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STUDI
MISIONES “AD GENTES”:
MANUALES MISIONEROS SALESIANOS
PARA LA EVANGELIZACIÓN DE LA PATAGONIA (1910-1924)
María Andrea Nicoletti
Nos proponemos en este trabajo analizar cómo, a través de un escrito iné-
dito del padre Domenico Milanesio (1843-1922) a modo de reglamento misio-
nero, se desprendieron las directivas y manuales de misión a través de los
cuales se llevó a cabo la evangelización “ad gentes” de los Salesianos en la Pa-
tagonia. Uno de sus protagonistas volcó a través de sus conocimientos teó-
ricos, pero fundamentalmente por su experiencia de misión, las características
que debía tener un misionero que decidiera evangelizar en los territorios del sur.
Escrito en medio de un vertiginoso período de misiones y del afianza-
miento de la obra de la Congregación salesiana (1880-1934)1, analizaremos
cómo se desprendieron de este primer manual, los marcos reglamentarios
para la Patagonia que siguieron durante las dos inspectorías sucesivas de los
padres Giuseppe Maria Vespignani (1909-1911, Inspectoría San Francisco de
Sales) y Luigi Pedemonte (1911-1924, Inspectoría San Francisco Javier) res-
pectivamente, en medio de una crisis ocasionada por la falta de personal y de
reorganización de los centros de misión. Los documentos centrales que anali-
zaremos a lo largo de este trabajo son: el reglamento misionero escrito por
padre Milanesio en 1810, el Reglamento para las misiones escrito por el
padre Vespignani en 1914 y, finalmente, la reunión con los misioneros y el
padre Pedemonte en 1914.
Complementariamente contamos con la documentación original del Ar-
chivo histórico de las Misiones salesianas de la Patagonia Norte, Bahía
Blanca, que contiene la mayor parte de los escritos de Domenico Milanesio,
complementado con los epistolarios de los padres Vespignani y Pedemonte en
los Archivos Centrales salesianos de Buenos Aires y Roma.
1 Hemos podido periodizar en nuestra investigación sobre el proyecto salesiano en
Patagonia las siguientes etapas: Período fundacional (1880-1910); Primer asentamiento de
la Obra (1910-1934), Crisis y segundo período de asentamiento (1934-1961), Segunda etapa
fundacional (1961-1970).

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12 María Andrea Nicoletti
1. Misiones “ad gentes”: el proyecto misionero salesiano hacia la Patagonia
Las misiones “ad gentes” cobraron un vertiginoso impulso durante el
siglo XIX, después de un período crítico en el siglo anterior. La progresiva
colonización de territorios habitados por pueblos no cristianos facilitó la en-
trada de misioneros para la prédica de la fe, tanto católica como protestante.
En este sentido estos últimos resultaron un estímulo en cierto modo competi-
tivo para la Iglesia católica, tras el lanzamiento sistemático de empresas mi-
sioneras. No olvidemos que las misiones salesianas de Tierra del Fuego con-
vivieron con misiones protestantes2, que les precedieron y que evangelizaron
especialmente a los indígenas canoeros.
Por otro lado, la Iglesia transitaba un particular período de conciencia
universal tras la celebración del Concilio Vaticano I y el Papa Pío VII y sus
sucesores dieron un empuje decisivo a la tarea de propagación de la fe, subor-
dinándola a la santa sede que empezó a construir paulatinamente una “doc-
trina misional pontificia”3.
El surgimiento de nuevas congregaciones dedicadas a la misión y a la
educación, como los Salesianos de Don Bosco, y el florecimiento de antiguas
ordenes dedicadas a las misiones, especialmente la reinserción de los jesuitas,
constituyeron la materia prima de este movimiento. Sus experiencias comenza-
ron a ser recogidas en cátedras de misionología4, revistas y manuales5, relatos
misioneros6 y escritos etnográficos7 de los pueblos que evangelizaban, como
dieron sobradas muestras los misioneros salesianos de la Patagonia, a través de
la publicación de sus relatos en los Boletines salesianos en italiano y español.
La centralización de la tarea en el Colegio Propaganda Fide, reorgani-
zado por el Papa Pío VII, fue otro de los factores fundamentales que acompa-
ñaron este impulso. Los principios básicos que animaron la labor de Propa-
ganda Fide, expresados en el instructivo de 1845 Neminen profecto latere po-
test, promovieron la constitución de las Iglesias locales y la promoción del
2 Lucas BRIDGES, El último confín de la Tierra. Buenos Aires, Marymar 1975.
3 Nos referimos a las encíclicas Maximum Illud (1919), Rerum eccelsiae (1926), Sae-
culo exeunte (1940), Evangelii praecones (1951), Fidei donum (1957), Princeps pastorum
(1959), anteriores al Concilio Vaticano II.
4 Universidad de Munster, 1911.
5 La fundación de la Revista Anthropos en 1906 en la Universidad de Viena, la fundación
de la Biblioteca Missionum y la primera semana internacional sobre etnología religiosa en 1911.
6 Estos relatos fueron fundamentales para la propagación de la obra en Europa y la bús-
queda de financiación, como el caso del Boletín salesiano.
7 Como ejemplos citamos los escritos de Domenico Milanesio, Giuseppe Maria Beau-
voir, Maggiorino Borgatello, Alberto Maria de Agostini, y Lino del Valle Carbajal, del primer
período misionero salesiano en Patagonia (1880-1934). María Andrea NICOLETTI - Pedro NA-
VARRO FLORIA, El aporte de los misioneros salesianos al estudio etnográfico de la Patagonia,
en “Saber y Tiempo” 12 (2001) 27-47.

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Misiones “ad gentes”: manuales misioneros salesianos para la evangelización... 13
clero indígena. Sus objetivos fueron constituir un clero autónomo y autóctono
que se convirtiera en Iglesias autónomas y socialmente representativas. Obje-
tivos quizá muy difíciles de lograr en una época en la que las diferencias cul-
turales se apreciaban como diferencias antropológicas, y los cargos más
importantes solían reservarse a la congregación encargada del territorio.
La enunciación de Don Bosco: “evangelización del indio por el indio”, y la
promoción de la figura de Ceferino Namuncurá apuntaban a ese objetivo8.
En función de la evangelización, Propaganda Fide promovió un con-
cepto de salvación comunitaria contrario al que se sostenía antes del Concilio
Vaticano I. Este concepto fortaleció la posibilidad de admisión a la Iglesia ca-
tólica a distintas culturas, tal como lo expresó Don Bosco en el sueño de
18839 en el que Don Lago le presentaba una canasta con higos simbolizando
a los indígenas de la Patagonia, y en el sueño de 1878 en el que la Virgen,
mostrándole los distintos colores de las castañas que representaban distintos
grupos raciales, le advertía cómo debían ser evangelizados10.
Este tipo de organización misionera tuvo también un problema real:
“que todo era diseñado y organizado desde Roma sin tener en cuenta las ca-
8 María Andrea NICOLETTI, Una imagen alternativa sobre la conversión y educación del
‘indio’ de la Patagonia: Don Bosco y la Congregación salesiana, la imagen ‘previa’ y la
imagen ‘in situ’, en Mirta TEOBALDO (dir), Sobre maestros y escuelas. Una mirada a la Educa-
ción desde la Historia. Neuquén, 1884-1957. Rosario, Arca Sur 2000, pp. 199-217.
9 Existen dos versiones: una larga y otra corta. Tres manuscritos en el Archivo Salesiano
Central, Roma, contienen la versión corta, y otros siete del mismo repositorio contienen la ver-
sión larga. Ambas versiones, en Antonio DA SILVA FERREIRA, Due sogni sulle missioni della Pa-
tagonia e dell’America Latina, en “Ricerche Storiche Salesiane” 28 (1996) 101-139, cf en cas-
tellano, en Fausto JIMÉNEZ, Los sueños de Don Bosco. Madrid, CCS 1975, sueño 126, de las
[Juan Bautista LEMOYNE], Memorias biográficas de San Juan Bosco. T. X. Madrid, CCS 1985,
pp. 60-61. Contiene dos partes. En la parte geográfica del sueño viaja, acompañado por Luis
Colle, un benefactor salesiano ya fallecido, desde Cartagena (Colombia) hacia la cordillera de
los Andes, atravesando Bolivia, el Mato Grosso, el sur de Brasil y la Argentina hasta Punta
Arenas, cruzando toda la Patagonia. Desde allí pudo observar la geografía sudamericana, sus
ciudades, sus potenciales riquezas y la obra salesiana llevada a cabo. En la parte misionera apa-
rece un salesiano que le ofrece una canasta de higos aún sin madurar y le muestra cómo intro-
duciéndolos en un cáliz lleno de sangre y después en otro con agua es posible su conversión,
y le revela que sólo “con el sudor y con la sangre los salvajes quedarán de nuevo unidos a
la planta y serán gratos al dueño de la vida”. Ese esfuerzo culmina con el resultado que
Luis Colle le muestra a Don Bosco, el futuro de la obra misionera en la Patagonia.
10 Archivo Salesiano Central, Roma A 078 Doc., Vol. XXIX, pp. 43-48; FDB mc. 1106
D 12-E5 Cf F. JIMÉNEZ, Los sueños..., sueño 110, de las MB XVII 299-305. El sueño de 1878,
llamado de “las castañas”, describe a una mujer – probablemente la Virgen María – que le
ofrece a Don Bosco castañas de colores blanco, rojo y negro. Estas castañas están bañadas
en almíbar, que simboliza el método de evangelización salesiano, la dulzura de San Francisco
de Sales. Un salesiano, Mateo Picco, le revela a Don Bosco cómo deben ser evangelizados los
“infieles”. Si bien los blancos parecen comprender la Palabra más rápidamente, son los más
propensos a abandonarla. La evangelización de los indios, como lo viene afirmando con otros
símbolos, cuesta sangre, es decir un gran sacrificio, y la de los negros es aún más difícil y
parece casi imposible, ya que cuesta la propia vida. En adelante ASC, Roma.

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14 María Andrea Nicoletti
racterísticas y las posibles aportaciones de las culturas existentes en aquellos
territorios”11. Don Bosco, “se había dado cuenta que de aquellas tierras en
Roma no se tenían conocimientos” o “nociones muy vagas”12, por ello se pre-
ocupó en presentar al Prefecto un detallado informe de cuanto se conocía
sobre el territorio que pretendía evangelizar13.
Si bien esta concentración en Roma tuvo un aspecto negativo, su razón
apuntaba a imponer la unidad y la catolicidad romana, traspasando las activi-
dades misioneras de los Patronatos, sabiendo la enorme carga conflictiva que
esto suponía. De ahí que Don Bosco insistiera en la erección de un Vicariato
“que pueda ejercer la autoridad eclesiástica sobre los Pampas y Patagones que
por ahora no pertenecen a ningún diocesano ni gobierno civil”14.
De hecho, si bien los Salesianos habían arribado a la Argentina en 1875
con el expreso mandato de Don Bosco de evangelizar “la tierra de sus
sueños”, llegaron a la Patagonia en 1879, ya que las diferencias con el estado
nacional retardaron esa posibilidad15. Por otro lado los Salesianos asistieron
en la Argentina a situaciones que se inclinaron aún más a favor del apoyo ro-
mano a sus propósitos. La búsqueda de consolidación del estado decimonó-
nico se fortalecía con el sostenimiento del patronato para someter a la Iglesia
a la que veían como peligroso rival; en tanto la Iglesia ordenaba sus filas
frente a los estados y las ideologías seculares “romanizándose” desde sus
bases hasta su jerarquía16.
11 Juan María LABOA, Historia de la Iglesia católica. Edad Contemporánea. Madrid,
Biblioteca de Autores Católicos 1999, p. 253.
12 ASC, Roma, A 110 (1-Quaderno 7) Cronichetta-Barberis (15.5.1876), p. 49; MB XII
192; E III 58, en [Giovanni BOSCO - Giulio BARBERIS], La Patagonia e le Terre australi del
Continente americano [pel] sac. Giovanni Bosco. Introducción y texto crítico por Jesús
Borrego, in RSS 13 (1988) 255-442.
13 Memorando del 10 de mayo de 1876, conocido posteriormente como La Patagonia
e le Terre australi del Continente americano.
14 [Giovanni BOSCO], Epistolario. Vol. III (1876-1880) a cura di Eugenio Ceria. SEI,
1958. Lettera 1453 al Prefetto di Propaganda Fide.
15 María Andrea NICOLETTI, La Iglesia patagónica y su relación con el Estado Nacional
(fines del siglo XIX a mediados del siglo XX). Informe de investigación al Consejo de Investi-
gaciones Científicas y Técnicas. Buenos Aires, 1998.
16 Roberto di Stefano y Loris Zanatta sostienen que este proceso de romanización de
la Iglesia argentina, liderado por Pío IX y León XIII, marcó una impronta genética cuya
influencia llegó hasta el Concilio Vaticano II y que se debió a su falta de tradición autonomista,
a las influencias aluvionales de los inmigrantes, en particular por la influencia del clero extran-
jero que obligó a la cohesión y disciplina del conjunto, y a los estados liberales y su lucha
contra la fe positivista en el progreso. Esta romanización permite aportar una mirada a los con-
flictos entre liberales y católicos, que sostienen que enraizó antes del Concilio de 1899. Otra
consecuencia ha sido el fortalecimiento de la figura del delegado apostólico de la santa sede
en el control riguroso de las Iglesias locales, lo que confirma el enfrentamiento entre monseñor
Matera y el presidente Julio Roca en 1884. Roberto DI STEFANO - Loris ZANATTA, Historia de
la Iglesia Argentina. Buenos Aires, Mondadore 2000, pp. 332-336.

