Actas_1995_354.ACG


Actas_1995_354.ACG

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del consejo general
año LXXVI
octubre-diciembre de 1995
n.º 354
órgano oficial
de animación
y comunicación
para la
congregación salesiana
Direzione Generala
Opere Don Bosco
Roma

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1.3 Page 3

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del consejo general
de la sociedad salesiana
de san juan bosco
ÓRGANO OFICIAL DE ANIMACIÓN Y COMUNICACIÓN PARA LA CONGREGACIÓN SALESIANA
N.º 354
año LXXVI
octubre-diciembre de 1995
1. VICARIO DEL RECTOR MAYOR
2. ORIENTACIONES Y DIRECTRICES
3. DISPOSICIONES Y NORMAS
4. ACTIVIDAD DEL C. GENERAL
5. DOCUMENTOS Y NOTICIAS
INDICACIONES PARA UN CAMINO
DE ESPIRITUALIDAD SALESIANA
El peculio
(No se dan en este número)
De la crónica del Consejo General
5.1. Decreto sobre la heroicidad
de las virtudes del siervo de Dios
Rodolfo Komórek
5.3. Nombramientos pontíficos
5.6. Salesianos difuntos
(3ª relación de 1995)
página
3
48
51
54
57
58

1.4 Page 4

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Central Catequística Salesiana
Alcalá, 164 - 28028 Madrid
Edición extracomercial
Imprime: Gráficas Don Sosco - Arganda del Rey (Madrid)

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1. VICARIO DEL RECTOR MAYOR
INDICACIONES PARA UN CAMINO
DE ESPIRITUALIDAD SALESIANA
Algunos puntos clave en la enseñanza de don Egidio Viganó
Introducción.- 1. La iniciativa de Dios. 2.- La consagración apostólica. 3.- El Cristo a quien
seguimos y contemplamos. 4.- La caridad pastoral. 5.- Da mihi ánimas. 6.- «Procura hacerte
querer»: la pedagogía de la bondad. 7.- El éxtasis de la acción. 8.- La gracia de unidad. 9.- Educar
evangelizando, evangelizar educando. 1O.- Inmaculada y Auxiliadora.
Roma, 24 de septiembre de 1995
Queridos hermanos:
Durante el mes de septiembre se os mandó la carta
recuerdo de don Egidio Viganó. En ella, además de su
semblanza biográfica, evocamos de forma sintética, se-
gún la naturaleza del escrito, sus frentes de trabajo co-
mo Rector Mayor, su estilo de animación y los rasgos
de su personalidad.
Ahora se prepara en la Dirección General una edi-
ción de sus sesenta y cuatro circulares con el correspon-
diente índice de materias. El volumen formará parte de
la colección que recoge las circulares de los precedentes
rectores mayores: el beato Miguel Rúa, don Pablo Albe-
ra, el beato Felipe Rinaldi y don Pedro Ricaldone. A la
vez se publicarán en otro tomo las de don Luis Rícceri,
a quien le tocó orientar la preparación y el primer pe-
ríodo de la renovación que siguió al Concilio Vaticano
II. Junto con las actas de los capítulos generales 20°,
21 °, 22° y 23°, ambas obras serán un testimonio y una
documentación, al alcance de todos, de la reflexión, de
los retos, de las orientaciones y de los esfuerzos de reno-

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 354
4
vación que han caracterizado los treinta años transcu-
rridos desde el final del Concilio hasta nuestro próximo
XXIV Capítulo General.
Me ha parecido que, como complemento de la carta
mortuoria, convenía ofrecer una lectura de algunos
puntos habituales en la enseñanza de don Egidio. No
todos, evidentemente, ni siquiera de entre los que po-
drían considerarse principales. No lo permitía el espa-
cio. He elegido únicamente los que se refieren más de
cerca y directamente a la espiritualidad del salesiano y
son frecuentes, aunque sólo sea por simple alusión,
cuando don Egidio trata los temas que nos ofreció con
fórmulas originales, pero que, sin embargo, están sóli-
damente unidos entre sí hasta el punto de constituir los
rasgos de una fisonomía.
No pretendemos una síntesis completa de cada uno
de ellos, que resulta imposible, sino sólo una evocación
substancial.
El momento actual se distingue, entre nosotros,
por el acontecimiento del Sínodo sobre la Vida Consa-
grada, cuyo documento conclusivo aguardamos, pero
cuyas principales preocupaciones se perciben ya en el
instrumento de trabajo y en los debates de la asamblea.
Nos estimula a meditar sobre lo que el mundo y la
Iglesia esperan de los religiosos, y nos recuerda la origi-
nalidad de san Juan Bosco en el testimonio del Evan-
gelio.
Sin embargo, estos meses se distinguen también por
la preparación próxima, organizativa y espiritual del
XXIV Capítulo General. Precisamente estos días se ha-
lla en la casa generalicia la Comisión Precapitular, que,
nombrada por el Rector Mayor, debe redactar «los es-
quemas que se mandarán con suficiente antelación a los
miembros del Capítulo General» (Reglam. 113).
A la luz de estos hechos, pues, os invito a repasar al-
gunos puntos clave de nuestra espiritualidad tal como
nos los presentó don Egidio Viganó.

1.7 Page 7

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5
l. ACG 347, pág. 13
2. LG 4.
1. VICARIO DEL RECTOR MAYOR
1. La iniciativa de Dios
(ACS 303; ACG 312. 334. 337. 342. 352)
«Hay que recordar constantemente que en la base
de todo está el fascinante misterio de la Santísima Tri-
nidad; como dicen las Constituciones renovadas,
"nuestra vida de discípulos del Señor es una gracia del
Padre, que nos consagra con el don de su Espíritu y nos
envía a ser apóstoles de los jóvenes"»1.
Una característica de toda espiritualidad cristiana es
la conciencia del don, de la gracia, con que Dios entra
por iniciativa propia en nuestra conciencia dentro del
contexto de la historia. Es una diferencia substancial
frente a las espiritualidades racionalistas, que todo lo
confían únicamente al esfuerzo, por noble que sea, de
la persona.
Si se quiere trazar con realismo el camino espiritual
de los salesianos en sus elementos característicos y en su
vitalidad, es imposible ignorar este origen de la presen-
cia operante del Espíritu del Señor; y, por parte de los
hijos de san Juan Bosco, la acción -de gracias, la acogida
y la voluntad de corresponder.
La presencia del Espíritu del Señor se percibe en
tres ámbitos. Ante todo, en la Iglesia. «El Espíritu San-
to -dice la constitución Lumen gentium-- conduce a
la Iglesia a la verdad plena, la une en la comunión y en
el servicio, la construye y dirige con diversos dones je-
rárquicos y carismáticos y la adorna con sus frutos. Con
la fuerza del Evangelio, el Espíritu rejuvenece a la Igle-
sia, la renueva sin cesar y la lleva a la unión perfecta con
su esposm>2. Es el Espíritu quien da la vida y se mani-
fiesta en la historia como energía imprevista y transfor-
mante, sobre todo por medio de los profetas, los santos,
los pastores y los guías valientes e inspirados. De la ani-
mación de la Iglesia por el Espíritu tenemos signos ine-
quívocos en nuestro tiempo. Ahí está el movimiento de

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 354
reflexión, adaptación pastoral y espiritualidad suscitado
por el Concilio, que todavía hoy es fecundo en mani-
festaciones nuevas y originales.
La presencia y la acción del Espíritu superan las
fronteras de la Iglesia visible; llenan la tierra. La Iglesia
escucha, en los signos de los tiempos, su voz, que resue-
na en la conciencia de los hombres y se percibe, sobre
todo, en la búsqueda religiosa, en las nobles y desinte-
resadas iniciativas con vistas al crecimiento espiritual
del hombre y en el sentido moral3. El conjunto de tales
signos nos dice que vivimos en una hora privilegiada
del Espíritu4•
Una de las obras del Espíritu a lo largo de la historia
por medio de mil inspiraciones es la vida consagrada
que, siguiendo a Cristo, se concentra en el misterio de
Dios y trabaja con amor en la salvación del hombre.
«En el origen de todo instituto religioso no hay una te-
oría ni el sistema de un pensador, sino una historia o
una experiencia vivida con una docilidad especial y
concreta al Espíritu Santo»5•
Lo afirmamos, particularmente, de nuestro carisma
y de su realización por san Juan Bosco y por quienes le
han sucedido como discípulos atentos a los signos del
Espíritu. Aquí tenemos el segundo ámbito de observa-
ción y de fe para los salesianos. «Nuestro Padre com-
prendió que el cielo le encomendaba una vasta misión
juvenil. Para cumplirla tuvo conciencia clara de que es-
taba llamado a fundar no simplemente un instituto re-
ligioso, sino todo un movimiento espiritual y apostóli-
co de grandes proporciones»6• Espiritualidad y misión
al servicio de la Iglesia y del mundo caminan en la di-
rección del Espíritu, es decir, de la apertura del hombre
al reconocimiento y comunión con Dios.
El tercer ámbito en que debemos captar la acción del
Espíritu es nuestra vida personal. En ella percibimos el
don de Dios que nos atrae hacia sí; Cristo nos seduce y
lo seguimos con todas las consecuencias. Experimenta-
6
3. Cf. RM28
4. Cf. EN75.
5. ACS 310, pág. 6
6. ACS 304, pág. 6-7

1.9 Page 9

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7
7. Cf. ACS 303
1. VICARIO DEL RECTOR MAYOR
mos una sintonía casi espontánea con san Juan Bosco y
queremos trabajar en la misión juvenil. Es la vocación
personal sobre la que dice el artículo 22 de las Constitu-
ciones: «A cada uno de nosotros Dios lo llama a formar
parte de la Sociedad Salesiana. Para esto, recibe de él do-
nes personales y, si corresponde fielmente, encuentra el
camino de su plena realización en Cristo».
La conciencia del don, nuestra voluntad de respues-
ta, la consonancia con el carisma salesiano y el proyecto
de vida que consiguientemente asumimos, se expresan
públicamente en la profesión, sobre todo en la perpe-
tua, dado su carácter de definitiva. La profesión «es sig-
no del encuentro de amor entre el Señor, que llama, y
el discípulo, que responde entregándose totalmente a él
y a los hermanos» (Const. 23). Implica a la conciencia
y la vida, y no sólo la pertenencia externa. Es siempre
ofrecimiento e iniciativa de Dios y no sólo acto del
hombre. Por lo que «la acción del Espíritu es, para el
profeso, fuente permanente de gracia y apoyo en el es-
fuerzo diario de crecer en el amor perfecto a Dios y a
los hombres» (Const. 25).
Así, el bautismo, la vocación y la profesión religiosa
son las etapas de nuestro situarnos con cada vez mayor
atención y disponibilidad en el espacio del Espíritu
que comunica al mundo el amor de Dios y lo mueve
hacia él.
De aquí se deducen tres consecuencias. La primera
es que tomamos la "vida en el Espíritu", la santidad, co-
mo el núcleo principal de nuestro proyecto de vida7•
Santidad entendida no sólo como correcto comporta-
miento moral o como esfuerzo ascético, sino como esti-
lo y forma de vida en el que se transparenta de manera
peculiar el misterio de Dios, liberador y cercano. Sin
esto no hay vida consagrada, aunque se cumplan todos
los requisitos institucionales. Por ello, «relanzar la santi-
dad» es un asunto decisivo para nuestra renovación. «Es
el don más precioso que podemos ofrecer a los jóvenes»

1.10 Page 10

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 354
8
(Const. 25) y el medio más eficaz y adecuado para
cumplir nuestra misión. La espiritualidad, o santidad,
tiene también un valor temporal y secular, no sólo por
las obras de caridad en favor de los pobres, sino por el
sentido, el mensaje y los valores que ofrece a la existen-
cia humana.
Pero hay una segunda consecuencia. Nosotros que-
remos alcanzar la santidad siguiendo el modelo y el ca-
mino que el Espíritu hizo ver en san Juan Bosco. La re-
ferencia constante a él y a la vivencia plasmada en su se-
guimiento resulta, pues, imprescindible tanto para re-
producir adecuadamente los rasgos ya afirmados, como
para discernir nuevas formas de realizarlos en el contex-
to actual. «El Señor nos ha dado a Don Bosco como
padre y maestro» (Const. 21).
Las dos consecuencias precedentes llevan a la terce-
ra. Elegimos como camino pedagógico hacia la santi-
dad el que proponen las Constituciones con sus viven-
cias fundamentales (misión, consejos evangélicos, co-
munidad, oración) vividas en el grupo humano que las
toma como código de vida: la Congregación Salesiana
con su tradición espiritual y en su realidad actual. Si es
verdad que «nuestra regla viviente es Jesucristo, el Sal-
vador anunciado en el Evangelio, que hoy vive en la
Iglesia y en el mundo, y a quien nosotros descubrimos
presente en Don Bosco, que entregó su vida a los jóve-
nes» (Const. 196), también lo es que nosotros acoge-
mos las Constituciones como testamento de Don Bos-
co, como nuestro libro de vida; que las meditamos en
la fe y nos comprometemos a practicarlas con sentido
espiritual, porque para nosotros, discípulos del Señor,
son un camino que conduce al amor (cf. ibídem).
Deseo y propósito de santidad, Don Bosco padre y
maestro, Regla y comunión salesiana son las coordena-
das para el camino de crecimiento espiritual de un con-
sagrado salesiano que desee responder a las llamadas del
Espíritu. Sin tales coordenadas es difícil llegar lejos.

