2007|es|04:Amar la vida: Amenazas contra la vida


AShape2 Shape1 GUINALDO 2007

de Pascual Chávez Villanueva





AMAR LA VIDA



AMENAZAS

CONTRA LA VIDA

Entonces Yahveh Dios formó al hombre (Adamá) con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida” (Gn 2,7). “Cuando estaban en el campo, se lanzó Caín contra su hermano Abel y lo mató” (Gn 4,8).


M


ientras la primera narración del Génesis (1,1-2,4a) nos presenta a Dios que imparte órdenes y las cosas suceden y lentamente se armonizan hasta presentarse aptas para acoger la vida, el segundo nos presenta a un Dios “artesano” que parece concentrase, asumir un tono más personal, mientras dice a sí mismo”: “Hagamos al hombre a nuestra imagen”. Así del polvo de la tierra Él modela al hombre (2, 4b-25). Si el primero nos hace descubrir nuestra dignidad de criaturas formadas a imagen de Dios, por tanto inviolables, el segundo nos presenta nuestra debilidad de seres sacados del polvo, por lo tanto frágiles, casi inconsistentes.


El nombre Adamà/Adán, en efecto, denuncia nuestro origen: somos polvo. Nuestra vida es fruto de la fantasía de Dios, de su mente y su corazón. El Creador divino con sus manos de artista ha producido una obra maestra. Canta el salmo 8: “¡Oh Yahveh, Señor nuestro, qué glorioso tu nombre por toda la tierra!... Al ver tu cielo, hechura de tus dedos, la luna y las estrellas, que fijaste tú, ¿qué es el hombre para que de él te acuerdes, el hijo de Adán para que de él te cuides? Apenas inferior a un dios le hiciste, coronándole de gloria y de esplendor; le hiciste señor de las obras de tus manos, todo fue puesto por ti bajo sus pies”. La vida es un don que recibimos, pero es nuestra tarea preciosa e impelente cuidarla y protegerla de todo lo que puede hacerle correr riesgos. Y que no se trate de algo imaginario nos lo recuerda la cruda realidad de la historia cotidiana, empapada de muerte y de muertos.


Parece que la vida humana esté amenazada desde su misma concepción. Una amenaza que se transforma en trágica realidad cada vez que el hombre sufre o, más frecuentemente, provoca la violencia de la naturaleza (sequías, inundaciones, temblores, tsunamis, incendios…) o de las historia (hambre, sed, enfermedades, injusticias, corrupción, guerras…). Las cosas comenzaron a andar mal cuando el hombre rechazó toda dependencia de su Creador y Padre, después cuando Caín hurtó la vida de Abel su hermano, matándolo por envidia. Así tuvo inicio la multiplicación del mal y de la injusticia que volvieron a lanzar el cosmos en el caos. Hoy la vida, si por un lado está mucho más defendida que en el pasado porque hay una conciencia más madura de la dignidad del ser humano, por otro lado es mucho más vulnerable porque se halla puesta a la merced de las posibilidades científicas y técnicas que la reducen a un producto instrumental manipulable. Debemos apreciar los esfuerzos para hacer más fácil la existencia del hombre y de la mujer a través del bienestar (casa, alimentos, remedios, escuela, empleo, comunicación) y la lucha para suprimir todo tipo de esclavitud, toda explotación y segregación (social, racial, cultural, religiosa): al final, somos miembros de la única “familia humana”. Pero el homicidio de Abel sigue recordándonos que, suprimida nuestra dependencia filial de Dios, el hombre ya no tiene leyes éticas que regulen su vida porque todo se vuelve relativo, dando paso a cualquier modalidad de conducta y derramando la semilla de la destrucción de la misma humanidad. Ésta ya no cuenta con su elemento fundamental y se condena a un tipo de darwinismo social (segregación o eliminación política, social, económica, cultural, religiosa) entre los más fuertes y los más débiles.


Creer en el Dios que ama la vida, asumir la vida como don y no como producto humano, significa volverse responsables de la vida propia y ajena, apostar por la vida y por lo que la hace posible, gastar la propia vida para que todos tengan la vida. Inmediatamente después del pecado de Adán y Eva, Dios al visitar a su criatura le hace una pregunta que pone en luz la responsabilidad que cada uno tiene frente a propia existencia: “¿Adán dónde estás?” (Gn 3,9). Después del crimen de Caín, por el contrario, la pregunta de Dios ya no se refiere a la vida propia sino a la del hermano: “Caín, ¿dónde está Abel, tu hermano?” (Gn 4,9). Desde entonces la gran tentación es volverse Caín frente a los hermanos. Uno llega a serlo cada vez que no toma en serio las amenazas contra la vida. Ésta es sagrada y debe ser defendida desde el momento de la concepción hasta el de la muerte, con todo lo que comprende, es decir: su dignidad, su calidad, su proyecto.







- 2 -