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RECENSIONI
ALBERDI Ramón, Don Bosco en Barcelona – Itinerario – En el centenario de su visita (1886-
1986). Barcelona, Edebé 1986, 146 p.
Es un estudio conmemorativo. El autor lo expresa ya con el subtítulo — « centenario de
su visita » — y lo ratifica al asegurar que en estas páginas se pretende, ante todo, « describir
unos recuendos que, naturalmente, quedan inscritos en una historia » (p. 86), es decir, en la
historia salesiana barcelonesa, toda vez que Barcelona puede considerarse « como un relicario o
un álbum familiar de inapreciable valor para todos aquellos que, en un grado u otro, se sienten
salesianos » (p. 19). Pero el contenido del álbum se debe « en su expresión más elevada a la
visita que el Santo de Turín efectuó a la misma hace ahora un siglo » (p. 16).
El autor ha fijado como objetivo único el poner en las manos del lector « una guía
ilustrada de la Barcelona salesiana de los primeros tiempos », que, después de cien años, « está
ahí de pie, con suficiente relieve todavía como para decir una palabra significativa » (p. 19).
Precedida de una motivada Presentación (pp. 7-13) — debida a don Carlos Ma Zamora,
inspector-provincial salesiano de Barcelona —, la « guía ilustrada », a través de un iluminado
Pórtico (pp. 15-19), da entrada a las dos partes del libro:
La preparación del viaje (pp. 21-67) — « el primer encuentro [fundación de Utrera en
1881]», «entre Barcelona y Sarria», «un pueblo feliz [Sarria]», «se prepara el escenario » —, a
la que otorga una importancia extraordinaria mimando los detalles de ambientación, enmarque
en la Barcelona de entonces: personal, social, eclesial, religioso, sin olvidar « la labor de
propaganda » y teniendo en cuenta que los salesianos han abierto dos años antes (1884) los «
talleres » de Sarria.
• La segunda parte narra la visita [8 de abril al 6 de mayo 1886] de Don Bosco (pp. 69-
140) — « viaje infatigable »; « tenemos, aquí, entre nosotros, un santo » — con acentuación de
los objetivos y « motivos próximos », con descripción de « las jornadas » (audiencias, visitas,
actos públicos, encuentros domésticos); con seguimiento — paso a paso — por cada escenario
del itinerario barcelonés de Don Bosco.
Cierra el estudio un preciso Epílogo — « Barcelona, siempre amada e inolvidable » —
que valora en su significado las « dimensiones » de la visita.
Su autor, el salesiano Ramón Alberdi, conocedor perfecto del ambiente barcelonés en su
aspecto profesional y salesiano — lo testifican sus dos obras precedentes: Una ciudad para un
Santo (1966) y La formación profesional en Barcelona (1980) — se mueve en este « itinerario
salesiano-barcelonés » como por su propia casa. A sabiendas no se contenta con ofrecer una
simple « guía turística » con sugerencias artísticas e históricas sino — como él mismo advierte
en el Pórtico — ha querido hacer un auténtico « libro de ruta » (p. 19), aunque, eso sí, — como
bien indica el presentador — « el texto del padre Alberdi cumple magníficamente la intención
de ser una guía de peregrinaje salesiano en Barcelona » (p. 7). Este « libro de viaje », sin duda,
acentúa el aspecto salesiano pero, aún sin visible aparato crítico, el atento

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Recensioni
lector se percata que el itinerario del peregrinaje en todo momento está muy bien señalizado y
teledirigido por oculta, oportuna, documentación archivistica y bibliográfica. Lo esmalta,
además, con diseños ilustrativos de los lugares más representativos y con fotografía de los
personajes más implicados en la visita, que — en parte — aparecen en la foto histórica, hecha,
en torno a Don Bosco, el 3 de mayo de 1886 en la finca de los Sres Martí-Codolar.
El libro, cuidado literariamente, está escrito en tono sereno y reposado. Su serio talante
científico no sólo no se ve perjudicado por el afecto especial del autor al argumento, sino que
esto último lo considera condición indispensable para que « el visitante sea capaz de entender
el lenguaje de la historia y se acerque a la ciudad-relicario con esa fina, delicada sensibilidad
propia de los enamorados » (p. 19).