2 Pages 11-20

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2.1 Page 11

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9
1. VICARIO DEL RECTOR MAYOR
2. La consagración apostólica
(ACG 312. 337. 342. 346. 352)
8.Cf.ACG312
9. Cf. LG 44; PC 5; ET
4. 7; MRS. 10. 11;
RD, cap. lII
1O. Elementos esenciales de
la ensefutnza de la Igle-
sia sobre la vida reli-
giosa, núm. 5
Cuando don Egidio Viganó, después del XXII Ca-
pítulo General, presentó el «texto renovado de nuestra
Regla de vida»8, indicó la consagración apostólica (cf.
Const. 3) como el tema general y el primero entre los
principios inspiradores de la renovación.
Los elementos que caracterizan nuestra espirituali-
dad de religiosos apóstoles tienen su razón de ser en la
consagración, y específicamente en la forma original
que llamamos consagración apostólica.
Es uno de los importantes logros en el camino de
definición de nuestra identidad durante las profundiza-
ciones realizadas en la Iglesia después del Concilio Vati-
cano II y de las que se han hecho eco algunas insisten-
tes declaraciones de los último tiempos9• «En la base de
la vida religiosa está la consagración». «La Iglesia os ve,
ante todo, como personas consagradas»10•
Comprender, pues, más a fondo la consagración en
sus raíces bíblicas y en sus dimensiones teologales y
eclesiales, pero también a la luz de la experiencia con-
creta del Fundador, es un elemento substancial para
descubrir y actualizar el carisma, para tener una visión
unitaria del proyecto de vida salesiano y, consiguiente-
mente, para vivir y manifestar de forma auténtica nues-
tra espiritualidad.
Ahora bien, precisamente este esfuerzo de compren-
sión nos ha llevado a subrayar algunos aspectos. El pri-
mero es el sentido global o total de la consagración. En
efecto, la consagración es un elemento particular de la
vida salesiana que se puede indicar antes o con los
otros, pero la abarca toda. No incluye sólo los votos, si-
no todo el ser y actuar de la persona, puesta en una re-
lación muy singular con Dios que marca nuestra viven-
cia personal en lo que tiene de más profundo y nuestro

2.2 Page 12

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 354
trabajo en la educación. Una vida que se siente atraída
por Dios y que se concentra en él, sea que lo busque en
la oración, en el silencio y en la soledad, sea que se pro-
ponga servirlo en los hermanos con algún servicio de
caridad, que a veces puede ser de gran compromiso.
Naturalmente, cuando hablamos de la consagra-
ción, no pensamos sólo en un momento particular, por
ejemplo, el de la profesión; nos referimos al "contí-
nuum" de toda la vida, de la que la profesión es el mo-
mento significativo y cuasi sacramental. Pensamos en
una vivencia personal e interior que comienza antes de
la profesión, cuando el Señor se va convirtiendo en
centro de nuestro pensar y en preferencia de nuestro
querer. La acogida de esta gracia del Espíritu la declara-
mos ante el Señor y ante la Iglesia en el acto de la pro-
fesión, y es reconocida e incorporada de un modo par-
ticular a la vida y misión del pueblo de Dios. Después
seguirá, hasta la muerte, haciéndose cada vez más plena
y profunda como acción de Dios y respuesta personal a
medida que su realidad penetra en nuestro ser. Es obvio
que la vida resulta verdaderamente consagrada no tanto
en virtud de los elementos institucionales, organizati-
vos o rituales que la distinguen exteriormente, cuanto
por la relación vital que se entabla con Dios, ya que en
toda consagración la fuerza que consagra es su presen-
cia. Este aspecto existencial y personal de la consagra-
ción es hoy particularmente sentido y determinante.
Aquí tenemos otro elemento fundamental de com-
prensión, resaltado por la voz pasiva del verbo: conse-
crátur. La consagración del religioso, sobre la base de su
consagración bautismal, pone en evidencia la iniciativa
totalmente libre y gratuita de Dios. Según expresión de
don Egidio, es la «primera chispa del amor, la que salta
a la hora cero, cuando todo comienza y surge la amis-
tad, donde nace la especial alianza entre Dios que llama
y el hombre que responde» 11 Lo primero en la consa-
gración no es la voluntad del hombre para llegar a Dios
10
1!. ACG 312, pág. 27

2.3 Page 13

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11
12. ACG 312, pág. 27 s.
13. ACG 312, pág. 16
1. VICARIO DEL RECTOR MAYOR
y ser completamente suyo, sino una visita, un don, una
irrupción de su gracia en nuestra existencia. Indica pri-
meramente la acción de Dios que por la mediación de
la Iglesia nos toma totalmente para sí comprometién-
dose a protegernos y guiarnos.
Sin embargo, también es verdad que esta acción divi-
na no es ajena a nuestros movimientos más profundos. Se
deja sentir en ellos y en ellos recibe nuestra respuesta, de
modo que resulta «el encuentro de dos amores»: el Padre
nos atrae hacia sí y nosotros nos ofrecemos totalmente a
él. «La iniciativa y la misma posibilidad de la alianza pro-
ceden de Dios, pero se confirman con la libertad de nues-
tra respuesta; es él quien nos llama y nos ayuda a respon-
der, pero somos nosotros quienes nos damos; es él quien
nos consagra y nos envuelve con su Espíritu, nos toma
para sí, nos hace totalmente suyos..., pero somos nosotros
los que deseamos concentrarnos en él, escuchándolo y
contemplándolo»12•
Entender la consagración como alianza de amor,
fruto de una llamada y una respuesta y que nos interpe-
la continuamente, da a nuestra vocación su carácter di-
námico y su unidad profunda.
Con razón subraya nuestra Regla de vida el carácter
peculiar de la consagración que nos distingue como sa-
lesianos, ya que su fundamento es el proyecto inspirado
por Dios a nuestro Fundador: proyecto apostólico en el
que la misión de servir a la juventud es el aspecto que
caracteriza nuestro vivir totalmente para Dios; misión
que está unida intrínsecamente al testimonio de los va-
lores evangélicos y de la comunión fraterna.
No hay separación ni disonancia entre consagración
y misión, sino «mutua e indisoluble compenetración,
que nos hace salesiana y simultáneamente apóstoles re-
ligiosos y religiosos apóstoles. La consagración informa
toda nuestra vida, y la misión califica todo nuestro tes-
timonio»13. La misión, entendida en su significado bí-
blico, que la vincula a la de Cristo el consagrado del Pa-

2.4 Page 14

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 354
dre y mandado al mundo, aparece así como un aspecto
constitutivo de nuestra consagración. Por otra parte,
nuestra vida consagrada se define y precisa por la mi-
sión, y debe proyectarse y realizarse en ella. Lo dicen las
Constituciones cuando afirman que «la misión da a to-
da nuestra existencia su tonalidad concreta, especifica
nuestra función en la Iglesia y determina el lugar que
ocupamos entre las familias religiosas» (art. 3).
Todo esto afecta a la raíz de nuestra identidad de sa-
lesianos y es una orientación concreta para nuestra vida
y nuestra espiritualidad, con consecuencias para el mo-
do de trabajar, de vivir juntos y de orar.
En primer lugar, la conciencia de ser consagrados
apóstoles da el significado justo a la misión, que no es
simplemente actividad o acción externa, sino un don
de Dios. Nos inserta en el misterio trinitario del envío
del Hijo y del Espíritu Santo por parte del Padre y en la
misión de la Iglesia y de su específica tarea histórica.
Así se explica la insistencia particular que se hace
sobre la interioridad como condición esencial para la
eficacia de la acción apostólica y misionera, ya que el
ardor en la misión procede del misterio de Dios14: la
Iglesia y la Congregación sólo podrán afrontar los retos
de la nueva evangelización, si están unidas constante-
mente a ese misterio.
En ese aspecto reconocemos un carácter típico de
nuestra espiritualidad de consagrados apóstoles: consagra-
dos y, por tanto, sólidamente arraigados en Cristo y en su
Espíritu, con una actitud de obediencia filial al Padre que
nos ha llamado, y, simultáneamente, «misioneros de los
jóvenes», enviados a transmitirles su amor infinito: es
nuestro dinamismo espiritual de base, que nos sitúa en la
vertiente de la espiritualidad de la vida activa15.
Cuando se vive con plenitud, es el camino de nues-
tra santificación. La acción apostólica, y para nosotros
concretamente la opción por la educación, dentro del
proyecto de vida consagrada, es el lugar privilegiado de
12
14. Cf. ACG 336, pág. 15
15. Cf. ACG 334, pág.
32; 336, pág. 33 SS.

2.5 Page 15

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13
16. ACG 337, pág. 35 SS.
17. ACG 337, pág. 37
18. ACS 308, pág. 18 s.
1. VICARIO DEL RECTOR MAYOR
nuestro encuentro con Dios y, por lo tanto, el camino
hacia la santidad, hasta el punto de poder afirmar que
el salesiano está llamado a santificarse educando16• Se
trata de hacer «del trabajo educativo el espacio espiri-
tual y el centro pastoral de la propia vida, de la oración,
de la competencia profesional y del vivir cotidiano»17•
Para concluir, es interesante recordar que el mismo
sufrimiento del salesiano recibe de su consagración
apostólica un valor específico. «Nuestra espiritualidad
de la acción no nos enseña a esquivar el dolor, a pasar
por encima de él o a eliminarlo; lo acepta y cambia su
significado, transformándolo en potencial de salvación.
Así, el mismo sufrimiento, vivido como participación
en el misterio pascual, tiene un peculiar valor apostóli-
co, que no es escaso18•
19. ACS 296, pág. 5
3. El Cristo a quien seguimos y contemplamos
(ACS 290. 296; ACG 334. 324. 337)
Partimos de un hecho que se da por supuesto. «So-
mos discípulos de Cristo que, con la profesión, hemos
hecho un gesto de libertad muy original eligiendo de
forma radical y para siempre al Señor Resucitado. Cris-
to es nuestra opción fundamental, que condiciona y
orienta todas las demás. El corazón del salesiano pasa
por el misterio pascual antes de lanzarse por cualquier
otro camino de la historia... Sólo a partir de Cristo se
explica nuestro género de vida, nuestra pertenencia a
la Iglesia, nuestra misión juvenil y popular, nuestro
proyecto educativo, nuestra actividad y el modo de re-
alizarlo.
»Hoy es importante renovar con claridad la con-
ciencia de esa opción fundamental de modo que sea
operativa en nuestras convicciones, en el testimonio de
vida y en los compromisos de trabajo»19•

2.6 Page 16

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 354
14
Se trata del misterio total de Cristo y de su manifes-
tación aún en vías de desarrollo: Cristo, Hijo de Dios y
verdadero hombre, nacido de María, muerto y resucita-
do; consagrado y enviado; fundador y cabeza de la Igle-
sia; profeta, sacerdote y rey. A él tenemos acceso por la
escucha y meditación de la Palabra, particularmente del
Evangelio, por la celebración del misterio eucarístico,
por el propósito de conversión y el esfuerzo de configu-
ración, y por la participación en la vida de la Iglesia y la
escucha a las demandas de salvación que llegan del
mundo, especialmente del ámbito juvenil.
Sin embargo, hay aspectos de Cristo que atraen de
forma particular nuestra atención de salesianos. Los
presentamos con textos originales de don Egidio.
El Cristo buen pastor
«Jesucristo es el centro vivo y existencial de nuestra
vida consagrada. Todos los consagrados se centran en
Cristo; pero nuestro testimonio específico se distingue
por el aspecto pedagógico-pastoral con que miramos a
Cristo en cuanto buen pastor que creó al hombre y
ama sus cualidades, lo redimió, perdona sus pecados y
lo hace nueva criatura por medio de su Espíritu. Esta
centralidad de Cristo pastor debe brillar como sol en
nuestros ambientes por un renovado fervor eucarístico
y con todas las iniciativas que muestran un modo coti-
diano de vivir y educar que "informa nuestras relacio-
nes con Dios, el trato personal con los demás y la vida
de comunidad en la práctica de una caridad que sabe
hacerse amar" (Const. 20). El hecho de subrayar en
Cristo su actitud de buen pastor supone ciertamente
generosidad en la entrega a los jóvenes hasta la cruz;
pero también evidencia una actitud que conquista por
la mansedumbre y la donación de sí, por la bon-
d a d ... »2º.
20. ACG 334, pág. 33

