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CONOCER A DON BOSCO

PASCUAL CHÁVEZ VILLANUEVA

2 LA IDEA DEL COOPERADOR

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3 EN LA MENTE DE DON BOSCO:

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4 NIVELES DE PERTENENCIA

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5 Y COMPROMISO DE UNA GENIAL INTUICIÓN

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«Yo tuve siempre necesidad de todos »



Don Bosco no tiene miedo de pedir. Para entrar al seminario hace la primera colecta de su vida, la primera de una larga serie..

«Había que proveerle de los hábitos clericales, que su pobre madre no podía comprar. Habló don Cinzano de ello con algunos de sus feligreses, que aceptaron en seguida contribuir a aquella buena obra. El señor Sartoris le proveyó del hábito talar, el caballero Pescarmona del sombrero, el vicario le regaló el proprio manteo, otros le compraron el alzacuello y el bonete, otros las medias, y una buenas mujer recogió el dinero necesario para comprarle, según creo, un par de zapatos. Así seguirá haciendo la divina Providencia en adelante con nuestro Juan: se servirá de la ayuda de unos y otros para sostener a su fiel siervo y todas las obras que él emprenderá. Más de una vez le oímos nosotros repetir a don Bosco: ¡Siempre tuve necesidad de todos!» (Memorias Biográficas I, 299-300).

Jamás se avergonzó Don Bosco de pedir limosna.

En 1881 en Tolón, después de una charla, «Don Bosco, con su manteo sacerdotal y una bandeja de plata en las manos, dio una vuelta por la iglesia para la cuestación. Durante la misma, ocurrió una escena digna de mención. Presentó don Bosco la bandeja a un obrero, el cual volvió la cara a otra parte y alzó descortésmente los hombros. Don Bosco pasó por delante y le dijo con amabilidad. “Que Dios le bendiga”. Entonces el obrero echó manos al bolsillo y depositó una moneda en la bandeja. Don Bosco lo miró en la cara y le dijo: “Que Dios se lo pague”. El otro repitió el gesto y ofreció dos monedas. Don Bosco, entonces, dijo: “Amigo mío, ¡que Dios se lo pague cada vez más!”. Aquel hombre echó mano a su portamonedas y depositó un franco. Don Bosco le miró lleno de emoción y siguió adelante; pero aquél, como atraído por una fuerza mágica, le siguió por toda la iglesia y lo acompañó hasta la sacristía, salió tras él por la ciudad y no dejó de seguirle hasta que lo perdió de vista» (Memoria Biográficas XV, 64-65).

Los cooperadores de Don Bosco

Para indicar a sus colaboradores no religiosos, Don Bosco vaciló durante mucho tiempo antes de escoger el nombre “cooperadores salesianos”, aparecido solo al final de una larga serie de acontecimientos.

La introducción del texto de reglamento, publicado en Albenga en 1876, se abría con las palabras: “Al lector. En cuanto se comenzó la Obra de los Oratorios en 1841, de inmediato algunos piadosos y fervientes sacerdotes y laicos prestaron su ayuda para cultivar la mies que desde entonces se presentaba abundante en el grupo de los jóvenes en peligro. Estos Colaboradores o Cooperadores fueron en todo tiempo el apoyo de las Obras Pías que la Divina Providencia colocaba en nuestras manos”.

No solo Cooperadores con promesa, sino una amplia red de cooperación, apoyo, simpatías, beneficencia… cuidadísima. Hay que recobrarla, esta genial intuición de Don Bosco, potenciada por Don Rua y sucesores, que hizo posible la difusión mundial de la Obra salesiana.

Últimamente se ha tratado de dar mayor consistencia al Cooperador, valorizando una componente de la visión de Don Bosco (la del salesiano “externo”).

En Don Bosco hay la idea que le venía de la reorganización de los católicos para la re-cristianización de la sociedad; la idea de la beneficencia a las obras salesianas; la idea del “voluntariado” laical católico, pastoral (hacer catequesis, cooperar con los párrocos) o social (educar, asistir, formar, proteger).

Hechos y charlas de Don Bosco integran la identidad, las formas y los significados de la acción de cooperación. Los destinatarios son cooperadores y bienhechores, pero también personas comprometidas en diferentes iniciativas de apostolado (autónomas o injertadas en cuadros eclesiales). La caridad material ocupa espacios vastos en los hechos y en las palabras, con llamados siempre más insistentes y exigentes.

En la solemne conferencia de 1º de junio de 1885, Don Bosco afirma: “Ser Cooperador salesiano significa colaborar juntamente con otros en sostener una obra, que tiene como finalidad ayudar a la S. Iglesia en sus más urgentes necesidades; significa colaborar en promover una obra tan recomendada por el Santo Padre, porque educa a los jóvenes en la virtud, en el camino hacia el Santuario, porque tiene como finalidad principal instruir a la juventud que hoy ha llegado a ser el objetivo de los malos, porque promueve en el mundo, en los colegios, en los internados, en los oratorios festivos, en las familias, promueve digo, el amor a la religión, a las buenas costumbres, a la oración, a la frecuencia a los Sacramentos y demás”.


En el siglo XXI


Aprobado por la Santa Sede el 9 de mayo de 1986, promulgado por el Rector Mayor P. Egidio Viganò el 24 de mayor siguiente, el Nuevo Reglamento traza la imagen renovada del cooperador salesiano al amanecer del siglo XXI con referencia a su identidad, a su espíritu, a su misión y a la organización de la asociación.

El Cooperador es un católico que vive su fe inspirándose, sumergido en su propia realidad secular, en el proyecto apostólico de Don Bosco: se empeña en la misma misión juvenil y popular, en modo fraterno y asociado; siente viva la comunión con los otros miembros de la Familia salesiana; actúa por el bien de la Iglesia y de la sociedad; en forma apropiada a su condición y posibilidades concretas”.

Los redactores del artículo han querido volver a las primeras intenciones de Don Bosco, según el cual el cooperador es un verdadero salesiano en el mundo, es decir, un cristiano - laico o sacerdote - que, sin vínculos de votos religiosos, realiza su vocación a la santidad en servicio de la misión juvenil y popular según el espíritu de Don Bosco. La identidad del cooperador bosquejada de esta forma presenta tres característicos trazos: es un cristiano católico, es un seglar y es un salesiano.