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NOTE
PUBLICADA EN PERÚ LA PRIMERA TRADUCCIÓN
DEL DON BOSCO DE CHARLES D’ESPINEY
Jesús Graciliano González *
1. Charles D’Espiney
Muy conocida es, dentro de la amplia producción de vidas de D. Bosco,
la debida a la pluma del médico francés Charles D’Espiney, escrita en 1881.
Se trata de la primera biografía propiamente dicha del ya famoso educador de
Turín. Anteriormente se habían producido algunos intentos de narrar las vida
y la obra del fundador del Oratorio, pero se habían quedado en meros opús-
culos breves, como el de Carlo Conestabile (1878) o el del abate Louis
Mendre (1879)1.
El autor, Charles D’Espiney, había nacido en Bourg-en-Bresse (Ain) en
1824, había estudiado medicina en Aviñón, Montpellier y Marsella y se había
establecido en Niza, donde ejerció durante muchos años su profesión de mé-
dico, manteniendo excelentes relaciones profesionales y humanas, era simpá-
tico y sabía dialogar, tanto con las clases altas, como con el pueblo llano, que
acudía a él y lo llamaba “el buen doctor”. Como escritor fue componiendo a lo
largo de su vida una serie de obras sobre cuestiones más o menos relacionadas
con su profesión y con sus creencias2. Se interesaba de modo especial por
* Salesiano, membro dell’Istituto Storico Salesiano.
1 Después que vieron la luz las primeras biografías de D. Bosco, dice P. Stella “caddero
così in oblio opuscoli come l’anomino elogiativo Don Bosco. Cenni biografici, apparso a To-
rino nel 1871, o quello di Carlos Conestabile, Opere religiose e sociali in Italia (Padova 1878),
l’altro di Louis Mendre, Dom Bosco Prëtre, fondateur de la Congrégation des salésiens (Mar-
seille 1879) e quello dei Luigi Biginelli, Don Bosco (Torino 1883)”. Pietro STELLA, Don Bosco
nella storia della religiosità cattolica, Vol III. Roma, LAS 1988, p. 20.
2 Entre sus publicaciones, además de su Dom Bosco, tenemos: Préservation et guérison
du choléra au moyen de l’arsenic homoepathique, Niza, 1875; L’art de vivre, Niza, 1878; Les
comédies du docteur, Perrin, 1884; un tratado sobre Sicología educativa y otro sobre Dirección
de Conciencia y Psicoterapia.

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398 Jesús Graciliano González
temas de sicología, interpretada en clave educativa, y por temas religiosos y
sociales, acentuando en ellos los elementos prodigiosos y sobrenaturales y las
dimensiones trascendentales de la existencia. Estaba convencido de que los
milagros, tanto físicos como morales, se producen continuamente ante nues-
tros ojos y de que todo tiene su explicación a partir del elemento misterioso
que nos envuelve y por los méritos y la asistencia de la Divina Providencia3.
Sus contactos con Don Bosco datan, al menos, desde 1869. En su obra
narra el caso de un doctor incrédulo que se presentó a Don Bosco para que lo
sanara de la epilepsia que padecía. D’Espiney refiere con detalle la conversa-
ción de Don Bosco con el doctor y concluye con estas palabras subrayadas en
el texto “Jamás se le ha repetido el menor síntoma de aquel mal; y frecuente-
mente ha venido a dar gracias a María Auxiliadora que le curó del cuerpo y
del alma” (p. 101). Las MB repiten el hecho, pero tomándolo de la obra de
D’Espiney, único testigo, al parecer, de lo sucedido. Esto ha hecho sospechar
a algunos que se tratara el él mismo, aunque las declaraciones de incredulidad
del doctor: “yo no creo en Dios, ni en la Virgen, ni en la oración, ni en los mi-
lagros”, no se avienen en absoluto a la mentalidad del Doctor D’Espiney, que
en aquel momento era ya un hombre maduro de 45 años de edad. De todos
modos, si no era él, todo da a entender que estuvo presente en el momento del
acontecimiento y que desde entonces su admiración y devoción por Don
Bosco fue constante, siendo él quien introdujo a Don Bosco en el círculo de
la nobleza de Niza. En 1879 lo acompañó en su visita al Conde Villeneuve, al
que curó Don Bosco de una lesión que había recibido en la cabeza al caerse
de un caballo. Pocos días después estuvo también presente en la curación
“milagrosa” de la condesa Villeneuve y ha dejado un certificado médico ates-
tiguando el hecho. El 16 de marzo de 1881 organizó una reunión de Coopera-
dores Salesianos y en ella leyó una poesía suya, en la que pedía ayuda econó-
mica para sostener las obras salesianas. El 6 de marzo de 1884 auscultó médi-
camente en Niza a Don Bosco, que se había sentido enfermo, y le diagnosticó
una congestión del hígado, por lo que los salesianos llamaron al doctor
Combal, profesor de la Universidad de Montpellir, que nos ha dejado una de-
tallado diagnóstico sobre el estado de salud de Don Bosco en aquel mo-
3 En la introducción a la segunda edición de su Arte de Vivir el cardenal G. Mermillod
escribe de él: “Vos études sur les souffrances de l’ame et du corps, sur le mariage, la famille et
l’education, sont bien d’un penseur chrétien qui éclaire des lumiéres de la révélation les phéno-
menes muystérieux et douloreux de la vie. Vos ne vous bornez pas à enseigner l’art de vivre à
l’individu, mais vous lui montrez parfaitement l’action sociale de l’Eglise en étalant les ruines
qu’ont fait ressortir vostre pensée et la presente dans tout sa force” Cf Francis DESRAMAUT,
Don Bosco a Nice. París, ADE 1980, p. 79.