2.7 Page 17

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15
21. ACS 290, pág. 17 s.
22. ACS 296, pág. 7
1. VICARIO DEL RECTOR MAYOR
El Cristo amigo de los jóvenes
El Evangelio hace ver, de diversas formas, el amor
de Jesucristo a los jóvenes: los ama (Me 10, 21: Jesús se
le quedó mirando con cariño); los quiere a su lado (Mt
19, 14-15; Me 10, 13-16; Le 18, 15-17: Dejad que los
niños...; Le 19, 46-48: El que acoge a este niño en mi
nombre...); los invita a seguirlo (Mt 19, 16-26; Me 10,
17-22: eljoven rico); los cura On 4, 46-54: Anda, tu hi-
jo estd curado); los resucita (Le 7, 11-15: ¡Muchacho, a ti
te lo digo, levdntate!; Me 5, 21-23; Le 8, 40-45: la hija
de]airo); los libra del demonio (Me 17, 14-18; Le 9,
37-43: echa el demonio de un muchacho; Mt 15, 21-28;
Me 7, 24-30: y de la hija de una cananea o sirofenicia);
los distingue con el perdón (Le 15, 11-32: pardbola del
hijo pródigo); se apoya en ellos para hacer milagros On
6, 1-15: Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes... y
un par de peces...).
Sin Jesucristo no se explica la predilección radical
de san Juan Bosco...; la fuente de su origen y vitalidad
se halla en el seguimiento de Cristo21
«El corazón del salesiano está lleno de Cristo para
amar a los jóvenes como los ama él; fija sus ojos en Cristo
amigo de los pequeños y de los pobres; por eso su entrega
a la juventud y a las clases populares resulta más intensa,
más perseverante, más genuina y más fecunda...
»En una hora de búsqueda de identidad personal y
colectiva, lo primero que hay que asegurar es el signifi-
cado de nuestra profesión religiosa, que nos incorpora a
una comunidad que ha hecho su opción fundamental
por Cristo salvador y pastor, amigo de los jóvenes>A
Cristo, el hombre nuevo
«Descubrimos, sin excesiva dificultad, que la verda-
dera obra maestra de Dios es el hombre, hecho a su

2.8 Page 18

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 354
imagen, síntesis viva de las maravillas cósmicas, libre y
audaz, que piensa, juzga, crea, ama y, por ello, está des-
tinado a ser el liturgo de todo lo creado, voz de alaban-
za, mediador de gloria, en diálogo de felicidad con el
mismo Creador...
»Es precisamente en nuestra historia donde Dios, al
llegar la plenitud de los tiempos, hizo surgir el hombre
nuevo, su obra maestra definitiva: Jesucristo.
»Es la cumbre de toda la creación. En él -dice el
Concilio- "se ilumina el misterio del hombre... Él,
imagen de Dios invisible, es también el hombre perfec-
to..., unido en cierto modo a todo hombre..., primogé-
nito entre muchos hermanos.
»Durante su vida terrena se sintió solidario con cada
uno de los hombres de todos los siglos, desde Adán -
su progenitor- hasta el último hermano que nazca al
final de los tiempos. Como solidario en el bien y en el
mal, venció el pecado con el poder del amor más gran-
de, que demostró dando su vida en el acontecimiento
supremo de la Pascua»23.
«El fin o meta a que tiende la educación es Cristo,
el hombre nuevo; todo joven está llamado a realizarse
en él y a su imagen...
»No se trata de entablar polémica, sino de estar con-
vencidos de que el acontecimiento de Cristo no es sim-
plemente la expresión de una formulación religiosa, si-
no un hecho objetivo que se refiere en concreto a cada
uno de los individuos de la especie y da un sentido de-
finitivo a la historia humana. Toda persona tiene nece-
sidad de Cristo y hacia él tiende, aunque no lo sepa.
Poder llegar a él es un derecho existencial de todo hom-
bre; impedirlo es, de hecho, conculcar un derecho hu-
mano. La tendencia hacia Cristo -consciente o in-
consciente, adormecida o no- es intrínseca a la natu-
raleza del hombre, creado objetivamente en el orden
sobrenatural, donde el proyecto hombre está pensado
con vistas al misterio de Cristo, y no viceversa»24.
16
23. ACG 337, pág. 17-18
24· ACG 337• pág. 30

2.9 Page 19

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17
25. ACG 33, pág. 11-12
26. ACG 324, pág. 19
1. VICARIO DEL RECTOR MAYOR
Cristo, corazón del mundo y misterio que actúa en /,a historia
«Cuando el calificativo "nuevo" se refiere a la cultu-
ra, sólo indica que algo está emergiendo en el devenir,
aunque requiera una atenta y renovada forma de pasto-
ral; cuando se aplica al misterio de Cristo, el mismo ad-
jetivo significa plenitud de la novedad verdadera y defi-
nitiva. Es nueva, no porque no la hayamos percibido
nunca o porque se vea interpelada por problemas des-
conocidos anteriormente, sino porque es la cumbre
maravillosa de la aventura humana, ya que proclama la
meta suprema de la historia y la fuente de todas las es-
peranzas de los siglos...
»Evangelizar quiere decir, ante todo, saber anunciar
al hombre de hoy la gozosa y grata noticia de la Pascua,
que. subvierte y deshace el caduco atractivo de las nove-
dades mudables que pronto se convierten en la mono-
tonía insatisfecha que suele caracterizar a la tediosa
existencia de una civilización meramente horizontal»25.
«Con razón, pues, afirma el Concilio: "Jesucristo es
el fin de la historia humana, punto de convergencia ha-
cia el que caminan los anhelos de la historia y la civili-
zación, centro de la humanidad, gozo del corazón hu-
mano y plenitud de sus aspiraciones..." (GS 45).
»Me parece importante, queridos hermanos, tener
siempre en cuenta esta síntesis de fe, para... convencer-
nos de que es imposible prescindir de Cristo en la pro-
moción del hombre y en el desarrollo de una verdadera
pedagogía salesiana»26•
4. La caridad pastoral
(ACS 304; ACG 312. 326. 332. 334. 335. 337. 338)
El artículo de las Constituciones que sirve de intro-
ducción al espíritu salesiano afirma que «su centro y sín-

2.10 Page 20

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 354
tesis es la caridad pastoral, caracterizada por aquel dina-
mismo juvenil que tan fuerte aparecía en nuestro Funda-
dor y en los orígenes de nuestra Sociedad» (Const. 10).
Son afirmaciones muy importantes: no se trata de
un elemento que se pone junto a otros, sino de la fuen-
te de nuestra identidad espiritual y pastoral. De ella
brota la energía unificadora que nos da una fisonomía
propia, nos impulsa a la donación personal y nos une
en comunión.
Hay que volver, pues, una y otra vez a ella, para
aclarar su naturaleza, ahondar en su contenido y·especi-
ficar sus consecuencias prácticas, sin contentarse con
perspectivas genéricas ni con el eco espontáneo que
producen en nosotros.
El mejor punto de observación, igual que para to-
dos los aspectos del carisma, es la vivencia del Funda-
dor y la vida de los primeros discípulos, captadas en su
mismo nacimiento.
«La Familia Salesiana -dice don Egidio- nació
del amor de san Juan Bosco a la juventud. Un amor de
predilección que perfeccionó y desarrolló sus inclina-
ciones y dotes naturales, pero que, en su raíz, era un
don especial de Dios, concedido con miras a un desig-
nio de salvación en la época moderna. Una predilec-
ción que en él brotaba de una adhesión entusiasta y to-
tal a Jesucristo»27•
La primera chispa de la vocación salesiana es, pues,
un amor de Dios intenso, bien definido, orientado ha-
cia la juventud pobre y abandonada. En san Juan Bosco
se hará poco a poco proyecto de vida; él mismo confe-
sará que se trataba de una gracia singular: «El Señor me
ha enviado a los jóvenes; por eso es necesario que no
gaste mis energías en cosas ajenas a esa misión y que
conserve mi salud para ellos». Tal proyecto lo realizará
en el seguimiento radical de Cristo, contemplado en su
anhelo de dar dignidad y salvar a las personas, sobre to-
do, a las más humildes y necesitadas.
18
27. ACS 290, pág. 17

3 Pages 21-30

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3.1 Page 21

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19
1. VICARIO DEL RECTOR MAYOR
La fuente, comienro y energía de desarrollo del caris-
ma salesiano se encuentra, pues, en un amor con dos po-
los indisolubles: Dios y los jóvenes; en la donación total
de sí mismo a Dios en la misión juvenil y, análogamente,
en la donación total de sí mismo a los jóvenes en un mo-
vimiento hacia Dios. En esa línea se forjará la santidad
de Don Bosco. Para seguir dicho ideal, convocará a los
jóvenes que ve más dispuestos; lo cual dará la original
imagen de nuestra Congregación en su nacimiento.
La caridad es el fundamento y la energía de toda vida
espiritual, el primero de todos los mandamientos, su raíz
y el mayor de ellos, meta a la que tender, la substancia y
el mejor de los carismas, el distintivo de todo estado o
vocación cristiana. Así fue para Jesucristo, para san Pablo
(cf. ICo, 13-14), y para nuestro patrono san Francisco
de Sales, que cantó su belleza incluso humana; así fue
también para san Juan Bosco, que exalta toda forma de
caridad como una característica excelsa del corazón cris-
tiano. En el sueño de los diez diamantes, la caridad, sin
ninguna especificación más, aparece en la parte delante-
ra, y precisamente sobre el corazón del personaje. Tres
diamantes brillaban en su pecho... El que estaba sobre el
corazón tenía una inscripción: Caridad. Es, de todos mo-
dos, el amor cuya suprema expresión se dio en Jesucristo,
Hijo del Padre y Redentor del hombre, y que el Espíritu
Santo infunde en nuestro corazón cuando, por la fe y el
bautismo, nos injerta en Cristo.
Precisamente por la riqueza de Cristo, por la creati-
vidad del Espíritu y por las posibilidades expresivas de
la persona humana son innumerables los "tipos" o con-
creciones históricas de la caridad.
La que está en el centro del espíritu salesiano se defi-
ne como "pastoral". Nos recuerda la imagen de Dios pas-
tor que libra a su pueblo de la esclavitud, lo guía por el
desierto, lo conduce a verdes praderas, le revela su plan y
hace alianza con él. Trae también a nuestra imaginación
la figura de Cristo buen pastor que recorre los caminos

3.2 Page 22

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 354
de Palestina, encuentra a la gente y cura sus males, revela
el Reino, muere en una cruz y resucita para que los hom-
bres tengan vida en abundancia. El término "pastoral"
habla de vida, alimento, dignidad y orientación desde el
nivel más elemental hasta el más alto.
La caridad pastoral se inflama en la contemplación
del misterio de Dios que interviene en la historia para
salvar; se manifiesta en el deseo de tomar parte en su
obra de salvación y de ponerse a su disposición para ac-
tuar en unión con él.
Su contenido es la entrega incondicional de la pro-
pia persona como disposición y como realidad. «No es
sólo lo que hacemos, sino la plena entrega personal lo
que hace ver el amor de Cristo a su rebaño. La caridad
pastoral determina nuestro modo de pensar y de actuar
y nuestra forma de tratar con la gente»28•
La donación personal en la caridad pastoral tiene
como destinataria la Iglesia y, por ella, la humanidad.
Se manifiesta en una voluntad de servicio sin término y
sin límites, «pues está marcada por el mismo fervor
apostólico y misionero de Cristo»29. El Concilio y los
documentos posteriores hablan de ella ampliamente re-
firiéndose a los presbíteros y a los pastores que tienen a
su cargo el pueblo de Dios.
Pastoral es, por tanto, el amor que se inserta en la
misión de la Iglesia y en ella construye una comunión
cada vez más amplia y profunda; pastoral es el amor
que mira a la salvación total de las personas en Cristo y
a lo demás en función de ella; pastoral es el amor que se
confía a las fuerzas salvadoras aportadas por Cristo pas-
tor: la palabra, la fe, la gracia, la comunión eclesial.
La caridad pastoral salesiana tuvo desde el principio
una orientación concreta. Se plasmó como caridad edu-
cadora. Movido por su pasión apostólica, san Juan Bos-
co eligió como campo de trabajo a los jóvenes que ig-
noraban la parroquia que les correspondía. Quiso ser
con ellos no sólo sacerdote pastor, sino también padre y
20
28. Pastores dabo vobis, 23
29. Ibídem