JESÚS BORREGO
BOSCO Giovanni (S.), La Patagonia e le Terre Australi del Continente Americano. Torino
1876. Fotocopia del manuscrito original. Presentación, traducción castellana y notas por
Ernesto Szanto SDB [Biblioteca de Historia Salesiana y Patagónica I]. Bahía Blanca,
Archivo Histórico Salesiano de la Patagonia Norte e Instituto Juan XXIII 1986, 296 p.
La Patagonia e le Terre Australi del Continente Americano es un documento inédito de
153 folios, descubierto recientemente (1983) por el salesiano padre Ernesto Zsanto en la
biblioteca de la Pontificia Universidad Urbaniana. Aunque don Giulio Barberis fuera el
compilador y « el técnico ejecutor, Don Bosco asumió personalmente la responsabilidad final,
estampando su firma autógrafa — « Torino, 20 agosto 1876, Sac. Gio[vanni] Bosco » (p. 293)
— y presentándolo, en primera persona, al cardenal Franchi, prefecto de Propaganda: « Con
retraso envío a V. E. Rvdma. las noticias que sobre la Patagonia he podido recoger... » (pp. 17,
21).
La idea de la obra surgió en la entrevista, tenida en el mayo precedente en Roma. En ella
Don Bosco le había presentado un Promemoria de un proyecto para la promulgación del
Evangelio en la Patagonia, que, por consejo del papa Pio IX, requería « un informe [lo más
amplio posible] sobre la Patagonia ». Don Bosco mismo, pues el tiempo urgía, dio a su
colaborador don Barberis el contenido con el índice de lo que sería la obra La Patagonia y las
Tierras Australes...: « Io Todo lo referente a su extensión, límites, pueblos colindantes en línea
desde el Pacífico al Atlántico. [En el texto definitivo introducirá en este lugar una segunda parte
con « Historia del descubrimiento de la Patagonia y de los asentamientos europeos en dicha
región»]. 2o Usos, costumbres, estatura de los Patagones, y sus ocupaciones. 3o Religión,
tradiciones y especialmente intentos de los misioneros para penetrar entre esos salvajes » (pp.
17-19). Como conclusión, aparece delineado el sugestivo Nuevo Proyecto para evangelizar a la
Patagonia, « viendo que el método usado hasta ahora no dio otros resultados que el exterminio
de los misioneros » (p. 288).
En el « Libro Primero », amplia y valiosa Introducción (pp. 15-42), junto a la breve
historia de la gestación del texto, el presentador resalta la abundancia y calidad de las fuentes
bibliográficas consultadas por Don Bosco y que éste enumera en sus « Observación Preliminar
»: « Los datos presentados en este escrito se han tomado

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Recensioni
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de los autores más serios que trataron este tema » (p. 139). Además llama la atención sobre los
problemas más agudos, subyacentes en la obra — exterminio de los indios, « la sangre de la
espada salpicó la cruz », « la historia escrita por los blancos », « los epítetos más humillantes
»... —, que, aun sin pretensiones de « redactar un Memorial más de agravios » — advierte el
presentador —, desvelan el eterno problema del indio, suscitado con todas sus implicaciones,
«en América con el hecho mismo del descubrimiento» (p. 26). Don Bosco toma posiciones,
guiado por «los libros y revistas europeos » (p. 34) y por la experiencia — entonces todavía
muy insignificante —, que emerge en la correspondencia de sus salesianos « americanos ». «
Por consiguiente — en sentir del presentador — los estudiosos podrán asomarse a la Patagonia
tal como era conocida en Europa en 1876 » (p. 44).
Forma el «Libro Segundo» (pp. 43-113) la Traducción castellana del estudio de Don
Bosco sobre la Patagonia y las Tierras Australes del Continente Americano, traducción que «
respeta al máximo el rostro del original italiano, excepto en el empleo de uno de los términos «
indio, indígena, aborigen, nativo, natural del país, en lugar del orginal selvaggio en italiano »
(p. 28).
Cierra el « Libro Tercero » (pp. 135-296), que ofrece fotocopiado el manuscrito orginal de
La Patagonia e le Terre Australi del Continente Americano, ya que — admite el mismo
preparador — se contenta con hacer « partícipes a todos de la existencia de esta reliquia del
Proyecto misionero de Don Bosco » (p. 23).
