CAM3, TEMA 3 ”! AY DE MI SI NO EVANGELIZO !”



TEMA 3 ”! AY DE MI SI NO EVANGELIZO !”.







ORACION DEL JOVEN MISIONERO


Padre, Señor y Dios nuestro, te doy gracias, por haberme llamado desde mi juventud a conquistar tú Reino.

Te pido tus brazos fuertes y poderosos del joven carpintero de Nazaret para abrazar con tu amor a todos aquellos que Tú quieras que abrace en la misión y sientan, como yo, que tú eres su Padre.
Jesús, tu que eres el Amado Hijos de Dios, te doy gracias por haberme encontrado y convencido a pesar de mis años jóvenes, que hay que salir a misionar, para hablar del Padre y de su Reino ya iniciado pero que vendrá en su plenitud.

Dame la Fe que mueve montañas, como la del joven Pablo para que yo pueda mover corazones en la misión y crean en el Amor del Padre y del Hijo.

Espíritu Santo, tu que eres la promesa cumplida, derrama tu fuego divino para inflamar de amor los corazones de los misionados, dame la fuerza como a María, primera discípula y misionera para superar todas las adversidades que se presenten en la misión con tus dones y carismas, y puedan todos testimoniar tu amor y cumplir tu voluntad..

Así sea.























1. INTRODUCCION.

El Papa Benedicto XVI en su encíclica “Dios es amor” hace una profunda reflexión acerca de lo esencial de la fe, de la imagen de Dios y del hombre: Dios es Amor. Ésta no es una afirmación de tipo fideista o vacía de contenido real, sino que hace referencia a la esencialidad de la fe. La mayoría de planes pastorales juveniles se proponen profundizar en las raíces de la fe cristiana, para que los jóvenes puedan vivir la experiencia del amor de Cristo y dar respuesta a la gran pregunta de Jesús: “ Ustedes ¿quién dicen que soy yo" (Mt 16, 15) y cumplir el mandato: “ Vayan. Yo los envío”.

El llamado a la vida misionera se presenta hoy, más en una línea de servicio y de colaboración, de escucha y contemplación que de conquistar adeptos para la Iglesia, lo importante es que el Reino se manifieste en toda su plenitud. Ser misionero en nuestros días presenta grandes retos que van más allá de aprender una lengua distinta o de adaptarse a vivir en ambientes extremos por el clima o las enfermedades. El desafío principal consiste en ponerse al nivel de la gente a donde se es enviado. Hay que descubrir los valores presentes en cualquier pueblo como signos de la presencia de Dios. Los misioneros de este inicio del tercer milenio pasaremos a la historia no por los edificios materiales que hayamos construido, sino por los kilómetros que hayamos recorrido con tantos refugiados, por la esperanza sembrada en las zonas de guerra y violencia y por haber ayudado a tantos hombres y comunidades a vivir fraternalmente.







2. LOS JOVENES, TESTIGOS Y PROFETAS: ESPERANZA DE LA IGLESIA.

La animación Misionera juega un papel muy importante para que los jóvenes sean testigos y profetas, pero qué es la Animación Misionera? Podemos decir que es un conjunto de actividades que realiza el joven con el fin de aprender, formar e informar a otros jóvenes para la misión. Y despierta la conciencia misionera manifestada en un compromiso con el anuncio del evangelio.

Es un auténtico servicio que lleva al joven a dar razón de su esperanza (Puebla 20, 348, 1097 y 1127). Se ubica en el área educativa, del aprendizaje, y es parte fundamental de la evangelización (Puebla 1013)

Es tomar conciencia que la vocación cristiana es un compromiso con la misión universal. Es un ministerio porque el animador y el joven misionero prestan un servicio donde quiera que vaya: servicio, apostolado o voluntariado son sinónimos de urgencia misionera.

Es suscitar el espíritu de colaboración con y para los que todavía no conocen a Jesucristo. “Nosotros somos responsables si a un solo misionero le falta los medios necesarios que nosotros podríamos facilitarle para su trabajo evangelizador…” (Benedicto XV).

La animación misionera es necesaria porque cada vez más la Iglesia asume responsabilidades que la conducen a dar respuestas concretas y urgentes desde el evangelio.