3.3 Page 23

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21
30. luvenum patris 5
31. ACS 290, pág. 18
1. VICARIO DEL RECTOR MAYOR
maestro de vida: orientador de su crecimiento humano,
acompafiante en su trabajo, comunicador de cultura y
animador de su tiempo libre. En tal escenario, su ar-
diente amor de salvar a los jóvenes se convirtió en ges-
tos cotidianos. Así nació una fisonomía y una praxis: el
Sistema Preventivo.
Es el aspecto que subraya Juan Pablo JI cuando afir-
ma que san Juan Bosco se santificó en el trabajo de la
educación vivido con celo y con corazón apostólico, y
cuando dice que es precisamente en el intercambio en-
tre educación y santidad donde se encuentra lo peculiar
de su figura: es un educador santo30•
«Es el "primer carisma" de Don Bosco -asegura
don Egidio Viganó-. Aquí no nos ponemos en el ni-
vel de las inclinaciones o preferencias naturales; esta-
mos muy por encima... "Nos encontramos más allá de
las fronteras de lo que solemos llamar, con cierto aire de
suficiencia, normal, pues encierra la existencia en lo
que ésta tiene de más grande, como una brasa que bajo
la ceniza mantiene vivo un brote de fuego..., como la
experiencia del camino de Damasco en el alma de Pa-
blo" (Tillard). Es el primer lugar de la vocación de san
Juan Bosco y, por lo tanto, de su intuición artística de
educador y de su originalidad espiritual de santo»31•
5. «Da mihi ánimas»
ACG 332. 336. 334. 353)
Escribe don Egidio: «Estoy convencido de que no
hay ninguna expresión sintética que defina mejor el es-
píritu salesiano elegida personalmente por san Juan
Bosco: Da mihi dnimas».
Los grandes institutos y las corrientes de espirituali-
dad han condensado el núcleo de su carisma en una
fórmula breve. Podemos recordar el paz y bien francis-

3.4 Page 24

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 354
cano, el ora et labora benedictino o el ad maiorem Dei
gloriam jesuita.
Los testimonios de la primera hora y la posterior re-
flexión de la Congregación han llevado al convenci-
miento de que la expresión que mejor indica la caridad
pastoral de los Salesianos de Don Bosco es precisamen-
te da mihi dnimas. Es frecuente en los labios del Funda-
dor e influyó de forma decisiva en su fisonomía espiri-
tual. Es la máxima que llamó la atención de Domingo
Savia en el despacho de Don Bosco cuando éste era
aún relativamente joven (34 años) y que le arrancó el
conocido comentario: «Veo que aquí no se trata de ne-
gocios de dinero, sino de almas»32• Domingo compren-
dió bien que Don Bosco no le ofrecía sólo pan, instruc-
ción y casa, sino también y sobre todo una oportuni-
dad para conocer a Jesucristo y realizarse espiritualmen-
te. Los rectores mayores ratifican una y otra vez la
centralidad de las almas. La comentan el beato Miguel
Rúa, don Pablo Álbera y el beato Felipe Rinaldi. Inclu-
so la ha recogido nuestra liturgia: «Suscita también en
nosotros la misma caridad apostólica, que nos impulse
a buscar la salvación de [las almas] de los hermanos pa-
ra servirte a ti, único y sumo bien».
Conviene, pues, seguir profundizando en el signifi-
cado de esta expresión.
La interpretación espiritual de la Biblia ofrece una
base de donde extraer un válido núcleo de contenido:
es la distinción entre "personas" y "cosas". La presencia
de Melquisedec y la bendición de éste sobre Abrahán
da al pasaje un particular significado religioso y mesiá-
nico, que se acepta tradicionalmente. Pero sería un
error tratar de mantener o eliminar el lema programáti-
co de san Juan Bosco basándose únicamente en la inter-
pretación estricta de la Biblia, pues la palabra de Dios
se va cargando de significados con el paso del tiempo,
particularmente en la historia de la santidad. No es éste
el único caso.
22
32. Juan Bosco, ~
Domingo Savio, cap.
VIII

3.5 Page 25

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23
1. VICARIO DEL RECTOR MAYOR
Son importantes la interpretaci6n personal de Don
Bosco, según la visi6n religioso-cultural de su época, y
el hecho de que ella modelara su vida y su experiencia
de Dios. En dicha visi6n, "alma" se refiere a la dimen-
si6n espiritual del hombre, centro de su libertad y raíz
de su dignidad, espacio privilegiado de su apertura a
Dios, donde se deja sentir y ofrece el Espíritu.
La uni6n de ambos significados, el bíblico y el desa-
rrollado por Don Bosco, visto desde nuestra cultura,
sugiere opciones muy concretas para la vida y para la
acci6n.
En primer lugar, el amor, la caridad pastoral, toma
en consideraci6n a la persona y a ella se dirige antes de
nada y sobre todo: intuye su valor, particularmente a la
luz del amor de Dios Padre, de la obra redentora de Je-
sucristo y de la presencia del Espíritu. Las "cosas" vie-
nen después, valen menos y, en el proceso educativo,
tienen menos importancia.
Además, la caridad que mira sobre todo a la persona
se guía por una visi6n de la misma cuya clave es la palabra
"alma". La persona no vive s6lo de pan; tiene necesidades
inmediatas, pero también aspiraciones infinitas; precisa
de bienes materiales, pero más aún de sentido y de valores
espirituales, según la expresi6n de Agustín: «Está hecha
para Dios y tiene sed de él». Las "cosas", pues, están en
funci6n de esa vocaci6n única, por la que el coraz6n se
abre a Dios y comprende que él es su destino.
Por ello, la salvaci6n que busca y ofrece la caridad
pastoral es la plena y definitiva. Lo demás se dirige ha-
cia ella: la beneficencia tiene como fin la educaci6n; és-
ta, la iniciaci6n religiosa y cristiana, y la iniciaci6n reli-
giosa, la vida de gracia y la comuni6n con Dios.
Dicho de otra forma, podemos decir que en la exis-
tencia de la persona damos la primada a su dimensi6n
religiosa. Y lo mismo en la educaci6n y promoci6n, no
por proselitismo, sino porque estamos convencidos de
que la dimensi6n religiosa es la fuente más honda de su

3.6 Page 26

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 354
24
crecimiento y felicidad. Cuidamos su profundidad y su
correcto desarrollo y expresión. En una época de secu-
larismo y de religiosidades dispersas, esta orientación
no carece de significado ni es de fácil realización.
Nuestra máxima contiene también una indicación
de método para la acción: en la formación o en la rege-
neración de una persona hay que aprovechar sus recur-
sos espirituales: su conciencia moral, su apertura a
Dios, el pensamiento de su destino eterno. La pedago-
gía de san Juan Bosco es una pedagogía del alma, de la
gracia, de lo sobrenatural. Cuando se logra activar esa
energía, comienza el trabajo más útil de educación. Lo
demás, válido por sí mismo, es propedéutico y acompa-
ña a algo que lo trasciende.
De lo cual se deduce una prioridad en la vida y ac-
ción pastoral de quien asume el da mihi ánimas, pues
éste impone una ascesis: coétera tolle ("deja lo demás").
Hay que renunciar a muchas cosas para dedicarse con
todas las fuerzas a lo que se ha elegido como preferente.
Se impone en cuestión de gustos personales e incluso
de campos de acción legítimos pero que se llevarían
tiempo y recursos. Se pueden confiar a otros, e incluso
omitir, muchas actividades para tener tiempo y posibi-
lidad de encaminar a los jóvenes hacia Dios.
«El que repasa la vida de Don Bosco, siguiendo sus
esquemas mentales y explorando las huellas de su pen-
samiento, encuentra una idea madre: la salvación en la
Iglesia católica, única depositaria de los medios salvífi-
cos, y comprende que el reto de la juventud abandona-
da, pobre y vagabunda suscita en nuestro Fundador la
urgencia educativa de promover la inserción de esos jó-
venes en el mundo y en la Iglesia con métodos de dul-
zura y caridad, pero con una tensión cuyo origen se ha-
lla en el deseo de la salvación eterna del joven»33•
Podemos preguntarnos por las consecuencias inme-
diatas del da mihi ánimas. Implica, en primer lugar, un
corazón pastoral: la voluntad, el celo y el deseo de tra-
33. ~ Don Bosco
nella storia della reli-
giositi cattolica, Vol.
Il, Pas-Verlag. Zurich
1969, pág. 13

3.7 Page 27

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25
1. VICARIO DEL RECTOR MAYOR
bajar, el sentirse a gusto en las empresas pastorales, el
estar dispuesto a todo, el darse con alegría, el sentirse
atraído por los más necesitados, el considerar justas to-
das las fatigas, el superar fácilmente las pequeñas frus-
traciones, el no desertar, el hacer frente a peligros y difi-
cultades como si no fueran nada. Su contrario es la in-
diferencia y el afrontar las tareas pastorales como obli-
gación de la que interesa liberarse cuanto antes.
Pero, además del corazón, el da mihi dnimas pide el
sentido pastoral. El sentido pastoral, como el sentido
artístico o el de los negocios, es una especie de olfato,
un movimiento espontáneo, un modo de situarse rápi-
damente en la perspectiva de lo que es objeto de nues-
tras preocupaciones.
Consiste en saber juzgar las cosas desde el punto de
vista de la salvación de la persona, en adoptar una ópti-
ca pastoral a la hora de leer los acontecimientos, en te-
ner criterios, claves o puntos de referencia válidos para
idear y plantear una actividad de modo que las perso-
nas crezcan humanamente y logren hacerse conscientes
de la presencia de Dios Padre en su vida.
Está también la capacidad pastoral: es una prepara-
ción profesional específica, requerida por el da mihi
dnimas; por ella hemos aprendido y nos perfecciona-
mos en motivar, instruir, animar y santificar. Nos hace-
mos capaces de entender un contexto, de hacer un pro-
yecto que responda a sus necesidades y de ejecutarlo sin
olvidar nunca el elemento invisible e imponderable que
siempre interviene en el trabajo por las almas.
Por último, hay que incluir también la creatividad
pastoral, es decir, la actitud mental y práctica que hace
encontrar soluciones originales a problemas y situaciones
nuevas. San Juan Bosco ideó un proyecto para los chicos
de la calle, mientras las parroquias de Turín seguían aún
con el catecismo de siempre. Y cuando vio que los jóve-
nes no estaban preparados para el trabajo y que en él care-
cían de protección, pensó en un remedio simple y casero,

3.8 Page 28

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 354
que luego creció: los contratos de trabajo, los talleres, las
escuelas profesionales. Y lo mismo para otras necesidades,
como el alojamiento y la instrucción.
Eugenio Ceria da este rasgo como una característica
del espíritu salesiano: «La característica -dice-, que
primero salta a la vista, es la prodigiosa actividad indi-
vidual y colectiva»34•
26
34. E. Ceria, Annali, cap.
CXVII, pág. 722
6. «Procura hacerte querer»: La pedagogía de la
bondad
(ACS 290. ACG 326. 31 O. 332)
Cuando se trató de elegir una expresión carismática
para la cruz del Buen Pastor, símbolo de la profesión, es
decir, del proyecto de vida salesiana, don Egidio Viga-
nó se decidió por la frase de san Juan Bosco: Procura
hacerte querer.
Abundan en nuestra literatura expresiones como
"amor pedagógico", la "bondad hecha sistema'', la dul-
zura de san Francisco de Sales, la "pedagogía del cora-
zón". Todo ello hay que ponerlo en relación con el Sis-
tema Preventivo, particularmente con la serie de actitu-
des e indicaciones prácticas que tienen que ver con el
afecto. En su raíz está siempre la caridad que busca la
salvación del joven, demostrada en un afecto tangible
moderado por la razón.
La caridad pastoral salesiana se plasmó "en el contacto
con los jóvenes", en el esfuerzo de ayudarlos a valorizar la
vida, implicándolos en la responsabilidad de su propio
crecimiento. Por ello, tuvo que entablar una relación edu-
cativa donde no sólo hubiera un respeto y una disciplina
razonables, sino una amistad y una confianza filial. Y ello
especialmente con los muchachos sometidos a alguna
prueba o en situaciones difíciles, donde tal relación debía
comenzar de nuevo y hacerse creíble. El afecto o bondad