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mento4. A propuesta de Don Bosco, el Papa concedió al Dr. D’Espiney la
Orden de Caballero de San Gregorio Maño. Murió el 13 de abril de 1891.
2. La obra: Dom Bosco
El Dom Bosco de D’Espiney es, como hemos dicho, la primera biografía
de Don Bosco propiamente tal que se escribió, y fue publicada en Niza en
18815. Antes de publicarla, el autor envió a Turín el manuscrito para que fuera
conocido y juzgado por los superiores salesianos y por el mismo D. Bosco. Pa-
rece ser que a Don Bosco no le gustaba que ciertos episodios allí narrados
fueran publicados y, por ello, los superiores pusieron algunos reparos a la
obra6. Don Rúa se encargó de responder al autor, afirmando que la biografía
estaba bien, pero que convendría hacer algunas modificaciones. Concreta-
mente señalaba dos: primera, había que corregir algunas inexactitudes crono-
lógicas; y segunda, habría que suprimir algunas cosas que, dada la situación de
los tiempos que corrían, convendría silenciar. Las inexactitudes eran pequeños
detalles de escritura y de fechas y eran fáciles de corregir. En cuanto a lo que
había que suprimir o cambiar, la cosa resultaba mucho más complicada, pues
no se trataba sólo de eliminar algún episodio, como podía ser el de la resurrec-
ción del joven Carlos o alguna de las apariciones del Gris, sino, sobre todo, de
cambiar el enfoque general de la obra. D’Espiney, en efecto, hacía mucho hin-
capié en el aspecto sobrenatural de la vida de Don Bosco y en la naturaleza
milagrosa de los hechos que narraba, señalando a Don Bosco como un gran
taumaturgo y dejando en segundo plano el carácter social de su obra.
La observación de D. Rúa sobre los tiempos que corrían era en aquel
momento muy oportuna y tenía su fundamento. En 1881 todavía coleaba el
conflicto entre el arzobispo de Turín, Mons. Gastaldi, y Don Bosco. Uno de
los puntos que molestaban a Gastaldi era precisamente la publicación de la
relación de gracias recibidas de la Virgen, a las cuales iba unido el nombre de
D. Bosco. A juicio del arzobispo, Don Bosco divulgaba con poco tacto y con
cierta ligereza ciertos hechos, que eran después utilizados por la prensa anti-
clerical para poner en ridículo la religión y las instituciones católicas. En
estas circunstancias, la publicación de un libro que ponía de relieve especial-
mente el carácter milagrero de la figura de D. Bosco no podía no parecer, al
4 Cf Francis DESRAMAUT, Don Bosco en son temps. Torino, SEI 1996, pp. 1253-1254.
5 Dr. Charles D’ESPINEY, Dom Bosco. Nice, Typographie et Lithographie Malvano
Mignon 1881, 180 p.
6 Ver P. STELLA, Don Bosco…, vol. III, p. 258ss.

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400 Jesús Graciliano González
menos, inoportuno. La biografía, sin embargo, fue publicada y se divulgó con
rapidez. Tanto que Don Bosco y sus colaboradores se dieron cuenta de la ne-
cesidad de intervenir en el campo de las publicaciones salesianas, sobre todo
en las que hacían referencia a la vida de Don Bosco.
Por eso, para equilibrar el efecto producido por la obra de D’Espiney
con la presentación incompleta, si no desfigurada, de la persona de Don
Bosco, los superiores de Turín entraron en contacto con Albert Du Boÿs, un
escritor católico mucho más sensible que D’Espiney a los aspectos sociales y
educativos que se producían en el mundo. Du Boÿs publicó en 1884 el vo-
lumen Dom Bosco et la Pieuse Société des salesiens7, dividido en tres partes,
presentando clara y distintamente la figura y la obra de Don Bosco en Europa
(I parte), en las misiones de América (II parte) y completándolo con una vi-
sión sintética de la organización salesiana, el sistema preventivo, el espíritu y
las enseñanzas de los salesianos (III parte). Du Boÿs atenuaba los episodios
extraordinarios, dejaba de lado los hechos milagrosos y la profecías y subra-
yaba, en cambio, las injusticias, las dificultades y los atentados por parte de
los “revolucionarios” anticlericales de Turín. En lugar de un taumaturgo, esta
nueva biografía presentaba a Don Bosco como un hombre genial, sensible a
los problemas sociales y extraordinario maestro de la juventud. Esta nueva
vida gustó en Valdocco. Se cuenta que Don Bosco llegó a decir que la vida
escrita por D’Espiney estaba bien para conseguir dinero, pero que para dar a
conocer la obra salesiana tal como es, la de Du Boÿs era mucho mejor8.
Sin embargo la obra de D’Espiney, compuesta de pequeños cuadros a
base de breves episodios que crean una expectación sicológica en espera de la
sorpresiva solución final, tuvo gran éxito entre el pueblo, pues respondía a
una visión religiosa bastante difusa en la época (recuérdense las apariciones
de Lourdes y la Salette) y sirvió de preparación y de propaganda para los
triunfales viajes de Don Bosco a Francia y a España. Grandes masas acudían
7 Albert DU BOŸS, Dom Bosco et la Pieuse Société des salesiens. Paris, J. Gervais, 1984.
8 Narran las Memorias Biográficas que cuando en Madrid quisieron que Don Bosco acep-
tara el Reformatorio de Santa Rita, planteado según el estilo de las conocidas casas de correc-
ción, el senador Lastres y su secretario se presentaron a hablar con don Juan Branda, que les
respondió que esa obra no entraba dentro de la finalidad de los Salesianos y les regaló el libro
de D’Espiney, para que se percatasen del sistema de don Bosco. Hubiera preferido darles la
obrita de Du Boys, pero no tenía ningún ejemplar. Refiriendo más tarde a don Bosco este úl-
timo detalle de los libros, díjole el Santo: -En estos casos, es mejor ofrecer el de Du Boys. El
del doctor D’Espiney es bueno para las personas piadosas e induce a abrir los bolsillos, en tanto
que el otro da a conocer mejor nuestro sistema y ha acertado a interpretar el espíritu de nuestra
Sociedad. Al principio, don Bosco sentía aversión a permitir que se publicaran cosas que le
afectaban personalmente; pero ahora que la suerte está echada, hay que ir adelante. Hay que di-
fundir el libro de Du Boys cuanto se pueda, venderlo, regalarlo si es necesario, porque nos da a
conocer con nuestro auténtico aspecto. MB XVII, p. 596s. En la edición española, p. 512.