Desde el subtítulo general viene calificado este escrito como « Proyecto Patagonia Don
Bosco », con los epítetos de « summa patagónica » (p. 44), de « genuino proyecto » (p. 22),
aunque jamás pensado como definitivo. Es un proyecto, en casi su totalidad, ideal. Surgido al
socaire de los entusiasmos misioneros provocados por la partida de la primera expedición
(noviembre 1875), está alimentado por informaciones genéricas, estudios aproximativos y por
las intuiciones educativo-pastorales ya experimentadas por Don Bosco en Europa. No hace aún
medio año que sus salesianos han pisado tierra argentina y, con la soñada Patagonia siempre de
fondo, ya sobre el terreno irán dando concretez al real proyecto patagónico. Sin embargo queda
en pie el juicio que arriesga Ernesto Zsanto al asegurar que con esta obra se presenta « el
Documento mayor del pensamiento misionero de Don Bosco » (p. 13), pues — fuera de La
Repubblica Argentina e la Patagonia (1877) de don G. Barberis, cuyo contenido es idéntico al
del estudio que nos ocupa —, el pensamiento misionero de Don Bosco hay que buscarlo en su
correspondencia, relaciones a la Sta. Sede-Propaganda Fide, sermones, discursos, artículos del
Boletín Salesiano. Y todo ello muestra que, si bien el « Proyecto Patagonia » se ideó en los
albores de la empresa misionera, es un « proyecto claro, de metas definidas y nunca
abandonadas por el Santo. Antes bien siempre perseguidas tenazmente, aunque más no fuera
que dando un largo rodeo y sabiendo esperar» (p. 22).
Tras la amplia y bien documentada Introducción, el preparador de la presente edición, a
sabiendas, ha reducido su trabajo a facilitar una cuidada traducción castellana de la obra
domboscana y a presentar fotocopiado el documento original inédito. Confiesa, sin ambajes, ser
éste su único objetivo, reconociendo « a los técnicos el privilegio que tienen de producir una
prolija y concienzuda edición diplomatica de este Documento [...] de especial importancia para
la Patagonia entera, en primer lugar, y también para los investigadores que bucean en la historia
de las Misiones Salesianas » (p. 22).
JESÚS BORREGO

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Recensioni
LEMONNIER Jean, Souvenirs d'enfance et de jeunesse d'un orphelin de Giel en Normandie entre
1938 et 1950. Cahiers Salésiens 14-15, [Lyon 1986]. Introduzione e note di Francis
Desramaut.
La serie Cahiers Salésiens ci presenta, in una felice iniziativa, le memorie di Jean
Lemonnier, ex-allievo di Giel e che, per qualche anno, è stato anche seminarista salesiano.
Si tratta di un volume di quasi 190 pagine, 295 x 210 mm., la cui edizione è stata curata
da Francis Desramaut e che ha anche due allegati, nei quali A. Bricon ci parla di D. Emile
Onfray, e Georges Lorriaux ci presenta D. Louis Pansard.
Dopo una rapida visione della sua famiglia, ben presto distrutta dalla morte dei genitori,
Lemonnier, nei suoi Souvenirs, ci parla della vita che lui e il suo fratellino vivevano a S. Mars
d'Engrenne, presso Madame Aline Béhuet e sua madre. Una vita piena di piccoli lavori in
campagna, dei consueti doveri di scuola e di chiesa e di tanta felicità, anche se turbata un po'
dall'arrivo dei tedeschi.
Viene poi il tempo di collegio presso i Salesiani di Giel. Una cinquantina di pagine ci
danno delle notizie preziose sulla vita salesiana di quei tempi e su una educazione di eccellente
qualità in cui la ricchezza delle attività didattiche e parascolastiche contrastava con la povertà
dei mezzi e di tutto l'ambiente.
Viene giugno 1944. Per due mesi i Salesiani e i loro allievi sono coinvolti nella battaglia
della Normandia. Qualche momento di estremo pericolo e poi tutto è finito.
Lemonnier però attraversa adesso una crisi spirituale dalla quale riesce a uscire solo dopo
qualche mese, grazie all'aiuto di un compagno più giovane di lui e al quale era legato da
un'amicizia sana. Una crisi del tutto normale nei giovani di quella età, ma che nel testo appare
un po' imprevista, forse perché Lemonnier, volendo rendere conto della sua fede a degli amici
che non la condividono, ha messo in una luce un po' « naïve » la propria evoluzione religiosa.