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Misiones “ad gentes”: manuales misioneros salesianos para la evangelización... 15
Estas diferencias como consecuencia de las problemáticas relaciones,
que tanto en Italia como en América se suscitaron entre la Iglesia y el estado,
fueron el termómetro de una situación que requería diplomacia y cautela para
conseguir el objetivo de evangelización de la Patagonia y mantener “indepen-
dencia y libertad de acción”17 para concretarlo. La Congregación salesiana
buscó su apoyo en el Pontificado para lograr su objetivo, la cercanía de
Don Bosco con Pío IX primero y León XIII después, no dejaba dudas sobre
el camino a seguir.
La entrada de los Salesianos a la Patagonia fue dificultosa, no sólo por
las campañas militares y la situación de desestructuración indígena, sino por
la proyección espacial de las misiones en un territorio desconocido e incon-
mensurable. Si bien existieron proyectos teóricos sobre la configuración de
este espacio elaborados por Don Bosco, el desconocimiento del territorio y el
improbable dimensionamiento de su vasta geografía obligaron a proyectar
con los “pies en la tierra”. De allí partieron los circuitos volantes en la Pata-
gonia continental a cargo de monseñor Cagliero, y las reducciones en la isla
de la Tierra del Fuego proyectadas por monseñor Fagnano.
Don Bosco era consciente que su proyecto para la Patagonia era “la más
grande empresa de nuestra Congregación”18. Esta primera intuición, producto
de sus “sueños” conformaron, junto a la información científica, la primer
imagen sobre el indígena patagónico que transmitió a sus misioneros. Estas
imágenes que se fueron forjando en la mente de Don Bosco, a medida que
acumulaba conocimientos sobre el territorio patagónico, se volcaron en el es-
crito que sintetizó la información disponible en la época sobre la Patagonia y
su proyecto de evangelización19.
Las visiones o “sueños” sobre la Patagonia y sus habitantes, la búsqueda
de información científica y formación filosófica y teológica de Don Bosco,
comenzaron a gestar la construcción de la imagen previa del indígena patagó-
nico transmitida a los misioneros que partieron a evangelizar. Estos misio-
neros a su vez, portadores de una primera “impresión” sobre los indígenas y
17 “Independencia y libertad de acción. Con mayor tiempo marcharemos más seguros”.
ASC, Roma, B 717, carta de Lasagna a M. Cagliero, 8 de mayo de 1880, cit. in Antonio DA
SILVA FERREIRA, Patagonia. Realtá e mito nell'azione missionaria salesiana. Piccola Biblioteca
dell’ISS, 16. Roma, LAS 1995, p. 24.
18 Carta de San Juan Bosco a Don Fagnano, Turín 31 de enero de 1881. Transcripción
completa del Epistolario IV, 214 en Raúl ENTRAIGAS, Los Salesianos en la Argentina. T. III.
Buenos Aires, Plus Ultra, p. 181.
19 Juan BOSCO, La Patagonia y las Tierras Australes del Continente americano. Bahía
Blanca, Archivo Histórico de las Misiones salesianas de la Patagonia norte, 1986. [Giovanni
BOSCO - Giulio BARBERIS], La Patagonia e le Terre australi del Continente americano [pel]
sac. Giovanni Bosco. Introducción y texto crítico por Jesús Borrego, in “Ricerche Storiche
Salesiane” 13 (1988) 255-442.

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16 María Andrea Nicoletti
su lugar de misión reelaboraron estos conocimientos en función del contacto
directo con los protagonistas, por lo que generaron una nueva imagen in situ,
que sostuvo un “imaginario para la conversión” del indígena, determinante en
los planes y metodologías misioneras20.
El fuerte peso que tuvo el “complejo civilizatorio” en la evangelización
“ad gentes” del período colonial, continuó en este período entendido como
paso fundamental para pensar en la “conversión” a la fe católica. Los planes
misioneros salesianos se resumieron en el binomio “civilización-conversión”,
apoyándose en la educación en las escuelas y el trabajo agrícola.
Uno de los principales impulsores y gestores de los propósitos enun-
ciados fue un salesiano formado por Don Bosco, Domenico Milanesio (1843-
1922), llegado a la Argentina en la expedición misionera de 1877. Milanesio
estuvo muy poco tiempo en Buenos Aires y partió a la Patagonia, como pá-
rroco de Viedma, en 1880. A partir de allí el despliegue de su actividad misio-
nera fue inigualable. Recorrió toda la Patagonia norte hasta Chubut y pasó va-
rias veces la cordillera. Hablaba con fluidez las lenguas indígenas y, a pesar
de sus incansables recorridos, fue sin dudas el misionero que más escribió
sobre la Patagonia, su sociedad y sus culturas. Desde escritos espirituales
hasta sistemas prácticos de agricultura, la obra edita e inédita del polifacético
padre Milanesio es asombrosa por su variedad y su volumen.
La experiencia misionera de Milanesio fue fruto de su formación pero
fundamentalmente de su práctica, en un momento en el que comenzaban a
surgir algunas pautas de misión más como consecuencia del trabajo de campo
que de instructivos teóricos.
En este aspecto, Milanesio decidió llevarlos al papel y ponerlos al ser-
vicio de la actividad misionera de la Congregación. Analizaremos, entonces,
dentro de sus escritos misioneros, mayoritariamente inéditos, la evolución de
los conceptos fundamentales que sirvieron de base para su tarea misionera y
la de sucesivas generaciones.
2. Domenico Milanesio: entre la teoría y la experiencia
En el movimiento misionero del siglo XIX, es difícil reconocer una me-
todología concreta, sobre todo porque algunos misioneros “no tenían una línea
clara de pastoral, unas directrices más o menos unitarias, sino que respondían
20 El desarrollo de este tema en: María Andrea NICOLETTI, La imagen del indígena de
la Patagonia: aportes científicos y sociales de don Bosco y los Salesianos (1880-1920), in
F. MOTTO (a cura di), L’Opera Salesiana dal 1880 al 1922. Significatività e portata sociale.
Vol. I. Contesti, quadri generali, interpretazioni. Atti del 3° Convengo Internazionale di Storia
dell’Opera Salesiana. Roma, 31 ottobre - 5 novembre 2000. Roma, LAS 2001, pp. 341-367.

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Misiones “ad gentes”: manuales misioneros salesianos para la evangelización... 17
a las necesidades del momento con los medios que tenían a mano”21. Sin em-
bargo muchos de los enunciados que Domenico Milanesio vertió en sus escri-
tos sobre la evangelización indígena, se reconocen en los principales docu-
mentos papales y episcopales del primer período misionero salesiano en la Pa-
tagonia (1880-1934). El principio de conciencia de universalidad de la Iglesia
presente en el Vaticano I (1869), abrió las puertas a la evangelización de cul-
turas distintas a las europeas, constituyendo, no sólo una posibilidad concreta,
sino una obligación de parte de los católicos. Tal como expresaba Milanesio:
“siendo así que los indios son criaturas que igualmente que nosotros han
salido de las manos de Dios y redimidos con la sangre preciosísima
de Nuestro Señor Jesucristo y capaces de la gloria del cielo, ¿porqué
no acudimos solícitos en su auxilio haciendo uso de los medios que la
Divina Providencia nos brinda para quitarlos de este estado tan mise-
rable y degradado en que se hallan actualmente?”22.
En este sentido sirvió como guía fundamental el Concilio Plenario Lati-
noamericano de 1899, no sólo por las específicas directivas sobre la “misión
ad gentes”, sino porque al ser Concilio se transformaba en una asamblea con
autoridad legislativa sobre todo el territorio americano23. En el enunciado de
sus disposiciones podemos seguir la labor del misionero salesiano y el reflejo
de sus principales conceptos en sus nociones teóricas y prácticas para llevar
una misión “ad gentes”.
Si bien Milanesio reconoció que los indígenas poseían un alma espiritual
21 Juan Maria LABOA, Historia..., p. 267.
22 Archivo Histórico de las Misiones Salesianas de la Patagonia, Bahía Blanca, Dome-
nico Milanesio, Rasgos etnográficos de los indígenas de la Patagonia. Imperiosa necesidad de
educarlos, 1890. En adelante: AHMSP, Bahía Blanca.
23 “En el decreto conciliar número 997 se lee lo siguiente: ‘En todos y cada uno de los
archivos de cada diócesis, parroquia y Iglesia pública, se tendrá por lo menos un ejemplar de
este Concilio Plenario, que en la visita pastoral se presentará al Obispo ó visitador, y se asen-
tará en el inventario’. O sea que cada sacerdote debía tener a su alcance una fuente clara y pre-
cisa de lo que debía hacer en su ministerio. Las varias ediciones que tuvieron las Actas y De-
cretos y también el Apéndice parecerían indicar que este decreto realmente se cumplió, aunque
no se haya cumplido de manera uniforme en toda América Latina. En el imprimatur de ambos
volúmenes consta que quedaba prohibida su reimpresión sin la autorización de la santa sede.
Sin embargo, en algunos países se trasmitió la doctrina conciliar por medio de pastorales colec-
tivas, en las que se daba a conocer, en castellano, lo expresado en los decretos conciliares”.
Pedro GAUDIANO, El Concilio Plenario Latinoamericano (1899). Preparación, celebración y
significación, en “Revista Eclesiástica Platense” CI, (1998) 1063-1078. Agregamos además
que en Título XI, Capítulo III, Decreto 774 explícitamente ordena que “Para desterrar los
abusos, contrarios a los decretos e instrucciones de la santa sede, que se han deslizado en al-
gunas de nuestras comarcas, relativos a la conversión y educación cristiana de los indígenas, y
más todavía acerca de la educación cristiana de los adultos, y el bautismo de los hijos de pa-
dres infieles, recomendamos a todos los Obispos, profesores de seminarios y sacerdotes encar-
gados de la conversión de los indios, la constante lectura de los decretos e instrucciones de la
misma santa sede sobre esta gravísima materia.

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18 María Andrea Nicoletti
y que por ello compartían su misma humanidad adhiriendo a principios mo-
nogenistas y del evolucionismo sociocultural, optó sin embargo por la tutela
reduccional para nivelarlos al estadio cultural que les permitiera insertarse so-
cialmente en la Cristiandad Occidental. Esta idea partía seguramente de la
convicción de que algunos grupos humanos eran considerados carentes de
una verdadera capacidad de intelección por no poseer los recursos culturales
adecuados de la ciencia moderna 24. De allí que como señalaba la Iglesia,
“procurar llevar la civilización, por medio de la predicación evangélica, a las
tribus que aún permanecen en la infidelidad”25 fuera un deber ineludible.
Este concepto se basaba para Milanesio en dos principios, uno teórico y
otro práctico. Teóricamente Milanesio sostuvo la afirmación de la humanidad
del indígena, que si bien contiene la esencia de la ley natural, ésta se en-
cuentra en su estado puro, sin un verdadero desarrollo cultural, adormecida y
atrofiada “debido a su vida ruda y sin cultura”26, de ahí que la educación y la
fe funcionen como principios iluminadores y necesarios para tener “derecho
al cielo” y, a la vez, “desempeñar los deberes de buenos ciudadanos”27. Estos
principios naturales tenían un desarrollo, según Milanesio, atrofiado que se
vislumbra en la práctica civil y religiosa.
En el orden práctico Milanesio alegaba la experiencia misionera, propia
y de sus hermanos salesianos, que no solamente les habían hecho preguntas
directas sobre el significado del bien y del mal, sino que además “han vivido
tanto tiempo entre ellos”28. Los misioneros habían podido constatar, mediante
el contacto directo, que los indígenas conocían los principios fundamentales
del bien y el mal y el contenido de lo que él llama “la virtud y el vicio”29.
Esta experiencia los había convencido tanto de su humanidad como de la ne-
cesidad de educarlos y evangelizarlos para que fueran plenamente hombres,
hijos de Dios y ciudadanos.
La herramienta fundamental que señalaba la Iglesia de aquellos tiempos
para alcanzar la “civilización” de los “infieles” descansaba, sin duda,
en la educación.
“Las escuelas fundadas para los indios bautizados, facilitarán a los sacer-
dotes y religiosos el aprendizaje de las lenguas indígenas. Además de
éstas, hay que fundar otras, bajo las mismas reglas, en el territorio
mismo de los infieles o en los lugares circunvecinos, adonde acuden a
comerciar, para que, en ellas, los hijos de los infieles o recién conver-
24 Clifford GEERTZ, La interpretación de las culturas. Barcelona, Gedisa 2000, p. 65.
25 Concilio Plenario Latinoamericano, 1899. Título XI, Cap. 4, decreto 770.
26 AHMSP, Bahía Blanca, Milanesio, Rasgos etnográficos...
27 Ibid.
28 Ibid.
29 Ibid.

