Actas_1993_345.ACG


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del consejo general
año LXXIV
julio-septiembre de 1993
n.º 345
órgano oficial
de animación
y comunicación
para la
congregación salesiana
Direzione Generale
Opere Don Bosco
Roma

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del consejo general
de la sociedad salesiana
de san juan bosco
ÓRGANO OFICIAL DE ANIMACIÓN Y COMUNICACIÓN PARA LA CONGREGACIÓN SALESIANA
N.º 345
año LXXIV
julio-septiembre de 1993
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
2. ORIENTACIONES Y DIRECTRICES
3. DISPOSICIONES Y NORMAS
4. ACTIVIDAD DEL C. GENERAL
5. DOCUMENTOS Y NOTICIAS
página
Y MARIA LO ACOSTÓ EN UN PESEBRE 3
Mentalidad de itinerario
45
Rendir cuentas
52
(No se dan en este número)
4.1. De la crónica del Rector Mayor
55
4.2. De la crónica del Consejo General 56
5.1. Erección canónica
del Instituto de Ciencias
de la Comunicación Social
76
5.2. Nuevo obispo salesiano
77
5.3. Salesianos difuntos
(2.ª relación de 1993)
77

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Central Catequística Salesiana
Alcalá, 164 - 28028 Madrid
Edición extracomercial
Imprime: Gráficas Don Sosco - Arganda del Rey (Madrid}

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
Y MARÍA LO ACOSTÓ EN UN PESEBRE
Introducción: En el corazón de la significación salesiana.-Luces de la Palabra de Dios.-Las humil-
des fronteras del Reino de Cristo.-Radicalidad de la donación de sí mismo en la profesión.-La
pobreza de san Juan Bosco.-lntervención de tres rectores mayores.-EI proyecto evangélico de
nuestra Regla de Vida.-Sugerencias para un escrutinio de la pobreza.-Conclusión: la Bienaventu-
ranza de los pobres en María.
Roma, Solemnidad de María Auxiliadora,
24 de mayo de 1993
Queridos hermanos:
Quizás os extrañe el título de esta carta. No es cier-
tamente una invitación a pensar en Navidad durante el
mes de julio, sino, más bien, el propósito de tomar de
nuevo juntos el tema de la «pobreza», que puede ayu-
darnos a revisar con más valentía nuestra renovación.
Bien mirado, es un tema íntimamente vinculado con
nuestro compromiso capitular de educar a los jóvenes
en la fe. Los salesianos que me han pedido que tratara
este asunto quizás pensaban en una exhortación para
hacer reaccionar nuestras conciencias contra determina-
dos abusos, sin sospechar la densidad y riqueza espiri-
tual del tema.
Vivimos rodeados de un mundo que ama y busca el
bienestar, con modalidades de vida cada vez más seduc-
toras y apremiantes, y corremos el peligro nada imagi-
nario de que esto se introduzca en casa creando poco a
poco una mentalidad de aburguesamiento. Sin negar la
posibilidad de un influjo tan deletéreo, el motivo que
me impulsa a hablaros de la pobreza se centra en la
meditación en profundidad del misterio de Cristo, de su

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 345
4
Evangelio y de su Reino, así como de la peculiar opción
evangélica de san Juan Bosco. Antes de considerar algu-
nas directrices ascéticas, buscamos las luces de una refle-
xión que suscite nuestra sinceridad y entusiasmo. Pensa-
mos en la pobreza como en un «tema generador» de
nuestra índole particular. En efecto, «llamados a una
vida intensamente evangélica, elegimos seguir "al Salva-
dor, que nació en la pobreza, vivió en la privación de
todos los bienes y murió desnudo en la cruz"». Esta cita
del artículo 72 de nuestras Constituciones es de san
Juan
Bosco
en
su
Introducción
a
las
Reglas
1
Pienso que una reflexión de este tipo nos estimula a
renovar nuestro testimonio de vida y acción y a enten-
der con autenticidad el criterio oratoriano 2, que es nues-
tro verdadero parámetro de discernimiento y renova-
ción en toda actividad y presencia.
Nos ayudará también a prepararnos de modo especí-
fico a las grandes jornadas que el Sínodo de 1994 va a
dedicar a la vida consagrada, sin olvidar que el Magiste-
rio de la Iglesia, después del Concilio, se ha ocupado
con frecuencia del tema de la pobreza 3•
l. 1875; cf. Constituciones
y Reglamentos, Edición
1884, pág. 223.
2. Constituciones 40.
En el corazón de la significaci6n salesiana
' Desde los afias del Concilio Vaticano II hemos bus-
cado planteamientos globales para orientar el proceso de
renovación. Podemos enumerar algunos: «reajuste» 4, 4. XIX Capítulo General
3. Puede ser útil recordar aquí, en nota, algunos de los documentos más significativos del Magisterio:
Lumen gentiun, sobre todo el núm. 44;
Perfecttie caritatis, núms. 2, 5 y, especialmente. 13;
Ecclesiae sanctae, II, núms. 23, 24;
Evangelica testificatio, núms. 16-66;
Evangelii nuntiandi, núm. 69;
Redemptionis donum, núms. 4, 5, 6, 9-10, 12;
Religiosos y promoción humana, de la Congregación de la Vida Consagrada, núm. 4;
Código de Derecho Canónico, cánones 600, 640;
Elementos esenciales de la ensefianza de la Iglesia acerca de la vida religiosa, de la Congregación de la Vida Consagrada, cf.
Ill, núm. 20;
Directrices sobre la formación en los Institutos Religiosos, de la Congregación de la Vida Consagrada, núm. 14;
etcétera.

1.7 Page 7

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5
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
5. Cf. Actas del Consejo Ge-
neral núm. 340, págs.
32 SS,
«inserción entre los socialmente pobres», «formación
permanente» de las personas, «redacción del proyecto»
en las comunidades, etc. Últimamente hemos indicado
el criterio global de la «significaci6n», que incluye varios
aspectos 5 -entre los que también figuran los que acabo
de citar- de forma orgánica y más comprensiva. Pues
bien, la pobreza de que vamos a hablar aquí se sitúa pre-
cisamente en el corazón de esta significación orgánica de
nuestra vida y de nuestras presencias.
Evidentemente tenemos que ponernos de acuerdo
sobre lo que significa para nosotros el término «pobre-
za», que es múltiple y cambiante. En su uso corriente
indica una visión sociológica: con él suele señalarse un
aspecto de carencia económica, sobre todo; en ese senti-
do, aparece también marcado por la relatividad: es dis-
tinta de una región a otra y de un siglo a otro. Hoy, ade-
más, se habla de «nuevas pobrezas», para indicar
carencias que no se refieren sólo al aspecto económico;
por ejemplo, los refugiados, los inmigrantes, los margi-
nados, los drogadictos, etc. Cabe, pues, decir que la
pobreza se relaciona con la vida del hombre de modos
diferentes; tiene aspectos materiales, pero también psi-
cológicos, morales, sociales y culturales. De todas for-
mas, el primero es la diferencia económica entre ricos y
pobres, que ha crecido mucho y hace ver la inadecua-
ción de ciertas estructuras económicas y comerciales aje-
nas a la moral. La mentalidad consumista favorece el
egoísmo individual y colectivo y se siente la necesidad
urgente de trabajar por el nacimiento de un nuevo
orden mundial.
Todo esto tiene sin duda, por su incisividad social,
una importancia concreta más allá del testimonio ascé-
tico; es como un «signo de los tiempos» que exige el
relanzamiento de la profecía de la pobreza evangélica; la
Iglesia hoy se siente fuertemente comprometida en esta
tarea y lo hace de modo constante también mediante su
Doctrina Social.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 345
6
Pero, ¿cómo reflexionar sobre la pobreza evangélica?
Si la pobreza que nos interesa se redujera sólo a las
carencias temporales, no tendría justificación la idea de
presentarla como elemento situado en el corazón de
nuestra significación.
Durante la tercera sesión del Vaticano II, en el deba-
te del esquema sobre «La Iglesia en el mundo hoy» (que
luego sería la constitución Gaudium et spes), nuestro car-
denal Raúl Silva Henríquez, que entonces era también
presidente de Cáritas Internacional, insistió ya en la
profunda diferencia que hay entre «pobreza evangélica»
(fruto de la gracia) y «pobreza socioeconómica» (conse-
cuencia del pecado): la primera es un gran valor que hay
que cultivar; la segunda, un desorden que hay que com-
batir en un proceso de compromiso social animado pre-
cisamente por los dinamismos cristianos de la pobreza
evangélica. En la Asamblea General de Puebla, los Obis-
pos latinoamericanos, deseando ofrecer un criterio pas-
toral para la liberación de las diferencias sociales excesi-
vamente gravosas, también insistieron en el significado
específico de la «pobreza cristiana» 6 como alma de una
liberación completa en Cristo. «En el mundo de hoy
-escribieron- esta pobreza es un reto al materialismo y
abre las puertas a soluciones alternativas a la sociedad de
consumo» 7• Todos los cristianos deberían saber que «la
pobreza evangélica une la actitud de apertura confiada a
Dios con una vida sencilla, sobria y austera que aleja la
tentación de la codicia y del orgullo», es decir, de la ido-
latría
de
la
riqueza
8
La pobreza, en su significado evangélico, no sólo
tiene un valor de profundidad espiritual para la persona
del discípulo de Cristo, sino también una proyección
social para evangelizar el complejo y difícil campo eco-
nómico y político actual; implica nada menos que una
visión propia del mundo para iluminar con el Evangelio
los proyectos sociales de cambio.
Por eso decíamos que la pobreza se sitúa en el cara-
6. Cf. Puebla, núms.
1141-1152.
7. Puebla, 1152.
8. Puebla, 1149.

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7
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
9. Evangelica testificatio l.
10. Lumengentium44.
zón de la significación salesiana, criterio global de nues-
tra renovación. Pablo VI dejó escrito: «El testimonio
evangélico de la vida religiosa muestra claramente ante
los ojos de los hombres la primada del amor de Dios
con tal fuerza, que debemos dar gracias al Espíritu
Santo» 9.
Es una constatación que ya había hecho el Concilio
sobre la significación de la vida religiosa en la naturaleza
sacramental de la Iglesia: «La profesión de los consejos
evangélicos aparece como un signo que puede y debe
atraer eficazmente a todos los miembros de la Iglesia a
cumplir con fervor los deberes de la vida cristiana. En
efecto, dado que el pueblo de Dios no tiene aquí ciudad
permanente, sino que busca la futura, el estado religio-
so, que hace a sus seguidores más libres de los cuidados
terrenos, cumple también la función de manifestar ante
todos los fieles que los bienes celestiales están ya presen-
tes en este mundo, de testimoniar la vida nueva y eterna
conquistada por la redención de Cristo y de prefigurar la
futura resurrección y la gloria del reino celestial» 10•
11. Gaudium et spes 69.
Luces de la Palabra de Dios
Por tanto, no debemos dejarnos confundir por la
plurivalencia del término «pobreza». Ha habido, al res-
pecto, cierta retórica, que es preciso evitar para no caer
en modas populistas, más sociológicas que evangélicas.
Sabemos que los bienes de la tierra pertenecen al orden
de los medios y no de los fines; son una especie de expre-
sión del amor del Creador al hombre. «Dios ha destina-
do la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los
hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados
deben llegar a todos de forma equitativa bajo la guía de
la
justicia
y
en
compañía
de
la
caridad»
11
Todo
bien,
aunque sea de propiedad privada, posee una dimensión
social que los criterios evangélicos deben saber destacar.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 345
8
Hoy día la visión cristiana de la pobreza adquiere su sig-
nificado concreto especialmente cuando se confronta
con el dato social y con los comportamientos efectivos
con los pobres, particularmente los oprimidos económi-
camente; ello exige una revisión del papel que desempe-
ñan las mismas estructuras.
Por desgracia, el egoísmo humano ha introducido en
la vida de la gente y de los pueblos una desigualdad dra-
mática, que se manifiesta en múltiples injusticias y
miserias. Por ello es imprescindible leer y profundizar
cuanto afirma la Palabra de Dios.
En la Sagrada Escritura el tema es muy amplio, rico
y complejo; no es posible sintetizarlo aquí debidamente.
Bastará recordar el cuadro de fondo. Dios está de parte
de los pobres y de los necesitados de ayuda. El hombre
que sufre necesidad es la medida de la autenticidad del
amor cristiano; los pobres constituyen una condición
privilegiada para guiar las opciones de los fieles: «Os ase-
guro -dice el Señor- que cada vez que lo hicisteis con
uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicis-
teis» 12• Considerando este cuadro, podemos subrayar
dos aspectos muy claros que iluminan nuestra medita-
ción sobre la posesión y el uso de los bienes de la tierra:
un «reto» y una «bienaventuranza».
* UN RETO. La Palabra de Dios lamenta la pérdida
de la solidaridad humana a causa de la sed de riqueza.
Espigamos algunas citas breves pero incisivas.
El salmo 48 afirma: «El hombre no perdura en la
opulencia, sino que perece como los animales».
Quien pone su corazón en la riqueza deja de com-
prender el sentido de la plena y exclusiva entrega del
hombre a Dios y se enreda cada vez más en el servicio
a los ídolos.
En el Evangelio se fustiga a los ricos -«difícilmente
entrará un rico en el Reino de los Cielos» 13; «¡ay de voso-
tros los ricos, porque ya tenéis vuestro consuelo!» 14; «a
los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los des-
12. Mateo 25,40.
13. Mateo 19,23.
14. Lucas6,14.

