Marcela ha nacido en Puebla, México, el 16 de enero de 1967. Desde pequeña se acostumbró al servicio. Debido a la temporal enfermedad de su padre y al trabajo de la madre, era ella la que cuidaba de los hermanitos. Curado el papá, las cosas se volvieron “normales”: juegos, pequeños servicios caseros, escuela y estudio; con mucho provecho, si en el 4º grado de primaria le conceden la beca. Mientras va creciendo se manifiesta su temple de leader. Los cursos superiores la ven alumna del Colegio “Progreso” de las HMA, donde halla lo que buscaba: el encuentro y el conocimiento del Dios-Amor, presente en todo y en todos. En el colegio queda fascinada por la figura de Laura Vicuña. Un día lleva a casa un cuadro de esta chica y lo cuelga de la pared, pidiendo a la mamá que no lo quite nunca de allí: quiere “tener siempre ante los ojos” a su amiga Laura, capaz de donar la vida para la “conversión” de la madre. La beca, ganada con su aprovechamiento, le permite iniciar la escuela secundaria donde las Hermanas, y al mismo tiempo matricularse en un curso de periodismo por correspondencia para llegar a periodista, un sueño suyo. En la escuela es ejemplo de valentía y rectitud, como la vez en que un profesor no es aceptado por las alumnas, que se le oponen en el plan disciplinario hasta el punto de obligar a la directora a intervenir. En el encuentro de asamblea, la superiora preguntó los motivos de la “rebelión”. Todas descargaron las culpas sobre el profesor, menos ella, Marcela, que encontró fallas también en las compañeras: con frecuencia desobedecían de intento. Las suyas fueron palabras que cayeron como piedras y cundió el silencio.


Marcela ha nacido en Puebla, México, el 16 de enero de 1967. Desde pequeña se acostumbró al servicio. Debido a la temporal enfermedad de su padre y al trabajo de la madre, era ella la que cuidaba de los hermanitos. Curado el papá, las cosas se volvieron “normales”: juegos, pequeños servicios caseros, escuela y estudio; con mucho provecho, si en el 4º grado de primaria le conceden la beca. Mientras va creciendo se manifiesta su temple de leader. Los cursos superiores la ven alumna del Colegio “Progreso” de las HMA, donde halla lo que buscaba: el encuentro y el conocimiento del Dios-Amor, presente en todo y en todos. En el colegio queda fascinada por la figura de Laura Vicuña. Un día lleva a casa un cuadro de esta chica y lo cuelga de la pared, pidiendo a la mamá que no lo quite nunca de allí: quiere “tener siempre ante los ojos” a su amiga Laura, capaz de donar la vida para la “conversión” de la madre. La beca, ganada con su aprovechamiento, le permite iniciar la escuela secundaria donde las Hermanas, y al mismo tiempo matricularse en un curso de periodismo por correspondencia para llegar a periodista, un sueño suyo. En la escuela es ejemplo de valentía y rectitud, como la vez en que un profesor no es aceptado por las alumnas, que se le oponen en el plan disciplinario hasta el punto de obligar a la directora a intervenir. En el encuentro de asamblea, la superiora preguntó los motivos de la “rebelión”. Todas descargaron las culpas sobre el profesor, menos ella, Marcela, que encontró fallas también en las compañeras: con frecuencia desobedecían de intento. Las suyas fueron palabras que cayeron como piedras y cundió el silencio.

SANTIDAD JUVENIL

de Pascual Chávez Villanueva

noviembre 2004

F


RUTOS DEL SISTEMA

PREVENTIVO


WILLY Y MARCELA


Willy De Kóster y Marcela Crux Atempa Morales, mejicanos, son los frutos del Sistema Preventivo que deseo presentar a los lectores en este mes de noviembre, dones preciosos que Dios ha hecho a nuestra familia.