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Publicada en Perú la primera traducción del Don Bosco de Charles D’Espiney 401
para ver en persona al taumaturgo que habían conocido en el libro, esperando
ser testigos de alguno de sus milagros. En otras partes del mundo, donde no
pudo llegar la persona de Don Bosco, la lectura del libro de D’Espiney sus-
citó gran simpatía e interés por su figura y por su Obra en favor de los niños
pobres y abandonados y dio un decisivo impulso a la Asociación de los Coo-
peradores Salesianos.
3. El conocimiento de la obra de D’Espiney en España y América
En Francia las ediciones del Dom Bosco de D’Espiney antes y después
de la muerte de Don Bosco se multiplicaron, ampliándose cada vez más con
nuevos e inéditos episodios y milagros. En 1888, año de la muerte de Don
Bosco, se publicó la 10ª edición de 507 páginas, frente a las 180 de la pri-
mera. En España la vida fue conocida y leída en su original francés y muy
pronto, en 1884, el entonces obispo de Milo y auxiliar de Sevilla, Mons. Mar-
celo Spínola, tomando datos del Boletín Salesiano y de la obra de D’Espiney
compuso una nueva biografía en castellano con el título Don Bosco y su obra,
que circuló por todas partes y dio a conocer la obra de Don Bosco en España.
Muerto Don Bosco, el salesiano chileno D. Camilo Ortúzar hizo una traduc-
ción en castellano del Dom Bosco de D’Espiney, teniendo como base no ya la
cuarta, sino la duodécima edición francesa, notablemente corregida y aumen-
tada. La obra fue publicada en 1889 en Turín, donde también vio la luz en
1891 una segunda edición9. En 1894 fue publicada la tercera edición de la tra-
ducción de Camilo Ortúzar, pero esta vez ya en la Tipografía de Barcelona-
Sarriá, donde se publicarían después otras ediciones10.
4. La primera traducción castellana del Don Bosco de D’Espiney
Sin embargo, Ya antes de que lo hiciera Camilo Ortúzar, la obra de
D’Espiney había sido traducida en castellano por un misionero franciscano
del convento de los Descalzos de Lima, en 1884 y publicada en 188511.
9 Don Bosco / por el Doctor / Carlos D’Espiney / Caballero Gran Cruz de la Orden Pon-
tificia / San Gregorio Magno / obra aprobada por la Congregación Salesiana / Segunda edición
española traducida de / la duodécima francesa / por el presbítero de la misma Congregación /
Camilo Ortúzar / Turín / tipografía y Librería Salesiana / 1891.
10 Carlos D’ESPINEY, Don Bosco. Barcelona, Tipografía y Librería Salesiana 1894.
11 DON BOSCO / Obra escrita en francés / por el / Dr. Carlos D’Espiney / vertida al es-
pañol de la cuarta edición / por el P.L.T. / Misionero de los Descalzos de Lima / “loada sea
Nuestra Señora de los Auxilios” / Con la debita aprobación / Lima / Carlos Prince, Impresor
y Librero-Editor / Calle de la Veracruz, 71 / 1885. XII +160, 15 x 10.

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402 Jesús Graciliano González
Se trata del Padre Luis Torra, nacido en Manresa (Barcelona) el 20 de
noviembre de 1851, muy joven marchó a Perú, tomó el hábito franciscano en
Lima el 22 de octubre de 1868 e hizo su profesión religiosa en 1869. Fue or-
denado sacerdote en Lima el 13 de febrero de 1876. Ejerció su actividad sa-
cerdotal en la capital y en otros lugares del Perú, predicando misiones popu-
lares. Después de unos años transcurridos en España, donde fue superior del
Convento de Loreto, cerca de Sevilla, volvió al Perú. Viajó también al
Ecuador y trabajó en las misiones que los franciscanos tenían entre los jíbaros
de Zamora. Era superior en Guayaquil cuando cayó enfermo y murió santa-
mente el 20 de septiembre de 1900 a los 49 años de edad12.
No se tienen noticias de cómo llegó a sus manos el ejemplar en lengua
original de la vida de Don Bosco. Pero, siendo él catalán y sabiendo el gran
éxito que en Cataluña tuvo la obra de D’Espiney, es fácil pensar que fuera allí
donde la conoció, bien personalmente durante su estancia en España, bien a
través de alguno de sus familiares o hermanos franciscanos, que le dieron
noticia de ella y se la enviaron a Perú.
Sí tenemos, en cambio, bastantes noticias sobre el proceso de la traduc-
ción y la publicación del libro.
4.1. Finalidades de la traducción
Las finalidades del celoso franciscano al emprender su traducción
quedan bien patentes en el breve prólogo (7 páginas de tamaño de caja 11 x
7’5), que introduce la obra de D’Espiney. Para mejor comprender el calado
doctrinal e intencional de esta sencilla introducción puede ser útil destacar
por separado cuatro aspectos o dimensiones que en ella se pueden descubrir:
La primera de ellas se refiere a la dimensión social que debe tener la
verdadera caridad cristiana. El padre Torra supo captar muy bien los aspectos
sociales y educativos de la obra de Don Bosco y los quiso poner de relieve
desde las primeras páginas de su traducción. Como gran misionero, el celoso
franciscano estaba muy interesado en la salvación de las almas, pero como
sacerdote cercano a la realidad del pueblo sabía muy bien que no hay que
descuidar en absoluto los cuerpos.
“La caridad, el amor al prójimo, un entrañable cariño hacia la humanidad en
su porción más interesante, el niño; y los estupendos prodigios realizados en
su favor, tal es el objeto de la presente obrita” (V).
12 Estas noticias proporcionadas por el P. Julián Heras OFM del Convento de los Des-
calzos de Lima. Cf También Fr. Agustín ARCE OFM: Noticias biográficas de algunos misio-
neros del Perú en “Efemérides”, Año XX, enero-agosto 1964, p. 25-26; y Cirilo CALDERÓN -
Eugenio PENNATI, Presencia Salesiana en el Perú. Lima, Editorial Salesiana [1994], pp. 22-23.