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Misiones “ad gentes”: manuales misioneros salesianos para la evangelización... 19
tidos, se instruyan en las letras humanas, y los sacerdotes y religiosos
destinados a la conversión de los indios, puedan mejor practicar el
idioma de aquella región” 30.
Estos principios, sostenía Milanesio, eran sin duda los correctos para lo-
grar este objetivo, no sólo porque así lo pensaba, sino porque los misioneros
“los han visto mediante su benéfica predicación perfeccionarse paulatina-
mente tanto en el orden moral como material” y aún más, la prueba indudable
de esta percepción han sido “los varios establecimientos de educación que los
Salesianos han planteado en la Patagonia, a cuya sombra se acogen los indios
para educarse, siendo cosa notable ver, a veces, más empeño en los indios
para educar a sus hijos que en los mismos cristianos” 31.
Los principios rectores de la ley natural, la humanidad compartida, el
conocimiento de la verdad revelada, la formación en la “ciencia” y la pose-
sión de “medios materiales”32, constituyeron para Milanesio los factores que
obligaban a la “obra regeneradora”33 para con los indígenas, con el fin de
“quitarlos de este estado tan miserable y degradado en que se hallan actual-
mente” 34. La acción predominantemente asistencialista respondió a los pará-
metros culturales de los misioneros respecto de las necesidades materiales:
ropa “para cubrirse”, “techo para abrigarse”, “cama para dormir” y “una mo-
desta vianda” 35. El pedido de instrucción de sus hijos en los colegios sale-
sianos suponía también un reclamo de asistencia material, para una sociedad
que había sido empobrecida y marginada por la apropiación del territorio y
las campañas militares del estado argentino36.
Dentro de la metodología misionera, si de algo tuvo conciencia el padre
Milanesio fue de la dificultosa comunicación entre distintas lenguas. La Pré-
dica de la Palabra obligaba a sostener una comunicación fluida con los su-
jetos de evangelización. La Iglesia ya había experimentado los inconve-
nientes con este desconocimiento, la dependencia de lenguaraces y el peligro
que entrañaba la posibilidad de distorsionar el contenido por traducciones
erróneas y conceptos mal comprendidos:
“Por cuanto, como la experiencia nos enseña, el mayor impedimento a la
propagación de la fe entre los infieles, es la ignorancia de las lenguas in-
dígenas, hay que cuidar de que los sacerdotes destinados a su conver-
30 Concilio Plenario Latinoamericano, Título XI,Capítulo IV, decreto 773.
31 AHMSP, Domenico Milanesio, Rasgos etnográficos...
32 Ibid.
33 Ibid.
34 Ibid.
35 Ibid.
36 Nos referimos a las campañas militares de 1879 llevadas a cabo por el estado argen-
tino para la incorporación de los territorios indígenas, en este caso la Patagonia.

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20 María Andrea Nicoletti
sión, o que tienen parroquias en cuyo territorio o alrededores hay in-
fieles, aprendan la lengua de la tribu correspondiente. Y como hay al-
gunos que no comprenden la gravedad de esta obligación, queremos
amonestarlos con estas palabras de la Sagrada Congregación de Propa-
ganda Fide: ‘Como la fe, según nos enseña el Apóstol, entra por el oído,
y el sonido que por el oído penetra lo produce la palabra de Dios, y nadie
cree, si no escucha al predicador, es necesario que éste se sirva de aquel
lenguaje que los oyentes sepan y entiendan bien’. Si la lengua que ha-
bláis no es inteligible, dice el Apóstol San Pablo (1 Cor). XIV, 9) ¿Cómo
se sabrá lo que decís? No hablaréis sino al aire. En efecto, hay en el
mundo muchas lenguas diferentes, y no hay pueblo que no tenga la suya.
Si yo, pues, ignoro lo que significan las palabras, seré bárbaro o extran-
jero para aquel a quien hablo: y el que me hable será bárbaro para mí.
Por lo cual, nada ha deseado, recomendado y mandado la Sede Apostó-
lica con tanta frecuencia y tantas instancias, como el que los Misioneros
aprendan temprano, y lleguen a poseer, los idiomas de los pueblos que
han sido destinados a evangelizar”37.
Al respecto, Domenico Milanesio no sólo aprendió las lenguas indígenas
de la Patagonia Norte, sino que confeccionó diccionarios con su correspon-
dencia al castellano y al italiano dentro de un catecismo38.
Milanesio afirmaba que si bien el origen de todas las lenguas, inclusive
las indígenas, era divino, “inspirado por Dios a los hombres”, no necesaria-
mente podemos demostrar este concepto a través de las Sagradas Escrituras,
ya que nada dice de que Dios le haya sugerido la palabra que les convenía”
de allí se infiere que Adán y Eva
“se comunicaban manifestando mutuamente sus propias ideas. Los in-
dios pues, siendo hijos del mismo Padre y Creador del universo pueden
y deben hacer lo mismo, aunque no hablen con tanta perfección por su
decadencia en un estado bárbaro”39.
Para elaborar una teoría sobre las lenguas indígenas Milanesio utilizó el
método comparativo en dos niveles. Para explicar el origen de las lenguas in-
dígenas recurrió a la comparación entre lenguas “bárbaras” o “semi-bárbaras”
y “lenguas civilizadas” y, para explicar la diversidad de lenguas y vocablos
37 Concilio Plenario Latinoamericano, Título XI, Capítulo III, Decreto 772.
38 Sus estudios editados sobre lenguas se encuentran en: La Patagonia. Lingua, indus-
tria, costumi e religione dei Patagoni. Buenos Aires, Escuela Tipográfica Salesiana 1898;
Idiomas comparados de la Patagonia. Lecturas y fraseario araucano. Buenos Aires, Escuela
Tipográfica Salesiana 1915; Etmología araucana. Hermosa colección de dos mil y tantos
términos del antiguo Mapuche. Buenos Aires, Escuela Tipográfica Salesiana 1915, y Estudios
y apuntes sobre las lenguas en general y su origen divino. Particularidades sobre los idiomas
de la Patagonia. Obrita enriquecida con cuatro cuadros de 64 palabras cada uno comparadas
entre 23 idiomas sud americanos europeos. Buenos Aires, Escuela Tipográfica Salesiana 1918.
39 Domenico MILANESIO, Estudios y apuntes sobre lenguas indígenas..., p. 24.

2 Pages 11-20

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Misiones “ad gentes”: manuales misioneros salesianos para la evangelización... 21
indígenas, comparó las lenguas de los distintos pueblos. La conclusión a la
que llegaba Milanesio era la siguiente:
“Los idiomas se alterarían algún tanto perdiendo algo de su primitiva pu-
reza, ya adulterándose las palabras, o ya introduciéndose otras extrañas.
Entonces comenzarían a multiplicarse los dialectos que más tarde se hi-
cieron lenguas conservando no obstante siempre el carácter unitario de
afinidad y parentesco, con las singulares lenguas madres. Pero las na-
ciones bárbaras, que se han quedado por tantos siglos apartadas de la ci-
vilización y cultura de las demás han variado de tal modo la psicología
de sus lenguas primitivas, que casi no queda rastro de ellas, en la forma-
ción y laborío de otras nuevas. Pero ¿cómo habría podido suceder esto,
si en los hombres no hubiera la facultad y la posibilidad de inventar
nuevas palabras y adaptarlas a los conceptos del espíritu para expresar
todas las ideas que el hombre formula en su mente?”40.
Según el Padre Milanesio, tanto las diferencias como las semejanzas en
las lenguas “civilizadas” se han dado por el contacto entre las distintas na-
ciones. Allí radicaba para él la disparidad entre las lenguas “civilizadas” y las
“bárbaras”. Su hipótesis era que estas últimas han sufrido la falta de comuni-
cación y el aislamiento propio de la geografía americana que limitó su desa-
rrollo. “Por lo cual resulta claro que si en los idiomas cultos y del mismo
origen la imitación conservó la homogeneidad en esa palabra, nada semejante
ha hecho en los lenguajes de la Patagonia”41. Sin embargo, la naturaleza hu-
mana jugaba para el salesiano aquí su rol decisivo, “el hombre dotado del ins-
tinto de procurarse el bienestar y librarse del mal que lo aqueja, provisto de
inteligencia y del don de la palabra, hubo de aplicar a todos los seres que
tenía por delante un nombre, qué más conveniente para indicar sus buenas y
malas cualidades, con el fin de aprovecharse de unas y alejar de sí el peligro
de desgracias en las otras” 42.
Esto lo ayudó a hacer una distinción etnográfica entre los distintos
grupos que evangelizó: “los indios de las regiones manzaneras, cabe la Cordi-
llera, que hablan el araucano algo modificado. Los pampas que hablan el
pampa, algo distinto del anterior. Los tehuelches del Chubut tienen una
lengua que difiere también algo de las dos anteriores, pero casi todos en-
tienden el idioma de los manzaneros”43.
Por otro lado el aprendizaje de la lengua de parte del misionero impli-
caba un acercamiento indirecto a la cultura del “infiel”, lo mismo que para
40 Ibid., p. 35.
41 Ibid., p. 36.
42 Ibid., p. 22.
43 Domenico MILANESIO, Datos biográficos y excursiones apostólicas del Padre Mila-
nesio. Buenos Aires, Escuela Tipográfica Salesiana 1915, p. 178.

2.2 Page 12

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22 María Andrea Nicoletti
el indígena el aprendizaje del castellano significaba la iniciación en la “civili-
zación”, y la paulatina pérdida de identidad que en la lengua propia mantiene
su esencia cultural.
Todos estos principios y experiencias fueron los que el salesiano Mila-
nesio volcó en un primer reglamento para los misioneros de la Patagonia.
3. El reglamento misionero 44
El reglamento misionero del padre Milanesio fue, por su contenido, un
reglamento esencialmente práctico que intentó abarcar todas las facetas
posibles de la vida de misión, desde la puramente espiritual hasta la eminen-
temente práctica.
Dividido en títulos temáticos Milanesio, comenzó por lo que creía prio-
ritario: la vocación del misionero, su formación y su conducta, y continuó con
la misión en sí misma y las prácticas piadosas. Sin generalizar demasiado,
Milanesio prefirió centrarse en su propio campo de misión: la Patagonia,
y sobre ella extrajo las directivas más importantes a tener en cuenta. Desde
las circunscripciones geográficas hasta los paisajes costumbristas, nada esca-
paba a su análisis en función del recorrido, las actitudes y el ejercicio del mi-
sionero patagónico.
La primera parte es un “Directorio o guía propuesto a los Misioneros en
el desempeño de su santo ministerio en los Territorios del Sud de la Repú-
blica Argentina”; la segunda parte comienza con el tema del misionero: su
vocación y los requisitos necesarios para desempeñar esa tarea. La tercera,
cuarta y quinta parte se adentran específicamente en la misión: el aviso, los
horarios convenientes, las prácticas y los cánticos sagrados. La sexta y sép-
tima parte conforman una guía sobre las prácticas de piedad y cómo llevarlas
a cabo. La octava parte se refiere a la especial preparación de los niños a los
sacramentos y la enseñanza de la doctrina de la fe. En las novena y décima
parte se dedicó al tema de la muerte, especialmente centrado en las costum-
bres de los nativos patagónicos: la muerte del angelito y las formas de realizar
los velorios de los adultos. La undécima parte diseñaba el mapa de misión
con las parroquias y los límites de cada centro.
La décimo segunda parte y la décimo tercera nos indica la metodología
misionera adoptada por la Congregación: los centros misionero-educativos,
44 AHMSP, Bahía Blanca, Reglamento Misionero. Al Ilustrísimo Monseñor Juan Cagliero
misionero celosísimo y Vicario apostólico en la Patagonia en el año de sus bodas de oro de
misa. s/f. El documento comienza diciendo que en 1910 le manifestó al padre Vespignani la con-
veniencia de hacer un reglamento misionero y que el Inspector le recomendó que lo redactara.
Por tanto inferimos que el documento corresponde a ese período.

