2006|es|03:Familia cuna de la vida: Hijos síntesis viva de amore

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de Pascual Chávez Villanueva


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AMILIA CUNA DE LA VIDA


HIJOS

SÍNTESIS VIVA DE AMOR


El amor conyugal no puede “agotarse” en el interior de la pareja, busca una realización ulterior en la realidad del hijo, “reflejo viviente de su amor, signo permanente de la unidad conyugal, síntesis viva e inseparable del padre y de la madre” (FC 14).

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l temor de procrear, la moda de procrastinar la concepción de un hijo o, al límite, la renuncia de concebirlo son actitudes contrarias a la plena expresión del amor conyugal y encierran el germen de la frustración. Una conducta de esta naturaleza impide el pleno desarrollo del amor de los esposos, a los cuales Dios ha confiado la misión de transmitir la vida… aunque la ciencia pueda ofrecer la posibilidad de hacerlo en forma alternativa y por otros caminos; no es, en efecto, la ética el criterio inspirador de su comportamiento. En la visión cristiana no tiene sentido hablar de modelos que no respetan la originaria dualidad hombre/mujer y la comunicación sexual/afectiva puesta en la base de la generación de la persona. Solo su amor mutuo puede ofrecer un clima adecuado para acoger a un nuevo ser humano. La existencia de una nueva vida introduce una realidad nueva que viene a enriquecer la relación familiar. Lejos de ser un hecho desequilibrante, es portador de una forma más intensa y enriquecedora de vida familiar, precursora de responsabilidades compartidas y llamada a consolidar el amor. También los hijos ya nacidos deben acoger con alegría la nueva vida brotada del amor de sus padres.


A los hijos hay que amarlos. En el amor encuentran ellos la energía que hace posible su existencia. El hijo pide ser acompañado por la familia que lo ha engendrado. Lo necesita no solo para alcanzar su desarrollo físico, sino también el intelectual y espiritual. El amor conyugal está ordenado, por su naturaleza, a la procreación y a la educación de los hijos. A los padres les corresponde, por tanto, el papel primario de educar a la prole preocupándose por el sustento y cuidando la “calidad” humana y cristiana de su desarrollo. Es importante que ellos se cuestionen acerca del proyecto de vida que podría ser conveniente para los hijos, en una sociedad que mide el éxito y el fracaso según parámetros económicos impuestos por las exigencias de una fría rivalidad. Pero los hijos no son propiedad exclusiva de sus padres; ellos están llamados a ser responsables de su propia vida y arquitectos de su propio destino en una sociedad compleja, en la cual las relaciones trascienden la familia. Con frecuencia nacen, cabalmente en este terreno, conflictos que resquebrajan la solidez de las familias. ¿Cómo conciliar el derecho de los hijos a crecer en libertad, con la responsabilidad que tienen los padres de acompañarlos en su proceso de maduración?


Uno de los cuadros más simpáticos de Don Bosco lo presenta, adolescente, en equilibrio sobre una cuerda. Imagen modelo: ser padres es como caminar sobre una cuerda, librados entre la tierra y el cielo, entre vida cotidiana y sueños. Representa perfectamente la tensión y la atención necesarias para no caer, ya que el punto de equilibrio varía continuamente. Los padres deben esforzarse por definir qué significa equilibrio y crearlo un instante tras otro para sí, para los hijos, para la familia. Solo de un buen equilibrio educativo nace la persona equilibrada. La educación es un desafío que tiende a donar a los hijos autonomía e identidad: deben aprender a vivir fuera quedando dentro de la familia. El crecimiento pide una mixtura de ingredientes que deben ser dosificados con atención para que el equilibrio se mantenga: libertad/límites, confianza/control, necesario/superfluo, actividad/descanso, conexión/separación, aquiescencia/intransigencia, etc. Se trata de comprender cuando es justo ofrecer apoyo y ayuda, y cuando es importante que los hijos se las arreglen solos. Cada momento es nuevo y lo que era necesario ayer puede no serlo hoy. En el campo educativo es fundamental la flexibilidad. Descubrir lo que los hijos necesitan pide no imponer nuestra voluntad, acoger sus señales y resistir a la tentación de ser invasores, sabihondos y superprotectores. Esto sin retirarse nunca de su vida: ellos tienen necesidad de apoyo y guía, hasta el momento en que se hallen en condiciones de guiarse por su cuenta.


Caminar sobre la cuerda exige esfuerzo y atención. Razón por la cual, a esos tiernos equilibristas que son los padres, les hace falta fuerza interior y solidez de pareja. El premio es proporcionado: la armonía de la familia. Para el crecimiento de un niño son fundamentales los padres: ¿serán arena o roca? (Mt. 7, 24-27). De ello depende el futuro. La familia es un núcleo afectivo primordial y educa en cuanto tal: es como el agua para los peces, el aire para las aves, el oxígeno para respirar. Antes viene la pareja: muchos padres no se preocupan de los hijos porque no se preocupan de sí mismos. La ley de las prioridades es inexorable: tener una buena familia significa colocarla “antes” del trabajo y de la carrera. El vértice de la evangelización es “dar la vida”. La familia hay que proyectarla: decidir “antes” qué tipo de familia ser. Es importante que los padres tengan un proyecto para un hijo, ideas acerca de su desarrollo, y le indiquen caminos posibles. Es difícil para una persona que crece, y que conoce todavía poco el mundo, construirse como individuo autónomo, si nadie le presenta posibilidades y estrategias de conducta, non solamente en relación a sus propias exigencias, sino también en relación a las exigencias de la familia, del grupo., de la comunidad. Y la primera técnica que se debe usar – a más que hablar, explicar y ser muy concretos – es ofrecer un modelo que seguir.


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  1. Dios ha confiado a los esposos la misión de transmitir la vida...


  1. También los hijos ya nacidos deben acoger con alegría la nueva vida brotada del amor de sus padres.


  1. Una familia – (silueta)