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Publicada en Perú la primera traducción del Don Bosco de Charles D’Espiney 403
En su dinámica y comprometida labor pastoral el P. Torra tuvo que en-
frentarse continuamente a las sectas y a los gobiernos que practicaban una de-
magógica filantropía de bajos vuelos, frente a lo que significa y es la autén-
tica caridad cristiana:
“Mucho se blasona hoy día de amor y fraternidad. Casi innumerables son las
sectas o sociedades, así secretas como públicas, que hacen pomposo alarde
de estas virtudes, adoptando por lema de sus trabajos la filantropía, pala-
bra estéril, sacada del vocabulario de la moderna civilización y que en su
genuina acepción no significa otra cosa, sino la caricatura de la verdadera
caridad” (p. VI).
Evangélicamente el P. Torra sabe que no se necesitan grandes argu-
mentos para distinguir lo verdadero de lo falso: “por sus frutos los conoce-
réis”. Basta recurrir a la experiencia. La de los embaucadores filántropos y la
del santo Don Bosco. En la experiencia se decantan los frutos. Y los frutos
que produce la mal llamada filantropía atea son claros:
“a cambio de unos cortos servicios e insignificantes socorros, que por otra
parte sólo sus afiliados disfrutan, son la principal causa nuestros filántropos
de esas sediciones populares, tan ordinarias hoy día, de esos trastornos polí-
ticos, de esas revoluciones, en fin, que anegan el mundo en ríos de sangre. Sí,
ellos son los que apuran todos los esfuerzos de su satánico poder para desqui-
ciar la sociedad induciéndola de mil maneras a sacudir el santo yugo de toda
ley, divina y humana, y mucho más aún, se hace en nombre de la filantropía
de la fraternidad matizada con ciertos visos de una libertad e igualdad ab-
surdas. ¡Es decir, se quiere dar y se da muerte al hermano por el acendrado
amor que se le profesa!. Tales son los frutos que el dañado árbol de la nueva
civilización produce, como lo ven y palpan cuantos están libres de pasiones
y preocupaciones” (p. VI-VII).
Por el contrario, también la experiencia presenta en Don Bosco un mag-
nífico ejemplo de lo que es la verdadera caridad cristiana. Don Bosco se pre-
ocupa sólo de hacer el bien tanto en lo que concierne al bien espiritual como
al material de los niños y trata de hacer de ellos buenos cristianos y honrados
ciudadanos:
“Abrasado este santo varón (Don Bosco) en las llamas de fraternal amor,
llamas que no son sino una irradiaciones de la caridad divina, o una participa-
ción del mismo Dios, pues Dios es caridad, se sacrifica sin reserva por el bien
de sus hermanos, los hombres”. (VII)
“Recoge un número asombroso de niños abandonados en la orfandad, los sus-
trae a las seducciones del vicio y del crimen, del cual serían presa a causa de
la miseria, y esto prescindiendo aun de sus connaturales instintos hacia el mal,
y los educa cristianamente, infundiéndoles hábitos de honradez y rectitud. No
es esto todo: los adiestra también en algún oficio o profesión útil, o bien los
inicia en alguna carrera literaria o religiosa, según las particulares aptitudes o

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404 Jesús Graciliano González
inclinaciones de cada uno de ellos, transformando de este modo en hombre
provechosos para la sociedad a unas criaturas que, andando el tiempo, hu-
biesen sido su más funesto contagio, a no haberles deparado la Providencia,
una madre tan amorosa, un padre tan solícito como Don Bosco” (VI-VIII).
Un segundo aspecto del prólogo tiene evidente carácter apologético. El
traductor aprovecha el caso de Don Bosco taumaturgo para hacer una bri-
llante apología en defensa de los milagros. Los milagros son siempre el sello
de aprobación que el cielo pone a favor de una persona o de una obra, en este
caso, la obra de este santo y celoso sacerdote Don Bosco.
“Sabido es que los milagros son las pruebas ordinarias que nos certifican de la
autenticidad de la misión divina. Pues bien, Don Bosco posee en alto grado en
pro de su misión estas pruebas, los milagros” (VIII).
Naturalmente, el experto misionero sabe de sobra que sus adversarios,
los ilustrados y adelantados del siglo, se van a escandalizar y van a poner el
grito en el cielo cuando oigan hablar de un hombre que en Turín hace mila-
gros. Para ellos existen únicamente las inmutables leyes de la naturaleza y
todo lo aquello que no esté en armonía con ellas es pura patraña, inventos
para embaucar a los necios. El P. Torra, haciendo gala de los argumentos de
una teología bien aprendida, arremete contra quienes con tanta seguridad y
aplomo pecan contra el más elemental sentido común:
“Niegan que el sabio Autor de la naturaleza se haya podido reservar el de-
recho de alterar, o mejor dicho, de suspender en casos dados, las leyes que
libre y espontáneamente dictara. ¿Cómo A un maquinista cualquiera, a un re-
lojero, por ejemplo, nadie ha pensado jamás en negarle la facultad de parar o
mover, según su gusto, la máquina que ha fabricado, de transformar la combi-
nación de las ruedas o darles otra dimensión de la antes tenían; ¡y no se otor-
gará al Dios omnipotente lo que al débil mortal se concede!. Y no se me diga
que el milagro supone en Dios imprevisión o ignorancia, no: pues desde la
eternidad y antes de que formara las leyes que rigen a la materia, ya tenía pre-
determinadamente en su mente divina esas parciales alteraciones que realiza
en el tiempo de vez en cuando. Por manera que el milagro lejos de ser un de-
sorden o trastorno en las leyes, él mismo es una ley que forma parte de su en-
cantador y armonioso conjunto. Existen, pues, los milagros; su posibilidad
queda resuelta por la omnipotencia divina; su realidad es un hecho de expe-
riencia” (VIII-IX).
Por tanto, ni la recta razón ni el sentido común permiten se pongan en
duda ni la posibilidad, ni la existencia del milagro. Y una prueba de que
existen milagros la tenemos en esta vida de Don Bosco.
“Al hablar de milagros no nos referimos solamente a los que tuvieron lugar en
siglos remotos, o los que están consignados en la Biblia, sino también a los
que en nuestros días se realizan, sobre cuya autenticidad pueden ser fácil-

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Publicada en Perú la primera traducción del Don Bosco de Charles D’Espiney 405
mente interrogados, por quien guste, no solo infinidad de testigos presenciales
de los mismos, sino también muchos agraciados, entre los cuales se cuentan
no pocos que adolecían antes de incredulidad. ¡Cuántos curarían de esta
misma dolencia con una sola visita a la gruta de Lourdes o al oratorio de Don
Bosco en Turín! (XI).
Otra cosa es que algunos no quieran verlos. Pero a esos o les falta el
juicio o su incredulidad obedece a otras causas:
“Saben ellos muy bien que una vez admitidos ... deben por necesidad filosó-
fica admitir también las verdades y llevar una vida conforme con la moral y
preceptos del Evangelio”(X).
Y esto es lo que parece que no están dispuestos a admitir.
Un tercer aspecto, que tiene mucho que ver no sólo con la inmediata y
concreta finalidad del libro, sino con la actitud personal del traductor, es la in-
vitación a conocer a Don Bosco para acudir a él y a su Virgen Auxiliadora en
busca de favores. Poner en un mismo plano Lourdes y el Oratorio de Turín in-
dica a las claras la devota admiración que le produce el todavía viviente santo
sacerdote italiano. Y sabemos, por su propio testimonio, que tan convencido
estaba de la eficacia de la intervención de Don Bosco ante Dios, que no du-
dará, como veremos más adelante, en acudir a él cuando se encuentre en
grave peligro de muerte. Por eso invita a los demás a tener esta misma con-
fianza y a buscar en él un protector:
“Sepan, pues, cuantos sufren y se hallan destituidos de humano socorro, que
si quieren conseguirlo del cielo, tienen en la tierra un nuevo valedor en Don
Bosco, quien por la intercesión siempre eficaz de Nuestra Señora de los Auxi-
lios, puede conseguirles de Dios el remedio de todas sus necesidades” (XI).
Y, finalmente, el cuarto aspecto, muy importante y de gran trascendencia
para el futuro de la Congregación Salesiana, es el de dar a conocer en Perú no
sólo a Don Bosco, sino a la obra salesiana. Su intención es mover a los go-
biernos para que llamen a los hijos de Don Bosco y se encarguen de la educa-
ción de los niños pobres y abandonados. El P. Torra se convierte así en el
primer cooperador y propagandista de los salesianos en las tierras peruanas:
“Sepan, en fin, cuantos están encargados de regir los destinos de las naciones y
cuantos gozan del influjo o pujanza con los gobiernos, que si arden en verda-
deros deseos de reforma en las masas y anhelan sinceramente la regeneración
social, tienen igualmente en Don Bosco, en sus celosos sacerdotes y coadju-
tores salesianos y en la obra magna que dirigen, un poderoso auxiliar” (XI).
En una nota final en la página 157 del libro, insiste el benemérito fran-
ciscano en esta noble idea:

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406 Jesús Graciliano González
“Si...heme atrevido a traducir el presente folletín ha sido únicamente por el
vehemente deseo que tenía de dar a conocer en estos lugares a un hombre tan
extraordinario como Don Bosco, y a la obra, más extraordinaria aún, que ha
fundado, esto es, la «Congregación Salesiana», altamente filantrópica y hu-
manitaria” (p. 157).
4.2. Las vicisitudes de la impresión de la obra
El P. Torra tuvo desde el principio intención de publicar su traducción.
Es lo que se deduce de las cartas que dirigió a sus superiores para obtener la
aprobación de publicación. Estando en los Descalzos de Lima el día 16 de
Mayo de 1884, sólo un día después de haber redactado el Prólogo, escribía la
siguiente carta al M. R. P Fr. Leonardo Cortés, Comisario General:
“M.R.P.
Habiendo el recurrente vertido al español un obrita titulada «Don Bosco», es-
crita en francés por el Dr. D. Carlos D’Espiney, y juzgando, sería útil su pu-
blicación para el fomento de la piedad y de las obras de misericordia, acude a
V. P. para que en conformidad con nuestras leyes, me faculte y se sirva darme
las respectivas licencias para que se imprima.
De V. P. R. Su muy humilde hijo en Jesucristo y S.
S. Q. B. S. M. Fr, Luis Torra”.
El mismo día el Comisario General le contestaba:
“Pase a los RR. PP. Juan C. Puig y Antonio Baroja para la revisión del manus-
crito a que se refiere la anterior solicitud. Fr. Leonardo Cortés”.
No tardaron en llegar las respuestas de los dos censores señalados por el
Comisario General. Fr. Juan de la C. Puig necesitó sólo dos días para leer y
valora la obra. Así contestaba el día 18 de Mayo:
“M. R. P. Comisario General, Fr. Leonardo Cortés.
Lima, 18 de Mayo de 1884
M. R. P.
He examinado detenidamente el manuscrito de que hace mención el P. Recu-
rrente, y no sólo no he hallado en él nada digno de censura, sino que es digno
bajo todos conceptos vea la luz pública, para edificación del pueblo cristiano
y estímulo de la virtud. Fr. Juan de C. Puig”.
Tampoco se hizo esperar la contestación de otro censor, Fr. Antonio Ba-
roja, que envió el día 20 de Mayo su aprobación en términos muy parecidos a
los del P. Puig.

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Publicada en Perú la primera traducción del Don Bosco de Charles D’Espiney 407
“M. R. P. Comisario General, Fr. Leonardo Cortés.
M. R. P.
He leído con escrupulosa atención el manuscrito para cuya revisión me comi-
sionó V. P. M. R. y no encontrando en él cosa alguna digna de censura, antes
bien, juzgando que su publicación podrá ser útil para fomentar la piedad en el
pueblo cristiano, soy del parecer que se conceda la licencia que solicita.
Lima, 20 de Mayo de 1884. Fr. Antonio Baroja”.
Ante juicios tan favorables, el Comisario General concedió inmediata-
mente la licencia para imprimir el libro:
“Lima, 21 de Mayo de 1884.
En vista del informe favorable de los Padres revisores, concédese la licencia
al R. P. Luis Torra para que pueda hacer imprimir, por los medios conformes a
N. S. Regla, la traducción del libro titulado ‘Don Bosco’. Fr. Leonardo
Cortés. Comisario General”.
Así pues el día 21 de mayo el autor de la traducción tenía ya en sus
manos la licencia de sus superiores para imprimir el libro.
También de la curia arzobispal de Lima le llegó con fecha de 28 de junio
la licencia eclesiástica de la diócesis.
“Palacio Arzobispal de Lima, Junio 28 de 1884
Vista la anterior licencia. Damos por nuestra parte, permiso al Padre Luis
Torra, para que imprima la versión que ha hecho del francés al castellano, de
la obra titulada «Don Bosco».
El Obispo Gobernador Eclesiástico. Belando. Pro-Secretario”.
Llama por eso la atención la nota que el P. Torra añade al final del libro.
En ella, tras disculparse ante los lectores de lo poco castiza que puede sonar
su traducción, sea por el hecho de no conocer bien la lengua francesa, sea,
porque al ser su lengua materna el catalán, no domina del todo la elegancia y
la soltura de la lengua castellana, afirma que su traducción hubiera quedado
manuscrita, a no ser por una circunstancia excepcional e imprevista que lo
movió a publicarla. Parece extraño que en el corto espacio de tiempo que va
desde el 28 de junio al 6 de julio hubieran surgido dificultades tales que impi-
dieran o desaconsejaran la publicación de una obra ya aprobada por las auto-
ridades de la Orden y de la Diócesis y que, además, había merecido juicios
tan elogiosos por parte de los censores. Por eso, la afirmación suena a retó-
rica, destinada a ponderar aún más la finalidad de la obra, añadiendo un epi-
sodio extraordinario, en el que el traductor mismo es beneficiario y testi-
monio personal, a los ya narrados por Charles D’Espiney. Esto confiere a su
traducción una autoridad y una inmediatez suplementarias, que no dejarán de
tener una considerable eficacia entre el pueblo peruano.

