HMA en Guwa-
hati, sor María Bricarello, y anunciaba que éstas fueron sus últimas
palabras: “He consagrado mi alma y mi cuerpo al Señor por la sal-
____________________
27 CIGNATTA N., La mercede dei conquistatori di anime, en GM 15 (1937) 3,
44-45.
28 Cfr. Vita missionaria, en GM 5 (1927) 10, 190-192; CASETTA G., Azione reli-
giosa, en GM 9 (1931) 8, 144; Un battesimo in un tempio buddista, en GM 20
(1942) 6, 52-53; CAVALLA C., Salvare un’anima, en GM 33 (1955) 4, 18; RAVALICO
L., La pista degli elefanti, en GM 45 (1967) 8-9, 16-19.
Visión salesiana de las misiones: Da mihi animas 205
vación de las almas. Desde mi viaje a la India en un gran trans-
atlántico, he renovado ante Él muchas veces este sacrificio de mi
vida”29.
Según la presentación de JM, dicha dedicación no era cuestión
de sólo unos casos particulares aislados. Era la reacción normal de
los misioneros. Liberados de todos los vínculos humanos e implan-
tados en una tierra extranjera, los misioneros estaban dispuestos a
entregarse completamente a su ministerio de salvar almas. Es muy
significativa la oración que Pietro Piacenza, misionero en Japón, se
decía que rezó ante la imagen de María Auxiliadora de los Cristia-
nos en la basílica de Turín antes de marchar a las misiones: “Que
mi nueva vida sea una continua inmolación de mi persona a Jesús
por la salvación de almas”30. En agosto de 1942, presentando la
figura de Angelo Rouby, sacerdote salesiano de Ecuador, y los difí-
ciles viajes que tuvo que llevar a cabo a través de bosques, ríos,
superando todo tipo de dificultades, JM informaba de lo que el
misionero mismo apuntaba como motivo de tales viajes sin fin: “¡El
deseo de ser de provecho a esas almas me hacen devorar el ca-
mino!”31
Podría parecer que el misionero se dedica por completo a la
causa de salvar almas y que ese aspecto impregna por completo su
visión de la vida. Como, según dicen, del mismo modo que el zapa-
____________________
29 MATHIAS L., La prima vittima della carità cristiana, en GM 3 (1925) 4, 82. Lo
que Mons. Mathias resalta sobre la vida de sor María Bricarello es que, trabajando
como enfermera en el hospital público de Guwahati, ella tuvo la alegría de bauti-
zar a 40 moribundos y por lo tanto asegurarles la salvación eterna. Y una vez más,
fue su anhelo servir a los enfermos y a los moribundos, que le provocaron varice-
la, de la cual murió a la edad de 35 años. Mons. Mathias hace notar que el misio-
nero es muy consciente de que se le requerirá incluso sacrificar la vida por el
Evangelio.
30 Il santo della strada, en GM 13 (1935) 9, 162.
31 Un apostolo dei kivari, en GM 20 (1942) 8, 68. Angelo Rouby en este caso
hablaba de una visita particular a una persona moribunda, de la dificultad del largo
viaje, que le motivó aceptar todo con alegría. Todo lo que una persona normal
podría calcular sólo en términos de fatiga, dificultades y sacrificio, los misioneros
lo calculan en términos de amor por Cristo y por las almas redimidas por su pasión
salvadora.

1.8 Page 8

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206
Visión salesiana de las misiones: 1923-1967
tero pone sus ojos en los zapatos, el misionero los pone en las almas.
En junio de 1926, presentando la narración de Antonio Cavoli sobre
el largo viaje desde Italia a Japón, JM observa que lo que impresio-
naba a los jóvenes misioneros era la población pagana de los dife-
rentes puertos de llegada, que tenían que ser evangelizados todavía.
Y la cuestión que de alguna manera atormentaba al grupo de esos
jóvenes misioneros era: “¿Cuándo se les predicará el Evangelio y
quién lo hará?”32
Esta dedicación a la misión es algo más que una simple expe-
riencia de su vida y su actividad. Está en primer plano, y él la vive
conscientemente todos los días. Y en sus conversaciones, tanto
públicas como privadas con las personas de la misión, él no se
arrepiente de sus motivos y convicciones. En marzo de 1926,
Stefano Ferrando, hablando de una celebración eucarística en una
de las aldeas cercana a Shillong, informa de los contenidos de la
predicación de Costantino Vendrame en esa ocasión. Consciente
de la presencia de muchos no cristianos que asistían a la función
o que estaban escuchando el sermón desde sus casas,Vendrame se
había referido al grupo de jóvenes misioneros, presentes en la
fiesta, que habían llegado de Europa y dijo:
¿Por qué estos misioneros han venido aquí? ¿Por su sed de oro? ¡No!
Han venido por vosotros. ¡Sí, por vosotros! Dios nos ha enviado para
proporcionaros la salvación. Porque hay dos caminos: uno que lleva
al infierno y el otro al paraíso. El cielo está reservado a los católicos
y el infierno para los otros que rechazan la gracia de Dios33.
____________________
32 Cfr. CAVOLI A., Attraverso la zona nera, en GM 4 (1926) 6, 106-108.
Obviamente esta preocupación por la salvación de las almas impregna la manera en
que los misioneros contemplan toda la realidad no cristiana. Por lo que los misio-
neros entregan su vida no es sólo civilización, progreso, coexistencia pacífica de
diferentes grupos étnicos. El misionero no se contenta con ser una persona buena.
La auténtica buena persona para él es aquella bautizada. Por lo tanto, es bautizar y
hacer discípulos de Cristo a lo que también dedica el misionero su vida entera en la
Iglesia católica.
33 FERRANDO S., Nel villaggio di Macolai, en GM 4 (1926) 3, 46.
Visión salesiana de las misiones: Da mihi animas 207
El misionero: el apóstol de Cristo, enviado
para establecer el Reino de Dios
Sería difícil distinguir entre salvar almas y establecer el Reino
de Dios en las tierras de misión. Lo segundo apunta más al verda-
dero Señor que envía a los misioneros, quienes, siguiendo sus órde-
nes, se entregaron a su labor. El amor de los misioneros por las
almas no es algo basado en simple filantropía humana, sino que
tiene sus raíces en el profundo reconocimiento, guiado por la fe cris-
tiana, del valor de la redención que trajo Jesucristo.
El misionero parte a las tierras extranjeras obedeciendo el man-
damiento explícito de Cristo: “Id, pues, y haced discípulos a todas
las gentes, bautizándolas en el nombre de Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo” (Mt 28:19). Su amor por las almas es un reflejo de
su lealtad a Cristo34.
JM presenta la relación del misionero con Cristo y su anhelo
para darle a conocer como la fuerza que sostiene la salvación de las
almas. Las memorables palabras con las que se dice que Mons. Ca-
gliero se dirigió a un grupo de benefactores reunidos para ver a los
misioneros partir desde el Puerto de Marsella: “Partimos con la
intención de dar a conocer a Jesucristo y que reine en los confines
del mundo”35, representan muy bien los sentimientos de todos los
misioneros que partieron a las lejanas tierras de misión.
Según Juan Siara, uno de los misioneros salesianos pioneros en
Australia, el misionero es aquel que hace suyos los intereses de
Cristo y de su reino. Y los intereses de Cristo que el misionero hace
profundamente suyos, lo motivan hasta el punto de arriesgar su vida
en muchas situaciones ordinarias y extraordinarias en las tierras de
misión. La consciencia de ser un ministro de Dios, un apóstol de
Cristo, enviado por la Iglesia para la conquista de almas para el
____________________
34 El fundamento de la obra misionera en el mandamiento del Señor es lo que se
refleja durante toda la vida de JM. Incluso los diseños de las portadas, especial-
mente de algunas de las primeras décadas, llevan en general las palabras del man-
damiento, insistiendo en esta orden de marcha divina al misionero.
35 GARNERI D., Ricordi della Patagonia e Terra del Fuoco, en GM 1 (1923) 9,
115.

