Sant Vicenc dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994


Sant Vicenc dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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RAMÓN ALBERDI
LOS SALESIANOS
EN SANT VICENQ DELS HORTS
1895-1995
Prólogo de ALBERT MANENT
ESCUELA SALESIANA DE SANT VICENQ DELS HORTS
BARCELONA
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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A la Familia Salesiana
de Sant Viceng deis Horts
(Barcelona)
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LOS SALESIANOS EN SANT VICENQ DELS HORTS
1895-1995
RAMÓN ALBERDI
DOCUMENTACIÓN GRÁFICA
ARCHIVOS FOTOGRÁFICOS
Ajuntament de Sant Viceng deis Horts, mossén Lluís Alonso, Josep M. Aymerich, Roser Bernús,
Roser Calpe, Agustí Caralt, Isidre Casanovas, Modesta Casas, Eulalia Comamala, Joaquim
Comamala, Viceng Cos, Immaculada Chavarría, Enrié Daunis, Josefina Ferrés, Immaculada
Ferrés, Josep Font, José Antonio Iguácel, Escola Iris, Josep Julia, Eulalia Juncadella, Diego
López («Paquín»), Prudencio Maquiera, Francesc Marco, vídua de Viceng Marco, Euniciano
Martín, Josep Ollé, Carmeta Pares, Florentina Pares, Quim Pastor, Viceng Peixó, Amado Pérez,
Francisco Pinero, Montse Rusinés Joaquim Sagristá, Salesians de Barcelona (Martí-Codolar),
Salesians de Mataré, Salesians / Salesianes de Sant Viceng deis Horts, mossén Mateu
Santacana, Miquel Siñol, Josep Tuset, Joan Villegas.
GRÁFICOS
Aula CAD. Escuela Profesional Salesiana.
Sant Viceng deis Horts.
PLANOS DEL EDIFICIO ANTIGUO
Amado Pérez.
FIGURAS
Enrique Ferrera.
CUADROS
Ramón Alberdi.
PIES DE FOTOS
Ramón Alberdi - Joan González.
COORDINADOR
Joan González i Torres.
ESTE LIBRO SE HA REALIZADO CON EL ASESORAMIENTO TÉCNICO
DE EDICIONES DON BOSCO (EDEBÉ). BARCELONA
ES PROPIEDAD
© 1994 by Escuela Salesiana de Sant Viceng deis Horts
ISBN 84-236-4378-6
Depósito Legal B. 42338-96
Carrerde Rafael Casanova, 132
08620 SANT VICENQ DEL HORTS (Baix Llobregat)
Impreso en España
Printed in Spain
EGS - Rosario, 2 - Barcelona
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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PROLOGO
Esía obra del padre Ramón Alberdi nos retrotrae a una década, en algunos
aspectos no precisamente «prodigiosa», pero sí muy creativa en el campo
cultural, religioso y educativo de Cataluña. Entre 1890 y 1900 culmina el re-
nacimiento cultural del antiguo Principado, la «Renaixenga», como se llama-
ba al movimiento que, en el primer tercio del siglo XIX, había hecho revivir
con fuerza literaria una lengua, la catalana.
Tenía un signo conservador y progresista según las tendencias y venía a ser
una consecuencia de la llamarada del romanticismo y de las teorías de
Herder sobre el «élan vital» de los pueblos. El poeta y sacerdote Jacint
Verdaguer se convirtió en la gran figura de esa «Renaixenga» y su poema
épico L'Atlántida a final de siglo había sido traducido a diez idiomas europe-
os. Pero otro movimiento, también con entronques culturales europeos —
franceses, ingleses, nórdicos—, el Modernismo, se iba imponiendo desde
1880 y lanzaba sus proyectos estéticos renovadores, cosmopolitas. Con él
estaban Santiago Rusiñol o el grupo de la revista de avanzada, como indica
su nombre, L'Aveng, que querían superar los elementos demasiado nostálgi-
cos o medievalizantes, que propugnaba la «Renaixenga» conservadora.
Pero en aquella última década del Ochocientos, otro fenómeno ideológico,
anticlerical y desestabilizador de la sociedad, el anarquismo, tomaba en
Cataluña un gran auge, recogía importantes adhesiones obreras e intelectua-
les (entre ellos algunos modernistas) y expresaba su protesta a través de la
violencia y el crimen. Recordemos que, en los años noventa, tuvo lugar un
atentado anarquista contra el mítico general Martínez Campos, el fautor de la
Restauración borbónica, pero en Barcelona se dieron varios graves atenta-
dos anarquistas con bombas, los más relevantes de los cuales fueron el de la
calle de Canvis Nous, durante la procesión de Corpus Christi y en la que mu-
rieron niños de primera comunión, o el tan recordado por nuestros padres en
el Liceo barcelonés, que produjo muchas víctimas.
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LOS SALESIANOS EN SANT VlCENQ DELS HORTS
Y así podemos situarnos en la década de 1890 hasta el fin de siglo.
Culturalmente sobresalen las grandes fiestas del Modernismo en Sitges, el
auge de los mejores pintores de dicha escuela y en lo político el Catalanismo
mide sus fuerzas y en las Bases de Manresa (1892) modula un programa
moderado que tiene el contrapunto de un pensamiento más izquierdista y lai-
co como el de Valentí Almirall, uno de los padres del federalismo catalán y
español. Y en la esfera religiosa podemos subrayar dos cimas. En primer lu-
gar, el nombramiento de dos obispos catalanes, Josep Morgades i Gilí para
Barcelona y Josep Torras i Bages para Vic. Ello fue posible porque, teniendo
el Estado Español el derecho de presentación de obispos, el ministro de
Gracia y Justicia, Manuel Duran i Bas, que era también catalán, los presentó
a la Santa Sede y defendió su candidatura. Torras i Bages ha sido llamado
«patriarca espiritual de Cataluña» en una lejana comparación a otro obispo y
abad, Oliba, que fue, como indicó el historiador Jaume Vicens i Vives, el for-
jador de la Cataluña milenaria.
Torras publicó en 1892 La tradición catalana, obra de tesis que recordaba las
raíces cristianas del país, intentaba hermanar el catalanismo cultural y políti-
co con la Iglesia y además pretendía superar las guerras y convulsiones fra-
tricidas del siglo XIX, aceptando la monarquía de la Restauración. Torras in-
fluía así poderosamente en un clero catalán que, quizá, en el noventa por
ciento era militante del carlismo. Gracias al obispo de Vic y a sus tesis, en
pocos años gran parte de los sacerdotes evolucionaron del carlismo al cata-
lanismo regionalista.
Pero el siglo XIX tiene en la Cataluña cristiana otro fenómeno extraordinario,
el que se conoce por «el pas deis sants», o sea la pléyade de fundadores y
fundadoras de órdenes religiosas —en su mayoría dedicadas a la enseñan-
za—, los cuales van siendo beatificados o canonizados en los últimos años.
Y en la década que nos interesa se produce otra eclosión de la escuela cris-
tiana. Me refiero a la fundación de grandes colegios, generalmente en la par-
te alta de la ciudad de Barcelona. Así los escolapios y los jesuítas de Sarria,
igual que las religiosas del Sagrado Corazón. Y los hermanos de las
Escuelas Cristianas y las religiosas de Jesús y María en Sant Gervasi, entre
otros. No obstante, desde 1884, las escuelas profesionales salesianas ya es-
taban en Sarria, pueblo incorporado a Barcelona en 1921. Pero estos gran-
des colegios, emblemáticos todavía hoy, representaban la «modernidad» de
fin de siglo, incluso en lo arquitectónico.
Simultáneamente en otras ciudades y pueblos se iban creando nuevos cen-
tros educativos religiosos, ya sea de formación de jóvenes de ambos sexos o
seminarios y casas de espiritualidad. Y un buen ejemplo es el seminario sa-
lesiano en can Font, una masía del entonces pueblo agrícola de Sant Viceng
deis Horts. Como tantos otros, tuvo como base una especie de donación de
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PRÓLOGO
7
una finca con casa rural por parte de un matrimonio cristiano. Estos legados,
muchas veces en vida, fueron una constante en centros que dependen de la
Iglesia. Desgraciadamente esta clase de generosas donaciones son ahora
poco frecuentes y, en parte, porque la misma Iglesia trabaja poco en estos
empeños por un pudor mal entendido.
Los salesianos en Sant Viceng deis Horts 1895-1995 constituye la historia vi-
va y pormenorizada de una institución, que ha tenido diversos usos religiosos
y educativos. Gracias a la sabia pericia del historiador Alberdi podemos se-
guir, paso a paso, las vicisitudes de esa institución, donde se forjaron sólidas
vocaciones salesianas y después también sólidas vocaciones cristianas y
profesionales. El padre Alberdi nos explica con acierto cómo se vivía en can
Font, cómo se ampliaron la casa y la finca, qué formación recibían los aspi-
rantes a religiosos. Especialmente estremecedora —en parte gracias todavía
a la historia oral— es la tragedia de la guerra civil y de la reacción antirreligio-
sa subsiguiente a la revolución de 1936, cuando la casa fue incautada, los jó-
venes estudiantes vejados y finalmente expulsados. El autor describe tam-
bién cómo, durante aquella locura colectiva, los anarquistas asesinaron a un
buen lego, que, a modo de un ermitaño, había vivido treinta años en aquella
masía de can Font, donde ayudaba a la gente y cultivaba la tierra y era lla-
mado «el Sord deis Frares», por su limitación auditiva. Nos recuerda Alberdi
que en la casa se leían no las revistas integristas, sino el diario católico El
Matí y la Paraula Cristiana, la gran revista de pensamiento del canónigo
Cardó.
Después de la guerra civil, hubo que rehacer la casa y providencialmente se
cambió su destino. Poco a poco el seminario llegó a ser una escuela de for-
mación profesional, bajo la dirección de los salesianos. El cambio fue muy
acertado porque el pueblo, al industrializarse y convertirse, en parte, en dor-
mitorio de Barcelona, creció exageradamente y había algunos nuevos barrios
suburbiales, donde la educación y la asistencia sociales eran urgentes. Ello
se combinó, años más tarde, con la petición diocesana a la congregación sa-
lesiana para que rigiera una nueva parroquia, creada para atender a aquellos
miles de inmigrantes.
A pesar de dificultades, zozobras, incendiarios iconoclastas y secularizacio-
nes, el centro de los salesianos puede celebrar su centenario en Sant Viceng
deis Horts, y lo hace dejando una obra definitiva como es la historia de un si-
glo de vida salesiana en el pueblo. El padre Alberdi, enraizado desde hace
muchos años en Cataluña, historiador riguroso e impoluto, nos da así testi-
monio detallado de una gran aventura de pedagogía y de espiritualidad cris-
tianas.
ALBERTMANENT
Historiador
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PALABRAS PREVIAS
Estas «palabras previas» que, ante todo, quieren servir de saludo y de acogi-
da al lector que toma en sus manos el libro, son las últimas que escribe el
autor. Las redacta cuando se ve ya pisando la meta, en la cumbre que dese-
aba alcanzar. Y, mientras contempla desde arriba el camino que ha recorri-
do, se complace en evocar los lugares y las gentes que ha encontrado a su
paso, y siente la necesidad de comunicar a los demás el cómo y el porqué
de su aventura.
El hecho de que los salesianos de Sant Viceng deis Horts celebraran el año
centenario de su presencia en la villa (1895-1995) movió al autor a pregun-
tarse sobre la vida que hacían y habían hecho desde el principio —proyectos
y realizaciones, costumbres y estilos, luchas y alegrías, relaciones con el
mundo exterior—, y conocerlos así lo mejor posible. Al llevar a cabo esta
operación, descubrió que, junto a los salesianos, se hallaba también el
Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, en cuya constitución había inter-
venido de forma decisiva el fundador de los salesianos, San Juan Sosco
(1815-1888). La Congregación de San Francisco de Sales (salesianos) y el
mencionado Instituto (salesianas) forman, a su vez, el eje coordinador de la
llamada Familia Salesiana, con sus cooperadores y bienhechores, alumnos y
antiguos alumnos. En consecuencia, el ámbito de la investigación se ensan-
chó de una manera notable. Desde este punto de vista, el libro viene a ser la
historia de unas instituciones eclesiales.
Pero tales instituciones actúan y se mueven dentro de la Iglesia local, forman
parte de la misma, como también de la sociedad que las rodea y a la cual in-
tentan servir. Ambas magnitudes —Iglesia y Sociedad— se encuentran con
frecuencia en el camino de la vida. Por eso, junto a la Iglesia, el pueblo de
Sant Viceng es el protagonista de la historia que se quiere exponer aquí.
Los vicentinos tienen todo el derecho a preguntar a los salesianos y a las sa-
lesianas por qué han venido, qué han hecho y qué pretenden hacer. Y las
instituciones eclesiales, en cuanto que se proyectan en el plano social, no
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LOS SALESIANOS EN SANT VlCENQ DELS HORTS
han de encontrar inconveniente alguno en dar cuenta y razón de su actividad
allí donde estén. En consecuencia, el libro aspira a ser una contribución,
aunque modesta, a un mejor conocimiento de la historia de nuestro pueblo.
De aquí el título que lleva: Los salesianos en Sant Viceng deis Horts.
Dentro del cuerpo eclesial, éstos forman una congregación religiosa, dedica-
da prevalentemente a las tareas educativas. Son religiosos educadores. Y,
por tanto, se han de preparar como tales. Durante muchos años, su presen-
cia a orillas del Llobregat ha revestido, precisamente, la modalidad de un
centro de formación o seminario, que, al estar destinado a jóvenes proceden-
tes de diversas regiones, dio al pueblo de Sant Viceng una cierta proyección
en toda la España Salesiana. Por otro lado, la institución del seminario —de
religiosos o no— ha debido recorrer una larga trayectoria y, en los últimos
tiempos, ha experimentado una fuerte transformación. Lo cual la ha converti-
do en un argumento de interés historiográfico. Por estos motivos, las páginas
que siguen recogen los aspectos más significativos de lo que fue el antiguo
seminario salesiano, en sus objetivos, organización, formas de vida, espiri-
tualidad, vicisitudes.
Como se acaba de indicar, los salesianos y las salesianas se ocupan, por
propia vocación, del campo educativo, la acción pastoral (en colegios y pa-
rroquias) y la cultura. Tienen, por consiguiente, sus ideas, métodos y modos
de comportarse, que luego transmiten de una generación a la otra. Es éste
otro de los aspectos que emergen en el presente estudio, donde el lector in-
teresado en temas pedagógicos y de animación de los grupos juveniles po-
drá hallar alguna cosa de provecho.
Para poder avanzar con la debida orientación, el historiador necesita de las
huellas que han dejado los hombres de ayer. Esto lo consigue entrando en
diálogo con ellos por medio de los testigos. De esta manera va descubriendo
siempre nuevos paisajes, que, a su vez, le ofrecen otras posibilidades para ir
hacia adelante. A tal respecto, el autor del libro declara que, tanto entre los
miembros de la Familia Salesiana como entre los vicentinos —personas, fa-
milias, organismos, entidades—, ha encontrado la ayuda que buscaba, y
que, en consecuencia, fuera del cansancio normal que produce el quehacer
profesional, no ha experimentado ningún momento de desaliento. Le ha
acompañado permanentemente el convencimiento de que los vicentinos
querían participar en la preparación del libro como si se tratara de un asunto
propio. Ha sido una experiencia muy positiva. Por lo cual da las gracias a to-
dos por la colaboración que le han prestado.
Permítasele tan sólo una referencia a la documentación gráfica. Buscarla,
clasificarla, ordenarla y colocarla en su debido sitio supone un trabajo de mu-
chas horas, cosa que el autor agradece especialmente a Joan González i
Torres, el cual ha tenido la feliz intuición de convertir este escrito casi en un
espectáculo —porque hoy, tal vez, no existe otro modo de presentar ante el
gran público los resultados de la investigación histórica—.
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PALABRAS PREVIAS
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Pero su labor hubiera sido inviable si los diversos archivos fotográficos parti-
culares no le hubieran abierto las puertas. Por ello, un sincero reconocimien-
to a todas las personas e instituciones. Y una mención especialísima para
Miquel Siñol i Badell, que tan desinteresadamente ha puesto su valioso ar-
chivo a disposición del autor, haciendo posible así que algunas fotografías
vieran la luz pública por vez primera.
En fin, el Equipo de la Editorial Edebé se ha portado con una elegancia y una
profesionalidad admirables, como también la Escuela de Artes Gráficas del
Instituto Politécnico-Escuelas Profesionales Salesianas de Sarria. Sin su
apoyo, el libro no hubiera podido nacer. A ellos y a las comunidades de los
salesianos y de las salesianas de Sant Viceng, un recuerdo agradecido (*).
Ramón Alberdi
Sant Viceng deis Horts, 30 de julio de 1996.
(*) En la toponimia se han empleado los nombres catalanes, a excepción de algún caso en que
todavía la denominación castellana está muy difundida. En relación a los nombres propios
de personas se han respetado aquellas formas —catalanas o castellanas— que durante
años han estado aceptadas por un uso generalizado.
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1. DE SARRIA
A SANT VICENC
En carta fechada en Sarria (Barcelona) el 19 de julio de 1895, el superior
de las casas salesianas de España, don Felipe Rinaldi1, notificaba al
Rector Mayor, don Miguel Rúa: «Gracias a Dios, hemos formalizado la es-
critura de compra de la casa del noviciado y, además, hemos pagado». Y
si, por una parte, lamentaba el no haber estado del todo
correcto en su modo de proceder, por otra, sin em-
bargo, se sentía profundamente satisfecho, por-
que había alcanzado una meta que tanto él
como sus superiores habían perseguido
desde mucho tiempo atrás.
Para ocupar dicha vivienda, sólo falta-
ba ya ponerle un nombre a propósito,
tarea que el padre Rinaldi cedió gen-
tilmente al Rector Mayor: «Bautícela
usted con un nombre, que puede ser
Oratorio del Sagrado Corazón de
Jesús o Seminario Salesiano o cual-
quier otro que le parezca bien»2.
Don Miguel Rúa optó por el primero.
Así bautizada, nació la obra salesia-
na en el pueblo de Sant Viceng deis
Horts (Baix Llobregat)3 hace ahora
exactamente cien años. El primer capí-
tulo de este libro se propone explicar el
cómo y el porqué.
El beato Felipe Rinaldi, cuando residía en Sarria
(Barcelona) 1889-1901.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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DE SARRIA A SANT VICENQ
DAR FORMA AL NOVICIADO
Cuando, procedente de Turín, don Felipe Rinaldi llegó de director a las
Escuelas Profesionales Salesianas de Sarria a finales de octubre de 1889,
encontró ya formado un grupito de jóvenes que se estaban preparando
expresamente para ser salesianos: eran los novicios. Los había reunido
su antecesor en el cargo, el padre Juan Bautista Branda (1884-1889), que
era también italiano4. En 1890 fueron 12; al año siguiente, 18; en 1892 lle-
garon hasta 30: de ellos 15 aspiraban a ser en el futuro salesianos sacer-
dotes (clérigos) y 15, salesianos laicos (coadjutores). A falta de otro edu-
cador, se hacía cargo de ellos, más o menos inmediatamente, el director
de la casa. A don Felipe le gustaba aquello: «Cuando me veo acosado por
molestias y dificultades —escribía a su amigo y confidente Julio
Barberis5—, encuentro mi consuelo en estar entre estos seminaristas»6.
Decía esto no sólo a impulsos de su vocación de educador y sacerdote,
sino también de un convencimiento a que había llegado en sus primeros
contactos con diversos dirigentes eclesiásticos: «España —afirmaba— es
un país serio y muy religioso»; «las vocaciones son abundantes y de ellas
se pueden sacar óptimos salesianos»; «se nos están ofreciendo nuevas
fundaciones en las que se podría formar el personal salesiano destinado a
todas las misiones de América». Pero para que esta visión, tan halagüe-
ña, se convirtiera en realidad era necesario, primero, hacer más propa-
ganda y, segundo, «dar verdadera forma a nuestro noviciado»7. En esto
consistió uno de los objetivos preferentes que el padre Rinaldi se propuso
alcanzar siendo todavía director de las antiguas Escuelas de Artes y
Oficios de Sarria. Creyó, en efecto, que a él le tocaba la tarea de «dar ver-
dadera forma» a aquel noviciado que, aunque funcionaba desde algunos
años atrás, carecía sin embargo de una estructura adecuada.
La empresa presentaba sus dificultades. Por una parte, aunque los novicios
daban unas veces esperanzas de éxito —«porque aprecian su vocación y
aman a Don Bosco»8—, otras, en cambio, dejaban bastante que desear en
el aspecto religioso. Según don Felipe, eran «un material en bruto», por lo
que sus educadores «tendremos abundante trabajo para moldearlos»9.
Además, desde el punto de vista de la preparación intelectual, se encontra-
ban atrasados. «Y me temo —comentaba el director— que no los pondre-
mos a la altura hasta que no tengamos profesores españoles»10.
Por otra parte, como se ve, se carecía de un cuadro adecuado de educa-
dores. El propio don Felipe andaba excesivamente atareado con mil preo-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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DAR FORMA AL NOVICIADO
15
cupaciones que le apartaban de su dedicación a los novicios. Por eso es-
tuvo pidiendo reiteradamente a los superiores de Turín que le enviaran al-
guien que le sustituyera en el cargo de director11 o que le ayudara, al me-
nos, en la marcha de la casa: «Yo tendría necesidad de ocuparme más de
los novicios y llevar sólo por encima la dirección general del instituto»12.
Aceptaba también de grado que algún otro asumiera la responsabilidad de
atenderlos más directamente13. Pero, mientras estuvo de superior (1889—
1892), apenas pudo contar con una ayuda eficaz. Los salesianos que ve-
nían de Italia no dominaban la lengua española y además algunos de
ellos se encontraban medio enfermos —como don Antonio Balzario, el fu-
turo director de la casa de Sant Viceng deis Horts—.
Entre tanto, el padre Rinaldi se fue haciendo idea de lo que tenía que ser
un noviciado salesiano en España. Como institución destinada a la prepa-
ración inmediata de los jóvenes que iban a vincularse a Dios y a la
Sociedad Salesiana con votos religiosos, el noviciado debía tener los me-
dios necesarios y, sobre todo, estar animado por un equipo de educado-
res selecto: «Los maestros y asistentes han de ser los mejores, tanto en
la virtud como en el saber»14. Pero no hacía falta que éstos fueran bus-
cando metas sublimes de perfección, sino que bastaba que enseñaran a
los novicios a cumplir las Constituciones de la Sociedad, «por entero» y
según una interpretación correcta15. El noviciado, en efecto, debía ser un
ámbito en que la doctrina y la praxis salesianas se vivieran y se transmi-
tieran con absoluta integridad y pureza, en conformidad con el auténtico
espíritu del fundador Don Sosco.
Por eso a don Felipe le gustaba que los miembros del gobierno central
viajaran a Barcelona y comprobaran con sus propios ojos cuanto se hacía
o dejaba de hacerse en el noviciado. Se complacía sobre todo en invitar a
don Julio Barberis con quien, tal como se ha explicado16, se sentía perso-
nalmente vinculado: «Su visita —le decía una vez en confianza y con gran
humildad— contribuiría mucho a rectificar las ideas equivocadas que, tal
vez sin querer, yo mismo voy insinuando...»17.
Esta mentalidad sobre el noviciado hay que colocarla en un marco más
amplio al que el padre Rinaldi entendía extender su acción pastoral: la
búsqueda y promoción de las vocaciones autóctonas. Si, tal como había
soñado Don Bosco, España debía ser una gran plataforma de lanzamien-
to de vocaciones misioneras hacia Sudamérica, antes era necesario crear
en la misma una red de seminarios: «Se deberían abrir aquí cinco o seis
casas y preparar en ellas el personal, prevalentemente español»18. Y es
que la pastoral vocacional se había convertido para él como en una preo-
cupación obsesiva. Lo que no pudo realizar cuando era un simple superior
local (1889-1892), logró llevarlo a cabo, siquiera en parte, cuando llegó a
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DE SARRIA A SANT VICENQ
ser inspectora superior provincial (1892-1901). De esta manera echó los
fundamentos de la España Salesiana de los años siguientes19.
BUSCANDO UNA CASA
Las ideas sobre lo que debía ser un noviciado salesiano en España y las
nuevas experiencias que iba adquiriendo movieron al padre Rinaldi a tras-
ladar el noviciado de Sarria a otro lugar más conveniente.
En cuanto a las ideas, estaba claro que si quería «dar verdadera forma»
al noviciado, debía sacarlo del ámbito en que se hallaba, porque corría el
peligro de quedar diluido entre otras entidades que allí funcionaban —co-
mo la escuela profesional, el colegio Santo Ángel, la editorial, la librería—.
Mientras siguiera en aquel puesto, no era posible que tuviera aseguradas
la autonomía y la identidad necesarias.
Las antiguas Escuelas Profesionales Salesianas, Sarria 1891.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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BUSCANDO UNA CASA
17
En cuanto a las nuevas circunstancias que se iban creando, conviene re-
cordar al menos las dos siguientes.
Primera: cuando, una vez nombrado inspector provincial (1892), don
Felipe comenzó a visitar las diversas casas salesianas de España, solía
encontrar en las mismas algunos muchachos que deseaban ser salesia-
nos, pero que carecían de un ambiente adecuado para su situación voca-
cional. Por lo que los encaminaba a la casa de Sarria, donde podían estar
mejor atendidos. Pero, con ello, la capacidad de la sección del noviciado
quedaba desbordada.
Segunda circunstancia: a pesar de esta entrada de las vocaciones que ve-
nían del exterior —de Utrera o Sevilla, por ejemplo20—, la mayoría de los
novicios procedía de la misma casa de Sarria —de la escuela profesional
y del colegio Santo Ángel, en concreto—. Ahora bien, desde el punto de
vista psicológico y pedagógico, ¿era conveniente que la mayor parte de
los novicios siguiera residiendo en el mismo recinto en que habían pasado
ya varios años, como aspirantes o postulantes? A don Felipe le parecía
que a una etapa formativa, tan definitoria como el noviciado, debía corres-
ponderle también un lugar nuevo, preparado al efecto. En esto su pensa-
miento coincidía plenamente con el de los superiores del gobierno central
de la Congregación y con la praxis que había seguido el mismo Don
Bosco21.
De hecho, el padre Rinaldi había comenzado muy pronto a tantear la posi-
bilidad de encontrar otros enclaves.
Primeramente se había fijado en una fundación que el «indiano» Antonio
Cuyas i Sampere proyectaba ofrecer a los salesianos en la ciudad de
Mataró, al objeto de que, a ser viable, abrieran en ella una escuela de for-
mación profesional —o «de artes y oficios», como se decía entonces—. A
finales del año 1890, después de haber verificado una visita de inspec-
ción, don Felipe se sentía optimista respecto a la apertura de la nueva ca-
sa. Le parecía incluso que ésta no tardaría mucho: «Será el San Benigno
de España», le escribía, contento, al amigo Barberis. San Benigno
Canavese era un pequeño poblado situado a pocos kilómetros de Turín,
donde se levantaba una antigua abadía que Don Bosco adquirió para es-
tablecer allí, a partir de 1879, el noviciado que había funcionado en la ca-
sa madre de Turín. Desde 1879 a 1880 don Felipe había hecho su año de
noviciado en esta casa-seminario de San Benigno, teniendo como director
y maestro espiritual al que, a partir de aquella fecha, iba a ser para él su
amigo y confidente, don Julio Barberis22. Ahora (1890), a la distancia de
diez años y pensando desde Sarria en la futura fundación de Mataró, al
padre Rinaldi se le antojaba soñar en «el San Benigno de España», por-
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DE SARRIA A SANT VICENQ
que, según escribía al amigo, «nosotros podríamos enviar allí de ocho a
diez novicios-clerigos y unos cuantos novicios-artesanos, los cuales con-
tribuirían a despertar la vocación salesiana en otros muchos»23.
Pero tal utopía no fue realizable, porque las gestiones de aquella funda-
ción procedieron con excesiva lentitud, tanto en vida como después del fa-
llecimiento del señor Cuyas, ocurrido en diciembre de 1890. La puerta del
Maresme no se abrió a los salesianos hasta el año 190524.
A mediados de 1892, don Felipe se estaba fijando en los alrededores de
la misma casa de Sarria. Allí veía una torre que lindaba «con nuestro jar-
dín», y que le parecía a propósito. La ventaja que ofrecía esta solución
era doble: por una parte, permitía organizar el noviciado con poco perso-
nal, ya que se echaría mano del de la casa; por otra, hacía innecesario
montar una nueva cocina, ya que también se utilizaría la de la misma ca-
sa... «Si veo factible este proyecto, le pediré el permiso correspondiente»,
le decía a su amigo y superior don Julio 25. Pero se conoce que tampoco
le convenció esta hipótesis, porque, a los pocos meses, estaba mirando
nada menos que hacia Gerona.
La presencia salesiana en esta capital se basaba en la oferta que hacían
los albaceas de confianza de don Juan María Oliveras de Carbonell i
d'Estañol, marqués de la Quadra y barón de Guía-Real, los cuales habían
optado por crear una escuela o granja agrícola para la promoción del
campesinado de aquella comarca. La fundación estaba aceptada por par-
te de los salesianos desde el mes de febrero de 1891, si bien la escritura
de la cesión de la propiedad —situada en el barrio de Pedret, a orillas del
río Ter— se firmó unos meses más tarde. En mayo del año siguiente, se
había inaugurado un modesto oratorio festivo o recreo dominical y ade-
más se habían echado los cimientos de un edificio de nueva planta26.
Al ver aquello, al padre Rinaldi le vino enseguida la idea de colocar allí al
grupo de los novicios: «Estoy estudiando —le escribía en tono confiden-
cial al Rector Mayor— la posibilidad de enviarlos a Gerona, donde junta-
mente con la colonia agrícola, se podría poner el noviciado»27. No era la
primera vez que don Felipe lanzaba tal hipótesis, porque ya la conocía el
Consejo General desde el año anterior28.
Pero cuando, como él decía, iba buscando en Gerona «un Foglizzo» —lu-
gar adonde, al comienzo del curso 1886-1887, se había trasladado desde
San Benigno Canavese el noviciado de los clérigos29—, empezó a dudar
sobre la viabilidad del proyecto, porque llegó a saber que algunos reve-
rendos padres del clero diocesano —«tan especial», según manifestaba—
no habrían visto con buenos ojos el que se implantara dentro de la demar-
cación diocesana el noviciado de una congregación nueva, extranjera...
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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La Escuela Agrícola Salesiana de Gerona. Fachadas exterior e interior. Hacia
1920.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

3 Pages 21-30

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3.1 Page 21

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20
DE SARRIA A SANT VICENQ
Además comenzó a pensar que, para los medios de transporte entonces
disponibles, aquella capital se encontraba bastante alejada de Barcelona
y que, tal vez, el sitio mismo que iban a ocupar la escuela-granja y el novi-
ciado dejaba mucho que desear desde el punto de vista de la
salubridad...30 Con esto, el proyecto de colocar el noviciado en Gerona
quedó prácticamente descartado.
Por lo visto, a don Felipe no le sonreía la fortuna, porque incluso a finales
del año siguiente (1893), siendo ya superior provincial, se sentía a la deri-
va: «Sigo pensando en una casa para el noviciado, pero en este momento
no tengo ninguna a la vista. Veremos lo que dispone el Señor». Pero
aquel asunto exigía ya imperiosamente alguna solución. No se podía
aguardar mucho más, porque, entre todos, los novicios de Sarria del curso
1893-1894 llegaban probablemente a 60. «Los nuevos —precisaba el pro-
vincial— son de mejor tela que los del año pasado»31. Era, pues, una si-
tuación límite. El superior responsable tuvo que aguzar el ingenio y redo-
blar el esfuerzo de búsqueda...
CAN FONT
Por fin, a comienzos del año 1895, dio con lo que desaba. Con fecha 16
de febrero se lo comunicaba así a su confidente de siempre: «Estamos
trabajando para adquirir la casa del noviciado, y espero entrar en la mis-
ma a finales de mayo o en junio. Es muy pequeña —añadía—, pero tiene
una buena situación y se halla a poca distancia [de Barcelona-Sarriá]; con
el tiempo se puede cambiar por otra, o bien ampliarla»32. A los pocos días,
veía el problema en vías de solución: «La casa del noviciado ya está com-
prada, y veremos cómo se paga»33. Y en esta misma carta Rinaldi escri-
bía el nombre de la localidad donde radicaba la casa: «S. Vicens deis
Hors» (sic).
«Comprada precisa el historiador Eugenio Ceria— aquí significa contra-
tada»34. Efectivamente, son dos las cuestiones que se le plantean al in-
vestigador en todo este argumento: primera, ¿cómo, después de dar tan-
tas vueltas, fue a parar el padre Rinaldi justamente a Sant Viceng, un
pueblo del Baix Llobregat sin ningún relieve especial todavía? Y segunda,
¿de dónde sacó el dinero necesario para pagar la propiedad de la masía
Font? Los dos interrogantes merecen por nuestra parte alguna considera-
ción.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

3.2 Page 22

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CAN FONT
21
La familia Massana-Rovira. Bastantes salesianos de España recuerdan
todavía hoy la figura de don Julián Massana i Rovira, que, durante los
años de la guerra civil y la inmediata postguerra (1936-1942) ejerció de
superior interino de la Provincia Céltica (Madrid) y efectivo de la
Tarraconense (Barcelona). Aquí sobre todo, le tocó la ardua empresa de
la reconstrucción material y moral de la misma.
Nacido en el término municipal de Subirats (Alt Penedés 1883), en una
acomodada familia de terratenientes, a los 11 años había entrado en la
casa salesiana de Sarria, como alumno del colegio Santo Ángel, donde,
en atención a sus dotes de inteligencia, le encaminaron hacia los estudios
de segunda enseñanza35. Eran sus padres Francisco de Paula Massana i
Vendrell y María Rovira i Milá. El señor Massana se había ganado un no-
table prestigio profesional en toda la comarca —ejercía de médico y le
gustaba escribir36—, y, por sus probadas convicciones católicas —estaba
inscrito en la Orden Tercera de San Francisco—, era muy apreciado por
los salesianos, tanto que le concedieron el diploma de Cooperador. Nada,
pues, de extraño que el padre provincial Rinaldi acudiera a él en busca de
ayuda y asesoramiento. Debió de ser a mediados o finales de 1894 cuan-
do le manifestó su deseo de sacar de la casa de Sarria el noviciado y las
dificultades que encontraba para lograr un sitio adecuado. Esta vez tuvo
suerte, porque había dado con una persona que podía y quería ayudarle:
unos parientes suyos —concretamente por parte de su mujer— estaban
dispuestos a desprenderse de una masía que poseían en el pueblo de
Sant Viceng deis Horts. Tal vez, podría servirle para sus propósitos...
Desconocemos los detalles de las gestiones que, por mediación del doc-
tor Massana, se llevaron a cabo entre los salesianos y los propietarios-
vendedores: don Salvador Rovira i Puig (había estado casado con Vicenta
Rovira i Font) y su hija, doña Rosalía Rovira i Rovira (casada con don
Francisco Botifoll i Font). Pero lo cierto es que procedieron a gusto de las
partes interesadas. Lo más tarde a la altura del mes de febrero de 1895
según hemos comprobado ya—, el padre Rinaldi estaba decidido a adqui-
rir toda la casa de campo, entre otras cosas, porque las condiciones eco-
nómicas que ofrecían los vendedores le resultaban muy ventajosas. La
mediación del doctor Massana había sido del todo positiva37.
Sant Vicen$ y Béjar. Pero con esto aún no estaba cerrada la cuestión.
Faltaba lo más importante: procurar la suma necesaria de dinero y pagar.
Aquí al padre Rinaldi se le abrió la puerta de una manera inesperada y por
muy poco tiempo, de forma que se vio obligado a moverse rápidamente
saltando, incluso, los trámites preceptivos.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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Diploma de Cooperador
Salesiano para el doctor
FRANCISCO DE PAULA
MASSANA I VENDRELL,
firmado por el actual Beato
Felipe Rinaldi, Barcelona-
Sarria 1892.
/ ROVIRA,
hijo de Francisco
de Paula
Massana
i Vendrell.
FRANCISCO DE PAULA MASSANA I PAGÉS,
actual presidente regional de los Antiguos Alumnos
de la Inspectoría de Barcelona, nieto de Francisco de Paula
Massana i Vendrell y sobrino de Julián Massana i Rovira.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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CAN FONT
23
Se lo explicaba todo al Rector Mayor en el verano de 1895, a los seis días
de haber firmado la escritura de compra y efectuado el pago. «Vive en
Béjar —escribía— una señora que, desde que me encuentro en España,
está insistiendo para que fundemos una casa en aquella pequeña ciudad
de la provincia de Salamanca. Por mi parte ni siquiera me he avenido a
hablar del asunto, porque la falta de personal que padecemos es más que
evidente. Pero últimamente ella volvió a la carga. Entonces le dije al inter-
mediario que si dicha señora estaba tan bien dispuesta a nuestro favor y
quería dejarnos todo lo necesario para la fundación de Béjar, sería bueno
que comenzara por ayudarnos a pagar la casa del noviciado, cuya escritu-
ra de compra yo debía formalizar a los tres días, cuando aún me faltaban
cinco mil pesetas. "De acuerdo —me respondió—, prométame usted que
abrirá al menos un oratorio festivo en Béjar dentro del próximo mes de oc-
tubre y yo, de aquí a tres días, le pondré en mano dicha suma de dinero".
Y efectivamente, el dinero llegó, y ahora yo debo cumplir lo prometido».
Así fue cómo los salesianos pudieron firmar la escritura de compra-venta
el 13 de julio de 1895, efectuando al mismo tiempo el pago convenido:
9.750 pesetas.
Pero, mientras tanto, el padre Rinaldi quedaba atrapado: por una parte,
veía que no tenía fuerzas suficientes para contentar a los bejaranos; por
otra, temía haber disgustado al Rector Mayor, cuando aceptó la apertura
de una casa nueva sin su permiso. «Tenga usted en cuenta —le decía es-
forzándose por convencerle—, primero, que la señora nos tiene ya prepa-
rada la casa, cuya propiedad quiere transmitirnos formalmente y pronto;
segundo, que pasará una pensión a los salesianos que vayan a trabajar
allí; tercero, que además de atender permanentemente a la manutención
de 12 huérfanos, tiene hecho el testamento en el cual nos deja una canti-
dad nada despreciable. Nos han hecho saber, por otra parte, que si no
aceptamos la oferta este mismo año, la señora amenaza con cambiar los
planes porque, antes de morir, quiere dejar sus bienes bien asegurados;
incluso nos dicen que ya está desconfiando de nosotros».
Con estas razones el provincial de España intentaba merecer el beneplá-
cito del superior, aunque, a la verdad, no podía apartar el pensamiento de
que, en aquellas circunstancias concretas, Don Bosco y el mismo don
Miguel Rúa «habrían hecho lo mismo». En todo caso, «si hice mal en
aceptar la fundación de Béjar —añadía entre bromas y veras—, estoy dis-
puesto a someterme a la penitencia; pero antes le suplico que tenga pre-
sente que ya es bastante penitencia el tener que andar gritando por falta
de personal>~38.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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DE SARRIA A SANT VICENQ
Escr/fura de compraventa de la casa Font (Archivo Salesiano Central).
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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CAN FONT
25
Después de superar no pocos titubeos y disgustos39, los salesianos llega-
ron a Béjar (provincia de Salamanca y diócesis de Plasencia) no en la fe-
cha prometida, sino algo más tarde, en enero del año siguiente (1896), y
el día 29 del mismo mes —fiesta litúrgica del patrono de la Congregación,
San Francisco de Sales— inauguraron un pequeño oratorio festivo o es-
plai dominical, puesto precisamente bajo la advocación de dicho santo40.
Todo lo había hecho posible doña Felisa Esteban Rodríguez, viuda de
Cid, a la que, a pesar de algunas rarezas, los salesianos siempre se mos-
traron agradecidos, reconociéndola como la «fundadora» de la Obra de
Don Bosco en Béjar41. Pero su nombre se encuentra también inscrito en
los orígenes de la casa salesiana de Sant Viceng, que nació a la vida un
mes y medio antes que la de Béjar, exactamente el 9 de diciembre de
1895(pág. 39).
«Cases de can Font», hada 1925 (Foto Carcassona) (Archivo Miquel Siñol).
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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26
DE SARRIA A SANT VICENQ
La casa solariega, adquirida y pagada por los salesianos de la forma que
se ha expuesto, era conocida como Can Foní—antes como Cal Cutita42
y constaba de un edificio de tres plantas (bajos, primer piso y desván) con
un saliente en su lado derecho: en la parte inferior, los establos; en la su-
perior, una galería, y otro a su lado izquierdo, con un pequeño pórtico —el
«portiquito», que dirán después los salesianos—. Delante de la fachada
tenía un patio, rodeado de un muro y de un huerto, donde había dos po-
zos de agua y un lavadero. La superficie total de la propiedad era aproxi-
madamente de una hectárea43. El terreno, que ofrecía algunos desniveles,
limitaba al poniente con la finca de don Federico de Llinás, que, con el
tiempo, sería adquirida también por los salesianos (pág. 107). La casa
Font estaba situada un tanto a las afueras del pueblo, en el n. 2 de la calle
denominada entonces Arrabal de San Francisco. Tales son los datos
esenciales que se desprenden de la escritura de compraventa44.
Si el provincial de los salesianos optó por la adquisición de esta finca para
establecer en ella el noviciado fue por el precio módico que se le exigía,
por la posibilidad de edificación que la misma ofrecía y por el lugar que
ocupaba: un poco al extremo de un pueblecito agrícola, sosegado y pa-
triarcal, a 15 kilómetros de Barcelona...
UN PUEBLO PINTORESCO
Sant Viceng (Baix Llobregat, partido judicial de Sant Feliu de Llobregat)
era, además, un pueblo «pintoresco». Con este adjetivo u otro similar solí-
an calificar los salesianos al municipio que les acogía hace ahora cien
años. Lo consideraban muy apto para establecer allí una casa de novicia-
do, y, por tanto, creyeron que la elección había sido acertada. «El lugar
escogido —escribía, años después, Miguel Lasaga— lejos del tumulto de
las grandes ciudades, campestre y sano, rodeado de huertas cuajadas de
frutales y vides, era el sitio más a propósito para instalar en él una casa
de noviciado»45.
El pueblo de Sant Viceng deis Horts —el de de los antiguos «huertos con-
dales»— y su término municipal estaban situados en la zona intermedia
de la comarca denominada Baix Lobregat, que comprende la cuenca de
este río en su tramo inferior, desde el pueblo de Martorell hacia la planicie
del delta. La vega del Llobregat —el «ameno valle que el Llobregat baña»,
como lo describían los jóvenes salesianos46se abre luminosamente en-
tre dos formaciones montañosas de la Serranía de Marina: la de la iz-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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La comarca del Baix Llobregat: términos municipales (Atlas comarcal de
Cataluña).
quierda del río se llama Sierra de Collserola, y tiene como cumbres más
notables las del Tibidabo (512 m.), Puigmadrona (336 m.) y Sania Creu
d'Olorda (435 m.); la de la derecha, está formada por algunas derivacio-
nes de la parte septentrional del austero e inhóspito macizo de Garraf, cu-
ya cumbre más importante es la de Montaut (664 m.).
El término municipal de Sant Viceng, apoyándose precisamente en estas
colinas de la parte derecha, se inclina lentamente hacia el valle, entre los
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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28
DE SARRIA A SANT VICENQ
torrentes de Torrelles y de Cervelló, que corren también hacia el
Llobregat. Por tanto, participa de la llanura —«los huertos»— y de la terra-
za montañosa. Sobre ésta se levantan algunas crestas —«las encantado-
ras montañas que nos rodean», como escribían los novicios47—: hacia el
poniente, el Puig Castellar (186 m.), el Puig Perdiguery el Turó de les
Cañáis (252 m.); hacia el sur, el Puig de Rocabruna (301 m.) y
Montpedrós o Muntanya de Sant Antoni (304 m.). Por ser este relieve «el
más alto y el más poético», los salesianos lo bautizaron enseguida con el
nombre más hermoso que tenían a mano: «Monte de María
Auxiliadora»48. Como éste, también los demás que se acaban de citar se
convirtieron en meta de sus paseos y excursiones.
En la zona alta se daban los cultivos típicos del secano: olivares, viñas,
campos de trigo y cebada, algarrobales. Los almendros, los cerezos y los
melocotoneros alegraban también este paisaje. El viñedo, desde la llega-
da de la filoxera entre 1885 y 1890, había tenido que retroceder por fuer-
za. Entre los cultivos de regadío —enriquecido éste por el Canal de la
Derecha—, sobresalían las legumbres (como las habas y las patatas), al-
gunas hortalizas y la alfalfa. Los árboles frutales —ciruelos, manzanos,
perales— constituían el sector más apreciado. Tales eran los bienes que
Sant Viceng deis Horts: vista parcial hacia 1910 (Foto A.T.V.). (Archivo Miquel
Siñol).
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

3.10 Page 30

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UN PUEBLO PINTORESCO
29
Iglesia parroquial: la gente sale de la «misa mayor». 1909 (Archivo Agustí Caralt).
la tierra vicentina ofrecía a aquellos salesianos estudiantes del siglo pasa-
do que, dada su juventud y su actividad, gastaban buen apetito. Les brin-
daba también un clima agradable y sano.
El pueblo y su zona administrativa cubrían una extensión de algo más de
nueve kilómetros cuadrados y tenían por límites: al norte, el término muni-
cipal de Pallejá; al este, el río Llobregat; al oeste, los de Torrelles y de
Cervelló, y al sur, el de Santa Coloma de Cervelló. El pueblecito de
Torrelles, con su carretera a la vera de un riachuelo encantador, atraía las
apetencias de los salesianos a la hora del paseo. Pero también los otros
que se han citado, a los que hay que añadir, por ejemplo, Sant Andreu de
la Barca, La Palma de Cervelló, Vallirana. Para resolver asuntos de impor-
tancia o de carácter administrativo se tenía que ir a Molins de Rei o a Sant
Feliu de Llobregat. Como ambas localidades se hallaban situadas a la otra
parte del río (margen izquierdo), había que llegarse al cruce de Cuatro
Caminos y desde allí atravesar el famoso «puente de Molins», construido
entre 1763 y 1768 durante el reinado de Carlos III. En aquellos tiempos
los medios de transporte habituales eran la bicicleta —que entonces co-
menzaba a divulgarse—, el carro y la tartana49.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

4 Pages 31-40

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30
DE SARRIA A SANT VICENQ
Hacia finales del siglo, Sant Viceng contaba unos 1.800 habitantes, la in-
mensa mayoría de los cuales, por lo que se ha dicho, se dedicaban a la
agricultura y a las pequeñas industrias derivadas, como la fabricación de
vinos y aceites. Esto daba al vecindario un aire de paz, de trabajo y de ho-
nestidad. Desde el punto de vista político, los vicentinos se habían inclina-
do siempre en favor de la causa carlista50. Religiosamente, eran católicos
y vivían su fe dentro de los esquemas tradicionales. «A este pueblo lo lla-
maban la 'Navarra pequeña'» —nos recuerda Joan Costa i Ubach—. Y
añade: «A finales del siglo pasado todos los habitantes, prácticamente sin
excepción, cumplían con el precepto pascual»51. Tenían dos fiestas mayo-
res: la de invierno, el 22 de enero, en honor de San Vicente Mártir, «Sant
Viceng de la Roda», patrono principal de la parroquia y del pueblo, y la del
verano, el 30 de julio, en memoria de los santos Abdón y Señen —popula-
res patronos de la horticultura—, día en que asimismo se veneraban las
reliquias de los santos mártires Venusto y Exuperancio, copatronos tam-
bién, con los dos anteriores, de la villa. En 1880, bajo la iniciativa del rec-
tor Josep Masmitjá i Mostarós, habían fundado un Centro Católico bajo la
advocación del Sagrado Corazón de Jesús52, y dos años más tarde, a ini-
ciativa del mismo párroco, habían dado acogida a una comunidad de
Hermanas de la Doctrina Cristiana, que, con el tiempo, pondrían en mar-
cha el actual colegio de La Inmaculada53. Sin duda alguna, el padre
Rinaldi tuvo muy en cuenta estos elementos a la hora de escoger el sitio
que deseaba para la formación de sus jóvenes salesianos, los cuales tu-
vieron siempre la impresión de hallarse no sólo en un pueblo «pintores-
co», sino en una población «católica»54.
NOTAS______________________________
1 Era natural de Lu, un pueblecito del Piamonte, al norte de Italia. Vino a este
mundo el 28-V-1856, en el seno de una familia de campesinos, numerosa y
muy cristiana. Siendo niño de cinco o seis años, conoció a San Juan Bosco.
Se educó con los salesianos y acabó siendo uno de ellos en 1880 (nota 22).
A los dos años, Don Bosco le preparó a marchas forzadas para que recibiera
el sacerdocio (1882). Al año siguiente fue nombrado ya director de un peque-
ño seminario de vocaciones adultas. Durante aquel tiempo (1883-1887), pudo
tratar personalmente al santo fundador, que le distinguió con su confianza y
amistad.
Como la casa salesiana de Barcelona-Sarriá no andaba demasiado bien, le
enviaron allí. Era el comienzo del curso 1889-1890. El nuevo superior se hizo
querer por todos y dio una gran vitalidad a la casa. A los tres años (1892), le
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

4.2 Page 32

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NOTAS
31
hicieron superior de los establecimientos salesianos que había en España.
Ocupando este cargo (1892-1901), abrió unas veinte fundaciones nuevas.
Una de éstas, la de Sant Viceng deis Horts (Baix Llobregat 1895).
Puesto que había demostrado ser un hombre muy de Dios pero también un
buen administrador en los asuntos temporales, en 1901 le llamaron a Turín,
para que ocupara el puesto de Ecónomo y Vicario General de toda la
Congregación. En este cargo estuvo por espacio de unos veinte años. Fue tal
el prestigio que se ganó entonces que, en 1922, fue elegido Rector Mayor.
Bajo su gobierno (1922-1931), la Familia Salesiana experimentó un gran de-
sarrollo. Murió como un santo el 5-XII-1931 y fue beatificado por el papa Juan
Pablo II en 1990. Cf E.CERIA, Vita del servo di Dio Sac. Filippo Rinaldi, terzo
successore di San Giovanni Bosco. S El, Turín [1948]. En esta obra se inspira
R.FIERRO TORRES, El siervo de Dios don Felipe Rinaldi, tercer sucesor de
San Juan Bosco. SEI, Madrid 1960.
2 Carta desde Barcelona-Sarriá 15-VII-1895. En el Archivo Salesiano Central.
Roma (= ASC), A 379 Rinaldi. Los subrayados son nuestros. Cuando el padre
Rinaldi escribe a sus superiores y amigos de Turín lo hace habitualmente en
italiano, que en la práctica era su lengua nativa. El piamontés sólo lo emplea
en algunas frases sueltas. La traducción de los textos italianos al castellano la
hacemos nosotros mismos.
3 Durante muchos años, tanto dentro como fuera del ámbito salesiano, tanto al
hablar como al escribir, se solía emplear el nombre San Vicente deis Horts,
mezclando el catalán con el castellano. En los documentos más antiguos de la
Congregación aparece vertido al italiano: San Vincenzo degli Orti.
4 Nacido en Niza del Monferrato (Piamonte) en 1842. Entró en la Congregación
Salesiana a los 27 años y fue ordenado sacerdote cuatro años más tarde
(Genova, 1873).
Don Bosco le envió a España como director de la primera casa (Utrera, pro-
vincia de Sevilla). De aquí pasó a la de Sarria, que abrió en 1884 con la ayuda
de la fundadora, doña Dorotea de Chopitea, viuda de Serra. Al poco tiempo,
recibió a Don Bosco en su visita a Barcelona en abril-mayo de 1886 y tres
años más tarde (1889), fue relevado en el cargo y sustituido por don Felipe
Rinaldi (nota 1).
5 Era también piamontés, nacido el 7-VI-1847 en un lugar cercano a Turín, que
a la sazón era la capital del reino de Saboya.
A los 13 años entró en el colegio que San Juan Bosco dirigía en el barrio de
Valdocco de la citada capital (1861). Profesó como salesiano en 1865 y cinco
años más tarde recibió la ordenación sacerdotal. Al poco tiempo obtuvo el gra-
do de doctor en la facultad de teología de la Universidad de Turín. En 1874
fue escogido por Don Bosco para que se hiciera prácticamente cargo de la
sección de los novicios. Desde entonces don Julio sería uno de los colabora-
dores más directos del santo fundador.
Cuando, al comienzo del curso 1879-1890, la citada sección del noviciado —
juntamente con la de los jóvenes salesianos estudiantes de filosofía— fue
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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32
DE SARRIA A SANT VICENQ
trasladada de Turín-Valdocco al pueblecito de San Benigno Canavese, el pa-
dre Barberis desempeñó los cargos de director de la nueva casa y maestro de
novicios. Fue allí y en ese curso escolar cuando tuvo entre sus alumnos al no-
vicio Felipe Rinaldi. Desde entonces, según demuestra la correspondencia
epistolar que estamos aduciendo, maestro y discípulo se unieron en una amis-
tad sincera y fraterna.
Después de un tiempo transcurrido en Turín-Valsalice como director del estu-
diantado filosófico (1887-1891) y ya con fama de pedagogo y especialista en
temas de teología espiritual, don Julio entró a formar parte del Consejo
General de la Congregación en 1892. Esto constituyó un motivo de alegría pa-
ra el director de la casa de Sarria, el cual comenzó a ver en el padre Barberis
no sólo un amigo, sino un superior al que debía consultar y obedecer en tan-
tas cuestiones referentes al gobierno de aquella España salesiana todavía na-
ciente y, sobre todo, en cuestiones relativas a la formación del personal. De
aquí la intensa red epistolar que se estableció entre Turín y Sarria.
En fin, después de ejercer de superior provincial durante un largo período
(1902-1911), en este último año, don Julio fue elegido director espiritual de la
Sociedad salesiana. Murió ocupando este cargo (Turín 1927). Cf A.BARBE-
RIS, Don Giulio Barberis, direttore spirituale del la Societá di San Francesco di
Sales. Scuola Tipográfica Don Bosco, San Benigno Canavese 1932.
6 Carta desde Barcelona-Sarriá 9-111-1891, en ASC, A 375 Rinaldi
7 Carta desde Santander a Barberis: Ibid. Es de finales de julio o principios de
agosto de 1891.
8 Carta a Rúa desde Barcelona-Sarriá 8-1-1893: ASC, A 835 Rinaldi.
9 Carta a Barberis desde Barcelona-Sarriá 16-1-1890: ASC, A 375 Rinaldi.
10 Carta al mismo desde Barcelona-Sarriá 9-111-1891: Ibid.
11 Rinaldi tenía puesta su confianza en el sacerdote gallego Manuel Benito
Hermida que, una vez profesado en la Sociedad Salesiana (1888), vivía y tra-
bajaba en las escuelas de Sarria. Ver, por ejemplo, la carta de Rinaldi a
Miguel Rúa desde Barcelona-Sarriá 5-XII-1890: ASC, A 379 Rinaldi.
12 Carta a Barberis desde Barcelona-Sarriá 19-VIII-1891: ASC, A 375 Rinaldi.
13 Ver carta a monseñor Juan Cagliero, Barcelona-Sarriá 22-VI-1890: ASC, A
376 Rinaldi.
14 Carta a Barberis desde Barcelona-Sarriá, de finales de julio o comienzos de
agosto 1891: ASC, A 375 Rinaldi.
15 Carta al mismo desde Barcelona-Sarriá 9-111-1891: Ibid.
16 Cf nota n. 5.
17 Carta desde Barcelona-Sarriá 9-111-1891: ASC, A 375 Rinaldi.
18 Ibid
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

4.4 Page 34

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NOTAS
33
19 Cf R.ALBERDI, Don Felipe Rinaldi en Barcelona-Sarriá (1889-1892).
Semblanza. Edebé, Barcelona 1990, 69-79.
20 Ver la carta de Rinaldi a Barberis desde Barcelona-Sarriá 3-VIII-1892: ASC, A
375 Rinaldi. Ver también otra suya a Rúa desde Utrera 24-11-1893: ASC, A
379 Rinaldi.
21 Cf nota n. 29.
22 Ver nota n. 5. Una vez concluidos los meses de noviciado y emitida la profe-
sión religiosa en 1880, don Felipe continuó en la misma casa de San Benigno,
que además daba cobijo a un estudiantado de filosofía y a una escuela profe-
sional de creciente importancia. Aquí se entregó durante tres años (1880-
1883) al estudio de la teología, ayudando al mismo tiempo al padre Barberis
en la buena marcha de la institución (Lo cual explica que, en la corresponden-
cia epistolar de Rinaldi, aparezca éste con frecuencia como «director»). Don
Felipe recibió el presbiterado en diciembre de 1882. Cf E.CERIA, Vita del ser-
vo di Dio..., 30-47.
23 Carta a Barberis desde Barcelona-Sarriá 14-XI-1890: ASC, A 375 Rinaldi.
24 Ver el folleto COLEGIO SALESIANO DE SAN ANTONIO DE PADUA,
Memoria del curso 1929-1930, vigésimo quinto de la fundación del colegio.
25 Carta desde Barcelona-Sarriá 11-IV-1892: ASC, A 375 Rinaldi.
26 Cf R.ALBERDI, Girona. Cent anys de presencia salesiana 1892-1992. Casa
salesiana de Girona 1992, 7-18.
27 Carta a Rúa desde Barcelona-Sarriá 23-VII-1892: ASC, A 379 Rinaldi.
28 Ver la sesión correspondiente al 18-V-1891, en Verbal! delle riunioni capitolari
[=Verbali], I, fol. 135: ASC, D 869.
29 Foglizzo era un pueblo agrícola de cierta importancia, distante seis kilómetros
de San Benigno Canavese y donde Don Bosco había adquirido un antiguo pa-
lacio con su finca correspondiente. Al dividirse el noviciado que funcionaba en
San Benigno, los novicios clérigos fueron, como decimos, a Foglizzo (1886), y
quedaron allí los novicios coadjutores y los profesos que, habiendo emitido los
votos temporales al terminar el noviciado, cursaban los estudios de filosofía.
Un año más tarde —inicio del curso 1887-1888—, éstos encontraron un sitio
propio en el colegio salesiano de Turín-Valsalice. Así, pues, antes de que de-
sapareciera el fundador (enero de 1888), se habían organizado ya formalmen-
te dos noviciados y un seminario filosófico. Cf Memorie Biografiche di San
Giovanni Bosco 18, 246-252; 434-436. A. BARBERIS, Don Giulio Barberis, di-
rettore spirituale della Societá di San Francesco di Sales. Scuola Tipográfica
Don Bosco, San Benigno Canavese 1932, 142-147, 148-150.
30 Carta a Barberis desde Barcelona-Sarriá 3-VIII-1892: ASC, A 375 Rinaldi.
31 Carta a Barberis desde Barcelona-Sarriá 18-XII-1893: Ibid.
32 Carta a Barberis desde Barcelona-Sarriá 16-111-1895: Ibid.
33 Carta al mismo desde Barcelona-Sarriá 2-111-1895: Ibid.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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34
DE SARRIA A SANT VICENQ
34 Vita del servo di Dio Sac. Filippo Rinaldi, 110.
35 Ver la carta mortuoria, firmada por Felipe Alcántara y fechada el 11-XII-1944.
36 Tuvo una gran aceptación su libro Cuestionario médico-teológico-filosófico o
sea exposición de las doctrinas que informan la medicina en sus relaciones
con la moral y la religión. Tipografía de Ramón Casáis, Barcelona 1901. Era
una traducción del italiano, refundida y aumentada. Nieto del Dr. Massana es
el actual presidente regional de los Antiguos Alumnos Salesianos de la
Inspectoría de Barcelona, el farmacéutico Francesc de Paula Massana i
Pagés.
37 Cf B.BUSTILLO, A la sombra del gran árbol. Memorias de nuestros hombres.
Edebé, Barcelona 1984, 578.
38 Carta desde Barcelona-Sarriá 15-VII-1895: ASC, A 379 Rinaldi.
39 Ver carta de Rinaldi a Rúa desde Barcelona-Sarriá 18-X-1895: Ibid.
40 Cf Boletín Salesiano (=BS), marzo 1896, 65; mayo 1896, 109-110; junio 1896,
133; enero 1897, 3. E.CERIA, Annali della Societá Salesiana, II (SEI, Torino
[1943]) 665-666. R.FIERRO, El siervo de Dios Don Felipe Rinaldi. SEI, Madrid
1960, 124. Director-fundador de la nueva institución fue don Vicente Schiralli,
un piamontés al que el P.Rinaldi había considerado como posible director-fun-
dador del noviciado de Sant Viceng deis Horts.
41 Era vecina de esta ciudad. Como otras tantas mujeres de su tiempo, apenas
pudo frecuentar la escuela; pero tenía hondamente asimilados los principios
de la vida cristiana, que le impulsaban a hacer el bien entre los pobres y huér-
fanos de Béjar y pueblos cercanos. En un comienzo, dio en propiedad a los
salesianos dos casas: una, situada en la calle Rodríguez Vidal nQ 9, y otra, en
la calle del Duque nQ 11. Murió en 1937. Los salesianos se vieron en la nece-
sidad de tener que abandonar su presencia en esta localidad en septiembre
de 1994.
42 El historiador vicentino Enríe Aymerich recuerda que Onofre María Cutita era
un fraile que, entre 1780 y 1816, se dedicaba a recoger los diezmos y primi-
cias en el arciprestazgo de Sant Feliu de Llobregat, y que, al objeto de guar-
dar los frutos de sus colectas, construyó la parte más vieja de can Font (Ver la
revista Mes, agosto 1949,2).
43 Es lo que se deduce de la extensión de terreno que de hecho tuvieron los sa-
lesianos en propiedad, si bien la escritura de la compraventa sólo señala la
cuarta parte de una hectárea (2.500 metros cuadrados).
44 Cf Escritura de la venta otorgada por don Salvador Rovira y doña Rosalía
Rovira a favor de don Ernesto Oberti y otros, autorizada por el Dr. Joaquín
Dalmau y Fiter. Barcelona 13 de julio 1895. Fecha de inscripción en el
Registro de Propiedad de Sant Feliu de Llobregat: 27-111-1896. Tomo 325, libro
17 (del Ayuntamiento de Sant Viceng deis Horts), folios 202-203, finca 32.
Entre los compañeros de Ernesto Oberti Porta, figuran: Felipe María Rinaldi
Brezzi, Antonio Aime Ghibaudi y Matías Cardell Tomás.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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NOTAS
35
45 D. Ramón Zabalo. Maestro, comerciante, religioso y sacerdote. Aportaciones
para una historia de la Pía Sociedad Salesiana en España. SEI, Madrid 1946,
67. Ciertamente, el poblado de entonces estaba lejos de tener los problemas
de contaminación que hoy le afectan. Cf La Vanguardia, jueves 13-VII-1995,
34.
46 Cf 65, mayo 1899, 124.
47 Ibid.
48 Relazione sopra il culto di María SS.Ausiliatrice. Manuscrito fechado por el pa-
dre provincial José Binelli el 24-1-1918: ASC, F 017. «Monte de Domingo
Savio» —un santo canonizado mucho más tarde, en 1954— llamaban al Puig
Gallina, donde se asienta la ermita de Nuestra Señora del Remei, en el límite
entre los términos municipales de Sant Viceng y Cervelló. Cf BS, enero 1897,
17.
49 Para la comarca del Baix Llobregat y el término municipal de Sant Viceng, cf
Gran geografía comarcal de Catalunya. Vol. 8, Barcelonés. Baix Llobregat.
Fundació Enciclopedia Catalana, Barcelona 1982, 340-509. Geografía de
Catalunya. Vol. III, Geografía comarcal-2. Ed. Aedos, Barcelona [1974] 449-
496. Geografía general de Catalunya. Vol. V, Barcelona. Edicions catalanes,
Barcelona 1980 (reproducció facsímil), 390-391. Gran enciclopedia catalana,
vol. 13,319-320.
50 Cf AA.VV., Guerrilles al Baix Llobregat. Centre d'Estudis Comarcáis del Baix
Llobregat. Publicacions de l'Abadia de Montserrat 1986.
51 Testimonio, Sant Viceng deis Horts 18-XI-1995.
52 Cf Historia del I Centenar! del Centre Católic de Sant Viceng deis Horts, 1880-
1980, 23-24. A.CARALT, Escaquer vicentí. Personatges populars [Sant Viceng
deis Horts] 1995, 15-16.
53 Esta congregación religiosa había sido fundada en 1880 en Molins de Reí por
la viuda Micaela Grau (n. en Sant Martí de Provengáis 1837-m. en Carlet
(Valencia) 1885). En sus orígenes la apoyaron los prelados barceloneses
Urquinaona Bidot (1878-1883) y Cátala Albosa (1883-1899). La casa de Sant
Viceng es la segunda que tuvieron las religiosas.
54 BS, febrero 1903, 53.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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2. EL «NOVICIADO
ESPAÑOL»
Como se ha visto en el capítulo anterior, los salesianos adquirieron la fin-
ca Font para colocar en ella una de las piezas que mayor falta les hacía:
un noviciado, al que, como complemento, se añadía un seminario mayor
con la sección de los estudios de filosofía. Ambas instituciones ya funcio-
naban en la casa de Sarria. Pero era urgente procurarles un sitio más
adecuado. Sólo con esta condición se prepararían convenientemente las
nuevas generaciones llamadas a desarrollar en España el carisma de
San Juan Bosco. Total, se trataba de poner en marcha un centro de for-
mación para el uso interno de la misma Congregación Salesiana. Así re-
vestida, apareció ésta en Sant Viceng deis Horts hace ahora un siglo. La
experiencia fue corta —sólo de siete años—, pero suficiente para que la
semilla del salesianismo quedara asegurada para el futuro.
LA INAUGURACIÓN
En el verano de 1895, can Font era todavía un lugar prácticamente aban-
donado, donde, desde tiempo atrás, no vivía nadie. Había que limpiarla,
sanearla y, sobre todo, habilitarla para acoger en la misma no a una fami-
lia, sino a un colectivo de más de sesenta personas. La empresa entraña-
ba su dificultad y exigía un esfuerzo notable.
El hombre llamado a realizarla fue don Ramón Zabalo Alcain, un guipuz-
coano que, desde hacía dos años (1893), se encontraba en los salesia-
nos de Sarria, porque él también aspiraba a ser uno de ellos. Por eso,
aunque era maestro titulado, tenía que recibir lecciones de latín y de filo-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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38
El «NOVICIADO ESPAÑOL»
sofía. Pero como no le asustaba el trabajo, además de atender a sus estu-
dios, enseñaba las primeras letras a los aprendices y ayudaba en la admi-
nistración, porque en asuntos de contabilidad y correspondencia comer-
cial no le ganaba nadie. Fue a este hombre a quien se le confió la tarea
de poner a punto el arreglo del caserío Font. De entrada, se llevó un dis-
gusto, pues ya se había acostumbrado a su nuevo género de vida. Pero,
en fin, dejó que le llevara el corazón, que tenía de oro. Obediente, aceptó
lo que se le pedía. Dejó Sarria y se fue a Sant Viceng.
Don Ramón Zabalo Alcain (Urnieta 1849 - Madrid
1932).
Tanto él como sus colaboradores tuvieron que emplearse a fondo en las
tareas de limpieza y saneamiento. Lo pasaron francamente mal. Don
Ramón dejó escrito en sus apuntes personales que aquellos primeros dí-
as de Sant Viceng fueron muy duros1. Cuando la casa Font estuvo habita-
ble, los demás pudieron trasladarse a ella. Eran unos veinticinco: sola-
mente los que iban a comenzar el año del noviciado como clérigos. Los
novicios-coadjutores (laicos) y los que, habiendo profesado ya, se disponí-
an a iniciar los estudios de filosofía, se quedaron en Sarria. El padre pro-
vincial pensaba que, de esta forma, los que habían ido a Sant Viceng po-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

4.10 Page 40

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LA INAUGURACIÓN
39
drían estrenar la casa «con espíritu nuevo»2. El traslado debió de verificar-
se a mediados de octubre3.
La inauguración oficial tuvo lugar el día siguiente a la fiesta de la
Inmaculada, es decir, el 9 de diciembre, con la presencia del padre
Rinaldi, los directores de las casas salesianas de Sarria y de Barcelona-
Rocafort —don Manuel Benito Hermida y don Antonio Aime respectiva-
mente—, varios señores Cooperadores de la capital catalana y, en fin, las
familias de algunos novicios. Por supuesto, no faltaron las autoridades del
municipio. Como allí todo era pobre, apenas se pudo hacer nada de espe-
cial. A pesar de ello, según la reseña del Boletín Salesiano, la fiesta resul-
tó «animada y lucida»4. Sin duda, aquel hecho constituía un hito histórico
en la España salesiana5 y un motivo de particular alegría para el Rector
Mayor6, que se complacía en ponerlo en conocimiento de todos7.
LA VIVIENDA
Todo el conjunto llevaba el nombre oficial de Oratorio del Sagrado
Corazón de Jesús-Obra de Don Sosco, si bien durante los primeros años,
como se dirá, no mantuvo ningún oratorio festivo o esplai dominical abier-
to a la población.
Desde 1896 hasta 1902, la casa estuvo siempre repleta de gente, ya que
el número de los novicios y de los estudiantes de filosofía, sin contar el
grupo de los profesores, se situaba entre 50 y 60. ¿Cómo podía dar cobijo
a tantas personas la vieja masía Font? Allí, efectivamente, todo estaba al
tope: la capilla, el teatro, el comedor, el dormitorio... Naturalmente, con las
consiguientes limitaciones y molestias.
En un comienzo, el espacio se había distribuido más o menos de la forma
siguiente: en la planta baja estaban la capilla y el comedor (ocupando el
lugar de las antiguas bodegas) y, además, la cocina con sus dependen-
cias anejas (despensa, fregadero); en el primer piso, las aulas y el salón
de estudio, juntamente con algunas habitaciones individuales (del director,
catequista, consejero escolástico), y en el piso de arriba (en el desván),
los dormitorios. La sala de teatro se había instalado en la planta baja del
edificio adosado a la masía (antiguas cuadras) y la enfermería, en el piso
superior. El patio se extendía con suficiente amplitud delante de la facha-
da y en dirección noreste, ocupando parte de lo que había sido huerta.
Al inicio del segundo año (1896-1897), se hacía evidente e insoportable a
la vez la falta de espacio, y el provincial parecía estar decidido a resolver-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

5 Pages 41-50

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5.1 Page 41

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40
EL «NOVICIADO ESPAÑOL»
Arriba: la casa Font y un grupo
de salesianos. Hacia 1900
(Archivo Salesianos de Sant
Viceng). Abajo: la Riereta de cal
Grill, hoy carrer Ramón Poch.
Hacia 1920 (Foto Carcassona).
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Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA VIVIENDA
41
la: «Rece usted por estas
plantas, todavía tan tiernas,
y por la futura construcción»,
le escribía a don Julio8. Y
efectivamente no tardaron
en iniciarse las obras de un
nuevo pabellón. Los muros
[( SAN VICENS DELS HORTS
\\\\
no sólo se levantaron del
suelo sino que, incluso, al-
canzaron la altura corres-
pondiente al primer piso. El sello que usaban los salesianos de Sant
Debió de ser en torno al Viceng a finales del XIX.
cambio del siglo. Pero des-
pués ya no subieron más, ya
sea por falta de dinero, ya sea, sobre todo, por la desaparición de las insti-
tuciones a las que trataban de dar cobijo. Y así permanecieron por espa-
cio de unos 40 años, como testigos de un impulso de vida que no pudo
llegar a plenitud (pág. 148).
Mientras tanto la casa de Sant Viceng se concibió y funcionó como una
obra colectiva del salesianismo de la Península Ibérica. Desde un comien-
zo, don Felipe Rinaldi fijó el sistema imprescindible de financiación: aque-
llas casas de economía más saneada —¿es que había alguna?— aporta-
rían un tanto al mes. Las contribuciones quedaron establecidas de esta
forma: las casas de Barcelona-Sarriá y de Utrera darían 200 pesetas; las
de Barcelona—Rocafort, Braga (Portugal), Santander y Sevilla, 100; las
de Gerona, Málaga, Rialp (Pallars Sobirá) y Vigo, 50. Total: 1000 pesetas
mensuales. Si el provincial había actuado así era porque, según manifes-
taba, estaba convencido de la «importancia de esta casa para conseguir
los salesianos que hacían falta, tanto para mantener las casas ya existen-
tes como para incrementar nuestra Obra en España y aun fuera de ella.
Creo —añadía— que todos debemos aunar nuestros esfuerzos, aunque
sea sacrificando algo de lo propio, para sostener aquélla con decoro y co-
mo conviene a su índole especial»9. Pero a pesar del esfuerzo titánico que
realizaba don Felipe en favor de aquella obra, a pesar de la buena volun-
tad de unos y de otros10, no hubo manera de reunir los recursos suficien-
tes. La comunidad de Sant Viceng —la única casa de formación que tení-
an los salesianos en España— padeció siempre verdadera necesidad.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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42
EL «NOVICIADO ESPAÑOL»
LA VIDA DEL SEMINARIO
Según se ha insinuado ya, lo que se había implantado en la casa Font era
un seminario, donde los jóvenes hacían un año de noviciado y, al termi-
narlo, dos más de estudios filosóficos. Y todo, en vistas a recibir, en su
día, la ordenación sacerdotal. Cuando concluían el noviciado, emitían los
votos religiosos temporales y, de esta manera, entraban a formar parte de
la Congregación Salesiana como profesos; y, una vez cursado el bienio fi-
losófico, eran destinados a los diversos lugares para ejercitar su vida de
apostolado. Pero, por un motivo u otro, no todos cumplían los ritmos indi-
cados. Algunos —los de más edad— al terminar el noviciado ya hacían
los votos perpetuos, y otros, en cambio, emitían los temporales al finalizar
el primer año de filosofía. El segundo curso era menos frecuentado, ya
que apenas se podía evitar el que varios alumnos fueran requeridos para
acudir al campo del trabajo.
A pesar de todas las excepciones que se daban en la práctica, la casa de
Sant Viceng, considerada en sí misma, era un centro de formación inte-
grado por dos instituciones distintas, aunque muy relacionadas entre sí: el
noviciado y el seminario dedicado a los estudios filosóficos. La segunda
miraba a asegurar y completar la formación que se había recibido en la
primera.
Los protagonistas
La población del seminario de Sant Viceng era, en su conjunto, una pobla-
ción joven. Se trataba de hombres jóvenes, sobre los veinte años. Aunque
no faltaban los que superaban esta edad; es decir, estaban las vocaciones
adultas que, entonces, abundaban más que en los tiempos cercanos a no-
sotros. Formaban el gupo denominado «Hijos de María». Algunos eran
antiguos seminaristas que, en un momento de su vida, habían conocido a
los salesianos y deseaban alistarse entre ellos. Incluso se daba el caso de
sacerdotes que optaban por este nuevo camino11.
Pero, como decimos, la mayoría era gente joven, y gente procedente de
toda la geografía española. Así, por ejemplo, junto a los catalanes —como
Felipe Alcántara Puig, José Bonet Nadal, Pedro Iglesias Bosch, José
Martí Basté, Julián Massana Rovira, Agustín Nofre Mora, Agustín Pallares
Castañer, Antonio Querol Huguets, Buenaventura Roca Serra, Juan Toldrá
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA VIDA DEL SEMINARIO
43
Profesores y estudiantes en el curso 1901-1902 (Archivo Inspectoría Salesiana
de Barcelona).
Micola—, se encontraban los andaluces12, aragoneses13, castellanos14, ga-
llegos15, levantinos16, navarros17, isleños18, vascos19. Entre los extranjeros,
cabe recordar al italiano Ernesto Miglietti Mazucco. Como se ve y se ha
apuntado ya más arriba, era un noviciado-seminario interregional, o, tal
como se expresan los documentos, «español»20. Éste había sido el pro-
yecto del padre Felipe al fundarlo. Todos los aquí nombrados nacieron a la
vida salesiana en can Font y, a la vuelta de unos años, un buen número
de ellos llegó a adquirir una verdadera relevancia en la historia de la
Congregación en España, porque fueron auténticos protagonistas de la
misma21. Aquí radica precisamente el interés de esta casa de formación.
Los dirigentes de la comunidad fueron en su mayoría italianos. Anastasio
Crescenzi, José María Manfredini y Honorato Zoccola ejercían de profeso-
res. Esteban Capra, sucesor de don Ramón Zabalo, de administrador.
Pero el «hombre» de la institución —como escribía el propio superior pro-
vincial en 189922era don Antonio Balzario. Fungió a un mismo tiempo
de director o superior de toda la comunidad y de maestro o guía espiritual
de los novicios. Por ello, conviene esbozar aquí su biografía.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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44
EL «NOVICIADO ESPAÑOL»
Tres antiguos novicios (de izquierda a derecha): Juan Toldrá Micola (1880-1962), Felipe Alcántara
Puig (1888-1960) y Ernesto Miglietti Mazucco (1877-1952).
Era un piamontés, nacido en Turín en 1865. De niño, frecuentó las escue-
las que, bajo la alta dirección de Don Bosco y en la misma capital, regen-
taban los salesianos de la Casa Madre. Profesó en la Congregación en
1884, emitiendo los votos perpetuos en manos del propio santo fundador.
Tenía 29 años. Pronto fue a parar como docente al colegio San Juan
Evangelista, donde había un grupo de jóvenes, ya mayorcitos, que se pre-
paraban a la vida salesiana. El superior encargado era don Felipe Rinaldi.
Debió de ser entonces cuando éste descubrió las buenas cualidades que
poseía aquel joven salesiano para trabajar en el cultivo de las vocaciones
eclesiásticas. Y quedó tan satisfecho de su colaboración que, una vez que
vino a Sarria, quiso tenerlo a su lado. Pero no tardó mucho en darse cuen-
ta de que sus ruegos e insinuaciones caían en saco roto. Algo o alguien
se oponían. Y es que, desde el tiempo en que se preparaba a recibir el
sacerdocio (1889), Balzario se sentía enfermo: el corazón y los pulmones
no le respondían. Por tanto, era fuerza dar tiempo al tiempo y esperar a
que la salud quedara restablecida.
Sin embargo, el director de los Talleres de Sarria consiguió interesar en el
asunto al Rector Mayor, cuando éste visitó Barcelona en 189023. De retor-
no, Don Miguel Rúa encontró a Balzario en la casa de Varazze, tratando
de recuperar la salud con los aires benéficos de las costas de la Liguria. Y
le dijo:
—Antonio, ¿sabes que tienes tu nuevo destino en la casa de Barcelona-
Sarriá? Allí te espera don Felipe Rinaldi; ponte en seguida en marcha.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA VIDA DEL SEMINARIO
45
Antonio Balzario, fotografiado
en 1900: primer superior
y maestro de novicios
en Sant Viceng.
Permita que le diga, padre, que si voy a Barcelona seré un hombre inú-
til, porque, según el diagnóstico del médico, tengo ya los pulmones toca-
dos por la tuberculosis.
—¿Qué dices? —respondió el superior—. No hagas caso a estas cosas;
vete tranquilo, porque no sólo no vas a estorbar, sino que te pondrás me-
jor y trabajarás durante muchos años en España.
«Oídas estas palabras —concluye un testigo24—, preparó enseguida el
viaje y llegó felizmente a Sarria».
Pero lo cierto es que, en marzo del año siguiente, 1891, todavía no había
llegado a la casa del padre Rinaldi, que se sentía pesimista y hasta dolido:
«Está visto —le escribía a su confidente de siempre, don Julio Barberis—
que no nos quieren dar a Balzario. Paciencia»25. Pero durante el verano la
situación cambió, porque el director esperaba ya contar con él para orga-
nizar el nuevo curso 1891-1892; pensaba incluso confiarle el cargo de ad-
ministrador y vicario...
Evidentemente era excesivo para un hombre que, aunque joven, estaba
atrapado por la enfermedad. Así es que, durante los cursos académicos
1891-1895, el pobre hizo lo que pudo. De todas maneras es cierto que fue
mejorando poco a poco. Incluso, sin abandonar las obligaciones de la ad-
ministración, se atrevió a hacerse cargo del grupo de novicios que había
en casa, de tal forma que, cuando sonó la hora de tener que organizar el
noviciado de Sant Viceng, el padre provincial pensó espontáneamente en
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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J¿s^t>*tt>s*^¿*<<0t^
Un certificado firmado por A.Balzario en Sarria 1892 (Archivo Instituto Politécnico Salesiano de
Sarria).
él . Y aunque, a última hora, anduvo con algunas vacilaciones —inclinán-
dose también hacia sus compatriotas Vicente Schiralli o José Galbiati27—,
al final se decidió por don Antonio Balzario. Fue un acierto, porque, a pe-
sar de las malas jugadas que le hacía pasar su precaria salud, se convir-
tió, tal como ha quedado indicado más arriba, en la columna imprescindi-
ble de la institución salesiana vicentina. De carácter bondadoso y firme a
la vez, con buenas cualidades de animador y con gran capacidad de
adaptación, se dedicó abnegadamente a su tarea de director y maestro, y
fue aceptado por los superiores, novicios y estudiantes como un modelo
de vida sacerdotal y salesiana28.
Cuando el noviciado volvió a Sarria, Balzario continuó actuando de maes-
tro (1902-1911). Fue en este período cuando le encontró aquel hipercrítico
visitador llamado Pedro Cogliolo, el cual dio contra él un duro informe:
Balzario infundía en sus discípulos una espiritualidad superficial, hinchada
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA VIDA DEL SEMINARIO
47
de devociones externas, pero carente de
un verdadero calado interior, de suerte
que muchos de ellos ya habían fracasado
o habían quedado en las filas salesianas
como sujetos indeseables, holgazanes,
ANTONIO BALZARIO, S. S.
mundanos y demasiado pagados de sí
mismos29. Pero, a pesar de esta valora-
ción tan negativa30, lo cierto es que, cuan-
do el noviciado de Sarria se trasladó a
avisos Sencillos
Madrid-Carabanchel Alto para formar allí
un noviciado conjunto, Antonio Balzario si-
guió ejerciendo de maestro en el nuevo
emplazamiento durante los cursos 1911-
1918. En 1922 le llegó la hora de partir a
dirigidos al Joven Sa-
lesiano recién profeso,
para facilitarle la perse-
verancia en la vocación
tierras de América Central, donde comen-
zó siendo también maestro de novicios y
lo fue por espacio de diez años
seguidos31. Falleció en la ciudad de Santa
Ana (El Salvador) en 1940, a la edad de
76 años. Había sido maestro de novicios
durante más de 30.
Pero el padre Balzario no se marchó del
todo ni de España ni de Barcelona. Parte,
ESCUELA TIPOGRÁFICA SALES1ANA
BARCELONA-SARRIA
al menos, de su doctrina espiritual quedó
aquí, en ese librito titulado Avisos senci-
llos, que publicó en Sarria antes de termi-
nar el año 192032. Sus páginas han servi-
do de alimento a varias generaciones de
salesianos españoles. Hoy han perdido ya
Librito publicado por A.Balzario en Sarria
en 1920 y de gran aceptación entre los jó-
venes salesianos.
buena parte de su sustancia. Porque, de-
jando de lado la cuestión de la originali-
dad33, los cuarenta avisos reflejan una concepción excesivamente pesi-
mista del hombre, una visión fatalista de la salvación y, en fin, una
pedagogía del miedo: enfoques que, aunque quedan suavizados en los
dos apéndices que se incluyen en el libro34, han estado muy difundidos en
la literatura educativo-religiosa de otros tiempos. Pero a pesar de tales de-
ficiencias, de las que el padre Balzario apenas podía librarse, aquí hay
que subrayar que el librito corresponde a las más nobles inquietudes de
su alma de pastor-educador, a esa su santa obsesión por conservar y sal-
var las vocaciones salesianas, a cuyo cuidado dedicó prácticamente su vi-
da entera35.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

5.9 Page 49

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48
EL «NOVICIADO ESPAÑOL»
El quehacer de cada día
La vida que hacían novicios y seminaristas era la propia del seminario
eclesiástico, nacido del impulso reformista del Concilio de Trento (1545-
1563) y remodelado después por las fuerzas de la Restauración Católica
durante el siglo XIX36.
Como seminario salesiano, el de Sant Viceng encontraba sus modelos
próximos de imitación en las casas de formación de Italia ya citadas: San
Benigno Canavese, Foglizzo y Turín-Valsalice37. Las tres, juntamente con
las de Ivrea y Lombriasco (ambas, en la provincia de Turín) formaban co-
mo el centro histórico —o casa central— de todas las demás que funcio-
naban en la Congregación y que, a finales de 1896, pasaban de la veinte-
na. Superados los primeros tiempos de urgencia e improvisación, los
salesianos habían comenzado a pensar seriamente en la organización del
noviciado y del seminario. Y recogiendo la legislación eclesiástica vigente,
las enseñanzas del fundador Don Bosco, las disposiciones que se encon-
traban en los textos oficiales —Constituciones y Deliberaciones de los
Capítulo Generales38y las enseñanzas de la vida práctica, habían publi-
cado ad experímentum un reglamento que, al menos en su primera parte,
estaba destinado a todos los centros formativos de la Congregación:
Regolamento per le case d'ascrizione delta Pía Societá di S. Francesco di
Sales. Litografía Salesiana [Torino 1896]39. A no dudarlo, los 467 artículos
de su contenido sirvieron para orientar el quehacer diario del seminario
salesiano de Sant Viceng y modelar concretamente sus formas de vida.
No se pretende aquí y ahora acometer la historia de los centros salesia-
nos de formación en España —que aún está muy poco elaborada40—, si-
no sólo aportar algunos elementos más relevantes, al objeto de dar a co-
nocer al lector de hoy la vida que se hacía en el de Sant Viceng. Como
hemos de volver al tema en los capítulos cuarto, sexto, séptimo y octavo
nos limitaremos a exponer lo más significativo de cada momento histórico,
procurando evitar las repeticiones innecesarias.
De entrada, resulta ya impresionante la vigencia que, durante tantísimo
tiempo —más o menos hasta los años setenta de nuestro siglo—, han te-
nido en nuestro país las normas y costumbres creadas fundamentalmente
en el Piamonte salesiano del siglo pasado. Aquí radica la importancia del
contenido de las páginas que siguen.
En las cinco casas centrales que hemos nombrado y en las de la periferia
—como la de Sant Viceng—, el horizonte existencia! estaba dominado en-
teramente por la religión, que se manifestaba de diversas maneras, siem-
pre muy relacionadas entre sí según iremos viendo.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

5.10 Page 50

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LA VIDA DEL SEMINARIO
49
Misión y ascesis
Institucionalmente, el noviciado venía a ser un tiempo de probación: el
candidato experimentaba lo que era la vida del instituto religioso y éste
discernía si el candidato era apto o no para asumir las obligaciones co-
rrespondientes. En caso positivo, lo aceptaba como miembro de derecho.
Por tanto, el instituto, por su parte, explicaba cuáles eran los objetivos que
perseguía y los medios de que se servía, y el candidato, por su lado, los
aprendía teóricamente —incluso recitando de memoria los artículos de las
Constituciones41y los practicaba ya de hecho. La escuela del noviciado
aspiraba muy en directo a que el candidato se ejercitara en las virtudes
cristianas, en la vivencia de los votos religiosos —obediencia, pobreza y
castidad—, y en el estilo de vida de la Congregación, en vistas siempre a
capacitarlo para la misión propia de la misma.
Así se comprende que, en Sant Viceng, la tarea fundamental que desem-
peñaba el director o maestro de novicios consistiera, por una parte, en dar
a conocer las Constituciones de la Sociedad Salesiana, los acuerdos to-
mados por los Capítulos Generales, la vida del fundador y los usos y cos-
tumbres tradicionales, sin olvidar, por supuesto, los fundamentos de la vi-
da cristiana que se encuentran en el Evangelio. Esto lo hacía por medio
de frecuentes «conferencias» que entraban de lleno en el tejido vital del
noviciado. Además, por otra parte, se esforzaba para que sus educandos
fueran asimilando y llevando a la práctica todos estos valores.
Para ello, siguiendo la normativa en vigor, el maestro tenía que enseñar-
les también aquellas prácticas que se consideraban de particular impor-
tancia en el noviciado y, sobre todo, en orden al futuro, como la medita-
ción, el examen de conciencia, la confesión o sacramento de la
penitencia, la cuenta de conciencia. El reglamento solía recordar los diver-
sos actos que, según un orden preciso, debían configurar cada una de ta-
les prácticas42.
Y ya que la vida del religioso es la propia de un asceta, debía introducir a
su discípulo por este camino exigente de la renuncia, de la pobreza volun-
taria y de la abnegación. Ya desde los primeros días, el novicio hacía en-
trega de cualquier cosa de valor que tuviera en su poder como un reloj,
una pluma de escribir, una cajetilla de tabaco, una botella de licor, una co-
lección de sellos, un frasco de colonia...Todas estas cosas eran conside-
radas como «inoportunas» o «superfluas». Especialmente se exigía que el
novicio no llevara en el bolsillo «neppure un centessimo» («ni siquiera un
céntimo»)43. Y es que tenía que ser libre, con esa libertad que confiere el
desprendimiento interior. Para ayudar a conseguirlo, el reglamento acón-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

6 Pages 51-60

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50
EL «NOVICIADO ESPAÑOL»
Litografía
Promulgado ya en 1896, este reglamento sirvió para organizar to-
dos los antiguos noviciados salesianos (Archivo Salesiano Central).
sejaba que cada mes, con motivo del Ejercicio de la Buena Muerte, se
cambiaran los puestos en la «iglesia, en la sala de estudio y en el come-
dor» como también los «cargos» o menesteres domésticos que cada uno
desempeñaba44.
Asimismo al novicio se le pedía que se acostumbrara a dominar los senti-
dos, tanto interiores como exteriores con la modestia en el mirar, la tem-
planza en el comer, la moderación en el modo de hablar, la sencillez en el
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA VIDA DEL SEMINARIO
51
porte exterior, la aceptación de las pequeñas mortificaciones de cada día,
el cumplimiento de las normas de buena crianza —del «ga/ateo», como
decía el reglamento en su lengua original italiana—. Y que aceptara con
gusto los humildes quehaceres caseros, haciéndose responsable de la
limpieza, sirviendo a los compañeros en la mesa, etc.
El medio más realista para conseguir tales metas era el cumplimiento
exacto de todos y cada uno de los artículos de las Constituciones y de las
M U PRÁCTICA DE SUS DEBERES
Y EN
LOS EJERCICIOS OE LA PIEDAD CRISTIANA
Seguido del Oficio de la Sma. Fin/en,
jüe las "T-í^craH de todo tla-ño, dtl Ojíelo de Difuntos,
de -unpequeño diálogo sobre la Rdiyión y de
una Colección de Cánticos Sagrados
l'OK. Ef, SACERDOTE
JÜAM BOSCO
FUNDADOR DE LA PÍA SOCIEDAD SALES1ANA
BARCELOXA-SARHIA
TlPUGKAFÍA Y JjLBHKHÍA SALESIANAS
BUENOS AIKES—MONTEVIDEO—ESPECIA ROMA — LUCA
MARÍTIMA—NICTHEROY—TURIN—LILA—MARSELLA
SAN HIER D'AKENA—FLORENCIA.
En este devocionario (ed. 1893), los novicios vicentinos
encontraban abundantes indicaciones para su vida espi-
ritual.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