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408 Jesús Graciliano González
4.3. La gracia extraordinaria: salvamento de un naufragio
La circunstancia excepcional que, como el mismo P. Torra dice, lo impul-
só e incluso lo obligó a dar a la prensa su “deficiente” traducción, nos la narra
en la nota final escrita el 6 de julio de 1885, un año justo después del suceso:
“Es el caso que yendo a Huraz con otros cuatro compañeros (los PP. Ferriol,
Baroja, Cuende y el Hno. Silva)13 para ejercer allí el ministerio de nuestras
misiones, el vapor «Valdivia» que nos conducía a Casma, naufragó en la costa
de Huacho el día siguiente de nuestro embarque, 6 de Julio de 1884, a las 4 y
_ de la madrugada. En el apuro que se deja comprender, como tan natural en
esta clase de percances, impulsado del peligro y del instinto de conservación
y avivando la fe y confianza en Dios imploré los auxilios del cielo formu-
lando un voto, al que se suscribieron mis compañeros, de, en caso de salir con
vida y sin lesión, hacer una novena a Nuestra Sra. de los Auxilios, y trabajar a
favor de la obra de Don Bosco, según nuestros alcances. Conseguimos lo que
deseábamos con un éxito felicísimo, experimentando palpablemente la pro-
tección de la Virgen María y de su entusiasta devoto, Don Bosco, especial-
mente en el momento preciso de nuestro desembarque en el que corrimos in-
minente riesgo, según pública confesión de cuantos presenciaron el suceso
que nos tuvieron por irremisiblemente perdidos14.
Ahora, pues, la gratitud y el cumplimiento de un deber sagrado me precisan a
la publicación de esta obrita...” (pp. 157-158).
13 El P. Julián HERAS en “Los franciscanos y las Misiones Populares en el Perú”. Ma-
drid, 1983, p. 60 confirma esta noticia cuando escribe: “Anteriormente a estas misiónese
habían dado otras por el mes de julio de 1984 en el norte del Perú [...] Fueron predicadas por
los PP. Miguel Ferriol, Luis Torra; Antonio Baroja y Juan Cuende. El barco en que viajaban
naufragó cerca de Guacho, salvándose milagrosamente”.
14 El hecho del naufragio parece cierto y ha quedado en la tradición franciscana, recogida
en algunos escritos históricos de la Orden, que recuerdan el hecho, adornado con algunos ele-
mentos más o menos verosímiles. Por ejemplo, el P. Agustín Arce OFM en la página 25 de
“Efemérides de la Provincia Misionera de San Francisco Solano y las misiones de San Ramón
y Requena”, Año XX, enero-agosto, 1964, da noticias de este suceso. “Hallándose [el P. Torra]
una vez en peligro de naufragar él y sus compañeros de misión hizo voto a la Virgen «Auxi-
lium Christianorum» de publicar las acciones gloriosas del siervo de Dios Juan Bosco si los li-
braba del peligro. Lo fueron, en efecto, y entonces tradujo del francés al español la vida de
Juan Bosco”. Disponemos también de un testimonio oral del Cardenal Landázuri, Arzobispo de
Lima, franciscano. En una conversación con el Salesiano D. Tomás Grande Díez le declaró:
Estoy orgulloso de vuestra presencia en Perú y del bien inmenso que estáis haciendo con los
jóvenes de nuestro país. Una parte de ese bien es mérito también franciscano. Que sepas que
un tío mío franciscano era gran “admirador y devoto” de Don Bosco. En uno de sus viajes a
Perú mi tío tuvo la mala fortuna de naufragar. Permaneció varios días flotando a la deriva,
gracias a que consiguió aferrarse a unas tablas. En aquella situación promete solemnemente a
Don Bosco traer a los salesianos al Perú, si le salva la vida. Mi tío se salva y se dispone a
cumplir tan solemne promesa. Estaba convencido de que el carisma salesiano encontraría en
el Perú un terreno propicio para su despliegue. De inmediato contacta con Instituciones del
Estado, de la Iglesia y de la sociedad civil, para interesarlas en este asunto. Acude al Rector
Mayor y consigue ver cumplido su deseo”. Tomás GRANDE en “Perú, llegada de los primeros
salesianos”, manuscrito, p. 3.

2.3 Page 13

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Publicada en Perú la primera traducción del Don Bosco de Charles D’Espiney 409
El autor añade una observación que nos parece interesante. Dice que no
se hubiera decido a publicar su traducción, si durante el transcurso del año
que había pasado desde que la tradujo, hubiera tenido noticia de la existencia
de otra traducción más correcta. Efectivamente no la hubo, porque la primera
traducción de D. Camilo Ortúzar es cinco años posterior y la obra del Car-
denal Spínola no puede ser considerada como traducción, además no tenemos
documentación de que dicha obra hubiera llegado a Perú. Conscientemente,
por tanto, fue publicada como primicia de las traducciones castellanas de la
obra de D’Espiney.
4.4. El contenido de la obra
El traductor nos advierte que la traducción es de la cuarta edición fran-
cesa. Esta cuarta edición francesa es de 1882 y reproduce exactamente la
primera de 1881. Está publicada en Niza, en la Typographie et Lithografie
Malvano-Mignon. Tiene 180 páginas y en ella se pueden claramente distin-
guir 4 partes:
La primera (pp. 5-72) traza la figura de Don Bosco desde su infancia y
su apostolado en medio a los muchachos pobres de Turín hasta el desarrollo
de su obra en Italia, Europa y en las Misiones. En esta parte Don Bosco es
presentado con mucha simpatía, como una persona que desde niño estaba
destinada a grandes empresas y para ellas iba siendo preparado por la Divina
Providencia. Desde la página 67 el autor se plantea, con una cierta timidez, la
cuestión de las numerosas gracias de María Auxiliadora obtenidas por Don
Bosco, especialmente para la construcción de la Iglesia de María Auxiliadora
de Turín. Termina esta parte enumerando las cuatro principales obras de Don
Bosco: los Salesianos, las Hijas de María Auxiliadora; la Obra de los hijos de
María en favor de las vocaciones adultas; y los Cooperadores de San Fran-
cisco de Sales. Precisamente a los Cooperadores está dedicada la segunda
parte de la obra (pp. 73-81). La tercera trata del culto de María Auxiliadora
(pp. 82-92).
La última parte (pp. 93-178) narra una serie de 26 “milagros” o hechos
extraordinarios realizados por intercesión de Don Bosco. El último de ellos
es la supuesta resurrección de Carlos, que ha suscitado muchas polémicas y
que desaparecerá en ediciones sucesivas15. Termina con un himno a Don
Bosco (pp. 179-180). Ésta última parte tiende a ensalzar la figura de un Don
15 Sobre este supuesto milagro cf P. STELLA, Don Bosco nella storia della religiosità
cattolica. Roma, LAS 1979, Vol I, pp. 257-293.