Ed è il punto che meno convince in queste memorie.
Vengono poi gli anni della sua esperienza da Salesiano di Don Bosco: il noviziato a « La
Guerche », Saint-Hélen, presso Dinan; la filosofia a Villiers-le-Bel, presso Parigi; la leva
militare; l'orientamento dato dai Superiori di tornare alla vita del secolo.
Nell'edizione curata da Francis Desramaut, finisce qui il testo di Jean Lemonnier.
Nell'originale manoscritto invece, ci sono ancora circa ottanta pagine di polemica religiosa il
cui contenuto va oltre i propositi di Cahiers Salésiens.
Sul valore di queste memorie per la storia salesiana, ripetiamo qui il giudizio di
Desramaut: « Exact mais sans minutie, vrai mais pudique, sensible mais discret, épris
d'harmonie et de belles idées, d'ordinaire indulgent pour autrui et sévère pour lui-même,
abondant plutôt que prolixe et jamais inintéressant, Jean offrait en effet aux salésiens français
[e a tutti i salesiani] un document exceptionnel sur leur oeuvre d'éducation au milieu de ce
siècle. Il vaut en particulier par son point de vue, qui est celui d'un garçon de l'Assistance
Publique » (J. LEMONNIER, Souvenirs... p. 7).
A. DA SILVA FERREIRA

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QUINZIO Sergio, Domande sulla santità. Don Bosco, Cafasso, Cottolengo. Torino, Edizioni
Gruppo Abele 1976, 89 p.
Si può supporre che S. Quinzio voglia in qualche modo fare « storia »; poiché
informazioni e valutazioni sembrano collocarsi prevalentemente su tale piano. Ma i « filtri »
adottati — la decennale esperienza « educativa » vissuta tra i salesiani ad Alassio e, ancor più,
il tipo di « theologia crucis » cui aderisce — rendono difficile un discorso che riguardi
semplicemente la storia e non soprattutto la teologia.
Si può essere d'accordo con Quinzio, quando afferma (ma il suo avvertimento arriva
piuttosto in ritardo): «Credo che un'interpretazione diretta, frontale, dei cosiddetti "santi sociali
piemontesi" dell'Ottocento, che insista sulle loro benemerenze, sulle loro intuizioni
precorritrici, sui preziosi frutti della loro opera, ci porti su una strada sbagliata » (p. 86). Ma chi
segue ancora questa via?
Si può anche condividere quanto scrive due pagine più avanti: « I santi del secolo scorso,
che abbiamo ricordato, non hanno inciso che minimamente sul grande corso della storia
successiva: le scuole professionali, gli artigianelli, appartengono alla patetica storia
paleocapitalistica. Il loro drammatico senso dell'incombere del peccato, la loro esigenza di
rigore morale, non hanno avuto seguito, neppure nella Chiesa, dove la riflessione teologica e la
prassi si sono sviluppate in una direzione che li avrebbe fatti inorridire » (p. 88).
Ma bisognerebbe riflettere se sia soltanto questo il messaggio che essi hanno trasmesso,
più con la vita vissuta che con le formule libresche, più tramite la viva esperienza personale e
istituzionale che mediante detti e scritti (per questi, però, converrebbe non attribuire a Don
Bosco quanto è di autori contemporanei, forse nemmeno a lui noti: cf. per esempio Istruzioni
semplici che possono servire di metodo di vita cristiana, citato e commentato a p. 38). « Santi
della carità » (meglio che « santi sociali ») essi hanno trovato d'istinto vie più vere e
comprensibili che non formule lette, scritte o dette, per incontrarsi con i «poveri»: giovani,
malati, carcerati. Non hanno proposto riforme di struttura (è uno dei loro limiti?), non hanno
saputo far concorrenza a Marx con « manifesti » socio-politici: hanno dato semplicemente tutto
ciò di cui erano capaci e hanno lanciato « con le opere » un messaggio di carità, virtualmente
carico di qualsiasi legittimo sviluppo; se uno tenta di penetrarne lo « spirito » raggiunge la
certezza che non avrebbero « inorridito » né del Vaticano II, né delle più avanzate e corrette
teologie della sessualità e della « liberazione ». Del resto, nella complessa esperienza umana e
cristiana da loro concretamente vissuta non è fattore essenziale né l'ossessione del « peccato
innominabile » né il conformismo dinanzi alla Sacra Real Maestà (non è neppure lecito
mitizzare « la precoce e pietosa vecchiaia di don Bosco »; i due estremi di una storiografia
favolistica: il giovane saltimbanco dei Becchi e di Chieri, il crocifisso vegliardo al tramonto).
