Mensaje BS febrero 2008

Mensaje del Rector Mayor

para el Boletín Salesiano de Febrero



Su experiencia espiritual / educativa


"Para Don Bosco educar lleva consigo … un conjunto de procedimientos basados en convicciones de razón y de fe que guían la labor pedagógica. En el centro de su visión está “la caridad pastoral" (Juvenum Patris, 9)


Fue criterio de Don Bosco desarrollar lo que el joven lleva por dentro como empuje, poniéndolo en contacto con un patrimonio cultural hecho de visiones, costumbres, creencias; ofrecerle la posibilidad de una experiencia profunda de fe; injertarlo en una realidad social en la cual se sintiera parte activa a través del trabajo, la corresponsabilidad en el bien común, el compromiso por una convivencia pacífica.

Lo expresó con fórmulas sencillas que los  jóvenes podían comprender y hacer propias: buenos cristianos y honrados ciudadanos, sabiduría salud y santidad, razón y fe. Para no caer en el maximalismo utópico comenzaba allí donde era posible, según las condiciones del joven y las posibilidades del educador. En su oratorio se jugaba, uno era acogido, se creaban relaciones; se recibía instrucción religiosa, se alfabetizaba, se aprendía a trabajar, se daban normas para un comportamiento civil, se reflexionaba sobre el derecho que regulaba el trabajo artesanal y se trataba de mejorarlo.

Es queja recurrente de los jóvenes que hoy puede haber una instrucción que no toma en cuenta los problemas de la vida, una preparación profesional que no asume la dimensión ética o cultural, una educación que no ahonda los interrogantes de la existencia cerrándose en lo inmediato. Si vida y sociedad se han vuelto complejas, el sujeto sin mapa y/o brújula está destinado a perderse o a volverse dependiente. La formación de la mente, de la conciencia y del corazón son necesarias como nunca. Pero el punctum dolens de la educación hoy es la comunicación: entre las generaciones por la velocidad de los cambios, entre las personas por el aflojarse de las relaciones, entre instituciones y destinatarios por la diversa percepción de las respectivas finalidades. La comunicación es confundida, estorbada, expuesta a la ambigüedad por el excesivo ruido, por la multiplicidad de los mensajes, por la falta de sintonía entre emisor y receptor. De allí la incomprensión, el silencio, la escucha limitada y selectiva (con el zapping), los pactos de no agresión para mayor tranquilidad… Así es difícil aconsejar actitudes, recomendar comportamientos, transmitir valores. Y también esto ha cambiado no poco desde los tiempos de Don Bosco. Con todo, de él nos llegan indicaciones que, en su sencillez, triunfan, si se halla el modo de ponerlas en práctica. Una de dichas indicaciones es: “Se obtiene más con una mirada de afecto… que con muchos reproches”.

Hay una palabra, no muy  usada hoy, que sintetiza lo que Don Bosco aconsejó acerca de la relación educativa: amabilidad. Su fuente es la caridad, por la cual el educador descubre el proyecto de Dios en la vida de cada joven, hace que también el joven tome conciencia de él y lo lleve a cumplimiento con el mismo amor liberador y magnánimo con que Dios lo ha concebido. Esto engendra un afecto manifestado en medida de joven. Va madurando así, no sin dificultad, una relación que merece ser cuidada, cuando promete una traducción de las intuiciones de Don Bosco a nuestro contexto. Es una relación señalada por una amistad que crece hasta la paternidad. La amistad va aumentando con gestos de familiaridad y de ellos se alimenta. A  su vez provoca confianza, que es todo en educación. La amistad tiene una  manifestación muy concreta:la asistencia. Es inútil querer deducir el alcance de la asistencia salesiana del significado que el diccionario da a la palabra: se trata de un término acuñado en el interior de una experiencia y cargado de significados y aplicaciones originales. Es presencia física allí donde los jóvenes se encuentran, entretienen o proyectan. Es fuerza moral con capacidad de comprender, estimular y despertar. Es también orientación y consejo según la necesidad de cada uno.

La asistencia alcanza el nivel de la paternidad educativa, que es más que la amistad. Es una responsabilidad afectuosa y autorizada que ofrece guía y enseñanza vital y exige disciplina y compromiso. Es amor y autoridad. Se manifiesta “en saber hablar al corazón”. No hablar mucho, pero directo; no agitado, pero claro. Hay, en la pedagogía de Don Bosco, dos ejemplos de este hablar: las buenas noches  y la palabra personal que dejaba caer en momentos informales, de recreo. Dos momentos cargados de emotividad, que se referían siempre a sucesos concretos e inmediatos y entregaban una sabiduría cotidiana para enfrentarlos, enseñando el arte de vivir. He aquí por qué Don Bosco alcanzó la santidad siendo educador; he aquí por qué logró educar a jóvenes santos como Domingo Savio. Hay una relación entre santidad y educación.