2011|es|03: Bienaventurada ALEJANDRINA MARÍA DA COSTA (1904-1955)

Bienaventurada ALEJANDRINA MARÍA DA COSTA (1904-1955)

La fecundidad del “…cetera tolle”

La vocación de una Salesiana Cooperadora



Un sábado santo, en una aldea llamada “Calvario” del ayuntamiento de Balasar (Portugal), marca la vida de esta mujer extraordinaria que resplandece entre las mayores almas místicas en la historia de la Iglesia de nuestro tiempo. Ese día Alejandrina, su hermana Deolinda y una chica aprendiz están entregadas a su tarea de costura, cuando se dan cuenta que tres hombres tratan de penetrar en su cuarto. Pese a que las puertas estén cerradas, los tres logran forzarlas y entran. Alejandrina, para salvar su pureza amenazada y su dignidad de mujer y de hija de Dios, no titubea en lanzarse por la ventana desde una altura de cuatro metros. Las consecuencias, aunque no inmediatas, son terribles. Los varios controles médicos a los que la someten diagnostican con siempre mayor claridad un hecho irreversible. Hasta los diecinueve años puede todavía arrastrarse a la iglesia donde, encogida, se detiene con gusto, admirada por la gente. Después la parálisis progresa siempre más, hasta que los dolores se vuelven fortísimos, las articulaciones pierden sus movimientos y ella queda paralizada totalmente. Cuando Alejandrina se mete a la cama para no levantarse más durante los treinta años de vida que le quedan, es el 14 de abril de 1925. Hasta 1928 no deja de pedir al Señor, por intercesión de la Virgen, la gracia de la curación, prometiendo que, de curarse, irá misionera. Pero en cuanto comprende que el sufrimiento es su vocación, acepta con prontitud: “Nuestra Señora me ha hecho una gracia todavía mayor. Antes la resignación, después la conformidad completa a la voluntad de Dios, y finalmente el deseo de sufrir”.


Remontan a este período los primeros fenómenos místicos, cuando Alejandrina inicia una vida de grande unión con Jesús en los Tabernáculos por medio de María Santísima. Un día en que se encuentra sola, se le ocurre de repente este pensamiento: “Jesús, tú eres prisionero en el Tabernáculo y yo en mi cama por tu voluntad. Nos haremos compañía”. Desde entonces comienza la primera misión: ser como la lámpara del Tabernáculo. Pasa sus noches como peregrinando de Tabernáculo en Tabernáculo. En cada Misa se ofrece al Eterno Padre como víctima por los pecadores, junto con Jesús y según sus intenciones. Crece en ella siempre más el amor al sufrimiento, a medida que la vocación de víctima se hace sentir en forma más clara. Emite el voto de hacer siempre lo que sea más perfecto.


Desde 1935, con el jesuita Padre Mariano Pinho, su primer director espiritual, es el portavoz de Jesús ante el Santo Padre para que el mundo, amenazado por la segunda guerra mundial y por la difusión del ateísmo, sea consagrado a la Virgen Madre. “Como Yo pedí a S. Margarita María la consagración del mundo a mi Corazón divino, así pido a ti que sea consagrado al Corazón de mi Madre santísima”. El signo dado por el Señor para apoyar el origen divino de esta petición es su Pasión vuelta a vivir en Alejandrina desde el viernes 3 de octubre de 1938 al 24 de marzo de 1942, es decir, 182 veces. Alejandrina, superando el estado habitual de parálisis, baja de la cama y, con movimientos y gestos acompañados por dolores agudísimos, reproduce durante tres horas y media los diversos momentos del Via Crucis. “Amar, sufrir, reparar” es el programa que le indica el Señor.


Cuando Pío XII ya consagra el mundo al Corazón Inmaculado de María, cesa en Alejandrina la Pasión de Jesús en forma visible, para continuar interiormente durante toda su vida. En la semana santa del mismo año, 1942, inicia el ayuno total que se prolonga hasta su muerte, acaecida el 13 de octubre de 1955. Su vida es un milagro eucarístico viviente. Jesús le dice: “…Hago que tú vivas solo de Mí, para probar al mundo lo que vale la Eucaristía y lo que es mi vida en las almas: luz y salvación para la humanidad”.


En 1944 el nuevo director espiritual, el salesiano adre Humberto Pasquale, la inscribe en la Unión de los Salesianos Cooperadores y ella hace colocar su diploma de Cooperadora “en un lugar que le permita tenerlo siempre ante los ojos”, para colaborar con su dolor y oraciones a la salvación de las almas, especialmente de los jóvenes. El 12 de septiembre del mismo año el pPadre Humberto la inscribe en la Asociación de los devotos de María Auxiliadora.


Pese a los sufrimientos continúa su interés y entrega a los pobres, al bien espiritual de los feligreses y de muchas otras personas que a ella acuden. El 13 de octubre de 1955, aniversario de la última aparición de la Virgen en Fátima, la oyen exclamar: “Estoy feliz porque me voy al cielo”. En su tumba se leen estas palabras que ella quiso fuera grabadas allí: “Pecadores, si las cenizas de mi cuerpo pueden ser útiles para salvaros, acercaos, pasadles encima, pisadlas hasta que desaparezcan. Pero no pequéis más; ¡no ofendáis más a nuestro Jesús!”. Es la síntesis de su vida gastada exclusivamente en salvar almas. En Oporto, en la tarde del día 15 de octubre, los kioskos de flores se quedan sin rosas blancas: todas vendidas. Un homenaje para Alejandrina, que ha sido la rosa blanca de Jesús. Su corazón, cabalmente porque unido siempre al Corazón de Jesús hasta la mística identificación con Él, se ha dilatado con exceso y abrazaba a todos, se conmovía por todo, se identificaba con todo lo que era del prójimo, donaba siempre y se donaba completamente. La gente del pueblo, por su fallecimiento, vistió de luto durante un mes, comentando: “¡Ha muerto la mamá de Balasar!".