A conclusione, però, vanno raccolte due affermazioni, preziose e fondamentali, che
offrono altrettanti criteri « storici » per rispondere con più sicura fedeltà alle domande sulla
santità di Don Bosco, Cafasso, Cottolengo: 1) « in Don Bosco, in Cafasso, in Cottolengo, e in
altri simili a loro, l'azione precede la riflessione e non le lascia troppi spazi. Sono uomini che
fanno, che si prodigano pungolati da un istinto, che non è semplicemente deducibile dalle loro
concezioni, dalla loro teologia, la quale anzi, qualche volta, sembra addirittura contraddirli » (p.
26). 2) « Credo poi che, a nostra volta, ci si debba guardare dall'assolutizzare il nostro punto di
vista.

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Recensioni
Forse il primo insegnamento che possiamo trarre dalla considerazione della santità di ieri è che
ogni tempo ha la sua angustia, e ogni forma storica di spiritualità, di santità, il suo anche
vistoso limite. Dobbiamo imparare a storicizzare, e non soltanto gli altri, ma attraverso gli altri
anzitutto noi stessi » (p. 48).
P. BRAIDO
SILVA Antenor de Andrade, Cartas do Padre Cícero (dos originais manuscritos) 1877-1934.
Salvador, Escolas Profissionais Salesianas 1982, 384 p.
Il primo decennio della Repubblica brasiliana fu caratterizzato, tra le altre cose, da tre
grossi movimenti di popolo: Juazeiro de Norte, Canudos e Contestado. Avendo origini e
caratteristiche diverse, ognuno di essi a suo modo esprimeva il misticismo dell'uomo
dell'interno del paese e la sua fede nel Regno che doveva venire. Canudos e Contestado
finirono in una sanguinosa repressione da parte delle spedizioni militari inviate dal Governo
centrale. A Juazeiro do Norte, Padre Cicero Romão Baptista ha orientato la religiosità del
popolo verso concrete iniziative di solidarietà, accoglienza, carità e pietà cristiana dalle quali è
sorta una speranza nuova in tutta la regione del Nordest brasiliano. Ma ne è sorto anche un
grave contrasto sia con le autorità politiche che con quelle ecclesiastiche, contrasto questo che è
stato la croce di quel virtuoso sacerdote sino alla sua morte. Nemmeno l'intervento diretto di
Roma in suo favore è riuscito a sollevarne il peso. E la polemica continua sino ai nostri giorni.
Sono tanti gli scritti, pieni di passione, che ancor oggi difendono o accusano il patriarca del
Juazeiro.
Antenor de Andrade Silva fa parte di un gruppo di studiosi che tenta di mettere le basi per
uno studio serio e obiettivo di Padre Cicero. Incominciò pubblicando nel 1977 Os Arquivos do
Ve. Cícero, una rassegna in ordine cronologico di tutto il materiale d'archivio esistente presso i
Salesiani a Juazeiro do Norte. Il plauso con cui l'iniziativa è stata accolta dall'opinione
pubblica, lo ha portato, dopo cinque anni di lavoro, a pubblicare le lettere di Pe. Cícero che si
conservano in quell'archivio.
E' la vita di Padre Cicero che si schiude agli occhi del lettore, dai primi giorni del suo
sacerdozio alla visione del Sacro Cuore di Gesù che gli affida la cura della gente povera e umile
della regione; dai controversi fatti del « miracolo » di Juazeiro al processo diocesano, al ricorso
al Santo Uffizio, alla sentenza di questa Congregazione Romana, sentenza a cui il sacerdote
ubbidisce e che il Vescovo si rifiuta di mettere in esecuzione in tutto quello che favorisce la
parte opposta. Viviamo con lui i periodi di siccità che portano la fame e la morte; la lotta
politica nello Stato di Cearà e negli Stati vicini; la colonna Prestes, che quasi anticipava nel
Brasile la grande marcia di Mao-Tse-Tung in Cina; la guerriglia di Virgulino Ferreira da Silva,
più conosciuto come Lampeão. Vediamo i giorni più tranquilli, ma sempre pieni della
vecchiaia, il consolidamento dello sviluppo religioso di Juazeiro, i rapporti di Padre Cicero con
i Salesiani di Don Bosco.