1.9 Page 9

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208
Visión salesiana de las misiones: 1923-1967
Reino, provoca en el misionero un entusiasmo que a las personas
ajenas les parece rayano en la excentricidad, especialmente su acti-
tud temeraria frente a los diferentes peligros en tierras extrañas y
extranjeras36.
Según un artículo de Ravalico, este entusiasmo por los intere-
ses de Cristo y el ansia de conquistar naciones enteras para Él es
incluso más intenso que el que siente alguien que está de expedición
en tierras extrañas sólo para hacer fortuna. En un artículo publicado
en julio de 1930, describiendo su viaje a la India, Ravalico observa
que, junto con los misioneros, viajaban muchos otros en el mismo
barco a la India, pero como el autor señala, movidos por el amor al
oro. Ellos también habían dejado a sus familias y a todos sus seres
queridos, arriesgando sus vidas, y también estaban muy entusiasma-
dos por llegar a la India. Pero el entusiasmo de los misioneros supe-
raba al de estos aventureros. Los misioneros, impulsados por un
mandamiento divino, iban a la India con un corazón que anhelaba
intensamente conquistarla toda para Cristo. Ravalico recuerda el
entusiasmo que inflamó su corazón y los de sus compañeros con
estas palabras:
Estábamos completamente decididos, listos para cualquier sacrificio.
No era por ninguna otra razón por lo que fuimos reclutados entre los
soldados de Cristo. [...] Apóstol es sinónimo de mártir. Quien se con-
sagra por entero al Señor rompe con resolución todos los vínculos
terrenales y se ofrece a Dios como víctima por la conversión del
mundo no creyente37.
Era el anhelo de los mártires que animaron a los jóvenes misio-
neros a dejar las costas de Europa por las diferentes tierras de
misión, con la manifiesta intención de conquistar almas para Cristo.
____________________
36 Cfr. SIARA G., Verso la missione di Lombadina, en GM 3 (1925) 1, 5. Es real-
mente impresionante la manera en que el misionero concluye su informe, reflejan-
do el elemento de peligro y riesgo, que está presente en la vida de misión. Y escri-
be: “Por lo que respecta al resto, el peligro es un elemento de la vida del misione-
ro. No detiene los esfuerzos incansables del ministerio de Dios, les confiere una
aureola de heroísmo que acepta todo por los intereses de Cristo”.
37 RAVALICO L., Giovani apostoli, en GM 8 (1930) 7, 143.
Visión salesiana de las misiones: Da mihi animas 209
Bajo la influencia de la abundante literatura que proyectaba
una imagen romántica de las misiones y de los misioneros, los jóve-
nes lectores podían adquirir una noción de la realidad misionera en
términos de aventuras en los bosques, encuentros con los piratas y
cosas así. El deseo de lanzarse a una tierra que ofrecía tanto en lo
que se refiere a aventuras también podía tener su origen en el sim-
ple amor por lo desconocido y la novedad. En vista de tal posible
peligro, JM, en febrero de 1931, apunta a la dedicación del Reino de
Dios como el factor clave en la vida de un misionero cuando afirma:
Para algunos las misiones pueden significar caníbales, bandidos, bos-
ques espesos, lugares inaccesibles, innumerables dificultades o algo
por el estilo que cautiva inmediatamente la fantasía de los jóvenes.
Pero el misionero no es un aventurero, sino un alma dedicada a Jesús,
consagrada a la llegada del Reino de Cristo38.
Umberto Dalmasso, misionero en China, en un breve artículo
publicado en agosto de 1931, da también testimonio de la profunda
consciencia de los misioneros de su divina misión. Los misioneros
proclaman que el apostolado de la misión no es una obra que han
llevado a cabo por motivos de naturaleza humana. Ellos son apósto-
les, y al igual que los primeros apóstoles, también tienen el deber de
predicar y bautizar. El entusiasmo que muestran en su misión es
simplemente la manifestación exterior de su adhesión interna al pro-
pio Jesucristo39.
Un artículo titulado II missionario nelle definizioni degli amici
del Colle Don Bosco, publicado en el número de septiembre de 1945
de JM, expresa de alguna manera la comprensión de los jóvenes
sobre las misiones y los misioneros. Muchas de las definiciones
manifiestan una comprensión de las misiones en su íntima relación
con la proclamación del Evangelio, la salvación de las almas y la
implantación de la Iglesia. La imagen subyacente del misionero es
la de una persona consumida por un gran amor a Dios. Una de las
definiciones que expresan más vivamente este aspecto es la que des-
cribe al misionero como “quien cruza los vastos océanos, viaja por
____________________
38 ZIO GIGI, La vera gioventù missionaria, en GM 9 (1931) 2, 21.
39 Cfr. DALMASSO U., Le vacanze del missionario, en GM 9 (1931) 8, 142.

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210
Visión salesiana de las misiones: 1923-1967
los bosques impenetrables e inhóspitas regiones, consumiendo su
vida hasta el extremo del martirio para anunciar el Evangelio a todos
los pueblos”40.
Un breve artículo de junio de 1935 nos proporciona una visión
de la profunda espiritualidad del misionero. El artículo afirma que
el misionero no es una simple persona que está bajo el mandato de
Cristo para predicar el Evangelio y que está a su merced. El misio-
nero se da cuenta de que su misión es ser un simple instrumento en
las manos de Cristo, el verdadero señor de la cosecha. Es conscien-
te de que la misión es del Señor, y que él es sólo un instrumento,
que la fuerza viene de Quien envía y requiere que el misionero man-
tenga una relación cercana con Cristo en todas sus actividades. En
palabras de JM el misionero es profundamente consciente de que
sin esa relación próxima con el Señor “se experimentaría la esteri-
lidad del apostolado y en consecuencia la imposibilidad de conti-
nuar en un tipo de vida tan llena de insuperables dificultades, de
inmensos sacrificios y vacía de consuelos espirituales, que recon-
fortan a todos los que trabajan por la salvación de las almas”41. En
su lugar, el misionero que vive en unión con el Señor de la cosecha,
no se deja fascinar por su propia popularidad y sus éxitos, ni se
siente desanimado por el rechazo y los fracasos con los que se en-
cuentra.
Uno de los rasgos que distingue al misionero desde la conside-
ración de la grandeza de la misión a él encomendada es la generosi-
dad de su corazón. Se diría que JM entiende esto como una condi-
ción innegociable para cualquiera que intente lanzarse a las misio-
nes. En el editorial de noviembre de 1940, GM afirma,
El misionero es un alma generosa. [...] Quienquiera que sea llamado
al apostolado debe, antes que nada, estar animado por un gran senti-
do de generosidad que le haga capaz de olvidarse de sí mismo y le
____________________
40 Il missionario nelle definizioni degli amici del Colle Don Bosco, en GM 23
(1945) 9, 95. Evidentemente el aspecto de romanticismo no está ausente de esta
definición. Pero el autor ha captado bien la profunda motivación del misionero, su
trabajo principal y el sacrificio último que la misión requiere.
41 La forza dei missionari, en GM 13 (1935) 6, 102.
Visión salesiana de las misiones: Da mihi animas 211
disponga al sacrificio de lo que es más precioso en el mundo. La
separación necesaria por esta vocación es dolorosa y definitiva [...]
Aceptar una vocación misionera, constituye tal vez la mayor victoria
que un joven puede revindicar42.
Sólo un corazón noble y generoso puede conseguir esta gran
victoria. Los sacrificios iniciales que conllevan la separación de la
familia y de la patria y que con frecuencia son definitivos, alcanzan
ciertas realidades profundas humanas en el joven. JM define, sin tér-
minos vagos, esos sacrificios iniciales cuando afirma:
Para seguir esta invitación divina, necesita romper los más íntimos y
significativos vínculos humanos. ¡Él necesita apagar la voz de su
corazón, permanecer imperturbable a las voces de sangre, renunciar
a la visión de las cosas que son más queridas para él, sacrificar sus
cariños, apartar su juventud de esas flores naturales de su edad de
modo que las flores de la gracia crezcan y maduren en frutos de san-
tidad!43
Y continúa el editor: en las tierras de misión, el misionero tiene
que tener un temperamento excepcional, el cual se guía por ese espí-
ritu de generosidad, capaz de los mayores sacrificios. Le espera una
tierra inhóspita, poblaciones bárbaras, clima poco saludable, un
idioma ininteligible. Con frecuencia se sentirá abandonado, sin la
cercanía de seres queridos cercanos a él, rodeado de peligros. El
mundo de las supersticiones entablará una guerra interminable con-
tra él. Sólo un compromiso generoso con la misión sostendrá al
misionero en esos difíciles momentos.
JM presenta el martirio no sólo como un último acto de gene-
rosidad al que el misionero está dispuesto, sino también como un fin
____________________
42 L’araldo di Cristo Re, en GM 18 (1940) 11, 161.
43 L’araldo di Cristo Re, en GM 18 (1940) 11, 161. En un editorial anterior, el
de noviembre de 1936, el ideal misionero se presentaba como la verdadera escuela
de santidad, algo que realiza una auténtica transformación en la persona que la
acepta completamente de corazón. El editor escribió: “El ideal misionero es la
escuela de santidad porque nutre y perfecciona la vida espiritual, ofreciendo una
ocasión para el ejercicio de las más nobles virtudes y proponiendo heroicos ejem-
plos. [...] Cuando se conquista el alma por esa fascinación, por ese ideal, lo des-
pierta y lo eleva y se transforma”. Elevazione, en GM 14 (1936) 11, 165.