Es aprender, escuchar y anunciar el espíritu misionero universal. De allí que la Animación Misionera en nuestras Parroquias y Colegios no puede faltar y que animar o trabajar con los jóvenes implica:

  • Ayudarlos a pensar en el futuro: Orientarles en el presente e invitarles a hacer esfuerzos en el trabajo de cada día, para que descubran los caminos que les permitan realizarse como personas, cultivando pacientemente las cualidades y pensando en el modo de hacerlas provechosas en su porvenir.

  • Ayudarlos a servir a los demás: El joven tiene, con nuestra ayuda, que salir de si mismo, incluso de sus propios gustos e inclinaciones, aunque le cueste el sacrificio. El hecho de ayudar a otras personas le permite madurar más rápidamente y mejor.

  • Ayudarles a cultivar los valores: Es el mejor modo de dar sentido a las utopías (sueños) que espontáneamente surgen en la vida de los jóvenes; debemos tratar de orientar los pensamientos hacia riquezas interiores que elevan la sensibilidad, proyectando la personalidad hacia lo que está más allá de los sentidos.

Ayudar a que los jóvenes hagan la “Escuela de amor con Jesús” y, así tengan criterios, mentalidad y corazón misionero, como Maestro.

El Papa Juan Pablo II dijo a la Curia romana el 20 de diciembre de 1985,: « Todos los jóvenes deben sentirse seguidos por la Iglesia: por eso, toda la Iglesia, en unión con el Sucesor de Pedro, tiene que sentirse cada vez más comprometida, a nivel mundial, en favor de la juventud, de sus ansias y solicitudes, de sus aperturas y esperanzas, para corresponder a sus expectativas, comunicando la certeza que es Cristo, la Verdad que es Cristo, el amor que es Cristo ».

En la actividad misionera con los jóvenes es punto de referencia fundamental la Carta Apostólica a los jóvenes y a las jóvenes de todo el mundo, publicada por el Santo Padre en 1985 con ocasión del Año Internacional de la Juventud. Nuestra Iglesia joven latinoamericana está a las puertas de una enorme renovación, una Iglesia que salga a la búsqueda de los jóvenes, acercándose a su realidad y sus preguntas, volviendo a ser respuesta vigorosa en tiempos de duda, de lejanía de Dios. Esto supone una opción clara: acercar al lenguaje juvenil los contenidos y concretizaciones de una nueva propuesta.

El Papa Benedicto XVI decía, cuando recibió un grupo de Obispos y jóvenes en Roma con ocasión de la Misión Joven en España: «No dejéis de cultivar vosotros mismos el encuentro personal con Cristo, de tenerlo siempre en el centro de vuestro corazón, pues así toda vuestra vida se convertirá en misión: dejando trasparentar al Cristo que vive en vosotros». Somos conscientes de que sólo si vivimos unidos a Cristo tendremos Vida en nosotros y daremos fruto. Sólo así, Él vivirá en nosotros y nos hará sus testigos. La misión es el fruto maduro de nuestro vivir y permanecer en Cristo hasta la muerte. En realidad, el Señor nos enseña a mirarle a Él, que es la fuente de donde brota todo amor”.


Los jóvenes cristianos están llamados a ser testigos y profetas de Jesucristo y su Evangelio en sus ambientes, a ser protagonistas y constructores de la nueva Civilización del Amor, a ser los centinelas del mañana, como dirá el Santo Padre: ”No existe tarea y vocación más noble que ser testigos y profetas del Reino de Jesús, es decir, seguir haciendo lo que Él hizo, seguir diciendo lo que Él dijo y seguir viviendo con el estilo de vida que Él vivió.

No es una tarea postergable para la próxima generación, es una urgente responsabilidad hoy. No pueden permanecer callados y pasivos mientras el egoísmo humano, el aborto y los asesinatos, la injusticia social, el armamentismo suicida, la violencia, la miseria y la pobreza sigue obstaculizando la posibilidad de que la vida nueva en Jesucristo se haga realidad sobre la tierra. La Iglesia repite a los jóvenes hoy: “¡Joven, levántate y anda” (Jn 5,8). El futuro de la justicia y de la paz pasa por sus manos y surgen desde lo más profundo de su corazón. Son protagonista en la construcción de una nueva convivencia, de una sociedad más justa, sana y fraterna” decía S.S. Juan Pablo II, a los jóvenes de Chile en 1987. Como testigos, los jóvenes están llamados a vivir su fe en Dios y su amor al prójimo en medio de su pueblo y a reflejarlos en su protagonismo frente a los grandes desafíos de la realidad. Sensibles a lo que sucede a su alrededor, saben discernir el paso del Señor por la vida, saben descubrir su presencia cercana y no dejan de dar gracias y reconocer cada día su Nombre. Anuncian su fe en Jesucristo vivo y la presentan a los demás para que evangelizados, evangelicen y contribuyan con una respuesta de amor a Jesucristo, a la liberación integral del hombre y la sociedad.

