Baraut. En la escuela de Don Bosco


Baraut. En la escuela de Don Bosco

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T O M A S B A R A U T , S. S.
EN LA ESCUELA
DE DON BOSCO
LECTURAS PEDAGÓGICAS
PARA PADRES Y EDUCADORES
E S I L I
MADRID
SOCIEDAD EDITORA IBÉRICA
Alcalá, 164-Teléfono 53771
1945

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EN LA E S C U E L A
DE DON BOSCO

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DON BOSCO, DESDE UN PEOUEÑO PULPITO CO-
LOCADO AL FONDO DEL PÓRTICO, DIRIGE LAS
"BUENAS NOCHES" A sus NIÑOS INTERNOS.—
Como nuestros abuelos de antaño reunían
todas las noches a sus nietecitos alrededor
de la lumbre y con palabra sencilla y breve
esculpían en aquellas tiernas almas tesoros
de sabiduría y experiencia, así, en las ca-
sas salesianas, a la noche, cuando el alma
del niño está mejor dispuesta, el Padre ha-
bla a sus hijos sabrosas palabras de Dios,
bajo cuya protección y mirada van a entre-
: -: garse al descanso. : -:

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<£^@!93¿0(J:^(§¿@@I9(§!9©J©©^
Refiérese que cuando los Cruzados llegaron a Belén encendie-
ron en la Santa Cueva una antorcha y, corriendo a todo el galo-
par de sus corceles, la trajeron a Europa para encender con su
luz las lámparas de los santuarios de Occidente.
El autor de estas páginas, al igual que cuantos han entrado en
esa tierra santa de la Pedagogía católica, cual es la vida y los
escritos y las obras de San Juan Sosco, ha sentido encendérsele
el corazón en una llama viva de generosas inquietudes primero y
de logradas realidades después, para lanzarse con ese afán de
difusión que caracteriza al bien, a repartir por todos los santua-
rios, que tales son los corazones de los educadores católicos
—maestros y padres de familia—, el fuego santo e inextinguible
de la Caridad pedagógica y de la Pedagogía caritativa en que se
ha abrasado antes el suyo al estudiar y practicar el sistema edu-
cativo su Fundador.
El que escribe no es el literato que persigue un ideal de be-
lleza en fondo y en expresión ; ni el filósofo que investiga dete-
nidamente los principios, sus bases y su enlace lógico para go-
zarse en -la contemplación de una verdad iluminada, sino el sol-
dado que ha descubierto un camino seguro para la victoria y se
lanza por él a la conquista de sus objetivos, mientras vocea con
premura a sus camaradas para que le sigan. Esto y no otra cosa
es el libro que la S. E. I. ofrece hoy a los maestros y padre§ de
familia : la experiencia de un actuador de la Pedagogía que mar-
cha sobre la ruta segura trazada por otro pedagogo práctico que
ya triunfó.
Los EDITORES
Madrid, 31 de enero de 1945.
Festividad de San Juan Bosco.

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(sUS(í:^@!S^9(§¿9@lS(!^@¿@(í^
(§!£)
1.—CUESTIÓN PREVIA
¿ Tuvo sistema don Bosco ? Mucho se ha discutido sobre si
don Bosco tuvo un sistema pedagógico y propio.
—Yo obtengo de mis jóvenes cuanto quiero gracias al temor de
de Dios mfundido en sus corazones—escribía el Santo en cierta oca-
sión al Superior del gran Seminario de Montpellier, que deseaba
conocer el secreto de su pedagogía.
—Vamos, Padre—le replicaba éste, poco satisfecho— ; el te-
mor de Dios es sólo el principio de la sabiduría. ¿Cómo concluí:
la obra? Déme la llave de su sistema.
—¡ Mi sistema, mi sistema !—repetía don Bosco mientras do-
blaba la carta—. Pero si ni yo mismo lo conozco. Si algún mérito
tengo ante el Señor, es el de haber ido siempre adelante, según El
me ha inspirado y las circunstancias lo han requerido.
Aunque estaba muy al corriente de la ciencia pedagógica de
su tiempo, encauzó sus mejores energías a la acción.
Su fin era salvar de la ruina material y moral a la juventud aban-
donada, y comprendió en seguida que había de lograr con mayor
facilidad su objeto siendo un hábil educador más bien que un docto
pedagogo.
Su obra consistió, principalmente, en hacer revivir con sigular
maestría sobre el árbol resquebrajado de una pedagogía ruda, in-
coherente e inadecuada, el injerto valioso del amor cristiano, con
toda su vitalidad divina, a la vez que con el esplendor de sus formas
atrayentes.

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—8—
Supo iluminar los tesoros de la tradición pedagógica con las
luces del progreso moderno, combinando la solidez de los principios
eternos con la ductilidad, elegancia y atractivo de las nuevas for-
mas mediante una riqueza tal de matices prácticos que no ha sido
aún superado por educador alguno ; supo hacerse todo para todos
a fin de ganarlos a todos para Cristo ;' supo huir del excesivo rigor
que a la sazón imperaba en la escuela, sin caer, por otra parte, en
la mal entendida libertad proclamada en las calles.
El Sistema Preventivo, viejo como el Evangelio del cual ema-
na, distaba mucho de formar en su tiempo un cuerpo de doctrina.
Don Bosco recogió sus fragmentos, les infundió un alma y les dio
nueva forma, que se refleja en la vida del Santo, en sus palabras,
en sus escritos y en las tradiciones salesianas que nos han llegado.
INTEGRIDAD Y ARMONÍA
Desde mucho tiempo atrás se venía cometiendo en materia de
educación un error sumamente funesto, cuyas fatales consecuencias
hemos experimentado por muchos años. Me refiero a la falta de
armonía e integridad en el desarrollo de las facultades físicas, in-
telectuales y morales ; al divorcio entre las ciencias especulativas
y las experimentales, entre la inteligencia y el corazón, entre la
fuerza y el derecho ; al prematuro o excesivo desarrollo de unos y
de los otros. Si las monstruosidades y desequilibrios de la educa-
ción fueran tan patentes como las deformaciones físicas del indivi-
duo, ¡ con cuánta lástima miraríamos a muchos que pasan por gran-
des hombres y por grandes sabios !
Este desarrollo en los individuos ha trascendido a las familias,
a la sociedad y a las naciones..
En vano se busca la estabilidad, la paz y la armonía sólo en
el equilibrio de las fuerzas externas. El problema tiene más hondas
raíces. Es un problema de educación. La presunción de formar pre-
maturamente obreros especializados nos ha dado una generación de
hombres mutilados y monstruosos en el orden moral y de la razón.
La educación integral y armónica debería ser hoy la obsesión
de todos los buenos educadores, como lo fue de don Bosco.
Es preciso que reine perfecta armonía y la debida subordina-
ción entre los sentidos del cuerpo y las potencias y facultades del
alma.

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9—
((Con frecuencia—dice el Santo en la vida de Luis Colle—
hay educadores que atienden sólo al desarrollo de la inteligencia
y de la sensibilidad de los alumnos y relegan al olvido la facultad
soberana, la voluntad, única fuente del verdadero y puro amor de
la que el apetito sensitivo es tan sólo una imagen.))
Así rompen la armonía que debe presidir el desenvolvimiento
de las facultades del alma, y malogran los frutos de la verdadera
educación. La inteligencia y la voluntad sobreexcitadas por una
cultura intensa, atraen todas las actividades del alma, absorben toda
su vida y adquieren en poco tiempo una vivacidad y una delicadeza
extremas. El joven percibe con rapidez, su imaginación es viva y
ardiente y su sensibilidad exquisita.
Pero estas brillantes cualidades esconden en sí la más vergonzosa
insuficiencia y la debilidad más fatal.
El niño, el joven, fascinado por la rapidez de sus concepciones,
no sabe pensar ni obrar con criterio, se halla falto de buen sentido,
de tacto, de mesura, de espíritu práctico. Todo lo embrolla., todo
lo confunde, ya se trate de palabras, ya de acciones ; os descon-
cierta con salidas impetuosas y bruscas, con extrañas incoherencias.
Ayer defendía con ardor una incontrastable verdad ; mañana,
con la misma subjetiva convicción, sostendrá, precisamente, todo lo
contrario.
Esclavo del propio temperamento, ve cada cosa a través de la
pasión que le domina en aquel instante. Esto, para él, es reflexionar.
Cuando se equivoca, no pretendáis corregirle ; no reconocerá
jamás sus yerros ; dirá siempre que hizo lo que debía hacer : era lo
que le dictaba su conciencia... Su corazón carece de estabilidad,
hoy ama y mañana olvida. Sin ser realmente malo, no conoce otra
ley que la del capricho.
No sabe conservar sus amistades porque 'es incapaz de tratar
a sus amigos con el debido miramiento ; a éste le hiere con alusio-
nes crueles ; a aquél, con una falta de atención y de respeto ; a un
tercero le desprecia y le irrita con una sospecha temeraria e injuriosa.
¡ Pobre ser incompleto !... ¡Y se queja de la incomprensión
de los demás !
Se quiso formar un hombre, pero sólo se ha formado un ser
inteligente y amante, que es a la vez débil e irracional.

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El egoísmo y el amor mal entendido de los padres y educado-
res contribuyen grandemente a esta lamentable catástrofe.
Se quiere gozar del niño antes que sacrificarse por él ; se ce-
lebran sus gracias y donaires, se le adula por placer, o se le castiga
por mal humor cuando molesta, rehusa obedecer o estarse quieto.
Es preciso atenerse al espíritu de Jesucristo, a las normas de su
moral. Es preciso modelar la voluntad del joven o del niño con
prudente disciplina ; formar su conciencia con la palabra y el ejem-
plo ; desarrollar en su corazón el amor al bien y el odio al mal,
haciéndole comprender que el bien no es aquello que nos causa pla-
cer o nos produce utilidad, sino el obedecer a Dios, el conformar-
nos con su santa ley; y el mal es, precisamente, todo lo contra-
rio, aunque parezca útil o agradable.
Qué bien concuerdan estos conceptos con los expresados por
S. S. Pío XI en la encíclica sobre la educación de la juventud
cuando dice que el fin propio e inmediato de la educación cristiana
((es cooperar con la gracia divina a formar el verdadero y perfecto
cristiano que piensa, juzga y obra constante y coherentemente según
la recta razón iluminada por la luz sobrenatural de los ejemplos y de
la doctrina de Cristo.))
Así lo reconoció el mismo Padre Santo ante un grupo de alum-
nos de uno de nuestros colegios al pronunciar estas textuales pala-
bras : ((Dad gracias a Dios porque no recibís una educación cristia-
na ordinaria, sino una educación como saben darla los hijos de
don Bosco ; no una educación cualquiera, sino profunda, cuidadosa ;
tal, que pueda llenar cumplidamente todas las necesidades del alma
y de la vida.)) Estas últimas palabras son un tesoro de inapreciable
valor pedagógico que muchos padres y maestros miopes no aciertan
a comprender.
Por más de una centuria, en España, gran parte de la obra edu-
cativa careció también de esa sana integridad que forma hombres
completos; lo que se edificaba en la escuela se derrumbaba en la
calle ; los nobles sentimientos del hogar se esfumaban ante las son-
risas maliciosas de los falsos compañeros ; las saludables impresiones
de la piedad cristiana y del rubor se disipaban en el juego, en los
espectáculos licenciosos, más tarde en los kioscos y en los cines.
Muchos observaban este fenómeno triste, muchos ansiaron el
remedio, pero la mayor parte se contentaron con exclamar : No hay

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arreglo posible, es preciso seguir la corriente. Y no faltó quien lo
mirara con satisfacción, porque es—decía—el triunfo de la liber-
tad sobre atávicas preocupaciones. Entretanto fueron creciendo ge-
neraciones de mutilados física, intelectual y moralmente, capaces de
sacrificarlo todo a sus rastreras ambiciones, incluso la Patria, inca-
paces de realizar obra alguna de provecho en ningún sentido.
Veamos si nuestra actuación como maestros, como educadores,
tiene la eficacia total y la amplitud de horizontes que requiere, o
si es, tal vez, pobre, mezquina, incompleta e insuficiente.
Nuestro gran filósofo Balmes enuncia el ideal de la verdadera
educación con estas concisas y expresivas frases : ((El entendimiento
sometido a la verdad ; la voluntad sometida a la moral ; las pasio-
nes sometidas al entendimiento, y todo iluminado, dirigido, elevado
por la Religión.))
Trastornando caprichosamente esta jerarquía de valores, sobre
una cultura cristiana en decadencia, se ha levantado una civiliza-
ción atea que lleva a la ruina a pueblos y naciones.
Es preciso dar marcha atrás, remozar nuestra cultura cristiana
y acoplar a ella la civilización contemporánea. Esto sólo se conse-
guirá mediante una educación nueva, total y armónica del hombre,
conforme al criterio que siguió don Bosco.

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— 14 —
Se dio la orden al cochero; diez minutos después estaban en ella. Don
Bosco bajó de la carroza. El Cardenal quedó en observación tras la por-
tezuela del coche.
Un grupo de pilletes se hallaba en la plaza 'entregados con ardor a sus
juegos. Don Bosco se acerca; ellos huyen.
— ¡ Esto sí que es un éxito! —piensa para sí su Eminencia.
Don Bosco no se da por vencido. Con un ademán lleno de bondad y
con afectuosas palabras, llama a los esquivos muchachos. Algunos se de-
tienen a escuchar, titubean unos momentos y se acercan lentamente. Don
Bosco les hace un pequeño regalo, se interesa por ellos, por sus familias,
por sus 'estudios y sus juegos. Los más huraños se dan también por venci-
dos y se acercan a su vez.
Don Bosco los acoge a todos con bondad, organiza con ellos una partida
de juego, les dirige una frase de cariño, les ofrece una medalla y, con
dulzura, les pregunta si alguna vez rezan y se confiesan.
Al retirarse, todos intentan detenerle; pero él no quiere hacer aguar-
dar más al Cardenal. Por otra parte, la prueba es ya suficiente.
Los niños acompañaron al humilde sacerdote hasta el coche y cuando
éste partió, lo hizo entre dos filas de pequeños romanos que aplaudían a
don Bosco con entusiasmo.
Así educaba don Bosco. No es, pues, de extrañar que con
venciera a todos, grandes y pequeños, sabios e ignorantes.
Sus éxitos como educador han sido sorprendentes.
El Oratorio de San Francisco de Sales, al decir de don Bosco,
albergó docenas de niños y de jóvenes que emulaban en virtud a
San Luis Gonzaga. Algunos de ellos, como Domingo Savio, mu-
rieron en olor de santidad y esperamos verlos algún día elevados
al honor de los altares.
((Este modo de obrar—dijo un día el 3anto al ministro Ratazzi,
refiriéndose a su sistema educativo—consigue éxitos consoladores
sobre el noventa por ciento de los jóvenes. Sobre los diez restantes,
que parecen reacios a él, ejerce, sin embargo, una influencia benefi-
ciosa y los hace menos peligrosos, de tal suerte, que rarísima vez
me acontece tener que desechar a un joven por incorregible. ¡ Lás-
tima que el Gobierno no quiera emplear estos medios
Una prueba contundente de la eficacia educativa de su sistema
la tenemos en el suceso de la Generala de Turín, que narra por
menor el celebrado biógrafo del Santo, Hugo Wast, de la siguiente
manera :

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— 15 —
"En la época en que sus talleres y escuelas dejábanle tiempo para
realizar un intenso apostolado en las cárceles, llegó a conquistar de tal
modo el corazón de los jóvenes detenidos en la Generala, que todos, con
una sola 'excepción, cumplieron con Pascua. Era el año 1855.
El Director de las cárceles es buen amigo de don Bosco. No es capaz
de negarle nada, y un día recibe el más extravagante pedido que se haya
hecho a un funcionario de su laya.
—Vengo a hacerle una propuesta, señor Director.
—Todo lo que yo pueda hacer en su obsequio, señor abate, délo por
hecho.
—Quiero premiar a estos jóvenes que han cumplido con la Iglesia y se
portan bien. Los conduciré a un paseo hasta Stupinigi; saldremos por la
mañana, regresaremos a la noche. Les será provechoso para el alma y para
el cuerpo.
El Director ha dado un salto en la silla.
—¿Qué está diciendo, don Bosco? Usted no habla en serio.
—Con la mayor seriedad del mundo. -
¡Pero, señor Abate, yo soy responsable de toda fuga!
—No se fugará ninguno. Démelos contados y contados se los daré, sin
que falte uno sólo.
— ¡ Imposible!
—¿Acaso lo prohibe el Reglamento?
—El Reglamento no dice una palabra de esto, porque no han pensado
los que lo hicieron que a don Bosco se le ocurriría semejante cosa.
—Pues si el Reglamento no lo prohibe...
— ¡ Imposible, cien veces imposible, y siento decírselo!
—¿Y si el Ministro diera autorización?
— ¡ Vaya una ocurrencia! Si el Ministro lo autoriza, yo me lavo las
manos.
Corre don Bosco a ver al Ministro del Interior, que es Ratazzi, no di-
remos su amigo, pero sí un hombre que le atiende con interés, porque siendo
el promotor de la persecución contra las Ordenes Religiosas, no quiere apa-
recer como un sistemático devorador de frailes.
Hácele gracia la original proposición. Piensa que, enviando detrás de las
filas un piquete de guardias, no habrá escapatorias, y si las hubiera, no sería
difícil atrapar a los que las intentaran.
—Excelencia—responde don Bosco—, yo le agradezco su voluntad, pero
renuncio a mi proyecto si han de escoltarme los guardias.
Ratazzi lo mira estupefacto.
—En estas condiciones, señor Abate, no devolverá usted uno sólo de esos
pilletes a la prisiór:.
—Le afirmo, señor Ministro, que no faltará uno sólo.
—Después de todo, si alguno se escapa, lo más que tardaría en volver a
caer en manos de los guardias serían dos o tres días.

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— 16
—Usted y yo, señor Abate, vamos a hacer una locura; usted se juega la
libertad y yo el ministerio. Dé usted el paseo. Quiero ver lo que resulta.
Paso por alto la escena de desbordante alegría que en la cárcel se pro-
dujo al comunicar don Bosco a los detenidos tan inesperada nueva.
Al alba del día siguiente, partieron. Llevaban un asno cargado de pro-
visiones para almorzar. Mas pensaron que don Bosco estuviese fatigado del
camino, descargaron los sacos, que se echaron por turnos a las espaldas,
y obligaron 'a su capellán a montar en el burro.
En la iglesia de Stupinigi, don Bosco celebró su misa. Las gentes del
pueblo veían pasar aquel original batallón de 300 prisioneros en libertad,
sin más vigilancia que un pobre sacerdote, y a la hora del almuerzo en-
viáronle regalos de vino y pan excelente, y otros manjares que introdujeron
novedad en el severo régimen de la prisión.
Pues bien; al atardecer, todos, sin que faltara uno, volvieron a la Ge-
nerala de Turín.
Más que alegre, Ratazzi quedó atónito:
—De buena nos hemos librado, señor don Bosco. Pero querría saber su
secreto. ¿Cómo hace usted para dominar a esos foragidos?
—Excelencia, nosotros los sacerdotes poseemos una fuerza que 'el Estado
no puede alcanzar. Nuestra fuerza es moral. El Estado manda y castiga. Nos-
otros hablamos al corazón del joven, y nuestra palabra no es humana, es
sobrenatural, porque es la palabra de Dios.
Bien convencidos debieron de quedar los ministros italianos de la eficacia
del sistema educativo de don Bosco cuando el año 1878, el célebre Crispi
tuvo la idea de confiar a don Bosco la Casa Correccional de Turín.
El Santo aceptó con cuatro condiciones: Libertad completa en materia
religiosa, eliminación de los guardias, subsidio cotidiano de 86 céntimos
por cada uno y unidad de dirección. Todo estaba listo, y sólo faltaba la
firma del Ministro. Crispi rehusó firmar, aduciendo esta razón : "Conozco a
don Bosco y pes capaz de hacer sacerdotes a todos estos detenidos. Sacer-
dotes ya tenemos bastantes." (1)
La eficacia del sistema preventivo de don Bosco no terminó
con la muerte del fundador. Se ha ido extendiendo por todas las
naciones y se ha adaptado a todos los pueblos, lo mismo a las ju-
ventudes masculinas que a las femeninas. El incremento que ha
tomado la Congregación Salesiana y el Instituto de las Hijas de
María Auxiliadora, lo proclama bien alto.
( r ) Hrco WAST: Don Boxeo y su tiempo. lil hecho viene referido casi con las mismas palabras
en el tomo V de las "Memorias Biográficas» del .Santo.