2 Pages 11-20

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2.1 Page 11

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212
Visión salesiana de las misiones: 1923-1967
que él ansía. El martirio es la cima de todos los sacrificios que el
misionero está llamado a aceptar. Es su último acto y el más inten-
so de proclamar el Evangelio y, con frecuencia, según JM, el único
que produce frutos abundantes.
Las misiones son tierra fértil que produce esos grandes héroes
de la fe. La perspectiva del martirio es la que acompaña toda la vida
de un misionero. JM presenta esta dimensión de la vida del misio-
nero a través de varios ejemplos de misioneros que culminaron su
ministerio con la palma del martirio.
Las diferentes presentaciones de los mártires de las misiones
no se centran en los sufrimientos que han padecido, sino en el gozo,
la paz, el sentimiento de gloria que estos mártires expresaron en sus
últimos momentos. Por lo tanto, al presentar a los mártires japone-
ses de 1613, en el número de Navidad de 1923, lo que JM resalta es
el gran heroísmo de esos mártires, y de una manera especial el que
fueron coronados por la gracia del martirio. JM apunta que incluso
otros cristianos que estuvieron presentes en la ejecución de esos
mártires entonaron un himno de acción de gracias. Para transmitir a
los lectores la idea de que esos mártires son los verdaderos vence-
dores, JM recalcó que ¡incluso los verdugos pidieron perdón a los
mártires mientras los conducían a su glorioso final!44
En octubre de 1925 JM explicaba el relato del martirio de Mba-
ga Tuzinde y sus 21 compañeros, pajes en la corte del Rey de Uganda
en el año 1886. La narración pretende resaltar el coraje de estos jóve-
nes, la mayoría de ellos de la misma edad que los lectores de JM. No
tenían miedo de los sufrimientos que les aguardaban. Ni siquiera se
inmutaron ante las súplicas de sus propios padres. Era su vínculo con
Cristo lo que desbancaba a todo y no sacrificarían eso por nada en la
tierra. El misionero actúa por la misma poderosa motivación. Él hace
todos los sacrificios necesarios por su vocación misionera, por su
gran amor a Cristo. Y cuando se le llama a realizar el último sacrifi-
cio de su vida, lo acepta con alegría y ve en ello la culminación de
todos sus deseos45.
____________________
44 Cfr. Martiri del Giappone, en GM 1 (1923) 11, 185-186.
45 Cfr. Il beato Mbaga Tuzinde, en GM 3 (1925) 10, 222-223.
Visión salesiana de las misiones: Da mihi animas 213
Tras el martirio de Mons. Luis Versiglia y Don Calixto Cara-
vario, JM relata los hechos en varios números. En algunos episodios
del martirio de los dos misioneros en China, JM presenta el suceso
como consecuencia de la dedicación de los misioneros a la pobla-
ción encomendada a ellos. Como un buen pastor, ellos no sólo se
quedan con su rebaño en tiempos de dificultades, sino que cuando
es necesario realizan el supremo sacrificio de sus propias vidas por
el bien de su rebaño46.
Según algunos de los artículos de JM, no son sólo los misione-
ros que acaban dando su vida por la causa del Evangelio quienes
merecen el nombre de mártires, sino todo misionero que es fiel a su
misión. El editorial de abril de 1937, citando las palabras de Pío XI,
el entonces pontífice, “el ideal misionero es la escuela más elevada y
perenne de sacrificio”, afirma que la vida del misionero es un marti-
rio continuo. ¡Los sacrificios de los misioneros no tienen fin! Los
sacrificios actuales sólo preparan al misionero de alguna manera
para lo que se requiere de él más adelante, hasta que le llegue el últi-
mo sacrificio de su vida. El sacrificio es simplemente la otra cara de
la moneda de su gran amor por Cristo y por las almas. Según este
editorial, amor y sacrificio sólo son nombres de una realidad única.
“El amor auténtico y eficaz tiene otro nombre que expresa a la vez
su mérito y heroísmo: ¡sacrificio!”47 Los continuos sacrificios del
misionero en el día a día de su vivencia vocacional hacen de su vida
un martirio diario.
____________________
46 Cfr. GARNERI D., Vittime dell’apostolato, en GM 8 (1930) 4, 82-84; Ricor-
dando i nostri cari martiri della Cina, en GM 8 (1930) 5, 101-103; DE AMICIS, Il
motto di due apostoli, en GM 20 (1942) 2, 18-20; Monsignor Versiglia - Don
Caravario, en GM 37 (1959) 2, 17-23. La misma imagen del misionero, el buen
pastor que da su vida por sus ovejas, se repite en bastantes de los siguientes núme-
ros de JM. Así, al presentar a los tres mártires beatificados en 1934, Rocco
Gonzales, Giovanni Del Castillo y Alfonso Rodríguez, misioneros en las
“Reducciones” de América Latina, JM no se equivoca al reafirmar que todos estos
misioneros dejaron a un lado su vida por la de los nativos a los que estaban enco-
mendados. Tal era su amor por ellos. Cfr. Tre palme e tre aureole, en GM 12 (1934)
3, 43-44.
47 Tremendo dilemma, en GM 15 (1937) 4, 50.