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27
1. VICARIO DEL RECTOR MAYOR
se convirtió así en la forma substancial de la caridad de
san Juan Bosco. Consiste en suscitar una correspondencia
que incide en la misma propuesta educativa y en los dina-
mismos de crecimiento del joven. El afecto hace que se
acepte la propuesta educativa y que los jóvenes se sientan
animados a dar lo mejor de sí.
La recomendación «procura hacerte querer» tiene,
pues, un valor estratégico en la pedagogía, pero es tam-
bién un rasgo que distingue al espíritu salesiano. Da un
aspecto original a toda la Congregación, a la que se le re-
conoce el don de saber acercarse a los jóvenes, hablar con
su misma longitud de onda, implicarlos en su crecimien-
to humano y atraerlos hacia Dios y hacia la Iglesia.
Cuando se profundiza en esa bondad, se descubre
que va más allá de un gesto de simpatía. Tiene una es-
tructura muy sólida de convicciones, actitudes y praxis
que comprometen a toda la personalidad.
En el orden de las actitudes más profundas, supone
la identificación con la bondad del Padre que guía con
paterna providencia (cf. Const. 20) a cada una de sus
criaturas; se nutre de la contemplación de Cristo buen
pastor, que se gana el corazón con la mansedumbre y se
acerca a los humildes e indigentes, plegándose a sus ne-
cesidades inmediatas y acogiendo sus peticiones imper-
fectas para abrirlos a riquezas superiores; mira al com-
portamiento materno de María, atenta a sostener y de-
sarrollar la humanidad de Cristo a fin de que su divini-
dad encuentre la adecuada mediación histórica.
Esto hace mirar con bondad al hombre, a sus posi-
bilidades y realizaciones; lleva a descubrir en la cultura
y en la historia los gérmenes de bien, y estimula a culti-
varlos con fe. Tal mirada se posa de forma especial en
las posibilidades de todo joven. Ninguno está perdido
definitivamente. Sea cual fuere su situación, en su inte-
rior hay energías que, convenientemente despertadas y
alimentadas, pueden suscitar la voluntad de realizarse
como persona. Todo joven lleva dentro de sí la huella

3.10 Page 30

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 354
28
del designio de salvaci6n, que contiene una promesa de
vida plena y feliz. «En todo joven -decía Don Bos-
co-, incluso en el más desventurado, hay un punto
que, si el educador lo descubre y estimula oportuna-
mente, reacciona con generosidad».
Además de las actitudes frente a la realidad y a las per-
sonas, la bondad sugiere comportamientos en la labor
educativa, que, como demuestra la experiencia, producen
correspondencia. De ellos habl6 extensamente san Juan
Bosco en su famosa carta de 1884. Recordamos tres.
Ante todo, la capacidad de encuentro, la prontitud
en la acogida y la familiaridad. Lo contrario es el desco-
nocimiento mutuo, las distancias, la incomunicaci6n,
la ausencia. Se ha dicho que el arte de Don Bosco con-
sistía en dar el primer paso, eliminar barreras y suscitar
el deseo de reunirse otra vez. Tal ejercicio de la caridad
educativa nos hace pensar en dos fen6menos actuales:
la lejanía física de muchos j6venes y la distancia psico-
l6gica de otros que están cerca, pero de los que nos se-
paran temas, lenguajes, gustos y pertenencias. Lo cual
nos da idea de la carga mística y ascética que supone
entablar diálogo con ellos.
La segunda manifestaci6n de la bondad es dedicarse
con paciencia y esmero a construir un ambiente rico de
humanidad, una familia donde cada uno se sienta acogido
y ayudado, y donde haya espacio para expresarse a la vez
que se asimilan con alegría los valores propuestos. Los sa-
lesianos, igual que san Juan Bosco, se hacen capaces de
acercarse a los chicos en los lugares más variados; pero
también tienen tiempo y energías para animar una comu-
nidad juvenil que se caracteriza por algunos rasgos propios
y es capaz de acoger a todos los que deseen forma parte de
ella y ofrecerles una experiencia positiva de convivencia,
responsabilidad y compromiso. Es en el ambiente donde
la bondad se hace sistema porque inspira la organizaci6n,
el clima, las normas y las funciones personales.
De la acogida y familiaridad nace la amistad pro-

4 Pages 31-40

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4.1 Page 31

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29
1. VICARIO DEL RECTOR MAYOR
funda entre educadores y jóvenes. Ésta produce la con-
fianza y crea una relación educativa personal duradera,
que es lo que, después de todo, ayuda a crecer. Todo
ello nos estimula a meditar sobre la praxis actual y a re-
visarla para ver en qué medida llegamos a la persona.
Su expresión concreta es la asistencia, entendida co-
mo deseo de estar con los jóvenes y compartir su vida.
Es simultáneamente presencia física donde están los
muchachos, intercambian ideas y hacen proyectos, y
fuerza moral para animar, estimular y despertar. Asume
el doble carácter de la actividad preventiva: protege de
experiencias negativas precoces y desarrolla las posibili-
dades de la persona mediante propuestas positivas. Es-
timula con motivaciones inspiradas en la razón (vida
honrada, atrayente sentido de la existencia) y en la fe;
simultáneamente refuerza en los chicos la capacidad de
una respuesta autónoma al reclamo de los valores.
La amistad-asistencia desemboca en otra singularísi-
ma manifestación educativa, fruto de la bondad: la pa-
ternidad, que es más que amistad. Es una responsabili-
dad afectuosa y venerada que ofrece guía y enseñanza
vital y exige disciplina y empeño. Es amor y autoridad.
Se manifiesta, sobre todo, en saber habla.r al corazón
de manera personalizante, porque se tratan las cuestio-
nes que actualmente ocupan la vida y la mente de los
jóvenes; saber hablarles con el lenguaje idóneo para lle-
gar a su conciencia y formarlos en una sabiduría que
ayude a afrontar los problemas presentes y futuros. En
una palabra, la paternidad se ejerce cuando se enseña el
arte de vivir con sentido cristiano.
7. El éxtasis de la acción
(ACG 332. 338)
Es la vertiente interior del da mihi dnimas. Lleva a

4.2 Page 32

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 354
«entender a fondo su intensidad orante»35• Define el lu-
gar y estilo de la contemplación salesiana y es la cumbre
de su unión con Dios.
La expresión se remonta a san Francisco de Sales,
para quien el éxtasis es la meta adonde tiene que llegar
la oración mental: hace salir de uno mismo, con sereni-
dad, de modo que Dios nos atrae y eleva hasta sí. Lo
llama éxtasis en cuanto que por él se nos lleva más allá
de nosotros mismos. Nuestro santo patrono habla de
tres clases de éxtasis: «Uno se refiere al entendimiento;
otro al afecto y el tercero a la acción». El «éxtasis de la
acción» corona los otros dos, que sin él resultarían in-
completos. «Nunca ha habido un santo que no haya te-
nido el éxtasis o rapto de la vida y de la acción, supe-
rándose a sí mismo y sus inclinaciones naturales»36•
A esta clase de contemplación, que une oración y
acción orientándolas a la misión de salvación por el
cumplimiento de la voluntad de Dios, se refieren con
frecuencia san Juan Bosco y sus sucesores con otras ex-
presiones: unión con Dios, sentido de su presencia, vi-
da interior, actividad santificada por la oración...
Fue el beato Felipe Rinaldi quien recuperó y echó
luz sobre la expresión de san Francisco de Sales. En el
aguinaldo a las Hijas de María Auxiliadora para el año
1931, sobre la vida interior de Don Bosco, las exhorta-
ba a lograr en sí mismas una síntesis vital entre la labo-
riosidad de Marta y la contemplación de María. Afir-
maba que se trata de «una vida interior sencilla, evan-
gélica, práctica y laboriosa». «Don Bosco -decía-
unió del modo más perfecto su actividad externa, infa-
tigable, absorbente, amplísima y cargada de responsa-
bilidad, con una vida interior, que empezó con el sen-
tido de la presencia de Dios... y poco a poco se fue ha-
ciendo actual, constante y viva hasta ser unión habi-
tual con Dios. De esa manera logró en sí mismo el
estado más perfecto, que es la contemplación operan-
te, el éxtasis de la acción, en la que se consumó hasta el
30
35. Cf. ACG 338, pág. 14
36. Francisco de Sales,
Tratado del Amor de
~ !, VII, &!. Pao-
line 1989, pág. 527;
cf. ACG 338, págs.
15-16

4.3 Page 33

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31
37. ACS, 6 de abril de
1929, núm. 48, págs.
733-734
38. Cf. Francisco de Sales,
Tratado del Amor de
!2w., !, VII, cap. 6,
pág. 523-524
39. ACG 338, pág. 28
1. VICARIO DEL RECTOR MAYOR
final, con serenidad extática, por la salvación de las al-
mas»37.
Tal sería la interpretación salesiana del «contempla-
tivo en la acción», expresión de origen jesuita, que apa-
rece en el art. 12 de nuestras Constituciones.
Una vez explicados el origen y el significado de la
expresión, podemo's preguntarnos por su alcance prác-
tico. Comprende cuatro aspectos: un camino de ora-
ción, una forma de acción, una fuerza que unifica a
ambas y el estado típico de la contemplación.
La unión con Dios es la verdadera meta de la ora-
ción. Ésta, además del diálogo ocasional, tiende a arrai-
gar en nosotros un amor que nos hace sentir y desear a
Dios. La unión con Dios tiene muchos grados: comien-
za siendo frágil y pobre, pero crece poco a poco; es una
luz que aumenta como el alba del día38. Es una meta, a
la que ciertamente no se llega con el simple esfuerzo
humano, pero que requiere la respuesta cada vez más
lúcida y consciente a un don.
En cuanto meta, supone un camino. La sola gene-
rosidad en el actuar ni la produce ni la reemplaza. De
ahí el convencimiento de que la oración salesiana, co-
mo sus otras formas, «exige espacios propios y distintos
de las actividades de trabajo, dedicados por entero al
diálogo directo con Dios»39, según modalidades confor-
mes con nuestra vida, indicadas en las Constituciones.
Es una oración sencilla, pero asidua e intensa: sus ex-
presiones se toman de la liturgia y de la piedad popular.
No es espectacular ni de fuerza emotiva, cosa que po-
dría defraudar a alguno; se concentra en la identifica-
ción con la voluntad salvífica de Dios. Todas sus expre-
siones confluyen en una actitud fundamental: la escu-
cha de la palabra de Dios que es Jesucristo, contempla-
do como buen pastor. Su luz, su corazón y su misterio
encuentran en nosotros las súplicas del mundo, las
pruebas de los jóvenes, los anhelos de salvación. La
cumbre del encuentro es el "memorial" de Jesús, que

4.4 Page 34

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 354
32
recuerda y actualiza su amor al Padre y su entrega por el
mundo -la Eucaristía-, mientras que su consecuen-
cia es un deseo de conversión para asemejarse cada vez
más a Cristo que da la vida por los hombres.
En cuanto a la acción, no se trata de cualquier ac-
ción, sostenida únicamente por la generosidad o las
buenas intenciones. Igual que la contemplación, que se
injerta en ella, no consiste en un fluir de pensamientos
subjetivos de carácter religioso, sino en captar la acción
de Dios en el mundo y en la vida, ayudados por las me-
diaciones históricas. Por esa línea al menos orienta la
oración evangélica, especialmente el Magníficat. Para el
salesiano, pues, se trata de una acción de naturaleza
pastoral educativa y, siempre, en el área de la caridad,
con una variedad infinita de formas y destinatarios.
Pero no basta. La acción implica a toda nuestra per-
sona, no le es externa. Existe, pues, una cualidad de la
acción que tiene su raíz en el corazón mismo de quien
actúa: es el ser y sentirse en Cristo como el sarmiento
en la cepa. El salesiano es consciente de que con su tra-
bajo participa y colabora en la acción misteriosa del Pa-
dre bajo la inspiración del Espíritu Santo. Por ello asu-
me los criterios prácticos de Cristo en cuanto a modali-
dades, objetivos y prioridades.
Entre el estilo de oración y esa clase de acción se da
una compenetración mutua, sin perder cada una sus
tiempos y formas específicos: la oración impregna la ac-
ción, y ésta se introduce en la oración como acción de
gracias, intercesión, deseo de salvación, sufrimiento.
Así aparece en la oración sacerdotal de Cristo. Hacia
esa recíproca compenetración nos orienta el artículo 95
de las Constituciones: «Sumergido en el mundo y en
las preocupaciones de la vida pastoral, el salesiano
aprende a encontrar a Dios en aquellos a quienes es en-
viado. Al descubrir los frutos del Espíritu Santo en la
vida de los hombres, especialmente de los jóvenes, da
gracias por todo; al compartir sus problemas y sufrí-