6.3 Page 53

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52
EL «NOVICIADO ESPAÑOL»
Deliberaciones capitulares. De aquí que la observancia fuera como el aire
que hacía posible la vida del noviciado.
Esto iba unido al amor a la Congregación, que el maestro y sus colabora-
dores trataban de suscitar en los jóvenes, los cuales tenían que apreciar
su vocación como un don de Dios. «Cada uno —recomendaba el regla-
mento— ame con todo el afecto de que sea capaz a la Congregación, la
cual, como madre amorosa, lo regeneró en el espíritu y lo nutre con la le-
che espiritual (...). Goce cuando ella goza, llore cuando ella llora, asu-
miendo como propias las alegrías y las penas de esta madre. Mírela con
ojos de hijo, y soporte con afecto filial esas imperfecciones y miserias de
las que ninguna institución humana se ve libre»45. En esta perspectiva en-
traba la recomendación que se hacía a cada uno: «Todas las mañanas, al
ponerse el santo hábito, lo besará, con el deseo de hacerse digno de lle-
varlo»46.
Este esfuerzo ascético que, en definitiva, miraba a la formación del futuro
religioso dedicado a la acción pastoral, debía ser evaluado constantemen-
te. El autocontrol lo llevaba el mismo sujeto, por medio del examen de
conciencia diario, la confesión semanal, la cuenta de conciencia mensual
y los Ejercicios espirituales, que se tenían al inicio del noviciado, a mitad
del año y al final. Junto a esto, estaba la evaluación que hacían periódica-
mente los superiores sobre cada uno de los novicios, por medio de los es-
crutinios quincenales y trimestrales. En consecuencia, el novicio recibía
las oportunas correcciones. El último escrutinio trimestral revestía particu-
lar importancia. Presidido normalmente por el superior provincial, equiva-
lía, en cierto modo, a las proclamas matrimoniales: los superiores respon-
sables podían recabar informes secretos sobre los candidatos acudiendo
incluso al personal no salesiano; y, de conocer deficiencias graves de al-
gún novicio que le impedían el acceso legítimo a la profesión religiosa, ca-
da uno de los hermanos podía, y debía «en conciencia», denunciarlo ante
la autoridad competente. Únicamente el Rector Mayor estaba autorizado a
aceptar a un candidato en la Sociedad47.
Usos y costumbres
Como ya se ha podido comprobar, todo el costumbrismo del noviciado es-
taba impregnado de este espíritu de piedad, de ascesis, de perfecciona-
miento interior, y se ajustaba al Reglamento de las Casas, que había dado
el mismo Don Bosco y que se quería cumplir estrictamente. Aquí se pue-
den añadir algunos ejemplos más.
Así, las visitas que cada uno hacía voluntariamente a la capilla: la de des-
pués de comer era sobre todo para pedir la perseverancia en la vocación;
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA VIDA DEL SEMINARIO
53
la de después de cenar no tenía asignada una intención preferente. Era
deseo de los superiores que, a ser posible, se hiciera una visita en cada
recreo: «Es mejor que sean numerosas, aunque breves»48. Los círculos
de piedad que organizaban los novicios entre ellos mismos para hablar
sobre cosas espirituales: generalmente aprovechaban el recreo después
de la cena, pero se les recomendaba que no se metieran en asuntos refe-
rentes a la intimidad, porque «el dirigir las conciencias pertenece al direc-
tor, y no a los compañeros»49. El monitor secreto que cada uno se escogía
para que le avisara y le corrigiera fraternalmente: el reglamento veía bien
esta praxis, con tal de que el interesado la pusiera en conocimiento del
superior50. El recreo se quería animado —jugando, paseando—, y evitan-
do los juegos sedentarios, ya que estaba comprobado que resultan «per-
niciosos para la salud del que ya pasa todo el día estudiando»51. Durante
el tiempo de la recreación, no se le permitía a nadie abandonar el patio, a
no ser que, según lo explicado, uno quisiera ir a la capilla. Los educadores
salesianos consideraban el patio como un palestra privilegiada para ejerci-
tar las virtudes, «especialmente la caridad fraterna y la paciencia»52. El
comportamiento en el comedor estaba minuciosamente detallado. En la
comida, después de las oraciones y una vez que todos se hubieran senta-
do, se leían diez versículos del Nuevo Testamento; a continuación venía la
lectura, en la que, «por turno», intervenían todos53; luego, al llegar a los
postres, el presidente de la mesa hacía sonar el timbre para proceder a la
lectura del martirologio; una vez finalizada ésta, los comensales podían
hablar —«moderadamente», según advertía el reglamento54—. En la ce-
na, se procedía de una modo similar. La lectura quedaba suprimida sólo
en las solemnidades, cuando estaba presente algún forastero de nota y
también «en los días de exámenes»55. Durante el curso, el paseo semanal
tenía lugar el jueves por la tarde. Se iba en grupo, con un asistente o res-
ponsable, hacia la montaña o el campo. Porque, para ir a la ciudad se ne-
cesitaba «un permiso especial»56. Dada la tradición salesiana y reconoci-
do el alto valor del teatro educativo, estaba permitido que incluso los
novicios y los seminaristas tomaran parte en las representaciones, tanto
como espectadores como actores. Eso sí, se les recomendaba que man-
tuvieran siempre la decencia en el uso de los atuendos teatrales y que, al
ponérselos, evitaran en lo posible desprenderse de la sotana...57
En fin, para terminar ya esta lista, añadamos que también estaban cuida-
dosamente establecidos los diversos ritos de levantarse y acostarse. Al
despertarse, una vez dada la señal: primero, cada uno respondía en voz
alta con un Deo gratias! (¡Demos gracias a Dios!) a la invitación
Benedicamus Domino! (¡Bendigamos al Señor!); después se santiguaba y
se encomendaba a Dios diciendo, por ejemplo, en su interior «Jesús, José
y María, os doy el corazón y el alma mía», y luego se disponía a lavarse y
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EL «NOVICIADO ESPAÑOL»
vestirse. Al novicio se le había recomendado que, besándola, se pusiera
«pronto» la sotana y que no saliera del dormitorio sin la misma58. Como se
le concedía poco tiempo para arreglarse y hacer la cama, debía andar con
cierta rapidez. Si le sobraban algunos minutos, los podía aprovechar le-
yendo cosas de piedad, pero no otras, «porque le podrían distraer de la
meditación» que iba a hacer inmediatamente después59. Para acostarse,
entraba en perfecto silencio en el dormitorio y, mientras se hacía una lec-
tura piadosa en público, rezaba las fres Avemarias con alguna invocación
a la Virgen Santísima. El reglamento quería que esta lectura fuera breve,
de pocos minutos —porque el dormitorio no era sitio para entretenerse—,
y que concluyera con la invocación Tu autem, Domine, miserere nobis
(Tú, Señor, ten piedad de nosotros), a la cual respondían todos diciendo
con voz clara Deo gratiasl (¡Demos gracias a Dios!). Entonces, «disminu-
yase la intensidad de las luces —prescribía el reglamento—, hasta que la
oscuridad de la noche quede apenas disipada, pero sin que, en ningún ca-
so, se apaguen las luces. Y mejor aún si, apagadas todas las demás, que-
da una lucecita iluminando la imagen de Nuestra Señora»60.
No poseemos documentación suficiente sobre la vida concreta que hacían
en Sant Viceng aquellos novicios y jóvenes estudiantes de filosofía de fi-
nales del siglo pasado y principios del presente. Pero no tenemos que
abrigar la menor duda de que, en la medida que permitían las precarias
condiciones de su casa, trataban de ajustarse a los módulos que hemos
recordado, porque aún durante los años cincuenta y sesenta de nuestro
siglo tales formas de vida tenían plena vigencia en los centros formativos
salesianos. Con ellas se quería plasmar el espíritu del seminario que, en
el caso presente, estaba impregnado de ese humanismo, devoto y ascéti-
co, típico del salesianismo italiano.
La fiesta religiosa
Externamente, la fe cristiana se expresaba, sobre todo, en las llamadas
prácticas de piedad. Y así los salesianos de Sant Viceng todas las maña-
nas asistían a la misa y, juntos, hacían media hora de oración mental o
meditación; por las tardes, y al comienzo de la noche, se reunían de nue-
vo para la oración. Cada semana se acercaban con humildad a recibir el
sacramento de la penitencia. Mensualmente practicaban el Ejercicio de la
Buena Muerte y acudían al superior a dar la llamada cuenta de concien-
cia, sobre la propia situación espiritual en lo tocante al cumplimiento exter-
no de los votos religiosos y de la vida comunitaria. Esto último suponía pa-
ra el padre Balzario un trabajo más que regular, porque tenía que recibir a
todos sin excepción, escucharlos en la intimidad y dar, en consecuencia, a
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA VIDA DEL SEMINARIO
55
cada uno la palabra oportuna que necesitaba. Pero él lo hacía con abne-
gación y perseverancia. Lo atestiguan los informes que llegaban al gobier-
no central de la Congregación. Según éstos, era también fidelísimo en dar
la conferencia quincenal sobre temas formativos. En fin, novicios y profe-
sos hacían todos los años las dos tandas de Ejercicios Espirituales. La te-
mática de los sermones era de corte muy tradicional61.
Esta religiosidad, cultivada así en el esfuerzo silencioso de cada jornada,
estallaba clamorosamente cuando llegaban las fiestas. La falta de locales
adecuados y de medios materiales no les permitía a aquellos jóvenes sa-
lesianos prepararlas con la magnificencia que les hubiera gustado, pero a
través de ellas daban rienda suelta a los sentimientos de su piedad honda
y auténtica, si bien, envuelta a veces en unas formas sencillas y hasta in-
fantiles.
Fuera de las fiestas litúrgicas del ciclo de Navidad y Pascua de la
Resurrección62, las que sobresalían más eran las del Sagrado Corazón de
Jesús —patrono de la casa—, la de la Inmaculada Concepción y la de
María Auxiliadora. Su descripción detallada impregna las páginas del
Boletín Salesiano con una literatura fervorosa, intimista y grandilocuente63.
índices de la piedad mariana venían a ser también, por ejemplo, la capilla
que estaba dedicada a la Virgen Auxiliadora 64, el rezo frecuente del rosa-
rio65, las oraciones que se hacían para obtener de la Santísima Virgen gra-
cias particulares66 y aquellas peregrinaciones que, con alegría y profundo
sentido religioso, organizaba la comunidad a la ermita de Nuestra Señora
del Remei67.
Fuera de las fiestas del año litúrgico, las propias del noviciado y del filoso-
fado eran la de la imposición o vestición de la sotana y la de la profesión
religiosa. Ambas daban su verdadero sentido a la institución vicentina. Y
como ésta se hallaba repleta de vocaciones, los que recibían la sotana o
emitían los votos formaban cada año un grupo bastante numeroso. Así,
por ejemplo, en octubre de 1896, endosaron la sotana salesiana 32, y pro-
fesaron 10; en noviembre del año siguiente, 29 y 14 respectivamente68; en
diciembre de 1900, vistieron la sotana 26 novicios «resueltos todos —es-
cribía el BS— a no abandonar jamás las banderas de nuestro Padre Don
Bosco»69. Lo cual resultaba muy gratificante para don Felipe Rinaldi y de-
más responsables del centro.
La celebración de la jornada festiva incluía habitualmente dos misas por la
mañana, y, por la tarde, el rezo solemne de vísperas y la velada recreati-
va. La música, interpretada o cantada por los mismos salesianos, llenaba
todos los momentos. La comida, en cambio, no solía estar a la misma al-
tura. Y es que aquellos tiempos eran de una austeridad estricta. Pero, en
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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56
El «NOVICIADO ESPAÑOL»
su conjunto, la fiesta y su pedagogía rompían el ritmo monótono de los dí-
as de trabajo, que no eran pocos.
Curiosamente, el asociacionismo piadoso no asumía la forma que era ha-
bitual en las colegios salesianos y se conocía con la denominación de
compañías religiosas—de San Luis Gonzaga, de San José, del Santísimo
Sacramento y de la Inmaculada—, sino otras, como El apostolado de la
oración, lo cual no acababa de convencer al padre provincial: «Esto no lo
veo práctico», decía70.
El estudio
Junto a la formación religiosa, la intelectual. No es que el año del novicia-
do estuviera diseñado en primer término para estudios de envergadura,
porque lo que interesaba allí —tal como ha quedado explicado antes—
era que el postulante a la vida salesiana llegara a conocer y experimentar
ésta con toda perfección. Pero, así y todo, la Congregación le exigía tam-
bién que se aplicara a la vida intelectual. El seminario, en cambio, estaba
proyectado como un período dedicado prevalentemente al estudio y a la
reflexión, no sólo para completar lo aprendido en el noviciado, sino para
adquirir una maduración personal y prepararse al apostolado salesiano.
Hablando en general, el plan de enseñanza que se estableció en Sant
Viceng fue el que ya se intentaba llevar a cabo en Sarria, pero mucho más
perfeccionado y completo.
Con respecto al año de noviciado, el reglamento establecía que los conte-
nidos tuvieran un carácter «sagrado», de forma que sirvieran ante todo
para el fomento de la «piedad» y para adiestrar a los alumnos en el de-
sempeño de los «diversos cargos» que se tienen en la Congregación
Salesiana71. En consonancia con este criterio, se cursaban asignaturas
como el catecismo —que debía explicarse por entero, de modo que se
aprendiera «literalmente»—, la pedagogía —llamada «pedagogía sacra»,
orientada sobre todo al aprendizaje del método catequístico y a la explica-
ción del Reglamento de las Casas—, la historia sagrada —cuyo estudio,
para estar a la altura de «nuestro tiempo», debía hacerse teniendo en
cuenta la historia «profana antigua» y los datos exegéticos y hermenéuti-
cos adecuados72—.
Durante el bienio filosófico, se cursaban los diversos tratados de filosofía73
—preferiblemente redactados y explicados en latín— y las siguientes len-
guas: el latín —en autores tanto «sagrados» como «profanos», si bien és-
tos en textos debidamente «expurgados»74—, el castellano75 y el italiano.
Por supuesto, en esta sección era la filosofía la que daba la «entonación»
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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APPUNTI
tl -OxOf/U/
O-C'Uxx. ü'íoo ¿XooLeíoo -olu O. J/'ixa>HxuX)<X) tió
JJat
jUciC. CrÍulioJjdT TI 5
006848
Los novicios estudiaban la pedagogía especialmente en los escritos
de Julio Barberis (Archivo Salesiano Central).
a toda la escuela; pero, para lograr el debido equilibrio entre la razón y la
fe, había que conectarla con el estudio de los salmos e himnos eclesiásti-
cos, de la liturgia y las ceremonias, del canto gregoriano y la música en
general76.
La lengua italiana, aunque en el ambiente español se estudiaba mucho
menos que el francés, los salesianos, sin embargo, la aprendían de una
forma u otra e, incluso, la practicaban sirviéndose, por ejemplo, de la lec-
tura en el comedor o de las composiciones escritas en las veladas acadé-
micas. Así ocurría en la casa de Sant Viceng77. Don Felipe Rinaldi estuvo
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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EL «NOVICIADO ESPAÑOL»
personalmente empeñado en ese esfuerzo en favor del conocimiento del
italiano entre sus salesianos, en especial entre los más jóvenes. Él mismo
confeccionó «una pequeña gramática», aunque, según dice, «saqueando
por aquí y por allí»78, porque estaba convencido de la utilidad de este
aprendizaje a fin de ponerse fácilmente en contacto con los Superiores
Mayores (todos italianos entonces) y fomentar así, según escribía, «el es-
píritu de familia que reina en nuestra Sociedad»79.
Algo semejante se ha de afirmar con respecto a la enseñanza de la peda-
gogía, que él siempre facilitó y fomentó desde cuando era director en la
casa de Sarria. En la de Sant Viceng esta disciplina la explicaba don
Antonio Balzario, ya en el noviciado, o en el seminario o, según los casos,
en ambas instituciones. Los encargados solían servirse de los escritos del
mismo Don Bosco, del consejero escolástico general, don Francisco
Cerruti, y del director espiritual, don Julio Barberis80. El que esta asignatu-
ra entrara en el plan de estudios es algo muy significativo. Porque la casa
de Sant Viceng no era para formar monjes y ermitaños, sino salesianos,
dedicados vocacionalmente al campo de la enseñanza y la educación81.
Como se ve, se trata, en su conjunto, de una cultura de corte humanístico
—religioso, pedagógico, filosófico y literario—.
La enseñanza de las ciencias físicas y matemáticas estaba ausente del
todo, o casi del todo82. Pero, sin embargo, el reglamento contemplaba las
matemáticas en el cuadro de las asignaturas para el seminario, y reco-
mendaba al profesor que, al menos una vez a la semana, explicara conta-
bilidad y teneduría de libros83.
La música como canto se cultivaba con esmero; la instrumental, en cam-
bio, tropezaba con la falta de medios adecuados: sólo se disponía de «un
mal piano»84.
En cuanto a la parte didáctica y organizativa, los salesianos apostaban
claramente por la escuela activa85, en la que los exámenes semestrales y
finales tuvieran mucho relieve, «incluso con la presencia de examinadores
externos»86.
¿Cómo hay que valorar el nivel y el rendimiento académico del centro de
estudios? Por un lado, el ambiente era bueno. La gente se aplicaba al tra-
bajo intelectual con esfuerzo y perseverancia. Don Ramón Zabalo, a quien
no le faltaban arranques poéticos, hacía esta descripción en 1897:
«Semejantes a la industriosa abeja que se afana en fabricar sabrosa miel,
así nuestros estudiantes, en el silencio del aula, hacen acopio de
ideas...»87. Pero, por otro lado, las limitaciones más graves provenían de
la escasa preparación de los alumnos, la ausencia de medios didácticos,
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA VIDA DEL SEMINARIO
59
la penuria permanente y la falta de profesores bien preparados: «Algunos
son muy flojos», reconocía el padre provincial88. Admitamos en descargo
que, en aquella época, se tenía que improvisar todo; todo era provisional.
La vida se echaba encima, y apenas había posibilidad de reaccionar a
tiempo.
La piedad y el estudio, entendidos en sentido amplio, eran los factores
más visibles que, día tras día, iban marcando los ritmos y modelando las
formas de vida. Pero se daban también otros elementos que influían en
que el noviciado y el seminario fueran lo que tenían que ser: un tiempo de
«prueba», tal como se expresaban las Constituciones de la Sociedad
Salesiana entonces en vigor89. He aquí algunos de estos elementos.
El apostolado
En la casa Font, convertida en noviciado-seminario salesiano, se llevaba
totalmente un régimen de internado, tanto por parte de los novicios como
de los estudiantes de filosofía. Los que residían en ella apenas tenían
contacto alguno con el exterior, ni éste se asomaba al interior, porque la
huida del mundo —la fuga mundi— aparecía como un valor imprescindible
para el recogimiento, la reflexión, la oración y el estudio. Venía a ser una
expresión clara y rotunda del esfuerzo ascético y del desprendimiento in-
terior. Por norma, el novicio no salía de casa sin permiso y sólo excepcio-
nalmente podía visitar a la familia; no leía periódicos ni revistas, con hu-
mildad entregaba y recibía la correspondencia epistolar siempre abierta.
En un palabra, no se relacionaba con ninguno que fuera extraño al mismo
noviciado90. Y otro tanto le acontecía al estudiante de filosofía. Se daba,
con todo, alguna que otra excepción, como cuando novicios y seminaris-
tas, revestidos de roquete, asistían todos los años a la procesión del
Corpus en el pueblo91.
Tal vez por una radicalización en esta praxis o por falta de medios mate-
riales, lo cierto es que el oratorio festivo o esplai dominical no se abrió
hasta el mes de mayo de 190292. Entonces los salesianos tuvieron una
apertura al vecindario y un medio excelente de formación en el apostola-
do, sintonizando así mejor con el reglamento, el cual veía «útil» el que in-
cluso el noviciado salesiano —no digamos el seminario— tuviera anejo un
esplai, «a fin de que los novicios puedan aprender a dar el catecismo»93.
Con ello, además, se dieron a conocer y se hicieron apreciar. Los comien-
zos, efectivamente, fueron optimistas. Los niños de Sant Viceng participa-
ban de buena gana en las actividades y, con su alegría y gusto artístico,
contribuían a la animación de las fiestas. Pero la iniciativa duró poco: ter-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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EL «NOVICIADO ESPAÑOL»
minó con el curso 1902-1903, cuando ya no hubo seminaristas que lo
mantuvieran94.
Pobres y alegres
El texto constitucional de la Sociedad recomendaba al maestro de novi-
cios y al superior de los seminaristas que, aunque sin caer en extremis-
mos, inculcaran a los alumnos «la mortificación de los sentidos externos y
especialmente la sobriedad»95. Pero en relación con este último punto, lo
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Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA VIDA DEL SEMINARIO
61
que ocurría era que apenas había ocasión de practicarlo, porque venía
impuesto automáticamente por las circunstancias: «Se economiza en to-
das las cosas —escribía el superior provincial—, gracias a la falta que hay
de medios». Y don Antonio Aime, sucesor de don Felipe en Barcelona,
hombre austero y exigente, atestiguaba por su parte: «En cuestión de
ahorro no se puede pedir más»96. Así vivían aquellos salesianos de hace
Cuaderno con los sermones escritos de propia mano por don Felipe fíinaldi para
una tanda de Ejercicios Espirituales en el noviciado (Archivo Salesiano Central).
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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EL «NOVICIADO ESPAÑOL»
Illillil!
un siglo: en una penuria permanente97. No pueden ser más significativas
las palabras que, ya en 1896, mandaba imprimir el padre provincial en los
papeles de carta que se usaban en la casa de Barcelona-Sarriá:
«Nuestros novicios piden cada día al Sagrado Corazón de Jesús —bajo
cuyo amparo está su casa de Sant Viceng deis Horts— que se digne ha-
cer presente a un alma bienhechora que ellos aguardan el pan necesario
para vivir y un lugar para albergar a otros muchos compañeros que solici-
tan el ingreso con el único fin de santificarse y trabajar después para la
pobre juventud obrera y desvalida». Tal era la filosofía que fundamentaba
aquella institución, levantada por el celo sacerdotal y salesiano del que
hoy veneramos como beato Felipe Rinaldi. Pero si todo esto podía ser
edificante desde el punto de vista ascético, no lo era desde el práctico,
pues suponía una grave limitación para la salud, el estudio, el apostolado
y la alegría de la vida.
A pesar de todo, como ésta brota de la tierra buena del corazón humano,
los jóvenes salesianos de Sant Viceng sabían estar alegres. Prueba de
ello eran las frecuentes fiestas religiosas que organizaban y en las que se
servían del canto y de las representaciones teatrales para exteriorizar su
satisfacción interior98. Este talante de serenidad y buen humor conectaba
con el espíritu salesiano que los jóvenes aprendían directamente de ma-
nos de sus maestros. El entusiasmo que sentían por Don Bosco y la ad-
hesión que manifestaban a los Superiores Mayores —don Pablo Albera,
don Julio Barberis, don Francisco Cerruti— no tenían límites99. Desde lue-
go, por el Rector Mayor hubieran dado la vida. Don Miguel Rúa los visitó
los días del 13 al 15 de febrero de 1899100. Al terminar el año, en la felici-
tación que le enviaron con motivo de la Navidad, recordaban con fuerza
los sentimientos que entonces habían brotado de su alma: «Se lo prometi-
mos entonces y ahora le reiteramos la promesa: somos y siempre quere-
mos ser sus hijos más amantes»101. Tal como se ha apuntado en páginas
anteriores, el amor a la Congregación, la práctica del sistema educativo
salesiano y la confianza con los superiores eran puntos concretos en que
solía insistir el maestro de novicios102. Pero el gran animador del salesia-
nismo era, sin duda alguna, el padre provincial, don Felipe Rinaldi, el cual
asumía la alta responsabilidad de la manutención y de la buena marcha
de la casa, visitaba con frecuencia la misma, procuraba estar presente en
todas las fechas significativas, se hacía cargo con gusto de pláticas y ser-
mones... Los jóvenes salesianos recordaban cómo les hablaba —«con un-
ción», «con sencillez y ternura»— y cómo los enfervorizaba al tratar del
Corazón de Jesús, de María Auxiliadora, de Don Bosco... Indudablemente
el actual beato Felipe Rinaldi fue el primer apoyo de la institución
vicentina103.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA VIDA DEL SEMINARIO
63
Ermita de Nostra Senyora
del fíemei, en 1945 (Foto
de Francesa Siñol i
Bonells).
En medio, pues, de las diversas circunstancias que acaban de señalarse,
¿cumplió con su misión la casa salesiana de Sant Viceng? Atendiendo a
la documentación que se tiene a mano, hay que responder que sí. Allí hu-
bo un ambiente religiosa y educativamente válido: «En general —comuni-
caba a Turín el maestro de novicios a comienzos del curso 1898-1899—,
los nuevos que han venido son también buenos y están llenos de buena
voluntad»104. Esta actitud de base suplía con creces las dificultades y defi-
ciencias que podían surgir y que de hecho surgían.
Por otra parte, la institución salesiana gozaba sin duda del aprecio de la
población. Tanto que, en 1900, siendo alcalde Josep Aymerich i Ros, el
Ayuntamiento acordó dedicar una calle a Dom Sosco105, denominación
que permaneció invariable durante el período de la guerra 1936-1939.
Esta calle hoy es conocida como la de Sant Joan Sosco106.
Por tanto, la casa salesiana no murió por ningún cáncer interno ni por falta
de un ambiente popular, sino por un trauma producido desde otra parte.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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64
EL «NOVICIADO ESPAÑOL»
LA DISPERSIÓN Y EL OCASO
El 18 de febrero de 1901 moría en Turín don Domingo Belmonte, vicario
del Rector Mayor y administrador general de la Sociedad Salesiana107.
Para darle un sucesor, don Miguel Rúa pensó en el provincial de España y
Portugal: don Felipe Rinaldi comenzaría a residir en Turín, pero conser-
vando la titularidad del cargo que había tenido hasta entonces; si el
Capítulo General siguiente no lo confirmaba en el nuevo cargo, volvería a
la Península Ibérica sin necesidad de ningún nombramiento. Mientras tan-
to y por el momento, aquí se pondrían dos viceinspectores o viceprovin-
ciales... Los consejeros del Rector Mayor no tuvieron nada que objetar108 y
tampoco el interesado que, obedeciendo las normas que le señalaba el
padre Rúa109, se marchó de Sarria sin decir nada a nadie y llegó a la casa
madre de Turín el día 22 de marzo.
1902
Las tres «provincias» o «inspectorías» salesianas configuradas en 1902: la
Céltica (Madrid), la Botica (Sevilla) y la Tarraconense (Barcelona). División que
estuvo en vigor hasta 1954.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA DISPERSIÓN Y EL OCASO
65
En consecuencia y de acuerdo con el parecer del nuevo vicario general, la
inspectoría llamada hasta entonces «Ibérica» o «Española» quedó dividi-
da no en dos, sino en tres inspectorías o provincias: la del Este o
Tarraconense, bajo la advocación de la Madre de Dios de la Merced; la
Céltica, bajo la de San Fernando y la Bética, bajo la de María Auxiliadora.
La primera tendría como viceprovincial a don Antonio Aime, con sede en
Barcelona-Sarriá; la segunda, a don Ernesto Oberti, con sede en Madrid;
la tercera, a don Pedro Ricaldone, con sede en Sevilla110. Así quedaron las
cosas en abril de 1901111. En consecuencia, la casa de Sant Viceng co-
menzó a tener un nuevo superior en la persona del padre Aime 112. Pero el
curso 1901-1902 comenzó con absoluta regularidad.
Sin embargo, la situación cambió pronto. Porque el IX Capítulo General,
celebrado en Turín del 1 al 15 de septiembre de 1901113, acordó solicitar
de la Santa Sede la erección canónica de las inspectorías o provincias
que, aunque ya estaban establecidas y funcionando de tiempo atrás, les
faltaba sin embargo este requisito. La Congregación romana de Obispos y
Regulares concedió el favor que se pedía por medio del decreto del 20 de
enero del año siguiente. A partir de esta fecha en la España salesiana co-
menzó a haber tres provincias canónicamente erigidas, y por disposición
del Rector Mayor, los tres viceprovinciales mencionados pasaron a ser le-
gítimos superiores ordinarios, en plenitud de poderes: Aime, en la
Inspectoría «Catalana»; Oberti, en la «Castellana» y Ricaldone en la
«Andaluza», según la terminología de la época 114.
En consecuencia, no tardó mucho en aparecer la apetencia natural de las
nuevas circunscripciones: cada una quería tener su noviciado dentro del
propio territorio. Ya en el curso 1902-1903, la Inspectoría de Sevilla tuvo
sus novicios en la misma capital (casa de la Santísima Trinidad)115; la de
Madrid, en Villaverde de Pontones (Santander)116 y la de Barcelona, en
Sarria117. Cada uno de estos noviciados era tanto para los estudiantes
(clérigos) como para los coadjutores (laicos). Por tanto durante ese curso
del 1902 al 1903 en la casa de Sant Viceng ya no hubo novicios, sino sólo
estudiantes de filosofía118. Los superiores de Turín no se habían opuesto a
la dispersión, sino que habían concedido los permisos pertinentes. Es así
cómo se suprimió de hecho el noviciado abierto en Sant Viceng en 1895.
Pero aún quedaba el seminario interprovincial. Inició el curso 1902-1903
con bastante normalidad, bajo la dirección del profesor Anastasio
Crescenzi, ya que el padre Balzario, según dejamos constancia al presen-
tar su figura, se había trasladado a Sarria para atender allí a los novicios.
En teoría al menos, los Superiores Mayores pensaban mantener aquel
centro, y así, el vicario general daba al provincial de Barcelona algunas
sugerencias para asegurar su mantenimiento económico119. Pero don
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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66
EL «NOVICIADO ESPAÑOL»
El piamontés Antonio Aime, primer provincial de la Tarraco-
nense (1901-1903) (Archivo Martí-Codolar).
Felipe desconocía entonces (primeros días del mes de septiembre, 1902)
lo que estaba ocurriendo o lo que estaba a punto de ocurrir: el vaciamien-
to progresivo también del seminario, porque los nuevos superiores provin-
ciales se resistían a dejar allí a los estudiantes. Tanto que el director esta-
ba en paro forzoso, y, aburrido, manifestaba deseos de marcharse de
Sant Viceng... Una vez informado de todo, el vicario general reaccionó con
fuerza: «Por lo visto, se trata de destruir el seminario —escribía al padre
Aime—. El Consejo General se ha disgustado contra todos los provincia-
les de España, porque, al sacar a los clérigos de Sant Viceng, estáis
echando a perder su formación, precisamente cuando más la necesitan, y
preferiría que disminuyerais vuestras obras de apostolado e hicierais estu-
diar más a los jóvenes salesianos». Y dirigiéndose al propio Aime, añadía:
«En este asunto te toca también tu parte, porque resulta que sólo has de-
jado cinco y aún andas con amenazas de reducir su número al mínimo, a
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LA DISPERSIÓN Y EL OCASO
67
pesar de que sean los menos dotados para el estudio. Claro que ya ha-
béis experimentado las consecuencias con ese personal que tenéis, tan
poco instruido, y aún las sufriréis más en el futuro». Rinaldi concluía justifi-
cando su intervención: «Tengo el encargo de escribir a todos los provin-
ciales en este sentido, poniéndoles al corriente de la desaprobación por
parte del Consejo General»120. A pesar de todo esto, lo cierto es que los
superiores provinciales no tuvieron el coraje de salvar la vida del semina-
rio, que murió con el curso escolar 1902-1903.
En el verano de este último año, le anunciaron al padre Aime que había
sido nombrado provincial de Colombia y que debía pensar en preparar el
viaje121. Le sucedió en el cargo el padre Manuel Benito Hermida122. Más o
menos entre ambos, ultimaron la distribución del personal para el curso si-
guiente 1903-1904. En la casa de Sant Viceng les bastó poner a alguien
que, simplemente, hiciera acto de presencia, porque el nido estaba ya va-
cío...
NOTAS
1 Cf M.LASAGA, D. Ramón Zabalo. Maestro, comerciante, religioso y sacerdo-
te. Aportaciones para una historia de la Pía Sociedad Salesiana en España.
SEI, Madrid 1946, 68.
2 Carta al Rector Mayor desde Barcelona-Sarriá 18-X-1895. En el Archivo
Salesiano Central. Roma (=ASC), A 379 Rinaldi.
3 Es lo que da a entender la circular enviada por el padre inspector a los seño-
res directores de las casas de España y Portugal con fecha 15-X-1895: Ibid.
4 Boletín Salesiano (=BS), febrero 1896, 43.
5 Cf E.CERIA, Annalidella Societá Salesiana, II (SEI, Torino 1965) 665.
6 Lo consideró como uno de los «frutos consoladores» que le dejaba el año
1895. Lettere edificanti, n. 33 (2-VH-1896), en Lettere circolari di Don Michele
Rúa aisalesiani. Tip. S.A.I.D. «Buona Stampa», Torino 1910, 449.
7 Cf BS, enero 1896, 2.
8 Carta desde Sant Viceng 21-X-1896: ASC, A 375 Rinaldi.
9 Carta circular desde Sant Viceng a los directores de las casas de España y
Portugal con fecha 15-X-1895: Ibid.
10 Al iniciarse el segundo curso (1896-1897), el padre provincial manifestaba su
satisfacción «por el interés que han tenido los directores de nuestra
Inspectoría de impulsar y sostener el noviciado. Casi todos —añadía— han
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EL «NOVICIADO ESPAÑOL»
contribuido enviando nuevos novicios, y todos han dado su aportación (...).
Esto me consuela y consuela también a nuestro queridísimo superior, don
Miguel Rúa, porque se ve que hay espíritu de solidaridad y que el amor a la
Congregación es mayor que a la propia casa» (Carta al superior de los sale-
sianos de Braga, don Luis Sutera, desde Barcelona-Sarriá 9-X-1896: ASC, A
379 Rinaldi).
11 Por ejemplo, en Sant Viceng se hicieron salesianos los presbíteros Lorenzo
Civera Freiré y Federico Pareja Mesa; el primero era aragonés, el segundo
había nacido en Ceuta.
12 Como José Artacho Artacho, José Caballero Arroyo, Juan Caballero
Domínguez, Joaquín Pérez Hernández, Ignacio Pérez Muñoz.
13 Como Lorenzo Civera Freiré (ya citado) y Mariano Lacasa Pérez.
14 Como Esteban Aguilón Aguiano, José Santos Cuesta Ibáñez, Eladio López
Pacheco, Miguel Salgado Corral, Miguel Sánchez Fraile.
15 Como los hermanos Conde Conde (Daniel y Luis) y José Saborido Cid.
16 Como Ernesto Armelles Pallares.
17 Como Eusebio Echalecu Hermosilla y Esteban Larumbe Ollacarizqueta.
18 Como Sebastián Pastor Parera.
19 Como Francisco Taibo Milo.
20 Consultar los Elencos (Societá di S.Francesco di Sales. Antico continente) co-
rrespondientes a los años 1896-1903.
21 De intentar demostrarlo en este lugar, iríamos demasiado lejos. Pero el lector
puede ojear por su cuenta las monografías que han ido apareciendo en los úl-
timos años en torno a las fundaciones salesianas españolas (Trabajos de
J.L.Bastarrica, J.Borrego, J.Díaz Cotán, A.Díaz Rivas, A.Martín González).
22 Carta a Julio Barberis desde Barcelona-Sarriá 4-1-1899: ASC, A 375 Rinaldi.
23 Cf R.ALBERDI, Els salesians al barrí de Sant Antoni. Barcelona 1890-1990.
Casa salesiana de Sant Josep, Barcelona 1994,11-19.
24 Don Ángel Torres, que firma la carta mortuoria del padre Balzario en la ciudad
de Santa Ana (República de El Salvador), 31-VIII-1940.
25 Carta desde Barcelona-Sarriá 9-111-1891: ASC, A 375 Rinaldi.
26 Ver carta a Barberis, desde Barcelona-Sarriá 16-11-1895: Ibid.
27 Ver carta a Barberis desde Barcelona-Sarriá 2-111-1895: ASC, A 375 Rinaldi.
Carta a Rúa desde Barcelona-Sarriá 9-VII-1895: ASC, A 379 Rinaldi.
28 Cf J.L.BASTARRICA, Don Enrique Sáiz, 40-41.
29 Ver la visita extraordinaria 1908-1909: ASC, F015 Spagna-Barcellona.
30 Pedro Cogliolo era sin duda un hombre de prestigio ante las autoridades y
personal externo. Pero apenas consiguió hacerse amar por los salesianos por
que, entre otras cosas, tenía una idea demasiado severa de la disciplina y ob-
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NOTAS
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servancia religiosas, que para él constituían casi una obsesión. La nota bio-
gráfica que trae el Dizionario biográfico del Salesiani, Torino [1969], 89, está
redactada en términos excesivamente laudatorios.
31 Ayagualo, república de El Salvador, 1922-1932.
32 Avisos sencillos dirigidos al Joven Salesiano recién profeso, para facilitarle la
perseverancia en la vocación. Escuela Tipográfica Salesiana, Barcelona-
Sarriá[1920].
33 Mucho se ha dudado de tal originalidad, ya que la obrita estaría inspirada en
alguna publicación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, aunque el au-
tor advierte al lector que «todo lo que te expongo está sacado, o de la palabra
misma de Dios, o de la enseñanza de los santos, o es fruto de una larga expe-
riencia» (pág.VI).
34 El primero lleva como título Algo sobre la «Vida interior» (págs. 165-173) y el
segundo Explicación de la verdadera devoción a María Santísima, o sea de la
Esclavitud Mariana (págs. 173-200).
35 Algunas aplicaciones a la vida salesiana en las págs. 29, 141-144, 150-154.
Hacia 1950 ya no se difundía esta obrita «que se entregaba al salesiano que
salía a las casas, para hacer sus primeras armas en la vida de apostolado».
Fue sustituida, hasta cierto punto, por otra titulada La jornada santificada,
«propuesta a las almas que se dedican al apostolado preferentemente educa-
tivo, por un salesiano» (Librería Salesiana, Barcelona 1951). Es muy posible
que, a pesar de esta presentación, sea sustancialmente una traducción al cas-
tellano del libro de L.ROUZIC, La giornata santificata, que había sido reco-
mendado por los superiores. Ver F.SÁNCHEZ, Circular, n. 13 (diciembre
36 Cf Dictionnaire de spiritualité, XI (Beauchesne, Paris 1982) cois. 483-495.
37 Ver las notas 5, 22 y 29 del primer capítulo.
38 El primero tuvo lugar en 1877. Los siguientes, hasta el 1904, se sucedieron
cada tres años. Breves noticias en DICASTERO PER LA FORMAZIONE, Per
una lettura di Don Sosco. Percorsi di storia salesiana. Roma [1989], 170-269.
(Sussidi/3. Pro-manuscripto).
39 El Rector Mayor, don Miguel Rúa, lo promulgaba con la indicación «fiesta de
la santa Navidad 1896». Son 144 páginas. En este estudio lo citaremos breve-
mente por Regolamento 1896.
40 Fue gratamente acogido por los salesianos el trabajo de A.DÍAZ, Los salesia-
nos en Campello. 1907-1982. Inspectoría Salesiana de San José, Valencia
1983. Págs. 375. Esta casa alojó durante muchos años a aspirantes y estu-
diantes de teología.
41 Cf Regolamento 1896, n. 70.
42 Para la meditación, cf números 285-289; para la lectura espiritual, 303-307.
43 Regolamento 1896, 140.
44 lbid.,329.
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EL «NOVICIADO ESPAÑOL»
45 te/tí., 219.
46 tó/d.,213.
47 Ibid., 82-86.
48 te/tí. ,313.
49 to/cf.,316.
50 /jb/cf.,318.
51 lbid.,383.
52 te/e/., 386.
53 to/cf., 398.
54 to/cf., 399.
55 /fc/c/., 403. Ver también los números 451-456.
56 Ibid., 150.
57 Para ello, lo más fácil era poner en escena argumentos relativos a la época ro-
mana, en la que se usaba la túnica... y en la que tuvieron lugar las gestas he-
roicas de los mártires cristianos de los primeros siglos. Ibid., 423.
58 Ibid., 273.
59 Ibid., 275.
60 Ibid., 284.
61 Tenemos a mano los esquemas de las conferencias que el padre Rinaldi pre-
paró, en fecha difícil de precisar, para una tanda de Ejercicios Espirituales en
Sant Viceng. Ver el cuaderno n. 30, ASC, A 382 Rinaldi. Las fuentes literarias
del conferenciante son, además de la Biblia, las Constituciones de la Sociedad
Salesiana y las Deliberaciones de los Capítulos Generales, el Reglamento del
noviciado (cuyo contenido conocemos ya bastante) y los escritos ascéticos del
jesuíta Juan Bautista Scaramelli (1687-1752), que llegaron a tener una gran
aceptación. Cf Dictionnaire de spiritualité, XIV (Beauchesne, Paris 1990) cois.
396-402.
62 Cf BS, junio 1897, 159.
63 Cf ES, octubre 1896, 225; agosto 1897, 212; febrero 1901, 48-50; noviembre
1902, 306; febrero 1903, 53-54.
64 La entronización de la pequeña imagen tuvo lugar el 23-X-1898. Según expli-
ca uno de los novicios, el cuadro pintado que tenían antes sobre el altar resul-
taba insuficiente «para saciar nuestra devoción y cariño hacia la que tanto
amamos», es, marzo 1899, 74.
65 «Si no fuera abusar de su bondad —escribía el mismo padre-maestro a don
Julio Barberis—, quisiera pedirle también algunos rosarios de los que tienen
muchas indulgencias, porque estos muchachos me los piden así y yo no tengo
ni uno para darles». Carta desde Sant Viceng 4-X-1898: ASC, F 557 Sant
Viceng deis Horts (Barcellona-Spagna).
66 Cf es, agosto 1900, 220; noviembre 1902, 301.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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NOTAS
71
67 Cf BS, enero 1897, 17. Noticias sobre el lugar en: JAIME ARMENGOL, A/oías
históricas sobre la ermita de Nuestra Señora del Remei, de Mas Vila.
Barcelona 1948.
68 Ver carta de Rinaldi a Barberis desde Sant Viceng 21-X-1896: ASC, A 375
Rinaldi. Y también BS, enero 1897, 16-17; enero 1898, 20-21.
69 Febrero 1901, 48-50.
70 Rendiconto 1899-1900.
71 Regolamento 1896, 70,102-117.
72 Ver Regolamento 1896, 70, 102-117.
73 Profesores: Adolfo Deguglielmi, Anastasio Crescenzi, José Manfredini y
Baldomero Vidal. En marzo de 1897, al acabar su visita a Barcelona, el conse-
jero escolástico general, don Francisco Cerruti, dejaba como recuerdo a ma-
estros y estudiantes un breve escrito en que recalcaba el interés que ofrecía el
estudio de la Teología, la Filosofía y el Latín. Entre otras cosas, llamaba a la
Filosofía «la primera de las ciencias humanas» y ponderaba la importancia
que había que dar a la lógica menor, singularmente al capítulo referente al ra-
ciocinio. Cf Ricordo affettuoso, con una presentación de don Felipe Rinaldi.
Sarria, 20 de marzo 1897.
74 Profesores Francisco Águila y Honorato Zoccola.
75 Con los profesores Adolfo Castro, Adolfo Toro y Ramón Zabalo.
76 Regolamento 1896, 102-117.
77 El primer volumen de Memorie Biografiche di Don Giovanni Bosco apareció en
1898 y fue sin duda objeto de lectura comunitaria.
78 Carta a Francisco Cerruti desde Barcelona-Sarriá 16-VI-1899: ASC, A 376
Rinaldi.
79 Circular a los salesianos desde Barcelona-Sarriá, Solemnidad de Todos los
Santos 1896.
80 «Le agradezco mucho el tomo de pedagogía que me ha enviado. Ya tengo
completa la obra y este año —era el comienzo del curso 1898-1899 cuando
Balzario escribía a Barberis— podré explicarla bien, tanto a los novicios como
los estudiantes de filosofía». Y en otra carta le añadía: «Puedo decirle que es-
te trabajo suyo gusta mucho a los jóvenes (también a mí, por supuesto), los
cuales han comenzado a estudiarlo con empeño». Cartas desde Sant Viceng
deis Horts 4-X-1898 y 24-11-1899 respectivamente: ASC, F 557 Sant Viceng
deis Horts (Barcellona-Spagna). El año anterior había aparecido, en cinco par-
tes, el trabajo de G.BARBERIS, Apunti di pedagogía sacra, esposti agli Ascritti
della Pía Societá di S.Francesco di Sales. Litografia Salesiana [Tormo] 1897.
Entre los más antiguos de F.CERRUTI, Le idee di D. Bosco sull'educazione e
suH'insegnamento e la missione attuale della scuola. Tipografía e Librería
Salesiana, S.Benigno Canavese 1886.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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EL «NOVICIADO ESPAÑOL»
81 Cf J.M.PRELLEZO, // sistema preventivo riletto dai primi salesiani, en
Orientamenti Pedagogici, 36 (1989) 1, 41.
82 Ver carta de Rinaldi a Cerruti desde Barceloa-Sarriá 16-VI-1899: ASC, A 376
Rinaldi.
83 Y que esto lo hiciera «prácticamente». A los salesianos les interesaba rodear-
se de buenos administradores y contables. Ver Regolamento 1896, 112.
84 85, diciembre 1897, 316-317.
85 «Cada mes asígnese un trabajo de filosofía, una composición escrita al menos
cada quince días, y cada semana dos versiones». Regolamento 1896, 375.
86 Ibid., 374.
87 8S, julio 1897, 181.
88 Rendiconto dell'lspettoria al Rettor Maggiore. Ispettoria Spagnuola. Casa di
Sant Viceng deis Horts 1899-1900.
89 Aprobadas por Pío IX el 3-IV-1874. Ver el capítulo titulado De los novicios.
90 Ver, por ejemplo, Regolamento 1896, 142, 150, 255.
91 Cf BS, agosto 1897, 212.
92 Cf eS, julio 1902, 196-197.
93 Regolamento 1896, 3.
94 Cf es, noviembre 1902, 306-307; febrero 1903, 53.
95 Constituciones de 1874, cap. De los novicios, n. 6.
96 Rendiconto 1899-1900, Rendiconto 1901-1902.
97 Cf es, abril 1897, 100; mayo, 130-131; octubre, 262; diciembre, 316-317.
98 Por ejemplo, en agosto de 1902 pusieron en escena el drama calderoniano La
vida es sueño, «reducido para hombres solos» del escritor y cooperador sale-
siano Modesto Hernández Villaescusa. Cf es, noviembre 1902, 307.
99 Cf es, enero 1897, 16-17.
100 Cf es, mayo 1899, 124-127.
101 ASC, F 557 Sant Viceng deis Horts (Barcellona-Spagna).
102 Cf A.BALZARIO, Avisos sencillos..., 29, 141-144, 150-154.
103 En ocasiones, el trabajo que ello le ocasionaba le resultaba preocupante:
«Este año —le escribía al director de la casa de Braga, Luis Sutera—, no sa-
bemos cómo tirar adelante con el noviciado de S. Vicens [sic]. Son 60 y las
ayudas que llegan sólo pueden cubrir la mitad de las necesidades. Como tuve
que estar fuera todo el año, no pude reunir nada para esa pobre casa.
Permíteme, pues, que, antes que nada, cumpla con mi obligación de atender
a la formación y manutención del personal salesiano». Carta desde
Barcelona-Sarriá 28-VI-1898: ASC, A 379 Rinaldi.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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NOTAS
73
104 Carta a Julio Barberis desde Sant Viceng 4-X-1898: ASC, F 557 Sant Viceng
deis Horts (Barcellona-Spagna).
105 La que «se construye a la parte poniente de la indicada de San Miguel, a partir
del camino que se dirige a la pedrera de don José Reverter hasta la puerta
principal que da entrada al colegio de la comunidad de los PP. Salesianos»
(Ayuntamiento de Sant Viceng deis Horts, acta correspondiente a la sesión del
14-IV-1900).
106 También se llama así el torrente Pas del Llop, que venía a ser el antiguo cami-
no que se dirigía «a la pedrera de don José Reverter». La ferrovía obligó a in-
troducir algunas modificaciones en este paraje.
107 Cf ES, febrero 1901, 60; marzo 1901, 64.
108 Ver la sesión correspondiente al 28-11-1901, en Verbal! I, fol. 188: ASC, 0592.
109 Ver carta desde Turín 1-111-1901: ASC, 9. 131 Rúa.
110 Ver carta circular de Miguel Rúa, Turín 25-IV-1901, en Lettere circolari di Don
Michele Rúa ai salesiani. Direzione Genérale delle Opere Salesiane, Torino
1965, 302-311. También J.BORREGO, Cien años de presencia salesiana en
Sevilla-Trinidad. 1893-1993. Historia de una crónica vivida. Escuelas
Salesianas-Trinidad, Sevilla 1994, 219-220.
111 Ver también la circular que don Felipe Rinaldi dirigió a los salesianos de la an-
tigua provincia ibérica con fecha 1-V-1901, en J.BORREGO, o.c., 219-220.
112 Cf R.ALBERDI, Els salesians al barrí de Sant Antoni. Barcelona 1890-1990.
Casa salesiana de Sant Josep, Barcelona 1994, 81-84.
113 Cf E.CERIA, Annalidella Societá Salesiana, III (SEI, Torino [1945]) 144-145.
114 Ver las cartas circulares del Rector Mayor desde Turín, con fecha 19-111-1902
y Navidad del mismo año, en Lettere circolari..., 312-329, 330-347.
115 Ver la sesión del Consejo General correspondiente al 25-VI-1902, en Verbal!,
I, 200r: ASC, D 869. También J.BORREGO, Cien años de presencia salesiana
en Sevilla-Trinidad..., 243.
116 Cf A.MARTÍN GONZÁLEZ, Historia de la casa de Carabanchel Alto.
Inspectoría «San Juan Bosco», Madrid 1984, 51.
117 En fuerza del mencionado decreto del 20 de enero de 1902, habían recibido la
aprobación canónica los dos noviciados que ya funcionaban de tiempo atrás:
el de Sant Viceng (clérigos) y el de Sarria (coadjutores o laicos).
118 Cf ES, febrero 1903, 53-54.
119 El padre Rinaldi calculaba que el gasto por persona sería de 35 a 40 pesetas
mensuales. Ver carta desde Turín 8-IX-1902: ASC, A 375 Rinaldi.
120 Carta desde Turín 27-X-1902: Ibid.
121 Ver carta de Rinaldi desde Turín 21-VII-1903: Ibid.
122 Tal como se lo comunicaba don Felipe en carta desde Turín 19-IX-1903: ASC,
A 377 Rinaldi.
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3. EL TÚNEL DEL TIEMPO
Como se acaba de explicar, la casa salesiana no se cerró por un acto po-
sitivo de la autoridad, sino por un proceso de desmantelamiento: los res-
ponsables de cuidarla y gestionarla sacaron, primero, el noviciado (1902)
y luego el seminario (1903), que eran los organismos básicos de la institu-
ción. Activaron este vaciamiento las mismas fuerzas de la Sociedad
Salesiana, en un momento en que su estructura organizativa en España
experimentaba una notable novedad: la constitución de tres provincias
entre sí autónomas. Fueron éstas las que, entre 1902 y 1903, no se deci-
dieron a mantener en común no ya un noviciado, sino tampoco —en con-
tra del deseo de los Superiores Mayores— un seminario con su sección
de filosofía. Tal fue la causa de que en Sant Viceng dejara de florecer la
vida que se había alumbrado en 1895. Invocar, para explicar este hecho,
nada menos que la Semana Trágica de Barcelona, del 1909, es descono-
cer la presente historia1.
Dos fueron los problemas que se le plantearon inmediatamente a la
Inspectoría Tarraconense: primero, cómo llevar a cabo la formación de los
novicios y de los seminaristas, y, segundo, qué hacer de la propiedad que
tenía en Sant Viceng.
En cuanto al primero, conviene distinguir las dos entidades: el noviciado,
según se ha dicho ya, quedó instalado por el momento (curso 1902-1903)
en la casa de Sarria, tal como estaba antes del 1895; y el seminario se in-
tentó colocarlo en la casa de Gerona, donde se llegó a reunir un grupito
de estudiantes con el padre Crescenzi2. Pero aquello no pasó de un en-
sayo, porque duró poquísimo y, sobre todo, nunca contó con una verda-
dera organización. El mencionado padre Crescenzi, que podía haber sido
el aglutinador del grupo, pasó por lo menos parte del curso 1903-1904 ya
en Madrid-Carabanchel Alto, precisamente como director del noviciado-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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EL TÚNEL DEL TIEMPO
seminario que allí comenzaba a funcionar3. A la verdad, el asunto de los
centros formativos de filosofía y teología quedó muy en el aire, tanto que,
a mediados del 1906, el Consejo General se lamentaba de que las inspec-
torías de España no tuvieran aún «seminarios organizados»4.
En cuanto al segundo problema —qué destino dar a la casa de Sant
Viceng—, nuestro estudio debe ser lo más completo posible.
¿VENDER LA CASA FONT?
La primera idea del nuevo provincial, don Manuel Hermida, fue la de tras-
ladar el seminario desde Sant Viceng a Mataró o, tal como se acaba de in-
sinuar, a Gerona, y vender en consecuencia la casa Font. Los superiores
de Turín estuvieron de acuerdo con el primer extremo, pero no con el se-
gundo5. Su amigo don Felipe Rinaldi le daba desde Turín algunas razo-
Don Manuel Benito
Hermida, provincial
de la Tarraconense
1903-1909 (Archivo
Instituto Politécnico
Salesiano de Sarria).
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¿VENDER LA CASA FONT?
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nes: «No pareció muy oportuno la venta de la casa de Sant Viceng, por-
que esa casa está cerca de la inspectorial [Sarria] y, tal vez muy pronto,
os resultará muy a propósito para volver a colocar en la misma a los estu-
diantes. Aquí se piensa que éstos, en Gerona, se van a encontrar dema-
siado lejos y con diversos inconvenientes, tanto de orden material —gas-
tos de viajes— como moral —poca relación con el padre inspector—. En
todo caso, si dicho lugar no os sirve para centro de estudios filosóficos, os
puede venir bien para acoger a los Hijos de María e incluso a los enfer-
mos». Además, le hacía ver que, de establecer una casa de formación en
la finca de Gerona, podrían surgir dificultades por parte de los albaceas de
dicha fundación, que la habían querido para una escuela agrícola y no
aceptarían tan fácilmente que otra entidad viniera a entorpecer su funcio-
namiento. Tan sólo unos días antes, el Rector Mayor les había recomen-
dado a los consejeros «que tenemos que ser coherentes con los acuerdos
tomados»6.
Podemos pensar que, en el gobierno central de la Congregación, quien
defendía con más ahínco la propiedad de can Font era el propio don
Felipe, el cual la había logrado con mucho esfuerzo y sacrificio en 1895.
Afectivamente él se sentía ligado a aquella casa. Pero, al margen de los
sentimientos personales, tenía también razones objetivas para que no se
procediera a la venta: entre ellas, como la más importante, la cercanía de
Sant Viceng con respecto a Barcelona y, por tanto, con respecto a la sede
provincial. Según el padre Rinaldi, esta circunstancia le confería un valor
peculiar a aquel lugar y lo hacía particularmente apto para establecer allí
un centro de formación o de otro tipo.
De todas maneras, en la carta que estamos analizando, el superior le de-
jaba la puerta abierta al provincial de Barcelona para que pudiera evaluar
los criterios expuestos y tomar, incluso, una decisión diferente a las orien-
taciones del Consejo General: «Piense usted qué razones cabe aducir en
contra, y prepárese para volver al argumento durante las próximas vaca-
ciones»7.
Efectivamente, el padre Hermida continuó estudiando su proyecto. En lo
pertinente al seminario, se dio por vencido y lo dejó estar. La Inspectoría
de Barcelona no contó, por el momento, con ninguna estructura apropia-
da. Cada uno de los jóvenes salesianos se las arreglaba como podía para
estudiar los diversos tratados de filosofía y de otras asignaturas más o
menos colaterales; algunos iban al mencionado seminario de Madrid-
Carabanchel Alto.
En lo relativo a Sant Viceng, no llegó a cambiar de parecer, porque se sin-
tió acosado por las deudas que se habían generado precisamente en la
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EL TÚNEL DEL TIEMPO
Antigua Granja-Escuela de los salesianos de Gerona. Patio de las cuadras
(Archivo Martí-Codolar).
casa de Gerona: «La colonia agrícola —escribía al Rector Mayor a finales
del 1905— se halla en un estado financiero lamentable debido a muchas y
variadas causas». Y para «salvar la triste situación» le proponía dos cami-
nos: primero, vender una parte de la finca llamada la Boscosa, que forma-
ba parte de aquella fundación8 —el señor Carlos Fontcuberta, el principal
de los albaceas, no tendría dificultad alguna en ello—; y segundo, vender
la casa de Sant Viceng, que estaba desocupada y cuyo mantenimiento
producía unos gastos muy superiores a su rentabilidad, «A mi modesto
entender —escribía don Manuel—, haciéndolo así, podremos librar a la
casa de Gerona de una catástrofe y pagar a proveedores pobres, de esos
que todo lo necesitan. A la verdad, me disgusta tener que hacer estas pe-
ticiones, pero es la necesidad la que obliga a procurar salvar el cuerpo,
aunque haya que cortar algunos miembros»9. El Consejo General no se
atrevió a oponerse a este segunda demanda y, en la sesión correspon-
diente a los días 6 y 7 de noviembre del citado año 1905, dispuso que el
padre Rinaldi notificara al superior de Barcelona que tenía la autorización
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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¿VENDER LA CASA FONT?
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necesaria para vender las dos cosas: «la parte del terreno denominado la
Boscosa, perteneciente a la fundación de Gerona, como también la casa
de Sant Viceng deis Horts»10. De esta forma, el gobierno central compren-
día los apuros que estaba atravesando el provincial de Barcelona y salía
en su ayuda. Y es que, tanto el Rector Mayor como su vicario y adminis-
trador —que sabían lo que era ganar el dinero mendigándolo peseta a pe-
seta— sentían pánico cuando se les acumulaban las deudas.
A partir de este momento, ignoramos lo que ocurrió. Concretamente no
sabemos en qué términos escribió el padre Rinaldi al padre Hermida o
qué nueva circunstancia se interpuso para que el proceso iniciado queda-
ra bloqueado. Porque lo que es cierto del todo es que los salesianos, pri-
mero, vendieron los terrenos de la Boscosa en el año 1959 (tal vez antes
pudieron vender parte) y que la propiedad de la casa Font no sólo no la
enajenaron sino que, en 1935, la ampliaron con la adquisición de una fin-
ca adjunta, denominada torre Llinás.
Y así, esta historia entra en ese túnel oscuro del tiempo en que la casa de
Sant Viceng sólo se limitó a sobrevivir, ya no como un centro de vida y ac-
tividad, sino simplemente como una propiedad destinada a un futuro in-
cierto. Incluso quitaron su nombre del elenco o lista general de las casas
salesianas de España11. Y es que no contaba. Había perdido todo relieve.
Según atestiguaba el padre Hermida en marzo de 1905, sólo había «dos
criados de edad avanzada» que vivían allí «como buenos cristianos»12.
Con toda probabilidad se refería a dos empleados conocidos: uno era
francés y había ejercido de cocinero; el otro era catalán y había estado
ocupado en los quehaceres domésticos. Éste se llamaba Alejandro
Planas Saurí. Pasaba de los 25 años y tenía fama de ser muy bueno. Al
marcharse los salesianos, ambos habían quedado prácticamente en el pa-
ro. Desde 1905 en adelante, no sabemos qué destino deparó la vida al
primero; al segundo le convirtió nada menos que en protagonista de la
presente historia.
EL GUARDIÁN SORDO
Alejandro había nacido en Mataró el 31 de octubre de 1878, de una fami-
lia de trabajadores que, a los pocos días, cuidó de que bautizaran al niño
en la parroquia de San Juan y San José. Ignoramos por completo cómo
transcurrieron los años de su niñez y juventud, y cuándo y por qué, siendo
ya adulto, se trasladó a Sant Viceng deis Horts. Lo cierto es que, en 1900,
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EL TÚNEL DEL TIEMPO
Alexandre Planas i Saurí,
el «Sord deis Frares».
Foto-camet (Archivo
Instituto Politécnico
Salesiano de Sarria).
se encontraba en los salesianos, empleado en las faenas de la casa. Era
totalmente sordo. Pero no le faltaban ni el ingenio, ni la destreza, ni las
ganas de trabajar. Sobre todo era bueno y hasta muy piadoso. En suma,
que se ganó las simpatías de todos, tanto de los profesores como de los
jóvenes salesianos estudiantes. Y él se sintió a gusto, plenamente integra-
do en la misión y en el espíritu de aquella casa. Y cuando, al finalizar el
curso 1902-1903, ésta quedó abandonada prácticamente del todo13, él
permaneció en su puesto. Sería el guardián de la propiedad y de las vie-
jas tradiciones salesianas por espacio de casi 30 años seguidos (1903-
1931). De aquí que las gentes de Sant Viceng le llamaran certeramente
«el sord deis frares» («el sordo de los frailes»). En su biografía de hombre
adulto hay que distinguir dos períodos, separados por el año 1931.
En el primero (1903-1931), Alejandro llevó prevalentemente una vida de
anacoreta, casi de ermitaño. Porque, aun cuando residiera y trabajara en
la casa Font, como ésta se hallaba deshabitada, vivía como un asceta so-
litario. «Era un personaje curioso —nos hace observar el poeta Joan
Nicolau i Costa—. Un hombre que vivía solo en una casa vacía y situada
casi al margen del pueblo y que se dedicaba a levantar estatuas de conte-
nido religioso; pero que, al mismo tiempo, acudía al vecindario para salu-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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EL GUARDIÁN SORDO
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dar a los amigos que lo protegían, y visitar a los enfermos que le espera-
ban, y, en fin, que frecuentaba la iglesia parroquial y edificaba con su pie-
dad y ejemplo a los feligreses. Alejandro era un ermitaño dentro del pobla-
do: lejano y cercano a la vez, que se escondía pero que no dejaba de
influir en la gente. ¡Un personaje singular!»14. Aquéllos fueron para él unos
años heroicos.
En el segundo período (1931-1936), con el retorno de los salesianos y los
niños internos, su forma de vida se hizo cenobítica, es decir, comunitaria,
porque, lo mismo que al inicio del siglo, tenía ya un grupo humano que lo
acogía y lo arropaba. «Vivía, en el seminario, con nosotros —nos asegu-
ran algunos que residían con él por los años treinta15—. Trabajaba para la
casa haciendo recados, atendiendo a las pequeñas necesidades de cada
día, cultivando la huerta. Comía en la cocina, o en la mesa de los semina-
ristas y, a veces, en la de los superiores. Tenía aquí su dormitorio». De to-
das maneras, la soledad —originada por su sordera, su soltería, su carác-
ter más bien reservado, su ardor místico y, en fin, por las circunstancias
que le tocaron vivir— marcó permanentemente, en un grado u otro, toda
su existencia.
Así como han llegado a nuestro conocimiento diversos testimonios —ora-
les o escritos— referentes al segundo período (1931-1936), del primero,
en cambio, sólo poseemos noticias cortas y excesivamente generales.
Pero como son coincidentes, cabe delinear con ellas una imagen históri-
camente segura. Además hay que tener en cuenta que, en la trayectoria
personal de Alejandro, no hubo grandes fisuras: el que fue por los años
treinta, lo había sido durante los años diez y veinte16.
El hombre
Alejandro era una persona disminuida: no oía y, como todos los sordos,
hablaba muy bajo, si bien, gracias a su mirada penetrante, lograba enten-
der al interlocutor por el movimiento de los labios y responderle con luci-
dez. Exteriormente estaba lejos de ser agraciado —era pequeño y carga-
do de hombros—, aunque los testigos insisten en que, por encima de
estas deficiencias, sobresalía por su corazón bueno y luminoso. «Era co-
mo un tesoro metido en una fea vasija de barro; pero nosotros, los niños,
éramos capaces de percibir perfectamente su dignidad humana. Era esto
lo que en definitiva se imponía en él» —atestigua MarceNí Carrera17—.
Vestía muy pobremente y, según le recuerdan las gentes, iba con su gran
bolso de recadero a la espalda; a veces, llevaba un perro de compañía.
Suponemos que, al confiarle la vigilancia de la finca, los salesianos harían
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EL TÚNEL DEL TIEMPO
algún contrato con él. Muy probablemente no debía de cobrar nada en
metálico; pero allí tenía al menos la vivienda y podía percibir el fruto de su
trabajo cultivando la huerta. Disponía también de tiempo para dedicarse a
otras iniciativas de libre elección. Como su capacidad de trabajo no tenía
límites —«rezaba y trabajaba sin parar, haciendo suyo el lema benedictino
y salesiano ora et labora»™—, entre una cosa y otra procuraba lo necesa-
rio para cubrir sus gastos personales, que eran insignificantes, porque él
aceptaba vivir en una pobreza voluntaria ejemplar. En todo caso si algo te-
nía de más, se lo daba a los pobres.
En medio de este género de vida, Alejandro cumplía sus obligaciones de
guardián con una fidelidad absoluta, con una dedicación generosa. «La
seva col-laborado fou desinteressada i fidel fins a l'extrem» —ha dejado
escrito Agustí Caralt—. Y don Antonio Candela que, en nombre del Rector
Mayor, visitó la comunidad en diciembre de 1933, no dudó en aplicar a
Alejandro el dicho evangélico del «siervo bueno y fiel»19. Sin duda, el se-
ñor Planas amaba sinceramente aquella casa y lo que social y religiosa-
mente significaba. Por ello, la cuidó hasta que los salesianos volvieron de
nuevo, casi después de 30 años de ausencia. Y, según se dirá más ade-
lante, no se apartó de ella ni siquiera en los momentos de mayor peligro
para su vida. Hasta que sucumbió en la empresa (pág. 129).
Junto al hombre fiel y responsable, aparece el hombre bueno, humilde,
sacrificado, de una amabilidad invencible, aunque no le faltaba el ímpetu
de un genio vivísimo, que sabía dominar: «Delante de él, no permitía que
se hablara mal de nadie» —asegura el señor Juncadella20—. Hasta ahí
llegaba la delicadeza de su corazón. Y don Manuel Serrano ponía de re-
lieve otro aspecto al declarar que era «el consolador de todas las familias
de Sant Viceng»21. Basándonos en la documentación que hemos analiza-
do, nosotros añadiríamos por nuestra cuenta uno más, es decir, la trans-
parencia de su corazón, la rectitud de intención que le acompañaba siem-
pre. En consecuencia, el «sordo»22 se hacía querer y respetar. Es verdad,
que no faltaban quienes se reían de él y de algunas de sus actuaciones;
pero eran los menos. El pueblo de Sant Viceng estaba con él.
El artista
Alejandro tenía alma de artista. Carecía de escuela, usaba instrumentos
rudimentarios y trabajaba materiales pobres. Pero, aislado del ruido exte-
rior por la sordera y absorto en la contemplación mística, conseguía plas-
mar en la materia los sentimientos más íntimos de su vivencia religiosa,
que con mucha frecuencia giraba en torno a la pasión de Jesucristo.
Debió de ser entre los años diez y veinte cuando levantó en el patio tres
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monumentos: el de Cristo clavado en la
cruz, el descendimiento y el santo se-
pulcro. «Entre los tres —recuerda
mossén Joan Ráfols— se destacaba el
gran crucifijo que presidía el patio y que
los viajeros del tren lo podían ver per-
fectamente por encima de la tapia»23.
La piqueta de la intolerancia religiosa
de julio de 1936 abatió las piedras y
rompió las estatuas, con el correspon-
diente sufrimiento del autor (pág. 122).
Como a Alejandro le iba bien esta clase
de trabajos, había montado el taller en
una de las dependencias de can Font
—dentro del edificio que estaba comen-
zado pero no acabado—, en donde rea-
lizaba los encargos que recibía de las
Escuelas Profesionales Salesianas de
Sarria o trataba de satisfacer los gustos
de la piedad popular haciendo peque-
ñas estatuas de santos, que luego dis-
tribuía gratuitamente por las casas de
Tres esculturas del Sordo, antes del
1931: Cristo clavado en la cruz (Archivo
Eulalia Juncadella), el Descendimiento
y el Santo Sepulcro (Archivo Salesia-
nos de Sant Viceng).
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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EL TÚNEL DEL TIEMPO
los vecinos. Incluso hoy no sería difícil reunir un buen número de estas
imágenes y exhibirlas en una exposición.
El creyente
Todos los testimonios coinciden al afirmar que, en la personalidad del
Sordo, la dimensión que mayormente llamaba la atención era la de su fe
cristiana. La profesaba en lo íntimo de su ser y la manifestaba con toda
claridad, a veces incluso hasta con ostentación. Se sentía obligado a con-
fesarla en público.
Los testigos suelen repetir que era un «santo varón», un «verdadero san-
to», un «hombre de Dios». Lo cual apreciaban sobre todo en su actitud
orante. «Cuando nosotros llegábamos a la capilla —que era fría y oscura
tanto en invierno como en verano, porque entonces se seguía el horario
solar, sin adelantarlo ni retrasarlo—, siempre, indefectiblemente, encontrá-
bamos al Sordo de rodillas, haciendo sus prácticas de piedad». Y añade
el mismo Joan Ráfols que el Sordo era para todos, seminaristas y salesia-
nos, «un gran modelo de oración»24. Según Joan Juncadella se distinguía
precisamente por una «piedad profundísima»25. En consecuencia, habrá
que concluir que, aunque el Sordo no oía con los oídos corporales, perci-
bía sin embargo la voz del Espíritu con esa sensibilidad superior, intrans-
ferible, que poseen los santos. Y tal vez, lo más admirable en aquella
alma era su sed y hambre de Dios, «cercant sempre mes i mes l'espiritua-
litat» («buscando más y más la espiritualidad»), como señala Agustí
Caralt.
La fe de Alejandro se abría, ante todo, al misterio de Dios, ante cuya gran-
deza caía de rodillas en profunda adoración: «Corbat de eos, la vista bai-
xa, omplert de vida interior (...); arrecerat en un racó de l'Altíssim, prego-
nament cap cot, agenollat, endinsat en la meditado de saludable
complaenga, desfoga a dolls afectes i emocions...» —así lo veían desde
La Veu de Catalunya, cuando en la iglesia parroquial se preparaba a reci-
bir la comunión26—. Ésta efectivamente representaba para él el momento
sublime e inefable de su encuentro con Dios: «En la capilla pasaba a ve-
ces horas ante el sagrario —asegura el salesiano misionero José Bosch.
Después de la comunión y durante la acción de gracias, puesto de rodi-
llas, doblaba el cuerpo casi horizontalmente al suelo»27. De la contempla-
ción de Dios en su grandeza salvadora, Alejandro sacaba una gran con-
fianza en la Divina Providencia, pero también una radical aversión a las
faltas contra la gloria de Dios y su santo nombre. En concreto no podía to-
lerar que se blasfemara; si alguno lo hacía, «el seu rostro adquiría una ex-
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Víceng Tuset Sala (+1937).
Rosa (Roseta) Deu Martí (+1951).
El matrimonio que solía acoger en su casa al Sordo (Fotografías cedidas por Josep Tuset Deu).
pressió tensa, mirant severament al de la mala paraulota»28. O, en tono in-
genuo y devoto, susurraba: «La Mare de Deu plora. Nostre Senyor plora»
(«La Madre de Dios llora. Nuestro Señor llora»)29.
La fe cristiana del Sordo revestía las formas devocionales habituales: si,
como se ha dicho, se hacía eucarística, se convertía también en mariana.
Los que le conocieron le recuerdan muchas veces rezando y llevando en
sus manos un gran rosario. La devoción a la Virgen Santísima, especial-
mente bajo la advocación de Auxilio de los Cristianos, llenaba sin duda
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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una buena parte de sus aspiraciones más íntimas. Pero donde el impulso
religioso hallaba el cauce más adecuado a sus exigencias interiores era,
sin duda alguna, en la meditación de la pasión y de la muerte de
Jesucristo. «Del Sordo recuerdo la impresión que nos causaba oírle ha-
blar de la Pasión del Señor» —dice don Luis Vivar, que lo tuvo muy cerca
durante el año 193230—. No hay que extrañarse de ello, porque Alejandro
era un penitente que llevaba el misterio de la cruz en su alma e, incluso,
en su propia carne. En este punto no hay excepciones: todos los testigos
están de acuerdo al evocarle llevando aquel crucifijo de hierro que le col-
gaba del pecho y cuya cadena se le clavaba en la piel. Según el señor
Juncadella, pesaba «cerca de dos kilos»31. Don Manuel Serrano Albors
añade que tenía dos crucifijos: uno grande, «con el cual dormía», y el otro
más pequeño que llevaba de día y del que no quiso separarse «ni siquiera
durante la guerra»32. La observación es exacta. Porque a pesar de que,
en aquellos aciagos días de julio y meses siguientes del 1936, muchos le
advertían sobre el peligro que corría mostrándose así en público, él no
acababa de ceder: «¿Es que hago mal a alguien? —respondía-; y, si me
matan, mejor, así ya tengo el cielo abierto»33. Hasta tal punto había asimi-
lado el misterio cristiano de la muerte y de la resurrección. Es muy proba-
ble que los milicianos que le detuvieron en la noche del 18 al 19 de no-
viembre de 1936 para conducirle al holocausto lo encontraran así, unido a
su crucifijo. Hay que suponer que el día anterior, lo mismo que los demás
días, habría hecho con toda seriedad el piadoso ejercicio del Viacrucis.
«Ya lo sabíamos —explican José María Agüero y Jesús Carilla-: cuando
subíamos al estudio, el señor Planas entraba en la capilla; y cuando, des-
pués de una hora, bajábamos, él estaba terminando el Viacrucis, que ha-
cía totalmente inclinado, hasta tocar con la cabeza en el suelo». Si esco-
gía ese espacio de tiempo —en que, apagado el bullicio del recreo de los
niños, la casa disfrutaba de paz y sosiego— era para dar a aquella prácti-
ca de devoción toda su calidad de concentración espiritual.
Fundamentada sobre esta experiencia de la cruz, a la que se añadía una
profunda devoción al Sagrado Corazón de Jesús34, la espiritualidad del
Sordo se proyectaba a la ascética y a la solidaridad. Vivía como un peni-
tente, en pobreza evangélica y espíritu de mortificación: «Dormía sobre
unas mesas, sin colchón y sin almohada, teniendo al lado de la mesilla
una calavera que le recordaba la muerte; incluso le vi algunos instrumen-
tos de penitencia», atestigua el señor Juncadella35. «Me impresionaba su
austeridad», añade el padre Bosch36. Éste es otro de los puntos en que
los testimonios convergen sin excepción alguna: Alejandro vestía como
los pobres y comía frugalmente. Teniendo en cuenta estos aspectos de al-
to ascetismo, el salesiano laico Ángel Sánchez calificaba al señor Planas
de «santo varón, figura patriarcal y legendaria como las de la Edad
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Media»37. Hay que añadir que esto no lo aprendió de los salesianos, sino
que lo tenía ya asumido antes, «tanto que nos admiraba a todos —dejó
escrito uno de los primeros salesianos que lo conoció—, al oírle discurrir
sobre todo el contenido (digo todo) del gran asceta del siglo XVI-XVII, el
padre Alfonso Rodríguez, que citaba mucho y que le era familiar»38.
Pero el amor a la cruz no le impulsaba sólo a la humildad y al dominio de
sí mismo, sino también a la práctica de la solidaridad. En este sentido, da-
ba todo lo que podía dar; no precisamente dinero —que nunca tuvo— sino
su ayuda fraterna. «Cuando había que hacer algo por alguien —asegura
Pere Bosch— lo dejaba todo y se iba a donde hacía falta». Y añade que
de esa actividad asistencial vivía en parte, «porque, fuera a donde fuera,
si no había comido, le daban de comer»39. Los que más se beneficiaron
fueron los niños de la catequesis y los enfermos: «Tampoc mancava mai
al costat del Hit d'un malalt greu; el vetllava mentre la seva familia descan-
sava» —escribe Agustí Caralt—. Y si, llegado el caso, en la familia no ha-
bía nadie capaz de amortajar al difunto, allí estaba Alejandro dispuesto
también a prestar este servicio. En su alto sentido de solidaridad, los pre-
feridos eran los enfermos pobres, a quienes, como explica Joan
Juncadella, ayudaba «con las limosnas que recogía y con el dinero, fruto
del propio trabajo»40.
El salesiano
Y, junto a los enfermos, los niños. Como se ha señalado antes (pág. 58),
la vida del oratorio festivo o esplai infantil que habían organizado los sale-
sianos terminó con su marcha. Pero la parroquia de Sant Viceng recogió
la antorcha, muy concretamente por medio del señor Juncadella: un cate-
quista nato que, en medio de sus posibilidades, contribuyó de verdad a
que aquella institución tuviera nueva vida. Pero Juncadella se vio ensegui-
da acompañado por el Sordo. Entonces nació entre ellos el vínculo de una
amistad y de una colaboración que iba a ser permanente. Solamente lo
cortó la tragedia de la muerte del segundo, en noviembre de 1936.
Alejandro no sólo se cuidaba de la limpieza y orden exterior del local del
oratorio, sino que demostró ser un auténtico animador de los juegos y de
las excursiones que se organizaban. Y, llegado el caso, no dudaba en po-
ner allí el dinero de sus ahorros.
Y es que dentro llevaba el corazón de un salesiano. Debido a la sordera,
no pudo profesar en la Congregación. Pero consta que tenía votos priva-
dos, «que emitió por autorización del entonces inspector nuestro, don
Felipe Rinaldi», en declaración del padre Crescenzi que, como superior de
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Catequesis parroquial en el recinto de los salesianos. Presiden el grupo de niñas
mossén fíossend SábatyJoan Juncadella. Año 1920 (Archivo Josefina Ferros).
la casa, estaba en condiciones de conocer bien la situación íntima de las
personas41. Su identificación con la causa salesiana la demostró de mil
maneras, pero de una forma particularmente significativa cuidando, prime-
ro, él solo la casa por espacio de unos treinta años (1903-1931); segundo,
defendiéndola en la difícil coyuntura de julio del 1936; tercero, colaboran-
do en la obra del oratorio festivo; cuarto, atendiendo a la vida del semina-
rio: «A los aspirantes nos quería y trataba como verdaderos hijos —atesti-
gua mossén Ráfols, evocando los primeros años treinta—. Se desvivía
por nosotros, en especial cuando alguien se ponía enfermo o tenía un
contratiempo o debía abandonar la casa»42. Y mossén Carrera insiste en
la misma experiencia: «Parecía nuestro padre, de cada uno de noso-
tros»43. Lo cual quedó patente durante aquel trance, tan amargo, que de-
bieron sufrir los salesianos cuando, en 1935, tres aspirantes murieron
ahogados en el río Llobregat: «El dolor d'aquell home era com el de per-
dre tres filis» («El dolor de aquel hombre era como el de perder tres hi-
jos»), afirma Agustí Caralt44. Todo ello fue motivo para que los salesianos
religiosos le considerasen no como un simple empleado de la casa, sino
como un familiar o cooperador. Don Antonio Candela, al conocerle en su
visita oficial en la Navidad del año 1933, no dudó en aplicarle el dicho eva-
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gélico del «buon e fedele famiglio» («empleado bueno y fiel»)45. Para Joan
Ráfols, «era un salesiano de gran talla espiritual»46.Según se explica más
adelante (pág. 129), Alejandro murió asociado al martirio de otro hermano
salesiano.
LA SEGUNDA REPÚBLICA
En enero de 1930 cayó la dictadura del general Miguel Primo de Rivera, y
con ello la Monarquía de Alfonso XIII, que la había apoyado, entró en una
crisis de muerte47. Las elecciones municipales celebradas el domingo 12
de abril del año siguiente demostraron que las aspiraciones republicanas,
en cuanto contrarias a los ideales monárquicos, dominaban en las capita-
les de provincia y en las ciudades de alguna importancia. De suerte que
no hizo falta llegar a las elecciones generales que se habían proyectado
para el otoño. Porque a media tarde del lunes, 13, las gentes de Madrid
comenzaron a invadir las calles enarbolando la bandera tricolor republica-
na y cantando el himno de Riego. De esta manera —bulliciosa, pero exen-
ta en general de vio-
lencias— entendían
festejar el triunfo de la
causa republicana. Y
su entusiasmo se fue
difundiendo cada vez
más.
Catequesis parroquial.
El señor Juncadella
con un grupo de niños
(Archivo Eulalia
Juncadella).
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EL TÚNEL DEL TIEMPO
A la mañana siguiente, martes 14, y en medio de una gran euforia, mu-
chos ayuntamientos de todo el país se pronunciaron en favor del nuevo
régimen. En Barcelona lo proclamaron Lluís Companys y Francesc Maciá,
ambos de Esquerra Republicana de Catalunya, partido que habían funda-
do pocos días antes: el primero lo hacía desde el balcón del Ayuntamiento
de Barcelona a las primeras horas de la tarde; el segundo, al poco tiempo,
a eso de las cuatro, anunciando desde el mismo sitio y después desde el
balcón del palacio de la Diputación Provincial «la República catalana» y
«un Estado Catalán bajo el régimen de una República Catalana». Cada
uno actuó de una manera espontánea y personalísima, pero con creciente
aceptación por parte de las gentes48. «Yo, aunque todavía era muy peque-
ño, recuerdo que aquí, en Sant Viceng, organizaron una manifestación por
las calles paseando la bandera republicana —asegura el señor Costa i
Ubach—. Había mucha alegría. Todos estaban contentos»49. La Segunda
República Española era ya un hecho. Y, por tanto, el monarca ya no tenía
sitio. A las nueve de la noche abandonó el palacio real para dirigirse, en
automóvil conducido por él mismo, a Cartagena y embarcarse inmediata-
mente en el buque que debía llevarle a Marsella50.
Por su parte, el comité republicano, que con tanta sagacidad había prepa-
rado las citadas elecciones municipales, decidió acudir al Ministerio de
Gobernación y tomar en sus manos el poder. Lo hizo pacíficamente, con
la práctica aprobación de todos. En el balcón principal y ante la muche-
dumbre que llenaba la Puerta del Sol, ondeó la bandera de la República.
Serían las ocho o las nueve de la noche. E inmediatamente se tuvo forma-
do el llamado Gobierno Provisional, presidido por don Niceto Alcalá
Zamora. Éste y el ministro de Gobernación, Miguel Maura, eran ex monár-
quicos y católicos; los demás, socialistas o militantes de otros partidos.
El miércoles, 15, por la mañana, el resto de la familia real —con la reina
Victoria Eugenia a la cabeza— tomó el tren en dirección a la frontera fran-
cesa (vía Hendaya), en tanto que el Gobierno Provisional fijaba el estatuto
jurídico de la nueva República, proclamando, entre otras cosas, la libertad
de conciencia y de culto, y reconociendo plenamente el derecho a la pro-
piedad privada.
El sector de la derecha —monárquicos, conservadores, católicos— aceptó
sinceramente los hechos consumados y acató de entrada la nueva forma
de gobierno que el pueblo español se había otorgado a sí mismo. Incluso
la jerarquía de la Iglesia católica no tuvo, en general, nada en contra. Los
salesianos, por supuesto, tampoco. «Han cambiado las cosas —les escri-
bía el superior provincial de Barcelona, padre José Calasanz—. Nosotros,
siguiendo las enseñanzas de nuestro Beato Padre [Don Bosco] y del papa
León XIII, acatamos los poderes constituidos y, en la primera ocasión que
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Sant Viceng. Plaza de Cataluña, hacia 1925 (Foto J.B., cedida por Miquel Siñol.
Archivo Aymerich).
se ofrezca, mostremos a la autoridad legítima el respeto y sumisión que le
debemos, cumpliendo con las autoridades actuales como se cumplía con
las anteriores> 51
Arden los conventos
Pero, a pesar de la paz exterior, los ánimos no estaban reconciliados.
Tanto los republicanos y los que pasaban por tales, como sus opositores
andaban divididos. La tarde del domingo 10 de mayo, a raíz de un inci-
dente provocado durante la mañana por unos jóvenes monárquicos en la
madrileña calle de Alcalá (entre las plazas de la Cibeles y de la
Independencia), las gentes —en buena parte jóvenes también— comen-
zaron a ocupar la Puerta del Sol. Colocadas ante el edificio del Ministerio
de Gobernación, con gritos e insultos pedían el castigo de los monárqui-
cos provocadores, la destitución del ministro Maura y la disolución de la
Guardia Civil. El Gobierno, sobrecogido por el miedo y dudando si debía
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EL TÚNEL DEL TIEMPO
Mayo de 1931: en la «quema de conventos» quedan destrui-
dos el seminario salesiano de Campello (arriba) y el colegio
salesiano de Alicante (abajo).
emplear o no la fuerza pública contra la masa, permaneció inactivo, lo que
de hecho permitió que, en poco tiempo, la marea de la protesta subiera de
una forma alarmante. Al anochecer, el citado ministro se enteró de que
grupos de mozalbetes, adscritos al Ateneo, planeaban incendiar, al día si-
guiente, iglesias y conventos. Por fin, las fuerzas del anticlericalismo radi-
cal iban a actuar...
Y, en efecto, durante la mañana y las primeras horas de la tarde del mar-
tes 11 de mayo, se llevó a cabo impunemente la llamada «quema de con-
ventos». Hasta que, a partir de las cuatro o las cinco de la tarde, se co-
menzó a dar a conocer en Madrid la voluntad del Gobierno: declaraba el
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LA SEGUNDA REPÚBLICA
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estado de guerra. El ejército, por tanto, saldría de los cuarteles y ocuparía
la calle. «Al minuto explica Miguel Maura, entonces ministro del
Interior— desaparecieron las partidas de gamberros, se acabaron los in-
cendios y el orden quedó restablecido instantáneamente»52.
Sin embargo, la decisión del Gobierno Provisional llegaba demasiado tar-
de a las provincias. El mal ejemplo estaba ya dado...Durante aquella mis-
ma tarde, durante la noche del 11 al 12 y la mañana de este día, la tea in-
cendiaria llegó a las provincias de Alicante, Cádiz, Córdoba, Huelva,
Murcia, Sevilla, Valencia y Zaragoza. Y, de un modo particularmente viru-
lento, a la de Málaga53. En total, en España, fueron destruidos 107 edifi-
cios de significación religiosa54. Dos de ellos pertenecían a la antigua
Provincia Salesiana Tarraconense: el de Alicante y el de Campello (en la
misma provincia).
La casa de Alicante, con sus escuelas populares y la iglesia de María
Auxiliadora, fue pasto de las llamas al anochecer del lunes, día 1155. A la
mañana siguiente, pasó por aquel lugar uno de los salesianos expulsados,
Francesc Tarinas: «Quina pena , Senyorl —dejó escrito en sus
Memorias56—. Veure aquelles escoles abans plenes de brogidora i alegre
joventut, i ara, en cosa de poques hores, veure-les destrossadaes i mig
cremades... Canyeries rebentades, bassals d'aigua i brutícia arreu. L'es-
glésia i el teatre amb els sostres esfondrats i tot cremat». Intentó introdu-
cirse en lo que quedaba del edificio con la idea de recuperar parte al me-
nos de los efectivos personales que había tenido que abandonar en la
fuga precipitada de la noche anterior, pero se encontró con que «hi havia
gent que entrava i en sortia emportant-se mobles, roba i altres coses que
el foc havia respectat. A prop meu passá un home amb una porció de ¡li-
bres, el qual, al veure'm, digué mig avergonyit: 'pels meus filis'»57. Así fun-
cionaban las cosas en todos los sitios a los que llegaba el ímpetu de la
masa enardecida por el odio anticlerical. Y ¿qué hacía, mientras tanto, la
autoridad? Nada, se inhibía.
La casa de Campello había sido fundada en 1907 para centro de forma-
ción de los salesianos. Durante el curso 1930-1931, como seminario me-
nor acogía a 74 aspirantes o latinistas, y, como seminario mayor, a 21 es-
tudiantes de Teología.
Al anochecer del día 11 de mayo, llegó la noticia de lo que estaba ocu-
rriendo en Alicante y concretamente en las escuelas salesianas; se decía
también que los revoltosos proyectaban llegarse a Campello para hacer lo
mismo con el seminario. «Conocedor de aquella siniestra comunicación —
dejó anotado don Tomás Baraut, que a la sazón era estudiante de
Teología—, subí con algunos compañeros al dormitorio..., y, en efecto, mi-
rando por las ventanas, vimos reflejarse sobre el cielo de Alicante los ma-
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cabros resplandores. Don José Sastre y un servidor salimos a la carretera
de San Juan, vestidos de paisano, y subidos a un olivo, mirábamos lejos,
por si venía la turba soliviantada y poder avisar con tiempo a los nuestros.
Pasaron algunas horas así. Pero, al ver que nadie se acercaba, a eso de
las dos de la madrugada del 12, volvimos al seminario. Sólo los aspirantes
descansaban tranquilos. Los salesianos, todos ya de paisano, iban y vení-
an de una parte a otra muy preocupados»58. La hora del sacrificio sonó un
poco después, por la mañana. Pero, alertados a tiempo, todos pudieron
ponerse a salvo antes de que llegaran los incendiarios. Hemos de supo-
ner que éstos emplearían aquí los mismos métodos que en la destrucción
de las escuelas salesianas de Alicante, sin que nadie les molestara. Lo
cierto es que la casa fue saqueada y quemada por completo59. Quedó ab-
solutamente inservible. Ya no era posible que los seminaristas volvieran
allí al curso siguiente.
El impacto psicológico
Antes de proseguir esta historia conviene que reflexionemos, siquiera un
momento, sobre los hechos expuestos, porque la «quema de conventos»
no fue indiferente para el desarrollo ulterior de la vida española durante la
Segunda República.
Por una parte, se ha podido comprobar la vigencia del anticlericalismo,
que tenía como dos raíces. Una se nutría del pensamiento de algunos in-
telectuales que, aunque distantes de la realidad social del país, pretendí-
an sin embargo dar a la República el buen tono de su progresismo euro-
peizante. La otra se alimentaba de los grupos del reformismo social
—socialistas, anarquistas, anarcosindicalistas, comunistas—, los cuales
querían más bien servirse de la República para alcanzar la dictadura del
proletariado. Para los primeros —burgueses e intelectuales—, el anticleri-
calismo era como una necesidad psicológica; para los segundos —cierta
clase obrera—, una especie de venganza, por creer que habían sido
abandonados y engañados por la Iglesia.
En los inicios del régimen republicano, este sentimiento anticlerical fue to-
lerado, de una forma u otra, por las nuevas autoridades. Su permisividad,
silencio e inoperancia difícilmente pueden juzgarse exentos de culpa60.
Además, una vez consumados los hechos vandálicos, no se incoó proce-
so algunos contra los responsables. Y es que, en la base de tal actitud,
estaba el anticlericalismo del propio Gobierno, que Miguel Maura ya lo
percibía en las reuniones del primitivo comité republicano, cuyos miem-
bros, a excepción de él y de Alcalá Zamora, eran «ferozmente anticlerica-
les y, por supuesto, agnósticos, cuando no ateos. Para ellos —añade—,
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República era sinónimo de laicismo integral y, dada la realidad española,
ello equivalía a la persecución religiosa, puesto que habían de ser disuel-
tas todas las órdenes monásticas y confiscados sus bienes en beneficio
del Estado. La desamortización debía hacerse inmediata e implacable-
mente»61. Ésta era la mentalidad de la mayoría de los que luego iban a
formar el Gobierno Provisional de la República. Los sucesos de mayo de
1931 plasmaron precisamente su primera manifestación.
Por otra parte, hay que consignar también la apatía de los elementos de la
oposición para intervenir en la calle y evitar en lo posible toda aquella se-
rie de desmanes. En este sentido, conservadores y católicos —desorgani-
zados todavía después de la etapa dictatorial— hicieron bien poco para
defender lo que decían que era suyo. Lo mismo ocurrió en la Semana
Trágica de Barcelona (julio-agosto de 1909). Cuando se llega a tales si-
tuaciones, la Iglesia debe preguntarse muy seriamente si no ha sido ella
misma la que, involuntariamente, ha dado pie a la acumulación y descar-
ga de tantas pasiones anticatólicas, y, si es el caso, pedir perdón y rectifi-
car su comportamiento.
El efecto más grave de todo esto no radicó en la pérdida de los bienes
materiales o del patrimonio artístico y cultural62, sino en el impacto psico-
lógico que produjo en la conciencia del mundo católico. Emocionalmente
éste quedó cerrado o, al menos, distante ante aquel régimen político que
aparecía tan ambiguo y displicente en materia religiosa. Los sucesos de
mayo de 1931 no contribuyeron en nada a serenar los ánimos; sirvieron
más bien para enfrentarlos entre 63. El Rector Mayor de Congregación
Salesiana, por ejemplo, después de haber efectuado las debidas indaga-
ciones, llegó a la conclusión de que aquellos actos habían constituido una
verdadera agresión, y pedía a todos los salesianos del mundo oraciones
especiales por aquella España «cosí fieramente perseguitata» («tan bru-
talmente perseguida»)64. Además de lo que debieron sufrir los salesianos
de Alicante y Campello, también hubieron de soportar diversas molestias
los de Alcoy y Villena (en la misma provincia de Alicante).
El lector procurará no perder de vista esta perspectiva, en la cual ha de
colocarse también el contenido del capítulo siguiente.
Pero, mientras tanto, había que seguir viviendo. Como no era posible te-
ner restablecido el seminario de Campello para el curso 1931-1932, los
salesianos de Barcelona tuvieron que reorganizar, con cierta urgencia, el
mapa de sus casas de formación. Dada la gravedad del momento, el refe-
rido Superior Mayor, don Felipe Rinaldi, envió por dos veces a España a
su vicario general, padre Ricaldone: en mayo-junio y en septiembre-octu-
bre de 193165. Su misión consistía en animar a los salesianos, orientarles
en la nueva etapa que iniciaban, asegurar las propiedades de la
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EL TÚNEL DEL TIEMPO
Mayo de 1931: el ímpetu republicano
llega también a Sant Viceng (Archivo
familia Amigó-Comamala).
Congregación y tomar, en fin, las medidas de gobierno pertinentes.
Resultado de la primera visita fue la decisión de volver a abrir la casa de
Sant Viceng deis Horts, no ya como noviciado-seminario, sino como semi-
nario menor o aspirantado de la provincia de Barcelona; y fruto de la se-
gunda, el acuerdo de abrir en Madrid-Carabanchel Alto un «Estudiantado
Teológico Nacional», es decir, un seminario mayor con estudios de teolo-
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gía, al cual acudirían los salesianos procedentes de las tres provincias66.
De esta manera, después de casi treinta años (1903-1931), la vieja masía
Font sintió en sus entrañas el estremecimiento de una vida nueva.
NOTAS
1 Cf por ejemplo, A.DÍAZ, Los salesianos en Campello 1907- 1982. Inspectoría
salesiana de San José, Valencia 1984, 41, 191. Y llama la atención que en la
misma población de Sant Viceng se haya mantenido esta idea equivocada. Cf
E. AYMERICH, Los salesianos en nuestra historia. En Mes, abril 1957, 2.
AA.VV., Sant Vicen$ deis Horts. Aproximado a l'estudi del medí natural i
social. Sant Viceng deis Horts 1987, 133.
2 Según un apunte de don Tomás Bordas que recoge la carta mortuoria de don
Elias Otero (firmada por Santos Sastre, Santander [1973]), allí estuvieron
Felipe Alcántara, Cirilo Sagastagoitia, Francisco Serrats y el propio Otero. En
el Elenco del año correspondiente figuran también los nombres de José
Castells, Narciso Gratacós, Juan Vidal y Luis Xancó. Cf también Societá di S.
Francesco di Sales 1904, pág. 89.
3 Ver la carta mortupria, firmada por Luis Chiandotto, Salamanaca 14-IX- 1964.
También A.MARTÍN GONZÁLEZ, Historia de la casa de Carabanchel Alto.
Inspectoría «San Juan Bosco», Madrid 1984, 40, 44. E.ALONSO, Con tu auxi-
lio. Apuntes biográficos sobre salesianos fallecidos en la Inspectoría de San
Juan Bosco. Madrid. Madrid 1994, 167-176. Sería de desear que los tres auto-
res fueran más claros y precisos al aducir la cronología.
4 Acta correspondiente a la sesión 25-VI-1906, en Verbal!, I, fol. 86. En el
Archivo Salesiano Central. Roma (= ASC), D 870.
5 Ver actas correspondientes a las sesiones 8-11-1904 y 3-V-1904 en Verbali, I,
213ry214v:/ASC, D 869.
6 Carta desde Turín 4-V-1904: ASC, A 377 Rinaldi.
7 Ibid.
8 Cf R.ALBERDI, Girona. Cent anys de presencia salesiana 1892-1992. Girona
1992,9.
9 Carta al Rector Mayor desde Barcelona-Sarriá 1-XI-1905: ASC, 31 Spagna-
Barcellona. Corrispondenza C.S.
10 Acta referente a la sesión de los días indicados, en Verbali, II, fol. 49r: ASC, D
870.
11 Desaparece a partir del 1906.
12 Rendiconto correspondiente al curso 1904-1905.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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98
EL TÚNEL DEL TIEMPO
13 Aunque en los «elencos» de la Societá di San Francesco di Sales. Antico
Continente, correspondientes a los años 1904 y 1905, todavía figure el nom-
bre de algún salesiano como adscrito a la casa, en ésta ya no hubo ninguna
actividad de relieve.
14 Testimonio, Sant Viceng deis Horts 4-11-1995.
15 Tales como los hermanos Agüero (José María y Juan), Jesús Carilla, Marcel-lí
Carrera, Ángel García, Manuel Ivorra, Joan Ráfols, Luis Vivar.
16 En relación a esta etapa, preferimos seguir, sobre todo, los recuerdos de Joan
Juncadella Carcereny, que, 20 años más joven que Alejandro, mantuvo con él
una estrecha amistad, desde 1905 hasta su desaparición en 1936. Tenemos
también delante los estudios que sigue llevando a cabo Agustí Caralt, que co-
noció personalmente al interesado y ha estado en contacto con numerosos
testigos de la época más antigua. El primero falleció en 1971, a los 75 años de
edad; el segundo vive por fortuna entre nosotros y nos ha alegrado con una
reciente publicación suya: Escaquer vicentí. Personatges populars. Sant
Viceng deis Horts 1995. Referencias más importantes al señor Planas en las
págs. 26, 30, 162.
17 Testimonio, Barcelona 7-111-1995.
18 Testimonio de Joan Ráfols, Barcelona 28-11-1995.
19 Visita straordinaria, 27-XII-1933: ASC, F015 Spagna-Barcellona.
20 VALENTINA. Beatificationis seu declarationis martyrii servorum Del Josephi
Calasanz et sociorum e Societate S.Francisci Salesii. Summarium super dub-
bio an constet de martyrio, eiusque causa, in casu et ad effectum de quo agi-
tur. [Roma 1995], pág. 160, n. 509. En adelante se cita por Summarium.
21 tó/Gf., pág.170, n. 542.
22 De aquí en adelante y en referencia al señor Planas escribiremos este adjetivo
con mayúscula —Sordo—.
23 Testimonio, Barcelona 28-11-1995.
24 Testimonio, Barcelona 28-11-1995.
25 Summarium, pág. 159, n. 509.
26 Ver el reportaje titulado L'home de Déu: 30-VII-1926.
27 Carta a Amadeo Burdeus, 16-V-1951. Josep Bosch ha fallecido en la ciudad fi-
lipina de Cebú, el 13 de octubre de 1995, precisamente cuando se redactaban
estas líneas.
28 Agustí Caralt, en su escrito Santedat i Sordesa (mecanografiado).
29 Testimonio de mossén Marcel-lí Carrera, Barcelona 7-111-1995.
30 Testimonio, Huesca 27-11-1995.
31 Summarium, pág. 159, n. 509.
32 Summarium, pág. 170, n. 542.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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NOTAS
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33 Manuel Serrano, en Summarium, pág. 171, n. 545.
34 «A los niños nos hablaba muchas veces del Sagrado Corazón», recuerda to-
davía mossén MarceNí Carrera.
35 Summarium, pág. 159, n. 509.
36 Carta a Amadeo Burdeus, 16-V-1951.
37 Carta a A. Burdeus desde Sant Viceng, agosto 1940.
38 Carta de Anastasio Crescenzi a Amadeo Burdeus desde Madrid (?) 1-VI-1951.
El autor, ya mencionado en el capítulo anterior, trató a Alejandro durante los
años 1900-1903. El padre Alfonso Rodríguez, nacido en Valladolid en 1538,
ingresó en la Compañía de Jesús a los 19 años, y en 1609 publicó en Sevilla
su Ejercicio de perfección y virtudes cristianas, la obra que le consagró como
escritor ascético y que ha llegado a tener muchísimas ediciones. El padre
Rodríguez murió en la capital andaluza en 1616. Cf Diccionario de historia
eclesiástica de España, III. Instituto Enrique Flórez. Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, Madrid 1973, 2101-2102.
39 Testimonio, Sant Viceng deis Horts 11-11-1995.
40 Summarium, pág. 160, n. 509.
41 Carta a A. Burdeus, Madrid (?) 1-VI-1951.
42 Testimonio, Barcelona 28-11-1995.
43 Testimonio, Barcelona 7-111-1995.
44 Don José María Agüero fue testigo de primera mano y puede proporcionar
muchos detalles al respecto. Ver pág. 115. Y también A.CARALT, Escaquer
vicentí. Personatges populars. Sant Viceng deis Horts 1995, 162.
45 Visita straordinaria. San Vicens [sic] 27-XII-1933: ASC, F 015 Spagna-
Barcellona.
46 Testimonio, Barcelona 28-11-1995.
47 Cf J.L.GÓMEZ-NAVARRO, El régimen de Primo de Rivera. Reyes, dictaduras
y dictadores. Ed. Cátedra, Madrid 1991, 520-529.
48 Cf A.OSSORIO Y GALLARDO, Vida y sacrificio de Companys. Ed. Nova
Terra, Barcelona 1976, 78, 90, 91-93.
49 Testimonio, Sant Viceng 25-XI-1995.
50 Cf T.LUCA DE TENA, Papeles para la pequeña y la gran historia. Memorias
de mi padre y mías. Ed. Planeta, Barcelona 1991, 84-93. D.BERENGUER, De
la Dictadura a la República. Ed Tebas, Madrid 1975, 355-360.
51 Carta circular mecanografiada, Barcelona-Sarriá 16-IV-1931.
52 Así cayó Alfonso XIII... Ed Ariel, Barcelona 1962, 254. Estas Memorias de
Miguel Maura constituyen un testimonio imprescindible para el conocimiento