Como profetas, los jóvenes están llamados a jugarse la vida por la causa de Jesús sin temor a los rechazos ni a los conflictos. Cargan sobre sus hombros el dolor y el sufrimiento ajeno y hacen suyo el grito de los pobres y oprimidos. Quieren encontrar el “gesto y la palabra oportuna frente al hermano solo y desamparado, y mostrarse disponibles ante quien se siente explotado y deprimido” (Plegaria Eucarística V-b). Luchadores incansables por la justicia y por la paz, no dejan para otros lo que ellos mismos pueden hacer y abren caminos de esperanza y solidaridad para quienes están olvidados.

Enseñemos a los jóvenes a vivir y proclamar un mensaje positivo, no ingenuo; alegre, sin infantilismos; convincente, sin manipulación; pero sobre todo cristiano. En medio de las dificultades, cuando la tormenta arrecia mar adentro, Jesús se hace presente para decirnos: “¡Animo! ¡No tengan miedo!” (Mc 6,50) “¡Yo he vencido al mundo!” (Jn 16,33). “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de los tiempos” (Mt 28,20).







3. LA IGLESIA, COMUNIDAD QUE ANUNCIA


San Pablo 1 Cor.12, 12-14,26 nos sitúa en lo que es la clave de lo que podemos señalar es el cometido de nuestra comunidad Eclesial: ser portadores de comunión y unidad en la diversidad, que nos hace comunicar:

El gozo de ser hombres y mujeres, discípulos misioneros en actitud de escucha atenta de la Palabra de Dios y a la historia, con una actitud itinerante, que haga redescubrir y renovar la identidad eclesial cristiana.

Retomar decididamente la misión, sintiéndonos como Jesús, enviados a anunciar la Buena Nueva del Reino, siendo evangélicamente audaces ante las situaciones que desafían nuestro profetismo.

Cultivar una espiritualidad misionera que genere un cambio de mentalidad, ( DA 268).

El desafío de la acción evangelizadora, la renovación de estructuras, donde no pongamos el acento en lo institucional sino en las exigencias y necesidades de nuestros pueblos, la Nueva Evangelización, potenciando la diversidad de vocaciones, ministerios y carismas y los lugares de comunión en nuestra Iglesia (Cf DA 164-175)

Somos discípulos misioneros, en esta realidad plural, el mejor testimonio profético que ofrecemos es entrando en la frontera de la diversidad cultural, religiosa para ser signos y testimoniar la comunión, acogiendo en reciprocidad nuestras culturas, creando instancias de comunión y participación a través del diálogo y la cercanía. Como discípulos misioneros estamos llamados a acoger el proyecto de Dios, que nos llama a la fraternidad universal y nos exige derribar muros, unir lo disperso, reconciliar todo con ÉL, considerando las diversas etapas que permitan caminar hacia la maduración humano- cristiana de nuestros hermanos, hermanas y de las comunidades, que impulsen una auténtica Espiritualidad misionera (DA 106, 278 – 285; R.M. 87).

La Eucaristía, es fuente inagotable de la vocación cristiana es, al mismo tiempo, fuente inextinguible del impulso misionero. Allí el Espíritu Santo fortalece la identidad del discípulo, despierta en él la decidida voluntad de anunciar con audacia a los demás lo que ha escuchado y vivido. (D.A. 251)

En el Nº 162 del D.A. se entiende que la diversidad de carismas, ministerios y servicios, abre el horizonte para el ejercicio cotidiano de la comunión, a través de la cual los dones del Espíritu son puestos a disposición de los demás para que circule la caridad (cf. 1 Co 12, 4-12). Cada joven, en efecto, es portador de dones que debe desarrollar en unidad y complementariedad con los de los otros, a fin de formar el único Cuerpo de Cristo, entregado para la vida del mundo. El reconocimiento práctico de la unidad orgánica y la diversidad de funciones asegurará mayor vitalidad misionera y será signo e instrumento de reconciliación y paz para nuestros pueblos. Cada comunidad está llamada a descubrir e integrar los talentos escondidos y silenciosos que el Espíritu regala a los jóvenes.