2 Pages 11-20

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2.1 Page 11

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9
15. Lucas 1,53.
16. Cf. Marcos 12,42.
17. Cf. Mateo 19,22.
18. Cf.]uan 12,I ss.
19. J]uan3,17.
20. 1 Santiago l, 11.
21. 1 Co 13.3.
22. Cf. Hechos cap. 5.
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
pide vacíos» 15- y se dan juicios severos que hacen refle-
xionar: el pequeño óbolo de la viuda comparado con lo
que
dan
los
ricos
16
;
la
invitación
vocacional
de
seguir
a
Jesús
a
un
joven
que
no
aceptó
porque
era
muy
rico
17
;
el
episodio de la libra de perfume de nardo purísimo en
Betania derramado sobre los pies de Jesús y la exclama-
ción de Judas: «¿Por qué no se ha vendido este perfume
por trescientos denarios para dárselo a los pobres? 18» (un
autor observa con razón: «¿Qué sería la Iglesia, si la bolsa
de Judas Iscariote estuviera llena para los pobres y la casa
de Betania sin perfume?»).
Los Apóstoles entendieron muy bien el mensaje de
Jesús. De san Juan nos basta recordar aquel «si uno tiene
de qué vivir y, viendo a su hermano en necesidad, le cie-
rra sus entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de
Dios?» 19• De Santiago citamos su afirmación sobre la
caducidad: «Cae la flor y su bello aspecto perece; así se
marchitará
también
el
rico
en
sus
empresas»
20
De san
Pablo es el célebre himno a la caridad: «Podría repartir
en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar
vivo; si no tengo caridad, de nada me sirve» 21 En los
Hechos de los Apóstoles tenemos el dramático episodio
de Ananías y Zafira, que puede hacernos reflexionar a
los religiosos sobre la libre opción de poner en común
todos
los
bienes
22
Sabemos que los bienes de la tierra se consideran
en la Escritura como un don admirable de Dios. Sería
un error despreciarlos; no es posible prescindir de
ellos como medios para vivir y para hacer el bien al
prójimo: ¡es una bendición saberlos usar bien! De lo
que debemos desconfiar es el egoísmo, que, al acu-
mular riquezas, embota el corazón y nubla la inteli-
gencia: las riquezas suelen producir el eclipse de
Dios. Jesús condena, en los ricos, la actitud mezqui-
na de egoísmo y la falta de solidaridad; pero no hace
una discriminación clasista; basta pensar en su trato
con los publicanos, con Zaqueo, con José de Arima-

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 345
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tea, con Nicodemo, etc. Enseña a saber determinar
dónde pone cada uno su tesoro, porque allí estará
también su corazón. Así pues, según el Evangelio
tanto el rico como el pobre son juzgados, en definiti-
va, por la actitud de su corazón 23 Un ilustre autor ha
escrito: «Ricos o pobres, miraos en la pobreza como
en un espejo, porque es la imagen de vuestro desen-
gaño fundamental: ella tiene aquí abajo el lugar del
Paraíso perdido» 24.
Una BIENAVENTURANZA. La Palabra de Dios
llama felices a los que, no teniendo o no deseando rique-
zas, cultivan en su corazón valores más altos, tales como
la religiosidad, la solidaridad, el compromiso de vida y
la donación de sí mismo al prójimo.
Jesús empieza su Sermón de la Montaña diciendo:
«Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el
Reino de los cielos» 25• Relaciona la condición de los
pobres con la venida del Reino a ellos; se trata, por
tanto, de algo grandioso, que será totalmente suyo. La
consideración del Reino de Cristo y de Dios tiene, por
consiguiente, una importancia determinante para inter-
pretar correctamente la bienaventuranza de los pobres.
Este Reino -dice el Santo Padre- «no es un concep-
to, doctrina o programa sujeto a libre elaboración, sino
que es ante todo una persona, cuyo nombre es Jesús de
Nazaret, imagen de Dios invisible» 26• Hoy es fácil oír
hablar de Reino, como si fuera algo opuesto a la Iglesia,
con concepciones reductivas de carácter antropocéntri-
co que tienden a presentarlo, en la práctica, como «una
realidad meramente humana y secularizada, en la que
sólo cuentan los programas y luchas por la liberación
socioeconómica, política e incluso cultural, pero con
unos horizontes cerrados a lo trascendente» 27•
Es cierto que el Evangelio nos enseña que los social-
mente pobres son los preferidos de Dios: es el gran presu-
puesto teologal de la Encarnación. Dios privilegia la situa-
ción concreta de pobreza por encima de preocupaciones
23. Cf. Lucas 12,34.
24. BERNARDOS, Diario de
un cura rural
25. Mateo 5,3.
26. Redemptoris missio 18.
27. Redemptoris missio 17.

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11
28. Lucas 2,7.
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
morales o méritos de virtud: al hacerse hombre, eligió esa
situación; cuando nació, su madre «lo acostó en un pese-
bre» 28, y desde situación tan humilde se dedicó a salvar el
mundo evangelizando a los pobres. El Reino de Dios, pues,
vino a los pobres y entre ellos se desarrolla; quien desee for-
mar parte de él no puede dejar de interesarse por los pobres
y aprender a recibir a Cristo como ellos.
Pero no basta; hay que seguir profundizando. El
Reino nace y crece entre los pobres; sin embargo, no se
identifica sin más con los socialmente pobres; entre ellos
existe también, por desgracia, el pecado, que se opone
constitutivamente al Reino de Dios, cuya plenitud se
halla en Cristo pobre, desde quien crece en oposición al
mal: al mal de cada uno y al mal de todos. Jesucristo no
es sólo el profeta del Reino, es también su plenitud; en
él y mediante la obra de su Iglesia, el Reino se extiende
al mundo entero: mediante la comunicación del Evan-
gelio crece el Reino de Cristo, que al final de los tiempos
será entregado al Padre como Reino definitivo de Dios.
Las Bienaventuranzas no son únicamente «el mani-
fiesto de Jesús»; hay que de verlas también como una
especie de autobiografía; para entenderlas bien, hay que
mirarle a él. Así, Jesús pobre aparece no sólo como el
primer campo fecundo donde se sembró y de donde
brota el amor de Dios, sino también como el modelo de
la actitud profunda del corazón pobre con la que se reci-
be y se desarrolla el Evangelio del Reino.
Resumiendo, la Bienaventuranza de los pobres se
entiende con claridad cuando la ponemos en relación con
Jesucristo; en él recibimos con plenitud la iluminación de
la Palabra de Dios, en él comprendemos lo que es el
Reino que colma el ansia de los evangélicamente pobres.
Las humildes fronteras del Reino de Cristo
Las fronteras del Reino están en el territorio de los

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 345
12
pobres; desde ahí se extienden a todos. El Concilio nos
recuerda que «el mundo no puede ser transformado ni
ofrecido a Dios sin el espíritu de las Bienaventuran-
zas» 29• La Bienaventuranza de la pobreza es levadura
para toda sociedad verdaderamente humana y está lla-
mada a transformar radicalmente el orden económico
materialista. Es parte esencial de la opción cristiana de
todo bautizado y está situada en la base de toda la ener-
gía transformadora de la humanidad. No es, por tanto,
un aspecto secundario que podemos dejar de lado: los
pobres del Señor son los protagonistas de la expansión
del Reino. Cristo hace que en su corazón abunde el
amor, de modo que en ellos se desarrolla no simplemen-
te la preocupación ascética de la renuncia, sino, y sobre
todo, el amor de solidaridad y una visión de fe en el sen-
tido global del mundo, de la sociedad y de los bienes
económicos, que estimula la dimensión social concreta
de toda la caridad. Ser evangélicamente pobre, dirigirse
a los socialmente pobres para darles el Evangelio, orien-
tar la atención y solidaridad de todos hacia los últimos
porque son más necesitados y proclamar el misterio de
Cristo como fuente segura y eficaz de una renovación
social auténtica, es defender la imagen de Dios grabada
en todo hombre y combatir el materialismo -en sus
diversas expresiones de desinterés por la dignidad de las
personas- para que la historia sea dirigida no por el ego-
ísmo y el odio, sino por la caridad; es invitar a todos a
colaborar en la construcción de la «civilización del
amor», superando la ruindad de los ricos y los métodos
de la violencia. Es una tarea de gigantes y difícil, comen-
zada por Cristo y legada en herencia a su Iglesia. Recor-
demos la primera predicación de Jesús en la sinagoga de
su aldea. Abierto el rollo del profeta Isaías, leyó y
comentó el paso que dice: «El Espíritu del Señor está
sobre mí, porque él me ha ungido y me ha enviado para
dar la Buena Noticia a los pobres» 30•
No es que Dios bendiga la miseria y la desigualdad
29. Kumengentium31.
30. Lucas4,IS.

2.5 Page 15

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13
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
31. Marcos 1.16-20.
32. Marcos2,14.
33. Lucas 14,33.
34. Redemptionis donum
12.
socioeconómica, que siguen siendo un mal y un escán-
dalo; pero una consideración atenta, por ejemplo, de la
parábola de Lázaro aclara el peligro que supone la rique-
za: quien halla en sí mismo sus seguridades no es capaz
de dar cabida ni a Dios ni al prójimo. Es un hecho indis-
cutible que Jesús exige a los constructores más compro-
metidos de su Reino la renuncia a los bienes de este
mundo. Simón Pedro y Andrés, llamados por el Señor,
«inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron» 31 ;
Santiago y Juan «dejaron a su padre Zebedeo en la barca
con los jornaleros y lo siguieron»; «al pasar vio a Leví, el
del Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le
dijo: sígueme; se levantó y lo siguió» 32; y, finalmente: «el
que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discí-
pulo mío» 33•
Recordemos la profunda reflexión de Juan Pablo II:
«La pobreza forma parte de la estructura interior de la
gracia redentora de Jesucristo ... La pobreza evangélica
abre ante los ojos del alma humana la perspectiva de
todo el misterio escondido por los siglos en la mente de
Dios. La pobreza de Cristo esconde en sí misma la
riqueza infinita de Dios; más aún, es su expresión infali-
ble. En efecto, una riqueza como la Divinidad no habría
podido expresarse adecuadamente en ningún bien crea-
do; sólo podía hacerlo en la pobreza. Por ello, sólo
puede ser entendida de modo exacto por los pobres, por
los pobres en el espíritu. Cristo, Hombre-Dios, es el pri-
mero de ellos. El que, "siendo rico, se hizo pobre", no es
sólo el Maestro, sino también el portavoz y garante de la
pobreza salvífica que corresponde a la riqueza infinita de
Dios y al poder inagotable de su gracia» 34• Por eso, cuan-
do Jesús exige esta pobreza salvífica en los apóstoles
como constructores del Reino, no los invita simplemen-
te a imitar un determinado modo exterior de vida, sino
que los dispone a participar en su manera de ser en el
misterio de la Encarnación, es decir, a cultivar constan-
temente en el corazón sus mismos sentimientos de por-

2.6 Page 16

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 345
14
tador del Reino. El corazón de sus discípulos y colabo-
radores más comprometidos debe estar realmente des-
prendido de todo lo que no sea Dios; debe permanecer
«libre», como el suyo, de los numerosos lazos terrenos.
No se puede servir a la vez a Dios y al dinero 35•
Si la naturaleza de Dios es el amor 36 y si Jesús trajo al
hombre ese amor para que pasara de la muerte a la
vida 37, se comprende enseguida por qué proclamó Jesús
la Bienaventuranza de la pobreza: quiso hacer ver la ale-
gría de ser evangélicamente pobre para poder llevar en el
corazón el amor que mueve a dar la vida por los herma-
nos 38. Romper los múltiples lazos de la codicia de rique-
za es una operación salvífica que libera el corazón de los
discípulos del Señor y lo hace abierto y generoso a la
solidaridad con el prójimo.
Las fronteras del Reino de Cristo son humildes, pero
contienen dentro de sí la energía de la salvación. Dentro
de ellas cabe ser pobre de modos distintos, aunque siem-
pre con el Señor. Es un pensamiento que debemos con-
siderar con atención después del relanzamiento de la
vocación y misión del laicado en la Iglesia.
No podemos olvidar que Cristo es también autor de
la creación, de los bienes de la tierra, de la familia y de la
sociedad. Él, al encarnarse, no vino a cambiar las leyes
inherentes a la naturaleza humana y a la creación; eligió
como servicio fundamental para liberar del pecado al
hombre el camino del Siervo de Yavé para la redención.
Su vocación es histórica, no alternativa a las diferentes
tareas humanas (matrimonio, economía, política, cultu-
ra, etc.); pero es luz de la verdad de las mismas y energía
de su bondad. Ciertamente, en el mundo actúa tam-
bién, por desgracia y dramáticamente, el misterio del
mal; pero éste, más que descalificar el compromiso en el
orden temporal, lo exige con intensidad peculiar en sin-
tonía con la imprescindible misión redentora de Cristo.
Así como, por ejemplo, su virginidad no impide que los
seglares se casen, sino que los guía para vivir en familia
35. Cf. Lucas 16,13.
36. Cf. 1 Juan 4,8-16.
37. Cf. 1 juan 3,14.
38. Cf. 1 juan 3, 16.