2.2 Page 12

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214
Visión salesiana de las misiones: 1923-1967
Una serie de narraciones de nueve meses en 1943, en la que JM
explica el martirio de Giovanni Fuchs y Pietro Sacilotti, asesinados
por los chavantes el 1 de noviembre de 1934, apunta también a la
importancia que JM atribuía a la dimensión del martirio en la vida
del misionero. Estos misioneros fueron asesinados mientras intenta-
ban establecer un primer contacto con los chavantes. No tuvieron ni
la alegría de iniciar de verdad el proceso de evangelizar a la tribu.
Las circunstancias de su muerte apuntan más a un malentendido por
parte de los miembros de la tribu que a una intención expresa de des-
hacerse de esos misioneros del Evangelio. Lo que JM intenta expli-
car a través de estas narraciones es que lo que hace a un misionero
mártir no son sólo las circunstancias de su muerte, sino mucho más,
la orientación radical de una vida entregada totalmente a la causa del
Evangelio. Y con esta visión de las cosas, no sólo estos dos misio-
neros pueden considerarse mártires, sino todo misionero que vive su
vida por el Evangelio puede llamarse así48.
Como se ha comentado anteriormente, en los diferentes infor-
mes sobre China en la época posterior a la Segunda Guerra Mundial,
es el aspecto de la Iglesia que sufre en el país en lo que se centra JM.
La revista habla del heroísmo de los misioneros que están dispues-
tos a quedarse entre las poblaciones, a pesar de las amenazas y el
tratamiento cruel que se les dispensaba. Su auténtica alegría es que-
darse con sus cristianos y entregarles su vida, hasta su último alien-
to. Por los informes parece que la expulsión de China fue más dolo-
rosa que todos los demás sufrimientos que los gobiernos comunis-
tas infligían a los heroicos misioneros49.
En junio de 1961, en un informe sobre los tres misioneros mar-
tirizados en el mismo año, JM resume en dos frases su noción de
____________________
48 Cfr. DUROURE, G., Sul fiume della morte, en GM 21 (1943) 2, 10-11; 21 (1943)
3, 18-19; 21 (1943) 4, 26-27; 21 (1943) 5, 34-35; 21 (1943) 6, 42-43; 21 (1943) 7,
50-51; 21 (1943) 8, 58-59; 21 (1943) 9, 68-69; 21 (1943) 10, 74-75; 21 (1932) 11,
84-85.
49 Cfr. ARDUINO, M., La Chiesa in Cina continua a soffrire, en GM 35 (1957) 1,
3. Incluso los artículos posteriores hablan sobre la persecución que estalló en China
en el período que siguió a la Segunda Guerra Mundial.
Visión salesiana de las misiones: Da mihi animas 215
martirio en la vida de un misionero. Dice: “La perspectiva del mar-
tirio se incluye siempre, por lo tanto, en el concepto de vocación
misionera. ¡Todos los misioneros lo consideran la más sublime de
todas sus aspiraciones, como el mayor éxito de su vocación!”50
Lo que JM intentaba por medio de los diversos relatos de los
mártires en las tierras de misión no era únicamente ofrecer a sus lec-
tores algo de información histórica. Estas narraciones tenían además
el objetivo de profundizar en la generosidad de los lectores y de invi-
tarles al colmo del heroísmo inspirado de algún modo en el heroís-
mo de los misioneros martirizados. De hecho ésta es la idea que el
propio editor expresa en el mismo informe de junio de 1961. Escribe
así:
No estamos de acuerdo con aquellos que no quieren dar a conocer los
episodios de extremo sacrificio de los apóstoles de la fe a los jóvenes
que están en proceso de maduración de su vocación misionera. Al
contrario, somos de la opinión de que las hazañas de estos héroes sir-
ven para animarlos más hacia el ideal misionero. La sangre de los
mártires no es sólo la semilla de nuevos cristianos, sino de nuevos y
más generosos apóstoles51.
Los misioneros: fundadores de la Iglesia
Otra imagen de los misioneros relacionada muy íntimamente
con ser un apóstol de Cristo, enviado a salvar almas, es la del fun-
dador de la Iglesia en tierras extranjeras. No hay un distanciamien-
to de las otras dos imágenes. Pero en esta imagen, el fundador de la
Iglesia puede verse desde un enfoque holístico de la idea de misión:
no sólo predicar el Evangelio, ni sólo salvar almas individualmente,
sino fundar comunidades estables de creyentes capaces a su vez de
convertirse en misioneros en otras regiones y de otras poblaciones52.
____________________
50 Tempo di martiri, en GM 39 (1961) 6, 2.
51 Tempo di martiri, en GM 39 (1961) 6, 3.
52 La visión de esta nueva imagen está muy en línea con las enseñanzas oficiales
de la Iglesia, que en estos años enfatizó en gran medida su aspecto local y la nece-
sidad de ayudar a la promoción del clero indígena para crear una iglesia autosufi-
ciente en todos los aspectos posibles.

2.3 Page 13

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216
Visión salesiana de las misiones: 1923-1967
En mayo de 1945, explicando el objetivo de las misiones, el
editor resalta que el único es fundar la Iglesia en regiones donde ésta
no existe. Pero una vez más la fundación de la Iglesia tiene su valor
especial porque ésta es el único medio de salvación. De modo que
no es algo adicional a la dimensión de salvar almas, sino que la idea
de misión se amplía para incluir todos los laboriosos esfuerzos en
establecer una comunidad local sólida y estable de creyentes, capa-
ces de una acción misionera en favor de aquellos que les rodean53.
En el editorial de junio de 1945, en un intento de clarificar la
noción de misión y de los misioneros, el editor observa que el ver-
dadero objetivo de las misiones es la “fundación estable de la
Iglesia”. Y el misionero es “quien planta la Iglesia”. Él es el funda-
dor de la Iglesia en todas las partes del mundo”54. Según este edito-
rial, esta definición de los misioneros resume todo lo que es el
misionero y sus actos. Y es este aspecto de ser un fundador lo que le
distingue de otros sacerdotes y religiosos. En cuanto fundadores de
la Iglesia son como los Apóstoles55.
En septiembre de 1959, a la sencilla pregunta de “¿quién es
misionero?”, JM simplemente repite lo que escribió en el editorial
de junio de 1945:
“El misionero es el apóstol que trabaja en las misiones con el fin de
plantar sólidamente la Iglesia católica. El misionero, por lo tanto, es
quien implanta la Iglesia donde no existe aún. Él es el fundador de la
Iglesia por todo el mundo. Nos lo dice todo en estas sencillas y sucin-
tas palabras. Buscaríamos en vano términos que fueran más verdade-
ros y más elogiosos. Es precisamente en este aspecto en el que se dis-
tinguen los misioneros de otros sacerdotes y son más similares a los
apóstoles e incluso a Jesucristo, el divino fundador de la Iglesia.
¡Todo lo demás que pueda decirse de los misioneros pasa a un segun-
do plano o se queda sólo en poesía!56
____________________
53 Cfr. Scopo delle missioni, en GM 23 (1945) 5, 51.
54 I missionari, en GM 23 (1945) 6, 63.
55 La importancia de fundar la Iglesia vuelve a ser vista en la realidad como el
único medio de salvación del mundo. Por lo tanto, la nueva visión no se aleja de la
antigua.
56 Chi è il missionario?, en GM 37 (1959) 9, 5.
Visión salesiana de las misiones: Da mihi animas 217
El misionero: el buen pastor
Otra imagen más de los misioneros, presentada por JM, ínti-
mamente relacionada con su misión de salvar almas, ser un após-
tol de Cristo y fundar la Iglesia, es la del buen pastor. Esta imagen
se utiliza para proyectar el modus operandi del misionero. No es,
en absoluto, un conquistador, y mucho menos un mercenario. Él es
un amigo, un padre para aquellos a quienes sirve, no sólo porque
vive con ellos, sino porque se sacrifica por su rebaño. Al revés que
los mercenarios, no deja a su gente en los momentos de necesidad.
Como el buen pastor, su deseo principal es el bien del rebaño
encomendado a él, y por esto cree que su lugar está con la gente a
la que sirve y no desea separarse de ella. A veces este deseo de
pasar hasta el último suspiro con su gente les empuja incluso a un
heroísmo que podría parecer absurdo a las personas normales. En
marzo de 1923 Maria De Angeli presenta este aspecto en el perso-
naje de sor Modesta Ravazza, misionera en la colonia de leprosos
de Contratación, en Colombia. Ella se dedicaba de corazón por
completo a la misión y no deseaba que la separaran de esta difícil
y heroica labor, ni siquiera la santa obediencia. Aunque sabía que
podía contagiarse de la lepra, nunca se apartó de sus leprosos, pidió
la gracia de contraer la lepra y su plegaria fue atendida57.
Ese amor del buen pastor que el misionero siente por su gente,
combinado con la audacia apostólica, le empuja a hacer cosas que
ponen su vida en peligro, cosas que ni siquiera por los familiares
más cercanos se le ocurriría hacer. Umberto Dalmasso informaba en
mayo de 1926 sobre los esfuerzos de los misioneros por rescatar a
las personas secuestradas por los piratas, afirmando que sólo el mi-
sionero, el buen pastor, arriesga su propia vida al acercarse a las cue-
vas donde viven los piratas. A menudo incluso el camino que lleva
____________________
57 Cfr. DE ANGELI M., Sorriso di carità, en GM 1 (1923) 2, 19. Su relato y su
heroico sacrificio se vuelven a explicar en diciembre de 1931. Junto con su mención
se habla de otras HMA que contrayeron la lepra: Teresa Rota y Domenica Barbero.
Fue la consecuencia de su apostolado entre los leprosos, aunque ellas lo aceptaron
completamente de corazón. JM las presenta como auténticas heroínas de la caridad.
Cfr. Comunità delle eroine, en GM 9 (1931) 12, 226-227. La misma historia se repi-
te en mayo de 1939. Cfr. Una eroina della carità, en GM 16 (1939) 5, 83-84.