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Misiones “ad gentes”: manuales misioneros salesianos para la evangelización... 23
ya que divide a las misiones en: escuelas de los Salesianos e Hijas de María
Auxiliadora y la misión campestre con una guía de diez puntos de registro.
Finalmente, el padre Milanesio propuso el registro minucioso de las
misiones con ocho puntos en un informe al Inspector salesiano, y el canto de
las vísperas en días festivos.
3a. El misionero
Si bien para el padre Milanesio el misionero compartía el mismo fin
vocacional que los demás religiosos en cuanto al servicio y el amor a Dios y
al prójimo, conviene “que suba de algún grado más el deseo de perfección”45.
Y esto tenía para Milanesio una causa concreta: el misionero, en el campo de
acción, estaba “aislado y lejos de la vigilancia de sus superiores y encuentra,
a cada paso, dificultades y tropiezos que podrían poner en serio peligro la
salvación de su alma”46. Para que el misionero no expusiera en peligro la sal-
vación de su alma, era menester “una virtud acendrada y una voluntad férrea
[...] poniendo en práctica lo que dice el refrán: ‘Labora et ora’ 47.
Para Milanesio la vocación misionera, representaba una vocación aparte
a la que no todos los religiosos estaban llamados, de allí que los supervisores
debían cultivar estas vocaciones pero, sobre todo, estar atentos a quienes
cumplían con las características fundamentales para llevarla a cabo y “no en-
viar a cualesquiera a una misión extranjera”.48
Los requisitos que debía cumplir un misionero para Milanesio eran tres:
ciencia, moralidad y buena salud. En cuanto a la ciencia, Milanesio entiende
por ello, fundamentalmente, la instrucción en función de la solidez en la pré-
dica. Más adelante al describir las características de la misión, vuelve a poner
el acento en la preparación adecuada para la prédica que consiste, no sólo en
una buena instrucción, sino en la oración. Para Milanesio
“la falta de preparación en un predicador es un defecto tan grave que le
perjudica y desprestigia en la opinión de los oyentes, no menos de la-
mentar es la costumbre de aquellos que buscan flores sacando un len-
guaje rebuscado y haciendo uso de descripciones fantásticas y dema-
siado alegóricas ¿y que diremos de aquellos que so pretexto de captarse
aplausos de los hombres mundanales en prueba de la verdad traen casi
siempre textos de filósofos historiadores paganos en vez de acudir a la
verdadera fuente como es la Sagrada Escritura, la doctrina de los Santos
padres y la Historia Eclesiástica?” 49.
45 Ibid.
46 Ibid.
47 Ibid.
48 Ibid.
49 Ibid.

2.4 Page 14

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24 María Andrea Nicoletti
Aquí Milanesio hacía una salvedad: los misioneros salesianos tenían un
claro ejemplo para aunar lo sencillo con lo sublime en una prédica: Don Bosco.
La integridad moral estaba relacionada con su conducta ejemplar y con
la defensa de su virtud ante las tentaciones y peligros. Milanesio le daba al
misionero algunos breves consejos prácticos: no alojarse en hoteles, no hos-
pedarse en casas sospechosas, no permitir ni tener excesivo contacto físico
con criaturas, especialmente con niñas y no visitar las casas sin aviso previo.
En cuanto a la salud, “la robustez y la buena salud hacen que se soporte con
el pondus diae et aestus50.
Una condición para fortalecer la vocación misionera se centraba en las
prácticas de piedad. Milanesio comentaba que las tareas a las que el misio-
nero estaba dedicado seguramente le impedirían cumplir el reglamento a
la hora indicada. “Eso no importa: lo que debe procurar es que los cumpla
de algún modo aunque sea a destiempo [...] el ocio es el padre de los vicios”51.
Y seguidamente enumeraba cuáles eran esas prácticas a seguir: la confesión
y comunión frecuente, promover la devoción del Santo Rosario y premiar
a quienes la ejerciten, portar siempre libros de devoción, medallas y estampas
e instruir en cánticos de alabanzas.
El misionero debía llevar registro de las misiones rurales en cuanto a la
contabilización de sacramentos y atención a los fieles. Los datos después se
volcaba a un informe al Inspector salesiano que describe los centros de misión
en cuanto a: personal de cada casa, cantidad de novenas o triduos se practica-
ron en la misión o parroquia y en honor de qué santo, si se hace la explicación
del Santo Evangelio todos los domingos y fiestas de guardar, número de bau-
tismos, matrimonios, confirmaciones, confesiones, comuniones, enfermos vi-
sitados y cuántos han muerto con los auxilios religiosos, número de alumnos que
frecuentan las escuelas. Esta clase de datos que aparecen en las relaciones del
padre Milanesio en los Boletines Salesianos, también se encontraban conden-
sadas en otros escritos de su autoría. En su Racolta di vedute delle Missioni Sa-
lesiane della Patagonia52, aparece un cuadro completísimo de las distancias, nú-
mero de casas, población discriminada en urbana, blanca y rural y personal sa-
lesiano (Salesianos e Hijas de María Auxiliadora) hacia el año 1904. Y
“a su vez el Inspector recogiendo todos esos datos los pondrá con su
cuadro en forma estadística y mandará una copia particular a cada curia
Eclesiástica y Obispado de Buenos Aires, de la Plata y de Santa Fe”53.
50 Ibid.
51 Ibid.
52 Domenico MILANESIO, Raccolta di vedute delle Missioni Salesiane della Patagonia.
Torino, Oratorio San Francesco di Sales 1904, hay una copia en la Biblioteca Salesiana Cen-
trale di Roma.
53 Ibid.

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Misiones “ad gentes”: manuales misioneros salesianos para la evangelización... 25
3b. La misión
El reglamento sostiene dos tipos de misiones en la Patagonia: la misión
campestre y las urbanas: colegios y parroquias.
3b1. La misión campestre
En lo que se refiere a las misiones campestres, estas deben llevar un re-
gistro en el recorrido, en la administración de sacramentos, en los enfermos
visitados, en los objetos de devoción repartidos, estar compuestas por lo
menos de un misionero y un coadjutor y apuntar los percances que hubieran
sucedido. Debemos recordar que este tipo de misión fue la opción elegida por
monseñor Cagliero en la Patagonia continental, y que conformó un circuito
en red de casas de misión desde donde partían las misiones rurales. Estos cir-
cuitos siguieron la geografía patagónica apoyándose en los poblados ya esta-
blecidos. De tal manera en la Patagonia continental se establecieron reco-
rridos misioneros a lo largo de los ríos en el territorio de Río Negro, un cir-
cuito triangular en el Neuquén (Chos Mala-Junín de los Andes y la Con-
fluencia) y un recorrido circular del mar a la cordillera en el Chubut.
Para ambas misiones el reglamento contenía esencialmente cuestiones
prácticas. La misión debía ser según Milanesio programada de tal manera,
que la población sepa qué días y cuántos el misionero iba a permanecer allí,
invitaba incluso a hacerlo con volante impreso para convocar así a la mayor
cantidad de gente. Para fijar el horario, el misionero debía tener presente tres
cuestiones: las distancias, la aglomeración de pueblo y la estación.
El programa diario comenzaba con una misa a las 7 de la mañana para el
pueblo y a las 9 para la campaña, el rezo del Santo Rosario, cantos, un
sermón de unos veinte o treinta minutos, la explicación de la doctrina a los
niños hacia las tres de la tarde, el rezo del Santo Rosario al bajar el sol y la
instrucción religiosa intercalada con cantos.
La instrucción a los niños para recibir los Sacramentos debe tener al-
gunas pautas concretas que atiendan a que
“en el campo y en los pueblos de campaña en donde los niños suelen
estar más atrasados en los conocimientos de la doctrina cristiana, debe el
Misionero instruirlos verbalmente sobre las verdades más necesarias de
la fe y admitirlos a recibir esos sacramentos. Bastará para que sepan
rezar un poco recomendándoles sigan estudiando, sepan y comprendan
los misterios de la Unidad de Dios y Trinidad de las personas divinas, la
Encarnación, Pasión y muerte de J.C y finalmente tengan conocimiento
del premio y del castigo eterno: Sepan lo que es la confesión y comunión
y los efectos que producen en nuestra alma esos sacramentos”54.
54 Ibid.

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26 María Andrea Nicoletti
Respecto de los centros misioneros Milanesio hizo notar que, aún ya ex-
tendido el trabajo salesiano, no se “han determinado los puntos fijos de cada
centro de misión”. Recomendaba los motivos por los que debía determinarse:
por la salvación de las almas, para saber dónde dejar las partidas de los sacra-
mentos administrados, para saber dónde obtener copias de esas partidas
en caso de necesitarlas y para que se repartiera, cuando haya más misioneros,
tan vasta extensión”55. En lo que se refiere a los límites geográficos bosquejó
los siguientes centros de misión con sus radios de acción: Viedma, Pringles,
Conesa, Choele-Choel, Roca, Neuquén, Junín de los Andes, San Carlos de
Bariloche y Chos Malal.
Estos centros se fueron consolidando como: cabeza del Vicariato
(Viedma), como misiones a lo largo de los ríos (Pringles y Conesa), como
centro misionero nodal del Alto Valle (Roca), la diagramación triangular
de las misiones neuquinas: Chos Malal, Junín de los Andes y Neuquén y,
finalmente, la misión cordillerana de Bariloche.
3b2. Los colegios
Milanesio sostenía que los colegios eran un importante complemento de
la misión porque eran de “suma necesidad para la educación moral y religiosa
de la niñez y, aún más, para la educación cristiana de las niñas”56.
Inicialmente el proyecto educativo salesiano encajó perfectamente con
el impulso educativo que, en el proceso de formación de la nación, buscaba
homogeneizar y “educar al soberano”, en
“la conveniencia de generalizar la enseñanza sobre la base y cultura
constante del idioma nacional hablado y escrito [...] y la formación
moral del alumno si se quiere que sea de carácter definido y útil para la
familia y la sociedad” 57.
La educación actuó, sin duda, como brazo funcional de uniformización
en un territorio en el que el estado argentino acababa de ocupar un espacio al
que se proponía “argentinizar”.
En primer lugar Don Bosco ya había enunciado tajantemente que
sólo mediante la educación se podía ayudar, no sólo a la inserción de los indí-
genas en una nueva sociedad, sino a su desarrollo pleno de una humanidad
cierta, pero aún no “civilizada”. Por otro lado, los misioneros, convencidos de
que debían comenzar por moldear la arcilla blanda, o sea los niños, proporcio-
naron una oferta educativa que facilitaba herramientas para una inclusión social
55 Ibid.
56 Ibid.
57 Archivo Central Salesiano, Buenos Aires, Inspectoría San Francisco Javier, Capítulo
de la Inspectoría, 1916. En adelante: ACS, Buenos Aires.

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Misiones “ad gentes”: manuales misioneros salesianos para la evangelización... 27
efectiva, tal cual lo habían hecho en Italia mediante el “sistema preventivo”58.
La oferta educativa salesiana fue inmediata y paralela a la estatal, exten-
diéndose geográficamente a lo largo de los ríos primero, y ramificándose des-
pués a zonas menos pobladas. A pesar de la homogeneización propugnada por
la ley 1.420 de educación común (1884), la precaria realidad social y educa-
tiva de la Patagonia hizo, a menudo, de difícil cumplimiento la norma legal
por la gran demanda social y la escasez de la oferta que el estado proporcio-
naba, con la excesiva centralización del sistema educativo, que no advertía la
heterogeneidad social que, por ese entonces, presentaba el territorio59.
No sólo por una demanda insatisfecha sino por contemplar, además, esta
posibilidad de educación a los sectores por entonces socialmente marginales
como el indígena y el migrante chileno, el complejo educativo salesiano contó
con una alta matrícula tentando con la oferta de una educación integral y moral
cristiana, un régimen de internado, la separación por sexos, la implementación
de una educación práctica en los talleres y escuelas de artes y oficios, y la for-
mación de maestros en su propio sistema pedagógico “preventivo”.
Sostuvo además el padre Milanesio en sus escritos el enfrentamiento
ideológico con las escuelas estatales:
“El Gobierno nacional de la República Argentina ha sembrado los territo-
rios de escuelas laicas, en las que la niñez aprenderá a leer y a escribir,
pero nada de religión. Es verdad que la existencia de esas dos escuelas,
moral la una y laica la otra en un mismo pueblo, y particularmente cuan-
do es pequeño, puede originar contradicciones y disputas, pero aquí es el
caso de recordar lo que dice San Agustín “que el que hace el bien es ne-
cesario sufra persecuciones. A más de eso hay que atender al espíritu de la
escuela laica que tiende de suyo a descristianizar, permitiendo que se le
enseñe al niño todo menos los conocimientos de Dios, el cumplimiento de
sus deberes religiosos y ocultándole el tesoro de su grandioso y sobrena-
tural destino. Nadie ignora que ella envuelve la negociación de la inmor-
talidad del alma, mientras prescinde por completo de la enseñanza de sus
deberes morales y religiosos que unen con Dios su Criador, contentándo-
se con enseñar al niño todo aquello que lo relaciona con la materia y
lo puramente temporal, haciendo caso omiso de lo espiritual y eterno”60.
En el clima ideológico de la época, mientras las escuelas estatales fueron
vistas por la Congregación como contrarias a la moral cristiana, las escuelas
salesianas, a su vez, eran consideradas por los agentes educativos estatales
58 Pietro BRAIDO, Prevenire, non reprimere. Il sistema educativo di Don Bosco. Roma,
LAS 1999.
59 Mirta TEOBALDO - Amelia Beatriz GARCÍA, Estado y sociedad civil en la conforma-
ción y desarrollo del sistema educativo en el Territorio Nacional de Río Negro, 1884-1945, en
Adriana PUIGGRÓS, y otros (dir.), La educación en las provincias y territorios nacionales.
Buenos Aires, Galerna 1997, p. 314.
60 AHMSP, Bahía Blanca, Rasgos etnográficos...