2.7 Page 17

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15
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
39. Cf. Lumengentium44.
con auténtica caridad, así también análogamente su
pobreza no aleja a los fieles de los compromisos del
orden temporal, sino que los guía a la purificación y a la
recta ordenación del mundo económico, político y cul-
tural.
En particular, conviene observar que el contexto
histórico en que vivimos está construido sobre opciones
erróneas que han causado mil injusticias y están
aumentando la distancia entre el Norte y el Sur, ofensi-
va para la dignidad humana. Esta situación pide con
fuerza a los cristianos que sepan proclamar con priori-
dad la dimensión profética de la pobreza evangélica, es
decir, que hagan ver a todos la Bienaventuranza de los
pobres centrada, como hemos dicho, en el Reino de
Cristo y de Dios. El horizonte de este Reino impele a
superar la tenaz inmanencia del materialismo para
favorecer una transformación moral y cultural que
pueda cambiar el orden actual. La misión evangelizado-
ra de la Iglesia debe dirigirse también, de forma ade-
cuada, a quienes socialmente son «no pobres», si verda-
deramente se quiere que nazca un orden nuevo.
Aparece, así, como un reto urgente y un objetivo real de
la nueva evangelización la capacidad de influir cristia-
namente en los «no pobres» (por ejemplo, en las socie-
dades del Norte y también en muchas ciudades del
Sur). La opción pastoral por la Bienaventuranza de los
pobres resulta, por tanto y de hecho, no una opción de
lucha de clase contra los «ricos», sino un reto urgente
para evangelizar también a los «no pobres», guiada por
la óptica del Reino.
Ahora bien, al reflexionar sobre la peculiaridad de
nuestra pobreza de consagrados, debemos ser capaces de
percibir su singularidad en el seguimiento de Cristo y su
función de signo y estímulo para todos -en cada nación,
según SUS condiciones particulares 39- y saberla armoni-
zar, como luz evangélica y estímulo cristiano de concre-
ción para los jóvenes que estamos educando en la fe, a

2.8 Page 18

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 345
16
fin de que sean en el mundo generosos protagonistas de
la vocación laical.
Así pues, cabe ser pobre según el Evangelio de dife-
rentes modos; nuestra opción específica de radicalidad
religiosa debe aparecer en la Iglesia como signo auténti-
co de Cristo y ser portadora para todos (pobres y no
pobres) del mensaje de las Bienaventuranzas.
Radicalidad. de la donación de sí mismo en la profesión
Entre los discípulos de Cristo, algunos se compro-
meten a seguirlo con radicalidad. Así, vemos que la con-
sagración religiosa lleva consigo un testimonio peculiar
de la pobreza.
Vale la pena recordar aquí que los tres consejos evan-
gélicos profesados con voto no constituyen tres caminos
paralelos que se suman, sino que son, más bien, tres
aspectos complementarios y concretos de una única
donación de sí mismo a Dios, de un único seguimiento
de Cristo para testimoniar su misterio, de un único
compromiso para la edificación de su Reino. Es cierto
que cada consejo tiene un significado propio y conteni-
dos específicos; sin embargo, definen juntos el testimo-
nio del seguimiento de Cristo. Hay entre ellos un inter-
cambio permanente y mutuo, de modo que puede
profundizarse la radicalidad de cada uno de ellos inclu-
yendo vitalmente los otros dos. Profesar los tres consejos
evangélicos quiere decir entregarse a Dios en plenitud y
radicalidad, como si fuera un solo voto global, un solo
«sí» expresado en un triple aspecto evangélico que abar-
ca toda la persona y toda la vida.
La vivencia salesiana de los consejos evangélicos se
centra en la obediencia de Jesús como Hijo enviado a la
misión del Reino; esto (la obediencia en la misión) da
un toque especial a la radicalidad de la pobreza y de la
castidad. Pero, por la mutua interacción de los tres, tam-

2.9 Page 19

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17
40. Juan 18,37.
41. Cf. Daniel e1p. 2.
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
bién la pobreza (y respectivamente la castidad) aporta
rasgos peculiares a la obediencia e incluso a toda la
misión realizada y a la dimensión comunitaria de la
vida.
La pobreza, en particular, dispone a seguir solícita-
mente la opción hecha por Dios de ser pobre y de evan-
gelizar a los pobres, libera el corazón de los lazos de los
bienes terrenos para llenarlo de amor y proclama ante el
mundo una paradójica profecía de liberación que desco-
nocen los ricos. Así se comprende en qué consiste la ori-
ginalidad del Reino de Cristo: «Soy rey. Yo para esto he
nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo
de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi
voz» 40• Es la gran paradoja del Evangelio: todos los rei-
nos del mundo se construyen de otro modo, con
muchas riquezas y violencias; el de Cristo surge de los
pobres y, al final, acabará con los demás: recordemos la
célebre y gigantesca estatua del sueño de Nabucodono-
sor, destrozada por la piedra desprendida del monte sin
ninguna conjura ni planificación de conquistadores
poderosos 41
Mirar la vida consagrada desde la pobreza obliga a
ser muy concreto en la obediencia a Dios, a dar dimen-
sión histórica y cotidiana al género de vida de las perso-
nas y de las comunidades, a dar calidad a las presencias,
a elegir los destinatarios y a dar vida a una identidad más
de acuerdo con la misión que hay que realizar. Si del
Fundador heredamos una «experiencia de Espíritu
Santo» ligada de muchos modos a la pobreza, quiere
decir que un examen de conciencia sobre nuestra forma
de vivir el testimonio evangélico de la pobreza nos ayu-
dará a mejorar todo el proceso de renovación y a pro-
fundizar el criterio de significación con que guiarlo. La
sociedad actual es o tiende a ser, según lugares y grupos,
sociedad de consumo; el bienestar constituye en general
una de las aspiraciones de los ciudadanos. Esta mentali-
dad rinde culto a determinados ídolos que destronan al

2.10 Page 20

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 345
18
Dios verdadero y favorecen por doquier una mentalidad
materialista que se impone. Sería pernicioso que los
consagrados dieran a la gente y a los j6venes cualquier
antitestimonio en la posesi6n y uso de los bienes tem-
porales.
Pablo VI record6 explícitamente que los hombres de
nuestro tiempo interpelan con particular insistencia a
los religiosos precisamente sobre este punto: «En una
civilizaci6n y en un mundo cuyo distintivo es su prodi-
gioso movimiento de crecimiento material casi indefini-
do, ¿qué testimonio ofrecería un religioso que se dejase
arrastrar por una búsqueda desenfrenada de comodida-
des y encontrase normal concederse, sin discernimiento
ni discreci6n, todo lo que se le ofrece? Mientras que para
muchos es mayor el peligro de verse envueltos por la
seductora seguridad del poseer, del saber y del poder, la
llamada de Dios os coloca a vosotros en el vértice de la
conciencia cristiana, para recordar a los hombres que su
progreso verdadero y total consiste en responder a su
vocaci6n de "participar, como hijos, en la vida del Dios
viviente, Padre de todos los hombres"» 42• La consagra-
ci6n salesiana nos coloca en este ámbito de seguimiento
radical y nos invita a ser muy concretos en su testimo-
nio; más que de razones, se nutre del modelo y de las
opciones del Fundador.
42. Evangelica testijicatio
19.
La pobreza de san Juan Bosco
«El Señor nos ha dado a Don Bosco como padre y
maestro. Lo estudiamos e imitamos admirando en él
una espléndida armonía entre naturaleza y gracia» 43• El
Espíritu del Señor teji6 toda su vida sobre una trama de
pobreza real, abrazada con conciencia evangélica, amada
como un tesoro para la santidad y llena de dinamismo
de cara a un apostolado especial en favor de los pobres.
Su testimonio fue muy claro y original. Comencemos
43. Constituciones 21.

3 Pages 21-30

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3.1 Page 21

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19
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
44. Memorias Biogrdficas i,
296.
45. Memorias del Oratorio,
LAS, Roma 1991, pág.
132.
46. Constituciones 73.
recordando las conmovedoras palabras de su madre
Margarita antes de que ingresara en el seminario: «No lo
olvides: nací pobre, he vivido pobre y quiero morir
pobre. Más aún, te aseguro que, si decides ser sacerdote
secular y, por desgracia, llegas a ser rico, no iré a verte ni
una sola vez. ¡Recuérdalo bien!» 44.
Las circunstancias históricas de su niñez en los Bec-
chi y, después, de su juventud en Chieri lo marcaron
existencialmente y le hicieron comprender que el Señor
lo guiaba explícitamente hacia una opción vocacional
totalmente dirigida a los pobres para la animación y
defensa de su fe cristiana. De hecho, su actividad apos-
tólica lo llevó inmediatamente a la juventud necesitada
y su pobreza irá siempre acompañada de una confianza
extraordinaria en la Providencia para buscar con mil ini-
ciativas los medios necesarios para educarla. Se trata,
pues, de una pobreza emprendedora, tejida de trabajo
incansable y acometiendo iniciativas grandiosas a veces,
pero siempre fiel a la Bienaventuranza del Evangelio.
Cuando la Marquesa de Barolo le ofreció una ocupación
que le aseguraba la subsistencia pero lo alejaba de los
jóvenes pobres, la rechazó con decisión: «Dios siempre
me ha ayudado y seguirá haciéndolo en adelante» 45•
Hay que decir que su estilo de pobreza apostólica se
diferencia de otros tipos de pobreza testimoniados
incluso por santos o en otros institutos religiosos: «Vivió
la pobreza como desprendimiento del corazón y servicio
generoso a los hermanos, con estilo austero, industrioso
y rico de iniciativas» 46• La pobreza evangélica puede
expresarse, como decíamos, de modos diferentes. La de
san Juan Bosco fue una pobreza evangélica activa y cre-
ativa, ligada al trabajo y al espíritu de iniciativa. Él se
movía, y hasta se humillaba, para buscar los medios
necesarios para sus proyectos de promoción (basta
recordar el contenido de sus numerosas cartas y la auda-
cia de sus empresas); consideraba un bien la capacidad
organizadora; en ciertas actividades deseaba estar en la

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 345
20
vanguardia del progreso; tenía la convicción de que,
para educar a los jóvenes pobres y defender la fe del pue-
blo, era preciso saber obtener y usar medios adecuados y
eficaces; el mismo Papa León XIII, cuando Don Bosco
era ya de edad avanzada, sufría achaques y estaba lleno
de deudas, lo llamó para encomendarle la construcción
de la basílica del Sagrado Corazón en el barrio romano
de Castro Pretorio, precisamente porque apreciaba en él
este tipo de pobreza emprendedora.
Con razón escribió de él don Miguel Rúa: «Nuestro
venerado Padre vivió pobre hasta el final de su vida y
tenía un amor heroico a la pobreza voluntaria. Gozaba
cuando debía sufrir la penuria de cosas necesarias. Fue
evidente su desapego de los bienes de la tierra, pues,
habiendo pasado por sus manos muchísimo dinero,
nunca se vio en él la mínima solicitud para procurarse
alguna satisfacción temporal. Solía decir: "Para practicar
la pobreza, hay que tenerla en el corazón", y Dios
recompensó generosamente su confianza y su pobreza,
de modo que pudo acometer obras que ni los mismos
príncipes se habrían atrevido a empezar, y las llevó a tér-
mino felizmente» 47•
Al fundar la Congregación Salesiana, san Juan Bosco
quiso que sus miembros conservaran y vivieran este tipo
de pobreza. Una pobreza industriosa que no desprecia
los bienes, sino que los pone con inteligencia e iniciati-
va al servicio de la promoción de los más pobres, sin
rodearse nunca de comodidades y tranquilidad. Él, fun-
dador, de origen humilde e indigente, en una época de
estrecheces económicas y culturales para la mayoría de la
gente, quiso una Congregación que fuera también subs-
tancialmente de carácter popular, con miembros entre-
gados al trabajo, expertos en sacrificio y renuncias,
abiertos con magnanimidad a empresas apostólicas y
misioneras valientes y testigos de una pobreza dinámica
cuya raíz fuera la confianza total en la intervención de la
Providencia.
47. MIGUEL ROA, Lettere
circolari di Don Miche-
le Rua ai Salesiani, Ed.
Dir. Gen. Opere Sale-
siane, Turín 1965,
pág. 435.

3.3 Page 23

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21
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
48. Memorias Biográficas
VI, págs. 328-329.
49. Cf. Actas del Consefo
Superior, núm. 300,
abril-junio de 1981,
págs. 3-43 y 25-27.
50. Constituciones y Regla-
menros, págs. 261 s.; cf.
Memorias Biográficas
XVII, pág. 272.
Una pobreza evangélica un poco original, pero
auténtica y exigente, aunque de forma distinta, por
ejemplo, a la de san José Cottolengo.
Escuchemos a nuestro Padre en la sabiduría de su len-
guaje llano y referido espontáneamente a la vida: «¡La
pobreza es nuestra fortuna, es la bendición de Dios! Más
aún, pidamos al Señor que nos mantenga en pobreza
voluntaria. ¿No empezó Jesucristo en un pesebre? ... El
que es rico prefiere el reposo y, en consecuencia, el amor
a las comodidades y satisfacciones y la vida ociosa. El espí-
ritu de sacrificio se apaga. Leed la historia eclesiástica y
encontraréis infinidad de ejemplos que demuestran que la
abundancia de bienes temporales fue siempre la causa de
la ruina de comunidades enteras, que, por no conservar
fielmente su espíritu de pobreza, cayeron en el colmo de
las desgracias. En cambio, las que se mantuvieron pobres,
florecen maravillosamente. El que es pobre piensa en
Dios y recurre a él; os aseguro que Dios siempre provee de
lo necesario, sea poco o mucho ... No lo dudéis: nunca
nos faltarán los medios materiales proporcionados a nues-
tras necesidades y a las de nuestros jóvenes» 48• Podemos
recordar también su insistencia en el lema «trabajo y tem-
planza», tan bien colocado para sujetar el manto en el
famoso sueño del personaje de los diez diamantes 49• Con-
viene, sobre todo, meditar lo que nos dejó escrito en su
testamento espiritual: «Nuestra Congregación debe glo-
riarse siempre del voto de pobreza. Tiene ante sí un por-
venir halagüeño preparado por la divina Providencia. Su
gloria durará mientras se observen fielmente nuestras
Reglas. Cuando comiencen entre nosotros el bienestar y
las comodidades, nuestra pía Sociedad habrá terminado
su misión. El mundo nos recibirá siempre con agrado
mientras nuestras preocupaciones se dirijan a los [indíge-
nas], a los niños más pobres y en mayor peligro en la
sociedad. Ése es nuestro verdadero bienestar, que nadie
nos envidiará ni vendrá a robar» 50•
La pobreza de san Juan Bosco no es sólo un dato evi-

