2007|es|01: Amar la vida: El don de la vida

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de Pascual Chávez Villanueva





AMAR LA VIDA

EL DON DE LA

VIDA


«En el principio creó Dios los cielos y la tierra… Produzca la tierra hierbas que den semillas y árboles frutales que den fruto con su semilla… las bestias de cada especie… y vio Dios que estaba bien. Y dijo: Hagamos al ser humano» (Gn1,1 passim)

Q


ueridos amigos, lectores del Boletín Salesiano, en esta apertura del año me encanta presentarles los votos de un 2007 vivido en plenitud. Este año, en efecto, quiero hablarles del “Dios que ama la vida”, como lo define significativamente un texto de la “Sabiduría”. En él leemos: «Tú amas a todos los seres y nada de lo que hiciste aborreces… Mas tú con todas las cosas eres indulgente, porque son tuyas, Señor que amas la vida » (Sab 11,24-26).


El tema de la vida es un auténtico eje de la Escritura, la cual de él habla de la primera a la última página, demostrando que el nuestro es un Dios que ama la vida, la crea, llegando hasta el punto de crearla de nuevo después de la muerte. Si al inicio la Biblia presenta la creación partiendo del caos primordial, y al final habla de “cielos nuevos y tierra nueva”, en la parte central coloca, como elemento clave, la resurrección de Jesús. Es decir que: el único que realmente cree en la vida es el Dios que la creó. Y, para quien tiene fe, la comprobación se funda en el amor a la vida, en su promoción y defensa. Su vocación/misión se vuelve tanto más actual y exigente cuanto más provocativa y cínica es la “cultura de muerte” que nos inunda, amenazando la creación, la vida humana, su dignidad e inviolabilidad, su plenitud. Leyendo el Génesis no podemos no darnos cuenta de como la vida es un don: nos precede, no está en nuestras manos darnos la existencia, no descubrimos por nosotros mismos su sentido último y, sobre todo, no poseemos nosotros las claves para abrir las puertas de la muerte. Nadie puede adueñarse de ella, nadie puede comprenderla a fondo. Con excepción de Él.


Por cierto hoy, gracias al poder de la ciencia y de la técnica, el hombre es capaz no solamente de interpretar la vida y de volverla más agradable, sino de crearla en laboratorio y así, para los no-creyentes, ella ya no es don sino producto de la casualidad. Por lo mismo puede ser administrada según deseos y criterios personales. Pero ésto es solo un sofisma, porque no se trata de creación de la nada, sino de manipulación de la vida propia y ajena. La vida es don de Dios, y Él es el único capaz de crearla y donarla. Debe ser acogida con gratitud y responsabilidad: puesta a nuestra disposición no como propiedad de que disponer como queremos, según posibilidades científicas, racionales y/o culturales, sino como don que hacer fructificar.


La vida es sagrada por su origen divino, está destinada a ser donada a los hermanos y, finalmente, entregada nuevamente a Dios. Quiero invitarlos a leer con reverencia, asombro y gratitud el primer capítulo del Génesis, auténtica obra maestra que presenta a un Dios victorioso sobre el caos primordial y que, a través de un maravilloso proceso de organización, orienta la creación hacia el ser humano, obra increíble salida de su fantasía creadora, plasmado a semejanza suya y destinado a unirse nuevamente al Creador. Es bello constatar que Dios, con un cuidado inteligente que reboza de amor, construye esta casa que es el mundo para que el hombre la pueda habitar. Nada de lo que existe en la creación es Dios, todo es criatura suya: las aguas, el sol, la luna, las estrellas, las plantas, los animales... todo está al servicio del hombre, quien está polarizado hacia Dios. En efecto, después del hombre Dios ya nada crea. A él le confía la custodia de lo creado, para que lleve a madurez su designio y él mismo, el hombre, se oriente hacia Dios para alcanzar la plenitud de vida.

No puedo concluir sino evocando el Cántico de las Criaturas de San Francisco de Asís, que es un himno a la vida:
 

Altísimo, omnipotente, bondadoso Señor,
tuyas son la alabanza, la gloria y el honor;
tan sólo tú eres digno de toda bendición,
y nunca es digno el hombre de hacer de ti mención.

Loado seas por toda criatura, mi Señor,
y en especial loado por el hermano sol,
que alumbra, y abre el día, y es bello en su esplendor,
y lleva por los cielos noticia de tu amor.

Y por la hermana luna, de blanca luz menor,
y las estrellas claras, que tu poder creó,
tan limpias, tan hermosas, tan vivas como son,
y brillan en los cielos:¡loado mi Señor!

 Por el hermano viento: ¡loado,mi Señor!
y por el aire y la nube y el sereno y por todo tiempo
por el cual a tus criaturas das su sustentación.

Y por la hermana agua, en su candor,
que es útil, casta, humilde:¡loado, mi Señor!

Por el hermano fuego, que alumbra al irse el sol,
y es fuerte, hermoso, alegre: ¡loado,¡mi Señor!

Y por la hermana tierra, que es toda bendición,
la hermana madre tierra, que da en toda ocasión
las hierbas y los frutos y flores de color,
y nos sustenta y rige: ¡loado, mi Señor!

Y por los que perdonan y aguantan por tu amor
los males corporales y la tribulación;
¡felices los que sufren en paz con el dolor,
porque les llega el tiempo de la consolación!

 

Y por la hermana muerte: ¡loado, mi Señor!
Ningún viviente escapa de su persecución;
¡ay si en pecado grave sorprende al pecador!
¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!
¡No probarán la muerte de la condenación!

Servidle con ternura y humilde corazón,
Agradeced sus dones, cantad su creación.
Las criaturas todas, load a mi Señor. 

 


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