Chiudono il libro tre piccoli studi fatti in base all'epistolario ora pubblicato: Padre Cicero
e la Politica; La Questione Religiosa; Padre Cicero, Prestes e Lampeão.
Purtroppo la mancanza di alcune introduzioni e note impediscono a chi non conosce la
storia di Padre Cicero di seguire in pieno il contenuto delle lettere.

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Recensioni
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Ci congratuliamo con Antenor de Andrade Silva per il suo bel lavoro e speriamo che
presto venga alla luce altro materiale d'archivio che aiuti a conoscere meglio un così lungo e
importante periodo della storia della Chiesa e della società civile nel Nordest brasiliano.
A. DA SILVA FERREIRA
TUBALDO Igino, Giuseppe Allumano. Il suo tempo - La sua vita - La sua opera. Torino,
Edizioni Missioni Consolata Ufficio Storico, vol. I (pp. 613) 1982; vol. II (pp. 683) 1983;
vol. III (pp. 814) 1984; vol. IV (pp. 720) 1986. [promanoscritto]
L'ingente documentazione storica raccolta nei 60 anni trascorsi dalla morte del servo di
Dio Giuseppe Allamano è stata attentamente presa in considerazione da I. Tubaldo, che dal
1982 al 1986, grazie ad uno studio, presumiamo, febbrile, durato più di dieci anni, è riuscito a
dare alle stampe una monumentale biografia del fondatore degli Istituti delle Missioni della
Consolata.
Invero il sottotitolo dell'opera lascia presagire qualche cosa di più. E difatti il Tubaldo,
nella lodevolissima intenzione di dare concretezza storica al suo personaggio, ha ricostruito
l'intero ambiente in cui ha vissuto ed operato l'Allamano (1851-1926): situazioni, circostanze,
persone, eventi piccoli o grandi della seconda metà dell'ottocento e dei primi decenni del
novecento. Per altro, chi si trovasse in seria difficoltà ad inoltrarsi nella lettura delle quasi
3.000 pagine della biografia, potrà ricorrere al già promesso « volumetto per l'indice analitico
delle materie e per una conclusione di valutazione sulla figura e sull'opera dell'Allamano » (voi.
IV p. V).
Lavoro ricco di erudizione, pregevolissimo nella veste tipografica, godibile per la
chiarezza dell'esposizione (nonostante eccessive ripetizioni), condotta col massimo impegno da
parte di chi alla serietà dello studioso associa la « carica » di discepolo ed ammiratore del
personaggio in questione. Il che, se ha fatto correre qualche rischio, ha portato però indubbi
vantaggi.
Non è quella di RSS la sede interessata ad una minuziosa analisi e ad una adeguata
valutazione dell'imponente opera. Ai nostri fini crediamo sufficienti poche annotazioni.
Una prima. Della fatica del padre Tubaldo potranno valersi con profitto gli studiosi di Don
Bosco (specie il voi. I ma non solo) e della società salesiana in quanto inesauribile miniera di
informazioni circa personaggi, ambienti, istituzioni, movimenti legati alle vicende « parallele »
di Don Bosco e della sua congregazione.
Una seconda. Quanto a dirette notizie circa la figura storica di Don Bosco e di altri
salesiani, uno sguardo, anche rapido, agli indici dei nomi ne rivela immediatamente la più che
abbondante presenza. Non si tratta evidentemente di primizie ogni volta; la storiografia citata in
linea di massima è quella conosciuta in ambito salesiano. Nondimeno risultano di notevole
interesse, ad es., le deposizioni dell'Allamano al processo di beatificazione di Don Bosco: il suo
modo di valutare l'ambiente di Valdocco dove aveva vissuto quattro anni, i suoi rapporti con
Don Bosco (con cui si incontrò ed ebbe suggerimenti ancora negli ultimi giorni di vita del
santo), le relazioni fra Don Bosco, Don Cafasso e mons. Gastaldi, il diverso « spirito » della
congregazione salesiana e dell'Istituto delle Missioni della Consolata, l'intenzione

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Recensioni
« primitiva » di Don Bosco di porre la sua conterranea, maestra d'asilo, Benedetta Savio, alla
guida delle Figlie di Maria Ausiliatrice ecc. Il nome di Don Bosco ricorre più spesso di quanto
non appaia nello stesso indice di ogni volume.