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— 17 — •
PRUEBA RECIENTE
He aquí otra prueba de las que, por suerte, se ofrecen pocas
veces.
"Era el 21 de julio de 1936. En las Escuelas Profesionales Salesianas de
Sarria (Barcelona). Quedaban en ellas todavía 300 alumnos con sus maes-
tros y superiores; las bandas rojas habían ya saqueado todos los colegios
de la ciudad e incendiado los templos. Nosotros, por milagro de Dios, nos
íbamos sosteniendo, a ^pesar de que la destrucción y la muerte se cernían
sobre nuestras cabezas.
A las cuatro y media de la tarde violaron también nuestro sagrado re-
cinto, santificado por dos veces con la presencia de San Juan Bosco.
Pronto se dio la orden de salir a todos los Salesianos y de que los alum-
nos todos se juntaran en los patios del Colegio. Perplejos quedaron éstos
y mudos de espanto al ver que sus superiores y maestros eran inicuamente
maltratados y arrojados de aquella casa, testigo de tantos sacrificios y he-
roísmos, para caer en manos de los revolucionarios de la calle, que los
esperaban sedientos de su sangre.
Viendo que no quedaba otro remedio—dice el narrador de este suce-
so—, yo también me dispuse a partir. Atravesé el patio, donde encontré
por primera vez a los alumnos, solos, como corderitos sin pastor y en las
fauces de lobos rapaces.
Estaban ya enterados de todo y comenzaban a sentir las tristezas de
la soledad y del abandono en aquellas circunstancias difíciles.
Al verme, me rodearon; unos para contarme algo de lo que habían visto,
otros para interrogarme. ¡ Qué confidencias aquéllas y qué preguntas! Es-
taban emocionados; las lágrimas se asomaban a sus ojos y rodaban por
su mejillas. Yo procuré serenarles, calmarles, infundirles confianza; más de
uno de aquellos pequeñitos, un tanto más impresionados por la realidad que
por las esperanzas que trataba de infundirles, con palabras entrecortadas
"^por^los" sollozos me hizo esta enigmática pregunta: ~"'"""""" ~ -———-- —
—¿Qué será de nosotros si usted nos deja solos?
Quedé unos momentos pensativo... Aquellos suspiros, aquellos ojos cla-
mando piedad, aquellas manos que me asían fuertemente, aquel grito hondo,
aunque ahogado por el misterioso ambiente del terror reinante: " ¡ No nos
deje, quédese con nosotros!", que salía de todos los pechos y de todos los
labios, me movió a prometerles lo que sólo con una gracia especial del Señor
podía cumplir:
—Me quedo con vosotros.
Fiados en mi palabra, quedaron tranquilos y me dejaron libre para rea-
lizar las .diligencias del caso.
Una hora después me encontraba ya de nuevo en medio de ellos.
Para amenizar un poco la tragedia, había que hacerse comediante. Mi
papel era bastante modesto: maestro sin sueldo a servicio de los niños, i Ay
de mí si algún rojo indiscreto llegaba a ver algo más! Sin embargo, seguía

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— 18 —
siendo algo más 'en medio de aquellos muchachos. Seguía siendo el maestro,
el Salesiano, el sacerdote y el superior de antes, sin temor al soborno rn
a la traición, a pesar de los fuertes excitantes exteriores. Así me lo decía
el corazón, así me lo aseguraba la fe en los éxitos rotundos del sistema de
don Sosco.
Aquellos 300 jóvenes, 'entre los diez y los dieciocho años de edad, de-
mostraron entonces con toda evidencia que sus educadores, los Salesianos,
siguiendo las directivas de su santo Fundador, habían llegado hasta el fondo
de su alma y habían realizado una labor educativa sólida y trascendente.
No se necesitaban órdenes; bastaba una señal, una indicación, una pala-
brita dicha por lo bajo, y al punto aquella masa juvenil se adaptaba a
mis deseos.
A los mismos rojos llamó poderosamente la atención este fenómeno, y lo
calificaron con el mote despectivo de superstición religiosa. No se hallaban
en condiciones de entender las cosas grandes y las verdades profundas.
Con edificante comportamiento fueron pasando los días sin que me oca-
sionaran el menor disgusto; los consuelos y las atenciones llovían por todas
partes, junto con los ofrecimientos de los que iban saliendo de proporcio-
narme mayor paz y mejor seguridad en el seno de sus familias.
Hacían todos sus prácticas 'de piedad, aunque con disimulo, pues se 3o
habían prohibido. Cumplían hasta con los más insignificantes detalles el Re-
glamento del Colegio. Constantemente se preocupaban de la suerte de cada
uno de sus maestros, y los dos o tres primeros días casi no comieron por
la honda pena que les había causado separación tan dolorosa.
Poco a poco, los colegiales pudieron irse reintegrando al seno de sus fa-
milias. Y el tener yo también que huir—por haber sido descubierta mi per-
sonalidad—con un grupito de los últimos que no disponían de medios
para llegar hasta sus familias, en medio de aquel humo, de aquellas hogue-
ras y de aquellos escombros del Colegio; pudimos comprobar que quedaba
en pie un monumento digno de todo respeto y de toda consideración: la
eficacia, el éxito rotundo del sistema educativo de don Bosco."
ALTOS ELOGIOS
La bondad y eficacia del método de don Bosco han sido reco-
nocidos y ensalzados por altas autoridades y por inteligencias pri-
vilegiadas.
Véanse algunas muestras, comenzando por España :
El año 1913 se celebraba en Valladolid un Congreso Catequístico en el
cual intervino felicísimamente el P. Manjón, fundador de las Escuelas de
Ave María, con sus muchachos granadinos. Al darle la enhorabuena tinos
Padres Salesianos que habían asistido al Congreso, les dijo estas palabras:

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— 19
—No me feliciten ustedes. Mis éxitos educativos los debo íntegramente
;a don Bosco. En él me he inspirado siempre.
Don Manuel Siurot escribe: "Jamás he encontrado en la historia de
las enseñanzas escolares ningún educador de niños como San Juan Bosco;
o por lo menos diré que es el que más se ajusta a mi concepto de la niñez
.y de la enseñanza."
\\
El llorado Cardenal Goma, Primado de España, escribía también en 1939:
"San Juan Bosco es el pedagogo tipo... La canonización de don Bosco es
la solemne canonización de su pedagogía. Desde los altares seguirá siendo
pedagogo autorizadísimo, que adoctrinará a las generaciones con su ejem-
plo y con su doctrina."
Y el Excmo. Sr. D. José Ibáñez Martín, Ministro de Educación Nacio-
, nal, en un discurso pronunciado en Madrid el 7 de enero del año 1943 -en
el Teatro Español, con ocasión de la clausura del Año centenario de las
Obras Salesianas, dijo estas palabras, altamente significativas: "Para el
maestro español el sacerdote de Turín es la norma ejemplar. Que los maes-
tros con vocación guarden bien estas palabras: Nada vale la pedagogía ni
los métodos pedagógicos donde el maestro que enseña no es como lo era
San Juan Bosco: un iluminado del Señor."
Pasemos al extranjero.
El doctor Funke, Director de las Escuelas Normales Gubernativas de
Warendorf (Westfalia), escribe: "Don Bosco ha divinizado la pedagogía
estudiando la conciencia de sus alumnos, dándoles el elemento religioso
•como guía y acoplando a la enseñanza la caridad cristiana. Por sus dotes
maravillosas en la dirección de la juventud, por su perseverancia, por sus
increíbles resultados prácticos, se ha hecho inmortal, y no sin razón es
llamado el milagro pedagógico mundial."
El Cardenal Faulhaber, Arzobispo de Munich de Babiera: "Alguno
—dice—se ha atrevido a vociferar públicamente que la Iglesia, después
de las catedrales de la Edad Media, no ha realizado nada grande.- Quien
tal dice no ha leído ciertamente las encíclicas de León XIII, ni ha ojeado
el nuevo Código de Derecho Canónico; que ni sabe tampoco que las casas
de don Bosco vierten todos los años en la vida social millares de jóvenes
sustraídos al delito y debidamente instruidos y educados. Esta maravilla
de la Caridad, ¿no es acaso una basílica que lanza robusta hacia el cielo
sus agujas?"
El doctor Parmeggiani, que fue Ministro de Educación de Italia, decía
ante un selecto público el 6 de agosto de 1929 : "La Institución Salesiana,
en la majestuosa multiplicidad de sus manifestaciones educacionales, es
acaso el ensayo vivo y el éxito experimental más comprensivo, extenso y
armonioso de la pedagogía cristiana, aplicado por el genio de la institu-
ción pedagógica de los siglos cristianos: San Juan Bosco."

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— 20 —
Los maestros del Píamente, escenario principal de las conquistas peda-
gógicas de don Bosco, no contentos con inspirarse en su método educativo,
quisiéronle elevar a la categoría del patrono modelo. A este fin se organizó
la llamada "Unión de Maestros don Bosco". Asociación de Maestros Cató-
licos, que desde el 1923 promovieron reuniones, congresos, asambleas, cur-
sillos de conferencias, homenajes solemnes en los que se estudiaron a fondo
las ideas de la pedagogía salesiana.
En Glasgow, dos mil maestros escoceses, presididos por el Arzobispo, se
reunieron para formar la "Unión de Maestros Católicos" y la colocaron
bajo el patrocinio de San Juan Bosco.
El año 1936, el Episcopado mejicano acepta orgulloso la designación que
el Papa Pío XI le hiciera de San Juan Bosco para Patrono de los niños
de la nación mártir.
El doctor Innitzer, Cardenal Arzobispo de Viena, el 31 de enero del
año 1936, en presencia de las más altas autoridades de la nación y de una
imponente muchedumbre de fieles y juventudes de Acción Católica, pro-
clama también a San Juan Bosco Patrono de la juventud austríaca.
Y el mismo Papa Pío XI, que 'elevara al eximio maestro ai honor dé-
los altares el 1 de abril de 1934, consagró también su pedagogía con la
luminosa encíclica sobre la educación de la juventud, Divini illius MagistrL.

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III.—FUENTES DEL SISTEMA EDUCATIVO DE
DON BOSCO
((MAMA MARGARITA))
El corazón de una madre es, con frecuencia, relicario preciso
de las grandes ideas y de los grandes sentimientos. La divina peda-
gogía de Nazaret, arrojada de las escuelas, había encontrado su
refugio inexpugnable en el corazón de las madres cristianas.
Allí, en el corazón de su madre, bebió don Bosco a grandes
sorbos los primeros efluvios geniales de su sistema educativo.
((Mamá Margarita)) fue su primera maestra.
Ella le hizo comprender ya, a la temprana edad de los dos
años, los tremendos dolores de la orfandad con aquellas palabras
tan lacónicas como significativas : «¡ Juan, ya no tienes padre
Ella infundió en su alma candorosa el pensamiento constante
de la presencia de Dios : siempre bueno, paternal y providente, que
no busca sino nuestro bien y nuestra felicidad, y que sólo aborrece
el pecado que nos aparta de El y le obliga a castigarnos.
Ella le enseñó la virtud, más con su vida ejemplar que con la
imposición de su autoridad. Fue infiltrando en su corazón aquella
calma, aquella serenidad, aquel dominio de sí mismo, aquella dul-
zura que dista por igual de la severidad austera y del halago empa-
lagoso.
((No prodigaba las caricias—dice uno de sus biógrafos, D. Auf-
fray—, ni prorrumpía en gritos desaforados. No golpeaba a sus hijos,
pero tampoco cedía ; amenazaba, pero se entregaba al primer signo, de
arrepentimiento ; cerraba los ojos ante esas menudencias, las únicas
que tienen en cuenta los padres modernos, pero los tenía bien abiertos
para descubrir y retraed1?1: * t??m:r¡o las malas inclinaciones ; sonreía

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— 22 —
ante las manifestaciones de bulliciosa alegría, sin tolerar los capri-
chos. Sobre todo, para hacerse obedecer de sus hijos, les inspiraba
gran ternura hacia ella y un amoroso temor de desagradarla...
Ella, en fin, fue acompañando siempre a don Bosco con sus so-
lícitos cuidados, con sus ejemplos y con sus consejos. Ya sacerdote,
le siguió a Turín y fue también la madre de los primeros niños del
Oratorio...
Aun después de su muerte, cuando don Bosco se vea rodeado
de tantos jovencitos, evocará las escenas de su infancia, el recuerdo
de su madre, aquella dulce firmeza, aquella sonriente autoridad,
aquel suave ambiente de familia cristiana bien ordenada y bien
dirigida y tratará de imitarla.
Esta humilde mujer sin ilustración, y sin ella saberlo, fue quien
más influyó en la formación de su pensamiento pedagógico.))
Su VOCACIÓN
Dios deposita en el corazón de cada hombre que viene a este
mundo, una inclinación y una tendencia que viene a ser como una
promesa de su predestinación. También don Bosco tuvo la suya
tan importante y sublime, que Dios quiso manifestársela de un modo
prodigioso.
Ved de qué manera nos la refiere él mismo :
"A la edad de nueve años tuve un sueño que me quedó impreso en la
mente durante toda la vida.
Me pareció estar en una gran llanura, donde multitud de niños se en-
tregaban a su juegos; quienes reían, quienes jugaban y no pocos blas-
femaban. Yo, al oír aquellas blasfemias, no pude contenerme y me lancé
en medio de tales desvergonzados, emprendiéndola a puñetazos y a pun-
tapiés; pretendía así hacerles callar.
En aquel preciso momento se me apareció un Personaje venerable, de
porte majestuoso, vestido con gran nobleza. Un manto lo cubría por com-
pleto y su rostro resplandecía tan vivamente que yo no podía fijar la vista
sobre él. Me llamó por mi nombre y me mandó que me pusiera a la cabeza
de aquellos chicuelos, añadiéndome 'esta advertencia:
—No a bofetadas y golpes, sino con mucha caridad y modales de gran
dalzura deberás ganarte el cariño de estos tus amigos. Mézclate con ellos,
habíales suave y pacientemente sobre la fealdad del vicio y la hermosura
de la virtud.

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— 23 —
Yo me llené de tanta confusión al oír estas palabras, que a duras p-e-
nas logré contestar al Personaje diciéndole que yo era un niño ignorante
y sin instrucción alguna.
—¿Quién sois vos que'me mandáis tales cosas?—añadí—. ¿No advertís
que son para mí imposibles?
—Precisamente porque te parece un imposible debes prepararte a ello
con el estudio y la obediencia.
—¿Y cómo podré yo estudiar, si me faltan medios para ello?
—Yo te daré una Maestra bajo cuya dirección podrás llegar a hacer
mucho; Ella es el asiento de la Sabiduría.
—Pero, ¿quién sois que así me habláis?—insistí.
—Yo soy—me contestó—el Hijo de Aquella a quien tu madre te enseñó
a saludar tres veces al día.
—Mi madre me tiene prohibido juntarme con quien no conozca sin su
permiso; decidme, por tanto, vuestro nombre.
—Pregúntaselo a mi Madre.
Durante todo este diálogo, los niños aquellos que poco antes se golpea-
ban y blasfemaban, se nos fueron acercando para escuchar atentos nues-
tra conversación. A este punto vi al lado del Personaje a una Señora de
majestuoso aspecto, vestida con un manto fulgentísimo, como sembrado
de lucientes estrellas. Este nuevo espectáculo me llenó de confusión; pero
animándome El con muy buenos modos, me indicó que me acercara a
aquella Señora. Hícelo, y tomándome entonces Ella por la mano con gran
cariño, me dijo:
—Mira, mira.
Y vi, en el lugar que hasta hacía un instante ocupaban los niños,
una turba de cabritos, perros, gatos, osos y otros animales;
—Este es tu campo, Juan—dijo la Señora—. Trabaja por adquirir la hu-
mildad, hazte fuerte y animoso. Y cuanto veas ahora que pasa entre estos
animales que nos rodean, has de hacerlo tú entre mis hijos.
¡Oh espectáculo singular! Vi entonces que todos aquellos animaluchos
salvajes se trocaron en mansos corderitos que comenzaron a balar suave-
mente, como para festejar al venerable Personaje y a la majestuosa Se-
ñora. Tan hondamente me impresionó esto último, que me puse a llorar
fuertemente, pidiendo a la Señora me explicase el significado de la extraña
visión. Púsome entoces Ella bondadosamente una mano sobre la cabeza
y me dijo:
—Todo lo comprenderás a su debido tiempo..." (1)
No me entretendré en la explicación de este sueño, porque hay
quien lo hizo magistralmente.
Sólo invito a los inteligentes a reflexionar un poco sobre él.
(i) Fernando Maccono, S. S. «Vocación Pedagógica de San Juan Bosco», traducido por
F. Villanueva, S. S.

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— 24
LA SANTÍSIMA VIRGEN
Y lo primero que se advierte en la lectura del sueño es cómo
el Señor le da a don Bosco una Maestra bajo cuya dirección podrá
llegar a hacer mucho, y que esta Maestra es, precisamente, su Madre,
la Virgen Santísima, cuya excelsa figura preside e ilumina la vida y
las obras del Santo Fundador.
Efectivamente ; María fue plasmando en el corazón de Juanito
la imagen viva de Jesús, su candor y dulzura, sus formas delicadas y
atrayentes, su bondad, su paciencia, su amor a los niños y a las almas,
su vida entera y hasta la forma y eficacia de sus métodos de ense-
ñanza.
Siempre estuvo a su lado para orientarle. $iempre fue su Madre
en los peligros. Siempre su guía, su protección y su auxilio.
Los biógrafos del Santo nos han dejado a este respecto una
página.que se lee siempre con agrado. .
"Cuando el 25 de noviembre de 1856 pasó a mejor vida su incomparable
madre Margarita, después de dar rienda suelta al llanto y de celebrar la
•Santa Misa por el eterno descanso de su alma, se postró a los pies de
Nuestra Señora de la Consolación y, con voz entrecortada por la emoción,
le dijo estas palabras, llenas de confianza y de ternura: "Es preciso que
llenéis, ¡ oh Virgen Santa!, este lugar vacío. Una madre en mí familia es
indispensable. ¿Quién lo será sino Vos? Os confío a todos mis hijos. ¡Ve-
lad sobre sus almas ahora y siempre!"
Jamás acto alguno de abandono fue tan plenamente aceptado
por el Cielo. Desde entonces, tras del hombre de Dios que obra,
se deja sentir una mano cariñosa, un pensamiento, una inspiración
en todos los momentos azarosos, en todas las circunstancias difíci-
les ; es la Virgen Santísima todo bondad, Pastora vigilante y fuerte
que se encarga de la custodia de aquel rebañito. Y más tarde,
cuando el Santo ya decline hacia el ocaso de su vida y hacia el
nuevo día de su gloria, al retirarse a descansar pasada la media
noche, atravesará la antesala de su despacho, empujará la puerta
que da acceso al balcón, contemplará la imagen de María Auxi-
liadora que corona, bajo un cielo estrellado, la cúpula del San-
tuario de Turín, y, recordando a la Señora de sus sueños infanti-
les, recordando el consejo de su madre: ((Si algún día llegas a
ser sacerdote, propaga sin cesar la devoción a la Santísima Virgen»,
recordando aquellos portentos de solicitud maternal que se han ido
sucediendo URO tras otro ante sus ojos en el transcurso de su vida,

3.3 Page 23

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•&aarrear
elevará hacia la Virgen el último suspiro de sil corazón
tol y arrasados en lágrimas sus ojos, exclamará
lo que ha hecho el pobre don Bosco se debe a María Auxiliadora.»
DEJAD QUE LOS NIÑOS VENGAN A MI
¡ Cuántas veces las líneas del Evangelio que vamos a trans-
cribir fueron para don Bosco norte, guía y consuelo en sus tareas
de educador !
"Como le presentasen unos piños para que les impusiese las manos y
los 'bendijese, los discípulos reñían a quienes venían a presentárselos. Lo
cual, visto por Jesús,' lo llevó muy a mal y les dijo: Dejad que vengan a mí
líos niños y no los estorbéis, porque de los que se asemejan a' ellos es el
reino de Dios. Y estrechándolos- entre sus brazos y poniendo sobre ellos las
manos, los bendecía." (Me. X, 13-14 y 16.)
"Cualquiera que acogiera a uno de estos niños por amor mío, a mí me
acoge; y cualquiera que me acoge, no tanto me acoge a mí, como al que a
mí me ha enviado." (Me. XIX, 36.)
"Mirad que no despreciéis a alguno de estos pequeñuelos, porque os hago
saber que sus Angeles de la guarda en el Cielo están viendo siempre la
cara de mi Padre Celestial." (Mt. XVIII, 10.)
';Así que no es la voluntad de vuestro Padre que está en los Cielos, el
que perezca uno sólo de estos pequeñitos." (Mt. XVIII, 14.)
"Si alguien escandalizare a uno de estos pequeñitos que creen en mí,
mucho mejor le fuera que le ataran al cuello una de 'esas ruedas de molino
que mueve un asno, y le echaran al mar." (Me. IX, 41.)
"¡Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra!1' (Mt V. 4 )
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos obstendrán misericor-
dia!" (Mt. V, 7.)
La imagen viva del Maestro se le había grabado profunda-
mente en el alma y procuraba reproducir su vida, la grandeza de
sus obras con la sencillez de sus gestos, la dulzura de'su voz, el
candor de su mirada, la claridad y atractivo de sus enseñanzas en
medio de los niños , porción la más escogida de su divino Corazón.
Así se lo. había enseñado El con aquellas palabras del pri-
mer sueño, que pueden ser norma elocuente para todo buen edu-
cador cristiano : ((No con golpes, sino con mansedumbre y cari-
dad deberás ganarte a estos tus amigos. Ponte, por tanto, inmedia-
tamente a hacerlos una plática sobre la fealdad del vicio y sobre
la hermosura de la virtud.»

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26 —
SAN FRANCISCO DE SALES
Don Bosco, para mejor cumplir este mandato, escogió como
santo protector a San Francisco de Sales, cuya vida y escritos in-
fluyeron grandemente en su formación y en su manera de obrar.
A este respecto, dice don Auffray : ((Si hay un espíritu capaci-
tado para comprender, captar, envolver, suavizar, hacer florecer
y luego fructificar la edad terrible que va de los doce años a los
dieciocho, es, seguramente, el que toma el nombre y se inspira
en los principios del gran Obispo de Ginebra : el espíritu salesiáno.
Formado en esta escuela, penetrado de las máximas de este maes-
tro, don Bosco formó un cuerpo de doctrina pedagógica de gran
valor. Hizo más : la acrecentó, la enriqueció con su propia expe-
riencia y con sus reflexiones del hombre del siglo XIX y de esta
estrecha colaboración entre el pensamiento del Obispo de Gine-
bra y el de su discípulo moderno, surgió un arte educativo que se
impone.»
EL NIÑO
Fue otro libro constantemente abierto al talento pedagógico
de don Bosco.
No el niño de Rousseau, ni el de las famosas ((Petites Ecoles»,
donde la pedagogía jansenista intentó sus primeros ensayos, ni si-
quiera el que anda por tantos libros con evidentes contradicciones,
sino el niño que pulula por las calles, abandonado con frecuencia
a su propia debilidad e ignorancia, cuando no cae en los lazos que
arteramente le tienden otros de su misma ralea, pero más avezados
al mal.
El niño del pueblo que va poco a poco transformándose con
los apremios de la exquisita candad del Santo y bajo el influjo
de la gracia divina.
El niño, sonrisa perenne de la creación y flor la más preciada
de los jardines de la humanidad, esperanza, a un tiempo, de la
Religión y de la Patria. El niño, relicario de la gracia, semilla
de Dios en los lodazales del mundo, que se abre a veces como la por-

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— 27 —
tezuela del Sagrario y se cierra otras como la losa de una tumba ;
el niño, que no es sólo un hijo del hombre, sino también un hijo
de Dios.
((Diré francamente—-escribe Mons. Dupanloup—que también
en esta edad se encuentran en algunas ocasiones unidos a las más
felices inclinaciones, pésimos instintos : la obstinación, la cólera,
la envidia, la mentira y la ingratitud. Principalmente, el egoísmo
se manifiesta apasionado, caprichoso, ardiente... Es, además, la
edadl curiosa, móvil, inquieta, ávida de juegos, enemiga de orga-
nización ; con ardor muy peligroso abre los ojos a la vida para
sorber todos sus encantos ; esta es la edad que gira sus ardientes
miradas sobre la riente escena del mundo para admirar falaces
bellezas ; el corazón se abre por primera vez, se abre a cuanto le
rodea, excita ardientemente el cebo de los deseos y se afana por
gustar las vanas alegrías, que tal vez irán pronto a herir su ino-
cencia.
Don Bosco morará junto al adolescente, se desvivirá por sal-
varle de la corrupción y del vicio, le comprenderá y será compren-
dido. Se entregará y será admitido. Amará y será amado. El amor
engendrará la confianza, y con esas bases, las relaciones mutuas
serán eficientes, serán formativas. En la pupila y en el corazón
del niño podrá leer, sin equivocarse, qué métodos, procedimientos
y formas ,ha de ir adoptando y cuáles ha de rechazar.
Para componer el Reglamento de sus colegios, consultó, es
cierto, muchos reglamentos de florecientes instituciones ; visitó mu-
chos establecimientos semejantes a los suyos ; muy probablemente,
leyó en San Francisco de Sales, en Fenelón, y quizá en Dupan-
loup, las páginas en que esos grandes educadores exponen la esen-
cia de sus doctrinas ; pero antes de llegar al punto de madurez,
supo sacar gran partido de sus tanteos y experiencias.
Aconsejaba a sus discípulos que tuvieran un cuaderno de ob-
servaciones pedagógicas donde anotaran no sólo sus éxitos, sus
ventajas y buenos resultados, sino también los ensayos infructuo-
sos, los yerros y aun sus faltas. El había sido el primero en prac-
ticarlo.

