2018|es|07 No se olviden de nosotros: me decían en Siria

“NO SE OLVIDEN DE NOSOTROS… me decían en Siria.


Se trata de un sencillo regalo recibido en SIRIA, en concreto en Damasco, el mismo día en el que soltaba una paloma blanca de la Paz, en esa tarde de fiesta oratoriana, al mismo tiempo caía un mortero. En esa misma plaza habíamos estado jóvenes animadores y sdb la tarde anterior.


Habíamos celebrado que la paz estaba cerca. Habían transcurrido ya 15 días en los que parecía que todo se había terminado. Pero resulta que no fue así. Había otros intereses en otra mucha gente, pero no en aquella gente sencilla con quien yo me encontraba.

Nos habían recibido el día anterior como si de una gran fiesta se tratara. Habían esperando por meses y meses que fuese posible ir a visitarlos, y llegamos. Un largo viaje pero al final llegamos a las puertas de Damasco. Primera y muy significativa estación de nuestro viaje.


Era grande la alegría en el oratorio salesiano de Damasco. Más de quinientos muchachos y muchachas y jóvenes en esa tarde de fiesta. Entre estos, un grupo de unos 150 animadores, jóvenes universitarios que son la vida y el alma de animación en ese Oratorio que convoca a más de mil muchachitos, y niñas, chicos y chicas más grandes desde los lugares más alejados de la ciudad de Damasco. Otro tanto sucede en Alepo (con la diferencia que la ciudad de Alepo está destruida en ruinas en más de un 72 %).


Como regalo, al final de la Eucaristía en Damasco, me entregaron una hermosa ‘estola’ con el deseo de que me acompañara al celebrar otras eucaristía por el mundo. En ella está escrito en árabe, y así me lo hicieron notar, lo siguiente: “No te olvides de rezar por nosotros”.


Ese regalo y esa frase me ha llegado muy al corazón. Hasta el punto de que, desde entonces me ha acompañado en todas las Eucaristías de los lugares más diversos: Mexico-Tijuana; Chaco Paraguayo, Uruguay y Rjeka-Croacia.

He explicado y comentado en todos estos lugares salesianos este encuentro, este regalo y esta petición que me han hecho. Y al mismo tiempo he contado lo que me he encontrado en aquellos salesianos y hermanas Hijas de María Auxiliadora con quienes compartí aquellos días, y lo que me he encontrado en aquellos jóvenes animadores verdaderamente fascinantes, y en tantas familias tocadas por el dolor y las pérdidas, pero llenas de vida y de esperanza.


¿Saben que me encontré?

1. Me encontré DIGNIDAD. La dignidad de los pobres, la dignidad de quienes se sienten desbordados por una situación que no han creado, en la que no han elegido participar, pero en la que se sienten inmersos, metidos de lleno sin poder elegir otra cosa, sin poder salir de ahí hasta que otros decidan que todo se termina. Pero una dignidad grande, con una mirada penetrante y que dice tanto.


2. Me encontré HERMOSAS Y SENTIDAS SONRISAS. Las sonrisas de estos jóvenes animadores que las regalan conscientemente porque quieren que esos niños y niñas del Oratorio tengan un pequeño Oasis en las horas en las que pueden dejar el miedo a la guerra, a los morteros, a la destrucción. Me hizo pensar de nuevo en la película ‘La vida es bella’ en la que ese genial papá hacían creer, vivir y sentir a su hijo, ambos junto con la mamá en un campo de concentración nazi, que se trataba de un juego y una aventura divertida.

Nuestros hermanos salesianos y hermanas, y los jóvenes animadores hacen todo lo posible para que la guerra y la destrucción no tengan la última palabra. No es una aventura divertida como en la película. Pero he notado que no quieren permitir que las balas y la destrucción sea lo que marque sus vidas para siempre.


3. Me encontré con tanta ESPERANZA.

Esa es la palabra justa y el sentimiento que quedaba en mí cuando me decían: “Padre Ángel, no tenemos miedo, porque estamos llenos de Fe y de Esperanza. Y la ‘última palabra’, me decían, no la tendrá la guerra ni la destrucción sino la vida, nuestras vidas, y la fe que tenemos, y las ganas de vivir y de hacer que sea un hermoso país esta tierra nuestra. Y me lo decían algunos jóvenes que habían perdido la casa en muchos casos, y a un padre o un hermano caído y muerto a causa de una bala que se cruzó en su camino.


4. Y descubrí que era profundísimo en ellos y en mí el sentido de COMUNIÓN Y FRATERNIDAD. Les puedo asegurar que si ya sentía muy cercanos, muy en el corazón a aquellos mis hermanas y hermanos salesianos y a aquellos preciosos jóvenes, después de conocerlos, después de ver sus sonrisas y darnos esos abrazos que expresaban tan confianza y tanto afecto, desde todo ello los llevo mucho más en el corazón, y no pasa un día en que no los tenga presentes en mis oraciones.


Y después, con tristeza y dolor, mientras otros misiles caían en Damasco, nosotros estábamos viajando a Aleppo. Y allí encontramos de nuevo a otros hermanos salesianos, otras hermanas fma, y esos maravillosos jóvenes y familias, niños y niñas del Oratorio que, como en Damasco, sigue siendo motivo de esperanza.

Inolvidables encuentros, inolvidables momentos de oración y de familia salesiana. Hermosas las promesas de los 13 salesianos cooperadores (jóvenes, y madres de familia). Y experimenté de nuevo el dolor de las pérdidas de seres amados y de la destrucción, aquí plena, total, en esta que fue una bella ciudad. Pero encontré de nuevo la dignifidad, la fuerza, la esperanza y la fe.


Y si faltaba un pequeño detalle, en esta ocasión no fue la entrega de una preciosa estola con esa frase en árabe, sino algo que recibí con emoción pero que me desarmó interiormente, que me dejó sin palabras. Se trata del momento en el que en el Oratorio Salesiano, el Director de la casa me entrega todo lo que los niños y niñas, jóvenes y familias habían recogido durante mucho tiempo para hacérselo llegar a otros lugares más pobres y más conflictivos… Y me preguntaba si existirían…

El caso es que me entregaron todo lo que pudieron conseguir, aún entre las ruinas de sus casas. Eran 200 dólares que para mí tenían el valor de una verdadera fortuna, como así lo sintieron y lo recibieron en el Oratorio Salesiano de la frontera en Tijuana a quienes se lo entregué en mano. Y de inmediato se pusieron en comunicación. Y es que, resulta que los pobres entre ellos se entienden magníficamente bien porque hablan el mismo lenguaje de verdadera humanidad.


Solo esto mis amigos y amigas. Esta es mi vivencia del encuentro con quienes no han perdido la dignidad, ni la esperanza ni la fe. Un cariño que vuele hacia Damasco y Alepo. Ojalá muchos corazones se sumen a ello.