2004|es|01: Los frutos del sistema preventivo: Laura y Paola

Shape2 Shape1 SANTIDAD JUVENIL

de Pascual Chávez Villanueva






LOS FRUTOS DEL SISTEMA PREVENTIVO


LAURA Y PAULA


Este año reflexionaré cada mes sobre algún magnífico fruto brotado de la aplicación del Sistema de Don Bosco. En enero dos chicas extraordinarias, Laura y Paula.


L

aura Vicuña nacida en Chile en 1891, coetánea di Maria Goretti, ha sabido como ella rendir testimonio de una vida hecha defensa de su dignidad humana y de su fe cristiana. Ambas fueron capaces de tomar decisiones en una forma impresionante para su edad, rechazando el ataque de hombres pervertidos, para conservar la integridad del cuerpo y la inocencia del alma. A Marieta este rechazo le costó la vida, Laurita tuvo que soportar agresiones y humillaciones increíbles. Lo que transforma a las dos en modelos que imitar es el amor llevado hasta el sacrificio total de sí mismas, sacrificio que, en el caso de Laura, tenía como finalidad la conversión de la madre. La biografía de esta chica chilena nos revela, en efecto, que dos años antes de morir ella había ofrecido al Señor la vida por la mamá que, para mantener a sus hijas, había aceptado convivir con el dueño de una estancia.

Fue la muerte del papá (Laura tenía entonces seis años) que obligó a la pequeña familia a emigrar a Junín de los Andes, en Argentina, donde las esperaban situaciones dolorosas. Pero allí Laura y su hermanita menor tuvieron la suerte de acercarse a las Hijas de María Auxiliadora y encontrar en ellas una segunda familia en la cual crecer serenas y contentas. La experiencia del colegio (1900-1904) ofreció a Laura la oportunidad de descubrir la amistad con Jesús y la “vida de gracia”. La primera comunión fue para ella, como lo había sido para Domingo Savio, un momento fundamental, con tres propósitos que respetó siempre: Dios mío, quiero amarte y servirte toda la vida; te dono el alma, el corazón y toda mí misma. Quiero morir antes que ofenderte; por tanto prometo mortificarme en todo lo que podría alejarme de ti. Prometo hacer todo lo que sé y puedo para que tú seas conocido y amado; y para reparar las ofensas que recibes cada día de los hombres, especialmente de las personas de mi familia. Fue este inmensurable amor a Dios que la llevó a valorizar como situación de mal la unión ilegal de la mamá con un hacendado y a madurar la decisión de ofrecerse a Dios para su conversión. Nuevas acechanzas de parte del depravado conviviente le causaron una enfermedad de la cual no logró ya recobrarse. Antes de morir confió a su madre el grande secreto: había ofrecido todos sus sufrimientos y la vida misma para que ella dejara por siempre a ese hombre. Y mamá Mercedes, llorando, juró hacerlo. El 22 de enero de 1904 Laurita moría con la certeza de haber llevado a la madre al recto camino.


C


asi sesenta años más tarde en Nápoles, el 24 de octubre de 1963, nacía Paula Adamo, hija de Claudio y Lucía, arquitectos. El papá es el proyectista de la Iglesia de San Juan Bosco de Tarento, en donde la familia Adamo vive, y es cabalmente en esta obra salesiana que se desarrolla la vida de Paula. Papá y mamá son cooperadores salesianos y catequistas, y son ellos quienes preparan a su maravillosa niña para el encuentro con Jesús. Ya desde muy pequeña demostró una grande sensibilidad e inteligencia. A los 9 años comenzó a llevar un diario secreto en el cual escribió una frase que nos permite entrever su panorama interior: Si crees en Dios, tienes el mundo en el puño. Hay quien pone en duda que alguien pueda ser santo en esa edad. Nosotros por el contrario creemos que las grandes decisiones comienzan a tomarse cabalmente en este momento de la vida: en el instante de los capullos. Lo pensaba también Don Bosco, es exactamente esto el ser preventivo. Quienes conocieron a Paula han quedado conquistados por su espontaneidad, su amor a la vida y a las cosas bellas. Una chica extraordinariamente normal, con sus alegrías y cruces, con sus sueños y delusiones. Es un modelo que fascina por la santidad vivida en lo cotidiano: casa, iglesia, escuela, amigos. Los ambientes en donde pasaba el día han sido iluminados por su presencia y se han vuelto para ella sitios de crecimiento humano y espiritual, donde se ha sentido amada y ha aprendido a amar, donde ha hecho elecciones valientes colocando a Jesús en el centro, donde ha comprendido que la vida es gracia y debe ser vivida como gracia. Era un surtidor de ternura para sus padres, le encantaba tocar la guitarra y cantar para ellos, querer a sus amigas, también a las que le demostraban algo de aversión. Decía: “Si Dios es la fuente de todas las cosas, ¡solamente Él podrá hacernos realmente felices!”. Murió a los 15 años, el 28 de junio de 1978, segada por una hepatitis viral. Le bastó poco tiempo para comprender lo que canta el salmista: “Enséñanos a contar nuestros días y llegaremos a la sabiduría del corazón”. En su cuartito había una biografía de Don Bosco, de la cual leía algunas páginas por la noche. ¿Quién es, por tanto, Paula? Una chica de hoy, con la santidad de hoy, hecha de deberes hacia Dios y los demás, de donación serena pero consciente, de amor hacia sus padres. No hizo milagros ni actos heroicos, pero cumplió con su deber en forma perfecta, por amor y con amor.



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