CARTA_Actas_413


CARTA_Actas_413

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actas
del consejo general
de la sociedad salesiana
de San Juan Bosco
ÓRGANO OFICIAL DE ANIMACIÓN Y COMUNICACIÓN PARA LA CONGREGACIÓN SALESIANA
413 año XCIII
abril-junio de 2012 núm.
1.  CARTA DEL RECTOR MAYOR
Don Pascual CHÁVEZ VILLANUEVA
«TESTIGOS DE LA RADICALIDAD EVANGÉLICA»
Llamados a vivir en fidelidad el proyecto
apostólico de Don Bosco. «Trabajo y Templanza» 3
2. ORIENTACIONES Y DIRECTRICES
53
3.  DISPOSICIONES Y NORMAS (No se dan en este número)
4.  ACTIVIDADES DEL CONSEJO GENERAL 4.1  Crónica del Rector Mayor
81
4.2  Crónica del Consejo General
89
5.  DOCUMENTOS Y NOTICIAS
5.1  D ecreto sobre la heroicidad de las virtudes
de la sierva de Dios Laura Meozzi, Fma
97
5.2  Actualidad eclesial del mensaje
y del testimonio de Antonino Baglieri,
Voluntario Con Don Bosco
102
5.3  D ecreto de erección canónica de la Inspectoría
«Beato Juan Pablo ii» de Silchar (India)
109
5.4  Decreto de erección canónica
de la circunscripción con estatuto especial
«María Auxiliadora» de Ucrania greco-católica 111
5.5   Nuevos Inspectores
113
5.6  Mons. Costelloe Timothy, Sdb,
arzobispo de Perth (Australia)
119
5.7  Personal salesiano al 31 de diciembre
de 2011
120
5.8   Hermanos difuntos
123

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SIGLAS
ACG
Actas del Consejo General
ADMA Asociación de Devotos de María Auxiliadora
AFC
Inspectoría de África Central / Lubumbashi
AFE
Inspectoría de África Este / Nairobi
ANS
Agencia de Noticias Salesianas
ASC
Archivo Salesiano Central
BEN Inspectoría Bélgica Norte / Holanda
BS
«Boletín Salesiano»
CAM Inspectoría de Centro América
Can. Codigo de Derecho Canónico
CDB Voluntarios Con Don Bosco
CG
Capítulo General
CGE
Capítulo General Especial (XX-1972)
CG 25 Capítulo General XXV (2002)
CG 26 Capítulo General XXVI (2008)
CG 27 Capítulo General XXVII (2014)
CI
Capítulo Inspectorial
C I S M Conferencia Italiana de Superiores Mayores
CIVCSVA Congregazione per gli Istituti di Vita
Consacrata e le Società di Vita Apostolica
CNOSC entro Nazionale Opere Salesiane
Const.,C. Constituciones de los SDB
CS
Comunicación Social
DBI Don Bosco Internacional
ENAM École Nationale des Arts et Métiers (Haití)
EST
Circunscripción Especial Europa Este
FMA
Hijas de María Auxiliadora
FS
Familia Salesiana
FSDB Formación de los Salesianos de Don Bosco
ICP
Inspectoría Circunscripción Piamont
HAI
Visitaduría de Haití
ICC
Inspectoría Circunscripción Centrale
ICP
Inspectoría Circunscripción Piamonte
ILE
Inspectoría Lombardo Emiliana / Milán
ILS
Inspectoría FMA Emiliana-Liguria-Toscana
IME
Inspectoría Italia Meridional / Nápoles
ING
Inspectoría de la India / Gawahati
INM
Inspectoría de la India / Madrás
INS
Inspectoría de la India / Silchar
INT
Inspectoría de la India / Tiruchy
IRL
Inspectoría de Irlanda / Dublín
ISI
Inspectoría Sicilia / Catania
JMJ
Jornada Mundial de la Juventud
LDC
Libreria Dottrina Cristiana (ElleDiCi)
MBe      M emorias Biográficas ed. española
MDG Visitaduría de Madagascar / Ivato
MJS
Movimiento Juvenil Salesiano
MOR Inspectoría de Oriente Medio
PJ
Pastoral Juvenil
POR
Inspectoría de Portugal
R
Reglamentos Generales
SDB
Salesianos de Don Bosco
SSE
Inspectoría de Sevilla (España)
THA
Inspectoría de Tailandia / Bangkok
UISG Unión Internacional de Superioras
Generales
UNISAL Centro Universitario Salesiano de São Paulo
UPS
Universidad Pontificia Salesiana
USG
Unión de los Superiores Generales
VDB
Voluntarias de Don Bosco
VIS
V oluntariato Internazionale per lo Sviluppo
VSDB Visitation Sisters of Don Bosco
Central Catequística Salesiana
Alcalá, 166 / 28028 Madrid
Edición extracomercial

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
«TESTIGOS DE LA RADICALIDAD EVANGÉLICA»
Llamados a vivir en fidelidad
el proyecto apostólico de Don Bosco.
«Trabajo y templanza»
1. Convocatoria del CG27.– 1.1. Los pasos dados para determinar el tema.– 1.2. Objetivo
fundamental del tema.– 1.3. Frutos que se esperan de la realización del tema.– 1.4. Otras
tareas.— 2. Vida y misión salesiana en el contexto global de hoy.– 2.1. Desafíos cultura-
les.– 2.2. Desafíos eclesiales.– 2.3. Desafíos institucionales. 2.4. Desafíos personales.– 2.5. Los
jóvenes como desafío.— 3. Radicalidad evangélica de la vida consagrada salesiana.– 3.1
Radicalidad evangélica de la vida consagrada. – La vocación (Const. 22 y 25; 97 y 98).– Experiencia
espiritual: discípulos de Cristo y buscadores de Dios.– Discípulos de Cristo (Const. 61-84).Busca-
dores de Dios (Const. 85-95).– Vida fraterna: en comunidades fraternas (Const. 49-59).– Misión:
enviados a los jóvenes (Const. 26-48).3.2. Expresión salesiana de la radicalidad evangélica:
trabajo y templanza.- Trabajo y templanza.Trabajo.– Templanza.3.3. Condiciones para concretar
el tema. Procesos que hay que poner en marcha.– Mentalidad que hay que convertir.
Estructuras que hay que cambiar.— 4. Conclusión.— 5. Oración. Oración a san Juan Bosco.
Roma, 8 de abril de 2012
Solemnidad de Pascua de Resurrección
Queridísimos hermanos:
Acabamos de concluir la sesión plenaria del Consejo General en la
que hemos reflexionado sobre el tema y los objetivos del próximo Ca-
pítulo General. Ya antes de las Visitas de Conjunto, habíamos profundi-
zado, como Consejo, los desafíos que encontrábamos en la Congrega-
ción; las Visitas de Conjunto nos han ofrecido nuevos elementos para
comprender la situación. Ahora, la elección del tema del Capítulo Ge-
neral quiere ser una respuesta a tales desafíos, para ayudar a la Con-
gregación a caminar por las sendas que el Espíritu nos señala en nues-
tro contexto histórico.

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4
ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 413
1. CONVOCATORIA DEL CG27
Me alegra escribir esta carta en el día en que celebramos la solem-
nidad de la Pascua del Señor. Mediante ella entiendo convocar el Ca-
pítulo General XXVII, según norma del artículo 150 de nuestras
Constituciones.
El Capítulo tendrá como tema: «Testigos de la radicalidad evangé-
lica». Se trata de una ocasión de particular importancia para nosotros,
puesto que el Capítulo es «el principal signo de la unidad de la Congre-
gación en su diversidad» (Const. 146). Tendremos la oportunidad de
reforzar esta unidad reflexionando juntos sobre cómo ser «fieles al
Evangelio y al carisma del Fundador y sensibles a las necesidades de
los tiempos y de los lugares» (Const. 146). Desde ahora nos entregamos
confiadamente al Espíritu de Cristo Resucitado, para que nos ilumine y
acompañe, y a María Auxiliadora, para que sea nuestra maestra y guía.
Os invito a mirar este acontecimiento como una nueva y promete-
dora etapa en la vida de la Congregación, que, desde el Concilio Vati-
cano II, ha realizado una constante y profunda renovación espiritual y
pastoral, para poder responder al querer de Dios, para ofrecer un me-
jor servicio a la Iglesia, en fidelidad dinámica a Don Bosco y a las ne-
cesidades y esperanzas de los jóvenes (cf. Const. 146).
El próximo Capítulo General será el 27 en la historia de nuestra So-
ciedad. Se realizará en Roma, en el «Salesianum», junto a la Casa General.
Comenzará el sábado 22 de febrero en Turín, cuna de nuestro carisma;
allí nos encontraremos para respirar aire de casa, para encontrar a nues-
tro padre Don Bosco, para beber en las fuentes del carisma fundacional.
Así lo hemos hecho en el anterior Capítulo General. Inauguraremos la
asamblea capitular con la concelebración eucarística en la Basílica de
María Auxiliadora y con la visita a los lugares de nuestros orígenes sale-
sianos. Partiremos después para Roma, sede del Capítulo. He nombrado
Regulador del CG27 a don Francisco Cereda. Él tiene desde este mo-
mento la responsabilidad de acompañar su preparación y su desarrollo.
El tema elegido hace referencia al testimonio de la radicalidad evan-
gélica que encuentra en el lema «trabajo y templanza» (cf. Const. 18)
una expresión del programa de vida y de acción de Don Bosco, sinte-
tizado en el «da mihi animas cetera tolle». El tema pretende ayudarnos

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
5
a profundizar nuestra identidad carismática, haciéndonos conscientes
de nuestra llamada a vivir con fidelidad el proyecto apostólico de Don
Bosco. Este tema, frecuentemente recordado en las Visitas de Conjunto,
nos ha parecido, a mí y a los Consejeros generales, un elemento esencial
de nuestra espiritualidad; la radicalidad de vida de hecho representa el
entramado interior de Don Bosco; éste sostuvo su incansable laboriosi-
dad por la salvación de los jóvenes e hizo posible el florecimiento de
la Congregación.
El argumento es amplio. Por eso queremos focalizar la atención del
CG27 particularmente alrededor de cuatro áreas temáticas: vivir en la
gracia de unidad y en el gozo de la vocación consagrada, que es don de
Dios y proyecto personal de vida; hacer una fuerte experiencia espiri-
tual, asumiendo el modo de ser y actuar de Jesús obediente, pobre y
casto, y convirtiéndonos en buscadores de Dios; construir la fraternidad
en nuestras comunidades de vida y de acción; dedicarnos generosamen-
te a la misión, caminando con los jóvenes para dar esperanza al mundo.
1.1.  Los pasos dados para determinar el tema
Para la elección del tema del CG27 hemos partido de la vida de las
Inspectorías. De hecho en la preparación de la Visita de Conjunto las
Inspectorías han hecho una verificación de la asimilación del CG26 y
han presentado algunas perspectivas de futuro; han puesto de relieve
también las mayores realizaciones de los últimos años, los desafíos más
importantes, los recursos para afrontar el futuro, las dificultades que
están encontrando.
De este modo, las Visitas de Conjunto han venido a ser el primer
paso de preparación del CG27, porque nos han dado a conocer el es-
tado de la Congregación en sus varios contextos: sus puntos de forta-
leza y de debilidad, las oportunidades y los retos.
Aparecía insistentemente la sentida necesidad de vivir con mayor
dinamismo, credibilidad y fecundidad la vida salesiana y la misión juve-
nil. Todo esto apuntaba a la urgencia de volver a aquella radicalidad
evangélica que es propia de nuestra consagración apostólica y que en-
cuentra una típica expresión salesiana en el binomio tan querido por
Don Bosco «trabajo y templanza». Al mismo tiempo, aunque con diversa
intensidad, aparecían otros temas, como la inculturación, las vocaciones,

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 413
la formación, la renovación de nuestra presencia educativa pastoral, una
nueva reflexión sobre la pastoral juvenil, la comunicación social.
Al terminar la sesión plenaria del Consejo General de junio-julio
2011, cada Consejero ya me había entregado su propuesta para el
CG27. También en este caso el tema más señalado, con motivaciones y
acentuaciones diversas, se refería a la necesidad de asegurar mayor
convicción a nuestra identidad (¿«quiénes somos»?), a nuestra acción
(¿»qué hacemos»?), a nuestra propuesta educativa pastoral (¿»qué ofre-
cemos»?), aspectos todos que hacen referencia a la radicalidad en la
vivencia de la vocación de consagrados apóstoles.
El proceso para la elección del tema se ha concluido ahora con la
reflexión común, realizada en la reunión extraordinaria del Consejo
General del 26 de marzo al 4 de abril, próximos pasados. Ella nos ha
conducido a la definición del susodicho tema.
1.2.  Objetivo fundamental del tema
El objetivo fundamental del CG27 es ayudar a cada hermano y co-
munidad a vivir en fidelidad el proyecto apostólico de Don Bosco; por
tanto el CG27, en continuidad con el CG26, entiende reforzar más in-
tensamente nuestra identidad carismática. Este objetivo está explícita-
mente presentado en los primeros artículos de las Constituciones: no-
sotros Salesianos, efectivamente, estamos llamados a «realizar, en una
forma específica de vida religiosa, el proyecto apostólico del Fundador»
(Const. 2); y en esta específica forma de vida, «la misión apostólica, la
comunidad fraterna y la práctica de los consejos evangélicos son los
elementos inseparables de nuestra consagración, vividos en un único
movimiento de caridad hacia Dios y los hermanos» (Const. 3).
Nuestra Ratio fundamentalis institutionis et studiorum, al presen-
tar «la identidad vocacional salesiana como principio y fin de la forma-
ción», hace una síntesis de ella poniendo en evidencia algunos rasgos
fundamentales. Dice: «En Don Bosco y en el proyecto constitucional
salesiano emergen los elementos que definen ese «estilo original de
vida y de acción» (Const. 10), que el Espíritu Santo ha suscitado en la
Iglesia, esa «específica forma de vida religiosa» (Const. 2) en la que «en-

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
7
contramos el camino de nuestra santificación» (Const. 2)».1 Esta voca-
ción fundamenta toda nuestra formación (cf. Const. 96).
Siempre según la Ratio, característica fundamental de nuestra voca-
ción es la de ser un «proyecto de consagración apostólica», plasmado
en cinco elementos que definen el perfil del Salesiano como:
— educador y pastor de los jóvenes animado por la caridad pasto-
ral (núms. 30-32);
— miembro responsable de una comunidad (núm. 33);
— testigo de la radicalidad evangélica (núm. 34);
— animador de comunión en el espíritu y en la misión de Don
Bosco (núms. 35-36);
— inserto en la Iglesia, abierto a la historia y en diálogo con la rea-
lidad (núm. 37).
Los recientes Capítulos Generales —y obviamente no se trata de
una simple coincidencia— han desarrollado estos diversos elementos,
reconociéndolos como fundamentales. En particular, los CG XXII y XX-
VI han profundizado el «proyecto de consagración apostólica»: el pri-
mero, por medio de la redacción del texto definitivo de nuestras Cons-
tituciones y Reglamentos; el segundo, tratando de «reforzar la identidad
carismática con la vuelta a Don Bosco, y despertar el corazón de cada
hermano con la pasión del “da mihi animas”».2 Entre estos dos Capítu-
los, encontramos todos los demás elementos que caracterizan el pro-
yecto apostólico salesiano: el CG XXIII traza la figura del Salesiano
como educador pastor de los jóvenes; el CG XXIV, como animador de
comunión en el espíritu y en la misión de Don Bosco; el CGXXV, como
miembro responsable de una comunidad.
El último rasgo, «inserto en la Iglesia…», más que un contenido es-
pecífico es el contexto mismo en el que el Salesiano vive y trabaja. Por
lo demás, cada Capítulo General se coloca y se realiza dentro del hori-
zonte eclesial y cultural.
De este simple análisis brota una constatación: el único rasgo del
perfil del Salesiano que no ha sido objeto de profundización por parte
de un reciente Capítulo General es el tercero: «testigo de la radicalidad
1 FSDB, núm. 26.
2 P. Chávez, «Da mihi animas, cetera tolle», en ACG 394, Roma 2006, p. 9.