Jesucristo envió a sus Apóstoles a todas las personas y pueblos, a todos los lugares de la tierra. Por medio de los apóstoles, la Iglesia recibe una misión universal, que no conoce confines y concierne a la salvación en toda su integridad, de conformidad con la plenitud de vida que Cristo vino a traer (Jn. 10, 10).

La Iglesia es la primera beneficiaria de la salvación ofrecida por Jesucristo. Él vive en ella, fomenta su crecimiento y por medio de ella cumple su misión. Ella ha sido enviada como Luz del mundo y Sal de la tierra (R.M. 9).

Las tres tareas que la Iglesia cumple al servicio del Reino son también referencia para la vida y misión de la Juventud:

1- El anuncio que llama a la conversiòn. Éste es el primero y fundamental servicio a la venida del Reino en las personas y en la sociedad humana.

2- La fundación de comunidades e institución de Iglesias Particulares, elevándolas a la madurez de la Fe y de la Caridad, mediante la apertura a los demás, con el servicio a la persona y a la sociedad.

3- La encarnación y difusión en el mundo de los valores del Evangelio que son expresión de este Reino y ayudan a los hombres y mujeres a acoger el designio de Dios.

Muchos jóvenes miran su vida con aprensión y se plantean tantos interrogantes sobre su futuro. Ellos se preguntan preocupados: ¿Cómo insertarse en un mundo marcado por numerosas y graves injusticias y sufrimientos? ¿Cómo reaccionar ante el egoísmo y la violencia que a veces parecen prevalecer? ¿Cómo dar sentido pleno a la vida? ¿Cómo contribuir para que los frutos del Espíritu «amor, alegría, paz, paciencia, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí, inunden este mundo herido y frágil, sobre todo el mundo nuestro, de los jóvenes? Sólo Cristo puede colmar las aspiraciones más íntimas del corazón del hombre; sólo Él es capaz de humanizar la humanidad y conducirla a su «divinización». Con la fuerza de su Espíritu, Él infunde en nosotros la caridad divina, que nos hace capaces de amar al prójimo y prontos para ponernos a su servicio. El Espíritu Santo ilumina, revelando a Cristo crucificado y resucitado, y nos indica el camino para asemejarnos más a Él, para ser precisamente «expresión e instrumento del amor que de Él emana» (Enc. Deus caritas est, 33). Quien se deja guiar por el Espíritu comprende que ponerse al servicio del Evangelio no es una opción facultativa, porque advierte la urgencia de transmitir a los demás esta Buena Noticia. Sin embargo, es necesario recordarlo una vez más, sólo podemos ser testigos de Cristo si nos dejamos guiar por el Espíritu Santo, que es «el agente principal de la evangelización» (cf. Evangelii Nuntiandi, 75) y «el protagonista de la misión» (cf. Redemptoris Missio, 21). Además, doce Apóstoles, hace ya dos mil años, han dado la vida para que Cristo fuese conocido y amado. Desde entonces, el Evangelio sigue difundiéndose a través de los tiempos gracias a hombres y mujeres animados por el mismo fervor misionero. Por lo tanto, también hoy se necesitan discípulos y misioneros de Cristo que no escatimen tiempo ni energía para servir al Evangelio. Se necesitan jóvenes que dejen arder dentro de sí el amor de Dios y respondan generosamente a su llamamiento apremiante, como lo han hecho tantos jóvenes beatos y santos como Santa Teresita del Niño Jesús, San Francisco Javier, en el pasado y también de tiempos cercanos al nuestro como Ceferino Namuncurá, Laura Vicuña y otros.

En las iglesias particulares, todos los miembros del pueblo de Dios, según sus vocaciones específicas, estamos convocados a la Santidad en la comunión y la misión, de lo que se nos exige :

Una Renovación de la opción preferencial por los jóvenes.

  • En estrecha unión con la familia”

  • De manera realista y eficaz”

  • En estrecha continuidad con las Conferencias Generales anteriores”

  • Con una meta bien clara: “dando un nuevo impulso a la Pastoral Juvenil en las comunidades eclesiales”

Un encuentro con Jesucristo vivo y su seguimiento en la Iglesia a la luz del Plan de Dios.

Es una propuesta para hacer a los jóvenes que

  • Les garantiza la realización plena de su dignidad de ser humano” .

  • Les impulsa a formar su personalidad”.

  • Les propone una opción vocacional específica”.