2.4 Page 14

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218
Visión salesiana de las misiones: 1923-1967
a tales lugares de bandidos está lleno de peligros. El misionero
comenta a propósito que ningún conocido de las personas captura-
das llevaría a cabo jamás un viaje como ése. Así, hace lo que pare-
ce imposible, porque él es el buen pastor que está dispuesto a sacri-
ficarlo todo por sus ovejas58.
Pietro Battezzati, misionero en China, en un artículo publicado
en JM en julio de 1928, habla de los valientes servicios prestados por
los misioneros durante la invasión comunista de China de Twang
Tung, centrándose una vez más en esa característica de los misione-
ros. Según Battezzati, este desinteresado y temerario cuidado del reba-
ño no sólo impresionó a la población local, sino que sirvió para abrir
por lo menos un poco más sus corazones a la fe católica. Battezzati
describe la impresión de la población china con estas palabras:
En la hora dolorosa de la desesperanza y del terror, ellos [los chinos]
ven a la Iglesia católica a su lado, compartiendo su incertidumbre
agónica y ayudándoles incluso con el último grano de arroz. ¡Él está
aquí para darles coraje, iluminarlos y dar calor a sus corazones con
un rayo de esperanza y luz divina. En el misionero ellos encuentran
no esos mercenarios que a la mínima señal de cualquier disturbio
emprendían su camino a América, en su lugar ellos encuentran hom-
bres de Dios, padres, benefactores que ponen a su disposición no sólo
todas sus posesiones sino sobre todo su corazón, su amor, su inteli-
gencia, su experiencia y su vida entera!59
Según un informe de Cesare Albisetti de septiembre de 1936, es
el enfoque del buen pastor el que va en busca de la oveja perdida, de
la enferma, la abandonada y la anciana, lo que distingue al misionero
como el verdadero ministro de Dios. Hablando de las visitas de los
misioneros a las cabañas de los bororos, sobre cómo pasa el tiempo
con los enfermos para reconfortarles y animarles, Albisetti apunta a la
gran eficacia misionera. La población reconoce al verdadero misione-
ro del falso por la manera en que trata a su pueblo. El autor informa
de que el simple hecho de que él siguiera visitando a un bororo enfer-
mo, fue el motivo por el que éste aceptara el bautismo. Y en ese bau-
____________________
58 Cfr. DALMASSO U., Liberazione di prigionieri dei pirati, en GM 4 (1926) 5,
89-92.
59 BATTEZZATI R., Albori di pace, en GM 6 (1928) 7, 124.
Visión salesiana de las misiones: Da mihi animas 219
tismo, dice que el bororo afirmó: “¡Todos me han abandonado! Sólo
tú, el verdadero ministro del buen Dios, has venido siempre a visitar-
me. Los protestantes me enviaron un criado para ofrecerme ayuda,
pero no estuvieron dispuestos a entrar en mi pequeña cabaña”60.
Según algunos de los informes de JM, el valiente y desinteresa-
do servicio que los misioneros prestaban a las poblaciones de las
misiones durante la época de guerra no era sino una verdadera expre-
sión del hecho que eran los auténticos pastores de la población. Por
eso, en febrero de 1939, al describir la complicada situación en la que
China se encontraba durante la invasión japonesa, el editor subraya
que los misioneros católicos en la región continuaban socorriendo a
la población que sufría de todas las maneras posibles. Ellos no aban-
donaban a la población en esos momentos duros, en lugar de eso mul-
tiplicaban sus obras con desinteresada caridad. El informe relata:
“En verdad los misioneros son los más desinteresados benefactores
de los pobres y de la multitud que sufre. En medio de las dificultades,
siguen multiplicando sus obras de paz y caridad. La misma furia de
la guerra, en lugar de disminuir su celo, les hace más trabajadores y
atentos al beneficio de tantos en situación de miseria”61.
Es en los momentos de dolor de la población cuando el misio-
nero se muestra como verdadero benefactor, un auténtico defensor
de su propio pueblo y un buen pastor. En marzo de 1946, haciendo
un resumen muy somero de los grandes sacrificios que los misione-
ros han realizado en tiempos de guerra, escribeel editor:
“Si a través de los siglos, los misioneros han aparecido siempre como
los verdaderos pioneros de la civilización, benefactores de las pobla-
ciones, defensores de los débiles, buenos pastores que dan sus vidas
por sus ovejas, han hecho aún más en estos años difíciles en los que
se han visto involucrados en este terrible azote de la guerra”62.
No abandonan a su gente en esos tiempos difíciles, sino que
comparten con ellos su triste situación y hacen todo lo posible por
ayudarles en el proceso de reconstrucción.
____________________
60 ALBISETTI C., La vittoria della Sovrana Celeste, en GM 14 (1936) 9, 145.
61 Intenzione missionaria per febbraio, en GM 17 (1939) 2, 22.
62 S’illustri la vita... dei missionari, en GM 24 (1946) 3, 3.