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8
ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 413
evangélica». En el pasado la radicalidad se refería prevalentemente a los
consejos evangélicos de obediencia, pobreza y castidad; hoy la teología
de la vida consagrada destaca que ésta es una llamada y no una elección,
fruto de voluntarismo; tiene su fundamento en Dios y está enraizada en
el Señor Jesús; se refiere a todos los aspectos de la vocación consagrada,
incluidos la vida fraterna y la misión. También nuestra regla de vida re-
conoce la raíz de nuestra vocación en Dios y en Cristo, cuando afirma
que nosotros Salesianos, «por nuestra adhesión plena a Dios, amado so-
bre todas las cosas, nos comprometemos a llevar una forma de vida ín-
tegramente fundada en los valores del Evangelio» (Const. 60).
Evidentemente, el testimonio personal y comunitario de la radicali-
dad evangélica no es un aspecto que se yuxtapone a los otros, sino más
bien una dimensión fundamental de nuestra vida. Por tanto para noso-
tros será importante desarrollar el tema de la radicalidad evangélica no
sólo en referencia al seguimiento de Cristo obediente, pobre y casto,
sino también teniendo presente los demás aspectos de nuestra consa-
gración apostólica.
1.3.  Frutos que se esperan de la realización del tema
Como frutos del CG27, esperamos hacer nuestra vida salesiana más
auténtica aún, y, por lo tanto, visible, creíble y fecunda. Esto es posible
si ella se fundamenta profunda y vitalmente en Dios, se arraiga, con
valor y convicción, en Cristo y en su Evangelio, robustece su identidad
carismática. Por este motivo, durante el sexenio pasado, nos hemos
comprometido a volver a Don Bosco, despertando el corazón de cada
Salesiano con la pasión del «da mihi animas, cetera tolle». Vivir con fi-
delidad el proyecto apostólico, es decir, vivir nuestra identidad caris-
mática, nos hará más auténticos; de la identidad vivida nacerá visibili-
dad, credibilidad y fecundidad vocacional.
Hace seis años, en la carta de convocatoria del CG26, escribí: «Más
que de crisis de identidad, pienso que para nosotros Salesianos existe
hoy una crisis de credibilidad. Nos encontramos en una situación de
estancamiento. Parece que estamos bajo la tiranía del «statu quo»; exis-
ten resistencias al cambio, más inconscientes que intencionadas. Aun
cuando estamos convencidos de la eficacia de los valores evangélicos,
nos cuesta llegar al corazón de los jóvenes, para quienes deberíamos

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
9
ser signos de esperanza. Nos impacta el hecho de que, en la construc-
ción de su vida, la fe resulta irrelevante. Comprobamos escasa sintonía
con su mundo y una lejanía, por no decir ausencia, de sus proyectos.
Advertimos que nuestros signos, gestos y lenguajes no son eficaces;
parece que no inciden en su vida»3.
En la misma carta seguía escribiendo: «Junto al arrojo vital, capaz de
testimonio y de entrega hasta el martirio, la vida salesiana conoce tam-
bién “la insidia de la mediocridad en la vida espiritual, del aburguesa-
miento progresivo y de la mentalidad consumista”4. En los documentos
que la tradición ha llamado ‘testamento espiritual’, Don Bosco dejó
escrito: “Desde el momento en que comience a aparecer el bienestar en
la persona, en las habitaciones o en las casas, comenzará al mismo
tiempo la decadencia de nuestra Congregación […]. Cuando comiencen
entre nosotros el bienestar y las comodidades, nuestra Pía Sociedad ha
cumplido su curso”5».6
Si creemos en nuestra vocación y la vivimos con convicción, enton-
ces somos creíbles; también escribí entonces: «La escasez de vocaciones
y la fragilidad vocacional me llevan a pensar que muchos tal vez no
están convencidos de la utilidad social, educativa y evangelizadora de
nuestra misión; otros quizá encuentran inadecuado para sus aspiracio-
nes nuestro compromiso de trabajo, porque no sabemos reinvertir o
renovar; algunos tal vez se sienten aprisionados por las urgencias, que
se hacen cada día más apremiantes».7
La visibilidad no es principalmente el cuidado de la imagen, sino la
belleza del testimonio de nuestra vocación. Si testimoniamos con fide-
lidad y gozo el proyecto apostólico de Don Bosco, es decir, la vocación
consagrada salesiana, entonces nuestra vida será fascinante, especial-
mente para los jóvenes, y como consecuencia tendremos una nueva
fecundidad vocacional. Si el Señor Jesús llega a ser la fascinación de
3 P. Chávez, «Da mihi animas, cetera tolle», en ACG 394, Roma 2006, p. 11.
4 CIVCSVA, Caminar desde Cristo, núm. 12.
5 P. Braido (a cura), Don Bosco educatore, scritti e testimonianze, LAS, Roma
1997, pp. 409, 437.
6 Chávez, «Da mihi animas, cetera tolle», en ACG 394, Roma 2006, pp. 11 y 12.
7 Ibídem.

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10
ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 413
nuestra vida, entonces nuestra vocación resultará atrayente; por eso
debemos cuidar el testimonio de la belleza de nuestra vocación.
Estoy convencido de que para conseguir el objetivo del CG27 es
necesaria una conversión espiritual y pastoral. Los nuevos contextos,
los desafíos culturales y las dificultades dentro de la vida consagrada
nos piden que continuemos buscando caminos de renovación y de cre-
cimiento que hagan más significativa nuestra vida. Frente a la realidad
que vivimos, es urgente cambiar estrategia. Lo que será verdaderamen-
te decisivo es vivir nuestra identidad de consagrados al servicio del
Reino. Ésta es también nuestra significatividad: centrar nuestra vida en
Dios, el único Absoluto, que nos llama y nos invita a seguir a su Hijo
entregando la vida por amor; vivir la profecía de la comunión y de la
fraternidad; redescubrir la misión entre los jóvenes como el lugar por
excelencia del encuentro con Dios, que continúa hablándonos.
Todavía deberemos continuar profundizando y adquiriendo un co-
nocimiento de Don Bosco cada vez mejor: es necesario estudiarlo,
amarlo, imitarlo e invocarlo (cf. Const. 21). Debemos conocerlo como
maestro de vida, de cuya espiritualidad nos alimentamos como hijos y
discípulos; como fundador, que nos indica el camino de la fidelidad
vocacional; como educador, que nos ha dejado como preciosísima he-
rencia el Sistema Preventivo; como legislador, en cuanto las Constitu-
ciones, por él elaboradas y sucesivamente interpretadas por la tradición
salesiana, nos ofrecen una lectura carismática del evangelio y del segui-
miento de Cristo.8
Es necesario continuar encendiendo el fuego de la pasión espiritual
y apostólica en el corazón de cada hermano, ayudándolo a motivar y
unificar su vida con el compromiso de entregarse totalmente por la
«gloria de Dios y salvación de las almas». También este aspecto, como
el anterior, está en continuidad con el CG26, que está pidiendo todavía
que se realice plenamente.
La cercanía del año 2015, bicentenario del nacimiento de Don Bos-
co, representa una gracia para la Congregación, que está llamada a en-
carnar en los contextos más diversos el carisma, o sea, el espíritu y la
8 Cf. P. Chávez, «¿Y vosotros, quién decís que soy yo?» (Mc 8,28) Contemplar a
Cristo con la mirada de Don Bosco, en ACG 384, Roma 2003.

2 Pages 11-20

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2.1 Page 11

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
11
misión de nuestro fundador y padre. Tal celebración constituirá una
meta del CG27.
Visibilidad, credibilidad y fecundidad son frutos que esperamos
conseguir, como consecuencia de la puesta en práctica y de haber al-
canzado el objetivo fundamental del CG27; debemos ser conscientes de
esto. Entonces hemos de hacer de tal manera que estos frutos «suce-
dan» y se realicen; por eso podemos decir que ellos, además de frutos,
son también objetivos secundarios que hay que alcanzar del CG27.
1.4.  Otras tareas
Además de la profundización del tema, el CG27 tiene otras tareas
particulares. La primera se refiere a la elección del Rector Mayor y de
los miembros del Consejo General para el sexenio 2014-2020. Después
está el cumplimiento y la verificación de algunas peticiones hechas por
el CG25 y por el CG26 o de cambios introducidos por ellos.
Ante todo se considera importante una reflexión sobre la organiza-
ción y estructura de los Dicasterios para nuestra misión salesiana: pas-
toral juvenil, misiones, comunicación social (cf. CG26, 117, 118).
Es necesario también hacer una reflexión sobre la configuración de
las tres Regiones de Europa (cf. CG25, 124, 126, 129); esto resulta más
necesario tras la decisión de replantear las Inspectorías de España, que,
después del CG27 pasarán de seis a dos.
Además se siente la exigencia, después del cambio constitucional
realizado, de hacer una valoración acerca del hecho de haber confia-
do la Familia Salesiana al Vicario del Rector Mayor (cf. CG25, 133 y
CG26, 116).
Finalmente, «esta revisión fija la atención en el conjunto de la es-
tructura del Consejo General», y exige al CG27 que verifique las estruc-
turas de animación y gobierno del consejo central de la Congregación
(cf. CG26, 118).

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12
ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 413
2. VIDA Y MISIÓN SALESIANA
EN EL CONTEXTO GLOBAL DE HOY
El secreto de la renovación en la Congregación lo encontramos en
el artículo 3 de nuestras Constituciones, donde leemos: «La misión
apostólica, la comunidad fraterna y la práctica de los consejos evangé-
licos son los elementos inseparables de nuestra consagración, vividos
en un único movimiento hacia Dios y hacia los hermanos. La misión da
a toda nuestra existencia su tonalidad concreta».
La misión salesiana no se debe identificar con las obras o las activi-
dades que dirigimos: es, más bien, la expresión de nuestro celo por la
salvación de los jóvenes, nace de la pasión del «da mihi animas, cetera
tolle», se alimenta con una mística que tiene su origen «en el corazón
de Cristo, apóstol del Padre» (Const. 11).
El mundo en que vivimos, en el que desempeñamos la misión de Don
Bosco en favor de los jóvenes, no es sólo el escenario en el que nos ha-
cemos presentes y actuamos. Representa más bien el lugar en cuyo inte-
rior respondemos a los jóvenes y, por medio de ellos y con ellos, respon-
demos también a Dios. Por tanto, es oportuno definir, aunque sea breve-
mente, los retos globales del momento histórico que estamos viviendo en
ámbito mundial, reconociendo que estos retos son, al mismo tiempo,
oportunidades para la renovación de la vida salesiana y de nuestra misión.
2.1.  Desafíos culturales
Fenómeno típicamente occidental, el primer desafío es, sin duda, la
posmodernidad que lleva consigo aspectos positivos respecto a la digni-
dad del ser humano y a su bienestar, pero también contravalores. Cierta-
mente la posmodernidad no hace sentir su influjo en todas partes, ni, allí
donde ha llegado, se siente como un condicionamiento gravoso, sino
que está, lenta y progresivamente, conquistando la mentalidad y el estilo
de vida de la élite social y llega a echar raíces también, por desgracia, en
el corazón de algunos Salesianos, marcando su modo de vida.
Un segundo desafío es la inculturación, caracterizada también por
la creciente mentalidad intercultural. La globalización, la migración cre-
ciente y la fusión de las culturas crean posibilidades de encuentros, que
provocan cierta purificación de las mismas culturas e invitan a apreciar

2.3 Page 13

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
13
las diferencias. Tales impulsos pueden, al mismo tiempo, conducir a
posturas relativistas propias del multiculturalismo, con una pacífica ho-
mologación de las diferencias y un inexorable achatamiento de los va-
lores; pero pueden también inducir al rechazo de las diversidades, a la
defensa de los intereses particulares hasta llegar a la contraposición y
a la exclusión de lo diverso.
El tercer desafío se refiere a la laicidad y a la secularización. «Crece
la dificultad de vivir la propia fe en Jesús en un contexto social y cul-
tural en el que se desafía y amenaza continuamente el proyecto de vida
cristiana; […] se tiene la impresión de que el no creer es lo natural,
mientras el creer tiene necesidad de legitimación social, ni obvia ni
segura».9 En efecto, si es verdad que tal proceso puede favorecer una
cierta maduración en la autonomía y responsabilidad de las personas y
una participación más consciente en las dinámicas sociales y en los
procesos culturales, también es verdad que, a veces, se convierte en
inmanencia y hace imposible dar espacio a Dios. El proceso de secula-
rización, en continuo crecimiento, se ha convertido en un verdadero
riesgo también para nosotros Salesianos, y no sólo para los que traba-
jan en países muy desarrollados sino también para cuantos viven entre
pueblos que todavía conservan un profundo sentido religioso.
2.2.  Desafíos eclesiales
La situación actual hace de la nueva evangelización no un «optio-
nal» sino una obligación misionera. Ni siquiera en continentes evange-
lizados ya desde hace tiempo la fe «puede presuponerse, sino debe ser
propuesta explícitamente en toda su amplitud y riqueza».10 Vivimos,
pues, en un contexto donde muchos todavía no han oído hablar de
evangelio y los que lo han oído deben reconocer que la cadena de
transmisión de la fe, constituida por la familia, la Iglesia y la sociedad,
se ha roto. Esto se une al problema de nuestro lenguaje, que a la mayor
parte resulta incomprensible. A menudo los discursos que nosotros uti-
lizamos parecen irrelevantes en contextos culturales y sociales marca-
dos por el pluralismo ideológico o por el escepticismo religioso.
 9 Juan Pablo II, Ecclesia in Europa, núm. 7.
10 Juan Pablo II, Ecclesia in America, núm. 69.