de los hechos que se estudian aquí.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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EL TÚNEL DEL TIEMPO
53 Cf G.REDONDO, Historia de la Iglesia en España 1931-1939. I, La Segunda
República 1931-1936. Ed. Rialp, Madrid 1993, 138-139.
54 Cf V.PALACIO ATARD, Cinco historias de la república y de la guerra. Editora
Nacional, Madrid 1973, 45.
55 Cf A.DÍAZ, La obra salesiana en la ciudad de Alicante. Inspectoría Salesiana
de San José, Valencia 1994, 79-87.
56 Memóries d'un home compromés amb Déu. Manuscrito revisado en 1989.
Aunque el autor cae en numerosos errores históricos y su sintaxis es defec-
tuosa, consigue, sin embargo, expresar con suficiente viveza las experiencias
personales.
57 Ibid., 99.
58 Memorias, 45-47. Se trata de un manuscrito que el padre Baraut i Obiols
(1902-1987) redactó durante los últimos años de su vida y se conserva en el
Archivo Inspectorial de Barcelona.
59 Cf A.DÍAZ, Los salesianos en Campello 1907-1982. Inspectoría Salesiana de
San José, Valencia 1983, 174-178. El edificio tenía capacidad para acoger a
140 personas, y estaba bien equipado bajo todos los aspectos. Ver la relación
firmada en Campello por Juan Castaño, el 10-VII-1939: ASC, F013 Spagna
genérica.
60 El cronista de la casa salesiana de la Santísima Trinidad, de Sevilla, escribió
que el Gobierno Provisional «cual nuevo Pilatos se lava las manos». J.BO-
RREGO, Cien años de presencia salesiana en Sevilla-Trinidad, 1893-1993.
Historia de una crónica vivida. Ed. Escuelas Salesianas-Trinidad, Sevilla 1994,
412.
61 Así cayó Alfonso XIII, 82.
62 Cf T.LUCA DE TENA, Papeles para la pequeña y la gran historia..., 118-119.
J. ARRARÁS, Historia de la Segunda República Española, \\. Editora Nacional,
Madrid 1969, 101-129.
63 Cf R. CARR (ed.), Estudios sobre la República y la Guerra Civil española. Ed.
Ariel, Barcelona 1973, 21-22, 73-74.
64 Carta abierta de don Felipe Rinaldi, con fecha 24-XI-1931, en Atti del Capitolo
Superiore, n. 57 (24 novembre 1931) 972.
65 Cf F.RASTELLO, Don Pietro Ricaldone, IV successore di Don Bosco,
I. Editrice SDB, Roma 1976, 436-438.
66 Ver el acta del acuerdo, fechado en Sarria el 3-X-1931. En A. MARTÍN
GONZÁLEZ, Historia de la casa de Carabanchel Alto. Inspectoría «San Juan
Bosco», Madrid 1984, 116-117
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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4. RENACER Y MORIR
En 1917, el padre provincial José Binelli, giró una visita a la casa de Sant
Viceng. Estaba, como sabemos, deshabitada y la cuidaba el Sordo. Lo
que llamó la atención del visitante fue la capillita que halló vacía, pero
limpia. «Sobre el altar —escribió—, había un nicho de dos palmos de al-
tura, con una estatuilla de María Auxiliadora, ennegrecida por el paso del
tiempo. Me gustó ver a la Virgen...en su sitio. ¡Que ella guarde la casa y
nos ayude a encontrar pronto un grupo de almas escogidas que quieran
consagrarse al servicio de Dios! Este sitio podría servir muy bien para
Seminario Mayor»1. Como se ve, el corazón mariano del «santo Don
Binelli» —así solían llamarle los salesianos— se conmovió ante aquel de-
talle devocional y se abrió al deseo de que, un día u otro, la casa volviera
a ser lo que ya había sido, es decir, un centro de formación para salesia-
nos. Tal vez, la anécdota indica también que, en el ámbito de la
Inspectoría Salesiana de Barcelona, nunca se había borrado del todo se-
mejante proyecto. Los tristes acontecimientos de los días 11 y 12 de ma-
yo, ya narrados en el capítulo anterior, hicieron que los sueños lejanos se
convirtieran en realidad.
La casa de Sarria siempre mantuvo alguna relación especial con la de
Sant Viceng. Don Guillermo Pérez recuerda todavía perfectamente cómo,
por los años veinte, el tercer viernes de agosto, todos los residentes (sa-
lesianos y alumnos) iban a Sant Viceng a pasar un día de asueto. Iban y
se volvían. Pero, en el verano de 1931, los salesianos fueron allí con el
propósito de quedarse. Abrirían un aspirantado o seminario menor que
sustituyera al de Campello.
Los tiempos, sin embargo, no eran propicios para este género de institu-
ciones. Lo sabemos bien. El impulso anticlerical que, según hemos visto,
apareció claramente al inicio del período republicano (1931), lejos de dis-
minuir fue progresando durante los años siguientes. Por lo que la planta
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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RENACER Y MORIR
que renacía a las orillas del Llobregat apenas tuvo tiempo para desarro-
llarse. A los cinco años, una tormenta, mucho más violenta que la de ma-
yo de 1931, cayó sobre ella y la aplastó despiadadamente.
EL PUEBLO Y LA CASA
¿Cómo encontraron los salesianos el pueblo de Sant Viceng al volver des-
pués de unos 30 años de ausencia? En general, lo hallaron con la misma
fisonomía. Fundamentalmente seguía siendo un núcleo agrícola, con todo
el encanto y pintoresquismo de antes. Las frutas, sobre todo, y las verdu-
ras de su vega se imponían por su calidad y cantidad. En cuanto a la po-
blación, había experimentado un notable aumento: si en 1900 tenía 1.800
habitantes, tres decenios más tarde superaba los 2.900. Esto se debía, si-
quiera en parte, a una primera aparición de establecimientos industriales,
como el de Comamala (1911) —cuyo nombre quedaría años después vin-
culado de alguna manera al de los salesianos— y el de Cementos Molins
(1928). Un buen número de trabajadores acostumbraban también acudir a
la fábrica textil de la «Colonia Güell», establecida en 1890 en el vecino
municipio de Santa Coloma de Cervelló.
Otra muestra del progreso que se estaba verificando fue el tren de vía es-
trecha, o camlet, que la Compañía Nordeste de España inauguró el 29 de
septiembre de 1912 al objeto de enlazar Barcelona con Martorell. De esta
forma, el pueblo de Sant Viceng se vio mucho mejor relacionado con otros
de la comarca y aun con los de fuera; y los salesianos se sintieron más
cercanos a la sede inspectorial de Barcelona-Sarriá.
Tampoco en el plano político había pasado el tiempo en balde. A raíz de
las elecciones municipales del 12 de abril (1931), el consejo municipal vi-
centino entró en la corriente del catalanismo republicano: primero, bajo el
signo del partido Acció Catalana—fundado en 1922—, y, después, bajo el
de Esquerra Republicana de Catalunya fundado en marzo de 1931—.
En cuestión de pocas semanas, al moderantismo de aquel partido le suce-
dió el izquierdismo de éste, mucho más inclinado a las opciones autono-
mistas, socialistas y, más o menos, secularistas. Durante los años siguien-
tes, los avalares de la vida política española siguieron incidiendo en la
composición y en la política del consistorio vicentino. A partir de febrero
de 1936, éste quedó bajo el imperativo del llamado Frente Popular, en el
que confluían fuerzas nacionalistas, republicanas, socialistas y comunis-
tas2. Pero sea lo que fuere de la política sociorreligiosa de los poderes
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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Arriba: fábrica de la colonia Güell, 1909. Abajo: trabajadores de la fábrica
Comamala, hacia 1915 (Archivo Agustí Caralt).
constituidos antes de julio de 1936, la gente de Sant Viceng se mantenía
mayoritariamente fiel a la religión tradicional, tal como lo pudieron compro-
bar los salesianos al retornar a su casa.
Ésta —la masía Font— seguía como a comienzos de siglo, aunque más
vieja y más deteriorada. «La casa era pequeña y muy pobre» —ha dejado
consignado Manuel Ivorra, uno de los moradores de entonces»3—. Los
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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RENACER Y MORIR
Sant Viceng, 1912: llega el primer tren (Foto Aloy) (Archivo Miquel Siñol).
salesianos que volvieron a establecerse en ella en el otoño de 1931 tam-
poco introdujeron cambio alguno importante. Simplemente, los seminaris-
tas-aspirantes ocuparon ahora los espacios que ocupaban antes los novi-
cios y los estudiantes de filosofía: capilla, aulas, comedor, cocina,
dormitorios, teatro, pórtico (Ver los tres planos de la pág. 149). Todas las
habitaciones eran pequeñas (aunque lógicamente resultaban más amplías
para los aspirantes que para los novicios y seminaristas), y algunas de
ellas, bastante oscuras y con poca ventilación. Y es que, por prescripción
legal, las que daban a la finca vecina no podían tener ventanas abiertas a
la misma. Lo cual venía a ser una servidumbre pesada.
Otra servidumbre consistió en el paso del mencionado carrilet, que atrave-
só la finca por el lado de los patios y la huerta. La expropiación, tanto aquí
como en otros puntos del municipio, se llevó a cabo alrededor del 1910.
Por tanto, una de las primeras medidas de seguridad que debieron tomar
los salesianos consistió en levantar una tapia a lo largo de la ferrovía, co-
locando en ella una puerta —si bien se siguió empleando la de la entrada
antigua, situada en lo que hoy es Passatge Pau Vila—.
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EL PUEBLO Y LA CASA
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Una parte de la propiedad quedó fuera de esta tapia. Según la descripción
que hace la escritura de compraventa (1933), se trataba de una porción
de terreno que tenía «una forma algo parecida a la de un triángulo, aun-
que con un perímetro muy irregular» y «una extensión de 4.047 metros
cuadrados». Estaba delimitada por la vía del tren y las calles Sant Miquel
y Ribot (llamada entonces de Francisco Layret). Dentro del terreno figura-
ba un edificio «que había estado destinado a oratorio festivo y que hoy lo
está a escuela». Y además, casi en el centro, había «una alberca o depó-
sito de agua». Joan Costa i Ubach y otros niños de entonces recuerdan
todavía perfectamente aquel sitio, con el pequeño pabellón que, al lado
del patio y del huertecito que cultivaba el Sordo, servía también para en-
tretenimiento de los oratorianos. «Allí nos hacían filminas —afirma Isidre
Casanovas i Tuset— y, por eso, le llamábamos el cinema»4. Pero, a me-
diados del 1933, los salesianos vendieron esta parcela al Ayuntamiento
por el precio de 25.000 pesetas. No les quedó otra opción, porque la ferro-
vía constituía ya para ellos un barrera infranqueable, si bien, como ex pro-
pietarios, tuvieron derecho a utilizar libremente el acceso que daba a la
misma5. A los dos meses, el 31 de julio, el president de Catalunya,
Francesc Maciá i Llussá, acudió a Sant Viceng para colocar en aquel solar
El tren pasa por delante de la casa salesiana (Foto F.Pichotet) (Archivo Miquel
Siñol).
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RENACER Y MORIR
Sant Viceng, 1913: lavanderas (Foto Viceng Siñol i Astorch).
la primera piedra de un grupo escolar. Pero como la construcción no se
llevó a cabo, la población siguió adoleciendo de falta de equipamientos
escolares6.
La otra parte, en que estaba la casa Font, sufrió en consecuencia una re-
ducción considerable: quedó algo más de media hectárea. Allí abundaban
además los desniveles. Entre los años 1932 y 1933, los seminaristas se
dedicaron con ahínco a suprimirlos, al objeto de levantar la citada tapia y
preparar el terreno donde debía construirse el frontón de pelota. Fue un
trabajo considerable. «Yo recuerdo —nos ha escrito el padre Ivorra— que
la cantidad de carretillas de tierra que saqué desde el futuro frontón se me
caían ya de las manos»7. El patio más usado era el que estaba junto al to-
rrente Font, que fue urbanizado también en los primeros años treinta8.
En 1931, ocupando parte del terreno que se extendía delante de la casa,
se alzaban los tres monumentos que, según se ha anotado ya (pág. 83),
el Sordo había ido construyendo unos años antes. El del santo sepulcro
había sido sustituido por otro, tal como ha llegado hasta nuestros días. Y
muy cerca, seguían aún en pie las paredes exteriores, medio levantadas,
del pabellón que el padre Rinaldi había comenzado a edificar unos 30
años antes.
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EL PUEBLO Y LA CASA
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El «Puente de Molins» hacia 1969, antes de su hundimiento .
Estando así las cosas, era claro que a la antigua propiedad de can Font le
convenía una ampliación. Ésta se hizo posible con la adquisición de la fin-
ca que antes se llamaba torre Fornaguera y después se conoció por torre
L//nás9. Se hallaba situada pared medianera con la citada masía, al lado
opuesto de la vía del tren y sobre un terreno un poco elevado. En los pri-
meros años treinta, la dueña de la misma, doña María del Carmen de
Lunas y de Salas, estaba acariciando la idea de venderla y manifestaba el
deseo de que los compradores fueran los salesianos. Éstos, por su parte,
la apetecían, porque era bastante grande y hermosa, tenía abundancia de
agua, jardines, huertos, granja y hasta algo de bosque. Y, lo mismo que
muchos años antes, seguían pensando que sería un lugar muy a propósi-
to para trasladar allí, si fuera el caso, el noviciado que funcionaba en
Gerona, o establecer a su tiempo un seminario mayor para los estudiantes
salesianos de filosofía o de teología. En cualquier caso, serviría para am-
pliar el horizonte de can Font, cuyo espacio vital había quedado recortado
por el paso del ferrocarril. Quien principalmente pensaba y soñaba así era
el ecónomo y secretario provincial, don Julián Massana Rovira, cuyo pa-
dre, como queda dicho (pág. 21), hizo las gestiones necesarias para que
la casa Font viniera a las manos de los salesianos. Para don Julián, todo
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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RENACER Y MORIR
El transporte en Sant Viceng: bicicletas, hacia 1915 (Foto Viceng Siñol i
Astorch) y coche de línea «Patana», 1927 (Archivo Agustí Caralt).
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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EL PUEBLO Y LA CASA
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aquel enclave de Sant Viceng guardaba resonancias de familia y de viejas
tradiciones salesianas. Lo amaba, sin duda. ¿Acaso no se había formado
él mismo allí como joven salesiano?
Tal vez, surgieron algunas dificultades durante los trámites de la compra-
venta, porque, según al menos algún testimonio, el Sordo se puso a ente-
rrar medallas en la finca «para conseguir que nos la vendieran, y se consi-
guió»10. Efectivamente, el contrato de compraventa se firmó el 22 de
octubre de 1935. El terreno que se adquiría tenía una extensión de algo
más de dos hectáreas. La recepción y la inauguración solemne tuvieron
lugar el 3 de mayo del año siguiente. La comida se hizo en el hall señorial
de la torre. Fue una jornada memorable para aquellos salesianos y semi-
naristas. Porque, primero, en el viejo caserío Font pudieron abrir del todo
las ventanas que estaban semitapiadas, y recrear los ojos contemplando
la huerta y la granja de la forre, esmeradamente cuidadas, y disfrutar de
más luz y de aire más puro. Sintieron, en suma, una grata sensación de li-
bertad. Y, segundo, en la «finca de arriba» —como comenzaron a denomi-
narla— admiraron los jardines y el pinar, y gozaron con el encanto que
producía el palacete, embellecido, en el exterior, con un gigantesco pi-
mentero, y dentro, con una gran escalinata, la capilla doméstica, las vi-
drieras, el hall, las habitaciones señoriales, la galería acristalada.
Entonces creyeron descubrir un mundo nuevo al que, ciertamente, no es-
Tbrre Llinás, adquirida por los salesianos en 1935.
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RENACER Y MORIR
taban acostumbrados. Las violencias de julio de 1936 apagaron en buena
parte el brillo de esta elegante mansión vicentina, «verdaderamente em-
blemática en el pueblo», según nos asegura Lluís Aymerich11.
EL SEMINARIO MENOR
Todavía se encuentran entre nosotros varios que, por los años 1931 al
1936, hicieron algún curso de latín en aquel seminario. Por ejemplo, los
hermanos Agüero —José María y Juan—, MarceNí Carrera, Luis Jornet,
Joan Ráfols, Luis Vivar12. Todos ellos coinciden en afirmar que, a excep-
ción de algún caso, la convivencia era natural y sencilla, e incluso califican
aquellos tiempos vicentinos de «felices» y «entrañables». Alejados de to-
da otra preocupación mundana, se aplicaban con gusto a sus quehaceres
ordinarios —sintetizados en el binomio piedad y estudio—, dentro de un
ambiente de verdadero compañerismo. «Solamente vivíamos para el estu-
dio, la piedad, la alegría y una gran familiaridad», anotaba Manuel Ivorra
en sus papeles personales. Y añadía: «El espíritu salesiano era comple-
to»13. Y era así. Educadores y educandos formaban una gran familia14. No
es que el viejo caserío Font les ofreciera grandes comodidades pero, co-
mo atestigua Juan Agüero, incluso «la austeridad —casi pobreza— que
allí se respiraba nos unía a todos y en todo»15.
El pequeño seminario estaba organizado casi exactamente como lo había
estado el de Campello16. Tenía los tres últimos cursos de los cuatro que
formaban entonces el período del «aspirantado»17, porque el primero —tal
vez con alguno introductorio— funcionaba en Barcelona-Tibidabo, en la
residencia aneja al Templo del Sagrado Crazón de Jesús. Los seminaris-
tas, al terminar su estancia allí, bajaban a Sant Viceng para proseguir su
ciclo formativo y, una vez concluido el cuarto curso —que equivalía al pe-
ríodo del postulantado—, iniciaban el año de noviciado en Gerona. Por es-
to, hubo una estrecha relación entre los tres centros mencionados.
El alumnado estaba formado en general por adolescentes y jóvenes entre
los 13 y 16 años, procedentes en su mayoría de los colegios salesianos
(de Barcelona, Huesca, Gerona, Valencia). En él quedaron integrados al-
gunos de los que no pudieron volver a Campello. Por tanto pertenecían a
una clase social muy modesta. Apenas pagaban nada por la manutención,
de la que debía hacerse cargo casi íntegramente el padre provincial18.
Todos hablaban el castellano habitualmente y nunca tuvieron problemas
por el asunto de la lengua. Cada año, su número oscilaba entre 30 y 40.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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EL SEMINARIO MENOR
111
La vida seminarística —de riguroso internado— seguía las pautas minu-
ciosamente establecidas en un calendario y en un horario, que con mucha
dificultad aceptaban cambios o excepciones. Profesores y educadores,
alumnos y personal auxiliar sabían con precisión lo que debían hacer. Lo
hacían y basta. Todo marchaba como un reloj. Cada uno tenía anotadas
las cosas que debía realizar, una después de la otra, ordenadamente: el
estudio, la oración, el trabajo manual, el recreo, el descanso. En suma, tal
como recuerda José María Agüero, «aquélla era una casa sin pro-
blemas»19.El curso estaba dividido en tres partes, con los exámenes
trimestrales, semestrales y finales correspondientes. Pero mensualmente,
cada alumno recibía las calificaciones que había obtenido en las asignatu-
ras. Éstas se agrupan en prácticas (o escritas) y ora/es. Entre las primeras
entraban la composición castellana, las versiones latina y griega, el ejerci-
cio de matemáticas, el dibujo y la caligrafía; entre las segundas, la reli-
gión, las gramáticas castellana, latina y griega, matemáticas, historia y ge-
ografía. De ellas, ostentaba la primacía el latín20. Pero también se daba
importancia a las matemáticas. La religión constituía una asignatura espe-
cial: uno debía saberla de memoria y aprobarla con alta calificación para
ser admitido a los exámenes de las restantes disciplinas21. Las actitudes
básicas del alumno quedaban reflejadas en los tres parámetros denomi-
nados conducta, aplicación y urbanidad, respecto a los cuales no podía
haber deficiencias graves22.
La música coral se cultivaba con gran esmero, aunque tal vez sin llegar a
la perfección que alcanzaba en la escolanía del Templo del Tibidabo. «A
los que éramos de mal oído —recordaba Manuel Ivorra— nos decían que
cantáramos flojito»23. Todos los días, antes de la hora de comer, había cla-
se de canto. Bajo la batuta del joven salesiano Ramón Castro (1933-
1936), el coro del seminario llegó a hacer maravillas, interpretando piezas
a varias voces. Lo que le permitía actuar con dignidad, por ejemplo, en la
iglesia parroquial o en el Templo del Sagrado Corazón de Jesús del
Tibidabo24. «Cuando, procedente del aspirantado del Tibidabo, llegué a
Sant Viceng en julio de 1936, me llamó la atención lo bien que cantaban
los chicos de aquí —declara don Jesús Carilla—; en el recreo después de
la cena se organizaban unos grupos corales que cantaban admirablemen-
te, incluso partituras a voces mixtas». «Y la gente, que nos escuchaba
desde la calle, se ponía a aplaudir», añade don José María Agüero25. La
música instrumental (el piano) no se podía cuidar de la misma forma, pero
se fue progresando, tanto que, durante algún tiempo, el ya famoso maes-
tro Juvenal Villani acostumbró acudir todos los jueves por la tarde desde
las Escuelas Profesionales Salesianas de Sarria, al objeto de tomar las
correspondientes lecciones a los seminaristas26.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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RENACER Y MORIR
LA CASA SALESIANA
PROPIEDADES CAN FONT-TORRE LLINÁS
1.CASAFONT
2. TORRE LLINÁS
E. ACCESOS
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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EL SEMINARIO MENOR
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Curso 1931-1932: superiores, profesores y seminaristas.
Junto al estudio, la piedad. Las diversas prácticas se hallaban minuciosa-
mente establecidas y se cumplían con toda escrupulosidad. Los días de
labor, la misa y las oraciones de la tarde y de la noche; los domingos, dos
misas por la mañana y las Vísperas por la tarde. Cada mes, el Ejercicio de
la Buena Muerte; cada año, la tanda de Ejercicios Espirituales. Las fiestas
religiosas resultaban solemnísimas: la capilla era pequeña, pobre y oscu-
ra, pero el canto litúrgico, bien ejecutado como decimos, ensanchaba y
sublimaba todos los espacios del alma.
En el sistema educativo salesiano, al lado de las aulas y la capilla se en-
cuentra siempre el patio. Los seminaristas de Sant Viceng tenían prohibi-
do el fútbol, pero se divertían con otros juegos, como el balón-mano, el
boley-bol, la bandera cortada, el marro, el bate, a perro. Sobre todo, el
frontón constituía un grande atractivo, aunque el piso se tuvo que nivelar
poco a poco. Durante el tiempo de recreación, todos debían entrar en mo-
vimiento. ¡A correr!, era la voz de orden. Únicamente durante los meses
de verano se permitían los juegos de mesa, como el dominó, el ajedrez, el
parchís. Uno que decían ser de origen chino, llamado ma-yong, gustaba
mucho. Los educadores tomaban parte activa en las diversiones de los jó-
venes, incluso de una forma excesiva, ya que ellos se ponían a dirigirlas
competiciones, limitando la espontaneidad de los muchachos. Esto ocu-
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RENACER Y MORIR
Algunos seminaristas de
los años treinta. De iz-
quierda a derecha y de
arriba abajo: Ángel García,
José María Agüero, Luis
Jornet, Joan Ráfols y
Marcel-lí Carrera.
nía sobre todo en los recreos después de la comida y en el de la hora de
la merienda. El de la noche, después de la cena, solía organizarse con
mayor libertad.
En esta misma línea de distensión educativa entraba el espectáculo en
sus diversas formas: sobremesas, veladas, representaciones teatrales. No
había proporción entre el salón de actos —pobre y reducido— y las obras
que se ponían en escena cada vez con mayor maestría. Entre ellas se da-
ban saínetes, comedias, dramas y, por supuesto, también las zarzuelas,
con todo su aparato musical.
La tarde del jueves era para el paseo. Los seminaristas se dividían en dos
grupos —mayores y pequeños— y de ordinario cada uno tomaba su pro-
pia ruta, sin que coincidieran fácilmente. Los parajes cercanos al arroyo
de Torrelles, las laderas de la montaña de Sant Antoni y del Puig
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EL SEMINARIO MENOR
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Perdiguer, la colonia Güell —con el pinar y la famosa cripta de la iglesia
inacabada, obra de Antonio Gaudí27—, constituían las metas más frecuen-
tadas. Como también la orilla derecha del río Llobregat, adonde los niños
iban con frecuencia a bañarse los pies y a jugar con el agua. Hasta que el
jueves 17 de octubre de 1935 un remolino que se había formado en la co-
rriente engulló a tres de ellos para siempre. Fue una desgracia inmensa,
que conmocionó a todo el vecindario28. Desde entonces, el río quedó
proscrito en los paseos de los salesianos y sus alumnos por mucho tiem-
po. Para las excursiones ofrecían un buen aliciente sitios como la ermita
de San Ramón (en Sant Boi), la iglesia de Santa María de Cervelló, el
Pont del Lledoner (también en el término municipal de Cervelló), la capilla
y fuente del Remei (Mas Vila, en el Puig Gallina), el Papiol y Santa Creu
d'Olorda. Por estos años treinta se consolidó la costumbre de visitar can
Cañáis (en Corbera de Dalt) tan pronto como en la masía finalizaban las
tareas de la vendimia, a fin de que también los estudiantes participaran de
la alegría de la vida campestre.
El trabajo manual y las pequeñas incumbencias domésticas entraban de
lleno en la contextura formativa del joven seminarista, que debía estar
siempre dispuesto a barrer, quitar el polvo, fregar los platos, preparar el
comedor. «Piense usted —nos decía MarceNí Carrera— que, en un inicio,
no teníamos agua corriente; por tanto, inmediatamanete después del de-
sayuno, unos se ponían a sacar el agua del pozo, otros a subirla arriba,
otros a distribuirla. Si uno se mojaba, lo pasaba mal. Era muy pesado»29.
Como hemos consignado antes, gracias a este esfuerzo colectivo se
transformaron las huertas en patios y campos deportivos.
Lo mismo que en la etapa antecedente, el seminario apenas se abrió ha-
cia el exterior, cosa que las circunstancias concretas de entonces no favo-
recían. De todas maneras, bajo la iniciativa de la parroquia, Joan
Juncadella siguió manteniendo la vieja tradición del oratorio festivo
(esplai), que, como se ha explicado ya, ocupaba primero la parcela que
estaba más allá de la vía del tren; después —una vez efectuada la venta
del terreno al Ayuntamiento (1933)—, en los patios y locales del semina-
rio. No hace falta decir que estaba destinado exclusivamente a los niños y
jóvenes. Bastantes de éstos viven todavía, y se complacen en evocar nu-
merosas anécdotas de una vida que a ellos les agradaba. Y es que, ade-
más de un sitio adecuado para reuniones y juegos, el señor Juncadella
encontraba en la casa salesiana la colaboración inapreciable del Sordo
que, superando sus limitaciones, se entregaba en cuerpo y alma a la ani-
mación del oratorio festivo. «Vivía para nosotros —recuerda uno de aque-
llos muchachos—, ayudaba al señor Juncadella y estaba con nosotros.
Siempre estaba presente entre los chicos»30. «Si en el patio había, por
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RENACER Y MORIR
D Archivo Miquel Siñol
Años veinte: Montpedrós o, para los salesianos, < Monte de María Auxiliadora»
(Foto Carcassona).
ejemplo, 50 chavales —añade otro testigo—, el Sordo los vigilaba a todos;
no se le escapaba ninguno»31. De aquí que la imagen de aquella humilde
institución haya quedado tan fuertemente grabada en el corazón de tantos
antiguos oratorianos. Cuando, en las navidades de 1933, pasó por allí un
visitador, delegado de los superiores de Turín, constató que el esplai do-
minical funcionaba «molto bene» («muy bien»)32.
El seminario, además, prestaba sus locales a los fejocistas, a fin de que
pudieran hacer las tandas de Ejercicios Espirituales en paz y tranquilidad,
y ya en 1932 organizaba la asociación de María Auxiliadora. Así, aunque
fuera discretamente, esta devoción comenzó a difundirse entre las fami-
lias de Sant Viceng. En fin, algunos sacerdotes, como Félix Solanes y
Juan Piles, se prestaban a ayudar a las parroquias más cercanas, mien-
tras que el director, don Juan Alberto, y algún otro se ofrecían a dar clases
de repaso a algunos jóvenes vicentinos. En consecuencia, como atestigua
el referido visitador, don Antonio Candela, tanto las autoridades como la
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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EL SEMINARIO MENOR
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población en general demostraban su simpatía y adhesión a la casa sale-
siana.
La fuerza interior que impulsaba la vida diaria del pequeño seminario era
la conciencia vocacional de los mismos muchachos, que siempre les ha-
cía mirar hacia adelante en la esperanza de unirse, en una fecha no leja-
na, a Don Bosco y a la Congregación Salesiana.
LA REVOLUCIÓN DE JULIO
Los salesianos no se metían para nada en política. Ni siquiera hablaban
de ella. Lo tenían prohibido. Tan sólo dos días después de haberse decla-
rado la República, el superior provincial de Barcelona recordaba a los su-
yos que, según una antigua prescripción, debían quedar al margen de to-
da preocupación política. «A este fin y conforme determinan nuestras
Constituciones —concluía—, abstengámonos de la lectura de los diarios».
Pero como, dada la novedad de las circunstancias, era imposible no satis-
facer la legítima curiosidad de unos y de otros, el padre Calasanz permitía
alguna excepción: «Los mismos señores directores podrán comunicar lo
que, en su prudencia, crean conveniente»33.
Al seminario de Sant Viceng llegaban dos publicaciones de significación
católica y catalana: el periódico El Matí y la revista mensual La paraula
cristiana34. Eran los medios de información más importantes que tenían
Don Ramón
Cambó
(1931-1934).
Don Juan Alberto
(1934-1936).
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RENACER Y MORIR
los responsables, los cuales solamente en casos muy especiales pasaban
alguna que otra noticia a los seminaristas. Sin duda no desconocían los
hechos, pero, por la historia ulterior que conocemos, cabría deducir que
en aquel entonces no siempre fueron capaces de calibrar bien la grave-
dad de la situación. Pero, mientras tanto, consiguieron que los seminaris-
tas, niños y adolescentes como eran, hicieran su vida totalmente al mar-
gen de las inquietudes que en materia política pudieran sentir o presentir
los adultos. Hasta que, bruscamente, la tarde del 18 de julio de 1936 en-
frentó a todos, educadores y educandos, con la dura realidad35.
El viernes 17 de julio, habían prepado con esmero la jornada que, al día
siguiente, iban a pasar en la cumbre del Tíbidabo: la fiesta del padre supe-
rior de aquel Templo y seminario, don Ernesto Miglietti y, al mismo tiempo,
la despedida del curso, ya que once alumnos que habían terminado sus
estudios en Sant Viceng partirían desde allí a Gerona, para iniciar el año
de noviciado. Y, efectivamente, la jornada del 18 salió con toda brillantez.
Los seminaristas disfrutaron, como hoy se dice, «a tope». Hubo misa can-
tada, comida especial y, por la tarde, un poco prontito, la velada de home-
naje con la representación de la zarzuela titulada Morirse a tiempo. Y des-
pués de participar en el último acto religioso, emprendieron la vuelta a pie,
como habían efectuado la ida. Los futuros novicios habían quedado en la
casa del Tibidabo para pernoctar y proseguir el viaje a Gerona; los demás
—entre ellos, J.M.Agüero, A.García, J.Larrea—, acompañados por los su-
periores y los compañeros que habían concluido su estancia en aquel se-
minario —J.Carilla, J.Cañete, L. Zubizarreta—, emprendieron, como deci-
mos, la bajada, siguiendo, según costumbre, el derrotero de Santa Creu
d'Olorda. En total, el grupo que se dirigía a Sant Viceng era de unos 40
adolescentes, con dos o tres salesianos.
Al llegar a Molins de Rei, todos perciben un ambiente raro, como el que
suele preceder a las tormentas —gente que les mira con extrañeza por-
que la sotana de los profesores comenzaba a ser ya un signo delator, gru-
pos de obreros que hablaban por lo bajo entre sí, banderas rojas— y sien-
ten instintivamente la necesidad de encontrarse cuanto antes en un lugar
seguro. Había que correr y acercarse enseguida a casa: «Chicos, de pri-
sa», oyeron los niños que se les repetía una y otra vez. Pero sus piernas,
lastradas por el peso del cansacio, apenas podían obedecer. Por fin llega-
ron al seminario. Después de cenar, se retiraron enseguida. Los que habí-
an bajado del Tibidabo por primera vez sólo llevaban encima lo puesto,
esperando que, a la mañana siguiente, les traerían las maletas en el ca-
rro...
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LA REVOLUCIÓN DE JULIO
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Curso 1935-1936: profesores y seminaristas.
El seminario, incautado
Como es sabido, en Barcelona aquella madrugada comenzó la lucha en-
tre las fuerzas que apoyaban el levantamiento militar que se había inicia-
do en Melilla el viernes 17 y las que lo combatían. Los dos bandos habían
tomado el tiempo necesario para adoptar las medidas pertinentes y planifi-
car la estrategia a seguir. El domingo 19 tenían que haberse inaugurado
los Juegos Olímpicos Populares, pero amaneció ensangrentado36. Por lo
cual, el hombre que había salido por la mañana de Sant Viceng llevando
en el camión las maletas de los once novicios que aquel día debían partir
en tren de Barcelona a Gerona, no pudo cumplir su cometido: al intentar
pasar por Pedralbes se encontró con el tiroteo en las calles y se volvió a
casa con los bultos. «La noticia nos preocupa», escribió el director en su
diario. Y añadió: «Por la tarde, dejan de funcionar los trenes»37. En conse-
cuencia los novicios concentrados en el Tibidabo quedaron totalmente blo-
queados y a merced de los revolucionarios38. Estas noticias llegaron a la
población antes del mediodía, cuando ya se habían celebrado las misas
de costumbre.
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RENACER Y MORIR
Al día siguiente, lunes 20, un sacerdote de la comunidad, don Félix
Solanes, que había ido a Barcelona precisamente para organizar el pro-
yectado viaje de los novicios a Gerona, pudo regresar a Sant Viceng tra-
yendo la noticia de que la casa y la iglesia de los salesianos de la calle
Rocafort 42 habían sido incendiadas por los revolucionarios.
Efectivamente, el hecho había tenido lugar a partir de las últimas horas
del domingo39. El padre Solanes se había encontrado con un grupo de mi-
licianos, y, aunque vestido de paisano, le había resultado un viaje más o
menos rocambolesco. En consecuencia, antes del mediodía de este lu-
nes, los salesianos de Sant Viceng ya sabían de qué se trataba: la revolu-
ción, entre otras cosas, quería atacar directamente a la religión. Y esta ex-
periencia la vieron confirmada enseguida, cuando, a eso de las cuatro de
la tarde, llegaron al pueblo algunos coches llenos de milicianos, con la
pretensión de soliviantar los ánimos y pegar fuego a la iglesia parroquial.
Había sonado la hora de la revuelta social, una de cuyas manifestaciones
era precisamente la violencia antirreligiosa en todas sus formas.
Ya para entonces resultaba evidente que el general Manuel Goded, que di-
rigía el levantamiento militar en Barcelona, estaba condenado al fracaso,
por lo que las fuerzas anarcosindicalistas, envalentonadas y organizadas
en comités y patrullas, y bien pertrechadas con armas y vehículos que ha-
bían requisado, dominaron por completo la situación en la capital catalana,
y, desde allí, en todo el Principado. Sin embargo, en Sant Viceng no consi-
guieron que ardiera la iglesia. Un hombre ízquierdoso y bohemio, pero de
seny—Joaquim Velilla i Forés—, se enfrentó, bastón en mano, con la tur-
ba, y con razones y amenazas les convenció de que no cometieran tama-
ño disparate. La proximidad relativa de la sede de la cooperativa obrera La
Vicentina, orientada entonces hacia la Esquerra Republicana de Catalunya
y que podía salir dañada si se incendiaba el templo parroquial, contribuyó
también a apaciguar los ánimos exaltados40. Pero éste no se libró de ser
brutalmente desmantelado y profanado. Sacaron al exterior altares, esta-
tuas, bancos, candelabros y ornamentos litúrgicos: parte, fue destruido y
quemado allí mismo; parte, llevado los días siguientes fuera del pueblo, al
torrente de Torrelles, con el mismo objetivo. El solar de la iglesia debía ser-
vir en adelante para otros menesteres —concretamente para almacén de
instrumentos y materiales del colectivo de los albañiles—.
Los vecinos avisaron a los salesianos de lo que estaba ocurriendo. Éstos,
a toda prisa, metieron en varios sacos los utensilios, las ropas y los libros
de la iglesia, sin olvidar las maletas de los novicios que no se habían podi-
do llevar a su destino, y depositaron todo en tres casas del vecindario.
«Abrigamos graves temores por la suerte de nuestra casita», escribió el
superior con fecha lunes 20 de julio. Y dispuso que, a partir de aquella
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LA REVOLUCIÓN DE JULIO
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misma noche, los salesianos vigilaran por turnos la finca, porque había
que asegurar, ante todo, la vida de los 40 seminaristas.
Al día siguiente, martes 21, el alguacil del Ayuntamiento fijaba en la puerta
de la entrada más habitual del seminario un cartel, en que se declaraba
que aquella propiedad quedaba intervenida por el Gobierno de la
Generalitat de Cataluña y que, por tanto, debía ser respetada por todos.
Pero los que mandaban de hecho durante aquellos inicios de la revolución
eran los diversos comités populares que se constituyeron inmediatamen-
te. En Sant Viceng, el primero de ellos, de adscripción UGT-PSUC, se ins-
taló en el colegio de la Inmaculada, de las Hermanas de la Doctrina
Cristiana, las cuales, desde la tarde del día 20, se hallaban refugiadas en
casas particulares. Pero, a los pocos días se formó el denominado Comité
de Milicias Antifeixistes, o simplemente Comité Antifeixista, que llegó a ser
el dominante. En él había, entre otros, representantes de la
Confederación Nacional de Trabajadores (CNT), Partido Obrero de
Unificación Marxista (POUM), Esquerra Republicana de Cataluña (ERG) y
Juventud Socialista Unificada de Cataluña (JSUC)41. Se endosaron el mo-
no de trabajador, ciñeron a la cintura la cartuchera y se armaron con el fu-
sil y la pistola. Tuvieron su sede principal en el Casal Martí, cerca del Bar
Solé —en la zona de la actual estación de los Ferrocarriles Catalanes—.
Desde allí, en conexión con otros comités locales, como el de Molins de
Rei, lo controlaban todo. Por supuesto, ellos disponían de la suerte del se-
minario salesiano, de su propiedad y de sus habitantes.
Aquí los días 22 (miércoles) y 23 (jueves) transcurrieron con relativa cal-
ma. El comité instalado en el colegio de la Inmaculada dispuso que la ro-
pa de los salesianos, que semanalmente lavaban las Hermanas, les fuera
devuelta. Y recomendó al Sordo, que hacía de recadista, que procurase
que no faltara nada a los niños y que, en caso de necesidad, acudiera al
mismo comité. Éste, por otra parte, vigilaba minuciosamente todos los mo-
vimientos de los salesianos con el exterior, lo que no podía menos que
molestarles. Además, mayores y pequeños constataban que, cuando pa-
saba el tren cerca de las estatuas que el Sordo había erigido en el patio,
algunos se ponían a gritar y silbar en actitud de protesta. Para ellos, el re-
chazo de la religión era ya un impulso incontenible. Así es que, temiendo
cosas peores, en el seminario dieron comienzo a una novena a la Virgen
Santísima. ¿Vendría alguna solución desde el cielo?
Mientras tanto (lunes 21), en el pueblo había ocurrido algo muy grave: ha-
bían pegado fuego a la casa rectoral y estaban proyectando derrocarla
por completo —como luego sucedió de hecho (6 de agosto)—. Porque de
aquel lugar, por todo lo que significaba, no tenía que quedar piedra sobre
piedra. Ni siquiera el recuerdo. «Fue un crimen de alcance histórico —afir-
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RENACER Y MORIR
ma uno que conocía bien el lugar,el señor Casanovas Tuset—, porque en-
tonces se perdió toda la documentación de este vecindario, acumulada
durante siglos. Un tesoro que no tendremos nunca más»42. Ya para enton-
ces, el párroco y el vicario habían podido refugiarse en un lugar oculto.
La intolerancia religiosa
El viernes, 24, constituyó una jornada particularmente intensa para los sa-
lesianos.
Por la mañana —acto primero—, un oficio del comité advierte al director
que, para seguridad de todos, era mejor proceder al derribo de las men-
cionadas estatuas. El superior se da cuenta del valor exacto de los térmi-
nos. Y, por la tarde, los albañiles enviados por el comité emprenden la ta-
rea. El señor Planas, autor de las imágenes (pág. 83), con gran humildad
y dolor colabora en la obra destructora. Los niños lo presencian todo. «No
es para describir nuestro estado de ánimo», hace constar don Juan
Alberto.
Algo después —acto segundo—, a las siete, citación en el Ayuntamiento.
Acompañado del padre catequista, don Juan Piles, acude con puntuali-
dad. Los dos van vestidos de paisano. Llevar sotana es ya un delito. En el
despacho del alcalde encuentran a éste y «al jefe rojo» que, acompañado
por cuatro hombres armados, lleva entonces la voz cantante. «Me habla
altanero —declara el director del seminario—. Me pregunta por el párroco,
qué hacemos en aquel pueblo, cómo se sostiene nuestra casa. Contesto
con toda sinceridad. Exige que yo entregue las armas. Respondo que no
tenemos. Insiste varias veces, y me amenaza que harán un registro.
Contesto que sería trabajo inútil: no tenemos armas. Pregunta si vamos a
resistir, y digo que no, que será bien recibido. Pregunta varias veces si ad-
mitiremos al párroco, y respondo que de mil amores».
En su forma, escueta y directa, el testimonio del padre Alberto ofrece sin
duda garantías de autenticidad. Del alcalde, Caries Tuset i Sala, se había
formado una opinión positiva, porque, según dice, era «muy querido en el
pueblo» y se esforzaba con éxito para que «no hubiera mayores desma-
nes». Pero, lo mismo que en otros lugares de Cataluña, el Ayuntamiento
había quedado desbordado, incapaz de frenar el ímpetu de la revolución
que impulsaban las fuerzas de la extrema izquierda, la CNT, la FAI, el
PSUC.
A la media hora de regresar a casa, tiene lugar el tercer acto, es decir, la
visita anunciada. Viene el mismo jefe —un obrero— al que rodean unos
ocho hombres armados. «Uno es del pueblo —precisa el cronista—; los
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demás son forasteros». «Yo recuerdo que miré por la ventana cuando su-
bían por la escalera —asegura José María Agüero— y vi que uno llevaba
en su casco la conocida inscripción: UHP» (Unión Hispana del Proleta-
riado) 43.
Llegan al dormitorio, donde la mayoría de los niños acaban de acostarse;
sólo algún rezagado está de rodillas al pie de la cama, terminando las últi-
mas oraciones. El jefe, acompañado por el director y algún guardia, pasa
entre las camas preguntando a cada uno su nombre y apellido, si se en-
contraba a gusto, si quería volver a casa de sus padres... Las respuestas
que obtiene reflejan la satisfacción general: los chicos están contentos,
desean seguir sus estudios. No faltaron tampoco algunas salidas espontá-
neas e inocentes. Por ejemplo, a uno le preguntó el jefe de los milicianos:
—¿Cuánto tiempo llevas aquí? Y pensando que deseaba saber el tiempo
que llevaba acostado, dijo: —Un cuarto de hora. A otro se le preguntó si
necesitaba algo, y respondió sin pérdida de tiempo: —Un par de zapatos.
Y el jefe advirtió al ayudante: Tú, anota, que le traigan unos zapatos a es-
te chico. Don Ángel García recuerda que a él le preguntaron por las asig-
naturas que estudiaban y que dio varias indicaciones, pero, olvidándose
de la recomendación que se les había hecho de responder con suma cau-
tela, al final contestó que también estudiaban religión. «Ante el gesto de
sorpresa y contrariedad que hizo el padre director, caí en la cuenta de que
había pronunciado una palabra que en aquella circunstancia estaba pros-
crita»44. «Parece que el jefe se ha conmovido —precisa en este punto el
cronista—; su mirada pierde rigidez, sonríe y dice a los niños que no se
asusten». Al ver aquello, el director se atreve incluso a hablarle de San
Juan Bosco, de los salesianos que, en Méjico, están soportando la perse-
cución...Todo parecía que iba por buen camino45, cuando, al entrar en la
capilla que estaba en la planta baja, ordena que, sin intentar esconder na-
da, se amontonen cuadros, estatuas, utensilios y ornamentos litúrgicos ya
que el culto cristiano quedaba prohibido. Ante aquella medida impositiva,
el director se atreve a advertirle que no había leído en ninguna parte un
decreto semejante... Se le contesta que quienes mandan no son los de la
Generalitat, sino ellos, los milicianos... En consecuencia, al día siguiente
(sábado 25, fiesta de Santiago), celebrada la misa a primera hora de la
mañana, se procedió a cumplir lo dispuesto: «Después del desayuno —re-
cuerda aún perfectamente José María Agüero—, los más pequeños ayu-
damos a bajar los cuadros, que los mayores iban descolgando»46.
Más tarde estos objetos ardieron en el patio. En la operación, participaron
incluso algunos seminaristas que, alucinados por unos hechos que jamás
se les habían pasado por la cabeza, actuaban inconscientemente47. El se-
minario, pues, quedó prácticamente sin capilla. Ya no había un lugar ade-
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RENACER Y MORIR
cuado para el culto y las mani-
festaciones religiosas. Si al-
guien se aventuraba, por ejem-
plo, a celebrar la misa, debía
hacerlo en estricta clandestini-
dad, evitando por supuesto la
presencia de los niños. De la
misma forma, éstos no podían
asistir a clases de catecismo, si
bien podían dedicarse a otros
estudios.
Otro hecho que se derivó de la
visita del viernes 24 fue que los
salesianos se vieron obligados
a despojarse de la sotana y a
entregar a los señores del co-
mité la lista completa de todo el
personal de la casa, especifi- El padre provincial, José Calasanz Mar-
cando quiénes eran sacerdo- qués, asesinado en Valencia, 29 -VII-
tes. «Esto significaba —declara 1936.
Manuel Serrano, testigo pre-
sencial— que los presbíteros
debían abandonar la casa, en la que sólo permanecerían los salesianos
laicos y los niños que no pudiesen volver a sus respectivos domicilios»48.
Fue entonces cuando el Sordo pudo ejercer directamente su papel de pro-
tector sobre aquel grupo, cada vez más reducido.
Como los nuevos amos solían aprovechar las fechas más señaladas para
ejercer sobre sus adversarios vencidos el peso de su dominio, el domingo
26 dos individuos de la FAI implantaron la bandera roja sobre el pedestal
donde había estado colocado el crucifijo hecho por el señor Planas. De
esta manera, los nuevos símbolos sustituían a los viejos. La revolución
avanzaba.
El lunes 27 trajo muy malas noticias para los moradores del seminario.
Era seguro que, en Barcelona, algunos salesianos habían sido asesina-
dos; y, según se les informaba, también en Valencia había corrido la mis-
ma suerte el padre provincial, don José Calasanz Marqués. «Rezamos
por el eterno descanso de su alma» —consignaba el cronista49—. Muy
probablemente no les llegó la noticia del asesinato que los del comité de
Molins —uno de los más sanguinarios de toda la comarca— habían per-
petrado en las personas del cura-párroco de Sant Viceng, mossén Josep
Duran i Soler y de su vicario, Manuel Gasset i Lletja, los cuales perecieron
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a primeras horas del domingo 26 en la montaña del Ordal (entre el Alt
Penedés y el Baix Llobregat)50. El padre Alberto sabía que estaban ausen-
tes del pueblo desde el lunes 20 y nos consta que se había formado un al-
to concepto concretamente del primero, al que le llegó a conocer bien:
«Era un sacerdote sumamente apostólico».
Con todo esto llegó la desolación a can Font: «Pasamos los días en la
mayor tristeza», dejó escrito el mencionado padre Alberto con fecha mar-
tes 28 de julio. Así terminó el mes.
La expulsión
El mes de agosto comenzó con la misma tónica. Por una parte, la política
condescendiente del comité autodenominado antifascista que, sobre todo
en atención a los niños, evitaba atacar directamente a los mayores. Éstos
incluso, aceptando las garantías que se les ofrecían, decidieron suspen-
der los turnos de vigilancia por la noche. Pero, por otra parte, les resultaba
imposible vivir en sosiego, porque las intrusiones y las vejaciones eran
frecuentes. Así el domingo 2 de agosto, comprobaron cómo jóvenes cató-
licos-fejocistas del pueblo51 venían obligados a desvalijar la torre Lunas y
arrojar al río Llobregat muchas obras de valor artístico. Además, compro-
baron que se les invitaba a abandonar del todo el edificio del seminario, al
que se le debía dar otro destino...
En medio del grupo, el párroco Josep Duran (Archivo
V.Peixó). Al lado, el vicario Manel Gasset. Ambos asesina-
dos el 26-Vil- 1936.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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RENACER Y MORIR
A los cuatro días, jueves 6, viendo que sólo quedaban en casa ocho semi-
naristas y que el personal salesiano que aún no se había marchado pare-
cía tener garantías suficientes para salir del paso, con el permiso escrito
de su superior para ausentarse, el padre Alberto se presentó en el consu-
lado italiano de Barcelona para embarcar al día siguiente rumbo a Italia
(nota 37).
La iglesia parroquial de Sant Viceng en 1925 (Foto Carcassona).
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA REVOLUCIÓN DE JULIO
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Los salesianos y los niños que quedaron en can Font pasaron los meses
siguientes sin grandes sobresaltos, aunque también sin alegría y sin liber-
tad. Esto lo experimentaron sobre todo los mayores; entre los chavales,
hubo de todo: unos lo pasaron bien, en plena holganza y con largas vaca-
ciones; otros, en cambio, sintieron el tedio de un calendario incierto y sin
relieve alguno. Por lo demás, no les faltó lo necesario para comer: vela-
ban los del comité y el Sordo. «Como éramos tan pocos —asegura Benito
Castejón— no seguíamos un horario fijo; solamente teníamos fijas las ho-
ras de levantarnos, de rezar las oraciones y de las comidas; en lo restante
del día, teníamos un poco de clase, aserrábamos leña para la cocina y,
cuando no hacíamos esto, jugábamos a frontón para espantar las penas;
aunque, gracias a Dios, no tuvimos sustos grandes[52]. Rezábamos tres
partes del rosario al día: una al levantarnos, con las demás oraciones de
la mañana; otra, antes de comer, y la última después de la merienda.
Además, después de la cena, hacíamos las oraciones de la noche»53.
Mientras tanto salesianos y niños vieron que la fisonomía de la casa iba
cambiando. Efectivamente, se repetían los registros en la torre Llinás con
los desmanes de costumbre —porque había que aniquilar los vestigios
burgueses— y se establecían dos escuelas públicas: una, para niños, en
can Font; y otra, para niñas, en la torre Llinás, la cual acabó por convertir-
se en escuela mixta, obedeciendo no tanto a principios de coeducación
cuanto a la necesidad. «Esta escuela —comenta el citado Benito
Castejón— nos hizo variar un poco nuestro horario de piedad, pero sin
embargo no dejamos de cumplir nuestro programa, pues entonces ya te-
níamos un poco de clase de las principales asignaturas»54. Todo esto ocu-
rría durante los meses de septiembre y octubre.
El siguiente planteó un problema nuevo, porque, junto a la revolución, es-
taba en marcha la guerra civil. ¿Dónde se colocaban los que, huyendo de
la misma, venían a Cataluña? Quienes tenían en sus manos las riendas
del poder pensaron que, en la antigua propiedad de los salesianos de
Sant Viceng, habría algún espacio para los refugiados, con tal de que, en-
tre otras cosas, se les sacara a los residentes. En consecuencia, el 11 de
noviembre fue el último día que éstos pudieron pasar en su casa. Al si-
guiente, 12, «fuimos llamados al Ayuntamiento —atestigua el que enton-
ces era salesiano laico, Ángel Sánchez—, donde se nos distribuyó en co-
ches para sacarnos de allí»55. Don Jesús Carilla precisa que «en un coche
salimos los chicos, y en el otro, los salesianos. Nadie sabía exactamente
a dónde iba. A nosotros nos llevaron a las Escuelas Profesionales
Salesianas de Sarria; a los salesianos, al cuartel de Pedralbes»56. A partir
de este momento, cada grupo y cada individuo corrió su propia suerte57.
Del grupo anterior sólo quedó en Sant Viceng el señor Planas. Pero ¿ha-
bría sitio aún para él?
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RENACER Y MORIR
Doble asesinato
Tal como se ha anotado en su lugar debido (pág. 81), el antiguo guardián
de la casa quedó plenamente integrado en la vida de comunidad desde
que los salesianos volvieron en septiembre de 1931. Joan Ráfols dice en
síntesis que «vivía como un salesiano más»58. Pero su actividad no dismi-
nuyó en nada, porque, según le recuerda Pere Bosch, «no paraba nunca,
siempre estaba en movimiento, tanto dentro como fuera de casa»59.
Huelga consignar aquí que, a partir de ese año, se puso al servicio directo
del seminario: si hasta entonces había hecho de guardián de la finca, en
adelante actuaría prevalentemente como recadero de la comunidad. Tenía
para ello una ventaja notable, y es que conocía bien a las gentes de la po-
blación, que, en testimonio del mencionado mossén Ráfols, «le querían,
admiraban y apreciaban de verdad»60.
En esta situación sobrevino el 18 de julio del 1936, que le golpeó dura-
mente cuando, muy en concreto el viernes 24, se vio en la necesidad de
colaborar en el derribo y destrucción de los grupos escultórico-religiosos
que con tanto trabajo y entusiasmo había levantado. «¡Cuánto sufrió!» —
dejó escrito lacónicamente el padre Alberto en su crónica—. A partir de
aquellos días, Alejandro tomó clara conciencia del nuevo papel que la re-
volución le obligaba a asumir: sin dejar de ser el enlace principal de la co-
munidad con el exterior, debía custodiar, como antes, la finca y, sobre to-
do, ejercer de tutor y protector de los seminaristas. «No te olvides del
Sordo —nos ha recomendado el salesiano Ángel García— porque, entre
otras cosas, durante los meses de la revolución, era él quien representaba
a los superiores y nos hacía de padre»61. Hay que añadir que también les
acompañaba como maestro y animador religioso.
Según se ha referido, el día 12 de noviembre el pequeño círculo de sale-
sianos y aspirantes fue expulsado y dispersado. Únicamente quedó en ca-
sa el señor Planas que pasaba como agricultor, empleado en la finca
Llinás. Él no quería abandonar su puesto. Pero desconocemos qué le
ocurrió a partir de este momento. Tan sólo estamos algo informados sobre
el final de su estancia en aquel lugar. Según los datos que hemos podido
recoger, el 16 de noviembre los salesianos Salvador García y Elíseo
García —que eran amiguísimos de Alejandro, por haber sido el primero
cocinero y el segundo hortelano del seminario— consiguieron llegarse
desde Barcelona a Sant Viceng y tener con él una entrevista. Su propósito
consistía en convencerle para que se alejara de allí y se pusiera a salvo.
El encuentro tuvo lugar en cal Crispí, adonde Alejandro acudía con fre-
cuencia a trabajar y a comer. Crispí Tuset era ladrillero de oficio. Pero el
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LA REVOLUCIÓN DE JULIO
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\\lexandre Planas, «familiar» de los salesianos.
Elíseo García, salesiano.
Sordo no estuvo dispuesto a ceder. Los amigos acordaron volver al día si-
guiente y verse en la antigua casa salesiana, en tanto que el señor Tuset
les advertía de lo arriesgado que era su plan, ya que un coche de los mili-
cianos recorría arriba y abajo aquel paraje. El 17 se presenta sólo el señor
Elíseo García, el cual pernocta en los salesianos y, juntamente con el se-
ñor Planas, es detenido en la noche siguiente —18 al 19 de noviembre—.
Al advertir en Barcelona la ausencia de don Elíseo, el salesiano Salvador
García y uno de los seminaristas, Benito Castejón, se llegan a Sant
Viceng para ver si aquél se encontraba con el Sordo. Pero no los encuen-
tran en el ex seminario. Entonces se les ocurre acercarse a cal Crispí, en
busca de noticias. —«Pero ¿a dónde van? ¿No se dan cuenta de que los
pueden matar?», les dice la dueña de la casa, señora Roseta. —«Pero
¿por qué», responde el señor García. —«¿No saben lo que ha pasado?».
Entonces «nos contó en pocas palabras la desaparición del Sordo y del
señor Elíseo García». Tal es en sustancia el testimonio que transmitió el
citado Benito Castejón62. Otros detalles seguros no existen. Es de suponer
que ambos fueron llevados, primero, a la sede del comité, y de allí, según
se dijo, a las costas de Garraf donde habrían sido ejecutados. Sus cadá-
veres no se han visto nunca.
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RENACER Y MORIR
Probablemente no le falta razón al señor Juncadella cuando supone que
el motivo próximo de la desaparición del Sordo radica en que su presencia
resultaba muy molesta para los refugiados que habían ocupado el ex se-
minario, porque los criterios y las pautas de comportamiento de éstos eran
completamente opuestos a los de aquél63. Y está del todo en lo cierto
cuando manifiesta un convencimiento que se había generalizado entre la
población vicentina, o sea, que ambos habían sido asesinados en odio a
la religión. «No hubo otro motivo fuera de éste» —concluye diciendo64—.
Por lo cual, la historia debe considerarlos como verdaderos testigos de la
fe cristiana65.
NOTAS______________________
1 Relazione sopra il culto di Maña SS. Ausiliatrice. Ispettoria Tarragonese e
Céltica (Spagna). En el Archivo Salesiano Central (=ASC), F 017. El subraya-
do es del texto.
2 Cf AA.VV., Sant Viceng deis Horts. Aproximado a l'estudi del medí natural i
social. Sant Viceng deis Horts 1987,136-138.
3 Carta mortuoria, preparada por la comunidad salesiana de Pamplona y fecha-
da el 4-VI-1995. Manuel Ivorra Segura había sido seminarista en Sant Viceng
en el bienio 1931-1933. Falleció en la capital navarra el 3-VI-1995.
4 Testimonio, Sant Viceng 15-V-1996.
5 Cf Notaría de J. Mas Casamada. Copia de la Escritura de venta otorgada por
don Julián Massana i Rovira...en favor del Ayuntamiento de San Vicente deis
Horts. Sant Feliu de Llobregat, 13 de mayo 1933. En Arxiu Municipal.
Patrimoni 2121. Immobles.
6 Ver el capítulo 9, nota 22. Cf E.JARDI, Francesc Macla, president de
Catalunya, 395.
7 Carta desde Pamplona 7-111-1995. Marcel-lí Carrera y Luis Vivar conservan
también memoria de la misma experiencia.
8 En el año 1974 se construyó aquí la piscina.
9 Preferimos mantener la grafía tradicional, si bien hoy se acostumbra escribir
Llinars.
10 Carta de José Bosch a Amadeo Burdeus, 16-V-1951.
11 Testimonio, Sant Viceng 12-XII-1995.
12 Ya se ha dicho en la nota 3 que Manuel Ivorra falleció no hace mucho en
Pamplona, el 3-VI-1995. Don Luis Vivar Santamaría nos ha dejado reciente-
mente en Huesca, el 12-V-1996. Ver la carta mortuoria firmada por Antonio
Mañero Borao y Comunidad de Huesca, con fecha 24-V-1996.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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NOTAS
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13 Carta mortuoria por la comunidad salesiana de Pamplona 4-VI-1995, pág.11.
14 Al principio, unos y otros compartían el mismo comedor; solamente cuando los
aspirantes comenzaron a ser muy jóvenes, los superiores decidieron organizar
uno aparte para ellos.
15 Carta desde Sevilla 28-X-1994.
16 Cf A.DÍAZ, Los salesianos en Campello 1907-1982. Inspectoría Salesiana de
San José, Valencia 1983, 57-68.
17 Desde 1929, la Congregación tenía establecido que estas casas de formación,
denominadas aspirantados, cubrieran los cuatro primeros cursos de la segun-
da enseñanza. Unos treinta años antes, reflexionando por dónde caminaba la
futura estructuración del Bachillerato en España, el padre Rinaldi ya había
apuntado a esta estapa cuatrienal, que los aspirantes debían hacer antes de
entrar en el noviciado; los tres últimos cursos de dicho Bachillerato los harían
repartidos entre el año del noviciado y los dos de filosofía. Ver carta de Rinaldi
a Cerruti desde Barcelona-Sarriá 16-VI-1899: ASC, A 376 Rinaldi. Ver también
M.WIRD, Don Bosco y los Salesianos. Ciento cincuenta años de historia.
Ediciones Don Bosco, Barcelona 1971, 299-300.
18 Éste pasaba la modesta suma de 60 pesetas al mes por seminarista. Lo que
daban los amigos y los bienhechores apenas tenía relevancia alguna.
19 Testimonio, Sant Viceng 24-XI-1994.
20 Todos los antiguos seminaristas coinciden al afirmar que la gramática latina
que seguían era la de Mariano Gurría López.
21 Se explicaba el catecismo llamado «de San Pío X», aprobado definitivamente
en 1912. Durante más de medio siglo, fue el texto único para Italia con una di-
fusión muy amplia por todo el mundo católico a través de sus traducciones a
otras lenguas. En él se trataba del credo, los mandamientos, los sacramentos
y la oración. Cf J.GEVAERT (dir.), Diccionari catequétic. Ed. CCS, Madrid
1987, 135-136.
22 Papeles de interés a este respecto se encontrarán en el Archivo Inspectorial
de Barcelona (=AIB), carpeta que dice Documentos diversos de los inspecto-
rados de don Marcelino Olaechea y don José Calasanz.
23 Carta mortuoria, Pamplona 1995, 10.
24 En las fiestas que se organizaron aquí con motivo de la canonización de San
Juan Bosco, el coro interpretó la Misa Fiat cor meum, de César Franco, a tres
voces mixtas. Ver Boletín Salesiano (=BS), junio 1935, 175-180.
25 Testimonios, Sant Viceng 24-XI-1994.
26 Como método de aprendizaje se solían emplear los estudios y ejercicios para
piano de Carlos Czerny, editados por la Casa Boileau de Barcelona.
27 En el término municipal de Santa Coloma de Cervelló. La colonia (hilados de
algodón) fue fundada por Eusebio Güell y Bacigalupi en 1890 y la cripta se
construyó durante los años 1898-1915. Cf Gran geografía comarcal de
Catalunya, 8, 454-456.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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RENACER Y MORIR
28 Casi por casualidad, aquel día se encontraron ambos grupos de paseo en el
mismo punto. Jesús Almendro tenía 18 años y hacía cuarto curso de latín;
Joaquín Boatas, 19 y hacía también cuarto; Manuel Rueda, 14 y hacía el ter-
cero. Don Manuel Serrano, que era el maestro encargado del grupo al que
pertenecían los ahogados, experimentó una crisis psicológica tan profunda
que, desde aquella tarde, quedó marcado para el resto de su vida.
29 Testimonio, Barcelona 7-111-1995.
30 Testimonio de Joan Nicolau i Costa, Sant Viceng 4-11-1995.
31 Testimonio de Isidre Casanovas, Sant Viceng 11-11-1995.
32 A. Candela, Visite straordinarie, 27-XII-1933: ASC, F015 Spagna-Barcellona.
33 Carta circular ciclostilada, Barcelona-Sarriá 16-IV-1931.
34 Según recuerda Agustí Caralt, cada mañana pasaba el Sordo a recogerlas en
el kiosco que atendía él mismo siendo un muchacho todavía. Ambas publica-
ciones se situaban en la línea de un catolicismo catalán, serio y abierto. Cf
J.TORRENT - R.TASIS, Historia de la premsa catalana, \\. Ed Bruguera,
Barcelona 1966, 632-633, 678-679.
35 Los hechos que se narran a continuación ya están expuestos suficientemente
bien en A.BURDEUS, Lauros y palmas. Crónica de la Inspectoría salesiana ta-
rraconense durante la revolución roja. Librería salesiana, Barcelona 1958 (2-
ed.), 82-96, 400. Nosotros trataremos de poner de relieve algunos aspectos
que afectan más a nuestro estudio, siguiendo en todo caso la documentación
disponible y el testimonio personal de algunos que aún se encuentran entre
nosotros.
36 Cf F.LACRUZ, El alzamiento, la revolución y el terror en Barcelona. Ed.
Librería Arysel, Barcelona 1943, 1-27. C.SEMPRUN-MAURA, Revolución y
contrarrevolución en Cataluña (1936-1937). Tusquets Editor, Barcelona 1977,
17-38. M.CRUELLS, La revolta del 1936 a Barcelona. Galba Ediciones,
Barcelona 1976, 119-182.
37 Don Juan Alberto Francese (1886-1971) era un salesiano italiano que vino a
España siendo aún muy joven. Hizo la profesión religiosa perpetua en la casa
de Sarria (1906) y, tres años después, fue ordenado sacerdote en Gerona
(1909). Hombre bueno, voluntarioso, inteligente y dotado de buena memoria,
consiguió hacerse con un notable bagaje cultural.Ejerció de director en el cole-
gio de Mataró (1921-1927) y después en el noviciado-filosofado de Gerona
(1928-1934). En este último año llegó a Sant Viceng, para sustituir en la direc-
ción del aspirantado a don Ramón Cambó, que había sido el primer superior
(1931-1934). Fue entonces cuando le sorprendió la revolución de julio de
1936. Después de unos días, aprovechando un momento en que las cosas
parecían estar más sosegadas y gracias a las gestiones que había practicado
en su favor el antiguo alumno salesiano don Luis Postigo, pudo huir a Italia,
donde transcurrió todo el período de la guerra española. Residiendo en
Genova y con fecha 18-VIII-1936 dejó escrita una relación o memoria de lo
que había visto y vivido desde el 18 de julio hasta el 6 de agosto, día en que
abandonó Sant Viceng. El documento, con el título de Revolución en
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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NOTAS
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Cataluña. Julio 1936. Casa salesiana de S. Vicente deis Horts, viene a ser una
crónica que, aunque sucinta (ocho folios manuscritos de puño y letra y con la
firma correspondiente), tiene un valor testimonial de primer orden. La tenemos
delante al exponer los hechos que presentamos. El padre Alberto concluía su
escrito manifestando un deseo: «Pedimos a Don Bosco que siga protegiendo
nuestra casita y que podamos volver a ella para seguir trabajando a favor de
nuestros queridos aspirantes». Y efectivamente en 1940 tuvo el coraje de re-
gresar a aquella Cataluña deshecha y empobrecida de la inmediata postgue-
rra. Le nombraron director de la casa de Gerona y, a los dos años, superior
provincial de Barcelona (1942-1948). Ver el testimonio de Juan Alberto en
ASC, F012 Spagna genérica, y otro de Félix Solanes en Ibid., F014 Spagna-
Barcellona. Por lo demás, para el primero, ver la carta mortuoria firmada por
Juan Cañáis (Barcelona 7-VII-1971) y B.BUSTILLO, A la sombra del gran ár-
bol. Memorias de nuestros hombres. Edebé, Barcelona 1984, 239-246.
38 Cfr. A.BURDEUS, o.c., 61-72.
39 Cf R.ALBERDI, Els salesians al barrí de Sant Antoni. Barcelona 1890-1990.
Casa salesiana de Sant Josep, Barcelona 1994, 176-182.
40 Cf A.CARALT, Escaquer vicentí. Sant Viceng deis Horts 1995, 14, 25, 173.
41 Cf AA.VV., Col-lectivitzacions al Baix Llobregat (1936-1939). Centre d'Estudis
Comarcáis del Baix Llobregat. Publicacions de l'Abadia de Montserrat 1989,
170-171.
42 Testimonio, Sant Viceng deis Horts 11-11-1995.
43 Testimonio, Sant Viceng 24-XI-1994.
44 Testimonio, Barcelona 17-1-1995.
45 Sería en este momento cuando, según recuerda Ángel García, el jefe, seña-
lando el crucifijo que pendía de una de las paredes del dormitorio y que aún
no había sido retirado, vino a decir: «Si todos los curas fueran como ése, las
cosas les irían de otra manera» (Testimonio, Barcelona 17-1-1995).
46 Carta desde Barcelona 31-VIII-1995.
47 Ángel García atestigua que tanto él como algunos de sus compañeros se di-
vertían tratando de fundir en la hoguera las bolas de la barandilla del comulga-
torio, con el propósito de obtener plomo (Testimonio, Barcelona 17-1-1995).
48 VALENTINA. Beatificationis seu declarationis martyrii servorum Del Josephi
Calasanz et sociorum e Societate S. Francisci Salesii. Summarium super dub-
bio an constet de martyrio, eiusque causa, in casu et ad effectum de quo agi-
tur. [Roma 1995], pág. 171, n. 544. En adelante se cita por Summarium.
49 El padre Calasanz que, juntamente con otros salesianos, había sido encerra-
do por los revoltosos en la Cárcel Modelo de Mislata (Valencia) el martes 21
de julio, fue sacrificado el 29 por la mañana. Ver el testimonio de don
Florencio Celdrán en A.BURDEUS, o. c., 302-305. Ver también B.BUSTILLO,
Hombres de nuestra historia. Central Catequística Salesiana, Madrid 1981,
42-48.
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RENACER Y MORIR
50 Cf J.SANABRE, Martirologio de la Iglesia en la diócesis de Barcelona durante
la persecución religiosa 1936-1939. Ed. Librería religiosa, Barcelona 1943, 69-
71, 253. A.CARALT, o.c., 26-28. Pueden ser también útiles los datos que, es-
pecialmente en las págs. 4-26, aporta Salvador Nonell Bru en su folleto titula-
do Padre e hijo. Alfonso Gasset Llop—Mn. Manuel Gasset Llecha. Mártires de
Cristo. Barcelona 1988.
51 Tanto éstos como los avantguardistas que formaban su sección juvenil—
conocían de sobras el seminario salesiano, ya que allí solían hacer las tandas
de Ejercicios Espirituales o bien habían frecuentado el Oratorio Festivo (pág.
00). A este respecto nos recuerda Isidre Casanovas que fue en la casa sale-
siana donde los fejocistas estrenaron el deporte del básquet «fue el primer
campo del género que hubo en Sant Viceng» (Testimonio, Sant Viceng 11-11-
1995). Sobre la persecución a que fueron sometidos, ver AA.VV., La federado
de joves cristians de Catalunya (Contribució a la seva historia). Ed. Nova
Terra, Barcelona 1972, 195-210.
52 Don Ángel García recuerda cómo él y algunos de sus compañeros jugaban
con frecuencia al ajedrez, incluso con los mismos milicianos encargados de su
custodia, y añade que ganarles la partida constituía para ellos todo un honor...
(Testimonio, Barcelona 17-1-1995).
53 Declaración mecanografiada, sin fecha. Archivo de la Postulación.
54 Ibid.
55 Carta a Burdeus, Sant Viceng deis Horts, agosto 1940. Archivo de la
Postulación.
56 Testimonio, Sant Viceng deis Horts 24-XI-1994.
57 Cf B.BURDEUS, o.c., 94-96. El grupito de los aspirantes, después de haber
pasado una semana en Sarria y gracias a las gestiones llevadas a cabo por
don Modesto Bellido, encontraron un sitio seguro y confortable en Mataró:
J.M.Agüero se alojó en la familia Miracle; J.Carilla, A.García y N.Zaratiegui, en
la de Nonell; Luis Zubizarreta, en la de Bartra.
58 Testimonio, Barcelona 28-11-1995).
59 Testimonio, Sant Viceng deis Horts 11-11-1995.
60 Testimonio, Barcelona 28-11-1995.
61 Testimonio, Barcelona 17-1-1995.
62 Declaración firmada, en el Archivo de la Postulación.
63 Cf Summarium pág. 161, n. 512-513.
64 Ibid.
65 Cf A.BURDEUS, o.c., 400. J.SANABRE, o.c., 173. A.CARALT, o.c., 26, 30.
«Si de los que mataron los royos durante la guerra alguno se merece ser de-
clarado santo, ése es el Sordo» (J.NicoIau i Costa, Sant Viceng 25-XI-1995).
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5. EL RETORNO
El 19 de noviembre de 1936, la casa salesiana de Sant Viceng dejó de
ser la que siempre había sido desde su fundación, ya que en la misma no
quedó ninguno que pudiera considerarse como salesiano. Hasta el señor
Planas, bien contra su voluntad, la abandonó trágica y definitivamente. De
hecho can Font y torre Llinás quedaron incautadas y pasaron a manos del
Ayuntamiento1. Allí se establecieron, además de un refugio para los prófu-
gos de la guerra, dos escuelas públicas. Porque, al fin y al cabo, los espa-
cios que ofrecía el ex seminario siempre eran más dignos que los que
prestaban las escuelas municipales. Pero aquella mezcla de refugiados y
niños en un mismo recinto hacía imposible cualquier clima educativo, tan-
to desde el punto de vista higiénico como moral. Al inicio del curso 1938-
1939 aquello resultaba ya intolerable, por lo que el alcalde-presidente, el
Genetista Antoni Plovins i Botines, andaba muy preocupado2.
Pero muy pronto otras preocupaciones acabaron por imponerse de una
forma absoluta. Porque al alzamiento militar del 18 de julio le había segui-
do, sin solución de continuidad, la guerra. Cada una de las partes conten-
dientes —la España nacional y la España republicana— asumieron a su
manera aquella dura experiencia, que, en cualquier caso, marcó a las ge-
neraciones y a las instituciones de una manera indeleble. Lo tendrá en
cuenta el lector para entender bien la historia que se expone en las pági-
nas que siguen. Ahora es suficiente recordar algún que otro episodio que
afecta más en directo al argumento de este libro.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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EL RETORNO
LA CAMPANA DE CATALUÑA
Como es sabido, la Batalla del Ebro dio comienzo el 25 de julio de 1938 y
terminó el 16 de noviembre del mismo año. Casi cuatro meses de duro
enfrentamiento. Para el ejército rojo de Cataluña fue una lucha de des-
gaste; para el del general Franco, la puerta que le permitió acometer con
éxito la ocupación de Cataluña3.
Efectivamente, a instancias de sus colaboradores y en menos de un mes,
el Caudillo tenía todo preparado para la empresa. En Cataluña operaría el
Ejército del Norte, al mando del general Fidel Dávila y formado por seis
Cuerpos, con sus respectivas divisiones: el Cuerpo de Ejército de Urgel
(general Agustín Muñoz Grandes), el del Maestrazgo (general Rafael
García Valiño), el de Aragón (general José Moscardó), el de los
Legionarios o Voluntarios (general Gastone Cambara, italiano), el de
Navarra (general José Solchaga) y el Marroquí (general Juan Yagüe).
Contra lo que podían suponer los adversarios, esta maquinaria entró en
acción el 23 de diciembre, como quien dice en vísperas de las Navidades,
si bien no de golpe, sino gradualmente. Unos pocos días después de la
fiesta de Reyes (1939), estaba en pleno rendimiento. Prueba de ello eran
los continuos bombardeos que sufría concretamente la ciudad de
Barcelona, hacia cuya ocupación se dirigían los navarros (con Solchaga),
los voluntarios o italianos (con Gambara) y los marroquíes (con Yagüe),
dominando antes la comarca del Baix Llobregat. Ni a ellos ni a sus com-
pañeros de armas les costaba mucho el avance, porque el ejército repu-
blicano de Cataluña se encontraba muy agotado, nadie demostraba estar
dispuesto a reorganizar la resistencia y tampoco llegaba del exterior la
ayuda necesaria4. Montblanc cayó en poder de los nacionales el 10 de
enero (1939); Tarragona, el 15; Reus, también el 15; el Vendrell, el 20;
Igualada, Vilafranca del Penedés y Vilanova i la Geltrú, el 21.
Muchos republicanos que optan por huir lo hacen buscando refugio ante
todo en Barcelona, que evidentemente no puede acoger a tanta gente. La
desolación y la desesperanza se apoderan de ellos, mientras que, entre
los días 22 y 23, el ejército franquista logra situarse cerca del cauce del
Llobregat. ¿Conseguiría el gobierno republicano fortificarlo y hacer del
mismo una frontera de choque? Nada de eso. Entre los días 24 y 25, y a
la altura de Manresa, Abrera, Martorell, Molins del Rei y Sant Boi, los
hombres de García Valiño, Gambara, Solchaga y Yagüe cruzan el río, pa-
sando sin gran esfuerzo de la orilla derecha a la izquierda. Fue a las pri-
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LA CAMPAÑA DE CATALUÑA
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Sant Viceng, 1937: las juventudes socialistas en acción (Foto Franeóse Siñol
Bonells).
meras horas de la tarde del miércoles 25 cuando, a las órdenes del gene-
ral Fernando Barrón, la 13§ división del Cuerpo del Ejército Marroquí atra-
vesó el «puente de Molins» para ocupar inmediatamente esta localidad.
Pronto fueron cayendo otros puestos de la orilla izquierda5.
Más o menos al mismo tiempo —primeras horas de la tarde del 25— y
por la carretera de Torrelles, los nacionales llegaban también al pueblo de
Sant Viceng. Como antes habían comprobado que los enemigos no ofre-
cían resistencia alguna, entraron tranquilamente, descendiendo desde la
altura de la torre Llinás hasta el núcleo de la población, que las autorida-
des republicanas ya habían abandonado. También los refugiados madrile-
ños se habían escapado, después de haber ocupado la casa salesiana
desde noviembre de 1936. De una y otra parte, fueron apareciendo las
banderas de los vencedores. Por el momento, contingentes de la tropa
permanecerían en la población y habitarían incluso el antiguo seminario
salesiano. Y ¡peripecias de la guerra!: uno de aquellos soldados —falan-
gista— era un antiguo seminarista que había terminado el último curso de
latín precisamente en julio de 1936: Sebastián Arnau Prat, que fue testigo
personal del acontecimiento6.
Mossén Josep Cucurull, antiguo vicario parroquial, pudo salir de su es-
condite7 y, con la ayuda entusiasta de muchos vicentinos, adecentar el re-
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EL RETORNO
Sant Viceng, abril de 1939: proclaman la victoria del general Franco (Archivo
Miquel Siñol).
cinto de la iglesia, que había estado convertido, como hemos dicho, en al-
macén de materiales de la cooperativa de albañiles. De esta forma, el do-
mingo día 29 quedó restaurado el culto católico: por la mañana hubo mi-
sa, y, por la tarde, bautizo de todos los niños que habían nacido durante
la guerra. Otra vez volvían a florecer las vivencias religiosas en su dimen-
sión más auténtica8. Pero, por otro lado, la comisión gestora que se formó
a los pocos días en el Ayuntamiento9 iba a comenzar lamentablemente un
duro proceso de represión contra los vencidos, si bien no todos de éstos
tenían las manos limpias de sangre10.
Mientras tanto, como insinuábamos, entre el miércoles 25, por la noche, y
el jueves 26, por la mañana, toda la comarca del Baix Llobregat estaba en
manos de Franco. Este día, por la tarde, tuvo lugar la ocupación de la ciu-
dad de Barcelona. Los Navarros, procedentes del Tibidabo y los
Marroquíes, procedentes de Montjuíc, se encontraron juntos en la Plaza
de Cataluña. Para el ejército, había sido casi un paseo; para muchos bar-
celoneses —evidentemente no para todos—, una fiesta11.
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LA CAMPAÑA DE CATALUÑA
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A partir de este punto, la ocupación del resto de Cataluña no fue ningún
problema para Franco. Sus tropas tardaron 12 ó 14 días en llegar hasta la
frontera. El 27 ya estaban en Badalona y en Mataró; el 5 de febrero en
Gerona; el 8, en Figueres. A los dos días dominaban sin excepción todos
los pasos fronterizos con Francia. Aquellos que habían seguido los acon-
tecimientos de España desde el extranjero quedaron admirados y estupe-
factos: sólo en cuestión de un mes y medio, toda Cataluña había caído. Y
lógicamente sacaron la conclusión de que la guerra española estaba deci-
dida en favor de Franco. Éste, en efecto, el día 1 de abril anunciaba a to-
dos el final de la contienda.
LA CASA REHABILITADA
Debían de correr todavía los últimos días de enero, o, tal vez, los prime-
ros de febrero, cuando Joan Corbella Margalef —un sacerdote salesiano
que había pasado la guerra escondido en Mataró— decidió llegarse hasta
Sant Viceng, al objeto de ver con sus propios ojos cómo se encontraba el
antiguo seminario. Y pudo comprobar que la casa «de abajo» estaba va-
cía —pues ya la habían abandonado los niños de la escuela, los refugia-
dos de guerra y algunas unidades de la tropa nacional allí instalada—, y
que, en cambio, la «de arriba» estaba ocupada por un grupo de artilleros.
Pero esto le bastó para colocar, en la puerta de entrada, junto al cartel
que aún recordaba que el edificio había sido intervenido por la Generalitat
de Cataluña en 1936, otro redactado por él mismo y que decía más o me-
nos: «Este edificio pertenece a la Congregación Salesiana. Juan
Corbella». Con ello, según precisa la crónica, el buen salesiano «tomaba
posesión de ambas casas en nombre de la Congregación»12. Lo hizo es-
pontáneamente, a iniciativa personal, bajo el impulso de la victoria alcan-
zada. Y enseguida comenzó a moverse y a trabajar en el ejercicio de su
ministerio sacerdotal. Pero le fallaron las fuerzas. A los pocos días, enfer-
mó y hubo de retirarse.
Fue don Juan Piles el que, a mediados de febrero y en nombre de los su-
periores, se hizo cargo del establecimiento. Como la torre Llinás seguía
habitada por los militares y la casa Font estaba sin muebles, sin luz, y tan
sucia que parecía más «una pocilga que morada de hombres», tuvo que
hospedarse en la familia del señor Juncadella que, según sabemos, era
un buen amigo de los salesianos13. La vieja masía, en efecto, había sufri-
do durante más de dos años la anarquía de los pobres refugiados de gue-
rra, sometidos a unas condiciones de vida infrahumanas. «Desde que en-
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EL RETORNO
traron en el pueblo, habían desaparecido todos los gatos. Incluso el de mi
casa. ¡El hambre que traía aquella gente!», asegura, con una expresión
más dolorida que cómica, el señor Costa i Ubach14.
Sería a comienzos del mes de marzo cuando dos antiguos seminaristas,
José María Agüero y Antonio Comas, se atrevieron espontáneamente a
girar una visita por aquel lugar. «Entramos y vimos que no había nadie —
declara el primero—. Todo era miseria, basura, desorden. Un montón de
ladrillos por aquí, otro de desperdicios por allí. Una cama colgando de un
árbol...¡Una desolación! Al comprobar que no había nada que hacer, nos
volvimos a Barcelona muy tristes»15.
Pero había que ir pensando en el futuro. El nuevo padre provincial, don
Julián Massana, vio con buenos ojos que, a pesar de todas las privacio-
nes y dificultades, algunos salesianos se animaran a fijar su residencia en
el antiguo seminario. Ocuparon no la casa de abajo —impracticable, por
lo que se ha dicho—, sino la de arriba. «Qué pobre y desmantelada está
—escribe el cronista—. Soldados del ejército rojo antes y últimamente
otros nacionales la han dejado que da lástima»16. Era verdad. La torre
Llinás había perdido sus encantos de otro tiempo, y nunca más los iba a
recuperar. Pero todavía sería capaz de acoger a todos los seminaristas,
antiguos y nuevos, que quisieran cobijarse a su sombra. Por el momento,
eso era lo más urgente para el padre Massana: llamar y reunir a las ove-
jas dispersas. ¿Sería aún posible formar un redil? Su voz resonó favora-
blemente en aquel clima, profundamente religioso, que la inmediada pos-
guerra propiciaba en muchas partes. Era la hora del retorno...
A partir del día 13 de mayo, la torre Llinás comenzó a ser ya una pequeña
familia: de una y otra parte habían acudido salesianos y seminaristas, y
habían conseguido rescatar del escondite algunos objetos de culto e in-
cluso ¡tres pianos!
Don Juan Piles, don Antonio Mateo y don Manuel Serrano, que ya tenían
experiencia de la vida de las casas de formación, se pusieron al frente del
primer grupo. Los tres habían sufrido en propia carne los latigazos de la
revolución y de la guerra, y ahora no estaban dispuestos a echarse atrás.
Gracias a su capacidad de sacrificio, y al esfuerzo de los hermanos coad-
jutores José Ribo —hortelano— y Martín Goicoechea —cocinero—, la pe-
queña comunidad echó a andar.
Lo primero que tuvieron que hacer fue limpiar y adecentar los edificios,
sobre todo el de abajo. Resultó una tarea ímproba. Después, arreglar la
huerta que se había ampliado con la adquisición de la torre Llinás. Si no,
¿de qué iban a comer? Para celebrar el día de San Antonio —onomástico
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LA CASA REHABILITADA
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«tercer año triunfal»: don Juan Piles «apoderado de los propietarios» de la
casa salesiana (Archivo Martí-Codolar).
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EL RETORNO
del padre Mateo, que fungía de director interino— se dedicaron a plantar
boniatos. Fue un número de la fiesta...Finalmente, buscar los libros y ha-
cer gimnasia de cabeza con el estudio, pues sabían que habían perdido
mucho tiempo y que debían comenzar un nuevo curso escolar. De esta
manera pasaron los meses de verano de 1939, que los testigos recuer-
dan como un tiempo de extremada dureza, debido al mucho trabajo, y de
sufrimiento, por los calores y el hambre que tuvieron que padecer. «Si no
nos pusimos a comer hierba, faltó muy poco» —dice uno de ellos—.
«Pero estábamos contentos —añade—, sobre todo porque había termina-
do la guerra»17.
Este puñado de valientes consiguió que la casa salesiana de Sant Viceng
fuera habitable y pudiera acoger de nuevo la vida que le arrebataron en
julio de 1936. El padre provincial quedó satisfecho y admirado. Ya no en-
viaría a los seminaristas a la nueva fundación de Huesca (calle Heredia,
n. 12), sino que distribuiría el personal así: en las casas de formación de
Barcelona-Tibidabo, Huesca y Campello, los alumnos de primer curso; los
de segundo, tercero y cuarto en Sant Viceng; los novicios y estudiantes
de filosofía en Gerona. De esta manera se volvía al esquema de antes de
la guerra. Todas las casas de formación, que la revolución y la guerra ha-
bían echado a perder, ahora se recuperaban para el futuro.
NOTAS______________________________
1 Cf AJUNTAMENT DE SANT VICENQ DELS HORTS, Llibre d'actes, sesión
correspondiente al 12-VIII-1936. Es sabido que un poco más tarde, a pro-
puesta del concejal Pere Panadés Urpinas, del Partit Socialista Unificat de
Catalunya (P.S.U. de C.), el consistorio acordó cambiar el nombre tradicional
de la villa por el de Horts del Llobregat (Ibid., sesión 23-IX-1936).
2 Cf Ibid., sesiones 23-IX-1936, 28-X-1938.
3 Historia de la cruzada española, VIII. Ediciones españolas, Madrid 1943, 84-
116, 123. R.DE LA CIERVA, Historia ilustrada de la guerra civil española, II.
Ed. Danae 1976, 425-447. H.THOMAS, La guerra civil española 1936-1939,
II. Ed. Grijalbo, Barcelona 1976, 896-920. P.PRESTON, Franco, «Caudillo de
España». Ed.Grijalbo, Barcelona 1994, 387-393.
4 Cf Historia de la cruzada española, VIII, 123-144, 145-169. R. DE LA CIER-
VA, Historia ilustrada de la guerra civil española, II, 469-487. H.THOMAS, La
guerra civil española 1936-1939, II, 931-939. P.PRESTON, Franco, 396-397.
B.BOLLOTEN, La guerra civil española: revolución y contrarrevolución.
Alianza editorial, Madrid 1989, 979-1000.
5 Sant Feliu, ese mismo día 25, alrededor de las 16,30; una hora más tarde,
Sant Just Desvern; al anochecer, la cumbre de Sant Pere Mártir; Sant Joan
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NOTAS
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Despí y Cornelia la mañana del jueves 26, y también Esplugues, cuya ocupación
había comenzado la tarde anterior; antes del mediodía del mismo 26, las cum-
bres de Vallvidrera y del Tibidabo estaban ya dominadas por los franquistas.
6 Falleció en la casa salesiana de Alcoy (Alicante) el 3-11-1994. Ver la carta
mortuoria que firma la comunidad de Alcoy-San Vicente Ferrer, 24-XI-1994.
7 Antes de la llegada de los nacionales, ya había comenzado a celebrar la
Eucaristía a escondidas. En la del día 23, participó también aquel joven médi-
co que se llamaba Pere Tarrés: «El bon Jesús m'ha fet la gracia de poder-hi
assistir avui a Sant Viceng deis Horts. He combregat i he ajudat el Sant
Sacrifici. Grácies, Déu meu» (El meu diari de guerra 1938-1939. Publicacions
de l'Abadia de Montserrat 1990, 314). Tales actos litúrgicos se celebraban en
el piso primero de la casa del senyor Costa y Cornelia (Testimonio, Josep
Maria Aymerich, Sant Viceng 16-IX-1995).
8 Cf Historia del I centenari del Centre Católic de Sant Viceng deis Horts 1880-
7980,16-17.
9 La comisión municipal interina —nuevo alcalde provisional, Buenaventura
Cortadella i Colell— quedó constituida el mismo día 25, «por orden de la auto-
ridad militar que, en esta fecha, ha ocupado militarmente la población»
(AJUNTAMENT DE SANT VICENQ DELS HORTS, Llibre d'actes, sesión 25-I-
1939).
10 Según los datos recogidos por Josep M.Solé i Sabaté, fueron fusilados seis
individuos. Cf La repressió franquista a Catalunya. 1938-1953. Edicions 62,
Barcelona 1985, 115. Pero la depuración franquista se revistió también de
otras formas. Cf A.CARALT, Escaquer vicentí. Sant Viceng deis Horts 1995,
30-32.
11 Cf E.TORRES, La caiguda de Barcelona 1939. Galba Edicions, Barcelona
1978, 176-178. R.ABELLA, Finales de enero 1939. Barcelona cambia de piel.
Ed. Planeta, Barcelona 1992, 65-84. C.PI SUNYER, La república y la guerra.
Memorias de un político catalán. Ed. Oasis, México 1975, 579-582.
12 Crónica de la casa, enero 1939. Durante trece años seguidos (1939-1952) la
redactó don Félix Solanes. Realizó su cometido con perseverancia y rigor,
ilustrando el manuscrito con una documentación fotográfica muy valiosa. Más
tarde, y usando la máquina de escribir, preparó un resumen muy bien hecho,
que nosotros emplearemos de aquí en adelante.
13 to/cf., febrero de 1939.
14 Testimonio, Sant Vicen? 21-X-1995.
15 Testimonio, Sant Viceng 24-XI-1994.
16 Crónica, 27-111-1939.
17 José María Agüero, Sant Viceng 24-XI-1994.
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6. LA RECUPERACIÓN
Los salesianos que, sobre todo en Cataluña y en Levante, habían sufrido
los avatares de la dispersión y del desastre producidos por la guerra civil
experimentaron también, inmediatamente después de la misma, la pro-
funda alegría de una recuperación rápida y segura. «Llevamos tres me-
ses de curso —escribía el superior provincial, padre Massana, en diciem-
bre de 1939— y tenemos sobrados motivos para dar gracias a Dios, pues
no podíamos esperar que, en tan breve espacio de tiempo, resurgieran
nuestras obras con tanta lozanía»1. Y dos años después, podía compro-
bar que dicha recuperación se había consolidado, porque el número de
los alumnos que llenaban los colegios y escuelas era tan grande «como
no habíamos visto nunca»2. Su sucesor en el cargo, don Juan Alberto —
el mismo que, como sabemos, había estado al frente del seminario de
Sant Viceng hasta el mes de agosto de 1936—, haciendo un cálculo de
personas y obras desde el inicio de la contienda civil, podía comunicar a
los superiores: «Tenemos ya tantos sacerdotes como en 1936, y las ca-
sas abiertas son siete más»3. Tal fue la gozosa vivencia que tuvieron los
salesianos en la inmediata postguerra.
SANGRE NUEVA
Aquellos hombres solían atribuir la causa de su nueva situación al sacrifi-
cio de sus compañeros: «Es bien visible la protección de nuestros márti-
res» —explicaba el citado padre Massana4—. Y don Juan Alberto unos
años más tarde: «Es evidente la protección de nuestros mártires. Por to-
das partes se quieren fundaciones salesianas. De Cartagena, Murcia,
Lorca, Valencia, Reus, Zaragoza, Tarazona, Tortosa etc., insisten para
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LA RECUPERACIÓN
que vayan los hijos de Don Bosco»5. Y dos meses más tarde: «Estamos
persuadidos —seguía comunicando a los mismos superiores de Turín—
de que nuestros mártires nos ayudan: no escasean las vocaciones y, has-
ta ahora, Don Bosco nos ha enviado lo necesario para hacer frente a to-
das nuestras necesidades»6.
Los salesianos, por una parte, tuvieron la impresión de que les habían
trasladado un siglo atrás cuando, en 1841, el Fundador hubo de comen-
zar su obra sin poder contar con medios humanos; pero, por otra, el ejem-
plo heroico de sus compañeros y la nueva realidad que comenzaban a
palpar les infundían optimismo y energía. La circunstancia histórica que
les tocaba vivir venía a ser un verdadero reto. Y decidieron afrontarlo con
generosidad.
Ahora bien, esta coyuntura impulsaba a los responsables españoles a
orientar su gestión de gobierno en cuatro direcciones.
Primera: recuperar cuanto antes el personal que el vendaval de la guerra
había dispersado por varias provincias españolas y también por el extran-
jero. A este respecto, don Julián Massana insistía sin tregua ante los su-
periores, hasta el punto de llegar a molestar a alguno. Pero él se defendía
argumentando: «Como si yo estuviera pidiendo lo que no es de justicia.
Pasan de ochenta las bajas que ha tenido esta Inspectoría, amén de las
pérdidas materiales que suman muchos millones»7. En consecuencia se
apresuró a llamar al grupo de seminaristas que, perteneciendo a tierras
comprendidas en la provincia salesiana tarraconense, se había ido for-
mando durante la guerra en el seminario salesiano de Astudillo
(Palencia). Al frente de ellos estaba don Tomás Baraut: «A primeros de
septiembre [1939], el señor Inspector nos transmitió la orden de trasladar-
nos a Sant Viceng deis Horts, para seguir allí los estudios. Y así hicimos
sin tardanza». Y sigue explicando: «A mí me había nombrado director, y
empezamos nuestras nuevas tareas»8. Asimismo don Julián logró que en
1943 se reinsertara en la Inspectoría de Barcelona el gallego Daniel
Conde Conde —quien residía en la ciudad de Vigo y que, como se verá,
sería nombrado enseguida director del seminario de Sant Viceng—. Y tu-
vo una profunda satisfacción cuando supo que el mencionado don Juan
Alberto —futuro superior provincial, que continuaría la misma política— y
los salesianos laicos Esteban Giarola y Juvenal Villani volvían de Italia,
donde se habían refugiado cuando la persecución religiosa. En fin, dentro
de estos parámetros, volvieron también algunos que, en tiempos de la
República y al objeto de evitar hacer la mili en España, se habían mar-
chado a Sudamérica a prestar los servicios sustitutivos correspondientes,
tales como Lorenzo Verdaguer y José María Geronés, ambos salesianos
laicos también.
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SANGRE NUEVA
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Segunda: lo mismo que en los orígenes de la Congregación en España,
buscar en la Italia salesiana nuevas fuerzas que vinieran a llenar el vacío
que se había producido en nuestro país. Efectivamente, en enero de
1941, llegó el maestro ebanista Cancio Petruzio. Para el curso siguiente
(1941-1942), ya estaba en el centro formativo de Gerona don Salvador
De Bonis, quien, más tarde, tomaría por dos veces la dirección del semi-
nario vicentino, si bien por poco tiempo. Y en julio de 1943 atravesaron la
frontera española diez jóvenes salesianos, de los cuales cuatro quedaron
en la Inspectoría de Barcelona: Blas Beltramo, Luis Gallinari, Carlos
Gianolo y Flavio Rigo. Luis Chiandotto, un clérigo que había terminado
entonces brillantemente sus estudios de filosofía y era el encargado de la
expedición, se fue a la Inspectoría de Madrid 9. Junto a los italianos, llega-
ron también algunos procedentes de otras latitudes como Polonia, la anti-
gua Yugoslavia y la antigua Checoslovaquia, porque los rigores de la gue-
rra mundial, ya en plena marcha desde el 1939, sometían a muchas
personas a un trasiego de extremada dureza. Los yugoslavos Miguel
Mácek y José Urbánech, y el checoslovaco Enrique Pések residieron por
algún tiempo en Sant Viceng10.
Tercera: concentrar todas las fuerzas disponibles en la misma Inspectoría
y aplicarlas de lleno a las múltiples tareas que se habían emprendido.
Nadie debía salir de la demarcación inspectorial. Por eso los responsa-
bles inmediatos tuvieron que asumir con dolor el hecho de que a hombres
como don Modesto Bellido y don Juan Castaño (castellanos, adscritos a
la Inspectoría Tarraconense), don Miguel Riera y don Rómulo Pinol (cata-
lanes) los destinaran a trabajar a Madrid11.
Cuarta: ante todo y sobre todo organizar lo mejor posible los centros de
promoción vocacional: «Nuestra primera y principal preocupación —ad-
vertía el citado padre Massana a sus salesianos antes de acabar el año
1939— es para las Casas de Formación»12. Y se complacía recordando a
todos que los seminarios de Sant Viceng y de Huesca estaban llenos, que
la residencia de Barcelona-Tibidabo se acababa de inaugurar con 25 se-
minaristas y que el antiguo centro de formación de Campello se estaba ya
reconstruyendo. Las vocaciones salesianas que surgieran en el País
Vasco, Navarra y Aragón serían acogidas en el pequeño seminario de
Huesca13; las que procedieran de Cataluña, en el del Tibidabo, y las pro-
venientes de Levante, en el de Campello. Y todas culminarían su prepara-
ción en el de Sant Viceng deis Horts. Cumplida esta última etapa —de
tres años por lo general—, entrarían oficialmente en el noviciado de
Gerona.
Es así cómo quedó diseñado, siquiera grosso modo y para el período de
la posguerra, el plan de formación de los aspirantes a la vida salesiana.
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LA RECUPERACIÓN
torre Llinás» —recuerda aún José María Agüero17—. Total que, en el mes
de octubre, tenían cubierto el tejado. Y aunque los locales no estaban del
todo acabados, comenzó la serie de inauguraciones: la capilla, dedicada
a María Auxiliadora, se bendice unos días antes de la Navidad (1940)18;
el salón de teatro se estrena a finales de enero del año siguiente (1941);
el dormitorio comienza a utilizarse en el mes de mayo. Cada traslado al
nuevo edificio era motivo de alegría y de fiesta. Y es que aquello equivalía
a una liberación. Para amueblar los diversos locales hizo falta tiempo y
paciencia. Pero, mientras tanto, se dejó que actuaran la imaginativa y la
fuerza de la improvisación. Don Rómulo Pinol, por ejemplo, hizo sus pe-
queñas proezas artísticas arreglando el escenario, pintando las decora-
ciones y confeccionando los atuendos teatrales casi desde la nada.
Surgió así la «casa nueva».
Antes de que entrara en funcionamiento, se pensó en construir otro pabe-
llón, que la uniera con la masía primitiva. Comenzaron las excavaciones
en el mes de abril de 1941 y, al año siguiente, aprovechando la presencia
del Prefecto General, don Pedro Berruti, se bendijeron las aulas, que ser-
vían también para estudio general. Éste fue el llamado «pabellón central».
Con ello, can Font quedaba prácticamente desalojada, y podía servir para
otros menesteres.
La segunda etapa gravita en torno al directorado de don Daniel Conde
(1943-1946), el cual comienza efectivamente por remodelar la casa anti-
gua, construyendo en la misma una enfermería y un dormitorio. Bastaron
para ello los meses de verano del año 1944. Un poco después salta la
idea de levantar un piso sobre la planta baja de las aulas, en el pabellón
central. Y aquí también los trabajos procedieron con celeridad durante los
meses de primavera-verano de 1945. Gracias, sin duda, a la colaboración
generosa de los alumnos. «Antes de hacerme fraile, yo no fui cocinero —
dice ahora jocosamente un salesiano—, pero puedo afirmar que trabajé
como albañil»19. Con esto, las aulas pudieron colocarse en el piso de arri-
ba, y en el de abajo, los comedores de los novicios y de los seminaristas,
los cuales abandonaban finalmente las antiguas bodegas de can Font.
También los locales destinados a cocina y a despensa salieron ganando
notablemente. Mientras tanto se fueron llevando a cabo otros trabajos
menores: revoques, estucados, embaldosados. En agosto de 1946 que-
daban concluidas las obras de ampliación y remodelación. En adelante, el
padre Conde podría disfrutar de las mejoras realizadas y, libre ya de tan-
tas preocupaciones de orden material, atender con más tranquilidad a la
dirección del seminario. Pero, no. Entonces hubo de ir a Alicante a em-
prender otros trabajos similares. Lo que no dejó de sentirlo. Pero se fue al
nuevo destino, dejando un recuerdo gratísimo en todos, que reconocían,
con el cronista, su «constancia, sacrificio y habilidad»20.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