4.5 Page 35

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33
40. XXIII CG, núms. 94-
95
1. VICARIO DEL RECTOR MAYOR
miemos, invoca para ellos la luz y la fuerza de su pre-
sencia».
El punto que unifica la oraci-6n y la acci6n es la in-
tensidad del amor que lleva a gastarse por la salvaci6n
de las personas yendo por los caminos que indica el Pa-
dre en el seguimiento de Cristo.
Todo ello hace que el momento típico de la con-
templaci6n, del éxtasis en que Dios nos atrae hacia sí
con mayor fuerza, sea aquel en el que actuamos colabo-
rando con él.
Lo dice el XXIII Capítulo General: «Educar a los
j6venes en la fe es, para el salesiano, trabajo y oraci6n.
Es consciente de que trabajando por la salvaci6n de la
juventud vive la experiencia de la paternidad de Dios,
que "precede a toda criatura con su providencia, la
acompafia con su presencia y la salva dando su propia
vida". Don Bosco nos enseñ6 a reconocer la presencia
operante de Dios en nuestro quehacer educativo y a
sentirla como vida y amor... Creemos que Dios nos está
esperando en los j6venes, para ofrecernos la gracia del
encuentro con él y disponernos a servirle en ellos, reco-
nociendo su dignidad y educándolos en la plenitud de
la vida. La tarea educativa resulta ser, así, el lugar privi-
legiado de nuestro encuentro con él»4º.
Nos alegramos con el joven que se supera, damos
gracias por la generosidad de sus prop6sitos, nos admi-
ra el camino que la gracia hace en algunos, sufrimos
con quienes tienen que padecer. Toda situaci6n nos
afecta como afectaba a Jesucristo: Tuvo compasi6n..., lo
mir6 y le dijo..., extendi6 la mano.
En la acci6n misma, pues, brotan espontáneas de
nuestros labios oraciones concentradas, no siempre for-
males, como la de Jesucristo: «En aquel momento, lle-
no de la alegría del Espíritu Santo, exclam6: Te doy
gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has
escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y
las has revelado a la gente sencilla» (Le 10, 21).

4.6 Page 36

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 354
34
8. La gracia de unidad
(ACG 312. 330. 332. 334. 337. 342. 346. 352)
El tema de la "gracia de unidad" lo eligi6 no pocas
veces don Egidio como hilo conductor y síntesis en su
predicaci6n de ejercicios espirituales41
Es siempre una de las claves decisivas para interpre-
tar y realizar de modo arm6nico y completo la fisono-
mía de la espiritualidad y vida salesiana. Esta expresi6n
surgi6 en el XX Capítulo General, el Especial, para re-
solver la antítesis entre las exigencias de la vida religiosa
comunitaria y las necesidades de la misi6n realizada en
una acci6n pastoral abierta y creativa. «El Espíritu San-
to -afirma dicho Capítulo- llama al salesiano a un
género de vida cristiana, a la vez apost6lica y religiosa.
Por eso, le da /,a gracia de unidad, a fin de que viva el di-
namismo de la actividad apost6lica y la plenitud de la
vida religiosa en una sola moci6n de caridad hacia Dios
y hacia el pr6jimo»42•
En la vida del salesiano se pueden encontrar otras
tensiones naturales en su proyecto de existencia evangé-
lica: trabajo y contemplaci6n, profesionalidad educati-
va y mentalidad pastoral, justa laicidad para los ámbitos
donde trabaja y esfuerzo de evangelizaci6n, inserci6n
en el mundo y ascesis, creatividad individual y proyecto
comunitario, cercanía a los j6venes y testimonio de los
valores, colaboraci6n en la Iglesia y pertenencia a una
comunidad carismática...
El espejo donde mirar esas tensiones y su armoniza-
ci6n, sin perjuicio de ninguna de ellas, es san Juan Bos-
co. Las Constituciones (cf. art. 21) lo describen como
hombre profundamente humano y simultáneamente
hombre de Dios, abierto a las realidades terrenas y lleno
de los dones del Espíritu, capaz de caminar entre las vi-
cisitudes del mundo y viviendo «como si viera al Invisi-
ble». Y nos presentan, en un desarrollo progresivo, el
41. Cf. Interioridad apos-
tólica - Reflexiones so-
bre la gracia de uni-
dad. Argentina 1988
42. CGE, núm 127

4.7 Page 37

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35
1. VICARIO DEL RECTOR MAYOR
acuerdo entre naturaleza y gracia, la armonía que se fue
produciendo entre sus sanas tensiones y, finalmente, la
fusión de todas ellas «en un proyecto de vida fuerte-
mente unitario».
La unidad es una gracia, incluida en la llamada a la
vida salesiana, que, como cualquier modo de vida, su-
pone un desarrollo unitario. El Espíritu Santo infunde
el deseo, el gusto y la fuerza para vivir la vocación sale-
siana en su totalidad como una forma de manifestar
nuestra filiación divina y la de los jóvenes. Sin embar-
go, la unidad es también fruto de la respuesta del sale-
siano, de las comunidades e incluso de la Congrega-
ción. Requiere atención, discernimiento, radicalidad,
revisión y conversión. Se trata de hacer confluir todo en
el proyecto -inteligencia, relaciones, planes de acción,
tiempo, títulos, afectos- evitando la dispersión. La
unidad no es algo ya hecho o prefabricado, sino una
realidad humana y espiritual en construcción conscien-
te y permanente con miras a una mayor riqueza de la
persona, de la comunidad y del proyecto apostólico.
Repasamos los ámbitos donde ya hemos experimen-
tado esta gracia y vemos surgir continuamente su nece-
sidad porque siempre aparecen nuevos retos.
La gracia de unidad orienta la renovación de nuestra
Congregación volviendo a las fuentes carismáticas supe-
rando la materialidad de los acontecimientos históricos
de sus orígenes. Estimula a acoger con plenitud la tradi-
ción salesiana auténtica y a ponerla frente a lo que el Es-
píritu Santo obra en el corazón de los jóvenes y sugiere a
su Iglesia. El Espíritu que ayer se hizo presente en san
Juan Bosco es el mismo que hoy habla a los salesianos
dóciles y atentos. Quienes están llamados a discernir de-
ben tomar este criterio de interpretación para compren-
der lo que hoy dice el Espíritu a cada instituto religioso.
La gracia de unidad dirige, en la Iglesia y en los ins-
titutos religiosos, la síntesis de los elementos institucio-
nal y profético. Hace de puente entre ambos aspectos,

4.8 Page 38

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 354
que no pueden resultar opuestos ni en la vida de la Igle-
sia, ni en la vida de la Congregación, ni en la existencia
de cada salesiano, ya que es el mismo Espíritu quien
inspira las estructuras esenciales para la vida de la Igle-
sia y las expone, por decirlo de algún modo, al impacto
de la profecía con objeto de mantener eficaz su capaci-
dad de abrirse a lo nuevo y reestructurarse desde dentro
como un cuerpo vivo.
Las fisuras, laceraciones y contrastes destructores di-
cen que no hay suficiente acogida de un don de Dios
que continuamente hay que hacer fructificar.
Las tensiones que surjan entre carisma y autoridad,
entre obediencia y comunión en la Iglesia y en la co-
munidad religiosa se arreglan en el Espíritu y con la
gracia de unidad, ya que dicha gracia estimula en noso-
tros la sincera preocupación por la unidad eclesial y nos
lleva a percibir nuestra originalidad carismática y pasto-
ral como un don para la Iglesia, a cultivar la comunión
con los obispos y con el sucesor de Pedro, a escuchar las
orientaciones y la vida de la Iglesia, a abrirnos a los va-
lores humanos y al encuentro con toda experiencia reli-
giosa bien inspirada, a intentar todos los caminos posi-
bles para realizar la verdad en la caridad incluso como
nivel de experiencia humana.
Por último, en la vida del salesiano y de las comuni-
dades, la gracia de unidad lleva a superar positivamen-
te, hacia adelante y desde lo alto, las tensiones a que se
ve sometida su existencia. Como dijo Juan Pablo II en
el XXIII Capítulo General, «garantiza la inseparabili-
dad vital entre unión con Dios y entrega al prójimo,
entre interioridad evangélica y acción apostólica, entre
corazón orante y manos activas»43.
Por ella no hay amor auténtico de Dios que no pase a
ser, por íntima y amorosa necesidad, amor generoso con
el hombre; ni hay verdadero amor al hombre que no im-
pulse a levantar los ojos a Dios para pedir a su fuerza el
cumplimiento de todo camino y de todo anhelo.
36
43. XXIII CG, núm. 332

4.9 Page 39

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37
1. VICARIO DEL RECTOR MAYOR
44. Discurso de clausura del
Simposio de la Familia
Salesiana sobre san
juan Bosco fandador,
ACG 329, pág. 65
45. Don Bosco, attualita di
un magistero pedagogi-
co, LAS, Roma 1987,
Presentazione, pág. 12
Así, la acción incluye la dimensión contemplativa y
ésta une armoniosamente la oración, el trabajo pastoral
y el sufrimiento apostólico. «La oración, la acción y el
dolor -escribe don Egidio- se refieren simultánea y
vitalmente a dos polos: nunca hay Dios sin el hombre;
nunca hay hombre sin Dios»44•
Donde no actúa esta gracia, el deseo de la oración
puede llevar a intimismos o al alejamiento de la comu-
nidad o del servicio pastoral; el impulso apostólico lleva
a acciones individuales o ajenas a la organización; la
evangelización se limita a grupos selectivos y a conteni-
dos rígidamente religiosos; la profesionalidad educativa
se sobrepone a la expresión de la fe.
San Juan Bosco -hace notar don Egidio- «siem-
pre contempla a Dios como al gran enamorado del
hombre»45. La gracia de unidad quiere subrayar la uni-
dad profunda que, en el corazón y en la acción del
apóstol, produce la contemplación de un Dios enamo-
rado del hombre.
9. Educar evangelizando, evangelizar educando
(ACS 290. 296; ACG 337. 343)
La gracia de unidad tiende a impedir el riesgo de di-
visiones en el corazón y en la vida del salesiano, cuya
sefi.al son diferentes dicotomías; pero, además, sirve pa-
ra responder a otro peligro actual: el divorcio entre la
evangelización y la educación. Es un tema importante,
dado que, de hecho, la educación de la juventud no só-
lo no suele ir unida a la evangelización, sin~ que hay
quien pide expresamente su separación porque la consi-
dera un sector cultural que tiene su propio desarrollo
autónomo. La consecuencia es que hay quien busca re-
sultados en el frente de la evangelización, pero la reduce
al ámbito catequístico y sólo la dirige a grupos reduci-

4.10 Page 40

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 354
38
dos, cuando lo que hay que hacer es promover educan-
do, educar evangelizando y santificar educando.
Que la acción salesiana abarca los dos aspectos de la
educación y de la evangelización, que tiene en cuenta el
horiwnte humanista y el sobrenatural y que es una sínte-
sis de procesos de promoción humana y simultáneamen-
te de cultivo de la vida cristiana, lo dijo repetidas veces el
XXI Capítulo General46, que también habló de la interna
fermentación recíproca de ambas dimensiones, hasta el
punto de ser un único proyecto con caminos y metas
distintas según los individuos. Para describir tal unidad,
el mismo Capítulo acuñó las expresiones de "promoción
integral cristiana", "humanismo salesiano integral",
"educación liberadora cristiana''47, y, volviendo a las sen-
cillas fórmulas de san Juan Bosco, habló de formar al
buen cristiano y al ciudadano honrado favoreciendo su
crecimiento en salud, en sabiduría y en santidad. La mis-
ma línea siguió el XXIII Capítulo General, integrando
en un único itinerario las experiencias humanas del joven
y el sentido evangélico, y haciendo del mencionado iti-
nerario un estilo típico de santidad juvenil.
Para llevar a cabo esta idea en todos los contextos e
iniciativas, se requiere competencia profesional y una
técnica, pero también espiritualidad. «De hecho, en la
mente de san Juan Bosco y en la tradición salesiana, el
Sistema Preventivo tiende cada vez más a identificarse
con el espíritu salesiano; es a la vez pedagogía, pastoral
y espiritualidad, que asocia, en una única experiencia
dinámica, a educadores (como individuos y como co-
munidad) y a destinatarios mediante actitudes y com-
portamientos de características muy claras»48•
La distinción, interrelación y fusión existencial de
ambas dimensiones tiene exigencias en diversos niveles.
El primer nivel es la mentalidad de los educadores.
En la raíz de su visión educativa, deben funcionar algu-
nas convicciones: la ejemplaridad de Jesucristo, que co-
mo persona divina asume y transforma lo humano, la
46. Cf. XXI CG, núm. 80
47. XXI CG, núm 81
48. XXI CG, núm. 96