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 345
22
dente en su persona; es también una opción para su
misión: un proyecto concreto dejado en herencia espiri-
tual a su Congregación.
lntervenci6n de tres rectores mayores
La Sociedad Salesiana se ha desarrollado rápidamen-
te en el tiempo; lo ha hecho con particular intensidad en
algunos períodos de la historia y con problemas delica-
dos de renovación después del Concilio. Podemos indi-
car tres de dichos períodos:
- el primero, al principio del siglo con don Miguel
Rúa;
- el segundo, tras la primera guerra mundial, duran-
te los rectorados de don Felipe Rinaldi y don Pedro
Ricaldone, que vieron una extraordinaria explosión de
crecimiento;
- y, en fin, la situación del posconcilio con don Luis
Rícceri en el delicado y difícil período en que comenzó
el proceso de renovación.
Puede resultar interesante observar que en esos tres
períodos, que podríamos considerar estratégicos, los
sucesores de san Juan Bosco intervinieron de forma pre-
ocupada y profunda en el tema de la pobreza, precisa-
mente para asegurar la identidad en la evolución de la
Congregación.
Con don Miguel Rúa se pasó de 773 salesianos a
4.372, de 57 casas a 345 y de estar en 1Onaciones a lle-
gar 29. Con don Pedro Ricaldone, continuando el fer-
vor iniciado durante el rectorado de don Felipe Rinaldi,
los salesianos pasaron de 8.954 a 16.364, y las casas, de
646 a 1.071. Con don Luis Rícceri empezó la difícil
empresa de la entrada de la Congregación en la órbita
del Vaticano II, impulsada también por las dificultades
del «68». Como he dicho, los tres escribieron una
importante circular sobre la pobreza, que veían como

3.5 Page 25

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23
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
51. MIGUEL RúA, Lettere
circolari, pág. 430.
52. MIGUEL RúA, Lettere
circolari, pág. 449.
53. PEDRO RICALDONE,
Los votos, LDC 1952,
vol. I, pág. 202.
un tema vital para asegurar, en la práctica, la conexión
con los orígenes.
Don Miguel Rúa, primer sucesor de san Juan Bosco
(1888-1911), firmó simbólicamente la circular de que
hablamos el 31 de enero de 1907, a 19 años de la muer-
te del Fundador. En el aniversario del «gran luto», pen-
saba «que esta memorable fecha daría a su palabra una
eficacia particular y que no podría celebrarse mejor el
aniversario de la muerte de Don Bosco que fortalecien-
do su espíritu y prometiendo imitar sus virtudes» 51 El
primer Sucesor estaba convencido de que su exhorta-
ción tendría «una importancia particular para el tema»
tratado. Lo confirmará en la circular siguiente al ver que
muchos salesianos, «no contentos con oír una lectura
rápida, manifestaron su deseo de tener un ejemplar de la
misma para leerla y meditarla a su gusto». Y dispuso
inmediatamente que se reeditara y se enviara a todas las
casas 52.
Don Pedro Ricaldone, cuarto sucesor de san Juan
Bosco (1932-1951), se había esforzado por dar vida a
una verdadera colección de lecturas salesianas; algunas
veces sus circulares eran el comentario del Aguinaldo del
año. Así ocurrió en 1936 con el de la pobreza. También
quiso terminar simbólicamente este largo trabajo en la
humilde casa de los Becchi, «verdadero templo de la
pobreza salesiana», raíz fecunda del gran árbol de la
Congregación. A ella acuden siempre en devota peregri-
nación numerosos salesianos, y con razón podemos lla-
marla «Belén salesiana». Allí hay materia para meditar y
emocionarse: «Besando aquellas pobres paredes, todos
se sienten ligados al Padre con un amor más fuerte y se
alejan de allí con el propósito de querer ser cada vez más
dignos de él. Nunca como ahora se ha tenido la convic-
ción de que, sólo siguiendo las huellas de su pobreza,
podrán alcanzarse las cimas de su grandeza y recoger los
copiosos frutos de su apostolado» 53• Es una «casa símbo-
lo», que de algún modo puede hacer pensar en el «pese-

3.6 Page 26

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 345
24
bre» de Belén. Don Pedro trata ampliamente el tema
tanto en sus aspectos evangélicos y espirituales como
prácticos y ascéticos; éstos iluminan de forma concreta
nuestro voto de pobreza.
Don Luis Rícceri, sexto sucesor de san Juan Basca
(1965-1977), escribió la circular «Nuestra Pobreza hoy»
poco después de clausurarse el Concilio, cuando empe-
zaba la gran tarea de la renovación; lo hizo precisamen-
te en 1968, año de numerosas contestaciones. Se trataba
de llevar a la práctica las orientaciones del Vaticano II.
Somos, escribía, los «voluntarios de la pobreza»; «la
pobreza nos hace libres»; «la Congregación nació en la
pobreza, ha crecido con la pobreza, surgió para los
pobres»; «el ateísmo práctico ha nacido en los países de
la opulencia»; la pobreza evangélica lleva consigo «la
negación del primado de la economía y de la capacidad
de los bienes temporales para llenar el corazón del hom-
bre». Don Luis Rícceri hace un llamamiento fuerte al
trabajo salesiano, al espíritu misionero y al sentido fra-
terno de la solidaridad. Ofrece después algunas conside-
raciones prácticas y pone ejemplos concretos, invitando
a no fiarse de una retórica pauperista nada coherente
con el testimonio de vida. «Digámoslo con franqueza:
hoy el virus del bienestar llega por muchos caminos a
nuestras comunidades; la vida se aburguesa y se buscan
justificaciones que en realidad no convencen, incluso
por parte de quien debería vigilar, intervenir y proveer.
Mientras tanto, el mal se extiende como mancha de
aceite, baja el nivel religioso y se abre camino con cre-
ciente facilidad un afán de comodidades que desemboca
en un laicismo práctico». Junto con la circular manda
un esquema de «escrutinio de la pobreza», invitando a
un atento examen de conciencia sobre la práctica del
voto 54.
Las exhortaciones de don Luis Rícceri tuvieron, des-
pués, ocasión de ser profundizadas y valoradas en los
trabajos del histórico Capítulo General Especial (año
54. Cf. Actas del Consejo
Superior, núm. 253,
noviembre de 1968,
págs. 3-68.

3.7 Page 27

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25
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
55. Cf. Capitulo General
Especial, documento
11: La pobreza salesia-
na hoy, núms. 577-
623.
56. MIGUEL RúA, Lettere
circolari, pág. 431.
57. MIGUEL RúA, Lettere
circolari, pág. 445.
1971) mediante un valioso documento que dio, al pro-
ceso de renovación, orientaciones profundas y actualiza-
das y estímulos operativos muy concretos 55.
Estas breves referencias deberían animar a cada sale-
siano a leer de nuevo documentos tan significativos que
forman parte del patrimonio espiritual de nuestra Con-
gregación.
Me parece un deber añadir aquí alguna reflexión
especial sobre la circular de don Miguel Rúa, que pode-
mos considerar como una de sus obras maestras y que
fue reeditada, como homenaje especial, por don Renato
Ziggiotti en 1957, a los cincuenta años de su primera
publicación. Dicha circular supone una promesa solem-
ne a Don Bosco de conservar intacto el espíritu de los
orígenes. Don Miguel Rúa temblaba por su responsabi-
lidad de sucesor. «Si he de decir la verdad -escribe con el
corazón abierto-, hice a nuestro Padre unas promesas
solemnes. Puesto que me veía obligado a recoger su
herencia y a ponerme al frente de la Congregación, que
es la mayor de sus obras y que le costó tantos sudores y
sacrificios, le prometí que no ahorraría nada con tal de
conservar, en lo que de mí dependiera, intactos su espí-
ritu, sus enseñanzas y las mínimas tradiciones de su
familia» 56•
La reflexión sobre la pobreza era para él el metro
práctico con que medir la fidelidad. Lo había experi-
mentado durante muchos años, desde que se decidió a
estar con Don Bosco; los llamaban «tiempos heroi-
cos»: hacía falta una virtud extraordinaria para conser-
varse fiel «y resistir las apremiantes invitaciones a
abandonarlo, por la extrema pobreza en que se
vivía» 57• Don Miguel Rúa reconoce que «la práctica de
la pobreza imponía graves sacrificios, como nosotros
mismos lo experimentamos mil veces. No hay, pues,
que maravillarse si la pobreza es siempre el punto más
importante, y al mismo tiempo más delicado, de la
vida religiosa y si es como la piedra de toque para dis-

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 345
26
tinguir una comunidad floreciente de otra relajada,
un religioso celoso de otro negligente. Por desgracia,
siempre será el escollo contra el que irán a estrellarse
muchos propósitos generosos y muchas vocaciones en
cuyo nacimiento y desarrollo ha habido aspectos
maravillosos» 58•
Para dar fundamento a sus reflexiones, don Miguel
Rúa recurre al Evangelio del Sefior y a autorizados testi-
gos de la fe. Con san Bernardo recuerda que «el Hijo de
Dios», no hallando en el cielo la pobreza, que abunda en
la tierra aunque no se la estime, está tan enamorado de
ella que, bajado del cielo, la quiere abrazar para ensefiar-
nos lo preciosa que es». Recuerda a san Francisco de Asís
y a san Ignacio de Loyola; hace meditar las profundas
palabras de santo Tomás de Aquino cuando dice que «el
primer fundamento para llegar a la perfección de la cari-
dad es la pobreza voluntaria, por la que se vive sin tener
nada propio». Presenta el ejemplo de nuestro san Fran-
cisco de Sales, que, «aun siendo obispo y debiendo guar-
dar, como tal, cierto decoro exterior, sin embargo sentía
un santo horror de las riquezas» y hacía observar «que
los pobres no sólo son evangelizados, sino que son los
que evangelizan». Recuerda que san Ambrosio «llama a
la pobreza madre y nodriza de la virtud» y que san
Vicente Ferrer, hablando de la eficacia del apostolado,
«asegura que nada logrará el religioso que no ponga bajo
sus pies las cosas terrenas y no practique la verdadera
pobreza, porque, asustado ante cualquier incomodidad,
no tendrá fuerza para soportar las privaciones que aca-
rrea la pobreza en el ejercicio del apostolado». Y, en fin,
con san Alfonso de Ligorio critica al religioso que, des-
pués de la profesión, se apega a cosas pequefias, que
«serán como otras tantas piedrecillas en su calzado.
¿Cómo extrafiarse de que pueda avanzar por el camino
de la perfección?».
Insiste, después, en aspectos concretos de la prác-
tica de la pobreza, y responsabiliza la conciencia de
58. MIGUEL RúA, Lettere
circolari, pág. 432.

3.9 Page 29

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27
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
59. M1GuEL RúA, Lettere
drcolari, pág. 438.
cada uno, especialmente la de los inspectores y direc-
tores.
Cabe, pues, decir que esta circular de don Miguel
Rúa, a distancia de un siglo, conserva toda su fuerza y
frescor. Sigue siendo también actual su desahogo pater-
no: «No serán ciertamente los salesianos deseosos de
vida cómoda quienes acometan obras verdaderamente
fructuosas ni quienes vayan a las misiones del Mato
Grosso o a la Tierra del Fuego o se pongan al servicio de
los leprosos. ¡Eso será siempre honor de los que obser-
ven generosamente la pobreza»! 59•
El proyecto evangélico de nuestra Regla de vida
60. Cf. Comtitudones 21.
Hoy día la sensibilidad por los pobres se ha conver-
tido en un «signo de los tiempos» que desafía la misión
de la Iglesia y estimula los procesos de cambio social.
Prescindir de esta sensibilidad sería como marginarse del
futuro. Constituye un criterio especial de actualidad que
pertenece indisolublemente a la nueva evangelización y
estimula la renovación de la Vida religiosa porque ayuda
a revisar el estilo de la convivencia y a mejorar la calidad
de las tareas apostólicas. Sin embargo, conviene no olvi-
dar que también ha habido, al respecto, algunas visiones
erróneas que podrían influir negativamente en la identi-
dad de la misión salesiana. Por ello, no estará de más
confrontarse con una lectura atenta de nuestra Regla de
vida, donde podemos ver reflejada nuestra sensibilidad
por los pobres como elemento constitutivo de la signifi-
cación de nuestro género de vida y de nuestras presen-
cias, dentro de un equilibrio orgánico de todos los valo-
res de identidad. La Regla no son disquisiciones
abstractas, sino descripción de una vivencia evangélica.
Lo primero que conviene decir es que la Regla cen-
tra nuestra atención en san Juan Bosco como «mode-
lo» 60• Es verdad que han cambiado los tiempos y que