15.10 Page 150

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El nuevo salón
de actos.
El seminario salesiano en 1947,
ampliado y remozado.
El presbiterio
de la nueva capilla.
La galería
de las aulas.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

16 Pages 151-160

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152
LA RECUPERACIÓN
Preparada así la infraestructura, el Seminario Salesiano del Sagrado
Corazón de Jesús—éste era su nombre oficial— pudo seguir desarrollan-
do su vida con creciente plenitud.
Los protagonistas
La ampliación de los locales permitió acoger a más estudiantes que an-
tes. El cuadro n-. 1 permite ver la evolución numérica. Todos ellos habían
conocido de alguna manera la guerra española o la inmediata postguerra.
Experimentaban también las limitaciones que imponía la Guerra Mundial
(1939-1945). Sabían que sus padres y hermanos luchaban constante-
mente para ganarse el pan de cada día y aceptaban con naturalidad el ré-
gimen de austeridad del seminario. Aquí, con sus más y sus menos21, las
preocupaciones por el abastecimiento no terminaron de verdad hasta el
Cuadro núm. 1
SEMINARIO. ALUMNOS
(1939-1952)
CURSOS
2.° AÑO
1939-1940
23
1940-1941
36
1941-1942
1942-1943
39
1943-1944
35
1944-1945
1945-1946
44
1946-1947
54
1947-1948
47
1948-1949
62
1949-1950
78
1950-1951
44
1951-1952
62
Fuente: Registros escolares.
3.er AÑO
16*
26
29
31
33
30
38
45
48
50
54
72
4.° AÑO
9
10
22
30
32
27
30
38
44
36
37
34
TOTAL
48
72
51
69
66
65
101
122
130
154
164
135
168
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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EL SEMINARIO MENOR
153
curso 1951-1952, gracias, en buena parte, al interés y esfuerzo del direc-
tor don Salvador de Bonis.
Particularmente los primeros años cuarenta fueron muy duros. Los supe-
riores y los niños estuvieron convencidos de que, si vivían en el semina-
rio, era por pura providencia de Dios. Y así lo manifestaban. «Haz constar
con toda claridad —advertía recientemente don Pómulo Pinol al autor de
este libro— que, a pesar de las graves dificultades que tuvimos que so-
portar, nunca nos faltó el pan». Y, después de más de 50 años, recuerda
Curso 1939-1940: profesores y seminaristas.
Curso 1951-1952:
profesores
y seminaristas.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

16.3 Page 153

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154
LA RECUPERACIÓN
todavía una anécdota que parece muy a propósito para conocer por den-
tro el ambiente que se vivía en nuestro seminario: «Un día el padre direc-
tor, don Tomás Baraut, me dice: 'Pómulo, no tenemos pan para la cena; el
panadero se ha plantado y asegura que, si no le llevamos la harina nece-
saria, nos deja sin nada. Por tanto, yo salgo a Barcelona ahora mismo, a
ver si encuentro algo. Tú procura que, por turnos, los muchachos pasen
por la capilla rezando por mis intenciones'. Y así lo hice. Después de un
rato, llama por teléfono el padre Tomás: 'Estoy en Sant Boi pero no en-
cuentro nada. Que los niños sigan rezando'. Pasa el tiempo. Por fin tocan
a la portezuela del seminario. Es un señor que, en una carretilla de rueda
de hierro, trae tapado un saco de harina. Era un empleado de la casa su-
ministradora. Yo llamé a dos chicos mayorcitos para que fueran ensegui-
da a llevar la harina al panadero. Don Tomás vuelve a la hora de la cena,
y se encuentra con que en casa había un pan sabroso, recién hecho...»22.
Los estudiantes provenían de diversos lugares, de Cataluña y fuera del
Principado. Junto a los catalanes, había vascos y navarros, levantinos,
aragoneses y menorquines. Los foráneos constituían el grupo más nume-
roso, y de ellos, los navarros. Porque lo importante entonces era recoger
las vocaciones allí donde las hubiera23. Este hecho comportó el que en el
seminario vicentino se hablara habitualmente el castellano. Por lo demás,
los tiempos no eran nada favorables para el fomento de la lengua catala-
na24. Lo cual lamentará hoy en día más de uno de aquellos jóvenes estu-
diantes. Pero es cierto que nadie hacía un problema de esto.
Otro dato a tener en cuenta: la mayoría de los seminaristas no procedían
de colegios salesianos. El superior provincial, el salmantino Florencio
Sánchez, se dio cuenta de ello tan pronto como llegó a Cataluña y llamó
la atención a sus salesianos: «Tengo a la vista —escribía en 1949— una
estadística de los seminaristas actuales que han salido de las casas sale-
sianas. Me parecen pocos. Es cierto que hemos de seguir cultivando
otras zonas (...); pero el semillero natural de las vocaciones está en nues-
tras propias casas»25. Sin embargo, las instituciones de un cierto nivel
económico se mostraban un tanto reacias al nacimiento de las vocacio-
nes para la vida religiosa.
Las condiciones de aceptación ya estaban suficientemente establecidas
desde años atrás26, y eran recordadas y urgidas con frecuencia por los
padres provinciales27. En las casas de formación como la de Sant Viceng
sólo se admitían adolescentes y jóvenes de 12 a 16 años que manifesta-
ran el propósito de hacerse un día salesianos. El caso de expulsión podía
producirse por enfermedad grave, por mala conducta, por un carácter in-
sociable o deficiencias en el estudio28.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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EL SEMINARIO MENOR
155
La cuota mensual era prácticamente voluntaria, porque, siguiendo una
antigua costumbre que se remontaba a los tiempos del Fundador, a nadie
se le molestaba si no la podía pagar por padecer necesidad su familia29.
Junto a los estudiantes se encontraban los superiores o responsables del
seminario. Unos actuaban desde el gobierno provincial: se llamaban, co-
mo sabemos, «Inspectores» y tenían la responsabilidad máxima sobre las
casas de formación. En el período que se considera aquí lo fueron: Julián
Massana i Revira (1936-1942), Juan Alberto Francese (1942-1948) y
Florencio Sánchez García (1948-1953). Todos ellos demostraron de mil
maneras el interés que se tomaban por los centros formativos. Pero el pri-
mero tiene el mérito enorme de haberlos puesto en funcionamiento inme-
diatamente después de la guerra, y el tercero, de haberlos reubicado me-
jor30. Al terminar su inspectorado y despedirse de los salesianos, el padre
Sánchez dejó escrito: «A las casas de formación, que fueron siempre la
pupila de mis ojos, a su personal, mi reconocimiento más emocionado»31.
Los hechos demuestran la objetividad de estas palabras.
Dependiendo del «Inspector» o superior provincial, actuaban los directo-
res y su equipo de colaboradores. De los primeros —Tomás Baraut i
Obiols (1939-1942), Lucas Pelaz Barreda (1942-1943), Daniel Conde
Conde (1943-1946), Antonio Mateo Orts (1946-1951), Salvador de Bonis
Giacomina (1951-1952)— basta recordar que, a excepción de éste —que
era italiano, según se ha dicho—, todos los demás habían sufrido en su
carne los golpes de la revolución y de la guerra españolas (1936-1939).
Su comportamiento a raíz de la persecución religiosa había sido sencilla-
mente heroico. Pero no alimentaban ningún resentimiento de odio o ven-
ganza. Al finalizar la contienda, habían reaccionado de una forma muy
positiva, tal como el padre Mateo manifestaba a los Superiores Mayores
en el verano del 1939: «Creo sinceramente que, no obstante las dificulta-
des de la situación, la prueba a que el Señor me ha sometido ha servido
para robustecer y purificar mi alma»32. En consecuencia, abrazaron la
causa del seminario con la mejor buena voluntad, con absoluta abnega-
ción y entrega.
Pero no estará mal que aprovechemos este lugar para evocar, siquiera
sucintamente, la figura del padre Conde, que marcó con rasgos muy pe-
culiares los tres años de su gobierno. Nacido en Pórtela de Airavella
(Orense) en 1883, había venido a Barcelona-Sarriá en 1899, donde co-
menzó a prepararse para ser salesiano. Como se ha dicho ya (capítulo
segundo, nota 15), hizo el noviciado en Sant Viceng durante el curso
1901-1902. Aquí recibió la sotana salesiana de manos de don Antonio
Aime, e hizo la primera profesión religiosa en 1903. Cursó el estudio de la
teología en el seminario de Foglizzo (Italia), donde recibió la ordenación
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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156
LA RECUPERACIÓN
Don Tomás Baraut, 1939-
1942.
Don Lucas Pelaz, 1942-
1943.
Don Daniel Conde, 1943-
1946.
Don Antonio Mateo, 1946-
1951.
Don Salvador de Bonis,
1951-1952.
sacerdotal en 1910. Vuelto a España, ejerció el apostolado en los cole-
gios de Baracaldo, Ciudadela y Mataró. Aquí, sobre todo, manifestó que
sus preferencias pastorales se orientaban hacia el campo formativo por
medio de la predicación y de la dirección espiritual, que hoy suele llamar-
se acompañamiento espiritual. Todo esto le dio acceso a cargos de res-
ponsabilidad. Sucesivamente, le nombraron director de las casas salesia-
nas de San Antonio Abad, de Valencia (1927-1934), y de la de San José,
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

16.6 Page 156

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EL SEMINARIO MENOR
157
Barcelona-Rocafort (1934-1936). En este tiempo, don Daniel pudo desa-
rrollar otra vertiente del apostolado salesiano, cual es la atención a los co-
operadores y bienhechores, con cuya ayuda pudo llevar a cabo diversas
obras de construcción. Estas dos dimensiones padre espiritual y hom-
bre de empresa—, tan opuestas, al parecer, entre sí aparecerán neta-
mente en su paso por el seminario de Sant Viceng.
El 18 de julio de 1936 le sorprendió, como queda indicado, en Barcelona-
Rocafort. Alguna de sus cartas denota toda esa mezcla de sospecha,
miedo, esperanza y desconocimiento de la realidad que embargaba su
conciencia y la de otros dirigentes salesianos en aquella coyuntura históri-
ca. Por fin, «después de haber pasado mil peripecias —según se lee en
la carta mortuoria—, pudo embarcarse en dirección a Italia, donde, por al-
gún tiempo, estuvo encargado de los refugiados españoles en Liguria,
hasta que le fue posible el retorno a la España Nacional, siendo nombra-
do director y párroco de la obra salesiana en la ciudad de Vigo, barrio de
El Arenal»33.
Los cinco años que pasó aquí (1938-1943)34 fueron de una gran activi-
dad, durante los cuales pudo realizarse plenamente como padre de la co-
munidad colegial y pastor de la parroquia. Después los recordaría siem-
pre con nostalgia.
Tal como se ha indicado antes, vino a Sant Viceng en septiembre del
1943. Debido a su corpulencia y a su calvicie, dio impresión de ser un
hombre ya mayor. Incluso un desconocido. «No me resuelve ningún pro-
blema», pensaba el provincial don Juan Alberto35. Pero se equivocaba.
Porque, aunque tenía cumplidos los sesenta años, el padre Conde venía
dispuesto a hacer muchas cosas.
Su personalidad se reflejaba plenamente en su actuación, y ésta, mien-
tras estuvo al frente del seminario (1943-1946), se polarizó en dos dimen-
siones principales.
Primera, la de formador. Los niños de entonces recuerdan perfectamente
cómo le gustaba ejercer su paternidad educativo-espiritual. A él le intere-
saba sobre todo que sus seminaristas se formaran bien, y que, para ello,
fueran asimilando aquellas «ideas madres» que él tenía asumidas para sí
y que proponía a sus educandos incansablemente. Tales ideas se centra-
ban, ante todo, en la humildad. Por eso, sirviéndose de los múltiples re-
cursos que le brindaba su peculiar manera de ser y de expresarse, reco-
mendaba a sus dirigidos la práctica de la abnegación y la renuncia a sí
mismos. En consecuencia, el seminarista debía «dar palos al burret» con
la mortificación interior y exterior, y ejercitarse concretamente en aquellos
menesteres que resultan menos agradables —como el aseo de los servi-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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158
LA RECUPERACIÓN
cios higiénicos, el cuidado de las pocilgas, la limpieza del fregadero—,
hasta llegar a encontrar gusto en ellos. Con el mismo objetivo de «pisote-
ar la soberbia», invitaba a los suyos a que manifestaran en público los pe-
cados cometidos, como decía, «en la rojería». Pero este método no era
siempre compartido por los otros educadores.
De lo expuesto se derivaba la «santa indiferencia», que al director espiri-
tual le complacía en alto grado, porque, según manifestaba, un aspirante
a la vida salesiana debía «servir lo mismo para un barrido que para un
fregado».
El padre Conde siempre estaba dispuesto a arremeter contra los que lla-
maba «acartonados», es decir, que consciente o inconscientemente no se
esforzaban lo suficiente para progresar en la vida espiritual, o contra los
que les gustaba beber, porque, según repetía, «el vino y la castidad no
pueden estar juntos». En el coloquio personal, le gustaba preguntar e in-
quirir, al objeto de desnudar interiormente a su joven interlocutor, conocer-
lo a fondo y ayudarle a enfrentarse consigo mismo.
Como se acaba de insinuar, algunos puntos de este método educativo
eran discutibles e, incluso, inaceptables. Pero, en todo caso, don Daniel
retenía que la abnegación era un virtud indispensable para el futuro religio-
so, que, dada su profesión, no puede ser menos que un asceta humilde.
La segunda dimensión que emergía de su personalidad era la de empre-
sario, en el sentido de que tenía la valentía y la habilidad necesarias para
hacer de mendigo y conseguir los medios que necesitaba, ya sea para
dar de comer como para construir un edificio. En este terreno se mostró
totalmente eficaz, según se ha hecho ver. Para ello debía contar con sus
amigos y bienhechores, hacia los cuales profesaba una sincera gratitud.
Se la demostraba organizando aquellas veladitas en las que tomaban
parte activa los seminaristas. Éstos a veces lo hacían más por necesidad
o sentido de obediencia que por propio gusto. Pero no hay duda de que
tal método servía para inspirar en los jóvenes sentimientos de gratitud, y
ayudarles a ensanchar la idea de la familia salesiana, que no puede cir-
cunscribirse a los muros de un internado colegial. La visita que efectuó al
seminario el gobernador civil de Barcelona, Excmo. Sr. Don Antonio
Correa, la tarde del 8 de enero de 1945, puede decirse que alcanzó rango
histórico en la población36.
En fin, don Daniel Conde era un salesiano de pies a cabeza. Tenía dos
hermanos salesianos —Luis y Pío— y con su familia había contribuido efi-
cazmente al desarrollo de la obra salesiana en Allariz (Orense)37. Era
además un gallego de pura cepa, que se complacía en que los seminaris-
tas entonaran los cantos de su tierra, lejana y siempre añorada.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

16.8 Page 158

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EL SEMINARIO MENOR
159
Como se ha dicho anteriormente, don Daniel Conde se hizo admirar e, in-
cluso, querer. Cuando, ya enfermo, volvía de Alicante a Sant Viceng, su
visita resultaba emocionante. Salesianos y niños aprovechaban la oca-
sión para «renovarle nuestra gratitud —según escribe el cronista
Solanes— por cuanto trabajó en esta casa material y espiritualmente»38.
Su muerte fue muy sentida39.
Cuadro núm. 2
SEMINARIO. PERSONAL DIRECTIVO
(1939-1952)
AÑO DIRECCIÓN
ADMÓN.
CONS. ESCOL. CATEQUISTA
1939
T. BARAUT
J. PILES
A. MATEO
1940
T. BARAUT
1941
1942
L. PELAZ
J. PILES
1943
D. CONDE
M. SERRANO
1944
L. VIVAR
1945
1946
A. MATEO
1947
1948
J.MIR
1949
V. PERIS
1950
F. IGLESIAS
A. PÉREZ
J. SÁENZ
1951 S. DE BONIS
A. GARCÍA
1952
Fuente: Elencos anuales de la Congregación. Crónica de la casa.
* Salesianos que estuvieron más tiempo en el
aspirantado, como maestros y asistentes:
R. ALBERDI, 1948-1951.
L DOMÍNGUEZ, 1943-1947.
B. MOLL, 1949-1952.
J. SÁENZ, 1943-1946.
J. VIVES, 1946-1949.
* Salesianos laicos que estuvieron más tiempo
en el aspirantado:
R. CUEVAS, 1944-1951.
A.JIMÉNEZ, 1944-1952.
J. LLABRÉS, 1941-1943, 1947-1952.
T. MOVELLÁN, 1944-1946, 1949-1952.
J. PAGÉS, 1943-1947.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

16.9 Page 159

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160
LA RECUPERACIÓN
De entre los colaboradores de los superiores mencionados, permítasenos
nombrar solamente a los más antiguos: don Félix Solanes Bitrián (confe-
sor y profesor, 1931—1936, 1939-1952) y don Juan Piles Navarro (cate-
quista, administrador y profesor, 1931-1936, 1939-1948) (Cuadro n. 2).
Con todo esto, lo importante ahora estriba en lo siguiente: que unos y
otros — educadores y educandos, maestros y alumnos—, aceptaron de
lleno las líneas de formación de corte totalmente tradicional. Según la
mentalidad de los padres provinciales, «el cultivo de las tradiciones sale-
sianas» tenía que ser un punto firme en la vida del pequeño seminario 40.
Y al mismo tiempo, por lo que se ha explicado un poco más arriba, todos
asumían los valores y enfoques que la Iglesia y el franquismo proponían a
los católicos españoles. Para los salesianos de Sant Viceng, como para
otros tantísimos religiosos y la gran mayoría del clero catalán, el franquis-
mo aparecía como una gran fuerza salvadora de la Iglesia y debeladora,
al propio tiempo, del laicismo anticlerical de la Segunda República. Toda
la acción educativa del seminario vicentino se llevó a cabo, precisamente,
dentro de estos parámetros de la Tradición y la Restauración.
Curso 1949-1950: la comunidad salesiana presidida por el di-
rector don Antonio Mateo Ors. Don Félix Solanes fue, durante
muchos años, un cronista ordenado, fiel, respetuoso con todos.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

16.10 Page 160

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EL SEMINARIO MENOR
161
Según el proyecto diseñado en los documentos que ya conocemos (ver
notas 15 y 26 de este mismo capítulo), el seminario menor constituía el
período de la «primera prueba» que el candidato a la vida salesiana debía
superar antes de entrar en el noviciado, que formaba la «segunda prue-
ba»41. Por tanto, durante este tiempo, los superiores debían observar con
diligencia si el postulante era «apto para la Sociedad», y si se distinguía
«por su virtud e ingenio»42. Tal era, en su conjunto, la naturaleza de la ins-
titución vicentina que ahora vamos a conocer en su vertiente formativa.
La formación intelectual
Los estudios debían ser los propios de la segunda enseñanza, pues se
entendía que los de la primera estaban ya cumplidos. El cuadro n. 3
muestra las asignaturas que se cursaban en el decenio de los cuarenta.
Pero al comienzo de los cincuenta se introdujo una novedad, que el cro-
nista recogió con cuidado: «Para que los estudios de los seminaristas se
asemejen más a los de los bachilleres, se han cambiado muchos tex-
tos»43. Con los textos, llegaron también algunas asignaturas nuevas. Fue
un paso importante, ya que se trataba de colocar a los seminaristas a la
misma altura que otros tantos muchachos españoles, que tenían ya acce-
so a las enseñanzas medias. Entraba así un aire nuevo, de frescor, de
normalidad, de igualdad social. En consecuencia, los alumnos comenza-
ron a rendir exámenes oficiales en el Instituto Jaime Balmes, de
Barcelona. Les costó lo suyo, pero valió la pena. En junio de 1952, se
Cuadro núm. 3
SEMINARIO. ESTUDIOS
(1939-1952)
1. RELIGIÓN - APOLOGÉTICA
2. LATÍN ORAL
3. EJERCICIO ESCRITO
4. GRIEGO ORAL
5. EJERCICIO ESCRITO
6. CASTELLANO - PRECEP. LIT.
7. COMPOSICIÓN
Fuente: Registros Escolares.
8. GEOGRAFÍA-HISTORIA
9. MATEMÁTICAS ORAL
10. EJERCICIO ESCRITO
11. FRANCÉS ORAL
12. EJERCICIO ESCRITO
13. CIENCIAS
14. CALIGRAFÍA - DIBUJO
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

17 Pages 161-170

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17.1 Page 161

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162
LA RECUPERACIÓN
presentaron a exámenes los de cuarto y todos fueron aprobados44. A pe-
sar de estos cambios, el estudio del latín conservaba, como antes, su po-
sición hegemónica, y también el de la religión, que además de los exáme-
nes tenía sus certámenes, frecuentes y generalmente muy solemnes.
El curso escolar daba inicio en la segunda quincena de septiembre y con-
cluía en la primera semana de julio. Según las antiguas costumbres, esta-
ba dividido por los exámenes semestrales (mes de marzo) y finales (julio),
y también, según en qué años, por los trimestrales, que en todo caso no
revestían tanta importancia. El alumno recibía la papeleta de las califica-
ciones correspondientes, como las recibía también al final de mes. Las
clases de repaso que se organizaban durante los meses de verano ayu-
daban a los rezagados a recuperar el ritmo que habían perdido.
La jornada del seminario resultaba intensa, porque, según un principio
tradicional de la pedagogía de los salesianos, el alumno debía estar siem-
pre ocupado. Y, para ello, en el horario que se le proponía no había ni un
solo resquicio para perder el tiempo. Desde el punto de vista escolar, las
horas de clase y las horas de estudio personal se sucedían sin interrup-
ción. El «estudio de la mañana» —después de la misa, antes del desayu-
no— y el «estudio de la noche» —antes de la cena— adquirían el rango
de un tiempo sagrado, de silencio y recogimiento. Entonces el aula gene-
ral de estudio se convertía casi en una capilla.
Al seminarista le era imprescindible tener éxito en los estudios, porque
ello era señal de su capacidad intelectual —requisito indispensable para
ser sacerdote—. El latín y las matemáticas constituían, sobre todo, el
banco de prueba. Si fracasaba, se le invitaba a cambiar de proyecto de vi-
da, pues demostraba no tener vocación para el ministerio sacerdotal y
educativo.
En el seminario de Sant Viceng esta parte académica funcionaba bien. Es
verdad que no le faltaba razón al padre Alberto cuando, con muy amable
ironía, comunicaba a los superiores de Turín que los profesores y los pro-
gramas «podían mejorarse»45, pero lo cierto es que allí se trabajaba: es
decir, se enseñaba y se aprendía.
La formación moral y religiosa
En este punto la normativa vigente remitía al manual de las Prácticas de
piedad46 y al devocionario editado por San Juan Bosco en 1847 con el tí-
tulo de El joven cristiano47. Por medio de las oraciones y los ejercicios
piadosos contenidos en estos libros48, y con toda la acción educativo-pas-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

17.2 Page 162

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EL SEMINARIO MENOR
163
toral que se desarrollaba en el seminario, se buscaba infundir en el futuro
salesiano la espiritualidad propia de Don Bosco y de su familia religiosa.
Las prácticas de piedad
El reglamento abogaba por una piedad natural, simple, espontánea, y al
mismo tiempo profunda y ferviente49. Quería que en la oración colectiva
no hubiera nada de estrambótico, ni en la cadencia de la voz ni en la
compostura del cuerpo; pero exigía que las palabras fueran bien pronun-
ciadas y a un ritmo unísono, siguiendo las pausas señaladas. En todos
los colegios salesianos debía rezarse lo mismo y con las mismas fórmu-
las. Sin cambiar absolutamente nada, ni por falta de devoción ni por exce-
so. Se juzgaba que la uniformidad era garantía de seguridad y de identifi-
cación50.
Los días laborales, el aspirante tenía, por la mañana, misa —durante la
cual recitaba las oraciones y la tercera parte del rosario— y una breve
lectura espiritual; por la tarde, otra lectura y la bendición con el Santísimo
Sacramento51. Por la noche, las oraciones correspondientes, seguidas de
la plática de las Buenas Noches, que habitualmente daba el director y que
no faltaba casi nunca.
Los ritos para acostarse y levantarse eran, más o menos, copia de los
que cumplía el novicio (pág. 53). También el pequeño seminarista hacía
en silencio un breve examen de conciencia sobre el propio comporta-
miento durante la jornada. A continuación se le daban algunas normas
para concluirla cristianamente: «Mientras nos desnudamos, figurémonos
ver a los verdugos de Jesucristo arrancándole con violencia sus vestidos
para azotarle», y, luego, una vez acostados, «pensando que estamos en
la presencia de Dios, con las manos juntas sobre el pecho, nos entregare-
mos al descanso». Tales pensamientos y los que le sugería el superior en
la plática final seguían resonando todavía en la lectura que se acostum-
braba tener en el dormitorio, mientras los alumnos se disponían a acos-
tarse. Esta operación se efectuaba con rapidez, sin pérdida de tiempo.
Acabada la lectura, decía el lector: Tu autem, Domine, miserere nobis
(Tú, Señor, ten piedad de nosotros), y respondían todos: Deo gratiasl
(¡Demos gracias a Dios!). Y el asistente comenzaba, de rodillas, el rezo
del Bendita sea tu pureza que, desde la cama ya, proseguían los demás.
Entonces se apagaban las luces normales y se encendían las flojas, cre-
ando la penumbra necesaria para conciliar el sueño. Había terminado del
todo la jornada.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