2.8 Page 18

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28 María Andrea Nicoletti
como verdaderos opositores en el sistema, desconfiando de su verdadero
propósito de “argentinización”. Sin embargo, en el período posterior a 1920
el enfrentamiento se atenuó en pos de una nueva alianza educativa61.
3c. La administración sacramental
Dentro del programa de misión, Milanesio recomendaba dejar los bautis-
mos para el final. En esto atendió a la costumbre campesina del festejo “con
bailes y ruidosas algazaras”. Dentro del reglamento, Milanesio aludió también
a las costumbres del campo argentino que, más que folklóricas, le resultan
“bárbaras costumbres” que “el misionero debe desvelarse por desterrar”: los
festejos en la muerte del angelito y las borracheras en los velorios de los adultos.
En la muerte de los angelitos, Milanesio describía que
“celebran la despedida de su pequeño muerto con cánticos y bailes que
duran varios días. A veces este cadáver es trasladado de una casa a otra y
en cada una de ellas se renuevan esos festejos. ¡Es fácil pues comprender
que cuando se le da sepultura despida una hediondez que da ascos!”.
El “velorio del Angelito” era una práctica religiosa celebrada en Latinoa-
mérica que en la Patagonia tiene procedencia chilena. Para la creencia popular,
la temprana muerte lo convertía en un “angelito” mediador entre Dios y su fa-
milia. De allí que la muerte se transformara en una festividad con cánticos y
bailes que tenían la función de “hacer volar” al “angelito”. Mientras el niño era
colocado dentro del pequeño ataúd sobre una mesa, vestido de blanco con mu-
chas velas a su alrededor, los asistentes comían y bebían bebidas alcohólicas.
Lo que indignaba al misionero, fundamentalmente, era la explotación
comercial que se hacía en torno al velorio del “angelito”. “En lo que se refiere
al Territorio del Neuquén, existen numerosas referencias acerca de “alquilar”
o dar en préstamo el “finadito” con su pequeño féretro al “bolichero” – ex-
pendedor de bebidas embriagantes – para que organizara reuniones en donde
el baile y el vino generaran un ambiente festivo. Muchas veces el festejo de-
venía en riñas con heridos de cierta gravedad”62.
Para el caso de los adultos se seguía la tradición americana de velar al
muerto por las noches e intercalar, entre los rezos del rosario, bebidas alcohó-
licas, pero en
“Chile y Patagonia lo que se ve es algo peor. Se nos ofrecía a menudo
el sacrílego espectáculo de ver profanar los entierros de un modo más
61 AHMSP, Revista “Vida Misionera”, 1920-1930.
62 Ángel CERUTTI - Cecilia PITA, De angelitos, cruces y santos. Notas acerca de la reli-
giosidad popular de los migrantes chilenos en el Neuquén, 1884-1930. VII Jornadas Interes-
cuelas departamentos de Historia, Neuquén, septiembre de 1999.

2.9 Page 19

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Misiones “ad gentes”: manuales misioneros salesianos para la evangelización... 29
salvaje aún. A la noticia de algún vecino que ha muerto se reúnen en la
casa mortuoria como un enjambre de abejas hombres y mocetones de á
caballo. Estos al llevar el muerto al cementerio, se refrescan de vez en
cuando con unos tragos de licores y cuando han cumplido el funéreo en-
tierro suelen entrar al boliche más cercano a enjugar sus lágrimas como
quien dice en término vulgar con una buena tranca. Se suceden las remo-
liendas, las topadas de á caballo y á veces las riñas que suelen dar lugar á
desgracias. En una palabra: la sepultura de un finado que debería de ser
una obra donde suelen pedir una limosna determinada contentarse con lo
que los feligreses les dan voluntariamente”.
4. La institucionalización inspectorial del reglamento: el padre Vespignani 63
En las circulares, cartas y avisos de la Inspectoría salesiana de San Fran-
cisco de Sales el padre Inspector José Vespignani publicó los “Apuntes pro-
puestos como reglamento para las misiones según las indicaciones y por
encargo recibido en el último Capítulo General de nuestra Pía Sociedad”.
El reglamento, escrito en italiano, adhirió a las indicaciones del último Capítu-
lo General de la Pía Sociedad64. Dividido en cinco partes: 1. Aceptación de la
misión; 2. Organización de la misión: centros y residencias de los misioneros;
3. Formación del personal para las Misiones; 4. Espíritu y vida del misionero;
5. Avisos especiales y disposiciones para el progreso y éxito de las Misiones65.
4a. La misión
La reglamentación externa a la que la Congregación adhirió para su re-
glamento sobre las misiones del sur fueron fundamentalmente: las prescrip-
ciones para religiosos de la santa sede según el decreto del Concilio Plenario
Latinoamericano y las prescripciones especiales de la Constitución “Fir-
mandis” de Benedicto XIV. De acuerdo a la jurisdicción y administración los
religiosos y sacerdotes de cualquier misión, erigida canónicamente, debían
estar “ad nutum superioris” (I.1).
Internamente, y de acuerdo a las Constituciones de la Congregación, el
primer y último responsable de las misiones era el Inspector con el acuerdo
del Rector Mayor y el Capítulo Superior. En la figura del Inspector se con-
63 El padre José María Vespignani gobernaba desde 1895 la Inspectoría de San Fran-
cisco de Sales, en 1909 se le anexó La Pampa y el Vicariato apostólico de la Patagonia Septen-
trional y Central hasta la fundación de la Inspectoría de San Francisco Javier que comprendió a
la
Patagonia en 1911 y de la que se hizo cargo el Inspector Luigi Pedemonte.
64 ASC, Roma, Capitolo Generale XII, Torino 23/4 – 9/5/1922. En el último punto del
programa era previsto en el orden del día la propuesta a beneficio del sector de las misiones.
65 Los números entre paréntesis se refieren a las separaciones originales del documento

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30 María Andrea Nicoletti
centraban tanto las relaciones con las autoridades eclesiásticas respectivas
como con los funcionarios del estado. La funcionalidad jerárquica no permitía
que cualquier misionero tomara decisiones fuera de esta organización, que
aunque estaban contempladas en este reglamento, “por la urgencia de las cir-
cunstancias y la evidente ventaja moral de la misión”66, siempre quedarán “ad
referendum” (I.2).
Por otro lado se prohibió asumir la responsabilidad de colonias o reduc-
ciones de indígenas bajo la dirección o con dependencia administrativa de co-
misiones o corporaciones laicas. Para ello existían varias razones de peso que
enunciaba el padre Vespignani y que han sido, evidentemente, tomadas de la
experiencia misionera en curso. Por un lado, porque se contraponía el propio
sistema educativo y religioso de la Congregación, por el otro, significaba ha-
cerse cargo de inmuebles pertenecientes a la Iglesia pública y disponer de
personal en ese momento necesario para el óptimo funcionamiento de las mi-
siones (I.3).
De allí que las misiones, las residencias misioneras, colegios y asilos, en
fin, la obra de Don Bosco en su conjunto, “fueron poco a poco dispuestas es-
tratégicamente y sin demasiado dispendio y estabilidad, de acuerdo a las exi-
gencias actuales de la cura de almas” junto a la importancia de la población,
medios de comunicación y disposición y número del personal (I.4).
Siguiendo a la Constitución Pontificia “Firmandis”, debía existir un re-
gistro e inventario de todos los inmuebles y muebles pertenecientes a la Mi-
sión, diferenciando los de la Pía Sociedad, los diocesanos, los del colegio y
los individuales; así como también de los ingresos (limosnas, para el manteni-
miento de Iglesias y misiones, de los colegios, para la educación de los
alumnos, etc.) (I.5).
En lo que se refiere a la organización de la misión. Se distinguieron tres
tipos de misiones: la misión a los infieles, las nuevas poblaciones de colonos
e inmigrantes cristianos sin sacerdote, y una tercera posibilidad que podía ser
la fusión de ambas (II.1).
Cualquiera de estas misiones debía tener un centro o residencia fija
donde reside el superior de la misión, se formaba la comunidad misionera
al menos con seis religiosos, capilla, colegio, asilo, hospital con farmacia,
escuela de artes y oficios y de agricultura. De allí parten los misioneros a su
territorio asignado (II.2).
66 José VESPIGNANI, Appunti proposti come regolamento per le Missioni secondo indica-
zioni e per incarico ricevuto nell’ ultimo Capitolo Generale della nostra Pia Società, Circu-
lares, cartas, avisos para el uso de los Salesianos de la Inspectoría Argentina de San Fran-
cisco de Sales. Buenos Aires, SEI 1922. Si bien la circular 40 a la que pertenece el documento
está sin fecha, inferimos que éste fue redactado entre 1914 y 1915 que son las fechas de las cir-
culares anterior y posterior del tomo compilado.

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Misiones “ad gentes”: manuales misioneros salesianos para la evangelización... 31
La asignación del territorio fue otra cuestión importante a tener en
cuenta. Primero tener un mapa con todos los datos útiles para la misión, espe-
cialmente las tribus y tolderías existentes. Todos esos datos recogidos por el
superior de la misión serían volcados en el anuario de las misiones para el uso
ordinario y para el Superior de la Congregación (II.3). Posteriormente se hizo
una división por zonas o secciones, (siguiendo si era posible la división civil),
donde se fijará la residencia de los misioneros para la realización de visitas
frecuentes (II.4) y la iglesia o capilla para la celebración de Misas, adminis-
tración de sacramentos y explicación de la doctrina (II.5). Para todo ello era
importante tener en cuenta: las capellanías de atención, la zona a recorrer, si
hay ferrocarril, diligencia y tener un vehículo con un coadjutor a disposición
de las necesidades de la misión (II.5).
Las indicaciones para las misiones indígenas eran extensas y pormenori-
zadas, porque la conversión de los “infieles” constituía “el fin primario de las
misiones” (II.6).
Por otro lado, fueron éstas el objetivo prioritario de Don Bosco, que de-
vinieron en la imagen del “indígena infiel”. Imagen elaborada a través de la
información incorporada por sus “sueños”, su formación personal y la infor-
mación científica disponible en Europa sobre la Patagonia y sus habitantes
originarios.
El concepto de “infidelidad” recogido por Vespignani, sostenía como
puntos fuertes la afirmación de la unicidad del género humano, la defensa de
la dignidad intrínseca de las personas y la asignación de los “hábitos salvajes”
al demonio, exculpando a los indígenas del desconocimiento de la fe y de ser
naturalmente insumisos. Principios que posibilitaban una idea alternativa del
indígena patagónico que lo transformaban en un ser básicamente redimible,
sujeto de evangelización y educación que necesitaba, por carencia de un ver-
dadero desarrollo cultural, la tutela reduccional que proponía el reglamento.
Para ello se recomendaba, tanto para los indígenas aún nómades, como
para los establecidos en colonias, la permanencia al menos precaria de una re-
sidencia misionera con por lo menos tres salesianos, uno de ellos coadjutor
catequista, que conocieran las costumbres de los indígenas (II.10) y estu-
vieran especialmente instruidos en la enseñanza de la Doctrina Cristiana, asis-
tencia como sacristanes, y atención a las labores domésticas y de arreglos de
la casa (III.5) ya que se consideraba a la educación y la enseñanza de la fe los
principios iluminadores necesarios para formar como apuntaba Milanesio:
“buenos cristianos y buenos ciudadanos”.
De esta manera se buscaba modificar el modo de vida que los pueblos
indígenas patagónicos – tehuelches en la Patagonia continental y fueguinos
de las islas más australes – habían desarrollado, adaptándose a las condi-
ciones ambientales, básicamente cazador – recolector y de alta movilidad.

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32 María Andrea Nicoletti
Traducido en términos concretos, esto significaba vivir en poblado con
casa y familia, cultivar la tierra, criar ganado, respetar la propiedad ajena y
administrar los bienes. En distintos aspectos de civilidad comprendió básica-
mente: el aspecto individual – vestirse, dormir en camas, etc. –; el aspecto fa-
miliar – tener vivienda y familia monogámica –; el aspecto laboral – aprender
un oficio, administrar los bienes propios –, y el aspecto social – autogober-
narse – 67. Tanto en las reducciones como en las misiones volantes salesianas,
el modelo de “civilización” pasaba por la sedentarización y el trabajo de la
tierra, que le permitían al misionero quedarse un lugar fijo y predicar.
Los conocimientos sobre los pueblos indígenas ayudaba a ponerse en
contacto con su cultura y atraerlos proporcionándoles asistencia con víveres,
vestido, medicamentos y especialmente encargarse de la instrucción de los
niños (II.6). El camino para convertir al “infiel” era, desde el punto de vista
salesiano, la prédica del Evangelio a través de una educación sistemática, que
reconocía en los indígenas en general, inteligencia para comprender y, espe-
cialmente en los tehuelches, docilidad para establecer la comunicación con
el misionero. La educación los llevaría necesariamente a la “civilización” y,
consecuentemente, a la adaptación a la sociedad civil.
La metodología propuesta, siguiendo los consejos de Don Bosco, apun-
taba a la caridad y paciencia para “hacerles gustar la belleza de la religión, la
suavidad de las leyes divinas y los beneficios de la civilización cristiana, por
medio de los socorros que a su favor podemos recoger entre los cooperadores
salesianos y los que se puedan obtener de la autoridad civil” (II.6). Para ello
resultaba indispensable tener iglesia y colegio.
La iglesia para el culto y la escuela fundamentalmente la agrícola donde
“se aprende a ganarse el pan con el trabajo de sus propias manos” (II.7). Si
todo esto no fuese posible por falta de medio o personal, el misionero debe
por menos “recoger cuantos jóvenes indígenas fuese posible y educarlos en el
Asilo de la misión central” y que, una vez convertidos, lleven a sus familias
la fe y se conviertan a su vez en catequistas de “infieles” (II.8).
El Reglamento siguió los pasos de Don Bosco, y los misioneros procu-
raron catequizar a niños y jóvenes preferentemente en centros dedicados a
este trabajo, porque entendieron que “poco es el provecho que se obtiene de
los indios ya adultos”68. Aunque seguramente no advirtieron, que los indí-
genas adultos no fueron los niños que ellos imaginaron y que “los niños indí-
67 Pedro BORGES MORAN, Misión y civilización. Madrid, CSIC 1986, p. 57. Dentro de las
reducciones salesianas a diferencia de las jesuitas no se planteó en ningún momento el tema del
autogobierno. Solamente en términos teóricos el padre Milanesio, como citamos antes, reser-
vaba el gobierno de una reducción al misionero exclusivamente, basándose en las condiciones
morales de “minoridad” de los indígenas.
68 Boletín salesiano, julio 1909, p. 179. Relación del padre Bernardo Vacchina.