2.4 Page 14

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14
ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 413
La Iglesia, y más específicamente la vida consagrada, está «tentada
por un ofuscamiento de esperanza».11 Esta incomodidad en la vida
consagrada surge casi naturalmente, porque su principal empeño es ‘la
afirmación del primado de Dios y de la vida eterna’, mientras hoy debe
vivir en un contexto cultural «en el que parece que se han perdido las
huellas de Dios».12 Esta incomodidad no tiene su origen únicamente en
causas externas, ni en su natural incompatibilidad con ciertas lógicas
del mundo; surge también desde dentro, porque, entre otras cosas, la
vida consagrada se ha encontrado de improviso privada de aquellos
roles particulares en la sociedad, que durante tanto tiempo le habían
dado seguridad e importancia social.
El pluralismo, que puede resbalar y caer en relativismo, nos presenta
un desafío de mayor compromiso. Es verdad que se hace cada vez más
imperiosa la necesidad de favorecer y mantener un diálogo intercultural
e interreligioso para colaborar en la construcción de la única familia hu-
mana en la diversidad de los pueblos, culturas, lenguas y religiones; pero
es necesario hacer esto sin dejar de testimoniar que la salvación viene de
Cristo. Por esto debemos aprender y enseñar a no rechazar «lo que en
ellas hay de verdadero y de santo» y a rechazar como «extraña al espíritu
de Cristo toda discriminación o persecución contra personas por motivo
de la raza, del color o de la condición de vida o de la religión».13
2.3.  Desafíos institucionales
Considerando la formación inicial, observamos una mayor debilidad
en dos aspectos fundamentales: el discernimiento vocacional y el acom-
pañamiento personal. Los «Criterios y Normas» de la Ratio no son cono-
cidos. No hay claridad sobre cómo debe ser estructurado el acompaña-
miento, por lo que su práctica cae en desuso. A esto se puede añadir la
discontinuidad y la fragmentación de las fases de nuestra formación,
con impacto negativo especialmente sobre los dos procesos señalados,
y en general sobre la formación de los hermanos como personas efi-
cientemente maduras para asumir la vocación y la misión salesiana.
11 Juan Pablo II, Ecclesia in Europa, núm. 7.
12 Juan Pablo II, Vita consecrata, núm. 85.
13 Juan Pablo II, Ecclesia in America, núm. 51.

2.5 Page 15

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
15
Es evidente también la falta de asimilación de las líneas-guía de la
Congregación para la pastoral. Éstas son un medio para comprender y
llevar adelante la misión salesiana en los diferentes campos de la anima-
ción misionera, pastoral juvenil, comunicación social, pastoral vocacional.
Finalmente, observamos en la Congregación una debilidad de di-
rección y animación. Gobierno y animación no favorecen siempre el
cambio de mentalidad, no promueven los procesos necesarios, no lo-
gran desmantelar las resistencias al cambio, no ayudan al sujeto a asu-
mir sus responsabilidades personales y los compromisos de responsa-
bilidad compartida.
2.4.  Desafíos personales
Es obligado registrar algunas carencias en la vida del Salesiano: el
individualismo en las decisiones pastorales, el modo de emplear el
tiempo libre, el espacio dado al bienestar personal en detrimento de la
disponibilidad para la misión; pero también un activismo que deja po-
co espacio a la vida espiritual, al estudio sistemático, al aprendizaje
continuo, al hábito de reflexionar. Los hermanos no están acostumbra-
dos a la autoformación, y algunos ni siquiera sienten su urgencia.
A menudo no existe conciencia de la identidad de nuestra voca-
ción de Salesianos consagrados, y así queda comprometida la identifi-
cación personal con la vocación misma. Más que la dedicación a la
propia vocación, lo que interesa parece que es sentirse bien consigo
mismo y estar bien con los demás. Aumenta la lejanía afectiva y efecti-
va del mundo de los jóvenes; frecuentemente éstos no son comprendi-
dos o percibidos como nuestra única razón de ser.
Última, pero no menos importante, es la dimensión afectiva del Sa-
lesiano, que resulta escasamente apreciada. Se descuidan, si no es que
se ignoran, emociones, sentimientos y afectos; hay falta de educación
para la interioridad y para la expresividad emocional, por falta de for-
mación apropiada y de formadores expertos. Todo esto se refleja en las
actitudes educativas que asumimos y en el trabajo pastoral que realiza-
mos, especialmente por lo que respecta a la educación de los jóvenes
para el amor, al cuidado de las parejas de novios, a la atención a la vida
matrimonial y a las familias.

2.6 Page 16

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16
ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 413
2.5. Los jóvenes como desafío
Finalmente —como escribí en otra ocasión14— me parece percibir
en la Congregación un fenómeno muy preocupante: advierto entre los
hermanos por un lado y otro una resistencia más o menos consciente,
y quizá una incapacidad declarada, para acercarse con simpatía, para
iluminar con perspicacia, fruto del estudio, y para acoger cordialmente
las nuevas formas de expresión que caracterizan a los jóvenes de hoy,
no menos que las experiencias colectivas con las que dan forma a sus
«espectaculares» estilos de vida,15 aquellas formas que, normalmente, se
afirman en el tiempo libre, casi siempre al margen de las habituales
instituciones sociales.
El CG26 ilustra esta situación cuando, hablando de las nuevas fron-
teras, afirma: «reconocemos también las expectativas de los jóvenes
espiritual y culturalmente pobres, que solicitan nuestro interés; jóvenes
que han perdido el sentido de la vida, carentes de afecto por la inesta-
bilidad de la familia, desilusionados y vacíos por la mentalidad consu-
mista, religiosamente indiferentes, desmotivados por el permisivismo,
por el relativismo ético, por la difusa cultura de la muerte».16
Esta soledad afectiva no es la única, ni la más extendida forma de
pobreza existencial, en que se encuentran los jóvenes de hoy. La gran
mayoría de los que pueblan los países en vía de desarrollo conoce bien
la indigencia económica, la precariedad familiar, la discriminación ra-
cial, las carencias educativas y culturales, la impreparación para el tra-
bajo, la innoble explotación por parte de terceros, el empleo abusivo
como mano de obra, la estrechez de horizontes que sofoca la vida, de-
pendencias varias y otras desviaciones sociales.
El actual mapa de la desorientación juvenil es un cuadro tan deso-
lador que llama a una urgente conversión a la compasión (cf. Mc 6,34;
14 Cf. P. Chávez, La inculturación del carisma salesiano, en ACG 411, Roma
2011.
15 Cf. J. González-Anleo – J.M. González-Anleo, La juventud actual, Verbo
Divino, Estella 2008, p. 44. Para una descripción de los estilos de vida
juveniles en las sociedades occidentales, ver la monografía De las ‘tribus
urbanas’ a las culturas juveniles, en “Revista de estudios de Juventud” 64,
2004, pp. 39-136.
16 CG26, núm. 98.

2.7 Page 17

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
17
8,2-3), no menos que a la acción (cf. Mc 6,37; 8,4-5). Como Don Bosco
y con él, la Congregación se ha comprometido, mediante la educación
y la prevención, a ayudarlos a encontrarse a sí mismos, a acompañarlos
con paciencia y confianza en el camino de su construcción personal, a
ofrecerles instrumentos para ganarse la vida; pero al mismo tiempo a
proponerles un modo apropiado para ellos de relacionarse con Dios.
Para recrear el carisma salesiano en las situaciones más diversas en
que nos encontramos, no basta adaptarlo a los diversos contextos juve-
niles; más aún, es necesario invertir en los jóvenes, haciendo que ellos
se conviertan en protagonistas y colaboradores fiables, sin olvidar nun-
ca que ellos son la razón de nuestra consagración a Dios y de nuestra
misión. Queremos hacerlo habitando su mundo, hablando su lenguaje,
poniéndonos a su lado no sólo como nuestros destinatarios privilegia-
dos, sino, sobre todo, como compañeros de viaje.
3. RADICALIDAD EVANGÉLICA
DE LA VIDA CONSAGRADA SALESIANA
Durante las visitas de Conjunto hemos podido comprobar que exis-
ten numerosos aspectos positivos en la vida de la Congregación. Los
hermanos, en general, son conscientes de la identidad de la vida consa-
grada salesiana y son portadores de valores que la manifiestan. La im-
plantación del carisma en los diversos países, lugares, contextos en don-
de se encuentra la Congregación, por lo general ha sido buena. El
crecimiento de las presencias y de las vocaciones ha sido satisfactorio en
muchas partes del mundo. En estos últimos tiempos se han consolidado
experiencias positivas de vida fraterna. Sobre todo después del CG26, ha
crecido en todos la conciencia de que profundizar el conocimiento de
Don Bosco constituye un elemento irrenunciable para una renovación
profunda de la vida salesiana. En algunas Regiones las Inspectorías han
conocido un prometedor florecimiento y han dado vida a nuevos tipos
de obras que hacen visible la fidelidad al carisma de Don Bosco.
Sin embargo, junto a estos elementos positivos, se han experimen-
tado también dificultades significativas: en algunas partes de la Con-
gregación el envejecimiento de los hermanos, la escasez de vocaciones

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18
ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 413
y la complejidad de las obras, hacen difícil la deseada renovación; en
otras cuesta orientar la acción pastoral hacia la opción fundamental de
los jóvenes. Perduran resistencias para encontrar espacio para la vida
de comunidad y es difícil promover caminos válidos y eficaces de for-
mación permanente. Por una u otra parte aflora una falta de entusias-
mo para vivir la propia vocación y se denuncia una animación débil
por parte de los hermanos directores.
Para afrontar los desafíos actuales y futuros de la vida consagrada
salesiana y de la misión en toda la Congregación, surge la necesidad de
trazar el perfil del nuevo Salesiano; hoy el Salesiano está llamado a ser:
•  U n místico: en un mundo que comienza a sentir cada vez con
mayor claridad el desafío del secularismo, tenemos necesidad de
«encontrar una respuesta que reconozca el primado absoluto de
Dios», mediante la «total donación de sí mismo» y en la «conver-
sión permanente de una existencia ofrecida como verdadero cul-
to espiritual».17
•  U n profeta: «En la actual situación multicultural y religiosa, se
pide el testimonio de la fraternidad evangélica». Nuestras comu-
nidades religiosas están llamadas a ser valientes en vivir el evan-
gelio como modelo alternativo de vida y «estímulo para purificar
e integrar valores diversos, mediante la superación de las
contraposiciones».18
•  U n siervo: «La presencia de nuevas formas de pobreza y de mar-
ginación debe suscitar la creatividad en el cuidado de los más
necesitados»19; esto marcó el nacimiento de nuestra Congrega-
ción y esto logrará el renacer de nuestras Inspectorías, en bene-
ficio de los jóvenes pobres y de todos los marginados por razo-
nes económicas, sexuales, raciales o religiosas.
Todo esto requiere un cambio tanto de mentalidad como de praxis:
entrar en un proceso de verdadera conversión, pasando de una menta-
lidad cerrada a una abierta y dispuesta al cambio, mirando el futuro
17 Juan Pablo II, Ecclesia in Europa, núm. 38.
18 Ibídem.
19 Ibídem.

2.9 Page 19

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
19
con esperanza y optimismo. Es necesario entonces considerar algunos
elementos estratégicos.
3.1.  Radicalidad evangélica de la vida consagrada
Observando la situación actual de la Iglesia, y en ella la de nuestra
Congregación, no podemos ignorar que la llamada a la «radicalidad
evangélica» constituye una necesidad urgente y un tema de gran actua-
lidad, a partir de la práctica de los consejos evangélicos. Por ejemplo,
respecto a la castidad consagrada, han surgido en los últimos años,
con gran escándalo, los problemas de la pederastia y de los abusos
sexuales;20 estos problemas, como ha escrito el mismo Benedicto XVI,
«han oscurecido la luz del evangelio hasta un punto al que no habían
llegado ni siquiera siglos de persecución»21, aunque conviene recordar
que el problema no es de hoy.
Pero no sólo el aspecto de la castidad es problemático; muy fre-
cuentemente las dificultades en este campo son consecuencia y expre-
sión de otras situaciones negativas relativas a los consejos evangélicos
de la pobreza y de la obediencia. Particularmente, la práctica de la po-
breza, que es uno de los puntos centrales del CG26 (cf. núms. 79-97),
se ha hecho más acuciante, tras la quiebra financiera y económica
acaecida mundialmente. Como religiosos, no podemos reducir la po-
breza a la vigilancia y corrección en la gestión de los recursos, lo que
por otra parte es obligado; la pobreza, efectivamente, afecta al modo
de entender y de vivir un valor evangélico fundamental para nuestra
consagración. El mismo Santo Padre Benedicto XVI, a este respecto,
tiene expresiones muy fuertes e iluminadoras, sobre la raíz moral de la
actual crisis económica.
En una de mis primeras cartas, «Tú eres mi Dios, fuera de Ti no tengo
otro bien»22, he querido hacer un análisis profundo de esta situación, pro-
vocada por un «modelo liberal» de vida consagrada, que afecta particu-
20 Cf. P. Chávez, «Yo soy la vid, vosotros los sarmientos» ( Jn 15,5). La vocación a
permanecer siempre unidos a Jesús para tener vida, en ACG 408, Roma 2010.
21 Benedicto XVI, Carta apostólica a los católicos de Irlanda, Roma 19 de
marzo 2010, núm. 4.
22 Cf. P. Chávez, «Tú eres mi Dios, fuera de ti no tengo ningún bien», en ACG 382,
Roma 2003.