2.5 Page 15

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220
Visión salesiana de las misiones: 1923-1967
El último testimonio de que el misionero es en verdad el buen
pastor es una vez más el propio martirio. El misionero es consciente
de que ser un buen pastor, defender el rebaño encomendado a él, pue-
de incluso requerir el último sacrificio de su propia vida. Si su minis-
terio requiere este heroico testimonio de su amor, lo acepta con gozo
y lo considera como la cumbre de toda su actividad misionera. Como
se ha comentado anteriormente, las repetidas narraciones del martirio
de Mons. Versiglia y Calixto Caravario presentan en estos dos misio-
neros la imagen del buen pastor que da la vida por sus ovejas63.
Las auténticas alegrías y penas de los misioneros
Es en esta visión general de las misiones y los misioneros en
relación con la salvación, ser apóstoles de Cristo, fundadores de la
Iglesia, donde JM descubre que se dan las alegrías íntimas y a la par
el verdadero dolor de los misioneros.
Según JM, el misionero no anhela llevarse algo de las tierras de
misión, ni busca recompensas materiales por sus obras sin fin. Su
alegría es simplemente el éxito de su misión. Su mayor alegría es ver
el establecimiento y crecimiento de la Iglesia en la zona donde tra-
baja. La conversión de las poblaciones a la fe de Jesús es la realiza-
ción de los sueños de su vida. Administrar el bautismo compensa
todos los sacrificios que se esperan de él64.
Una vez que los neófitos adoptan la fe y se les ilusiona por el cui-
dado paternal que el misionero prodiga en ellos, no pueden esperar a
que el misionero venga en su búsqueda. Con frecuencia tienen que
recorrer grandes distancias, días de viaje, para llegar a los centros don-
____________________
63 Cfr. GARNERI D., Vittime dell’apostolato, en GM 8 (1930) 4, 82-84; Ricor-
dando i nostri cari martiri della Cina, en GM 8 (1930) 5, 101-103; CASSANO G.,
Vedo sangue, en GM 12 (1934) 4, 63-68; DE AMICIS A., Il motto di due apostoli, en
GM 20 (1942) 2, 18-20.
64 Cfr. Principio d’anno, en GM 9 (1931) 6, 104-106. Incluso en el período pos-
terior a la Segunda Guerra Mundial el misionero continúa presentando el aspecto
espiritual del ministerio como su verdadera alegría. Olvida sus dolores personales y
sacrificios cuando se ve rodeado de sus cristianos, cuando puede administrarles los
sacramentos, asistirles con palabras de consuelo y reconocer su crecimiento espiri-
tual. Cfr. LABRECQUE, Viaggio nella savana, en GM 40 (1962) 5, 21. La alegría del
misionero es todavía mayor cuando la población local aprecia su ministerio, no por
Visión salesiana de las misiones: Da mihi animas 221
de oyen que el misionero ha llegado para recibir los sacramentos y ser
reconfortados por su verdadero padre espiritual. ¡Estas ocasiones unen
a los misioneros y a los fieles en su espíritu de sacrificio! Colas infini-
tas de personas que aguardan para confesarse, largas esperas en las
colas de comunión son las verdaderas fuentes de satisfacción y gozo
espiritual para el misionero, sin contar con la fatiga añadida que de él
se espera. En esta fatiga gozosa el pastor y las ovejas se unen en su bús-
queda en común de lo que contribuye a la salvación de las almas65.
Según lo que se explica en JM, la mayor alegría de una herma-
na misionera es preparar a la población local para los diferentes
sacramentos, especialmente el bautismo. ¡Incluso si no se bautizan,
trabajan celosamente para que cada pequeña aportación de su acti-
vidad se oriente a la salvación de almas! Pero el gozo de la herma-
na misionera es infinito cuando ellos mismos pueden bautizar a un
niño moribundo, a una persona moribunda y de este modo asegurar-
les la salvación eterna66.
____________________
los beneficios materiales adicionales que les proporciona, sino por los verdaderos
beneficios espirituales. Cfr. BORGATELO M., Fiorellino magellanico, en GM 10
(1932) 4, 73. En el número de julio-agosto de 1948, Mons. Ferrando utiliza otra
expresión para describir la íntima alegría del misionero. Tras describir las numero-
sas dificultades que los misioneros tenían que soportar en la misión de Assam, el
obispo afirmó que los misioneros no carecían del sentido de alegría y realización. Y
su alegría consiste en romper las cadenas que mantenían a la población local como
esclavos del diablo y en haberlos regenerado en Cristo, por el bautismo. Cfr.
FERRANDO S., Dall’Assam, terra incomparabile, en GM 26 (1948) 7-8, 9.
65 Cfr. MICHIELSENS, Natale tra gli igorroti, en GM 1 (1923) 12, 187. [“Missioni
Cattoliche”].
66 Palmira Parri refleja la alegría de la hermana misionera al asistir al bautismo
de indígenas en su carta publicada en JM en marzo de 1924: “Oh, Madre, qué gran
consuelo se experimenta en el bautismo de adultos. En esos momentos todo lo
demás desaparece y se prueba la dicha de ver almas camino de Dios”. PARRI, P., Il
primo Natale in Cina, en GM 2 (1924) 3, 35. Y una carta de otra HMA que traba-
jaba entre los enfermos de la misión de Madrás, publicada en JM de mayo de 1930,
refleja los mismos sentimientos: “¡Qué gran consuelo es para nosotros pensar que
nuestro humilde trabajo nos hace instrumentos de salvación para muchas de las
criaturas de Dios que de otra manera no tendrían la fortuna de la felicidad eterna!
Oh, si el buen Dios nos envía un poco de sufrimiento, ¿no es quizá porque desea
que le enviemos almas a través de nuestros sufrimientos? MERLO, T., Gioie tra i
malati di Polur, en GM 8 (1930) 5, 112.

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Visión salesiana de las misiones: 1923-1967
Un sucinto informe de Ravalico de junio de 1941 también
habla de las alegrías humanas de los misioneros. El misionero
encuentra verdadera satisfacción y gozo en conocer la población de
la aldea, que le espera con ansiedad. Acepta con alegría las peque-
ñas señales de aprecio expresadas por la población. Se siente feliz
de ver el ambiente de fiesta que rodea sus visitas a las diferentes
comunidades cristianas. El amor y afecto sincero que las personas le
ofrecen padre y amigo, alivia la fatiga de las largas distancias que
tiene que recorrer67.
En abril de 1953 JM publica el informe de Carlo Caretto sobre
su visita a la misión de su hermano en Tailandia. El autor se quedó
impresionado de la vida de sacrificio que llevaba su hermano, pero
también de las pequeñas alegrías que llenaban el corazón del misio-
nero. Caretto escribe:
“Sí, mucho sacrificio espera al misionero: su vida es dura. Pero su
espíritu también experimenta muchas alegrías. Conocer nuevos pue-
blos, descubrir horizontes impensables, la vida salvaje del bosque y
de los ríos, la dicha del apostolado, la oración en las pequeñas igle-
sias construidas con mucho esfuerzo y lucha continua y sobre todo el
gran sentimiento de ser un agente de la ampliación del Reino de
Cristo en tierras lejanas!”68
Personas acostumbradas a un estilo bastante cómodo de vida,
sentirían una simpatía natural por uno de los suyos que dejara esta
comodidad y aceptara la dura vida del misionero. Ellas se sentirían
tentadas a pensar que el misionero está en realidad triste por tener
que hacer tanto sacrificio, por renunciar a tanto en la vida. Pero JM
resalta repetidamente el hecho de que no es la ausencia de esta
comodidad material lo que preocupa al misionero. Su verdadero tor-
mento no es el hambre, la sed, el dolor, el clima poco saludable y los
animales salvajes. Su pesar, de nuevo, viene de su motivación. En
____________________
67 Cfr. RAVALICO L., Le rose del missionario, en GM 19 (1941) 6, 94.
68 CARETTO C., Viaggio nel Siam, en GM 31 (1953) 4, 10. Carlo Caretto no era
misionero. Tenía un hermano, Pietro, misionero salesiano en Tailandia. Pietro fue
ordenado más tarde obispo de Rajaburi el 29 de junio de 1951. Carlo visitó a su her-
mano misionero e informó acerca de su vida misionera.
Visión salesiana de las misiones: Da mihi animas 223
octubre de 1943, hablando del sufrimiento real del misionero, JM
publica estas bellas palabras:
“El pesar del misionero es tener que decir que no a una alma que pide
que se mantengan abiertas las puertas del cielo para él. Consiste en
observar impotente con las manos atadas la fila interminable de almas
que caminan hacia la muerte eterna. Es el sentido de impotencia ante
los gritos angustiosos de los niños pequeños por un trozo de pan y
tener que taparse los oídos forzosamente. ¡Ése es el más doloroso tor-
mento: esa terrible impotencia en las tierras de misión!”69
La misma impresión tiene Giovanni Pedrazzini, misionero en
China, cuando habla sobre el mayor sufrimiento de los misioneros.
Él afirma categóricamente que su mayor tormento está provocado
no por la nostalgia de su país, ni la ausencia de su familia y seres
queridos. Pedrazzini afirma que todo esto forma parte de un proce-
so misionero y él lo acepta incluso antes de partir a las misiones. Al
contrario, el auténtico sufrimiento del misionero, según Pedrazzini,
es no ser capaz de salvar a todos los que necesitan ser salvados, no
disponer del personal ni los medios para expandir las actividades de
la misión. Y escribe:
“El pesar, el gran pesar del misionero es la ausencia de trabajadores en
la viña, es la falta de medios para el trabajo. ¡Es observar tantas pobres
almas pidiendo el pan del Mundo y no tener a nadie que lo comparta
con ellas! Es ver que son muchas las almas conquistadas por los emba-
jadores que no son de Cristo, contemplando el vasto campo, la abun-
dancia de la cosecha y la escasez de misioneros. Es ver paganos cons-
truyendo bellos templos para dioses que no existen, protestantes
abriendo hospitales y escuelas en casi todos los centros, y nosotros,
los pobres misioneros católicos limitados a dar a nuestro buen Dios
____________________
69 Spunti missionari, en GM 21 (1943) 10, 79. Es fácil pensar que los editores
están siendo simplemente propagandistas. Tal vez ese motivo no puede descartarse.
Pero la verdadera experiencia en las misiones también confirmaría la verdad de esta
afirmación. Ante la miseria humana a la que los misioneros tenían que enfrentarse
con asiduidad, es muy doloroso darse cuenta de los límites de los propios recursos
en todos los aspectos y dejarse llevar por el pensamiento de que hay tanta gente que
podría contribuir tanto para paliar la situación de esas personas si pudieran hacer
sólo un poco. ¡Incluso ese poco queda por hacer! Y a los misioneros se les lleva a
los límites de su capacidad de sufrir.