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— 28 ~
De todo lo expuesto se desprende que don Bosco ha mantenido
conscientemente las ideas y las doctrinas cristianas respecto a la
educación, presentándonoslas, en cambio, con una luz nueva y con
un espíritu renovado.
Ha sabido escoger y organizar nuevos medios de educación
sirviéndose de su exquisito tacto pedagógico, de sus estudios y
de su espíritu de observación al servicio siempre de una fe viva,
de una candad ardiente, acompañadas con frecuencia de extraor-
dinarios carismas divinos.
Y todo esto lo ha sabido llevar a las prácticas de una manera
genial y propia, que él llama comúnmente Sistema Preventivo.

3.7 Page 27

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IV.—EL SISTEMA PREVENTIVO
NECESIDAD DE CONOCERLO A FONDO
Se llama sistema en el arte la elección y coordinación de los
medios para obtener un fin. En pedagogía se han probado las
coordinaciones más variadas de los medios educativos.
Don Bosco nos presenta su organización doctrinal y práctica
de la acción educativa en el Sistema Preventivo.
Conocer el sistema de don Bosco será, pues, conocer bien las
relaciones y acoplamiento entre estos medios, según la mente del
Santo, para cultivar en el niño todos aquellos gérmenes de per-
fección natural y sobrenatural que la providente mano del Creador
ha depositado en el fondo de su alma candorosa para el logro feliz
de su destino temporal y eterno.
Resulta muy difícil abordar de frente esta cuestión, ya que la
eficacia educativa del Sistema Preventivo no se limita a las horas
de estudio o de escuela, sino que abarca todas las horas del día
y toda la vida del alumno con sus múltiples actividades y exigen-
cias, incluso las que son horas de esparcimiento y de recreo, que
suelen ser las de mayor peligro y aquellas en que mejor se des-
cubre la fisonomía moral del educando.
Quien se limitase a tener algunas ideas generales sobre el sis-
tema de don Bosco, o lo considerase únicamente bajo algunos de
sus aspectos, por genuinos y atrayentes que fuesen, prescindiendo
de los demás, se equivocaría grandemente y no obtendría en la
práctica los resultados apetecidos.
Es preciso conocerlo íntegramente a través de la vida del santo
Pedagogo, y adoptarlo sin reservas con todas sus consecuencias.
No queremos cargar con la responsabilidad de una orientación
pedagógica que se apoye tan sólo en algunos de los principios que

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— 30 —
vamos exponiendo, ya que el Sistema Preventivo de don Bosco
no puede mutilarse impunemente, ni tampoco asegurar el éxito
educativo a aquellos que, caprichosamente postergaren elementos
esenciales, dando preeminencia a otros de menor cuantía : don
Bosco es, por excelencia, el pedagogo de la integridad y de la ar-
monía perfectas.
REPRIMIR Y PREVENIR
Antagónicas podrán parecer la autoridad del padre o del
maestro con la libertad del hijo o del alumno, y el hermanarlas
resulta, para muchos, un enigma.
Excesivamente celosos de la autoridad, ha habido quienes
han querido salvaguardarla con el temor y el castigo ; he ahí el
origen del sistema represivo.
Otros han querido imponer el respeto indispensable a la au-
toridad granjeándose el aprecio y la confianza del alumno.
Ved ahí divido el campo pedagógico en dos bandos. Los unos
se presentan como jueces justicieros, los otros como padres bon-
dadosos.
Don Auffray, en la acreditada obra ((La Pedagogía de un
Santo», comenta magistralmente las ideas de don Bosco a este
respecto diciendo :
((Hay dos modos de educar a la juventud. Uno muy conoci-
do, siempre muy difundido, de una fuerza terriblemente dura. Con-
siste en asegurar el orden castigando el delito apenas cometido,
según una tarifa de castigos previamente establecida : —No te
muevas ; no turbes la disciplina exterior—parece decir el educador
en este sistema—, pues, de lo contrario, he ahí lo que te espera.
Don Bosco hace notar, no sin cierta ironía, que estos procedimien-
tos florecen y aun se imponen en los cuarteles y con personas cuya
edad hace suponer que están en pleno uso de sus facultades.
Muy distinto es el segundo sistema. Ya no tiene su origen en
la preocupación de conseguir, por la fuerza y por el temor del cas-
tigo, un orden propicio para la tranquilidad del educador, para la
dignidad de la disciplina y de la obra educadora, sino en la idea
de que hay que evitar a toda costa ofender a Dios. —¿Para

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— 31 —
:sirve el castigo después de cometido un desorden?—decía melan-
cólicamente don Bosco— : ¡ Dios ya ha sido ofendido !— No ;
todo el arte y toda la preocupación del educador deben tender a
impedirle al niño realizar el mal mediante una vigilancia de todos
los minutos. D'ebe colocarle en la imposibilidad material de pe-
car, rodeándole siempre con la mirada y atenta asistencia. El edu-
cador tiene que estar siempre en medio de sus pequeños. ¿A título
de qué? ¿De superior? ¿De celador? No, sino de padre que ja-
más deja a sus hijos hasta tanto que su libertad no haya sido su-
ficientemente educada.
Este método preventivo, como se le llamó en oposición al otro,
al método represivo a base de castigos, se dedica, como vemos, a
secar el mal en su fuente, suprimiendo la ocasión o neutralizándola.
Copia los mejores principios de la ciencia moderna, que tiene más
confianza en la higiene que en la Medicina, y que prefiere preve-
nir antes de curar.
Nada más opuesto, como puede comprobarse, que estos dos
métodos. El primero es a base de temor y de represión, y el se-
gundo, a base de afectuosa vigilancia, de buena y sana familia-
ridad, de amor. El primero aleja al superior del alumno en un
espléndido aislamiento del que sale solamente para reprender con
rigor ; le presenta un rostro glacial, ojos cargados de sospechas,
una actitud tensa y reservada, susceptible de inspirar terror ; crea
esas famosas líneas paralelas por las que caminan maestros y alum-
nos sin temor de encontrarse jamás ; y, sobre todo, se asienta en
un código penal al que distinguen los siguientes caracteres : los
castigos previstos son frecuentemente de orden corporal ; aplastan
al niño para quitarle el gusto de reincidir; se aplican automática
y brutalmente sin distinción de personas, según tarifas preestable-
cidas ; requiere una contabilidad llevada en forma matemática, en
la que se anotan los delitos y no se borran sino después de su com-
pleta cancelación.
Este método produce funestos resultados, que sería demasiado
largo y cruel enumerar.
Mientras, por el contrario, el otro método no tiene más punto
de vista que éste: establecer entre el educador y el alumno un
contacto estrecho, familiar, íntimo, del que brotarán una franca
cordialidad y un Confiado abandono. Para esto, mezcla por todas
partes a niños y a superiores en la capilla, en el recreo, en el pa-

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— 32 —
seo, en la sala de estudio ; hace bajar de su pedestal a la auto-
ridad y la coloca., sin comprometerla, al nivel del niño ; rodea
al niño de una vigilancia afectuosa en nada fiscalizadora, una vi-
gilancia que abre los ojos, pero que también sabe cerrarlos; no
proscribe ni el ademán afectuoso, ni la palabra cordial, ni el tono
de la verdadera paternidad ; rompe sin piedad todas las barreras
de un mal entendido respeto que tradiciones -jansenistas* quisieran
levantar entre maestros y alumnos ; en una palabra, se entrega por
completo a todos, a fin de ganar la juventud para Cristo. —¡ Ay
de la casa—-escribía don Bosco en 1884, cuatro años antes de su
muerte—en la que los superiores no sean mirados más que como
superiores, y no ya como padres, hermanos, amigos ! ¡ Se les teme,
pero no se les ama !
..
*
La insuficiencia del sistema represivo y sus defectos son tan
notorios, que, en teoría, no hay ya ningún pedagogo que lo de-,
fienda.
La batalla se nos .presenta por el flanco opuesto. Frente al sis-
tema preventivo, tan maravillosamente practicado y defendido por
don Bosco, primero, y después por todos los verdaderos educa-
dores católicos, se alzan hoy otros sistemas tan múltiples y atrac-
tivos en su forma, cuanto falsos y vacíos en su sustancia. Coinci-
den, sin embargo, en un punto : en rechazar todo orden y toda
influencia sobrenatural.
Estos sistemas de educación, basados sólo en la bondad natu-
ral, en la delicadeza de forma, en la utilidad, en el placer, en
una libertad halagadora o egoísta ; revestidos, si se quiere, con un
poco de espíritu romántico o de raza, van degenerando de día en
día hasta caer en el materialismo más grosero, donde se asfixia
toda labor educativa.»
TRATADITO PRECIOSO
Don Bosco escribió un precioso tratadito titulado el ((Sistema
preventivo en la educación de la juventud», cuyo texto íntegro
insertamos en el apéndice de este libro. En cinco lecciones o ca-
pítulos explica su pensamiento y da las normas prácticas .más im-
portantes con relación a la materia que nos ocupa.
Dice en la introducción que viene a ser ((como el índice de
una obrita que espera publicar más adelante». Esta obra comple-

4 Pages 31-40

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4.1 Page 31

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-- 33 —
mentaría, por desgracia, no llegó a ver la luz. De haberla visto,
hay motivos sobrados para creer que no hubiera tenido aires de
tratado científico, sino que se hubiera mantenido en la sencillez y
en el terreno práctico.
No había querido ciertamente enjaularse en la armazón cien-
tífica de un sistema. rígido y estereotipado, por bien trabado que
estuviese, a costa de perder la libertad de acción y de movimiento
frente a las nuevas iniciativas y a las nuevas exigencias de cada día.
Para él hay sólo tres bases inconmovibles : razón, religión y
amabilidad. Por lo demás, irá siempre adelante, según le inspire
el Señor y lo exijan las circunstancias.
((Nuestro sistema de educación—dice don Rúa—lleva en sí la
consigna de modernidad, acepta todo lo que verdaderamente es
cristiano y excluye cuanto lo desvía y lo corrompe.»
De aquí la necesidad de una formación seria de los mismos edu-
cadores, los cuales habrán de estar dotados de un sano criterio
que los guíe a través de las dificultades, sin que se dejen arrastrar
por el primer viento que sople.
LA RUEDA MAESTRA
((El Sistema Preventivo—escribe don Bosco—consiste en dar a
conocer las prescripciones y Reglamentos de un colegio, y vigi-
lar después de manera que los alumnos tengan siempre sobre sí el
ojo vigilante del Director o de los Asistentes, los cuales, como
padres amorosos, hablen, sirvan de guía en toda circunstancia, den
consejos y corrijan con amabilidad ; que es como decir : consiste
en poner a los niños en la imposibilidad de faltar.»
Para don Bosco, prevenir es colocar al niño en un ambiente
saludable física y moralmente, en una atmósfera enteramente cris-
tiana dentro y fuera de casa, dentro y fuera de la escuela ; ahogar
con la superabundancia del bien los brotes del mal ; despertar y
encauzar debidamente su sensibilidad ; vigilar amorosamente sus
inclinaciones naturales para corregirle, para orientarle, para sacar
de él todo el partido posible y encaminarle sensiblemente al ordien
sobrenatural.
De lo dicho se desprende que el Director es la rueda maes-
tra, el eje del Sistema Preventivo, y que debe vivir consagrado por
entero al bien de sus alumnos.

4.2 Page 32

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— 34
((Las buenas escuelas—escribe también Pío XI en su encícli-
ca Divini illius Magistri—son fruto, no tanto de las buenas orde-
naciones, cuanto, principalmente, de los buenos maestros, que,
convenientemente preparados e instruidos cada uno en la disciplina
que deba enseñar, y adornados de aquellas cualidades intelectuales
y morales que su importantísimo oficio reclama, arden en puro y
divino amor a los jóvenes a ellos confiados, precisamente porque
aman a Jesucristo y a su Iglesia, de quien aquéllos son hijos pre-
dilectos.»
VENTAJAS DE ESTE SISTEMA
El sistema de don Bosco es muy fácil, agradable y ventajoso
para los alumnos, si bien un tanto incómodo para el educador.
El Santo prometía a los partidarios de su Sistema cuatro re-
sultados seguros : ((Sus alumnos quedarán unidos a ellos por todo
el transcurso de su existencia, a pesar de los mayores extravíos
de la cabeza o del corazón ; ninguno, por malo o vicioso que sea,
empeorará en sus manos ; el contagio del vicio, ahogado o neu-
tralizado por su atenta vigilancia, se detendrá en las puertas de
la casa ; y, sobre todo, una vez ganado el corazón, los senos pro-
fundos del alma se dejarán penetrar y transformar.)) (Auffray).
((Por otra parte, las dificultades de este Sistema—escribe don
Bosco en el tratadito antes mencionado—serán pronto superadas
si el maestro se entrega por entero a su misión y si está dispuesto
a soportar cualquier contratiempo o fatiga por el bien de sus
alumnos.))
El educador tiene su camino marcado : razón, religión, ama-
bilidad y sacrificio.
Abundaremos en estos tres conceptos fundamentales del Sis-
tema Preventivo en los capítulos siguientes.

4.3 Page 33

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<$U9@!©@J§>(§¿©@^@!9(^<sU9(s^<§^
V.—L A R A Z Ó N
SU IMPORTANCIA
Cuando el 27 de julio de 1936, por imposición de la F. A. L, tuve que salir
del Colegio de Sarria (Barcelona), me vi sujeto al control de los milicianos.
El jefe mandó abrir la maleta y examinar uno a uno los objetos que con-
tenía. En el fondo estaban los libros. Los había escogido ya de antemano,
de modo que no pudieran comprometerme. Con todo, mi prudencia no estuvo
a, la altura de las circunstancias, y muchos de ellos fueron a engrosar el
montón de los sentenciados a la hoguera. Tocóle el turno al "Criterio", de
Balmes, y tomándolo entre sus manos el escrutador implacable, me miró con
arrugado ceño y me dijo:
—¿También este libro llevas?
—¿Y qué inconveniente hay en ello?—repliqué yo con cierta desilusión.
—¡Mucho—respondió con rudeza. Y con olímpico ademán lo arrojó al
montón de los execrados.
—Camaradas—dije yo entonces, completamente decepcionado—', no os mo-
lestéis más, los que quedan son todos por el estilo.
¡ Pobre ((Criterio» de Balmes ! ¡ ¿Sentenciado a la hoguera por
un tribunal humano !
—¡ Esto pide un desagravio en nombre de la razón y en nom-
bre de España—iba repitiendo yo entre dientes—, puesto que es
uno de los libros que mejor debiéramos todos conocer y asimilar !
Sin criterio tampoco se puede educar.
El educador ha de ser razonable en todos sus actos. Si obra
irreflexivamente, con precipitación, con ligereza, sin darse cuenta
de lo que lleva entre manos, ¿cómo va a pretender felices resul-
tados ?
No ha de obrar por capricho, por puntillo ni por pasión, de-
jándose llevar de sentimentalismos, simpatías, antipatías, resenti-
mientos, odios, venganzas, celos, envidias, egoísmos, etc.

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— 36 —
Ha de ser razonable en el modo de corregir.
A un joven que tocaba el piano fuera de hora, le dijo don Bosco:
—Mira; no te corrijo porque tocas, sino porque tocas fuera de hora,
en tiempo de estudio. El buen cristiano lo debe hacer todo dentro del
orden. Por lo demás, me gusta saber que aínas la música. Los músicos
habrán de tener en el Cielo, según mi parecer, un lugar privilegiado. Pro-
cura, pues, ser un. buen músico en la tierra, pero con la firme voluntad
de ser músico también en el Paraíso.
Razonable en el empleo conveniente de los medios preventi-
vos y disciplinares, como son la asistencia, la ocupación continua,
las calificaciones, los avisos y los premios y los castigos, de los
cuales hablaremos en su lugar.
El día en que el educador llegue a quedar convencido de que
el alumno es incorregible, puede dar por fracasada su tarea edu-
cativa.
Procurad que no llegue nunca ese día y siempre os quedará
algo bueno por hacer. ¡Se han visto cambios tan sorprendentes a
fuerza de años y de paciencia !
Por otra parte, el maestro debe obtener que el alumno obre
guiado por la luz de su propio impulso, es decir, de una manera
razonable, no por inercia, por costumbre, por rutina, por instinto
e inconsciencia, ni tampoco por presión externa.
¡ Cuántas decepciones y fracasos podrían reconocer como causa
el olvido'de este principio !
Finalmente, deben desenvolverse en un ambiente razonable las
relaciones entre el ducador y el educando, lo cual supone confor-
midad de vida, acercamiento mutuo, correspondencia en el pensa-
miento y en la acción.
Supone mutua comprensión y condescendencia. Cada uno ha
de saber sacrificar su punto de vista y entender el de los demás,
estando dispuestos a ceder hasta cuando y donde se pueda. v
«Es preciso bordear los obstáculos—decía don Bosco—cuando
no se pueden acometer de frente.» Tampoco hay que hacer cues-
tión de pleito en cosas pequeñas.
Sucedió no hace mucho que un joven de como diecisiete años, se en-
caprichó 'en no comer porque el asistente del comedor le había cambiado
de sitio. Cuando los alumnos salieron al recreo, fue el Director a repartir
unos caramelos que le habían regalado. Todos le rodearon alborozados,
a excepción del muchacho rebelde, que se mantuvo algo alejado y un

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— 37 —
tanto ceñudo. Se acercó a él el Director en medio de la expectación uni-
versal,'le 'dio unos caramelos, y, riendo, le dijo al oído estas palabras:
—Si deseas que otra vez te dé caramelos y quieres agradar al Señor,
has de ser humilde y más obediente.
El joven correspondió con otra sonrisa, algo forzada todavía, pero el
conflicto quedó resuelto. Había comprendido lo falso de su posición.
UN CASO DIFÍCIL
Al principio de su obra, don Bosco se vio precisado a valerse
de personal muy joven y sin la necesaria experiencia, pero que
luego él convertía en excelentes educadores.
Aconteció en cierta ocasión que a uno de los improvisados asistentes
llegaron algunos de los muchachos más revoltosos a apurarle de tal forma
la paciencia, que creyó llegado el caso de defender su autoridad a cache-
tes. Aquellos jóvenes, soliviantados por tan desacostumbrado espectáculo,
esperaban con ansia y nerviosismo las palabras que don Bosco solía diri-
girles antes de enviarlos a descansar.
Después d'e haber avisado aparte al asistente, don Bosco se presentó
muy serio y comenzó diciendo que todos sabían perfectamente cuánto
le desagradaba no sólo el saber que un niño hubiera sido abofeteado, sino
también el que hubiese sido reprendido con excesiva severidad, y que él
prohibía absolutamente semejante modo de proceder. Luego hizo obser-
var cómo ciertas incorrecciones y ciertas burlas habían irritado a uno
de los asistentes, y que, aun en el caso de que hubiese- faltado, no se le
podía exigir una tolerancia que es fruto de virtudes casi heroicas. Por
otra parte, las palabras y las acciones de algún alumno debían conside-
rarse como una verdadera insubordinación, que 'en otras circunstancias
no h-ubiera podido quedar sin castigo. Era, pues, mejor arreglar pacífica-
mente aquel desorden. Por lo tanto, que de una parte no hubiese bajezas,
y de otra, jamás violencias.
Al llegar a este punto se detuvo un momento, y, recobrando su acos-
tumbrada sonrisa, añadió:
.
—Por 'el cariño que a todos os tengo, quisiera realizar un imposible...
Os quisiera quitar los bofetones que habéis recibido... pero no puedo.
Al oír esta conclusión, todos rieron y se disipó el mal humor.
Si la razón logra imponerse con suavidad en circunstancias tan
críticas, ¿no ha de poderlo lograr en los casos ordinarios?
El Santo decía que la razón hace el oficio de las riendas
en su sistema pedagógico, y que es preciso manejarlas bien para
sacar de ellas todo el partido posible.

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— 38
INDUSTRIAS DEL BUEN EDUCADOR
No se puede hablar a los niños de cualquier manera. Se re-
quiere para ello un arte especial.
Don Bosco poseía el arte de la palabra y del convencimiento.
[Sus palabritas al oído, el papelito con una frase a propósito co-
locado debajo de la almohada, etc., tenían tal eficacia, que en
ocasiones los interesados no pudieron conciliar el sueño sino des-
pués de arreglar ciertos ((asuntos».
¿Qué eran estas palabritas al oído?
Ordinariamente eran dardos de fuego que penetraban en el co-
razón y se elevaban de tal forma, que no se les podía arrancar :
—¿Podrías ofrecer, como florecilla a la Virgen, estudiar un poco
mejor la lección? —Jesús te espera en el Sagrario. —Quítate esa
costumbre de poner las manos encima 'de los demás. —¿Por qu&
no vas a comulgar con más frecuencia? —¡ Ay, aquellos compa-
ñeros ! —¡ Acuérdate bien : Dios te ve ! —¡ Ayúdame a salvar
tu alma ! —Hazte bueno y nos encontraremos juntos en el Cielo.
Y cien otras frases que variaban según las necesidades de cada
uno, y que producían, por lo general, efectos sorprendentes.
Pudiendo hablar a los niños, tenía bastante para poder ob-
tener de ellos cuanto quisiera.
((Las semejanzas, las comparaciones, las parábolas, las fábu-
las y apólogos—decía él—resultan grandemente útiles. Con ellos
se puede grabar tan profundamente una verdad en las mentes in-
fantiles que no se borre jamás.»
Por otra parte, don Bosco estaba siempre a disposición de
quien quisiera hablarle. La puerta de su habitación se hallaba siem-
pre abierta para todos ; jamás se quejó de la indiscreción con que
frecuentemente era molestado, acogiendo a todos con paternal fa-
miliaridad, tratándolos con exquisita delicadeza y dándoles faci-
lidades para preguntar, exponer sus dudas, sus temores, sus dis-
culpas, etc.
Las Buenas Noches son otra muestra* de los apremios y de las
industrias del Santo para educar a sus alumnos de una manera ra-
cional y delicada. ((Terminadas las oraciones de la noche—escri-
be—, el Director o quien haga sus veces diga algunas palabras
afectuosas en público a los alumnos antes de que se vayan a dor-

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— 39 —
mir, para avisarles o aconsejarles sobre lo que han de hacer o
evitar. Saqúense avisos o consejos de lo ocurrido durante el día,
dentro o fuera del colegio, y no dure la platiquijta más de Idos o
tres minutos. En ella está la llave de la moralidad y de la buena
marcha y éxito de la educación.»
Don Bosco copió de su madre esta práctica, al ver la efica-
cia que sobr£ el ánimo de los primeros niños recogidos en el Ora-
torio tenían las palabras cariñosas que aquella santa mujer les di-
rigía al acompañarlos a descansar.
Esta llamadita diaria a la mente y al corazón en momentos de
recogimiento es tan eficaz, que muchos centros de educación la
van adoptando, e incluso no faltan padres de familia que la prac-
tiquen en sus casas.
LA SINCERIDAD
Este ambiente de razón dentro del cual se desenvuelven las
actividades educativas, es muy propicio para fomentar el verda-
dero amor y respeto a la verdad, y para cultivar la virtud de la
sinceridad en los alumnos.
Se oye decir con frecuencia que el mundo está lleno de fingi-
mientos, de engaños y de mentiras. ¿A quién atribuir la culpa de
este mal ?
La sinceridad es ley fundamental en la vida humana. Cuando
pensamos, hablamos y obramos conforme a nuestras convicciones,
somos hombres. Y si nuestras convicciones se conforman con los
principios de nuestra fe, somos cristianos.
Si pensamos una cosa y decimos otra, si nuestras obras no
corresponden a nuestras palabras, si lo que informa nuestra vida
no es la verdad, sino el interés, la conveniencia, la comodidad, la
falsa vergüenza, no somos hombres ni cristianos ; somos, a lo sumo,
un fantasma de hombre, una ficción de cristiano : andamos en ti-
nieblas.
El hombre sincero es siempre digno de consideración y de res-
peto, aunque esté equivocado.
Al joven que es sincero, por enredado que se encuentre, siem-
pre se le puede sacar a flote ; si finge o se cierra, está poco menos

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— 40 —
que pQrdido. La obra educativa que con él se realice, por buena
que pueda parecer, será siempre superficial y movediza, y termi-
nará en ruinas.
El mayor error que puede cometer un educador es'tratar con
severidad al alumno que espontáneamente reconoce y manifiesta su
falta.
Que el alumno llegue a convencerse de que nuestro afecto ha-
cia él y la opinión que de su persona vamos a formamos depen-
derán no de cuanto nos diga, sino de la sinceridad con que se
manifieste.
((Los niños—observa Fenelón—son naturalmente sencillos y
francos ; mas si se les contrista injustamente o se les da algún ejem-
plo de poca nobleza, jamás volverán ya a su sencillez primitiva.»
Don Bosco, para más facilitar a sus niños la sinceridad, ex-
cluyó de sus colegios cuantos elementos pudieran ahuyentarla : la
severidad, los castigos, los espionajes, etc. Hubiera sido un mar-
tirio insoportable fingir en aquel ambiente de cariño, de bondad
y de ternura.