17.3 Page 163

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164
LA RECUPERACIÓN
A la mañana siguiente, al muchacho-seminarista le despertaban las pal-
madas que daba el asistente o los compases de la música que comenza-
ba a sonar, y, como si ya fuera un novicio, oía que se le decía con voz
fuerte: Benedicamus Dominol (¡Bendigamos al Señor!). Y, saltando de la
cama, respondía: Deo gratiasl (¡Demos gracias a Dios!). El aseo personal
resultaba ordenado y confortante en aquellas dependencias de reciente
construcción.
Éstos eran los momentos de oración comunitaria a lo largo de un día nor-
mal. Pero luego se añadían aquellos actos de piedad que cada uno podía
realizar por iniciativa propia, como, por ejemplo, las visitas a la capilla,
que a veces eran bastante frecuentes. Por una antigua costumbre, la de
«después de comer» la hacían todos o casi todos. «Pero que ninguna sea
obligatoria» —puntualizaba el reglamento52—.
Si los días ordinarios estaban tan impregnados de sentido religioso, lo es-
taban aún más los domingos y fiestas. Después de la primera misa, lla-
Sant Viceng, mayo de 1951:
procesión de María Auxiliadora
(Archivo J.OIIé).
Diciembre de 1948:
el «pequeño clero»
del seminario.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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Vergel Salesiano:
propaganda vocacional
preparada por los
mismos seminaristas.
mada «de comunidad», venía, a media mañana, la segunda. En ella se
cantaban de ordinario los Maitines y Laudes del Oficio Parvo de la biena-
venturada Virgen María y se tenía la homilía del domingo correspondien-
te. Por la tarde había canto de Vísperas, plática y bendición con el
Santísimo. Como algunas de estas cosas se hacían en latín, resultaban
ininteligibles y carentes de estímulo.
La confesión semanal o quincenal no estaba prescrita para los alumnos
del seminario menor, pero se les recomendaba que la hicieran, a fin de
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA RECUPERACIÓN
que se acostumbraran para cuando fueran religiosos, ya que para éstos
sí que tenía carácter preceptivo.
Cada mes se practicaba el Ejercicio de la Buena Muerte. A ser posible, en
un día señalado de antemano para todo el año y al que incluso se le con-
cedía un cierto aire festivo, tal como pedía el reglamento: «Que a los jó-
venes se les suavicen algo el trabajo y las clases»53. Según el pensa-
miento de San Juan Bosco, se trataba de disponer todas las cosas «como
si en aquel día debiéramos realmente morir», porque «toda nuestra vida
debe ser una preparación para tener una buena muerte»54. El punto cul-
minante de tal ejercicio estaba precisamente en la confesión y en la co-
munión, que debían hacerse «como si verdaderamente hubiese llegado el
instante de nuestra muerte»55. También se rezaban las oraciones propias
del día, pidiendo a Jesucristo y a San José la gracia de una muerte cris-
tiana. Y los ejercitantes no se separaban sin haber rezado antes un
Padrenuestro, Avemaria y Gloria «por aquel de nosotros que ha de morir
primero»56. Como esta práctica se repetía cada mes, el pensamiento de
la muerte y del más allá se hacía presente en la vida colectiva del semi-
nario de una manera soberana.
Como un elemento importante de formación cristiana entraban los
Ejercicios Espirituales, que se tenían cada año en el mes de marzo. La
normativa del seminario establecía que se siguiera en todo lo prescrito
para los alumnos de los colegios, guardando silencio solamente en el re-
creo de la merienda. En la casa de Sant Viceng esta tanda de mediados
del curso la hacían más o menos conjuntamente aspirantes y novicios.
También aquí lo importante era la recepción de los sacramentos de la
Penitencia y Eucaristía. La tanda duraba cinco días. En el último se daba
el «sermón de los recuerdos» y se concluía con el canto del salmo
Laúdate Dominum, omnes gentes (Alabad al Señor, pueblos todos) cuyas
notas resonaban con fuerza en la capilla. El Triduo de apertura del curso,
que tenía lugar a finales de septiembre o durante los primeros días de oc-
tubre, presentaba el mismo carácter de reflexión y purificación espiritual,
antes de emprender la singladura de un nuevo curso.
Las fiestas
Especialmente las religiosas, por su enorme carga educativo-pastoral,
contribuían mucho a plasmar la espiritualidad del seminario y marcaban
además su ritmo de vida a lo largo del curso escolar. Las de mayor cate-
goría iban desde el día de la Inmaculada Concepción (diciembre) hasta el
del Sagrado Corazón de Jesús (junio) y revestían particular importancia
aquéllas que ofrecían las dos modalidades de fiesta interna y fiesta exter-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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EL SEMINARIO MENOR
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na. Entre éstas últimas hay que mencionar las de San Juan Bosco (ene-
ro) y María Auxiliadora (mayo), que propiciaban una apertura, alegre y fa-
miliar, del seminario hacia el vecindario. Don Tomás Baraut, con su senti-
do pastoral y a impulsos de su propia devoción mariana, consiguió que,
en mayo de 1940, la fiesta externa de María Auxiliadora se viera solemni-
zada con una procesión, la cual, partiendo de la iglesia parroquial, reco-
rrió varias calles de la villa. Esta iniciativa se repitió cada año, de forma
ininterrumpida, hasta el 1971 (pág. 255).
Como fiestas más sencillas, se celebraban las de la Virgen de la Merced
(patrona de Barcelona y de la Inspectoría Tarraconense), la del Pilar (que
se teñía de un cierto color patriótico), la de Santa Cecilia (patrona de la
música), la del mártir San Vicente (patrono de la parroquia y de la pobla-
ción) y la de San Luis Gonzaga (uno de los patronos de la Congregación
Salesiana). Cada una de las celebraciones tenía señalados los triduos,
las novenas y los meses con que debía solemnizarse 57.
Entre las fiestas no propiamente religiosas, sobresalía la dedicada al di-
rector de la casa. Servía en forma muy positiva para construir por dentro
la comunidad, y para adquirir algunos objetos con destino a las necesida-
des más apremiantes de la casa. Solamente don Antonio Mateo hizo
coincidir la fiesta con su día onomástico (mes de junio); los demás direc-
tores la organizaron en una fecha apta del calendario escolar.
Oíros recursos formativos
El trabajo de formación del futuro sacerdote salesiano gravitaba también
sobre otros momentos privilegiados. Además de las conferencias de un ti-
po u otro, el seminarista —sobre todo en los últimos cursos— tenía la po-
sibilidad del encuentro personal con el director; es más, se le aconsejaba
que fuera a hablar con él. El Rector Mayor había señalado algunos pun-
tos sobre los cuales podía girar la conversación: salud, estudios, convi-
vencia, noticias de familia, índole personal, dificultades para conservar la
virtud. En todo caso, la entrevista con el superior miraba a afianzar al se-
minarista en la gracia de Dios e infundirle serenidad, paz y confianza en
mismo58. No se trataba todavía de una «cuenta de conciencia», como
en el caso de los religiosos salesianos, pero sí de algo que preparaba y
ensayaba esta práctica. Por ello se recomendaba tantas veces a los aspi-
rantes que tuvieran confianza con los superiores y especialmente con el
señor director59.
La tradición salesiana consideraba como otro gran elemento de formación
el funcionamiento de las Compañías Religiosas. Siguiendo dicha tradi-
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LA RECUPERACIÓN
ción, el reglamento del aspirantado insistía seriamente en la necesidad de
formarlas y cultivarlas con sumo cuidado, dándoles la debida organiza-
ción —«supérese toda dificultad, toda dilación, toda pereza»—, porque
cada una de estas Compañías venía a ser «una pequeña escuela de vir-
tud»60. En Sant Viceng se formaron enseguida (1939) las dos asociacio-
nes tradicionales, del Santísimo Sacramento (entre los alumnos mayores)
y de San Luis (entre los pequeños), que funcionaron año tras año, pero
sin conseguir realmente un nivel importante. Cuando don Joaquín Sáenz
se encargó de ellas (curso 1950-1951), remontaron decididamente el vue-
lo.
Entre estos recursos formativos se ha de colocar también la celebración
de los Congresillos, que se tenían todos los años, especialmente al co-
mienzo y al final de las vacaciones veraniegas. Versaban sobre temas di-
versos —marianos, misioneros, catequísticos— y como se organizaban
con una amplia base participativa, servían admirablemente para instruir y
educar, incluso para crear un agradable ambiente académico-festivo. En
suma, actuaban a modo de una escuela de formación permanente61.
El objetivo global de todo este esfuerzo consistía, como queda apuntado,
en que el aspirante a la vida salesiana fuera asumiendo los valores pro-
pios de la vocación religiosa y sacerdotal dentro de la familia de San Juan
Bosco. Por tanto, se tocaba ampliamente el tema de la vocación —impor-
tancia, medios de cultivarla, peligros a evitar—. Sin llegar a forzar, ni mu-
cho menos, la libertad de opción, a veces, sin embargo, se cargaban ex-
cesivamente las tintas acerca del desastre moral y daño espiritual que a
uno le podía acarrear el abandono de la vocación. En ocasiones se pro-
pendía a una cierta pedagogía del miedo, o de invernadero, de la cual se
derivaban también muchas reservas respecto al mundo exterior y a las
vacaciones con la familia.
Con el mismo propósito se fomentaban las devociones típicas de la reli-
giosidad salesiana. Por aquellos años cuarenta y en Sant Viceng, este im-
pulso devocional se dirigió al venerable Domingo Savio, sobre todo con
motivo del centenario de su nacimiento (1842-1942) —inauguración del
monumento en el pinar, 194062—, y a los salesianos martirizados durante
la persecución religiosa de la guerra civil de 1936 a 1939 —inauguración
del «monumento a los Mártires de la Inspectoría», 194263—. En fechas
señaladas, los seminaristas se reunían ante este monumento y cantaban
el himno correspondiente, compuesto por don Antonio Mateo64. Al con-
cluir, decía uno con voz fuerte: Martyres Christi! (¡Mártires de Cristo!). Y
respondían todos a coro: Intercedite pro nobis! (¡Interceded por noso-
tros!).
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EL SEMINARIO MENOR
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Monumento al santo sepulcro,
construido y reformado
por el Sordo, convertido después
(1942) en «monumento
a los mártires salesianos».
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús y la veneración a todo lo que
significaba el Templo del Tibidabo no podían estar ausentes de la espiri-
tualidad que se vivía en el seminario vicentino. Entre otras cosas, porque
muchos habían realizado en aquella residencia el primer curso de latini-
dad. Al Tibidabo siempre se subía con gusto, aunque fuera a pie, como
ocurría con frecuencia.
La disciplina y la distensión
El reglamento, haciendo suyas las actitudes de Don Bosco, quería que,
en las casas de formación, la disciplina fuera espontánea, de ningún mo-
do impuesta o absorbente, sino resultado de la buena volutad de cada
uno, que procura aquellas condiciones óptimas de paz y serenidad que
exigen la vida de estudio y el proceso de maduración. Pero veía bien que,
semanal o quincenalmente, y a ser posible bajo la presidencia del direc-
tor, se reunieran los superiores y los maestros al objeto de asegurar y fo-
mentar el silencio, el orden, la limpieza y el ambiente educativo necesario.
Porque entonces todos salían ganando, tanto los educadores como los
educandos65. De esta manera se acostumbró actuar en nuestro semina-
rio. En consecuencia, cada semana el consejero o encargado de los estu-
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LA RECUPERACIÓN
dios y de la disciplina leía y comentaba en público las notas de urbanidad,
conducta y aplicación, y hacía en privado las advertencias personales.
Todo seminarista debía esforzarse por tener absolutamente limpio su ex-
pediente. Se insistía en la observancia del silencio —sobre todo, del silen-
cio «sagrado» por la noche—, de la puntualidad, de las reglas de convi-
vencia; se proscribían en cambio la murmuración, la insumisión, las faltas
de moralidad, las llamadas «amistades particulares», aunque más de uno
de los educandos no acertara a saber de qué se trataba exactamente...
En esta misma línea de buena crianza se inscribían las charlas de urbani-
dad, que daba de ordinario el padre administrador. Tenían que ser sema-
nales y de carácter práctico.
En aquellos años de penuria general, no se necesitaba mucho esfuerzo
para inculcar en los jóvenes el espíritu de austeridad y de ahorro. Por de
pronto, estaba mandado que en el recreo después del desayuno todos los
seminaristas se aplicaran por turno a los quehaceres domésticos de la
limpieza y otras incumbencias. Lo cual se cumplía asignando a cada uno
todos los meses el «cargo» que tenía que desempeñar.
Junto al movimiento de sístole, el de diástole. Es así como funciona co-
rrectamente el corazón. Como válvulas de escape, pero siempre con un
alto contenido educativo, estaban ante todo los recreos. En el patio no se
jugaba a fútbol, por falta de indumentaria adecuada o por temor de que
absorbiera demasiado la atención de los adolescentes66, ni se favorecía
normalmente la práctica de los juegos sedentarios. Pero se practicaban
otros muchos deportes (pág. 113). El frontón siguió desempeñando un
papel distensivo de primer orden. Los superiores preferían ver a los ma-
estros y educadores animando ellos mismos los juegos de los jóvenes,
porque entendían que el tiempo de recreo era «uno de los más a propósi-
to para estudiar y conocer a los muchachos»67.
Después de la guerra, la música volvió a sonar desde el primer momento
y con evidente éxito. Y se siguió cultivando según la tradición de todos los
tiempos, tanto la de carácter religioso como la de carácter profano.
Mientras estuvieron los novicios (1941-1949), sobresalió el canto polifóni-
co porque entre ellos y los estudiantes formaban de verdad un coro im-
presionante, como lo demuestran de sobra las interpretaciones de las mi-
sas68, de los responsorios en los Maitines de la Semana Santa69 y de las
mismas sardanas —Les tulles seques, La sardana de les monges,
L'Empordá70—. Por tanto, nada de extraño que la scola del seminario fue-
ra requerida a intervenir en otras partes. No sólo en las casas salesianas
de Barcelona-Sarriá y de Barcelona-Tibidabo, sino también en otros luga-
res. La parroquia de Sant Viceng pudo disfrutar de este servicio todos los
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Visita del padre provincial, don Florencio Sánchez, al seminario (1951).
años, al menos con motivo de la Semana Santa. Las veladas y las sobre-
mesas, los recreos y los paseos recogían esa corriente de vida que la
música y el canto inyectaban sin cesar.
En cuanto al teatro, hubo una desproporción entre lo que deseaban los
superiores y lo que se hacía en la práctica: porque aquéllos se inclinaban
más bien a veladas y piezas sencillas de carácter educativo, y ésta, en
cambio, tendía a poner en escena representaciones impactantes de gran
estilo, como dramas, comedias y zarzuelas en varios actos. Pero los res-
ponsables de las tablas estaban de acuerdo con el pensamiento de los
superiores cuando éstos disponían que a los niños no se les hiciera leer
papeles, sino «recitarlos de memoria»71. En este asunto novicios y semi-
naristas no se mezclaban, sino que cada grupo mantenía su propio cua-
dro escénico. Ambos hicieron prodigios de arte y buen gusto. Los ensa-
yos se llevaban a cabo durante los recreos, y, cuando el tiempo
apremiaba, de noche, quitando horas al descanso. Era un precio que de-
bía pagarse a toda costa.
Como, por supuesto, las mujeres no podían intervenir sobre las tablas, se
echaba mano a los libretos de la colección Galería Dramática Salesiana,
que eran para hombres solos. Para las fiestas de Navidad y de San Juan
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LA RECUPERACIÓN
Sosco, sobre todo, el teatro del seminario se convertía en un lugar feliz de
encuentro entre los salesianos y el público externo. El ciclo de la Pasión
no se acostumbró llevarlo a las tablas; el de la Navidad, por el contrario,
llegó a ellas con diversas representaciones72.
Las veladas y las sobremesas, que se organizaban con gran profusión a
lo largo de todo el año, podían considerarse como un nuevo efecto de ese
espíritu festivo que, en medio de muchas limitaciones, brotaba sin embar-
go continuamente. De todas maneras, el comedor era un lugar que de or-
dinario exigía orden y seriedad. Por practicidad y también, diríamos, por
ciertas resonancias monásticas, los seminaristas comían y cenaban en si-
lencio, mientras escuchaban la lectura de algún libro más o menos atra-
yente. El Quijote, Don Bosco y su tiempo (de Hugo Wast) y algunas nove-
las como Las minas del rey Salomón o El hechicero de los omaguas, se
leían casi todos los años con agrado73. Los domingos y fiestas se supri-
mía o se acortaba esta lectura que, de ordinario, duraba hasta que se ser-
vía el postre.
Curso 1951-1952:
los seminaristas
forman el grupo
«La Filarmónica».
Abril de 1951:
los seminaristas,
de excursión.
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EL SEMINARIO MENOR
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No es posible hablar de las excursiones que se organizaban por aquellos
años sin citar, por ejemplo, la font del Porro, en el pueblecito de Torrelles,
y el mas de les Fonts, en el de Vallirana, que constituían las metas más
frecuentadas. También la Palma de Cervelló ofrecía lugares a propósito.
El «paseo de las uvas», que se hacía a can Cañáis (Corbera de Dalt) ha-
cia finales de septiembre o primeros de octubre, llegó a ser tradicional.
Las subidas a Montserrat o a la ermita de la Virgen del Remei (en Sant
Viceng) fácilmente adquirían un aire religioso, incluso, en ocasiones, de
oración y penitencia.
Las vacaciones de verano se organizaban con un gran despliegue de ini-
ciativas, con el consiguiente sacrificio de los educadores: «Los maestros
y asistentes —decía el cronista con su inocente ironía en 1940— esperan
disfrutar las vacaciones en el cielo»74. Pero, como ya se ha dicho, estaba
prohibido el pasarlas con la familia. ¿Una especie de pedagogía del se-
cuestro? Los superiores confesaban tener al respecto una experiencia ne-
gativa: «Las vacaciones son la ruina de muchas vocaciones». Por tanto,
si los seminaristas iban a su tierra, debía ser únicamente para visitar a los
familiares, proveerse de un poco de ropa y «hacer propaganda en el pue-
blo con su buen comportamiento»75. En consecuencia, en nuestro semi-
nario se acostumbró regularse así: los que terminaban el tercer curso se
marchaban a visitar a sus familias durante diez o quince días y los demás
iban al colegio salesiano San Juan Bosco de Barcelona-Horta, para cam-
biar de aires y descansar más o menos durante un mes. Los de cuarto
curso no disponían de tanto tiempo: subían a Montserrat para poner su
futuro en las manos de la Moreneta, se despedían de sus profesores y
compañeros con una fiestecita familiar y daban comienzo a la tanda de
Ejercicios Espirituales, que les servía de preparación inmediata para en-
trar en el noviciado a mediados del mes de agosto.
Apertura al exterior
El seminario salesiano, como otros tantos, constituía un ámbito cerrado,
como un invernadero adonde no debían llegar los aires contaminantes del
mundo exterior. El Rector Mayor, don Pedro Ricaldone, pedía a todos que
aceptaran esta exigencia de la vida del seminario76.
De todas maneras, las puertas no estaban cerradas del todo. Ya se ha
anotado que las fiestas externas significaban precisamente un modo de
acercarse al vecindario. Los seminaristas intervenían todos los años en la
parroquia cantando el oficio de las Tinieblas del Jueves Santo, y partici-
pando en la procesión del Corpus. La fiesta de María Auxiliadora daba
una doble oportunidad: al comienzo del triduo, se llevaba comunitaria-
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LA RECUPERACIÓN
mente la imagen de la Virgen a la iglesia parroquial y, en la tarde de la
fiesta, se la traía al seminario en una solemne procesión a la cual concu-
rría mucha gente del pueblo77. Junto a esto, conviene recordar que algu-
nos sacerdotes del seminario ejercían también su ministerio, no sólo en la
parroquia de Sant Viceng, sino también en otras de alrededor. Además, la
casa salesiana abría con gusto sus puertas para acoger al grupo de jóve-
nes y adultos de la Acción Católica del pueblo, que deseaban practicar su
tanda anual de Ejercicios Espirituales.
Pero la vida asociativa salesiana entre los seglares quedó muy poco de-
sarrollada, porque los salesianos no acertaron a cohesionar una
Asociación de Cooperadores, si bien guardaron con sus amigos y bienhe-
chores unas buenas relaciones. La crónica de la casa conserva algunos
nombres: E.Aymerich (cronista de Sant Viceng), F.Casasampere («señor
Quela»), J.Daunis (farmacéutico), J.Juncadella (catequista), A.Martí (mé-
dico de los salesianos desde 1931).
Pero en ese conjunto de relaciones, sobresalían las que mantenían con el
matrimonio Joan Comamala i Juvinyá y su esposa, Concepció Bofill i
Pascual. Éstos tenían en el mismo pueblo una fábrica de tejidos de géne-
ro de punto y habían comenzado a proteger a los salesianos ya antes del
1936. Durante todo el decenio de los cuarenta, entre ambas partes se es-
tableció una amistad cordialísima y muy sincera. Por lo que el cronista no
duda en llamar a los Comamala «papas» del seminario78. Los internos so-
lían organizar cada año una pequeña velada en su honor: en la fiesta de
la Inmaculada, para doña Concha; en la de San Juan, para el señor
Comamala. Lo hacían con gusto, sin agobio alguno, porque los querían
de verdad. Para aquellos adolescentes, alejados permanentemente del
contacto personal con sus respectivas familias, el matrimonio Comamala
cumplía un papel afectivo-social de cierto relieve: «Nos llenaban un vacío
psicológico que teníamos» —nos ha manifestado con fina observación
uno de los seminaristas de entonces—. Si me encontrara ahora con ellos
les diría muchas cosas bonitas»79. Tal vez, no sería él el único en hacerlo,
si bien precisando que quien especialmente atraía a los niños era ella, por
sus rasgos de delicadeza y piedad. La fiesta de las bodas de plata de su
enlace matrimonial, que se celebró en la casa salesiana en 1948, fue pa-
ra todos motivo de íntima satisfacción80. En los inicios de los años cin-
cuenta, los salesianos no podían prever que, a la vuelta de muy poco
tiempo, una serie de fallos económicos y de desgracias personales iban a
derribar tan cruelmente a esta familia de fabricantes, que estaba afincada
en Sant Viceng desde el año 190981.
La Asociación de María Auxiliadora quedó establecida muy pronto, en
1941, y con un buen número de participantes, 21082. Y algo más tarde
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EL SEMINARIO MENOR
El matrimonio Comamala:
doña Concha y don Juan
en el día de su enlace.
Visita al seminario, 1950
Dulces y alegría
para todos los pequeños,
1950.
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LA RECUPERACIÓN
Don Joaquín Sáenz,
fundador del oratorio festivo
(esplai) y de las escuelitas.
El club de fútbol ORSA (Oratorio Salesiano) en 1952 (Archivo J. Olió).
(1948), fue adherida al santuario de María Auxiliadora en la ciudad de
Turín83. Durante unos cincuenta años, hasta 1990, ha estado bajo la pre-
sidencia de la señora Quimeta Fumado, que todavía vive entre nosotros
como testigo de le pervivencia de la devoción a María Auxiliadora en Sant
Viceng83bis.
A pesar de lo expuesto, una verdadera y eficaz abertura de la casa sale-
siana hacía el exterior se dio solamente a partir del curso 1950-1951.
El esplai que había antes de la guerra no tardó mucho en renacer de sus
propias cenizas, porque ya estaba en marcha en 1940. Pero en tono me-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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EL SEMINARIO MENOR
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ñor: los niños del pueblo asistían a misa en la iglesia parroquial, donde re-
cibían también la enseñanza del catecismo, y, por la tarde, acudían a los
salesianos para participar en algún acto religioso y, sobre todo, para en-
contrar un medio de entretenimiento. En los años sucesivos esta fórmula
funcionó con sus más y sus menos84. En general, se entendía que el ora-
torio festivo era un esp/a/parroquial, en el que los salesianos colaboraban
hasta un cierto punto. Pero a finales del año 1950 se produjo un cambio
significativo. El cronista, Félix Solanes, quería ser exacto cuando anota-
ba: «Finalmente el párroco decide que el oratorio festivo vuelva a funcio-
nar bajo la inmediata dirección del señor catequista, ayudado por algunos
aspirantes de cuarto curso y por el celoso colaborador don Juan
Juncadella con unos cuantos jóvenes del pueblo, si bien seguirán acu-
diendo a la parroquia para la misa y el catecismo»85. El párroco aludido
era mossén Jaume Casas86. Y el catequista no era otro que don Joaquín
Sáenz, que ejercía dicho cargo en el seminario y que, sin duda, fue el
promotor de la iniciativa. Bien pronto aparecieron los primeros signos de
una nueva vitalidad, a la que sin duda contribuyó también el Ayunta-
miento: «Nos ha cedido —anota el cronista— el uso del campo de depor-
tes, colindante con nuestra huerta, en favor de los oratorianos»87. Al ter-
minar el curso 1950-1951, el padre Provincial informaba con agrado a los
superiores diciendo que aquel esp/a/ dominical estaba «fiorente» («flore-
ciente»)88, aunque por supuesto no se veía libre de los momentos de cri-
sis, tan frecuentes en este tipo de actividades. Pero lo decisivo era que en
el seminario se había abierto una ventana importante. Dentro del más pu-
ro carisma salesiano, comenzaban a entrar nuevos aires.
Esto no fue más que comienzo. Porque al padre Sáenz no le costó mucho
detectar, desde esta plataforma del esp/a/, la situación cultural y educativa
de la juventud vicentina. La encontró deficitaria, pero con posibilidades de
mejorar. En consecuencia, superadas algunas dificultades que nunca fal-
tan, se decidió a poner en marcha una escuela nocturna. Era el 20 de fe-
brero de 1951. «Por falta de local adecuado —explica el cronista—, las
clases se dan en el teatro de ocho a nueve de la noche a jóvenes obreros
de 14a 18 años. En este primer día acudieron 15 muchachos»89. Se vio
enseguida que la iniciativa era sensata y oportuna porque, al inicio del
curso siguiente, se abrieron también unas clases diurnas90. De esta ma-
nera, junto al seminario-internado comenzó a haber una sección de exter-
nado, que, muy poco después, iba a jugar un papel importante en el con-
junto de la casa (pág. 221).
Inmediatamente aparecieron los efectos de una fuerza interior: se forma
un grupo juvenil denominado, como en otros colegios salesianos, Círculo
de Domingo Savio (1951) y al año siguiente se constituyen una
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LA RECUPERACIÓN
Los antiguos alumnos inauguran su asociación, 1952 (Archivo J.OIIé).
Asociación de Antiguos Alumnos y una compañía religiosa, llamada de
San Luis Gonzaga91. Parecía que el padre Sáenz quisiera quemar etapas
a toda velocidad. Pero no era todo humo de pajas, porque aquellos mu-
chachos, para fortalecer su vida cristiana, tenían el coraje de organizar
una tanda de Ejercicios Espirituales y, para asegurar el éxito de sus estu-
dios, se comprometían a acudir en verano a las clases de repaso92.
De esta manera la vida del seminario encontró un nuevo horizonte, por-
que los futuros salesianos podían ver allí cerca a la juventud que les es-
peraba. Ya no se encontraban tan apartados.
Todo fue fruto del entusiasmo pastoral de un joven sacerdote que tuvo la
adhesión y la ayuda de sus superiores y amigos. El autor de este libro re-
cuerda que don Joaquín Sáenz le manifestaba más de una vez su íntimo
convencimiento: «Una casa salesíana no está hecha para quedarse ce-
rrada, sino para abrirse al apostolado en un continuo crecimiento». Tal fue
el espíritu que informó aquellos primeros años cincuenta.
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EL NOVICIADO
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EL NOVICIADO
«Tenemos todo preparado para poner o, mejor, trasladar nuestro novicia-
do a Sant Vicen? deis Horts, en la finca pegada al antiguo noviciado, que
se compró el año anterior a la guerra. En Gerona tiene un sinfín de incon-
venientes (...). Sería necesaria la erección canónica». Con estas
palabras93, el provincial de Barcelona anunciaba al Rector Mayor la pues-
ta en marcha de un proyecto que ya había decidido en firme el año ante-
rior. Porque en noviembre de 1939 ya andaba por Sant Viceng viendo las
modificaciones que debían introducirse «en la casa de arriba» al objeto
de «instalar un posible noviciado»94. Lo cual demuestra que nunca le ha-
bía gustado el que, después de la guerra, el noviciado volviera de nuevo
a Gerona, ya que, según podía comprobar, allí había «un sinfín de incon-
venientes». Es lástima que no nos los precise. Se trataba, sin duda, de
las dificultades detectadas ya otras veces: excesivo aislamiento y defi-
ciente salubridad95. Pero es fácil que al padre Massana le asaltara tam-
bién un deseo personal: él, siendo secretario y ecónomo provincial, había
propiciado la adquisición de la torre Llinás, aneja al caserío Font, que se-
guía teniendo para él, como sabemos, unas resonancias de familia y unos
recuerdos de juventud. Por esto, quiso que aquel edificio empezara a
Curso 1945-1946: profesores, novicios y seminaristas.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA RECUPERACIÓN
cumplir la función para la cual había venido a las manos de los salesia-
nos.
El traslado a que se refería en la citada carta no pudo verificarse tan pron-
to como él deseaba. Durante el curso 1940-1941 tuvo que acelerar las
obras de adaptación: el antiguo vestíbulo se convertiría en capilla; la capi-
llita de antes, en sacristía; las habitaciones familiares, en dormitorios,
despachos y enfermería; el garaje de los carros, en sala de estudio y cla-
se, etc. Lavabos y duchas se construirían junto a la galería, que sería de
uso polivalente. En consecuencia, la inauguración oficial del noviciado tu-
vo lugar el 20 de agosto de 1941. En este día se bendijeron los locales y
se leyó el decreto de erección que el Rector Mayor ya había firmado el 22
de agosto del año anterior: «Erigimos canónicamente el noviciado en San
Vicente deis Horts [sic], y al mismo tiempo suprimimos el que ahora está
en Gerona». Los novicios que iniciaban la nueva singladura eran 30, «nú-
mero no igualado hasta el presente» —escribía satisfecho el padre
Massana96—.
Una generación extraordinaria
El noviciado seguía siendo, como antes, la etapa de la «segunda prue-
ba». El seminario menor era la de la primera97. Pero, desde que en 1902
habían desaparecido los novicios de Sant Viceng, «había llovido mucho»,
como suele decirse. La Congregación, en efecto, había proseguido refle-
xionando sobre la naturaleza de esta etapa y había precisado las formas
que debía revestir en concreto. A comienzos de los años cuarenta, pen-
samiento y normativa se hallaban principalmente en las Constituciones de
la Sociedad de San Francisco de Sales, publicadas en 192398, en los
Reglamentos Generales de la misma Sociedad, que entraron en vigor un
año después99, en el Reglamento para el noviciado, que el XV Capítulo
General (1938) elaboró ad experimentum para el sexenio siguiente100 y en
la carta circular publicada a mediados de 1939 por el Rector Mayor, don
Pedro Ricaldone101. Sobre estas bases documentales que, por supuesto,
recogían las disposiciones del Código de Derecho Canónico (1917), estu-
vo organizado el noviciado vicentino de los años cuarenta. Y no faltaron
teóricos y comentaristas que, directa o indirectamente, ejercieron un influ-
jo enorme, tanto sobre los novicios como en especial sobre los padres-
maestros encargados de animar y orientar la vida de los mismos. Es de ri-
gor mencionar aquí a Julio Barberis102, Luis Terrone103 y Juan Zolin104.
Cualquier antiguo novicio de Sant Viceng, por poco que se asome hoy a
estos autores, percibirá enseguida mil resonancias de las explicaciones
que se le dieron al tratar, por ejemplo, del noviciado, la perfección cristia-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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EL NOVICIADO
181
na, las virtudes, la vocación salesiana, las prácticas de piedad, los votos
religiosos.
Troquelado, pues, sobre esta literatura teologico-espiritual, el noviciado
vicentino fue un centro de ascetismo. Desde 1941 al 1949, pasaron por él
unos jóvenes cuyo índice de perseverancia en la vocación resultó muy al-
to, de suerte que, 20 y 30 años después, muchos de ellos estaban aún
plenamente integrados en las tareas del apostolado salesiano. Aquella
generación fue extraordinaria. Ciertamente los factores que aseguran la
perseverancia en la misión sacerdotal o religiosa son múltiples y de signo
diverso. Pero, en el caso presente, es probable que tuviera mucho que
ver la misma personalidad del padre-maestro, don Lucas Pelaz Barreda.
Nacido en Castrejón de la Peña (Falencia, 1899), había recibido el presbi-
terado en Turín, en 1927. A continuación pasó un par de años en Mataró
como catequista del colegio (1927-1929) y luego comenzó su peregrinaje
por las casas de formación: Campello (confesor, 1929-1931), Gerona (ca-
tequista, 1931-1933) y Madrid-Carabanchel Alto (catequista, 1933-1936).
Aquí le sorprendieron los acontecimientos de julio del 36. Su actuación
sacerdotal durante la persecución religiosa llegó hasta el heroísmo,
«aventurándose a veces a peligros serios en bien de las almas», según
atestiguaba el superior provincial de Madrid, don Felipe Alcántara, al fina-
lizar la contienda civil en 1939105.
Cuando entonces se tuvo que poner en marcha el noviciado de Gerona,
el inspector de Barcelona quería que el italiano don Eugenio Magni volvie-
ra a ejercer de maestro. Pero, al fallarle este proyecto, nombró en su lu-
gar al padre Lucas. Fue un acierto, como lo demuestra el hecho de que
fuera reelegido por cuatro trienios seguidos, permaneciendo en el cargo
durante 12 años (1939-1951). «El maestro de novicios cuida de ellos con
inteligencia y amor —informaba el provincial don Juan Alberto a los supe-
riores en 1948—; le quieren mucho y parece que los resultados son satis-
factorios»106.
Efectivamente, por encima de todo, don Lucas se hizo querer. Si fue
aceptado, no lo fue tanto por su preparación doctrinal —que no tenía na-
da de extraordinario107—, sino por la abertura, la nobleza y la generosidad
de su corazón. Lo cual percibían los novicios particularmente en la intimi-
dad de las cuentas de conciencia y también en las veladas que organiza-
ban con motivo de su onomástico108. Don Lucas era un hombre sencillo y
sensato, un pedagogo sensible y razonablemente exigente. Tenía la fibra
de un apóstol popular, como lo demostró reiteradas veces durante su lar-
ga vida salesiana. Falleció en Barcelona en 1989, cuando le faltaban po-
cos meses para alcanzar los 90 años de edad109. El cuadro núm. 4 señala
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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la evolución numérica de
los novicios que, como se
deduce de lo dicho al tratar
de los jóvenes seminaris-
tas, en su mayor parte no
eran catalanes.
LA RECUPERACIÓN
Cuadro núm. 4
NOVICIOS. EVOLUCIÓN NUMÉRICA
-- 50
Los ritos de iniciación
- - 40
El noviciado, por su misma
naturaleza, constituye el
tiempo específico para que
los jóvenes se inicien en el
nuevo género de vida que
-- 30
quieren abrazar. Por eso,
su objetivo inmediato es
disponer a los inscritos pa-
ra que hagan la primera
-- 20
profesión que, aunque es
siempre temporal, viene a
ser la puerta oficial de en-
trada en la vida salesiana.
Pero, antes de llegar a la
-- 10
profesión religiosa, el novi-
cio observaba otro rito que
casi equivalía a un anticipo
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de la misma. Presentaba
dos modalidades: la prime- Fuente: Elencos anuales de la Congregación.
ra toma de hábito o vesti-
ción de la sotana — era pa-
ra los futuros clérigos; la segunda entrega de la medalla — , para los
futuros salesianos laicos. Ambos ritos tenían carácter de iniciación y re-
presentaban dos jornadas típicas del año del noviciado. Por lo que se ce-
lebraban con gran solemnidad. He aquí una breve descripción.
Toma de hábito y entrega de medalla
Tenía lugar cada año en la fiesta de Cristo Rey, en el último domingo del
mes de octubre, porque estaba prescrito que no fuera antes de un mes de
haber comenzado el noviciado ni después de tres. Según el pensamiento
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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EL NOVICIADO
25 de octubre de 1942,
fiesta de Cristo Rey:
programa.
del padre Ricaldone, esta jornada no debía considerarse sólo como un
día de alegría, sino «como una meta de perfección alcanzada y como un
punto de partida hacia otras metas más elevadas»110. La precedía un tri-
duo de preparación inmediata. El mismo día, por la mañana, las dos mi-
sas acostumbradas; y por la tarde, a eso de las 15,30, la función religiosa
en la capilla de María Auxiliadora, del seminario.
El rito —que ya estaba estructurado en 1933 y que fue refrendado en
1939111—, tenía su simbolismo, no exento de una cierta carga dramática.
Inmediatamente después del canto del Veni, Creator Spiritus, se hacía el
escrutinio público. A una pregunta del ministro oficiante —que solía ser el
superior provincial—, los novicios estudiantes pedían la sotana salesiana
y declaraban entender el significado del rito: «Vestir el hábito clerical sig-
nifica entrar decisivamente en la carrera eclesiástica, separándonos del
mundo y de sus vanidades, para revestirnos de Jesucristo». Los novicios
coadjutores expresaban unas actitudes similares: «Este distintivo [la me-
dalla] significa el vínculo externo que más estrechamente nos liga al esta-
do religioso y a la Congregación Salesiana. Ello nos obliga a dedicarnos
con renovado ardor en la adquisición de las virtudes religiosas».
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA RECUPERACIÓN
Luego venía la bendición de las sotanas, de los cirios y de las medallas. Y
finalmente la vestición. El superior estaba sentado delante del altar. Los
novicios clérigos se le acercaban, uno a uno, llevando al brazo su respec-
tiva sotana bendecida. Con la ayuda de los ministros presentes, se saca-
ba la chaqueta, mientras el oficiante le decía: «Que el Señor te despoje
del hombre viejo con sus costumbres y actuaciones...». Al imponerle la
sotana y el alzacuello, le añadía: «...y te vista con el nuevo hombre que,
según Dios, ha sido creado en la justicia y en la santidad de la verdad».
Cuando los presentes expresaban su adhesión —¡Amén!—, el celebrante
entregaba el bonete al novicio que, reverente, le besaba la mano.
Retirado después a la sacristía o al pórtico, terminaba de vestirse ayuda-
do por los parientes y los amigos, que, las más de las veces, habían lle-
gado a Sant Viceng de tierras lejanas, en aquellos viajes largos e incómo-
dos de los años cuarenta. Era un momento de intensa emoción humana y
religiosa.
Terminada la toma de hábito de los clérigos, se acercaban los novicios lai-
cos a recibir la medalla de manos del celebrante que, mientras entregaba
a cada uno la suya, decía: «Recibe el signo de tu vocación».
Por fin, se organizaba la procesión: los novicios entraban solemnemente
en la capilla por el pasillo central —los clérigos llevando el roquete enci-
ma de la sotana, los otros llevando visiblemente sobre el pecho la meda-
lla— en tanto que el público cantaba el Magníficat Se acercaban de nue-
vo al celebrante, que hacía entrega del cirio encendido: «Recibid,
queridísimos hijos, esta luz material, símbolo de la luz del cielo, a la cual
os llama Cristo Jesús».
Seguía una plática, con la que el superior trataba de explicar mejor el al-
cance espiritual del rito cumplido y las obligaciones que se derivaban del
mismo. La idea de que el hábito era en cierto modo «una especie de sa-
cramento» —según escribía el padre Ricaldone112sintetizaba el pensa-
miento dominante del día. Se concluía todo con el canto vibrante del sal-
mo 116: Laúdate Dóminum omnes gentes —Alabad al Señor todos los
pueblos—.
La veladita en honor de los novicios y sus familiares —cuya participación
solía ser cada año muy numerosa— ponía fin a una jornada de imborra-
ble recuerdo.
La primera profesión
Al terminar el año del noviciado, después de haber manifestado su deseo
de entrar en la vida salesiana y haber superado los escrutinios establecí-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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EL NOVICIADO
185
dos, el novicio tenía acceso a la primera profesión religiosa. La tanda de
Ejercicios Espirituales, que a veces hacían conjuntamente los novicios sa-
lientes y los entrantes, acababa de caldear los espíritus. En Sant Viceng el
día escogido era el 16 de agosto, en recuerdo del nacimiento de Juan
Bosco. Pero no se le daba ninguna proyección exterior. Ni siquiera se per-
mitía la presencia y participación de los familiares más íntimos. En este
punto, el reglamento era taxativo. El día de la profesión debía ser exclusiva-
mente espiritual, si bien con la solemnidad de las grandes fiestas religiosas.
Por siete veces, de 1942 a 1948, en la capilla del seminario se repitió el
mismo rito113, que sustancialmente procedía de este modo: después del
canto del Veni, Creator Spiritus, del rezo de las letanías de la Virgen y
oraciones apropiadas, venía el escrutinio que comenzaba de esta mane-
ra: —«¿Qué es lo que pedís, hijos míos?» —«Pedimos, nuestro reveren-
do superior, profesar las constituciones de la sociedad de san Francisco
de Sales». Y seguidamente, la invitación por parte del superior: «Ahora
poneos en la presencia de Dios y pronunciad la fórmula de los votos». Y
cada uno, en presencia de dos testigos, pronunciaba con voz clara la fór-
mula: «En el nombre de la santa e individua Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo (...) hago voto de pobreza, castidad y obediencia a Dios,
según las constituciones de la Sociedad Salesiana». El superior, que ha-
bitualmente era el provincial, concluía el acto con una plática moral y ben-
diciendo a los nuevos religiosos.
Pero a reglón seguido, los salesianos presentes podían aprovechar aque-
lla circunstancia para renovar los votos ante el Santísimo Sacramento.
«Que Dios nos asista con su santa gracia —añadía en voz alta el ministro
celebrante— para que seamos fieles a esta solemne promesa hasta el fin
de la vida». Al canto solemne del Te Deum seguían la bendición con
S.D.M. y las oraciones por los fieles difuntos. Lo mismo que en el rito de
la vestición, las notas vibrantes del salmo 116 ponían también ahora el
punto final114.
Los recién profesos debían seguir en ambiente de recogimiento, por lo
que en aquel verano tenían prohibido ir a pasar las vacaciones con la fa-
milia. Por lo general, los de Sant Viceng se iban todos juntos a Gerona
para iniciar una nueva fase de su formación: allí cursarían los estudios de
filosofía.
Un único quehacer
En el noviciado se estudiaban también algunas asignaturas contempladas
en los Reglamentos Generales de la Congregación para este período, co-
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LA RECUPERACIÓN
mo el catecismo de la doctrina cristiana y el de los votos religiosos, la his-
toria sagrada y los evangelios, la liturgia y las lenguas castellana, latina,
griega e italiana con las composiciones y versiones correspondientes,
usando en lo posible «textos de argumento sagrado»115. El estudio de la
pedagogía entraba como un elemento importante para el futuro salesiano-
educador, si bien, inexplicablemente, se eximía de él a los novicios laicos,
como si nunca hubieran de asumir tareas educativas. Pero lo cierto es
que, de hecho, la mayoría de ellos se veían enseguida inmersos en la
marcha de los centros docentes, incluso, con graves responsabilidades,
siempre en contacto directo con los niños y jóvenes. Con toda seguridad,
se trataba de una praxis heredada del pasado y condenada a desapare-
cer. Los exámenes semestrales y finales recordaban al novicio que no de-
bía dejar de lado el cultivo de las disciplinas mencionadas.
Pero la gran asignatura siempre pendiente era el aprendizaje de la per-
fección cristiana, es decir, la extirpación de los propios defectos y la ad-
quisición de las virtudes. Ningún novicio se libraba de este quehacer. Los
superiores insistían sobre todo en la obediencia y en la humildad. El novi-
cio, casi por definición, debía ser obediente y humilde. Le ayudarían a ello
el conocimiento de las Constituciones, la práctica de los tres votos, el es-
píritu de oración y de trabajo, la superación de las pequeñas pruebas que
le pudieran imponer o sencillamente sobrevenir. Esto era lo único que, de
verdad, debía procurar116.
Para no repetir ahora cosas ya expuestas en el capítulo segundo del libro,
sólo recordaremos las más relevantes, teniendo en cuenta tanto la nor-
mativa vigente como lo que, de hecho, se hacía en nuestro noviciado vi-
centino en el decenio de los años cuarenta.
Desde el punto de vista de la formación intelectual, se consideraban im-
portantes las conferencias que el padre-maestro daba con toda regula-
ridad— y las lecturas que se hacían en común o bien personalmente. Por
lo general, se trata de una literatura pensada en el extranjero y más con-
cretamente en Francia. Incluimos en nota los autores más leídos117.
En cuanto a la vida de piedad, se insistía en aquellos ejercicios que luego
debían practicarse durante la vida y que se encontraban recogidos en el
librito de las Prácticas de piedad para uso de las casas sa/es/anas118, ta-
les como la meditación, la lectura espiritual y el examen de conciencia.
Los dos primeros, sobre todo, estaban muy estructurados en sus diversas
partes, de acuerdo con las exigencias del método psicológico-espiritual, y
maestros y tratadistas, renovando la antigua tradición de la devotio mo-
derna, los explicaban con mucho detalle119. El Ejercicio de la Buena
Muerte, que hoy con cierta impropiedad llaman retiro mensual, se hallaba
también perfectamente diseñado, según se ha explicado ya. Entonces el
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EL NOVICIADO
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novicio —como un religioso salesiano más— hacía en comunidad un lar-
go examen de conciencia «sobre el adelanto o retroceso en las virtudes
durante el mes anterior». Asimismo, la tanda de Ejercicios Espirituales,
que se practicaba tres veces (inicio, mitad y final del año de noviciado),
estaba organizada en todos sus pormenores y no podía ser interrumpiada
si no era por un motivo muy grave. La cuenta de conciencia se daba habi-
tualmente cada quince días120, siguiendo más o menos las pautas señala-
das en el Pequeño manual, de Zolin (nota 104).
Entre las prácticas de piedad propias del noviciado estaban éstas dos:
antes de ir a comer, la Visita al Santísimo Sacramento que duraba casi
una media hora— y, al atardecer, la Bendición, también con el Santísimo
Sacramento. Ambos encuentros comunitarios eran diarios.
En fin, la vida sacramentaría —la misa, todas las mañanas; la confesión,
cada semana— ocupaba un puesto relevante en este contexto, como se
ve, intensamente religioso.
Tal orientación aún quedaba más potenciada por la total ruptura tanto con
respecto al mundo exterior como con respecto a las actividades de apos-
tolado121. Los novicios no se relacionaban habitualmente ni siquiera con
los religiosos profesos y, menos, con los muchachos del seminario menor.
Los padres provinciales se encargaban de vigilar sobre este particular y
recordar lo establecido122. Solamente las grandes fiestas religiosas tenían
la fuerza carismática de acercar a unos y otros en la celebración de los
actos comunitarios. Entonces brillaba la alegría de una gran familia que, a
pesar de la separación lógica de sus miembros, se sentía unida y feliz.
LOS TRASLADOS
Las conversaciones habidas inmediatamente después de la guerra civil
entre el director de las Escuelas Profesionales Salesianas de Barcelona-
Sarriá, don Modesto Bellido, y los señores Martí-Codolar, don Javier y do-
ña Ángeles, procedieron por buen camino: la finca que éstos poseían en
el antiguo municipio de San Juan de Horta —alrededores de Barcelona—
y que San Juan Bosco había visitado el 3 de mayo de 1886, sería para
los salesianos. Y, efectivamente, en junio de 1946, los citados propietarios
felicitaban al Rector Mayor, don Pedro Ricaldone, con motivo de su ono-
mástico y le comunicaban la decisión tomada: «El cercado de la Granja
de Horta (...) se lo cedemos a San Juan Bosco»123.
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LA RECUPERACIÓN
A finales de ese año, el padre provincial, don Juan Alberto, tenía ya esbo-
zado el proyecto de lo que debía hacerse: levantaría allí un edificio capaz
de acoger «150 estudiantes de filosofía»124. No es que en el seminario de
Gerona fueran mal las cosas; es que allí no acompañaba el clima —«frío
y húmedo»— y faltaba además el espacio suficiente125. El proyecto del
padre Alberto era ambicioso. Pero ¿tendría fuerzas suficientes para aco-
meterlo? Lo cierto es que, un año más tarde, aún no habían comenzado
los trabajos de construcción de la nueva casa, la cual, tal como se expre-
saba entonces el inspector, no sería sólo para los estudiantes de filosofía
sino también para los novicios. Al padre Alberto le parecía que así, estan-
do unos y otros en un mismo ámbito, resultaría una entidad más homogé-
nea. En el verano de 1948, creía estar ya en condiciones para empezar a
poner en marcha su proyecto: durante el año escolar 1948-1949, en el se-
minario de Gerona habría dos cursos, el segundo y el tercero, pero los
alumnos de primero iniciarían sus estudios ya en Horta, en la nueva resi-
dencia Martí-Codolar126. Pero una vez más, don Juan Alberto no tenía
suerte; el final de su mandato estaba resultando más bien triste. Entre
otras cosas, las labores que se llevaban a cabo en la finca Martí-Codolar
se habían complicado: porque ya no se trataba de edificar un pabellón de
nueva planta —respetando totalmente la torre semimodernista en su as-
pacto externo e introduciendo sólo pequeñas adaptaciones en el inte-
rior— sino de transformarla y agrandarla radicalmente, tanto por fuera co-
mo por dentro... Lo que comportó graves complicaciones y no pocos
disgustos a don Javier y doña Ángeles, los cuales, al ver que estaban
echando a perder la casa de sus padres y antepasados, se vieron obliga-
dos a manifestar al Rector Mayor su perplejidad y desaprobación127.
Le tocó al siguiente padre provincial, don Florencio Sánchez (1948-1953),
realizar el antiguo proyecto. Y si bien la casa de Gerona estaba a tope
con tres cursos de filosofía, prefirió comenzar trasladando a los novicios
de Sant Viceng, porque aquí también el número de los estudiantes au-
mentaba rápidamente y la masía Font, aunque ampliada y modernizada,
no les podía dar un alojamiento digno128. El padre Sánchez tuvo que ac-
tuar muy personalmente, acelerando los trabajos y presionando a unos y
otros. Hasta que dispuso que, para la fiesta de San José del 1949, el no-
viciado debía estar funcionando en la casa Martí-Codolar. El padre-maes-
tro (don Lucas Pelaz), el asistente (don José Dieste) y los 35 novicios co-
menzaron a hacer el inventario de sus haberes y a preparar los bultos.
Y así, la tarde del día 18 de marzo, se verificó el traslado. Aquella opera-
ción tuvo sus ribetes épicos. El cronista Solanes resumía el estado de
ánimo de los que se marchaban con estas palabras: «Las dificultades que
han de hallar no son pocas, pues los trabajos de preparación para el novi-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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Curso 1948-1949: los novicios inauguran la casa Martí-Codolar (Barcelona-
Horta). En la presidencia están los señores Martí-Codolar, don Javier y doña
Ángeles.
ciado están bastante atrasados; pero es tan grande el espíritu de trabajo
y sacrificio y tal la alegría que anima a todos, que han de sentir muy poco
tales inconvenientes»129. Aquellos novicios de entonces hoy están de
acuerdo con la percepción que tenía el cronista. Don Florencio Sánchez,
por su parte, disimuló como pudo el malhumor que le produjeron los repe-
tidos fracasos de una operación forzada y mal preparada, y comunicó al
Rector Mayor que los señores Martí-Codolar estaban satisfechos, «sonó
contenti»m.
Con esto, la torre Llinás quedaba despejada. Serviría para aliviar la falta
de espacio que padecían los jóvenes seminaristas. Éstos, en efecto, en-
contraron allí lugar suficiente para un dormitorio. Pero, a los tres años, ne-
cesitaban imperiosamente un nido nuevo, más amplio y unificado.
Como se está viendo, a finales de los años cuarenta y comienzos de los
cincuenta, el crecimiento rápido de las vocaciones era ya un hecho es-
pectacular y una y otra vez planteaba a los superiores el problema de
dónde y cómo atenderlas de la mejor manera posible.
Establecido el noviciado en Barcelona-Horta, don Florencio hubo de pen-
sar enseguida en buscar un sitio más holgado para los del seminario me-
nor. Y volvió a una idea a la que, diez años antes, ya había apuntado don
Julián Massana131. En consecuencia, en el verano del 1951 tenía tomada
la decisión: los del seminario menor irían de Sant Viceng a Gerona, y los
estudiantes de filosofía ocuparían allí su lugar132. El italiano don Salvador
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190
LA RECUPERACIÓN
De Bonis, que estaba en Gerona como consejero o encargado de estu-
dios, sería el director de aquéllos. Pero, al fallarle de inmediato este plan,
hizo que el padre De Bonis se trasladara de Gerona a Sant Viceng como
superior, sustituyéndole en la dirección a don Antonio Mateo. Durante el
curso siguiente 1951-1952, ambas comunidades se prepararon para el in-
tercambio de lugar: la de Sant Viceng parecía estar contenta; la de
Gerona sentía perder la amplitud del edificio y la anchura de horizontes
de los patios, aunque se alegraba con el acercamiento a Barcelona...El
día 8 de septiembre de 1952 se verificó el traslado del personal: por la
mañana, los pequeños seminaristas abandonaban las orillas del Llobregat
para llegarse a las del Ter; por la tarde, los estudiantes de filosofía se
asentaban junto a las del Llobregat. Los salesianos de ambas localidades
—Gerona y Sant Viceng deis Horts— estrenaban una etapa nueva de su
historia.
NOTAS
1 Circular, Barcelona 20-XI1-1939.
2 Circular, Barcelona [diciembre] 1941. El subrayado es nuestro.
3 Carta al Rector Mayor, don Pedro Ricaldone, desde Barcelona 12-IV-1947.
En el Archivo Salesiano Central. Roma (=/4SC), F014 Spagna-Barcellona.
4 Circular, Barcelona 20-XI 1-1939.
5 Carta a Ricaldone, desde Alicante 20-VI-1948: ASC, F 014 Spagna-
Barcellona.
6 Relación fechada en Barcelona 31-VIII-1948: Ibid.
7 Carta al Vicario General, Pedro Berruti (Turín), desde Barcelona 20-XII-1939:
Ibid.
8 Memorias (manuscrito), 57. Entre los seminaristas que llegaron a Sant Viceng
en esta ocasión, se encontraban: Antonio Cabello, Patricio González, Pascual
Malo, Antonio Mélida y Joaquín Sáenz.
9 Cf. J.LBASTARRICA, Luis Chiandotto, un sembrador de felicidad. Ed. CCS,
Madrid 1988,48.
10 Respectivamente durante los años 1952-1956, 1948-1952 y 1942-1943.
11 En cambio, el catalán Felipe Alcántara se reinsertó en la casa de Sarria cuan-
do terminó su cargo de superior provincial en Madrid.
12 Circular, Barcelona 20-XII-1939.
13 Calle Heredia, 12.
14 Memorias (manuscrito) 59.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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NOTAS
191
15 Los documentos oficiales que trataban de regular su vida por los años treinta
y cuarenta eran éstos dos: P.RICALDONE, La formazione del personale sale-
siano, en Atti del Capitolo Supehore della Pía Societá Salesiana (=ACS), n. 78
(novembre 1936) 95-156 y Regolamento per l'aspirantato, en ACS, n. 91
(Gennaio-Febbraio 1939) 7-11.
El Rector Mayor, don Pedro Ricaldone (1932-1951), se interesó casi obsesi-
vamente por la organización teórica y práctica de los centros de formación de
la Sociedad Salesiana en todas sus modalidades. Comenzó a afrontar el te-
ma por los aspirantados. En su citada carta circular de 1936, después de una
larga exposición preliminar (págs. 3-94), explica el pensamiento de la
Congregación sobre los mismos (págs. 95-156), señalando al propio tiempo la
normativa correspondiente.
Bajo su inspiración, el Capítulo General XV (verano de 1938) llegó a proponer
ad experímentum (por seis años) los reglamentos referentes al aspirantado,
noviciado, estudiantado filosófico, trienio práctico, curso de perfeccionamiento
para los hermanos coadjutores y, finalmente, al estudiantado teológico. Tales
reglamentos aparecieron publicados en Regolamenti: ACS, n. 91 (Gennaio-
Febbraio 1939) 7-11, 12-22, 23-27, 28-29, 30-32, 33-40 respectivamente.
Pero las experiencias sobre su viabilidad y practicidad se prolongaron por mu-
cho tiempo. Hasta que el Capítulo General XVII (1952) decidió retocarlos de
nuevo y publicarlos en ACS, n. 170 (Ottobre 1952): Delle case di aspirantato,
pág. 21; Delle case di noviziato, págs. 22-23; Degli studentati filosofici e teolo-
gici, págs. 23-28. A los dos años (1954), el Consejo General se encargó de
preparar la redacción definitiva y promulgarlos en los Reglamentos de la
Sociedad Salesiana bajo el siguiente articulado (traducción castellana, SEI,
Madrid 1956): Casas de aspirantado, 261-268; Casas de noviciado, 269-306;
Estudiantados filosóficos y teológicos, 307-330; Casas de perfeccionamiento
para los coadjutores, 331-333. De esta manera quedó actualizado el viejo
Reglamento para las casas de noviciado y estudiantado, que constaba en los
Reglamentos de la Sociedad Salesiana de 1924, arts. 261-308, 309-333. No
hace falta decir que los documentos mencionados recogían a su vez las dis-
posiciones emanadas anteriormente por la Iglesia (Código de Derecho
Canónico, 1917) y por la misma Congregación Salesiana (Constituciones,
1923, y Reglamentos Generales, 1924).
Para ilustrar este punto, cf M.WIRTH, Don Sosco y los salesianos. Ciento cin-
cuenta años de historia. Ediciones Don Bosco, Barcelona 1971, 295. Un bre-
ve recorrido histórico sobre la documentación referente al tema, en La forma-
ción de los salesianos de Don Bosco. Principios y normas. Ratio
fundamentalis institutionis et studiorum. Ed. SDB-CCS, Roma 1985, 31-35,
42-51.
16 Crónica de la casa (=Crónica), 29-VII- y 20-VIII-1940.
17 Testimonio, Sant Viceng 24-XI-1994.
18 Crónica, 23-XII-1940. J.MASSANA, Circular, Barcelona [marzo] 1941.
19 Testimonio de A.FIorit, Barcelona 12-IV-1995.
20 Crónica, 28-VIII-1946.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA RECUPERACIÓN
21 «El problema de la alimentación sigue siendo una pesadilla para los superio-
res de esta casa —consta en la crónica—, como lo es para todos los interna-
dos y aun para casi todas las familias de España» (Crónica, 24-X-1940).
22 Testimonio, Barcelona 29-XI-1995.
23 Siguiendo este criterio y siendo padre provincial el catalán Julián Massana, la
antigua Inspectoría Tarraconense abrió una presencia nada menos que en un
pueblecito escondido de Euzkadi. De esta manera se fundó la casa de
Azkoitia, en la provincia de Gipuzkoa.
24 Cf J.BENET, Catalunya sota el régim franquista. Ed. Blume, Barcelona 1978,
221-277,279-410.
25 F.SÁNCHEZ, Circular, n. 2 (febrero 1949) [2].
26 Cf la carta circular Formazione del personale salesiano, en ACS, n. 78
(Novembre 1936) 110-113. Y también el Regolamento per l'aspirantato, en
ACS, n. 91 (Gennaio-Febbraio 1939) 7-8. Estos documentos han sido ya
mencionados en la nota 15 de este mismo capítulo. En adelante, el primero
se citará por Formazione, y el segundo, por Regolamento. En ambos casos,
se indica no el número de la página, sino el de la disposición interna.
27 Cf J.MASSANA, Circular, Barcelona [junio] 1940. F. SÁNCHEZ, Circular, n. 3
(junio 1949) [1]-[2], n. 12 (junio 1952) [2], n. 20 (junio 1953) [4].
28 Cf Formazione, 78; Regolamento, 29-30.
29 Cf Regolamento, 6.
30 Don Florencio, en efecto, trasladó a los novicios desde Sant Viceng a
Barcelona-Horta (Seminario Martí-Codolar) (1949) y a los aspirantes, a
Gerona (1952), en tanto que establecía en la primera localidad el seminario
de filosofía (1952).
31 Circular, n. 21 (septiembre 1953) [2].
32 Informe personal: ASC, F 013 Spagna genérica.
33 Carta mortuoria firmada por el provincial Florencio Sánchez, Barcelona
7-1-1949.
34 Cf A.GARCÍA-VERDUGO y C.SAN MILLÁN, Desde el Arenal al Castro. 100
años de Don Bosco en Vigo. Inspectoría Salesiana de Santiago el Mayor,
Vigo1995, 87, 97-98.
35 Carta a Pedro Berruti (Turín) desde Barcelona 30-VII-1943: ASC, F 014
Spagna-Barcellona.
36 Ci Crónica, 8-1-1945.
37 Cf Boletín Salesiano (=BS), febrero 1923, 59. Crónica, 30-VII-1948.
38 Crónica, 30-VII-1948.
39 Ibid., 3-1-1949.
40 Cf J.MASSANA, Visita canónica, 23-111-1940.
41 Constituciones 1923, 170-173.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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NOTAS
193
42 Ibid, 171,173.
43 Crónica, 2-X-1950.
44 Cf Crónica, 20-VI-1952.
45 Rendiconto, año 1946-1947.
46 Publicado por el Rector Mayor, don Pablo Albera, en 1916 y traducido al cas-
tellano por vez primera dos años más tarde con el título de Prácticas de pie-
dad para uso de las casas salesianas.
47 Título completo El joven cristiano instruido en sus deberes y en los ejercicios
de piedad cristiana. Se llamó así después del 1939. Antes se conocía por El
Joven instruido. Don Bosco lo había titulado // giovane provveduto. La traduc-
ción castellana apareció en 1879, en Turín, con destino a los centros salesia-
nos que ya se estaban abriendo en algunas repúblicas sudamericanas. Pero
desde 1888, fue la casa salesiana de Barcelona-Sarriá la que difundió este li-
brito en todo el ámbito salesiano de lengua española.
48 Cf P.STELLA, Valor! spirituali nel «Giovane Provveduto» di San Giovanni
Bosco. Roma 1960.
49 Cf Regolamento, 17.
50 «Recuerdo —escribía el citado Rector Mayor al presentar el manual en carta
1-XI-1916— el vivísimo deseo de nuestro Venerable Padre Don Bosco y del
inolvidable señor Don Rúa de que se conservase siempre y en todas partes la
más perfecta uniformidad en las prácticas de piedad que suelen hacerse en
nuestros institutos, y que nadie se creyese autorizado para quitar o añadir de
una manera estable cosa alguna, sin el explícito consentimiento del Rector
Mayor». Los subrayados son del texto.
51 Libros recomendados por los superiores para tales lecturas eran, por ejemplo,
las biografías escritas por Don Bosco, como: Vida del joven Domingo Savio,
Apuntes biográficos del joven Miguel Magone, El pastorcillo de los Alpes, o
sea, vida del joven Francisco Besucco.
52 Regolamento, 17.
53 Ibid., 19.
54 El joven cristiano, segunda parte.
55 Ibid. Al objeto de facilitar a cada uno la recepción del sacramento de la peni-
tencia y salvar la libertad de todos, el reglamento pedía que se facilitase algún
confesor extraordinario, que tenía que ser precisamente salesiano (Regola-
mento, 19; Formazione, 76). Durante muchos años, esta función acostumbró
cumplirla don Antonio Querol Huguets, residente en la casa de Barcelona-
Rocafort.
56 Prácticas de piedad, IV.
57 Cf Formazione, 76.
58 Cf Ibid., 77.
59 Cf Regolamento, 21.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA RECUPERACIÓN
60 Formazione, 77; Regolamento, 20.
61 Ver algunos ejemplos en la Crónica, 22-25-VII-1946, 13-16-VII-1950, 1-1-
1951.
62 Otros festejos: Crónica, 9, 10, 15, 16-IV-1942.
63 Era el mismo que, unos años antes de la guerra, había levantado y reformado
uno de aquellos mártires, el señor Planas, en memoria del santo sepulcro de
Cristo (págs 83 y 316). Ver detalles en la Crónica, 11-IV-1942. J.MASSANA,
Circular, Barcelona [marzo] 1942.
64 Letra y música en A.BURDEUS, Lauros y palmas. Barcelona-Sarriá 1950, en-
tre las págs. 336-337.
65 Cf Regolamento, 16.
66 Más tarde y al menos en teoría, se permitió este deporte con tal de que se
practicara «alguna vez y en forma discreta«: F.SANCHEZ, Circular, n. 6 (mar-
zo 1950) [2].
67 Formazione, 77.
68 En el capítulo siguiente se trae la lista de las misas polifónicas que solían in-
terpretarse con más frecuencia.
69 Se cantaban con frefencia las polifonías del italiano Giovanni Pierluigi (llama-
do Palestrina) y del español Tomás Luis de Victoria, ambos grandes composi-
tores del siglo XVI. Estamos seguros de que a más de un lector le hará recor-
dar melodías inefables la simple enumeración de los responsorios
Caligaverunt, ¡n monte Oliveti, Jesum tradidit, Judas mercator pessimus,
Omnes amici mei, O vos omnes, Tenebrae factae sunt, Tristis est anima mea,
Una hora, Velum templi, Vinea mea.
70 Con la música siempre de E.MORERA.
71 Formazione, 77.
72 Por ejemplo, entre los libretos más conocidos: La cuna del Mesías, tres actos;
Nabal o el pastor de Belén, dos actos; Los pastores de Judea, un acto;
Pastorcillos de Belén, un acto; Reyes y pastores, dos actos. En todas ellas, la
música es de Felipe Alcántara i Puig.
73 Las colecciones Biblioteca Amena Juventud y Biblioteca «Horas Serenas», de
la Librería Salesiana de Barcelona- Sarria, suministraban buenos materiales.
A la primera pertenecían, por ejemplo, CARDENAL WISEMAN, Fabiola o la
Iglesia de las catacumbas', LEMERCIER, A.: La confesión de la reina; MAGO
BUM: Jorgito policía; MATÉ UCHI, L: Por un millón. MIONI, H.: En la selva de
Java; RIBÉ: El gran capitán (Gonzalo de Córdoba). Y a la segunda: BEOBI-
DE, R.: La vestal mártir, ID.: A peso de oro; EL ABUELITO: Pitusín detective;
MIONI, H.: En las montañas rocosas; VIGLIETTI, C.: ¿Mi hijo fraile?
74 Crónica, 20-VIII-1940.
75 Formazione, 75. Cf Regolamento, 14.
76 Cf Formazione, 77.
77 Esta fiesta externa de María Auxiliadora solía celebrarse el domingo después
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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NOTAS
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del 24 de mayo. A eso de las cinco de la tarde, reunidos todos en la iglesia
parroquial, asistían a diversos actos de piedad. A continuación se organizaba
la procesión. Más o menos según el orden siguiente: la cruz, los niños y las
niñas de los espiáis de los salesianos y de las Hermanas de la Doctrina
Cristiana, los jóvenes de Acción Católica Femenina, asociación y devotos de
María Auxiliadora, coro parroquial, jóvenes de Acción Católica Masculina, se-
minaristas salesianos, imagen de la Virgen, clero, ministros sagrados y autori-
dades. Los niños y niñas de primera comunión, con sus atuendos de costum-
bre, ponían su nota característica. La gente adornaba balcones y ventanas.
Después de recorrer algunas calles —en las que no faltaban alfombras de flo-
res—, la procesión llegaba al seminario. El público entraba en la capilla, can-
taba a la Virgen María y, a continuación, asistía a la velada, en la cual entra-
ban cantos, poesías, música, actuaciones diversas, discursos, rifa. Todo lo
cual se llevaba a cabo gracias a la generosa colaboración de las celadoras de
María Auxiliadora.
78 Crónica, 9-IV-1950.
79 Testimonio de Jesús María Mélida, Barcelona 7-V-1995.
80 Cf Crónica, 22-XII-1948.
81 Domingo Comamala Sala, oriundo de las tierras de Gerona y casado con
Emilia Juvinyá Parramón, a principios de este siglo ya estaba en Barcelona y
era conocido como fabricante. Como otros tantos profesionales que buscaban
mayor seguridad y una mano de obra más barata, en 1909 se trasladó a Sant
Viceng (calle Barcelona), donde montó un modesto taller de tejidos. Era el pri-
mero que tenía el municipio. A los pocos años, en 1911, adquirió un solar con
el propósito de construir una fábrica y una casa. Aquí puso su vivienda para
él, su señora, su hijo Juan —casado en 1923 con Concepción Bofill
Pascual— y el hijo de ambos, Raimundo, nacido en noviembre de 1924. La
nueva fábrica (calle mossén J.Verdaguer) entró en funcionamiento en 1919.
El número de empleados, entre los que trabajaban en ella o bien a domicilio,
osciló, según épocas, entre 80 y 120. Como se ve, Domingo era un hombre
de negocios —industrial y propietario—, al cual además no le desagradaba
actuar en la política local. Murió el 9 de octubre de 1935, dejando a su hijo
Juan al frente de la empresa textil.
Las notas que anteceden están tomadas del escrito titulado Domingo
Comamala Sala (1909-1935) y preparado por Virginia Pérez Fornás, licencia-
da en Geografía e Historia. Febrero de 1994. Recientemente ha sido publica-
do por el Ayuntamiento de Sant Viceng, 1996. Otros elementos sobre la fábri-
ca y familia de los Comamala en A.CARALT, Escaquer vicentí. Personatges
populars. Sant Viceng deis Horts 1995, 18-20.
De «doña Concha» —como la llamaban familiarmente los salesianos— se da
alguna noticia más en el capítulo siguiente (págs. 321).
82 Cf Crónica, 22-V-1941.
83 Cf Ama, 23 (octubre 1989) [1]. Revista poligrafiada.
8fs Mientras se corrigen las pruebas de imprenta de este libro, nos comunican
que la señora Quimeta ha fallecido en Sant Viceng el día 20 de octubre
(1996). Tenía 90 años cumplidos.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA RECUPERACIÓN
84 Cf Crónica, 24-XI-1940, 28-XI-1943.
85 /to/d., 17-XII-1950.
86 Había tomado posesión del cargo en 1948, sustituyendo a mossén Joan
Tous, que estuvo al frente de la parroquia por espacio de nueve años, hasta
que fue nombrado arcipreste de el Vendrell (Baix Penedés).
87 Crónica, 1-1-1951.
88 Rendiconto 1950-1951: ASC, F014 Spagna-Barcellona.
89 Crónica, 20-11-1951.
90 /£>/c/.,2-X-1951.
91 Cf Ibid., 11-111-1951,3-11-1952,8-111-1952.
92 Cf Ibid., 1-IV-1952, 14-VII-1952.
93 Carta a Ricaldone desde Barcelona 7-IX-1940: ASC, F 014 Spagna-
Barcellona.
94 Crónica, 6-XI-1939. Ver también 14-11-1940.
95 «No es un clima ideal». Carta de Massana a Berruti desde Barcelona 16-VI-
1941: ASC, F 014 Spagna-Barcellona. Don Pedro Berruti era el vicario del
Rector Mayor.
96 Circular. Barcelona [diciembre] 1941.
97 Constituciones 1923, 170.
98 Verarts. 170-189, 190-196.
99 Ver en especial arts. 170-189, 190-196.
100 Cf /Acias del Capítulo Superior (=ACS), n. 91 (Gennaio- Febbraio 1939) 12-22.
101 Con el título de Formazione del persona/e salesiano. Noviziato: ACS, n. 93
(Maggio-Giugno 1939) 165-284.
102 // vade mecum del giovani salesiani, publicado por primera vez en Turín en
1901 y que tuvo varias ediciones.
103 // salesiano. Piccolo trattato di vita religiosa. Vol. I, // noviziato. SEI, Torino
1928. Vol. II, II professo. Librería salesiana editrice, Genova-Sampierdarena
1932.
104 Piccolo manuale di vita religiosa. Lezioni proposte in forma di catechismo.
Varias ediciones y versiones al castellano. Sobre la tercera edición italiana se
preparó la traducción castellana Pequeño manual de vida religiosa. Tipografía
y Librería del Colegio Pío IX, Buenos Aires 1926.
105 Dossier preparado en Salamanca 8-VII-1939: ASC, F013 Spagna genérica.
106 Relación enviada a Turín desde Barcelona 1-VII-1948: ASC, F 014 Spagna-
Barcellona.
107 Los materiales para sus conferencias los extraía de las Memorias Biográficas
de San Juan Bosco, de las cartas circulares de los Rectores Mayores y de los
autores que hemos citado antes: Barberis, Ricaldone, Terrone, Zolin.
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NOTAS
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108 Día 18 de octubre. Ver, por ejemplo, Crónica, años 1943, 1946, 1948.
109 Ver la carta mortuoria firmada por Víctor Marco en Barcelona 1989.
110 Formazione del persónate salesiano. Noviziato, en ACS, n. 93 (Maggio-
Giugno 1939) 199.
111 Cf Pratiche di píela ¡n uso nelle case salesiane. Scuola tipográfica salesiana,
Torino [1933] 155-262. P.RICALDONE, Formazione del persónate..., 264-271.
112 Formazione del persónate..., 198.
113 Codoficado ya en las diversas ediciones de las Prácticas de piedad para uso
de las casas salesianas y de las Constituciones de la Sociedad de San
Francisco de Sales.
114 En el ordenamiento actual de los ritos descritos, el de la profesión ha queda-
do muy potenciado; en cambio el de la «entrega del distintivo clerical o laical»
tiene menos relieve, tal como exige hoy la nueva teología de la vida religiosa.
Cf SOCIEDAD DE SAN FRANCISCO DE SALES, Ritual de la profesión reli-
giosa. Roma 1990.
115 Cf Reglamentos, 293.
116 Reglamentos, 291.
117 Al haber varias ediciones y traducciones al castellano, sólo se traen los nom-
bres de los autores y los títulos de las obras, indicando algún detalle significa-
tivo.
1Q. Entre los autores antiguos'. L. DE GRANADA, Guía de pecadores
(Dominico español. Primera ed. 1556-1557). A. DE LIGORIO, Las glorias de
María, El gran medio de la oración, Práctica del amor a Jesucristo
(Redentorista italiano. Canonizado. Las primeras ed. aparecieron respectiva-
mente en 1750, 1759, 1765). T.DE KEMPIS, De la imitación de Cristo (Siglo
XV). L. M. GRIGNION DE MONTFORT, El secreto de María o carta sobre la
esclavitud de la Santísima Virgen (Francés. Canonizado). A. RODRÍGUEZ,
Ejercicio de perfección y virtudes cristianas (Jesuíta español. Primera ed.
1609. «El Rodríguez«).
2Q. Entre los autores modernos: L. COLÍN, El culto de la Regla (Redentorista
francés). J. B. CHAUTARD, El alma de todo apostolado. F. G. FABER, Todo
por Jesús. Vías fáciles del amor divino (Inglés, convertido del anglicanismo.
Primera ed. 1853). P. G. HOORNAERT, A propósito del evangelio (Jesuíta).
C. MARMION, Jesucristo vida del alma (Benedictino irlandés. Primera ed.
1917). R. PLUS, Dios en nosotros, Cristo en nosotros, Irradiar a Cristo
(Jesuíta francés. Primeras ed. respectivamente 1919, 1924, 1943). J. TIS-
SOT, La vida interior simplificada y reducida a su fundamento, El arte de
aprovechar nuestras faltas según San Francisco de Sales (Francés). T.
TOTH, El joven de carácter, Energía y pureza, El joven y Cristo (Obispo hún-
garo. Las primeras ed. son de 1938). J. ZAFFONATO, Mente y corazón
(Italiano).
El libro de J. M. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, que con este título y pro-
logado por el obispo de Pamplona, el salesiano Marcelino Olaechea, apareció
en 1939, no era conocido en el noviciado.
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198
LA RECUPERACIÓN
La literatura de argumento salesiano, al encontrarse generalmente en lengua
italiana, resultaba menos accesible para los jóvenes lectores. Con todo no fal-
taba quien leyera hasta varios tomos de las Memorie Biografiche de San Juan
Bosco (Tales Memorias constan de 19 tomos, publicados en Turín entre los
años 1898 y 1939).
118 Principalmente en la segunda parte: Prácticas de piedad especiales para los
salesianos. Ejercicios espirituales. Ver nota 46.
119 Para la lectura comunitaria de la tarde se usaban frecuentemente el tratado
ya citado del padre Rodríguez y los escritos del padre Ricaldone que más tar-
de fueron recogidos en la serie Formación Salesiana. I, Los Votos (SEI,
Madrid 1949): Introducción a la vida religiosa (1944), Pobreza (1937),
Castidad. Santidad es pureza (1935) y Obediencia. Fidelidad a Don Bosco
Sanio (1936).
120 Cf Reglamentos, 297.
121 Cf Constituciones, 196.
122 Cf Ibid., 191.
123 Carta desde Barcelona 10-VI-1946. Subrayado del texto: ASC, B 077
Ricaldone. Martí-Codolar. La donación de la propiedad se verificó por partes.
La primera escritura lleva la fecha 26-VI-1946.
124 Carta a Ricaldone desde Barcelona 20-XII-1946: ASC, F 014 Spagna-
Barcellona.
125 Carta de Alberto a Berruti, Barcelona 24-VI-1943: Ibid. Por estas fechas pen-
saba en transferir el estudiantado filosófico a Sant Viceng y colocarlo junto al
noviciado.
126 Cf relación enviada a Turín con fecha 1-VII-1948: ASC, F 014 Spagna-
Barcellona.
127 Cf carta desde Barcelona 12-IV-1948: ASC, B 077.
128 Cf Crónica, 15-IX-1948. Ver también el cuadro n. 1.
129 Crónica, 18-111-1949.
130 Carta a Ricaldone desde Valencia 22-IV-1949: ASC, F 014 Spagna-
Barcellona.
131 Cf /Acias del consejo de la casa, sesión presidida por el mismo padre provin-
cial, 14-VI-1940.
132 Cf Crónica, 14-VII-1951.
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7. LOS JÓVENES
SALESIANOS
Según se acaba de explicar al final del capítulo que precede, en el otoño
de 1952 la presencia salesiana en Sant Viceng deis Horts no cambiaba
de naturaleza, pero sí de modalidad. Aquella casa seguía siendo de for-
mación, pero ya no para los que aspiraban a la vida salesiana, sino para
los jóvenes profesos. De seminario menor, había pasado a seminario ma-
yor. Es decir, tomaba de nuevo la línea iniciada en 1895 y ahora se dispo-
nía a llevarla a su cota más alta.
En consecuencia, en la antigua Inspectoría Tarraconense, las primeras
etapas relativas a la formación del salesiano quedaron organizadas así: el
seminario menor se tenía en Gerona; el noviciado, en l'Arbog del
Penedés (Baix Penedés) —donde se había establecido en 1950, después
de haber transcurrido un breve período en Barcelona-Horta1y el semi-
nario mayor —tres cursos de filosofía—, en Sant Viceng. Tal había sido el
plan ideado y realizado por el citado provincial don Florencio Sánchez.
Cuando en 1953 terminó su mandato, las tres instituciones funcionaban
con absoluta normalidad: todos los años, a mediados del mes de agosto,
los seminaristas que se habían preparado en Gerona iban al noviciado de
l'Arbog, y, una vez hecha aquí la primera profesión religiosa —el día esco-
gido era el 16—, pasaban, como salesianos, a Sant Viceng para iniciar
una nueva etapa formativa. Al terminarla, cada uno marchaba al puesto
que se le había asignado en una de las obras de apostolado de la
Inspectoría. Hasta el curso 1958-1959, este proceso se cumplió puntual-
mente, casi sin excepción alguna.
La división de la antigua Inspectoría Tarraconense entre la de Barcelona y
la de Valencia (verano de 1958) hizo que cada una de las provincias tu-
viera sus propios centros formativos. Entonces el de Sant Viceng pasó a
ser exclusivamente de la primera. Pero durante unos años (hasta el curso
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LOS JÓVENES SALESIANOS
1962-1963, inclusive) siguió acogiendo también algunos estudiantes de
Valencia.
LA «TERCERA PRUEBA)
Al igual que a finales del siglo anterior, también ahora cualquier seminario
salesiano incluía las dos dimensiones de residencia y centro de estudios.
Es decir, los jóvenes cumplían su currículo de estudios en la misma casa
en que habitaban formando comunidad; los superiores y educadores ac-
tuaban también como profesores.
Dentro del proceso educativo, el seminario, en su ciclo de estudios filosó-
ficos, constituía la primera etapa de la llamada «tercera prueba», que
abarcaba todo el tiempo de los votos temporales. Después de la primera
prueba (seminario menor) y de la segunda (noviciado), venía ésta otra,
que se prolongaba durante varios años antes de la profesión perpetua o
definitiva2. Ahora bien, aquellos jóvenes salesianos que, desde el novicia-
do, habían optado por el sacerdocio iniciaban la nueva fase en el semina-
rio mayor. Duraba al menos dos años. En el de Sant Viceng, ya desde el
primer curso de su funcionamiento (1952-1953), comprendía un trienio
entero.
El lector nos permitirá ahora que le informemos con suma brevedad sobre
el ideario y el fundamento legal o institucional que daban su razón de ser
a todos los centros salesianos similares al de Sant Viceng. Es indispensa-
ble para una adecuada comprensión de los mismos.
Durante los años cincuenta y sesenta, se regulaban por la normativa es-
tablecida en las Constituciones y en los Reglamentos Generales de la
Congregación Salesiana, y además por el reglamento particular que, tal
como se ha explicado en el capítulo anterior (nota 15), entró a formar par-
te de estos últimos a partir de 19543. Pero, unos años antes, en la confi-
guración espiritual y académica de estos seminarios habían influido mu-
cho dos escritos del Rector Mayor, don Pedro Ricaldone: el primero se
refería a la formación moral y espiritual del seminarista; el segundo, a su
capacitación intelectual4. Ambos encontraron amplia cabida en el mencio-
nado reglamento del 1954. Asimismo, de un modo explícito o implícito,
seguían teniendo su peso las obritas ascético-teológicas de Julio
Barberis, Luis Terrone y Juan Zolin, ya recordadas en el capítulo anterior
cuando se ha tratado del noviciado (pág. 180). En fin, otros documentos
que, unos años más tarde, promulgaron la autoridad eclesiástica y la
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA «TERCERA PRUEBA»
201
Congregación Salesiana no representaron de hecho una gran novedad,
porque no vinieron a cambiar la imagen que se tenía diseñada antes, sino
más bien a ratificarla5.
Según toda esta serie de orientaciones doctrinales y recomendaciones
prácticas, el seminario mayor debía atender a la preparación de los jóve-
nes salesianos en estos tres aspectos esenciales: primero, la formación
religiosa o, mejor dicho, la formación del religioso, haciendo que el tiempo
que seguía al noviciado fuera como una prolongación del mismo; segun-
do, la formación del salesiano como educador, a imitación de San Juan
Bosco, y, tercero, la formación espiritual y pastoral propia del futuro sacer-
dote. Tales son las dimensiones en las que se concentraron todas las
fuerzas disponibles en el seminario vicentino. De su actividad y mutua re-
lación dependió la vida de éste.
Por tanto, en lo referente al primer aspecto, se cultivaba un clima de in-
tensa espiritualidad, en el cual el superior de la comunidad ejercía para
todos las funciones de director espiritual; la observancia de las prácticas
de piedad tenía que ser, según decía expresivamente el reglamento,
«perfectísima»6; «perfecta» también debía ser la vida común, procurando
la máxima uniformidad en los objetos de uso personal, en los libros de es-
tudio y consulta, en las compras y en los gastos, y evitando, por otra par-
te, toda clase de singularidades7; para favorecer el espíritu de familia en-
tre los jóvenes religiosos, se acostumbraba cambiar periódicamente los
puestos en la iglesia, comedor, aulas y dormitorio8; exigiendo el silencio
en los momentos y lugares establecidos, se contribuía a dar a toda la ca-
sa una tónica de seriedad y recogimiento9.
En lo que respecta a la formación del salesiano como educador, el semi-
nario procuraba ofrecerle una preparación sistemática en pedagogía y
ciencias afines, perfeccionando cuanto había comenzado ya a estudiar
durante el noviciado10. Lo cual se pudo alcanzar en la casa de Sant
Viceng de una manera particularmente satisfactoria.
En orden a la formación sacerdotal, se inculcaban, no sólo el ejercicio de
las virtudes típicas del eclesiástico —como la piedad y la caridad pasto-
ral—, de las ceremonias litúrgicas, del canto gregoriano y de la música re-
ligiosa11, sino también aquel estilo de vida que se consideraba como pro-
pio del clérigo, y, para ello, se enseñaban y practicaban las normas de la
«urbanidad cristiana»12.
A esta formación integral contribuían, entre otros medios, las conferencias
semanales que daba el superior13, el buen funcionamiento de las
Compañías Religiosas del que era responsable directo el padre cate-
quista del seminario14y muy especialmente las reuniones que cada
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LOS JÓVENES SALESIANOS
mes tenían los responsables con el fin de evaluar y orientar el comporta-
miento de los alumnos: si era el caso, a cada uno de éstos se le comuni-
caban «con prudencia» las oportunas observaciones, a raíz, por ejemplo,
del diálogo personal que mensualmente mantenía con el director15. Por
supuesto, uno de los puntos de revisión era siempre el del estudio, cuyo
deber se recordaba y se exigía. «Nuestro maestro será Santo Tomás»,
habían declarado siempre las Constituciones™, las cuales prohibían impo-
ner a los alumnos obligaciones que les apartaran de su dedicación al es-
tudio17. Dentro de esta misma línea se proscribía la lectura de periódicos
y revistas mundanas, de carácter político o deportivo18.
En fin, para lograr estos grandes objetivos y aplicar los medios señalados,
el seminario mayor estaba organizado como un ámbito cerrado, no fácil-
mente permeable al mundo de fuera: al joven religioso se le pedía en par-
ticular que no contrajera «relaciones con personas externas» y que, sin la
debida autorización, se abstuviera de visitar «a parientes, conocidos y
amigos»19. De todas maneras, tanto el reglamento como sus comentaris-
tas veían bien que los jóvenes religiosos asumieran algunas incumben-
cias que sirvieran de preparación «al ministerio sacerdotal y a la vida sa-
lesiana»20.
Puede que, al leer estas páginas, más de un vicentino haya recordado la
curiosidad que sentía dentro de sí cuando, mirando el edificio del semina-
rio, se preguntaba: ¿Qué hacen, qué buscan, cómo viven esos jóvenes
de sotana a los que, de cuando en cuando, se les ve salir de paseo o par-
ticipar en las procesiones del pueblo? La respuesta la tiene ahora a la
mano: hablando en términos generales, lo que se acaba de exponer. Eso
era lo que se les ofrecía, y eso era lo que ellos pensaban, amaban y hací-
an. Con una fidelidad absoluta; a veces, incluso, hasta escrupulosa. De la
historia institucional a la real apenas había aquí salto alguno.
Durante el período que consideramos ahora (1952-1964) la presencia sa-
lesiana en Sant Viceng se centra sin duda alguna en la vida del semina-
rio. Pero inscrita en su realidad había una Escuela del Magisterio, la cual
tenía a su vez una llamada «escuela aneja», cuya vida se enriquecía, si-
quiera indirectamente, con las actividades de un esp/a/dominical. De esta
manera, la familia salesiana de la villa vicentina cobraba un relieve consi-
derable.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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EL SEMINARIO MAYOR
203
EL SEMINARIO MAYOR
El trasplante de Gerona a Sant Viceng no supuso para el seminario mayor
ningún corte especial. La mentalidad y los estilos de vida fueron los mis-
mos. Los jóvenes profesos ocuparon las dependencias que los «latinis-
tas» habían dejado libres en la antigua masía Font, que, según se ha ex-
plicado, había quedado notablemente ampliada y actualizada en el
período anterior. En el nuevo sólo se introdujeron algunas mejoras, como
los ventanales que sirvieron para cerrar el pórtico (1955), la restauración
de la fachada y del pequeño pórtico que daba acceso a la cocina (1957),
la reforma de la misma cocina (1959) y el arreglo de la capilla (1959-
1960). Con esto se fue consiguiendo una vivienda suficientemente holga-
da y práctica, tanto para cubrir las exigencias de la comunidad como las
de la Escuela del Magisterio. Si bien la necesidad de tener que instalar
las escuelas populares en un lugar propio obligó a emprender otras obras
de mayor envergadura, tal como se explica a continuación. La torre
Llinás, en cambio, quedó un tanto al margen del quehacer diario, destina-
da a granja, huerta y zona de recreo. El pinar siguió jugando discretamen-
te su función social, pero el edificio entró en un proceso irreversible de
deterioro. A comienzos de los años setenta desaparecería por completo
(pág. 259).
Durante los años cincuenta, el seminario de Sant Viceng fue un exponen-
te más del auge general de las vocaciones religiosas en España. El cua-
dro n. 5 lo indica bien. En el curso 1960-1961 se llegó al techo: 122 estu-
diantes. Porque, a pesar de la partición de la antigua Inspectoría
Tarraconenese en las de Barcelona y de Valencia en el verano del 1958,
los alumnos de una y otra parte siguieron juntos hasta el curso 1961-
1962, en que los levantinos comenzaron a dejar de subir a Cataluña.
Entonces lógicamente se fue imponiendo la reducción numérica del alum-
nado. En el curso 1963-1964 sólo quedaron ya los de Barcelona. Así y to-
do, el seminario vicentino siguió siendo una explosión de juventud, activa
y alegre. Su edad oscilaba entre los 16 años cumplidos y los 24. Pero la
mayoría se situaba en la franja comprendida entre los 17 y los 21. Con
muy pocas excepciones, pertenecían a una clase social modesta.
Procedían de diversos puntos de España, pero abundaban los navarros y
aragoneses. La lengua generalmente hablada era la castellana.
El grupo de profesores siguió ejerciendo sus funciones lo mismo que en
Gerona. Entre los primeros se encontraban Pablo Azcona, Esteban
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LOS JÓVENES SALESIANOS
Cuadro núm. 5
SEMINARIO MAYOR. ALUMNOS
(1952-1964)
CURSOS
INSP.
1952-1953
1953-1954
1954-1955
1955-1956
1956-1957
1957-1958
TARRA-
CONENSE
AÑ01.°
26
30
45
34
43
46
AÑO 2.°
23
21
27
40
31
35
AÑO 3.°
15
13
18
19
33
30
1958-1959
DIVISIÓN DE LAS INSPECTORÍAS (PROVINCIAS)
Valencia
18
21
18
Barcelona
18
22
19
36
43
37
1959-1960 Valencia
21
18
19
Barcelona
21
18
18
42
36
37
1960-1961 Valencia
21
22
18
Barcelona
20
24
17
41
46
35
1961-1962 Valencia
19
20
Barcelona
29
18
22
29
37
36
1962-1963 Valencia
19
Barcelona
30
25
17
30
25
36
1963-1964 Valencia
Barcelona
34
24
28
34
24
28
Fuente: Elencos anuales de la Congregación
TOTAL
64
64
90
93
107
111
57
59
116
58
57
115
61
61
122
39
69
108
19
72
91
86
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EL SEMINARIO MAYOR
205
Don Ricardo Nácher, 1952-
1958.
Don Salvador De Bonis,
1958-1959.
Don José Carbonell, 1958-
1961.
Don Francisco Sanz,
1961-1963.
Don Jesús Carilla,
1963-1964.
Casáis, Juan Castaño, Jesús Hernández, Ricardo Nácher y Francisco
Olivan. A finales de los años cincuenta e inicios de los sesenta entraban
ya en acción los nuevos profesores, como José Carbonell, Pere Castellví,
Jesús Mairal, Alfredo Roca, Francisco Sanz y Feliciano Ugalde. A ellos si-
guieron algo más tarde Jesús Carilla, Josep Colomer, Francisco Estallo,
Amado Pérez. Como entonces no estaban diferenciados los ámbitos de la
vida comunitaria y de la vida académica, los profesores asumían también
de ordinario las funciones educativas y las responsabilidades propias de
los cargos de gobierno. Lo que suponía una dedicación realmente plena y
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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Cuadro núm. 6
SEMINARIO MAYOR. PERSONAL ADSCRITO. CARGOS
(1952-1964)
AÑO
PROV.
DIRECT.
1952
F. SÁNCHEZ
R. NÁCHER
1953
T. BARAUT
1954
1955
1956
1957
1958
I. SEGARRA
S. DE BONIS
1959
J. CARBONELL
1960
1961
F. SANZ
1962
1963
J. CARILLA
1964
F. OLIVAN
Fuente: Elencos anuales de la Congregación
ADMIN.
M. MÁCEK
F. FEBRER
J. M. SANZ
A. RODRÍGUEZ
J. M. VIVAS
A. PÉREZ
A. ROCA
CATEO.
P. AZCONA
F. OLIVAN
F. DÍAZ
F. CARBONELL
P. CASTELLVÍ
J. MAIRAL
F. UGALDE
J. COLOMER
GONSEJ;
(SECRETARIOS)
¡^••v'::v''/®pflll;;:li|i|f|f{¿;:;::;
P. AZCONA
P. AZCONA
R. BELTRÁN
J. MASÍA
A. MUÑOZ
J. PÉREZ
F. SANZ
J. MAIRAL
A. RODRÍGUEZ
A. ROCA
A. ROCA
F. UGALDE
F. ESTALLO
J. M. VIVAS
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EL SEMINARIO MAYOR
207
hasta absorbente. Todos ellos eran salesianos. Desempeñaron el cargo
de superior de la comunidad —que comportaba también el de la dirección
de la Escuela del Magisterio— Ricardo Nácher Lluesa (1952-1958),
Salvador de Bonis (1958-1959), José Carbonell Llopis (1959-1961),
Francisco Sanz Victoria (1961-1963) y Jesús Carilla Carruesco (1963-
1964). El cuadro n. 6 da los nombres de los que ocuparon alguna respon-
sabilidad institucional.
Dejando para después lo relativo a los estudios, valgan ahora algunas
breves anotaciones con respecto a otras dimensiones educativas.
El seminario, en cuanto centro de formación para religiosos profesos, se-
guía las pautas que ya se han señalado en el punto anterior. Sus formas
de vida y sus módulos organizativos debían ajustarse no sólo al regla-
mento propio, sino también a las disposiciones establecidas en los regla-
mentos generales de las casas salesianas21. Porque si el seminario me-
nor y el noviciado eran etapas previas, de preparación al ingreso en la
Congregación, el período del seminario mayor pertenecía ya de lleno a la
misma vida religiosa salesiana.
Según se ha dicho en el punto que antecede, la formación del joven sale-
siano como religioso, educador y sacerdote llenaba por completo el hori-
zonte educativo en que se movía la vida institucional del seminario.
Educandos y educadores eran perfectamente conscientes. En lo que mi-
raba a éstos, se les recordaba con insistencia el deber que tenían de
«asistir» a los jóvenes, es decir, de estar entre ellos, para conocerlos me-
jor, avisarles, corregirles. «Procuren —les indicaba el reglamento— tener
con los alumnos el mayor contacto posible y tomar parte con ellos en las
prácticas de piedad en común»22. El fruto de esta labor educativa se per-
cibía de una manera concreta al final del tercer año, cuando se concluía
la etapa de los estudios de filosofía. Entonces terminaba el período de los
votos temporales que se habían hecho al acabar el noviciado. El que de-
seaba continuar en el camino emprendido podía pedir la renovación de
los votos por un trienio más: si los superiores lo juzgaban suficientemente
maduro, lo admitían a dicha renovación; de lo contrario, le invitaban a
cambiar de rumbo.
En cuanto a la vida de piedad en el seminario mayor, se tendrían que re-
petir muchas de las cosas ya expuestas en otros capítulos anteriores. Lo
que es innecesario.
Como detalles que pueden ayudar a captar los cambios que se han ope-
rado en nuestras casas de formación desde hace unos 25 o 30 años, ca-
be recordar, por ejemplo, los que siguen.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LOS JÓVENES SALESIANOS
La segunda misa de los domingos (a eso de las 10 o las 10,30) era canta-
da «con el fin de ofrecer a todos la posibilidad de ejercitarse en las cere-
monias [litúrgicas] y en el canto»23. Para dar un mayor realce al Ejercido
de la Buena Muerte se prefirió tenerlo en un día que no fuera el primer
viernes de mes —que estaba dedicado al Corazón de Jesús—, y así se
acostumbró iniciarlo la tarde del miércoles anterior y acabarlo al mediodía
del jueves. Al estar preceptuada la confesión semanal y haber un número
tan alto de seminaristas, la tarea de los padres confesores designados
expresamente para este ministerio —solían ser tres— resultaba más que
regular. Lo mismo que en los colegios salesianos, en el seminario vicenti-
no comenzaba el curso con un triduo de preparación —que tenía lugar en
los primeros días del mes de octubre— y, exactamente como en los cole-
gios, había también una tanda de Ejercicios Espirituales a mitad de año,
normalmente en la segunda quincena de febrero. Esto no impedía que,
una vez terminado el curso a primeros de julio y al igual que los demás
salesianos de la Inspectoría, los seminaristas se retiraran de nuevo en
otra tanda de Ejercicios, todavía de mayor duración.
Cada una de las grandes fiestas del calendario cristiano conservaba su
aire peculiar y se revestía, año tras año, de una gran solemnidad, que in-
cluso se proyectaba hacia el exterior, ya sea con la participación de los ni-
ños de la «escuelita aneja» o la presencia de los seminaristas en las cele-
braciones de la parroquia. «Ha sido un gran día bajo todos los
conceptos» —escribía, por ejemplo, el cronista en referencia a la fiesta de
San Juan Bosco del año 1959—. La celebración de la Semana Santa
asumió las nuevas modalidades que traía la reforma que comenzó a apli-
carse a partir del 1956.
Como durante los años cincuenta y sesenta la piedad popular estaba to-
davía en pleno auge, la fiesta de María Auxiliadora alcanzaba el nivel pro-
pio de un acontecimiento colectivo. Ya en el mes de mayo, para el piado-
so ejercicio de las flores, los seminaristas solían subir a la torre Llinás, y
allí, en la explanada que había frente a la casa —junto al gran pimentero
y la estatua de Domingo Savio—, uno de ellos tenía la plática de ocasión
y luego todos juntos bajaban procesionalmente a la capilla de María
Auxiliadora, cantando el Magníficat y un himno de la Virgen. Una vez en
la iglesia, entonaban el canto de las Avemarias, con sus oraciones de
costumbre. La fiesta externa se organizaba con la participación directa de
la parroquia. La procesión tenía un aire devoto, popular e infantil. Y la ve-
lada que seguía a continuación en los patios de la casa salesiana se lle-
naba de variados elementos folklóricos: banda de música, intervención de
los falcons, representación teatral, tablas de gimnasia, rifas y premios
(pág. 226).
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EL SEMINARIO MAYOR
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Curso 1960-1961: profesores y seminaristas.
Entre las fiestas de menor relieve hay que citar la del Domund —en que
se exteriorizaban las aspiraciones misioneras de aquellos jóvenes sale-
sianos—, la de Cristo Rey —recordando la vestición de la sotana y a los
mártires salesianos de la guerra—, la de Santa Cecilia —en la que se en-
salzaban los ideales de la música y la declamación—. La de San Vicente
Mártir, por muy sencillamente que se celebrara, traía siempre una nota de
sintonía con la villa y su parroquia; la de Santo Tomás de Aquino se so-
lemnizaba con una sesión académica —la Disputatio philosophica— o al-
go similar; la del Sagrado Corazón de Jesús, en cambio, desarrollaba
unos contenidos netamente religiosos.
Este ambiente festivo conectaba bien con las actividades deportivas y lú-
dicas que se daban también en el seminario. El patio solía estar muy ani-
mado, y era empeño de los superiores que lo estuviera así. «Que no de-
caiga la vida de los patios», escribían éstos en 196124. Porque lo
consideraban como exponente de una buena salud pedagógica y mental,
y porque así conseguían que los jóvenes no anduvieran dispersos por
una y otra parte de la casa. A este respecto el pinar de la torre Llinás ofre-
cía un buen servicio. El fútbol suscitaba todavía algunas reservas, ya que,
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LOS JÓVENES SALESIANOS
Los seminaristas organizan su olimpíada (1961).
dado su poder de sugestión, los educadores creían que fácilmente creaba
hábitos de dependencia entre los seminaristas. El teatro, en cambio, era
un arte que se cultivaba con intensidad y éxito. Los estudiantes de filoso-
fía representaban las piezas pensadas y escritas para los adultos; los ni-
ños de la «escuela aneja», las de contenido infantil. Y es que, por una
parte, había que hacer atractivas las fiestas, y, por otra, preparar a los fu-
turos animadores de la acción educativa juvenil. «Tómese el teatro con
verdadero interés —acordaban los consejeros del director en 1953—,
pues, si se hace bien, es muy formativo»25. Asimismo el canto, en sus di-
versas modalidades, entraba de lleno en las aspiraciones educativas del
centro. Concretamente la polifonía alcanzaba cotas muy altas cuando el
coro interpretaba las misas de F.Brunet i Recasens, C.Franco,
V.Goicoechea, G.Pagella, L.Perosi, L.Recife, Ribera, J.Sancho Marracó,
J.Villani26, como también el canto gregoriano, en especial durante el bie-
nio 1958—1960 bajo la batuta del maestro Adolfo Rodríguez27. «Yo re-
cuerdo los concursos de música gregoriana —dice un antiguo alumno de
aquellos años—. Eran una maravilla»28. En las sobremesas, que no falta-
ban en las fiestas, brillaban el ingenio y la alegría de la vida familiar. Las
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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EL SEMINARIO MAYOR
211
metas de las excursiones fueron más o menos las de antes. Pero ahora
se añadieron otras, como la del noviciado de l'Arbog del Penedés. Con
motivo de la fiesta interna de María Auxiliadora se solía ir al aeropuerto y
a la playa del Prat, a pie, por supuesto.
Toda esta corriente expansiva se hacía pedagógica y psicológicamente
necesaria, porque la vida real del seminario era más bien dura, de trabajo
metódico, alejamiento del mundo, ascética, disciplina, silencio. El joven
religioso hacía íntegramente la vida de cualquier muchacho de aquellos
internados salesianos de la posguerra. Valgan tres detalles. Se le exigía
una y otra vez que fuera puntual: el primer toque de campana le señalaba
el momento de ponerse en marcha al puesto donde debía hallarse a con-
tinuación; el segundo debía cogerle ya colocado en el sitio que se le ha-
bía asignado en la sala de estudio, en la capilla, en el comedor. Otra cosa
que se le recomendaba mucho era que estuviera siempre donde tuviera
que estar —en el patio, en el comedor, en el dormitorio—. Para ausentar-
se hacía falta la autorización correspondiente. En fin —según se ha indi-
cado ya antes—, se le prohibía en absoluto relacionarse con el exterior,
tanto que los mismos estudiantes que daban alguna asignatura a los ni-
ños de la «escuela aneja» no podían entretenerse con ellos una vez ter-
Los seminaristas representan la zarzuela (adaptada) El barberiilo de Lavapiés
(1962).
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LOS JÓVENES SALESIANOS
minada la clase, sino que debían abandonarlos y reintegrarse sin pérdida
de tiempo a la vida del seminario. «No se pongan a jugar con los niños,
no hablen con ellos —dejó escrito en 1953 el visitador delegado del
Rector Mayor—; y, de ser posible, no los vean». El seminario, en efecto,
debía aproximarse cada vez más a su ideal de ser «casa di perfezione»
(«casa de perfección»)29. En la misma línea, la correspondencia epistolar
que se quería expedir se entregaba al superior abierta y éste la entregaba
también abierta. Se necesitaba un permiso suyo para hacer una llamada
telefónica, y mucho más para salir del seminario y efectuar una visita
cualquiera. Evidentemente, en esta práctica había sus más y sus menos,
y se producían algunos episodios no tan agradables.
Sea como fuera en cada caso, los detalles que se acaban de apuntar
aparecen reiteradamente en las actas de las reuniones que tenían los
responsables más directos de la marcha de la casa, y, por lo que les toca-
ba a ellos, se comprometían a vigilar mejor, a seguir más de cerca a los
formandos. Es verdad que, al ser éstos tan numerosos, apenas podían
actuar de otra manera; de lo contrario temían comprometer las exigencias
de la vida comunitaria, las condiciones para una vida religiosa seria y la
eficacia de una acción colectiva.
Unos y otros —educadores y educandos—, consiguieron que aquel semi-
nario, diseñado, como otros tantos de la época, sobre los valores tradicio-
nales, cumpliera la misión que tenía que cumplir. Las visitas de inspecc-
ción que verificaban los superiores locales y los informes que
periódicamente enviaban éstos a la sede central de Turín dan fe del buen
ambiente que reinaba, tanto en lo pertinente al espíritu religioso como a la
marcha académica30. Es verdad que la apertura del Concilio Vaticano II
(1962) y los primeros años de su desarrollo comenzaron a traer ciertos ai-
res de novedad, que por el momento no fueron preocupantes. La crisis
del seminario como tal no se produjo en Sant Viceng, sino cuando estaba
ya en Sentmenat (Valles Occidental), en los primeros años setenta31.
LA ESCUELA DEL MAGISTERIO
La idea de instituir una Escuela del Magisterio en el seminario salesiano
de Gerona brotó más que por una preocupación de tipo académico por
otra de orden práctico-vocacional. Efectivamente, a finales de los años
cuarenta, los profesores estaban de acuerdo en estos puntos: primero, a
la vuelta de pocos años, nadie podría dedicarse a la enseñanza sin estar
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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OBISPADO
GERONA
El Exorno.y Rdmo.Sr.Obispo de esta diócesis,en esta
misma fecha ha firmado unas Letras,que son copiadas lite-
ralmente a continuación: - - . - - - - - - . - - - - - . - . - .
"NOS DOCTOR DON JOSÉ CARTAÍU E INGLÉS,por la gracia de
Dios y de la Santa Sede Apostólica,Obispo de Gerona.=
Por las presentes venimos en erigir y erigimos,bajo la ad-
vocación de San Juan Bosco,una Escuela del Magisterio de
la Iglesia en el Colegio de los Rdos.Padres Salesianos,de
esta Ciudad,de acuerdo con lo establecido en el capitulo
22,artículo 62,apartado B),de la Ley de Educación Prima-
ria,de 14 de Julio de 1945,que se regirá POF el Keglamen-
to que figura en el expediente aprobado por la Comisión
Episcopal de Enseñanza Religiosa.= -^adas en Gerona a vein-
titrés de mayo de mil novecientos cincuenta y» uno.=
+ José,Obispo de Gerona.= Por mandato de Su Excia.Kdma.el
Obispo,mi Señor.= José M* Taberner,Serio.= Rubricados.*
Hay el sello del Obispado".
Es copia auténtica de su original,de que certifico
Erección de la Escuela del Magisterio de la Iglesia «San Juan Sosco» (1951).
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LOS JÓVENES SALESIANOS
en posesión del título oficial correpondiente; segundo, era casi de justicia
el que los jóvenes que, por cualquier motivo, abandonaban la opción se-
minarística salieran con algún título reconocido que les diera acceso al
mundo del trabajo. Ambas consideraciones incitaban a hacer algo para
que los estudios que se realizaban en el seminario tuvieran un valor ofi-
cial, no sólo ante la Congregación Salesiana sino también, por lo menos,
ante la Iglesia en España. El director, don Isidro Segarra, y sus colabora-
dores decidieron solicitar del obispado de Gerona la creación de una
Escuela del Magisterio de la Iglesia. Porque, de esta forma, tanto los es-
tudiantes que continuaran siendo salesianos como los que dejaran de
serlo estarían en posesión de un título profesional público.
Se acudió enseguida al salesiano don Rodolfo Fierro, Inspector en
España de estas escuelas, pidiéndole el asesoramiento indispensable. El
padre Fierro se comportó espléndidamente: «Yo siempre lo he dicho —
asegura don Isidro—, quien nos dio las ideas, nos animó y nos proporcio-
nó todas las facilidades fue él»32. Y don Esteban Casáis recuerda entre
otras cosas que, para dar con tino los primeros pasos, le aconsejó visitar
la Escuela del Magisterio de los Hermanos de las Escuelas Cristianas en
Cambrils de Mar (Baix Camp). «Me trasladé allí —precisa— para ver có-
mo funcionaba y tomé buena nota de todas las cosas»33. Casi todo el cur-
so 1950-1951 se empleó en llevar a cabo los trámites debidos. Los sale-
sianos argumentaban ante la autoridad competente poniendo de relieve el
carisma educativo de su fundador, San Juan Bosco, y el carácter que pa-
ra ellos tenía la etapa del inmediato postnoviciado, en la cual se formaba
el futuro educador estudiando a un mismo tiempo filosofía, religión, huma-
nidades y pedagogía34. Advertían también que siempre sería más venta-
joso el que los jóvenes religiosos pudieran realizar este plan de estudios
dentro de casa que fuera...
El obispo de Gerona, doctor Cartañá Inglés, acogió de buen grado tales
razonamientos, y dio todos los pasos necesarios hasta erigir la Escuela
del Magisterio de la Iglesia «San Juan Bosco» en el seminario de los sa-
lesianos por decreto del 23 de mayo de 195135. El Ministerio de
Educación Nacional manifestó estar de acuerdo con el paso que se había
dado. Profesores y alumnos tuvieron entonces la impresión de haber lo-
grado una victoria. Hubo optimismo y ganas de ponerse a la altura de las
nuevas exigencias. La conciencia de que «estamos formando al maestro»
—como se repetía— pasó a un primer plano. Y mucho más cuando se vio
la posibilidad de revalidar ante el Estado el título eclesiástico por medio
de una prueba que se llamaba «examen de conjunto». Se pensaba que,
de esta forma, se aseguraba también sólidamente la preparación del futu-
ro salesiano-maestro.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA ESCUELA DEL MAGISTERIO
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El seminario salesiano, fachada principal hacia el año 1960.
Pero aquella institución no iba a estar por mucho tiempo a orillas del río
Ter. Efectivamente, según sabemos, en el verano del 1951 el padre pro-
vincial Florencio Sánchez tenía ya hecho el proyecto de llevar a los estu-
diantes de Gerona a Sant Viceng deis Horts, y así se lo comunicaba al
claustro de profesores de la escuela normal en marzo del año siguiente.
Éstos se alegraron mucho, pues opinaban, con palabras del secretario,
que de aquella medida iban a derivarse «no pocas ventajas»36. Y es que,
para cualquier centro docente, la cercanía de una gran ciudad como
Barcelona siempre resulta útil y hasta necesaria. Por otra parte, Sant
Viceng aún seguía siendo el pueblo patriarcal de antes.
En consecuencia, en septiembre de 1952, juntamente con el seminario,
también la escuela normal pasó de Gerona a Sant Viceng deis Horts.
Como esto suponía el cambio de una diócesis a otra, los responsables
comenzaron a promover las gestiones conducentes al traslado. Acudieron
enseguida al obispado de Barcelona informándole del caso y aportando la
documentación requerida. El doctor Rafael Lagunilla, inspector municipal
de sanidad, tuvo a bien dar un informe totalmente positivo sobre el estado
del edificio, espacios y mobiliario de la nueva escuela. La autoridad dioce-
sana, en consecuencia, no tuvo nada que oponer y aceleró por su parte
las gestiones ante Madrid. Por lo que el obispo Modrego Casáus podía fir-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LOS JÓVENES SALESIANOS
Don Rodolfo Fierro.
mar el decreto correspondiente
con fecha 20 de abril de 1953:
«Venimos en erigir y erigimos en el
edificio que los Reverendos
Padres Salesianos han habilitado
en la demarcación parroquial de
Sant Viceng deis Horts, de esta
nuestra diócesis, la mencionada
Escuela del Magisterio de la
Iglesia 'San Juan Sosco', la cual
se regirá por el reglamento apro-
bado en esta misma fecha». Como
antes, también ahora el funciona-
miento de la escuela dependía, en
última instancia, de la Comisión
Episcopal de Enseñanza Religiosa
y Catcquesis así como también de
la Dirección General de Primera
Enseñanza (Ministerio de Educa-
ción Nacional); en forma más in-
mediata, de la Inspectoría Sale-
siana de Nuestra Señora de la
Merced (Barcelona).
Como el centro fue publicando la Patio Studiorum Philosophiae ac
Humanitatis correspondiente a cada año académico, dando listas de
alumnos y profesores y señalando calendarios y horarios, asignaturas y
temas seleccionados para las sesiones académicas, podemos decir que
estamos bien informados sobre muchos detalles referentes a su actividad
intelectual.
Todos los años —normalmente el 1 de octubre— el curso comenzaba con
una inauguración solemne: misa del Espíritu Santo y sesión de apertura.
Los profesores hacían el juramento antimodernista prescrito por el código
de derecho canónico.
El órgano de gobierno propiamente académico era el claustro de profeso-
res, presidido por el director de la escuela, que por reglamento era el su-
perior de la comunidad. Pero dado que no estaban suficientemente dife-
renciados los ámbitos de lo académico y de lo religioso, el órgano efectivo
era el consejo de la casa, que presidía también dicho superior. Esto hacía
que el claustro tratara asuntos referentes a lo académico y a lo comunita-
rio; y que el consejo se comportara también del mismo modo, envolviendo
en la vida comunitaria temas pertinentes a la académica, y deliberando en
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA ESCUELA DEL MAGISTERIO
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forma más decisiva en ambas esferas. Algo semejante ocurría con las vi-
sitas que efectuaba el inspector de las escuelas normales de la Iglesia —
don Rodolfo Fierro— y las que realizaba el padre provincial: aquéllas se
desenvolvían en un tono amistoso y laudatorio37, mientras que éstas in-
fluían más eficazmente en la marcha de la Escuela Normal.
Entre las asignaturas que reunían mayor número de créditos estaban la
religión, la filosofía (sistemática e histórica), la pedagogía y las literaturas
latina y castellana, pero no se dejaban de lado ni mucho menos las mate-
máticas, la física y la química. Porque, en definitiva, se trataba de armoni-
zar los contenidos de la formación seminarística (que incluía el estudio de
los últimos cursos del bachillerato) con los de la Escuela Normal de la
Iglesia, sin perder de vista las exigencias que pudieran derivarse del exa-
men de reválida ante el tribunal estatal.
Tanto el horario de los días laborales como el del jueves —especial— y el
del domingo eran muy densos. Al día había 5 horas de clase; a la sema-
na, 25. El jueves era para el paseo: unas tres horas por la tarde en que
los seminaristas, con su atuendo clerical completo, se desparramaban por
las todavía hermosas colinas de los alrededores. Pero el horario de esta
feria quinta daba también ocasión para aprender el canto gregoriano y las
«ceremonias» litúrgicas, la lengua italiana y las normas de urbanidad.
Podía ser también una jornada a propósito para hacer las prácticas de
magisterio. El domingo se dedicaba a los ejercicios de piedad, que eran
más frecuentes y solemnes, a las reuniones de las compañías religiosas y
al estudio. Incuestionablemente, muchas veces resultaba una jornada pe-
sada y hasta aburrida. Los educadores se daban cuenta de ello, pero
apenas tenían nada que ofrecer para aliviarla, como no fuera un poco
más de recreo o un tocadiscos para escuchar música. Las vacaciones de
Navidad se llenaban con varias iniciativas, y las de verano se organiza-
ban así: durante el mes de julio, se acometía el estudio de algunas disci-
plinas secundarias —como el dibujo, la caligrafía, los trabajos manua-
les— y durante el mes de agosto, se iba al colegio salesiano de Mataró,
en plan de descanso.
Una práctica que se mantuvo año tras año fue la de la Disputatio
Philosophica. Se celebraba varias veces al año y venía a ser como una
«ejercitación escolástica» de la que hablaba el documento ya citado
Programmi e norme (1946). Su contenido se centraba en la exposición y
debate de un tema filosófico, pero también se aprovechaba la ocasión pa-
ra explicar alguna cuestión científica o pedagógica. La eficacia de la dis-
putatio dependía naturalmente de diversos factores —tema escogido, pre-
paración, intervenciones—; pero podía servir para algo más que para
cumplir el expediente o solemnizar alguna efeméride. Algo similar hay
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LOS JÓVENES SALESIANOS
que decir de los congresillos que, si bien no pertenecían al ámbito estric-
tamente académico sino al religioso-apostólico, ayudaban, sin embargo,
entre otras cosas, a crear un ambiente de reflexión y cultura.
Entre los textos escolares de filosofía se fueron introduciendo cada vez
más los preparados por los profesores del Pontificio Ateneo Salesiano de
Turín, como RAmerio, V.Miano, I.Girardi. Aunque el Cursus Philosophícus
de C.Boyer resultó siempre útil. Otro tanto ocurrió en el campo de la pe-
dagogía y la psicología, en el que se dio cabida a RBraido, P.Gianola,
M.Simoncelli, P.G.Grasso, M.Gutiérrez, R.Titone, C.Leoncio38.
Los estudios completos abarcaban tres años: se accedía a ellos por me-
dio de un examen de ingreso, y se concluían, para la obtención del título
eclesiástico, con un «examen final», y para la del título estatal, con un
«examen de conjunto» o «examen de reválida». El primero se rendía en
la misma escuela de Sant Viceng y sólo habilitaba para ejercer la docen-
cia en las escuelas de primera enseñanza de la Iglesia; el segundo, en
cambio, se rendía en la Escuela del Magisterio «Jaime Balmes»
(Maestros) de Barcelona39 y habilitaba para ejercer de maestro en todos
los centros de enseñanza primaria de España. Por medio de este segun-
do examen quedaba revalidado por el Estado el título que había concedi-
do la Iglesia. Tales exámenes se convocaban habitualmente al final del
curso académico; pero antes, en febrero, los alumnos habían superado
los exámenes semestrales. La primera promoción de los que convalida-
ron su título eclesiástico por el civil fue la del año 1953. «El resultado ha
sido magnífico» —escribía contento el secretario Pablo Azcona40—, por-
que de los catorce presentados, siete habían obtenido la calificación de
sobresaliente, y los otros siete, la de aprobado. Esta praxis se mantuvo
hasta el año 1962. Por lo que los alumnos de tercer curso andaban muy
empeñados en sus estudios, pero tenían la satisfacción de verse investi-
dos como maestros nacionales en toda regla. «Salíamos al trabajo en los
colegios con la cabeza bien alta» —nos ha asegurado un testigo41—.
Indudablemente, aquello era un gran estímulo para los alumnos y era
también una garantía de prestigio social para la institución, tal como el pa-
dre provincial don Tomás Baraut se lo comunicaba, con evidente satisfac-
ción, a los superiores de Turín: «Todos los estudiantes de filosofía salen
con el título de Magisterio de la Iglesia y del Estado»42.
Pero, a mediados de los años cincuenta, cuando las casas de formación
se estaban llenando año tras año por el aumento continuo de las vocacio-
nes y, a pesar de todos los pesares, la sociedad española iba también
abriéndose a nuevos horizontes culturales, fácilmente surgía la necesidad
de revisar los planes de estudio. Así, por ejemplo, si se ampliaba el conte-
nido cultural de los seminarios menores, era lógico que el de los mayores
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA ESCUELA DEL MAGISTERIO
219
también tuviera que ser retocado. Concretamente, en nuestro seminario-
escuela normal de Sant Viceng se planteó una triple cuestión. En primer
lugar, se comprobó que el cuadro de las asignaturas estaba muy recarga-
do y que resultaba de un peso excesivo; en segundo lugar, se preguntó si
aquel ensamblaje de disciplinas que había surgido de unir los estudios de
filosofía y de bachillerato superior con los del magisterio servía correcta-
mente para que la institución alcanzara todos los objetivos que tenía asig-
nados según su propia naturaleza; y en tercer lugar, se cuestionó si el fla-
mante título magisterial era ya el más adecuado para que los jóvenes
salesianos pudieran dedicarse a la enseñanza en los nuevos bachilleratos
que, impulsados por una fuerza social ineludible, iban surgiendo por do-
quier a ritmo acelerado.
Esta serie de reflexiones trajo, a partir del segundo semestre del curso
1955-1956, un reajuste de créditos de modo que quedaran razonable-
mente reforzadas las áreas pertinentes a la llamada «formación eclesiás-
tica de los futuros sacerdotes»: lenguas clásicas y modernas, literatura
castellana, humanidades43.
En la misma línea se movía tres años más tarde la Generalis Patio a la
que se ha hecho referencia en la nota n. 5. Porque su normativa se dirigía
precisamente a privilegiar la dimensión de la formación eclesiástica. Muy
en concreto pretendía salvar por completo el bienio filosófico como parte
integrante de los estudios eclesiásticos, cuyos contenidos y orientación
no debían quedar diluidos o sofocados por otras materias diferentes. En
consecuencia, permitía que, durante los dos primeros años y sin dejar del
todo el estudio de la filosofía, se pudiera completar el ciclo de las ense-
ñanzas medias o se acometieran los estudios pertinentes a una especiali-
dad; pero el tercero debía agotarse íntegra y exclusivamente en el cultivo
de la filosofía y disciplinas afines. Las materias más importantes del currí-
culo filosófico eran la filosofía sistemática —que debía explicarse según el
pensamiento y los principios de Santo Tomás de Aquino y debía disponer
a los alumnos al estudio de la teología (en clara referencia a la formación
sacerdotal)—, la historia de la filosofía, la sociología, la pedagogía y el
sistema educativo de San Juan Bosco. Se añadían además la religión —
que debía estudiarse en conexión con la psicología y la ética— y el latín.
Al final del último año, el alumno rendiría un examen «de universa philo-
sophia», como si se tratara de un «examen general de madurez filosófi-
ca»44.
Todo esto incidió naturalmente en la orientación académica del seminario
vicentino: «Los dos primeros cursos completan los estudios estatales me-
dios y una parte de la filosofía —escribía a los superiores de Turín el pa-
dre provincial, don Isidro Segarra, al terminar el curso 1959-1960—; el
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LOS JÓVENES SALESIANOS
tercer curso se dedica totalmente a Filosofía»45. Los estudios de magiste-
rio ya no se mencionan. Y don Elíseo Bellés asegura que, en su tercer
año (1960-1961), ya se aplicó la Sedes Sapientiae: «Recuerdo, por ejem-
plo —dice—, que nos quitaron horas del estudio de las matemáticas para
reforzar las dedicadas al latín»46.
Prosiguiendo en esta orientación, llegó un momento en que el centro de-
cidió no preparar a sus alumnos para el mencionado «examen de reváli-
da» ante el Estado, que sin duda constituía una tarea pesante. En el cur-
so 1962-1963 desapareció esta praxis que se había cumplido durante
diez años seguidos47.
Es muy probable que, en la toma de esta decisión, influyera también la
molestia que suponía el tener que organizar un cursillo de instructores pri-
marios bajo la guía del Frente de Juventudes, porque, al menos desde el
curso 1955-1956, hacía falta necesariamente el certificado correspondien-
te para obtener el título estatal de maestro. A fin de evitar que los semina-
ristas se mezclaran con otros muchachos, los salesianos habían organi-
zado ya, con la intervención directa de la Falange y con destino exclusivo
para sus normalistas, un campamento en los veranos de 1957 y 1960.
Pero, al parecer, tres años después ya no estuvieron dispuestos a asumir
semejante tarea. En consecuencia, los estudiantes se resignaron a que-
darse sólo con el título que les concedía la Escuela del Magisterio de la
Iglesia. El revalidarlo se dejaba a la iniciativa y a las posibilidades que ca-
da uno pudiera tener en el futuro. De esta manera, por si había habido al-
guna desviación, la Sedes Sapientiae y la Patio aseguraban mejor la ten-
dencia claramente eclesiástica del centro de estudios vicentino48.
Pero a pesar de estos cambios y de los motivos ideológicos que los apo-
yaban, los salesianos estuvieron dispuestos, en general, a mantener su
escuela normal y a emplear para ello todos los recursos que les permitían
las disposiciones vigentes49.
¿Cumplió su misión el centro de estudios, tal como queda descrito? Los
que tuvieron la experiencia personal contestan mayoritariamente que sí.
Por supuesto, eran otros tiempos y los medios didácticos —biblioteca, ga-
binetes, textos escolares— no siempre estaban a la altura requerida. En
1953 el visitador extraordinario Juan Antal ya señalaba estas deficiencias,
como también el que los jóvenes salesianos estuvieran excesivamente
delgados por falta de una alimentación suficiente —«temo que lleguen a
las vacaciones del verano esqueléticos», decía50—. Y es que eran los
años de la «ayuda americana» —leche, queso y mantequilla—. Hasta los
años sesenta bien entrados, no se resolvió satisfactoriamente la situación
económica. Entre otras deficiencias, unas veces los profesores se queja-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA ESCUELA DEL MAGISTERIO
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ban de la poca preparación intelectual de los alumnos; otras, éstos acha-
caban lo mismo a aquéllos... Pero lo cierto es que en el seminario de Sant
Viceng había un buen ambiente de estudio. Allí se trabajaba —«quizá
hasta demasiado», nos ha asegurado alguno— y se aprendía.
LAS «ESCUELITAS»
Así, en diminutivo. En el lenguaje coloquial no tuvieron otro nombre. Era
suficiente y muy apropiado para decir todo lo que se quería decir: que
eran pequeñas y tenían pocos alumnos —algo más de un centenar—; pe-
ro que funcionaban bien, que estaban al alcance de todos, que se hacían
querer... Se les llamó también simplemente Escuelas o Externado. O, se-
gún la terminología que hemos empleado más arriba, Escuela Aneja. En
los papeles oficiales estas denominaciones aparecen revestidas de mayor
pomposidad: Grupo Escolar Graduado «Escuelas Salesianas» o Colegio
Las escuelitas: fachada principal a la calle Mostré Ramón Camps.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LOS JÓVENES SALESIANOS
Don Pablo Azcona.
En Joan González.
En Joan Villegas.
Don Enrique Ramón.
Salesiano, y también Grupo Escolar Graduado-Adjunto a la Escuela del
Magisterio de la Iglesia San Juan Bosco. En todo caso, para evitar confu-
siones, siempre se acostumbraba indicar el nombre de la población don-
de radicaba.
No tuvo ni decretos de creación ni estatutos o reglamentos que encorse-
taran excesivamente el ritmo de su vida. Como se ha visto en el capítulo
anterior (pág. 177), brotó de una manera espontánea de las manos de un
joven sacerdote, don Joaquín Sáenz, y de sus también jóvenes colabora-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LAS«ESCUELITAS»
223
Curso 1957-1958: alumnado de las escuelitas.
dores. Y así, a pesar de la seriedad con que realizaba su labor de cada
día, conservó siempre ese agradable frescor de lo auténtico y de lo popu-
lar. No nació para estar directamente al servicio de una entidad, sino sólo
del pueblo de Sant Viceng. Pero ocurrió que a la Escuela del Magisterio
San Juan Bosco le fue muy bien y muy fácil convertirla en su Escuela
aneja para las prácticas, tal como se lo pedía la ley. A partir, pues, del
curso 1952-1953, la humilde institución del padre Sáenz —concretamente
en la sección de las actividades diurnas— comenzó a vivir a la sombra de
la Escuela del Magisterio: es decir, además de un centro educativo para
la villa de Sant Viceng, sería una palestra para las prácticas pedagógicas
y didácticas de los salesianos normalistas. Al amparo de esta doble ban-
dera y con el refrendo del señor alcalde Miguel Reverter Mallol, las escue-
litas fueron autorizadas por la dirección general de enseñanza primaria
del Ministerio de Educación, primero con carácter provisional (enero de
1956) y después con carácter definitivo (diciembre del mismo año). Con
ello, quedaban también declaradas como centro privado subvencionado.
En los primeros años ocupaban una, dos y hasta tres dependencias de la
Escuela del Magisterio. Pero como fueron creciendo rápidamente, se vio
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LOS JÓVENES SALESIANOS
la necesidad de buscarles un sitio aparte, que fuera digno —ya que la vi-
lla no andaba aún sobrada de equipamientos escolares—, que les diera
mayor autonomía y que tuviera un acceso seguro —porque el tener que
atravesar la vía del tren varias veces al día era un peligro serio para los
niños—. Se añadía además otra motivación a la que ya se ha apuntado
antes: no convenía que los jóvenes religiosos normalistas residieran tan
cerca de los escolares.
Después de varios proyectos, se decidió adquirir un solar anejo a la pro-
piedad de los salesianos y construir un pabellón de nueva planta, pero de
forma que pudiera servirse del patio de la casa antigua. Éste quedaría no-
tablemente ampliado rebajando el nivel de una huerta que estaba próxi-
ma. Los dineros los pondría la comunidad y, donde hiciera falta, los jóve-
nes salesianos arrimarían el hombro gratis. También el señor Molins Ribot
—el de la fábrica de cementos— echaría una mano... En el otoño del
1956 y en medio de este ambiente de generosidad y optimismo, don
Pablo Azcona, como encargado inmediato del externado, ya estaba reba-
jando e igualando las tierras, en tanto que los albañiles habían comenza-
do también a levantar las paredes. El domingo 9 de diciembre, el día si-
guiente de la fiesta de la Inmaculada (1956), tuvo lugar la inauguración
(calle Mestre Ramón Camps, n. 5). El director, don Ricardo Nácher, se
sentía satisfechísimo, pero quiso que se procediera con mucha sencillez,
sin programas ni invitaciones especiales. Eso sí, por la tarde hubo una
velada de homenaje a las mamas de los alumnos. Y es que en las escue-
litas todo tenía que ser íntimo y familiar, a la medida del pueblo. Ahora ca-
be señalar algunas de sus notas características51.
Las escuelitas constituían un centro educativo salesiano, sin otro regla-
mento que el general de todas las casas salesianas, publicado por el mis-
mo San Juan Bosco en 1877. Por supuesto, aceptaba también, como era
de rigor, los postulados del régimen político vigente.
Como escuela aneja, estaba, hasta cierto punto, al servicio de la del
Magisterio: llegado el día señalado, los niños bajaban al seminario, y uno
de los normalistas daba ante ellos una clase práctica que después eva-
luaban los compañeros con el asesoramiento del profesor de pedagogía.
Pero esta modalidad no se daba con frecuencia.
En cambio, como escuela abierta al pueblo se hizo adulta muy pronto,
porque desde la primera hora asumió prácticamente todas las estructuras
y funciones propias de un centro docente. Y mucho más cuando quedó
establecida en el nuevo edificio (curso 1956-1957). Tenía, sin embargo,
sus limitaciones. La más grave consistía en que para tres grados sólo dis-
ponía de dos aulas. La animaban algunos salesianos destinados a tal
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LAS «ESCUELITAS»
225
efecto, como por ejemplo Pablo Azcona, Joan González, Jesús Malilla,
Eduardo Ortega, Francisco Pérez Leal, Jesús Polo, Josep Puig, Enrique
Ramón y Joan-Josep Villegas. Particularmente los dos primeros y los dos
últimos aquí citados se hicieron beneméritos por su dedicación y espíritu
de creatividad. A su lado solía haber algún profesor de la Normal que ac-
tuaba como director responsable. Cabe citar entre otros a Agustín Muñoz,
Adolfo Rodríguez, José María Vivas (Ver el cuadro n. 6). Pero unos y
otros contaban con la colaboración de algunos estudiantes normalistas,
que eran designados por los superiores para dar clases. Aunque reduci-
da, su ayuda era muy valiosa.
Durante los primeros años, el nivel de estudios fue el propio de la primera
enseñanza (dos o tres grados) con algunos rudimentos de «comercio»;
hacia el 1960, se introdujeron la preparatoria y el ingreso al bachillerato e
incluso uno o dos cursos de segunda enseñanza. Nunca se superó esta
cota, con lo que, según se dirá luego, algunas familias tuvieron que plan-
tearse seriamente el problema de la continuidad de sus hijos en aquel es-
tablecimiento.
El número de los alumnos fue aumentando —en el curso 1955-1956 ya
se alcanzó casi el centenar, sin contar los que frecuentaban la sección
nocturna—. Eran niños y adolescentes. La mayoría, de 10 a 13 años de
edad. Geográficamente, procedían del pueblo, si bien algunos acudían de
los municipios de alrededor: Molins de Rei, Sant Feliu de Llobregat, Santa
Coloma de Cervelló, Torrelles, Vallirana. Socialmente no eran, pues, de
los más pobres; éstos frecuentaban las llamadas «escuelas nacionales».
Pero más tarde (a partir del 1963), comenzaron a llegar también los hijos
de los emigrados. Las escuelitas no cerraron las puertas a nadie; más
bien fomentaron la integración de unos y otros. En cualquier caso, lo que
se pagaba allí era muy poca cosa. Los salesianos siempre hablaron de
sus «escuelas gratuitas»: «Si alguno no pudiese abonar la cuota señala-
da —establecía el consejo de la casa—, hay que decirle que no abando-
ne por eso el colegio, puesto que tiene carácter benéfico»52. Y por ello se
decidieron a pedir las subvenciones oficiales, que, cuando llegaban, gira-
ban entre las cinco y las seis mil pesetas.
El horario se desarrollaba con rigor matemático: por la mañana, la entra-
da a las 8; por la tarde, a las 15. Fin de la jornada lectiva, a las 18.
El texto escolar más usado era la enciclopedia Dalmau Caries (varios
grados). La historia sagrada se estudiaba por el libro preparado por
San Juan Bosco; las prácticas de lectura se hacían por el libro titulado
Juanita.
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LOS JÓVENES SALESIANOS
Procesión de María
Auxiliadora, 1959.
Grupo de alumnos
de las escuelitas,
convertidos en Pajes
de la Virgen.
Lo mismo que en todos los externados salesianos de la época, la forma-
ción religiosa compredía diversos ejercicios de piedad. Los días laborales:
la misa por la mañana en la capilla del seminario y las oraciones de la tar-
de con la plática de las buenas noches en el pórtico. Los domingos y fies-
tas: misa en la iglesia parroquial, que celebraba habitualmente el señor
rector. «Al salir de la iglesia —explica Joan Villegas— marcábamos los
carnets de los chicos, como prueba de que habían cumplido con el deber
de la asistencia a misa; al final del curso, los que tenían más marcas reci-
bían un premio. Eran otros tiempos —sigue comentando el padre
Villegas— y esto se veía como cosa natural»53.
Y exactamente como los demás alumnos de los colegios salesianos, los
de Sant Viceng practicaban cada año una tanda de Ejercicios
Espirituales, mantenían una sección del pequeño clero—con sotanas ro-
jas y azules— y un grupo de niños cantores—con sotanas blancas, ador-
nadas con una cruz—, celebraban con los ritos de costumbre todas las
fiestas y en especial el mes de mayo con la gran jornada de la Virgen
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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Los alumnos de
las escuelitas
cultivan con éxi-
to el arte del te-
atro (Entre 1957
y 1961).
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LOS JÓVENES SALESIANOS
Auxiliadora, y organizaban, en fin, sus asociaciones o compañías religio-
sas: «La compañía de la Inmaculada —asegura Joan González— funcio-
naba por todo lo alto. Tenía una junta directiva y las reuniones reglamen-
tarias. Con su bandera, tomaba parte en las procesiones»54.
La actividad lúdico-educativa era muy intensa, ya sea por medio del de-
porte —en los patios de la escuela y en el campo de fútbol cedido por la
señora Carmen de Llinás—, ya sea por medio de los paseos y excursio-
nes —el jueves por la tarde, los chicos venían arregladitos de su casa y
salían de paseo con el salesiano responsable—, de la práctica de la gim-
nasia, y, sobre todo, del teatro y la música. Unas veces los escolares to-
maban parte activa en las veladas que organizaba el seminario, pero
otras, ellos mismos asumían todo el protagonismo, representando dra-
mas, comedias y zarzuelas. «También preparábamos los Pastorets. Cada
pieza la repetíamos dos o tres veces porque íbamos al Centre Católic, a
los pueblos de alrededor e, incluso, a los sitios donde se reunían las fami-
lias de los emigrados —nos recuerda Joan González, el principal anima-
dor de esta actividad—; y las mamas nos ayudaban en la confección de
los trajes»55. Don Enrique Ramón, aunque externamente diera una impre-
sión contraria, tenía alma de artista y gran facilidad para redactar diálogos
e historietas, que luego los niños llevaban a la escena.
Los alumnos de las escuelitas se ponen a cantar las caramelles (Hacia 1965).
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LAS«ESCUELITAS»
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Ramón Bosch
Joaquim Polqué
Salesianos, hijos de Sant Viceng
Miquel Sábat
Era tan sana y pletórica la vida de las escuelitas que sus reflejos llegaban
también a los domingos por medio de un esplai (oratorio festivo), que fun-
cionaba también durante el período estival. Entonces muchos alumnos se
convertían en oratorianos. Lo animaban los salesianos encargados de las
escuelas con la ayuda de algunos seminaristas, y, al menos durante unos
años, consiguieron inyectarle una gran vitalidad. «Aquello era muy duro»,
dice sinceramente Villegas56. Y es que llegaban al domingo con el can-
sancio de la semana, y al verano, con el del curso entero. Además ya no
pudieron contar con la colaboración del señor Juncadella —el cual, contra
viento y marea, se dedicaba cada vez más a trabajar directamente entre
las gentes que comenzaban a ocupar los nuevos barrios de inmigración—,
si bien pudieron servirse de la ayuda que les prestaba el Centre Católic,
que con frecuencia les abría las puertas para que los niños pudieran dis-
frutar de un rato de solaz las tardes de los domingos y fiestas.
Dentro de este ambiente del tiempo informal surgió el grupo de las
Caramelles: fue una iniciativa promovida por don Pablo Azcona que fe-
lizmente contribuyó a dar, tanto a las escuelas como al esplai, una cier-
ta nota de catalanidad, porque, por desgracia —si bien comprensible-
mente en aquella época—, el cultivo de la lengua y la cultura catalanas
estuvo siempre demasiado ausente. Animada en un comienzo por el
maestro vicentino Francesc Carbonell, esta actividad de las Caramelles
no cesó hasta el cierre del centro escolar (1968) y luego pasó a los se-
minaristas.
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LOS JÓVENES SALESIANOS
Lo que no se puede decir de otros movimientos que, como se ha expues-
to en el capítulo anterior, habían surgido espontáneamente de las prime-
ras inquietudes: el Círculo Domingo Savio y la Asociación de los Antiguos
Alumnos. Aunque ésta conservó los ideales propios de una obra postes-
colar a lo largo de todo el decenio de los cincuenta.
Más o menos durante estos años y contando con la colaboración de los
normalistas, siguió también funcionando la sección de las clases noctur-
nas. No era más que un grupo reducido de alumnos, pero contribuyó a
hacer más visible ese rostro popular que desde los orígenes habían teni-
do las escuelitas.
En conclusión, cabe afirmar que éstas, con un talante cercano, alegre y
práctico, cumplieron dignamente su papel social, y que para los salesia-
nos fueron un medio excelente para vivir al lado de las gentes de Sant
Viceng. De aquel ambiente educativamente sano nacieron algunas voca-
ciones a la vida salesiana, como las de Ramón Bosch i Costa, Joaquim
Polqué i Nicolau y Miquel Sábat i Font, que hoy siguen trabajando en el
campo del apostolado.
Así y todo, el horizonte en que se movían las escuelitas era muy limitado.
¿No convenía darles otro de mayor amplitud y luminosidad?
LA ACADEMIA SANT VICENQ
Los salesianos, como se ha visto, trabajaban primordialmente en su es-
cuela normal y en su colegio-externado, sin descuidar las actividades
complementarias que engendraba cada una de estas instituciones. Con
ello estaban más que ocupados. Apenas les quedaban tiempo y fuerzas
para atender a otros sectores. De todas maneras, siguieron manteniendo
la tanda anual de Ejercicios Espirituales con destino a los jóvenes y hom-
bres de Acción Católica y las actividades tradicionales de la Asociación
de María Auxiliadora. Asimismo, prolongando el estilo de vida del período
anterior, los sacerdotes continuaban prestando su ayuda a las iglesias de
los pueblos vecinos. Pero, como queda ya insinuado, la abertura más im-
portante del seminario hacia el exterior provenía de las escuelitas. Sobre
todo desde que, a partir del 1959, se constituyó una asociación de padres
de familia que, como se explica enseguida, tuvo mucho que ver con las
mismas.
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LA ACADEMIA SANT VlCENQ
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Enríe Aymerich (historiador)
Francesa Casasampere
(«Quela»)
José Daunis (farmacéutico)
Algunos de los amigos y cooperadores más conocidos
Mientras tanto, los salesianos vieron con dolor cómo cambiaban las cir-
cunstancias en las que antes se había desenvuelto su amistad con la fa-
milia Comamala (pág. 195 y nota 81). Es de rigor que, dejando aparte
otros detalles57, dediquemos a éste alguna atención especial.
Fue a mediados de los años cincuenta cuando, desahuciado y con la fá-
brica cerrada, el matrimonio tuvo que ausentarse de Sant Viceng. Joan y
Conxa se fueron a vivir a Barcelona, calle Rosario, muy cerca de la casa
de los salesianos de Sarria. Pronto murió el marido. La señora tuvo que
pasar al domicilio de los consuegros, en el barrio de Horta. Pero como en-
tonces la cuestión matrimonial de su hijo Raimundo entraba en su fase
más aguda, le fue imposible seguir allí. De pronto se encontró muy sola,
desamparada. Los salesianos, que conocían lo que le estaba sucediendo,
le brindaron una solución: en adelante ocuparía un aposento indepen-
diente, preparado para ella, en la casa que tenían adosada a las Escuelas
Profesionales y en la cual residía la comunidad de las Hijas de María
Auxiliadora encargadas del servicio de la cocina y de la ropería. Ella
aceptó gustosamente. Era el año 1958. Tal fue la oferta que le hicieron,
primero, el padre provincial, don Tomás Baraut, que, como sabemos, la
conocía desde que estuvo en Sant Viceng durante los años de la posgue-
rra (1939-1942), y luego también su sucesor en el cargo, don Isidro
Segarra. Sor Carmen Peris, que ejerció de directora de la citada residen-
cia durante el sexenio 1957-1963, recuerda todavía las recomendaciones
que le hacía éste al anunciar la llegada de la viuda de Comamala:
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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Arriba: la fabrica de tejidos
Comamala, 1913. En medio, una
operaría, 1935 (Fotos Viceng
Siñol Astorch y Francesc Siñol
Bonells). Abajo, el palacete
Comamala, convertido en Casa
de la Cultura.
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LA ACADEMIA SANT VICENQ
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«Vendrá una señora. No le pregunten nada. Acójanla lo mejor posible y,
sobre todo, denle mucho cariño»58. Eso fue todo. No hubo ninguna otra
condición. Desde este momento, doña Concha —unos 58 años— empie-
za una nueva etapa de su vida.
Reuniendo los testimonios que hemos recibido —sobre todo de sor Laura
Sánchez Sánchez, que pasó largos años al lado de la señora— cabe pre-
sentar el cuadro que sigue. Doña Concha vivía prácticamente como un
miembro más de la comunidad —sobre todo desde que a ésta se le fue
permitiendo abrirse más hacia el exterior—, y estuvo rodeada del afecto
de las religiosas y del personal de servicio. Disponía de una habitación
para ella sola —«la salita de doña Concha», con la tele—, que le fue res-
petada siempre59. Y ella compartía con las hermanas la capilla, el come-
dor, la sala de labores, los ratos de recreo y las excursiones. «Mientras
tuvo fuerzas, no faltó a ninguna de éstas», asegura Laura Sánchez60.
Subía con gusto al templo del Tibidabo: allí arreglaba los manteles de los
altares y visitaba a los salesianos. Gozaba de toda libertad para salir y
entrar en casa.
Habitualmente, los sábados se iba a Molins de Rei, a casa de su sobrina
María Rosa Bofill i Comamala. Allí pasaba el domingo muy a gusto, ya
que siempre se entendió bien tanto con ella como con sus padres61. Y los
lunes por la mañana regresaba a Sarria. Cuando tenía necesidad de ir al
médico o hacer algún recado, muchas veces le acompañaba alguna sale-
siana. Según se ve, con éstas vivía como en familia, a pesar de que el
personal iba cambiando inevitablemente. Ella se sintió contenta y agrade-
cida. Y así, durante más de veinte años seguidos.
Cuando, hacia 1980, se sintió ya mayor, comenzó a acudir con más fre-
cuencia a Molins —donde, en la casa de sus padres, se le había prepa-
rado un aposento—. Entonces su estancia en Sarria se volvió más inter-
mitente. Pero fue una opción suya personal. Siempre que, por el motivo
que fuese, pasaba por Sarria, era bien acogida y atendida por las her-
manas.
Éste fue el proyecto que idearon y llevaron a cabo los salesianos para co-
rresponder de alguna manera a la que les había apreciado y ayudado ya
desde antes de la guerra del 1936. Sin duda hay que considerarlo como
válido. Aunque es cierto que no todos los salesianos que conocían a doña
Concha pudieron acompañarla más de cerca. Esta ausencia se hizo más
sensible en los últimos años y durante la enfermedad que le llevó a la
muerte, porque la vida se impone y nos empuja irresistiblemente de una
parte a otra62. Pero también es cierto que a la señora no le faltaron las vi-
sitas y las cartas de adhesión de muchos salesianos y misioneros, que le
llenaban de alegría63. Y está por encima de toda ponderación cuanto el
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LOS JÓVENES SALESIANOS
padre salesíano Manuel Díaz llevó a cabo en favor de su amigo
Raimundo Comamala i Bofill, al que había conocido en Sant Viceng des-
de que, siendo un niño, frecuentaba la casa salesiana. Cuando
Raimundo, sumido en sus dificultades conyugales, perdió también el em-
pleo, tuvo siempre la ayuda eficaz de don Manuel. Lo que la madre le
agradeció muy de corazón.
Doña Concha falleció en el Hospital General de Cataluña el 15 de junio
del 1992, a los 92 años. Allí mismo, al día siguiente, se celebró una misa
exequial con la asistencia de varios salesianos y salesianas.
Como se ha visto, su vida estuvo marcada en gran parte por la desgracia
y el sufrimiento. Primero fue el fracaso económico de la empresa familiar,
luego el fallecimiento del esposo, después la crisis matrimonial del hijo y,
en fin, la enfermedad y la muerte prematura de éste. «Pero tales adversi-
dades supo llevarlas con mucha fortaleza, con una fe fuerte» —nos ase-
gura sor Laura que, como superiora durante largo tiempo en la residencia
de las salesianas de Sarria, recibió muchas confidencias suyas—. Y aña-
de que era en la oración donde encontraba la energía interior que necesi-
taba64. Nadie duda, en efecto, de que la viuda de Comamala fuera una
persona de una particular sensibilidad religiosa. En la última etapa de su
vida, que aquí hemos considerado, siempre recordó con gran afecto y
nostalgia a su marido y sufrió y luchó día a día al lado de su hijo65.
Según ha quedado apuntado más arriba, la verdadera abertura de la casa
salesiana hacia el exterior radicó directa o indirectamente en la vida de
las escuelitas. Veamos cómo.
Don Esteban Casáis se encontraba en Sant Viceng desde el año 1952, es
decir, desde que la escuela normal había sido trasladada de Gerona a es-
te lugar. Era profesor de matemáticas, física y química. Pero, lo mismo
que otros profesores-sacerdotes, ejercía también algún apostolado fuera
de la casa salesiana. Sobre todo, desde que, a petición del señor rector,
mossén Jaume Casas, el padre provincial le había confiado una dedica-
ción más plena en el ámbito de la parroquia. Entonces comenzó a actuar
como vicario parroquial y vice-consiliario del Centre Católic. Se cuidaba
principalmente de la sección juvenil, pero los adultos no dejaban de otor-
garle su confianza. «Un día —explica con toda sencillez—, no sé por qué,
me vinieron unos señores diciéndome que no les gustaban ciertas cosas
referentes a la educación de los niños en el pueblo y que convenía formar
una asociación con todos aquellos padres interesados en la marcha de
las escuelas»66. Más que una agrupación en cada uno de los centros do-
centes —escuelitas de los salesianos, colegio de la Inmaculada de las
Hermanas y escuelas municipales—, interesaba constituir una única aso-
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LA ACADEMIA SANT VICENQ
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Pare Estove Casáis.
En Viceng Peixó.
En Francesa
Chavarría.
En Viceng Marco.
En Josep Sagristá.
ciación, la cual influyera positivamente en el funcionamiento de los tres.
Según esto, la iniciativa no partió del consiliario, sino de la misma base,
de las personas que frecuentaban el Centre Católic o se movían de algu-
na manera en el ámbito parroquial. Pero don Esteban reaccionó sin pérdi-
da de tiempo: no podía permitir que aquellas fuerzas, tan nobles y gene-
rosas, se perdieran por el camino.
Así es que, con fecha 8 de diciembre de 1958, puso en marcha una circu-
lar que contenía estos cuatro puntos. 1. La futura asociación tendría como
objetivo «preocuparse de todo lo que en nuestra villa favorece o dificulta
la sana formación de los hijos; para apoyar e impulsar lo primero, y para
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LOS JÓVENES SALESIANOS
mirar de remediar lo segundo». 2. Podían pertenecer a dicha asociación
«todos los padres de Sant Viceng» que tuvieran «hijos o hijas que fre-
cuenten alguna escuela». 3. La organización y la dirección estarían en
manos de los mismos cabezas de familia. 4. La sede social radicaría en el
colegio de niños de los salesianos67. En consecuencia, en la asamblea
que tuvo lugar en el salón de actos del seminario salesiano, el domingo
19 de abril (1959), quedó constituida la Asociación Católica de Padres de
Familia de Sant Viceng deis Horts, integrada dentro de la federación dio-
cesana correspondiente. Dicha asamblea la presidía el obispo auxiliar de
Barcelona, monseñor Narcís Jubany, el cual vino a decir a los presentes:
«Las asociaciones como la vuestra han de crear escuelas cristianas»68.
Estas palabras se convirtieron como en la razón de ser de la nueva enti-
dad que, bajo la presidencia de Vicen? Peixó, comenzó una singladura
que aún perdura felizmente. Don Esteban Casáis quedó como consiliario.
«Aquello fue un acierto, una bendición de Dios —dice contando ya con
una perspectiva histórica de más de 35 años—. Porque la asociación fue
bien acogida no sólo en el Centre Católic, sino también en la Sociedad
Recreativa La Vicentina y en el Ateneu Familiar»69.
Inmediatamente llegaron las realizaciones, que, si no fueron espectacula-
res, fueron suficientemente significativas e, incluso, para aquel pueblo de
los primeros años sesenta, novedosas. Así, se organizaron conferencias
sobre temas de educación y de familia, colonias veraniegas —la primera,
en la Nou (Berguedá), agosto de 1959—, actividades de carácter cultural
y recreativo, y, sobre todo, unos cursos de bachillerato. Este punto consti-
tuyó una preocupación seria para la asociación de padres, que, allí por
los años 1960 y 1961, sentían ya la necesidad de iniciar a sus hijos en la
segunda enseñanza. Pero este nivel nunca se había dado en la villa...
¿Era posible establecerlo? Porque, de lo contrario, tendrían que enviar a
los chicos fuera del pueblo. Pero tampoco eran todos tan pudientes como
para pagar los gastos de un internado o de unos desplazamientos conti-
nuos. No había, pues, otro camino que el de crear un centro de segunda
enseñanza en la misma localidad. ¿Pero cómo, si las instancias públicas
se mostraban impotentes? Por fin se consiguió contar con la colaboración
de los salesianos: a partir del curso 1961-1962, las escuelitas impartirían
asignaturas correspondientes al ingreso y a los primeros cursos de bachi-
llerato. Al menos por el momento, era una salida.
Y, con esto, el padre Casáis terminaba su estancia en Sant Vicen?. Había
trabajado en el seminario por espacio de diez años (1952-1962); y como
consiliario de la asociación de padres, durante un trienio (1959-1962). En
este último aspecto su labor había sido sin duda muy positiva. Pensemos
que los responsables de los primeros tiempos, a pesar de toda su buena
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•••••• <mm* mmm ímimtm mm -• h^MBi
Arriba, alumnos de las escuelitas, en julio de 1964 (Archivo Josep
Julia). Abajo, el actual Col-legi Sant Viceng (Archivo del colegio).
voluntad, no tenían la preparación requerida: el primer presidente, Viceng
Peixó, era un carpintero; el segundo, Viceng Marco, un cestero (cisteller).
Y otro tanto hay que decir de sus colaboradores más inmediatos, como
Francesc Chavarría tendero—, y Josep Sagristá —carpintero—. Por
eso, el asesoramiento del consiliario se hizo imprescindible. «Incluso, nos
atreveríamos a afirmar —escribe Quim Pastor— que si la asociación de
padres acertó a dar sus primeros pasos fue gracias al impulso de los sa-
lesianos, representados en la persona del padre Esteban Casáis»70.
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LOS JÓVENES SALESIANOS
Y algo semejante se ha de retener de su sucesor, Pere Castellví i
Masjuan, porque el papel que jugó en el conjunto de las actividades de la
asociación durante el bienio 1962-1964 resultó sencillamente determinan-
te. Era un joven sacerdote que profesaba las asignaturas de psicología y
pedagogía en la escuela normal y que acababa de obtener el correspon-
diente grado de doctor.
En primer lugar, partiendo de algunas actividades excursionistas que,
desde el curso 1960-1961, había promovido la junta de padres, lanzó la
idea de fundar un Agrupament Escolta (Boys Scouts). «Desde feia anys
explica—, tenia la il-lusió de treballar per l'escoltisme i em va semblar
que fóra bo proposar-ho a l'assodació de pares. Ho van acollir be. Un
germá meu que s'hi dedicava feia anys va venir a fer-nos una explica-
do»7^. La iniciativa tuvo éxito. La nueva agrupación llevó el nombre de
Mossén J.Duran, en memoria del párroco martirizado, como sabemos, en
julio de 1936. El objetivo no era otro que crear un instrumento de educa-
ción con los métodos propios del escultismo de signo católico. El primer
campamento de iniciación se organizó en el lugar ya mencionado de la
Nou (Berguedá) y las tres tiendas de campaña necesarias fueron costea-
das —lo recuerda perfectamente Pere Castellví— una, por el
Ayuntamiento; otra, por la asociación de padres y la tercera, por el señor
Joan Molins Ribot —el propietario de la conocida fábrica de cementos—.
Era el verano del 1963. A Castellví le sucedió como consiliario el salesia-
no Enric Ramón (1964-1965). Tan positiva y popular resultó aquella expe-
riencia de los scouts que, a pesar de todos los cambios que ha impuesto
inevitablemente el paso del tiempo, aún perdura entre nosotros con el
nombre de Agrupament Escolta Roe d'Oró, denominación que tomó con
motivo de la fusión de las dos ramas escultistas —la masculina y la feme-
nina— y en recuerdo de los buenos ratos pasados en ese paraje, a la ve-
ra del santuario de Nuestra Señora de Corbera, en el Berguedá72.
En segundo lugar, Pere Castellví se encontró con el problema escolar
que, un par de años antes, sólo había quedado resuelto temporalmente.
Porque, en enero de 1963, el director de las escuelitas, don Francisco
Sanz, hacía saber a los padres de familia que los salesianos no podían
tomar la responsabilidad de aumentar los cursos de bachillerato —intro-
duciendo el tercero y el cuarto— y que, por lo tanto, les era imposible ga-
rantizar la continuidad de la segunda enseñanza. Les faltaba, entre otras
cosas, la estructura necesaria. En consecuencia, la junta hubo de reac-
cionar, porque no podía consentir que los chicos tuvieran que ausentarse
sistemáticamente de su pueblo. Comenzó, pues, llamando a la puerta de
varios colegios salesianos, para ver si se avenían a asegurar un puesto a
los alumnos que ya no podían seguir en las escuelitas o bien ofrecían al-
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LA ACADEMIA SANT VICENQ
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Pere Castellví, iniciador del Agrupament
Escolta Mossén Josep Duran. A los 30
años (1966), visitan el lugar donde el pá-
rroco fue asesinado (1936) (Archivo
Josep Julia).
guna otra fórmula aceptable. Pero estas gestiones resultaron infructuo-
sas.
Fue entonces cuando el consiliario creyó que debía salir en ayuda de la
junta y tratar de buscar alguna otra solución. Habló con el padre salesiano
Antonio Martínez Azcona, el cual le sugirió la idea de acudir al señor
Guillermo Navarro Claur, que regentaba una academia de bachillerato en
Barcelona, era un buen pedagogo y contaba con un equipo solvente de
profesores. Tal vez podría ayudar a establecer en Sant Viceng una espe-
cie de sucursal de su academia... Castellví se animó a seguir la indicación
que se le daba, recordando que Guillermo Navarro había sido condiscípu-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LOS JÓVENES SALESIANOS
lo suyo en el colegio salesiano de Mataró. Gracias a estas intervenciones,
la junta que presidía el señor Marco entró en conversaciones con el profe-
sor Navarro, el cual proponía su proyecto a los interesados en abril de
1964. Esta vez sonrió la fortuna. Durante los meses veraniegos se organi-
zó un cursillo en un lugar cedido por el Ayuntamiento —ca l'Espita (calle
Liberación n. 57, hoy Rafael Casanova n. 99)—. La mayoría de los 80
alumnos procedía de las escuelitas salesianas. Como aquello gustó, el
nuevo curso 1964-1965 se pudo inaugurar en ca N'Aragall (hoy calle
Barcelona, números 16-18), convertida en sede de la Academia Sant
Viceng.
De la manera que hemos expuesto, la asociación de padres había conse-
guido uno de sus objetivos fundamentales: un centro de segunda ense-
ñanza, en Sant Viceng y con una orientación cristiana. Hacía un par de
meses que el padre Castellví había tenido que abandonar la villa para
marcharse a Sentmenat (Valles Occidental)73.
¿UNA TIERRA INHÓSPITA?
Mientras ocurrían estas cosas al interno de la institución, en el ámbito ex-
terior se iniciaba un cambio lleno de graves consecuencias. Lo veremos
bien en un nuevo capítulo. Ahora basta levantar acta de lo que sigue. A la
altura del año 1962 los salesianos se habían dado cuenta de estos he-
chos: primero, la casa que daba cobijo a la comunidad y a la escuela nor-
mal envejecía y ya no resultaba suficientemente digna; segundo, el pue-
blo de Sant Viceng dejaba de ser el rincón resguardado y apacible de
antaño, porque comenzaba a ser una ciudad, que estaba envolviendo pe-
ligrosamente en sus mallas al seminario—; tercero, debido al proceso de
la industrialización y más concretamente a los residuos que emanaba la
fábrica de Cementos Molins, allí el aire se hacía irrespirable; cuarto, el pa-
so cercano de los trenes y la intensificación constante del tráfico aumen-
taban, además del ruido, las posibilidades de relación con el ámbito exte-
rior. Pero, por lo que conocemos ya de la mentalidad imperante en torno a
la organización de las casas de formación, esto último debía evitarse a to-
da costa. Sant Viceng se estaba abriendo a nuevas gentes y a una vida
moderna más trepidante y materialista. Por esto mismo, se hacía una tie-
rra inhóspita para los seminaristas. En consecuencia, los responsables
habían tomado la decisión: «Ci vuole un luogo piü tranquillo e lontano dal
mondo» («Hace falta un sitio más tranquilo y alejado del mundo»)74.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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¿UNA TIERRA INHÓSPITA?
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El nuevo seminario salesiano de Sentmenat (Barcelona), 1964.
En rigor, los superiores ya habían percibido casi desde el comienzo
(1953) la conveniencia de trasladar el seminario a otra parte, dándole una
sede más acorde a su categoría de Escuela Normal de la Iglesia, tal co-
mo lo hacían otras congregaciones religiosas. Esto explica la prisa con
que actuó el nuevo padre provincial, don Isidro Segarra: «Yo comencé a
buscar los terrenos ya desde mi primer año de gestión, es decir, desde el
curso 1958-1959»75. El paso del tiempo no hizo sino reforzar las razones
que ya había para el traslado y agregar además otras nuevas.
Así, pues, en 1960 se adquirió un extenso terreno en los alrededores del
pueblo de Sentmenat (Valles Occidental) y al año siguiente se comenzó a
construir un hermoso edificio de nueva planta. A finales de julio de 1964,
los profesores y los jóvenes salesianos de Sant Viceng se trasladaron
allá, aunque la casa no estaba del todo terminada. Como había querido el
padre provincial, encontraron «un lugar y un edificio más digno» que en
Sant Viceng76, con una atmósfera trasparente, unos horizontes amplios y
mucha paz para poderse dedicar al estudio y a la vida retirada. Hablando
en general, hay que decir que salieron ganando con el cambio. Pero sin
duda salieron perdiendo al alejarse de la ciudad de Barcelona y quedarse
bastante distanciados de los puestos de apostolado. Y es que, a la ver-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LOS JÓVENES SALESIANOS
dad, aquella operación había obedecido también al principio ascético-
educativo tradicional de la fuga mundi (huida del mundo)77.
Pero, curiosamente, el nido del Llobregat no quedó vacío porque lo ocu-
paron enseguida los seminaristas de primer curso de latín, que hasta en-
tonces habían residido en Huesca. De esta forma, el seminario mayor
quedó sustituido por el menor. Naturalmente, las condiciones de habitabi-
lidad y de salubridad no habían cambiado en nada. Entonces, ¿cómo se
explica este trasplante? Conviene ponderar los diversos elementos que
entraban en juego.
Por una parte, cuando en 1958 se dividió la antigua Inspectoría Tarraco-
nense en las de Barcelona y Valencia, la provincia de Navarra había que-
dado en la demarcación de ésta última78. Ahora bien, Pamplona y los
pueblos de Navarra habían constituido la cantera vocacional de la que en
buena parte se había ido surtiendo el pequeño seminario salesiano de
Huesca (calle Heredia, n. 12), fundado en 1939 gracias a la generosidad
de las hermanas doña Petra y doña Julia Redondo. Desde entonces, ha-
bía jugado un gran papel acogiendo y formando año tras año las vocacio-
nes que procedían del norte de España y que, a su tiempo, irían a traba-
jar en las obras salesianas de Cataluña y de Levante. Los niños sólo
estaban un año, haciendo un primer curso, y luego pasaban, como sabe-
mos, a otros seminarios (Sant Viceng deis Horts, Gerona). Pero, por lo di-
cho, su razón de ser había quedado seriamente comprometida porque, a
pesar del buen espíritu que allí reinaba, una vez cerrada la fuente voca-
cional de Navarra, el alumnado comenzó a disminuir progresivamente.
Hacia 1963 y 1964, ya se veía que el pequeño seminario carecía de senti-
do y de futuro allí donde estaba. A los 25 años había cumplido su misión
y en lo factible debía ser transferido a un nuevo emplazamiento79.
Por otra parte, la casa de Sant Viceng quedaba libre y, aunque tarada con
los inconvenientes que conocemos, parecía todavía apta para acoger a
los seminaristas que debían pasar allí un solo año o, al máximo, dos.
Además su presencia venía a ser una solución para no cortar de golpe la
vida salesiana en una población que tan bien la había acogido desde anti-
guo. «Incluso —recuerda el padre Segarra— se barruntaba que tal vez
podría levantarse allí no un gran colegio de segunda enseñanza, ni una
escuela profesional en toda regla, pero sí un bachillerato elemental para
los niños de las familias emigradas, cuyas casitas comenzaban a asomar-
se por el lado de la montaña»80. Sin embargo, la opinión que se había for-
mado el visitador extraordinario, don Juan Antal, en el otoño del 1963 re-
sultaba claramente deprimente: «La casa está situada en un posto brutto
lugar feo—. Convendrá venderla tan pronto como se presente una oca-
sión propicia»81.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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¿UNA TIERRA INHÓSPITA?
243
El seminario salesiano de Huesca. Patio interior.
Estando así las cosas, en la segunda quincena de agosto del año siguien-
te, el grupo de seminaristas de Huesca —unos 20— se trasladaron a
Sant Viceng82. Tenían a la cabeza dos sacerdotes palentinos —don
Teófilo Rebollo Rodríguez, que ejercía de director, y don Prudencio
Maquiera Gast, que actuaba como jefe de estudios y administrador—. Ya
desde entonces, el nuevo superior provincial, don Francisco Olivan
Gracia, natural de Huesca, se preguntaba qué iba a hacer de aquella ca-
sa donde él había pasado el año de noviciado y ejercido como profesor, y
a la cual se sentía afectivamente unido.
NOTAS
El padre provincial, don Florencio Sánchez, tan pronto como tuvo colocados
los novicios en la finca Martí-Codolar, de Barcelona-Horta, y empujado siem-
pre por la crecida de las vocaciones, pensó en establecer el seminario teoló-
gico de la Inspectoría Tarraconense en una antigua casa señorial que había
encontrado en la mencionada localidad de l'Arbo? del Penedés (provincia de
Tarragona) por un precio muy asequible.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LOS JÓVENES SALESIANOS
Pero después comenzó a dudar. ¿No sería mejor —como le aconsejaban al-
gunos— colocar los estudiantes de teología en Barcelona-Horta y llevar a los
novicios a tierras de Tarragona? Al fin, acabó por prevalecer esta solución. En
consecuencia, la tarde del 24 de septiembre de 1950 —fiesta de Nuestra
Señora de la Merced— los novicios se fueron a l'Arbog.
2 Se puede recordar aquí cuanto se ha dicho en las págs. 48 y ss. Cf
Constituciones de la Sociedad de San Francisco de Sales, 123, art. 170.
Citamos una vez más las Constituciones de este año porque estuvieron en vi-
gor mucho tiempo, al menos hasta mediados de los años sesenta. Cf F.DES-
RAMAUT, Le Costituzioni salesiane dal 1888 al 1966, en AA.VV., Fedeltá e
rinnovamento. LAS, Roma 1974, 96.
3 Estudiantados filosóficos y teológicos: Artículos generales, 307-321;
Estudiantados filosóficos, 322-325; Estudiantados teológicos, 326-330. Tal
era la antigua terminología que solían usar los salesianos. En las páginas que
siguen, tanto los artículos generales como el reglamento referente a los lla-
mados «estudiantados filosóficos» o simplemente «filosofados» serán citados
por Reglamento.
4 Uno llevaba por título Formazione del Persónate Salesiano. Studentati filosofi-
ci e teologici (En Atti del Capitulo Superiore della Societá Salesiana (=ACS),
n. 131 (Settembre-Ottobre 1945) 1-80) y el otro —publicado por el consejero
escolástico general, Renato Ziggiotti, pero bajo la autoridad del padre
Ricaldone— se titulaba Formazione del persónate salesiano. Programmi e
norme (En ACS, n. 138 bis (Novembre-Dicembre 1946) 1-87).
5 Con fecha 31-V-1956, el papa Pío XII promulgó la constitución apostólica
Sedes Sapientiae (en Acta Apostolicae Sedis, XXIII (1956) 354-365) que, con
sus Estatutos Generales anejos —emanados por la Congregación de los
Religiosos—, debe ser considerado como un documento importante en la
orientación y estructuración de los estudios en las casas religiosas de los
años anteriores al Concilio Vaticano II (1962-1965).
Con el propósito de llevarlo a la práctica, los salesianos tomaron algunos
acuerdos en el XVIII Capítulo General (verano de 1958) (Cf ACS, n. 203
(Luglio-Ottobre 1958) 34 (754) - 38 (758), y, al año siguiente, publicaron una
Generalis Ratio Studiorum Societatis Salesianae (Augustae Taurinorum
1959), la cual incidió sin duda en la vida escolar de los seminarios de la
Congregación. Pero, de todas maneras, como también se inspiraba amplia-
mente en los escritos salesianos que se han mencionado, no llegó a repre-
sentar una verdadera novedad, ni bajo el aspecto formativo en general ni bajo
el de la preparación propiamente académica.
6 Reglamento 1924, 310.
7 Cf. Reglamento 1954, 314.
8 Cf Ibid., 324.
9 Cf to/d.,315.
10 Cf. Ibid, 323.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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NOTAS
245
11 Cf/b/d.,312.
12 Ibid., 318, artículo que se inspiraba en el canon 1369 del Código de Derecho
Canónico.
13 Cf/b/d.,312.
14 Cf. P.RICALDONE, Formazione del persónate salesiano. Studentati filosofici e
teologici, n. 7.
15 Ct Reglamento 1954, 321.
16 Cf Constituciones 1923,166.
17 Cf Ibid., 169. Formazione del persónate salesiano. Programmi e norme, art. 4.
18 Cf Ibid., art. 6.
19 Reglamento 1954, 316.
20 /b/d.,319.
21 Cf Reglamento, 310.
22 /b/d.,311.
23 /b/d.,313.
24 /Acias de/ consejo, 5-V-1961.
25 /b/d.,30-X-1953.
26 Títulos ordenados según los compositores mencionados: Misa solemne
Auxilium Christianorum y Misa festiva, Missa «Fiat cor meum, Domine, imma-
culatum», Missa in honorem Immaculatae Conceptionis B.M.V., Misa decima
solenne in onore di S.Giovanni Battista y Missa in honorem Sancti Pauli,
Missa pontif¡calis y Missa «Hoc est Corpus meum», Missa choralis, Segunda
misa del Santísimo Sacramento, Misa en honor de San Agustín, Virgo potens.
27 Se interpretaban con frecuencia las misas De Angelis, Cum jubilo, Fons boni-
tatis, Lux et origo.
28 Testimonio de V.J.Macuá, Barcelona 22-VIII-1995. Fue alumno durante el trie-
nio 1957-1960.
29 Juan Antal, visita extraordinaria 2-IV-1953: ASC, F 015 Spagna-Barcellona. A
pesar de ello, los encargados del oratorio festivo (esplai) podían hacerse car-
go de los muchachos.
30 Ver, por ejemplo, las visitas canónicas de don Juan Antal, 2-IV-1953, 16-XI-
1963 (ASC, F 015 Spagna-Barcellona) y del provincial don Tomás Baraut, 24-
11-1955, 11-IX-1957. También las relaciones anuales del provincial don Isidro
Segarra, 22-VII-1959, 30-VI-1960, 15-VII-1962 (ASC, F 014 Spagna-
Barcellona).
31 El seminario de Sentmenat hubo de ser trasladado a Barcelona —Centro de
formación y de estudios Martí-Codolar— en el año 1974.
32 Testimonio, Barcelona 12-VI-1995.
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LOS JÓVENES SALESIANOS
33 Testimonio, Barcelona 12-VI-1995. Don Manuel Navarro llevó en Madrid las
gestiones al caso.
34 Cf Reglamento, 323.
35 Éste y otros documentos referentes a la fundación se encuentran en el
Archivo Inspectorial de Barcelona (=AIB), Escuela Magisterio San Juan
Sosco. Documentos. Tiene también carácter documental el Álbum fotográfico,
que se encuentra en la casa salesiana de Terrassa, donde radicó por algún
tiempo el noviciado.
36 Actas del claustro, 24-111-1952.
37 Ver el cuaderno que lleva por título Observaciones del Inspector de las
Escuelas del Magisterio de la Iglesia, en AIB, Escuela del Magisterio San
Juan Sosco. Documentos. Incluso por su talante personal, el padre Fierro se
limitaba a dar ánimos, a proponer el modelo de otras instituciones que él co-
nocía y a ponderar el valor del sistema educativo salesiano. Siempre dio bue-
nos informes ante las instancias oficiales.
38 Ver los títulos de las obras de estos autores y de otros en la Patio studiorum
del centro académico.
39 Situado entonces en la Rambla de Cataluña 123. En el tribunal correspon-
diente, uno de los dos vocales era de la Escuela del Magisterio San Juan
Bosco, presentado al efecto por el obispo de Barcelona.
40 Actas del claustro, 12-VIII-1953.
41 Francisco Balauder, Barcelona 17-1-1996.
42 Relazione (hecha personalmente en fecha 16-11-1954): ASC, F 014 Spagna-
Barcellona.
43 Acta de los acuerdos tomados por el capítulo y profesorado del estudiantado
reunido por el señor Inspector para modificar el actual plan de estudios, 25-II-
1956: /A/8, Escuela Magisterio. Documentos.
44 Genérate Patio, art. 98. Ver todo el capítulo II, arts. 87-98.
45 Relación anual, con fecha 30-VI-1960: ASC, F 014 Spagna- Barcellona.
46 Testimonio, Barcelona 23-1-1996.
47 Actas del claustro, 23-VI-1962.
48 Por eso, desde el curso 1960-1961 se evitó el subtítulo «Magisterio accomo-
data» que antes acompañaba al título Ratio studiorum philosophiae ac huma-
nitatis.
49 De hecho, cuando el seminario ya estaba funcionando en Sentmenat (Valles
Occidental), los alumnos volvieron a presentarse al examen de reválida y se
organizaron cursillos de campamentos en la Pobleta de Bellveí (Pallars Jussá
1969, 1970) y en Sant Quirze de Safaja (Valles Oriental 1972) a fin de de
ofrecer una oportunidad a los jóvenes salesianos que necesitaban cumplir es-
te requisito y obtener así el título oficial de maestro.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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NOTAS
247
50 Visita canónica 2-IV-1953: >4SC, F015 Spagna-Barcellona.
51 Cuando se cerraron en 1968, la documentación que pudiera haber se perdió.
Por lo cual hoy sólo queda el recurso de acudir al testimonio de los antiguos
profesores y antiguos alumnos. De todas maneras, ver la crónica y las acias
del consejo del seminario. Diversos papeles en AIB, Escuela Magisterio San
Juan Sosco. Documentos.
52 Actas del consejo, 7-1-1953.
53 Testimonio, Barcelona 5-V-1995.
54 Testimonio, Barcelona 15-VI-1995.
55 Ibid.
56 Testimonio, Barcelona 25-V-1995.
57 Basta citar aquí a los médicos que prestaron sus servicios con gran espíritu
de generosidad, como los doctores Antonio Martí Baltá, Rafael Lagunilla de
Plandolit y José Alonso.
58 Testimonio, Sueca 17-11-1996.
59 «Yo sólo le digo-nos ha testimoniado sor Pilar Polo Miravé- que, siendo yo su-
periora provincial, las hermanas me decían: 'Este aposento no lo tocamos,
porque es de la señora Concha. Ahí tiene todos sus muebles'. Era muy aco-
gedor. Yo misma iba a dormir a otro más pequeño. Y es que el de doña
Concha no lo tocaba nadie, aunque ella estuviera ausente». Testimonio,
Barcelona 13-111-1996.
60 Testimonio, Barcelona 17-11-1996.
61 El hermano de doña Concha, Jaime, estaba casado con Carmen Comamala i
Juvinyá, hermana del que había sido su esposo Juan.
62 Con el paso de los años, habían ido desapareciendo los salesianos que ma-
yor trato habían tenido con ella, como Juan Alberto, Tomás Baraut, Antonio
Mateo, Juan Piles, Félix Solanes.
63 En mayo de 1992, pocas semanas antes de morir, tuvo la satisfacción de reci-
bir la visita de don Salvador De Bonis, antiguo superior del seminario de Sant
Viceng, que desde Roma había acudido a Gerona con motivo de la celebra-
ción del centenario de la casa salesiana.
64 Testimonio, Barcelona 17-11-1996.
65 Roser Calpe Andreo, archivera municipal de Sant Viceng, trae algunas notas
biográficas de doña Concha en el libro ya citado por nosotros V. PÉREZ I
FORMAS, Domingo Comamala Sala (1909-1935). Ajuntament de Sant Viceng
deis Horts 1996, 7-10. Ver también la sección titulada Una industria amb fona-
ments de fang, en A.CARALT, Escaquer vicentí. Personatges populars. Sant
Viceng deis Horts 1995, 18-20.
66 Testimonio, Barcelona 12-IV-1995.
67 Éste y otros documentos referentes a los primeros tiempos se hallan en el fo-
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LOS JÓVENES SALESIANOS
lleto de J.PASTOR FONT, Crónica d'una escola. 20é aniversarí del Col-legi-
Académia Sant Viceng [Sant Viceng deis Horts 1984]. Son 83 páginas bella-
mente escritas.
68 Ibid., 11.
69 Testimonio, Barcelona 12-VI-1995.
70 Crónica d'una escola, 21.
71 Ver la publicación (poligrafiada) titulada XX Aniversari. Escoltisme. Sant
Viceng deis Horts, preparada por la unidad pioners/caravel-les curs 1980-
1981 A.E.Roc d'Oró, 17. Aquí mismo diversas noticias sobre los orígenes de
la agrupación.
72 En él figuran, entre otros, los hijos de aquellos pioneros como Francesc
Boloix, Rafael Boloix, Miquel Casasampere, Enric Chavarría, Joan Esteve,
Viceng Ferrés, Jordi Mitjans, Xavier Mitjans, Joan Ojeda, Josep Ojeda, Josep
Reverter y María Assumpció Tres, Joan Torres, Pere Torres, Lluís Tres y Trini
Bosch, Crispí Tuset y Montserrat Munné, Xavier Vinyals y Eulalia Munné.
Sede actual de Minyons Escolta i Guia Sant Jordi: Francesc Moragas, 14.
73 La historia ulterior, hasta el 1984, queda bien reseñada en el citado folleto de
Joaquim Pastor Font. El edificio actual, concebido con un claro sentido peda-
gógico, es del año 1992 (calle Antoni Gaudí, 8). En el acto de la inauguración
(mes de septiembre), el consejero de Ensenyament, honorable Josep
Laporte, estuvo del todo acertado cuando dijo que generalmente, en otras
partes, las asociaciones de padres de los alumnos debían ser impulsadas por
las instancias oficiales, «mientras que aquí —vino a remarcar— sois los pa-
dres los que os adelantáis a las autoridades».
Hoy el Col-legi Sant Viceng es un prestigioso centro de Educación Infantil (2Q
ciclo), Educación Primaria y EGB, con estas tres contraseñas que lo han ca-
racterizado: calidad en la enseñanza, inserción en el país y orientación cristia-
na en la educación. Desde su nacimiento, la entidad ha estado y sigue estan-
do en manos de la asociación de padres y conserva su talante popular y
abierto de siempre.
Como se señala en otro capítulo, la reciente Reforma Escolar ha creado una
feliz coyuntura para que la Escuela Profesional Salesiana y el Col-legi Sant
Viceng se encuentren de nuevo estrechamente unidos en el cumplimiento de
una misma misión educativa (pág. 358).
74 Véase la relación del padre provincial, don Isidro Segarra, fechada en
Barcelona el 3-11-1962 y destinada a Turín: ASC, F 014 Spagna-Barcellona.
75 Testimonio, Barcelona 29-11-1996.
76 Relación anual enviada a los superiores de Turín en fecha 17-VII-1962: ASC,
F014 Spagna-Barcellona.
77 En 1972, la Escuela Normal «San Juan Bosco», cuya génesis y desarrollo he-
mos intentado estudiar en las páginas que anteceden, se fusionó con la
Escuela del Magisterio de la Iglesia de Barcelona y con la de los Hermanos
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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NOTAS
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de La Salle (Cambrils de Mar, Baix Camp) para iniciar lo que después sería
L'Escola Universitaria de Mestres Blanquerna, una de las instituciones bási-
cas de la primera universidad privada de toda España: la Universitat Ramón
Llull.
78 Más tarde, en 1961, pasaría a formar parte de la Inspectoría de Bilbao.
79 En 1965 la propiedad fue vendida a las Hijas de María Auxiliadora de la
Inspectoría Nuestra Señora del Pilar, con sede en Barcelona-Sarriá.
80 Testimonio, Barcelona 29-11-1996.
81 Visita dell'lspettoria di Barcellona fatta da D. Giovanni Antal (16-XI-1963):
ASC, F015 Spagna-Barcellona.
82 Uno de ellos era Tirso Pinos Sevillano, fallecido recientemente en Barcelona
siendo sacerdote salesiano (1995).
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8. UN GIRO INESPERADO
Cuando, en agosto de 1964, llegaron a establecerse en Sant Viceng los
salesianos que hasta entonces habían trabajado en Huesca no podían
prever lo que les esperaba. A la vuelta de muy pocos años, se vieron in-
mersos en la crisis que siguió al Concilio Vaticano II (1962-1965) y en una
profunda transformación del entorno social que les rodeaba (1960-1975).
La Iglesia y la Congregación Salesiana ya no iban a ser exactamente co-
mo antes, y el pueblo de Sant Viceng dejaba de ser lo que siempre había
sido en su estructura y estilos de vida. De aquí las dos primeras seccio-
nes que insertamos en el presente capítulo: una se refiere preferentemen-
te a la vida interna de la institución que estudiamos; la otra, a la externa.
Ambas vertientes se relacionan y complementan íntimamente en el que-
hacer de una misma existencia.
Desde el primer punto de vista —vida interna—, la nueva coyuntura cons-
tituyó un reto sin precedentes, que hizo dudar a los salesianos sobre la
posibilidad de prolongar su permanencia y actividades. Esto ocurrió en un
lapso de tiempo brevísimo. Nosotros consideramos aquí los ocho años
que van de 1964 a 1972, si bien el verdadero punto de inflexión se centró
en el último trienio. Desde el punto de vista contextual —vida externa— la
transformación demográfica y social del pueblo de Sant Viceng se operó
también relativamente en muy poco tiempo (1960-1975), con todas sus
secuelas de desajustes y tensiones. Conocer cómo los salesianos afron-
taron la nueva coyuntura y cómo optaron por dar a sus obras un giro que
nunca habían soñado constituye el contenido general de este capítulo, y
muy concretamente de las secciones tercera y cuarta.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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252
UN GIRO INESPERADO
EL SEMINARIO MENOR
De nuevo, vuelta al seminario menor, como en los años inmediatamente
anteriores y posteriores a la guerra del 1936. Según queda insinuado más
arriba, el primer quinquenio fue más o menos tranquilo (1964-1969); el
trienio siguiente, en cambio, intensamente movido (1969-1972). Si la pri-
mera fase representa la posesión de una herencia que se ha recibido, la
segunda encarna un tiempo de novedad, de búsqueda e, inevitablemente,
de esfuerzo y sufrimiento.
Una vieja tentación
El edificio que habían abandonado los estudiantes de filosofía no valía la
pena de remozarlo, porque se pensaba o se presentía que la vida del pe-
queño seminario no sería duradera1. Por eso, los cinco primeros cursos,
hasta el de 1969-1970, se desarrollaron en una calma relativa —salvando
al menos la paz exterior, aunque la interior sufría un grave detrimento,
pues, como decimos, la misma existencia del seminario parecía estar en
entredicho—. Los directores don Teófilo Rebollo (1964-1967) y don
Prudencio Maquiera (1967-1972) observaron, callaron y se entregaron al
trabajo paciente de cada día2.
Durante unos años, en el seminario funcionaron los dos primeros cursos
de bachillerato; otros, sólo el primero, si bien distribuido en dos grupos. Y
Don Teófilo Rebollo, 1964-
1967.
Don Prudencio Maquiera,
1967-1972.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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EL SEMINARIO MENOR
253
es que, durante este quinquenio (1964-1969), el número de los aspirantes
se materna aún en una cota muy aceptable (Cuadro n. 7). Tanto que, en
el seminario de Gerona —donde ingresaban los que terminaban en Sant
Viceng— se alcanzó el nivel más alto precisamente antes de acabar el
año 1969: 324 alumnos.
La mayoría de los seminaristas que se concentraban en Sant Viceng pro-
cedían de tres núcleos geográficos bien definidos: provincias de León
(por medio de la intervención de don Antonio Cabello), de Lérida (inter-
vención del padre José María Enseñat) y de Navarra (intervención de don
Cándido Villagrá). Aragoneses, castellanos y catalanes de otras comar-
cas constituían una pequeña parte. Unos y otros solían tener durante el
verano un cursillo de preparación, ya sea en el colegio salesiano de
Barcelona-Horta o también en el de Pamplona. A pesar de lo dicho un po-
co más arriba, aquí hay que precisar que, hasta muy al final de la vida del
seminario (1971), no dejó de fluir la vena vocacional de Navarra3.
La cuestión de si estos muchachos venían o no suficientemente motiva-
dos desde el punto de vista vocacional siempre será discutida, pues en
ella entran en juego una gran variedad de casos personales. Desde lue-
go, los años que les tocaron vivir, si fueron suficientemente válidos para
una formación humana y cristiana, no fueron los mejores para un proyec-
Cuadro núm. 7
SEMINARIO MENOR. ALUMNADO
(1964-1971)
CURSOS
1964-1965
1965-1966
1966-1967
1967-1968
1968-1969
1969-1970
1970-1971
1971-1972
«ESTUDIANTES»
98
61
67
68
124
57
40
«ARTESANOS»
12
9
Fuente: Cuadernos del Consejo de la Casa y de las Visitas Canónicas.
TOTAL
109
61
67
68
124
69
49
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