Que en la “primera evangelización o primer anuncio” que se realiza a los no cristianos, para ayudarlos, desde el principio, a comprometerse con un cristianismo que de testimonio auténtico de Jesucristo, anuncie su evangelio, acompañe a otros en su camino de conversión, viva y celebre comunitariamente su fe, y, ayude a que otros también realicen su compromiso misionero de salir a evangelizar a todas las gentes (cf Mt 28, 19-20).

Recordar que en la Nueva Evangelización: es la misión la que renueva la identidad cristiana e inspira y sostiene la nueva evangelización (cf RM 2), ayuda a que los cristianos asuman y cumplan su compromiso misionero de vivir y comunicar el Evangelio en su comunidad y en la evangelización universal.



4. PROCLAMAR A JESUCRISTO: SER MISIONEROS DE JESÚS.


Los discípulos han visto, oído y permanecido con el Maestro, ahora están preparados para ser enviados y anunciarlo, hacer suyo el proyecto del Reino y la suerte de Cristo, es decir, hacer suya la disposición y prontitud para testimoniar el amor del Padre hasta entregar la propia vida en comunión con la muerte y resurrección de Jesús.

Para ser testigo enviado por el Maestro se requiere permanecer siempre a los pies del Maestro, se trata de un discipulado permanente para profundizar y vivir mejor el Camino, la Verdad y la Vida del Maestro. Los verdaderos discípulos de Jesús deberán seguirlo en todo como fieles testigos de su vida y de su doctrina, en especial de su resurrección. “Lo que hemos visto y oído, eso les anunciamos” (1 Jn 1,3). Pedro dice: "Nosotros no podemos dejar de hablar lo que hemos visto y oído" (He 4,20). Pablo dice: "¡Ay de mí si no evangelizara!". (1Cor 9,16).

Hoy la humanidad entera espera mucho de los jóvenes. En muchos lugares parecen gritarnos que ya basta de indiferencia y de mediocridad, el mundo de hoy necesita que se le anuncie a Jesucristo pero no de una manera superficial o romántica con unas cuantas palabras de exhortación y de buenos deseos.

Ser misionero no significa tampoco haber recibido un llamado a un estilo de vida “súper sacrificado”, sino simplemente a vivir como jóvenes auténticos en el cumplimiento exacto de cada día, a ejemplo del joven Santo Domingo Savio, que vayan por todo el mundo creando las situaciones propias para que toda persona pueda llegar a descubrir el Reino de Dios que está entre nosotros, como nos dice Don Pascual Cháves, superior general de los Salesianos: “Formemos jóvenes con esperanza y valentía, con generosa entrega a Dios y al prójimo, sin miedo formemos jóvenes SANTOS” ( Homilía en la beatificación de Ceferino Namuncurá de Argentina) .


Reconociendo la urgencia de la misión, el Papa Juan Pablo II proclamó la actualidad de la misión "ad gentes" y señaló proféticamente los frutos: "Veo amanecer una nueva época misionera, que llegará a ser un día radiante y rica en frutos, si todos los cristianos y, en particular, los misioneros y las Iglesias jóvenes responden con generosidad y santidad a las solicitaciones y desafíos de nuestros tiempo". (R. Missio 92).

El envío de la Iglesia ad gentes implica la colaboración de todos los creyentes: "Como el Padre me envió, también yo os envío". "La participación de las comunidades eclesiales y de cada fiel en la realización de este plan divino recibe el nombre de cooperación misionera" (D.I.A.M. Pág.14 ).
Por esto la Iglesia contempla con satisfacción que, junto con las Congregaciones y los Institutos tradicionalmente dedicados a la misión ad gentes, estén surgiendo hoy nuevas formas de promoción de la evangelización y nuevos agentes misioneros: sacerdotes diocesanos y otros clérigos, laicos, asociaciones de voluntarios y de familias, prestaciones de servicios profesionales, fraternidades, intercambios de personas y de experiencias pastorales. Todos podemos ser parte de la Misión Ad Gentes, solo nos falta remar mar adentro y romper las amarras.





EL DESAFÍO

El único compromiso es simplemente volver a Cristo. Pues la Iglesia en el tercer milenio tiene que presentarse con el mismo anuncio que al principio: Jesucristo es el Señor; en Él, y en ningún otro, podemos salvarnos (Cf. Hch 4, 12). En contextos plurales éticos y religiosos, es necesario confesar y proponer a Cristo como el único salvador del mundo y de todos los hombres, como aquél que es el Camino, la Verdad y la Vida. De tal modo que provoquemos la misma pregunta del principio de la evangelización, «¿qué hemos de hacer, hermanos?» (Hch 2, 37).