Willy impresiona por el coraje y la alegría, asombrosos en un muchacho tan joven, consciente de que debía morir pronto a causa de su gravísima enfermedad. Lo sostenían un inmenso amor a Dios y la abierta simpatía de los compañeros de escuela. Su historia es ejemplar también por el papel desempeñado por sus padres, que han sabido actuar como auténticos creyentes ante una prueba que tronchaba improvisamente los sueños del hijo. Willy, nacido en 1974, era de Guadalajara, México. Francisco y Lily, sus padres, lo habían deseado con todas sus fuerzas. Cuando nació, se dieron cuenta que Dios les había regalado un niño con una sonrisa de ensueño que nunca habría perdido, ni siquiera en los momentos más trágicos. Pero pronto descubrieron también que su Willy parecía nacido para sufrir. Tenía, en efecto, solamente tres años cuando le dio leucemia. Y desde entonces comenzó la lucha para sobrevivir: transfusiones, quemioterapia, radiaciones, punciones lumbares, aislamientos. Inició a manifestarse también el carácter del pequeño: una valentía increíble para la edad. En esa alma cándida, que enfrentaba el mal como un adulto ya curtido, se hizo evidente la presencia misteriosa y tonificante de Dios. Después de tres años de quemioterapia, pareció que se hubiera obrado el milagro, que la enfermedad hubiera sido vencida y ya los padres habían decidido hacer celebrar una misa de agradecimiento. Pero el mal volvió, más violento que nunca. No quedaba sino una alternativa, el trasplante de la médula, que significaba gastos enormes. La familia lo enfrentó todo, vendiendo hasta la casa en la esperanza del éxito, entregándose como quiera a la voluntad de Dios. Willy, que ya había superado la meningitis y dos bronconeumonias, no superó la leucemia. Murió el 1º de julio de 1984.

El buen Dios no le había regalado la salud, pero le había dado en grado sumo la capacidad de amarlo en el sufrimiento, la sensibilidad para percibir que cada minuto era un regalo, la fuerza para enfrentar la dolorosa enfermedad sin perder jamás la sonrisa, aunque en el cuerpo llevara la muerte. El, como un pequeño Pablo, pudo desafiar la muerte: “¿Quién me podrá separar del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús? Ni siquiera la muerte”. Una hermana de la escuela salesiana frecuentada por Willy recuerda una expresión de él, que sintetiza perfectamente la santidad salesiana: ”Quiero ser feliz toda mi vida”. Su secreto y su fuerza han sido la amistad con Jesús, como atestiguan maestros y compañeros del colegio salesiano Anáhuac Chapalita de Guadalajara, donde Willy ha cursado la primaria.


1 En mayo de 1981 Juan Pablo II sufrió el famoso atentado que lo hirió gravemente. En la escuela se pensó escribir al Papa para demostrarle solidaridad. Entre las cartas mejores está la de Marcela. En ella se lee: “Si el Señor me llama a seguirlo estoy lista, como la oveja que sigue a su pastor”. Y el Señor no se demorará en llamarla. ¿Había tenido algún presentimiento? Al cumplir los quince años, en 1982, se descubrió la causa de unos dolores lancinantes que frecuentemente sentía en el abdomen o en la cabeza: leucemia mieloblástica aguda.

▲back to top

2 Comenzó su calvario. Se vio transformada en una lanzadera entre casa y hospital, con largos períodos de hospitalización y regresos a casa. En el hospital su primer remedio fue la Eucaristía, que “sus” hermanas no le dejaron faltar nunca. Ofrecía con gozo su sufrimiento, era gentil con médicos y enfermeros, para los pacientes tocaba con gusto la flauta.

▲back to top

3 Todo esto durante casi un año. El 8 de julio de 1983, después de haber escogido los cantos para su propio funeral, que debía celebrarse en la iglesia del colegio, se despidió de parientes, amigos y hermanas que estaban junto a ella. Jesús le había pedido seguirla, como una ovejita a su pastor.

▲back to top