2.10 Page 20

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20
ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 413
larmente a la obediencia. De hecho estoy convencido de que uno de los
puntos allí indicados puede ser reconocido como una de las raíces de
este problema actual; se trata del individualismo, que a veces se esconde
detrás del derecho a la «privacy». Esta realidad muchas veces, parafra-
seando el texto bíblico, «cubre una multitud de pecados». Todo esto está
indisolublemente unido a las dificultades en la obediencia; reconocía
esta vinculación en la citada carta: «Se ha introducido así una gran dosis
de individualismo, que hace casi imposible la obediencia».23
De todas formas, la radicalidad evangélica de la vida consagrada no
se puede limitar a la práctica de los consejos evangélicos. Ella compro-
mete todo nuestro ser, afectando a sus componentes vitales: el segui-
miento de Cristo y la búsqueda de Dios, la vida fraterna en comunidad,
la misión. Cada una de estas áreas está impregnada de la fascinación
de la vocación, y, por tanto, llamada a la radicalidad evangélica.
El mismo Jesús afirmó esta radicalidad a lo largo de su ministerio
profético. Encuentra su expresión más explícita en el «Sermón de la
montaña, tanto en la proclamación de las Bienaventuranzas, que mar-
can una inversión de la lógica del mundo, como en las declaraciones
siguientes que apuntan a la interioridad de la ley y al amor como ley
suprema (cf. Mt 5-7). Una vez más, la radicalidad evangélica aparece
con luz meridiana cuando Jesús presenta las consecuencias de seguirlo,
compartiendo con Él una vida no cómoda, no programada, doquiera él
vaya, subordinando todo al Reino (cf. Lc 9,57-62). Y, sobre todo, cuando,
después del primer anuncio de la pasión y de la resistencia de Pedro,
dirigiéndose no sólo a los discípulos sino a toda la multitud, dice: «Si
alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.
Porque el que quiere salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su
vida por mi y por el evangelio, la salvará» (Mc 8, 34-35).
La vocación (Const. 22 y 25; 97 y 98)
En cuanto religiosos, nosotros Salesianos estamos llamados a la ra-
dicalidad evangélica en la vida consagrada. Si es verdad que la radica-
lidad evangélica se exige a todo discípulo de Jesús, es así mismo ver-
23 P. Chávez, «Tú eres mi Dios, fuera de ti no tengo ningún bien», en ACG 382,
Roma 2003, p. 27.

3 Pages 21-30

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
21
dad que también nosotros estamos llamados a vivirla concretamente en
la vida consagrada. La radicalidad para nosotros es ante todo una lla-
mada, una vocación. Por desgracia, en nuestra reflexión, en la vida y en
la acción concreta, la referencia a la llamada de Dios resulta más bien
pobre. La vocación no se elige, se nos da; nosotros podemos sólo reco-
nocerla y acogerla; lo mismo la radicalidad evangélica antes que com-
promiso y tarea es don y gracia.
La vocación no nace por iniciativa personal, porque es una llamada
para una misión específica, que no determinamos nosotros sino Aquél
que llama. Leemos en el evangelio de Marcos que Jesús «llamó a los
que quiso y se fueron con él. E instituyó a Doce que estuvieran con él
y para enviarlos a predicar y que tuvieran autoridad para expulsar a los
demonios» (Mc 3,13-15). También el evangelio de Juan confirma que ser
discípulo y apóstol no es una opción personal, sino una elección por
parte de Jesús, una vocación: «no sois vosotros los que me habéis ele-
gido, soy yo quien os he elegido» (Jn 15,16a); y la misión es «permane-
cer en su amor» (Jn 15,9b). Sólo así aquellos que son llamados pueden
obtener plenitud de alegría: «os he dicho esto para que mi alegría esté
en vosotros y vuestra alegría sea plena» (Jn 15,11); entrar en su intimi-
dad: «vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando» (Jn
15,14); tener fecundidad: «os he destinado para que vayáis y deis fruto
y vuestro fruto permanezca» (Jn 15,16b).
Esta dimensión antropológica y teológica de la vocación es fasci-
nante. Hay una Persona que te mira, te ama y te llama, y tú puedes
aceptar o rehusar la propuesta. A una llamada personal se puede res-
ponder diciendo «sí» o «no». Todo esto sucede en la mayor libertad. Con
razón podemos decir que entregar la propia vida, la única vida, toda la
vida, representa el más alto nivel de conciencia humana. En la Sagrada
Escritura encontramos la historia de los grandes «amigos de Dios»:
Abrahán, Moisés, David, Elías, los profetas, José, María, los apóstoles;
ellos renunciaron a sus propios proyectos y permitieron a Dios adue-
ñarse de su vida para escribir, junto con Él, la historia de la salvación.
Pero no todos los que fueron llamados aceptaron la llamada. Podemos
recordar, por ejemplo, el encuentro de Jesús con aquel hombre rico
que le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida
eterna?»; pero a la invitación de Jesús «Ve, vende lo que tienes, dalo a

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22
ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 413
los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; después ven y sígueme» (Mc
10,17-22), él se entristeció y se alejó.
En el pasado la vocación religiosa se presentaba a menudo como
un suceso puntual en la vida de una persona. Aun cuando en las nume-
rosas llamadas que configuran la existencia hay acontecimientos que
señalan el futuro, la vocación cristiana hay que comprenderla cada vez
más como un diálogo ininterrumpido entre Dios que llama y el discí-
pulo que responde. Requiere, por consiguiente, una gran libertad para
disponer totalmente de sí y entregarse a la persona amada. Sin duda,
para dejar todo y entregarse a una persona es necesario estar profun-
damente enamorados. No por casualidad la imagen más elocuente para
describir esta relación de amor es la alianza. Por eso se comprende có-
mo no se puede ser consagrados y no ser al mismo tiempo místicos,
llenos de pasión por Dios y por el hombre.
Nuestra específica vocación es la vida consagrada salesiana, que
nos marca como discípulos y apóstoles de Jesús siguiendo los pasos de
Don Bosco. De manera sintética la describe el artículo 3 de las Consti-
tuciones, que presenta nuestra vocación como llamada al seguimiento
de Cristo obediente, pobre y casto, a la vida fraterna en comunidad, a
la entrega a la misión en diálogo con Dios y al servicio de los herma-
nos. Se trata de elementos vocacionales constitutivos a los que tenemos
que dar espacio en la vida personal y comunitaria. Nuestra vida deberá
ofrecer espacio «equilibrado y armónico» a la experiencia espiritual, a
la fraternidad en comunidad, a la misión.
Entre estos aspectos de nuestra vocación, la «gracia de unidad» es
un desafío fundamental que hay que afrontar con seriedad y determi-
nación, si no queremos caer en la fragmentación, la dispersión, el acti-
vismo, la superficialidad espiritual, el genericismo pastoral, la pérdida
del sentido vocacional, el vacío. Por eso presento ahora estos elemen-
tos fundamentales de nuestra consagración apostólica, que exigen ser
vividos con radicalidad evangélica: la experiencia espiritual, la vida
fraterna, la misión.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
23
Experiencia espiritual: discípulos de Cristo (Const. 61-84)
y buscadores de Dios (Const. 85-95)
No sorprende que la experiencia espiritual, que está en la base de la
vida consagrada y que nos hace buscadores de Dios y discípulos de Je-
sús, se caracterice en el Espíritu como totalizante, unitaria y dinámica:
•  T otalizante, porque nos coloca frente a un Dios lleno de celo
que no admite otros dioses fuera de Él, con una presencia que
envuelve; no hay lugar para fragmentar nuestra entrega a Él: por-
que «quien ama a su padre o a su madre más que a mí, no es
digno de mí; quien ama a su hijo o a su hija más que a mí no es
digno de mí. El que no toma su cruz y no me sigue no es digno
de mí» (Mt 10,37-38);
•  U nitaria, porque ella integra todos los elementos de la vida en
torno al único importante y necesario, el Absoluto, como ilustra
la respuesta de Jesús a Marta, preocupada por las muchas cosas
que tenía que hacer para Él excepto la importante, descubierta
por María (Lc 10,41-42);
•  Y dinámica, porque ella nos da «un corazón nuevo y un espíritu
nuevo»; lo que se debe hacer, la ley que hay que cumplir, no está
fuera de nosotros, sino dentro de nosotros; el mismo Espíritu
Santo se convierte en nosotros en dinamismo de la vida, como
dice San Pablo: «Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús
te ha librado de la ley del pecado y de la muerte» (Rm 8,2).
Sólo una experiencia espiritual así puede ser fuente de una vida
religiosa dinámica y significativa, de una oración viva, de una comuni-
dad fraterna, de un celo apostólico, de una pastoral fecunda; ella trans-
forma desde dentro la vida de la persona y de la comunidad, dando
lugar a nuevos modelos de realización interpersonal y de conducta, a
un nuevo tipo de oración y de culto, a una forma típica de pastoral, y,
sobre todo, a un modelo cultural alternativo, signo y fruto de la espera
del Señor que viene.
Discípulos de Cristo (Const. 61-84)
La vocación religiosa, una vez acogida, conduce a la decisión de
entregarnos totalmente a Dios que nos consagra a Él. Efectivamente, la

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 413
vida consagrada es un camino que parte del Amor de Dios que ha fija-
do su mirada sobre nosotros, nos ha amado, nos ha llamado, nos ha
aferrado; y es un camino que conduce al Amor, en cuanto es camino
seguro para alcanzar la plenitud de vida en Dios. Esto quiere decir que
toda la vida consagrada está marcada por el amor y se debe vivir bajo
la fuerza del amor, por lo cual no puede vivirse sino en la alegría, aun
en los momentos de prueba y dificultad, con la convicción y el entu-
siasmo de quien descubre el amor como fuerza motriz de la vida. De
aquí brotan la serenidad, la luminosidad y la fecundidad de la vida
consagrada, rasgos que la hacen encantadora.
Así pues, la consagración nos convierte en personas incondicional-
mente entregadas a Dios y, más en concreto, nos convierte en «memoria
viviente del modo de ser y de actuar de Jesús» obediente, pobre y casto,24
transformándonos en signos y portadores del Amor de Dios a la huma-
nidad. Ésta es de hecho la primera contribución que como religiosos
podemos y debemos ofrecer. Por desgracia no se reconoce esto, porque
un modelo antropológico reductivo priva a la vida de su dimensión re-
ligiosa, fundándola sobre proyectos de existencia de breve caducidad;
por ejemplo, los mitos de la ciencia, de la técnica y de la economía, con
la ilusión de que su progreso es ilimitado, condenan la vida a la inma-
nencia de este mundo sin horizontes de trascendencia definitiva, por-
que al final todo se concluye con la muerte. A un mundo centrado en la
eficiencia y en la producción, en la economía y el bienestar, el religioso
se presenta como signo de Dios, de su gracia, de su amor. Dios y su
amor es todo lo que ha venido a darnos Jesús. ¡Ésta es la buena nueva!
Dios es la primera contribución que podemos dar a la humanidad. He
aquí la gran esperanza que ofrecer. He aquí nuestra primera profecía.
Hablando con los jóvenes que aspiran a ser Salesianos, me convenzo
que en el fondo ellos buscan en la vida consagrada la respuesta a tres
grandes deseos: una profunda sed de espiritualidad, aunque no siempre
identificada con una clara experiencia del Dios de Jesucristo; una vida
de comunión, aunque no siempre proyectada sobre la comunidad, so-
bre todo cuando ésta no destaca por la acogida, la relación interpersonal
profunda, el espíritu de familia; y finalmente un compromiso decidido a
24 Cf. Juan Pablo II, Vita consecrata, núm. 22.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
25
favor de los más pobres y necesitados, aunque no siempre estén dis-
puestos a entregarse definitivamente, lo que se comprende fácilmente
en una cultura caracterizada por compromisos a breve plazo o por lo
menos no para siempre. Tarea de la formación es construir caminos de
maduración en aquellos valores a los que los jóvenes consagrados se
muestran más sensibles, ayudándoles además a reconocer y a acoger
también aquellos elementos que ellos juzgan como dificultad.
La llamada a seguir e imitar a Jesucristo conlleva una progresiva con-
figuración con Él hasta llegar a ser precisamente «memoria viviente de su
modo de hacer y de ser obediente, pobre y casto», como Él lo ha sido.
Ciertamente, esta vida centrada en Dios y en la entrega de sí mismo
a los otros es claramente «contracultural», contra el valor absoluto de la
economía y del materialismo, contra el hedonismo y el culto al cuerpo,
contra el individualismo y toda forma de autoritarismo. Vivimos en un
contexto histórico, cultural y social en el que los consejos evangélicos
no son apreciados; al contrario, son considerados inhumanos y culpa-
bles de construir personas a medias, algo de lo que se nos debería li-
berar. Por ejemplo, la obediencia parece atentar contra los derechos
fundamentales de la persona humana: la libertad de decidir por sí mis-
mos, la autodeterminación y la autorrealización. La castidad es vista
como privación de los bienes del matrimonio: la renuncia a tener una
persona con la que contar en los momentos buenos y en los malos y
con la que compartir alegrías y tristezas, éxitos y pruebas de la vida; la
renuncia a la paternidad y a tener hijos; la renuncia al placer conyugal,
con el gozo del cuerpo que los esposos se dan recíprocamente, obvia-
mente sin reducir todo al placer físico; la renuncia a la ternura, a la
intimidad ordinaria, a saber que hay una persona junto a ti, a la dulzu-
ra de un intercambio de miradas, a escuchar que te dice «es hermoso
que tú existas». La pobreza es menos apreciada aún en un mundo que
ha hecho del bienestar y de la economía los valores supremos; esto
hace que la pobreza sea vista como un mal que hay que derrotar, algo
de lo que hay que liberarse para ser plenamente autónomos, sin de-
pender de nadie; lo que importa es tener para poder ser, no querer
privarse de nada, buscar formas de vida burguesas y consumistas que
nos hacen insensibles a los pobres e incapaces de servir a los más ne-
cesitados.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 413
Esta mentalidad cada día más extendida, que no hace apetecible la
vida evangélica, se puede infiltrar en los consagrados, que se sienten
tentados de sustraerle a Dios en la vida personal lo que le han dado
públicamente mediante la profesión.
Sin idealizar la forma ordinaria de realizar la vida humana, es im-
portante subrayar que los votos no son una mera renuncia a algunos
valores. Ellos dan una respuesta a las tres grandes fuerzas que compro-
meten la existencia humana y que la primera carta de Juan ha estigma-
tizado magistralmente así: «Si alguno ama al mundo, no está en él el
amor del Padre. Porque lo que hay en el mundo - la concupiscencia de
la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida -, eso no
proviene del Padre sino que procede del mundo» (1 Jn 2,15b-16). Jesús
ha inaugurado en su persona otra forma plenamente humana de reali-
zar la existencia, totalmente consagrado a Dios y enteramente entrega-
do al Hombre. Esto es posible sólo si Dios es reconocido como Abso-
luto en la propia vida, haciendo de su voluntad nuestro proyecto de
vida, dedicándonos con generosidad a colaborar con Él en la realiza-
ción de su designio de salvación de la humanidad: libres de todo y de
todos para hacernos siervos de todos. Precisamente porque ésta no es
una vida inhumana, sino carismática, en el sentido pleno de la palabra,
fruto de la acción del Espíritu que dispone para tal forma de vida evan-
gélica, requiere idoneidad humana, fruto de la naturaleza y de la edu-
cación recibida, y madurez, obra del proceso formativo.
Por otra parte, la radicalidad de los consejos evangélicos no provie-
ne sólo de la tradición eclesial, sino que se encuentra también en la
perspectiva de la revelación bíblica. Me refiero, en particular, a la obe-
diencia que en la Sagrada Escritura, ya desde el Antiguo Testamento,
está unida a la actitud fundamental del creyente, es decir, a la fe. En las
Escrituras, efectivamente, los auténticos creyentes son radicalmente
obedientes; pensemos en Abrahán, en David, en Moisés y en los profe-
tas. Podemos incluso afirmar que en su horizonte no aparecen todavía
como valores ni la pobreza ni el celibato. No se trata sin embargo de
personajes extraordinarios, porque también la experiencia de Israel ha
sido descrita así: un pueblo de esclavos liberados para llegar a ser un
pueblo santo que conoce la alegría del libre servicio a Dios.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
27
Esta perspectiva vetero-testamentaria encuentra la encarnación más
perfecta precisamente en clave de obediencia en el Hijo de Dios, Jesús.
Tanto la Carta a los Hebreos como la Carta a los Filipenses ponen en
evidencia el hecho de que el creyente es por naturaleza un ser obe-
diente y como tal se define. Más aún, diría que uno de los rasgos más
fascinantes de la cristología contemporánea es precisamente esta recu-
peración de la libertad de Jesús, que no se puede explicar sino en su
radical obediencia al Padre. La obediencia representa la actitud por
excelencia del Hijo de Dios. Me parece que esto ayuda un poco a su-
perar el prejuicio que hay en la cultura actual contra la obediencia. La
perspectiva bíblica ayuda a comprender la diferencia entre el «someter-
se», que implica algo de servil y que es indigno del ser humano, y el
acto de ‘obediencia’ que en todas las lenguas bíblicas tiene como raíz
el escuchar. En la práctica, aquel que escucha bien es precisamente el
que acoge cuanto ha escuchado; por tanto no hay escucha auténtica
que no esté acompañada de la obediencia.
Esta concepción hace posible, gozoso y fecundo el vivir los valores
del evangelio, hacer cada vez más nuestro el modo de ser de Jesús obe-
diente, pobre y casto, hacernos discípulos suyos. Sólo un progresivo
ensimismamiento en Cristo realiza el seguimiento de Cristo.
Buscadores de Dios (Const. 85-95)
Hablando a los participantes en la Asamblea de la USG (Unión de
los Superiores Generales) y de la UISG (Unión Internacional de las Supe-
rioras Generales), en la Sala Clementina del Vaticano, el 26 de noviem-
bre de 2010, el Papa Benedicto XVI nos decía: «Habéis dedicado vues-
tras dos últimas Asambleas a considerar el futuro de la vida consagrada
en Europa. Esto ha significado repensar el sentido mismo de vuestra
vocación, que comporta, ante todo, buscar a Dios, quaerere Deum: sois
por vocación buscadores de Dios. A esta búsqueda consagráis las me-
jores energías de vuestra vida. Pasáis de las cosas secundarias a las
esenciales, a lo que es verdaderamente importante; buscáis lo definiti-
vo, buscáis a Dios, mantenéis la mirada dirigida a Él. Como los prime-
ros monjes, cultiváis una orientación escatológica: detrás de lo provi-
sional buscáis lo que permanece, lo que no pasa (cf. Discurso en el
Collège des Bernardins, París, 12 de diciembre de 2008). Buscáis a Dios

