2016|es|03: Nuestra cotidiana “Fiesta de Caná”

EL MENSAJE DEL RECTOR MAYOR

DON ÁNGEL FERNÁNDEZ ARTIME


NUESTRA COTIDIANA “FIESTA DE CANÁ”


Estamos como en una fiesta de bodas, cada día, en el diario desarrollo de nuestras vidas, servicios y misiones. Somos también un entramado de culturas, raíces, historias y nos hace mucho bien celebrar nuestra fraternidad, amistad y comunión porque nos llena de esperanza hacia el futuro de este árbol que continúa dando muchos frutos de vida y santidad.


Quiero hablarles de una fiesta, de una Madre, de una necesidad y de un elemento simple pero esencial.

El cuarto Evangelio comienza su “libro de los signos” con una fiesta: una fiesta de bodas, para

más datos. Por eso se refiere a una fiesta llena de vida y de esperanza, de espíritu de unión y de

sentido de familia y de amistad. En ese tipo de fiestas, si todo va bien, todos se sienten como

hermanos y hermanas, y formando parte de la trama del pasado de los nuevos esposos, con sus

propias raíces e historias de proveniencia. Además todos gozan del momento con esperanza

hacia el futuro de la nueva familia, de este nuevo árbol que, se espera, dé muchos frutos. Por lo

tanto, se trata de una trama entre pasado y futuro, entre diversidad de raíces y frutos que se

esperan.


También nosotros, Familia Salesiana, estamos como en una fiesta de bodas, cada día, en el diario desarrollo de nuestras vidas, servicios y misiones. Somos también un entramado de culturas, raíces, historias y nos hace mucho bien celebrar nuestra fraternidad, amistad y comunión porque nos llena de esperanza hacia el futuro de este árbol que continúa dando muchos frutos de vida y santidad.


En Caná había una Madre, la madre de Jesús, dice el Evangelio. También hoy, aquí en nuestra casa, en la Pisana, hay una Madre: Ella misma, la madre de Jesús. ¿La ven? ¿La sienten? Ciertamente se

encuentra aquí, de otra manera la fiesta no sería la misma. Ella está aquí para cuidar, animar y,

por qué no, para acariciar nuestra fraternidad. El artículo cuarto de la Carta de identidad de la Familia Salesiana, dice que somos “una comunidad carismática y espiritual… legada por relaciones de parentela espiritual y de afinidad apostólica”. ¡Qué bella expresión! Y esta parentela tiene en su centro una Madre que como mujer y como madre es capaz de estar siempre atenta a los suyos, siempre con los ojos abiertos y vigilantes a fin de percibir las necesidades de sus pequeños, incluso si estos “pequeños” son ya mayorcitos. Así sucedió en las bodas accidentadas de Caná de Galilea. Ella advirtió a su hijo Jesús: “No tienen vino”. Y sin vino, terminada la fiesta. Lo hubo, pero se acabó. En el corazón de la fiesta, faltó uno de los elementos que la caracteriza y no sólo en sentido literal y superficial, sino, sobre todo, en un profundo sentido simbólico.


Es así, en el corazón de la fiesta, imagen de la vida y también de nuestra Familia, surge de

repente una necesidad. Nosotros, parentela, amigos y amigas de Don Bosco, sabemos muy bien

que el mundo de hoy tiene tantas necesidades. El mundo de la posguerra (las grandes guerras

mundiales, la guerra fría, algunas guerras regionales, etc.) parecía encaminarse finalmente hacia

un mundo mejor, más unido y solidario, más humano, desarrollado y fraterno, y nos ha hecho

soñar con aquel “better place” de nuestra oración del viernes por la mañana. Pero muchas veces

nos damos cuenta que todavía nos falta tanto...