3.10 Page 30

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 345
28
hoy existe una sensibilidad social mucho más desarrolla-
da que en el siglo pasado; sin embargo, las actitudes,
opciones de fondo y criterios que debemos seguir son
siempre los del oratorio de Valdocco 61; como nuestro
santo Fundador, contemplamos e imitamos la fe de
María, su humildad de vida y su solicitud por los
pobres
2
6,
y
hacemos
una
opción
educativa
por
ellos
con
una peculiar solicitud «materna». La Regla nos asegura
que la naturaleza y misión de nuestra Congregación se
refieren al proyecto apostólico de san Juan Bosco 63 con
una tarea educativa valiente y variada, sobre todo en
favor de los jóvenes pobres y. de los ambientes popula-
res 64. Esta tarea nuestra se sitúa en el corazón de la Igle-
sia 65, que hoy invita a todos los fieles a intensificar ope-
rativamente un amor de preferencia por los más
necesitados. Por otra parte, aquí tenemos un aspecto de
actualidad que nos hace «íntimamente solidarios con el
mundo y con su historia» 66•
Las situaciones de los pueblos son distintas según los
continentes. En los países del bienestar, además de la
necesidad urgente de evangelizar a los «no pobres», sur-
gen nuevas pobrezas alarmantes. En las naciones del
Este europeo hay una situación especial de nueva evan-
gelización y una urgencia de renacimiento y reestructu-
ración de la misma Vida religiosa. En lo que suelen lla-
mar «tercer mundo», se ha agravado la condición de
injusticia social y llegan a nuestra misión interpelaciones
concretas, sobre todo por parte de la juventud. No
vamos a desarrollar aquí las múltiples exigencias de cada
una de las situaciones; lo que propiamente nos interesa
ahora es orientar hacia una lectura más comprometida
de nuestra Regla de vida.
Nosotros profesamos una forma específica de Vida
religiosa en el seguimiento de Cristo pobre 67, de modo
que los consejos evangélicos se vivan claramente en el
espíritu de las Bienaventuranzas 68, testimoniado como
signo
de
la
fuerza
de
la
resurrección
69
Este
aspecto
61. Cf. Constituciones 40.
62. Cf. Constituciones 92.
63. Cf. Constituciones 2.
64. Cf. Constituciones 24,
33, 41.
65. Cf. Constituciones 6.
66. Cf. Constituciones 7.
67. Cf. Constituciones 60.
68. Cf. Constituciones 62.
69. Cf. Constituciones 63.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
70. El proyecto de vida de
los Salesianos de Don
Rosco, Roma [Madrid]
1986.
71. El proyecto de vida de
los Salesianos de Don
Rosco, pág. 76.
72. Cf. Constitudones l.
peculiar está desarrollado sobre todo en los artículos del
72 al 79 de las Constituciones; os invito a meditarlos
una vez más, a fin de profundizar personal y comunita-
riamente nuestra fidelidad a la profesión que hicimos
con generosidad sincera. Hay que reconocer que una
lectura de la Regla desde el punto de vista de la pobreza
hace que nos movamos en horizontes concretos de nues-
tro significado y de nuestra responsabilidad en la
misión. Aquí nos limitamos a presentar, de forma sinté-
tica, la relación que hay, en la Regla, entre la pobreza
evangélica y los elementos fundamentales de todo nues-
tro proyecto de vida.
En el precioso «Comentario» 70 de 1986 a las Consti-
tuciones renovadas se afirma: «Podemos decir que el
plan general de las Constituciones se inspira en el fun-
damental articulo 3: la estructura global y la organiza-
ción de las partes y de los capítulos ofrece un plan orgá-
nico, donde aparece inmediatamente la unidad de
nuestra vocación» 71 Pues bien, según esta óptica, es
importante reconocer que nuestra pobreza evangélica
está vitalmente presente en todo, aunque evidentemen-
te no sea todo: caracteriza toda la fisonomía salesiana,
pero debe armonizarse con otros rasgos significativos y
vinculantes. El artículo 3 habla de consagración, de
misión, de comunidad y de consejos evangélicos. Es
interesante reflexionar cómo debe incorporarse dinámi-
camente, en cada uno de dichos elementos, la pobreza
que profesamos.
Ante todo, ésta va intrínsecamente ligada a la con-
sagraci6n. No se identifica con ella ni mucho menos la
agota, sino que, más bien, queda caracterizada por ella
a la vez que la concreta en la práctica por una mutua
interacción. La consagración, en efecto, conlleva una
alianza con el Señor que exige un corazón lleno de
caridad pastoral: «da mihi ánimas». «He prometido a
Dios -afirma Don Bosco- que hasta mi último aliento
será para mis pobres jóvenes» 72; el Sistema Preventivo

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 345
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es «un amor que se dona gratuitamente, inspirándose
en la caridad de Dios» 73• Por otra parte, nuestra sensi-
bilidad por los pobres se une a la vitalidad de la consa-
gración; se mueve, ante todo, por una convencida pre-
ocupación y visión del Reino de Cristo, pero de hecho
se alimenta del contacto y trabajo concreto con los
pobres en cuanto predilectos de Dios, «sacramento
vivo» del Señor que sufre y vive en necesidad: «Tuve
hambre y me disteis de comer». La gracia de unidad
hace crecer juntos el polo de Dios y el polo de los nece-
sitados.
Nuestra pobreza se sitúa también de modo concreto
en la misión, aunque sin determinarla de forma unívoca
y excluyente. En efecto, la misión es, por sí misma, más
amplia y está íntimamente ligada a la opción educativa.
Las Constituciones describen los aspectos que la for-
man, de manera que «da a toda nuestra existencia su
tonalidad concreta, especifica nuestra función en la Igle-
sia y determina el lugar que ocupamos entre las familias
religiosas» 74. La experiencia de Valdocco nos asegura
que precisamente la misión entre los jóvenes más nece-
sitados dio su tono peculiar a todo el carisma, a su origi-
nalidad espiritual y a su metodología pedagógica. La
dedicación a la juventud pobre asegura la autenticidad
de nuestra misión, donde nos hacemos signos y porta-
dores del amor de Cristo.
La práctica de nuestra pobreza se encarna en la
comunidad. Es, sí, personal, pero se vive día a día en
comunión fraterna: una convivencia de familia que pro-
cura expresarse en la «koinonía» de bienes. El hecho de
poner en común los bienes ayuda no poco a construir la
comunidad incluso afectivamente; sin este signo, no hay
comunidad religiosa, sencilla y austera. No obstante,
conviene decir que la comunión fraterna tiene también
otros valores y aspectos que embellecen la misma pobre-
za y le dan el aspecto de familia que tanto quería san
Juan Bosco.
73. Cf. Constituciones 20.
74. Constituciones 3.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
Por último, la pobreza es evidentemente uno de los
tres consejos evangélicos que, como hemos visto, confluye
con los otros dos para dar un tono unitario a la plenitud
y radicalidad de la donación de sí mismo a Dios suma-
mente amado y a los jóvenes necesitados a quienes él nos
envía. Sin embargo, es claro que también los otros dos
consejos aportan valores e influjos específicos diferentes,
que inciden igualmente en el modo mismo de vivir y
aplicar la sensibilidad para con los pobres con amor de
castidad y en docilidad orgánica con la misión de la
Congregación.
Verdaderamente la pobreza, referida a los elementos
constitutivos de nuestro proyecto evangélico, aporta
luces a la organicidad del proyecto y evita interpretacio-
nes erróneas, a la vez que robustece todo el patrimonio
de la identidad. Aunque la pobreza no constituye, en sí
misma, el criterio único de renovación, sin embargo se
sitúa, como hemos dicho, en el corazón de nuestro sig-
nificado; es precisamente ella la que exige, en el ámbito
de la gracia de unidad, los otros importantes aspectos de
nuestra consagración apostólica. Diremos que la consi-
deración de la pobreza aporta, sin más, un valor deter-
minante a nuestra renovación, aunque sola sea insufi-
ciente. En efecto, la visión global de la Regla describe la
totalidad del carisma de san Juan Bosco; la Regla es el
carné de identidad de todo el proyecto de vida salesiana,
con otros criterios unidos orgánicamente entre sí, que
ya desde hace veinte afi.os nos están encaminando hacia
el futuro.
Otro aspecto que debemos considerar se halla en el
artículo 7, donde se nos habla de ser solidarios con el
mundo y con la historia. Hoy la sensibilidad por nues-
tros destinatarios exige una visión más concreta de las
situaciones humanas de abandono, marginación e injus-
ticia social. El Señor nos interpela por medio de ellas;
son, pues, también un estímulo de renovación. Nos
hallamos frente a un criterio de discernimiento evangé-

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 345
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lico que pide la revisión de nuestras presencias con miras
a darles una calidad pastoral más actual y en mayor con-
sonancia con las opciones del Fundador 75• Como quie-
ra que la misión, dada su opción por la acción educati-
va, nos compromete en un proyecto de promoción
completa del hombre 76 dirigiéndonos también a
muchos «no pobres», deberemos cuidar más nuestra
competencia en la Doctrina Social de la Iglesia y saberla
comunicar como elemento imprescindible a toda con-
ciencia cristiana que quiera vivir el Evangelio con actua-
lidad. La pobreza religiosa debe hacer surgir en nuestro
corazón una especie de parentesco espiritual con los
pobres 77, para ofrecerles, a ellos y a los demás, los valo-
res educativos que los acerquen a la búsqueda de una
liberación completa.
San Juan Bosco vio, ya en su época, «con claridad el
alcance social de su obra» 78 Por eso «participamos,
desde nuestra condición de religiosos, en el testimonio y
compromiso de la Iglesia por la justicia y la paz. Mante-
niéndonos independientes de toda ideología y política
de partido, rechazamos cuanto favorece la miseria, la
injusticia y la violencia, y cooperamos con quienes cons-
truyen una sociedad más digna del hombre» 79•
Con razón el XXIII Capítulo General indicó, entre
los núcleos de educación en la fe, «la dimensión social
de la caridad» 80, que tratamos de profundizar y actuali-
zar en los aguinaldos de 1991 y 1992 81.
Así pues, hay que reconocer que nuestra Regla de vida
hace ver el inserción vital de la pobreza en todo el carisma
de san Juan Bosco, incidiendo con fuerza en su identidad
y recibiendo de él una modalidad peculiar de visión del
mundo, de estilo de vida y de compromiso de acción.
75. Cf. Constituciones 77.
76. Cf. Constituciones 31 y
32.
77. Cf. Constituciones 78 y
79.
78. Constituciones 33: cf.
también att. 73.
79. Constituciones 33.
80. Cf. XXIII Capitulo Ge-
neral núms. 203-214.
81. Cf. comentarios del
Rector Mayor: 1991,
La Nueva Evangeliza-
ción obliga a profondi-
zar y testimoniar la di-
mensión de la caridad;
1992, La Doctrina so-
ciales de la Iglesia es ins-
trumento necesario de
educación.
Sugerencias para un «escrutinio de la pobreza»
La Regla de vida nos invita a revisar periódicamente

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
82. Cf. Reglamentos Gene-
rales 65.
83. Constituciones 83.
84. Constituciones 195.
el testimonio de nuestra vivencia salesiana de la pobreza
evangélica 82 y señala los aspectos ascéticos que deben
caracterizar a cada salesiano y a cada comunidad. Se
refieren a una praxis de vida y se nos invita a ponerlos en
práctica, sabiendo que así vamos por el «camino que
conduce al Amor» 83•
La revisión, a la vez que asegura la fidelidad a una
profesión religiosa concreta que profesamos libremente
y de forma pública y eclesial, ilumina y purifica todo un
modo de pensar, de proyectar y de actuar en confiada
dependencia de Dios y en gozosa solidaridad con los
destinatarios. Algunas normas prácticas, aunque peque-
ñas, tienen valor de signo; su eventual descuido puede
influir negativamente en todo: «La fidelidad al compro-
miso adquirido en la profesión religiosa es una respues-
ta, constantemente renovada, a la especial alianza que el
Señor
ha
sellado
con
nosotros»
84
Conviene que la revisión parta de la consideración
global de las exigencias de la pobreza evangélica en nues-
tro carisma, según hemos intentado exponer en las pági-
nas anteriores. La revisión debería tener como objetivo
el cuidar y fomentar una mayor sensibilidad evangélica
en nuestro proceso de renovación. Gracias a Dios, en
nuestra Congregación hay un sentido concreto de la
pobreza con ejemplos personales y comunitarios que
suscitan admiración: iniciativas generosas en favor de los
jóvenes pobres, entusiasmo en nuevas tareas misioneras,
relanzamiento del oratorio en los barrios populares más
necesitados, diversas presencias para los chicos de la
calle y para los jóvenes expuestos al riesgo, solidaridad
con las inspectorías del Este europeo y del tercer
mundo, etc. Pero hay también peligros continuos que
exigen una revisión constante y sincera.
Los principales aspectos que conviene considerar
deberían ser los siguientes: -el desasimiento evangélico,
-la comunión fraterna, -el testimonio religioso, -la
administración de los bienes temporales, -el compromi-

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 345
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so efectivo. Y ello con respecto a la persona de cada sale-
siano y al testimonio de cada una de las comunidades,
no sólo en cada casa, sino también en el conjunto de la
lnspectoría y de toda la Congregación.
He aquí la sugerencia de algunos contenidos.
- El desasimiento evangélico. Hay que ver si el desasi-
miento de los bienes brota de la plenitud de sintonía
con el Evangelio. Se trata, pues, ante todo, de cuidar
más la interioridad con que se vive la Bienaventuranza
de los pobres; es decir, de cultivar un tipo de escucha de
la Palabra de Dios y de meditación orante que se centre
en la opción que hizo el Señor en el misterio de su
encarnación, desde el pesebre hasta la cruz. Es la pro-
fundización de la libertad del corazón, que procede de la
convicción de que el egoísmo es la primera raíz de toda
esclavitud e injusticia: sólo «la verdad os hará libres»,
dijo el Señor 85.
Somos «pobres que siguen a Jesucristo». Queremos
ser libres como él, que, por su plenitud de amor, es el
modelo supremo de verdadera libertad: él es plenamen-
te libre porque es totalmente pobre. El amor de caridad
libra de la esclavitud de las pasiones, de las desviaciones
de la inteligencia y de las mezquindades del egoísmo.
El sentido primero y fundamental de la verdadera
liberación es esta dimensión soteriológica de la libertad.
En efecto, el egoísmo y el pecado son siempre fuente de
opresión, de desorden y de idolatría de los bienes: llevan
a prescindir de Dios orientando hacia un amor desorde-
nado de sí mismo y de las criaturas. La experiencia nos
enseña que todo materialismo alimenta una falsa eman-
cipación de la libertad.
Quien no reza y medita, el salesiano que no tiene el
corazón lleno del «da mihi ánimas», no puede entender
las Bienaventuranzas.
El Señor nos dio un mandamiento nuevo de amor al
prójimo y de voluntad de justicia que está más allá de
85. JuanB,32.

