Mensaje BS abril 2008

Mensaje del Rector Mayor

para el Boletín Salesiano de Abril



Un servicio educativo/pastoral


“Al educador se pide seriedad en su trabajo y vigilancia mental. Él debe tomar en cuenta todas las corrientes que influyen en los jóvenes y ayudarlos a evaluar y escoger [...]  No basta saber, hay que comunicar. No basta comunicar, hay que establecer contacto. Quien comunica una noción pero no establece contacto, enseña pero no educa [...] Hay que amar lo que comunicamos y la persona a quien lo comunicamos”[1] .

 
Más que las obras, interesan las personas a quienes somos enviados y a quienes debemos dar respuestas válidas desde el punto de vista educativo y pastoral. Para Don Bosco “los jóvenes eran los dueños” que él debía conocer y salvar.


La formación es, por tanto, la primera exigencia de nuestra vocación y misión, porque hay que estar en forma – desde el punto de vista educativo, religioso y pastoral – frente a cualquier situación en que puedan encontrarse los jóvenes. Para que el servicio educativo sea de calidad, es indispensable investir en personas, recursos y tiempo que preparen a los agentes; y hace falta formar no solo su mente e inteligencia, sino también su corazón. Por ello, como educadores debemos valorizar nuestra vocación en toda su dignidad. Hay que estar realmente en forma para enfrentar la “problemática educativa” como desafío a la capacidad profesional y no como disculpa que nos bloquee, renunciando a las tareas educativas. La “calidad” de la vida cotidiana debe ser la plataforma privilegiada de la formación.


Para quien hace el educador por vocación, la acción educativa es “el lugar privilegiado del encuentro con Dios”
[2] . No se trata, por tanto, de un momento marginal en su vida. Estar con los jóvenes es el espacio espiritual y el centro pastoral de la vida del educador según el corazón de Don Bosco. Si este centro de unidad se desintegra, queda abierto el espacio a los protagonismos, a los activismos y a las intuiciones que representan una tentación insidiosa para los institutos educativos.


La caridad pastoral es el motor de una espiritualidad que es fruto de esfuerzo, entrega, reflexión, investigación y cuidado continuado y atento, pero ahonda sus raíces en la unión con Dios (como si viera lo Invisible), se traduce en oración y acción, en mística y ascesis. De esta forma sirve para la santificación así del educador como de los jóvenes. Jesús quiere compartir con ellos su vida, y el Espíritu Santo se hace presente para construir la comunidad humana y cristiana. Educadores y jóvenes coinciden en el mismo camino de santidad. Por esto se debe aceptar el desafío de ser, mediante la educación, misioneros de los jóvenes de hoy.


El servicio que ofrece la educación salesiana es completo e integral, porque toma en cuenta todas y cada una de las dimensiones de la persona, buscando el bien total del joven “aquí y para la eternidad”, al honrado ciudadano y al buen cristiano, así como se expresa en el trinomio: Salud, Sabiduría, Santidad. Este servicio educativo vale para todos. Está pensado para la masa y para el individuo particular, para cualquier ambiente o situación educativa, puesto que los principios y las técnicas que lo rigen pueden ser practicados por educadores comunes que posean – eso sí – una profunda personalidad cristiana y sean dotados de grande caridad pastoral hacia los alumnos.


Don Bosco, hombre práctico, sabía que la bondad de cualquier método educativo se mide por la capacidad de motivar a los desalentados, recobrar a los que han botado la toalla, ofrecer a la sociedad, como honrados y competentes profesionales, los muchachos que él recogía por calles y plazas, expuestos a los peligros propios de una gran ciudad. Su método prepara hombres para una vida profundamente humana mediante una profesión, útiles para sí y la sociedad. Don Bosco era educador siempre: en el patio, en el comedor, en la clase, en el laboratorio, en la capilla.


De allí que la propuesta educativa salesiana no esté limitada a ciertas estructuras. El hecho educativo es una relación entre personas y esto es posible tanto en ambientes educativos institucionales como en el tiempo libre de los jóvenes. Alma y cuerpo, individuo y sociedad, cultura y salud física: todo es tomado en cuenta en esta concepción educativa, adecuada a todo ambiente, a todo contexto geográfico, social, religioso, a cualquier tipo de sujetos y especialmente a todos los educadores que tiendan sinceramente al bien de los jóvenes. Podemos concluir diciendo que el servicio educativo y pastoral se realiza en una pluralidad de formas, determinadas por las necesidades de las personas a quienes nos entregamos.


Sensibles a los signos de los tiempos y atentos a las exigencias del territorio y de la Iglesia, renovamos nuestras estructuras con creatividad y flexibilidad constantes, tratando de ser en todas partes misioneros de los jóvenes, portadores del Evangelio a la juventud de hoy. El educador salesiano es siempre hijo de ese Don Bosco que se declaraba pronto a cualquier cosa, también a “quitarse el sombrero ante el demonio”[3] , con tal de salvar el alma de sus jóvenes.