2007|es|10:Amar la vida: La historia de la semilla


AShape2 Shape1 GUINALDO 2007

de Pascual Chávez Villanueva





AMAR LA VIDA

LA HISTORIA DE LA SEMILLA


SI el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto (Jn 12,24).



L


a vida es en absoluto el don más precioso, tanto que casi por instinto el hombre trata con todos los medios de conservarla. Pese a ello, la vida no es cualitativamente significativa si no se descubre su sentido y no se halla la respuesta a las preguntas existenciales: quiénes somos, de dónde venimos, hacia dónde caminamos, qué es la vida, qué es la muerte, quién es Dios, quién es el Hombre. Podemos afirmar tranquilamente que la entera historia humana es un esfuerzo para vencer todo lo que puede representar una amenaza para ella: la vulnerabilidad ante las fuerzas desencadenadas por la naturaleza, la enfermedad, la pobreza, la explotación, el atropello, la emarginación y, sobre todo, la muerte. Y debemos sentirnos orgullosos y estar reconocidos por las metas que la humanidad ha alcanzado a nivel científico y tecnológico, así como también a nivel de conciencia, para hacer más humana la vida del hombre y de la mujer en la tierra. Esto explica por qué la gente comprende, más que nunca, el valor y la dignidad de la vida, aunque sea necesario añadir que, lamentablemente, hoy está en vigor una auténtica cultura de muerte que halla sus expresiones más crueles y dramáticas en la guerra, en la injusticia, en la violencia, en la degradación de la naturaleza.


UN DESAFÍO CONTINUADO


Mucho se ha progresado en la investigación científica dirigida a derrotar las enfermedades y prolongar la vida humana, gozando de mayor calidad y bienestar; pero el desafío insuperado sigue siendo, ayer como hoy, la muerte, que parece volver ineficaz todo esfuerzo material, moral o espiritual, puesto que al final es ineludible someterse a su poder. Cabalmente por eso resulta todavía más paradójica la propuesta de Jesús cuando, hablando a las muchedumbres, no titubea en lanzar una grande provocación: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? Pues ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?” (Mc 8,34-37). En efecto, todo el Evangelio es una paradoja, un vuelco radical del orden de los valores del mundo. Éste por su parte, al no poseer una solución para el misterio de la persona humana, la ilusiona ofreciendo programas de felicidad que son más una huida del problema que una búsqueda dirigida a descubrir el sentido de la vida y la llave para abrir las puertas de la muerte. Jesús no esconde que su mensaje es exigente y pide la conversión del corazón y de la mente: una nueva forma de pensar y de actuar.


DE LA MUERTE A LA VIDA


Cabalmente porque el más grande problema por resolver es la muerte y el temor que la acompaña, este interrogante nos captura y domina hasta el punto de arrojarnos en los brazos de toda forma de esclavitud humana. Jesús enseña que la vida es un don gratuito de Dios, para merecer el cual nada hemos hecho, y explica que la mejor forma para vivirla es donarla. Éste es el verdadero sentido del vivir y el modo más auténtico de pasar de la muerte a la vida. Jesús parte de la naturaleza, observa e invita a observar que “si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto (Jn 12,24). A través de la voz de la naturaleza Dios mismo nos enseña que la semilla que no muere no se reproduce. Es lo que sucede con la vida humana que no se dona: está muerta. Pero no se trata solamente de una parábola. Jesús fue el primero en ofrecer a sus amigos lo mejor que podía darles: su misma vida. No se despega de ella porque valga poco. Al contrario, vale mucho y, porque la posee en plenitud, puede donarla con generosidad para que “todos tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). La imagen del Buen Pastor que da la vida por sus ovejas talvez es más personal e ilustra con una visión más propositiva el camino pascual que él ha recorrido y quiere trazar para los suyos: dar la vida para recobrarla después. Esto significa vencer el temor de la muerte y vivir derrotando ya desde ahora la muerte a través de la única energía capaz de vencerla, es decir, el amor.



- 3 -