26.3 Page 253

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254
UN GIRO INESPERADO
to de vida propio de los religiosos. El proceso de revisión, de inquietud y
de inseguridad que siguió al Concilio Vaticano II (1962-1965) comenzó a
manifestarse claramente en nuestros seminarios mayores antes del año
1970, y, algo después, en los seminarios menores.
No hace falta explicar ahora lo que era por dentro la vida de la casa sale-
siana, ya que queda ampliamente descrito en los capítulos cuarto y sexto.
En línea de principio, tanto en lo pertinente a la formación intelectual co-
mo —sobre todo— a la religiosa y moral, se mantuvieron las estructuras y
las costumbres tradicionales4.
Pero despuntaron, sin duda alguna, los primeros síntomas de la evolución
que iba a experimentar enseguida la disciplina hasta entonces vigente, ta-
les como un mayor contacto del seminarista con su familia —así, se intro-
duce la visita a casa con motivo de la Navidad y se prolongan las vacacio-
nes veraniegas con los parientes, lo que era impensable por los años
treinta, cuarenta y cincuenta—; una mayor apertura al exterior —así, los
aspirantes comienzan a ver la tele, a participar en el equipo de fútbol del
esplai dominical que competía con otros de la población, y a frecuentar
más que antes el Centre Católic donde había representaciones teatra-
les mixtas y sesiones de cine, cosas también prohibidas para los semina-
Primera misa de Joan Faner: parientes, salesianos y alumnos de las escuelitas.
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ristas en períodos anteriores—; un cierto aligeramiento de tantas prácti-
cas de piedad a que estaba sometido el joven seminarista —en conse-
cuencia, se suprimió la segunda misa de los domingos o bien se concedió
una mayor proyección externa a las fiestas religiosas—. En suma, se ten-
día a que el seminario, sin dejar de ser lo que tenía que ser, se pareciera
sin embargo lo más posible a otros colegios-internados, y que los semina-
ristas fueran como los demás muchachos de su generación. Esta mentali-
dad fue ganando terreno en los años siguientes.
Pero no dejaba de ser una innovación con respecto a la pedagogía voca-
cional que se había seguido en épocas pasadas. Por lo que algunos tu-
vieron sus reservas. Porque, avanzando por ese camino, ¿no había peli-
gro de caer en un genericismo, eliminando de la institución seminarística
lo que le es propio y específico, o convirtiendo al aspirante a la vida reli-
giosa o sacerdotal en un chico más de la calle? Al padre provincial de en-
tonces, don Francisco Olivan (1964-1970), le parecía que sí, y por ello in-
sistía, por ejemplo, en que, respetando la libertad y la personalidad de
cada seminarista, se le hiciera ver también la necesidad de una disciplina
razonable; en que se le diera aquella formación que un día iba a necesitar
como religioso salesiano; en que los educadores no abandonaran la pe-
dagogía de los sacramentos, de tanta importancia en la tradición educati-
va de Don Bosco5. En este aspecto, mientras aplicaban la reforma litúrgi-
ca, los salesianos mantuvieron hasta el final en su seminario vicentino la
práctica anual de los Ejercicios Espirituales6.
Hablando en general, se logró un nivel de convivencia muy aceptable.
Los salesianos y los seminaristas se dedicaban a su trabajo en paz y en
alegría. Una muestra de este espíritu expansivo era el canto de las cara-
melles que, como queda dicho, ahora pasó de los alumnos de las escueli-
tas a los del seminario: vestidos con el típico atuendo de ocasión, solos o
con el refuerzo que les daban algunos voluntarios, salían a la calle todos
los años el sábado santo por la mañana. Las gentes los acogían con gus-
to y gran generosidad. Mientras hubo seminaristas —hasta el 1971 inclu-
sive—, hubo canto de caramelles7. Y lo mismo que años atrás, la fiesta
de María Auxiliadora siguió conservando su carácter popular gracias a la
procesión que se organizaba por las calles de la población —«la única
que se hace en la villa en honor de la Virgen Santísima», recordaba por
aquel entonces el padre Maquiera8—. La última vez que salió al exterior
fue en 1971. Al año siguiente, se la sustituyó por una celebración eucarís-
tica en el frontón.
Cuando en el curso 1964-1965 faltó la Escuela Normal, el colegio de los
niños —que, según sabemos bien, era considerado como anejo a aqué-
lla— perdió la ayuda que le prestaban los jóvenes normalistas, y se sintió
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UN GIRO INESPERADO
muy debilitado. Entonces su suerte dependía prácticamente de lo que el
seminario pudiera hacer en su favor. Pero éste tampoco andaba sobrado
de fuerzas. Aun así y todo, las escuelitas continuaron prestando sus ser-
vicios a la población por espacio de cuatro años más, aplicando los mis-
mos métodos que antes y desplegando una actividad parecida. Si bien
debieron limitarse preferentemente a la enseñanza primaria, tenían sufi-
ciente coraje para abrir las puertas incluso durante los meses de verano y
organizar así las clases de repaso. Fue un mérito indiscutible de aquella
comunidad que, aunque cada vez más reducida, no quiso sin embargo
dejar de lado a los que precisamente tenían mayor dificultad para conti-
nuar sus estudios en otra parte. Ya en marcha el curso 1966-1967, el su-
perior provincial tenía que reconocer que, a pesar de todas las limitacio-
nes, las escuelitas seguían ejerciendo una labor «efectiva y meritoria en
favor del pueblo»9. Y, en el curso siguiente, alababa al grupito de los 80
alumnos que iban asimilando «con normalidad» la educación y la instruc-
ción que se les impartían10.
Pero, al disminuir en número y en posibilidades la comunidad salesiana,
las escuelitas ya no tuvieron fuerzas para convocar a los niños e iniciar
con ellos el curso 1968-1969. Temieron no estar en condiciones para
cumplir su misión con dignidad. Y murieron. Tuvieron una muerte doloro-
sa, porque nadie quería que desaparecieran: «Nos trae de cabeza la
cuestión del cierre del externado» —escribía, molesto, el director-cronis-
ta—11. La humilde institución, levantada por don Joaquín Sáenz en 1950,
había cumplido los 18 años de vida. Muchos de los que hoy están dedica-
dos con pleno rendimiento al quehacer colectivo de la villa reconocen ha-
ber recibido en ellas el fundamento de su formación humana y cristiana:
«Estamos en deuda con los salesianos —escribe, no sin emoción,
Joaquim Pastor i Font—, puesto que nos han dado buena parte de lo que
somos actualmente»12.
La debilidad y las zozobras que sufrían las escuelitas eran un reflejo de lo
que le pasaba a todo el conjunto de la institución salesiana en Sant
Viceng. Porque, tal como se ha apuntado, aquellos años fueron para ella
de una inseguridad radical.
Efectivamente, el nuevo superior que se puso al frente de la Inspectoría
de Nuestra Señora de la Merced había recibido la indicación de que, debi-
do a las razones que en su tiempo habían motivado el traslado de los es-
tudiantes de filosofía a Sentmenat (1964), ahora convenía también buscar
un nuevo sitio para hacer otro tanto con el seminario menor. Según sabe-
mos, se quería un lugar más adecuado —más apartado del mundo e hi-
giénico— y un edificio más moderno y habitable. Don Francisco Olivan
actuó en consecuencia. Para los primeros meses del 1966, ya estaba to-
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do prácticamente decidido: se había adquirido una finca de unas seis hec-
táreas en las inmediaciones de Vilafranca del Penedés (Alt Penedés) y
pronto iban a comenzar las obras de construcción de la nueva casa de
formación. En consecuencia, «ante la proximidad del cierre de esta casa
—recomendaba el provincial—, no se hagan más gastos en la vivienda
que los indispensables de mantenimiento»13. A partir de este momento —
marzo de 1966—, se impuso una atmósfera de provisionalidad sobre todo
el quehacer de la institución.
Pero, por lo visto, aquel proyecto tampoco resultaba tan sencillo, porque,
antes de acabar el año, aparecieron una serie de dificultades que aconse-
jaban no abandonar por el momento el puesto de Sant Viceng, aunque
éste presentaba inconvenientes y deficiencias notables14. El proyecto del
traslado quedaba así en suspenso. Sin embargo, se mantenía la idea,
porque a don Prudencio, nombrado director en el verano del año siguien-
te (1967), se le advirtió que, en el caso de que saliera un comprador, lo
pusiera en conocimiento de los superiores. Al fin y al cabo, para edificar
en Vilafranca hacía falta dinero. De esta forma se despertó una vieja ten-
tación que los salesianos ya habían experimentado al comienzo del siglo:
vender todo lo de Sant Viceng y marcharse a otro lugar.
Una corazonada feliz
La tentación duró poco. Fue superada de una manera inesperada. Hacía
tiempo, mucho tiempo, que los salesianos tenían una asignatura más o
menos pendiente: la formación de los hermanos coadjutores (laicos). La
idea, y hasta el proyecto, de crear en la propia inspectoría un centro es-
pecializado para ellos venía de muy lejos. Ya casi desde la inmediata
postguerra. Por ejemplo, se había apuntado a Tarazona15, a Lleida16 y a
Huesca17. Pero siempre sin éxito. Mientras tanto, los salesianos coadjuto-
res se habían ido formando generalmente en las escuelas profesionales
salesianas que funcionaban en las casas de Pamplona, Barcelona—
Sarria y La Almunia de Doña Godina (Zaragoza). El padre provincial don
Isidro Segarra (1958-1964) había pensado seriamente en la conveniencia
de sacar de esta casa —situada en la inspectoría de Valencia— a los per-
tenecientes a la de Barcelona y colocarlos en un futuro centro, preparado
específicamente para ellos dentro del propio territorio. Esta idea se la hizo
suya don Francisco Olivan (1964-1970). En mayo de 1967 anunciaba a
todos su propósito: «El próximo septiembre iniciaremos, Dios mediante,
nuestro seminario de coadjutores en Sant Viceng deis Horts, en principio
con los cursos de iniciación profesional, para ir creciendo de año en año
hasta tener completos todos los cursos de oficialía industrial.
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La nueva escuela profesional: pabellones en construcción (A partir del 1970).
Comenzaremos con la actual casa, pero os puedo adelantar que ya están
los arquitectos trabajando en el proyecto de la gran escuela nueva que se
construirá en la parte alta de la finca, y que está ya incluida en el II Plan
de Desarrollo»18.
Según esto: 1Q. La Inspectoría salesiana de Barcelona iba a construir la
escuela tantas veces proyectada. 2Q. Justamente en la propiedad que te-
nía en Sant Viceng. 3Q. Ya desde el primer proyecto se trataba de un cen-
tro de grandes dimensiones. 4Q. Para acelerar la puesta en marcha de tal
proyecto, en la misma casa de Sant Viceng se organizarían unos cursos
elementales de enseñanza profesional en septiembre de 1967. Lo que
equivalía a desterrar para siempre la hipótesis de que los salesianos deja-
ran Sant Viceng. El plan era ambicioso y, al parecer, urgente. Pero los he-
chos no lo convalidaron. Porque lo cierto es que los meses siguientes —
verano/otoño de 1967— fueron un tiempo de oscuridad y tanteos: por una
parte, no se eliminó del todo la intención de vender la propiedad de Sant
Viceng; por otra, se acarició el proyecto de construir la futura escuela pro-
fesional en el mencionado terreno de Vilafranca del Penedés. Y, por su-
puesto, en septiembre no se llevó a cabo nada de lo dicho...
El panorama comenzó a cambiar de verdad en el mes de diciembre. El
provincial destacaba a sabiendas el relieve que daba a estas palabras
que escribía a la comunidad: «Los salesianos que pasaron por esta casa
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y las buenas familias de este pueblo, que tanto aman la obra salesiana,
han conseguido del cielo que se haya abandonado definitivamente la idea
de cerrar esta benemérita casa. Nuestros superiores han dispuesto que
se construya aquí el seminario de coadjutores, contando para ello con la
ayuda del Ministerio de Educación Nacional a través del II Plan de
Desarrollo. Esperamos que no falten los medios suficientes para llevar a
cabo este proyecto y que nuestra vida ejemplar lo merezca»19. Y en la
carta abierta, firmada a los cinco días y dirigida a todos los salesianos de
la provincia, hacía pública esta decisión, recordando además el motivo:
«Constituyen una verdadera preocupación las vocaciones y formación de
nuestros coadjutores»20.
Aquella decisión levantó los ánimos. «Fue una alegría muy grande —de-
clara el padre Maquiera—, porque yo mismo me encontraba sometido a
una fuerte presión, porque la gente que frecuentaba nuestra capilla, por
ejemplo, sospechaba ya que acabaríamos marchándonos. Por eso, cuan-
do el padre provincial me dijo que dejara ya de pensar en una posible
venta de la propiedad, respiramos todos»21.
Y efectivamente, en el mes de septiembre del año siguiente (1968), los
salesianos presentaban en el ayuntamiento los planos de las nuevas es-
cuelas profesionales y el 21 de octubre comenzaban a derribar la torre
Llinás, que se encontraba muy deteriorada e inservible22. Con ella desa-
parecieron también los campos de cultivo, bosque y jardines. Era un sig-
no más de los cambios en marcha. Los salesianos habían adquirido la fin-
ca Llinás pensando también en los beneficios que podrían obtener de la
explotación de la huerta y de la granja para el mantenimiento del semina-
rio. Pero se imponía inapelablemente la vida: lo antiguo debía ceder el si-
tio a lo nuevo23.
Las obras de construcción procedieron según los planes que había expli-
cado un poco antes don Francisco Olivan: «La primera fase de trabajos
comprende los edificios de aulas y talleres, concebidos de forma funcional
que se aparta no poco de lo acostumbrado hasta la fecha, si bien reco-
giendo las exigencias y peculiaridades de nuestra pedagogía salesiana.
Quedan para la fase siguiente la iglesia y el teatro, el pabellón de servi-
cios, cocinas y comedores y el de la residencia; las instalaciones deporti-
vas se simultanearán con la primera fase de las obras, y para ello esta-
mos tramitando la obtención de alguna subvención de la Delegación
Nacional de Educación Física y Deportes»24. El esquema aquí enunciado
se mantuvo substancialmente a lo largo de los años que duraron los tra-
bajos, aunque introduciendo aquellas adaptaciones que las circunstancias
y el desarrollo general de la institución fueron imponiendo.
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UN GIRO INESPERADO
El primer pabellón comenzó a utilizarse de alguna manera —sólo con un
aula y un taller— en noviembre de 1970. Al curso siguiente (1971-1972)
ya prestó un servicio más completo. Pero dos años antes (curso 1969-
1970), había comenzado «formalmente» el seminario de coadjutores en
la casa antigua25. Mientras tanto, el terreno adquirido en los alrededores
de Vilafranca se procuró venderlo enseguida, porque no ofrecía interés al-
guno por hallarse muy aislado y porque hacía falta dinero. Aquél había si-
do el último intento de aplicar el conocido principio de la fuga mundi (hui-
da del mundo) en el emplazamiento de las casas de formación...
Teniendo en cuenta lo que antecede cabe preguntar por las causas que
actuaron en esta historia. Sencillamente, a finales de los años sesenta,
junto al pequeño seminario de estudiantes de latín —encaminados ideal-
mente hacia el sacerdocio—, se había querido establecer otro destinado a
los futuros salesianos laicos —orientados, como tales, a vivir su vocación
en el ancho campo de la congregación de Don Bosco y más concreta-
mente en el de la educación de la juventud trabajadora—. Todavía no se
había pensado, al menos de un modo reflexivo, en crear una escuela pro-
fesional para los muchachos de los nacientes barrios del contorno. Si se
ocupó la parte alta de la finca —que, por su situación, miraba hacia los fu-
turos núcleos urbanos— había sido para tener un espacio amplio y solea-
do, ya que también se pensaba en una construcción de notables dimen-
siones. Pero ¿es que era tan grande la demanda de las vocaciones para
salesianos laicos? No. Ya a mediados de 1969, don Francisco reconocía
que en asunto de vocaciones se estaba atravesando «una crisis crecien-
te»26. Pero, a pesar de las «innegables dificultades de los tiempos», como
él escribía, animaba a los suyos a trabajar en la búsqueda y promoción de
las vocaciones, concretamente en las de los coadjutores: «Ojalá en el
nuevo seminario de Sant Viceng pudiéramos tener el próximo año un
buen número de coadjutores procedentes de la acción apostólico-vocacio-
nal promovida por ellos mismos»27. El motivo básico radicaba, pues, aquí.
El paso se daba pensando más en clave del pasado que del futuro, ya
que éste se escapaba rápidamente de las manos, como lo demostrarían
enseguida los hechos28. Pero Olivan optó por crear el órgano, con la es-
peranza de que éste engendraría el correspondiente movimiento...
Lo suyo era una corazonada, en que entraban, a un tiempo, la adhesión a
la casa de Sant Viceng y el amor a la institución de los hermanos coadju-
tores; era un impulso optimista y espontáneo, pero estaba abocado a una
empresa difícil, arriesgada y prácticamente imposible. Y, a pesar de todo,
por una de esas coyunturas imprevisibles, o al menos no previstas, que
se producen en los tiempos de transición, tuvo un éxito indudable. Aquella
corazonada resultó feliz.
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Junto a este motivo fundamental, se han de colocar otros dos que tuvie-
ron también su peso. Primero: el nombramiento de Josep Obiols i Riba en
el verano del 1967 para que ocupara el cargo de ecónomo general de la
provincia. El será quien, en medio de las aguas cambiantes de la transi-
ción, lleve a la práctica los proyectos de los padres provinciales Francisco
Olivan y Joan Cañáis (1970-1976), por lo que se le ha de considerar tam-
bién como verdadero protagonista de la historia que tratamos de conocer.
Segundo: las consultas que se le hicieron al señor Molins, las cuales de-
jaron en claro el firme propósito que tenía de eliminar cuanto antes toda la
contaminación ambiental que generaba su factoría. A la altura de los años
setenta, ni las leyes ni la voluntad del empresario permitían semejante
abuso. «Esta perspectiva —asegura el padre Obiols— fue una de las ra-
zones más importantes que animó a los consejeros del superior provincial
a dar su voto afirmativo al proyecto de mantener el seminario en Sant
Viceng deis Horts»29. Efectivamente, antes de llegar al verano del 1970, la
empresa Cementos Molins realizaba las obras encaminadas a eliminar el
polvo contaminante que desprendían las chimeneas. De esta manera, la
institución salesiana en Sant Viceng iba a experimentar un giro inespera-
do en su vida y en sus quehaceres tradicionales.
Un nuevo horizonte
Las enseñanzas profesionales dieron inicio con el curso 1969-1970. No
se trataba todavía de ningún plan sistemático de formación profesional,
sino tan sólo de dar algunos conocimiento previos o de preaprendizaje.
Juntamente con las «prácticas de taller», se enseñaban las siguientes
asignaturas: Religión, Lengua, Geografía Universal, Matemáticas, Física-
Química, Historia Universal, Dibujo, Rotulación y Tecnología30. Como úni-
camente se había podido reunir doce alumnos —en su mayoría proce-
dentes del grupo de los seminaristas estudiantes—, el consejo de la casa
apuntó a una nueva meta, con la idea de suministrar una mayor entidad al
trabajo que se comenzaba: «Convendría admitir chicos del pueblo hasta
un número prudencial»31. Como se ve, se formulaba una primera posibili-
dad de abertura hacia el exterior, pero tan sólo en función del grupo de
los coadjutores, que se consideraba como parte integrante del seminario.
Por eso el número de «chicos del pueblo» que se admitiera debía ser
«prudencial», de suerte que la casa de formación no perdiera el carácter
que le era propio. De hecho, en este curso no hubo alumnos externos, si-
no que el centro seminarístico comenzó a funcionar con las dos seccio-
nes de estudiantes y artesanos (Ver el cuadro n. 7).
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UN GIRO INESPERADO
Esta situación no pudo mantenerse ya en el curso siguiente, 1970-1971,
porque el número de los coadjutores se había reducido a nueve. Por ello,
desde mediados de noviembre del 1970, se dio cabida a 21 muchachos
externos. Tampoco el horario pudo ser diurno, como antes, sino exclusi-
vamente nocturno, desde las seis de la tarde hasta las nueve de la no-
che, combinando las clases de teoría con las prácticas de taller32. Por
tanto, este curso resultó un tanto complejo, ya que del grupo de alumnos
que cursaban la enseñanza profesional unos eran internos y otros, exter-
nos. A partir de ahora —primer año del inspectorado del padre Cañáis
(1970-1976)—, parecía evidente que el proyecto de un seminario sólo
para coadjutores no era viable. El plan inicial había fracasado, y en cam-
bio se estaba abriendo un nuevo horizonte, que el citado padre inspector
veía clarear ya: «Sé que en el pueblo es apreciado el esfuerzo que estáis
haciendo —les decía a los salesianos al comienzo el año 1971—, y se
desea que se potencie al máximo, habida cuenta de la urgencia de pro-
mocionar a la población de las barrios en crecimiento vertiginoso»33. Era
la primera vez que un superior expresaba sin ambages el cambio de
perspectiva: sin dejar de mirar a la formación de los futuros salesianos
coadjutores, había que fijarse en el mundo de los emigrados que acudían
masivamente a la villa. Esto equivalía a descubrir la clave del futuro. La
comunidad la aceptó por completo y se dispuso a actuar en consecuen-
cia. A partir de este momento todo quedó de hecho en sus manos. Los
salesianos se fijaron no sólo en la cercanía de los emigrados, sino en la
profunda transformación industrial que estaba experimentando toda la
comarca del Baix Llobregat. No se movieron automáticamente, sino por
una opción consciente y decidida: ellos debían actuar y empujar. Por eso
pudieron ir avanzando, aun cuando los superiores se vieran desbordados
y dudaran al principio del éxito de aquel cambio.
El curso siguiente, 1971-1972, significa, por un lado, el cierre definitivo de
las dos secciones del seminario menor como tal: los estudiantes, muy
disminuidos numéricamente, encontraron sitio en el de Gerona; los arte-
sanos, que quedaron reducidos a dos después de las vacaciones de
Navidad, fueron enviados a la escuela profesional de Barcelona-Sarriá.
De esta manera terminó el largo período histórico en el cual aquella casa
salesiana había estado dedicada a seminario. Por otro lado, representa
una primera afirmación del aprendizaje profesional iniciado durante el
curso anterior. Ahora se instaló ya en uno de los pabellones nuevos34.
La primera enseñanza de orientación profesional que se impartió fue la
de la mecánica; un tanto informalmente —horario nocturno— en el curso
1970-1971, ya con mayor sistematicidad en el siguiente, que puede con-
siderarse como el del arranque de la futura escuela. Este curso (1971-
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1972) amplió su oferta con las ramas de electricidad y administrativa. El
padre José Antonio Iguácel recuerda todavía muy bien cómo tuvo que an-
dar visitando y consultando a las diversas empresas de Sant Viceng
Printer, los talleres de can Ros, los que funcionaban junto a la carretera
de Valencia— al objeto de acertar con las enseñanzas profesionales que
convenía introducir, en consonancia con la demanda que formulaba el
mercado de trabajo. «Aquello fue para mí una experiencia muy enriquece-
dora» —declara35—. En consecuencia se pusieron en funcionamiento las
escuelas-taller de mecánica y electricidad.
La implantación de la rama administrativa obedeció a otra exigencia. Don
José Antonio, encargado, como veremos, del centro juvenil —que era
mixto— y docente en el colegio de la Inmaculada —Hermanas de la
Doctrina Cristiana—, se preguntó a sí mismo qué salida profesional podía
brindar a las muchachas. El bachillerato parecía inviable: ni ellas ni las fa-
milias aspiraban a tanto. Pero quizá quedaba abierto el camino de la for-
mación profesional... Así fue cómo surgió la rama administrativa, pensada
especialmente como oferta al sector femenino. Pero debido sobre todo a
la falta de un ambiente social adecuado, le costó abrirse camino. De to-
dos modos, el paso decisivo estaba ya dado. Las dos primeras alumnas
se llamaban Immaculada Ferrés Baques y Margarida Nicolau Moyés (cur-
so 1971-1972). Con ellas, la escuela profesional se hacía mixta.
Immaculada
Ferrés Baques.
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UN GIRO INESPERADO
En Ramón Fité Juanmartí.
En Josep Barbal Elfa.
En Francesa Mo Rufat.
Entre las regidas por los salesianos de la inspectoría de Barcelona, ésta
fue la primera que aceptaba tal modalidad. Parecía que no ocurría nada,
y, sin embargo, aquello no dejaba de constituir una ruptura en la praxis
secular de la Congregación Salesiana, porque, desde todas las instan-
cias, se había repetido mil veces que los salesianos eran sólo para los
chicos, así como las salesianas eran sólo para las chicas. Se comprende
por tanto que le llamaran la atención al encargado: «Yo le contesté al pa-
dre provincial —confiesa don José Antonio— que era una cosa que impo-
nían las circunstancias; que hacía tiempo que chicos y chicas frecuenta-
ban nuestro centro juvenil; que, por consiguiente, no me sentí obligado a
pedir ninguna autorización a nadie»36. Así procedían las cosas cuando se
estaba entrando en un período de transformación sociológica y educativa,
y cuando, por consiguiente, costumbres y reglamentos de tiempos pasa-
dos resultaban ya obsoletos. En este curso de 1971-1972, al que nos es-
tamos refiriendo, el total del alumnado subía a 6937.
El citado José Antonio Iguácel era un salesiano, ordenado sacerdote en
junio de 1970. Inmediatamente lo habían enviado al seminario vicentino
como catequista y consejero, es decir, como el responsable directo de la
vida espiritual e intelectual del mismo. Pero allí se encontró con la trans-
formación que se había iniciado en el curso anterior: la sección de los es-
tudiantes iba en declive, y la de los artesanos necesitaba la ayuda de los
alumnos externos —de los «chicos del pueblo», como se expresan a ve-
ces los documentos— para poder arrancar con fuerza suficiente.
Colocado en semejante coyuntura y sin contar con medios pertinentes, se
las arregló como pudo.
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EL SEMINARIO MENOR
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Como se ha dicho, trató, primero, de organizar el taller de mecánica
(1970-1971) y después, el taller de electromecánica y la rama administra-
tiva (1971-1972). Para ello tuvo la ayuda de tres maestros mecánicos —
los salesianos coadjutores Josep Barbal Elfa, Francesc Mo Rufat y
Ramón Fité Juanmartí38; del personal de la comunidad y de varios jóve-
nes salesianos —estudiantes de teología en el seminario salesiano Martí-
Codolar pero que vivían en Sant Viceng—, y especialmente, de unos pro-
fesionales que, aunque no eran salesianos, pensaban en salesiano y
querían prestar sus servicios de una manera altruista. Recordamos a
Saturnino P. Bermejo Oses (perito eléctrico), Joan Esteve i Recasens (pe-
rito eléctrico), Josep F.Folqué Margalef, Gabriel Martín (técnico mercantil),
Jordi Puig i Puig (mecánico matricero y técnico en neumática), Antoni
Rosiñol (administrativo de la Caixa de Pensions), Guillem Segarra
Casabona (perito químico) y Jaume Viñals i Viñals (químico). A ellos si-
guieron después otros, como Andreu Ribas (contable), Enric Daunis (ad-
ministrativo) y su esposa Rosa Maria Vendrell.
Eran unos profesionales que, después haber pasado toda su jornada ha-
bitual de trabajo, todavía se avenían gratuitamente a hacerse cargo de la
enseñanza nocturna en favor de unos muchachos a los cuales, más de
una vez, les faltaba la debida preparación cultural. Su labor resultaba in-
dudablemente sacrificada. Por tanto, esta presencia de los seglares y su
generosa colaboración constituyen una de las notas características de la
nueva obra, que se entendía llevar a cabo no simplemente como una ta-
rea privada, sino colectiva y popular. Además, como algunos de ellos
(Bermejo, Esteve, Puig, Viñals) eran antiguos alumnos salesianos, tam-
bién apareció entonces otra de las dimensiones típicas de la futura escue-
la: la participación explícita de la Familia Salesiana. Aquellos años de
transformación se asemejaron mucho a los tiempos fundacionales, que
para los salesianos han sido con frecuencia heroicos.
Como se ve, en cuanto a orientación general y métodos pedagógicos, la
nueva escuela profesional vicentina nacía estrechamente unida a las es-
cuelas salesianas de Barcelona-Sarriá y de Badalona. Y aunque, por falta
de medios39, le costó bastante dar los primeros pasos, fue capaz de atra-
er a la juventud, tanto del llano como de la montaña de Sant Viceng, e in-
cluso de los pueblos de alrededor: «La edad exigida para comenzar los
estudios —advertían los salesianos— es la de 14 años cumplidos o por
cumplir en este año de 1970»40. Así reanudaban el hilo de una historia
que había quedado roto cuando las escuelitas habían cerrado las puertas
al acabar el curso 1967-1968. Pero, según se ve, la interrupción duró po-
co, porque, a los dos años, si bien todavía con graves limitaciones, los sa-
lesianos se esforzaban por ponerse al servicio de la población vicentina
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UN GIRO INESPERADO
Curso 1971-1972: antiguo taller de electricidad.
por medio de las enseñanzas profesionales. ¿Crecería aquella planta
que, entre 1970 y 1972, sólo había despuntado a flor de tierra?
Algo semejante ocurría en el ámbito de las actividades del tiempo libre.
Sabemos por el segundo capítulo que el esplai infantil apareció en 1902.
Los incidentes de su vida han ido dejando diversos reflejos en las páginas
que anteceden. Durante los años cincuenta y a la sombra de las escueli-
tas, tuvo un desarrollo más que notable en servicio de los niños y adoles-
centes de la población. Sus actividades no desaparecieron hasta el cierre
de las mismas escuelitas en el curso 1967-1968. Pero aún después, gra-
cias en concreto a la ayuda que prestaban los estudiantes de teología del
seminario Martí-Codolar en el período veraniego, el esplai nunca feneció
del todo. ¿Pero sería posible inyectarle nueva vida?
En aquel momento, las inquietudes pastorales comenzaban a dar impor-
tancia a las agrupaciones juveniles de chicos y chicas algo mayores y
más comprometidos en la propia acción educativa. El joven sacerdote
José Antonio se encargó no de resucitar el antiguo esplai —de carácter
más infantil e informal—, sino de echar las bases de un centro juvenil pro-
piamente dicho. Como ya conocía el terreno por la experiencia que había
adquirido en Barcelona colaborando con el salesiano don Rafael Colomer,
se puso a trabajar enseguida. «Acudí al Centre Católic —nos cuenta—
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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EL SEMINARIO MENOR
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donde me encontré con un grupo
de jóvenes vicentinos. Nos senti-
mos hermanados por los mismos
ideales, y comenzamos a reunimos
en los salesianos. De aquí surgió el
núcleo del futuro centro juvenil»41.
La iniciativa tuvo pleno éxito, por-
que para la noche de Navidad de
1970 ya se organizó una «misa de
juventud», en la cual intervinieron
unos 125 jóvenes de ambos sexos,
con cantos festivos al son de las
guitarras. Siguió el correspondiente
resopó navideño. La crónica preci-
sa que la celebración duró «hasta
las tres de la madrugada»42. Algo
semejante ocurrió con motivo de la
fiesta de San Juan Bosco (enero
de 1971). Hubo misa y seguida- Don José Antonio Iguácel Ipas.
mente degustación y sesión de ci-
ne-fórum. De esta suerte se puso en marcha el centro juvenil, que, entre
chicos y chicas, llegó a aglutinar a unos 200 jóvenes. Para ellos se habili-
taron algunos locales del antiguo seminario que habían servido para au-
las y dormitorio.
La asociación alcanzó sus mejores índices de vitalidad entre los años
1970 y 1973. Aquello fue como la irrupción de una juventud soñadora y
entusiasta: «Queríamos hacer cosas nuevas», declara en bella síntesis
Camil Rull43. Su talante humanista y cristiano apostaba no tanto por un
catolicismo autocomplaciente y conservador, sino por otro operativamente
más agresivo. Del espíritu que animaba la agrupación brotaron diversas
actividades44 y, sobre todo, el proyecto germinal de la actual Escuela Iris,
destinada, como bien saben los vicentinos, a la educación de los deficien-
tes psíquicos. La presencia, en efecto, de uno de éstos en el centro juve-
nil llevó a unos cuantos a interesarse sobre el tema. Y descubrieron que
en la villa de Sant Viceng sólo un número muy reducido y privilegiado po-
día acudir a las escuelas especializadas, todas ellas situadas fuera del
término municipal. Ante aquella constatación, decidieron no quedarse de
brazos cruzados, sino acudir en lo posible al domicilio de los enfermos
para instruirlos y educarlos45. Y luego se atrevieron a dar un paso más,
fundando un centro de educación especial, que, con la ayuda del alcalde
Joaquín Canalias Carbonell y de los salesianos, abrieron en otoño del
1974. Dicho centro radicó en el edificio de las antiguas escuelitas, que los
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UN GIRO INESPERADO
Curso 1972-1973: el centro
juvenil de excursión.
salesianos habían cedido gratuitamente para este objetivo. Llevó el nom-
bre de Escuela Marinada y más tarde —después de haber superado una
grave crisis (1977)— el de Escuela Iris, la cual sigue ocupando todavía el
pequeño pabellón del antiguo externado salesiano (calle Mestre Ramón
Camps, n. 5) que en 1981 pasó a propiedad del Municipio. Como se ve,
los orígenes de esta obra radican exclusivamente en el esfuerzo genero-
so de unas muchachas y de unos muchachos vicentinos que, hace cerca
de veinticinco años, nutrían sus ideales en el espíritu del centro juvenil sa-
lesiano: «Era allí —nos ha asegurado Joan Mareé i Rigol— donde se in-
fundía a los jóvenes la voluntad de hacer algo por los demás»46. Por tan-
to, la nueva institución ha de considerarse como el resultado feliz de los
esfuerzos de un voluntariado colectivo, tal como ya lo hacía resaltar en su
tiempo la cronista oficial de la villa, Magda Sanrama Felip47, y lo ha re-
marcado recientemente el historiador Agustí Caralt48. Nuestra escuela de
educación especial alcanzará su plenitud dentro de muy poco tiempo con
la inauguración oficial del Taller Iris, situado en la calle Anselm Clavé, nú-
meros 121-127.
Además de las dificultades habituales —falta de medios, de constancia
por parte de los chicos—, las más importantes con las que hubo de en-
frentarse el funcionamiento del centro juvenil fueron las siguientes.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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EL SEMINARIO MENOR
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La Escuela de educación especial Iris, en el antiguo edificio de las escuelitas.
En primer lugar, la resistencia que ofrecían varios salesianos, como tam-
bién algunas personas de su entorno que se interesaban por los temas de
la educación. A todos ellos les parecía inaceptable aquel género de vida
en que jóvenes de ambos sexos actuaban espontánea y libremente, so-
bre todo en ambientes de fiesta y distensión. Y es que, en los primeros
años setenta, lo mismo en Sant Viceng que en otros lugares, la coeduca-
ción constituía todavía una innovación y una ruptura con respecto a la
praxis educativa tradicional. Si no escandaloso, resultaba al menos un
método sospechoso. En realidad se convirtió en un foco de recelos y de
tensiones.
En segundo lugar, irrumpió la agitación política. Eran los años finales del
franquismo. Es verdad que aún vivía el general Franco, pero el postfran-
quismo era ya un hecho. En consecuencia, el movimiento Bandera Roja,
de tendencia radical-izquierdista, comenzó a golpear con fuerza varias
agrupaciones juveniles salesianas de Cataluña, y, por supuesto, la de
Sant Viceng no se vio libre del ataque. «Yo me di cuenta —explica don
José Antonio— que se criticaban mi pensamiento y métodos de educa-
ción, que se tendía a marginar toda preocupación religiosa, que se inten-
taba sustituir la autocrítica por la crítica social y política, que se querían
multiplicar las manifestaciones públicas y las asambleas reinvindicativas.
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UN GIRO INESPERADO
Me tuve que plantar: 'o aceptáis —les dije— los objetivos que tiene este
centro juvenil desde la fundación o ya podéis marcharos'. Me llamaron
dictador. Algunos me advirtieron que anduviera con cuidado»49. Todo esto
ocurría entre 1974 y 1975. El ambiente quedó enrarecido. Por lo que el
centro juvenil se redujo a un grupo minoritario.
UN PUEBLO EN TRANSFORMACIÓN
Ya se ha hecho referencia a este argumento en las páginas anteriores.
Ahora conviene tratarlo con cierta consideración al objeto de entender el
impacto que produjo sobre los salesianos y la consiguiente reacción de
éstos.
El geógrafo Tomás Vidal i Bendito, refiriéndose a la evolución demográfi-
ca de Cataluña, no duda en llamar a los años sesenta una «década ex-
plosiva»50. No es que todas las comarcas progresaran a un mismo ritmo:
mientras algunas experimentaban un gran desarrollo, otras quedaban es-
tancadas o decrecían claramente. El Baix Llobregat fue una de las comar-
cas que tuvo un estirón más grande, porque si en 1960 tenía 174.155 ha-
bitantes, en 1970 alcanzaba los 389.979. A esta altura, poblaciones como
Cornelia, Gavá, Martorell, Molins de Rei, el Prat, Sant Boi, Sant Feliu,
Sant Joan Despí, Sant Just Desvern, Viladecans, habían más que dupli-
cado y triplicado la población que contaban en 1940. La tendencia alcista
se fue sosteniendo también a lo largo de los años setenta: en 1981 la po-
blación de la comarca subía a 572.829 habitantes.
Es precisamente dentro de este contexto donde hay que situar la evolu-
ción demográfica del pueblo de Sant Viceng. He aquí las cifras más signi-
ficativas: 1950, 3.295 habitantes; 1960, 5.750; 1965, 10.231; 1970,
14.509; 1975, 18.344; 1981, 19.97551. Como se ve, todo el decenio de los
sesenta y el primer quinquenio de los setenta resultaron de un aumento
espectacular. En nuestro estudio nos fijamos principalmente en estos
quince años, de fuerte transformación demográfica y social (1960-1975).
Es sabido que esto se debió no tanto a los nacimientos, como, sobre to-
do, a la llegada de los inmigrantes. El motor o cabeza de tren que arrastró
personas y familias hacia el llano y el corredor del Llobregat fue
Barcelona con su periferia urbana. Aquí, en efecto, se daban unas posibi-
lidades de trabajo que no existían en las tierras de donde procedían los
emigrados, los cuales constituían una mano de obra barata.
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Antes del 1969: nace espontánemente el barrio de Sant Josep.
El aumento demográfico iba acompañado, en un grado u otro, por dos
procesos correlativos entre sí: el de la industrialización en sus sectores
más relevantes —textil, construcción, metalúrgico, químico, eléctrico y ali-
mentario— y el del retroceso de la agricultura, ya que las tierras se desti-
naban a nuevas construcciones industriales, caminos y carreteras, urbani-
zaciones. El payés prefirió venderlas a cultivarlas.
El término municipal de Sant Viceng no es que estuviera industrializado
con grandes factorías, aunque contaba con la fábrica Cementos Molins
(desde 1928) y no estaba lejos de la otra gran fábrica de cemento Sansón
(Sant Just Desvern, desde 1921) y de la colonia fabril Güell (Santa
Coloma de Cervelló, desde 1890). Pero ofrecía tierras para construir y ha-
bitar. Por eso, los nuevos inquilinos compraban terrenos antes destinados
a la agricultura o que eran poco productivos, y autoconstruían allí sus vi-
viendas, mientras se ganaban los medios de subsistencia trabajando, so-
bre todo, en las tres empresas mencionadas. Algunos se empleaban tam-
bién en las huertas de la vega. De esta manera, Sant Viceng se fue
convirtiendo prevalentemente en una ciudad-dormitorio. Pere Bosch evo-
ca aún con viveza aquel trasiego de trabajadores que tenía lugar todos
los días laborales cuando, a las siete de la mañana, varios autocares salí-
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UN GIRO INESPERADO
an hacia Molins, Sant Feliu, Sant Just Desvern, Esplugues, Barcelona,
Santa Coloma de Cervelló... Al anochecer, se repetía la operación en sen-
tido contrario: los trabajadores regresaban a Sant Viceng. «Vivían y dor-
mían aquí, pero se iban a buscar el pan a otra parte»52.
Las parcelas más baratas se encontraban en la parte de la montaña.
Algunos propietarios eran grandes terratenientes —como doña Carmen
de Llinás—; otros, minifundistas. Pero unos y otros estuvieron interesados
en vender sus posesiones enseguida y cobrar el dinero correspondiente.
Naturalmente, en esta compleja operación de compraventa de terrenos y
construcción de viviendas entraron en juego comportamientos muy dife-
rentes. Sin duda, la señora Llinás actuó con generosidad y con sentido
social. Pero abundaron también los casos de especulación, picaresca,
provisionalidad, falta de planificación y de legalidad. El Ayuntamiento,
desbordado ante la avalancha inmigratoria, más de una vez dejó hacer. Al
fin y al cabo había que dar un medio de vida a los forasteros. Pero ya se
sabe la serie de carencias y desajustes que origina un crecimiento tan rá-
pido y desordenado.
Los inmigrantes provenían mayoritariamente de otras comarcas de
Cataluña y de Andalucía; y en menor número, del interior y del levante de
la Península.
Resultado de todo el proceso descrito fue una nueva división administrati-
va de la villa. En el distrito primero, figuran los barrios del Pueblo
(Antiguo) o Casco Antiguo, Poblé Nou-la Vinyala, el Ensanche, el Trébol-
Can Ros y el Serral; en el segundo, el de Sant Josep; en el tercero, el de
la Guárdia-Can Costa; en el cuarto, los de Sant Antoni y Sant Roe.
Ahora bien, con el desplazamiento de su escuela y vivienda al punto don-
de antes se alzaba la torre Llinás, los salesianos se vieron situados de ca-
ra a los nuevos barrios de la Vinyala y la Guardia, como también cerca
del núcleo ocupado por los Albergues Provisionales. En adelante, los tres
puntos mencionados señalarían para ellos la «zona». Tal es la terminolo-
gía que adoptaron de un manera espontánea, porque psicológica y pasto-
ralmente se sentían vinculados a la misma. Con lo que se fueron hacien-
do conscientes de que, si bien les disgustaba, quedaban un tanto
distanciados del «pueblo» de siempre.
Para hacer frente a la creciente demanda de pisos, se instituyó el
Patronato Local de la Vivienda, que comenzó a construir el polígono de la
Vinyala en 1968. El proyecto comprendía 500 viviendas y abarcaba una
extensión de 26 hectáreas. Un año y medio más tarde (1969), lo inaugu-
raba el Gobernador Civil de la Provincia, don Tomás Pelayo Ros. Desde
un principio participó de la tipología propia del «pueblo» o del «llano»,
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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UN PUEBLO EN TRANSFORMACIÓN
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dando cobijo a muchos catalanes, aunque también a muchos andaluces y
a bastantes del centro de España. En su conjunto se configuró prevalen-
temente como un ámbito catalán. Como se verá más tarde, desde 1974
radica allí la iglesia principal de la extensa parroquia de San Antonio, con-
fiada a los salesianos en 1976.
El barrio de la Guardia, con sus núcleos de Can Costa y Font del
Llargarut, se fue levantando a lo largo de los años sesenta y primeros de
los setenta sobre el Puig Perdiguen Representa, por tanto, la fisonomía tí-
pica de la «montaña». Los campos de algarrobos, almendros y olivos fue-
ron devorados ante la dura necesidad de tener que construir a toda prisa
una vivienda. El barrio nació y creció anárquicamente, sin orden ni con-
cierto, con casas pequeñas y mal equipadas, de las que los servicios pú-
blicos más imprescindibles estaban ausentes. Sobre el año 1975 ya se
encontraba muy poblado. Allí prevalecían las familias andaluzas, general-
mente numerosas. Era una gente joven, sin instrucción y sin cualificación
profesional, destinada casi siempre al peonaje.
Por la parte de esta barriada y al otro lado de la propiedad de los salesia-
nos, el Ministerio de la Vivienda preparó urgentemente unos barracones
prefabricados llamados albergues provisionales, para dar una solución de
emergencia a las familias que habían sufrido más en las inundaciones de
septiembre de 1962 en el Valles. Allí fueron a parar también algunas fami-
lias de Sant Viceng damnificadas por el mismo motivo —la calle del Río
sufrió graves perjuicios— y otras gentes necesitadas de diversa proce-
dencia. Tales barracones eran 120 y se llamaron «provisionales» porque
en su lugar y en el espacio de un año debían levantarse unas viviendas
para acoger a las familias que los ocupaban. Pero la solución tardó ocho
años en venir, porque hasta el año 1970 el citado Ministerio (por medio de
la Obra Sindical del Hogar) no tuvo a punto el denominado «Grupo
Llinás», construido en las inmediaciones. Sólo entonces pudieron trasla-
darse las familias desde los albergues a los pisos. En 1971 se procedió al
derribo de aquéllos.
Este lugar pronto cobró un significado particular en la vida religiosa del
colectivo establecido en el paraje Llinás. Porque en 1963, por condescen-
dencia de doña Carmen Llinás, Caritas diocesana consiguió levantar un
pabellón, también prefabricado, para que sirviera de guardería infantil, y
en el cual el Arzobispado autorizó el que, los domingos y demás días fes-
tivos, se pudiera celebrar una misa. Con lo que de hecho se convirtió en
un lugar de culto. Brevemente, desde 1964, dicho barracón funcionaba
como guardería durante la semana y, en los domingos y en las fiestas re-
ligiosas —con las molestias y limitaciones que son de suponer—, como
iglesia. Cuando, en 1969, se erija la nueva parroquia de San Antonio, el
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El senyor Joan Juncadella i
Carcereny (+1971).
Niños de catecismo en Montserrat.
Niños de catecismo en el barrio de Sant Roe (Sant Viceng) (Archivos Julia y
Caralt).
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UNA PRESENCIA RENOVADA
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pos humanos —los antiguos y los nuevos vicentinos—; entre el llano, pre-
valentemente catalán, y la montaña, casi exclusivamente no-catalana.
Ambos colectivos, aunque abocados a entenderse un día u otro, por el
momento se hallaban muy distanciados, y el problema de su integración
psicológica y social parecía insoluble. En esta difícil coyuntura el señor
Juncadella se animó a llamar a las puertas de los salesianos. ¿Encontra-
ría alguna ayuda?
Como ya se ha visto en parte y se irá viendo mejor a continuación, los sa-
lesianos de Sant Viceng entendían enfocar el problema del cambio de la
misma manera que Joan Juncadella: es decir, desde el punto de vista éti-
co, religioso y educativo. La creación de la escuela profesional y la funda-
ción del centro juvenil trataban de dar una respuesta a estas preocupacio-
nes. Los salesianos vicentinos apenas se mudaban de sitio, pero
adoptaban una manera nueva de estar y de hacer.
Sin embargo, antes de llegar a tales opciones (1970), tuvieron que seguir
pensando y trabajando en su seminario. Naturalmente, desde mediados
de los años sesenta percibían cómo se estaba transformando su entorno
urbanístico y social, pero entendían que, por el momento, sus fuerzas de-
bían concentrarse en casa y no desparramarse hacia fuera. Por lo que el
señor Juncadella intentó llamar a otros salesianos.
Desde Barcelona: los jóvenes catequistas
En septiembre de 1964, su hijo Rafael había dejado el colegio salesiano
de Huesca y se encontraba ya en el de Barcelona-Rocafort. Estaba en-
cargado de la instrucción y animación religiosa del alumnado, y también
de varias agrupaciones juveniles que funcionaban desde antiguo, como
eran las Compañías Religiosas —para niños y adolescentes colegiales—
y el Círculo Domingo Savio —para jóvenes antiguos alumnos—. Fue a
comienzos de curso 1964-1965, cuando el señor Juncadella acudió a los
salesianos de la calle Rocafort de Barcelona: «Mi padre me insinuó a ver
si alguno de los jóvenes del Círculo Domingo Savio podía subir a Sant
Viceng para ayudarle, pues tenía muchos niños y niñas y pocos catequis-
tas»57. La respuesta fue generosa. Inmediatamente una media docena de
circulistas tomaron la idea «con gran interés». Luego fue aumentando el
número de los voluntarios. El domingo por la mañana tomaban el tren o el
autobús en la plaza de España y, tan pronto como llegaban a Sant
Viceng, organizaban sus catecismos, con juegos, instrucción catequética
y celebraciones religiosas. En el curso 1966-1967, llegaban a los dos ba-
rrios de la Guardia y de Sant Josep. Luego, también a Can Costa y al
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UN GIRO INESPERADO
área de Cementos Molins. El centro de operaciones lo tenían en los alber-
gues. A primeras horas de la tarde, daban por terminado el trabajo y, can-
sados y satisfechos, volvían a Barcelona. Y así durante unos cuatro años.
«La labor realizada por estos circulistas fue muy buena. Les sirvió ade-
más de estímulo» —opinaba Rafael Juncadella 58—. Junto a ellos colabo-
raban algunos estudiantes de teología, procedentes del seminario sale-
siano Martí-Codolar, de Barcelona59.
Desde Barcelona: las salesianas
Joan Juncadella no se contentó con asociar a los muchachos a su apos-
tolado vicentino, sino que tuvo también el coraje de invitar a las jóvenes.
Comenzó llamando a la puerta de las Hijas de María Auxiliadora del cole-
gio de la calle Sepúlveda, muy cercano al de los salesianos de Rocafort.
Por fortuna, en aquellos momentos se estaban preparando las fuerzas
que se necesitaban.
Efectivamente, sor María Isabel Espinosa, delegada provincial para la ca-
tequesis y residente en el colegio de Santa Dorotea, de Sarria, había
puesto en funcionamiento una Escuela Juvenil de Catequistas. Desde oc-
tubre de 1963, este centro, más o menos vinculado a la Escuela
Diocesana de Catequistas, radicaba en el mencionado colegio de
Sepúlveda y abría las puertas los sábados por la tarde. En él enseñaba
teología el sacerdote salesiano don Rafael Casasnovas, mientras que sor
María Isabel impartía lecciones de metodología catequística. En el curso
1965-1966, se trasladó a Sarria.
Fue el momento exacto de secundar los deseos del señor Juncadella.
Porque la escuela de catequistas, integrada por muchachas que provení-
an tanto del colegio de María Auxiliadora (calle Sepúlveda) como del de
Santa Dorotea (Sarria), constituía una buena cantera de recursos huma-
nos. Las barriadas pedían su ayuda, y también la escuela, por su parte,
necesitaba iniciar a las alumnas en las prácticas de la enseñanza del ca-
tecismo. En consecuencia, María Isabel Espinosa, con un grupo de alum-
nas de la citada escuela, puso en marcha una catequesis en los alber-
gues provisionales de Sant Viceng. Vale la pena recoger la fecha exacta:
domingo, 17 de enero de 1965. Ya estaba adelantado el curso escolar
1964-1965. Al siguiente, otras alumnas de la Escuela Juvenil de
Catequistas, acompañadas por sor Carmen Cátala, se animaron a ir a co-
laborar en la parroquia de Sant Lloreng (calle Entenza, de Barcelona).
Como se ve, ya para entonces, las salesianas habían diseñado un plan
estratégico de evangelización: abrirían, a ser posible, varios frentes de
actividad catequística; María Isabel los animaría y coordinaría desde la
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UNA PRESENCIA RENOVADA
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Sor María Isabel Espinosa
Bort.
Sor Pilar Polo Miravé.
escuela, y ella y otras religiosas acompañarían a las chicas a cada uno de
los puestos escogidos. Por aquel entonces concluían las tareas del
Concilio Vaticano II (1962-1965), y un cúmulo de fuerzas eclesiales esta-
ba a punto de entrar en acción. Al menos desde este punto de vista,
aquello fue una admirable floración del Espíritu60.
Con el curso 1965-1966 la Escuela Juvenil de Catequistas reanudó las
actividades que habían quedado interrumpidas en el verano. Algunas jó-
venes, con María Isabel, emprendieron de nuevo la ruta de Sant Viceng.
Pero esta vez —7 de noviembre de 1965—, iba también con ellas una jo-
ven salesiana llamada Pilar Polo Miravé, que tenía la responsabilidad de
acompañar a las muchachas del colegio de Sarria, alumnas de la mencio-
nada escuela. «Les deseamos —escribió la cronista de la casa de Santa
Dorotea— que, dentro de las posibilidades, puedan hacer mucho bien en-
tre las niñas que atienden espiritualmente y también corporalmente en
aquel sector pobrísimo de la vecina población»61. Tal sector «pobrísimo»
no era otro que el ocupado en Sant Viceng por los albergues provisiona-
les.
Ya desde un comienzo (enero de 1965), las catequistas acostumbraron
actuar más o menos como los circulistas de los se ha hecho mención un
poco más arriba. Es decir, los domingos y fiestas, por la mañana, iban a
la plaza de España a tomar el tren o el autobús. Casi nunca podían dispo-
ner de un coche particular62. Habían de llevar consigo los bocadillos de la
comida y todo lo necesario para animar la jornada.
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UN GIRO INESPERADO
Una vez en el pueblo, acudían inmediatamente a la guardería infantil de
los albergues donde, en los primeros tiempos, tenían montado su oratorio
festivo o esplai. El barracón, con su pequeño patio, llevaba el número 1
del Camino del Cementerio. Acaba de desaparecer con el año 1996.
Entonces sor Pilar, por ejemplo, tocando una campana, recorría los estre-
chos pasillos que separaban los barracones-vivienda. Éstos eran muy po-
bres y de dimensiones reducidas.
—¿Ya es la hora, hermana?, preguntaba una mujer asomándose, tal vez
todavía en camisón, por la portezuela.
—¡Sí, es la hora del catecismo!
—Pues enseguida van los pequeños...
«De los barracones salía una gran cantidad de niños y niñas», precisa
Carmen Beristain que, juntamente con sor María Isabel y sor Enriqueta
Ducet, debía continuar la obra iniciada. «Me parecía encontrarme en tie-
rra de misiones», añade sor Pilar recordando un rito que cumplía hace
más de 30 años en el espacio ahora comprendido entre la tapia de los sa-
lesianos, el cuartel de la Guardia Civil y el grupo de viviendas Llinás63.
La mañana dominical transcurría entre juegos, charlas de catequesis y la
misa, que tenía lugar a la una de la tarde. Solía celebrarla el cura ecóno-
mo, mossén Manel García, o bien algún sacerdote del seminario salesia-
no. Pero, como ocurre con frecuencia en estos ambientes populares de
marginación, la catequista se veía también reclamada a intervenir entre
las personas mayores. Y así, sor Pilar Polo solía reunir a varias señoras
para instruirles, por ejemplo, sobre higiene doméstica y puericultura. En
estas ocasiones la causa de la promoción humana se unía a la de la reli-
gión, porque, como dice ella, «las preguntas sobre los temas religiosos
surgían espontáneamente»64.
Cuando, a la hora de comer, la gente volvía a sus casas, las catequistas
echaban mano de sus bocadillos y los despachaban en la misma guarde-
ría. Antes de abandonar aquel lugar, evaluaban lo realizado y, en conse-
cuencia, delineaban el programa que debían seguir al domingo siguiente.
No era el caso de ir con grandes proyectos premeditados, sino de ver lo
que podía hacerse en aquella circunstancia concreta. A media tarde —a
eso de las cuatro o las cinco— tomaban el camino de vuelta. Las herma-
nas acompañaban a las jóvenes hasta Barcelona, procurando llegar siem-
pre de día, «pues a los padres no les gustaba que entraran en casa de
noche»65.
Al poco tiempo (hacia el 1967), la guardería se convirtió en una base de
operaciones, porque las hermanas, animadas también por el vicario pa-
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UNA PRESENCIA RENOVADA
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rroquial mossén Manel García, sintieron ganas de ir más lejos, hacia arri-
ba, más allá del cementerio. Y así, mientras unas permanecían en el pri-
mer enclave, otras se llegaban a la ermita-iglesia de San Antonio, al su-
burbio de Can Costa y a un lugar que ellas denominaban «la Guardia»,
por encontrarse en un extremo del mismo barrio. «Nosotras descubrimos
la Guardia', que entonces se estaba construyendo», afirma con plena lu-
cidez sor Enriqueta Ducet, como reviviendo el impacto que le produjo la
entrada en una tierra desconocida, pero a la que amó intensamente des-
de el primer momento66. Es aquí donde las hermanas creyeron encontrar
un campo preferente de acción, especialmente desde que, a partir del ve-
rano del 1970, las religiosas Franciscanas Misioneras del Niño Jesús (las
«italianas») concentraron sus fuerzas de un modo más fijo en el área de
los albergues y del grupo de viviendas Llinás. No tenía nombre propio.
Aquel rincón era para las salesianas «la Guardia», la frontera emblemáti-
ca de la barriada en construcción. Allí pasaban prácticamente toda la jor-
nada del domingo, mañana y tarde.
Según la descripción que hace mossén Manel, se trataba de «una casa
con dos plantas bajas y dos pisos, mal construidos, adquiridos por la pa-
rroquia [de San Antonio] por medio de unos préstamos». Llevaba enton-
ces el número 102 de la Travessera de León, y hoy, el 29 de la calle
Mataró. El párroco estaba satisfechísimo de la labor que realizaban allí
las hermanas ya que, gracias a ellas, «cada domingo hay catcquesis para
unos 100 niños que asisten y también hay celebración de la santa misa».
Por este motivo consideraba aquel puesto como «un foco de irradiación
religiosa para aquel barrio de 4.000 habitantes, el más abandonado, leja-
no y de gente más pobre». A mossén Manel le hubiera gustado que las
salesianas se quedaran allí de una manera permanente. Conocía, desde
luego, su buena voluntad: «Si la casa reuniese condiciones de vivienda y
estabilidad —aseguraba—, si hubiese agua y luz, las hermanas estarían
dispuestas a quedarse en el barrio»67. Incluso estaban pensando en abrir
allí mismo un colegio. Pero no lo consiguieron, porque, entre otras razo-
nes, a pesar de sus esfuerzos, no pudieron hacer que el agua corriente
llegara a aquel sitio. Todos tuvieron que esperar a que las cosas fueran
madurando68.
Mientras tanto, en el verano del 1968, sor María Isabel Espinosa se tras-
ladó de Sarria al colegio de Sepúlveda. A partir de este momento, algu-
nas hermanas comenzaron a ir también a Sant Viceng, como María
Victoria Larrañaga y Victoria García, que, con María Isabel, desplegaron
una actividad extraordinaria. De esta manera, también las salesianas de
la calle Sepúlveda se asociaron a la empresa que, tres años antes, habí-
an iniciado las salesianas de Sarria en la forma que se ha explicado.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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Barrio de la Guardia, calle Travessera de León 102 (hoy, Mataró 29): lugar del
primer esplai que organizaron las salesianas.
Conviene que sepa el lector que hechos como éste entraban de lleno en
el espíritu que las mismas Hijas de María Auxiliadora habían creado a sa-
biendas en su propio entorno: la preocupación por el apostolado catequís-
tico. Muy en concreto, las de Sarria y las de la calle Sepúlveda se sintie-
ron llamadas a repartir el pan del catecismo y de la alegría de la vida en
los sitios más marginados de la ciudad. Por eso, desde tiempo atrás y de
la manera que les había sido posible, habían organizado sus oratorios
festivos (espiáis) por las barracas de Montjuíc y por las pobres callejuelas
de la parroquia del Buen Pastor (Sant Andreu de Palomar) o del sector de
Verdum (Nou Barris). Esto lo hacían los domingos y fiestas —porque du-
rante la semana debían atender a colegios y escuelas—, y correspondía
a una opción de fondo asumida comunitariamente.
A los pocos años (septiembre de 1973), sor María Isabel Espinosa fundó
el centro juvenil denominado Ixent (Sol naciente), que enseguida se con-
vertiría en una nueva fuente de energías juveniles con destino a la cate-
quesis de Sant Viceng. En efecto, varios jóvenes, renunciando a otras co-
sas —como al legítimo disfrute de un fin de semana—, asumieron
generosamente aquel proyecto de apostolado catequístico. Como este
centro juvenil ya admitía entonces a chicos y chicas, el grupo de los que
iban a Sant Viceng aumentó de una manera notable. «¿Cuál era su acti-
tud interior —le hemos preguntado a sor María Isabel—, cómo se com-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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UNA PRESENCIA RENOVADA
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portaban en aquellas duras jornadas de Sant Viceng, lejos de casa?»
«Era una actitud misionera al cien por cien —nos ha contestado—. Ellos y
ellas respondían de maravilla. Hubo una catequista —añade— que quiso
casarse en el pobre barracón de los albergues provisionales, porque
aquel lugar lo consideraba como suyo, el de su trabajo de todos los do-
mingos»69. Es cierto: para muchas catequistas, aquéllos fueron, como di-
cen, «els anys de Sant Viceng», es decir, los años de íntimas vivencias
espirituales y, por ello, inolvidables.
Todo vino a ser como una maravillosa eclosión de ese voluntariado idea-
lista y abnegado, que se nutre de auténticas raíces cristianas. Esto ocu-
rría, como decimos, antes del año 1975.
Las hermanas y el grupo de catequistas trabajaban con el método de cos-
tumbre que, como se ha comprobado, era muy popular y directo, eminen-
temente misionero. Buscaban un sitio más o menos fijo —un barracón,
unos bajos, un patio o un prado— y, con la ayuda, a ser posible, de algu-
na persona del lugar que les calentara la comida o les proporcionara un
rincón para defenderse en tiempo de lluvia y frío, convocaban a los niños,
los entretenían y les enseñaban catecismo y cosas útiles. En suma, trata-
ban de educarlos. Por poco que pudieran, les llevaban también a algún
local que hacía de capilla. Mossén Manel o algún sacerdote del colegio
salesiano celebraban los actos litúrgicos. Desde 1973 y con las debidas
adaptaciones, este método lo aplicaban también en las colonias que orga-
nizaban los veranos, con gran contento y aprovechamiento de los niños
del barrio.
No hace falta decir que, cuando se presentaba la ocasión, los salesianos
colaboraban con generosidad. «Yo también entré en contacto con las sa-
lesianas —explica José Antonio Iguácel—. Ellas continuaron lo que habí-
an iniciado los jóvenes catequistas del colegio salesiano de la calle
Rocafort. Como no disponían de sitio adecuado para sus actividades, yo
les prestaba el local de las 'escuelitas', o les invitaba a que vinieran a ju-
gar en los patios del seminario. A veces iba a la guardería infantil de los
albergues para celebrar la misa, porque no teníamos iglesia parroquial.
Ellas preparaban todo lo necesario, venía la gente y comenzábamos los
actos de culto. De igual forma, cuando me llamaban, subía a la iglesia-er-
mita de la urbanización de San Antonio y, sobre todo, a la Travessera de
León, 10270. Incluso los salesianos conectábamos con la parroquia de
San José. Y es que aquello venía a ser como el inicio de lo que hoy lla-
mamos 'pastoral de conjunto'»71. A esto cabe añadir que, al menos hasta
un cierto punto, aquel apostolado dominguero —itinerante y callejero—
daba ocasión también para que las Hijas de María Auxiliadora y sus cate-
quistas, por una parte, y los salesianos y sus colaboradores, por otra, se
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UN GIRO INESPERADO
encontraran operando en el mismo ámbito. Y es que, a la verdad, se tra-
taba de un empeño colectivo de la Familia Salesiana.
Quien inicialmente había tenido tal intuición había sido —lo sabemos
bien— el padre de un salesiano, el señor Juncadella, al cual, hasta el año
1970, unos y otros pudieron verle inmerso en aquella misión comunitaria.
«Le recuerdo aún tocando la campanilla por la montaña, avisando a los
niños y jóvenes para que acudieran a la catequesis» —declara sor
Enriqueta Ducet72—.
Tal estado de cosas duró «muchos años», como afirma sor Raquel
Noain73. Es decir, todo el decenio 1965-1975.
En los primeros años setenta, muchas congregaciones religiosas sintieron
el deseo de hacerse presentes de una manera nueva en el campo del
apostolado: no por medio de las grandes estructuras tradicionales, sino
de otras más simples y dinámicas; no en lugares ocupados desde tiempo
atrás, sino en otros donde las necesidades de promoción social y de ac-
ción misionera fueran más apremiantes. Les parecía que tales formas de
vida estaban en mayor coherencia con el espíritu del Evangelio y con el
pensamiento de sus fundadores y que, sobre todo, ofrecían mejores ga-
rantías para dar un testimonio convincente y vivir la comunión fraterna. En
consecuencia, fueron apareciendo por una y otra parte las llamadas
«nuevas presencias», o «comunidades de base» o «pequeñas comunida-
des»74. Los salesianos de Barcelona, en conformidad con una de las di-
rectrices señaladas por el Capítulo Inspectorial Especial de 197275, tuvie-
ron la primera en 1973 en el barrio de la Verneda; y la segunda, al año
siguiente, en Sant Adriá (barrio de la Mina).
Y las Hijas de María Auxiliadora no quedaron al margen de este movi-
miento, porque, a comienzos del 1973, ya estaban pensando en fundar
«una obra social» con la fórmula de una nueva presencia. A la hora de
escoger el lugar concreto, recordaron enseguida «el apostolado que, des-
de 1965, ejercen nuestras hermanas en el vecino pueblo de Sant Viceng
deis Horts, donde existen zonas de extremada miseria material, espiritual
y moral, carentes de todo». Junto a esto, las consejeras de la madre pro-
vincial comprobaban también que aquellas gentes emigradas quedaban
«agradecidas» por el bien que se les hacía76. No era, pues, necesario se-
guir discutiendo. A la vuelta de dos años (1975), las salesianas irían a
Sant Viceng, y pondrían su domicilio en el corazón mismo del barrio de la
Guardia. Al fin y al cabo, aquella montaña les pertenecía de alguna mane-
ra: la habían conquistado con su entrega y sacrificio77.
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UNA PRESENCIA RENOVADA
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En Sant Viceng: las nuevas fuerzas
Más o menos por el mismo tiempo, e impulsadas por idénticos motivos,
acudieron también a los barrios de marginación de Sant Viceng otras fuer-
zas de signo religioso-católico. Entonces, por ejemplo, aparecieron los
Cursillos de Cristiandad, las Hermanas Franciscanas Misioneras del Niño
Jesús —llamadas por su origen milanés las «italianas» (1970)—, las
Hermanas de la Compañía de María (Lestonac) (1970), las Siervas de
San José (1971)78. Desde el punto de vista religioso y asistencia!, su pre-
sencia constituyó un momento privilegiado para la Iglesia vicentina.
Y ¿los salesianos que ya residían en Sant Viceng? Ya hemos visto cómo
fueron adaptándose a la nueva situación. En lugar del seminario, tendrían
una escuela de formación profesional; en lugar del antiguo esplai, un cen-
tro juvenil. Ambas instituciones, totalmente abiertas hacia el exterior.
Incluso, antes del año 1972, habían introducido alguna novedad importan-
te en la ayuda que tradicionalmente habían prestado a la parroquia de
Sant Viceng y a las de los pueblos vecinos. Pues se dieron cuenta de que
dicha ayuda resultaba cada vez más insuficiente. Era necesario compro-
meterse mucho más, porque, en cuestión de pocos años, la estructura
parroquial y pastoral de la villa vicentina se transformaba de una manera
notable.
Al inicio del curso 1971-1972, acariciaron la idea de divulgar un escrito
suyo titulado Nuevos rumbos. No llegaron a publicarlo. Pero ya daban a
entender lo que estaban experimentando por dentro: en varios aspectos,
su vida y sus actividades cambiaban de orientación, iniciaban una nueva
singladura. Analicemos ahora lo que les ocurría en su dedicación al apos-
tolado fuera de casa
LA PARROQUIA DE SAN ANTONIO DE PADUA
A partir del mes de abril de 1969 la parroquia de Sant Viceng —la única
durante siglos en la villa— quedó dividida en tres, dando lugar a dos nue-
vas: la de San José y la de San Antonio de Padua79. Al frente de la prime-
ra quedó mossén Lluís Alonso Cámara; de la segunda, mossén Manel
García Nicolás. Al erigir canónicamente esta última, el arzobispo barcelo-
nés, monseñor Marcelo González, comprobaba que, en las barriadas de
Sant Antoni, la Guardia, Can Costa, Albergues Provisionales y Poblé Nou,
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UN GIRO INESPERADO
Mossén Jaume Casas i Ca-
sas.
Mossén Manel García Nico-
lás.
Mossén Lluís Alonso Cá-
mara.
residían «unos 8.000 habitantes en invierno y 12.000 en verano»80. Estas
cifras le parecían más que suficientes para justificar la puesta en marcha
de la nueva demarcación parroquial.
Con esto, los salesianos comenzaron a pertenecer a la parroquia de San
Antonio. Pero antes de llegar a esta fecha, los sacerdotes ya habían ejer-
cido su ministerio pastoral en diversos enclaves de las futuras parroquias,
al mismo tiempo que, para cumplir con sus deberes religiosos, los semi-
naristas frecuentaban algunos de esos lugares: la guardería infantil de los
albergues —que, según sabemos, servía también de capilla los domingos
y fiestas de precepto—, o la ermita-iglesia de San Antonio; o bien, con
motivo del viernes santo, acudían al viacrucis que se organizaba en el ba-
rrio de la Guardia. De esta manera, ya desde el año 1965, los salesianos
habían entrado en contacto con esta zona de inmigración, y supieron lo
que eran, según escribían, «las barriadas del extrarradio»81. Una expe-
riencia más en un tiempo de transformación. Los salesianos fueron cons-
cientes de que, en lo posible, debían multiplicar su esfuerzo y apoyar a
las tres parroquias. A comienzos del 1971, el padre provincial Joan
Cañáis quedaba impresionado por la «múltiple actividad ministerial» que
desplegaban los sacerdotes de la comunidad82. Y, cuando en ésta hubo
estudiantes de teología, la iniciativa adquirió aun mayores dimensiones83.
Naturalmente, si tuvieron alguna preferencia fue para la recién nacida pa-
rroquia de San Antonio.
Mossén Manel García Nicolás84 era cura ecónomo en la pequeña locali-
dad de la Múnia, de Castellví de la Marca (Alt Penedés), cuando en octu-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA PARROQUIA DE SAN ANTONIO DE PADUA
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bre de 1966 fue nombrado coadjutor de la parroquia de Sant Viceng deis
Horts y encargado, con plenas facultades, de una extensísima zona com-
prendida por los barrios de Sant Antoni de Padua, la Guárdia-Can Costa y
la Vinyala-Poble Nou. Llegó a su puesto hacia el mes de abril del año si-
guiente (1967): «Con la ayuda del Señor vengo, ciertamente, a trabajar
en bien de vuestras almas y a gloria de Dios. Quiero vuestra promoción
humana en todo, vuestro bienestar, vuestra unión, vuestra edad adulta en
la fe cristiana». Y terminaba su saludo, dirigido desde el boletín de la
Asociación de Pequeños Propietarios de San Antonio (APPSA), manifes-
tando sus íntimas disposiciones: «Toda mi vida, mi tiempo, mi sacerdocio,
os pertenece, y con alegría os lo digo y me ofrezco a todos como amigo
verdadero, del pobre y del rico, del sabio y del ignorante, del sano y del
enfermo, de mayores y de pequeños. Aquí estoy»85. Pero los medios de
que disponía no se correspondían en nada a tales propósitos. Por eso,
hubo de hacer de mendigo desde el primer día, llevando, personalmente,
una vida de austeridad voluntaria rayana en el heroísmo. «Era muy traba-
jador y generoso —nos ha asegurado la señora Enriqueta Bernaus
Condal—. Lo daba todo, confiando en que Dios no le faltaría. "Lo que tú
das a los pobres por la puerta, Dios te lo devuelve por la ventana" —solía
decir—. Vivía muy pobremente»86. Llegó a ser párroco, cuando en abril de
1969, quedó erigida, según se ha indicado, la nueva parroquia de San
Antonio de Padua a la cual pertenecían los barrios antes mencionados.
La iglesia y las escuelas parroquiales
Fue a mediados de los años cincuenta cuando algunas gentes de
Barcelona y alrededores creyeron descubrir, dentro del término municipal
de Sant Viceng, un paraje que podría convertirse en una apetecible zona
de urbanización. Se hallaba situada a los pies de Montpedrós o montaña
de Sant Antoni, junto a la carretera que lleva a Torrelles —pero de la que
entonces estaba ausente el tráfico industrial—, en un punto no excesiva-
mente distante del centro de la villa. En consecuencia, a ambos lados de
la riera y de la carretera comenzaron a surgir las nuevas torres de aqué-
llos que, al menos los fines de semana, deseaban disfrutar de un paisaje
campestre y tranquilo. «Veníamos en busca de "/a casa i /7?orfef"-recuer-
da con humor Pere Parré—, comprábamos las parcelas (¡cuando todavía
no estaban trazadas las calles!), y trabajábamos el sábado construyendo
la torre para poder descansar el domingo. Un buen número de personas
procedían de Sants y de L'Hospitalet»87. Surgió así una colonia de resi-
dentes, que pronto sintieron la necesidad de tener cerca una capilla. De
acuerdo con la parroquia de Sant Viceng, pusieron la primera piedra en
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UN GIRO INESPERADO
Ermita-iglesia primitiva de San Antonio, junto al barrio naciente.
junio de 1956 y, gracias a su entusiasmo y generosidad, la tuvieron cons-
truida al poco tiempo. Dado el entorno de colinas y de verdor, tenía la for-
ma de una ermita y ocupaba un rinconcito de una porción de tierra que
habían regalado a la diócesis de Barcelona. Cerca de dos mil metros cua-
drados. La escritura de compraventa de la propiedad se formalizó en
195988. Pero la iglesia-ermita no estaba dedicada a San Antonio Abad,
como la que, siglos antes, coronaba, junto al Castell Nou de Cervelló, la
cumbre de Montpedrós, sino a San Antonio de Padua. Y es que, según se
complacía en explicar el historiador Aymerich, en aquel lugar hacía falta
entonces un santo que hiciera muchos milagros...
Tal es el origen de este lugar de culto, que fue el principal que encontró
mossén Manel cuando llegó a su futura demarcación parroquial en abril
de 1967. Y éste fue también uno de los primeros centros de su actuación
sacerdotal. De entrada no le preocupaba demasiado la pequenez de la
iglesia-ermita, porque pensaba que siempre habría tiempo y medios para
ampliarla o construirla más grande en otro lugar. «Ahora me interesa —
escribía— la educación de los niños, y ése es el motivo de empeñarme
en construir unas escuelas parroquiales para el servicio de nuestros veci-
nos y que sean el orgullo de todos»89. Pero era también un paso lógico
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LA PARROQUIA DE SAN ANTONIO DE PADUA
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que había que dar, porque, de no tener asegurada la escolaridad de los
niños, no era posible que las familias acudieran a establecerse en la nue-
va urbanización. Mossén Manel tuvo la ayuda de los vecinos. Francesc
Visiedo y Pere Parré recuerdan sobre todo la actividad desplegada por
Josep Maria Montserrat, y cuentan muchas peripecias de aquel tiempo90.
Pero, en definitiva, lo cierto fue que las escuelas pudieron abrirse en el
curso 1968-1969. Por el momento sólo había dos unidades: una para los
niños con un maestro y otra para las niñas con una maestra. Pero, a la
vuelta de pocos años, según se explica después (pág. 347), fueron ya
cuatro. Y es que, ante la falta de centros docentes que había en Sant
Viceng y gracias a la eficacia de los profesores y las gestiones llevadas a
cabo por el patronato correspondiente, la escuela parroquial fue alcan-
zando un prestigio indiscutible. Con ello, el señor rector había tratado de
«paliar —según escribía— la falta de escolarización de esta zona con una
obra social de la Iglesia»91.
La guardería de los albergues provisionales
El otro punto de su acción pastoral fue la guardería infantil de los alber-
gues provisionales que, según sabemos, Caritas Diocesana había puesto
en marcha en 1963. Servía también de lugar de culto. Como tal, cubría en
cierta medida una necesidad social; pero, como guardería destinada al
cuidado de los pequeños, no acababa de funcionar bien. Mossén Manel
consiguió que volviera a abrir las puertas en octubre de 1967. A ello le
ayudó un voluntariado generoso y perseverante, animado, al principio
(desde el mencionado año), por las Hermanas de la Doctrina Cristiana —
sor María Cruz— y después (desde el 1970), por las hermanas
Franciscanas Misioneras del Niño Jesús —«las italianas», según se ha
anotado ya—. Éstas llegaron a Sant Viceng casi por casualidad, gracias a
las gestiones realizadas por el Arzobispado, y constituyeron una ayuda
preciosa para las obras benéficas que impulsaba mossén Manel.
Tuvieron en sus manos la administración y la dirección de la guardería y
crearon en la misma nuevos servicios asistenciales, como clases de corte
y confección, dispensario, cursillos de catequesis, sesiones de música
instrumental, comedor gratuito. Por lo que se ganaron las simpatías de to-
dos. Las gentes del barrio de la Vinyala y las que, a partir del 1970, aban-
donaron los albergues para ir a ocupar las viviendas del grupo Llinás re-
cuerdan todavía con afecto sus hábitos franciscanos y su modo de hablar
entre italiano, castellano y catalán: Adriana era en rigor peruana;
Chiarella, italiana; Lucía actuaba como superiora y era también italiana;
Gracia había nacido en la isla de Cerdeña y se le veía como una mujer
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Grupo de las Hermanas Franciscanas Misioneras del Niño Jesús, llamadas en
Sant Viceng «las italianas».
polivalente y dinámica, a la que, por su actividad motorizada, le llamaban
«la monja de la moto»; Teresa era italiana. Residían en un piso adquirido
por la parroquia en la calle la Vinyala 1, bajos, 1§. Con ellas colaboraron
varias personas, seglares y religiosas. Mossén Manel se sentía profunda-
mente satisfecho cuando dejó consignado: «Las escuelas de San Antonio
y la guardería de la zona de los albergues son los dos focos de irradiación
social más importantes de nuestra parroquia»92.
Los salesianos en la nueva parroquia
Pero mientras tanto, mossén Manel se encontró con los salesianos, cuya
cooperación solicitó y obtuvo. Más aún: entre él y la comunidad surgió en-
seguida un clima de verdadera amistad. Y así, dada su situación, la capi-
lla del seminario se convirtió en centro de diversas actividades eclesiásti-
cas. Allí mossén Manel pudo atender a la vida sacramental de los fieles
celebrando misas, bautizos, matrimonios, entierros93. Si bien, cuando en
1969 quedó constituida la nueva parroquia de San Antonio, parte de estos
servicios pasaron a la guardería-capilla de los albergues. Pero las cele-
braciones de la semana santa, por ejemplo, se acostumbraron tener en la
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LA PARROQUIA DE SAN ANTONIO DE PADUA
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mencionada capilla de María Auxiliadora, del seminario94. La ayuda que
los salesianos prestaban a mossén García era muy variada.
La labor del párroco alcanzó también otros puntos. Así, por ejemplo, en el
barrio de la Guardia, adquirió, como se ha dicho, una casa en la
Travessera de León 102 y alquiló también los bajos del bar La Solé situa-
do en la calle La Corunya 81: ambos lugares sirvieron para que los do-
mingos las Hijas de María Auxiliadora organizaran sendos espiáis, en los
cuales se celebraba la misa para los feligreses. En el barrio de la Vinyala
abrió un despacho parroquial (calle Ferran 12) y colocó un barracón rec-
tangular —de los preparados por la empresa Durisol— en el terreno que,
con destino a la construcción de una iglesia, había recibido en donación
del Patronato Local de la Vivienda.
En consecuencia, cuando en enero de 1972, hubo de dejar la parroquia
de San Antonio por haber sido destinado a la del vecino pueblo de Sant
Andreu de la Barca, su trabajo pastoral había sido totalmente positivo95.
Entonces alguien tuvo que sustituirle en la parroquia de San Antonio. Por
la lógica de la historia y de la geografía, la archidiócesis de Barcelona pi-
dió a los salesianos que, al menos por el momento, asumieran las res-
ponsabilidades al caso, sin dejar de colaborar con las otras dos parro-
quias. En compensación les aumentaba los honorarios de la nómina96...
Aquéllos no pudieron decir que no. Y en consecuencia, se vieron aboca-
dos a un nuevo ámbito de actividades. Pero, no obstante, quien tomó ofi-
cialmente las riendas del gobierno de la parroquia de San Antonio fue el
rector de San José. Mossén Lluís Alonso estuvo tres años como cura-pá-
rroco en funciones de la parroquia de San Antonio (1972-1975) y, ayuda-
do por los salesianos Román Torrabella y José León Echarri, realizó una
acción pastoral muy eficiente.
Los cambios que se han analizado hasta ahora son los más importantes.
Pero hay todavía otra sección en que las inquietudes renovadoras de la
época aparecieron también con toda claridad. Aquí se hace referencia a
esa serie de actividades que los salesianos acostumbraron desarrollar
desde su seminario, pero mirando hacia el exterior. Así, la Asociación de
María Auxiliadora quedó revitalizada con nuevas inscripciones, aumento
de las capillas de la visita domiciliaria, celebraciones religiosas y peque-
ñas iniciativas de carácter social. El alma de la renovación fue don
Prudencio Maquiera, el cual ya comenzó a actuar desde el año 1964 y tu-
vo la colaboración de la benemérita señora Quimeta Fumado. «Yo consi-
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UN GIRO INESPERADO
La señora Quimeta Fumado celebra los 50 años como encargada al frente de la
Asociación de María Auxiliadora (1991).
deré aquello como un apostolado importante —afirma el padre
Maguiera— y pude comprobar enseguida que la asociación vivía la devo-
ción a María Auxiliadora de una manera realmente extraordinaria»97. Algo
semejante se ha de consignar en relación a los cooperadores, bienhecho-
res y amigos de la casa salesiana. Don Prudencio fue capaz de crear un
clima nuevo, que antes no se daba. Para ello se sirvió de los medios que
tenía a la mano —tales como convivencias, conferencias, retiros, visitas a
las casas salesianas y a los enfermos, distribución de diplomas, peregri-
naciones, colectas para las misiones, fiestas con motivo de una primera
misa— y puso particular cuidado en atender a las familias de los salesia-
nos nacidos en la villa. El resultado fue del todo positivo, como lo recono-
cía el padre provincial a inicios del año 1972: «En el cuadro de activida-
des de la casa —dejó consignado Joan Cañáis— tiene también gran peso
la animación de grupos de cooperadores adultos»98. En todo este movi-
miento actuaban ya de lleno las fuerzas que la Iglesia y la Congregación
Salesiana habían generado en orden a la recuperación y potenciación del
laicado católico99. En la misma línea de renovación, nació el Grupo XIX
de la Adoración Perpetua del Tibidabo. Desde hacía algún tiempo, unos
cuantos antiguos adoradores deseaban reanudar esta práctica y a tal fin
habían acudido al director de los salesianos. Una propuesta formulada en
aquel momento por el rector del Templo del Tibidabo dio la ocasión propi-
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Grupo de cooperadores y amigos de la casa (1970) (Archivo Salesianos de Sant
Viceng).
cia. Los salesianos explicaban el porqué de aquella iniciativa diciendo que
era «para profundizar más en la vida cristiana del pueblo»100. Por consi-
guiente, en marzo del 1969, echó a andar la nueva agrupación, que se
mantiene fiel a sus ideales.
Aquí podemos dar por concluido nuestro análisis histórico, ya que tene-
mos suficientemente recogidos los cambios y las novedades más impor-
tantes que se dieron entre los salesianos durante los años 1964-1972, y
muy en especial durante el trienio 1969-1972, que, según se ha podido
comprobar, fue para ellos un tiempo realmente decisivo.
Para enlazar el presente capítulo con el siguiente, tan sólo se ha de aña-
dir que, junto a los cambios externos, se dio también otro interno, en la in-
timidad de las personas y en el mismo seno de la comunidad. Como re-
sultado, comenzó un largo proceso de revisión y de crítica, de creatividad
y de reajuste. Y es que los antiguos modos de ver y de valorar ya no aca-
baban de convencer; las antiguas formas de organizarse y relacionarse
ya no servían... Pero, por otro lado, tampoco estaba claro el futuro ni se-
guro el camino que debía seguirse. De aquí la parte de dramatismo que
comporta este período de transición. La comunidad formada para animar
y gestionar la vida de un pequeño seminario quedaba desbordada por las
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UN GIRO INESPERADO
nuevas tareas que, según se ha visto, debía asumir. Por eso, en febrero
de 1972 llegó el relevo en la dirección de la obra: a don Prudencio
Maguiera le sucedió don Miguel Carabias Flores (1972-1978). Se inaugu-
raba así una nueva etapa.
NOTAS
1 La única obra interesante que se acometió fue la pavimentación del frontón
de pelota, gracias a que los medios pertinentes se habían conseguido «como
donativo». Crónica, 3-VIII-1966.
2 El primero ya había ejercido de superior en Huesca durante cuatro años
(1960-1964).
3 El dato es muy relevante si se quiere calibrar lo que en España ha significado
para tantas congregaciones el hecho de que, durante los años setenta y
ochenta, se fuera agotando casi por completo esta cantera de vocaciones reli-
giosas.
4 Para cerciorarse de ello, basta compulsar la crónica de la casa, redactada pri-
mero por don Teófilo y luego por don Prudencio. Años 1964-1972. Nosotros
tenemos a mano el resumen preparado por don Félix Solanes.
5 Son pensamientos que aparecen con frecuencia en las recomendaciones que
dejaba el superior al verificar la visita canónica anual. Años 1964-1970.
6 He aquí, por ejemplo, el horario que quedó aprobado para la tanda del mes
de marzo de 1968 (sección internos y sección externos):
Mañana
7,30, Levantarse. 8, Oraciones-Rezo del rosario-Estudio. 9, Misa con sermón
(también para los externos). 10, Deayuno-Limpieza de la casa en completo si-
lencio-Recreo moderado (para los externos, a las 10,15, filminas educativas).
11, Primera charla: meditación. 11,40, Visita en la capilla-Examen de concien-
cia-Recreo en silencio. 12, Retiro en la sala de estudio. 12,30, Segunda char-
la: instrucción. 13,10, Ensayo de cantos en la capilla-Recreo-Comida (los ex-
ternos salen a sus casas).
Tarde
15, Oración en la capilla (también los externos). 15,15, Descanso-Retiro en la
sala de estudio. 16,15, Ejercicio del Viacrucis (a ser posible, fuera de la capi-
lla). 16,35, Tercera charla: instrucción (los pequeños, clase). 17,15, Recreo,
merienda (los externos rezan el rosario y salen a casa). 18, Retiro en la sala
de estudio. 18,45, Filminas educativas. 19,45, Recreo moderado. 20,
Celebración de la Palabra. Bendición. 20,30, Cena. Oraciones. Descanso.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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NOTAS
295
7 Cf Actas del consejo, abril-mayo 1971 .
8 Ibid, 3-V-1969, abril-mayo 1971. Para el domingo 25 de mayo de 1969, se
había acordado el siguiente itinerario: Plaza de la Iglesia (o Sant Jordi), calle
Nueva, calle la Pobla, calle Liberación, Plaza del Caudillo (hoy de la Vila), ca-
lle San Miguel, calle San Juan Bosco y seminario. Cf Ibid., 3-V-1969.
9 Don Francisco Olivan, visita canónica, 16-XII-1966.
10 Ibid., 4-XII-1967.
11 Crdn/ca,25-IX-1968.
12 Aprendre deis salesians, en A/osa/fres, n. 83 (novembre 1995) 3.
13 Visita canónica, 16-111-1966. Ver también Ibid, 5-11-1965.
14 Cfto/d., 16-XII-1966.
15 Proyecto del provincial Juan Alberto, mayo de 1948: ASC, F 014 Spagna-
Barcellona.
16 Proyecto del provincial Florencio Sánchez, octubre de 1949: Ibid
17 Nuevo proyecto del mismo provincial, curso 1950-1951: Ibid
18 Circular, n. 13 (15 mayo 1967) [4].
19 Visita canónica, 4-XII-1967.
20 Circular, n. 15 (9 diciembre 1967) [4].
21 Testimonio, Barcelona 4-111-1 996.
22 Cf Crónica, 20 de septiembre y 21 de octubre 1968. Visita canónica, 16-XI-
1968.
23 Al poco tiempo, en febrero de 1971, el señor Marcelino Rey era trasladado a
la casa salesiana de Gerona. Durante 19 años seguidos se había hecho car-
go del cultivo de las tierras y había atendido a la granja. El cronista señala el
motivo: «Con la construcción de los nuevos talleres la huerta ha quedado re-
ducida a su mínima expresión; en cambio, en Gerona, hacen falta brazos»
(Crdn/ca, 21-11-1971).
24 Circular, n. 19 (1 octubre 1968) [5]. Ver también visita canónica, 16-XI-1968.
25 Visita canónica, 17-XII-1969.
26 Circular, n. 24 (31 mayo 1969) [5].
27 Circular, n. 29 (9 abril 1970) [5].
28 Entre los salesianos de Barcelona, el crac vocacional se produjo como un te-
rremoto súbito e intenso, con el epicentro alrededor del año 1970.
29 Testimonio, Barcelona 14-VIII-1995.
30 Ver el Registro de notas escolares. Sant Viceng, curso 1969-1970.
Actualmente este registro del antiguo aspirantado de Huesca y de Sant
Viceng se conserva en el archivo del Centro Teológico Salesiano Martí-
Codolar. Barcelona.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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UN GIRO INESPERADO
31 Actas del consejo, 15-IX-1969.
32 Cf Actas del consejo, 6-XI-1970.
33 Visita canónica, 19-1-1971.
34 A partir del elenco oficial de la Congregación Salesiana del año 1974, ya no
aparece la denominación Seminario Salesiano, sino la de Escuela Pro-
fesional.
35 Testimonio, Barcelona 16-111-1996.
36 Testimonio, Barcelona 22-VIII-1994.
37 En enero de 1972 se repartía así: 15 de promoción cultural (casi analfabetos),
16 de primer curso administrativo, 12 de primero de electricidad, 13 de prime-
ro de mecánica y 13 de segundo de mecánica. Cf Visita canónica, 16-1-1972.
38 El primero y el tercero residían en Badalona; el segundo, en Sarria. El señor
Barbal desempeñó su labor docente desde febrero del 1970 hasta noviembre
del año siguiente, que es cuando se sintió enfermo. Fue el pionero y el coordi-
nador de las secciones que se iban organizando. Falleció en Badalona el 3-
VI-1980. Francesc Mo, cuando el taller de sastrería de la escuela de Sarria se
hizo inviable, había tenido el coraje de prepararse como maestro mecánico.
Inició su docencia en Sant Vicen? en enero de 1971, pero pronto se encontró
también enfermo. Murió en Barcelona-Sarriá el 5-IV-1972. El señor Fité prestó
su ayuda durante el curso 1971-1972 (Véanse las cartas mortuorias de los
dos primeros, firmadas respectivamente por la «Comunidad de Badalona»,
sin fecha, y por Alfredo Roca, sin fecha).
39 La maquinaria que se había solicitado a la Administración —pensando aún en
la escuela profesional para los hermanos coadjutores— llegó a finales de di-
ciembre del año 1971, lo que fue motivo de una gran satisfacción, porque, co-
mo escribía el padre provincial, se había vencido «un grave tropiezo» (J.CA-
NALS, Visita canónica, 16-1-1972).
40 Hoja poligrafiada y difundida por «los salesianos de San Vicente [sic]» en oc-
tubre de 1970.
41 Testimonio, Barcelona 16-111-1996.
42 Crónica, 24-XII-1970.
43 Testimonio, Sant Viceng9-IV-1996.
44 Por ejemplo, en 1971, se organizó la primera Pascua Juvenil y en el verano
del año siguiente, con ocasión de la ordenación sacerdotal de don Javier
Martínez Zazo, una excursión a Pamplona cuyo recuerdo queda todavía gra-
tamente vivo en la mente de todos los que participaron.
45 El primitivo grupo Auxilia estaba animado por Martí Ferrés i Fortuny.
46 Testimonio, Sant Viceng 23-IV-1996.
47 Ver un par de colaboraciones aparecidas en la prensa barcelonesa:
«Recortes de prensa» 1960-1975 [Sant Vicen? 1975] 227-228.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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NOTAS
297
48 Cf Escaquer vicentí..., 147-149. Permítasenos citar aquí especialmente a
Inmaculada Roig, Esperanza García, Montserrat Daunis y Natalia Romero,
entre las chicas —las cuales llevaban, en cierto modo, el protagonismo—; y
entre los chicos, a Rafael Galofré, Joan Bosch y Pere Torres. Algo después
se juntó a ellos Joan Mercé i Rigol, como regidor de cultura del Ayuntamiento.
49 Testimonio, Barcelona 16-111-1996.
50 Gran geografía comarcal de Catalunya. Vol. 17, Geografía general. Fundació
Enciclopedia Catalana, Barcelona 1983, 293.
51 Ibid. Vol. 8, Barcelonés. Baix Llobregat, 357.
52 Testimonio, Barcelona 11-11-1995.
53 Entre los diversos estudios que ya se han realizado, cf AA.VV., Sant Viceng
deis Horts. Aproximado a l'estudi del medí natural i social. Sant Viceng deis
Horts 1987, 55-64. AA.VV., Sant Viceng deis Horts: así crece el Baix
Llobregat. Barcelona 1977, 15-27, 33-67 (Poligrafiado). Puede resultar tam-
bién útil consultar J.PALOS RODRÍGUEZ, Eclosión demográfica y desintegra-
ción social: el caso de Sant Viceng deis Horts. Barcelona 1985 (Tesis de li-
cenciatura. Poligrafiada). LABORATORI DE SOCIOLOGIA.ICESB, Estudi
interdisciplinari de Sant Viceng deis Horts (Resum). Barcelona 1991
(Poligrafiado).
54 «Virjustus et bonus«: el senyor Joan, en Escaquer vicentí. Personatges po-
pulars, 55-58. En la página 59, un árbol genealógico: Llinatge Juncadella-
Urpinas.
55 Crónica, 17-11-1971.
56 Caralt expresa bien la postura que había adoptado el señor Juncadella cuan-
do pensaba que los emigrados «serán ciutadans vicentins. Aprendran i viuran
amb nosaltres. Baixaran de les muntanyes, es coneixeran amb geni catalana,
es casaran a la parroquia i serán vicentins com tots nosaltres». En Escaquer
vicentí, 57.
57 Testimonio escrito, 1993.
58 Ibid
59 Cf R.ALBERDI, Els salesians al barrí de Sant Antón!. Barcelona 1890-1990.
Casa salesiana de Sant Josep, Barcelona 1994, 294.
60 Sor María Isabel puntualiza que las jóvenes catequistas no llegaron a ir a otra
catcquesis que ella había abierto durante el curso 1963-1964 en el barrio de
Montbau (Valle de Hebrón, en Barcelona).
61 Crónica de la casa de Santa Dorotea, 7-XI-1965.
62 Sólo más tarde, cuando sor Catalina Peral vino a residir a Sarria, les acompa-
ñaba en la furgoneta los días de frío o de mal tiempo.
63 Testimonios, Sant Viceng 13-111-1996.
64 Ibid
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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UN GIRO INESPERADO
65 Ibid.
66 Testimonio, Barcelona 6-VI-1996.
67 Breve reseña preparada por mossén Manel, antes de enero del 1972, con el
título Dossier de la parroquia de San Antonio, en San Vicente deis Horts.
68 Sin embargo, alguna salesiana consiguió reunir a las niñas del barrio de Sant
Josep en un improvisado espía! que organizó, por algún tiempo, en los alrede-
dores de la fábrica de Cementos Molins. El propietario, Joan Molins i Ribot,
conocía bien la actividad que desplegaba la Familia Salesiana y procuraba
ayudarla de buena gana.
69 Testimonio, Barcelona 29-V-1996.
70 Lo mismo que él, solían subir allí los sacerdotes salesianos Benito Basarte,
José León Echarri, Lucas Pelaz, Joan Pi. Joan Santaeulária acudía a veces
desde el colegio salesiano de la calle Rocafort.
71 Testimonio, Barcelona 16-111-1996.
72 Testimonio, Barcelona 6-VI-1996.
73 Testimonio, Sant Viceng 21-VI-1995.
74 Cf P.CODINA, El món deis religiosos a Catalunya, en Qüestions de vida cris-
tiana, 105-106(1981)59-64.
75 «Nos debemos abrir a nuevas presencias misioneras entre los más pobres,
con un nuevo estilo» (n. 69).
76 Actas del consejo inspectorial, 9-10-1-1973.
77 Entre las salesianas de primera hora, además de las mencionadas, cabe
nombrar a Inmaculada Beristain (hermana de Carmen), Carmen García
Martínez, Asunción Mató, María Jesús Mendizábal, María Dolores Ortuño,
María Dolores Sánchez. Entre las personas que atendían con mayor frecuen-
cia a las hermanas, se recuerda en especial a la «señora Carmen» y su espo-
so.
78 En el capítulo siguiente se citan otras congregaciones religiosas, que llegaron
a Sant Viceng algo más tarde.
79 Ver los decretos correspondientes en Boletín Oficial del Arzobispado de
Barcelona, 1969, 255-256, 256-258.
80 Ibid., 256.
81 Cf Crónica, 16 y 18-IV-1965, 29-VIII-1965, 8-IV-1966, 24-XII-1967, 11-IV-
1968.
82 Visita canónica, 19-1-1971.
83 Cf Crónica, octubre de 1971.
84 Nacido el 6-VIII-1930 en Sant Andreu de la Barca (Baix Llobregat) y ordenado
sacerdote el 17-XII-1955.
85 Montpedrós, n. 28 (agosto 1967) 7.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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NOTAS
299
86 Testimonio, Sant Viceng 11-IV-1996.
87 Testimonio, Sant Vicen? 30-IV-1996.
88 Cf Escritura de venta otorgada por doña Josefa Mató Rotllán a favor de la
Iglesia Católica en su Mitra de Barcelona y en su representación del Rvdo.
don Jaime Casas Casas, Cura-Párroco de San Vicente deis Horts. Autorizada
por don F. Trias de Bes y Giró, notario del ilustre colegio de Barcelona.
Barcelona, 30 de noviembre 1959. La donante era una viuda, propietaria de
varios terrenos de aquella zona.
89 Carta sin fecha en la revistilla Montpedrós, n. 28 (agosto 1967) 7.
90 «Calcule usted lo que suponía en aquel entonces construir un pozo negro no
para el uso de una familia, sino de un grupo escolar de 100 personas. Todo lo
teníamos que hacer nosotros». F.Visiedo Cervantes, testimonio, Sant Viceng
12-IV-1996.
91 Dossier de la parroquia de San Antonio, en San Vicente deis Horts. Breve re-
seña mecanografiada.
92 Ibid.
93 Crónica, 2-IV-1967.
94 Cf Crónica, 11-12-IV-1968, 5-IV-1969, 26-29-111-1970.
95 Mossén Manel falleció el 8-IX-1995, siendo rector de la parroquia de San
Antonio Abad, de Corbera de Llobregat. Siempre había sido muy apreciado y
apoyado por los salesianos. Algunos datos biográficos: Full dominical, n. 42
(15 octubre 1995). Demarcació Episcopal del Baix Llobregat / Penedés /
Garraf.
96 Cf Crónica, 1-1-1972.
97 Testimonio, Sant Vicen? 18-111-1995.
98 Visita canónica, 19-1-1972.
99 Cf Decreto sobre el apostolado de los seglares, del Concilio Vaticano II, pro-
mulgado en noviembre del 1965. Cooperatori salesiani, en Atti del Consiglio
Superiore, n. 244 (Gennaio 1966) 154-159. Los Cooperadores salesianos, en
XX Capítulo General Especial Salesiano [1972] 535-555.
100 Actas del consejo, 7-111-1969.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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9. LA CONSOLIDACIÓN
Este capítulo comprende el segmento acotado cronológicamente por los
directorados de don Miguel Carabias Flores (1972-1978), Doménec Valls i
Ferrer (1978-1884), Xavier Martínez Zazo (1984-1990) y Faustino Gutié-
rrez Diez (1990-1996)1. Son cuatro sexenios completos —24 años segui-
dos (1972-1996)— que se encuentran trabados entre sí por la lógica pro-
gresiva de un mismo proyecto. Con respecto al trienio que los precede
(1969-1972), significan la consolidación y la ampliación de ese proyecto,
que entonces sólo se había podido delinear con carácter de urgencia. El
concepto de consolidación se materializa mejor en el primer directorado
(1972-1978), aunque éste detectó sus momentos de inseguridad; el de
ampliación o crecimiento, en los dos siguientes (1978-1990); el de pleni-
tud y futuro, en el cuarto (1990-1996). «Cuando yo llegué de director en
1978 —afirma el padre Valls— la obra tenía ya trazada, y bien trazada, la
línea que debía seguir en los años sucesivos»2.
En el capítulo precedente se ha visto cómo y por qué los salesianos se
decidieron a echar una semilla nueva sobre el viejo surco; en éste hemos
de captar cómo la hicieron crecer.
UNA OBRA PREFERENTE
Cuando, en el verano de 1972, los salesianos de la inspectoría de
Barcelona se reunieron en asamblea o capítulo para revisar el estado en
que se encontraban sus obras y actividades, comprobaron que, en Sant
Viceng, se había verificado no sólo una transformación importante, sino
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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302
LA CONSOLIDACIÓN
Miguel Carabias Flores,
1972-1978.
Doménec Valls Ferrer,
1978-1984.
Xavier Martínez Zazo, 1984-
1990.
Faustino Gutiérrez Diez,
1990-1996.
además correcta, feliz. Y que, en consecuencia, debía ser asumida y po-
tenciada por todos. Aquella asamblea, llamada técnicamente III Capítulo
Inspectorial Especial (CIÉ) de Barcelona, venía a refrendar oficialmente lo
que, entre dudas y temores, habían ido realizando los salesianos de Sant
Viceng en el trienio 1969-1972. Era verdad que aún quedaba mucho ca-
mino que recorrer, pero la dirección que se había tomado era la buena. Y
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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UNA OBRA PREFERENTE
303
al mismo resultado llegaron poco después tanto la operación del reajuste
y planificación de las obras salesianas, que se llevó a cabo entre el 1973
y el 1974, como también el Capítulo Inspectorial (Cl) del año 1975.
¿Cómo se evaluó, pues, la obra realizada en Sant Viceng?
«Creemos responder a nuestra misión para con los jóvenes más pobres,
sintiéndonos enviados prioritariamente a las amplias zonas de inmigra-
ción que existen en nuestra Inspectoría, y en donde se concentran, más
que en otras partes, las diversas formas de pobreza»3. Tal es la perspecti-
va fundamental en que se colocó el mencionado CIÉ, el cual ya tenía asu-
mido plenamente la nueva sensibilidad religiosa y apostólica que habían
creado, primero, el Concilio Vaticano II (1962-1965) y, después, el
Capítulo General Especial de los salesianos a nivel mundial (1971-1972).
Ahora bien, para los salesianos que vivían y trabajaban en Cataluña las
zonas de inmigración a que alude el texto se encontraban principalmente
en el Barcelonés (Barcelona [algunos enclaves], Badalona), el Maresme
(Mataró), el Valles Occidental (Sabadell y Terrassa) y el Baix Llobregat
(Sant Boi y Sant Viceng). En las instituciones educativas que radicaban
en estos lugares hacía falta no simplemente una política de conservación,
sino de promoción humana, cultural y social, de una labor catequética y
evangelizadora y de una intensificación de la pastoral del tiempo libre. A
estas tres vertientes debía aplicarse preferentemente la actividad de las
comunidades durante los años sucesivos.
En consecuencia, la presencia salesiana de Sant Viceng se veía como
«muy propia de nuestra misión»4, ya que se hallaba en una zona de in-
tenso movimiento migratorio, en la cual abundaban los niños y los jóve-
nes necesitados de cultura, y donde, por otra parte, la actividad del clero
diocesano resultaba del todo insuficiente. Venía a ser, por tanto, una de
esas obras «privilegiadamente ubicadas», donde valía la pena de «cen-
trar la atención»5. En la práctica, esto se debía hacer: 1Q. Atendiendo a la
escuela de enseñanza profesional —que el documento del reajuste dese-
aba que fuera «comarcal» y sólo de primer grado6—. 2Q. Apoyando la vida
del centro juvenil, que tenía que ser empeño de todas las fuerzas existen-
tes7. 3Q. Manteniendo, al menos, el compromiso de colaboración parro-
quial que se había contraído con la diócesis de Barcelona8.
Ya antes de llegar al verano del 1972, el padre provincial Joan Cañáis ha-
bía intuido alguna de estas dimensiones. «Así como es natural que fácil-
mente se acerquen los jóvenes del casco antiguo del pueblo —había de-
jado escrito en enero de ese año—, búsquese comunitariamente la forma
de ampliar los medios de acercamiento a los habitantes de la zona de la
montaña. Parece que la promoción cultural es la palanca más segura de
integración cristiana»9. E incluso, aprovechando el cambio de titular al
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