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 413
en los hermanos que os ha dado, con los que compartís la misma vida
y misión. Lo buscáis en los hombres y mujeres de nuestro tiempo, a los
que sois enviados para ofrecerles, con la vida y la palabra, el don del
Evangelio. Lo buscáis particularmente en los pobres, primeros destina-
tarios de la Buena Noticia (cf. Lc 4,18). Lo buscáis en la Iglesia, donde
el Señor se hace presente, sobre todo en la Eucaristía y en los Sacra-
mentos, y en su Palabra, que es la vía maestra para la búsqueda de
Dios, nos introduce en el coloquio con Él y nos revela su verdadero
rostro. ¡Sed siempre apasionados buscadores y testigos de Dios!».
Y añadía: «La renovación profunda de la vida consagrada parte de la
centralidad de la Palabra de Dios, y más concretamente del Evangelio,
regla suprema para todos vosotros, como afirma el Concilio Vaticano II
en el Decreto Perfectae caritatis (cf. núm. 2) y, como bien comprendieron
vuestros Fundadores: la vida consagrada es una planta rica en ramos que
hunde sus raíces en el Evangelio. Lo demuestra la historia de vuestros
Institutos, en los que la firme voluntad de vivir el Mensaje de Cristo y de
configurar vuestra propia vida con la suya, ha sido y sigue siendo el cri-
terio fundamental del discernimiento vocacional y de vuestro discerni-
miento personal y comunitario. El Evangelio, vivido diariamente, es el
elemento que da fascinación y belleza a la vida consagrada y os presen-
ta ante el mundo como una alternativa fiable. De esto tiene necesidad la
sociedad actual, esto espera de vosotros la Iglesia: ser Evangelio viviente».
Por esto los consagrados asumen la santificación como el propósito
principal de la vida. Y esto es también válido para nuestra Congregación,
como atestigua claramente el acta de la Fundación de la Congregación
Salesiana.25 No es casualidad que nuestra Regla de vida concluya la pri-
mera parte, inmediatamente después de la fórmula de la Profesión, afir-
mando en un primer momento que «los hermanos que han vivido o vi-
ven plenamente el proyecto evangélico de las Constituciones son para
nosotros estímulo y ayuda en el camino de la santificación» y, por consi-
25 «Plugo por tanto a los mismos Congregados erigirse en Sociedad o Congrega-
ción que teniendo como mira la ayuda mutua para la propia santificación se
propusiera promover la gloria de Dios y la salvación de las almas, especial-
mente de las más necesitadas de instrucción y de educación”, del Acta de la
Fundación de la Congregación Salesiana, Turín, 18 diciembre 1859. Texto
crítico cuidado por el Instituto Histórico Salesiano.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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guiente, que «el testimonio de esta santidad, que se actúa en la misión
salesiana, revela el valor único de las bienaventuranzas y es el don más
precioso que podemos ofrecer a los jóvenes» (Const. 25).
En su carta «El Padre nos consagra y nos envía», don Juan E. Vecchi
escribía: «Los consagrados aparecen como expertos de la experiencia de
Dios. Esa experiencia está en el origen de su vocación. El proyecto de vi-
da que asumen tiende a cultivarla. Le da la primacía en cuanto a tiempo
y actividad. Todos los cristianos, por otra parte, deben y quieren hacer
una cierta experiencia de Dios; pero sólo se pueden dedicar a ello a inter-
valos y en condiciones de vida menos favorable, por lo cual corren el
peligro de descuidarla. Los consagrados se presentan como interlocutores
para todos aquellos que en el mundo están a la búsqueda de Dios. A quie-
nes ya son cristianos les ofrecen la posibilidad de hacer, en su compañía,
una experiencia religiosa renovada; a quienes no son creyentes les ofre-
cen su compañía en el camino de búsqueda.
Hoy este servicio está resultando actual y solicitado. Lo demuestra la
apertura de monasterios y conventos a quien quiera aprovecharlos para
jornadas de reflexión. Por otra parte nosotros estamos llamados a prestar
servicios semejantes a los jóvenes. Hay en la vida una ley que se aplica en
todos los ambientes: ningún valor permanece vivo en la sociedad sin un
grupo de personas que se dediquen completamente a desarrollarlo y sos-
tenerlo. Sin la clase médica y sin la organización de los hospitales sería
imposible la salud. Sin los artistas y las instituciones correspondientes,
decae el sentido artístico de la población. Lo mismo sucede con el sentido
de Dios: los religiosos, contemplativos o no, son aquel cuerpo de místicos
capaces de ayudar, al menos a quien está próximo, a leer la existencia a
la luz del Absoluto y a hacer experiencia de Él.
Esto pertenece a los fines esenciales de la vida religiosa. Por eso los
Fundadores pusieron el sentido de Dios por encima de todas las activi-
dades y aspectos de sus instituciones. Creyentes y no creyentes advier-
ten la mediocridad religiosa de los consagrados como una deformidad.
Los religiosos mismos sienten un gran vacío cuando esta dimensión
desaparece».26
26 J. E. Vecchi, El Padre nos consagra y nos envía, en ACG 365, Roma 1998, p. 30.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 413
La afirmación del Absoluto de Dios nos exige dar un salto profético:
ésta es la misión de la vida religiosa hoy, éste es el mejor servicio que
podemos prestar a nuestros hermanos, porque sólo la fe, la esperanza
y el amor tienen el enorme poder de superar la mediocridad y de fre-
nar la decadencia de nuestra cultura, fragmentada por el individualis-
mo, el hedonismo, el relativismo, el nihilismo y por todo tipo de ideo-
logía inmanentista.
Si en el pasado el peligro de la vida religiosa fue el de perder un
sano enraizamiento en la tierra y en la historia, concentrándose en me-
dida preponderante en la función de llamada a la trascendencia, hoy
corre el peligro de perder vigor por privilegiar lo terreno olvidando
toda perspectiva ulterior. Esto sucede cuando se piensa que la salva-
ción es obra nuestra, cuando cedemos a la tentación prometeica y, sin
quererlo, hacemos del activismo una idolatría. Entonces la vida religio-
sa pierde su razón de ser, olvida su misión y se pervierte en una forma
paradoxal de secularismo. ¡Pensando adquirir mayor relieve social por
lo que hacemos, perdemos la identidad y privamos al mundo de la es-
peranza que debemos darle!
He aquí por qué debemos cultivar cuidadosamente nuestra vida
espiritual, tanto personal como comunitariamente. Sin duda será nece-
sario superar una concepción de la vida espiritual de índole intimista,
extraña o marginal según el pensamiento del mundo; pero al mismo
tiempo tendremos que potenciar la experiencia de la oración, mejorar
la calidad de la vida comunitaria, desempeñar con profesionalidad y
preparación nuestro servicio de evangelización, para poder ser signos
proféticos frente a los valores actuales que este mundo canoniza, y ser
testigos irrefutables del Dios del Amor.
Vida fraterna: en comunidades fraternas (Const. 49-59)
En una sociedad donde reina el individualismo, en una cultura don-
de prevalece el egoísmo, en familias donde cada día se extiende más la
soledad, es natural que la persona sienta la comunicación como una
necesidad fundamental. Hoy por una parte la comunicación está favo-
recida por los medios de comunicación; bastaría pensar en el uso del
teléfono móvil y en todos los otros campos de comunicación como

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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youtube, facebook, twitter… Pero, por otra parte, puede verse obstacu-
lizada por la virtualidad.
Es verdad que se puede entrar en contacto con muchísimas perso-
nas, en cualquier parte del mundo y contemporáneamente; pero el uso
de esos canales no asegura la comunión, porque ésta es siempre fruto
de un vínculo personal, de una relación real con quien pide acogida,
reconocimiento y respeto de la propia individualidad, aceptación de
los límites propios y de los otros, compromiso de compartir y de con-
vivir, elementos todos que son el fundamento de cualquier experiencia
familiar o comunitaria.
Para nosotros Salesianos, la vida de comunidad es un elemento
muy importante de nuestra opción religiosa. En efecto, para nosotros
«vivir y trabajar juntos» es una condición esencial que garantiza un ca-
mino seguro para realizar nuestra vocación (cf. Const. 49). No se conci-
be la vida religiosa salesiana sin aquella comunión que se concreta en
la vida común y en la misión compartida. La exigencia de la fraternidad
nace del hecho que somos hijos del mismo Padre y miembros del Cuer-
po de Cristo; la vida religiosa crea una auténtica familia constituida por
personas que comparten la misma fe y el mismo proyecto de vida. Des-
de una perspectiva típicamente salesiana, estamos llamados a crear y a
vivir el espíritu de familia como lo quería y lo vivía Don Bosco.
Obviamente, como en otros campos de la vida religiosa, también aquí
podemos encontrar riesgos, por ejemplo, el de adoptar un estilo de rela-
ciones meramente funcionales o jerárquicas o falsamente democráticas.
Las nuestras, por el contrario, deben ser fraternas y amistosas, que nos
conduzcan a amarnos hasta compartir todo. Este criterio nos hace ver que
la comunidad es bien entendida y vivida cuando se nutre de comunión y
tiende a la comunión. Una comunidad sin comunión, con todo lo que
ésta comporta de acogida, aprecio y estima, ayuda mutua y amor, se re-
duce a un grupo donde se yuxtaponen las personas, pero dejándolas de
hecho en el aislamiento. Por otra parte, en la vida religiosa la comunión
sin comunidad es una forma narcisista de vivir la vida y, en consecuencia,
una contradicción, porque es una forma engañosa de individualismo.
Hoy los religiosos tienen que hacer un esfuerzo grande y solidario
para crear comunidad, donde la solidez espiritual, la calidad humana y
el compromiso apostólico de cada uno de sus miembros se comportan