2.4 Page 14

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410 Jesús Graciliano González
Bosco taumaturgo y legendario, que lo hacen popular, querido e invocado
por la gente. La edición carece de índice y su carácter narrativo la hace de
fácil lectura.
La traducción del P. Torra mantiene todo el contenido de la edición fran-
cesa y en el mismo orden, pero presenta con respecto a ella algunas nove-
dades: en primer lugar, va precedida por dos páginas que contienen la “Cen-
sura y la Aprobación” y por un “Prólogo” de 7 páginas, en el que, como
hemos visto, el traductor expone sus intenciones al publicar esta obra; en se-
gundo lugar, está dividida en XIII capítulos, encabezados por un breve su-
mario de los puntos que en él se tratan; y, finalmente, termina con una “Nota
final y un naufragio” y con el correspondiente “Índice” del volumen.
La división en capítulos ha obligado al autor a hacer, de vez en cuando,
algunas conexiones o explicaciones del tipo “que dijimos en el capítulo pa-
sado” (p. 31); “Por lo que acabamos de decir en el capítulo anterior se deduce
que...” (p. 47), o a saltar alguna línea (p. 25). Contiene alguna inexactitud en
los nombres: los más llamativos son el cambio de Bartolomé Gavelli en lugar
de Bartolomé Garelli y la traducción de Notre-Dame Auxiliatrice por Nuestra
Señora de los Auxilios, que a cualquiera que tenga familiaridad con los am-
bientes salesianos le suena un tanto extraña.
La traducción es a veces deficiente en cuanto a la lengua castellana y
en la impresión se handeslizado numerosas faltas de ortografía y puntuación,
pero se lee con facilidad, pues sigue el estilo popular del original, facilitado,
además, por la división en capítulos y por el sumario que los introduce. El
pequeño formato del libro: 15 x 10 cm, lo hace muy manejable y cómodo de
trasportar de un lugar a otro.
4.5. La difusión
Carecemos de datos concretos sobre la difusión del “Don Bosco” en
Perú. Pero, si nos atenemos a lo que nos dicen algunas fuentes, debió de ser
bastante amplia. Don Ceria narra en los Annali el hecho del naufragio, to-
mando las noticias de Don Evasio Rabagliati que a principios de 1890 estuvo
en Lima junto con Don Ángel Savio y se alojaron en el Convento de los PP.
Descalzos y allí escuchó la narración del naufragio y de la publicación del
libro. Narrándolo más tarde, el P. Rabagliati concluía: “El religioso, sin pér-
dida de tiempo, cumplió su promesa de modo que hoy Don Bosco es cono-
cido como en Italia”16. El mismo Ceria nos dice: “El librito, en edición eco-
16 Eugenio CERIA, Annali della Società Salesiana, Torino, Vol. I, p. 602. He aquí cómo
narra Don Guzmano las palabras de D. E. Rabagliati en el BS de febrero de 1904: “Ecco

2.5 Page 15

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Publicada en Perú la primera traducción del Don Bosco de Charles D’Espiney 411
nómica fue distribuido a los obispos y sacerdotes, ricos y pobres, a quien
quería y a quien no quería”17. El caso fue que el libro suscitó viva admiración
y despertó un movimiento de simpatía hacia Don Bosco, que dio origen a los
cooperadores salesianos en Perú antes de la llegada de estos a aquellas tierras.
Varios hechos demuestran el entusiasmo que suscitó el libro y el deseo que
todos tenían de conocer a Don Bosco o entrar en contacto con él y hacer que
los salesianos abrieran alguna obra en Perú. Así el Arzobispo titular de Berito,
Mons. Manuel Teodoro del Valle, seguramente impresionado por la lectura de
libro publicado por el P. Torra, quiso que se estableciera la Obra Salesiana
en Lima y para ello destinó parte de sus bienes. En un codicilo añadido a sus
testamento el 30 de marzo de 1886 dice:
“Es mi voluntad que [...] se inviertan veinte mil soles (20.000’00) de plata
para gastos de traslación y establecimiento en Lima del P. Juan Bosco y de la
Congregación de los Salesianos para que se funde la educación de los desva-
lidos [...] También es mi voluntad que si además de los veinte mil soles se ne-
cesitasen algunas cantidades más para el establecimiento que tengo ordenado
de los Salesianos, para educar a la juventud pobre y desvalida, se les entregue,
aunque sea a costa de vender algunas fincas valiosas”18.
También en 1886 el 23 de junio visitó a Don Bosco el General Miguel
Iglesias, ex presidente del Perú. Había ido a Turín con el deseo de conocer de
cerca y en persona al “santo” y su obra del Oratorio. Quedó entusiasmado y
quanto il nostro confratello, D. Evasio Rabagliati, l’apostolo dei lebbrosi, passando nel 1890
per quella città [Lima], diretto alla Colombia, ci narra di aver appreso. A bordo di una nave che
faceva vela verso il Perù viaggiava un frate francescano scalzo del convento di Lima. D’im-
provviso si oscura il cielo, si scatenano i venti, fremono le onde e la nave barcolla sbattuta, la
burrasca s’avvicina, anzi già infuria così terribile che il naufragio è imminente. Tutto è scompi-
glio sul bastimento; le onde frequenti allagano il ponte, ed obbligano i passeggeri a cercare uno
scampo nelle proprie cabine, ove si ricoverano tremando, o piangendo, ed invocando tutti il
soccorso del cielo. Il più calmo di tutti è il povero figlio di S. Francesco. In buon’ora si ricorda
di aver letta la vita di Don Bosco e rammenta tutte quelle grazie straordinarie ottenute dalla
Vergine Ausiliatrice, per le preghiere dell’uomo di Dio. Fu una inspirazione: all’istante si getta
in ginocchio, e: «Signore, dice, per i meriti del tuo servo D. Bosco, salvaci ! E tu, o Maria,
Aiuto dei Cristiani, intervieni adesso ed aiutaci in questo terribile frangente, salvaci per l’a-
more che porti al tuo servo D. Bosco; io Ti prometto, che, appena posto piede a terrà, farò di
tutto per far pubblicare la vita di D. Bosco e spargerla tra il popolo, perché sia conosciuto ed
amato quest’uomo ammirabile. La salvezza io l’attribuirò a Te, o Signore, ma per l’interces-
sione della tua Madre SS. Maria Ausiliatrice e del tuo servo D. Bosco». - Cessò la preghiera e
cessò pure il pericolo, si acquetarono d’un tratto i venti, ritornarono tranquille le acque, e la
nave poté entrare sicura nel porto del Callao, ed il frate, riconoscente, senza por tempo in
mezzo, adempiva la fatta promessa; cosicché D. Bosco a Lima è noto come in Italia”.
17 Ibid.
18 Los datos que ahora exponemos están tomados de: C. CALDERÓN - E. PENNATI, Pre-
sencia Salesiana en el Perú...., p. 23ss.