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<§i@($n9@49@^(£^@¿9@!©@¿9
VI.—L A R E L I G I Ó N
FUNDAMENTO DE TODA EDUCACIÓN
El Sistema Preventivo tiende a hacer hombres completos no
sólo desde el punto de vista natural, sino, sobre todo, bajo el as-
pecto espiritual.
((El fin del Oratorio—advierte don Bosco—es atraer a los jó-
venes con agradables y honestas recreaciones, para darles una só-
lida instrucción religiosa y hacer que cumplan con los deberes del
buen cristiano.))
Sin la Religión no es posible el Sistema Preventivo.
"No hace mucho tiempo—ha dejado escrito el Santo—,. un Ministro de
la Reina de Inglaterra, al visitar una Institución de Turín, fue condacido
al salón donde estudiaban cerca de quinientos jovencitos. Se asombró no
poco al contemplar tantos niños en perfecto silencio. Creció su maravilla
al decirle que no se había lamentado disturbio alguno durante el curso
ni se había dado motivo para imponer una sanción o amenazar con ella.
—¿Cómo obtiene tanto silencio y disciplina—preguntó al Superior del
establecimiento. (Era don Bosco, y rel Instituto de que se habla el sayo.)
Y usted—añadió, dirigiéndose al secretario—, escriba cuanto nos diga.
—Señor—respondió el Superior—: el medio que nosotros usamos no lo
pueden utilizar ustedes.
—-¿Por qué?
—Son arcanos conocidos únicamente de los católicos.
—¿Y cuáles son?
——La frecuencia de- los Sacramentos de la Confesión y de la Coré un ion,
y la Misa cotidiana bien oída.
—Tiene razór; nos faltan esos poderosos medios de educación. ¿No
se pueden suplir con otros?
—De no usar éstos, res necesario acudir a las amenazas y al palo.
—Tiene razón, tiene razón: o Religión, o palo. Lo he de contar en
Londres
f

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42 —
La Religión en este Sistema es el fundamento de todos los de-
beres ; se impone no en fuerza de motivos utilitaristas, sino en
fuerza de una ley superior y divina : la moral religioso-cristiana.
Es fuente de nuevas energías, sobre todo para el sacrificio y
la abnegación.
Da a la obra educativa una nueva fuerza, más excelsa y so-
brenatural, y coloca al educador en el foco de las irradaciones su-
blimes de la gracia muy por encima de la categoría de los merce-
narios, de los asalariados.
Don Bosco tuvo siempre muy en cuenta que el problema reli-
gioso se ofrece bajo dos aspectos : la Religión como ciencia (ins-
trucción) y la Religión como vida (práctica). Por lo mismo, todos
sus afanes se encaminaron a la armonización de ambos elementos
integrantes de la vida espiritual en un solo organismo sólido y
eficaz.
INSTRUCCIÓN RELIGIOSA
Empeño constante suyo fue echar los fundamentos de la vida
sobre la roca de la doctrina que Cristo vino a revelar a los hom-
bres.
En los colegios de don Bosco la instrucción religiosa ocupa el
primer plano de las disciplinas y constituye la preocupación con-
tinua de los educadores.
Para infundirla en el alma se emplean mil ingeniosos mo-
dos : lecciones de Catecismo bien preparadas y seguidas con aten-
ción ; exhortaciones cortas, pero sólidas, frecuentes, prácticas, vi-
vas y llenas de imágenes ; breves lecturas al terminar la Misa, du-
rante la comida, al acostarse los alumnos en el dormitorio ; máxi-
mas religiosas y morales dichas con naturalidad, bien en el recreo,
bien en la clase ; sencillas reflexiones de unos minutos al terminar
las oraciones de la noche para depositar en el corazón del niño
un pensamiento saludable antes de que se entregue al descanso. Así
lo hacía don Bosco. Así era la vida del Oratorio, una ininterrum-
pida instrucción religiosa de la mañana a la noche.
Sus enseñanzas eran prácticas y activas : se desenvolvían en un
ambiente de familiaridad tal, que cada uno podía preguntar, di-
sipar dudas y completar ideas.

5 Pages 41-50

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5.1 Page 41

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_ 4.3 _
La claridad, la sencillez, la sobriedad, dotes características de
la catcquesis evangélica, brillan con particular fulgor en el método
de don Bosco, método que no es otro que el empleado por el Di-
vino Maestro.
VlDA CRISTIANA
Pero don Bosco no se limitaba a cultivar la inteligencia. La
Religión, además de luz, es vida, vida verdadera, vida cristiana ;
es decir, la vida de la gracia en la naturaleza, única verdadera
vida del hombre.
Uno de los riesgos que actualmente corren los católicos está
precisamente en la disociación entre la cultura y la vida religiosa.
Hay quien acepta, elogia y hasta defienden el catolicismo, la
cultura cristiana ; pero no* vive su vida, la vida sobrenatural.
Y no me refiero a las mil inconsecuencias prácticas de los ca-
tólicos con sus debilidades y hasta sus caídas. Es éste un proceso
normal en la Iglesia Militante, campo de trigo y de cizaña, de lu-
chas, de triunfo y derrotas. Me refiero a aquellos que se jactan
de católicos sólo porque conocen y admiran su dogma y moral,
porque defienden su cultura y su influencia bienhechora en la ci-
vilización, porque respetan el catolicismo, lo fomentan y hasta pro-
curan imponerlo a determinadas clases sociales ; pero ellos no en-
tran en el ambiente de la vida sobrenatural, permanecen como
simples espectadores, aunque benévolos.
Desconocen que la suprema cultura católica es la incorpora-
ción a Cristo por medio de la gracia y de los Sacramentos. A nin-
gún buen educador católico se le debe escapar la trascendencia
absoluta de esta verdad.
Nunca como en nuestros días fue tan urgente asentar sobre
una sólida vida cristiana la perseverancia en las buenas costumbres
de la juventud.
Antiguamente, la sociedad, la escuela y la familia cooperaban
con eficacia a la acción benéfica del sacerdote. Don Bosco pudo
ya en su tiempo comprobar cómo esos tres aliados se pasaban al
bando contrario o se rendían a merced del enemigo.
No quedaba, pues, otro medio para proteger a la juventud que
la doble coraza de una fe viva y una piedad ardiente.

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— 44 —
Fe y piedad que se apoyen en una sólida instrucción religiosa,
que lleguen hasta el fondo del alma, si bien respetando plena-
mente su libertad, y que pongan prácticamente al joven en con-
tacto ininterrumpido con la fuente de toda fuerza y de toda vida
sobrenatural, que es la gracia de Dios. Sólo así el joven podrá
salvarse. Quizá alguna vez será ingrato y vuelva las espaldas al
maestro ; mas llegará su hora, y el hijo pródigo volverá al fin a
la casa paterna.
En verdad que no nos han de salvar los criterios humanos,
asentados sobre la razón calculadora y fría, con frecuencia imper-
fectos y egoístas, sino los criterios divinos asentados en el corazón
sereno que se halla más cerca de Dios que de los hombres.
LAS PRACTICAS DE PIEDAD
Son medio principalísimo de formación cristiana. Don Bosco
les da un lugar de preferencia en su Sistema Preventivo.
Leemos en el Reglamento compuesto por el Santo para los
alumnos de las Casas Salesianas :
((Rezad, con frecuencia y fervor, y no de mala gana. Es me-
jor no rezar que rezar mal. Lo primero que haréis por la mañana
al despertaros es la Señal de la Cruz y elevar la mente a Dios
diciendo alguna jaculatoria.
Asistid devotamente a la Santa Misa ; oíd con atención los
sermones y demás instrucciones religiosas, y no dejéis de hacer cada
día, o bien de escuchar, una breve lectura espiritual.»
Además de las prácticas de piedad ordinarias, como la Misa
cotidiana, las oraciones de la mañana y de la noche, la sencilla in-
vocación antes y después de la clase, del estudio, de las comi-
das, etc., el Santo prescribe otras periódicas con prudente y pa-
ternal insistencia. Tales son las instrucciones religiosas en los días
festivos, el triduo al principio del año escolar, la breve tanda de
Ejercicios Espirituales durante la Cuaresma, el ejercicio mensual
de la Buena Muerte y la celebración solemne de las fiestas prin-
cipales del año litúrgico.
((Tened especial devoción al Santísimo Sacramento—continúa
escribiendo el Santo—; a la Santísima Virgen, a San Francisco

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— 45
de Sales, a San Luis Gonzaga y a San José, que son los protec-
tores particulares de cada casa.))
La devoción a Jesús Sacramentado es como el centro de la
piedad para los jóvenes de los Colegios Salesianos.
((¿Queréis que el Señor os conceda muchas gracias?—repetía
con frecuencia don Bosco a sus jóvenes—. Visitadle con frecuen-
cia. ¿Queréis que os haga pocas? Visitadle pocas veces. ¿Que-
réis que el demonio os asalte? Visitad poco a Jesús Sacramen-
tado. ¿Queréis que huya de vosotros? Visitadle con frecuencia.
¿Queréis vencer al demonio? Refugiaos frecuentemente a los pies
de Jesús. ¿Queréis ser vencidos? Dejad de visitar a Jesús.))
Por lo demás, es indudable que la infancia ha de crecer al
calor del regazo materno. Don Bosco necesitaba una madre para
sus hijos.
La encontró en la Santísima Virgen María Auxiliadora, que
desde un principio fue su guía y su sostén.
Toda su vida trabajó incansable por extender su devoción y
arraigarla profundamente en el corazón de sus hijos.
Aprovechaba para ello los triduos, las novenas, las festivida-
des y cuantas ocasiones se le presentaban.
¡ Cuántas veces pudo observar cómo las caricias maternales de
la Santísima Virgen producían frutos sorprendentes !
Tres días antes de morir daba a sus hijos, los salesianos, este
consejo : ('Desde lo alto del pulpito y en vuestras conversaciones,
insistid sobre la devoción a la Santísima Virgen y sobre la Co-
munión frecuente.))
Sabía muy bien por experiencia y por inspiración divina que
la Hostia Santa y la Santísima Virgen son el más firme baluarte y
defensa contra las seducciones y asaltos del demonio.
Respecto a otras devociones, dice : ((No abracéis nunca nin-
guna devoción nueva si no es con licencia de vuestro confesor, y
recordad lo que decía S. Felipe Neri a sus hijos : «No os car-
guéis de otras devociones, sino perseverad en las que ya tenéis.))

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_ 46 _
LAS VIRTUDES
Huir del pecado y practicar la virtud es norma fundamental
de la vida cristiana, norma que el educador no puede nunca per-
der de vista.
Don Bosco mantuvo durante toda su vida una lucha sin tre-
gua con el pecado.
«Don Bosco es el hombre más bueno de este mundo—solía de-
cir a sus alumnos—. Cantad, gritad, alborotad, divertios cuanto
queráis ; sabrá disculparos porque sois jóvenes ; pero no deis escán-
dalo, no arruinéis vuestras almas y la de los demás con el pecado,
pues entonces será inexorable.»
((Aunque debéis evitar toda clase de pecados, absteneos de una
manera particular, por ser los más perniciosos para la juventud,
de las blasfemias, de la impureza y del robo.»
No se contenta el Sistema salesiano con una posición moral
negativa, sino que se lanza con decisión a formar hombres de po-
sitivas virtudes cristianas.
((Entregaos desde jóvenes a la virtud, porque el esperar darse
a Dios en la edad avanzada, es exponerse al gravísimo peligro de
condenación eterna. Las virtudes que forman el más bello adorno
de un jovencito cristiano son : la modestia, la humildad, la obe-
diencia y la caridad%»
¡ Cuántos padres y educadores olvidan esto y al querer cul-
tivar la virtud en el corazón de sus hijos o alumnos, carecen del
ascendiente necesario porque los malos hábitos han echado ya muy
hondas raíces !
Don Bosco se servía también de las compañías piadosas de San
Luis GoD/aga, San José, Santísimo Sacramento y María Inmaculada
para pcrier en acción las mejores virtudes de sus jóvenes, ya en re-
lación a sí mismos, ya de cara al apostolado en medio de sus com-
pañeros.
Los SANTOS SACRAMENTOS
Los Santos Sacramentos son canales cíe vida sobrenatural que
nacen cíe Cristo y fecundan las almas.

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— 47 —
El Sistema Preventivo les da toda la importancia que les co-
rresponde. ((No pueden prosperar las casas de educación—dice don
Bosco—en las que se abandona la frecuencia de Sacramentos. L,a
frecuente Confesión, la frecuente Comunión y la Misa cotidiana,
son ¿as columnas que deben sostener un edificio educativo.))
La co.ijt.MOn : El Santo invitaba con frecuencia a sus niños a
confesarse, les facilitaba hasta lo indecible ía recepción de este Sa-
cramento que resulta para muchas almas una ;?t las prácticas más
difíciles de la vida cristiana.
Estaba siempre a su disposición para confesarlos, a todas horas
y en cualquier lugar adecuado. Es, quizá, el Santo que ha recon-
ciliado con Dios más almas juveniles. Era ésre, para él, el gran
medio educativo.
Profundo conocedor de la psicología de los niños, Ls acogía
con candad, l^s facilitaba su trabajo, deshacía sus embrollos, y,
una vez dispuestos para el perdón, les decía dos o tres frases adapta-
das al espacio de su alma en forma de PHÍ.ÍIIUÍ consejo, y los ab-
solvía.
Si el ruñe llega a convencerse de que el coniesur es verdadera-
mente un TJ¿ :re cariños- que desea ardientemente hacerle el mayor
bien posible y apartarle de todo mal, si encuentra en la confesión
el amor, la comprensión } la paz que necesita, no habrá que insis-
tirlc mucho \\ ara que se confiese con frecuencia, ni tardará mucho
este medio sobrenatural en producir efectos saludables, tanto más
que en el arte de la perfección es indispensable un maestro especia-
lizado, y éste, de ordinario, es el confesor.
Lo Comunión : Desde los primeros años de su ministerio sacer-
dotal fue don Bosco partidario decidido de la Comunión frecuente.
Su mayor ilusión era acercar a los niños al Sagrario, al comulgato-
rio. Presentía, como aquellas madres de Judea, que el contacto de
jesús había de proporcionarles grandes bienes. Ninguna imposición,
ninguna exigencia; tan sólo insinuación amorosa y frecuente y - l a
mas amplia libertad para que comulgasen cuando y corno quisiesen.
Es realmente encantador el momento de la Comunión en ios
colegios salesianos. Quien lo haya presenciado una vez no podrá
olvidarlo fácilmente.
Don Bosco proponía la Santa Comunión como remedio ceñirá
!a concupiscencia, y, por lo tanto, como precioso medio de forma-

5.6 Page 46

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— 48 — .
ción cristiana : ((Dicen algunos que para recibir la Comunión con
frecuencia hay que ser santos. No es cierto. Esto es un engaño. La
Comunión es para quien quiere hacerse santo, no sólo para los san-
tos ; los remedios se dan al enfermo ; los alimentos, al débil.M
Por otra parte, insistía mucho en la diligente preparación, en
la acción de gracias y en la correspondencia a las gracias de la Co-
munión mediante el esfuerzo personal.
((Haced la Comunión como se debe ; y después de ella, dad
gracias a Dios por lo menos un cuarto de hora. Hay algunos que se
direven a acercarse a la Sagrada Comunión, y no piensan para nacía
en corregirse de sus propios defectos. Comulgan por la mañana, y
durante el día tienen conversaciones inconvenientes, murmuran de
los superiores y de los compañeros.-¿Cómo se puede afirmar que
los tales han hecho comuniones verdaderamente buenas?))
OBSERVACIÓN IMPORTANTE
No terminaremos este capítulo sin hacer hincapié sobre el inte-
rés de don Bosco en hacer suave y atrayente a los niños el yugo de
la Religión y en facilitarles las prácticas de piedad. Procuraba in-
troducir los sentimientos religiosos, no por medio del temor, sino
por medio del amor.
No presenta la piedad como una cosa fría, monótona y austera,
sino como un aliento sereno del alma que tiende libremente hacia
Dios. ((Las funciones religiosas—dice magistralmente don Auf-
fray—son breves, vanadas, agradables, espectáculo para los ojos,
encanto para los oídos, interés para el espíritu, profunda emoción
para el corazón. Los monaguillos pulcros y recogidos ejecutarán
con exactitud las ceremonias sagradas. El altar estará adornado con
gusto, inundado de luces, perfumado de flores. Los cantos irán
impregnados de fe y de arte, y todos participarán en ellos. Pocas
veces el aburrimiento y la fantasía que a él conduce harán presa en
esas almas de niños, pues si no rezan en alta voz, un hermoso cán-
tico popular las hace vibrar al unísono. En una palabra, la iglesia
volverá a ser para estos pequeños cristianos del siglo XX lo que
era para nuestros antepasados del siglo XII y XIII : la casa que
tan bien han sabido cultivar nuestros corazones, y en la que hemos
sentido a Dios tan presente, tan dulce, que instintivamente, en la

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— 49 —
hora de la tentación de la miseria, o del desaliento o del gran dolor,
el alma ha corrido a ella como a su natural refugio.»
Gracias a esta educación de piedad, el Santo y sus hijos pobla-
ron la tierra de millares de jóvenes cristianos^ que en las fábricas y
en los talleres, en las cátedras y en las .oficinas, en el campo y en la
ciudad, esparcen con firme decisión el perfume de Cristo y el aro-
ma de la virtud.

5.8 Page 48

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VIL—EL A M O R
AMOR DE DON Bosco A LAS ALMAS
He ahí la tercera piedra fundamental del Sistema Preventivo
de don Bosco que en su aplicación ha de ocupar siempre el pri-
mer lugar.
No se trata del amor sensible y muelle, hijo de la imaginación
y de los sentidos.
Ni sólo del amor honesto y racional que se siente atraído por
los ricos tesoros que la naturaleza ha depositado en el fondo de
las almas juveniles, sino el amor cristiano, el amor sobrenatural, que
consiste en amarse en la tierra como se ama en el Cielo, que des-
cubre en el niño destellos de la Divinidad, que lo mira como un
depósito sagrado confiado por Dios a los hombres para que coope-
remos con él al desarrollo y perfección de las dotes de naturaleza
y de gracia con que lo ha enriquecido. Amor puro y enteramente
espiritual, pero que, al mismo tiempo, ha de ser comprendido y sen-
tido por el alumno.
Don Bosco amaba a Dios en sus niños, y por eso los amaba con
ternura, sin límites, siendo correspondido en igual medida. Se sa-
crificaba por Dios en bien de sus protegidos, y sus sacrificios halla-
ban eco en el tierno corazón de la infancia.
((De buena gana hubiera resumido todo su método en esta fra-
se—dice don Auffray— : Hacerse amar a sí mismo para hacer
amar mejor a Dios.»
Fiel discípulo de la escuela de San Francisco de Sales, sostiene
y enseña que, para llegar al sacrificio, hay que comenzar por el
amor.
El maestro será obedecido, respetado y temido cuando sea
amado.