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 413
de manera que la vida sea buena, hermosa y feliz. En otras palabras,
sin calidad humana, espiritualidad vivida y entrega apostólica no hay
verdadera fraternidad.
Además, en un momento en que la presencia de los laicos en la
Congregación es mayoritaria, y no sólo como empleados o colaborado-
res sino también como corresponsables e incluso como dirigentes de
nuestras obras, con mayor razón las comunidades deben sobresalir por
su vida de comunión, de modo que ésta se difunda en círculos concén-
tricos en los grupos de los corresponsables y colaboradores y en aque-
llos de las personas cercanas a nuestras presencias.
Todavía tenemos que resaltar otro rasgo no indiferente en la vida
religiosa de hoy: el de la multiculturalidad de las comunidades, en una
sociedad cada día más pluricultural. El testimonio de comunidades
constituidas por personas de edad, origen, lengua, cultura, formación y
tradiciones diversas, pero unidas por la fe, la esperanza y la caridad, es
un verdadero tesoro, tanto más que la tentación de la xenofobia se
siente cada vez más fuertemente. La comunidad religiosa, además, es
una gran contribución que ofrecemos a un mundo dividido por la in-
justicia social, por los conflictos interétnicos y por ciertos modelos so-
ciales, culturales y económicos que están destruyendo la solidaridad e
hipotecando para siempre la fraternidad. Dios es comunidad. Dios es
amor. ¡He aquí la buena noticia! He aquí lo que estamos llamados a
ofrecer para la humanización del mundo.
Mirando específicamente a la profesión de los consejos evangé-
licos, reconocemos que una vida de comunidad de buena calidad es
una gran ayuda para la observancia de nuestros votos religiosos.
Efectivamente, nos ayuda a ser, más fácilmente, disponibles a las
exigencias de la obediencia, contribuye a que valoremos la sobrie-
dad y el uso compartido de los bienes; refuerza nuestro compromi-
so por una vida casta y abierta a un amor oblativo y ayuda a nuestra
fidelidad, protegiéndonos de fugas afectivas o de otras experiencias
negativas (cf. Const. 83).
La profunda renovación de nuestra vida religiosa y salesiana pa-
sa por una profunda renovación de nuestra fraternidad en la vida
comunitaria. En este campo asume una importancia particular el
estilo de animación y gobierno del director, en su papel de autori-

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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dad espiritual, que ayuda a los hermanos en su camino vocacional,
por medio de una viva e inteligente animación comunitaria y por
medio de un atento acompañamiento personal; autoridad creadora
de unidad, que crea un clima de familia apto para promover una
fraterna solidaridad y corresponsabilidad; autoridad pastoral que
guía y orienta a todas las personas, acciones y recursos hacia los
objetivos de educación y evangelización que caracterizan nuestra
misión, autoridad que sabe tomar las decisiones necesarias y sabe
asegurar su ejecución.
Misión: enviados a los jóvenes (Const. 26-48)
Mientras la vida fraterna no tiene la misma importancia ni las mis-
mas formas de actuación en todas las Órdenes y Congregaciones, (aun-
que, como se ha visto, la vocación religiosa es por su propia naturaleza
convocación y, por lo mismo, es creadora de fraternidad), la misión ha
sido siempre reconocida por todos como un elemento de identidad de
la vida religiosa. No podría ser de otra manera desde el momento que
la misión de los religiosos es participación en la misión de la Iglesia, y
ésta a su vez es prolongación de la misión de Cristo. «Llamó a los que
quiso y ellos se fueron con él. Instituyó a Doce para que estuvieran con
él y para enviarlos a predicar y para que tuvieran autoridad para expul-
sar a los demonios» (Mc 3,13-15).27 Más aún, a los ojos del mundo la
misión es lo que hace a la vida religiosa relevante y eficaz.
Pero es necesario distinguir entre misión y fines específicos de un
Instituto de vida consagrada. La misión no consiste en hacer cosas, sino
esencialmente en ser signos del amor de Dios en el mundo. Sin embar-
go los fines específicos se identifican, especialmente en la vida consa-
grada apostólica, con la acción pastoral o promocional que los religio-
sos desarrollan en los diversos ámbitos de la vida humana. No existe
identificación del ser con el hacer; a lo más es el hacer el que debe ser
consecuencia del ser y su manifestación transparente.
En efecto, la misión no es otra cosa que la expresión histórica del
amor salvífico de Dios, concretada en el envío del Hijo por parte del Pa-
dre y en el envío que Jesús hace cuando da su Espíritu a los apóstoles.
27 Cf. P. Chávez, Espiritualidad y misión, en ACG 410, Roma 2011.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 413
La conciencia de ser enviados nos pone en guardia contra la tentación
de querer adueñarnos de la misión, de sus contenidos, de sus métodos,
de disponer de ella en lugar de hacernos disponibles para ella.
Precisamente porque anunciamos a Otro y ofrecemos su salvación,
no podemos anunciarnos a nosotros mismos y nuestros proyectos.
Nuestra obligación es hacer presente la salvación de Dios, convirtién-
donos en sus testigos. Esta misión compromete toda nuestra existencia
y nos libra del riesgo, no imaginario, del funcionalismo, del activismo
y del protagonismo.
El evangelio de Juan expresa de modo incomparable el amor de
Dios en la misión del Hijo cuando, tras el encuentro de Nicodemo con
Jesús, éste afirma que «Dios no ha mandado a su Hijo al mundo para
juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de él» (Jn
3,17). Por su parte el Evangelio de Marco concluye la página de la dis-
puta de los apóstoles sobre el problema de la autoridad con la clave de
lectura que Jesús da de su existencia humana: «El Hijo del hombre no
ha venido para ser servido, sino para servir y dar la propia vida en res-
cate por muchos» (Mc 10,45).
Ésta es la misión de Jesús y es también la del consagrado. Éste es el
evangelio, ésta es la buena noticia que por vocación tenemos que pro-
clamar y encarnar para llenar al mundo de esperanza. ¡He aquí por qué
la vida consagrada tiene todavía futuro en el mundo de hoy! No hay
duda de que mañana seremos menos numerosos, pero ciertamente de-
beremos ser más significativos que ayer.
Tal vez nos puede suceder que somos enviados a una comunidad a
desempeñar una misión que no corresponde a nuestros deseos; o bien
que somos enviados a un lugar en el que los destinatarios parece que
no tienen ningún interés en lo que somos o proponemos. Éste es el
momento en que se nos ofrece la oportunidad de madurar el significa-
do de la misión, por el simple hecho que nos pone ante interrogantes
que ayudan a purificar y a elevar a un nivel teologal y no simplemente
sociológico nuestras motivaciones: «¿Quién soy yo? ¿Quién me ha en-
viado? ¿Quiénes son esos a los que he sido enviado? ¿Qué debo hacer?».
Entonces me daré cuenta de que lo que está en juego es mi vida, pero
también la suya.

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Sólo si en aquel momento tengo la capacidad de comprender que
soy una persona consagrada a Dios y entregada a los jóvenes, que es Él
el que me ha enviado, que ellos me han sido confiados, que mi misión
es hacerme su compañero de camino para ayudarlos a dar sentido a su
existencia y hacer opciones de vida, sólo entonces encontraré las razo-
nes y la fuerza para gastar mi vida por ellos: «Te ofrezco todo mi ser com-
prometiéndome a entregar todas mis energías a quienes me envíes, espe-
cialmente a los jóvenes más pobres» (Const. 24). Para hacer esto es
necesaria una cosa muy sencilla: abrir las puertas del propio corazón
para poder conquistar poco a poco su corazón para plasmarlo y orien-
tarlo a Cristo, el Único que puede llenar de sentido y de felicidad su vida.
Entonces no nos bastarán las horas del día, gastaremos menos ho-
ras viendo TV o en otros ‘hobbyes’ y muchas más para estar plenamen-
te disponibles para ellos: para acogerlos, escucharlos y orientarlos. En-
tonces y sólo entonces comprenderemos mejor su mundo, haremos
nuestras sus dificultades, sus dudas, sus razones, sus miedos, sus espe-
ranzas, sus necesidades, para que aprendan a escucharse a sí mismos,
a aceptarse, a decidir sobre sí mismos, en resumen, a no ser simple-
mente contestatarios o reaccionarios, sino a obrar positivamente apos-
tando por aquello en que creen.
La radicalidad evangélica en la misión apostólica tiene sentido, se
verifica y se mide según el crecimiento de la caridad pastoral, como la
de Don Bosco: «Yo por vosotros estudio, por vosotros trabajo, por vo-
sotros vivo, por vosotros estoy dispuesto incluso a dar la vida».28 Esta
radicalidad nos haría disponibles para ir a los lugares adonde nos lla-
ma la misión y donde no encontramos todas las comodidades, las opor-
tunidades, el círculo de nuestras personas queridas.
3.2. Expresión salesiana de la radicalidad evangélica:
trabajo y templanza
Llegados a este punto, nos hacemos una pregunta: si la vida consa-
grada es el alma de la Iglesia y representa una reserva de humanidad
y una terapia para esta sociedad, entonces ¿qué vida consagrada es
necesaria y significativa para el mundo de hoy? La respuesta no puede
28 Don Ruffino, Cronaca dell’Oratorio, ASC 110, Cuaderno 5, p. 10.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 413
ser otra que la de una vida religiosa mística, profética, sierva, con ra-
dicalidad evangélica personal y comunitaria, una vida rica de humani-
dad y de espiritualidad, manantial de esperanza para la humanidad.
También nuestra Congregación está llamada hoy a entrar en este cami-
no y a encontrar los modos para expresar, según nuestra identidad,
cómo cada Salesiano puede ser místico, profético y siervo y, como con-
secuencia, lo sea cada comunidad.
La misión de la vida consagrada tiene un papel profético específi-
co en la Iglesia y en el mundo. Ante todo me gusta decir que la con-
sagración misma es ya profecía, en la medida en que testimonia al
Absoluto de Dios y los valores evangélicos que, hoy más que nunca,
van contra corriente, en una sociedad marcada por el secularismo,
por la indiferencia religiosa y por el ateísmo práctico. Los valores
evangélicos son un rechazo profético de los ídolos que este mundo
ha fabricado y presenta a la adoración. La vida consagrada, además,
está destinada a poner siempre en cuestión a aquellas personas —en
particular los jóvenes— que se han encerrado en metas puramente
terrenas, con un inmanentismo infecundo porque no tiene futuro.
Por eso, cuando se vive en plenitud y en gozosa acción de gracias,
la vida religiosa es profecía de las realidades definitivas, del destino
final de toda la creación, de la historia y del universo. Se trata de una
profecía hoy más necesaria que nunca, precisamente porque nuestra
época postmoderna se caracteriza por un ocaso de las esperanzas hu-
manas y una pérdida de las utopías, condenando a los hombres al in-
fierno del pragmatismo, de la eficiencia y de la funcionalidad, sin fe, ni
esperanza ni amor.
La vida consagrada es un signo profético cuando hace presente,
visible y creíble el primado del amor de Dios y lo testimonia con un
fuerte sentido de comunión y de fraternidad, con un estilo de vida al
servicio de los pobres y abandonados del mundo que entristecen el
panorama de la sociedad y oscurecen la presencia amorosa de Dios.
Sabemos y estamos convencidos de que «sin la fe, sin el ojo del amor,
el mundo es demasiado malo para que Dios sea bueno, para que exis-
ta un Dios bueno».29
29 B. Lonergan, Método en teología, Sígueme, salamanca 1988, p. 118.

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El primado del amor de Dios preserva al consagrado de la tentación
voluntarista y perfeccionista. Él no se compromete porque debe alcan-
zar una perfección entendida en abstracto o el pleno control de sí mis-
mo. Su compromiso y esfuerzo diarios son la forma por medio de la
cual él responde a un amor, infinitamente más grande que sus actos y
que sus esfuerzos. Porque ha sido y es continua e incondicionalmente
amado, él responde con generosidad. La radicalidad, por tanto, es siem-
pre expresión del seguimiento. El «ve, vende todo» fue pronunciado en
el contexto de un encuentro y de un diálogo que se abre con una mi-
rada de amor («fijando en él su mirada lo amó»), y se cierra con la invi-
tación a la comunión y a la compañía («sígueme») (cf. Mc 10,21).
El corazón del proyecto de nuestra vida consagrada no es ser per-
fectos o ser radicales, sino ser «signos y portadores» de un amor que ha
precedido nuestra respuesta, nos ha fascinado y fundamenta nuestro
«sí» para siempre (cf. Const. 2). El test más seguro para discernir entre
voluntarismo y seguimiento es la presencia de la alegría. Ésta permite
también valorar la calidad del trabajo y de la templanza. Una austeridad
triste y un esfuerzo en el trabajo, que borra la serenidad del rostro y
apaga la sonrisa, son el síntoma de que hay que revisar algo. Esto afec-
ta profundamente también al «rostro» de una comunidad: una comuni-
dad gozosa es un signo claro y evidente de «buena salud» vocacional
que la hace «atractiva» y acogedora.
Trabajo y templanza
Puesto que el CG27 está en estrecha relación de continuidad con el
CG26, pienso que se puede expresar su relación mediante uno de los
«iconos» más ricos y más conocidos: el sueño del personaje de los
diez diamantes. También el CG25, que profundizó el tema de la comu-
nidad salesiana, tuvo en consideración este sueño. El CG26, al propo-
nerse «volver a partir de Don Bosco para despertar el corazón de todo
Salesiano con la identidad carismática y la pasión apostólica», contem-
pló el manto de este personaje, sobre todo en su parte frontal, es decir,
en su testimonio de Dios por medio de los tres diamantes «de grosor y
brillantez extraordinarios»: la fe, la esperanza y la caridad pastoral.
Efectivamente, hablando de los cinco núcleos temáticos del CG26, es-
cribí que en realidad se trataba de «un único tema: el programa de vida

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 413
espiritual y apostólica de Don Bosco,30 que la vida teologal quiere fa-
vorecer y realizar.
No podemos olvidar que el manto tiene dos partes. Los tres diaman-
tes colocados sobre el pecho se refieren a la mística salesiana, centrada
en el «da mihi animas», es decir, en la caridad pastoral acompañada de la
vitalidad de las otras dos virtudes teologales. Los cinco diamantes de la
espalda constituyen la ascética salesiana. Los dos diamantes del trabajo
y de la templanza, colocados muy visiblemente en la espalda, sostienen
todo el manto y «hacen de cremallera entre el aspecto místico y el ascé-
tico, traduciéndolos juntos en la vida cotidiana».31
En la presentación de este sueño, don Egidio Viganò escribió: »El
contenido del sueño presenta ciertamente, en la mente de Don Bosco,
un importante cuadro de referencia para nuestra identidad vocacional.
La elección y presentación orgánica de determinadas características
hay que considerarla como una autorizada carta de identidad del rostro
salesiano; en ellas encontramos un esbozo cualificado de nuestra fiso-
nomía. Por eso Don Bosco nos dice que el cuidado de estas caracterís-
ticas asegura el porvenir de nuestra vocación en la Iglesia, mientras su
negligencia y descuido destruye su existencia».32
El artículo 18 de las Constituciones, que tiene como título precisa-
mente «Trabajo y templanza», presenta este binomio, «para nosotros
inseparable»,33 como un elemento esencial del espíritu salesiano, «la
palabra de orden y el distintivo del Salesiano»:34 «las dos armas con las
que nosotros, escribió Don Bosco, lograremos vencer todo y a todos».35
Se podría decir, en referencia al tema del CG27, que representa el
modo salesiano de comprender y realizar la «radicalidad evangélica»,
»en la cual se concretan y encarnan hora tras hora y día tras día, los
30 CG26, Presentación, p. 12.
31 E. Viganò, «Velad, tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas», in
ACG 348, Roma 1994, p. 23.
32 E. Viganò, Fisonomía del Salesiano según el sueño del personaje de los diez
diamantes, in ACG 300, Roma 1981, p. 5.
33 E. Viganò, Interioridad apostólica. Reflexiones acerca de la gracia de unidad
como fuente de la caridad pastoral, Editorial CCS, Madrid 1990, p. 68.
34 MBe XII, p. 397.
35 Juan Bosco, Lettera di a don Giuseppe Fagnano, 14 noviembre 1877, en E.
Ceria, Epistolario, vol. III, Turín 1959, p. 236.

