2004|es|10: Los frutos del sistema preventivo: Alberto y Pedro


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de Pascual Chávez Villanueva

Sept 2004


LOS FRUTOS DEL SISTEMA PREVENTIVO


ALBERTO

Y PEDRO


He aquí a los dos “campeones” para octubre: Alberto Marvelli, que solo el mes pasado llegó a bienaventurado en Loreto, delante de una muchedumbre de jóvenes y adultos de Acción Católica. Pedro Pércumas es un joven lituano que murió en Italia en olor de santidad.



A


lberto Marvelli era un joven enamorado de la vida, de los hombres y de Dios, siempre presente entre los muchachos, los pobres y la gente que sufría. Vivió como protagonista los difíciles años de la guerra. El 15/7/2003 el Osservatore Romano informaba que el Papa habría beatificado a un ingeniero de 28 años que, durante y después de la segunda guerra mundial, en la ciudad de Rímini martirizada y destruida por los bombardeos, había desempeñado un papel importante, sea por la integridad de su vida como por su empeño social y político en nombre del Evangelio. Fue, en efecto, beatificado el 5 del mes pasado. Nacido en Ferrara el 21 de marzo de 1918, Alberto se graduó de ingeniero en 1941 y trabajó en la Fiat de Turín, donde conoció la Acción Católica de la cual se hizo miembro. Altruista en el oratorio, tenaz en la escuela, intrépido en el deporte, luchador en política, la suya fue una vida entregada a la búsqueda incansable de la verdad y de la caridad.

Era hijo de un empleado de banco, su madre pertenecía a las damas de la caridad y a las mujeres de la Acción Católica y del oratorio salesiano, frecuentado también por el hijo. A la obra formadora de la familia se añadió por tanto la del oratorio, donde Alberto aprendió a cultivar la oración y amar la Eucaristía. A los 21 años escribió en su diario, comenzado después de la muerte repentina del padre: “El tiempo pasa, antes bien, vuela; no quedemos atrás con la vida espiritual… Nuestro caminar en la vida material debe ser un subir continuado y decidido (hacia la vida espiritual)…. Debo progresar, sin interrupción, grada tras grada, día a día, minuto por minuto, aspirando siempre a la que es la cumbre máxima, Dios. Lo debo, lo quiero”. En la guerra descolló por especiales virtudes de generosidad. Vuelto a casa, entró a formar parte de la Sociedad Obrera, en la cual desarrolló una obra notable a favor de los pobres. Pero un año más tarde, el 5 de octubre de 1946, la muerte lo sorprendió mientras en bicicleta se dirigía a una reunión electoral: fue embestido por un camión militar lanzado a velocidad loca. Eran los tiempos en que Alberto se privaba hasta de los zapatos para regalarlos a los pobres, y daba vueltas por Rímini en bicicleta para ir donde los refugiados y llevarles alimentos y consuelo espiritual. La Iglesia lo propone a los jóvenes del tercer milenio como modelo de santidad en lo cotidiano. “Alberto ha mostrado como, en el cambio de los tiempos y de las situaciones, los laicos cristianos saben dedicarse sin reserva a la construcción del Reino de Dios en la familia, en el trabajo, en la cultura, en la política, llevando el Evangelio al corazón de la sociedad”, ha dicho el Papa. Su beatificación es un llamado para dar con el camino de la santidad en la familia, en la profesión, en la política; pero es también un reconocimiento de la educación salesiana, capaz de forjar santos.


P


etriukas Perkumas es otro fruto de la espiritualidad salesiana que se ofrece como modelo a los jóvenes de la Lituania en el inicio de este tercer milenio. Nacido en 1917 en un pequeño pueblo, Kadagynai, es indudable que el amor de Dios y la asiduidad en la oración Petriukas los aprendió en su familia. Lo atestigua también don Ananas Perkumas, salesiano, hermano de Petriukas y misionero en China, que siempre alentó su deseo vocacional. Siendo pobre, Petriukas trabajó antes como pastorcito para un rico hacendado, después como marcador de puntos en una sala de billar. Reunido un poco de dinero, pudo realizar el sueño de venir a Italia. Llegado aquí, vivió siempre con mucha austeridad y frugalidad, pobre pero digno. Los inicios no fueron fáciles, lejos de su hogar y de su tierra, sin conocer la lengua y entre gente de otra cultura. Con frecuencia se burlaban de él por su baja estatura, pero su nobleza del corazón, la generosidad de su espíritu y la robustez de su voluntad lo ayudaron a superar las dificultades, motivado como estaba por el deseo de llegar a ser hijo de Don Bosco. Soñaba volver entre su gente como salesiano laico para abrir una escuela de “artes y oficios” y trabajar para los muchachos lituanos. Quería compartir con ellos lo que había encontrado: el secreto de ser feliz a través del cumplimiento del propio deber y del servicio de los demás, el amor a la Eucaristía y la devoción a María Auxiliadora. En pocos años alcanzó una excepcional madurez espiritual. Su corazón enfermo no aguantó mucho: murió a los 19 años, el 12/1/1937, en concepto de santidad, en el Rebaudengo de Turín. Ejemplares sus últimas palabras cuando, animando a los presentes, dijo: “Rogad por mí, yo rezaré por vosotros desde el Cielo. Y recordad: “Noble el corazón, generoso el espíritu, férrea la voluntad”. Era su lema personal, una síntesis admirable de su perfil interior. El pequeño Pedro (Petriukas) no descollaba, en efecto, por cualidades personales externas, sino por sus dotes espirituales: la austeridad de vida, la voluntad férrea, la asiduidad en el servicio, su alegría. No rehuía de los trabajos difíciles, antes bien, se ofrecía con gusto para realizarlos con espontánea naturalidad.



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Nuestro caminar en la vida material debe ser un subir continuado y decidido (hacia la vida espiritual)… grada tras grada, hasta Dios.



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