2.6 Page 16

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412 Jesús Graciliano González
pidió a Don Bosco que pensase en una fundación en su país19. Tenemos tam-
bién el testimonio del Vicario de Huanuco, Mons José Del Carmen Maraví,
que, deseoso de buscar alguna solución para tratar de salvar a la juventud, in-
tentó formar una sociedad y el 13 de agosto de 1887 escribió a Don Bosco pi-
diéndole un salesiano como maestro de novicios, como formador de la nueva
sociedad. En la carta, entre otras cosas se dice:
“Algunos meses después de que nos habíamos congregado, tuvimos el con-
suelo de conseguir un folleto escrito por el señor Carlos D’Espiney y tradu-
cido al castellano por un religioso franciscano descalzo de Lima.
Desde que leímos esa preciosa obra pensábamos frecuentemente en V. R. Y en
la Congregación Salesiana que ha fundado, como en nuestro padres verda-
deros, puesto que tendíamos al mismo fin y por iguales o idénticos medios”20.
El libro favoreció la implantación de los cooperadores en Perú, del tal
modo que cuando los primeros salesianos llegaron allí en 1991 fueron reci-
bidos triunfalmente por las autoridades y por un nutrido número de amigos y
cooperadores salesianos.
4.6. Otras ediciones
Después de la muerte del santo, fueron apareciendo otras vidas de Don
Bosco, que relegaron a un segundo plano la de D’Espiney, que, sin embargo,
siguió publicándose, pero en la traducción de Don Camilo Ortúzar.
En 1920 la vida de Don Bosco de D’Espiney traducida por Ortúzar fue
publicada en Lima, con la añadidura de algunos datos sobre el Ven. Don
Bosco y la Obra de los Salesianos en el Perú21. El formato de esta edición li-
meña es más pequeño 15’5 x 10 contra 19 x 12 de la de Turín. Las dos de có-
moda y fácil lectura; la de Turín es más elegante y mejor cuidada, la de Lima
e más fácil de llevar, si uno quiera leerla en un viaje o llevarla consigo. La de
Lima va precedida de una estampa del Ven. Juan Bosco. El contenido es
exactamente el mismo. Sólo al final la edición peruana presenta 17 páginas
más, que contienen:
19 La noticia se puede leer en las Memorias Biográfícas, Vol. XVIII, p. 137 de la edi-
ción española y en los Annali, Vol I. P. 60. Allí se habla de un “Presidente de la República
Peruana”. C. Calderón ha demostrado que no se trata del entonces presidente del Perú,
Andrés Avelino Cáceres, sino del ex presidente, el General Miguel Iglesias. Cf Presencia Sa-
lesiana..., pp. 25-26.
20 La carta se halla reproducida en el libro de C. CALDERÓN - E. PENNATI, La Presencia
Salesiana..., pp. 238-239.
21 Lima, Escuela Tipográfica Salesiana, 1920.

2.7 Page 17

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Publicada en Perú la primera traducción del Don Bosco de Charles D’Espiney 413
a. La reproducción del artículo que se publicó con motivo de la declara-
ción de la Venerabilidad de D. Bosco, celebrada con toda solemnidad en la
Santa Iglesia Catedral de Lima, el día 1. de Noviembre de 1917. En él se re-
producen algunas palabras del Prólogo de la edición del P. Luis Torra y la
nota final de la misma con la narración del naufragio. (pp. 348-349).
b. La Obra Salesiana en Perú: los Colegios Salesianos. Datos históricos
de las diversas fundaciones de Lima (350-354); Arequipa (355-356); Callao
(357); Cuzco (358); Piura (358-360).
c. El Nuevo Templo de María Auxiliadora en Lima (361-363).
d. Obra del Perpetuo Sufragio. A favor de las benditas almas del Pur-
gatorio (364).
En América fueron publicadas, al menos, otras dos ediciones más de la
obra de D’Espiney: una en 1923 en Santiago de Chile y otra en Buenos Aires
en 1949 22.
La traducción, en cambio, del P. Torra no tuvo más ediciones. En las
fuentes franciscanas y salesianas ha quedado buena memoria de ella, pero
hoy es muy raro poder encontrar algún ejemplar que la dé a conocer. Por for-
tuna, en la Biblioteca Central de la Casa General de Roma existe uno de ellos,
que es el que hemos manejado para componer esta nota. Parece ser que fue
hallado en una librería de viejos libros y adquirido casualmente por un sale-
siano, el cual lo pasó a D. Cosme Robredo, que lo entregó a. P. Eugenio Pen-
nati y éste, a su vez, se lo pasó al entonces Inspector del Perú, Santo Dal Ben,
que, apreciando el valor del ejemplar y, temiendo, con fundamento, que pu-
diera perderse, como ha pasado por desgracia con tantos otros libros de valor,
lo envió a la Casa General de Roma. El ejemplar viene conservado con amo-
roso esmero entre los libros raros y preciados de la Biblioteca Central23.
22 Santiago de Chile, Gratitud Nacional, 1923; Buenos Aires, Edit, Difusión, 1949.
23 Un magnífico ejemplo de respeto hacia los libros antiguos el de estos salesianos y una
invitación a que otros hagan lo mismo, cuando tengan dudas o haya peligro de que algún libro
históricamente valioso pueda desaparecer. Estas páginas quieren ser un sincero homenaje de
gratitud en primer lugar al ilustre franciscano que, con tanto cariño y tanto provecho de las
almas y de la Congregación Salesiana, lo tradujo y, en segundo lugar, a los salesianos que, con
tan buen criterio, han conseguido que no se perdiera el único ejemplar que, hasta ahora, se
conoce de la obra.