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Misiones “ad gentes”: manuales misioneros salesianos para la evangelización... 33
genas sólo podían ser adoctrinados y persuadidos, parcialmente, en desconfiar
y desatender valores paternos”69.
Para el método práctico de la misión se recomendaba uniformar la pré-
dica por medio de un pequeño manual y seguir algunas pautas durante el día
de misión, como la instrucción sobre las verdades eternas a la mañana y las
instrucciones sobre las verdades de la fe a la tarde, salvo para las personas de
la campaña a las que se las instruye en ambas verdades, después de la Misa,
a la mañana. El tiempo que resta puede ser dedicado a la Doctrina Cristiana,
escuchar confesiones y administrar sacramentos (II.9), especialmente los bau-
tismos enseñando a bautizar en caso de necesidad. Previo a la misión es con-
veniente hacer propaganda con el programa anticipado (II.10), dejando in-
cluso la fecha de vuelta del misionero comprometiendo a los que han ayu-
dado en ese misión (II.12), y no olvidarse de llevar: catecismos, manuales de
piedad, rosarios, crucifijos benditos y escapularios (II 11).
En el reglamento hay un apartado respecto de los medios para el pro-
greso y éxito de las misiones que se veían limitadas por la escasez de medios
y por ser muy extensas (V). Para ello se sugirieron algunos puntos respecto
del personal, de la ayuda económica de los cooperadores y colectas, y de la
colaboración de las Hijas de María Auxiliadora. Sabiendo de las dificultades
y escasez de personal, se recomienda al Inspector enviar sacerdotes o coadju-
tores que ayuden a los misioneros de vez en cuando, mantener las buenas re-
laciones con otras ordenes o congregaciones que también puedan ayudar, e
incluso contar con ex alumnos (V 1). Este punto que ya se vislumbraba en
el Reglamento de Milanesio, se volcó en el confeccionado por el Inspector
Vespignani como una honda preocupación que, como veremos, mantuvo en
correspondencia con el Inspector sucesor Pedemonte y que fue la clave de la
crisis misionera de este período.
Para los Salesianos, la participación de las Hermanas en la evangeliza-
ción fue imprescindible, no sólo porque necesitaban que esa misma tarea evan-
gelizadora se realizara también en los ámbitos femeninos, sino porque había
sido así concebida dentro del proyecto de Don Bosco. Don Bosco entendía que
“poco se puede hacer por las familias indígenas y en las poblaciones abando-
nadas sin la benéfica influencia de las Hermanas de Caridad”, a partir de allí
distingue perfectamente el sostenimiento material y espiritual, que los misio-
neros les deben, y la cooperación de las Hermanas en su proyecto
“para la educación de las niñas, que después vuelven a sus casas
llevando la semilla de la fe y del temor de Dios en las familias [...] y des-
69 Guillermo WILDE, Se hace camino al andar: el análisis de los procesos de formación
de identidades socioculturales a fines del período colonial, en “Memoria Americana” 9 (2000)
237-252.

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34 María Andrea Nicoletti
pués, con el asilo a las jóvenes indígenas, ayudar en la misión para la
formación de las nuevas familias enteramente cristianas y civiles” (V.3).
Los superiores de ambas congregaciones procurará dirigir prudente-
mente el ministerio de los misioneros respecto del colegio de las Hermanas, a
la asistencia en los hospitales, a la enseñanza de la Doctrina Cristiana o a las
reuniones de las Asociaciones, evitando intromisiones frecuentes y contrarias
a las Reglas y procurando la completa separación de las Casas (V.3 y 4).
4b. El misionero
Coincidiendo con el reglamento anterior, para el padre Inspector la voca-
ción misionera era una vocación especial que se mostraba en una marcada
tendencia personal y a la que la Congregación debía, especialmente, atender
cuando advirtiera, en uno de sus miembros, las siguientes actitudes:
“restarse asiduamente con celo y empeño a catequizar a los niños pobres
y prepararlos para recibir los santos sacramentos, la paciencia y el sacri-
ficio en la asistencia religiosa de los enfermos y de los moribundos, la
resistencia a la fatiga para predicar, confesar, exhortar a los pecadores a
la conversión y un amor especial a los Santos que se dedican a las mi-
siones, especialmente entre los infieles” (III.1).
En la correspondencia entre el Inspector Vespignani y su sucesor, el
padre Pedemonte, el padre José mostraba preocupación constante sobre la
formación espiritual de los acólitos a la que veía más relajada respecto de los
principios de Don Bosco y los Reglamentos70; porque advertía “la necesidad
de espíritu que necesitan los sacerdotes en las Misiones”71. Esta vocación no
debía ser tomada como una vocación solitaria para evitar la vida en comu-
nidad sino por el contrario la vocación apostólica debe alternarse con la vida
comunitaria, la escuela y el trabajo asistencial, que son la esencia de la comu-
nidad salesiana y que deben llevarse a donde quiera que vaya el misionero
(III.1; IV 5 y 6). Cuando asume la inspectoría el padre Pedemonte, recuerda
estas preocupaciones y las hace suyas en carta al mismo padre Vespignani
sobre la formación de los aspirantes de acuerdo a las circulares de Turín72.
Los principios del espíritu del misionero debían ser los siguientes: a) ce-
70 ACS, Buenos Aires, Cajas padre Vespignani, Correspondencia del padre Vespignani,
Cartas al padre. Pedemonte, Rosario, 31/7/1907; 1/9/1907; 15/5/1909, Fortín Mercedes,
28/10/1909, Bahía Blanca, 8/2/1910, Roma, 3/9/1910, Buenos Aires, 14/8/1910, Valsalice,
31/8/1910; Turín, 2/8/1910; Salta, 14/5/1911; 17/5/1911
71 ACS, Buenos Aires, Cajas P. Vespignani, Correspondencia del padre Vespignani,
Carta al padre Pedemonte, Fortín Mercedes, 28 de octubre de 1909.
72 AHMSP, Bahía Blanca, Carta del Padre Pedemonte al Padre Vespignani, Fortín Mer-
cedes, 3 de febrero de 1918.

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Misiones “ad gentes”: manuales misioneros salesianos para la evangelización... 35
lo ardiente por la salud de las almas abandonadas y hacer por ellas cualquier
sacrificio, b) tener la firme práctica de hábitos de piedad y virtud religiosa que
se practiquen incluso cuando el misionero está solo, c) despegarse de los luga-
res, cosas, parientes, amigos y de la comunidad de vida, templanza y modestia
en cada palabra, acto o trato con cada persona, d) estudio y práctica de todos
los ejercicios del ministerio, sea respecto de la prédica de la Palabra de Dios,
según el sistema del Venerable Padre Don Bosco, sea respecto de la adminis-
tración del Santísimo Sacramento, e) Decidido empeño de dedicarse, donde
quiera que sea, con caridad pura y paciente, a la educación de los jóvenes po-
bres y abandonados, que son la preferencia del salesiano (III.2), tener algunos
conocimientos para la asistencia de la salud de los enfermos (III.6) y tener
siempre presentes las recomendaciones que Don Bosco dió a los primeros mi-
sioneros salesianos que partieron a la Patagonia en 1875 (IV.1).
Como las misiones tenían una estrecha relación con las parroquias y ca-
pellanías, bien podía el misionero iniciar su trabajo bajo la guía de un buen
párroco salesiano prestándole ayuda. Por eso la formación del misionero
no debía ser sólo pastoral y teológica sino en la dirección de parroquias
(escuelas, instrucción para administración sacramental, especialmente en la
prédica del Evangelio sin olvidar ni la Regla ni el ejemplo de Don Bosco,
asociaciones religiosas, sociedad vicentina, círculos católicos etc.), reprodu-
ciendo el ejemplo de Don Bosco y Don Caffaso (III.3).
Para la formación del misionero se debían tener especialmente en cuenta
el estudio de los Hechos de los Apóstoles y de las Cartas de San Pablo,
porque allí se podían ver bien los primeros frutos de la prédica evangélica. Se
recomendaba especialmente la lectura de Dubois “Práctica del celo eclesiás-
tico”, de Frassinetti “El novel párroco” y la vida de los Santos Misioneros:
San Alfonso, San Leonardo de Porto Mauricio, San Francesco Saverio, anales
de Propagación de la Fe y Boletines salesianos (III.4).
En la práctica de acuerdo a las recomendaciones de Don Bosco los mi-
sioneros debían cuidarse especialmente de cinco peligros: 1. permanecer un
largo tiempo solos en la casa y comunidad, 2. continuo contacto con personas
seculares, 3. falta de confesión semanal y ejercicio mensual de la Buena
Muerte, 4. deber tratar muchas cosas materiales para el sostenimiento per-
sonal y de la casa, 5. falta de dependencia de un superior (IV.2). Para evitar
caer en esos cinco peligros, se deben prevenir lo siguiente: 1. no enviar nunca
a un misionero solo, hacerlo acompañar al menos por un coadjutor, 2. realizar
las prácticas de piedad en la misión, 3. no se funde casa y residencia de mi-
sioneros donde no pueda haber, por lo menos, dos sacerdotes e igual número
de coadjutores. Especialmente aconsejaban cautela en las casas de particu-
lares y albergues porque el misionero debe predicar con el ejemplo (IV.4).
El misionero debe hacerle una relación a su Superior sobre la misión que será

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36 María Andrea Nicoletti
conservada en el Archivo y, si es edificante e importante, se envía al
Boletín Salesiano (IV 5). Parte de la obra de Don Bosco lo constituye la
imprenta, por ello se recomienda tener un órgano de propaganda de las mi-
siones como un periódico para instrucción del pueblo que sostenga la doctrina
cristiana (V.5).
5. Balance de un período misionero: la reunión con el padre Pedemonte
(1911-1924)
La Inspectoría desempeñada por el padre Pedemonte coincidió con una
reestructuración administrativa del territorio de misión. Después de una larga
pelea para que el estado argentino reconociera el Vicariato apostólico trami-
tado por Don Bosco, el problema del Vicariato y la Prefectura patagónicos
volvió nuevamente a la discusión en 1907, cuando el padre Vespignani de-
cidió llevar la cuestión al capítulo superior de la Congregación en Turín, que
examinó pormenorizadamente el tema. Su intención era, obviamente, de-
fender el proyecto de Don Bosco y que el gobierno argentino lo reconociera,
preservando, de esta manera, la autonomía misionera y sentando las bases
para una futura división diocesana. Para ello, el procurador salesiano en
Roma junto con el capítulo y el Rector mayor, pusieron a consideración una
memoria aprobada por la Congregación de Negocios eclesiásticos que pasó
al padre Vespignani para que éste la tratase con el Arzobispo, el Internuncio y
el gobierno argentino 73.
Inmediatamente se consultó al Arzobispo y al Internuncio que vieron im-
posible el reconocimiento del Vicariato y la Prefectura a causa del patronato.
“La actitud adversa del gobierno y el celo del clero argentino terminó
presionando a los Salesianos, que por temor a perder todo, prefirieron
negociar con las autoridades gubernamentales. Lo lógico era que el Vica-
riato y la Prefectura fueran convertidas en diócesis pero en realidad se
los bajó de grado transformándolos en Vicarías Foráneas. Sin embargo
lograron salvar lo más importante: la dependencia salesiana de las tierras
de misión. Finalmente, por un auto del 9 de mayo de 1911 se sancionó
la nueva entrega de las misiones a los Salesianos definitiva e incondicio-
nalmente 74, las misiones se pondrían bajo la jurisdicción de un inspector
salesiano y dependerían del Arzobispo de Buenos Aires, del Obispo de
San Juan y del de La Plata respectivamente”75.
73 ACS, Buenos Aires, Caja 152.62. P. Vespignani. Memorial sobre Vicariato.
74 ACS, Buenos Aires, Caja 59, monseñor Espinosa. Auto del 9 de mayo de 1911.
75 María Andrea NICOLETTI, La organización del espacio patagónico: La Iglesia y los
planes de evangelización en la Patagonia desde fines del siglo XIX hasta medidos del siglo
XX, en “Revista «Quinto Sol»” 3 (1999) 39.