5 Pages 41-50

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5.1 Page 41

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39
1. VICARIO DEL RECTOR MAYOR
vocación de todos a ser armónica y unitariamente hijos
de Dios e hijos del hombre, la necesidad de la gracia
para realizar en plenitud la propia humanidad; la Reve-
lación como manifestación del sentido de la existencia
humana porque ilumina el origen y el destino del hom-
bre y sostiene su camino; y, desde otro punto de vista,
el valor de la experiencia humana, la súplica que se
oculta detrás de ciertas demandas juveniles y en los
acontecimientos de la historia, el valor teologal de los
caminos por los que normalmente discurre la gracia de
la redención que engendra al hombre nuevo.
Si, por un lado, se reconoce explícitamente la apor-
tación substancial que la gracia y la Revelación dan al
crecimiento del hombre, por otro se mantiene despierta
la atención a la situación del destinatario, para seguir
los senderos de la paciencia cotidiana y de una gradua-
lidad que acepta ir al paso del muchacho.
El segundo nivel es la vivencia del educador. Es en
su mente donde primero se hace la síntesis entre cultu-
ra y Evangelio, si sabe ponerse frente a los hechos de la
existencia y a las corrientes culturales y juzgarlos con
criterios evangélicos para asumir lo que tienen de posi-
tivo, contestar lo ambiguo y corregir lo negativo. Es en
su existencia donde se hace la integración entre fe y vi-
da por la valorización de todo lo que es humano, noble
y bueno y, al mismo tiempo, por la apertura a las origi-
nales perspectivas de Cristo.
Viene después el tercer nivel: la praxis educativo-
pastoral, donde los procesos de educación y evangeliza-
ción no se yuxtaponen ni se plantean como caminos
sucesivos que se excluyen recíprocamente. No se confí-
an a responsabilidades distintas entre las que no hay co-
municación. Simplemente se educa, pero como creyen-
tes; se evangeliza, pero como educadores atentos a la si-
tuación de los jóvenes. Las dos cosas las hacen todos in-
dividualmente y como comunidad, porque se trata de
comunicación de vida más que de cargos y de un que-

5.2 Page 42

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 354
40
hacer didáctico. Las dos dimensiones se unen de forma
libre y variable, porque incluyen el testimonio de los
educadores, las sugerencias del ambiente, la escucha de
los interrogantes juveniles y la disponibilidad al diálo-
go. Igual que en la otra vertiente, la de la evangeliza-
ción, se ofrecen sin orden rígido el anuncio evangélico,
la propuesta de fe, el camino catequístico, la vida en
gracia, el compromiso y la espiritualidad.
Por último, está el nivel de la organización, que
también debe inspirarse en la misma unidad, aseguran-
do la identidad cristiana y el carácter educativo de la es-
tructura y de los proyectos. No importa que tal identi-
dad no se pueda proponer aún de forma explícita y to-
tal (como ocurre en los países donde la mayoría de los
j6venes profesan religiones diversas) o que se manifieste
sólo en sus elementos más simples, como sucede en
muchas obras de recuperación. Lo importante es que
no sea únicamente formal o institucional, sino operati-
va y que llegue al corazón de las personas e ilumine las
cuestiones de la vida y la cultura, pues sólo así el Evan-
gelio es profecía, fuente de alegría y fuerza.
En su circular sobre el Proyecto Educativo Pastoral,
don Egidio Viganó recomendaba que, para conservar la
identidad evangelizadora de las actividades educativas,
se mantuviera claro el objetivo general de la educación
según el estilo de san Juan Bosco. Cualquier otro obje-
tivo intermedio tiende, en la mente del salesiano, a la
realización plena de la vocación del joven, que es el co-
nocimiento y la comunión con Dios. Por consiguiente,
hay que orientar positivamente hacia Cristo todo el
proceso educativo, buscando el significado de las expe-
riencias humanas y llevando a ellas la luz del Evangelio.
Conviene, pues, activar la conciencia crítica sobre los
valores y corrientes de pensamiento en una hora de
pluralismo como la nuestra.
Simultáneamente, para asegurar el estilo educativo
de nuestra evangelización, don Egidio indica la solici-

5.3 Page 43

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41
1. VICARIO DEL RECTOR MAYOR
tud positiva por las áreas, iniciativas e instituciones cul-
turales, que, si bien hoy ofrecen una posibilidad de
evangelización distinta de antes, nos ponen en el terre-
no fecundo de lo humano, que por su misma naturale-
za está abierto a la palabra de Dios. Así pues, habrá que
unir profundamente el Evangelio con la cultura y, po-
demos añadir, la fe con los problemas de la vida y vice-
versa. Es cabalmente lo que postula un sentido realista
de la gradualidad y la concreción de las mediaciones
educativas, tales como la comunidad, el plan de activi-
dades, el testimonio y la palabra de los educadores.
10. Inmaculada y Auxiliadora
(ACS 289. 309; ACG 322)
49. ACS 289, pág. 30
50. ACS 289, págs. 30-31
Siempre que nace un carisma, lo mismo que en todas
las iniciativas del Espíritu Santo, interviene la materni-
dad de María. Pero en nuestra experiencia histórica apa-
rece de una manera singular, hasta el punto de no poder
concebir la formación de nuestra praxis pastoral sin la
presencia de María, ni la maduración de nuestra espiri-
tualidad sin la contemplación de su figura. La devoción a
María Auxiliadora resulta un factor integrante del fenó-
meno salesiano: entra a formar parte vital de su totali-
dad, de modo que sería absurdo aislar uno de otro. Hay
un estrecho intercambio vital, una vinculación íntima y
una relación profunda tanto con la misión salesiana co-
mo con el espíritu de nuestro carisma49• Si está en el ori-
gen del itinerario de san Juan Bosco como gracia, es tam-
bién el punto final de su camino de crecimiento, la ma-
durez de su vasto proyecto apostólico, la síntesis concreta
de los diversos componentes de su espiritualidad y la
fuente vital de su dinamismo y fecundidad50•
Esto tiene sus últimas razones en el acontecimiento
de Cristo y en nuestra pertenencia a su comunidad, la

5.4 Page 44

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 354
Iglesia, por la fe, ya que es desde la cumbre pascual y
desde la perspectiva de la resurrección, la de Cristo y la
nuestra, como nosotros miramos nuestra relación con
la Virgen María, Madre de Dios. A partir de la anun-
ciación se creó una relación de maternidad entre María
y Jesús que no pierde fuerza, si no que se transfigura,
cuando él asume su misión y muere. Así la maternidad
de María adquiere significados nuevos en el momento
redentor por excelencia, en la vida de la Iglesia y en su
asunción al cielo. «Creer en la resurrección y afirmar
que María está, asunta, con su Hijo en el cielo, no
quiere decir que viven en un astro lejano, desde el que
podrían venir a la tierra en algún viaje extraordinario
como astronautas; significa que están verdaderamente
vivos, presentes y operantes en nuestro mundo por la
nueva realidad pascual de la resurrección»51
La revelación de este misterio tiene, para nosotros, la
mediación de la experiencia espiritual de san Juan Bosco
y de los acontecimientos en que nació el carisma salesia-
no. En ellos María aparece como una presencia que se
siente y acoge, como una mediación materna constante,
hasta el punto de ser indicada como la "maestra'' de nues-
tra praxis educativa y de nuestra vida espiritual.
La vocación se le revela a Don Bosco mediante la
intervención y la palabra de María, que le indica el
campo, la finalidad y el método de la misión. Se hace
su inspiradora. Así, su obra juvenil nacerá el día de la
Inmaculada y crecerá sostenida por coincidencias y
acontecimientos de significado mariano que ocurren
dentro del oratorio o en el espacio más amplio de la
Iglesia universal. La experiencia oratoriana desemboca
en la Congregación Salesiana, Valdocco culmina en el
santuario, la referencia a la Inmaculada se enriquece
con la de Auxiliadora. San Juan Bosco, que conoce di-
rectamente toda la evolución, ve el hilo que une las di-
versas etapas: «Todo lo ha hecho ella». Y está seguro de
que también en adelante «la Santísima Virgen conti-
42
51. ACG 289, pág. 7

5.5 Page 45

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43
52. Del «Testamento es-
piritual,> de san Juan
Bosco; cf. ACG 337.
339
53. Cf. EN, núm. 82
1. VICARIO DEL RECTOR MAYOR
nuará protegiendo a nuestra Congregación y a las obras
salesianas, si nosotros seguimos confiando en ella y pro-
pagamos su culto»52•
La experiencia de Don Bosco nos lleva a fijar los ojos
en la persona viva de María, figurada en dos representa-
ciones o títulos en los que descubrimos significados par-
ticulares. La Inmaculada habla de la presencia fecunda
del Espíritu, de disponibilidad al plan de Dios, de ruptu-
ra con el pecado y con las fuerzas que lo sostienen, y de
totalidad de la consagración. En el oratorio inspiró la
apertura a lo sobrenatural, la pedagogía de la gracia, la
delicadeza de conciencia y los aspectos marianos del
acompañamiento educativo. Dejó su huella en la fiesta
de la Inmaculada, en la Compañía de la Inmaculada -
especie de ensayo de la Congregación Salesiana-, y en
la santidad de Domingo Savia, que hoy vemos como
abanderado de la espiritualidad juvenil salesiana.
Otra serie complementaria de significados gira en
torno al título de Auxiliadora. Nos recuerda la materni-
dad de María respecto a Cristo y a la Iglesia, la ayuda de
María al pueblo de Dios en sus vicisitudes históricas, su
colaboración en la obra de salvación y, consiguientemen-
te, su papel en la encarnación del Evangelio en los pue-
blos («estrella de la evangelización»)53, y su mediación de
la gracia para cada cristiano y para las comunidades.
Nos infunde el sentido de Iglesia, el entusiasmo por
la misión, la audacia apostólica, cuyo ejemplo tenemos
en la construcción del santuario y en las expediciones
misioneras, y la capacidad de reunir a fuerzas que traba-
jen por el Reino, como ocurre en el nacimiento de la
Familia Salesiana.
Ambos aspectos, el de Inmaculada y Auxiliadora,
nos dan una imagen de nuestra espiritualidad, que esti-
mula a la caridad pastoral y a la interioridad apostólica,
pues la misión de María empieza con una apertura al
Espíritu, parte de la fe y se nutre, como vemos en el
Magníficat, de la contemplación de los acontecimien-

5.6 Page 46

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 354
tos salvíficos. Se manifiesta y desarrolla en un servicio
incondicional al crecimiento de Cristo, de la comuni-
dad cristiana y del mundo.
Es, por lo tanto, para nosotros una invitación y un es-
tímulo a desarrollar las dos dimensiones en estrecha uni-
dad y mutua comunicación, igual que en María se unen
virginidad y maternidad; en su seno lo divino se junta
con lo humano; engendrando al hombre Jesús, se hace
madre de Dios. Educar a Jesús querrá decir crear las con-
diciones humanas para que el Verbo tenga plena expre-
sión temporal y se arraigue en la humanidad. Contempla-
ción y acción, pues, van en ella no sólo al mismo paso, si-
no fusionadas conscientemente. El sí al Padre es siempre
un sí para la salvación del mundo. «La gracia de unidad
tiene en nosotros un aspecto mariano imprescindible, que
ilumina la interioridad apostólica y la acompafia en su
crecimiento. Sería una falta de objetividad reflexionar so-
bre nuestra consagración religiosa sin fijar la atención en
la plenitud interior y en la maternidad de María»54•
Los hechos salvíficos y las vicisitudes carismáticas
ponen, pues, a cada salesiano en un ámbito donde Ma-
ría está presente como madre. ¿Cómo demostrar que lo
sabemos y que la acogemos?
En primer lugar, manteniendo con ella una relación
particular, que se basa en la meditación de los aconteci-
mientos salvíficos, de su luz y significado: la anuncia-
ción, Caná, el Calvario, la resurrección, el cenáculo; se
alimenta con la atención a la vida eclesial, donde se
siente su presencia; se manifiesta en la actitud filial que
inspira las diversas prácticas marianas. Dicen al respec-
to nuestras Constituciones: «Le profesamos una devo-
ción filial y fuerte» (art. 92).
La relación personal desemboca en el trabajo de la
educación y le da su color salesiano. En la vertiente de la
propuesta educativa, lleva a prestar atención a la vida de
fe y de gracia, para la que María engendra a todo joven;
sugiere la iniciación de los jóvenes en la relación filial con
44
54. Interioridad apostólica.
pág. 82

