2006|es|09:Familia cuna de la vida: En este valle de lágrimas

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de Pascual Chávez Villanueva





FAMILIA CUNA DE LA VIDA

EN ESTE VALLE

DE LÁGRIMAS


Todos los seres humanos quieren “llegar”. Lo que hacen tiene una sola finalidad: ser felices. Pero la vida no ahorra preocupaciones, derrotas, quiebras. También la familia más feliz a lo largo del camino encuentra dificultades y lágrimas.

N



o pocos acontecimientos atentan a la tranquilidad y matan la esperanza en una familia: la violencia, la pérdida del trabajo, la infidelidad, la indiferencia entre sus componentes, la depresión, la separación, la enfermedad… La palabra de orden en estos casos es “salir del túnel”, y eso puede significar “crecer”. No parezca raro: las dificultades logran templar, vigorizar, formar. Los períodos de crisis quitan estabilidad y angustian, es cierto, pero si la familia se mantiene unida, adquiere solidez y puede organizarse y volver a iniciar su recorrido. Ser fuertes en la desventura significa no dejarse embotellar en un callejón sin salida y tomar la decisión, cuando todo parece bloqueado, de intentar por otro lado.


COMUNICAR


La mejor garantía es la comunicación que parte de un trabajo de grupo fundado en la cooperación, el aprecio, la gestión, la equidad. Mejorar la comunicación es escuchar mejor y expresar más. Cuando un problema familiar es “estudiado en común” se encuentra la solución. La educación consiste cabalmente en plasmar a una persona que tenga las capacidades necesarias para superar los problemas que la vida presenta. Los padres saben que no pueden proteger a sus hijos indefinidamente. Deben por tanto actuar de dos formas. Una consiste en el don de la solidaridad incondicionada: “¡Cualquier cosa suceda, aquí estamos para ti!”. Esta actitud significa también admitir el derecho al error y empeñarse a enseñar a los hijos como superar los obstáculos. Significa además percibir la familia como lugar donde nos preparamos a enfrentar los desafíos y reemprender el camino. Sin familia es imposible superar las crisis. La segunda manera consiste en entrenar a los hijos para una buena disciplina constructiva, haciéndoles aceptar el principio de la realidad y el sentido del límite. Todas las crisis nacen del límite de ser criaturas débiles e imperfectas. Los hijos se entrenan para la vida a través de los “no” motivados de sus padres. Los “no” ayudan a crecer fuertes. Si los padres satisfacen todo capricho de sus hijos, éstos crecerán incapaces de soportar la frustración. El padre que, en buena fe, trata de ahorrar al hijo cualquier sufrimiento, podría privarlo de la oportunidad de desarrollar los instrumentos indispensables para enfrentar las dificultades. Los límites ayudan a los niños a desarrollar sus propios recursos.


EL DERRUMBE


Hay un forma de crisis que apunta directamente a la destrucción de la familia. Hoy la separación o el divorcio son considerados una forma para acabar con el dolor de una relación no satisfactoria. Miles de personas cada año cometen homicidios y/o suicidios, pero son centenares de miles los individuos que escogen el divorcio o la separación. De algunos años para acá el cincuenta por ciento de los matrimonios se derrumba; ¡hay quienes se hallan con dos, tres o más divorcios detrás suyo! La nuestra puede ser considerada “la sociedad del desechable”. Nuestros alimentos son confeccionados en hermosas envolturas destinadas a la basura, los automóviles y los electrodomésticos son proyectados para volverse obsoletos, los muebles se cambian porque ya no están de moda, las relaciones de negocios se cultivan hasta que rinden. Incluso la preñez que no se deseó es “eliminada”. No sorprende mucho, por tanto, que la sociedad haya llegado a aceptar el concepto del matrimonio “desechable”. Si ya no se halla gusto en seguir juntos, la cosa más fácil es renunciar al vínculo matrimonial “para rehacer la vida”, como se dice. Mas para los hijos no se trata de un factor indiferente o, como muchos suponen, de un acontecimiento “normal”. Toda separación derrumba con violencia su mundo afectivo: se sienten abandonados por quienes los trajeron al mundo, pierden de un solo golpe casi todos los puntos cardinales. Nunca más verán el amor, el matrimonio, la relación entre los sexos como los veían antes. De la casa construida sobre la roca pasan a la casa edificada sobre la arena y viven la separación de sus padres como una grave injusticia.


LA FE


La fe ofrece perspectivas enteramente diversas. La conversión: con la gracia de Dios las personas pueden cambiar también en forma radical. La esperanza: la energía victoriosa de quien sabe que “nada es imposible para Dios”. La fuerza del amor: es el arma más poderosa. El problema de muchos cónyuges es que piensan en el amor como si fuera una emoción. El amor es mucho más, es acción. Una “regla de oro” del Evangelio dice: “Haced a los demás todo lo que queréis que ellos os hagan a vosotros” (Mt 7,12). Es una definición del amor. El hecho que el amor sea una acción, más que una emoción, significa que es posible seguir amando al cónyuge también cuando no se experimentan fuertes movimientos emotivos hacia él. De las acciones puede volver a nacer la emoción. Es ésta la razón por la cual en el primer siglo d.C. el apóstol Pablo, dirigiéndose a los maridos, decía: “Amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia, hasta sacrificar su vida por ella” (Ef 5,25). Finalmente el sacrificio: es la dimensión definitiva del amor, aquella que permite crecer hasta “tocar el cielo”.



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