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Misiones “ad gentes”: manuales misioneros salesianos para la evangelización... 37
Internamente, una vez alejado monseñor Cagliero en 1904, el padre Pa-
gliere gobernó el Vicariato dependiente en 1909 de la Inspectoría San Fran-
cisco de Sales de Buenos Aires, cuyo inspector era el padre Vespignani, hasta
la definitiva creación de la Inspectoría de San Francisco Javier en 1911 con el
padre Pedemonte como primer inspector.
Indiscutiblemente el empuje y el espíritu de organización del padre
Pedemonte intentó poner en caja lo que hasta ese momento había surgido
de forma espontánea. Para ese momento las misiones se habían desplazado a
la cordillera y se habían constituido los centros misioneros más importantes
desde donde partían los circuitos.
Hacia 1922 incluso, la propuesta del padre Pedemonte al Capítulo Supe-
rior era la de renunciar en los diocesanos las jurisdicciones misioneras
de la Patagonia,
“después de mencionar las poblaciones de más de mil almas en los terri-
torios de Río Negro, el Neuquén, el Chubut y Santa Cruz, ven al misio-
nero no más de una vez al año y de considerar a los padres Beauvoir,
Martinengo, Frigerio y Marelli ya fuera de combate por la edad provecta” 76.
Pero el Capítulo General no creyó conveniente esta propuesta porque te-
mían el abandono de lo que tanto esfuerzo había costado a la Congregación,
ante la ausencia de clero secular, como ya había observado el padre Vespig-
nani cuando esgrimió este argumento a favor de la concesión definitiva del
territorio a los Salesianos 77.
Sin embargo, la visión del padre Pedemonte sobre las misiones patagó-
nicas, era realmente crítica: “Los momentos que atravesamos son ciertamente
anormales y hasta difíciles acaso más de lo que usted mismo alcanza a saber”,
le decía al padre Beraldi78. Dos años después el padre Beraldi presentaba un
panorama desolador en el que la crisis misionera se hacía evidente:
“¡Pobre Patagonia! ¡A qué estado deplorable hemos llegado! Los
Colegios sin asistencia, las misiones abandonadas! [...] Es una cosa que
da miedo”79.
Panorama que parece haber lentamente mejorado de acuerdo a las cartas
76 ASC, Roma, Verbali delle riunioni capitolari, vol. IV (1919-1926), p. 108 cit. Caye-
tano BRUNO, Los Salesianos y las Hijas de María Auxiliadora en la Argentina. T III. Buenos
Aires, ISAG 1984, pp. 286-287.
77 ACS, Buenos Aires, Caja 152, Personas, Padre Vespignani, Carta del Padre Vespi-
gnani al Internuncio M. Locatelli, 7 de agosto de 1909.
78 AHMSP, Bahía Blanca, Correspondencia del P. Pedemonte al Padre Juan Beraldi,
Bahía Blanca 23 de octubre de 1913.
79 AHMSP, Bahía Blanca, Correspondencia del P. Juan Beraldi al P. Pedemonte, Fortín
Mercedes octubre 22 de 1915.

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38 María Andrea Nicoletti
que, desde Junín y Chile, el mismo Juan Beraldi envió al padre Inspector80.
El historiador salesiano Cayetano Bruno, interpreta que el intento de or-
ganización del padre Pedemonte “tropezó con inveteradas y abusivas costum-
bres, y la mentalidad creada por los viejos misioneros que, juzgándose incom-
prendidos por el joven inspector, venido de la grande urbe, prefirieron
en parte abandonar el campo, sembrando de amargas quejas la retirada”81.
El análisis documental de la correspondencia entre los inspectores salesianos
Vespignani y Pedemonte entre sí, y con el padre Milanesio y otros misio-
neros, nos permiten ampliar esta hipótesis a un conjunto de variables que van
más allá de la confrontación generacional.
A pesar del posible enfrentamiento hubo, sin embargo, una fórmula de
conciliación en la reunión organizada por el padre Pedemonte en 1914, en
la que los salesianos Milanesio, Pestarino, Marchiori, Martinengo, Frigerio,
Marelli y Genghini se reunieron para “tomar ideas y cambiar resoluciones de
provecho general y particular de la Misión”82.
En esta reunión no se tomaron decisiones de fondo, los temas versaron
más bien acerca de un ordenamiento administrativo, la propaganda previa
de la misión y su circunscripción espacial. El centro del tema fue la adminis-
tración sacramental: el adoctrinamiento previo al bautismo, volver a bautizar
a los que habían recibido las aguas de socorro, adoctrinar y preparar a quienes
ejercieran ese sacramento en caso de urgencia, exigir los requisitos a los
padrinos, registrar a los hijos según la unión (matrimonio, unión civil y aman-
cebados), otorgar constancias matrimoniales, asentar las partidas de bau-
tismos y matrimonios en formularios provistos por la Inspectoría en los que
consten si existieron impedimentos, asentar las actas también en caso de
obtener la facultad de encargado del registro civil, administrar el sacramento
de la confirmación en la campaña, propagar el apostolado de la inocencia
y finalmente distribuir las zonas de misión que se detallan en el documento
pormenorizadamente.
Es evidente que el primer período misionero en el que participó el padre
Milanesio estaba haciendo crisis y el recambio generacional, sumado al au-
mento de la demanda poblacional en las ciudades patagónicas83, fueron al-
gunas de las causales respecto del posible enfrentamiento entre el padre Pede-
monte y los misioneros. Este problema no se manifestó solamente en el pe-
ríodo de Pedemonte, si bien fue seguramente allí donde hizo eclosión, sino
80 AHMSP, Bahía Blanca, Correspondencia del P. Beraldi al P. Pedemonte, Junín de los
Andes, 27/4/1917 y 5/6/1917; Santiago de Chile, 31/7/1917. Esta última en italiano.
81 Cayetano BRUNO, Los Salesianos..., pp. 284-285.
82 AHMSP, Bahía Blanca, Reunión de los RRPP Misioneros, 19 de agosto de 1914.
83 Pedro NAVARRO FLORIA, Historia de la Patagonia. Buenos Aires, Ciudad Argentina
1999, pp. 160-163.

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Misiones “ad gentes”: manuales misioneros salesianos para la evangelización... 39
que venía arrastrándose durante el período del padre Vespignani. Creemos
que existieron razones, más allá del carácter de los viejos misioneros, que la
sola resistencia al cambio.
Desarrollaremos a continuación, por lo menos, dos problemas claves
que, a nuestro criterio, sirvieron de detonante para la crisis misionera que
comenzó aproximadamente en 1914: la escasez de personal y los criterios
de organización de las misiones en los que, muchas veces, se manifestaron
disensos entre los misioneros y los inspectores.
5a. El problema del personal y la reorganización de las misiones
La correspondencia entre el Inspector saliente Vespignani y el Inspector
entrante Pedemonte vuelven permanentemente sobre estos temas. En las
cartas aparecen, incluso, listados de misioneros que, por la edad y la salud,
Pedemonte consideraba “fuera de combate”. En una carta al padre Vespignani
le explicaba la situación de salud de los padres Costamagna y Vacchina, que
al irse de sus centros ocasionan un movimiento que deja con escaso personal
a Rawson y probablemente el cierre, por algún año, del colegio de Comodoro
Rivadavia 84.
Ante la falta de personal la propuesta era “fundar en Italia un aspiran-
tado para la Patagonia [...] el apoyo de los Superiores ya se tiene”85.
El padre Pedemonte recogía la idea de su antecesor respecto de
la formación del personal y el sostenimiento de las vocaciones. En este pe-
ríodo crítico de falta de personal en la Patagonia, las autoridades de la Con-
gregación formularon un proyecto vocacional para captar salesianos, espe-
cialmente para las misiones. En el Piamonte después de la primer guerra
mundial, tanto el ambiente familiar propicio y como la especial búsqueda de
vocaciones de parte de la Congregación, ayudaron a generar aspirantes que
finalmente fueron como misioneros a la Patagonia. Estos aspirantes del
Piamonte surgieron de Ivrea, donde estaba el aspirantado “Cardenal Cagliero”
y otros lugares como: Penango, Mirabello, Bagnolo, Colle Don Bosco,
Chieri, Canelli. Muchos jóvenes que terminaban sus estudios en la Casa
Madre de Turín-Valdocco entraban a la Congregación y partían hacia las
misiones 86.
Ante la insistencia de Milanesio, el padre Pedemonte le escribió al padre
Vespignani esperando que el misionero tuviera en cuenta que “no podemos
84 AHMSP, Bahía Blanca, Carta del padre Pedemonte al padre Vespignani, 29 de enero
de 1918.
85 ACS, Buenos Aires, Caja 101.11, Pedemonte, Bahía Blanca 9/1/1913.
86 Agradezco a Don Luigi Cei la información respecto del tema de las vocaciones misio-
neras en los aspirantados.

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40 María Andrea Nicoletti
empeñarnos en otra obra que no sea formar gente, pues de Turín nos llegan y
de aquí se nos van” 87.
Por otro lado, la dificultad en cubrir de personal los centros de misión
supuso la reorganización de los mismos:
“En Bahía quedan el P. Cencio en el Don Bosco con Savoni de prefecto,
Garófolo de catequista y Pesce de consejero. En La Piedad sustituye
al P. Cencio el P. Ponte y a éste Benigno Champechaux... sustituirá
al P. Vacchina el P. Crestanello y a éste el P. Arsenio. Nos parece que
la nueva disposición deja a las casas en condición de sostenerse en la
disciplina religiosa sin desatender las obras iniciadas. El recargo de
trabajo es notorio especialmente en Bahía y Viedma en donde tenemos
los cursos normal y secundario nacional”88.
La explosión de centros misioneros, escuelas y parroquias del período
fundacional, ocasionó problemas para cubrir con personal aquellos lugares
que, por otro lado, surgían ante la necesidad y demanda poblacional. El freno
que puso la prohibición de crear más centros en 191089 fue la consecuencia
que provocó el frenesí de cubrir espacios en una geografía extensa e, inclu-
sive, escasamente conocida para el mismo estado argentino. El recorrido de la
tarea misionera, por otro lado, planteaba necesidades justificadas que surgían
de la experiencia de misión.
El padre Milanesio, por ejemplo, que había recorrido la Patagonia norte
palmo a palmo, le advirtió al Inspector Vespignani su opinión respecto del
territorio vacante entre el lago Nahuel Huapi y Junín de los Andes:
“Debe tener presente V.R. que este punto dista de Junín de los Andes
cuarenta leguas por el camino de tropa y por el de carretas sesenta. El
lago Nahuel Huapi se halla a una distancia aproximativa de 150 leguas
de Chubut. ¿No le parece pues demasiado dejar una extensión tan grande
sin otros auxilios religiosos que los que puedan llevar muy deprisa los
misioneros ambulantes? ...Pregunto yo ¿porque tanta despreocupación
entre las dos instituciones respecto de arbitrar los medios cristianizar
y civilizar esos pueblos?! Dejo que usted medite los motivos de tanto
desamparo...! [...] O tenemos personal y porque no lo enviamos a tra-
bajar en la misión o no tenemos y porque no entregamos la misión
a quién corresponde, o por lo menos porque no abrimos camino a otras
comunidades pidiéndoles que se dignen a venir a compartir con nosotros
los frutos de sus sudores. He dicho” 90.
87 AHMSP, Bahía Blanca, Correspondencia del P. Pedemonte al P. Vespignani, Viedma
10 de marzo de 1915.
88 AHMSP, Bahía Blanca, Carta del P. Pedemonte al P. Vespignani, Fortín Mercedes,
3 de febrero de 1918.
89 Nos referimos a la decisión tomada por el Capítulo General en 1910 de prohibir
la apertura de nuevas casas por un período razonable de tiempo.
90 ACS, Buenos Aires, Caja 80.3, Milanesio, Carta del padre Milanesio al padre Vespig-
nani, 18 de mayo de 1910.