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Suyos son estos consejos : ((Procura que los niños te amen antes
que te teman. Cuida de captarte su amor más bien que de infun-
dirles temor. Si quieres que te teman, haz que te amen.»
«La práctica de este Sistema—decía él—estriba totalmente en
las palabras de San Pablo : La caridad es benigna y paciente, todo
lo sufre, todo lo espera, y lo soporta todo.»
Así se lo había enseñado el misterioso Personaje de su primer
sueño : ((No con golpes, sino con la mansedumbre y la caridad de-
berás ganarte estos amigos tuyos.»
((¿Quién es capaz de expresar—dice su biógrafo, don Lemoy-
ne—todo el amor de don Bosco para con sus almas? Se transpa-
rentaba de tal modo en su mirada y en sus palabras, que todos lo
advertían inmediatamente y experimentaban un placer inefable en
poder estar a su lado.»
Innumerables son los hechos de su vida en los cuales se pone
de manifiesto ese mutuo amor y cariño.
Ved una prueba.
A primeros de julio de 1846, don Bosco, agobiado de trabajo, cayó en-
fermo. Durante ocho días estuvo a las puertas de la muerte y se le admi-
nistraron los últimos Sacramentos.
La noticia cundió entre los niños; todos sintieron que iban a perder a
su padre, a su consejero, a su mejor amigo. ¿Sería posibl'3 que el Cielo
los abandonase para quedar de nuevo solos, sin guía, sin amor? No. Si
fuera preciso un milagro, lo obtendrían. Y en el Santuario de Nuestra Se-
ñora del Consuelo se turnaban por horas todos esos niños, esos adolescen-
tes, que" ay T no eran más que golfillos de la calle, Dará arrancar de la
Santísima Virgen la curación de don Bosco. La oración empezaba por la
mañana y terminaba al anochecer; y mientras unos se volvían a sus ca-
sas, otros proseguían hasta el día siguiente. Estos hijos amantes hacían
votes temerarios para librar a su padre de "as garras de la muerte:
rezar el Rosario durante un mes, un año, durante toda la vida. Muchos
ayunaban a pan y agua; algunos, durante varios días. ¡Y pensar que eran
per/nes de albañil que subían y bajaban hasta cincaea*::i veces al día los
cinco pisos del andamiaje, con un cuezo de mortero a las espaldas! i Ah,
cuan ir ara vinosamente se había conquistado a toda esa juventud^el hu-
milde f-'act rdote que en aquellos momeni/.'S se preparaba tranquilamente
a comparecer ante Dios! La oración confiada de Irs niños a los pies de
la Virgen cambió la escena, y la noche, que, a juicio de los médicos, había
de .ser fatal, fue la de su retorno a la vida.
Quince días después, una oleada de jóvenes esperaban en la pueria del
Refugio. De pronto aparece en el portal .a íi,;irra de don Bosco. Aquello

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— 52 —
fue un delirio. Tenían preparado un sillón, y se sentó en él. E inmediata-
mente los brazos robustos de sus jóvenes lo elevan por encima de aquella
turba de niños, que cantando, riendo y llorando, formaban el séquito es-
pléndido del buen sacerdote para conducirle a su capilla.
Estas palabras del canónigo Balesio, uno de los primeros alum-
nos de don Bosco, son un testimonio magnífico y elocuente de
cuanto vamos diciendo.
((La vida y las obras de don Bosco—dice—son ya del dominio
de la historia , la cual, en páginas hermosas y elocuentes, dirá a
las generaciones futuras que fue por espacio de medio siglo el após-
tol del bien... Pero lo que no podrá decir plenamente, lo que no
se podrá hacer comprender con claridad, es su vida íntima, su sa-
crificio continuo, reposado, dulce, infatigable y heroico, su esfuerzo
intelectual y el grande amor que nos profesaba, la confianza, el
aprecio, la veneración, el afecto que nos inspiraba, la grande auto-
ridad de que gozaba entre nosotros, la opinión de santo, de sabio
en que le teníamos. Difícilmente la Historia será capaz de hacer
comprender y creer las suaves dulzuras que infundía en nuestros
1 corazones con una sola palabra, una mirada, una señal. Necesario
sería haberlo visto, haberlo experimentado como nosotros.»
CARACTERÍSTICAS DEL AMOR SALESIANO
Sólo el amor verdadero, impregnado de abnegación y de sacri-
ficio, es capaz de elevar al educador y al educando a la realiza-
ción de los pequeños y grandes heroísmos que se requieren para lo-
grar la perfección, tal cual la exige la naturaleza y la requiere la
voluntad de Dios.
Séanos, pues, permitido consignar aquí algunas de las princi-
pales características del amor, de la caridad salesiana, ya que se
trata de una cuestión que reviste la mayor importancia.
La primera característica del amor salesiano, como muy bien
escribe nuestro Rector Mayor, don Pedro Ricaldone, es la afa-
bilidad y la dulzura.
((La dulzura en el hablar, en el obrar y en la manera de avisar»
gana a todos y lo gana todo))—dice don Bosco.
Y no sólo debe usarse con los niños buenos y dóciles, sino tam-
bién con los díscolos y rebeldes. Es convicción del Santo que esta

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— 53 —
clase de niños, solamente con la mansedumbre pueden ser corregi-
dos y llevados al bien.
((¿Por qué hemos de desanimarnos y avergonzarnos—dice—
cuando en la educación de los niños no nos vemos inmediatamente
correspondidos? Sembremos, y después imitemos al campesino que
espera con paciencia el tiempo de la cosecha. Pero, lo repito, no ol-
vidéis jamás la dulzura en las maneras ; ganaos los corazones de los
jóvenes por medio del amor ; recordad siempre la máxima de San
Francisco de $ales : Se atrapan más moscas con un plato de miel
que con un barril de vinagre.»
((Para tener buen éxito con los niños—decía el 19 de julio
de 1880 a un grupo de antiguos alumnos, casi todos sacerdotes—
cuidad mucho de usar buenos modales con ellos ; haceos amar y no
temer ; demostradles y convencedles de que deseáis la salvación de
su alma ; corregid con paciencia y candad sus defectos. Sobre todo,
absteneos de golpearlos. En una palabra, haced de modo que cuando
os vean, corran a rodearos y no huyan como hacen, desgraciada-
mente, en algunos pueblos.»
Verdaderamente, con dureza no se consigue nada en el terreno
de la educación y nada se arregla. Es, pues, necesario, abandonar
esa posición, apenas se pueda, si alguna vez se comete el error de
adoptarla.
ESPÍRITU DE FAMILIA
Otra de las características de la caridad salesiana es el espíritu
de familia.
((Ven, que yo te haré de padre))—solía decir don Bosco a
los huerfanitos que recogía.
Los colegios salesianos son verdaderas familias ; doquiera se
respira el ambiente familiar. En ellos no hay superiores ni subditos,
sino padres e hijos, hermanos y amigos. En todos los rostros y en
todos los corazones se transparenta la paz, la alegría, la santa li-
bertad de una familia bien ordenada.
((Tratad con familiaridad a los jóvenes—insistía don Bosco—,
especialmente en el recreo. Sin familiaridad no se demuestra el
amor, y sin esta demostración no puede existir la confianza.))

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— 54 —
AMABILIDAD DEL EDUCADOR
La tercera característica de la candad que don Bosco quería y
practicaba, es que sea advertida por los niños. Mientras inculcaba
por una parte una caridad profundamente sobrenatural, quería, por
otra, no sólo que el alumno se diera cuenta de que el educador le
ama, sino que éste se lo hiciera sentir. Quiere don Bosco que al niño
se le ame siempre y únicamente como criatura de Dios, como tem-
plo del Espíritu Santo y heredero del cielo ; y exige, por lo mismo,
que la voluntad esté constantemente sometida a los dictámenes de
la razón, pero sin que el corazón quede al margen, antes se le dé
una participación amplia.,
Es fácil comprender los enormes abusos que pudiera ocasionar
una falsa interpretación de estas palabras y a qué funestísimas con-
secuencias se expondría el educador que tratase de aplicarlas en
forma inadecuada.
Resulta demasiado evidente que la familiaridad puede degene-
rar en afeminación y sensiblería, puesto que es tan difícil regular
o encauzar debidamente los afectos del corazón. Santos debiéramos
ser como don Bosco para entenderlo y practicarlo como él lo prac-
ticaba y entendía.
((Que los jóvenes—decía él-—no sólo sean amados, sino que
sepan que son amados. Si se ama aquellas cosas que gustan a los
niños y se toma parte en sus aficiones infantiles, aprenden también
a ver el amor en las cosas que naturalmente les agradan poco, como
son la disciplina, el estudio, la mortificación de sí mismos, y apren-
den a hacer estas cosas con entusiasmo y amor.»
El corazón es el órgano central del Sistema Preventivo. A
través de él se perciben mejor las verdades trascendentales y se re-
suelven con mayor facilidad los problemas de la educación y de
la vida...

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<^(IU9©J^(^©^<^@^(S¿S@^(S^
VIII.—LA PUREZA
APRECIO DE DON Bosco POR ESTA VIRTUD ,
Las almas puras se distinguen de las que no lo son por la ma-
nera de amar. Viene a ser, pues, este capítulo como una continua-
ción del anterior, aunque bajo distinto aspecto.
Antes hemos hablado del amor como medio fecundo y eficací-
simo de educación ; ahora, del amor que ha de cultivar y desarro-
llar el educador en el corazón del educando para que los ubérrimos
frutos del Sistema Preventivo lleguen en su día a ser preciosísima
realidad.
No basta cultivar la inteligencia, es preciso poner un esmero
particular en el cultivo del corazón ; no basta enseñar a razonar,
hay que enseñar a amar. Y las lecciones del amor no pueden con-
venientemente desarrollarse sino dentro de una atmósfera saturada
He pureza y de candor.
La mayor ilusión de don Bosco consistía en formar jóvenes pu-
ros. ¡ Cuántos apremios, cuántos esfuerzos, cuánta solicitud y sa-
crificio, cuánta prudencia para defender, conservar y asegurar ía
pureza de sus jóvenes ! Es verdaderamente éste el poema de su vida
c°rno educador.
Para prolongar un cuarto de hora la inocencia de uno de sus
niños, esL&ba dispuesto a darlo todo.
«Preocupaos de.las buenas costumbres—dice a sus hijos, los
Salesianos—, salvad la moralidad. Toleradlo todo, vivacidad, des-
atenciones, ¡ todo ! ; pero no la ofensa de Dios y, de un modo es-
pecial, el vicio contrario a la pureza. Estad atentos sobre este punto
y no perdáis jamás de vista a los jóvenes confiados a vuestros cui-
dados.»

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~ 56 —
En otra ocasión habla así : ((Lo que debe distinguir a la Pía
Sociedad Salesiana es la pureza, como la pobreza caracteriza a los
hijos de San Francisco de Asís y la Obediencia a los de San íg-
nacio.»
Su misión providencial es, pues, regenerar el sentido estragado
de la Humanidad, haciéndole notar la amarga hiél depositada en
el fondo del placer sensible y aficionado a las suaves dulzuras de
la vida de la gracia. Como esto es muy difícil lograrlo en quienes se
han entregado ya en cuerpo y alma a las pasiones vergonzosas, busca
su campo de acción en las almas juveniles, que conservan íntegro
o poco averiado todavía el sentido de la virtud y de la elevación mo-
ral y religiosa.
EN QUE CONSISTE EL PROBLEMA
Los padres y educadores tienen la obligación estricta de prepa-
rar al niño para la batalla que habrá de librar en su adolescencia :
la batalla de la pureza.
Antes, algunos principios que arrojen luz sobre materia tan
delicada.
El amor es un impulso que viene de Dios, y que a Dios nos
lleva a través de* las vicisitudes de la vida. Tiende a la unión de
los seres, para que colaboren con Dios en la propagación y la con-
servación de la vida en el mundo.
Así como hay dos género de vida, hay también dos clases de
amor y de fecundidad.
Fecundidad sobrenatural, la más noble y más sublime, que pro-
cede de la unión de las almas con el Espíritu Santo por medio de
la gracia, y tiende a la propagación y conservación de la vida so-
brenatural. Esta es la fecundidad propia de los santos, de las almas
puras, de la Iglesia de Cristo.
Fecundidad de la naturaleza, que procede legítimamente de
la unión de los esposos en el Santo Matrimonio y tiende a la mul-
tiplicación y conservación de los seres racionales, destinados a dar
gloria a Dios de una manera especial, a ser miembros vivos de Cristo,
dilatando, en cierto modo, su vida y su gloria en la tierra y en el
Cielo.

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— 57 —
El buscar el placer sensual prescindiendo de la fecundidad o de
los cuidados que requieren el sustento y educación de los hijos, es
sabotear los planes del Creador y profanar su obra en lo que tiene
de más sagrado.
Las almas puras y castas tienen a raya tales tendencias de la
naturaleza. La claudicación cobarde constituye la impureza, vicio
el más nefasto para el inviduo y la sociedad.
Ahora bien ; dada la importancia que esta virtud tiene en la
formación de los jóvenes, y dadas las enormes dificultades con que
al presente han de tropezar ellos ya desde su más tierna infancia
para la conservación de la virtud angélica, no es de extrañar que
cuantos, teórica o prácticamente, intervienen en asuntos pedagógi-
cos, se propagan como problema a resolver en primer plano el de
la ((educación de la pureza».
TENDENCIA PELIGROSA
De tal puede ser calificada la de algunos autores y tratadistas
que pretenden haber hallado en la llamada iniciación sexual, una
solución satisfactoria del problema.
¿Cuál era la posición de don Bosco frente a un asunto de tanta
trascendencia? He aquí la respuesta dada por el más alto y autén-
tico intérprete del espíritu del Padre, su Cuarto 5ucesor, el Reve-
rendísimo Sr. D. Pedro Ricaldone :
((Con el título de la educación de la castidad y otros parecidos,
se viene difundiendo, no sólo entre los educadores laicos, sino tam-
bién entre los sacerdotes y religiosos, una determinada teoría según la
cual es cosa conveniente abrir temprano los ojos de los niños en ma-
terias que afectan a la castidad. Alegan los defensores de tales
teorías que es preferible que esas materias las aprenda el niño de
boca de sus maestros y educadores a que le sean reveladas por com-
pañeros perversos o libros desaprensivos.
5obre asunto tan delicado como éste, nosotros tenemos normas
indeclinables y a ellas deberemos ajustamos.))
¿Cuáles son estas normas? El mismo Rector Mayor de la Con-
gregación Salesiana nos las declara con las siguientes palabras :

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— 60 —
((Con razón—observa también Charmot, refiriéndose a este
punto—, que para hacer comprender a los hijos convenientemente
las leyes divinas del amor humano y de todo lo que trae consigo,
es necesario hacerles comprender, admirar y desear ante todo la fe-
cundidad espiritual.))
Este es el campo en el cual don Bosco despliega toda su acti-
vidad como educador de la pureza y en el cual adentra plenamente
a sus hijos, cuidando de que el otro campo pase lo más inadvertido
posible.
Por lo demás, se adaptaba a todo : a las diversiones, al teatro
a la música, a los goces y alegrías de las fiestas familiares, religio
¿as o cívicas, con tal de que se mantuvieran dentro de los límites dt
la más estricta modestia.
La pureza es el resultado victorioso de una lucha tenaz y pru-
dente bajo el influjo de la gracia.
Para alcanzar la victoria en este terreno es necesario ser va-
liente, tener buena dirección y usar de armas escogidas con una
táctica especial que todo buen educador debe conocer a fondo.
En muchas ocasiones no bastará la vigilancia que previene, m
la ley que prohibe, ni la razón que ilumina, ni el respeto a sí mismo,
ni el honor, ni el pudor, ni el peligro de la salud, ni la alegría de
carácter, ni la moral natural, para detener el ímpetu de la pasión. La
voz de los consejos se ahoga cuando la pasión envuelve en llamas
el cjerpo.
Hace falta algo más. Exponemos a continuación algunos de
los medios que don Bosco con mayor frecuencia e insistencia incul-
co ba para conservar la virtud de la pureza.
EL TRABAJO
Estando para morir, el Santo repitió a sus hijoi- por tres veces
esía palabra de orden : ((Trabajo, trabajo, trabajo)), que constituyó
para él un verdadero programa de vida, y lo legó a nosotros corno
preciada herencia.
Leemos entre los propósitos de su primera Misa : «El trabajo
es un arma poderosa contra los enemigos del alma ; por consiguiente,
no ocí-cansaré más de cinco horas cada noche.))

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— 61 —
ií¿Cómo queréis que descanse—repetía a menudo—si el de-
monio no para nunca? Ya tendremos tiempo de descansar en el
Cielo.»
Sobre la puerta de su habitación había un letrero de gran ta-
maño que decía : ((Cada minuto de tiempo es un tesoro.)»
Cuando el doctor Pombal le recomendaba el descanso corno
único remedio para prolongar su existencia : ((Es precisamente éste
—dijo--el único que no puedb tomar; mientras me que Je un hilo
de vida, quiero gastarlo en bien de la juventud.))
No es el suyo un trabajo agitado y febril que absorbe la vida-
y agota el espíritu ; es una calma imperturbable en medio de una
prodigiosa actividad ; es un servicio amoroso y constante de Dios
Nuestro Señor, un trabajo que es, al mismo tiempo, oración.
Esta actividad individual y colectiva la supo imprimir tan pro-
fundamente en el alma de sus hijos y alumnos, que forma en ellos
como una segunda naturaleza.
Quería que sus alumnos estuvieran constantemente ocupados.
((E,l agua estancada—decía—no tarda en corromperse, mientras
Ja que corre bulliciosa se conserva fresca y cristalina. Es preciso
ahogar el mal con la superabundancia del bien.))
Por lo mismo, el asistente salesiano no descansa en el patio
hasta ver a todos sus alumnos jugando alegremente, y el muestro
no está tranquilo mientras no los vea constantemente ocupados.
Una ocupación agradable, ordenada y vana que cbsorba por
entero la vida y las actividades del alumno, es, después de la pie-
dad, el medio más eficaz para conservar la inocencia, afianzar las
buenas costumbres y salvar la moralidad. Si falla este medio, fallan
todas las medicinas y cuidados, aun los más excelentes.
Por eso escribe el Santo en el Reglamento de los alumnos :
«El que no se aplique al estudio con constancia o sirva de estorbo
para ¡os demás, será avisado ; y si no se corrige será en seguida
destinado a otras ocupaciones o enviado a sus padres.))
Es que la ociosidad corrompe la virtud, oscurece la ciencia, de-
rriba la fortaleza y engendra todos los vicios.
El trabajo, en cambio, nos preserva de caer en el pecado, man-
tiene alejadas las tentaciones, nos hace virtuosos, nos granjea la
estima de Dios y de los hombres y proporciona grande paz y alegría.

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— 62 —
Recuerden estas verdades los padres y maestros. Y si llegan
a comprender la grave responsabilidad que les incumbe, no aho-
rrarán sacrificio alguno para tener siempre bien ocupados a sus
hiio'S y alumnos.
No pueden crecer virtuosos si se les deja largas horas a su an-
tojo, sin preocuparse de ellos para nada.
í,A MORTIFICACIÓN
El placer es hoy día el ídolo que cuenta con más adoradores
y devotos. Todo se le sacrifica sin escrúpulos : la conciencia, la
salud, la vida, el honor, el cuerpo y el alma.
Don Bosco acostumbraba a sus jóvenes a la mortificación
de los sentidbs externos y de los afectos del corazón atacando al
mal en su misma raíz.
No hay tregua para la sensualidad ; es preciso morir todos los
día¿ para seguir a Cristo.
Leemos en el Reglamento de los alumnos, compuesto por el
Santo : «Os recomiendo la modestia de la vista por ser los ojos
las ventanas por las cuales el demonio introduce el pecado en el
corazón... Evitad todas las acciones, movimientos o palabras que
puedan tener algo de grosería.))
insistía también con frecuencia sobre la templanza en la co-
mida y en la bebida, y en la modestia en el vestido, poniendo
como ejemplo la angelical figura de San Luis Gonzaga.
Claro está que no se mide la virtud por un dedo más o menos
de vestido, pero es cierto que estas cosas influyen notablemente en
la pureza de costumbres.
No obstante, cuando no se puede remediar, es mejor distraer
la atención a fin de que pasen lo más inadvertidamente posible,
va que el vituperarlas con poca prudencia delante de los mucha-
chos puede serles ocasión de peligro o despertar en ellos pasio-
nes adormecidas
Don Bosco no aolía recomendar mortificaciones extraordina-
rias. (('3i queréis mortificaros—decía—, los medios no faltan. El
calor, el frío, las enfermedades, las cosas, las personas, los acon-
tecimientos, etc., nos ofrecen ocasiones a granel.))

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— 63 —
Nc quiere ello decir que se limitara a las mortificaciones es-
trictamente obligatorias. Para alcanzar las altas rumbres de la pu-
reza hay un medio que no puede ser substituido por otro : practi-
car ejercicios de privación voluntaria de los placeres lícitos.
HüIR DE LOS PELIGROS
La lucha por la pureza tiene una táctica especial : huir de
./los peligros. En el campo de la seducción, en el campo de la
orne, la derrota es inevitable. Preciso es trasladarse cuanto antes
a los campos de Dios, y allí, bajo la mirad^ bondadosa del Padre
y recostados en el regazo amoroso de la Madre, desplegar sere-
namente, generosamente, todas las energías en servicio de su causa.
Pocas cosas encarecía tanto don Bosco como ésla : huir de
los peligros, evitar las malas compañías, las diversiones peligrosas,
las lecturas inconvenientes. Es más, si recomendaba tanto la vigi-
lencia era precisamente para que con ella se evitaran de antemano
los peligros.
Vigilancia completa sobre los sentidos, sobre la fantasía, so-
bre el corazón.
El corazón es como un parvulillo sin seso y hambriento, que
traga y engulle cuanto encuentra. Hay que alimentarlo, pero con
manjares escogidos, llenarlo de santos afectos, de ideales nobles
y de sanas alegrías del espíritu.
MEPlOS SOBRENATURALES
iNo siempre es fácil trasladarse a los campos de Dios y traba-
jar en ellos con afán. Desde la cuna el corazón del hombre oscila
entre la carne y el espíritu. Estamos vinculados a la carne y no po-
demos desprendernos de ella. Por eso no faltan quienes opinan que
la castidad perfecta es imposible. Los tales desconocen totalmente
el poder de la gracia. Sin ella realmente el hombre es incapaz de
resistir siempre al aguijón de la carne.
La solución del problema está, sobre todo, en una vida fervo-
rosa. La vida espiritual ha de superar en vigor a la vi Ja de los
sentidos, mediante la caridad y el apostolado.

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— 64 —
A ello ayudarán grandemente la oración, la frecuencia de los
Saciamentos y la devoción a la Santísima Virgen.
La oración nos une con Dios y con las cosas sanias, nos hace
ver las hermosuras del orden sobrenatural a través de la corteza
más o menos atrayente de las criaturas, sin que nos detengamos
en ellas, con una inocencia algo semejante a la de nucát'os prime-
ros padres antes de pecar.
La Confesión levanta al caído y dirige al animoso por el ca-
mino seguro de la victoria.
La Comunión transforma nuestra carne pecadora en carne
de Cristo, ya domada, ya santificada, ya divinizada. No existe
medio sobrenatural más eficaz para el triunfo de la pu:eza que
las comuniones fervorosas y frecuentes.
Casi tanto como la Comunión frecuente es necesaria a loa
jóvenes la devoción a la Santísima Virgen, bajo cuyo maternal
auxilio vivían seguros y felices los muchachitos de don Bosco al
abrigo de toda asechanza del enemigo.
UN SUEÑO
Transcribimos aquí un sueño que tuvo don Bosco el año 1865
y que nos narra él mismo, donde se revela su pensamiento y las
trazas apremiantes de su solicitud con relación a esta materia :
"Me pareció encontrarme—dijo—en medio del patio rodeada de mis niños.
Todos llevaban en la mano una flor fresca y lozana. Quienes una rosa, quie-
nes una azucena, y algunos entrambas flores a la vez. De repente apareció
un feísimo gatazo, grande como un perro, con cuernos completamente negros,
con los ojos encendidos como un ascua, las uñas a modo de afilados clavos
y un vientre desmesuradamente hinchado. La horrible bestia se acercaba con
preocupación a los niños, y, dando vueltas a su alrededor, acechaba la
ocasión para dar un zarpazo a las flores y arrojarlas al suelo.
Al ver aquel animalucho, quedé sobresaltado. En cambio, muchos de aque-
llos niños seguían tan tranquilos, como si nada sucediera.
Cuando el gato se dirigió contra mí para quitarme mis flores, 'eché a
correr hasta que alguien me detuvo diciendo:
— No huyas; di a tus niños que levanten el brazo y el gato no podrá
arrebatarles las flores.
Me detuve y levanté el brazo; el gato se abanlanzó sotare mí, pero como
era tan corpulento, al no poder alcanzar mis flores, cayó pesadamente al
suelo.