30.10 Page 300

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304
LA CONSOLIDACIÓN
frente de la casa (febrero de 1972), había apuntado a otra meta: la de
transformar la comunidad tradicional de antes en una de nuevo estilo:
«Se trata de adoptar, en lo posible —escribía—, la dinámica de las pe-
queñas comunidades». Y seguidamente indicaba el motivo: «Cada vez es
más urgente nuestra inserción en la pastoral de aquella zona tan necesi-
tada»10. Ya nos hemos referido a estas «pequeñas comunidades» (pág.
284), que también, por su parte, las pidió el CIÉ11. El hecho de que, a par-
tir del curso 1971-1972, la comunidad de Sant Viceng recibiera, siquiera
durante unos pocos años, un grupito de jóvenes salesianos, estudiantes
de Teología, obedecía también a esta política que los superiores preveían
o, tal vez mejor, presentían, al pasar del 1971 al 1972. Y es que, para lle-
var adelante la nueva tarea, había que rejuvenecer las fuerzas12.
Aquí tiene el lector trazadas las líneas de pensamiento y de acción que,
en principio, van a guiar el desarrollo ulterior de nuestra historia.
Pero mientras tanto, compulsando los textos que se acaban de aducir, se
ve la opción que, ya desde el curso 1972-1973, tomaron los salesianos de
Pare Joan Cañáis i Pujol, superior provincial 1970-1976.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

31 Pages 301-310

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UNA OBRA PREFERENTE
305
una manera firme e inequívoca: sin buscar desvincularse para nada del
«pueblo» —al que habían servido y querían servir—, preferían, sin em-
bargo, mirar hacia la parte de la «montaña», es decir, al sector de la
Vinyala, la Guárdia-Can Costa y el grupo de viviendas protegidas Llinás
—adonde habían ido a parar los que ocupaban antes los albergues provi-
sionales—. Tales núcleos constituían una amplia zona de gentes trabaja-
doras e, incluso, aún marginadas. Para atenderlas lo mejor posible, sobre
todo desde que comenzaron a hacerse cargo de la parroquia de San
Antonio (otoño de 1972), se vieron obligados a suprimir el culto en la capi-
lla del antiguo seminario. De esta forma, cerró sus puertas para siempre
aquel lugar que, para muchos salesianos de hoy y para bastantes anti-
guos alumnos de las «escuelitas», conservaba tantísimas vivencias reli-
giosas. Allí, en efecto, siendo niños o jóvenes profesos, habían aprendido
a rezar y a nutrir su fe con la palabra de Dios y la práctica de los sacra-
mentos; allí habían cantado a María Auxiliadora y a Don Bosco. Incluso
algunos allí se habían hecho salesianos con la primera emisión de los vo-
tos religiosos. Pero, ahora, todas estas resonancias se desvanecían en el
inmenso espacio del tiempo: habían perdido el estuche que los guardaba
hasta entonces.
Al propio tiempo, los salesianos debieron cerrar también la puerta que,
por la vía del tren, comunicaba con el vecindario. Porque ya no tenía sen-
tido. La vida de la escuela se desarrollaba arriba, y arriba también —en la
montaña— se situaba una buena parte de la parroquia de San Antonio.
Además aquel acceso estaba resultando peligroso desde tiempo atrás.
En su lugar funcionaba la entrada que se había practicado en la calle
Liberación llamada, desde 1979, de Rafael Casanova13. Ambas cosas —
clausura de la capilla y cierre de la puerta— contenían un cierto valor sim-
bólico. Para los salesianos significaban que sus preocupaciones educati-
vas y pastorales comenzaban a gravitar arriba —en la «montaña»—; pero
algunos amigos suyos de siempre las interpretaron como una señal de
que los salesianos les daban la espalda y se desentendían del «pue-
blo»...
Sin embargo, no había motivo para enfocar tan negativamente los he-
chos: porque, por parte de los salesianos, sólo se trataba de una dedica-
ción preferente en favor de las nuevas gentes, pero no, en absoluto, de
una dedicación exclusiva o exclusivista. La escuela profesional fue tam-
bién para los alumnos que procedían de la parte antigua, a la que, por su-
puesto, pertenecía la mayoría de los profesores externos. Y el centro ju-
venil, como queda dicho, se formó con la colaboración de los jóvenes que
frecuentaban el Centro Católico, que eran todos de la población tradicio-
nal.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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306
LA CONSOLIDACIÓN
De esta manera, los salesianos pudieron actuar como elemento integra-
dor de ambos sectores, del antiguo y del nuevo. Hombres como Joan
Nicolau i Costa —concejal de cultura por aquel entonces— y, según he-
mos apuntado ya, Joan Juncadella i Carcereny —un vicentino universalis-
ta— habían evaluado así la actitud de los salesianos y la habían apoyado,
con evidente sentido de futuro.
UNA GENERACIÓN NUEVA
Los primeros protagonistas de todo este «giro» fueron los mismos sale-
sianos, encarnados ahora en una generación nueva: la que, según se ha
descrito, había fraguado en los ideales que había encendido el XX
Capítulo General Especial (1971-1972). Los superiores —comenzando
por el mencionado padre Cañáis— entendieron que la obra salesiana en
Sant Viceng progresaría por el camino escogido a condición de que en
ella hubiera una comunidad adecuada: es decir, suficientemente numero-
sa, integrada por hombres jóvenes, bien preparados en lo profesional, ap-
tos para el trabajo y abiertos al horizonte de la renovación. Y, de hecho,
las diversas comunidades que se fueron sucediendo a lo largo de los
años se ajustaron, en línea de principio, a estos criterios.
Una figura, en cierta manera emblemática, sería la de don Javier
Asurmendi Martínez. Navarro de origen —nacido en Mendavia en 1940—,
había cursado los estudios de Filosofía y Magisterio en el seminario de
Sant Viceng. Y, ordenado sacerdote (1967), había sido destinado a la
nueva comunidad vicentina, en la que pasó dos períodos: el primero, del
1974 al 1977 y el segundo, del 1987 al 1991. En gran parte, su actividad
se desplegó en la escuela profesional, y se aplicó a la enseñanza no re-
glada, promoviendo concretamente cursos de adaptación o integración
para los alumnos más atrasados, y cursos ocupacionales para los obreros
todavía en período formativo o en paro. Todo esto obedecía sin duda al-
guna a una opción suya personal, pero también encajaba perfectamente
en el talante que iba adquiriendo la escuela. Javier murió aún joven, a los
50 años de edad, en febrero de 1991, literalmente abatido por el esfuerzo
realizado14. Junto a Javier Asurmendi, se podría citar también a otros que
están actuando entre nosotros o en tierras de misiones, lejos de España.
Y es que la dedicación a la enseñanza profesional, la promoción social de
los emigrados, la sensibilidad ante los problemas de los marginados, la
cercanía a las gentes del pueblo, el trabajo, fueron algunas característi-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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UNA GENERACIÓN NUEVA
307
Don Javier Asurmendi Martínez,
en plena acción,
dedicado a la promoción
de los jóvenes obreros.
cas de la nueva comunidad, que sin duda compartía estos elementos tan
propios de las llamadas pequeñas comunidades. De hecho, los superio-
res que la visitaban aprobaban toda esta inquietud popular, como también
el ambiente de fraternidad y de alegría que en ella se fue creando cada
vez más. Lo que, en cambio, echaban a faltar era la dinámica explícita-
mente espiritual de la oración y la contemplación, en el sentido de que el
empeño exterior acaparaba casi todo el tiempo, sin apenas dejar espacio
para las prácticas de piedad de la mañana y de la tarde. Según esto, se
daba como un cierto desequilibrio entre esos dos elementos que, real-
mente, a veces resultan de difícil soldadura: la misión y la consagración.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA CONSOLIDACIÓN
Otro punto en que solían insistir los responsables era el referente a la co-
ordinación de fuerzas y de proyectos, ya que la obra, tal como se estaba
materializando, resultaba compleja, pero debía llevarse a cabo entre to-
dos, en un plan de corresponsabilidad. Y, en fin, los superiores remarca-
ban también la importancia de la formación permanente, al objeto de ase-
gurar la autenticidad de espíritu y la calidad en las obras. Más espacio,
pues, para la liturgia y la plegaria personal; más espacio para la autocríti-
ca y la planificación; más espacio para el descanso y los encuentros for-
mativos: serían las tres exigencias imprescindibles al objeto de conseguir
un ritmo de vida humana, religiosa y pastoralmente armónico. A través de
estos detalles, cabe ir descubriendo el nuevo talante de la comunidad vi-
centina que, en todo caso, era muy diferente del que ofrecía el antiguo
seminario. Había nacido un estilo nuevo para un mundo nuevo.
Otra prueba de lo que venimos explicando consistió en las nuevas rela-
ciones que surgieron entre los salesianos y los religiosos y las religiosas
que se establecieron en la villa, porque a una época de aislamiento siguió
otra de acercamiento; a la del mutuo desconocimiento, otra de abertura y
colaboración. Después del 1970, se hicieron presentes en Sant Viceng las
Salesianas (1975), las Franciscanas Misioneras de María (1977) y los
Hermanos de San Juan de Dios (1977). Las tres congregaciones quisie-
ron vivir en el barrio de la Guardia y la parroquia de San Antonio15. Con
anterioridad había acudido la comunidad de las Siervas de San José
(1971), que puso su domicilio en la calle Burgos 66, en el barrio y la pa-
rroquia de Sant Josep.
Cada grupo acudió con la idea de poder realizar su propia vocación con
autenticidad y adaptándola a las nuevas circunstancias sociales. Así, por
ejemplo, las Franciscanas se dedicaron a la colonia marroquí. Según los
recuerdos del párroco Echarri, sor Teresa Losada Campo y sor Antonia
Río Iglesias trataron de promocionarla bajo todos los aspectos: «defen-
diendo sus derechos humanos, arreglando los pasaportes, facilitando
vestidos, organizando una escuela donde los marroquíes pudieran prepa-
rarse para ingresar en las escuelas nacionales». Y acaba comentando
«¡Cuánto amor a estas gentes venidas de tierras lejanas!»16.
Ahora bien: el hecho digno de reseñarse consistió en que los religiosos
llegados últimamente a la villa y los salesianos de larga tradición en la
misma comprendieran que debían recorrer el camino de la vida no ac-
tuando cada uno por separado, sino unidos en todo lo posible. Y así, deci-
dieron encontrarse periódicamente —incluso cada quince días—, al obje-
to de renovar sus ideales, examinar las actuaciones pastorales, celebrar
la fe y compartir la vida de amistad. En cada sesión tomaban parte unos
veinte religiosos. Este método que, bajo la iniciativa de los Hermanos de
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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UNA GENERACIÓN NUEVA
309
San Juan de Dios, dio principio en los últimos años setenta, prosigue fe-
lizmente aún, con evidente provecho de todos los participantes17. Uno de
los frutos más exquisitos de este clima de intercambio fue, como se expli-
ca más tarde, el nacimiento del Col-lectiu de cultura popular (pág. 376).
LAS CONSTRUCCIONES. LA PROPIEDAD
Como se ha dicho en el capítulo anterior (pág. 259), los edificios del nue-
vo establecimiento se diseñaron amplios y en sistema modular. Fue méri-
to de los arquitectos Armando Mas y, sobre todo, Víctor Morales. Como
maestro de obras actuó el señor Tuset Cladelles, buen profesional y ex-
celente amigo de los salesianos. Y junto a ellos, anduvo siempre vigilante
el ecónomo provincial, el mencionado padre Obiols: «Surgieron muchas
dificultades, muchos problemas —nos ha asegurado—. Durante tres
años, yo estuve acudiendo desde Barcelona a Sant Viceng todos los jue-
ves. A las ocho de la mañana estaba allí»18. Fuera de algunas ayudas ofi-
ciales, la financiación corrió a cargo de la Inspectoría de Barcelona.
El abandono definitivo del proyecto original que preveía un gran centro de
enseñanza para un seminario-internado de futuros religiosos —escuela
profesional de coadjutores— y el paso del tiempo que, especialmente en-
tonces, iba imponiendo nuevas necesidades, obligó a cambiar muchas
cosas respecto al plan concebido a finales de los años sesenta.
El primer pabellón, llamado escolar o «de los talleres», resultó digno y
práctico. Siquiera parcialmente, ya entró en funcionamiento en el curso
1970-1971. Por el contrario, el segundo, que debía acoger la residencia
de la comunidad, sufrió varios retrasos en su puesta a punto. No sólo por
dificultades económicas, sino también por un problema de mentalidad.
Porque, desde un punto de vista testimonial de inserción entre los pobres,
¿no era mejor abandonar el espacio de la antigua torre Llinás e ir a vivir a
un piso de la barriada? ¿No convenía aprovechar aquella circunstancia
para separar el puesto de trabajo —la escuela— del lugar de la vivienda?
A esto apuntaban los miembros más jóvenes de la comunidad, los cuales
preferían que ésta quedara estructurada en forma de una nueva presen-
cia o pequeña comunidad propiamente dicha. Otros, en cambio, no veían
necesaria esta salida. Hubo división de pareceres. Por tanto, la comuni-
dad hubo de sopesar las ventajas y las desventajas de cada opción, y ac-
tuar en consecuencia19. Con esto, el asunto de la residencia quedó blo-
queado y tuvo que pasar algún tiempo de natural insatisfacción, porque
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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310
LA CONSOLIDACIÓN
El senyor Tuset Cladelles,
maestro de obras.
además el edificio del antiguo seminario,
que servía de vivienda, ofrecía ya pocas
comodidades. Hasta que en 1975, la mayo-
ría de la comunidad se inclinó por terminar
el pabellón iniciado y establecer allí la vi-
vienda. Los superiores habían mantenido
también esta misma alternativa, si bien re-
conociendo el inconveniente de que el lugar
escogido se hallaba situado en un extremo
del barrio: «Pesan más en definitiva los mo-
tivos de eficacia en el servicio que los de
testimonio de pura presencia» —concluía el
padre provincial20—. En consecuencia, en
el curso 1977-1978, la comunidad encontró
el lugar que ocupa ahora en el «pabellón
pequeño», junto al grande de la escuela.
Si nos hemos detenido un tanto en este tema ha sido porque apareció
con frecuencia en la reflexión que, sobre sus formas concretas de vida,
llevaron a cabo muchos religiosos en la década de los setenta.
El tercer pabellón, que comenzó a levantarse más o menos al mismo
tiempo que los dos anteriores, se fue arreglando y llenando de contenido
muy poco a poco. Tanto que, durante varios años, recibió el nombre de
«pabellón de uso múltiple». Fundamentalmente, en diversas etapas, fue
acogiendo el bar, las nuevas aulas y los espacios destinados a la pastoral
del tiempo libre (Centro juvenil y prejuvenil). Y no se dio por terminado del
todo hasta el curso 1993-1994. Junto a él, y aprovechando el lugar que
dejaba libre una antigua balsa de agua de la torre Llinás, se construyó un
hermoso gimnasio (1990).
Pero la gran novedad de los últimos años ochenta, durante el directorado
de don Javier Martínez Zazo, fue la construcción del pabellón destinado a
la escuela-taller de chapa y pintura de los coches. El nuevo cuerpo de
edificio (45 por 15 metros) se levantó durante los meses de verano-otoño
de 1988, sobre el último trozo de huerta que quedaba aún de la antigua
casa Llinás y que cultivaba don Marcelino Rey. La Generalitat de
Catalunya y la empresa Max Meyer Ibérica, con la generosa aportación
de Cementos Molins, aseguraron la base financiera. La inauguración ofi-
cial tuvo lugar el 16 de febrero del año siguiente, 1989, con la presencia
del señor Presiden! de la Generalitat, muy honorable Jordi Pujol, y todos
pudieron admirar la funcionalidad técnica y didáctica de sus instalaciones.
Más tarde volveremos a tratar del argumento.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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En primer término, la escuela profesional salesiana. Al fondo, el barrio del Turó.
La puesta en marcha de este taller-escuela comportó, aunque no sin difi-
cultades, la construcción de una nueva entrada por la parte sur de la fin-
ca, que mira a la calle Enric Aymerich actualmente en construcción.
Cuanto se ha descrito recoge lo más importante del conjunto edificado.
Posiblemente, el visitante de hoy, que conozca las grandes tradiciones
salesianas, eche a faltar una iglesia o, al menos, un lugar dedicado ex
profeso a capilla del colegio... Este elemento entraba sin duda en el dise-
ño inicial y tenía que venir a continuación del pabellón escolar. Pero va-
rias circunstancias fueron retrasando su construcción: por una parte, no
hubo dinero y, por otra, no se veía la urgencia, ya que, con sólo atravesar
la calle, se tenía la guardería de los antiguos albergues, que funcionaba
también como capilla, y, además, la iglesia parroquial de la Vinyala caía
muy cerca. Hacia el año 1980 y en la planta baja de la residencia de la
comunidad, se habilitó una sala, suficientemente amplia, al objeto de que
sirviera para conferencias y otros actos especiales, y también para las ce-
lebraciones religiosas. Pero éstas eran muy pocas a lo largo del curso.
Por tanto, no se acabó de ver la necesidad de edificar un cuerpo de edifi-
cio dedicado exclusivamente a lugar sagrado. Ni siquiera se consideró
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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312
LA CONSOLIDACIÓN
necesario habilitar ex profeso una sala para este fin. Y es que ya no po-
día ser: el ambiente social-educativo de otros tiempos había desapareci-
do. En el curso 1967-1968, el último de las «escuelitas», se mantenía aún
con relativa facilidad la praxis de la misa colegial; cinco años más tarde,
resultaba ya insostenible. En adelante, la pastoral de los centros de ense-
ñanza tenía que seguir necesariamente otros derroteros. Volveremos a
tocar este punto, que incide sin duda en nuestro análisis histórico.
El visitante, acostumbrado a la topografía de los centros educativos sale-
sianos de otros tiempos, se percata también de la falta de un salón-tea-
tro, o de un salón de actos preparado al efecto. Porque entre los salesia-
nos la actividad teatral, en sus variadísimas formas, ha sido un elemento
educativo de primer orden. Pero aquí también han cambiado las circus-
tancias. Los horarios académicos de hoy apenas conceden un respiro pa-
ra cultivar la dimensión literario-musical de los jóvenes por medio de la
representación artística. Estas cosas hoy se han de llevar a cabo, como
quien dice, en tono menor.
Al tiempo que se iban levantando las paredes, se pensó también en dise-
ñar adecuadamente el complejo deportivo. Así lo pedía el sistema educa-
tivo salesiano —tanto en lo referente a la vida escolar como a las activi-
dades del tiempo libre—, y así también lo exigía el sentido social, porque
de la unión de las fincas Font y Llinás resultaba un espacio más bien am-
plio, que podía ponerse en servicio directo de la población. Ahora bien,
en Sant Viceng y en los primeros años setenta, era más que evidente la
falta de espacios deportivos de fácil acceso para el público juvenil. Por
ello los salesianos prepararon unos campos deportivos y unos patios es-
colares muy hermosos. Lo hicieron pensando no en sus alumnos que, en-
tonces, eran sólo nocturnos, ni siquiera en los diurnos que pudieran tener
en el futuro, sino en la muchachada que llenaba ya todos los rincones de
las barriadas. «Las instalaciones deportivas —declaraban en 1973— se-
rán un medio de captación de jóvenes y de llegar a ellos pastoralmen-
te»21. Tal fue el leitmotiv que animó todo este nuevo empeño. La piscina
estuvo a punto en el verano de 1974; los campos de fútbol, en el año
1976; las pistas polideportivas, en junio del 1984. Éstas contaron con la
ayuda de la Generalitat de Catalunya y pudieron construirse en un lugar
estratégico y de acuerdo con las exigencias y gustos de hoy. En cambio,
en la preparación de la piscina y de los campos de fútbol intervino la
Empresa Constructora Castells, que actuó en plan de colaboración y
amistad con los salesianos. En consecuencia, la casa salesiana fue ad-
quiriendo una dimensión lúdico-popular que antes sólo había podido de-
sarrollar en parte. Como se dirá mejor luego, quien la hizo posible por es-
pacio, más o menos, de un decenio (1976-1986) fue el salesiano laico
MarceHí Rey i Pallares.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA CASA SALESIANA
EMPLAZAMIENTO
1. ESTACIÓN FGC
2. AYUNTAMIENTO
3. PARROQUIA SANT VICENQ
4. CASA SALESIANA
La casa salesiana está situada a la otra parte de la vía del tren, mirando a los
barrios de la Vinyala-Poble Nou, de la Guardia y del Turó.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA CASA SALESIANA
PROPIEDAD, 1980
1.«ESCUELITAS»
2. PISCINA
3. «SALESIANS ANTICS»
4. EDIFICIO AULAS Y TALLERES
5. EDIFICIO COMUNIDAD
6. EDIFICIO NUEVO
7. GIMNASIO
8. ESCUELA-TALLER DE CARROCERÍAS
9. MONUMENTO AL SANTO SEPULCRO
(A. PLANAS)
La propiedad de la casa salesiana, tal como estuvo desde 1935 a 1981.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA CASA SALESIANA
PROPIEDAD ACTUAL
ENTKADA
SUPERFICIE TOTAL: 20.000 *2.
1. EDIFICIO AULAS Y TALLERES
— 1 r Planta: aulas 1.200 m2 — Taller mecánico 450 m2
— 2.a Planta: aulas 1.200 m2 — Talleres electricidad y
electrónica 450 m2
3r Planta: aulas 1.200 m2
2. EDIFICIO COMUNIDAD
— Planta baja: sótano — garaje 240 m2
— Planta 1 ~: Sevicios destinados a la escuela 480 m2
— Planta 2.§: Residencia de la comunidad 480 m2
3. EDIFICIO NUEVO
— Planta baja: 350 m2 (bar, esplai, vestuarios, etc.)
— Planta 1 .§: 750 m2 FP 1
— Planta 2a: 750 m2 FP 2
Destinado a ESO y bachilleratos
4. GIMNASIO
— 225 m2
5. ESCUELA-TALLER DE CARROCERÍAS
— 700 m2
6. PISTA POLIDEPORTIVA
1.540m2
7. CAMPOS DEPORTIVOS
— 7.800 m2
Distribución de los espacios en la propiedad actual, que viene a ser de dos hectáreas.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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316
LA CONSOLIDACIÓN
llülllli
La nueva orientación que iba tomando en su conjunto la obra obligó tam-
bién a remodelar los espacios abandonando parte de los mismos. Ya se
ha visto cómo el paso del tren por la antigua finca Font aconsejó la venta
de la porción de tierra que daba a las calles Ribot y Sant Miquel (1933)22.
Por los años setenta, la casa Font y las ampliaciones que había experi-
mentado 30 años antes envejecían irremediablemente. Y además queda-
ban vacías, ya que la vida se había ido desplazando a la parte alta, ocu-
pada antes por la torre Llinás. Sólo se usaban unos pocos locales para
las actividades del centro juvenil y los vestuarios de los deportistas. ¿Qué
hacer, pues? ¿Reformar y modernizar todo el complejo edificado?
Costaba muchísimo. Y, además, ¿con qué objetivo? ¿Derrocarlo todo?
Así pensaban algunos. Pero esta solución exigía también un gasto econó-
mico. ¿Ceder a otros el uso, conservando la propiedad? No parecía nin-
gún despropósito. Y así se hizo: por medio de varios contratos renovados
(1977, 1979, 1980), los salesianos cedieron en uso parte del edificio al
Ayuntamiento, «con el fin de paliar —se lee en el contrato de 1980— el
déficit de plazas escolares existente en el municipio y dentro de la perfec-
ta armonía que viene rigiendo de hecho entre ambas partes»23. Este pro-
ceso desembocó por fin en la venta propiamente dicha. En fecha 15 de
mayo de 1981, el Ayuntamiento adquirió todo el complejo inmobiliario, in-
cluyendo edificios, patios (con la piscina y el frontón) y también el peque-
ño edificio que, tiempo atrás, había servido para las «escuelitas». «Els
Salesians Antics» pasaban a manos del municipio. Los propietarios se
habían contentado con poco: el precio de la compraventa resultó casi
simbólico. Aunque también hay que tener en cuenta que no era tan fácil
buscar otro comprador. Tuvieron varias razones para proceder así: los
edificios apenas se usaban y no se sabía qué destino darles, ni se veía el
modo de vigilarlos; los patios no parecían necesarios, el mantenimiento
se veía muy costoso... Es verdad que, impulsos histórico-sentimentales
aparte, algunos no juzgaron correcto aquel modo de proceder. Y queda-
ron un tanto dolidos. Pero, en cualquier caso, para los salesianos consti-
tuye hoy una satisfacción el comprobar que su antigua casa, una vez tras-
pasada al Ayuntamiento, sigue cumpliendo sustancialmente un papel
social de primer orden24. Asimismo se congratulan con las autoridades
municipales porque han querido mantener en pie el monumento del Santo
Sepulcro que, en su mística religiosa, había levantado el Sordo antes del
1936(pág. 169).
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

32.3 Page 313

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LA ESCUELA PROFESIONAL
317
LA ESCUELA PROFESIONAL
A pesar de los progresos que se habían ido haciendo desde la fundación,
en el curso 1972-1973 —el primero que dirigía don Miguel Carabias—, to-
davía las cosas estaban en el aire. Al inicio de este curso había llegado
don José León Echarri «con la misión, según escribe, de ver si la casa
podría tirar adelante o habría que clausurarla». Como se ve, aún no se
había desterrado del todo esta posibilidad del cierre. Por lo que era im-
prescindible asegurar de una vez la nueva plataforma escolar que se ha-
bía montado. «Existía —sigue recordando— una pequeña escuela noctur-
na en que se hacía de todo gracias a un grupo de seglares voluntarios,
dignos de especial mención. Todo, con muy pocos medios, aunque en un
clima de hermanos. Con el director Miguel comenzamos a pasar por las
escuelas de la villa y otras vecinas, haciendo propaganda de nuestra es-
cuela profesional. Al cabo de muy poco tiempo nos quedamos sorprendi-
dos: tan positivo y patente era el resultado. Entonces, empezamos a
preparar bien las aulas y los talleres. Nosotros mismos hacíamos y pintá-
bamos pupitres, sillas, mesas»25. A este testimonio se añade el de todos
los demás que se veían comprometidos en el ámbito escolar. «No tenía-
mos nada —recuerda, por ejemplo, el propio padre Carabias—, pero todo
el mundo trabajaba con ganas. Fuimos tirando adelante con lo imprescin-
dible; pero dedicábamos tiempo e ilusión»26. A la verdad, el nacimiento de
cada taller-escuela se revistió de unos ropajes propios de una historia épi-
ca.
Por su larga dedicación a la escuela en los primeros tiempos de asenta-
miento, cabe mencionar a los maestros salesianos Óscar Capó Pons y
Ventura Querol Planes en la rama del metal; y en la de la electricidad-
electrónica, a Joan Rosanas i Abel. A su lado, colaboraba un buen grupo
de profesionales. Lo que demuestra que continuaban vivos los ideales de
la primera transición. Gracias a ellos, se pudo realizar todo lo demás.
Tanto que, en ese mismo curso, 1972-1973, era evidente el prestigio que
iba adquiriendo aquella humilde escuela profesional nocturna, «tal como
han apreciado —escribía el padre provincial Joan Cañáis— los Ayunta-
mientos de la Comarca y la Delegación Provincial del Ministerio de Edu-
cación y Ciencia en sendas visitas»27.
Con esto, el mismo superior creyó llegado el momento en que la
Sociedad Salesiana dejara de considerar aquella obra como un seminario
y sancionara, en cambio, oficialmente la transformación operada. El
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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318
LA CONSOLIDACIÓN
lllililil
Rector Mayor, don Luis Ricceri, no tuvo inconveniente alguno en asignar
a la institución su nuevo destino, pero manteniendo el patronazgo religio-
so de los orígenes: «Erigimos canónicamente en Sant Viceng deis Horts
la casa salesiana Sagrado Corazón, destinada a 'Escuela Profesional y
Oratorio Festivo'»28. Al pasar del curso 1973-74 al del 1974-75, el alum-
nado dio un salto numérico importante: de 160 pasó a 310. Fue un respiro
y una satisfacción. «Demos gracias a Dios —concluía el citado superior
provincial— de que así podamos responder a las necesidades de todo ti-
po que padecen los jóvenes de esas zonas en rápido desarrollo»29.
Entonces la Escuela Profesional Sagrado Corazón de Jesús entró, como
quien dice, mar adentro. En su género, era la única de la villa y una de las
primeras de la comarca (Calle Liberación, s/n.; después del 1979, Rafael
Casanova, n. 132).
La enseñanza reglada
Como consecuencia lógica de todo este esfuerzo, llegó primero el recono-
cimiento por parte del Ministerio de Educación y Ciencia (1973) y luego la
autorización definitiva (1977)30. Dos años más tarde, a la escuela se le
concedía la clasificación de centro homologado de 1Q y 2- grados31. En el
curso 1978-1979, se llevaron a cabo los trámites correspondientes a la
implantación del segundo grado, aunque en un inicio no se veía el asunto
del todo procedente. Porque según unos, suponía una responsabilidad
para la que no se estaba preparado. Según otros, se daban las condicio-
nes y las exigencias al caso: en efecto, el primer grado estaba sólidamen-
te configurado, pero sus dos años de duración resultaban insuficientes
para una educación seria y completa; los padres veían una gran ventaja
en que sus hijos pudieran continuar los estudios en el mismo centro do-
cente; de tener a mano el segundo grado, muchos alumnos se animarían
a proseguirlos —de lo contrario, los abandonarían fácilmente—; un buen
grupo de profesores estaba dispuesto a sacrificarse a fin de que el coste
económico no impactara demasiado sobre las familias menos pudientes...
Y si, por los motivos que fuera, el Estado implantaba el segundo grado,
¿qué iban a hacer los salesianos solamente con el pimero?
Esta serie de razones, que el director Doménec Valls y su equipo de cola-
boradores presentaban a los superiores inmediatos, les dejaron la puerta
abierta para solicitar formalmente el segundo grado de formación profe-
sional32. Y en consecuencia, dado el prestigio de que gozaba ya la escue-
la ante la Administración, a partir del curso 1979-1980 pudo tener el grado
que solicitaba en las especialidades de electrónica industrial y administra-
tiva. En el primer grado, entraban la mecánica, la electricidad-electrónica,
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

32.5 Page 315

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LA ESCUELA PROFESIONAL
319
Figura núm. 1
PROCEDENCIA DEL ALUMNADO (1974-1995)
C/D
<
CO
O z
=)
POBLACIONES
la delineación, la rama administrativa y la rama hogar-jardines de
infancia33. Aunque, por el momento, los alumnos del segundo grado ape-
nas llegaban a 40, los de primero superaban los 360 y garantizaban el ca-
mino emprendido. Así la planta que, por los años 1969 y 1972, había des-
puntado entre dudas y temores, alcanzaba una primera plenitud.
Mientras tanto, la vida escolar se había ido normalizando cada vez más
en todos los aspectos: por ejemplo, en lo referente a los horarios —el ho-
rario nocturno fue sustituido por el diurno-vespertino, y luego éste, por el
diurno de la mañana y de la tarde—; en la constitución de los órganos
participativos de gobierno y animación; en las subvenciones y remunera-
ción del profesorado etc. Desde el curso 1986-1987 la escuela pasó a ser
un centro concertado, incluyendo las dos aulas de adaptación o integra-
ción que existían entonces.
Para comprender mejor los procesos que estamos describiendo, hay que
tener presente que, desde el punto de vista jurídico-organizativo, el nuevo
centro de formación profesional se ajustó, ante todo, a las disposiciones
contenidas en la Ley General de Educación y Financiación de la Reforma
Educativa, de agosto de 1970 (LGE), conocida también como Ley Villar
Palasí34, la cual, como es sabido, venía a ser la primera reforma realmen-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

32.6 Page 316

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320
LA CONSOLIDACIÓN
Figura núm. 2
ALUMNADO MATRICULADO (1974-1995)
coo
Electricidad / Electrónica
ESPECIALIDAD
Jardín de Infancia
te importante del sistema educativo español desde la lejana Ley Moyano,
de 1857. En el capítulo tercero —dedicado a la formación profesional
(FP)— se daba una descripción de la misma: «Tendrá por finalidad espe-
cífica la capacitación de los alumnos para el ejercicio de la profesión ele-
gida, además de continuar su formación integral. Deberá guardar, en su
organización y rendimiento, estrecha relación con la estructura y previsio-
nes del empleo» (Art. 40, 1). Y se añadía que dicha FP debía orientarse
«a preparar al alumno en las técnicas específicas de la profesión por él
elegida y en las cuestiones de orden social, económico, empresarial y sin-
dical que comúnmente se presentan en ella» (Art. 41, 1). Y, en fin, tam-
bién se indicaban los diversos modos de acceder a la formación profesio-
nal de primer grado, de segundo y de tercero. Como de costumbre,
después de la LGE fueron apareciendo los diversos decretos de concre-
ción y aplicación. Entre ellos destaca el Real Decreto 707/1976 sobre
Ordenación de la Formación Profesional, de 5 de marzo35. En consecuen-
cia, como alternativa del bachillerato, la FP constaba de tres grados: el
primero (FP-1), de un bienio de duración, daba derecho al título de
Técnico Auxiliar, el segundo (FP-2), de tres años, al de Técnico
Especialista] el tercero, de carácter más bien universitario, al de Técnico
Superior Diplomado. Normalmente, para acceder a la FP hacía falta tener
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA ESCUELA PROFESIONAL
321
terminada la enseñanza general básica (EGB) por medio del correspon-
diente graduado escolar, que se alcanzaba de ordinario a los 14 años.
A esta edad se iniciaban el Bachilletrato Unificado Polivalente (BUP) y la
FP-1, que representaban el nivel propio de la enseñanza media o secun-
daria.
Más tarde, en pleno período democrático, apareció la Ley Orgánica del
Derecho a la Educación (LODE), promulgada en julio de 1985, en la que,
entre otras cosas, se establecía la organización y el gobierno de los cen-
tros educativos no universitarios.
En fin, una nueva ley orgánica, Ley de Ordenación General del Sistema
Educativo (LOGSE), promulgada en octubre de 1990, reorganizaba todo
el sistema educativo-escolar de España y lo proyectaba hacia unas pers-
pectivas de futuro (pág. 358).
Estas intervenciones del Estado, interpretadas, aplicadas y complementa-
das después por múltiples disposiciones de la misma administración cen-
tral o de la autonómica, han ido determinando el funcionamiento concreto
de cada uno de los centros educativos españoles en los últimos 25 años.
Por las explicaciones que se han dado, se ve que, a partir de los años
ochenta, el alumnado que ha frecuentado la escuela profesional vicentina
ha sido relativamente adulto: tenía una edad comprendida entre los 14 y
los 19 años. Por otra parte, ya desde entonces, en su inmensa mayoría,
ha procedido de la zona comprendida entre Sant Viceng y Torrelles de
Llobregat, donde la escuela fue encontrando suficientes destinatarios.
Para su admisión, se impuso cada vez más el criterio preferencia! de la
pertenencia a la zona mencionada. Lo cual significa que la escuela fue
perdiendo aquel carácter más bien comarcal que tuvo en los primeros
tiempos.
En cuanto a la preparación de los alumnos, ya desde un principio se fue
comprobando un índice notablemente deficitario, porque, lo mismo que en
otras muchas partes de la geografía española, el llamado «fracaso esco-
lar» fue un hecho entre los jóvenes vicentinos. Lo cual motivó, como ex-
plicaremos más adelante, la necesidad de crear, dentro del marco general
de la enseñanza reglada, unos sistemas más adecuados para un buen
número de alumnos. Las figuras 1 y 2 explican la distribución de los alum-
nos según la procedencia y según la matriculación en las diversas espe-
cialidades.
Por el contrario, el profesorado no salesiano suele provenir en su mayor
parte de diversos puntos de la comarca y de Barcelona, si bien nunca han
faltado los vicentinos. Y tal como se ha expuesto anteriormente, siempre
han constituido un cuerpo profesional no sólo competente, sino además
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA CONSOLIDACIÓN
Xavier Sales, director peda-
gógico 1986-1989.
Joan Polqué, 1989-1995.
Jordi Longás, 1995-
muy entregado a las tareas educativas. Muchas iniciativas de renovación
han salido de sus manos, como lo reconocen los mismos salesianos, y su
alto nivel de participación en la marcha de la escuela hizo posible que, a
partir del curso 1986-1987, uno de ellos asumiera el papel de director pe-
dagógico. Hasta entonces, esta figura y la del titular de la obra escolar ha-
bían estado concentradas en el superior de la comunidad salesiana. Pero
luego los salesianos, presididos por su director don Javier Martínez Zazo,
juzgaron que era mejor para todos el que ambas funciones no coincidie-
ran en una misma persona36. En consecuencia, el superior comunitario
quedó como titular, y el profesor don Javier Sales Rufí tomó las riendas
de la dirección pedagógica. Aquello constituía una novedad, tanto en la
escuela como respecto a otros colegios salesianos de Cataluña. Pero, co-
mo se ve, vino como un fruto ya maduro.
La adscripción de la mujer al profesorado fue también otra novedad. Ya
se ha citado a Rosa María Vendrell, señora de Daunis, que comenzó su
labor docente en el curso 1973-1974 y estrenó la lista de las profesoras
que le han sucedido después. «Yo tenía mucho miedo al principio —re-
cuerda todavía—. Pero, una vez, al verme a punto de comenzar la clase,
me dijo el padre José León: 'No te asustes; tú entra en el aula y ¡muer-
de!'. Lo hice así, y me fue bastante bien». Con esta anécdota, la señora
Vendrell se complace en evocar su estado de ánimo —durante varios
años fue la única maestra— y la dureza de aquellos tiempos, cuando a la
escuela acudían muchachos ya mayores, procedentes en buena parte de
Sant Viceng, Sant Joan Despí, Sant Boi, La Cooperativa. «Pero formaba-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA ESCUELA PROFESIONAL
323
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mos una familia —añade—; yo venía a gusto, porque era una cosa que
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me salía de dentro»37. La primera Hija de María Auxiliadora quedó incor-
¡
porada al cuerpo magisterial en el curso 1978-1979, y fue sor María
¡
Mercedes Álvarez, que residía en Sant Víceng. Desde entonces nunca ha
|
faltado alguna salesiana en el claustro de los profesores. Esta presencia
¡
de las educadoras se hacía ya imprescindible, puesto que, como ha que-
|
dado consignado en el capítulo anterior, las primeras alumnas habían He-
¡
gado a la escuela en 1971. Al revés de lo que ocurrió en otros colegios
|
salesianos, en el de Sant Viceng primero aparecieron las alumnas y lúe-
I
go, las profesoras.
¡
Numéricamente el profesorado externo experimentó un gran estirón en el
¡
decenio 1974-1984, durante el cual de los 9 que eran pasaron a ser 25.
Ahora son 27.
Pero lo más remarcable en lo relativo al personal docente consistió en un
doble hecho.
El primero, una feliz colaboración entre los religiosos salesianos y los se-
glares en una tarea que se entendía como una empresa común. Por parte
de éstos, no fue simplemente un asunto de amistad o de sintonía empre-
sarial, sino de verdadera asunción de los valores típicos del sistema edu-
cativo de San Juan Bosco. Facilitaron esta compenetración dos circuns-
tancias: la de que varios profesores externos procediesen de ambientes
educativos o pastorales salesianos y la de que las Hijas de María
Auxiliadora y los Cooperadores se sumaran también a la tarea común. De
esta forma, se hizo más patente la presencia de la familia salesiana.
El segundo hecho, la persistencia en el profesorado de unas actitudes pro-
pias del voluntariado. Naturalmente, con las subvenciones oficiales y el
sistema de concertación ya no era el caso de aquel grupo de profesores
que, en los inicios, trabajaba gratuita o casi gratuitamente. El profesorado
quedó remunerado. Pero esto no impidió el que en ellos se mantuvieran vi-
vas esas otras actitudes —sutiles, delicadas— que radican en todo movi-
miento auténticamente voluntario. En una palabra, a pesar de que el con-
junto escolar se iba complicando cada día, persistió en ellos la
preocupación por la obra educativa bien hecha, el sentido de corresponsa-
bilidad, la atención preferente a los que necesitan mayor ayuda, la genero-
sidad, el compañerismo. Todos los elementos que se acaban de recoger
constituyen otras tantas características tradicionales del profesorado y, co-
rrelativamente, de la misma escuela profesional vicentina.
Una prueba clara de esta afirmación estriba en el establecimiento de los
llamados «grupos de integración» y su ulterior desarrollo hasta el día de
hoy.
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El matrimonio
Daunis.
Andreu Ribas
con su nieto
Joan Albert.
Ya don Miguel Carabias (1972-1978) y sus colaboradores hubieron de
constatar con preocupación lo que estaba ocurriendo en otras tantas es-
cuelas de FP: los alumnos no venían suficientemente preparados y, por
tanto, comprometían desde el inicio el éxito de sus estudios profesiona-
les. Entre otras cosas, porque para iniciarlos no se exigía al alumno que
demostrara, por medio del graduado escolar, haber asimilado satisfacto-
riamente los conocimientos terminales de la EGB, sino que había sufi-
ciente con que presentara un certificado de escolaridad, aunque no tuvie-
ra aprobados los ocho cursos. Con lo que, de hecho, la FP no podía
considerarse en muchos casos como una etapa de enseñanzas medias
(como el BUP y el COU), sino como una prolongación de las enseñanzas
básicas.
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LA ESCUELA PROFESIONAL
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Hacia el año 1980, los educadores y profesores de la Escuela Sagrado
Corazón observaron que una gran parte de los alumnos que pedían en-
trar no habían obtenido el citado graduado escolar y que bastantes de
ellos no tenían aprobado el séptimo curso de EGB, ni tampoco el sexto y
ni siquiera el quinto. Por lo que, junto al bajo nivel cultural, conservaban
fácilmente un mal recuerdo de la escuela —lugar en que habían fracasa-
do— y ante la cual se sentían muy refractarios. Y estas deficiencias de ti-
po académico solían ir acompañadas de otros desajustes de orden fami-
liar, personal y social. Más de una vez, esta triple desestructuración
estaba en la base misma del fracaso escolar. Porque, bien mirado, el fon-
do de la cuestión se resolvía en la ausencia de unas actitudes y de unos
hábitos. En consecuencia, a estos adolescentes los consideraron como
alumnos con «necesidades educativas especiales» o en «situación de
riesgo» —según se expresan las fuentes documentales—, porque corrían
el peligro de abandonar todo lo relativo a su crecimiento intelectual y pro-
fesional, aumentando así todavía más su pobreza interior y su margina-
ción social.
Ante tal estado de cosas, ¿qué podía hacer el profesor, o en qué debía
consistir su papel de educador? «Nosotros, al estudiar y comentar estas
cosas —dice Doménec Valls—, llegábamos siempre a la misma conclu-
sión obvia: para que un vagón de tren circule ha de estar enganchado a la
máquina; de lo contrario, es imposible»38. Se trataba precisamente de
eso: de integrar al alumno en la escuela y, a través de ésta, en la socie-
dad. Pero para conseguirlo, era también necesario que el tren se dejara
coger, por ejemplo, moderando la velocidad o acercándose lo más posible
al punto en que se encontraba el alumno. En consecuencia, surgió el pro-
yecto de formar unas aulas o unos grupos de integración para aquellos
alumnos que se encontraban en mayor dificultad. Fue una opción de los
profesores y educadores, que tuvieron la voluntad positiva de adaptar la
escuela, en todo lo posible, al muchacho real y concreto que llamaba a su
puerta.
La experiencia comenzó en el curso 1980-1981 siendo director Doménec
Valls, y se consolidó en el de 1984-1985, estando al frente de la escuela
Javier Martínez Zazo. Durante este curso aquella praxis quedó reconoci-
da como una experiencia piloto en el marco legal del Aprenentatge
d'Oficis, que promovía la Conselleria d'Ensenyament de la Generalitat de
Catalunya, y además, unido a este hecho, se abrió en la escuela un
Departamento Psicopedagógico. El profesor y psicólogo Jordi Sales i Rufí
estuvo al frente del mismo y, en la segunda mitad de los años ochenta,
fue el principal propulsor de esta experiencia integradora. Una tercera
etapa se inció en el curso 1987-1988, introduciendo un sistema de rota-
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LA CONSOLIDACIÓN
Delineantes,
curso 1976-1977.
Jardín de infancia,
1980-1981.
Rama Administrativa.
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Electricidad, 1980-1981.
Electrónica, 1995-1996.
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LA CONSOLIDACIÓN
ción según el cual los alumnos de FP-1 se iniciaban en los talleres de car-
pintería, fontanería y mecánica general. Para entonces el salesiano Javier
Asurmendi ya estaba de nuevo en la escuela y pudo dedicarse en cuerpo
y alma a este tipo de enseñanza profesional-laboral, al que le dio altura y
prestigio.
Al entrar en los años noventa, los grupos de integración seguían teniendo
su razón de ser, porque el denominado «fracaso escolar» lejos de dismi-
nuir iba en aumento. Pero los educadores debían continuar en el análisis
y la reflexión, al objeto de potenciar los aspectos positivos del método y
evitar los negativos. Era positivo, por ejemplo, concentrar las fuerzas en
lo esencial, asegurar un seguimiento más personalizado del alumno —y,
para ello, reducir el número de los componentes de los grupos y disminuir
también el número de los profesores más directamente implicados—,
adoptar un ritmo más pausado, dar relevancia a las prácticas, estimular
los incentivos para la autoestima y la motivación interna. Pero era negati-
vo, por ejemplo, el que el alumno no alcanzara aquellos conocimientos
terminales de la FP que la escuela consideraba fundamentales y, sobre
todo, el que se diera la impresión de que, junto al sistema normal (regla-
do), se estaba implantando otro, como una especie de enseñaza profesio-
nal paralela —con horarios y programas especiales y con profesores de
dedicación exclusiva o casi exclusiva—. Por consiguiente, la reestructura-
ción que se llevó a cabo durante el curso 1992-1993 trató de evitar estos
inconvenientes, dando lugar al proyecto de los grupos de adaptación cu-
rricular. La reforma, que ha sido diseñada por Maria Nuria Molla i Trill,
profesora y psicóloga del centro, entiende moverse dentro del marco legal
de la enseñanza reglada y se apoya básicamente en un nuevo plan de
acción tutorial39.
El esfuerzo llevado a cabo durante los últimos 15 años revela el optimis-
mo pedagógico de los responsables de la escuela, que, primero, no han
dejado de creer en las posibilidades que ofrece la juventud de hoy si se
acierta a presentarle unos modelos educativos adecuados, y, segundo,
han aceptado abnegadamente su papel de educadores sociales. Indica
también el éxito, siquiera relativo, que ha ido logrando la escuela: los
abandonos y los absentismos han disminuido notablemente, el clima de
tensión se ha suavizado, la alegría del trabajo y de la superación personal
ha vuelto a florecer. Por eso, el padre provincial, don Carlos Zamora, se
congratulaba con los profesores: «Aplaudo la generosidad que demuestra
el trabajo realizado en los grupos de integración»40.
Mirando al futuro, la dirección que se ha tomado queda confirmada por la
LOGSE cuando dice textualmente: «En el diseño y planificación de la for-
mación profesional específica se fomentará la participación de los agen-
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LA ESCUELA PROFESIONAL
329
tes sociales. Su programación tendrá en cuenta el entorno socioeconómi-
co de los centros docentes en que vayan a impartirse, así como las nece-
sidades y posibilidades de desarrollo de éste» (Título I, cap.IV, art.34).
Parece, pues, que el esfuerzo realizado durante los últimos años no ha si-
do en balde.
En definitiva, teniendo en cuenta todo el trabajo llevado a cabo en este
campo de los grupos de adaptación curricular, hay que concluir diciendo
que la Escuela Profesional Sagrado Corazón ha sido fiel a su vocación
original, la que, hace un cuarto de siglo, le dio su razón de ser.
Las enseñanzas no regladas
Junto a la enseñanza profesional reglada, se halla la no reglada que, des-
de hace años, ha ido tomando una importancia creciente. De sus diversas
vertientes, destaca la formación ocupacional. De ella trató el Consejo de
Ministros del 30 de abril de 1985, acordando la regulación de los cursos
que impartían los centros colaboradores del Instituto Nacional de Empleo
(INEM) y la aprobación de las Bases del Plan Nacional de Formación e
Inserción Profesional.
Unos meses después, con fecha 31 de julio, la orden correspondiente del
Ministerio de Trabajo y Seguridad Social establecía las pautas de su apli-
cación. En las líneas introductorias señalaba el motivo de la intervención
del Gobierno: «Ya que la ampliación o reforma de la formación profesional
no es sólo imprescindible para contar con una fuerza de trabajo suficien-
temente especializada en los nuevos requerimientos del sistema producti-
vo, sino que constituye uno de los más eficaces mecanismos de fomento
del empleo, pues los colectivos que experimentan mayores dificultades
para encontrar un empleo son aquéllos que disponen de menos forma-
ción, capacidad de adaptación o experiencia profesional». Siendo esto
así, la orden ministerial se proponía desarrollar las Bases del citado Plan
Nacional «potenciando las acciones dirigidas a los jóvenes y a los para-
dos de larga duración, que no disponen de cualificaciones adecuadas o
carecen de experiencia profesional alguna»41. Estas palabras expresan
bien el objetivo que persigue concretamente la formación ocupacional:
tiende a preparar al individuo sin empleo para insertarle de inmediato en
el mundo del trabajo, aunque no haya seguido, por lo que fuere, la ense-
ñanza reglada. Al concepto de formación ocupacional le es inherente el
de la inserción.
Pero la normativa establecida en esta orden ministerial pronto hubo
de ser remozada. Porque un nuevo acuerdo del Consejo de Ministros
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LA CONSOLIDACIÓN
(30-1-1986) modificaba algunas cosas, al objeto de adaptar el Plan
Nacional de Formación e Inserción Profesional a las orientaciones del
Fondo Social Europeo. En consecuencia, apareció la orden del 20 de fe-
brero del 198642 y, de este modo, fueron eliminadas las modalidades que
anteriormente habían estado en vigor. La nueva normativa señaló, entre
otras cosas, el camino a seguir en la organización y funcionamiento de
los cursos ocupacionales. Con la transferencia de las competencias a las
Autonomías, lo relativo a este tipo de formación pasó del INEM al
Departament de Treball de la Generalitat de Catalunya, del cual depen-
den todos sus centros colaboradores.
Entre las escuelas profesionales salesianas de Cataluña, la de Barcelona-
Sarriá fue la primera en desarrollar las diversas modalidades pertinentes
a la enseñanza no reglada (a partir del curso escolar 1970-1971). Y en
ella se han inspirado las otras, como la de Sant Viceng, que inició sus ac-
tividades en el año 1988, siendo director titular don Javier Martínez Zazo.
Al principio las animó don Javier Asurmendi y luego, desde 1991, don
Paulino Rabanal, en cuyas manos se encuentran actualmente el funcio-
namiento y la gestión de las mismas. Con esto desaparecieron las anti-
guas modalidades como la de albañilería, que los salesianos habían orga-
nizado más de una vez desde el Colectivo de Cultura Popular43.
Cursos de formación ocupacional
En 1988, la escuela profesional vicentina fue reconocida como «centro
colaborador» del INEM, y al año siguiente, de la Generalitat, con lo cual
ya pudo organizar y animar reglamentariamente los cursos de formación
ocupacional. Por tanto, la escuela, teniendo en cuenta las necesidades de
la zona y sus propias posibilidades (instalaciones, profesorado), confec-
ciona los programas, presupuestos y calendario del curso, y solicita la
aprobación del Departament de Treball y la correspondiente financiación.
En caso afirmativo, se pone en marcha el proyecto. Tal es el modo de
proceder en los últimos años.
Los salesianos, de acuerdo con su talante educativo, han optado princi-
palmente por los chicos y chicas cuya edad oscila entre los 16 y 25 años
y que se encuentran en expectativa del primer empleo o en paro laboral.
«Vienen de todas partes, de Sant Viceng, de la comarca del Baix
Llobregat y del Barcelonés» —asegura, satisfecho, el profesor Rabanal—.
Y sigue explicando: «Preferimos cursos largos, de 400 ó 600 horas, en
pequeños grupos, de unos 15 alumnos, y horarios vespertinos, cuando
los talleres de la escuela quedan a nuestra disposición. Creemos que de
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LA ESCUELA PROFESIONAL
331
Aula de diseño asistido por ordenador (CAD).
esta manera la formación que se imparte y se recibe es más sólida. Si el
alumno que ha terminado el curso no encuentra ningún empleo, pasa al
Servei Cátala de Col-locado, que funciona como una bolsa de trabajo. En
fin, dado el prestigio del centro, nuestras relaciones con el Departament
de Treball son muy buenas»44.
Las especialidades más solicitadas suelen ser las de plancha y pintura de
los coches, máquinas herramientas, mantenimiento industrial electrome-
cánico, neumática, informática y CAD (diseño asistido por ordenador). La
iniciativa de introducir las técnicas de esta especialidad surgió ante la ne-
cesidad que sentía la escuela de dar una respuesta a la creciente deman-
da de especialistas en el sector, como también de garantizar a sus alum-
nos de electrónica y mecánica el aprendizaje de dichas técnicas, que
entraban en la asignatura Técnicas de Expresión Gráfica. «Para ello —
explica el profesor Esteban Badía Garro— nos pusimos en contacto con
la empresa Autodesk España, propietaria del programa Autocad, líder en
el mundo del CAD para ordenadores personales. Y en consecuencia,
montamos el aula de CAD y la citada empresa pronto nos reconoció co-
mo centro autorizado de Autocad. De esta manera, pudimos iniciar las ac-
tividades en el año 1991»45. Actualmente, la escuela de Sant Viceng for-
ma parte de la Red Nacional de ATC Salesianos (centros salesianos
autorizados de Autocad).
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332
LA CONSOLIDACIÓN
Al lado de los cursos ocupacionales46, la escuela ha cultivado también,
aunque a menor escala, otra modalidad de la formación no reglada, cual
es la de reciclaje y perfeccionamiento. Va dirigida en especial a los traba-
jadores de la empresa solicitante. En la misma línea se encuentran los
cursos denominados de catálogo, para aquellas personas que desean in-
troducirse en el CAD y en el CNC (control numérico). Estos cursos no es-
tán subvencionados; los anteriores lo están sólo en parte por la
Generalitat, mientras que los de formación ocupacional lo están íntegra-
mente.
Desde 1988, en que se comenzaron a impartir las enseñanzas no regla-
das, hasta 1995 la escuela ha organizado más de 90 cursos y ha llegado
a más de 1.000 alumnos. El término medio de éstos por año ha sido de
unos 140.
La experiencia que, año tras año, ha ido adquiriendo la escuela en este
campo, le ha permitido ayudar a sus alumnos del último curso para que pue-
dan realizar en las empresas las llamadas prácticas en alternancia, combi-
nando así las exigencias académicas con las del mundo del trabajo. La ini-
ciativa arranca desde el curso 1985-1986 y ha resultado particularmente
provechosa para los alumnos y las alumnas de la rama administrativa47.
Como se ve, la formación no reglada y las prácticas en alternancia ofre-
cen múltiples modalidades de actuación y abren unos horizontes insospe-
chadamente sugestivos para una escuela profesional como la de Sant
Viceng48. En buena parte, su futuro pasa por ahí.
La labor realizada durante el último sexenio (1989-1995) no hubiera podi-
do ser tan fructífera, si el centro no hubiera contado entre sus enseñan-
zas la especialidad que reseñamos a continuación.
La escuela-taller de plancha y pintura
No fue iniciativa de los salesianos. Pero éstos se la apropiaron ensegui-
da. Les pareció una cosa útil y que entraba de lleno en su ideario educati-
vo.
La oferta partió de la empresa Max Meyer Ibérica, de origen italiano aun-
que asentada en España desde hacía tiempo. Aspiraba a dar a conocer
sus tecnologías y sus productos por medio de centros educativos destina-
dos a los jóvenes trabajadores. Por ello, acudió al Instituto Politécnico
Escuelas Profesionales Salesianas de Sarria, donde le indicaron las ven-
tajas que podía encontrar en la escuela profesional de Sant Viceng, situa-
da en una zona de intensa industrialización. La empresa —concretamente
su director general, Eduard Prats i Montejo—, acogió de buen grado la
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA ESCUELA PROFESIONAL
333
sugerencia, pues le parecía que allí se daban unas condiciones óptimas
para la realización de sus planes49. Y, así, presentó su oferta al centro
profesional vicentino. Era a mediados del curso 1986-198750.
Como hemos dado a entender, los salesianos y sus colaboradores reac-
cionaron en forma muy positiva: prestaban el terreno necesario para la
construcción del edificio y asumirían el proyecto como parte integrante de
la propia escuela profesional. La financiación corría a cuenta de la
Generalitat de Catalunya por medio del Fondo Social Europeo y el aseso-
ramiento tecnológico estaba asegurado por la empresa promotora Max
Meyer. Por parte de los salesianos, el director titular, Javier Martínez
Zazo, hizo de interlocutor oficial, pero quien llevó adelante las gestiones
pertinentes fue don Javier Asurmendi. Este y el profesor Esteban Badía
se fueron a Milán para aprender las
nuevas técnicas en el mismo puesto.
Como ya queda referido anteriormente
en este capítulo, las obras del pabellón
se llevaron a cabo en el verano-otoño
de 1988 y la inauguración oficial tuvo
lugar el 16 de febrero del año siguien-
te, con la participación del president
Jordi Pujol51. Los salesianos quedaron
Edificio de la escuela-taller.
Febrero 1989: el President Jordi Pujol inau-
gura la escuela-taller de carrocerías.
Chapa y pintura
de los coches.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

33.10 Page 330

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Visita a la escuela-taller
de plancha y pintura.
De izquierda a derecha:
señor Andreu (promotor),
Paulino Rabanal y señor Gómez
Cid, delegado territorial
de Barcelona (1994).
Visita. De izquierda a derecha:
señor Andreu, señora Carolina
(Departament de Treball)
y señor Martín Toribio,
jefe del servicio de programas
de la Dirección General
de Ocupación (1995).
satisfechos, ya que según escribía el padre provincial Miguel Carabias:
«Por su alta calidad tecnológica y por el servicio popular que la escuela-
taller puede prestar a los alumnos de nuestro centro profesional y a otros,
es un buen complemento educativo para toda la labor que aquí se desa-
rrolla»52. Con ello entendían además concluir el ciclo de las celebraciones
centenarias de la muerte de San Juan Bosco (1888-1988), como querien-
do demostrar que el fundador seguía estando a la vanguardia de los tiem-
pos en todo lo referente a la formación sociolaboral de la juventud53.
La nueva escuela-taller de chapa y pintura venía a ser un centro de for-
mación en la especialidad carrocería del coche que, diseñado por la casa
Max Meyer y bajo la dirección de los salesianos, estaba destinado a im-
partir tanto la formación reglada como la no reglada, de acuerdo con las
posibilidades y las circunstancias. Constaba de un aula de didáctica, dos
bancadas —una de ellas de estiraje y centrado—, una cabina-horno y
una sala-laboratorio de colorimetría. Todos ponderaron unánimemente la
alta calidad tecnológica de estas instalaciones. Al cabo del primer año de
funcionamiento, la dirección de la empresa Max Meyer felicitaba a la es-
cuela «por la magnífica labor pedagógica y la extraordinaria colaboración
que hemos encontrado en todos vosotros. Estamos seguros —añadía
don Eduardo Prats— de que los éxitos iniciales perdurarán durante mu-
chos años en beneficio de la juventud y de la puesta a punto de mano de
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

34 Pages 331-340

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34.1 Page 331

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LA ESCUELA PROFESIONAL
335
obra para el mundo laboral»54. Tal fue el ambiente socioeducativo que la
citada empresa y los salesianos fueron capaces de crear para dar vida a
la nueva escuela-taller. Y hay que decir que, año tras año, las antiguas
ilusiones se han ido convirtiendo en una magnífica realidad.
Un fruto ulterior consistió en que, gracias sobre todo al empeño de don
Javier Asurmendi, los salesianos de Elche (Alicante) pudieran abrir tam-
bién una planta análoga en su escuela profesional San José. Se inauguró
el 31 de enero del 1991. El padre Asurmendi estaba ya enfermo, agotado
por el esfuerzo realizado en los cuatro últimos años.
La financiación
Los gastos que generan las enseñanzas no regladas se cubren en la for-
ma ya indicada en cada caso. Los que derivan de la enseñanza reglada
se sufragan, desde hace años, con los ingresos que proceden de estas
tres fuentes: las subvenciones de la Generalitat de Catalunya —ya que la
escuela es un centro concertado—, las aportaciones voluntarias que pa-
Cuadro núm. 8
APORTACIÓN DE CADA FAMILIA
(En pesetas)
FP-1
Curso 1?
Curso 2?
Año 1980-1 981
4.800
4.800
Año 1985-1 986
4.500
4.500
Año 1990-1 991
10.000
11.700
Año 1995-1 996
14.200
15.200
Curso 19
7.500
7.500
30.000
38.500
FP-2
Curso 2P
Año 1980-1981
7.500
Año 1985-1986
7.500
Año 1990-1991
30.000
Año 1995-1 996
38.500
Curso 3P
7.500
7.500
32.000
40.900
Fuente: Secretaría de la escuela.
No hay datos seguros para los años anteriores. En el de 1974-1975 la aportación del alumno por cur-
so debió de estar sobre las 3.725 pesetas. El salto del quinquenio 1985-1986 al del 1990-1991 se ex-
plica en concepto de renovación del material fungible de los talleres.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

