351-400|es|356 Seglares

3

Abreviaturas y siglas3





XXIV CAPÍTULO GENERAL

DE LA SOCIEDAD

DE SAN FRANCISCO DE SALES











SALESIANOS Y SEGLARES:

COMPARTIR EL ESPÍRITU Y LA MISIÓN






















ROMA, 1996



actas

del consejo general

de la sociedad salesiana

de san Juan Bosco



ÓRGANO OFICIAL DE ANIMACIÓN Y COMUNICACIÓN PARA LA CONGREGA­CIÓN SALESIANA





Nº 356



año LXXVII

mayo de 1996









DOCUMENTOS DEL XXIV CAPÍTULO GENERAL

DE LA SOCIEDAD DE SAN FRANCISCO DE SALES











Roma, 19 de febrero - 20 de abril de 1996




PRESENTACIÓN



Queridos hermanos:


Con este número [356] de Actas del Consejo General os llega el abundante material producido por el XXIV Capítulo General. A tenor de las Constitucio­nes (art. 148), se promulgan las disposi­ciones que aparecen en dos documentos: el más largo habla de compartir en comunión el espíritu y la misión de san Juan Bosco por parte de los salesianos y de los seglares; el segundo da a conocer los cambios que se han hecho en las Constitu­ciones y en los Re­glamentos Generales, así como algunas orientaciones sobre el gobierno de nuestra Sociedad.

En forma de anexos se incluyen textos que se consideran igualmente importan­tes para entender el momento que vive la Iglesia y las metas que hoy se fija nuestra Congregación. Entre ellos figuran los dos discursos del Santo Padre y el que tuvo el Rector Mayor en la clausura del Capítulo. Se añaden los mensajes del Capítulo: muestran los sentimientos y las mutuas expectati­vas nuestras y de los restantes grupos de la Familia Salesiana. Otros documentos dan testimonio de la vida capitular: homilías, síntesis al final de cada semana, crónica del Capítulo, etc. Por último, un abundante índice de materias permite hacer una lectura transver­sal del conjunto.

Conviene no echar en olvido el Informe sobre el estado de la Congrega­ción, que en su día se mandó a las Inspectorías; es sumamen­te útil para conocer nuestros sectores de trabajo, tener una visión amplia de la realidad salesiana y darse cuenta de la orientación general de las disposiciones capitula­res.

Todo ello transmite no sólo lo que el Capítulo debatió y votó, sino también lo que fue como acontecimiento de nuestra Congre­gación: una experiencia de comunión mundial en el carisma, un discernimiento atento para comprender lo que pide a la misión salesia­na la situación de la Iglesia y del mundo, y una gracia del Espíritu para nuestra vitalidad en este final de milenio, tan marcado por la preocupación de la nueva evangeliza­ción.

El documento que recoge las conclusiones sobre el tema del Capítulo es el resultado final de un camino de reflexión, en el que ya se habían implicado capilarmente todos los salesianos e Inspecto­rías.

Las principales etapas de dicho camino, escalonadas a lo largo de dos años, han sido: preparación de las pistas de refle­xión con los puntos que convenía profundizar, su estudio en las comunidades locales, celebración de los ochenta y nueve Capítulos Inspectoriales, examen del material enviado al Regulador, redacción del documento precapitu­lar y celebración del XXIV Capítulo General, que por sus comisiones y debates genera­les ha precisado mejor los problemas, ha expuesto con eficacia las inspiraciones carismáticas y ha establecido los objetivos y las líneas de acción que parecen posibles.

De la seriedad y amplitud de tales debates queda una valiosa documenta­ción en las actas y en las numerosas intervencio­nes con que los capitulares trataron de centrar, del mejor modo posible, las situaciones e indicar con claridad sus orienta­ciones.

El documento, pues, recoge nuestra experiencia mundial en la implicación de los seglares y expone ampliamente nuestra reflexión al respecto, haciendo ver los aspectos positivos y los puntos problemáti­cos de la actualidad. En tal sentido nos sirve, ante todo, de espejo para hacer una revisión.

Al mismo tiempo, ahonda en las motivaciones eclesiales, carismáticas y culturales que nos animan a seguir adelante con confianza en este nuevo frente de la vida y acción salesiana.

De ambas perspectivas —situación e inspiraciones carismáti­cas— surgen las orientaciones operativas y los criterios de acción, así como los objetivos y las tareas que una amplia mayoría consideró adecuadas para renovar o mejorar nuestra acción educativo-pastoral y la marcha y modalida­des de la vida comunita­ria.

No es el caso de detenerse ahora a comentar, subrayar o hacer síntesis. Las claves de lectura las tenéis en mi discurso de clausura a los capitula­res; es uno de los anexos de esta publicación.