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35
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
86. Un documento que
puede servir para pro-
fundizar esta reflexión
es la instrucción Liber-
tatis conscientia, de la
Congregación de la
Doctrina de la Fe, del
22 de marzo de 1986.
87. Constituciones79.
cualquier ideología y es contrario a los métodos de vio-
lencia. Esto es muy importante para los salesianos, que
en el compromiso social hemos hecho, como san Juan
Bosco, la opción educativa: una misión evangelizadora y
salvífica que, en el amor de preferencia por los pobres, se
dedica a comunicarles la verdad del Evangelio, que para
nosotros debe ir unida a una promoción humana con-
creta que, aun reconociendo la complejidad de los pro-
blemas, mira al primado de las personas sobre las estruc-
turas. Así pues, conviene revisar el tipo de meditación y
de oración que alimenta el ardor del «da mihi ánimas» y
hacer que crezca en nosotros la actitud consciente y ope-
rativa
de
opción
por
los
pobres
en
la
tarea
educativa
86
San Juan Bosco dio un testimonio continuo de tal
actitud con su confianza filial y diaria en la Providencia
y con una vida de «trabajo y templanza». El artículo 18
de las Constituciones indica las exigencias de este aspec-
to concreto; la interioridad del salesiano se transparenta
en un modo de vivir activo y sacrificado: «El trabajo y la
templanza harán florecer la Congregación; en cambio,
la búsqueda de comodidades y bienestar material será su
muerte ... [El salesiano] acepta las exigencias de cada
día: está dispuesto a soportar el calor y el frío, la sed y el
hambre, el cansancio y el desprecio siempre que se trate
de la gloria de Dios y de la salvación de las almas».
Su vivir es un vivir de la Providencia como san Juan
Bosco: no espera que todo le llueva del cielo, sino que va
detrás de ella buscando lo necesario para vivir y trabajar,
seguro de que la encontrará si se mantiene «evangélica-
mente libre» 87•
88. Constituciones 74.
- La comuni6n fraterna. Nuestra pobreza evangélica
es un valor importante que de hecho ayuda cotidiana-
mente a construir la comunidad. ¿Qué bienes se ponen
en común? La respuesta es sencilla: Todos, excepto el
patrimonio familiar traído a la Congregación o hereda-
do 88• La Regla nos dice: «A ejemplo de los primeros cris-

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 345
36
tianos, ponemos en común los bienes materiales: los
frutos de nuestro trabajo, los regalos recibidos y lo que
percibimos por jubilación, subvención y seguro. Apor-
tamos también nuestros talentos, energías y experien-
cias
89
La
puesta
en
común
de
los
bienes
regula
también
el uso de los instrumentos de trabajo, los medios de
locomoción 90, los derechos de autor 91 ; comporta el
acondicionamiento modesto de la propia habitación,
para que no se convierta en el refugio de un pequeño
burgués 92; se refiere igualmente al saber asumir con sen-
tido de fraternidad «las labores y los servicios de casa» 93•
Está, después, la solidaridad con las otras casas y con
la Inspectoría 94• La solidaridad en nuestra Congregación
invita a todos a aportar ayudas concretas a las numero-
sas obras misioneras y a las presencias necesitadas del lla-
mado «Don Bosco Este». Hemos visto, al respecto,
ejemplos admirables; pero ciertamente podría hacerse
más si creciera en cada casa y en cada Inspectoría un sen-
tido renovado de solidaridad. Hay tiempos fuertes
durante el año, como el Adviento y la Cuaresma, que
podrían estimular la iniciativa de privaciones y ahorros
particulares para aumentar las posibilidades de comu-
nión en los bienes temporales.
El Código de Derecho Canónico 95 habla de desti-
nar, en la medida de lo posible, algo de los propios
bienes para las necesidades de la Iglesia y para soco-
rrer a los necesitados. Dice «destinar». Por tanto, no
hay que esperar al final del ejercicio para ver si sobra
algo, sino que hay que destinar ya algo con antela-
ción, incluyéndolo en el presupuesto. Es un criterio
que hay que tener también presente para la solidari-
dad salesiana.
Y no se limita a compartir los bienes materiales: «En
un clima de mutua confianza y de perdón diario -afirman
las Constituciones-, se siente la necesidad y la alegría de
compartirlo
todo»
96
En
efecto,
«nos
comunicamos
ale-
grías y penas, y compartimos corresponsablemente expe-
89. Constituciones 76.
90. Reglamentos Generales
63.
91. Reglamentos Generales
57.
92. Reglamentos Generales
55.
93. Reglamentos Generales
64.
94. Reglamentos Generales
58.
95. Canon 640.
96. Constituciones I 6.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
97. Constituciones 51.
98. XXI Capitulo General
40.
99. Constituciones 76.
100. Reglamentos Genera-
les 55.
riencias y proyectos apostólicos» 97• El XXI Capítulo
General insistía en esta plenitud de comunión: «Pobreza
es comunicación plena de todo lo que se tiene, de todo lo
que
se
es
y
de
todo
lo
que
se
hace»
98
Concluye bien esta lista de dones puestos en común
la frase: «en la comunidad, el bien de cada uno es bien
de todos» 99• La comunidad se encarga de proveer de lo
que haga falta a todos en la salud y en la enfermedad.
- El testimonio religioso. La esencia de la pobreza
evangélica tiene indudablemente su raíz en el desasi-
miento del corazón. Sin embargo, para facilitar su
autenticidad y defender su concreción, la Vida Religio-
sa ha utilizado, a lo largo de los siglos, una variedad de
modos para vivirla en la práctica. También nuestra Con-
gregación tiene modalidades peculiares, que se descri-
ben en la Regla de vida.
Es un conjunto de normas concretas, pequeñas si se
quiere, pero que manifiestan públicamente (en el orden
de la significación) la actitud evangélica del corazón: «La
sobriedad en las comidas y bebidas, la sencillez en el ves-
tir (cf. también el artículo 62 de las Constituciones), el
uso moderado de las vacaciones y esparcimientos ..., el
abstenerse de fumar (¡una característica particular!)
como forma de templanza salesiana y de testimonio en
[el trabajo] educativo» 100• Ser «educadores consagrados»
tiene un estilo salesiano propio en el mismo decoro
específico del vestir, en la dignidad del aspecto exterior y
de determinadas modalidades de convivencia. Se trata
de una metodología ascética profesada explícitamente
después de haber aceptado sus exigencias. Los signos de
los tiempos interpelan hoy a los religiosos sobre la
dimensión profética de su testimonio: y de modo espe-
cial en cuestión de pobreza. Los valores evangélicos que
vivimos, además de beneficiar a los destinatarios, deben
mostrarse accesibles a ellos, es decir, están destinados a
ser para ellos «signos» legibles. En particular, «el testi-
monio de la pobreza ... ayuda a los jóvenes a vencer el

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 345
38
instinto de la posesión egoísta» 101 Esta praxis salesiana
se ilumina con el artículo 77 de las Constituciones: pres-
tar atención a las condiciones del ambiente en que se
vive; vida sencilla y frugal en residencias modestas; hacer
evidente a todos la finalidad de servicio de los medios
necesarios para nuestro trabajo; cuidar la elección de
actividades y la ubicación de las obras de modo que res-
pondan a las necesidades de los pobres; preferir estruc-
turas materiales que respondan a criterios de sencillez y
funcionalidad.
También hay que observar con cuidado un principio
común a todas las formas de Vida Religiosa: la depen-
dencia administrativa. «Por el voto de pobreza -dicen
las Constituciones- nos comprometemos a no usar ni
disponer de los bienes materiales sin el consentimiento
del
superior
legítimo»
102
Lo
recuerda
a
todos
los
religio-
sos el Código de Derecho Canónico: «El consejo evan-
gélico de pobreza, a imitación de Cristo, que, siendo
rico, se hizo indigente por nosotros, además de una vida
pobre de hecho y de espíritu esforzadamente sobria y
desprendida de las riquezas terrenas, lleva consigo la
dependencia y la limitación en el uso y disposición de
los bienes, conforme a la norma del derecho propio de
cada
instituto»
103
La
revisión
exige
aquí
la
atención
de
cada uno; el director y el inspector sabrán guiar a los
salesianos a la sinceridad y a la observancia.
El Código de Derecho Canónico especifica: «Todo lo
que un religioso gane con su trabajo o por razón del ins-
tituto, lo adquiere para el instituto. Lo que perciba de
cualquier modo en concepto de pensión, subvención o
seguro, lo adquiere para el instituto, a no ser que establez-
ca otra cosa el derecho propio» 104• Los subterfugios o una
dependencia camuflada abren camino a una pérdida gra-
dual en el ardor de adhesión al carisma del Fundador.
Conviene recordar que la Iglesia permite hoy que el
religioso pueda vivir en plenitud el desprendimiento de
los mismos bienes patrimoniales: «Las congregaciones
10 l. Constituciones 73.
102. Constituciones74.
103. Código de Derecho
Canónico, canon
600.
104. Código de Derecho
Canónico, canon
668, 3; cf. Constitu-
ciones 76.

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39
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
105. Perfectae caritatis 13.
106. Constituciones74.
107. Reglamentos Genera-
les 53.
religiosas pueden permitir por las constituciones que sus
miembros renuncien a los propios bienes patrimoniales,
adquiridos o por adquirir» 105. Nuestra Regla incluye esta
indicaci6n y precisa que puede hacerse la renuncia «tras
seria reflexi6n» 106, «pasados al menos diez años desde la
profesi6n perpetua y con el consentimiento del Rector
Mayor ..., según las normas que prescriban las leyes civi-
les
de
la
propia
naci6n»
107
108. Constituciones cap.
14.
109. Reglamentos Genera-
les cap. 13.
11 O. Constituciones 190.
111. Reglamentos Genera-
les 58.
- La administraci6n de los bienes temporales. Aquí
nos referimos al aspecto estructural en las casas e ins-
pectorías -y en la Congregaci6n-, en el que debe inter-
venir todo un tipo de administraci6n que ciertamente
posee leyes propias, pero que está animado y guiado
por un sentido vivo de la confianza en la Providencia.
La Regla le dedica dos capítulos enteros, uno en las
Constituciones 108 y otro en los Reglamentos Genera-
les 109• En este servicio actúan directamente los ec6no-
mos inspectoriales y locales -y el general- «bajo la
direcci6n y el control de sus correspondientes superio-
res y Consejos» 110• Conviene repasar juntos los artícu-
los de estos dos textos, que dan indicaciones precisas
para ser fieles, también en la indispensable organiza-
ci6n de las estructuras, a los criterios vocacionales de la
profesi6n salesiana.
Hoy día el servicio del ec6nomo es cada vez más
complejo y delicado -por el aumento constante de las
correspondientes leyes civiles-, que requiere una nada
fácil armonía entre competencia y virtud y una puesta al
día continua incluso mediante reuniones específicas.
Demostremos a los salesianos ec6nomos nuestra grati-
tud por el precioso servicio que prestan a todos.
En la secci6n econ6mica del Directorio inspectorial
deberían figurar normas que «establezcan, para las
comunidades de la Inspectoría, un nivel de vida modes-
to y de igualdad verdadera» 111
La administraci6n debe regirse también por el buen

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 345
40
sentido defamilia. Es propio de nuestra tradición salesia-
na vivir la pobreza con espíritu de familia.
Conviene recordar que los bienes inmuebles necesa-
rios para las «finalidades de apostolado» deben conser-
varse con cuidado, recurriendo euando sea preciso a un
mantenimiento adecuado que haga ahorrar y conservar
en eficiencia los instrumentos de trabajo, mientras que
los que no sean necesarios deben enajenarse con cautela.
Respecto a los bienes muebles, hay que distinguir
entre equipamientos necesarios y superfluos, para pres-
cindir de los últimos.
En cuanto al dinero, obligaciones y similares, es
importante tener presente la prohibición de capitaliza-
ción permanente, evitando todo tipo de especulación y
cosas parecidas.
Don Felipe Rinaldi hablando, en diciembre de
1930, a los salesianos del Oratorio con motivo del ejer-
cicio de la buena muerte, recordaba una conferencia de
Don Bosco sobre la pobreza dada con tonos duros y
severos precisamente cuando «las escuelas de tipografía
preparaban los locales más grandiosos de Turín para
establecimientos del ramo». Y comentaba: «No debe-
mos confundir la pobreza interior de los salesianos ni
la pobreza personal de cada uno con las necesidades de
la obra salesiana externa, necesidades que exigen que
Don Bosco esté siempre a la vanguardia del progreso,
según la expresión que usó él hablando con el futuro
Pío XI» 112•
112. Cf. Memorias Biogrd-
fictts XN, 549-550.
- El compromiso efectivo. Aquí entramos en un
campo social más vasto. Ante todo, hay que cultivar la
sensibilidad apostólica para con los pobres, esforzándo-
nos «en estar a su lado y aliviar su indigencia haciendo
nuestras sus legítimas aspiraciones a una sociedad más
humana». San Juan Bosco advierte: «Recordad que lo
que tenemos no es nuestro, sino de los pobres. ¡Ay de
nosotros si no lo empleamos bien!» 113•
113. Constituciones 79.