Una terza ed ultima annotazione. Scrive il T.: « Il materiale è immenso. E non fu né
piccola né breve fatica seguire passo passo tutte le fonti, studiarle, ambientarle, citarle » (voi. I
p. XI). C'è da credergli e pertanto osiamo appuntare tre precisi « abbagli » che chiamano in
causa Don Bosco.
A pagina 98-99 (lunga nota 299) si dice che il futuro arcivescovo di Torino, mons.
Gastaldi, « per motivi di salute » dovette lasciare l'Inghilterra ed anche l'istituto della Carità;
che nel 1865 fu eletto vescovo di Saluzzo e che Pio IX « seguendo il consiglio di Don Bosco e
approfittando della situazione in cui si trovava il Governo italiano che doveva dimostrare alle
altre potenze come la libertà del Papa fosse assicurata, si affrettò a provvedere alle diocesi
vacanti ed a Torino pose mons. Gastaldi... ». In realtà gli studi di G. Tuninetti hanno
evidenziato che ben altri furono i motivi del ritorno dall'Inghilterra e dell'uscita dalla
congregazione rosminiana del Gastaldi. Questi poi fu nominato vescovo di Saluzzo nel 1867
per diretto interessamento di Don Bosco, il quale non solo « consigliò » Pio IX a procedere
nella preconizzazione di vescovi, ma fu mediatore, sia pure « ufficioso » e per molti mesi, fra
Santa Sede e Governo Italiano. Anche la nomina di Gastaldi alla sede arcivescovile di Torino
ebbe origine da suggerimento ed appoggio esplicito di Don Bosco. Evidentemente fonti come
T. Chiuso, La Chiesa in Piemonte... e L. Orsina, L'episcopato torinese di mons. Lorenzo
Gastaldi... [tesi di laurea] andavano verificati nella loro attendibilità, né l'essere stato, il primo,
segretario di mons. Gastaldi a Torino e l'essere, il secondo, un ricercatore dei nostri giorni, li
esime dal venire sottoposti alle leggi della critica.
Nello stesso primo volume, a pag. 503 (nota 14) la fretta nella lettura della bibliografia ha
giocato uno scherzetto al T.: confonde Don Bosco con Don Luigi Piscetta a proposito del
pellegrinaggio del clero italiano a Roma in occasione del giubileo sacerdotale di Leone XIII nel
1888 (ultimo anno di vita di Don Bosco, scrive il T.). Quell'anno, si sa, Don Bosco visse solo il
mese di gennaio e lo trascorse chiuso nella stanza che sarà quella di morte. Altro equivoco nella
stessa nota: Don Bosco non potè offrire all'arcivescovo Alimonda in rilegatura speciale « i
volumi delle sue omelie » per il semplice fatto che mai vennero stampate. Quel 7 agosto 1883
dovette trattarsi del dono di altre opere (o operette) a stampa di Don Bosco.
Infine a pag. 562 del voi. Ili si scrive: « Nelle Costituzioni [salesiane] approvate il 3 aprile
1874 le Figlie di Maria Ausiliatrice figurano come un'appartenenza della Società Salesiana, una
specie di secondo ramo ». Ora mai, né vivente Don Bosco, né al tempo dei suoi successori, le
Costituzioni salesiane hanno contemplato un articolo che possa giustificare una simile
affermazione. Ma qui la sorpresa è ancora maggiore. La fonte dell'informazione è nientemeno
che Don Eugenio Ceria (La Beata Maria Mazzarello... Torino, SEI 1938, p. 78) che piuttosto
stranamente, data la sua competenza in materia, cade nel medesimo svarione. E' proprio vero
che non si è mai verificato abbastanza l'attendibilità altrui. E la propria?
F. MOTTO