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LE PAROLE DELLA FEDE |
SANTIDAD
JUVENIL
de Pascual Chávez Villanueva
LOS FRUTOS DEL SISTEMA PREVENTIVO
TERESA Y FERNANDO
Os presento en este mes de marzo a Teresa Bracco, ya beatifIcada, y a Fernando Caló.
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En casa Bracco llegaba regularmente el Boletín Salesiano. Del número de agosto de 1933 Teresa recortó la tercera página, que traía la imagen de Domingo Savio, hijo de campesinos como ella, declarado recientemente venerable y que se había propuesto el exigente propósito: “La muerte antes que el pecado”. La niña – tenía solamente nueve años – quedó fascinada y colgó la página en la cabecera de su cama. Desde entonces hizo suyo el lema de Domingo. Declaró guerra al pecado: “Más bien me dejo matar”, escribió. Y mantuvo el propósito. Secuestrada en 1944 por un soldado alemán, trató de eludir sus brutales intenciones y, al ver que todo esfuerzo era inútil, prefirió renunciar a la vida antes que perder la virtud tan celosamente guardada. La hallaron, con el cuerpo martirizado, el 30 de agosto. Su sacrificio no fue sino el último acto de una existencia entregada totalmente al Evangelio. Juan Pablo II la beatificó el 24 de mayo de 1998, memoria de María Auxiliadora, cuando fue peregrino a Turín ante la Síndone . En esa circunstancia el Papa dijo: “Señalo a los jóvenes esta chica […] para que de ella aprendan la límpida fe atestiguada en el empeño cotidiano, la coherencia moral sin compromisos, el coraje de sacrificar, si es necesario, también la vida, para no traicionar los valores que a la vida le dan sentido”.
F
ernando
nace
en
plena segunda guerra mundial, en 1941. Nunca conoció al padre, ni el
calor de un hogar, ni el afecto de una familia. La mamá, una
niña-madre, servía como muchacha en una casa y podía dedicar muy
poco tiempo al hijo, que fue huésped de varios orfelinatos. A los
ocho años entró en el instituto salesiano de Estoril en el
Portugal. Cada tarde volvía a su paupérrima habitación donde lo
esperaba la mamá y con ella rezaba antes de dormir. Su hazaña mayor
en este período fue la de llevar a la mamá a la misa el domingo.
Desde años, en efecto, ella no pisaba la iglesia. Terminada la
primaria, pasó a la escuela profesional, siempre con los salesianos.
El carácter de Fernando no era ciertamente el de un santito, tenía
un temperamento vivo y rebelde, estallaba de rabia ante el menor
reproche, le costaba controlarse y generalmente frecuentaba
compañeros poco recomendables. Afortunadamente su confesor se dio
cuenta del peligro y, sin muchos rodeos, lo puso sobre aviso. Así
fue como Fernando comenzó su conversión. No fue un paseo: tenía
fama de “muchacho travieso” y los ojos de los superiores no lo
soltaban un instante. Cuando había desórdenes estaba constantemente
entre los primeros acusados. Pero aguantó, acallando la rebelión
que le estallaba por dentro. El director lo comprendió y le concedió
confianza, hasta el punto de hacerle una propuesta inesperada: ser
apóstol entre los compañeros más recalcitrantes y difíciles.
Fernando aceptó el desafío, formando un pequeño grupo de cuatro
amigos algo calaveras. “No
son los mejores, son capaces de meterse en líos si hace falta; los
demás en quienes Ud. piensa son demasiado buenos para este tipo de
muchachos”, le
dijo al director.
Tenía dos grandes pasiones: el fútbol y la trompeta. Hacia el final de 1954 comenzó a escribir un diario, testigo de su empeño de querer mejorar, como lo eran los compañeros, que advertían su lento e incontenible cambio. Dos años después, durante los ejercicios espirituales, trazó el programa de su vida: Quiero sujetar mi curiosidad y mortificar mi vista. Quiero ser apóstol de la Virgen Inmaculada. Quiero ser sacerdote. El 20 de abril de ese mismo año, 1956, durante un encendido encuentro de fútbol en el patio, pegó por casualidad violentamente la cabeza contra una columna del pórtico. Estuvo algunos días en la enfermería, después volvió entre los compañeros, pero durante un recreo golpeó de nuevo la cabeza. Fortísimos dolores aconsejaron su ingreso en el hospital. Un compañero, preocupado, le preguntó: “Fernando, ¿y si te mueres?”. “¡Estoy pronto!… Se juega fútbol en el Paraíso, ¿o no?”. El 26 de julio Fernando inició su encuentro en el Paraíso. ¨
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El lirio desde siempre es la flor de la pureza… Una virtud que exige una voluntad fuerte y decidida. Teresa la salvó con la sangre. Fernando la reconquistó con gran coraje.