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ideales y el dinamismo de nuestra fe, de nuestra esperanza y de nuestra
caridad».36 Don Bosco no quiso sino fundar «una Congregación de reli-
giosos ‘con mangas arremangadas’ y que fueran también «un modelo
de frugalidad».37 Efectivamente, el texto constitucional dice: «El trabajo
y la templanza harán florecer a la Congregación «;38 «por el contrario, la
búsqueda del bienestar y de las comodidades serán su muerte».39
«Para Don Bosco el trabajo no es la simple ocupación del tiempo en
cualquier actividad, aunque sea fatigosa, sino la entrega a la misión con
todas las capacidades y a tiempo pleno»,40 «es medio de santidad».41 «El
Salesiano se entrega a su misión con actividad incansable, y procura ha-
cer bien todas las cosas con sencillez y mesura. Sabe que con su trabajo
participa en la acción creadora de Dios y coopera con Cristo en la cons-
trucción del Reino. La templanza refuerza en él la guarda del corazón y
el dominio de sí mismo, y le ayuda a mantenerse sereno. No busca peni-
tencias extraordinarias; pero acepta las exigencias de cada día y las re-
nuncias de la vida apostólica: está dispuesto a soportar el calor y el frio,
la sed y el hambre, el cansancio y el desprecio, siempre que se trate de
la gloria de Dios y de la salvación de las almas» (Const. 18).
El comentario que hace a este artículo «El Proyecto de vida de los
Salesianos de Don Bosco» dice que «el texto de la Regla subraya, en pri-
mer lugar, la función que desempeñan en la vida y en la misión de la
Congregación el trabajo y la templanza. Para Don Bosco es programa
vital (un lema unido al «da mihi animas, cetera tolle») y garantía de
futuro».42
Y continúa: «En nuestra tradición ambos elementos van insepara-
blemente unidos. En el sueño de los diez diamantes, los dos diamantes
36 E. Viganò, Don Bosco Santo, in ACG 310, Roma 1983, p. 13.
37 L. Ricceri, Trabajo y templanza contra el aburguesamiento, in ACG 276,
Roma 1974, p. 8.
38 MBe XII, p. 397.
39 Cf. MBe XVII, p. 239.
40 J. E. Vecchi, Spiritualitá salesiana. Temi fondamentali, LDC, Leumann 2001,
p. 101.
41 L. Ricceri, La oración, en ACG 269, Roma 1973, p. 42.
42 El Proyecto de vida de los Salesianos de Don Bosco, Guía de lectura de las
Constituciones salesianas, Editorial CCS, Madrid 1987, p. 237.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 413
del trabajo y de la templanza, colocados en los hombros, sostienen el
manto del Personaje. En la fisonomía del Salesiano y en su vida apos-
tólica, trabajo y templanza no pueden separarse: tienen función com-
plementaria de impulso y punto de apoyo. Es la misma realidad de la
vida, que exige, por una parte entusiasmo y por otra renuncia, por una
parte esfuerzo y por otra mortificación.
Obsérvese que en la visión salesiana «trabajo y templanza» aparecen
como realidades de sentido positivo. El trabajo lanza a la persona a la
acción, la estimula su creatividad, la impulsa a una cierta afirmación de
sí mismo y la envía al mundo; cualidades del trabajo son, por ejemplo,
la prontitud, la espontaneidad, la generosidad, la iniciativa, la actualiza-
ción constante, y, naturalmente, la unión con los hermanos y con Dios.
La templanza, como virtud que conduce al dominio de sí, es «quicio»
en torno al cual giran varias virtudes moderadoras: continencia, humil-
dad, mansedumbre, clemencia, modestia, sobriedad y abstinencia, eco-
nomía y sencillez, austeridad; este conjunto constituye una actitud glo-
bal de dominio sobre nosotros mismos. De este modo la templanza
resulta ser un entrenamiento para aceptar muchas exigencias no fáciles
ni agradables del trabajo diario… Para los Salesianos —escribía don
Egidio Viganò— la templanza no es suma de renuncias, sino crecimien-
to en la praxis de la caridad pastoral y pedagógica».43
Parece importante también resaltar la relación entre trabajo y tem-
planza. El trabajo se caracteriza también por un aspecto ascético; hay
que evitar un trabajo desordenado, que engendra estrés en el hermano;
se necesita autodisciplina y capacidad de descanso. Por otro lado, para
evitar el riesgo del esfuerzo del voluntarismo, la templanza se sitúa en
un horizonte místico, o sea, está influenciada por la misión.
Buscando un nexo entre el programa de vida de Don Bosco «da
mihi animas, cetera tolle» y este lema del Salesiano «trabajo y templan-
za», podríamos decir que el trabajo es la visibilidad de la mística sale-
siana y expresión de la pasión por las almas, mientras la templanza es
la visibilidad de la ascética salesiana y expresión del «cetera tolle». Tam-
bién en esto encontramos una continuidad entre CG26 y CG27.
43 Ibídem,citandoE.Viganò,ElProyectodevidadelosSalesianosdeDonBosco,o.c.,
pp. 237 ss.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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Trabajo
Es bien conocido el amor que Don Bosco tuvo al trabajo, hasta el
punto de provocar un cierto «escándalo», según las palabras de don Al-
berto Caviglia, que hablando de Don Bosco decía: «He aquí el escánda-
lo de un santo: dice muchas más veces «trabajemos» que «recemos».44
En efecto, son muchísimas las citas que encontramos de sus exhor-
taciones al trabajo: «Pues bien, mirad, —dijo hablando a las HMA en
Alassio en 1877— cuando voy por las casas y oigo que hay mucho tra-
bajo, vivo tranquilo. Donde hay trabajo, no está el demonio».45 Y otra
vez: «El que quiere entrar en la Congregación, es necesario que ame el
trabajo… No se permite que le falte nada de lo necesario…, pero es
preciso trabajar… Nadie entre con la esperanza de estarse mano sobre
mano…».46 Por eso pudo prometer a sus Salesianos: «Pan, trabajo y pa-
raíso» y atreverse a afirmar que «cuando suceda que un Salesiano su-
cumba trabajando… por las almas, entonces diréis que nuestra Congre-
gación ha alcanzado un gran triunfo».47 Él mismo trabajó tanto que
murió no de enfermedad, sino consumido por el demasiado trabajo,
según las palabras del médico que lo atendió.48 Basten éstas pocas citas
para estar seguros de que el trabajo es el distintivo del Salesiano, una
característica de nuestra propia índole, que nos conduce a nuestros orí-
genes.
Por eso, para Don Bosco no tienen lugar en la Congregación los
que él llamaba «poltrones», es decir, aquellos que no saben tomar ini-
ciativas, que son perezosos e indolentes, que no conocen la fatiga; esto
es para nosotros Salesianos un criterio de discernimiento vocacional.
Comprendemos que la insistencia unilateral sobre el trabajo, confir-
mada por citas aisladas de Don Bosco, podría justificar comportamien-
tos no infrecuentes de hermanos excesivamente centrados en su «pro-
pio» trabajo o que hacen del trabajo, aunque sea apostólico, el único
horizonte de la propia vida consagrada. No es éste el pensamiento de
44 Cf. E. Viganò, El Proyecto de vida de los Salesianos de Don Bosco, o. c., p. 239.
45 MBe XIII, p. 107.
46 MBe XIII, p. 366.
47 MBe XVII, p. 239.
48 Cf. MBe XVIII, p. 434.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 413
Don Bosco. Él asociaba el trabajo con la «unión con Dios» y una ininte-
rrumpida tradición desde las primeras generaciones salesianas acuñó
la expresión de «trabajo santificado».49 El trabajo es «misión apostólica».
Si se pierde de vista quién es Aquel que manda y sostiene con la fuerza
de su Espíritu y cuál es el fin de la misión, se corre el peligro de con-
vertir el trabajo en un «ídolo». Por consiguiente, no cualquier trabajo es
trabajo apostólico.
El trabajo autónomo no es propio de los Salesianos; al contrario,
estamos llamados a «vivir y trabajar juntos» (Const. 49), bien entendido
que esto no siempre querrá decir «codo con codo», en los mismos am-
bientes y en los mismos tiempos, sino más bien, según un proyecto
compartido comunitariamente, sostenido y verificado juntos, puesto
que «en clima de amistad fraterna,… compartimos corresponsablemen-
te experiencias y proyectos apostólicos» (Const. 51). La comunidad local
y la comunidad inspectorial son el horizonte dentro del cual gastamos
generosamente las propias fuerzas.
Añadamos, además, una consideración sobre la «profesionalidad»
en el trabajo, sobre el sentido de responsabilidad que debe acompañar
cualquier trabajo, y más aún el que llamamos «apostolado». La improvi-
sación, el conformismo, la repetición monótona de lo que ya no es
adecuado a los destinatarios, la alergia a reflexionar y a proyectar, no
son señales que indican «pasión apostólica», sino más bien «pereza».
Compartir habitualmente con los hermanos y con los seglares la
reflexión, individuar algunos objetivos posibles, dedicar tiempo a la
fase preparatoria, verificar escrupulosa y sinceramente, mejorar a la luz
de la experiencia, confrontarse con las indicaciones de la Congregación
y de la Iglesia local, leer con agudeza los signos de los tiempos, em-
plear los instrumentos que nos ofrecen las ciencias humanas, son sólo
algunos de los indicadores de la serenidad y honestidad de nuestro
trabajo.
La reflexión de don E. Viganò sobre el tema es todavía válida y ac-
tual: «Venimos de los pobres, de una cultura popular. Y es un designio
de Dios, porque somos para los pobres, para el pueblo […] Estamos en
49 Cf. J. E. Vecchi, «Cuando recéis, decid: Padre nuestro …», in ACG 374, Roma
2001, pp. 33 ss.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
43
la aurora de una nueva cultura que recibe estímulo de la civilización
del trabajo; es la hora de la técnica y de la industria, donde el trabajo
ocupa un lugar central. Pues bien: cuando hablamos de nuestro traba-
jo, queremos sentirnos «profetas» y no simples «ascetas«. Debemos ha-
blar del trabajo de manera profunda y amplia. No se trata sólo de un
moralismo de conducta, debería ser una profecía religiosa, donde hay
también un lugar no indiferente para la ascesis, y donde hay todo un
testimonio para la gente de hoy, evangélicamente útil al mundo del
trabajo».50 Don Bosco, se ha dicho justamente, supo responder a las
necesidades educativas y sociales de su tiempo con una originalidad
genial, educando con el trabajo y para el trabajo; hizo del trabajo un
instrumento educativo, y también un modo y un contenido de vida.51
Obviamente, a nosotros nos interesa reflexionar sobre cómo la fe,
la esperanza y la caridad impulsan al Salesiano a ser no sólo una per-
sona comprometida en la transformación del mundo por medio de su
trabajo, sino también un gran trabajador en la Iglesia. Desde este pun-
to de vista, lo que identifica al Salesiano no es una profesión cualquie-
ra, sino su vocación de consagrado apóstol; no extraña por tanto que
se hable de «profesionalidad» del «trabajo del Salesiano»; precisamente
porque se lo ve en relación con la misión, es un trabajo pedagógico,
pastoral, educativo, cualificado y actualizado con las aportaciones de
las ciencias humanas y de las disciplinas teológicas, y vivido según el
estilo salesiano «procurando hacer bien todas las cosas con sencillez y
mesura». «Éste es el trabajo que termina por modelar la fisonomía espi-
ritual de la persona»52 del Salesiano.
El texto constitucional subraya que el Salesiano, con su trabajo,
coopera con la acción creadora de Dios, haciendo al mundo más hu-
mano, y colabora también con Cristo en la obra de la Redención. De
este modo, el Salesiano se identifica no sólo con su profesión, sino
sobre todo con su vocación. He aquí por qué la «actividad incansable»
de que habla el artículo 18, no significa ni agitación ni activismo, sino
50 E. Viganò, El Proyecto de vida de los Salesianos de Don Bosco, o. c., p. 240.
51 Cf. P. Broccardo, Don Bosco. Profundamente hombre, profundamente santo,
Editorial CCS, Madrid 20012, pp. 131 y 132.
52 J. E. Vecchi, Spiritualità salesiana, o.c., p. 102.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 413
trabajo apostólico por la salvación de las almas y por la propia santi-
ficación.
La espiritualidad y el empeño en el trabajo caracterizan a todo Sa-
lesiano, tanto sacerdote como coadjutor; el trabajo es un aspecto de la
común identidad carismática. Por otra parte, cada una de las dos for-
mas de la vocación consagrada salesiana tiene su modo específico de
vivir el trabajo, con atenciones prevalentes en el campo ministerial o
laical, sin que por esto se acentúe de manera exclusiva uno u otro
campo. Precisamente por esto, todo Salesiano, cualquiera sea su forma
vocacional, no desdeña el trabajo manual con el que cuida la casa,
embellece el ambiente educativo, educa a los jóvenes en el trabajo ma-
nual.
Templanza
Comentando el sueño de los diez diamantes, don Egidio Viganò hi-
zo una interpretación muy profunda y actual de la templanza: «Esta se
concibe como guarda del corazón y dominio de sí mismo, es decir, co-
mo moderadora de las inclinaciones, instintos y pasiones, cultivo de lo
razonable, ruptura con lo mundanal —no huyendo al desierto, sino
permaneciendo entre los hombres—, dueño del propio corazón, estar
en el mundo, sin ser del mundo. Tal templanza es una actitud esencial
de fondo, de dominio de sí. Con razón la tradición teológica habla de
la templanza como de una «virtud cardinal»: un eje de rotación sobre el
que giran diversas y complementarias actitudes de dominio de sí. De
hecho, he aquí las virtudes que giran en torno al núcleo central de la
templanza: la continencia, contra las tendencias de la lujuria; la humil-
dad, contra las tendencias de la soberbia…; la mansedumbre, contra
las explosiones de la ira…; la clemencia, contra ciertas inclinaciones a
la crueldad y a la venganza; la modestia, contra la vanidad de la exhi-
bición del cuerpo (¡la moda!); la sobriedad y la abstinencia, contra los
excesos en la bebida y en la comida; la economía y la sencillez, contra
la liberalidad en el derroche y en el lujo; la austeridad en el tenor de
vida (una vida espartana), contra las tentaciones de la comodidad».53
53 E. Viganò, El Proyecto de vida de los Salesianos de Don Bosco, o. c. p. 238 ss.
Interesante es la aplicación de la templanza, además de al trabajo, a la vida