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224
Visión salesiana de las misiones: 1923-1967
una pequeña cabaña por su morada, limitar nuestras obras sólo por
escasez de personal y medios. [...] Es esto el mayor tormento del
misionero70.
El énfasis de JM en las alegrías espirituales y penas de los
misioneros no significa su ceguera de la dimensión humana de la
vida misionera. Incluso en una visión romántica de las misiones y
los misioneros, JM no intenta ocultarr la dura realidad de la vida
misionera. Las conquistas espirituales y la consecuente alegría no
reduce de ninguna manera la dureza de la realidad humana que él
está llamado a vivir. En marzo de 1927, JM publicó una carta de
María Troncatti a la Madre General de las HMA en la que nos da
argumentos para comprender algunas realidades humanas de la vida
misionera. Troncatti escribe:
¡Oh, sí! La palabra “misionero” surge del corazón como algo poético
que entusiasma y atrae al alma en momentos de fervientes sueños de
apostolado y sacrificio de sí mismo. Pero en la vida real, cómo haría
sentir a alguien una imperiosa necesidad de exclamar: “¡Reza, reza
para que nuestra fuerza no nos falle!” Son umerosas las luchas mora-
les, las dificultades materiales contra las cuales suele rebelarse la
naturaleza. ¡Cualquiera se sentiría muy tentado a caer en el desánimo
cuando, después de semanas o incluso meses de trabajo y sacrificio
entre esos pobres salvajes, nadie consigue hacerles entender nada, ni
siquiera una minúscula idea sobre Dios y la vida eterna!71
La heroica decisión de dejar atrás a la familia y los amigos, el
ardiente deseo de lanzarse a las misiones y el anhelo de conquistar
____________________
70 PEDRAZZINI G., Spunti missionari, en GM 21 (1943) 11, 85. La misma idea se
repite en el número de noviembre de 1961. No es el frío, el calor, la fatiga y ni
siquiera la soledad lo que hace realmente sufrir al misionero, sino el rechazo de su
mensaje de salvación, el éxito aparente de los poderes del mal en las diferentes
regiones. Cfr. Le sofferenze del missionario, en GM 39 (1961) 11, 7.
71 TRONCATTI M., Dalle selve di Macas, en GM 4 (1927) 3, 46-47. La misma
misionera da a entender la soledad y los temores humanos cuando escribe acerca de
los misioneros en Ecuador en estos términos: “prisioneros en estos bosques densos
y separados por grandes distancias de todos nuestros seres queridos, rodeados de
salvajes que están en guerra constante entre ellos y poco favorables a nosotros. [...]
Aquí, más que en ningún lugar, nuestra vida está expuesta a los conflictos y la
crueldad de los salvajes”. TRONCATTI M., Dalle foreste dell’Ecuador, en GM 7
(1929) 12, 222.
Visión salesiana de las misiones: Da mihi animas 225
el mundo entero para Cristo, no reduce al misionero a un hombre sin
sentimientos humanos. Al alejarse de su familia y de su propio país,
como cualquier persona que partiese en este tipo de viaje, siente el
íntimo dolor de la separación, que para la mayoría de misioneros fue
decisivo y permanente. Ravalico da a entender el dolor de los jóve-
nes misioneros en el momento de marchar de sus patrias cuando
describe en julio de 1930 su propia partida a la India. Recordando
ese momento de partida, dice:
“El ancla del barco se eleva y partimos a la conquista de tierras leja-
nas... A bordo uno se da cuenta del silencio agonizante: todos pien-
san en sus seres queridos, de quienes se han despedido para siempre,
todo son lágrimas en los ojos que se vuelven hacia la pequeña tierra
nativa que lentamente desaparece en el lejano horizonte72.
En diciembre de 1936 vuelve a rememorar JM la carrera misio-
nera del cardenal Guillermo Massaia, apuntando con dolor los sen-
timientos humanos del gran misionero y cómo los superó. Como un
joven capuchino, cuando sus superiores le pidieron que marchara a
la misión de Etiopía, el artículo dice que incluso sentía temores y
dudas. Y el autor continúa:
Es muy fácil pensar en los misioneros como criaturas excepcionales,
superiores e ¡incluso extraños a los sentimientos humanos de dolor y
alegría! ¡No! El misionero es un ser humano como cualquiera con su
naturaleza sensible, con corazón humano capaz de amar, sufrir, gozar,
temer, trabajar; con la tentación nunca ausente de la tristeza, desáni-
mo, inconsistencia y desconfianza. Y su grandeza consiste precisa-
mente en lo siguiente: el reconocimiento de que su vida es algo que
debe ser conquistada73.
Y el artículo continúa narrando la experiencia de Massaia
durante los viajes a través del desierto, lo desalentado y solo que se
sentía. Sólo su fe era lo que le permitía continuar. El informe afirma
que a pesar de que era un gran explorador y sus numerosos artícu-
los han contribuido a la ciencia, él mismo declaró que nunca se
____________________
72 RAVALICO L., Giovani apostoli, en GM 8 (1930) 7, 142.
73 PAGANI V., Un grande missionario ed esploratore dell’Etiopia, en GM 15
(1936) 12, 192.

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226
Visión salesiana de las misiones: 1923-1967
hubiera marchado de su querido Piamonte sólo por la necesidad de
explorar o por el afán del conocimiento científico. Fue sólo su ar-
diente celo apostólico lo que le inspiró y sostuvo en sus actividades
misioneras.
JM presenta a los lectores la imagen del misionero que también
es sensible a los diferentes factores humanos que conforman una
parte inseparable de su elección. Pese a que él también es un gran
benefactor de la población a la que sirve, aunque esté dispuesto a
sacrificar incluso su vida por el bien de su gente, en su experiencia
humana, siente la soledad que un extranjero sentiría en una tierra
extraña. De esta soledad escribe Ravalico en junio de 1943:
“Una de las pruebas más duras del misionero es la soledad, es decir,
la distancia de los hermanos y amigos, una distancia que a veces se
prolonga semanas y meses”74.
El autor continúa diciendo que cuando a esta ausencia de com-
pañeros y amigos se une ocasionalmente el rechazo e incluso el des-
precio de su persona, su ministerio y su mensaje, la soledad toca
profundamente a lo más íntimo de su persona75.
Modelos misioneros de “salvadores de almas”
En sus diferentes presentaciones de misioneros modelos, un
aspecto en el que JM siempre insiste es el del amor por las almas,
un amor tan profundo que impregna todo lo que hacen, un amor que
les lleva a sacrificar su vida entera por esta gran causa.
Con ocasión de la celebración de las bodas de plata de la vida
misionera de Mons. Mederlet en Madrás, un compañero misionero,
____________________
74 RAVALICO L., La vera prova, en GM 21 (1943) 6, 45.
75 En mayo de 1955, JM publica un testimonio personal de un misionero sale-
siano en Filipinas. Habla de su profundo sentimiento de soledad que le rodea en esa
tierra que no es suya, entre personas que le son extrañas. El misionero siente la
ausencia de sus padres y seres queridos. Su memoria sólo sirve para profundizar en
el dolor de su soledad. A pesar de su generoso compromiso, se encarga de las obras
misioneras con un sentido de inutilidad; a la enfermedad en dichas circunstancias
se le añade la ya pesada cruz que lleva consigo y demuestra que son momentos de
verdaderas pruebas de fuego. Cfr. Questa è la vita, en GM 33 (1955) 5, 8-10.
Visión salesiana de las misiones: Da mihi animas 227
V. Mangiarotti, escribe en términos elogiosos sobre los 25 años
pasados en India. Se observa en todo el artículo el énfasis en la “glo-
ria de Dios”, en “bautizar” y en “salvar almas” que refleja la íntima
motivación no sólo del Mons. Mederlet, sino de otros misioneros.
Mangiarotti resume los 25 años de esta manera:
¡Veinticinco años en India! No son pocos: y todos bien aprovechados,
todos aprovechados por la gloria de Dios, construyendo escuelas e
iglesias, redimiendo criaturas para bautizarlas, montando en bicicletas
por los caminos más duros en busca de almas para salvar, enfermos a
los que sanar, catecúmenos a los que instruir, querido como un padre
siempre, apreciado como un gran personaje, pobre como un apóstol76.
En marzo de 1940, al presentar un corto resumen de la vida
misionera de Giovanni Pedrazzini, sacerdote misionero salesiano en
China, JM vuelve a apuntar el gran amor de los misioneros por las
almas, un amor que le hace aceptar todos los sacrificios. JM escribe
de este misionero:
“Jovial, cariñoso, ferviente, se consagró a la vida misionera, dispues-
to a afrontar cualquier sacrificio con tal de que pudiera ganar almas
para Cristo. Era un misionero profundamente pío y dotado de una
calidad natural para conquistar el corazón de cualquiera que se le
acercara77.
En abril de 1944, Zucchetti presenta la figura de Domenico
Milanesio, misionero en Patagonia, como el único que fue de lugar
en lugar a predicar el Evangelio, el buen pastor que fue en busca de
la oveja perdida para reunirlas todas en el rebaño de Cristo. Fue este
amor por las almas lo que hizo posible que este misionero pionero
se adaptase a las costumbres y modelos de vida de la población indí-
gena además de considerarle un amigo verdadero, consejero y un
padre real78.
Zucchetti, de nuevo en marzo de 1946, describió la vida
misionera de Mons. Enrico de Ferrari, misionero y Prefecto Apos-
____________________
76 MANGIAROTTI V., II mio arcivescovo, en GM 11 (1933) 3, 70.
77 La scomparsa di uno zelante missionario, en GM 18 (1940) 3.
78 Cfr. ZUCCHETTI D., Gli itinerari di un missionario, en GM 22 (1944) 4.