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— 65
La azucena, queridos niños, es la bella virtud de pureza, y de la mo-
destia, continuamente asediada por el demomo. ¡ Ay de aquellos niños
que tienen esta flor baja cerca del suelo! El demonio se la arrebatará.
Tienen la flor baja aquellos que regalan su cuerpo comiendo desordenada-
mente y fuera de hora; aquellos que huyen del trabajo, de la fatiga; del
estudio y se entregan al ocio; aquellos que toman parte en ciertas con-
versaciones, leen ciertos libros... y huyen de la mortificación.
La victoria es difícil, pero el Señor nos indica la manera de vencer
al advertirnos que esta clase de demonios no puede ser echada sino por
medio de la oración y del ayuno. Alzad, pues, vuestro brazo y vuestra
mirada al Cielo, poned en salvo vuestra flor, lo cual- lo conseguiréis me-
diante la oración. La oración que se eleva al Cielo, son las oraciones de la
mañana y de la noche bien rezadas; oración es la meditación y la Misa;
oración, la Confesión y Comunión frecuentes; oración son las pláticas
y las exhortaciones de vuestros superiores; oración es la visita al Santí-
simo Sacramento; oración, el Santo Rosario; oración es el estudio. Con
la oración, vuestro corazón se dilatará y se elevará al Cielo, pudiendo repe-
tir con David: "Corrí por el camino de tus mandamientos y tú ensan-
chaste mi corazón."
Así pondréis a salvo la más bella de las virtudes, y, por más que -se
esfuerce, jamás el enemigo podrá arrebatárosla de las manos."
SEVERIDAD
Dejando aparte otros medios empleados con éxito por don
Bosco y que expondremos más adelante, como son la constante
y solícita asistencia, las expansiones de la más sana alegría y de
la vida de familia, la disciplina paternal y persuasiva, etc., cerra-
remos este capítulo, ya demasiado largo, mostrando, con un hecho
de la vida fecunda del Santo educador, los medios extraordina-
rios de corrección usados con ciertos alumnos obstinados en el
mal y que con su fhodo de obrar eran piedra de escándalo para
sus compañeros.
El 16 de septiembre de 1876, desptés de las oraciones de la noche, ante
la imponente y acostumbrada reunión de sacerdotes, clérigos, coadjutores,
estudiantes, artesanos y fámulos, subió tranquilamente a la pequeña tri-
buna que había bajo los pórticos.
Comenzó narrando cuanto el Divino Salvador había hecho y padecido
para salvar a las almas, y sus amenazas contra los que escandalizaban a los
niños; habló luego de lo que había hecho y hacía él mismo en cumplimiento
de la misión que le había confiado la Divina Providencia, recordando los
trabajos, los sudores, las humillaciones que había soportado por la eterna
salvación de las almas; dijo después que en el Oratorio había lobos, la-

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— 66 —
drones, asesinos, demonios, que habían venido a robarle las almas confia-
das a sus cuidados. "¿En qué he ofendido yo a esos tales—prosiguió—, o
qué daño les he hecho para que me traten así? ¿No< los he amado bastante?
¿No los he considerado como hijos? ¿No les he dado cuanto podía darles?
¿Qué instrucción podrían haber recibido en el mundo, qué manutención
y educación hubieran encontrado, ni qué esperanza podían formarse para
el porvenir de no haber sido admitidos en el Oratorio?
Esos desgraciados creen no ser conocidos, pero yo sé quienes son y
podría nombrarles en público... Si quisiera podría decir: Eres tú, A. (y pre-
nunció el nombre y apellido de un joven), un lobo que te deslizas entre
tus compañeros y los alejas de los superiores poniendo en ridículo sus
consejos. Eres tú, B..., un ladrón que con tus conversaciones empañas el
candor de la inocencia... Eres tú, C..., un asesino que con ciertos papeli-
tos, ciertos libros, y ciertos escondrijos, arrebatas del lado de María a sus
;hij'os. lílres tú, D..., un demonio que corrompes a los compañeros y los
impides con tus burlas que frecuenten los Sacramentos."
Seis fueron los nombrados. Su voz 'era reposada y clara. Cada vez
que pronunciaba un nombre, se oía un grito sofocado, un sollozo, o un
¡ ay!, que resonaba en medio del silencio imponente de sus compañeros
aterrorizados. ¡ Parecía aquello el juicio Universal!
Cuando hubo terminado de hablar, se retiraron todos conteniendo la
respiración. Sólo quedaron sollozando los seis aludidos, apoyados unos
contra las pilastras y otros contra la pared. El Santo se detuvo en medio
del pórtico, los sacerdotes y los clérigos formaban corrillo a cierta distan-
cia y pudieron contemplar, a los pocos momentos, una escena conmove-
dora. Aquellos seis desgraciados se le acercaron, anos le tomaron las ma-
nos y se las besaron, otros se asieron a sus vestidos. El los miró, mier-
tras unas lágrimas de conmoción corrieron temblorosas por sus mejillas.
Nadie hablaba; finalmente, después de decir a cada uno alguna palabra
consoladora, subió a su habitación.
Al día siguiente, uno salió del Oratorio, otros, que 'eran estudiantes,
pasaron a la sección de artesanos, y dos de éstos, después de haber sido
probados, fueron admitidos de nuevo en sus estudios.
Los que siguieron en el Oratorio mudaron de conducta. de tal manera,
que 'emularon a los mejores y se hicieron excelentes cristianos.

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IX.—LA ASISTENCIA
CONCEPTO E IMPORTANCIA
Es un elemento eminentemente peculiar del Sistema educa-
tivo de don Bosco.
Consiste en la presencia activa del Superior en medio de los
alumnos, no como vigilante o policía, sino como padre bondadoso
y solícito que nunca deja solos a sus hijos hasta que su libertad
está suficientemente educada.
Es tarea que hay que cumplir todos los días, en todo momento
y en todo lugar. En las horas de esparcimiento y en las horas de
estudio, en la clase o en el taller, en el dormitorio y en la iglesia,
de día y de noche, siempre está con los alumnos el asistente sale-
siano, como amigo, como hermano, como guía que previene, que
guarda, que defiende.
En esta atmósfera se desenvuelve el estudio y el trabajo, la
ciencia y la virtud. Sin ella no puede haber orden ni verdadera
educación.
Don Bosco instuyó muy pronto la perentoria necesidad de
este medio cuando en edad temprana, al ver el abandono en que
se hallaban sus condiscípulos por parte de los padres, del Estado
e incluso de los ministros sagrados, exclamó con decisión : «¡ Quiero
ser sacerdote para cuidar de los niños
Ya antes, a la edad de cinco años, decía a su madre que iba
a propósito con ciertos compañeros para que estuviesen más quie-
tos, fuesen más buenos y no dijesen ciertas palabrotas.
El recuerdo del gran bien que le había hecho su madre con
una asistencia afectuosa y constante, y de la influencia bienhecho-
ra que ejercía en medio de sus conciudadanos, con su presencia y

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buen ejemplo, contribuyó no poco a que adaptara en su sistema
este medio educativo.
Por otra parte, el estudio a fondo del niño le había llevado
a la conclusión de que la mayor parte de sus defectos son debidos
((a la volubilidad e inconstancia juvenil que en un momento olvida
las reglas disciplinarias y los castigos que sancionan su infracción,
las cuales evitaría el niño fácilmente si una voz amiga se lo ad-
virtiese a tiempo)).
Tiende, pues, con este medio a ahogar el mal en sus comien-
zos, evitando a tiempo la ocasión, ora suprimiéndola, ora neutra-
lizándola, .o poniendo en guardia contra ella.
Evitar una falta es mucho mejor que castigarla, después de co-
metida. ((¿Qué importa—decía el Santo—reprimir los desórdenes
después que han ocurrido? ¡ Ya se ha ofendido a Dios
No hay cosa que don Bosco con más ahinco recomendara que
la asistencia: en los Reglamentos, en las ((Buenas Noches)), en
las conferencias, insiste constantemente sobre su necesidad y la
exige en toda su extensión e intensidad sin que admita como pre-
texto para abandonarla ningún género de dificultades o de sacrifi-
cios. Espigamos en el Reglamento escrito por el Santo :
((Los alumnos no han de estar nunca solos. A ser posible, los
asistentes han de precederles en los sitios donde tengan que reu-
nirse y estar con ellos hasta que vaya otro a sustituirlos.))
((La asistencia sea activa y prudente, y no se confíe sólo a los
hermanos jóvenes, sino también a los sacerdotes y coadjutores.»
((El Director debe vivir consagrado a sus educandos, no acep-
tar ocupaciones que le alejen de su cargo ; más aún : encontrarse
siempre que puedan con sus alumnos, a no ser que estén por otros
debidamente asistidos.»
La asistencia constituye el verdadero martirio del salesiano,
del educador; pero es también la garantía de su éxito excepcio-
nal en la educación.
EL ASISTENTE
Es el representante de la autoridad divina y humana en medio
de los alumnos. Es un ángel que todo lo ve, todo lo oye y todo

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lo observa con diligencia, con naturalidad, sin despertar sospe-
chas ni habladurías ; que advierte los peligros, aparta del mal e
insinúa el bien ; que alienta, que defiende, que ilumina, que con-
duce.
Unas veces se impondrá con firmeza : es el responsable del
orden, de la disciplina y de la moralidad. Otras se limitará a estar
al lado de sus alumnos señalándoles los peligros, aconsejándoles
en sus dudas, dejándoles cierta libertad de acción y respetando las
iniciativas personales.
((En la asistencia, pocas palabras y muchos hechos ; se dé faci-
lidad a los alumnos de expresar con toda libertad sus pensamientos ;
pero estése atento para rectificar y corregir las expresiones, las
palabras y las acciones no conformes con la educación cristiana.»
(Reglamento.)
. El asistente es necesario en todas partes y cada asistencia tiene
características que don Bosco señala cuidadosamente.
Refiriéndose a la manera de asistir a cada clase de alumnos,
dice :
((Para los dotados por la Naturaleza del buen carácter, basta
una vigilancia general, explicándoles las reglas disciplinares y re-
comendándoles su observancia.
La categoría mayor es la de aquellos que tienen carácter
ordinario, algo voluble jo indiferente. Estos necesitan consejos
frecuentes, pero breves. Es menester estimularlos con premios al
trabajo, y demostrarles gran confianza, sin dejar por ello d^ vigi-
larles.
Los que requieren especialísimo cuidado, son los difíciles y
aun díscolos. (Habrá uno por cada quince).
El Superior debe procurar conocerlos bien, informarse de sus
antecedentes, mostrarse amigo de ellos, dejándoles hablar mucho
y hablando él poco ; expóngales algunas máximas, ejemplos, epi-
sodios coreos, etc. ; no los pierda nunca de vista, empero, sin mos-
trarles desconfianza.»
La acción del educador salesiano debe ser concebida y des-
arrollada como un contacto de almas. Por eso, entre nosotros, buen
asistente es sinónimo de buen educador. Cuesta menos llegar a ser
buen profesor que asistente, ya que aquél instruye y educa en la
¡escuela ; éste, en todas partes.

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De una manera especial ha de velar por las buenas costum-
bres. ((Vigile atentamente para impedir toda palabra, acción o
broma contraria a la decencia.» (Reglamento). Ha de brillar para
ello en su persona una aureola de dignidad dulce y serena, de
pureza más que humana angélica.
¿Cómo van a conseguir éxitos en ía educación aquellos padres
y maestros que dejan a sus hijos o alumnos incontrolados tantas
horas del día sin percatarse de los peligros que de continuo acechan
su candor e inocencia? ¡ Alerta con los parientes, con los criados,
con los amigos, con las novelas, con los cines, con los teatros, con
los baños y con las diversiones de todo género ! ¡ Cuántos peli-
gros de naufragio para la incauta juventud ! Sólo a vuestro lado,
sólo con vuestra asistencia asidua, constante, sacrificada y pru-
dente podrá irse desarrollando la semilla de Dios, depositada en
el fondo de los corazones.
ALGUNAS DIFICULTADES
Asunto tan importante como éste, no puede menos de tener
sus dificultades.
La asistencia en esta forma, dirá alguno, es imposible por
parte del educador. ¿Cómo va a estar uno atado de la mañana
a la noche, siempre esclavo de los niños, sin gozar un solo momento
de libertad?
Téngase en cuenta que la asistencia entre nosotros no se en-
comienda a uno solo, se reparte entre todos. Ninguno está exento
de este deber. Además, los alumnos tienen patios, comedores, dor-
mitorios comunes y un solo maestro puede asistir a muchos a la vez.
Por otra parte, se requiere una preparación, una formación y una
vocación especiales para entender, aceptar y soportar generosa-
mente la asistencia como la enseñaba y practicaba don Bosco.
Quien por temperamento no pueda amoldarse a la vida de
los niños, no podrá ser nunca buen asistente.
Otra dificultad puede formularse en estos términos : la asis-
tencia es insoportable e irritante para los niños ; lo que necesitan
es libertad, espontaneidad y soltura.
Es cierto que así habrá de suceder si se aplica mal. Recuérdese
que hemos dicho que no se trata de una vigilancia policíaca. Asistir

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— 71 —
es, sencillamente, vivir con los niños como un padre, un hermano, un
amigo. Los mismos niños sienten la necesidad del asistente, no
como alguacil, sino como buen organizador de sus juegos, como
guía y compañero, etc.
Una tercera objeción algo más especiosa, es ésta : La asis-
tencia continua induce a los niños al fingimiento, a la hipocresía,
al oportunismo.
Insistimos en que esto no es propio del Sistema Preventivo sa-
lesiano integral, bien asimilado y bien practicado, sino de un
sistema averiado que no tiene sus características específicas.
¿Quién ha dejado mayor espontaneidad y libertad al alma del
niño que don Bosco? ((Divertios cuanto queráis—solía decirles—
con tal de que no cometáis pecados.»
Tampoco la dignidad y la autoridad del educador pierden
nada con esta vida íntima entre superiores y alumnos, ya que, se-
gún se ha dicho, don Bosco no la cimenta sobre el temor y el
hermetismo, sino sobre una base mucho más firme, más segura y
más cristiana : el amor.
Se servía incluso de los mismos niños para la asistencia y el
apostolado. Era este uno de los fines de las compañías piadosas
de San Luis, de San José y de la Inmaculala, establecida en el
Oratorio.
Con el mismo fin indicaba a sus alumnos que se escogiesen
entre sus mejores compañeros algún ((monitor)) secreto que les ad-
virtiera los defectos en que incurrían para poderlos corregir a tiempo.
Así procuraba don Bosco, mediante su esfuerzo y el de sus
hijos, que ej Señor escuchara más complacido de boca de los
niños confiados a su celo ía sexta petición del padrenuestro : ((no
nos dejes caer en la tentación.))

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X.—L A A L E G R Í A
CARACTERÍSTICAS DE LA ALEGRÍA SALESIANA
((Una de las impresiones que un observador atento y compe-
tente se lleva siempre de una visita a una casa salesiana—dice
D. Auffray—es la atmósfera de alegría en que parece estar en-
vuelta. Para don Bosco la alegría es factor indispensable de éxi-
to en la educación.»
Siendo aún joven seminarista, fundó con algunos de sus ami-
gos la 3ociedad de la Alegría, y era siempre el alma de todas las
diversiones.
Una de las frases que más a menudo tenía en sus labios
era esta: ((Vamos, está alegre.» «Y al punto se disipaba la
tristeza—dice el canónigo Ballesio— ; aquel joven que poco antes
se presentaba triste y taciturno se volvía radiante de alegría, y con
el semblante iluminado de gozo, corría ligero a cumplir sus debe-
res. Este admirable influjo hacía nuestra vida, aunque escasa cíe
comodidades materiales, alegre, movida, entusiasta, y, para casi
todos, de una dulzura inefable.))
No le gustaban los juegos que requieren mucho trabajo men-
tal ; prohibía en los recreos ordinarios el juego de cartas, el de
clamas y el de ajedrez. «La mente—decía—necesita reposo.)) No
quería bancos ni sillas en el patio ; le placían grandemente recreos
bulliciosos y animados, en los cuales los jóvenes enriquecen i a
sangre con provecho del alma y del cuerpo, y no les señalaba otros
límites que los de la higiene y la decencia.
((En los patios salesianos—escribe D. Auffray— -odo es ale-
gría y expansión, el juego anima con ardor a toda una ardiente
juventud. Nada de grupos aislados nada de conversaac nes sospe-

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diosas en los rincones, nada de huidas íüriivus por corredores o
escaleras oscura¿. Pero sí gritos, -..autos, n:>as, que hasta moríili-
can los tímpanos. Los superiores toman parte en los juegos organi-
zados y ponen en e¿ía tarea inusitado interés. Aquellos cuyas pier-
nas ya no tienen ia soltara de la juventud y dü entrenamiento co-
tid).aí-o, animan cor su presencia o con sus aplausos los éxitos
del juego, o pasean con los alumnos a quienes un motivo justifi-
cado aparta del mismo.
Todo el mundo está en el patio : padres e hijos están mez-
clados en la más encantadora de las bataholas, la franqueza brilla
en las miradas, las frentes están despejadas, los corazones a. fíor
de labio... Es la familia con su encanto, su cordialidad, su con-
fiado abandono, su divina dulzura.»
A las diversiones ordinarias asociaba don Bosco otras extraor-
dinarias, como eran, por ejemplo, las excursiones y paseos he-
chos, preferentemente, a pie, y que duraban a veces varios días.
Además, en las casas salesianas se fomentan regularmente
las lecciones y ensayos musicales, de gimnasia y de declamación,
con el fin de adiestrar a los alumnos y hacerles más atractiva la vida
del colegio.
((Puede afirmarse que don Bosco derramó la alegría en gran-
des dosis por todas partes ; empapó, por así decirlo, en ella las
actividades todas que constituyen la vida de un colegio : el teatro,
el recreo, el estudio, la clase e incluso la capilla.» (D. Auffray.)
La alegría es un auxiliar y un aliado de primer orden para el
educador y sumamente ventajoso para el alumno. En este ambiente
la vida física, intelectual y moral se desarrollan con normalidad,
con soltura, con elegancia, deliciosamente.
((Si el niño se forma una idea triste y sombría de la virtud—dice
Fenelón—, si la libertad y desarreglo se le presentan bajo una
figura agradable, todo está perdido.)) ((Habíales sobre la hermo-
sura de la virtud y sobre la fealdad del vicio»—le dijo a don Bosco
aquel Personaje misterioso que se le apareció en su primer sueño— ;
y él empleó toda su vida en hacerles comprender ((cuan dulce y
cuan suave es servir al Señor.))
Es preciso que el niño haya aprendido, en hora temprana, que
la virtud es encantadora, que encierra intensas alegrías, que la
Religión jamás fue amiga de la tristeza, antes bendice y alienta

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75 —
toda sana alegría que nos ofrece como el más dulce de los dones
de Dios, después del amor.
Además, el ambiente de alegría—como escribe el tantas veces
citado D. Auffray—ata para siempre, con un afecto poderoso y
dulce, las almas de los educandos a sus educadores. No es para
ellos el colegio el lugar donde uno ha pasado, triste y melancóli-
camente, los más bellos años de su juventud, ni el edificio contra
el cual se alzan los puños en ademán de despecho inconsolable.
Por el contrario, el colegio será la dorada mansión donde la vida
transcurrió en un sueño, sucediéndose una tras otra las emociones,
todas puras, todas placenteras ; donde, casi sin advertirlo, apren-
dimos, para toda la vida, los principios de honradez que hacen
obrar rectamente ; donde fuimos amados como tal vez jamás lo
seremos en la vida ; donde a cada vuelta del corredor, en cada
rincón de la capilla, del estudio, surgen, para acogernos, todos los
recuerdos del pasado y los rostros más queridos. ¡ Oh, amadas figu-
ras de antiguos maestros ! Tienen la misma sonrisa de antaño,
los cabellos encanecieron, el rostro se llenó de arrugas ; pero la
llama sagrada arde siempre en el--fondo de los corazones. ¡Qué
alegría para ellos volver a encontrar en cualquier estado en que se
hallen, hijos fieles o hijos pródigos arrepentidos, a esos niños de
antaño convertidos en hombres.
Con ellos, en voz alta, rememoran el pasado ; con ellos, en
voz sumisa, destilan bálsamo de palabras divinas que llegan hasta
las profundidades del alma.
¡ Bendita sea la educación que sin esfuerzo consigue hacer
volver al hombre formado a la pureza de la fuente primera, y su-
mergirlo de nuevo en ella a fin de reconfortarle para las luchas de
la existencia, las tentaciones de la vida, los deberes austeros !
FRUTO UBÉRRIMO : LA CONFIANZA
Otro efecto sumamente importante de la alegría cuando se
cultiva en la forma antes indicada, es el dilatar el alma del niño,
abrir su corazón, despertar y mantener su confianza.
Ahora bien ; la confianza lo es todo en la educación. Si el niño
no entrega su corazón no puede construirse nada sólido ni dura-
dero. Todo lo demás va encaminado a este objeto principal : ganar

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.76
el corazón del niño. ((Sin amor—repetía sin cesar don Bosco—no
hay confianza, y sin confianza no hay educación.»
El concebía la educación como efecto de un intercambio de
ideas y sentimientos en la intimidad del amor y de la confianza.
En 1858, cuando por primera vez fue a Roma, el Cardenal Tosti le in-
vitó a dirigir algunas palabras a los jóvenes del hospicio de San Miguel,
y tratando con su Eminencia sobre el mejor sistema para educar a la ju-
ventud, expúsole con toda franqueza que le disgustaba el sistema represivo
empleado en aquel Instituto, y terminó así: "Es imposible educar a los
jóvenes si estos no tienen confianza con los superiores.''
Esta confianza la pedía a su hijos y la enseñaba a sus dis-
cípulos ; pero, sobre todo, él la merecía de unos y de otros.
Una persona de nornbradía en Turín decía así hablando del
humilde sacerdote de Valdocco : ((Hay en el número 32 de la
calle Cottolengo lo que no se halla en ninguna parte, ni aun en las
comunidades religiosas : un aposento de donde sale radiante de
alegría el niño o el joven que entró oprimido por la pena o el dis-
gusto : es el aposento de don Bosco.»
Conquistada la confianza del alumno con suma delicadeza,
mansedumbre y paciencia, lo elevaba suavemente, sin choques ni
sacudidas, hacia el orden sobrenatural.
A veces escribía a cada uno de los jóvenes un billetito que
contenía, según la oportunidad, un aviso, una admonición o una
frase alentadora, y les invitaba a escribirle sus buenos propósitos
confidencialmente. Don Bosco conservaba con gran cuidado lo
más importante como resortes poderosísimos para el porvenir.
¡ Cuántos antiguos alumnos que ya llevaban mucho tiempo fue-
ra del colegio, engolfados en los negocios, en la disipación y aun
en una vida poco conforme con los principios recibidos, cuando
menos se lo esperaban recibieron por correo aquel billete tan elo-
cuente, recuerdo de los años de la gracia, estímulo para volver
al buen camino !
((Para lograr la confianza es preciso que no haya obstáculos
entre alumnos y maestros, ninguna ley los aleje mutuamente, ni
castigos colectivos, ni humillaciones públicas. En cambio, debe
haber mucha compenetración de corazones ; espíritu de familia,
delicadeza en la manera de tratar, bondad siempre solícita y com-
prensiva para con las debilidades o descuidos ; misericordia que