34.2 Page 332

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336
LA CONSOLIDACIÓN
gan los alumnos y que principalmente sirven para costear las actividades
complementarias, y las ayudas de la Congregación Salesiana, la cual se
responsabiliza también de las cargas de mantenimiento. El cuadro n. 8 in-
dica la evolución que han experimentado las citadas aportaciones volun-
tarias del alumnado durante los 15 últimos años.
La pedagogía. La pastoral
Hasta finales de los años sesenta, tanto en el seminario como en las «es-
cuelitas», los salesianos habían aplicado su pedagogía de siempre, es
decir, la que ellos mismos llamaron en el siglo pasado «pedagogía sagra-
da» (pág. 57). Con esta denominación daban a entender que su sistema
pedagógico estaba basado, y tenía que estarlo, en la religión, y concreta-
mente en la religión cristiana y católica. El evangelio o la buena noticia
predicada por Jesús de Nazaret y su concreción histórica en la Iglesia
Católica constituían, en efecto, el punto de partida y de llegada de todo el
proyecto educativo salesiano. De aquí que, siguiendo la práctica de su
fundador, San Juan Sosco, concedieran tanta importancia a la vida de fe
y a la pastoral de los sacramentos.
Pero, según hemos apuntado anteriormente (pág. 312), este enfoque pe-
dagógico ya no era posible en los primeros años setenta. Habían cambia-
do muchas cosas y, sobre todo, las personas que protagonizaban la vida
de la escuela. Ni los alumnos eran los mismos, ni los educadores podían
actuar como antes: los primeros ya no provenían de aquellas familias vi-
centinas que, a lo largo de años y años, habían sido troqueladas en los
valores cristianos; los segundos se iban también desprendiendo de cier-
tos métodos de educación que la teología postconciliar había superado, y
se veían en la necesidad de adecuarse a la realidad que tenían delante,
más o menos secularizada y, en cualquier caso, muy pluralista. Fueron
conscientes, en efecto, de que la suya era la única escuela profesional de
la villa, a la que acudían forzosamente chicos y chicas que nunca habían
recibido formación religiosa en los colegios públicos, y en quienes las pro-
puestas de orden religioso apenas producían eco alguno. Por lo cual
ellos, los educadores, debían enfocar su actuación en una forma diferente
a la que habían practicado en tiempos pasados. ¿Es que cabía ya una
pastoral que no fuera de los «alejados»?
En consecuencia, sin renunciar nunca a la pedagogía de signo explícita-
mente religioso-cristiano55, adoptaron otra de orientación menos sagrada
o menos evangelizados, para resituarse a un nivel de educación humana
y social. Con humildad, paciencia y optimismo a la vez, no miraron tanto a
mostrar en el escenario de su escuela los símbolos de una cultura cristia-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA ESCUELA PROFESIONAL
337
nizada —crucifijos, imágenes y cuadros de santos—, o a mantener las
fiestas de fuerte contenido religioso que, en tiempos pasados, según sa-
bemos, llenaban el calendario escolar, o a organizar los actos propios del
creyente —oraciones comunitarias, celebraciones litúrgicas—, sino, más
bien, se aplicaron a fomentar los valores que entran en el desarrrollo de la
persona y que posibilitan la vida colectiva.
Estos cambios, que remodelaban notablemente el ambiente educacional
que reinaba en otras épocas, no se introdujeron sin preocupaciones ni
molestias, porque no todos los responsables de la marcha de la escuela
coincidían en los detalles prácticos56.
Signo de tal estado de cosas fue el hecho de que, hasta la segunda mitad
de los años ochenta, nadie había sido designado para el cargo de coordi-
nador de pastoral, una figura diferente de la del antiguo catequista y que
poco a poco se había ido fraguando en el encuadre pedagógico de los co-
legios salesianos. En el período anterior, sus funciones las había realiza-
do, de una forma u otra, el mismo superior de la comunidad religiosa, que
también ostentaba la titularidad de la obra escolar.
El primer salesiano que apareció revestido con tal cargo fue don Manuel
Morancho i Peris, curso 1986-1987. Le siguieron los también salesianos
Manuel Villares Fernández y Miguel Ángel Larrea Latasa. Cada uno de
ellos hubo de inventar cosas, crear un ambiente, animar a los colaborado-
res. El último, don José Antonio Montull Torguet (1990-1996), pudo reco-
ger lo que habían sembrado sus predecesores y organizar mejor el equi-
po de pastoral. «Es un organismo —explicaba a sus jóvenes lectores—
que, como sabéis, se encarga de la animación cristiana y del mundo de
los valores y actitudes en la comunidad educativa»57. En él ha encontrado
un cauce de acción el empeño —tantas veces demostrado por los profe-
sores de la escuela— de ayudar a los alumnos, no sólo en lo referente al
aprendizaje sino también en lo que mira a su educación.
Las iniciativas impulsadas desde el equipo de pastoral y otras instancias
relacionadas con él se han canalizado a través de algunas prácticas que,
bajo el punto de vista de la historia de la pedagogía, no carecen de inte-
rés. Así, por ejemplo: los buenos días, que se siguen dando desde el año
1987; las campañas que se organizan un par de veces en cada curso
académico; algunas fiestas religiosas que han ido ganando importancia
en el calendario escolar, como las de Navidad, San Juan Bosco y María
Auxiliadora; las convivencias en las que, por lo menos una vez al año, to-
man parte todos los alumnos; las actividades de verano, en forma de co-
lonias y o de «rutas»; los grupos formativos o de «fe» que, aunque no
suelen ser numerosos, no faltan, sin embargo, como los que se organizan
con motivo de la recepción del sacramento de la Confirmación; el volunta-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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338
LA CONSOLIDACIÓN
riado, que está formado por aquellos alumnos de los últimos cursos que
se prestan desinteresadamente a actuar de monitores en el centro infantil
y juvenil «Amigos», que regentan las salesianas.
Una simple enumeración, como la que aquí se ofrece, resulta insuficiente
para comprender el valor educativo de estas diversas intervenciones, por-
que, más allá de cada una de ellas, hay toda un serie de experiencias de
orden muy personal. Pero precisamente por ello, éstas apenas son tradu-
cibles al lenguaje historiográfico. Así, por ejemplo, Manel Morancho cuen-
ta con humor que en vez de hablar de «grupos de fe» él prefería hablar
de «grupos de esperanza», porque «dada la escasa preparación de los
que acudían a las reuniones —explica—, era poco lo que se podía hacer;
pero, de una u otra forma, se echaba la semilla para el futuro. Con fre-
cuencia, antes de entrar en temas de religión, debíamos asentar bien las
bases del comportamiento humano. Con todo, eran unos muchachos ma-
jos, con ganas de aprender, de preguntarse sobre el sentido de su vida, y
así acudían a los encuentros: una horita a la semana. Después de unos
años, se hicieron evidentes los frutos»58.
Muchas de las iniciativas mencionadas se integran fácilmente en el plan
de acción tutorial, ya citado antes (pág. 328), por el que discurren princi-
palmente las fuerzas que desarrolla la escuela en el plano propiamente
formativo. Porque aquí se explican y se proponen también los valores hu-
manos y cristianos que fundamentan el ser de la persona y del creyente.
De esta manera, tanto desde las instancias del plan tutorial como desde
las actividades que promueve el equipo pastoral se tiende a un único ob-
jetivo: construir la persona del educando en su ser de hombre y, si es el
caso, en su condición de cristiano. El camino de la pastoralización de una
escuela —que es largo y todo menos simple— pasa por el empeño de la
educación permanente. La acción del educador y la del pastor entran en
un único proyecto educativo-pastoral.
El plan tutorial se sirve de las reuniones de grupo y también de esa aten-
ción más personalizada que el joven y su familia a veces necesitan. Llega
a todos los alumnos al menos una vez a la semana, si bien con los de los
cursos cuarto y quinto se procede con mayor flexibilidad.
La evaluación que hacen hoy los responsables resulta francamente positi-
va: «Incluso hemos podido aportar el fruto de nuestra experiencia a otros
centros similares de la comarca» —asegura don Faustino Gutiérrez59—.
Proyectos y estrategias de orden educativo-pastoral logran sus objetivos
si encuentran un ambiente adecuado.Toda comunidad educativa lo gene-
ra fácilmente cuando está sana, haciendo que circulen por su propio en-
tramado social valores como la amistad, la espontaneidad y la alegría de
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA ESCUELA PROFESIONAL
339
Mayo de 1990: el cuadro escénico de la escuela representa en Ciudadela de
Menorca la comedia musical Jesucristo Superstar.
la vida. La crónica de la casa y la revista poligrafiada de la escuela aluden
con frecuencia a las manifestaciones de esta índole: el deporte en sus di-
versas vertientes (fútbol-sala y baloncesto para chicos y chicas); salidas y
excursiones, algunas de las cuales tienen fines culturales y en las que
con los jóvenes toman parte salesianos y profesores; colonias, campa-
mentos y «marchas» de verano; actividades fuera del horario escolar, pe-
ro estimuladas por la misma escuela en un plan de distensión y aprendi-
zaje (declamación y teatro, conocimiento del inglés, estudio de la
informática, introducción al mundo de la imagen y el sonido). Debido a
una serie de circunstancias —como la celebración del centenario de la
muerte de San Juan Bosco 1888-1988— y a un admirable trabajo de
equipo, durante los años 1987 y 1991 el teatro juvenil (animado por alum-
nos, antiguos alumnos y profesores) se cultivó de una manera extraordi-
naria, y el cuadro escénico cosechó éxitos notables, tanto dentro como
fuera de la escuela. Actores y espectadores aún recuerdan con gusto la
puesta en escena de obras como Aquí no paga nadie, A las 20 h., fútbol,
Llama un inspector y, sobre todo, las comedias musicales Rosas con es-
pinas (sobre la figura de Don Bosco) y Jesucristo Superstar. Los profeso-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA CONSOLIDACIÓN
res Neus García, Jordi Riera, Miguel
Torres y ayudantes movilizaron en es-
ta ocasión unos 80 actores60. La cele-
bración de la Semana de la juventud
ha venido a coincidir con la Semana
de Don Sosco, en torno a la fiesta de
este santo (31 de enero), la cual con
su «olimpíada» constituye un marco
adecuado para dar salida a muchas
inquietudes deportivas, culturales, ar-
tísticas y religiosas. Y algo semejante
se acostumbró hacer durante algún
tiempo con la llamada Semana
Cultural, que tenía lugar alrededor de
la fiesta de Sant Jordi (23 de abril)61.
Toda esta corriente de actividades,
por ser en buena parte expresión de
Don Juan Fuentes Almagro, presi-
dente de APA.
la vitalidad de la gente joven, siempre
ha estado sometida a continuos vai-
venes, de subidas y bajadas, de pro-
gresos y retrocesos, de nacimiento y
muerte. Es inevitable. Además, la tra-
ma de la escuela profesional se ha ido haciendo complicada, con horarios
apretados y nuevas exigencias académicas que apenas dejan espacio
para el cultivo de otros aspectos formativos. La misma edad del alumnado
—que ya no es la propia de los adolescentes— supone a veces una traba
para la espontaneidad y la acción. Sin embargo, las iniciativas que se han
reseñado tienen su gran razón de ser, porque en definitiva no se trata de
formar al técnico al margen del hombre, sino, ante todo, de construir a la
persona capacitada para una o varias profesiones. Los responsables de
la escuela salesiana están convencidos de ello, como lo han demostrado
a lo largo de los 25 años de vida que tiene su centro educativo. Todavía,
para completar lo expuesto en este punto, hay que aludir a la opción que,
desde años atrás, tienen tomada de favorecer en lo posible a la coeduca-
ción como un sistema formativo válido, porque entienden que la mutua re-
ferencia y complementariedad de ambos sexos forman un elemento muy
enriquecedor.
La Asociación de Padres de Alumnos (APA), con sus Estatuos y Junta
Directiva, quedó constituida en el curso 1976-1977 y, cinco años más tar-
de, inscrita oficialmente62. Dado que el alumnado de la escuela es ya
adulto, la asociación ha ejercido sus funciones de una manera discreta y
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA ESCUELA PROFESIONAL
341
eficaz, en colaboración con los demás órganos colegiados (ver cuadro n.
9). En el curso 1980-1981 y gracias al entusiasmo del presidente Ángel
García Molina y del padre Doménec Valls —consiliario de la asociación y
director del centro— se puso en marcha una escuela de padres, que to-
davía se mantiene viva. Los temas de estudio han sido preferentemente
los relativos a la familia y a las relaciones padres-hijos.
En cambio, la Asociación de Antiguos Alumnos que despuntó y se desa-
rrolló hasta cierto punto en las antiguas «escuelitas», en la profesional no
acabó de encontrar un camino válido, a pesar de los deseos de los sale-
sianos63 y de unos primeros pasos de reorganización que se llevaron a
cabo, incluso con éxito, por los años 1989 y 199064.
Cuadro núm. 9
ASOCIACIÓN DE PADRES DE ALUMNOS
PRESIDENTES
PRESIDENTES
FRANCISCO FARLED PUEY
ISIDRO ROCA DOROTEO
ÁNGEL GARCÍA MOLINA
ÁNGEL GARCÍA MOLINA
ISABEL VELA MULERO
ISABEL VELA MULERO
MANUEL MARQUÉS PONCE
MANUEL MARQUÉS PONCE
MANUEL MARQUÉS PONCE
MANUEL MARQUÉS PONCE
MANUEL MARQUÉS PONCE
AGUSTÍN GARCÍA MERCHÁN
AGUSTÍN GARCÍA MERCHÁN
RAFAEL FLORES PALACIOS
RAFAEL FLORES PALACIOS
LLUISAPUY VENTURA
JOSÉ MORENO BLÁZQUEZ
JOSÉ MORENO BLÁZQUEZ
JUAN FUENTES ALMAGRO
CURSOS
ESCOLARES
1977-78
1978-79
1979-80
1980-81
1981-82
1982-83
1983-84
1984-85
1985-86
1986-87
1987-88
1988-89
1989-90
1990-91
1991-92
1992-93
1993-94
1994-95
1995-96
TITULARES
M.CARABIAS (1972-78)
D. VALLS (1978-84)
J.MARTÍNEZ (1984-90)
F.GUTIÉRREZ (1990-96)
' Fuente: Secretaría de la escuela.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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342
LA CONSOLIDACIÓN
LA PARROQUIA DE SAN ANTONIO
Cuenta Quim Pastor que, cuando en septiembre de 1972, llegó el salesia-
no José León Echarri a Sant Viceng y le hicieron ver los bloques de pisos
del barrio de la Vinyala exclamó: «Madre mía, aquí sí que vamos a luchar
y a trabajar»65. Lucha y trabajo son, efectivamente, dos elementos que
caracterizaron la vida del joven sacerdote, sobre todo en los primeros
años de su actuación como encargado de la parroquia de San Antonio.
De este modo, prolongando durante unos ocho años el duro esfuerzo que
había desplegado mossén Manel García, se echaron los fundamentos de
la parroquia actual.
Una parroquia salesiana
Ya hemos dicho en el capítulo anterior que, a inicios del 1972, mossén
García dejó la parroquia a la que había servido con abnegación y sacrifi-
cio (pág. 291). Para sustituirlo, el arzobispado de Barcelona no encontró
entonces otra solución mejor que la de nombrar párroco al que, desde
1969, ya lo era de la de San José. Mossén Lluís Alonso Cámara asumió
la cura pastoral de ambas parroquias, eso sí, sabiendo que, en la demar-
cación parroquial de San Antonio, ya estaban los salesianos, los cuales,
por disposición del mismo arzobispado, iban a ayudarle muy de cerca.
José León fue nombrado enseguida vicario. Y comenzó a actuar sin pér-
dida de tiempo.
Desde el punto de vista de la evolución institucional, conviene distinguir
dos etapas, separadas por el año 1976.
La primera (1972-1976) podría llamarse como la del vicariato, en el senti-
do de que los salesianos no tenían aún una parroquia asignada a ellos en
cuanto grupo o cuerpo congregacional. Porque aquí, lo mismo que en
otros muchos aspectos de la vida, las cosas tuvieron que ir madurando.
Al inicio del año 1972, los salesianos colaboraban generosamente con las
tres parroquias de la villa, «sin regateos» —como le gustaba decir al pa-
dre provincial Joan Cañáis66—, y el presbítero Román Torrabella había si-
do nombrado oficialmente «encargado de la pastoral parroquial»67. Lo
cual se explica porque tenían tiempo para dedicarse a estos menesteres:
el seminario estaba vacío y la escuela profesional funcionaba únicamente
en régimen nocturno. Pero hacerse con la responsabilidad de gobernar
una parroquia —en concreto la de San Antonio— era otra cosa.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA PARROQUIA DE SAN ANTONIO
343
Don José León Echarri
Ansorena, párroco de San
Antonio de Padua, 1978-
1990.
Mossén Josep Bosch i
Benejam, párroco de San
Antonio desde 1990.
Mossén Mateu Santacana
Capella, párroco actual de
la parroquia de Sant Viceng.
Una parte de la comunidad se inclinaba a asumirla. Don José León y los
que pensaban como él creían que sólo a este precio podría la
Congregación, primero, asentarse de verdad en Sant Viceng; segundo, in-
serirse en la pastoral parroquial y, tercero, influir en profundidad en la ba-
rriada. Con una escuela, aun en la hipótesis de que llegara a establecerse
sólidamente, no había suficiente... Otros, por el contrario, no acababan de
ver la urgencia de tal compromiso, que les parecía muy grave; preferían
tener más tiempo para que, como escribía el citado padre provincial, los
hermanos reflexionaran y dialogaran sobre lo que el XX Capítulo General
de la Congregación (1971-1972) había enseñado en torno a «una parro-
quia llevada por salesianos renovados»68. En cualquier caso, los destina-
tarios preferentes de la futura parroquia salesiana, como también de otras
actividades promovidas por los salesianos, debían ser los jóvenes emi-
grantes: «Concéntrese ahí —advertía— el esfuerzo de acercamiento y
evangelización» 69. Y en tal sentido —abierto, pero cauto y reticente—, se
pronunciaba en 1973 el Reajuste: «De momento —establecía— no pare-
ce conveniente tomar con carácter definitivo la responsabilidad de la pa-
rroquia de San Antonio, pero prolongaremos nuestro compromiso ante la
Diócesis por un trienio a todos los efectos»70.
De todas formas, la línea del compromiso o de la inserción en la parro-
quia fue ganando terreno: «Después de haberla recorrido —dejaba escri-
to el visitador designado por los Superiores Mayores—, llego a la conclu-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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344
LA CONSOLIDACIÓN
sión de que es un magnífico campo, muy acorde con nuestra misión sale-
siana. Podría ser objeto de una 'nueva presencia' en donde un par de
hermanos, apoyados por la comunidad de esta Obra [de los que trabajan
en la escuela profesional], podrían organizar un servicio ejemplar.
Sondéese la opinión del señor Obispo»71. Esta orientación ayudó a refor-
zar la tendencia descrita. Efectivamente, con fecha 3 de febrero del año
siguiente (1975) el superior de la comunidad, don Miguel Carabias, tenía
el nombramiento de párroco. Algunos hubieran preferido que tal designa-
ción hubiera recaído sobre el padre Echarri que, de hecho, estaba ya ac-
tuando de párroco. Pero, en cualquier caso, la coyuntura sirvió para que
dentro de la comunidad progresara el parecer de que se debía llegar a
una aceptación formal de la parroquia por parte de la Congregación72.
Estando así las cosas, la lógica de los hechos debía llegar hasta el final.
Y así, en el verano de ese mismo año (1975), dieron inicio los trámites al
caso. El superior general de los salesianos dio luz verde en enero del año
siguiente, y con fecha 14 de mayo de 1976, el arzobispo de Barcelona —
el cardenal Narcís Jubany— acogía complacido la oferta que éstos le for-
mulaban: «Encomendamos la parroquia de San Antonio de Padua (...) a
la Provincia de Nuestra Señora de la Merced de la Sociedad de San
Francisco de Sales, conforme al adjunto convenio». Según este acuerdo,
dicha encomienda se hacía ad nutum Sanctae Sedis, es decir, mientras la
Santa Sede no dispusiera en contra.
Desde este momento, la parroquia de San Antonio de Padua, erigida ca-
nónicamente en 1969, pasaba oficialmente a las manos de los salesianos
en 197673. Con ello, daba comienzo la segunda etapa, la de la parroquia
salesiana.
A los dos años, 1978, al finalizar el sexenio reglamentario de Miguel
Carabias, el nuevo padre provincial, don Alfredo Roca, hacía que el nom-
bramiento de párroco recayera sobre José León Echarri Ansorena, que
tanto había trabajado ya durante los años anteriores en favor de los feli-
greses.
El rector era un navarro nacido en 1931 en la simpática villa de
Lecumberri, a 34 km. de Pamplona. Se había hecho salesiano en 1953 y
ordenado de presbítero cuatro años más tarde. Tenía unos 40 años cuan-
do llegó a Sant Viceng y, desde luego, necesitaba de todas las fuerzas de
la juventud. «La tarea no es fácil —advertía a todos el nuevo padre pro-
vincial—, en especial durante esta época de cambio»74.
Efectivamente, la Iglesia estaba interpretando y aplicando el Concilio
Vaticano II (1962-1965) y la sociedad española, por su parte, acababa de
inaugurar el período de la transición democrática, después del fallecí-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA PARROQUIA DE SAN ANTONIO
345
miento del general Franco (noviembre de 1975) y la aprobación en refe-
réndum de la Constitución Española (diciembre de 1978). Cara al inme-
diato futuro, el superior asignaba cuatro tareas prioritarias a la actividad
parroquial: atención a los alejados; catequesis infantil, juvenil y de los
adultos; colaboración con los movimientos diocesanos y las congregacio-
nes religiosas, y pastoral juvenil, por medio de los espiáis y otros movi-
mientos del género75. Tal era el camino a seguir.
Una parroquia dispersa
Antes de emprenderlo, el padre Echarri tuvo que asegurar las plataformas
imprescindibles de acción, y mucho más teniendo en cuenta que la de-
marcación de su parroquia comprendía zonas muy distantes y muy dife-
rentes entre 76.
En primer lugar, siendo aún vicario, tuvo que construir una iglesia sobre el
terreno que la parroquia poseía en el barrio de la Vinyala por donación del
Patronato Local de la Vivienda y en el cual mossén Manel había colocado
un barracón que hiciera de capilla (pág. 291). En 1973, el párroco Lluís
Alonso había formalizado los papeles de la propiedad77. Ésta, de figura
irregular, tenía una superficie de 450 metros cuadrados y era cedida gra-
tis con el fin de que el obispado construyera precisamente «una iglesia y
complejo parroquial». José León se vio obligado a actuar enseguida por-
que, según el contrato, las obras debían iniciarse «en el plazo de un año
a partir de la fecha del acuerdo de cesión» y estar concluidas «antes de
tres»78.
Pensó por el momento en un edificio prefabricado, sencillo y de poco cos-
te, que pudo inaugurar para la fiesta de San Antonio de Padua del 1974.
Constaba de un salón amplio para las asambleas de los domingos y fies-
tas, y otra más reducida para las misas de cada día. En buena parte José
León lo levantó con su esfuerzo personal y la ayuda de amigos y volunta-
rios: «Nos costó tres millones, haciendo nosotros los cimientos, las insta-
laciones de electricidad y fontanería, etc. Don Bosco y María Auxiliadora
lo pagaron todo»79. De esta manera, los actos de culto que se celebraban
en el barracón pudieron tener ahora un lugar más adecuado. También se
organizó allí el despacho parroquial. En resumen, la parroquia comenzó a
tener un lugar para convocar a la comunidad de los creyentes. Pero aún
tenía un carácter provisional, por lo que se imponía el esfuerzo necesario
para dignificarlo, ampliarlo. José León emprendió la tarea y consiguió que
la nueva construcción, más sólida y presentable, pudiera inaugurarse pa-
ra la fiesta de San Antonio del 1988. Acudieron las autoridades y hubo
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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En el barrio de la Vinyala-Poble Nou, la iglesia parroquial de San Antonio. Vista
exterior e interior.
fiesta. Fue entonces cuando la «iglesia parroquial de la Vinyala» adquirió
la silueta que tiene ahora.
Mientras José León estaba ocupado en levantar esta iglesia parroquial, le
avisan que la de la urbanización de Sant Antoni se venía abajo...Porque
aquella ermita-capilla, que durante los días laborales se empleaba tam-
bién como guardería infantil, ya tenía sus años y las vigas del techo cedí-
an. Por tanto, si se deseaba decir la misa, tendría que ser al aire libre o
en un aula de las escuelas. Pero, ¿valía la pena de reconstruirla? ¿Dónde
estaban los medios necesarios? Los vecinos le recomendaron al cura que
no se preocupara demasiado, porque, siendo un asunto del barrio, la re-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

35.3 Page 343

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LA PARROQUIA DE SAN ANTONIO
347
construirían entre todos. «Se marcharon —confiesa José León— dejando
en mi interior una alegría grande, al sentirme que no estaba solo»80. Se
aprovechó la coyuntura para aumentar el número de las aulas parroquia-
les hasta cuatro: «Con la ayuda de algún salesiano, hemos hecho de pe-
ón, carpintero y electricista; estamos terminando 40 pequeñas mesas.
Hasta aquí podíamos llegar; pero, por nuestras solas fuerzas, no pode-
mos edificar la capilla; necesitamos de vosotros»81. Y también se llegó a
esto último. La iglesia se levantó al otro extremo, mucho más bonita.
«Como siempre —precisa el antiguo rector—, con la ayuda de la
Providencia. Gastamos unos seis millones»82. Las escuelas quedaron
ampliadas y renovadas en 1974; la capilla, dos años más tarde.
Ésta sigue aún como lugar de culto todos los domingos y fiestas religio-
sas. Pero aquéllas, aunque quedaron equipadas con un patio de deportes
La nueva iglesia
del barrio de San Antonio.
Las antiguas escuelas
parroquiales
del mismo barrio.
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LA CONSOLIDACIÓN
y siguieron creciendo en su prestigio —allí trabajaban, entre otros, las sa-
lesianas Josefina Garrote y Dolores García Ruiz83—, tuvieron que buscar
una salida cara al futuro, pues ya no pudieron responder con solvencia a
todas las exigencias de la Ley de Educación del 1970, cuya aplicación se
hacía perentoria. «Nos resultaba imposible organizar los ocho cursos de
enseñanza general básica» —reconoce el señor Visiedo, uno de los gran-
des colaboradores, con Pere Parré, del párroco Echarri84—. Por eso, gra-
cias a las gestiones —inteligentes, oportunas— de la asociación de pa-
dres, se consiguió crear allí cerca una nueva escuela pública de EGB —el
actual colegio de San Antonio—, adonde en el curso 1983-1984 pudieron
trasladarse los que frecuentaban las antiguas escuelas parroquiales. És-
tas cerraban, en consecuencia, las puertas. A lo largo de 15 años segui-
dos (1968-1983) habían cumplido una función social de primer orden.
Pero ahora sus aulas quedaban libres. ¿Qué destino se les podía asignar,
dentro de las preocupaciones pastorales de la parroquia? Porque el terre-
no seguía siendo de la diócesis, naturalmente. El primer proyecto consis-
tió en abrir un centro juvenil. ¡La juventud, la gran obsesión pastoral de
los salesianos! Y se hizo el ensayo a partir del curso 1984-1985. Al princi-
pio arrancó bastante bien. Pero luego ya no resultó, porque este tipo de
instituciones necesitan un personal competente y dedicado, y que se ha-
ga alguna selección de los destinatarios. Pero esto no se consiguió. Aquel
lugar llegó a ser desagradable. La gente dejó de acudir incluso a la igle-
sia. Fue un momento malo para el responsable de la parroquia. Echarri
quedó dolido. ¿Qué hacer? Porque algún objetivo había que asignarle a
lo que estaba edificado. Entonces surgió otro proyecto: establecer un ho-
gar del anciano. Los salesianos no veían clara aquella meta, y se calla-
ban85. Pero esta vez, aunque «con mucho sacrificio» —según se expresa
el antiguo párroco 86—, las cosas salieron mejor. La iniciativa no partía de
la parroquia, pero ésta la aceptaba y la apoyaba cediendo el uso de los
locales que, de esta manera, cobraban un destino socialmente válido.
Pero tuvieron que ser renovados por completo.
El Esplai Gent Gran Sant Antoni se inauguró el 30 de octubre de 1988,
con la asistencia del conseller de Benestar Social de la Generalitat de
Catalunya, honorable Antoni Comas —antiguo alumno de los salesianos
de Barcelona-Rocafort—. Fue como una sorpresa. Pere Farré había teni-
do que hacer de mendigo, recabando los fondos necesarios. Y encontró
la ayuda de muchos particulares: «El día de la inauguración —recuerda—
el párroco me dio un abrazo, y me dijo: 'esto ha sido un milagro'»87. Lo
que deja ver el estado de ánimo de los que intervinieron más directamen-
te en el asunto. Después llegaron las modestas subvenciones de la
Generalitat y del Ayuntamiento. Hoy el Esplai Gent Gran marcha a velas
desplegadas y, en su plena autonomía de gestión, tiene conciencia de su
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA PARROQUIA DE SAN ANTONIO
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Capilla de Nuestra Señora del Carmen, en el Centro Amigos (Barrio de la
Guardia).
dimensión parroquial88. Ya hace seis años que el cronista de los salesia-
nos escribió que ésta era como «la obra cuasi-póstuma» de José León
Echarri y podía calificarse de «modélica»89.
La iglesia de la colonia de Sant Antoni distaba de la de la Vinyala un kiló-
metro y medio. Una distancia semejante separaba estos barrios del de la
Guardia, el cual, a no dudarlo, necesitaba también un lugar de culto. De
hecho, hacia el año 1970 según sabemos ya, mossén Manel había abier-
to uno alrededor alquilando una pobre casita de la Travessera de León
102 (hoy, calle Mataró 29) y llamando a las religiosas salesianas para que
animaran aquel sitio con las actividades propias de un catecismo o esplai
infantil. Él y, en su ausencia, algún sacerdote salesiano solían celebrar la
misa todos los domingos (pág. 281).
Cinco años más tarde, cuando las salesianas se establecieron por su
cuenta en el barrio (calle Lanzarote, n. 10), aquel enclave seguía siendo
necesario. Pero tanto las religiosas como la parroquia aspiraban a más,
tal como se explica en el capítulo siguiente de este libro (pág. 370).
Después de muchas tentativas, se fijaron en una parcela que las herma-
nas Sagnier de Sentmenat habían regalado a la archidiócesis con la si-
guiente finalidad: «La finca donada —se lee en la escritura de cesión—
deberá destinarse para parroquia y organizaciones parroquiales del sec-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA CONSOLIDACIÓN
tor pastoral en que aquélla está ubicada»90. Dicho terreno tenía una ex-
tensión de 2.258 metros cuadrados, se hallaba un poco más arriba del ce-
menterio, en la entrada, como quien dice, del barrio de la Guardia, y era
conocido como la finca de los «olivares» o de los «encinares». Ahora
bien, entre los años 1978 y 1979 los salesianos y las salesianas estaban
decididos a actuar en aquel lugar. En consecuencia, de la manera que se
explica en el capítuo 10, se levantó al año siguiente el Centro Amigos (ca-
lle La Laguna, n. 1), donde quedaba instalada, con carácter permanente,
una capilla dedicada a la Virgen del Carmen. Éste sería el tercer foco de
irradiación de la vida parroquial. El rector Echarri quedó satisfecho con
aquella solución.
Una parroquia difícil
El adjetivo «difícil», aplicado a la parroquia de San Antonio, aparece fre-
cuentemente en los testigos y en las fuentes escritas. Dificultad que pro-
viene no sólo de la dispersión, sino sobre todo de la heterogeneidad, de-
sarraigo y complejidad del tejido sociorreligioso de las zonas de la
demarcación parroquial, así como también de la diversidad de fuerzas
que entran en la acción pastoral. A esto se añaden algunas deficiencias
que nuestro tiempo ha ido creando en el campo social —bolsas de pobre-
za, abandono, marginación, desestructuración familiar— y en el campo
religioso —indiferentismo, ignorancia, absentismo—.
Sobre este telón de fondo y durante una buena parte de los años setenta,
surgió la nueva coyuntura histórica, marcada por la crisis económica, el
hundimiento del franquismo y la transición democrática y, por tanto, muy
conflictiva. Fue entonces cuando José León Echarri decidió dar a su ac-
ción un sentido significativamente social: acogiendo las asambleas de los
obreros, apoyando a los parados, siendo solidario con los marginados,
dando de comer a los hambrientos, denunciando la falta de libertades pú-
blicas, organizando la resistencia con huelgas y cortes de carretera... En
esto le apoyaban algunos muchachos pertenecientes al Centro Juvenil
Salesiano, sensibilizados ellos también por los problemas de la libertad y
la justicia social. «La policía no nos dejaba en paz, creyendo que yo era el
comunista que lo movía todo»91. Hasta que, en un momento dado, el sa-
cerdote que actuaba en él acabó por imponerse sobre el líder obrero.
Porque, tal como ha explicado en ocasiones a sus colaboradores y tam-
bién al autor de este libro, se sintió desanimado y hasta casi vacío en el
camino emprendido: «A la iglesia no venía la gente, y pensé si se podría
actuar de otra manera»92. Fue entonces —año 1973— cuando, por me-
diación del profesor de Sagrada Escritura, el salesiano padre Joan Bosco
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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PARROQUIA DE SAN ANTONIO DE PADUA
LUGARES DE CULTO
1. IGLESIA PARROQUIAL
(Barrio La Vinyala-Poble Nou)
2. ERMITA - IGLESIA DE SAN ANTONIO
(Barrio Sant Antoni)
3. CAPILLA NTRA. DEL CARMEN
(Barrio la Guardia) (Centro Amigos)
La gran extensión y la diversificación social de la parroquia de San Antonio difi-
culta la labor pastoral.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA CONSOLIDACIÓN
Vernet, llegó a entrar en contacto con las comunidades neocatecumena-
les que funcionaban en Barcelona-Sarriá, concretamente en la parroquia
de María Auxiliadora regentada por los salesianos. «Llamé a los respon-
sables que viniesen y me explicasen de qué iba. Les escuché y me pare-
ció una cosa estupenda. Comenzamos las catequesis con unas trece per-
sonas y a mí me tocó el Señor»93.
De esta manera, se operó lo que, en sentido amplio, podría llamarse la
conversión pastoral del sacerdote encargado. Según un testimonio reco-
gido por Quim Pastor, éste declaraba en 1987: «A través del camino neo-
catecumenal (...) he descubierto que nuestra tarea fundamental es la
evangelización permanente. Ahora hago lo mismo que años atrás —aten-
der a los pobres, preocuparme de los necesitados—, pero con un corazón
diferente: procuro transmitir el amor de Dios»94. Y también de esta forma
entraron las comunidades neocatecumenales en el ámbito parroquial de
San Antonio. La primera quedó instituida en marzo del 1973, de cuya ani-
mación se encargó personalmente el rector. Hoy en día son seis.
Ya tenemos, por tanto, individualizadas las fuerzas que de una manera
explícita tratan de actuar en la labor pastoral de la parroquia: los salesia-
nos y las salesianas, sus cooperadores y colaboradores, dos comunida-
des religiosas —las Hermanas Franciscanas Misioneras y los Hermanos
de San Juan de Dios— y las citadas comunidades neocatecumenales. Y
junto a ellos están todos los hombres y mujeres de buena voluntad, que
de una forma u otra, quieren contribuir a la edificación de la Iglesia de
Dios en unión con el párroco y el obispo diocesano. No siempre resulta
fácil coordinar las mentalidades, los objetivos, los métodos y los campos
de actuación. Además, como queda anotado, a las dificutades que pue-
den venir desde dentro, se añaden las del exterior, sobre todo la ignoran-
cia y el indiferentismo de muchos, que lógicamente les lleva al absentis-
mo. Cuando, a comienzos del año 1980, don José Antonio Rico visitó la
parroquia en nombre de los superiores mayores, encontró que el número
de los católicos practicantes apenas alcanzaba el 1,5% de la población.
Por lo que, evocando un pasaje bíblico, se atrevía a recomendar a los sa-
lesianos y colaboradores: «El Señor nos pide sembrar, acaso con sudores
y lágrimas; otros recogerán la cosecha»95
Pero mientras tanto, se echó a andar. Después de muchas sesiones de
estudio, hace poco tiempo que quedó aprobado el Proyecto pastoral pa-
rroquial, como documento básico de referencia. Asesorando al párroco
Josep Bosch i Benejam96, sucesor del padre Echarri desde 1990, están
los órganos colegiados responsables: el Consejo Pastoral, la Asamblea
Parroquial y el Consejo de Economía. Impulsado por los dos primeros, se
pone en marcha todo el movimiento parroquial, que se abre en tres direc-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA PARROQUIA DE SAN ANTONIO
353
ciones principales: la evangelización y catequesis en sus diversos niveles,
la sacramentalización, y la solidaridad cristiana (por medio de Caritas y
otras instituciones). Como características propias de una parroquia con-
fiada a los salesianos, el mencionado proyecto señala el interés por la
educación de la juventud y por la promoción social del pueblo.
Además de las fiestas contempladas en el calendario litúrgico, van ganan-
do relieve las de María Auxiliadora, San Juan Bosco y San Antonio —la
primera, animada por la Asociación de María Auxiliadora y la tercera, por
el Esplai Gent Gran—. Entre las asociaciones se han de recordar el grupo
de jóvenes voluntarios que trabajan en el Centro Amigos y el de los visita-
dores de los enfermos. Vida Creixent es un movimiento vinculado al
Esplai Gent Gran. La Fundación La Barruana nombre que procede de
unos terrenos vendidos por la misma fundación en una zona llamada
así—, se debe al legado de doña Francisca Simón i Aldabó97 y trata de
atender los casos de necesidad que detectan en la villa los asistentes so-
ciales. La administran el señor Alcalde, el señor Juez de Paz y el señor
rector de la parroquia de San Antonio, ya que los terrenos de la fundación
se encuentran en la misma. Un modesto boletín, denominado La parro-
quia y que se expresa parte en castellano y parte en catalán, trata de in-
formar cada mes a los feligreses sobre las actividades más importantes.
EL TIEMPO LIBRE
Cuando, en la obra salesiana de Sant Viceng, llegó el momento de dar el
giro al que nos hemos referido en el capítulo anterior, la conciencia colec-
tiva de los salesianos miraba a potenciar las dos plataformas de acción
que consideraba más importantes: la escuela profesional y el centro juve-
nil (pág. 303). Éste correspondía, por su misma naturaleza, a la educa-
ción de la juventud en y por el tiempo libre —el lleure—. Ambas instancias
entraban en el proyecto primitivo y constituían entonces —primeros años
setenta— una realidad viva. En cambio, según se ha visto, la idea de re-
gentar una parroquia y dedicarse al apostolado correspondiente fue un
elemento legítimo y útil, pero añadido más tarde.
Ya queda delineada en las páginas anteriores la trayectoria que siguió el
centro juvenil hasta el año 1975, cuando su fundador, el salesiano José
Antonio Iguácel, hubo de dejarlo. Entonces se hicieron cargo del mismo,
entre otros, los profesores Jesús Churio y Javier Biel, los cuales consi-
guieron dar vida a una serie de grupos formativos o de «reflexión». Con
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA CONSOLIDACIÓN
ello el centro juvenil, constituido mayoritariamente por alumnos y ex alum-
nos de la escuela, ganó en solidez y calidad.
Así lo encontró Doménec Valls cuando llegó en el otoño del 1978. El nue-
vo director, ayudado por sus colaboradores, no dudó en ahondar esta lí-
nea formativa, organizando incluso tandas de Ejercicios Espirituales para
los jóvenes. Fue sin duda un momento hermoso, en que despuntaron
nuevas energías juveniles que, a la vuelta de unos años, iban a producir
nuevos frutos.
El centro juvenil tuvo su sede en el edificio de abajo (Salesians Antics).
Pero cuando éste se vendió al Ayuntamiento (1981), tuvo que trasladarse
al edificio, aun no concluido, de arriba, en cuya primera planta se prepara-
ron las salas para su funcionamiento, algunas de las cuales acogieron
más tarde los cursos ocupacionales que organizó el Colectivo de Cultura
Popular (pág. 376). En la misma planta se instaló el bar de la escuela y,
en los bajos, se habilitaron los vestuarios para los deportistas.
La buena salud de que gozaba este movimiento juvenil le permitió a
Manel Morancho i Peris preparar un equipo de monitores y abrir, con su
ayuda, un esplai infantil. En el curso 1983-1984 estaban en marcha am-
Grupo de Cooperadores, con sor María Rosa Olivella (salesiana) y don Manuel
Villares (salesiano).
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EL TIEMPO LIBRE
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bas entidades: el esplai y el centro juvenil, de los que en los primeros
años se cuidaron el propio Morancho y Miguel Torres. Bajo la guía de don
Manuel Villares, aunque, sin tanta concurrencia de participantes como en-
tonces, los dos grupos siguen funcionando aún con las actividades de
costumbre.
Más o menos por ese tiempo, cuando aún brillaban las luces que había
encendido la celebración del centenario de la venida de los salesianos a
España y de la muerte de Santa María Mazzarello (1981-1981), a algunos
monitores y monitoras que frecuentaban el centro juvenil de la escuela
profesional y el Centro Amigos, se les propuso iniciar un camino de for-
mación para llegar a ser en su día Cooperadores Salesianos. Entiéndase
bien: no según la fórmula antigua, sino según la línea de renovación pro-
pugnada por el XX Capítulo General de los salesianos (Roma 1971-1972)
y que insistía en el aspecto espiritual y apostólico de la vocación del
Cooperador Salesiano98. Doménec Valls y Carmen Buera animaron por
vez primera este proyecto de los «nuevos cooperadores». En consecuen-
cia, después de un primer rodaje, aparecieron dos grupos, cada uno de
los cuales echó a andar por su cuenta. Pero en noviembre del 1987 se fu-
sionaron en uno solo con dos animadores: una salesiana —María Rosa
Olivella— y un salesiano —el mencionado Manuel Villares—. El proceso
de maduración e inserción en la misión salesiana resultó más bien largo.
Pero lo cierto es que, en mayo de 1992, hacían su promesa los jóvenes
Ferran Alegre, Enrique Perrera y Lucía González, Antonio González,
Francisco Ruz. Fue el resultado feliz de unas energías que se habían
concentrado durante los años ochenta en los centros juveniles de los sa-
lesianos y las salesianas. De un modo parecido había surgido, casi veinte
años antes, el grupo promotor de la actual Escuela Iris (pág. 268). Sería
de desear que este primer núcleo de la cooperación salesiana se viera
ampliado en los próximos años.
La pedagogía del tiempo libre pasa también por otros niveles más superfi-
ciales, pero siempre importantes, desde el punto de vista educativo. Uno
de ellos es el deporte, que, en nuestra historia, estuvo presente de una
manera muy particular durante los doce años que van desde 1975 a
1987. Era cuando ya se habían levantado los bloques de viviendas de la
Vinyala y del grupo Llinás, cuando la villa vicentina aún sufría graves ca-
rencias de centros escolares e instalaciones deportivas al alcance de los
niños y jóvenes de las nuevas barriadas. Entonces, como se ha insinuado
ya en este mismo capítulo (pág. 312), los salesianos pudieron brindarles
sus campos de fútbol. Allí encontraron sitio 12 equipos, de los que unos
eran infantiles (niños de 7 a 12 años) y otros juveniles (de 12 a 17 años).
Los salesianos tuvieron también los suyos: El Orsa (Oratorio Salesiano) y
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LA CONSOLIDACIÓN
El Imperio, que ya estaban organizados cuando, por los años cincuenta y
sesenta, junto a las «escuelitas» funcionaba también el oratorio festivo. El
primero era para los mayorcitos; el segundo, para los pequeños. Además
acudía también algún equipo de los pueblos de alrededor. «Imagínese us-
ted —nos ha hecho observar don Ramiro Sangüesa— la cantidad de chi-
cos que se reunían aquí. Porque cada equipo movilizaba unos 18 jugado-
res, pero es que muchas veces asistían también los padres, amigos y
vecinos. Hasta llegamos a montar un bar, para vender bebidas y otras
chucherías y sacar así algún dinero para sufragar los gastos»99.
Quien había tenido la intuición y el coraje de convocar a estas organiza-
ciones que no acababan de encontrar en los respectivos barrios el lugar
adecuado para éntrenos y competiciones, fue don Javier Asurmendi, ya
desde el primer período que pasó en Sant Viceng, por los años 1974-
1977. Llamó a los muchachos, los entrenaba durante la semana, organi-
zaba con ellos campeonatos, buscaba trofeos para premiar a los mejores,
coordinaba, en suma, todo un amplio movimiento futbolístico. Cuando hu-
bo de ausentarse de Sant Viceng (1977), le sustituyeron en la tarea don
Jesús Churio y don Óscar Capó.
Pero ya desde un año antes (1976), el salesiano laico Marcel-lí Rey i
Pallares se había integrado de nuevo en la comunidad salesiana. Era un
hombre a primera vista insignificante, hortelano de profesión, cojo y no
siempre de buen genio, pero entusiasta del fútbol y, sobre todo, como sa-
lesiano, apasionado por el bien de los niños y adolescentes vicentinos, a
los que quería ver felices y educados. Cuando lo lograba con su esfuerzo
y dedicación, él también se sentía joven y feliz, aunque ya contaba sesen-
ta años100.
Su papel se reducía a hacer cosas muy sencillas, pero absolutamente
ncesarias, tales como marcar los campos de fútbol y distribuirlos según
los horarios, cuidar el orden en los vestuarios, atender a los equipos, lim-
piar la ropa de los deportistas. Durante la semana, a eso de las cinco de
la tarde, ya tenía que estar preparado para acoger a los jugadores que
venían a entrenarse, y, los sábados y domingos, asegurar el correcto de-
senvolvimiento de las competiciones. Y así todos los años, desde octubre
hasta mayo: primero, con el campeonato de invierno y después, con el de
primavera. Siempre tenía algo que hacer. Menos mal que contaba con la
ayuda de sus amigos, entre otros, de Ramiro Sangüesa y Cándido
Pitarch. De esta manera, prestando estos humildes servicios, «el señor
Rey» —como le llamaban familiarmente— se daba a conocer y se hacía
querer. Se convirtió en un pesonaje muy popular. Radio Sant Viceng daba
cuenta a la población de la marcha del «campeonato salesiano», que al-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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EL TIEMPO LIBRE
Marcel-lí Rei i Pallares, feliz en la
organización y animación de los
equipos de fútbol.
canzó su punto culminante durante el directorado de Doménec Valls
(1978-1984).
Hacia 1988, «el abuelo» sufrió una mala caída, a consecuencia de la cual
se vio obligado a someterse a una cura larga y dolorosa. Le fue imposible
pensar en su actividad preferida, con lo que el mundo futbolístico, a cuya
animación tanto había contribuido, comenzó a desmoronarse. No hubo
nadie que le supliera con eficacia. Falleció en marzo del 1993, dejando
sin vida aquellos campos de fútbol, que hoy no pueden menos que des-
pertar mil nostalgias de un tiempo ya pasado. Su funeral fue una impre-
sionante muestra del afecto que se le profesaba en el pueblo de Sant
Viceng, al que él consideraba como suyo y donde deseaba que sus restos
descansaran para siempre101.
Acabamos de recorrer los hitos más sobresalientes de la presencia sale-
siana durante el último cuarto de siglo. Para ello, hemos seguido por or-
den las tres vertientes fundamentales de esa presencia: la escuela profe-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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358
LA CONSOLIDACIÓN
sional, la parroquia y las actividades del tiempo libre. Tal vez, el estudio
podía haber sido más detallado y depurado. Pero disponemos ya de da-
tos más que suficientes para enunciar algunos rasgos característicos,
muy visibles concretamente en la obra escolar. Así, por ejemplo, los sale-
sianos han querido mantenerse siempre cerca del pueblo de Sant Viceng,
al que han procurado servir de una manera eficaz; han buscado la cola-
boración y la participación de los seglares; con su ayuda, han demostrado
un notable interés por la integración cultural de los más necesitados; han
creado un centro educativo de prestigio. Por supuesto, no siempre han lo-
grado a perfección todo esto, pero tampoco se han quedado sólo en pala-
bras, sino que han hablado con la verdad de los hechos.
Es precisamente en esta vertiente escolar donde se prevén unos cambios
sustanciales durante los próximos años. El curso que viene, 1996-1997,
comporta, en efecto, una gran novedad: comienza a aplicarse en nuestra
escuela la LOGSE. No es el caso de presentar ahora cuanto la ley dispo-
ne sobre las enseñanzas profesionales102. Basta únicamente recordar que
ha querido revisar a fondo todo lo pertinente a la FP, «consciente de que
se trata de uno de los problemas del sistema educativo vigente hasta
ahora que precisan de una solución más profunda y urgente, y de que es
un ámbito de la mayor relevancia para el futuro de nuestro sistema pro-
ductivo»103. Supone de hecho un nuevo enfoque de cosas. En conse-
cuencia, la Escuela Sagrado Corazón, hasta hoy de formación profesional
de primer y segundo grados, se va a convertir en un centro de segunda
enseñanza obligatoria (ESO, tres líneas), al que luego seguirá un instituto
de bachillerato (dos modalidades) y de ciclos formativos de grado medio y
superior, donde los alumnos recibirán una preparación profesional especí-
fica. Éstos iniciarán sus estudios a los 12 años, una vez terminada la en-
señanza primaria. Tal oferta se completará con un amplio programa de
cursos ocupacionales.
A estas alturas, todos los centros escolares que se disponen a aplicar la
reforma, han escogido ya el modo de asegurar el alumnado correspon-
diente. Los salesianos se han puesto de acuerdo con los colegios de la
Inmaculada y de Sant Viceng —a los cuales se ha hecho referencia en las
páginas de este libro—. La actual escuela profesional salesiana —que de-
jará de ser la única de la villa en su género— se nutrirá sobre todo, si bien
no exclusivamente, con el alumnado procedente de los dos centros men-
cionados. Lo cual contribuirá, sin duda, a darle una nueva imagen, dife-
rente a la que ha ido teniendo durante los 25 últimos años. Hablando muy
en general, sus destinatarios ya no serán tanto los chicos de la «monta-
ña», sino los del «pueblo». Aunque, afortunadamente, ya no se puede ha-
blar así, porque tal distinción ha pasado a la historia. De todas maneras,
la mayoría de los nuevos destinatarios conectarán mejor con los tiempos
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

36.5 Page 355

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EL TIEMPO LIBRE
359
de las «escuelitas» que con los de la escuela profesional de los años se-
tenta y ochenta. Lo cual, desde el punto de vista socioeducativo y educa-
tivo-pastoral, tendrá, a no dudarlo, su peso. Como se ve, se acerca un
punto más de inflexión, que la gran corriente de la vida moderna impone
inevitablemente a la pequeña historia de las instituciones educativas.
NOTAS________________________
1 El primero, nacido en Pelayos (Salamanca), ordenado sacerdote en 1967 y
nombrado director de la casa salesiana de Sant Viceng a los 33 años; el se-
gundo, nacido en Barcelona-Les Corts, ordenado sacerdote en 1976 y direc-
tor a los 30 años; el tercero, nacido en Pamplona, ordenado sacerdote en
1972 y director a los 38 años; el cuarto, nacido en Tortosa (Baix Ebre), orde-
nado sacerdote en 1977 y director a los 44 años.
2 Testimonio, Barcelona 21-V-1996.
3 CIÉ 1972, n. 2. Subrayado del texto.
4 Reajuste 1973.
5 CIÉ 1972, n. 64. Ver también n. 70.
6 Cf Reajuste 1973. Ver también Cl 1975, n. 9; Cl 1980, n. 31.
7 Cf CIÉ 1972, n. 11; Reajuste 1973; Cl 1975, n. 7.
8 Cf Reajuste 1973.
9 Visita canónica, 16-1-1972.
10 C/rcu/arciclostilada, 22-11-1972, pág.3.
11 Cf CIÉ 1972, n. 37 y 69.
12 Con todo, el motivo fundamental de esta presencia radicaba en la necesidad
de desmasificar la comunidad del seminario mayor Martí-Codolar, de
Barcelona. Los primeros residentes en Sant Viceng fueron seis: Fernando
Fraga (tercer curso de Teología) Juan y José María Jiménez (3Q), Javier
Martínez Zazo (49), José Rafat (2Q) y Antonio Riu (3Q). El responsable inme-
diato del grupo era Joan Bosco Vernet, profesor de Sagrada Escritura.
13 Para el cambio de los nombres de calles y plazas que se usaban con anterio-
ridad, ver el acta correspondiente a la sesión municipal del 18-X-1979. AJUN-
TAMENT DE SANT VICENQ DELS HORTS, Actes, tom 41. A partir de ahora,
el pasaje llamado de los Salesianos o Passatge sota la vía, que se había utili-
zado constantemente desde el período republicano, vino a denominarse
Passatge Pau Vila.
14 Ver la carta mortuoria que firma la Comunidad Salesiana y que en parte se
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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360
LA CONSOLIDACIÓN
inspira en las ideas que expuso en la homilía de la misa exequial el padre
provincial, don Miguel Carabias Flores.
15 Las salesianas se establecieron en la calle Lanzarote 10; las Franciscanas,
en la calle Salamanca y luego en la de Travessera d'Orense 122, hoy calle La
Laguna 40, y los Hermanos, en la Travessera de León 116 (primero) y en la
calle Lugo 28 (después).
16 Carta desde Barañain, 18-11-1996.
17 Las Hermanas de la Doctrina Cristiana, del Colegio de la Inmaculada, apenas
tomaron parte en este movimiento, por haber trasladado su residencia a
Molinsde Rei en 1982.
18 Testimonio, Barcelona 4-XII-1995.
19 Cf Reajuste 1973.
20 Cf Visita canónica, 30-111-1976.
21 Reajuste 1973.
22 Pag. 105. En 1971 el Ayuntamiento construyó aquí una pista polideportiva
municipal, que en la actualdad se halla en proceso de reforma.
23 Contrato firmado en Sant Viceng, 18-1-1980: por parte del Ayuntamiento, el al-
calde presidente, Pere Cuyas Font; por parte de los salesianos, el ecónomo
provincial, Jesús Idoate Górriz.
24 Durante siete años (1981-1988) aquí estuvo instalado provisionalmente el co-
legio público de La Guardia, con unos 300 alumnos de Enseñanza General
Básica. Hoy en día acoge varios servicios.
Municipio: Radio Sant Viceng, Aula de autoaprendizaje del catalán, Escuela
de Adultos Carrosa, Aula para los cursillos de formación ocupacional, Sala de
actividades múltiples (cursillos de sardanas y sevillanas, cursillos de música
para los jóvenes etc.), Federación de asociaciones de padres de alumnos.
Generalitat de Catalunya: Centro de Recursos Pedagógicos (CRP), Equipo-
Servicio de atención a la infancia y a la adolescencia (EAIA) y Equipo de ase-
soramiento psicopedagógico (EAP).
Entidades: Club de tenis de mesa Sant Viceng 93, Casa de Andalucía,
Sociedad ornitológica El Ruiseñor y club de tiro al arco Sant Viceng.
25 Carta desde Barañain (Navarra) 18-11-1996.
26 Testimonio, Barcelona 3-IV-1996.
27 Visita canónica, 11 -11-1973.
28 Decreto n. 1258, Roma 18-11-1974. En ASC, F 557. Sant Viceng deis Horts
(Barcellona-Spagna).
29 Circular, n. 16 (7 octubre 1974) [3].
30 Cf Boletín Oficial del Estado, n. 95 (21 abril 1977) 8652.
31 Ibid., n. 228 (22 septiembre 1979) 22180.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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NOTAS
361
32 Ver el escrito que, con fecha 12-111-1979, lleva por título Informe i petició que
la comunitat salesiana de Sant Viceng deis Horts presenta al Consell
Inspectorial... En Archivo Inspectorial de Barcelona (=AIB), Casa Sant Viceng
deis Horts.
33 Esta se añadió a las otras especialidades en el curso 1980-1981. En cambio,
la enseñanza de la delineación dejó de impartirse desde el curso 1987-1988.
Fue un hecho que se dio en muchas partes, porque la experiencia fue demos-
trando que no tenía salida al mercado del trabajo.
34 B.O.E, n. 187, del 6 de agosto 1970.
35 B.O.E., n. 88, del 12 de abril 1976.
36 Ver Crónica, 29-V-1986, 6-VI-1986, 12-111-1987.
37 Testimonio, Sant Viceng 10-IV-1996.
38 Testimonio, Barcelona 21-V-1996.
39 La documentación relativa se halla en el Departamento Psicopedagógico del
centro. Ver particularmente el escrito que lleva como título Memoria Grups
d'Adaptació Curricular.
40 Visita canónica, 23-IV-1988.
41 B.O.E, n. 188, miércoles 7 de agosto 1985.
42 B.O.E., n. 50, jueves 27 de febrero 1986.
43 Ver pág. 376. Don Pedro Bosch i Vendrell, un trabajador autónomo, «paleta
de la comunidad», solía hacerse cargo de esta iniciativa. Cf Crónica, 26-XI-
1987.
44 Testimonio, Sant Viceng 12-IV-1995.
45 Testimonio, Sant Viceng 2-VII-1996.
46 Cf Crónico. Revista cronicográfica, n. 19 (1992) 20-24, n. 23 (1993) 23, n. 25
(1995) 27-30 (Poligrafiada).
47 Cf Crónico, n. 4 (1988) 23.
48 Cf Butlletí Informatiu Salesiá, n. 148 (abril 1995) 71-76 (Poligrafiado).
49 Ver la entrevista que se publicó en Crónico, n. 6 (1989) 7-8.
50 Crónica, 9-IV-1987.
51 Cf Diarí de Barcelona, divendres 17-11-1989; El País, domingo 5-11-1989; El
Periódico, viernes 17-11-1989; Diario de Sabadell, miércoles 1-11-1989, con un
reportaje particularmente interesante. Ver reproducciones en Crónico, n. 6
(1989)11-12.
52 Visita canónica, 16-111-1989.
53 CfCron/cd, n. 6(1989)6, 9-11.
54 Carta dirigida a don Javier Martínez Zazo, Barcelona 16-11-1990.
55 Hace 20 años, el padre provincial, don Alfredo Roca, señalaba a los salesia-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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362
LA CONSOLIDACIÓN
nos estas pautas: «Cuidar al máximo todo lo que sea la formación de los jóve-
nes, creando un clima de confianza y de amistad, conviviendo con ellos,
amando sus cosas, interesándose por ellos, valorizando al máximo las clases
de formación, de religión. Y si algunos jóvenes son más aptos para el com-
promiso cristiano, cultivarlos particularmente, intentando reunirlos en algún
grupo de fe» (Visita canónica, 11-XII-1976).
56 Cf JARICO, Visita canónica, 23-1-1980, 17-IV-1986.
57 Crónico, n. 16(1991)3.
58 Testimonio, Barcelona 29-VII-1996. Morancho, ya sacerdote y profesor, estu-
vo en la escuela ocho años seguidos 1982-1990.
59 Testimonio, Sant Viceng 2-VII-1996.
60 Ct Crónico, n. 12(1990)15-21.
61 Cf Crónica de la casa, 20-11-1988, 24-IV-1991. Crónico, n. 7 (1989) 22, n. 16
(1991)2,30-31.
62 Direcció General d'Associacions i Fundacions del Departament Adjunt de la
Presidencia de la Generalitat de Catalunya, secció 1§, n. 5769.
63 «Ruego a los hermanos salesianos que, por lo menos, mantengan algún con-
tacto con los antiguos alumnos y con los actuales cuando salgan», «que de
alguna manera podamos seguir influyendo en su vida a la salida de la escue-
la« (JARICO, Visita canónica, 23-1-1980, 17-IV-1986).
64 Ver la revistilla poligrafiada Esglai. Associació d'antics alumnos salesians, cu-
yo único número apareció en 1990.
65 Escrito preparado con motivo de la despedida que se le dispensó al que ha-
bía sido párroco de Sant Antonio, 2 de septiembre de 1990.
66 J.CANALS, Visita canónica, 16-1-1972.
67 ID., Circular, del 22-11-1972 (Poligrafiada).
68 Visita canónica, 11 -11-1973.
69 Ibid.
70 Reajuste 1973.
71 A.MÉLIDA, Visita canónica, 29-X-1974.
72 Ver el escrito titulado Esquema-guión de reflexión comunidad-consejo inspec-
torial, de fecha 15-111-1975: AIB, Sant Viceng deis Horts.
73 Ver la documentación pertinente en el Archivo Inspectorial de Barcelona: Sant
Viceng deis Horts.
74 Visita canónica, 23-11-1979.
75 Cf Visita canónica, 23-11-1979.
76 Ver el decreto de erección canónica: Boletín Oficial del Arzobispado de
Barcelona, 1969, 257.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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NOTAS
363
77 Ver Notaría de don Manuel Domper Pascau. Escritura de cesión de inmueble
otorgada por don Juan Nicolau Costa a favor del reverendo don Luis Alonso
Cámara. Molins de Rei, 22 de mayo de 1973. El señor Joan Nicolau era el
presidente del mencionado Patronato Local; mossén Lluís actuaba en nombre
y representación del Arzobispado de Barcelona.
78 Ibid.
79 Carta desde Barañain 18-11-1996. Entre los colaboradores, cabe citar al maes-
tro mecánico y profesor en la escuela de los salesianos Jordi Puig: «don José
León me tenía siempre a su lado» (Testimonio, Sant Viceng 6-111-1996).
80 Relación, en el boletín de la Asociación de Propietarios de San Antonio, di-
ciembre 1973.
81 Ibid.
82 Carta desde Barañain, 18-11-1996.
83 Éstas «lo hacían todo generosamente: cobraban muy poca cosa, casi nada»
(Testimonio del señor Parré, Sant Viceng 30-IV-1996). Ver pág. 368.
84 Testimonio, Sant Viceng 12-IV-1996.
85 Cf Crónica, 23-1-1886, 12-111-1987.
86 Carta desde Barañain 18-11-1996.
87 Testimonio, Sant Viceng 30-IV-1996.
88 Quedó inscrito en el Registro de Asociaciones de la Generalitat de Catalunya
en 1988.
89 Crónica, 13-VI-1990.
90 Vicente Font Boix, notario de Barcelona. Donación otorgada por doña María
del Pilar y doña María Antonia Sagnier de Sentmenat, a favor del Arzobispado
de Barcelona. Barcelona, 22 de febrero de 1973.
91 Carta desde Barañain 18-11-1996.
92 Ibid.
93 Ibid.
94 Intervención en la velada de despedida del padre José León, Sant Viceng 2-
IX-1990.
95 Visita canónica, 23-1-1980.
96 Nacido en Ciudadela de Menorca el año 1941, profesó como salesiano en
1957. Diez años más tarde se ordenó de presbítero.
97 Viuda de José Cirera Escala, falleció en Barcelona el 31-X-1970.
98 Este proceso de renovación había alcanzado una primera meta en el Nuevo
Reglamento que, promulgado por el Rector Mayor, don Luis Ricceri en 1974,
fue más conocido en España bajo el título Ideario de los Cooperadores
Salesianos. Desde entonces, este librito —Reglamento de los Cooperadores
Salesianos. Ideario y normas fundamentales de la asociación de
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

36.10 Page 360

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364
LA CONSOLIDACIÓN
Cooperadores Salesianos. Ed.Central Catequística Salesiana, Madrid 1974—
llegó a ser el manual de formación de los «nuevos cooperadores». Unos años
más tarde, se autorizó la edición definitiva. Cf ASOCIACIÓN DE COOPERA-
DORES SALESIANOS, Reglamento de vida apostólica. Madrid 1986.
99 Testimonio, Sant Viceng 29-IV-1996.
100 Había nacido en Estac (Pallars Sobirá) en 1918, en el seno de una sencilla y
cristiana familia de agricultores y pastores.
101 Si se desea conocer otros rasgos de su personalidad, ver la carta mortuoria,
sin fecha, firmada por La Comunidad Salesiana.
102 Cf Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo, arts. 30-35
(Título I, capítulo IV). B.O.E, n. 238 (jueves 4 octubre 1990) 28933.
103 Preámbulo. Ibid, 28929.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

37 Pages 361-370

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10. LA MUJER, ASOCIADA
Este último capítulo de nuestra monografía se dedica a la presencia de
las Hijas de María Auxiliadora. Conocemos bien el cómo y el porqué de la
misma (pág. 278). Recordamos que todo comenzó por una invitación que
les formuló aquel hombre bueno que se llamaba Joan Juncadella i
Carcereny. Al acogerla (1965), las salesianas quedaron asociadas a la
misión que entonces estaba desarrollando la Familia Salesiana en Sant
Viceng. No vinieron aquí a ayudar a los salesianos, sino a realizar, con
autonomía y estilo propio, su vocación de catequistas y educadoras. Pero
la colaboración que se estableció entre las dos ramas de la familia de San
Juan Sosco resultó tan feliz, que ésta se vio potenciada en alto grado. Lo
que, sin duda, constituye motivo de satisfacción y esperanza.
Como ha quedado apuntado en el capítulo anterior (pág. 349), después
de realizar múltiples intentos y gestiones, las salesianas pusieron sus
tiendas definitivamente en el barrio de la Guardia el 24 de octubre de
1975. El último paso lo había dado sor Catalina Peral, una mujer con gran
sentido práctico y que en aquel momento actuaba a las órdenes de la su-
periora provincial, madre María Dolores González. Se trataba de una ca-
sa llamada por su dueño-constructor «Villa Carmen» y tenía el número
114 de la Rambla Lanzarote —hoy, el 10 de la calle del mismo nombre—.
Aunque aún no estaba concluida del todo, constaba de un semisótano y
una planta baja. Las hermanas, que habían entrado, como quien dice, ca-
si de puntillas, sin apenas decir nada a nadie, alquilaron la planta, y, al ca-
bo de unos años, adquirieron en propiedad toda la casa y la agrandaron.
De las explicaciones dadas en el capítulo citado, se desprende que esta
nueva presencia fue el resultado lógico de todo un decenio de abnegada
dedicación a las gentes del aquel barrio (1965-1975). Las salesianas ya
no quisieron vivir fuera de él, sino dentro; no de una manera intermitente,
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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366
LA MUJER, ASOCIADA
sino continua. En lenguaje bíblico, podría decirse que aquélla era la he-
rencia que les había dado el cielo.
Se hallaban lejos del centro urbano de la villa, al que sólo podían acceder
a través de la calle Madrid —la única que entonces era practicable en el
barrio—; pero se sentían contentas por encontrarse ya pisando una tierra
escogida por ellas mismas. Aunque, según se explica a continuación, hu-
bieran preferido que su residencia, inserta en el barrio, estuviera al mismo
tiempo más o menos cerca de una obra social, que fuera propia y de cier-
ta envergadura.
Por su parte, los salesianos no pudieron menos que alegrarse ante el
anuncio de la llegada de las hermanas salesianas: «Su presencia estable
en esta barriada será una magnífica ayuda; nuestra colaboración para es-
to será generosa y desinteresada»1.
En la historia que, siquiera muy sucintamente queremos presentar ahora2,
cabe considerar tres etapas. Están separadas por los años 1980 y 1982,
pero no están colocadas en fases sucesivas, de forma que al morir una
nace la otra; sino que las tres se superponen, como ocurre con las olas
del mar cuando llegan a la playa. Las tareas, las iniciativas, las colabora-
ciones se acumulan; pocas veces se eliminan mutuamente.
LA RESIDENCIA
Las primeras comunidades salesianas, aunque no eran numerosas —tres
o cuatro hermanas en cada una—, se revelaron muy dinámicas, y tuvie-
ron que luchar contra toda clase de limitaciones. Y es que debían inventar
las bases del futuro desarrollo y configurar el estilo pastoral propio de una
nueva presencia, sin olvidarse de asegurar los medios de su propia ma-
nutención. «Hacíamos lo que iba saliendo», confiesa llanamente la que
fue la primera directora, sor María Victoria Pérez, expresando la esponta-
neidad, la fragilidad y la penuria de los meses de arranque. «Por ejemplo
—añade— en la sala del comedor yo trataba de instruir a unas cuantas
señoras que querían aprender, por lo menos, a leer y escribir el propio
nombre»3. Tan humildes fueron los inicios4. Pero como escribe el que en-
tonces ejercía de párroco, su casita «estuvo siempre abierta a todos»5. Y
se convirtió, al mismo tiempo, en foco de nuevas actividades.
En el quinquenio 1975-1980, las salesianas centraron sus actividades en
la residencia de la calle Lanzarote.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

37.3 Page 363

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LA RESIDENCIA
367
Barrio de la Guardia: las Hijas de María Auxiliadora comienzan su tarea educati-
va y cultural.
Primero, aquí organizaron, además de la vivienda propia, diversas activi-
dades relativas a la enseñanza de la catequesis, alfabetización de adul-
tos, trabajos manuales, cursillos de corte y confección, juegos y pasatiem-
pos para los niños. Y, segundo, desde aquí mantuvieron los antiguos
enclaves de acción educativa e incluso fueron creando otros nuevos.
Así, por ejemplo, siguieron frecuentando las pobres casitas de la
Travessera de León 102, que todavía constituían un lugar muy estratégi-
co, como también las bajeras del bar La Solé (calle La Corunya 81).
Sobre todo volvieron a ir a la guardería infantil de los antiguos albergues
provisionales, que las religiosas «italianas» habían abandonado a media-
dos del curso 1975-1976. Sor Dolores Ortuño, primero, y sor María
Victoria Larrañaga, después, se cuidaron de la buena marcha de aquella
guardería. Además, juntamente con otras hermanas de la comunidad,
atendieron al esplai juvenil que, los domingos y fiestas, funcionaba en
aquel lugar. Todo este conjunto de actividades, que las Hijas de María
Auxiliadora desarrollaban en el viejo barracón, se seguía considerando
como obra benéfica de la parroquia de San Antonio.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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368
LA MUJER, ASOCIADA
Su actividad duró hasta el año
1979, en el cual, como se ha expli-
cado en otra parte, la guardería pa-
só a manos de la señorita Dolors
Borrell y colaboradoras. Y es que
se imponía que las salesianas con-
centraran todas las fuerzas en las
múltiples iniciativas que brotaban
en su propia casa. Así y todo, aún
llegaron al otro extremo de la pa-
rroquia, es decir, a las escuelas
que, por aquellos años, el padre
Echarri se esforzaba por ampliar y
modernizar en la urbanización de
Sant Antoni. En ellas intervinieron,
como queda dicho en el capítulo
anterior (pág. 348), sor Josefina
Garrote y sor Dolores García: la
primera, durante el curso 1976-
1977; la segunda, durante los cur-
sos 1977-1981. «Teníamos las au-
las a tope —escribe sor Dolores,
descubriendo la íntima actitud, es-
piritual y pedagógica, que les mo-
vía—. Casi en su mayoría los
alumnos eran de la zona. En esos
años las casas eran más bien sen-
Casa del Niño (hoy calle Corunya 93), uno de los pri- cillas y diseminadas por la monta-
meros enclaves de la actividad de las salesianas en el ña sin urbanizar. Con la ayuda del
barrio de la Guardia.
párroco José León —cuya presen-
cia era más bien esporádica y pun-
tual— y desde mi puesto de maestra, empezamos un camino para que
nuestra tarea educativa partiera de unos valores, y así medio hilvanamos
un ideario, plasmando nuestro estilo salesiano en aquella realidad, que
ciertamente era pobre en recursos pero que se mostraba receptiva al ca-
risma del Instituto. Durante mi estancia en la escuela, percibí un enrique-
cimiento educativo en todos sus componentes —alumnos, profesores, pa-
dres— y se convirtió en una plataforma para acercar los chicos y las
chicas a la 'Casa del Niño1, primero, y después, al 'Centro Amigos'». Con
estas palabras sor Dolores quiere relacionar la colonia de San Antonio
con la «Montaña de Sant Viceng», que para las salesianas no era otra co-
sa más que el barrio de la Guardia, donde ellas habitaban y desde donde
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

37.5 Page 365

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LA RESIDENCIA
369
<Villa Carmen», residencia de las salesianas y sede del esplai El Farolillo.
planificaban toda su acción pastoral. «Allí, en la montaña —termina di-
ciendo bellamente— se hacía realidad esa utopía salesiana que armoniza
los valores lúdicos, los culturales y los religiosos»6.
Tal como acaba de insinuar la hermana Dolores García, las salesianas se
hicieron presentes también en otros puestos, alquilados a bajo precio o
prestados gratuitamente por sus dueños, y situados en el mismo barrio,
como el bar Manolo (calle La Corunya 91, desde 1976) y cal Barga (La
Corunya 60, desde 1976). Mayor importancia llegó a revestir el sitio que
en 1979 las hermanas, dejando el bar La Solé, ocuparon y denominaron
«Casa del Niño», ubicado en la calle La Corunya 93. En todos estos
puestos se hacía lo que siempre se había hecho: junto a las reuniones de
catecismo y entretenimiento, lecciones de cosas útiles y sesiones de tra-
bajos manuales. La especialidad de corte y confección se convirtió en una
verdadera escuela-taller, de verdadera calidad. Durante el tiempo de va-
caciones, se prosiguió organizando algún turno de colonias veraniegas
para los niños.
Pero además las salesianas fueron conscientes de que aquella su pre-
sencia en el barrio de la Guardia debía revestir ciertos rasgos típicos de
las nuevas comunidades. Por lo cual, estaban dispuestas a dejar la paz
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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370
LA MUJER, ASOCIADA
de la pobre casita que les cobijaba, siempre que su ayuda fuera necesa-
ria en alguna parte. «Cabría hablar de una asistencia a domicilio», dice
sor Pilar Polo7. Así, por ejemplo, si urgía llevar un vecino enfermo al hos-
pital, se le llevaba; si otro pedía que se le pusiera una inyección, se le po-
nía. En suma, se trataba de atender a las necesidades inmediatas de la
gente, con rapidez y eficacia.
Toda esta labor hubiera sido absolutamente imposible, si las religiosas no
hubieran sentido un amor apasionado por Sant Viceng —una «locura»,
como nos ha asegurado alguien—, y si no hubieran podido contar con un
grupo de jóvenes colaboradores. Su presencia pone un sello distintivo en
las páginas de esta historia. Y así hasta nuestros días.
EL CENTRO AMIGOS
Desde 1972, desde que se familiarizaron con los locales parroquiales de
la Travessera de León 102, las salesianas deseaban tener en la Guardia
al menos un barracón prefabricado, que fuera suficientemente amplio y
donde se les garantizara la estabilidad, la continuidad y la libertad de ac-
ción que requería su labor benéfico-educativa. Ellas hablaban de una
obra social, que, por ejemplo, incluyera una guardería infantil, un dispen-
sario, un esp/a/con sus patios, aulas para actividades... Alguna vez mani-
festaron estos afanes a mossén Luis Alonso que, como se ha explicado
en el punto correspondiente, ejercía de párroco tanto de la parroquia de
San José como de San Antonio, y que se interesó muy seriamente tratan-
do de ayudarles en todo lo posible. Y de la misma forma se comportó el
padre José León, que actuaba de vicario encargado de la parroquia de
San Antonio. Ambos sacerdotes, en unión con las mismas hermanas —
capitaneadas por la incansable Antonia Vara, delegada provincial para es-
tos menesteres—, trataron de buscar soluciones por una y otra parte.
Resultó un peregrinaje más bien largo, que no llevó por el momento a nin-
gún resultado concreto. Porque hacerse con un lugar propio y asegurar la
financiación de los edificios entrañaban serias dificultades para aquellos
tiempos de penuria. De todas maneras, las gestiones que se llevaron a
cabo sirvieron para que muchos conocieran el deseo que tenían las sale-
sianas de levantar una obra social de envergadura en la barriada.
Como el tiempo pasaba —años 1972 y 1973—, las Hijas de María
Auxiliadora se decidieron a establecer su casa, según queda referido, en
la calle Lanzarote. Desde luego, la residencia constituía una cierta base
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

37.7 Page 367

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EL CENTRO AMIGOS
371
Entrada al Centro Amigos, el puesto más importante del trabajo educativo-cultural
de las salesianas.
para comenzar a trabajar; pero no resolvía el problema. Las hermanas
necesitaban algo más grande y accesible. Por su parte, también la men-
cionada parroquia de San Antonio se hallaba en las mismas circunstan-
cias deficitarias: buscaba un lugar más digno para el culto y un esplai bien
organizado, al objeto de atender a los niños y adolescentes que pululaban
en gran cantidad por aquellas calles, a medio terminar, de la barriada.
Pues bien, sobre los años 1978 y 1979, una feliz coordinación de fuerzas
del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, por una parte, y de la pa-
rroquia salesiana, por otra, alumbró una solución que el paso del tiempo
ha acreditado ampliamente. Pensaron, como queda referido en el capítulo
anterior (pág. 350), en el terreno que la archidiócesis poseía en el barrio
de la Guardia cerca del cementerio y cuya propiedad estaba adscrita a la
mencionada parroquia. El tiempo se iba escapando, y convenía que ésta
diera ya señales de vida, levantando algún edificio destinado a activida-
des benéficas; de lo contrario, la propiedad revertía a las donantes.
«Comenzamos de nuevo a construir un pabellón de 400 metros cuadra-
dos —nos ha escrito el padre José León Echarri, que desde 1978 tenía ya
el nombramiento de párroco—. Las salesianas aportaron dos millones y
nosotros disponíamos, creo, de unas doscientas mil pesetas». Y evocan-
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

37.8 Page 368

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En el Centro Amigos: clases de bisutería y de marquetería para
los pequeños.
do uno de los momentos más duros y pletóricos de su rectorado, añade:
«Nos tocó repetir la historia. María Auxiliadora y San Juan Bosco hicieron
llover limosnas muy poco a poco. Nos tocó, como siempre, hacer de obre-
ros, fontaneros, electricistas, pintores. El coste de la obra fue de siete mi-
llones»8. La inauguración tuvo lugar el 22 de junio de 1980, en pleno am-
biente festivo y popular.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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EL CENTRO AMIGOS
373
Incuestionablemente, no se hubiera alcanzado esta meta sin el concurso
de las Hijas de María Auxiliadora, que el párroco veía del todo necesario,
tanto para asegurar la obra como para garantizar su porvenir. Hubo, en
consecuencia, un acuerdo: aunque las hermanas operaban sobre un te-
rreno propiedad de la parroquia y entendían realizar una obra de la mis-
ma, gozarían, sin embargo, de pleno derecho para organizar y gestionar
todo lo referente a sus objetivos educativos, con la única condición de
que habilitaran un local adecuado para los actos de culto. Gracias a las
hermanas y según reconoce el padre Echarri, «en el nuevo local comenzó
un movimiento de niños y jóvenes estilo salesiano»9. Era lo que habían
soñado ambas partes.
La obra estaba situada en la Travessera de Orense, n. 3 —hoy calle La
Laguna, n. 1— y disponía de varias dependencias para las actividades,
una sala destinada a las celebraciones religiosas de la parroquia y patios
de juegos. La capilla llevaba el nombre de la Virgen del Carmen, patrona
de la barriada. Y la institución, en su conjunto, el de Centro Amigos, para
dar a entender que permanecía abierta indistintamente a todos los veci-
nos de buena voluntad: «Los chavales hicimos una asamblea —recuerda
Manuel del Hoyo, uno de los jóvenes fundadores— y pusimos sobre la
mesa muchos nombres, y al final escogimos ése, por su propio significa-
do»10.
Ambas entidades —Instituto de las Hijas de María Auxiliadora y parroquia
de San Antonio, confiada a los salesianos— salieron ganando: aquéllas,
que de tiempo atrás habían demostrado que estaban dispuestas a crear
una obra social si se les cedía un terreno adecuado, tenían finalmente lo
que deseaban; y, por su parte, la parroquia podía también ofrecer un lu-
gar de culto a los que antes acostumbraban acudir a la Travessera de
León 10211. No hubo por el momento ningún contrato o acuerdo escrito de
carácter público, pero lo decisivo fue que, en las condiciones que se han
expuesto, el Centro Amigos echara a andar. Las salesianas hicieron de él
su obra comunitaria de dedicación preferente, costearon todo el mobiliario
necesario y, por la misma lógica de los hechos, fueron asumiendo el pa-
pel principal de animación y gestión.
Entre las actividades formativas que la entidad ha desarrollado en los últi-
mos años, basta recordar la guardería que, con el nombre de «Los
Encinares», funcionó aquí entre los años 1980 y 1986 —hasta que las es-
cuelas públicas optaron por acoger también a los párvulos—, las sesiones
de refuerzo escolar y catequesis, los talleres ocupacionales (mecanogra-
fía, encuademación, corte y confección, informática); entre las de carácter
asistencial, el servicio de acogida a los niños y jóvenes en situación de
riesgo (aulas-taller, centro de día); entre las de carácter lúdico, los juegos
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA MUJER, ASOCIADA
que promueve todas las tardes —inclusive los sábados y domingos—, las
fiestas infantiles (Navidad, Carnaval), las representaciones teatrales y las
excursiones —en las cuales participan los padres y familiares de los ni-
ños—. La asistencia diaria se sitúa, por término medio, sobre los 90 niños
y jóvenes, pero los que se matriculan cada año son unos 230, compren-
diendo unas edades que van de 6 a 20 años. El tiempo de verano, a ex-
cepción del mes de agosto, no supone ninguna interrupción, porque en-
tonces el Centro Amigos funciona a pleno rendimiento, tanto por las
mañanas como por las tardes, y además organiza una tanda de colonias.
Como se ve, con este conjunto de iniciativas se rompen y se dilatan los lí-
mites prefijados al comienzo por los dos símbolos que se habían seleccio-
nado para el logotipo de la entidad: una pelota y un libro abierto. «Con la
pelota —prosigue explicando Manuel del Hoyo—, habíamos querido signi-
ficar el aspecto de la diversión y con el libro, el de la cultura»12. Pero a es-
tas dos líneas, se había añadido luego la de la asistencia social.
Aunque, como queda dicho, las salesianas decidieron unir sus fuerzas en
el Centro Amigos, no por eso suprimieron de su puesto de la calle
Lanzarote, n. 10 las actividades iniciadas antes del 1980. Más bien las
potenciaron, manteniendo su casa abierta a los vecinos con la organiza-
ción de cursos de corte y confección y proporcionando clases de repaso y
espacios para las reuniones, y además poniendo en marcha un esplai de-
nominado «El Farolillo», que entra en acción todos los sábados y domin-
gos.
Con la fundación del Centro Amigos y el asentamiento de la vivienda-resi-
dencia de las religiosas, el apostolado de las Hijas de María Auxiliadora
se hizo más estable, racional y de mejor calidad. Pero las hermanas no
se resignaron a perder del todo aquel otro apostolado espontáneo y calle-
jero de los tiempos fundacionales. Por eso, aunque perdieron viejos en-
claves en la barriada —como la Casa del Niño, o las casitas de la
Travessera de León 102, adonde dejaron de acudir—, se fueron al arrabal
de La Laguna —calle del mismo nombre, n. 154— y también a la zona lla-
mada Font del Llargarut (calle Tremp, n. 1). Al primer sitio llegaron en
1986, al darse cuenta de que los niños y jóvenes de esa parte tan alejada
no acudían al Centro Amigos o al esplai El Farolillo. Según cuenta Juan
Manuel González, uno de los monitores, «nos dijimos: 'si ellos no bajan,
vamos a subir nosotros1. Y así comenzamos a trabajar en la calle». Y pro-
sigue explicando: «Luego encontramos una casa semiderruida. La arre-
glamos, poniéndole puertas y ventanas. Y allí metimos los muebles que
pudimos para que el esplai comenzara a funcionar los fines de
semana»13. Por el mismo motivo y acogiendo una invitación de la asocia-
ción de vecinos, se llegaron al segundo puesto en 1994. Se trata también
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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EL CENTRO AMIGOS
375
Deporte en el Centro Amigos: sobre el valle del Llobregat, frente a las montañas.
de un paraje muy aislado del barrio de la Guardia. Ambos espiáis fueron
como secciones de El Farolillo. Recientemente (1995), el propietario del
local de la calle La Laguna ha retirado su autorización, por lo que las sale-
sianas y sus colaboradores han debido abandonarlo; pero, por fortuna,
aún les queda la misma calle..., que sirve para convocar a los niños y or-
ganizar con ellos las actividades de costumbre.
Como se acaba de insinuar, este conjunto de actividades lo promueven y
gestionan las mismas salesianas, las cuales han tenido y siguen teniendo
algunas ayudas oficiales (Generalitat de Catalunya, Caritas diocesana), la
colaboración de algunos salesianos14, de un grupo de Cooperadores15 y,
sobre todo, de numerosos jóvenes voluntarios, formados casi siempre en
el mismo Centro, o venidos a realizar prestaciones sustitutorias del servi-
cio militar. «Es la mayor riqueza que tenemos» —reconoce sor Raquel
Noain16—. Y no hace falta remarcar que las actuaciones de estas perso-
nas se inspiran en una opción suya, de carácter educativo y cristiano y
que, por ello, se ofrecen casi siempre de una forma absolutamente desin-
teresada.
Hoy el Centro Amigos, con sus 16 años cumplidos, es una institución bien
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA MUJER, ASOCIADA
organizada y eficaz, cuyo horizonte educacional se abre en tres direccio-
nes principales: Proyecto Centro Diario, Proyecto Fines de Semana y
Proyecto Actividades de Verano. Su obra está garantizada por el equipo
de educadores y educadoras que, año tras año, siguen su plan de forma-
ción permanente, al mismo tiempo que analizan la situación personal y
colectiva en que se encuentran sus destinatarios. Fruto de esta reflexión y
planificación son los Proyectos Educativos, que el Centro redacta anual-
mente.
Desde el curso 1984-1985, el Centro Amigos está adherido, como miem-
bro de pleno derecho, a la Federación de Centros Juveniles «Don
Bosco», que es una entidad civil reconocida por la Dirección General de
Asociaciones y Fundaciones de la Generalitat de Catalunya.
EL COLECTIVO DE CULTURA POPULAR
Sería con toda probabilidad en el retiro que tuvieron los religiosos (Confer
local) a comienzos del curso 1981-1982, cuando éstos se pusieron a refle-
xionar sobre un escrito que había difundido el episcopado de Chile en tor-
no a la opción preferente por los pobres. El tema les resultaba de gran in-
terés, dado el alto nivel de desocupación juvenil que había entonces en la
villa. Estudiando de cerca el asunto, surgió la cuestión siguiente: «Cada
una de nuestras comunidades —vinieron a decir— está desarrollando di-
versas actividades de tiempo libre para promocionar intelectual y profesio-
nalmente a los jóvenes marginados, lo cual es positivo; pero estas iniciati-
vas quedan sin fuerza porque les falta una entidad que les dé una garantía
y un reconocimiento oficiales. ¿Qué hacer para conseguirlo?»
Estos religiosos y religiosas, con varios años de experiencia en la vida de
los barrios de la Guardia, Sant Josep y la Vinyala, al principio pensaron
en fundar una Universidad Popular, pero pronto vieron que era una meta
inalcanzable; por lo que, con mayor sentido de la realidad y midiendo me-
jor sus posibilidades, se limitaron a constituirse en una asociación de ca-
rácter privado. Para reforzarla y darle el talante que deseaban, llamaron a
varios seglares, en parte formados por ellos mismos y particularmente
sensibles ante los problemas de la marginación. Entre estos seglares se
encontraban, por ejemplo, Juan Ruiz (antiguo alumno de los salesianos),
Jordi Manuel (entonces postulante de los Hermanos de San Juan de
Dios) y Enrique Ferrera (también antiguo alumno y profesor de la escuela
profesional salesiana), al que un poco después se le añadió su esposa
Lucía González.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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EL COLECTIVO DE CULTURA POPULAR
377
José Abascal Vicente,
uno de los pioneros
del Colectivo de Cultura
Popular.
En consecuencia, en enero de 1982, quedó constituido el Colectivo de
Cultura Popular, cuyos estatutos inscribió la Generalitat de Catalunya en
el Registro de Asociaciones de Barcelona dos años más tarde (1984) y
que poco después el INEM reconoció como centro colaborador (1985).
Con ello, los fundadores habían alcanzado la meta que perseguían.
Tenían en la mano el instrumento concreto que necesitaban. Tal fue el ori-
gen verdadero de esta entidad que, sin duda, ha dado y sigue dando
unos frutos admirables.
Durante los primeros años de funcionamiento demostró claramente esta
raíz comunitaria y religiosa. Por algún tiempo (1982-1983), el joven sale-
siano José Abascal fungió de coordinador responsable. Él mismo encon-
tró la denominación «Colectivo de Cultura Popular», que agradó a los de-
más por su entonación laica, ya que la nueva entidad más que a las
tareas de la evangelización, debía aplicarse a las de promoción social y
laboral. El mencionado Jordi Manuel fue el primero en ocupar la presiden-
cia. El local social estuvo en la vivienda de las Siervas de San José, ya
que allí solían reunirse los religiosos (Travessera de Burgos, n. 166; ac-
tualmente, n. 66). Pero después y por los cambios que experimentaron
las otras comunidades, la de las salesianas tomó las riendas de la mar-
cha de la entidad. Fue su columna vertebral, y el factor de su renovación.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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LA MUJER, ASOCIADA
Sor María Rosa Olivella, directora
1983-1989.
Sor Carmina Panera, directora
(1989-1996).
Y así hasta nuestros días. Sor María Mercedes Alvarez, sor María Rosa
Olivella, sor Carmina Panera y otras hermanas tienen aquí un mérito in-
discutible17. Carmina Panera Blanco ha estado trabajando en Sant Viceng
por espacio de 15 años seguidos (1981-1996), y durante el septenio
1989-1996 ha ejercido los cargos de directora de la comunidad y presi-
denta del colectivo, por lo que ha de ser considerada como una auténtica
constructora de la obra de las Hijas de María Auxiliadora en la villa vicen-
tina.
No hizo falta esperar a que llegara la aprobación oficial para emprender
los trabajos, porque, a partir del verano de 1982, ya comenzaron algunos
cursillos ocupacionales que había concedido el Instituto Nacional del
Empleo (INEM) y luego se prolongaron a lo largo de todo el año 1983.
Tales cursos versaban sobre contabilidad, corte y confección, peluquería,
administrativos, mecánica, electricidad..., y se desarrollaban en las de-
pendencias que prestaban gratuitamente las comunidades fundadoras —
guardería y esplai de las Siervas de San José, escuela profesional sale-
siana, esplai El Farolillo, Centro Amigos—. Con lo que la gran mayoría de
los destinatarios fueron del mismo pueblo de Sant Viceng. El resultado se
reveló esperanzador. En diez años, el Colectivo había organizado 68 cur-
sos de diversas especialidades y había podido llegar a más de mil alum-
nos18. De ellos, unos habían encontrado trabajo, otros habían conseguido
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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EL COLECTIVO DE CULTURA POPULAR
379
una mayor remuneración, otros habían pasado a estudios de nivel supe-
rior, y todos habían conseguido una preparación técnica de la que antes
carecían. Esto no se hubiera logrado o se hubiera logrado con mucha ma-
yor dificultad si no llega a ser por la ayuda prestada desde el INEM (sede
Sant Feliu de Llobregat) por don Luis García Magallón, el cual compren-
dió inmediatamente los fines que perseguía el Colectivo y el espíritu que
le animaba.
Tanto los fundadores como sus sucesores se han cuidado mucho de dejar
en claro la naturaleza y objetivos de su asociación. En cuanto a lo prime-
ro, se trata de una institución privada, formada en Sant Viceng por profe-
sionales de la enseñanza y animadores de grupos juveniles, con persona-
lidad jurídica propia, abierta a todos, con carácter no lucrativo (voluntario),
independiente, apartidista. Y en cuanto a lo segundo, el grupo tiene como
OnCIHADNFORHAClO
Oficina de Información Juvenil: pri-
mera sede (calle Rafael Casanova
1); segunda sede (Avenida del
Milenario 1).
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Cursos
ocupacionales
en el Colectivo
de Cultura Popular:
fontanería (1992).
La moderna aula
de ordenadores (1996).
objetivo preferente la promoción integral de los jóvenes sometidos al
paro19. Los destinatarios directos son, por lo tanto, los chicos y las chicas
que se encuentran al margen del mercado de trabajo por falta de prepara-
ción, porque no han ido a la escuela o no han acabado los estudios. A ve-
ces, la oferta más importante que hay que hacerles consiste en infundirles
unos hábitos de trabajo y de disciplina interior.
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EL COLECTIVO DE CULTURA POPULAR
381
Tal como se proyectó y funciona ahora esta asociación, su base económi-
ca depende del mayor o menor número de voluntarios que intervengan en
la misma. Junto a los profesores más o menos remunerados, están los
del voluntariado. Y en primer término, las salesianas. «Al comienzo éra-
mos todos voluntarios; es decir, no cobrábamos ninguno», asegura sor
Carmina20. Estas personas posibilitan crear un fondo común que, a su
vez, permite organizar y promover otras actividades que, aunque no estén
todas subvencionadas por los organismos públicos, se consideran, sin
embargo, de valor formativo para la juventud.
La ayuda al joven por medio de la información entraba de lleno en el espí-
ritu del Colectivo y aparecía también en alguno de los documentos bási-
cos21. Pero convenía desarrollar más este aspecto. Un salesiano y una
salesiana —Joan Valls y Carmina Panera— se pusieron manos a la obra.
En 1987 lo tenían todo preparado. La Oficina de Información Juvenil se
abrió en un piso alquilado de la calle Rafael Casanova, n. 1, el día 21 de
febrero. Pero no iba a encontrar allí un lugar duradero porque, al inicio del
curso 1987-1988, fue trasladado al barracón prefabricado que, en el para-
je de los antiguos albergues, había servido hasta entonces de guardería
infantil. Ésta, en efecto, por indicación del párroco de San Antonio, había
sido transplantada por Dolors Borrell a la calle de Sant Miquel. Lo que
permitió que tanto el Colectivo como la Oficina pasaran a ocupar dicho
barracón, con la anuencia y el beneplácito del padre Echarri22. Esta humil-
de construcción acaba de desaparecer a comienzos del 1996, debido a
las obras de la reforma urbanística de la zona.
Estando ya en su nuevo emplazamiento, la oficina fue reconocida por la
Generalitat de Catalunya y registrada en el Registro de los Servicios de
Información Juvenil nada menos que con el número 2. Y es que por aque-
llas fechas constituía una verdadera novedad. Así adquirió personalidad
pública el Punt d'lnformació Juvenil, con la denominación de Centre d'in-
formació i assessorament per a joves (CIAJ)23, el cual formaba parte inte-
grante del Colectivo.
Se ofrecía a dar gratuitamente a los jóvenes de la villa la información que
necesitaban sobre diversos temas, tales como cursos ocupacionales,
tiempo libre, espectáculos, agrupaciones juveniles, deportes, viajes, te-
mas laborales, legislación...Y además a asesorarles cuando tuvieran que
poner en marcha alguna iniciativa, por ejemplo, de tipo laboral o cultural.
Una hoja poligrafiada con el título de Infor-Jove y que apareció ya en abril
del 1987 trató de conectar cada mes la oficina con sus jóvenes destinata-
rios24. A los pocos años, se hicieron cargo directamente de ella las her-
manas salesianas.
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LA MUJER, ASOCIADA
Entrada al nuevo Colectivo
de Cultura Popular, adosado
al edificio del Centro Amigos.
El Alcalde-Presidente, señor Ricard Pérez, corta la cinta en el
acto inaugural (mayo de 1996).
El esplai El Farolillo y sus actividades, el Centro Amigos, el Colectivo de
Cultura Popular y la Oficina de Información Juvenil hoy son unas realida-
des que dignifican y nutren el tejido social de Sant Viceng. Están ahí, sen-
cilla, auténticamente. Ningún vicentino debería desconocerlas. Nosotros
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EL COLECTIVO DE CULTURA POPULAR
383
acabamos de sondear en la historia de sus orígenes y de su primer desa-
rrollo. Nos parece que todo ha sido como un espléndido regalo que, hace
ahora alrededor de 20 años, unos jóvenes religiosos y religiosas han brin-
dado a los chicos y chicas de los barrios de la villa.
Las salesianas han ido asumiendo la parte de más peso. Y recientemente
acaban de darnos una prueba admirable de su dedicación. Porque, una
vez clarificada y asegurada la situación legal del Centro Amigos en el so-
lar que ocupa, obtuvieron del Arzobispado de Barcelona la autorización
necesaria para ampliar la parte edificada, al objeto de dar cabida al
Colectivo de Cultura Popular (1995)25. De forma que, al año siguiente, el
nuevo edificio, costeado íntegramente por el Instituto de las Hijas de
María Auxiliadora, estaba terminado. El arquitecto Zoilo Peligero Sáez ha-
bía realizado casi un prodigio, aprovechando admirablemente el pequeño
espacio disponible. La inauguración tuvo lugar el sábado 18 de mayo de
1996. Los discursos que pronunciaron la superiora provincial de las sale-
sianas, sor María Rosa Olivella, la subdirectora general de ocupación
(Departament de Treball, de la Generalitat de Catalunya), Dolors Llorens,
y el Alcalde-Presidente del Excmo. Ayuntamiento de Sant Viceng, señor
Ricard Pérez, pusieron de relieve esa feliz cooperación entre la iniciativa
privada y la ayuda de las instituciones públicas, la cual ha hecho posible
la realidad actual con una clara proyección de futuro.
De esta manera, aquella pasión que, hace 30 años, sintieron las salesia-
nas por realizar su tarea educativa en la montaña de Sant Viceng alcan-
zaba cumplidamente el objetivo deseado.
NOTAS______________________________
1 A.MÉLIDA, Visita canónica 29-X-W74.
2 Para precisar y ampliar los detalles, ver la Crónica de la casa, que comienza
a partir del año 1972 y en su parte más antigua fue confeccionada por sor
Antonia Vara, buena conocedora de los hechos.
3 Testimonio, Barcelona 8-VI-1996.
4 A María Victoria le sucedieron Antonia Vara (1976-1977) y María Mercedes
Álvarez (1977-1983).
5 Testimonio, Barañain (Navarra) 18-11-1996.
6 Carta desde Valencia 12-VI-1996.
7 Testimonio, Barcelona 12-VI-1996.
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LA MUJER, ASOCIADA
8 Carta desde Barañain 16-11-1996.
9 Ibid.
10 Testimonio, Sant Viceng26-IX-1995.
11 En la capilla caben unas 60 sillas. En ella, lo mismo que hace quince años, se
sigue celebrando la misa dominical. Durante los dos primeros años (1980-
1982), se habilitó también un despacho parroquial para atender a los feligre-
ses.
12 Testimonio, Sant Vicen? 26-IX-1995.
13 Testimonio, Sant Viceng 30-IX-1995.
14 José Abascal, Xavier Timoneda, Joan Valls, Miguel Ángel Larrea, José
Antonio Montull.
15 Ferran Alegre, Enrique Perrera y Lucía González, Antonio González y Paco
Ruz.
16 Testimonio, Sant Vicen? 21-IV-1995.
17 Actualmente las dos primeras ejercen el cargo de superioras provinciales:
aquélla, en Lituania y la República Checa; ésta, en la Inspectoría Nuestra
Señora del Pilar (con sede en Barcelona).
18 Ver el folleto Col-lectiu de cultura popular de Sant Vicen$ deis Horts, prepara-
do por un equipo responsable de la misma entidad, y publicado en Barcelona
por la fundación Servéis de Cultura Popular.
19 Ver el mencionado folleto, págs. 2, 5, 10, 11.
20 Testimonio, Sant Viceng 2-VII-1996.
21 Ver, por ejemplo, los Estatutos del 1984, art.2.
22 Llevaba el n. 1 del Camino del Cementerio; luego el n. 134 de la calle Rafael
Casanova; últimamente, Avenida del Milenario, n. 1.
23 Resolución 15-IV-1988. Diarí Oficial de la Generalitat de Catalunya, n. 984 (27
abril 1988).
24 Actualmente el investigador tiene fácil acceso al archivo de la entidad, donde
se conserva una documentación completa y detallada.
25 El Arzobispado concedió al Instituto de las Hijas de María Auxiliadora el dere-
cho al uso del solar por espacio de 30 años prorrogables y la licencia para
construir un nuevo edificio, de acuerdo con los pactos firmados por ambas
partes el 7-11-1995.
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ÍNDICE
PROLOGO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
PALABRAS PREVIAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
9
1. DE SARRIA A SANT VICENC . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
DAR FORMA AL NOVICIADO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14
BUSCANDO UNA CASA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16
CANFONT. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20
UN PUEBLO PINTORESCO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26
NOTAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30
2. EL «NOVICIADO ESPAÑOL» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
LA INAUGURACIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
LAVIVIENDA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
LA VIDA DEL SEMINARIO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Losprotagonistas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
El quehacer de cada día. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Misión y ascesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Usos y c o s t u m b r e s . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
La fiesta religiosa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
El estudio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Elapostolado. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Pobres y alegres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
LA DISPERSIÓN Y EL OCASO. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
NOTAS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
37
37
39
42
42
48
49
52
54
56
59
60
60
67
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LOS SALESIANOS EN SANT VlCENQ DELS HORTS
3. EL TÚNEL DEL TIEMPO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
¿VENDER LA CASA FONT? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76
EL GUARDIÁN SORDO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79
El h o m b r e . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81
El artista. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82
El creyente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 84
El s a l e s i a n o . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87
LA SEGUNDA REPÚBLICA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89
Arden los conventos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91
El impacto p s i c o l ó g i c o . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 94
NOTAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97
4. RENACER Y MORIR . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101
EL PUEBLO Y LA CASA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102
EL SEMINARIO MENOR . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 110
LA REVOLUCIÓN DE JULIO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117
El seminario, incautado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119
La intolerancia religiosa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 122
La expulsión. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125
Doble asesinato . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 128
NOTAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 130
5. EL RETORNO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135
LA CAMPAÑA DE CATALUÑA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 136
LA CASA REHABILITADA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139
NOTAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 142
6. LA RECUPERACIÓN. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145
SANGRE NUEVA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145
EL SEMINARIO MENOR . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 148
Las nuevas obras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 148
Los protagonistas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 152
La formación intelectual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 161
La formación moral y religiosa . . . . . . . . . . . . . . . . . . 162
Las prácticas de piedad . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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ÍNDICE
387
Las fiestas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 166
Otros recursos pedagógicos . . . . . . . . . . . . . . . . 167
La disciplina y la distensión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169
Apertura al exterior . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 173
EL NOVICIADO. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179
Una generación extraordinaria. . . . . . . . . . . . . . . . . . 180
Los ritos de iniciación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 182
La toma de hábito y entrega de medallas . . . . . . . . . . 182
La primera profesión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 184
Un único quehacer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185
LOS TRASLADOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 187
NOTAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 190
7. LOS SALESIANOS JÓVENES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 199
LA«TERCERA PRUEBA» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 200
EL SEMINARIO MAYOR . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 203
LA ESCUELA DEL MAGISTERIO. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 212
LAS «ESCUELITAS» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 221
LA ACADEMIA SANT VICENQ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 230
¿UNA TIERRA INHÓSPITA? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 240
NOTAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 243
8. UN GIRO INESPERADO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 251
EL SEMINARIO MENOR . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 252
Una vieja tentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 252
Una corazonada feliz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 257
Un nuevo horizonte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 261
UN PUEBLO EN TRANSFORMACIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . 270
UNA PRESENCIA RENOVADA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 275
Desde Barcelona: los jóvenes catequistas . . . . . . . . . . . . 277
Desde Barcelona: las salesianas . . . . . . . . . . . . . . . . 278
En Sant Viceng: las nuevas fuerzas . . . . . . . . . . . . . . . 285
LA PARROQUIA DE SAN ANTONIO DE PADUA . . . . . . . . . . . 285
La iglesia y las escuelas parroquiales . . . . . . . . . . . . . . 287
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

39.4 Page 384

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388
LOS SALESIANOS EN SANT VlCENQ DELS HORTS
La guardería de los albergues provisionales . . . . . . . . . . . 289
Los salesianos en la nueva parroquia . . . . . . . . . . . . . . 290
NOTAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 294
9. LA CONSOLIDACIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 301
UNA OBRA PREFERENTE. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 301
UNA GENERACIÓN NUEVA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 306
LAS CONSTRUCCIONES. LA PROPIEDAD . . . . . . . . . . . . . 309
LA ESCUELA PROFESIONAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 317
La enseñanza reglada. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 318
Las enseñanzas no regladas . . . . . . . . . . . . . . . . . . 329
Cursos de formación ocupacional. . . . . . . . . . . . . . 330
La escuela-taller de plancha y pintura . . . . . . . . . . . 332
La financiación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 335
La pedagogía. La p a s t o r a l . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 336
LA PARROQUIA DE SAN ANTONIO . . . . . . . . . . . . . . . . . 342
Una parroquia salesiana. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 342
Una parroquia dispersa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 345
Una parroquia d i f í c i l . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 350
EL TIEMPO LIBRE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 353
NOTAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 359
10. LA MUJER, ASOCIADA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 365
LA RESIDENCIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 366
EL CENTRO AMIGOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 370
EL COLECTIVO DE CULTURA POPULAR . . . . . . . . . . . . . . 376
NOTAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 383
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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ÁLBUM DEL CENTENARIO
Satesians ^ Sant Vkeng
La Familia Salesiana de Sant Vicenc anuncia las celebraciones del año centenario (1995-1996).
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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Monseñor Joan-Enric Vives i Sicilia, obispo au-
xiliar de Barcelona, se dispone a iniciar la misa
solemne de la inauguración del centenario (8-
XII-1995, fiesta de la Inmaculada Concepción).
El director de los salesianos,
padre Faustí Gutiérrez,
pronuncia el discurso de apertura
en la sala de actos
de la sociedad recreativa
La Vicentina (8-XII-1995).
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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Proyección del vídeo Els salesians a Sant Viceng deis Horts. Presidencia (8-XII-1995).
El padre Gutiérrez muestra la Medalla de Oro de la Villa, entregada a los
salesianos por el Alcalde-Presidente, señor Ricard Pérez.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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Semana de Don Bosco (enero de
1996): las palomas de la paz
echan a volar.
Semana de Don Bosco:
«butifarrada» para la muchachada
a la hora del almuerzo.
Celebración
del centenario en
la parroquia salesiana
de San Antonio de Padua
(27-1-1996).
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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V7s/fa de los padres
de los alumnos
a la escuela-taller
de mecánica
(1-11-1996).
Fiesta de los espiáis
(oratorios festivos)
en el patio
de los salesianos
(24-111-1996).
Día de la comunidad inspectorial (4-V-1996).
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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DE
[~i a FE B. 1998 J
AJUNTAMENT DE
¿MIRADA " SURTIDA
lia
N.« .dj.&.
SANT VICENC DELS HORTS
L'Ajuntament en Pie, en sessió ordinaria, fet el dia 31
de gener de 1996, va adoptar, entre d'altres, el següent
acord:
"Únic. Atorgar la medalla d'or de la vila de Sant Viceng
deis Horts en reconeixement deis mérits i l'esforg demostrat
en 1'ensenyament i altres servéis per al jovent a 1'Escola
Professional Salesiana amb motiu del lOOé aniversari de la
seva presencia a Sant Vicenc deis Horts."
Cosa que us faig saber peí vostre coneixement i efectes
procedents.
Sant
Hort£, 12 de febrer de 1996
sec
\\ . ' -v
^•-r.,;^,^
Escola Professional Salesiana
El Ayuntamiento de Sant Viceng en ple-
no concede la Medalla de Oro de la
Villa a los salesianos (31 de enero de
1996, fiesta de San Juan Bosco).
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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Exposición fotográfica del centenario
uno de los paneles.
Exposición fotográfica: los realizadores.
El público de Sant Viceng
visita la exposición.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994

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La comunidad de las Hijas
de María Auxiliadora.
Los animadores de las
celebraciones del año
centenario (1995-1996):
La comunidad de los salesianos.
El nuevo director de los salesianos.
don Ángel Asurmendi Martínez.
Los salesianos en Sant Vicenç dels Horts 1895-1995. R Alberdi 1994