2.9 Page 19

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228
Visión salesiana de las misiones: 1923-1967
tólico del Alto Orinoco. Observa que el gran logro de este misione-
ro consistía en el hecho de que vivía auténticamente el lema de
Bosco: Da mihi animas! Y una vez más este amor por las almas le
llevó a ser todo para su gente: ¡padre, abogado, doctor, profesor y
protector!79
Mons. Ignazio Canazei, obispo de Shiu Chow, sucesor de
Mons. Versiglia, es una de las figuras misioneras presentadas por
JM. Zucchetti resalta el heroico lema del misionero: “¡Los chinos a
Dios, yo a los chinos!” De sus rasgos personales, el reportero hace
hincapié en lo siguiente:
“Tenaz, persistente en el dificilísimo estudio del idioma chino, se
convirtió en un personaje entre lo salesianos en China. Con el cora-
zón de un apóstol, sabía cómo ganarse a la población especialmente
con la facilidad que adoptaba el uso y las costumbres de la tierra”80.
En noviembre de 1946, JM presenta la figura de sor Inocencia
Vallino, una de las primeras hermanas en llegar a las misiones de
Assam. Murió el 22 de mayo de 1946. En el funeral se informó de
que Mons. Esteban Ferrando dijo:
“Ella era una auténtica hermana misionera. Su amor por las almas la
hizo superar todas las dificultades. [...] Su heroica pobreza, las perse-
cuciones padecidas en la fundación de la misión en Jowai, sus giras a
las aldeas donde ella manifestaba un ardiente celo, su gran corazón
será difícil de olvidar”81.
En un escrito de Ciro Brugna sobre Luis Marchiori, misionero
en Patagonia, el autor vuelve a subrayar la búsqueda incansable de
almas para ser salvadas. Hablando de los frutos reales de las obras
misioneras de Marchiori, el autor informa que había acreditado ¡el
bautizo de 8.900 personas, la confirmación de 9.659, el matrimonio
de 890 parejas y 425 fallecidos a los que había ungido y otorgado
los últimos sacramentos!82
____________________
79 Cfr. ZUCCHETTI D., Monsignor Enrico de Ferrari, en GM 24 (1946) 3, 6-9.
80 ZUCCHETTI D., I cinesi a Dio, io ai cinesi, en GM 24 (1946) 11, 139.
81 Suor Innocenza Vallino, en GM 24 (1946) 11, 144.
82 Cfr. BRUGNA CIRO, Foglio di servizio missionario, en GM 29 (1951) 8-9, 6-7.
Visión salesiana de las misiones: Da mihi animas 229
En junio de 1959 JM presenta a otro ferviente misionero de las
llanuras de Assam: León Piaseski. JM informa de que incluso entre
sus hermanos se le conocía con razón como “el león de las llanuras
de Assam” por su actividad desinteresada y sacrificada en favor de
las almas en esta vasta misión. A su llegada a Assam en 1922 se le
encomendó la evangelización de toda la llanura de Assam, una zona
de unos 45.000 km cuadrados. Por su ejemplo, su espíritu de sacri-
ficio y fervor infatigable, atrajo a miles de indígenas a la fe. Fue pio-
nero en la evangelización de los boros, contribuyó al desarrollo de
la misión entre los garos e inició la misión de Dibrugarh. ¡Un ver-
dadero apóstol, visitando las aldeas constantemente para llevar a to-
dos la fe!83
En febrero de 1961 JM presenta la figura misionera de Joseph
Vaz, el gran misionero de Sri Lanka. Poniendo de relieve las difi-
cultades reales que este misionero tuvo que afrontar, JM nos da una
pista de lo que en realidad motivó a Vaz. Dice:
“La idea de llegar a la gran isla nació en él no por la atracción hacia
lo desconocido o por la aventura, sino por un deseo generoso del
apostolado. Por eso, no se rendía ante las dificultades que encontra-
ba en una tierra prohibida a los misioneros católicos”84.
Para JM, entonces, el misionero es conocido por sus cualidades
mentales y de corazón que le hacen idóneo para la misión de salvar
almas. Y esta misión es su principal preocupación, si no la única,
como en el caso de muchos de los modelos misioneros ofrecidos por
la revista.
Conclusión
¡Idealizar! Eso es lo que disparaba la imaginación de los jóve-
nes. Es lo que ayudaba a poner en marcha los poderes ocultos en los
corazones de miles de chicos y chicas. Era un fuego abrasador. Y
son almas exaltadas que han conseguido grandes logros. Los que se
atreven a soñar lo imposible, suelen hacer posible lo imposible.
¡Pero se necesitaba un sueño!
____________________
83 Cfr. Il leone della pianura, en GM 37 (1959) 6, 34-35.
84 Il contrabbandiere di Cristo, en GM 39 (1961) 2, 30.

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Visión salesiana de las misiones: 1923-1967
A los que no viven la realidad misionera y prefieren la cer-
canía y la comodidad de un hogar, les parecería que gran parte de la
realidad de la vida del misionero pertenece a otro mundo. Pero las
actitudes y mentalidades de los misioneros descritas en JM eran las
de determinados hombres y mujeres: no simples aspiraciones raya-
nas en delirios de grandeza. Ellos vivían esas realidades. Y precisa-
mente porque vivían realidades, ellos centraban su atención en
otros, particularmente en los jóvenes.
No todo puede duplicarse. ¡La simple clonación de realida-
des del pasado en un contexto que de alguna manera ha partido del
pasado sería irrelevante! Pero nadie puede permitirse deshacerse de
poderosas motivaciones y esperar vivir la vida vibrantemente y con
ganas, ¿verdad? ¡Qué más pueden hacer esas poderosas motivacio-
nes capaces de mantener un compromiso de por vida cuando hay
una presión constante y creciente de no buscar en el mundo de la fe?
Tal vez lo que necesitamos para crear grandes hombres y mujeres es
volver a la esencia de la fe cristiana: Jesucristo, la salvación a través
de su muerte redentora en la Cruz, la voluntad divina para dar a
conocer a todos los humanos los tesoros infinitos ocultos en Cristo.