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no lo castiga todo y sabe perdonar fácilmente ; interés por la sa-
lud de los alumnos, por sus padres, por sus necesidades, por sus
penas y alegrías; vigilancia paterna que protege ya de la piedra
de escándalo, ya de la inclemencia del tiempo ; dulzura que sabe
conservar la calma y la sonrisa bondadosa en medio de las ma-
yores contrariedades ; condescendencia que rinde al hombrecillo de
diez años honores de gran personaje.»
'\\ Qué bien aclara estas ideas una carca escrita por el Santo
desde Roma el 10 de mayo dé 1884 y dirigida a lo,s Saíesianos
del Oratorio !
En la carta refiere un sueño, llamémosle así, en el cual contempló dos
escenas: el Oratorio de los primeros tiempos, con los alumnos- de enton-
ces en animado recreo, y el Oratorio de 1884, donde "no veía ya aquel mo-
vimiento y aquella vida de la primera visión". Mientras contemplaba el
¡primer cuadro, el guía le dijo: "La familiaridad lleva al amor y el amor
a la confianza; entonces se abren los corazones, los jóvenes cuentan sin
temor todas sus cosas a los maestros, asistentes y superiores; son claros
en la confesión y fuera de ella, y se prestan dócilmente a todo lo que se
les .manda-."
Después de mostrarle la tristeza y el aburrimiento del segundo cuadro,
le decía: "De aquí, de la desgana en el recreo, proviene la frialdad* en las
prácticas de piedad y en acercarse a los Santos Sacramentos, el no encon-
trarle bien en el lugar donde la Divina Providencia los colma de toda clase
de bienes para el cuerpo, para el corazón y para la inteligencia. De aquí
la falta de correspondencia a la vocación, la ingratitud para con
los superiores, los secretos, el mal humor, y las murmuraciones con todas
sus deplorables consecuencias."
"La causa del triste cambio que se ha realizado en el Oratorio—prosi-
guió diciendo el guía—, está en que cierto número de jóvenes no tienen
confianza ya con los superiores. Antes, todos los corazones estaban abier-
tos a ellos, a quienes los jóvenes amaban y obedecían prontamente; hoy
en cambio, se considera a los superiores como a tales y no como a
padres, h e r m a n o s o amigos: por eso son temidos, pero poco
aimados. Es preciso romper esa fatal barrera d'e la desconfianza y susti-
tuirla por una confianza cordial. Sólo entonces renacerá en el Oratorio
la ¿antigua paz y alegría."
"Si se quiere—insiste don Bosco—que en el Oratorio vuelva a reinar
aquella felicidad de otro tiempo, vuélvase a poner en práctica con todo
su vigor el sistema de antes; que el superior sea todo para todos; esté
siempre pronto a aclarar las dudas y atender las quejas de los jóvenes;
que ssa todo ojos para vigilar su conducta con amor paternal, todo cora-
zón para procurar el bien espiritual y temporal de cuantos la Divina Pro-
videncia le ha confiado. Entonces se abrirán los corazones y (no se ocul-
tarán ciertos secretos pérfidos que matan."

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XI.—LA D I S C I P L I N A
BASE Y FUNDAMENTO DE LA DISLIPLINA CRISTIANA
El Sistema Preventivo encauza sus mejores esfuerzos a la for-
mación de la voluntad y del carácter. Lo cual no puede lograrse
sino en un ambiente de orden y de disciplina. Es indispensable que
la voluntad del discípulo se amolde a la voluntad del educador.
Don Bosco exigía una disciplina exacta, aunque no detallista
en exceso ; respetada por el alumno, no idolatrada por el maestro ;
familiar y suave, firme y entera. Evitaba el tono autoritario ; pero
cuando era preciso sabía ser intransigente. Huía de la dureza des-
pótica lo mismo que de la ternura afeminada. Quería una obe-
diencia pronta, respetuosa y alegre en todo momento.
((El fundamento de las virtudes de un joven—escribe el San-
to—es la obediencia a sus superiores... Si queréis, pues, adquirir
todas las virtudes, empezad por la obediencia a vuestros superio-
res, sometiéndoos a ellos sin ningún género de oposición, como
si os sometierais al Dios mismo.»
Cimentaba la autoridad sobre la razón, sobre la fe y sobre
el amor.
De la fuerza de la razón hemos hablado ya. La Fe hace ver,
personificada en el maestro, la autoridad de Dios ; reviste al edu-
cador a los ojos de sus alumnos de un carácter sagrado. Eleva
los motivos de la obediencia, que deja de obrar por el castigo,
o por el premio material, o por agradar a los hombres, y busca
sólo servir a Jesucristo, cumplir la voluntad divina. Entonces la
obediencia es filial y amorosa, pronta, alegre y completa, con-
forme a la de Nuestro Divino Redentor, que hasta el último ins-

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— 80 —
íante de su vida se empleó en lo que era del agrado de su Padre
Celestial.
Es cierto, hemos de confesarlo, que en los comienzos de la
labor pedagógica no siempre se logra alcanzar este ideal. Se tro-
pieza con niños distraídos y atolondrados, unos ; víctimas prema-
turas del pecado, otros ; con espíritus falseados que no discier-
nen convenientemente el bien y el mal y los confunden. Los tales,
no siempre escuchan la voz de la razón. Y, por otra parte, ¿cómo
servirse de los principios de la Fe para dominar a pobres niños
que no tienen de ellos la más rudimentaria noción? Abrirán des-
mesuradamente los ojos, no os entenderán y seguirán obrando a
su antojo.
¿Qué haréis entonces? ¿En nombre de quién les mandaréis?
Don Bosco mandaba en nombre del amor. Su autoridad era la
autoridad del amor avalada con su prestigio, con su ciencia y su
virtud ; la autoridad del educador a quien el alumno no quiere
desagradar, y la del padre que tiene en sus manos el corazón de
sus hijos. $u tono no era el del legislador que manda y prohibe,
sino el del maestro que enseña.
La educación que toma como punto de apoyo el corazón del
niño llega a mover las voluntades más resistentes. ¡ Es tan agra-
dable para los niños, tan dulce (y a veces tan nueVo), el sentirse
amados de este modo !
Los éxitos rotundos conseguidos por San Juan Bosco nos ad-
vierten que el corazón del niño encierra reservas insospechadas de
sentimiento y de amor, que, si se encauzan convenientemente, son.
un poderoso auxiliar de la educación.
Lo importante es que el educador no emplee esos tiernos afec-
tos para alimentar imprudentemente su vanidad ni para nutrir con
ese ingenuo amor del niño su propia sensibilidad o detenerse en
esa común ternura, como si ahí estuviese el objetivo de la edu-
cación, sino para empuñar el timón de esa alma cristiana, dirigirla
con la fuerte autoridad del amor y llevarla suavemente, sin cho-
ques ni estridencias, hacia el mundo sobrenatural. Se equivocaría
quien creyese que el Sistema Preventivo es todo suavidad y dul-
zura en detrimento de la formación austera y viril. Nada le es
tan opuesto como la ternura afeminada y sensual, con frecuencia
más perniciosa que los mismos excesos de severidad.

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No consiste en tratar a los alumnos lo más plácidamente po-
sible, comprando su favor y su cariño poco menos que al precio
de transigir con sus caprichos o de contemporizar cobardemente
con sus pasioncillas, sino en obtener el cumplimiento del deber
y hasta el heroísmo de la virtud con los medios más razonables,
más caritativos y más delicados. Empero, antes de la poltronería,
madre de todos los vicios y de todas las corrupciones, el castigo
severo ; antes que el desorden habitual, el empleo de todos los
medios disciplinares ; antes que el escándalo colectivo, la sepa-
ración del culpable.
Claro está que aun en estos casos, se valía de mil industrias
para prevenir y evitar tales situaciones, y si se veía obligado a
obrar con energía, sabía hacerlo también con los debidos mira-
mientos y con gran prudencia y candad.
DEFENSA DE LA AUTORIDAD
Otro escollo muy frecuente de la autoridad es el no ser de-
fendida y respetada solidariamente por todos aquellos que inter-
vienen en la educación.
El niño es una caja de resonancia de lo que piensan, dicen
y hacen los que están a su alrededor. Hablará bien* de sus maes-
tros si hablan así las personas autorizadas que viven dentro de su
ambiente; respetará la autoridad si la ve respetada ; obedecerá
si advierte que también sus inmediatos superiores la respetan, que
saben renunciar a sus criterios personales, a sus maneras de ver
y que se someten voluntaria y noblemente a la obediencia, al Re-
glamento y a la Ley de Dios.
Los maestros y asistentes han de sostener a todo trance la au-
toridad de los superiores, si quieren que la suya sea reconocida
pror
los
^
alumnos.
Exigida en esta forma la obediencia, y aplicada de este modo
la autoridad, no se obtienen, es cierto, éxitos rápidos y espectacu-
lares ; pero se llega hasta el fondo del alma y permiten al educa-
dor realizar su obra formativa.
Y así, poco a poco, con tiempo y paciencia, con mucha so-
licitud y constancia, esa tierna plantecita va creciendo y desarro-

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— 82 —
ílándese, e, iluminada con el sol de la gracia, no tardará en flo-
recer y dar íruíos sazonados.
LA LIBERTAD
iin la educación no interviene sólo ia gracia de Dios con ia
labor inteligente y cariñosa del maestro, sino que juega un papel
de capital importancia el esfuerzo personal del alumno, su coope-
ración a la gracia y a las tareas del educador.
Es, pues, necesario educar al niño con cierta libertad: que.su
desarrollo sea espontáneo, que no se sofoque su originalidad,
sino que se fomente; que no se compriman sus energías, sino que
se las encauce. En una palabra: que se conduzca el edu-
cador al estilo de las trazas con que Dios gobierna el .mundo, con
esa paciencia, con esa sabiduría, con esa bondad, con esa vi-
gilancia todos los instantes y con ese arte exquisito de esperar la
ocasión, que libremente somete nuestras voluntades a los planes
de su Divina Providencia.
Ambos escollos, el excesivo rigor y la extrema libertad, son
igualmente temibles.
Don Bosco no temió contar con la espontaneidad del niño y
con la personalidad del cristiano en ciernes, con las fuerzas vivas
de su ardiente naturaleza; empero, su prestigio y su autoridad ra-
yaron siempre muy alto. Supo proporcionar, y con abundancia, al
educando las expansiones necesarias, pero exigió en todo instante
el cumplimiento exacto, aunque siempre de un modo racional y,
sobre todo, paternal.
Quería, en efecto, que toda orden dada tuviera su justifica-
ción ; que se hiciera comprender al niño la necesidad* del orden
y del silencio, y la excelencia e importancia de las reglas, para
que se sometiera, no por fuerza,sino libremente y de buengr ado,
como homenaje a un orden de cosas comprendido y amado.
Por otra parte, deseoso de conocer a fondo el corazón de sus
hijos, una vez conseguida aquella regularidad y disciplina que
exige una casa de educación, dejaba a sus niños en plena libertad
de correr, saltar y hacer ruido, de conversar entre sí y con sus
superiores, de presentar diáfano a la luz del día, sin temor a bur-
las o castigos, el fondo de su propio corazón.

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— 83 —
Don Bosco se ingeniaba también para proporcionarle múlti-
ples ocasiones en que pudiera ejercitar su libertad, de tomar ini-
ciativas, asumir responsabilidades, etc. Para ello les daba encar-
gos particulares, les pedía un servicio especial, les confiaba un
asunto difícil.
El teatro, la música, la gimnasia, los paseos, los juegos, ¡as
fiestas, las formas todas de la alegría, en todo lo cual, los niños,
más que simples espectadores, eran actores, y a veces, inventores,
le ofrecían un campo muy vasto para dicho objeto.
Aun iba más lejos: convertía a sus mejores alumnos en co-
laboradores suyos, en asistentes, profesores, directores de escena,
maestros de taller y, sobre todo, en monitores, apóstoles y ánge-
les custodios de los compañeros menos dóciles y más traviesos.
Así los iba acostumbrando también a soportar con virilidad, no-
bleza y espíritu de sacrificio los cargos de autoridad.
Era don Bosco tan amante de la verdadera libertad de los
hijos de Dios, que, para educarla y sostenerla, realizaba los más
heroicos sacrificios. Incluso sus reglas, sus preceptos, sus deter-
minaciones y mandatos rara vez se presentan en tono severo y ta-
jante, sino 'en forma de apremios cariñosos, de consejos, de rue-
gos, de observaciones y avisos paternales, dejando siempre mar-
gen a la voluntad para determinarse libremente sin sombra de
presión alguna.
No se sirve de hormas ni de moldes para forjar el carácter
y la santidad de sus hijos. Su papel se reduce a descubrir cuantos
tesoros de naturaleza y de gracia encierra cada uno de sus edu-
candos, para velarlos sin cesar, cultivarlos con esmero y solicitud
paternales, según el temperamento de cada uno y los impulsos
de la gracia ; en vigilar las inclinaciones que van brotando de la
naturaleza caída y del ambiente viciado, para arrancarlas o aho-
garlas antes de que lleguen a arraigar.
Es un instrumento fiel al servicio de Dios y de los jóvenes,
según las circunstancias lo requieran.
Reconoce que el niño es un ser inteligente y libre, que tiene
modalidades individuales que le caracterizan tanto física como mo-
ralmeníe : que no puede imponerse a todos de un modo absoluto
y totalitario la misma forma de vida y la misma instrucción ; que
precisa buscar y estimular la colaboración constante del alumno,

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— 84 —
respetando sus iniciativas y dejándole llegar libremente a ciertas
aplicaciones y conclusiones prácticas que son de su mayor agrado.
((Son patentes los felices resultados de tal educación—con-
cluye don Auffray—. Ella logra revelar al maestro el carácter
del niño para que pueda regular y desarrollar con toda pruden-
cia las energías ocultas. Los niños se clasifican con bastante faci-
lidad en vivarachos y tímidos ; en la vieja disciplina, los unos se
volvían generosamente revoltosos y los otros ineptos. La nueva edu-
cación previene ese doble fracaso encauzando el exceso de vida
de unos y revelando las energías latentes de los otros. Se les
podrá luego hacer a estos jóvenes reproches legítimos, pero jamás
se les podrá acusar de falta de iniciativa, de empuje, de entu-
siasmo, de espíritu inventivo y audaz.»
En fin, este método de educación que siempre se preocupa
por la hora en que la planta saldrá del invernadero, trabaja para
la vida y no solamente para el éxito fugaz del momento presente.
Los malos vientos, las tormentas, las intemperies, podrán desenca-
denarse, pero la planta tendrá fuerzas para resistir, porque tiene
muy hondas raíces.

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XII.—PREMIOS Y CASTIGOS
NORMA FUNDAMENTAL
El premio y el castigo son medios externos de que se sirve
el maestro para educar la voluntad del alumno.
El abuso, tanto del uno como del otro, acarrean fatales con-
secuencias.
El premio debe despertar la emulación y no la vanagloria.
Las buenas notas, los puntos de aplicación, el cuadro de ho-
nor, el ejercer determinados cargos entre los condiscípulos, las ala-
banzas prudentes, etc., son, bien empleados, excelentes premios.
El maestro entusiasta y celoso sabe hacer pasar como premio
las cosas más insignificantes.
La satisfacción de la conciencia después del deber cumplido
es el premio que más consuela y anima, y también el que don
Bosco cuidaba de hacer saborear con mayor fruición a sus alum-
nos. Con todo, empleaba los otros premios y los anunciaba con
mucha antelación para sacar de ellos los resultados más positivos.
Respecto a los castigos, escribe el Santo en el artículo quinto
del Sistema Preventivo : ((Cuando sea posible, no se castigue
nunca. Hace más de cuarenta años que trato con niños, y jamás
les he impuesto castigos de ninguna clase. Ayudado por Dios, he
conseguido no sólo el que los alumnos cumplieran con su deber,
sino que hicieran sencillamente lo que yo deseaba, tanto los bue-
nos como los que parecían reacios a la educación.»
El era un santo, y no todos disponen de este prestigio y de
esta rara ciencia de educador excepcional.

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— 86 —
Hay que reconocer, sin embargo, que la gran mayoría de los
educadores no podrán prescindir siempre de los castigos. No de-
bemos dejar a la naturaleza viciada que siga en sus descarríos ; si
se aparta del recto sendero habrá que encauzarla de nuevo, hacer
que se amolde al orden, a la disciplina, a la obediencia. El Sis-
tema (Preventivo no excluye absolutamente el castigo, sino que
tiende a hacerlo innecesario, a evitarlo lo más posible, y, como dice
don Bosco, ((si se practica bien el Sistema Preventivo, se obtendrán
maravillosos resultados sin necesidad de acudir al palo ni a otros
castigos violentos.))
MODO DE APLICAR EL CASTIGO
En el caso extremo de tener que castigar, don Bosco hace las
siguientes recomendaciones a fin de que no se endurezca el cora-
zón del niño, ni se cierre a la obra positiva de la educación.
1.° ((Procure el educador que los alumnos le amen si quie-
re que le teman. En este caso, la falta de cariño es un castigo que
excita la emulación, alienta y jamás envilece.))
Un rostro severo, una palabra fría o indiferente, unos ojos
que se desvían, una mano que se retira, son, a veces, más que
suficientes para castigar a los niños, si es que el educador ha con-
seguido de antemano, por su abnegación, hacerse amar de ellos.
En cierta ocasión, después de las oraciones de la noche, los alumnos,
inquietos por la disipación de las vacaciones, no guardaban silencio como
debían. Don Bosco subió a la tribuna, y después de haber esperado un
poco, exclamó con calma: "¿Sabéis que no estoy contento de vosotros?"
Y llos envió a dormir sin permitir que le besasen la mano. Este fue el
mayor castigo que pudo imponer a sus hijos, y .no fue necesario repetirlo.
Desde aquel día, resultó innecesaria la campanilla para obtener orden,
pues los niños temblaban a la sola idea de que se renovase el castigo.
((Para los jóvenes—decía él—es castigo lo que se hace pasar
por tal. Una mirada no cariñosa produce en algunos más efecto
que un bofetón. Una palabra de alabanza al que la merece, una
palabra de censura a quien dejó de cumplir con su deber, cons-
tituyen a menudo una verdadera recompensa o un doloroso castigo.))
2.° ((El pegar poco o mucho, poner de rodillas en posición
dolorosa, tirar de las orejas y otros castigos semejantes, se deben
absolutamente evitar, porque están prohibidos por las leyes civi-

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— 87 —
les, irritan mucho a los jóvenes y rebajan la dignidad del educador.
Excepcionados poquísimos casos, no se corrija jamás en público,
sino en privado, lejos de los compañeros.»
Excluye, pues, todo castigó violento, irritante, que humille
delante de los demás, que hiera los vivos sentimientos del alma,
y acumule por años enteros rencores insondables, inutilizando así
todo el trabajo educativo.
((No debe tolerarse la inmoralidad, la blasfemia ni el huno
—repetía a menudo— ; pero cuando se trata de faltas leves hay
que considerar el poco juicio de la niñez. Ved cómo el Señor nos
tolera ; si el Señor nos castigare por cualquier falta, seríamos muy
desgraciados. No seáis fáciles en castigar ni castiguéis simples
faltas de advertencia.))
Aun en los casos de expulsión de niños obstinados en ser es-
cándalo para los demás, o culpables de indisciplina notoria o de
pereza habitual, quería que se guardaran las debidas atenciones,
Los superiores se ingeniarán en hacer surgir un pretexto natural
(aprovechando las vacaciones o la llegada de un jpariente) y aleja-
rán al niño peligroso, dejando a salvo su honor. Y en el umbral
de la casa, el último apretón de manos del maestro será aún afec-
tuoso, como diciendo : —Hijo, no puedo tenerte por más tiempo,
echarías a perder a mis corderillos ; pero aquí dejas a un padre,
a un hermano, a un amigo. Recuérdalo y vuélvete a arrojar sobre
mi corazón en las horas tristes de la vida. (Auffray).
3.° ((Antes de imponer un castigo cualquiera, es preciso exa-
minar el grado de culpabilidad del alumno ; y si basta la admoni-
ción, no debe llegarse a la reprensión, y si ésta es suficiente, no hay
que pasar más adelante.))
I He aquí una regla de oro ! El castigo ha de ser razonado y
razonable, proporcionado a la culpabilidad de cada alumno. Nada
de tarifas uniformes que frente al delito marcan la pena para in-
fligirla fatalmente.
Suponed que dos niños han cometido la misma falta : el uno
es remcidente. ha sido advertido ya vanas veces ; además, so ob-
serva en 61 cierta malicia, las malas inclinaciones consentidas y
acariciadas han abierto ya en su alma un surco difícil de cerrar ;
el olro, en cambio, es bueno y dócil ; aunque vivaracho, jamás
tuvo ai^te sus ojos más que ejemplos de vircud, sa corazón se abre

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— 88 —
generosamente a las insinuaciones del bien..., ¿mediréis a ambos
con e! mismo rasero?, ¿les impondréis el mismo castigo?...
Cuando se produce un desorden, no se den castigos colectivos.
Si bien se examina, los verdaderos culpables son pocos.
«No se debe castigar nunca—insistía el Santo—-cuando el áni-
mo está agitado, sino cuando se ha depuesto la ira ; y úsese de
la mayor prudencia y de la mayor paciencia para hacer compren-
der al culpable su falta, valiéndose de la razón y de la Religión.»
MEDIOS PARA PREVENIRLO
Si se da importancia suma a la sanciones morales, a las notas
de (onducta (que deben ir acompañadas de avisos y reflexiones
apropiadas), a los exámenes ; si la cooperación de la familia es
efectiva y la solicitud del maestro constante, se llega casi a evitar
todo ,-.:i".ígo.
Ayudará tarrbién a ello el ahorrar preceptos y prohibiciones,
el pasar por alto - muchas pequeneces hijis de la ligereza infantil,
el tener ¿ ios alumnos siempre ocupados. Ei. aburrimiento origina
la mayor parte de las faltas de los alumnos. Invíteseles a jugar en
el recreo y cuídese de que estén bien ocup&üos en la clase, en p]
estudio y, e; general, en todos los sitios y en todas las horas. Pro-
cúrese, ¿J .tras, que estas ocupaciones sein úliles, agradables, o
al menos, llevaderas.
Las disposiciones de ánimo del alumno, r;ue con frecuencia
dependen cié la habilidad del maestro, han de tcn.erse también
muy en cuer;le>. para la disminución o supresión de los castigos.
«Cuando un niño se muestre arrepentido de la falca cometida
—escribe don Bosco—, perdonadle fácilmente, sobre todo, si se
trata de una ofensa personal. Lo importante es que el alumno re-
conozca su culpa. Si queréis obtener mucho de vuestros alumnos,
DO os mostréis ofendidos nunca contra ninguno. Tolerad sus defec-
t o s ; corregidlos, sí, pero dad a entender que los olvidáis.»
ELn muchos casos, para un maestro que cree, la oración es más
eficaz que un aviso, que un reproche y que un castigo.
Por esto el Santo recomendaba a los maestros que rezaran
por sus alumnos, y si alguno de aquéllos se qociaba de ser poco

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— 89
correspondido por sus discípulos, mirándole con paternal bondad
le preguntaba: —Pero, ¿rezas por tus alumnos?
UN EJEMPLO
El ideal del educador en este punto sería alcanzar lo que
logró ((mamá Margarita» de su hijito.
"Contaba Juan apenas ocho años—escribe el insigne biógr-iío el el Santo,
don Lernoyne—, cuando un día, mientras su madre se hallaba en un pue-
blo cercano para ciertos asuntos, tuvo la idea de alcanzar un cbjer,o colo-
cado 'en un sitio alto. Como no llegara ia él, subió sobre una silla y tro-
pezó con una botella llena de aceite. La botella cayó y se rompió. Confuso
el pequpüuflo, trató de remediar el percance del mejor modo, pero con-
vencido que no podía ocultar a su madre lo ocurrido, intentó aminorar
lo más posible ei disgusto. Cortó del seto una vara larga, la limpió muy
bien y la adornó con dibujitos; después, cuando llegó la hora en que sabía
$119 la mp.clre iba a estar de vuelta, corrió a su en caen tro al fondo del
va.lle, y ap^as la tuvo cerca, preguntóle:
—¿Qué tal, mamá? ¿Cómo está usted? ¿Ha dado un buen paseo?
—Sí, querido Juan. Y tú, ¿cómo te encuentras?, ¿estás contento?, ¿has
sido bueno?
¡ Ah, mamá, mire usted!
Y le enseñó la vara.
— ¡ Ya me habrás hecho alguna de las tuyas!
—Sí; esta vez merezco de veras que rne castigue.
—¿Qué te ha sucedido?
— ¡ Desgraciadamente, he roto la botella del aceite!
Y después de haber referido lo sucedido, añadió:
—Como sé que merezco castigo, le he traído la vara para que la 'estrene
usted en mis costillas, sin que se moleste en ir por ella.
Y le alargó la vara mirando a su madre con aire entre tímido y pla-
centero. Margarita observó durante unos momentos a su hijo, y, por fin,
riéndose de aquella astucia infantil, le dijo.
—Mucho me desagrada lo ocurrido, pero puesto que ése tu modo de
obrar me prueba tu inocencia, te perdono. Mas acuérdate siempre de 'este
consejo: Antes de hacer una cosa, piensa bien en sus consecuencias. ¿No
sabes qutí quien de joven es atolondrado y de hombre continúa siendo irre-
flexivo, se ocasionará muchos disgustos y quizá llegará a ofender a Dios?
i Sé, pues, juicioso!