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41
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
114. Constituciones??.
115. Constituciones27.
116. Cf. Constituciones 33.
117. XXIII CapltuÍb Gene-
ral2 l0.
Pero, después, es preciso hacer que funcione la sig-
nificación salesiana en la revisión y planeamiento de
las presencias. Por parte del inspector con su Consejo,
es urgente hacer un discernimiento gradual y valiente,
a fin de que «la elección de actividades y la ubicación
de las obras respondan a las necesidades de los
pobres» 114.
Un aspecto muy importante de nuestro compromi-
so operativo, en esta hora de nueva evangelización, se
refiere a la renovación de nuestra misión de educar a los
jóvenes en la fe. El estado actual de desigualdad entre
ricos y pobres se ha convertido en fuente de modos dis-
tintos de enfocar la renovación de la sociedad. Los tiem-
pos nos exigen una «nueva educación», para poder
lograr que los jóvenes tomen «conciencia de su papel en
la transformación cristiana de la vida social» 115• El Epis-
copado latinoamericano reunido en Puebla veía la
pobreza cristiana, según hemos dicho, como un impor-
tante valor evangélico, que, si es entendido y asumido
por los fieles, puede suscitar alternativas capaces de
imponerse a las interpretaciones de tipo meramente eco-
nómico que han guiado hasta ahora las fuerzas sociales
del mundo. La doctrina de la Iglesia sobre el significado
de los bienes materiales y sobre su uso justo, de acuerdo
con el destino universal querido por el Creador, necesi-
ta un substrato de formación cristiana en todos los fie-
les, particularmente en los jóvenes. He ahí, pues, un
compromiso operativo sobre el que se debe reflexionar
en comunidad: cómo educamos a los jóvenes en la com-
prensión de la dimensión social de la caridad por medio
de la pobreza evangélica, cómo los formamos en las res-
ponsabilidades morales, profesionales y sociales 116 y
cómo les comunicamos la Doctrina Social de la Iglesia.
Estamos llamados a «acompañar a los jóvenes en el
conocimiento adecuado de la compleja realidad socio-
política» 117• Ahora bien, la educación no se queda en el
simple conocimiento, sino que debe iniciar a los jóvenes

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 345
42
en algún tipo concreto de solidaridad donde pongan a
prueba la donación de sí a los más necesitados.
Valdrá la pena compartir este compromiso operativo
con los seglares de la Familia Salesiana y con los colabora-
dores de las diversas obras, para que así descubran tam-
bién ellos con más claridad el significado específico de
su vocación y misión cristianas precisamente para
«impregnar y perfeccionar todo el orden temporal con el
espíritu evangélico» 118•
118. Apostolicam actuosita-
tem 5 y?.
La Bienaventuranza de los pobres en María
María, la llena de gracia, es, después de Jesús, el
modelo más acabado del espíritu de las Bienaventuran-
zas. Estuvo siempre inundada de gozo en el corazón, a
pesar de sus muchos sufrimientos: «una espada [le] tras-
pasará el alma» 119• Siempre feliz, «bienaventurada», por-
que siempre fue «pobre».
En Belén fue ella quien acostó en un pesebre al niño
Jesús. No se dice que lo hiciera con horror, ni suyo ni de
José, sino con el gozo de la maternidad, aumentado por
la sorprendente visita de los humildes pastores a los que
el ángel del Señor, al anunciarles el gran acontecimiento
de la salvación, les había dado como señal: «Encontra-
réis un niño envuelto en pañales y acostado en un pese-
bre» 120• Cuando lleva al niño al templo de Jerusalén para
ofrecerlo al Señor, hace la ofrenda sacrificial de los
pobres 121 y también aquí admira las manifestaciones de
Dios.
Todo lo que había oído primero a los pastores y oye
ahora a los ancianos Simeón y Ana no lo olvidará nunca:
«Conservaba todas estas cosas, meditándolas en su cora-
zón» 122• Es una meditación que ni siquiera le hace pasar
por la mente la sospecha de que debe cambiar su género
de vida y su ambiente de humilde condición social; los
veía como una elección explícita de Dios y se sentía
119. Lucas2,35.
120. Lucas2,12.
121. Según Levítico 12,8.
122. Lucas2,19.

5.5 Page 45

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43
123. Cf.Juan i,46.
124. 2 Corintios 8,9.
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
encargada, junto con José, de criar y educar a Jesús en la
pobreza.
Nazaret
era,
en
sí,
una
aldea
insignificante
123
;
José mantenía a la pequeña familia con su trabajo de
carpintero; era justo y con María experimentaba la Bie-
naventuranza de los pobres en la esperanza del Reino.
La opción hecha por Dios en la persona de María y
de José en Nazaret muestra claramente el camino que
quería seguir en su proyecto divino de salvación. En
efecto, en la Encarnación del Hijo, éste, «siendo rico,
por vosotros se hizo pobre, para que [nosotros], con su
pobreza, [nos hiciéramos] ricos» 124.
Más tarde, en el momento de la mayor pobreza
humana de Jesucristo, desnudo y agonizante en la cruz,
María recibe en testamento, no bienes temporales, sino
la maternidad universal con vistas a la salvación del
mundo. Así, siendo la «esclava del Señor», ahora clavado
en la suprema pobreza, se hace Madre de todos en la
novedad pascual, en la que participará plenamente tras
su asunción al cielo.
Desde allí, a lo largo de los siglos, María ha ejercido
esta maternidad dando un puesto de privilegio a los
pobres; podemos pensar, por ejemplo durante los últi-
mos tiempos, en Guadalupe, Lourdes y Fátima, donde
se manifestó a gente pobre. Si, después, miramos nues-
tro carisma, vemos que Ella fue a buscar en el humilde
lugar de los Becchi («Belén salesiana») a aquel Juanito
pobre, que crecía y se educaba en un ambiente fermen-
tado por la esperanza del Reino.
María apareció antes que Cristo en el horizonte de la
historia de la salvación; también le precedió como pro-
fecía de pobreza. También hoy sigue precediendo y
acompañando. Su corazón de «pobre de Yavé» se refleja
claramente en su Magníficat, que rezamos y cantamos a
menudo con emoción.
Con ocasión del año mariano de 1987-1988, Juan
Pablo II afirma, en su encíclica Redemptoris mater, que la
Iglesia, en obediencia a Cristo, hace este camino

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 345
44
siguiendo el modelo de María: «Su amor de preferencia
por los pobres se inscribe admirablemente en el Magní-
ficat. El Dios de la Alianza, cantado por la Virgen de
Nazaret en la elevación de su espíritu, es a la vez el que
"derriba del trono a los poderosos, enaltece a los humil-
des, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos
los despide vacíos, ... dispersa a los soberbios ... y con-
serva su misericordia para los que le temen" ... La Igle-
sia, por tanto, es consciente ... de que ... debe salvaguar-
darse cuidadosamente la importancia que "los pobres" y
'la opción por los pobres' tienen en la Palabra del Dios
vivo. Se trata de temas y problemas orgánicamente rela-
cionados con el sentido cristiano de la libertad y de la
liberación. 'Dependiendo totalmente de Dios y plena-
mente orientada hacia él por el empuje de su fe, María
es, al lado de su Hijo, la imagen más perfecta de la liber-
tad y de la liberación de la humanidad y del cosmos. La
Iglesia debe mirar hacia ella, Madre y Modelo, para
comprender en su integridad el sentido de su misión» 125•
Estamos viviendo una hora histórica de cambio de
época que nos compromete en una Nueva Evangeliza-
ción; hicimos, en cuanto Congregación, un solemne acto
de entrega a María para que nos acompañase, igual que en
los orígenes, como Madre y Maestra. Fue ella quien «indi-
có a Don Bosco su campo de acción entre los jóvenes, y
lo guió y sostuvo constantemente, sobre todo en la fun-
dación
de
nuestra
Sociedad»
126
Le
pedimos
que
nos
ayude a construir el Reino de Cristo y a ser eficaces evan-
gelizadores y educadores en estos tiempos nuevos, testi-
moniando y comunicando a los jóvenes y a los ambientes
populares el gran mensaje de la pobreza evangélica.
Que, por su intercesión y guía, sea siempre nuestro
modelo san Juan Bosco educador, pobre y emprendedor.
Os saludo a todos cordial y fraternalmente.
Afmo. en el Señor,
125. Redemptoris Mater
37.
126. Constituciones S.
EGIDIO VIGANÓ

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2. ORIENTACIONES Y DIRECTRICES
MENTALIDAD DE ITINERARIO
LUCAS VAN LüüY,
Consejero General de Pastoraljuvenil!
La calidadpastorales la gran preocupación que llevamos dentro de noso-
tros desde el XXIII Capítulo General. Muchas iniciativas de carácter ins-
pectorial, local y personal demuestran que los salesianos sienten la necesidad
de formarse y conseguir calidad como educadores y pastores. La educación
de los jóvenes en la fe, dentro del proyecto educativo, orienta especialmen-
te el esfuerzo de estos años. Salesianos y seglares, animadores y grupos pro-
curan implicarse en el camino de educación en la fe y desde la fe. Las comu-
nidades locales están relativamente acostumbradas a un ritmo regular de
reflexión en el «día de la comunidad» y los directores, respecto a otras tare-
as, prestan cada vez más atención a la formación permanente de los salesia-
nos.
Los capítulos inspectoriales han revisado fielmente su proyecto educati-
vo-pastoral siguiendo las indicaciones del XXIII Capítulo General (cf. núm.
230). Más de una inspectoría ha «traducido el camino de fe... a itinerarios
concretos, adecuados a sus destinatarios y al contexto en que actúa» (XXIII
CG, 230). Las dos regiones de Iberoamérica han estudiado intensamente el
proceso del itinerario y están adquiriendo una mentalidad de itinerario. Las
inspectorías y los salesianos que han introducido en su proceso de progra-
mación la metodología de preparar el itinerario comprueban que esto les
hace ser más concretos y estar más atentos a la realidad juvenil. Quien se
acostumbra a pensar en clave de itinerario aprende a conocer la situación en
que se halla el joven o el grupo y las fuerzas que influyen en ellos y aprende
a caminar gradualmente y con constancia para llegar progresivamente al
objetivo global. Quizás el salesiano está acostumbrado a trabajar con un
esquema de recorrido implícito; sería necesario compartirlo y ponerlo en
común con la comunidad educativo-pastoral.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 345
46
1. Itinerario como camino único y de todos
«Traducir» es la palabra que emplea el XXIII Capítulo General (cf. núm.
230) para indicar que la comunidad educativo-pastoral, como sujeto del
proceso educativo, quiere encarnar las líneas indicadas en el proyecto de
modo concreto y en un contexto local aplicándolo a destinatarios concretos
mediante objetivos intermedios y pasos graduales.
Son, pues, tres los elementos relacionados entre sí: la comunidad educa-
tivo-pastoral (donde la comunidad salesiana funciona como núcleo anima-
dor), elproyecto educativo-pastoral que implica a todos en un solo objetivo,
y el itinerario, que aplica de modo adecuado y diversificado el proyecto, es
decir, según el contexto y los destinatarios concretos.
Al preparar el itinerario se está siempre atento a la comunidad educati-
vo-pastoral concreta, a la realidad del contexto y a las capacidades y limita-
ciones de los jóvenes, y todo se basa en el proyecto preparado por la comu-
nidad educativa.
2. Itinerario diversificado y gradual
El itinerario se concentra en un área o estudia un elemento parcial del
proyecto. Puede ver cómo procede la realización de la educación en un
determinado período del crecimiento del joven, teniendo en cuenta las con-
diciones que presenta aquella etapa de la vida. Cierta área -por ejemplo, el
asociacionismo, o la implicación de los seglares, o el acompañamiento voca-
cional- se estudia a partir de la realidad concreta de las personas con que se
cuenta, con referencia a cierta edad o condición y sabiendo que todo creci-
miento es gradual y parte del punto en que se encuentran las personas.
Son muchas las personas y situaciones que influyen en el joven, al que se
acompaña desde diversos puntos de vista. Basarse en el proyecto educativo
garantiza la unidad, y la atención particular a los distintos sectores y áreas
asegura su concreción mediante el itinerario. El proceso supone un acom-
pañamiento por parte del educador, que sabe cuál es la meta y camina al
paso del joven, animándolo a poner la parte que le corresponde. Es un cami-
no bien estudiado, que se continúa analizando mientras se avanza («menta-
lidad de itinerario»), para saber indicar siempre el camino que hay que
seguir, adaptando el recorrido.