Me limito a confiar el documento, con una oración y mucha confianza, al estudio paciente, profundo y detenido de cada salesiano y de las comunida­des locales, Inspectorías y Regiones o Conferen­cias Inspecto­riales. Interiori­zar la espiri­tualidad que propone, asumir la mentalidad pastoral que está en su base y concretar las sugerencias operativas será, durante algún tiempo, la tarea princi­pal, por no decir única, en todos los ámbitos de acción, en todos los órganos de gobierno y en todos los sectores de anima­ción: formación, pastoral juvenil, misiones, Familia Salesia­na, comunicación social y economía.

En el Capítulo General se dijo una y otra vez que nuestra capacidad de renovación no está sólo ni principalmente en enunciar intenciones o proyectos, sino en llevarlos a término con paciencia y determinación en cada una de nuestras obras y con la implicación activa de todos.

Así pues, hay que superar la mentalidad sectorial, que encierra en una actividad o lleva a realizarla de forma indivi­dual; se trata de asumir solidariamente los nuevos desarro­llos de un proyecto comunita­rio.

Hoy se nos llama a actuar juntos y de manera convergente en la implicación, en la corresponsabilidad y en la formación de los seglares con vistas a su progresiva identificación con el espíritu y la misión de san Juan Bosco en las comunidades educativo-pastorales, en la Familia Salesiana y en el Movimiento Salesiano.

Se nos invita a hacerlo como núcleo animador, concorde en la mentalidad y con calidad de acción, capaz de dar cabida e integrar en esta tarea a los seglares más motivados mediante las relaciones, la comunicación, el proyecto educativo-pastoral, el estilo de presencia y acción que pide el Sistema Preventivo y los planes de formación bien pensados.

Tal es el programa, tal es el reto. Desde él debemos mirar la adecuación de nuestros esfuerzos y sus resultados en cantidad y calidad. En él debe confluir hoy la reflexión sobre las di­mensiones de nuestra vida consagrada: espiritualidad, pastoral, pedagogía, competen­cia profesio­nal, organización.

Se trata de una nueva configuración de la comunidad "carismática" salesiana, que incorpora nuevos recursos, y de una nueva visión de los espacios donde hacer pastoral. Ambos aspectos requieren la adhesión de todos. La discontinuidad y la disper­sión, aun cuando se dieran con buena intensión, serían perjudicia­les.

No puedo dejar de señalar que el camino que nos proponemos seguir se presenta como un desarrollo del último sexenio, orientado por el XXIII Capítulo General, el cual ya advertía que, para educar a los jóvenes en la fe, hay que contar con una comunidad entendida como conjunto de adultos que son, para los jóvenes, signo, escuela y ambiente de fe, a fin de que compartan la referencia a Cristo o, por lo menos, los valores de la educación cristiana.

En esta realidad se concentra hoy nuestra mirada, para llevar al máximo sus posibilidades. Los jóvenes están siempre en el centro. El sentido pastoral es siempre la levadura de toda iniciativa. La educación es siempre la vía que hemos elegido para el crecimiento humano y para el camino de fe. Todo ello, sin embargo, lo queremos compartir y dedicarnos a comunicar —con más tiempo, con más preparación, con más instrumentos y con una concepción diversa de nuestro papel de pastores y educadores consagra­dos— a quienes el Espíritu Santo lleva a la órbita de san Juan Bosco.

De esta consideración se deduce que, a pesar de la continui­dad de nuestro proyecto, hay una novedad de perspectivas: nuestros esfuerzos se dirigen de forma concentrada a los seglares. Ellos serán, en estos años, nuestros primeros interlocutores, para que puedan ser correspon­sables.

El Santo Padre nos advertía que el secreto de la eficacia de este trabajo es la autenticidad y transparencia de nuestro seguimiento de Cristo. “La reciente asamblea del Sínodo de los Obispos —dijo— evidenció bien la relación que hay entre la espiritualidad de un Instituto religioso y la espiritual­idad de los seglares cuya vida y actividad se inspiran en él. En tal perspecti­va quiere ponerse la reflexión de vuestra asamblea capitular, que ciertamente no dejará de trazar pistas de coopera­ción apostólica entre consagrados y seglares, llamados a ser en el mundo testigos valientes del Evangelio” (cf. núm. 200).

Queridos hermanos, la promulgación de las disposiciones capitulares se hace el 24 de mayo, fiesta que nos recuerda la historia que, iniciada en Valdocco el 12 de abril de 1846, nuestro Padre condensó en la frase: Todo lo ha hecho ella.

Que María nos siga ayudando a recorrer, bajo la inspiración del Espíritu, con generosidad de corazón y con una fe llena de entusiasmo, el trecho de historia que nos lleva al tercer milenio.


Roma, 24 de mayo de 1996.

Juan E. Vecchi

Rector Mayor