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— 92 —
ocupaciones, ya que, en su constante manera de obrar, no bus-
caba otra cosa sino la realización perfecta de la voluntad divi-
na.» (Ceria.)
((Procuremos, pues—dice don Albera—, que nuestra actua-
ción en la obra educativa sea eminentemente sobrenatural, como
lo fue la de don Bosco, y encontraremos entonces el Sistema Pre-
ventivo sumamente fácil y fructífero aun en sus más pequeños de-
talles.))
Nadie da lo que no tiene. En vano pretenderemos educar a
los niños si nuestra formación es incompleta, ni conseguiremos en-
cauzarlos hacia la perfección si carecemos de ella.
Los hijos son hechura de sus padres, y los alumnos lo son
de sus maestros.
El niño reproduce como una máquina fotográfica cuanto ve y
cuanto oye. Por lo mismo, la vida del educador ha de ser un
libro abierto donde el alumno pueda aprender las más excelentes
virtudes. ((Que vuestro ejemplo resplandezca delante de los hom-
bres—dice el 3eñor—para que vean vuestras obras e, imitándolas,
glorifiquen al Paclre que está en los Cielos.))
El 1 5 de mayo de 1942, en una reunión solemne organizada
para conmemorar }a figura del excelso misionero salesiano Carde-
nal Cagliero, el Emmo. Cardenal Carlos Salotti, después de na-
rrar las proezas y heroísmos del ilustre hijo de don Bosco, habló
así: ((¿Quién formó a este hombre y le hizo adalid de la Fe y
de la civilización? Dfebo pronunciar su nombre y quisiera pronun-
ciarlo de rodillas ; su nombre, que está en los labios y en el cora-
zón de todos ; un nombre que más allá de las fronteras está escrito
con caracteres de oro en los fastos de las naciones civilizadas^; un
nombre que hace estremecer de entusiasmo a las juventudes de todos
los continentes; un nombre que es para la Humanidad, para la
civilización y para la Iglesia, triunfal bandera de renacimiento
espiritual y de andaces conquistas : este nombre es el nombre de
San Juan Bosco.))
Si queréis que vuestros hijos, que vuestros alumnos pronun-
cien vuestro nombre, no sólo con respeto, sino de rodillas, como
se pronuncia el nombre de don Bosco, imitad sus heroicas virtu-
des. No creáis que con el simple hecho de usar su sistema peda-
gógico vais a conseguir idénticos resultados. Puede ser en vosotros

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— 93 —
muy humano lo que en él fue muy divino. Supo divinizar la pe-
dagogía porque primero se divinizó a sí mismo ; supo hacer flo-
recer una admirable escuela de perfección y santidad, porque pri-
mero se perfeccionó y santificó a sí mismo.
Adoptemos, no sólo la forma, sino también el fondo de su
Sistema Preventivo ; divinicemos nuestra vida ; sobrenaturalicemos
nuestros actos, y, de esta manera, con la gracia de Dios y el es-
fuerzo personal, lograremos formar el carácter de nuestras juven-
tudes, preparándolas para las luchas del espíritu con una sólida ga-
rantía de seguridad y de triunfo.

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APÉNDICE
EL SISTEMA PREVENTIVO
EN LA EDUCACIÓN DE LA JUVENTUD
El Sistema Preventivo es
la «Charta Magna» de la
Congregación Salesiana.
PABL.O ALBERA
(II Sucesor de D. Bosco)

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INTRODUCCIÓN
Muchas veces se me ha pedido exponga, de palabra o por escrito, al-
gunos pensamientos sobre el llamado Sistema Preventivo, practicado en
nuestras Casas. Por falta de tiempo no he podido hasta ahora satisfacer
Itales deseos; mas, disponiéndome en la actualidad a imprimir el Regla-
mento, usado hasta el presente casi por tradición, estimo oportuno dar
aquí una idea que será como el índice de una obrilla que publicaré, si
Dios me da vida y salud para terminarla. Hago esto movido únicamente
por el deseo de aportar mi granito de arena al difícil arte de educar a la
juventud.
Diré pues:
1.° En qué consiste el Sistema Preventivo.
2.° Por qué debe preferirse.
3.° Su aplicación práctica.
4¿° Sus ventajas.
5.° Una palabra sobre los castigos.
6.° Más recomendaciones.
EN QUE CONSISTE EL SISTEMA PREVENTIVO
1.° Dos sistemas se han usado en todos los tiempos para educar a la
juventud: el Preventivo y el Represivo. El Represivo consiste en dar a co-
nocer las leyes a los subditos, y vigilar después para conocer a los transgre-
sóres y aplicarles, cuando sea necesario, e.1 correspondiente castigo. Basán-
dose en este sistema, la palabra y la mirada del Superior deben ser en todo
momento más que severas, amenazadoras. El mismo Superior debe evitar
toda familiaridad con los subordinados.
El Director, para aumentar su autoridad, debe dejarse ver raras veces
de los que de él dependen, y, por lo general, sólo cuando se trate de impo-
ner castigos o de amenazar.
Este sistema es fácil, poco trabajoso y sirve principalmente para el
•ejercicio, y, en general, para los adultos juiciosos, en condición de saber
y recordar las leyes y prescripciones.
2.° Diverso y, casi diré, opuesto, es el Sistema Preventivo. Consiste en
dar a conocer las prescripciones y reglamentos de un Colegio y vigilar
después de manera que los alumnos tengan siempre sobre sí el ojo del Di-
rector o de los Asistentes, los cuales hablan como padres amorosos, sirven
de guía en toda circunstancia y corrigen con amabilidad; que es como de-
cir: consiste en poner a los niños en la imposibilidad de faltar.
3°. Este sistema descansa por entero en la razón, en la religión y en
el amor; excluye, por consiguiente, todo castigo violento y procura alejar
aun los suaves.

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— 98 —
II
POR QUE DEBE PREFERIRSE
El Sistema Preventivo parece preferible por las razones siguientes:
.1.° El alumno preventivamente avisado no queda 'envilecido por la falta
cometida, como acaece cuando se la refieren al Superior. No se enfada por
la corrección que le hacen ni por 'el castigo con que le amenazan, o que tal
vez le imponen, porque éste va siempre acompañado de un aviso amistoso
y preventivo, que lo hace razonable, y termina, ordinariamente, por ganarle
de 'tal manera el corazón, que comprende la necesidad del castigo y casi
lo desea.
2.° La razón más esencial es la ligereza infantil, por lo cual fácilmente
se olvidan los niños de las reglas disciplinarias y de lofc castigos con que
van sancionadas. A esta ligereza se debe sea, a menudo, culpable el jovencito
de una falta y merecedor de un castigo, sin haberse recordado de nada al
tfomieiterla, y ciertamente no la habría cometido, si una voz amiga se lo
hubiese advertido.
3.° El Sistema Represivo puede impedir un desorden, mas con dificultad
hacer ¡mejores a los que delinquen.
Se ha observado que los alumnos no se olvidan de los castigos que se les
han dado; y que, por lo genera.!, conservan rencor, acompañado del deseo
de sacudir el yugo de la autoridad y aun de tomar venganza.
A primera vista puede parecemos no ser así; mas quien sigue los pasos
de los jovencitos sabe muy bien cuan terribles son las reminiscencias de
la juventud y cómo aquéllos (los jovencitos) olvidan fácilmente los casti-
gos que les dan los padres, y con mucha dificultad los que les imponen los
maestros. Viejos ha habido que se vengaron brutalmente de justos castigos
que les dieron cuando se educaban.
El Sistema Preventivo, por el contrario, gana al niño, el cual ve en el
Asistente a un bienhechor que le avisa, desea hacerle bueno y librarle de
sinsabores, de castigos y de la deshonra.
4.° El Sistema Preventivo dispone y persuade de tal modo al alumno,
que el educador podrá, en cualquier ocasión, ya sea cuando se educa, ^a
después, hablarle con el lenguaje del amor. Conquistado el corazón d'el
discípulo, el educador puede ejercer sobre él gran influencia y avisarle,
aconsejarle y corregirle aun después de colocado en empleos civiles o comer-
ciales.
Por estas y otras muchas razones parece deba prevalecer el Sistema Pre-
ventivo sobre el Represivo.
III
APLICACIONES
1.° La práctica de este sistema está apoyada 'en las palabras de San
Pablo: Chantas patiens est... Omnia sufert, omnia sperat, omnia sustinet.
(I Cor. XIII, 4, 7.) "La caridad es benigna y paciente; todo lo sufre, todo
lo espera y lo soporta todo."
Por consiguiente, solamente el cristiano puede practicar con éxito el
Sistema Preventivo. Razón y Religión son los medios de que ha de valerse
continuamente el educador, enseñándolos y practicándolos, si desea ser
obedecido y alcanzar su fin.

9.9 Page 89

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2.° El Director debe, como consecuencia, vivir consagrado a sus alum-
nos, no aceptar ocupaciones que le alejen de su cargo; aun más: estar siem-
pre que pueda con ellos, a no ser que estén por otros debidamente asistidos.
3.° Los Maestros, los Jefes de taller y los Asistentes han de ser de acri-
solada moralidad. Esfuércense por evitar, como la peste, toda clase de afi-
ciones o amistades particulares con los alumnos. Estos no han de estar nun-
ca solos, y, .a ser posible, los asistentes deben ser los primeros en hallarse
en los sitios a donde tengan aquéllos que ir, estar con ellos hasta que vayan
otros a sutituirlos en la asistencia y no dejarles jamás desocupados.
4.° Debe darse a los alumnos amplia libertad de asaltar, correr y gritar
a su gusto. La gimnasia, la música, la declamación, el teatro, los paseos son
medios eficacísimos para conseguir disciplina y favorecer la moralidad y la
salud. Procúrese únicamente que las diversiones, las personas que intervie-
nen en ellas y las conversaciones que sostengan no sean vituperables. "Haced
lo que queráis—decía el gran amigo de la juventud San Felipe Neri^—; a
mí me basta con que no cometáis pecados."
5.° La Confesión y Comunión frecuentes y la Misa diaria son las colum-
nas que deben sostener el edificio educativo del cual se quieran tener ale-
jados 'el castigo y la amenaza. No se ha de obligar jamás a los alumnos
a frecuentar los Santos Sacramentos; pero sí se debe animarles y darles
comodidad para ello. Con motivo de los Ejercicios Espirituales, triduos, no-
venas, pláticas, catcquesis, póngase de manifiesto la belleza y sublimidad
de la Religión, que ofrece medios tan fáciles como son los Santos Sacra-
mentos, y tan útiles a la Sociedad civil y para la tranquilidad del corazón
y salvación de las almas. Así quedarán los niños -espontáneamente prenda-
dos de estas prácticas de piedad y las frecuentarán de buena gana y con
placer y fruto.
6.° Debe vigilarse, con el mayor cuidado, porque no entren en una casa
de educación compañeros, libros o personas que tengan malas palabras. Un
buen portero es un tesoro para una casa de educación.
7.-" Terminadas las oraciones de la noche, el Director o quien haga sus
veces, diga algunas palabras afectuosas en público a los alumnos antes de
que s-e vay¿ui a dormir, para avisarles o aconsejarles sobre lo que han de
hacer o evitar. Saqúense avisos o consejos de lo ocurrido durante el día,
dentro o fuera del colegio, y no dure la platiquita más de dos o t.res minu-
tos. En ella está la llave de la moralidad y de la buena marcha y éxito de
la educación.
8.° Téngase como pestilencial la opinión de retardar la primera Comu-
nión hasta i.na edad harto crecida, cuando, por lo general, el demomo se-:
ha posesionado del corazón del jovencito, con incalculable daño de su ino-
cencia. Según la disciplina de la Iglesia primitiva, debían darse a los niños
las hos:i«is consagradas, que sobraban de la Comunión Pascual. Esto nos
hace ccncfcr lo mucho que desea la Iglesia sean admití Jes pronto los niños
a la primera Comunión. Cuando un jovencito sabe disr,;;mu;r -entre Pan y
pan y revela sufriente instrucción, no se mire la edad, entre el Soberano
Celestial a remar en su bendita alma.
9.° Los Catecismos recomiendan la Comunión frecuente: San Felipe
Neri la aconsejaba semanal y aún más a menudo, y el. Concilio Tridentino
dice bien claro que desea ardientemente que comulguen todos los fieles que
asisten a la Santa Misa, y no sólo espiritualmente, sino sacramentalmente,
a fin de sacar mayor fruto del augusto y divino Sacrificio. (Con, Trid., ses.
XXIT, cap. VI.)

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— 100 —
IV
UTILIDAD DEL SISTEMA PREVENTIVO
Tal 'vez diga alguno que es difícil este sistema en la práctica; a lo que
respondo que para los alumnos es bastante más fácil, agradable y ventajoso.
Para los educadores encierra, eso sí, algunas dificultades, que disminuirán
ciertamente si se entregan por entero a su misión. El educador es una per-
sona consagrada al bien de sus discípulos, por lo que debe estar pronto a
soportar cualquier contratiempo o fatiga, con tal de conseguir el fin que
se propone, a saber: la educación moral, científica y ciudadana de sus
alumnos.
A las ventajas del Sistema Preventivo, arriba expuestas, se añaden aquí
estas otras:
1.a- El alumno tendrá siempre gran respeto a su educador; recordará
complacido la dirección de él recibida y considerará, en todo tiempo, a sus
maestros y superiores, como a padres y hermanos • suyos. Dondequiera que
van alumnos así educados son, por lo general, consuelo de las familias, úti-
les ciudadanos y buenos cristianos.
2.a Sea cualquiera el carácter, la índole y el 'estado moral de un joven-
cito al entrar en el colegio, los padres pueden vivir seguros de que su hijo
no empeorará de conducta, antes mejorará. Muchos jovencitos que fueron
por largo tiempo tormento de sus padres y hasta expulsados de correcionales,
tratados según estos principios, cambiaron de manera de ser: se dieron a
una vida cristiana, ocupan ahora en la sociedad honrosos puestos y son
apoyo de la familia y ornamento del país donde viven.
3.a Los alumnos maleados que, por casualidad, entran en un colegio,
no pueden dañar a sus compañeros, ni los niños buenos ser por ellos per-
judicados; porque no tendrán tiempo, ni ocasión, ni lugar a propósito, pues
el Asistente, a quien suponemos siempre con los niños, pondría en seguida
remedio.
UNA PALABRA SOBRE LOS CASTIGOS
¿Qué regla hay que seguir para castigar?
Cuando sea posible no se castigue nunca, y cuando no, recuérdese lo
siguiente:
1.° Procure el educador que sus alumnos le amen, si quiere ser de ellos
temido. Así, el no darles una muestra de bien querer, es castigo que emula,
anima y jamás envilece.
2.° Para los niños es castigo lo que se Hace pasar por tal. Muchas veces
una mirada cariñosa causa mayor efecto en algunos que un bofetón. El
alabar a los niños cuando obran bien o el vituperarles cuando se descuidan,
es gran premio o castigo.
3.° El pegar poco o mucho, poner de rodillas con posición dolorosa, tirar
de las orejas" y otros castigos semejantes se deben absolutamente evitar,
porque están prohibidos por las leyes civiles, irritan mucho a los alumnos y
rebajan al educador.
5.° Dé a conocer bien el Director las reglas y los premios y castigos
con que están sancionadas, a fin de que el alumno no pueda disculparse con
decir: —Nada sabía estuviera esto mandado o prohibido.
Si se practica en nuestras Casas el Sistema Preventivo, estoy seguro que
se obtendrán maravillosos resultados, sin necesidad de acudir al palo ni a

10 Pages 91-100

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10.1 Page 91

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— 101 —
otros castigos violentos. Hace más de cuarenta años que trato con niños y
jamás les he impuesto castigos de ninguna clase. Ayudado de Dios, he con-
seguido, no sólo el que los almnos cumplieran con su deber, sino que hi-
cieran sencillamente lo que yo deseaba, tanto los buenos como los que pa-
recían reacios a la educación.
VI
MAS RECOMENDACIONES
Todos los que desempeñan un cargo o asisten a los niños que nos confía
la Divina Providencia, deben avisar o corregir a los alumnos siempre que
lhaayoafernaszaóna pDairoas.'ello y de un modo particular cuando se trate de impedir
1.° Procure cada uno que le amen, si desea que le teman. Conseguirá
este gran fin si muestra con los hechos, más bien que con las palabras,
que todos sus afanes van exclusivamente encaminados al bien espiritual
y temporal de los alumnos.
2.° En la asistencia, pocas palabras y muchos hechos. Dése ocasión a los
alumnos de expresar con toda libertad sus pensamientos y estése atento para
rectificar y corregir las expresiones, las palabras y las acciones no confor-
mes con la educación cristiana.
3.° Los jovencitos suelen manifestar uno de estos cuatro caracteres:
bueno, -ordinario, difícil y malo. Debemos estudiar los medios conducentes
para conciliarios y hacer bien a unos alumnos sin perjudicar a otros.
4.° Para los dotados por la naturaleza de buen carácter, basta la vi-
gilancia general y explicar las reglas de disciplina y recomendar su obser-
vancia.
5.° La categoría mayor es la de aquellos que tienen carácter orfanario,
algo voluble e indiferente. Estos necesitan avisos y consejos frecuentes, pero
breves. Es menester estimularlos, con premios, al trabajo y demostrarles,
sin dejar por esto de vigilarlos, gran confianza.
6.° Mas los esfuerzos y solicitudes debe dirigirlos el educador, de modo
especial, a la tercera categoría: a la de los discípulos difíciles y aun dís-
colos. El número de éstos puede calcularse en uno por cada quince. Trabaje
el Superior para conocerlos y para averiguar su vida pasada; muéstrese
amigo de ellos, déjeles hablar mucho y hable poco él, y sean sus conver-
saciones ejemplos cortitos, máximas, episodios y cosas semejantes.
No los pierda jamás de vista, sin dar a conocer, por esto, que desconfía
de ellos.
7.° Los maestros, los asistentes y cuantos educan a los alumnos miren
inmediatamente, al encargarse de ellos, si falta alguno, y dado, caso que
falte, llámenle en seguida, con el pretexto de que tienen que decir o mandar
algún recado.
8.° Siempre que se deba reprochar a los alumnos, avisarlos o corregirlos,
no se haga jamás en presencia de sus condiscípulos. Se puede, con todo,
aprovecharse de hechos o episodios parecidos, sucedidos a otros, para sacar
de ellos alabanza o censura, que recaiga sobre los alumnos merecedores de
aviso o corrección.
EL SISTEMA PREVENTIVO SERÁ INÚTIL si EL EDUCADOR NO ES PACIENTE, DI-
LIGENTE Y MUY PIADOSO.
JUAN BOSCO, Presbítero

10.2 Page 92

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IN D I C
Pag.
Introducción. . . . . . . . . . . . . . . 5
I Cuestión previa . . . . . . . . . . . 7
II Éxitos rotundos . . *. . . . . . . . . 13
III Fuentes del sistema educativo de Don Bosco . . . 21
IV El Sistema Preventivo . . . . . . . . . . . 29
V La razón . . . . . . . . . . . . . 35 .
VI La Religión . . . . . . . . . . . . . 41
VII El Amor . . . . . . . . . . . . . . 50
VIII La Pureza . . . . . . . . . . . . . 55
IX La asistencia . . . . . . . . . . . . 57
X La alegría . . . . . . . . . . . . . 73
XI La disciplina . . . . . . . . . . . . 79
XII Premios y castigos. . . . . . . . . . . 85
Punto final. ' . . . . . . . , . . . . 91
Apéndice: El «Sistema Preventivo de San Juan Bosco». -97

10.3 Page 93

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L I C E N C I A S DE LA C O N G R E G A C I Ó N
NlHIL, OBSTAT
El Censor Delegado
Rómulo Pinol, S. S.
IMPRÍMASE
Modesto Bellido
Insp. Prcv. Céltica
Madrid, jo enero 1945.
LICENCIAS DEL OBISPADO
NlHII, OBSTAT
Dr. Andrés de Lucas
Censor
Madrid, 17 enero de 194.5.
IMPRIMAS]-:
t Casimiro
Obispo Auxiliar