5. LA PEQUEÑA VELA (Cuento)

Erase una vez una pequeña vela; que vivió feliz su infancia, hasta que cierto día le entró curiosidad en saber para qué servía ese hilito negro y finito que sobresalía de su cabeza. Una vela vieja le dijo que ese era su "cabo" y que servía para ser "encendida". Ser "encendida" ¿qué significaría eso?. La vela vieja también le dijo que era mejor que nunca lo supiese, porque era algo muy doloroso.

Nuestra pequeña vela, aunque no entendía de qué se trataba, y aún cuando le habían advertido que era algo doloroso, comenzó a soñar con ser encendida. Pronto, este sueño se convirtió en una obsesión. Hasta que por fin un día, "la Luz verdadera que ilumina a todo hombre", llegó con su presencia contagiosa y la iluminó, la encendió. Y nuestra vela se sintió feliz por haber recibido la luz que vence a las tinieblas y le da seguridad a los corazones.

Muy pronto se dio cuenta de que haber recibido la luz constituía no solo una alegría, sino también una fuerte exigencia… Sí. Tomó conciencia de que para que la luz perdurara en ella, tenía que alimentarla desde el interior, a través de un diario derretirse, de un permanente consumirse… Entonces su alegría cobró una dimensión más profunda, pues entendió que su misión era consumirse al servicio de la luz y aceptó con fuerte conciencia su nueva vocación.

A veces pensaba que hubiera sido más cómodo no haber recibido la luz, pues en vez de un diario derretirse, su vida hubiera sido un "estar ahí", tranquilamente. Hasta tuvo la tentación de no alimentar más la llama, de dejar morir la luz para no sentirse tan molesta.

También se dio cuenta de que en el mundo existen muchas corrientes de aire que buscan apagar la luz. Y a la exigencia que había aceptado de alimentar la luz desde el interior, se unió la llamada fuerte a defender la luz de ciertas corrientes de aire que circulan por el mundo.

Más aún: su luz le permitió mirar más fácilmente a su alrededor y alcanzó a darse cuenta de que existían muchas velas apagadas. Unas porque nunca habían tenido la oportunidad de recibir la luz. Otras, por miedo a derretirse. Las demás, porque no pudieron defenderse de algunas corrientes de aire. Y se preguntó muy preocupada: ¿Podré yo encender otras velas? Y, pensando, descubrió también su vocación de apóstol de la luz. Entonces se dedicó a encender velas, de todas las características, tamaños y edades, para que hubiera mucha luz en el mundo.

Cada día crecía su alegría y su esperanza, porque en su diario consumirse, encontraba velas por todas partes. Velas viejas, velas hombres, velas mujeres, velas jóvenes, velas recién nacidas…. Y todas bien encendidas.

Cuando presentía que se acercaba su final, porque se había consumido totalmente al servicio de la luz, identificándose con ella, dijo con voz muy fuerte y con profunda expresión de satisfacción en su rostro: ¡Cristo vive en mí!.











MARIA, PRIMERA DISCIPULA-MISIONERA

María, una vez conocido los planes de Dios los hace cosa propia, no son algo ajeno a ella. En el cabal desempeño de la voluntad de Dios, ella compromete por entero su entendimiento, sus energías y su voluntad. En ningún momento los evangelistas la presentan actuando inconscientemente, ni cuando responde al Angel, ni cuando emprende el viaje a las montañas de Judea, ni cuando ejerciendo su papel de Madre busca y encuentra a Jesús Niño en el Templo, ni cuando provoca el primer milagro del Señor, ni cuando la vemos al pié de la cruz en que muere su Hijo. Que ella la primera y mas perfecta discípula misionera nos ayude a cumplir con el singular reto de la Gran Misión Continental que se avecina.



Que Dios nos bendiga.



PREGUNTAS.

1 – Qué visión misionera par la humanidad intuimos de la Escucha y del Aprendizaje de los días anteriores?

2 – Cómo estamos “misionalizando” nuestra planificación, proyectos y prácticas pastorales?

3 – Qué principos orientadores y acciones concretas nos van a ayudar en la elaboración de un PROMISA (Proyecto Misionero Americano)?