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4.1 Page 31

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Misiones “ad gentes”: manuales misioneros salesianos para la evangelización... 41
Si con el padre Vespignani, la preocupación del misionero Milanesio pa-
saba por la falta de organización y abandono de algunos lugares de misión,
con el padre Pedemonte la preocupación era inversa. Milanesio se quejaba de
la falta de “libertad de acción”. “Creo conveniente, – le manifestaba a Don
Albera –, que mi Inspector me deje un poco más de libertad para hacer lo que
toca para procurar el bien a las tribus indígenas y, en particular modo, de ini-
ciar una nueva campaña en el sentido de ver el modo de enseñar la religión a
la juventud indígena, cosa que al presente se redujo. Y no sólo esto, pero
aunque me cuido de establecer alguna estación de más en ciertos centros muy
alejados de la línea de la precordillera dentro del Territorio del Neuquén,
donde se encuentra el mayor número de indígenas y de cristianos”91.
El problema presentaba dos visiones diferentes de la realidad, mientras
el Inspector y algunos misioneros de Junín pensaban que allí las cosas no fun-
cionaban correctamente, Milanesio insistía en fortalecer ese punto y le pedía
a Don Albera: 1. libertad para instruir a la juventud indígena de la precordi-
llera, 2. permiso de erigir una nueva misión en San Martín de los Andes; 3. li-
bertad para poder introducir nuevo personal fijo”92.
El Inspector Pedemonte tenía la perspectiva de la visión general de la
Inspectoría, preocupado por la escasez de personal y en consecuencia la desa-
tención de las estaciones misioneras, buscaba concentrar el personal y darle
a los centros una organización más articulada entre sí. Milanesio traducía
esa intención en la voluntad de “disminuir el personal, dejando traslucir aún
la idea de anular la casa de Junín de los Andes y llevar a otra parte al
personal” 93. Los misioneros que compartieron la comunidad de Junín se
quejaban amargamente a los Inspectores94.
Las diferentes visiones de una misma realidad llevaban a posiciones
encontradas, Milanesio se daba cuenta que “como no podemos conciliar
nuestras ideas en este punto que yo considero capital querría que el Capítulo
Superior dijese su parecer” 95. Ya se lo había manifestado al mismo padre
91 AHMSP, Bahía Blanca, Correspondencia de Domenico Milanesio, Carta a Don
Albera, Buenos Aires, junio 2 de 1915.
92 Ibid.
93 Ibid.
94 ACS, Buenos Aires, Caja 414, Junín de los Andes, Carta del P. Félix Ortiz al
P. Pagliere, 24 de octubre de 1900; AHMSP, Bahía Blanca, Correspondencia del P. Pedemonte
al P. Milanesio, Viedma 19 de agosto de 1915; Correspondencia del P. Pedemonte con el
P. Félix Ortiz, Bahía Blanca, 23 de febrero de 1916; Carta del P. Ortiz al P. Vespignani, Junín
de los Andes, 20 de diciembre de 1910; Correspondencia del P. Pedemonte al P. Milanesio,
Viedma 19 de agosto de 1915; ASC, Roma, F 056 S3122 Argentina San Francesco Saverio,
Corrispondenza 1887-1909. Carta del P. Genghini al P. Inspector Vespignani, 2 de enero
de 1906.
95 AHMSP, Bahía Blanca, Correspondencia de Domenico Milanesio a Paolo Albera,
2 de junio de 1915.

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42 María Andrea Nicoletti
Inspector solicitándole personal para sus misiones y recibió dos contundentes
cartas del padre Pedemonte que le advertían sobre los dos problemas
de disenso que venimos presentando.
Luigi Pedemonte le insiste que “nos es absolutamente imposible res-
ponder a su pedido por cuanto apenas tendremos para pan y carne... acólitos
no podemos distraer absolutamente ninguno de sus estudios. Escriba a los
Superiores de Turín para que nos manden de trienio y entonces se cumplirán
sus deseos” 96. Para el padre Pedemonte la escasez de personal era un pro-
blema grave porque influía directamente en el sostenimiento de la obra, como
lo manifestaba a sus hermanos salesianos: “recemos mucho y sin desmayo
por las vocaciones que tenemos y en aumento”97.
La visión del padre Milanesio era la del misionero protagonista de la mi-
sión fundacional y consideraba que todo lo que distrajera de las mismas cam-
biaba el curso del primigenio proyecto de Cagliero, con quien se había for-
mado en las misiones de la Patagonia. Las cartas del período 191598 reiteran
ese punto de vista insistentemente:
“Más como Consejero de nuestro querido Inspector (Pedro Bonacina),
debe procurar que se mantengan en buen pie las obras ya establecidas
conforme las tradiciones de nuestra Congregación y manifestar energía
cuando se trata de algún punto principal. Aquí aún que se me acuse de
atrevido voy a recordarle que no tan solo podemos sino que tenemos el
grave compromiso de aconsejar a los Superiores para impedir que se
cambie de rumbo el concepto primitivo, que ha servido de norma a la
conducta de nuestros misioneros en los tiempos pasados. Le invito pues
a convenir conmigo en el ideal de trabajar con celo y esmero, si cabe de-
cirlo, a favor de los Indios. Yo no propongo cosas extraordinarias y es-
trafalarias, sino cosas que encuadran perfectamente en el plan de con-
ducta que nos trazó el inolvidable Monseñor Cagliero, Vicario Apostó-
lico
y que es más vital para la Misión de la Patagonia. Hasta la fecha,
si queremos decir la verdad, nos hemos descuidado en ese sentido”99.
En ese sentido no existía un disenso de fondo con el inspector Pede-
monte, sino más bien de forma. Ambos creían que
“la palabra de Don Bosco se ha de cumplir pero a base y como fruto
96 AHMSP, Bahía Blanca, Correspondencia del P. Pedemonte al P. Milanesio, Viedma
4 de marzo de 1915.
97 AHMSP, Bahía Blanca, Correspondencia del P. Pedemonte al P. Félix Ortiz, Bahía
Blanca, 23 de febrero de 1916.
98 AHMSP, Bahía Blanca, Correspondencia de Domenico Milanesio a Paolo Albera, 2 de
junio de 1915; 12 de agosto de 1915; Carta al P. Bonacina, Buenos Aires, 29 de julio de 1915.
99 AHMSP, Bahía Blanca, Correspondencia de Domenico Milanesio, Carta al P. Bonaci-
na, Buenos Aires, 29 de julio de 1915.

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Misiones “ad gentes”: manuales misioneros salesianos para la evangelización... 43
del sacrificio de nuestros gustos, aspiraciones y comodidades y aún de
los años de nuestra vida”100. “Nuestro fin es siempre conseguir el Reino
de Dios por el camino que Dios trazó a Don Bosco”101.
Fieles a los proyectos originales de la Congregación y a los reglamentos
misioneros que habían generado, tanto Milanesio por la experiencia de
recorrer y misionar la Patagonia, como los Inspectores por la difícil tarea
de gobernarla.
Conclusiones
Las misiones “ad gentes” cobraron un vertiginoso impulso durante el
siglo XIX a partir de la conciencia universal que tras el Concilio Vaticano I
impulsó la tarea de propagación de la fe, centralizado en el Colegio Propa-
ganda Fide. Entre las nuevas Congregaciones misioneras surgidas en este pe-
ríodo,
los Salesianos de Don Bosco se lanzaron a la empresa de evangelización de la
Patagonia (1879) con un claro proyecto enunciado por su fundador: “la evan-
gelización del indio por el indio”, en el que no sólo formaban parte los enun-
ciados fundamentales de la misionología del magisterio de la Iglesia (clero au-
tóctono y autónomo, evangelización de las culturas, unidad de la Iglesia etc.);
sino que se sustentaba en una imagen alternativa del indígena patagónico.
Esta imagen, producto de sus “sueños” y de la información científica,
antropológica, teológica y filosófica de Don Bosco, originaron una visión
sobre el indígena sureño que calificamos de “infiel” y cuyas características
fueron: la afirmación de la unicidad del género humano, la defensa de la dig-
nidad intrínseca de las personas, la asignación de la culpa de los “hábitos sal-
vajes” al demonio, y la admisión de la capacidad intelectual de los indígenas
patagónicos. Esta imagen jugó en contrapartida a la imagen científica de la
época, que sostenía la “natural insumisión” de los indígenas y cuya conjetura
política derivaba, peligrosamente, en la justificación del exterminio.
La evangelización de los indígenas estaba fuertemente enraizada en la
búsqueda de “civilización” para la “conversión” a la fe católica, que en el
caso de los misioneros salesianos se apoyaba en la educación en las escuelas
y en el trabajo agrícola.
Domenico Milanesio fue uno de los primeros misioneros que, apoyado
100 AHMSP, Bahía Blanca, Correspondencia del P. Pedemonte al P. Félix Ortiz, Bahía
Blanca, 23 de febrero de 1916.
101 AHMSP, Bahía Blanca, Correspondencia del P. Pedemonte al P. Juan Beraldi, Bahía
Blanca, octubre 23 de 1913.

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44 María Andrea Nicoletti
en esta imagen donbosquiana, profundizó en esos principios sumándolos a
la experiencia “in situ”, y volcando su información en una variada y volumi-
nosa obra, entre la que se encuentra el primer reglamento misionero de la
Patagonia.
En concordancia con los principios del Concilio Plenario Latinoameri-
cano (1899) y los enunciados de Don Bosco, Milanesio reconoció que los in-
dígenas tenían un alma espiritual y que, por ello, compartían su misma huma-
nidad pero con un insuficiente desarrollo cultural que justificaba la tutela re-
duccional, la educación en los colegios y el adoctrinamiento en la fe en
lengua nativa, para así lograr la inserción social definitiva.
Dentro del período fundacional de las misiones salesianas en la Pata-
gonia (1880-1910), estos principios teóricos y la experiencia de los primeros
recorridos, le sirvieron a Milanesio para la confección de un reglamento mi-
sionero escrito aproximadamente en 1910.
El reglamento se circunscribió a la Patagonia y atendía tanto a aspectos
generales como particulares e incluso atinentes a las costumbres, respecto de:
el misionero, su formación, su conducta, prácticas piadosas y de la misión.
Esta última había sido dividida en campestre y urbana, cuyos principales cen-
tros eran los colegios y parroquias.
Para Milanesio los colegios eran la clave de la educación moral y religio-
sa de la niñez. Estos principios rectores coinciden con la necesidad política del
estado nacional de “argentinizar” el territorio y “educar a los naturales” para
incorporarlos a la sociedad civil, tal como lo contemplaba la Constitución.
La Congregación salesiana cubrió en ese aspecto una realidad educativa
precaria e insuficiente en las nacientes ciudades patagónicas, que contem-
plaba, además, a los sectores marginales: indígenas y migrantes. Sin embargo
este primer período se vio afectado por un clima ideológico liberal y anticle-
rical, que enfrento, a la educación estatal con la confesional, donde la Con-
gregación veía a las escuelas del estado como contrarias a la moral cristiana y,
a su vez, éstas últimas consideraban a la educación católica como verdadera
oposición al propósito de “argentinización”.
Estos principios prácticos volcados en ese reglamento, fueron posterior-
mente institucionalizados por el Inspector Vespignani en 1914, en concor-
dancia con el Capítulo de Turín y el magisterio de la Iglesia.
En este reglamento se le dio forma institucional a las misiones y su per-
sonal, estableciéndose el régimen jerárquico correspondiente a la Congrega-
ción para tomar decisiones. A aquella primera clasificación de Milanesio
sobre las misiones, el padre Vespignani dividió en detalle las misiones de “in-
fieles”, las misiones de colonos o bien la formada por la fusión de ambas, re-
glamentando pormenorizadamente a las primeras.
En el aspecto formal de las misiones de “infieles”, advertimos los princi-

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Misiones “ad gentes”: manuales misioneros salesianos para la evangelización... 45
pios instructores de Don Bosco y Don Milanesio y la importancia que tenía
para el Inspector la aplicación efectiva del sistema reduccional, por el cual
el indígena adoctrinado y “civilizado” mediante una propuesta educativa
fundamentalmente en el trabajo agrícola, se insertaba en la sociedad civil.
El reglamento apuntaba, sobre todo, a los niños como vehículos de evangeli-
zación hacia la tribu sin advertir quizá, la dificultad que conllevaba modificar
valores familiares.
La preocupación por la escasez de personal, la reorganización de las
misiones y la formación del misionero fueron el hilo conductor de los tres
reglamentos. En estos se advertía la vocación misionera como una vocación
especial, que los inspectores estaban preocupados en atender, respecto de
la formación de los misioneros, su vocación, la vida en comunidad, la espiri-
tualidad y moralidad y, fundamentalmente, la falta de personal.
La crisis que se venía gestando en la Inspectoría del padre Vespignani
y que surgió ante la búsqueda de organización del padre Pedemonte, tuvo
sus raíces en algunos de estos principios reflejados en los reglamentos: la so-
ledad, la independencia de criterio respecto de las autoridades de la Congre-
gación, y la cantidad de personal con relación a los centros de misión que sur-
gían ante la explosiva demanda poblacional en la Patagonia.
Como la organización misionera fue inminente ante la llegada de Pede-
monte, éste decidió realizar una reunión con los viejos misioneros en los que
volvieron a volcarse los principios y reglas anteriores, pero que en este caso
atendieron más a cuestiones de forma.
De todos modos, la perspectiva diferente entre los misioneros – funda-
mentalmente Milanesio – y Pedemonte, fue uno de los puntos que marcaron
este recambio y reorganización de las misiones. Existieron, por lo menos,
dos problemas claves que sirvieron de detonante para la crisis misionera que
comenzó aproximadamente en 1914 y que aparecen en el intercambio
epistolar: la escasez de personal y los criterios de organización de las
misiones en los que, muchas veces, se manifestaron disensos entre los misio-
neros y los inspectores.

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46 María Andrea Nicoletti
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48 María Andrea Nicoletti
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– Personas. Milanesio. Rasgos etnográficos de los indígenas de la Patagonia. Impe-
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