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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Se trata en el fondo, de la necesaria ascesis cristiana tan poco apre-
ciada en la sociedad de hoy, fuertemente condicionada por el hedonismo
y por el relativismo ético, en nombre de la libertad absoluta, que rehúsa
toda limitación y que, en nombre de la espontaneidad de la naturaleza y
de las ideologías, la considera una neurosis alienante. La falta de ascesis
es consecuencia y manifestación del rechazo de Dios. El sentido, la justi-
ficación y la fecundidad de la ascesis cristiana se encuentran en la fideli-
dad al misterio de la muerte y resurrección de Cristo.
No hay que olvidar que el trabajo entre los más pobres, la cercanía
a los que sufren, la proximidad a los ambientes populares, el compartir
«gozos y esperanzas, tristezas y angustias»54 de tantos hombres y muje-
res y jóvenes que encuentran dificultad para vivir, son un poderoso
impulso para rehusar toda forma de molicie y de aburguesamiento en
cada uno y en nuestras comunidades y, por tanto, para vivir en sobrie-
dad, esencialidad y templanza. Los pobres pueden llegar a ser nuestros
auténticos «formadores», pues nos piden cada día que seamos fieles a
la promesa que hemos hecho de dar toda nuestra vida por ellos.
Es verdad que la ascesis «debe estar relacionada con la antropología
cultural del tiempo en que se vive. Y hoy la templanza debe contar con
un concepto más profundo del hombre, con los descubrimientos ad-
quiridos por las ciencias antropológicas (especialmente la psicología),
con las características de nuestra realidad somática, con el valor pro-
fundo de la sexualidad, con el proceso de personalización, con la situa-
ción del pluralismo, con la importancia de la dimensión comunitaria,
con las exigencias de la socialización».55
Por consiguiente, una ascesis cristiana que tenga en cuenta la inte-
gración armónica entre cuerpo y alma; que abra las personas al amor
oblativo; que sea capaz de afrontar cristianamente las alienaciones que
la vida moderna implica: el ‘estrés’, la monotonía del trabajo, la super-
ficialidad de las relaciones. Es necesaria una ascesis del silencio en esta
civilización del estruendo para no perderse en el cúmulo de significa-
fraterna, al estilo de vida personal, a la oración y a la contemplación, que se
encuentra en J. Vecchi, Spiritualità…, o. c., pp. 105-106.
54 Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, núm. 1.
55 E. Viganò, El Proyecto de vida de los Salesianos de Don Bosco, o. c., pp. 125 ss.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 413
dos; una ascesis que sepa disciplinar los medios de comunicación so-
cial, el sueño, el descanso, el alimento, los sentidos, etc… La fecundi-
dad de la ascesis no se mide por el sufrimiento de las renuncias o por
la intensidad del esfuerzo, sino por su progreso en la caridad y por su
eficacia evangélica. Como los ascetas de todos los tiempos, Don Bosco
subrayó el nexo indisoluble entre mortificación corporal y oración:
«¡Quien no mortifica su cuerpo no es capaz de rezar!». La templanza es
indispensable para la salud, precisamente porque genera aquella liber-
tad de espíritu que nos hace disponibles para amar hasta el fin.
La reflexión sobre la ascesis de Don Bosco, más allá de las circunstan-
cias que la caracterizaron, tiene mucho que decirnos hoy. Don Bosco fue
un santo educador que amó profundamente y supo hacerse amar practi-
cando en grado heroico la templanza. Lo que Don Bosco pidió a don
Miguel Rua, al enviarlo como joven director a Mirabello, «procura hacerte
amar», es posible sólo con una fuerte ascesis que nace de la práctica de la
templanza.56 Para Don Bosco la templanza está siempre en función de la
mística del «da mihi animas», porque es una disciplina que educa para el
don de sí mismos en el amor: «Señor, haz que salve la juventud concedién-
dome la esperanza». Por eso la templanza salesiana debe ser alegre, coti-
diana, amable, sencilla, inteligente, heroica, simpática, y debe hacerse vi-
sible en el rostro sereno, radiante, gozoso del Salesiano.
3.3.  Condiciones para concretar el tema
Para poder concretar fácilmente el tema y conseguir el objetivo del
CG27, es necesario asegurar algunas condiciones, poniendo en marcha
algunos procesos, favoreciendo la conversión de la mentalidad, reali-
zando el cambio de algunas estructuras.
Procesos que hay que poner en marcha
El CG27 se propone el objetivo de ayudar a cada hermano y comu-
nidad a vivir fielmente el proyecto apostólico de Don Bosco, esto es,
continuar reforzando nuestra identidad carismática.
Esto nos permitirá hacer visible, creíble y fecunda nuestra vocación
consagrada salesiana; en particular nos dará la posibilidad de proponer
56 Cf. E. Viganò, Studia di farti amare. Commento alla strenna, Roma 1984.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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con convicción a los jóvenes la vida salesiana, como un proyecto de
vida que vale la pena asumir, y hacer así fecunda vocacionalmente
nuestra presencia.
De estos objetivos nacen algunos procesos que hay que privilegiar,
que son como los caminos fundamentales que debemos recorrer para
facilitar la consecución de los objetivos.
El primer proceso se refiere al modo de vivir hoy nuestra vocación
consagrada salesiana en la gracia de unidad y en el gozo, como testi-
monio de la radicalidad evangélica y de nuestra expresión típica del
trabajo y de la templanza.
El segundo proceso se refiere al conocimiento de Don Bosco, que es
necesario profundizar continuamente y convertirlo en motivo inspira-
dor de nuestra vida espiritual y actividad pastoral, tanto personal como
comunitariamente.
El tercer proceso se refiere a la referencia vital, personal y comuni-
taria a las Constituciones, que es el proyecto apostólico de Don Bosco
y constituye nuestra identidad carismática, que hay que vivir con fide-
lidad y gozo vocacional.
Mentalidad que hay que convertir
Aquí tenemos que volver a señalar aquellas actitudes ya descritas
en los desafíos institucionales y personales que hay que cambiar, tanto
en la vivencia de la vocación como en la realización de la misión.
Ante todo hay que prestar una atención a la cultura y a las cultu-
ras de manera que se cree una mentalidad común que sepa aprovechar
las oportunidades que ofrecen los retos culturales, en particular con
referencia a la postmodernidad, a la inculturación y a la interculturali-
dad, a la secularización.
Además hay que profundizar los desafíos eclesiales, de manera que
se encuentren los caminos para responder a las exigencias de la nueva
evangelización, a la renovación de la vida consagrada, a la superación
del relativismo.
Hay que cuidar también el crecimiento de la cultura de la Congre-
gación, especialmente en referencia a las exigencias formativas de un
serio discernimiento vocacional y de un eficaz acompañamiento perso-

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 413
nal, a la comunicación de criterios compartidos sobre nuestra acción
pastoral, a la formación de líderes de hermanos, jóvenes y seglares.
Finalmente, hay una mentalidad que convertir en el campo perso-
nal, con el fin de favorecer la superación de las formas y de los estilos
de individualismo, de profundizar la identidad de la vida consagrada,
de adquirir una madurez afectiva, sexual y emocional.
Estructuras que hay que cambiar
Hay también algunas estructuras que se deben cambiar. Se refieren
a nuestro modo de vivir y de organizarnos para alcanzar el objetivo
fundamental del CG27, es decir, para que podamos vivir real y plena-
mente el proyecto apostólico de Don Bosco.
Ante todo hay que cambiar el estilo y la organización de la vida de
la comunidad; ésta tiene que ser robustecida, garantizando su consis-
tencia cuantitativa y cualitativa, la equilibrada relación entre comuni-
dad y obra, la simplificación de la complejidad de las obras, la redefi-
nición de los papeles, el replanteamiento de las presencias.
Además hay que cambiar el modo de presencia y de ejercicio del
cargo del director de la comunidad; se debe asegurar la calidad de los
directores, procurando para todos los hermanos, ya desde la formación
inicial, la preparación para el liderazgo, cualificando a los directores
para el cumplimiento de la tarea de acompañamiento, ayudándolos a
animar y motivar la comunidad religiosa y la comunidad educativa pas-
toral, asegurándoles la ayuda necesaria para que puedan desempeñar
sus obligaciones fundamentales.
Finalmente hay que cambiar el modo de gestionar los recursos de las
personas; se debe reforzar la implicación y la valoración carismática de
los recursos, buscando nuevas fuerzas, haciendo crecer el sentido de Fa-
milia Salesiana, favoreciendo la corresponsabilidad de los seglares, ase-
gurando el desarrollo carismático de la presencia en el territorio.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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4. CONCLUSIÓN
Queridos hermanos, concluyo esta carta de convocatoria del CG27
invitándoos a todos, a todas las comunidades e Inspectorías, a promover,
desde ahora, las actitudes y el ambiente que traducen concretamente «el
trabajo y la templanza». Así podremos ser los «testigos de la radicalidad
evangélica» que la Iglesia, la sociedad y los jóvenes esperan, y volver a la
esencialidad del evangelio, tan amada y querida por Don Bosco.
Esta es la respuesta creíble que debemos dar a quien, como aquel
novicio que me escribió hace algunos meses, espera que nuestra vida
cotidiana no sea un obstáculo real para que Jesús cuente con jóvenes
discípulos y apóstoles, dispuestos a ser testigos gozosos, creíbles, de la
radicalidad evangélica. Se trata de jóvenes que vienen a nuestras comu-
nidades convencidos y entusiasmados con su vocación, pero que a ve-
ces se encuentran con una experiencia diversa de vida religiosa; ésta
no coincide con la que se les ofrece en la animación vocacional y en la
formación inicial.
Alguno podría justificarse diciendo que, a veces, estos jóvenes cul-
tivan una imagen ideal de la vida consagrada, una vida que no existe
en la realidad. De todas formas, cuando escuchan las palabras pobre,
casto y obediente o la llamada a hacer propio «el modo de ser y actuar
de Jesús obediente, pobre y casto» esperan encontrar un seguimiento fiel
y una imitación generosa de Jesús, como han hecho tantos hombres y
mujeres desde los tiempos de la Iglesia primitiva que, aferrados a la
persona del Señor, dejaban todo y a todos con tal de llegar a ser sus
discípulos y testigos.
A este punto es normal que surja la pregunta, «¿pero es posible vivir
como Cristo?». La pregunta no es ciertamente retórica. Surge de la ima-
gen de vida consagrada que proyectamos a través de nuestro estilo de
vida (comida, bebida, vestidos, empleo del tiempo, etc.), nuestra expe-
riencia de oración, nuestra relación interpersonal en la comunidad,
nuestra entrega y profesionalidad en la realización de la misión. Hay
hermanos y comunidades que viven con gran alegría, generosidad, fi-
delidad y radicalidad, y otros que, por el contrario, presentan una vida
cómoda, individualista, sin interés por los demás, por los jóvenes, por
los pobres.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 413
Es evidente que, precisamente porque el don más precioso que te-
nemos es la vida, negarnos a nosotros mismos, renunciar a tener una
mujer, hijos, una casa, a organizar la existencia en torno a un proyecto
personal, y entregar todo esto a Cristo en la Congregación por los jóve-
nes pobres y abandonados, vale la pena sólo con la condición de que
se tome en serio el compromiso de reproducir fielmente en nosotros su
imagen, de ser sus testigos. No podemos reducir la Congregación a una
institución de servicios sociales o pastorales. Nosotros somos una fami-
lia, nacida no de la carne o de la sangre, sino engendrada por el Espí-
ritu que nos convoca y nos reúne en comunidad de discípulos y após-
toles de Cristo para los jóvenes, tras las huellas de Don Bosco.
Hoy como ayer Dios llama a la santidad en la vida salesiana. Y esto
es posible si vivimos como Cristo, como vivió nuestro amado fundador
y Padre, con inmensa alegría, simpatía, con un rostro radiante, pero
con una gran radicalidad evangélica, expresada en su binomio «trabajo
y templanza».
Nos acercamos al Bicentenario de su nacimiento y debemos llegar
a él habiendo recuperado el gozo, el entusiasmo y el orgullo de ser
Salesianos, de modo que podamos proponer con honestidad a los jó-
venes de hoy la belleza de nuestra vocación.
A María Inmaculada Auxiliadora confío este CG27 y, sobre todo, a
todos y cada uno de vosotros, queridos hermanos, a los que amo con
el corazón de Cristo.
5.  ORACIÓN A SAN JUAN BOSCO
Teniendo en cuenta que el CG27 es, por una parte, punto de llega-
da del tiempo de preparación al Bicentenario del nacimiento de nues-
tro amado fundador y padre y, al mismo tiempo, punto de partida para
un nuevo período de la historia de nuestra Congregación, os ruego que
uséis la oración a Don Bosco que ya os propuse para este trienio 2012-
2015.
Ésta es la oración de la noche, que corresponde a la oración de
ofrecimiento a María Auxiliadora por la mañana.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
51
Padre y Maestro de la juventud,
san Juan Bosco,
que, dócil a los dones del Espíritu
y abierto a las realidades de tu tiempo,
fuiste para los jóvenes,
especialmente para los pequeños y los pobres,
signo de la predilección amorosa de Dios.
Enséñanos a ser amigos del Señor
para que descubramos
en Él y en su Evangelio
el sentido de la vida
y la fuente de la verdadera felicidad.
Ayúdanos a responder con generosidad
a la vocación recibida de Dios,
para ser, en nuestra vida diaria,
constructores de comunión
y, unidos a toda la Iglesia,
colaborar con entusiasmo
en la edificación de la cultura del amor.
Concédenos la gracia de perseverar
en la vivencia intensa de la vida cristiana,
según el espíritu de las bienaventuranzas,
y haz que, guiados por María Auxilidora,
nos encontremos un día contigo
en la gran familia del cielo. Amén.
Pascual Chávez Villanueva
Rector Mayor

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