5.7 Page 47

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45
1. VICARIO DEL RECTOR MAYOR
Dios, demostrada en la pronta respuesta a sus inspiracio-
nes y en el sentido del pecado; infunde confianza en la
misericordia del Padre y en la fuerza redentora de Cristo.
En la vertiente del método, María sugiere una asis-
tencia llena de comprensión, el apoyo a la vida que cre-
ce, la capacidad de cultivar las semillas y la esperanza.
La fusión de ambas vertientes constituye el Sistema
Preventivo, que nació y se desarrolló en la escuela espi-
ritual de María: «Guiado por María, que fue su maes-
tra, Don Bosco vivió, en el trato con los jóvenes del
primer oratorio, una experiencia espiritual y educativa
que llamó Sistema Preventivo» (Const. 20).
Por último, está el campo de la pastoral popular. Su-
pone atención a la vivencia religiosa, el cultivo de la pie-
dad mariana, la escucha de las demandas del pueblo de
Dios, entendido en sentido amplio. En primer lugar, hay
que ser capaz de percibir sus anhelos y sus esperanzas y
suscitar y sostener la fe mediante expresiones encarnadas
en su cultura. En los contextos populares, los salesianos
educan a la juventud, trabajan en la evangelización, apo-
yan la promoción y colaboran en la cultura. Cultivan,
pues, la devoción a Santísima Virgen estando atentos a
cuatro perspectivas: valorizar el patrimonio de la religiosi-
dad popular y los valores humanos y cristianos que lleva
consigo; asumir el giro cultural de nuestros días, que invi-
ta a iluminar los nuevos interrogantes sobre la persona, el
papel de la mujer, los fundamentos y la función de la fe y
otros parecidos; inspirarse en las orientaciones del Vatica-
no Il, que proclama en el contexto actual el mensaje
evangélico de María; organizar mediaciones catequísticas,
culturales y celebraciones con miras a arraigar en el pue-
blo el sentido de la presencia de María.
Hay tres representaciones plásticas de la síntesis que
hemos expuesto. La primera es un hecho histórico: la
construcción de la basílica; la segunda es una pintura:
el cuadro de María Auxiliadora en el altar mayor, cuyos
motivos sugirió personalmente san Juan Bosco; la ter-

5.8 Page 48

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 354
46
cera es la oración de consagración que rezamos a diario:
Inmaculada Virgen Auxiliadora, Madre de la Iglesia.
***
La espiritualidad que resulta de estas fuerzas inte-
ractivas la concentra don Egidio Viganó en la expresión
corazón oratoriano. Habla de él en san Juan Bosco, que
se dedicó a la educación de los jóvenes «con firmeza y
constancia, entre obstáculos y fatigas; no dio paso, ni
pronunció palabra, ni acometió empresa que no tuviera
por objeto la salvación de la juventud»55• Evoca su expe-
riencia pastoral original, normativa del carisma, no tan-
to en su materialidad cuando en su espíritu. Recuerda
la praxis que nació de él y lo que supone en la persona
de los educadores.
La misma expresión la aplica también a cada salesiano
de todos los tiempos, en cuanto que elige a los jóvenes co-
mo campo de trabajo, se siente enviado por Dios a ellos,
es capaz de hacerse querer mediante la bondad, pone a las
personas en el centro de sus planes y es creativo para res-
ponder a las necesidades y demandas de los jóvenes56•
El corazón oratoriano se manifiesta en un deseo ar-
diente de revelar a Jesucristo como camino, verdad y vi-
da, hacer gustar su gracia, cultivar las vocaciones de
compromiso y acompañar hacia la santidad. Incluye el
entusiasmo interior por Cristo pastor, la vibración in-
terna por su obra de salvación y la capacidad de unirse
a Dios y verlo en los jóvenes.
En una palabra, el corazón oratoriano asume los
rasgos de la respuesta generosa a la vocación, de la con-
sagración apostólica, de la interioridad pastoral, del da
mihi dnimas, del procura hacerte querer, de la gracia de
unidad, del amor a María Auxiliadora de los cristianos,
Madre de los jóvenes. Representa la identidad o fisono-
mía del salesiano captada en directo y en acción, en su
ambiente típico, en sus tensiones y en su orientación
55. Const. 21; cf. ACG
321, pág. 15; 326,
pág. 6
56. Cf. ACG 334, pág.
33; 352, pág. 21

5.9 Page 49

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47
57. ACG 334, pág. 41
58. núm. 86
1. VICARIO DEL RECTOR MAYOR
fundamental, en la moderación pero también en la vi-
vacidad emotiva. «Es la condición salesiana desde la
primera profesión hasta el último aliento»57•
Corazón más que indicar sólo una parte, como suele
ocurrir en nuestros idiomas, asume el sentido total y
existencial que posee en la Biblia. El corazón del hom-
bre es la fuente misma de su personalidad consciente,
inteligente y libre, donde tienen origen, a menudo de
forma misteriosa, y maduran sus opciones decisivas,
donde anida su bondad o malicia (cf. Le 6, 45), resuena
la ley no escrita y se percibe la acción de Dios; donde
María conservaba la Palabra y la meditaba (Le 1, 19; 2,
51). Por eso, se afirma que el hombre ve las apariencias,
pero. Dios conoce lo que hay en el corazón; que el
hombre necesita un corazón nuevo para escuchar y se-
guir a Dios, y Dios promete cambiarle el corazón de
piedra por otro de carne.
Oratoriano abarca el carisma, la vocación personal
y la experiencia histórica salesiana vivida con fidelidad
dinámica.
A este núcleo de nuestra espiritualidad nos llevan
los compromisos de trabajo asumidos y los que nos dis-
ponemos a desarrollar próximamente. Nos lo recuerda
el "Instrumentum laboris" del Sínodo: «Es de desear -
dice- una recuperación de la espiritualidad, especial-
mente en la vida activa, no sólo para dar más incisivi-
dad a su misión, sino también para posibilitar la misma
vida consagrada en un mundo que parece haberse he-
cho impermeable a la evangelización, por lo que requie-
re sólidas personalidades espirituales que evangelicen
con el fervor de los santos»58•
Es también el mensaje de don Egidi-0 Viganó.
Os lo confío de nuevo con confianza y os saludo en
el Señor, pidiéndoos una oración por el próximo XXIV
Capítulo General.
JUAN E. VECCHI

5.10 Page 50

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2. ORIENTACIONES Y DIRECTRICES
EL PECULIO
HOMERO PARÓN
Ecónomo general
El peculio, es decir, ese pufiado de monedas más o menos ocultas para uso per-
sonal. Cuando el padre maestro pronunciaba la palabra peculio, lo hada con un ai-
re de misterio que obligaba a los novicios a pensar que debía de tratarse de una au-
téntica bestia negra. El padre maestro aseguraba que es algo muy serio que no deja
en paz a la conciencia recta del buen religioso. Después, la palabra peculio pasó de
moda... Sin embargo, la verdad es que no ha mueno del todo la mala bestia que ro-
ba la paz al buen religioso. Lo que ocurre es que hoy no se le da mucha imponan-
cia, el dinero anda suelto en los conventos como Pedro por su casa, y la gente se
queda tan tranquila...
¿Que estamos hoy peor que ayer? Parece que no, a juzgar por lo que escribía ha-
ce un siglo don Julio Barberis en su Vademécum: «Conviene advertir que los teólo-
gos están de acuerdo en afirmar que el voto de pobreza es el más conculcado por los
religiosos».
Pero será mejor que recordemos brevemente lo que hoy se dice de la pobreza,
para entender más fácilmente la sinrazón del peculio.
- Perfectae caritatis 5: «Los religiosos, fieles a su profesión, han de seguir a Cristo
(cf. Mt 19, 21) como lo único necesario (cf. Le 10, 42) dejándolo todo por él
(cf. MC 10, 28)..., preocupados únicamente por los intereses de Cristo (cf. 1Co
7, 32)».
- Perfectae caritatis 13: «Es necesario que los religiosos sean pobres real y espiri-
tualmente, teniendo su tesoro en el cielo (cf. Mt 6, 20)».
- Evangelica testificatio 21: «La necesidad, hoy tan categórica, de la participación
fraterna debe conservar su valor evangélico. Como dice la Didaché, "si compar-
tís entre vosotros los bienes eternos, con mayor razón debéis companir los bie-
nes perecederos" (IY, 8). La pobreza, vivida efectivamente poniendo en común
Jos bienes, incluido el salario, testimoniará la comunión espiritual que os une y
será un reclamo viviente para todos...».
Veamos ahora lo que se ha dicho entre nosotros para afrontar mejor el problema.
Desde la primera redacción italiana de nuestras Reglas (1858), la más antigua
que se conoce, san Juan Bosco quiso que los suyos practicaran una renuncia total de
los bienes terrenos:

6 Pages 51-60

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6.1 Page 51

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49
2. ORIENTACIONES Y DIRECTRICES
- Art. 1: La esencia del voto de pobreza consiste en llevar una vida común... y no
guardar nada bajo llave sin un permiso especial del superior.
-Art. 3: Nadie en la Congregación o fuera de ella tenga dinero consigo, ni si-
quiera como depósito por la razón que sea.
Más tarde, en la redacción que recibió el decretum laudis (1864) se dice:
-Art. 1: La observancia del voto de pobreza consiste fundamentalmente en el de-
sapego de todos los bienes terrenos; lo practicaremos con la vida común..., no
guardando nada para uso personal sin un permiso especial del superior.
Afirma Pedro Braido en su comentario sobre el escrito "A los socios salesianos",
de los años 1877/1885: «Todo el asunto de las formas de la pobreza, que se con-
cluye con indicaciones prácticas nuevas, no hace más que confirmar una concep-
ción y una practica que Don Bosco quiere decididamente que sea austera» (RS
26/95).
Peculio. Hoy se usan otras expresiones: abrir una cuenta personal en el banco;
tener algún dinerillo aparte, porque nunca se sabe con los tiempos que corren...; to-
dos piensan en el mañana, y, cuando uno sea viejo...; y así sucesivamente con otros
razonamientos parecidos. Da la impresión que ya no se cree mucho en el "ciento
por uno" prometido...
No son nuevos razonamientos tan humanos y calculadores... Sin embargo, ved
lo que aseguraba Don Bosco ''A los socios salesianos" en la conocida introducción
a las Constituciones que hemos heredado desde la segunda edición, impresa en
1875: «¿Os ha faltado algo verdaderamente necesario para la vida?». Y responde:
«Con la ayuda de la divina y amorosa Providencia... [nunca nos ha] faltado nada
para alojarnos, comer y vestir ni en tiempo de salud ni en los casos de enfermedad».
La verdad es que hoy vivimos con mayor mimo y tenemos mucho más, pero no
nos basta. Como decían nuestros abuelos, «nuestros ojos son mayores que el estó-
mago», que, en lenguaje llano significa desear más de lo que permiten las propias
posibilidades.
El peculio no es sólo un mal individual. Eso se entiende de tejas arriba; pero de
tejas abajo el oro brilla y ofusca siempre... Es también un mal que mina la vida de
una comunidad. Sin el sentido de una verdadera comunión de bienes, incluso ma-
teriales, la comunidad se expone a no ser más que un sentimiento, una palabra hue-
ra y una hipocresía. Recordemos que se nos invita a algo muy distinto: a llevar unos
el peso de los otros, a ser constructores y no sólo consumidores de comunidad, a es-
tar abiertos y dispuestos a acoger cada uno la entrega del otro, a compartirlo todo...
Ciertamente, guardar bajo llave, esconder o, lo que es peor, tener para sí bienes
que en el fondo sabemos que son de todos, es un motivo de sufrimiento y malestar
que turba la vida comunitaria. Digámoslo claro: ese tener para sí sin fijarnos en los
demás, ese buscar las cosas propias y ese subterfugio es un verdadero individualis-
mo que disgrega todo. La posibilidad de disponer de dinero como si fuera propio

6.2 Page 52

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 354
50
hiere y debilita la vida fraterna. Y crea desigualdad entre los hijos del "pobre" Don
Bosco y los hijos del "señor" Don Bosco.
La invitación que nos hacen las Constituciones en su art. 76 es muy distinta: «A
ejemplo de los primeros cristianos, ponemos en común los bienes materiales: los
frutos de nuestro trabajo, los regalos recibidos y lo que percibimos por jubilación,
subvención y seguro. Aportamos también nuestros talentos, energías y experiencias.
En la comunidad, el bien de cada uno es bien de todos».
El peculio, es decir, ese puñado de monedas o billetes de banco que los "espabi-
ladillos" guardan bajo llave, no cuadra ni con la donación de uno mismo, ni con la
vida de familia, ni con la solidaridad, ni con nada...

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