Nuestra pregunta debería ser: ¿Cuánto más podemos hacer, aunque, de hecho, ya hagamos tanto? Es importantísimo, diría que fundamental, aprender de nuestra Madre a estar atentos, a alzar la mirada, a no permanecer cerrados en nosotros mismos, en nuestras dificultades, en nuestros sufrimientos, egoístamente, sino siempre despiertos y vigilantes, con nuestros ojos amigablemente dirigidos sobre todo hacia los últimos, a los jóvenes para quienes hemos nacido, fundados y enviados. Todavía una vez, no me cansaré de pedir una Familia Salesiana en salida de sí misma, de los muros de nuestras obras, con capacidad de ir más allá de sus mismos proyectos, programas, éxitos y comodidades.


Al mundo, y también muchas veces a nuestras comunidades y familias, les falta el vino, es decir, la alegría y la fiesta de la vida, que se expresa en una vida que vale la pena ser vivida. Y nosotros, queridos hermanos y hermanas, ¡hemos heredado una bodega: nuestro carisma compartido!

Nuestro amado Padre Don Bosco escribía en una carta al P. Costamagna, en ese momento inspector en Buenos Aires qué llevaba en el corazón. Me refiero a la carta escrita el 10 de agosto de 1885, y en ocasión de los próximos ejercicios espirituales de los hermanos. Entre otras cosas decía: “Además quisiera hacer yo mismo una predicación o mejor una Conferencia sobre el espíritu Salesiano que debe animar y guiar nuestras acciones y todo discurso nuestro. Il sistema preventivo sia proprio di noi”. Hay una traducción al español que da mucha fuerza a esta frase: “Que lo nuestro sea el sistema preventivo”, sobre todo teniendo en cuenta el contexto y el texto de la carta. Y en otra carta, dirigida a Cagliero, que entonces era Vicario Apostólico de la Patagonia, cuatro días antes, se lee: “Caridad, paciencia, dulzura […] hacer el bien a quien se puede, el mal a ninguno. Que esto valga para los salesianos entre sí, con sus alumnos y con los demás, de casa o de fuera”. Hemos dicho que sin vino no hay fiesta. Para nosotros, queridos hermanos y hermanas, El sistema preventivo es lo nuestro, por lo tanto, sin la vivencia del sistema preventivo no hay para nosotros espíritu (no recorremos juntos la aventura del Espíritu) y no hay verdadera vida salesiana: se acabó la fiesta.


Este vino, no es fruto totalmente nuestro… sino fruto del recorrer el camino indicado por Jesús y

animado por el Espíritu. Fue Jesús quien convirtió el agua en vino. Aunque fueron los servidores

quienes siguieron la invitación de la madre de Jesús y proveyeron el agua: un elemento simple, pero esencial y fundamental. Estemos atentos al “mandamiento de la Virgen” como lo llamó nuestra, para dar de nuestra agua, aunque pueda parecer un pedido extraño. Pero, atención, que aquello que se nos pide, aun pareciendo simple y de poco valor en referencia a las necesidades y con el “vino” faltante, es de por sí esencial y fundamental. De hecho, para llegar a tener verdadera agua, necesitamos extraerla del pozo, y cuanto más profundo logramos llegar, surgirá un agua más pura porque emana desde la profundidad de nuestro corazón y de nuestro ser.


Les he propuesto en el Aguinaldo un camino de profundidad para ustedes, para los jóvenes y para la gente a la cual hemos sido enviados. Este camino, que encuentran bajo el título “Desafíos y Propuestas” representa un doble movimiento: en profundidad y hacia el exterior. Vuelvo a enumerar sus pasos: Mirar dentro; Buscar a Dios; Encontrarse con Jesús; Ser de los suyos; Apropiarse de los valores fundamentales de la vida humana, como la familia, la amistad, la solidaridad, la eclesialidad y la vida como donación, y, finalmente, Madurar un proyecto de vida que responda a la llamada de Dios.


Una fiesta, una Madre, una necesidad y un elemento a entregar.

Regalemos a muchos, de lo que tenemos en nuestra bodega heredada del corazón de Don Bosco y dejémonos acompañar cada día por Ella, la Madre de Jesús, que cuida de nosotros y nos enseña a hacer lo mismo unos con otros.

Nuestra Madre Auxiliadora y Madre de la Iglesia nos ayude a caminar y a servir en cada ángulo de la tierra y “Con Jesús, a recorrer juntos la aventura del Espíritu”.