5.9 Page 49

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47
2. ORIENTACIONES Y DIRECTRICES
3. Itinerario, una experiencia que da calidad
El itinerario analiza la situación concreta y coloca en esa realidad los
objetivos que se fija y las metas que quiere lograr en las diversas áreas.
Debiéndose tener en cuenta el proyecto, la realidad contextual, las capa-
cidades y limitaciones y la condición de las personas con que se cuenta, la
preparación comunitaria del itinerario resulta un ejercicio que da calidad al
individuo y a la comunidad. Se aprende a relacionar entre sí muchas cosas
en un camino realista de crecimiento. Son múltiples los caminos para lograr
la unidad del tejido; es preciso responder a muchas preguntas concretas: qué
tipo ideal de joven tenemos en nuestra mente, cuál es su situación concreta,
a qué meta queremos que llegue, qué fuerzas influyen en él, cuáles son los
centros de interés, qué agentes actúan sobre él, qué recorrido hay que seguir
y cómo comunicar los valores fundamentales a lo largo del camino.
Trabajar con mentalidad de itinerario no es como seguir el plano de una
ciudad para llegar a un determinado lugar, sino trazar el mismo plano,
teniendo en cuenta lo que hace falta: desde el conocimiento del terreno
hasta el trazado y corrección de un borrador para imprimir y vender el pro-
ducto final. Quien asimila el proceso de itinerario adquiere experiencia en
todos los campos.
El que prepara el itinerario con auténtica sensibilidad pastoral debe
tener en cuenta las ciencias de la educación y aplicarlas: por ejemplo, la
antropología, la pedagogía, la sociología y la catequesis. También debe
conocer y seguir los documentos del magisterio de la Iglesia y de la Congre-
gación. Además, debe ser consciente de la interrelación entre desarrollo per-
sonal y social del joven.
La revisión comunitaria del itinerario es otro aspecto que da calidad al
educador y a la comunidad.
4. Itinerario que se prepara, se sigue y se revisa juntos
El camino educativo y la educación en la fe son tarea de todos. Los ele-
mentos de cohesión de la comunidad educativa son el amor a los jóvenes y
el Sistema Preventivo, vivido por cuantos integran la obra salesiana.
De ahí la .necesidad de lograr que todos sean idóneos en el proceso gra-
dual de acompañamiento consciente de los jóvenes. Todos han trabajado en

5.10 Page 50

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 345
48
la preparación del proyecto; ahora hay que darle dinamismo; podríamos
decir que es necesario «poner ruedas al proyecto».
Basándonos en el conocimiento de la realidad y en la experiencia, que-
remos caminar hacia la meta actuando juntos, adultos y jóvenes, porque se
trata de seguir y vivir juntos las indicaciones del proyecto.
Ofrecemos ahora esquemáticamente un modo de preparar un itinerario
aplicable a cualquier área, nivel y contexto, a fin de animar a los salesianos y
a las comunidades a que hagan la experiencia. Quien ya la haya hecho,
puede echar una mano al que comienza.
4.1 Definir el dmbito
El primer paso es aclarar el tipo de itinerario que se quiere, en qué ámbi-
to (por ejemplo, la implicación de los seglares), a qué destinatarios se quie-
re llegar (por ejemplo, a los seglares de la parroquia, al claustro de profeso-
res, a los animadores del oratorio) y en cuánto tiempo se prevé lograr el
objetivo.
4.2 Señalar los puntos de referencia
Es de importancia vital situarse bien en el contexto.
a) Conocer la situación del ambiente y de las personas respecto al cami-
no: por ejemplo, cuál es el contexto juvenil, cuál la actitud frente a la Igle-
sia, cuáles son las condiciones particulares de esta zona, cuáles sus conflictos
sociales, etc.
b) El punto de referencia doctrinal debe decirnos la razón del itinerario.
No estamos solos; la Iglesia, la Congregación, la historia, etc., nos dan indi-
caciones de fondo que conviene tener en cuenta.
c) Orientaciones metodológicas. Nos situamos dentro del Sistema Preven-
tivo, de un estilo educativo de animación y acompañamiento, del estilo ora-
toriano aplicado a los distintos ambientes, etc. Nuestra metodología debe

6 Pages 51-60

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6.1 Page 51

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49
2. ORIENTACIONES Y DIRECTRICES
reflejar siempre el concepto de Iglesia-comunión y de comunidad educativa
que está en una zona como signo y propuesta.
4.3 Fijar el objetivo del itinerario
Una vez situados en el contexto y especificados los contenidos y méto-
dos, se describe con claridad el objetivo que nos proponemos lograr en
«este» ámbito, con «estos» destinatarios y en «este» período. Es la meta que
la comunidad se fija y a la que se propone llegar de modo dinámico.
Nota: En este punto de la preparación del itinerario conviene revisar el
trabajo hecho hasta aquí, pues el que sigue depende de cómo se ha formula-
do y descrito el objetivo.
4. 4 Precisar las metas
Ahora es necesario especificar los criterios que hay que seguir para llevar a
término el trabajo y lograr el resultado que se pretende en cada una de las áreas
del camino hacia la fe: la formación humana, la relación con Cristo, la comuni-
dad cristiana y el compromiso por los demás y por el Reino. ¿Adónde hay que
llegar en cada una de las cuatro áreas para lograr globalmente el objetivo fijado?
4.5 Establecer la marcha o etapas
La dinámica progresiva para llegar a la meta indicada para cada área
marca, en orden lógico, las etapas intermedias. Comenzando por el punto
en que se hallan los destinatarios, se camina paso a paso hasta lograr el obje-
tivo; se va de... a..., y de nuevo se parte del punto conquistado para llegar al
próximo grado: de... a... Al indicar las etapas es necesario tener en cuenta el
crecimiento psicológico, social y cristiano logrado por los destinatarios.
4. 6 Indicar el contenido de cada etapa
Cada paso tiene su propio contenido. El educador debe poder motivar
las actuaciones que propone a un destinatario, de acuerdo con los principios

6.2 Page 52

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 345
50
educativos y evangelizadores. Por ejemplo, al implicar a los seglares en la
evangelización, se llegará al momento de formar la conciencia moral del des-
tinatario: el sentido comunitario de la naturaleza humana y su colocación en
la historia será un contenido que hay que comunicar en aquel paso.
4. 7 Concretar los instrumentos y la estrategia
Ahora se puede hacer una lista de lo que se debe hacer y evitar, de las
actitudes y comportamientos que hay que tener, así como de las actividades
e iniciativas que hay que acometer. En el plano de lo cotidiano, en la praxis
del camino que se hace juntos, hay instrumentos que hay que utilizar y la
estrategia que seguir para comunicar los contenidos y ayudar a pasar de un
nivel a otro. Tiene que haber sugerencias concretas para dos ámbitos: el de
las actitudes y el de las actividades.
4. 8 Determinar los momentos fuertes y la evaluación
El curso del camino requiere momentos fuertes en los que se da un
impulso a todo el proceso. Dichos momentos ofrecen también la oportuni-
dad de hacer una seria evaluación comunitaria del proceso.
En tales momentos es fácil ver el conjunto, reconocer la mutua conexión
de los diferentes elementos del itinerario y el avanzar global y simultáneo de
las cuatro áreas. A lo largo del período previsto para el itinerario hay que
fijar algunos de estos momentos para intensificar y profundizar el camino.
El itinerario educativo resulta, así, un instrumento práctico para la
comunidad educativa y para cada educador, un medio para reflexionar con-
tinuamente sobre el camino que se hace con los jóvenes. Dado que el itine-
rario no es estable ni se define de una vez para siempre, el educador está
obligado a una revisión constante para ver si realmente se trabaja por el bien
de unos destinatarios concretos.
·
San Juan Basca introdujo desde el principio el Reglamento del Orato-
rio, en el que hacía ver la importancia de algunos valores, objetivos y medios
para su trabajo educativo; lo daba a conocer a todos y lo revisaba constante-
mente. Su punto de partida era la realidad de los jóvenes y la experiencia que

6.3 Page 53

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51
2. ORIENTACIONES Y DIRECTRICES
hada con ellos. Nuestro «itinerario» refleja esa misma preocupación: res-
ponder al joven concreto con un camino adecuado, factible y flexible. A lo
largo de él, el joven y el adulto se preguntan juntos por el punto en que se
hallan respecto al objetivo y por los pasos que hay que dar a continuación.

6.4 Page 54

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RENDIR CUENTAS
HOMERO PARÓN,
Ec6nomo General
«Rendir cuentas». Dos palabras que nos hacen abrir los ojos. Si, además,
se pronuncian con tono fuerte e imperativo, evocan aquel «redde ratio-
nem... » que a todos nos asusta un poco. Suavicemos, pues, la voz y despoje-
mos a estas palabras del «deber rendir» para entrar en la esfera de lo agrada-
ble, es decir, de tener el gusto de dar explicaciones y satisfacer la petición de
alguien sobre el modo de usar los bienes o el dinero.
Otra nota. Puede parecer una cosa reservada a la categoría de iniciados
que manejan volúmenes más o menos importantes de bienes. No es así.
Interesa a todos, porque, en una sociedad abierta, todos nos manchamos las
manos y todo bolsillo guarda una cartera, aunque sólo sea para «las peque-
ñas necesidades individuales» de que habla en artículo 56 de los Reglamen-
tos Generales. Considerando bien las cosas, ¿acaso no debemos imitar a san
Juan Bosco «en el celo» (¡sic!, Const. 79) y «pedir y aceptar ayudas para el
servicio de los necesitados?» Todos estamos implicados e interesados en ello.
Pero, vayamos con orden.
El Código de Derecho Canónico dice que los bienes temporales de los
institutos religiosos son bienes eclesiásticos (canon 635 § 1). Como tales,
son bienes de la Iglesia (canon 1255). Aunque su dominio corresponde a la
persona jurídica que los posee legítimamente, están sujetos a una autoridad
suprema (canon 1256). La persona jurídica, por su parte, tiene sus adminis-
tradores, que, según el canon 1279, en principio son los mismos que tienen
el gobierno. Simplificando, entre nosotros, el Rector Mayor y su Consejo, el
inspector y su Consejo, el director y su Consejo. Y sabemos que todo admi-
nistrador está obligado a rendir cuentas de su gestión (canon 636 §2).
¿Cuándo y de qué modo? Lo establece el derecho propio.
Por lo tanto, en el ámbito inspectorial, en cuanto al tiempo (Reglam.
196) el ecónomo informa periódicamente de su gestión al inspector y su
Consejo. Al decir «periódicamente», se da a entender que hay plazos en que
debe hacerse dicha información. Pensamos en el momento de la programa-
ción, en el de los presupuestos y balances, cuando se establecen las cuotas de

6.5 Page 55

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53
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
las casas y en otras ocasiones de solución de problemas económicos o de ini-
ciativas importantes.
Acerca del modo: el balance hay que presentarlo en impresos preparados
por el Ecónomo General o transcritos desde el ordenador según un progra-
ma concordado. Todo ello, debidamente firmado por el inspector y su Con-
sejo, se envía al ecónomo general. Muy oportunamente se habla de la «soli-
citud del ecónomo inspectorial». No sonará, pues, mal una llamada de
atención a los rezagados.
Lo mismo cabe decir del ámbito local, donde parece que se carga la
dosis: El ecónomo esté «siempre dispuesto a presentar su gestión» al Conse-
jo de la casa y al Consejo inspectorial «siempre que se lo pidan» (cf. Reglam.
202). Y se le exige «que mande a tiempo» a la Inspectoría los módulos envia-
dos para el caso (Reglam. 194).
Está también el rendir cuentas, a título de información y participación, a
la comunidad local. Lo dice el artículo 202 de los Reglamentos Generales:
«En la forma y tiempo más oportunos, especialmente cuando se trate de
programación y de presupuestos y balances, [el ecónomo] hará partícipe a
toda la comunidad de la situación económico-financiera, ordinaria y extra-
ordinaria, de la casa». Por otra parte, el artículo 184 de dichos Reglamentos
recuerda que una de «las principales incumbencias y deberes de la Asamblea
de hermanos, en lo que se refiere a la comunidad [es]: ... 5) informarse y
reflexionar sobre la situación económica, teniendo también en cuenta la
pobreza comunitaria». Es una buena ocasión para mantener el espíritu de la
pobreza evangélica, para corregir ciertas infidelidades en que se haya caído,
para reflexionar sobre la incidencia de la economía en la vida real de los
pobres; es una hora para prever proyectos de compartir nuestros bienes con
los necesitados y una oportunidad para demostrar con los hechos nuestro
deseo de seguir a Cristo pobre.
No existe ninguna norma en nuestro derecho sobre la obligación de ren-
dir cuentas a la comunidad inspectorial; pero es ya práctica establecida en
muchas inspectorías que, con ocasión del Capítulo lnspectorial, se informe
sobre la situación económica de la inspectoría. Más aún, en algunas se hace
todos los años en una reunión de directores.
Esta idea de «rendir cuentas» la encontramos también en el tercer párra-
fo del artículo 198 de nuestros Reglamentos Generales: «Los hermanos
encargados de obras que, por estatuto o convenio, tienen su propio Conse-
jo de Administración, deben dar cuenta de su gestión a los superiores reli-

6.6 Page 56

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 345
54
giosos». Hablar aquí de esto llevaría demasiado tiempo y espacio. Además,
ya se ha hecho: lo tenemos en el número 323 de Actas del Consejo General
(año 1987) y es de plena validez y actualidad. Conviene que lo repasen,
sobre todo, los directores y párrocos de nuestras comunidades con servicio
parroquial.
Y todos estamos invitados a «rendir cuentas» siempre que pase por nues-
tras manos alguna cantidad de dinero, por mínima que sea, «por exigencias
del propio trabajo o para las pequeñas necesidades individuales» (Reglam.
56). Hay capítulos inspectoriales que, para facilitar dicha cuenta han inclui-
do en su Directorio la reproducción de una ficha que utilizan los salesianos
para registrar el dinero que han recibido de la comunidad y lo que han gas-
tado personalmente por los conceptos indicados.
No es desconfianza por parte del superior si espera dicha cuenta; tam-
poco es miedo a que falte el sentido de responsabilidad ni que, por ello, sea
necesario un control minucioso y antipático. Es mi opción de pobreza de no
querer disponer de nada sin conocimiento del superior. Es mi libertad fren-
te a los bienes de la tierra, ante los que hoy el mundo se prostituye.
De acuerdo, ¡es también cuestión de educación y costumbre! Por ello, la
«Ratio» recuerda a los formadores en el número 121: «Acostúmbrese al her-
mano joven a ser responsable en el uso del dinero que se le da cuando lo
pide; habitúese a dar cuenta de sus gastos...».
¿Se siente uno satisfecho cuando da cuentas? Ciertamente. Si, además,
cuadran, se disfruta de la bienaventuranza prometida a los justos: «Dichoso
tú, siervo bueno y fiel».

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