CARTA_Actas_411-chavez-inculturacion-es


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actas
del consejo general
de la sociedad salesiana
de San Juan Bosco
ÓRGANO OFICIAL DE ANIMACIÓN Y COMUNICACIÓN PARA LA CONGREGACIÓN SALESIANA
411 año XCII
septiembre-diciembre de 2011
núm.
1.  CARTA DEL RECTOR MAYOR
Pascual CHÁVEZ VILLANUEVA
LA INCULTURACIÓN DEL CARISMA SALESIANO
«Siendo libre como soy, me he hecho esclavo
de todos para ganar a los más posibles»
(1Cor, 9,19)
03
2. ORIENTACIONES Y DIRECTRICES
Filiberto GONZÁLEZ PLASENCIA
ORIENTACIONES PARA DELEGAR LA
ANIMACIÓN DE LA COMUNICACIÓN SOCIAL
DE LA INSPECTORÍA A UN LAICO O LAICA 51
3.  DISPOSICIONES Y NORMAS
(No se dan en este número)
4.  ACTIVIDADES DEL CONSEJO GENERAL 4.1  Crónica del Rector Mayor
57
4.2  Crónica del Consejo General
65
4.3  Crónica de los Consejeros Generales
70
5.  DOCUMENTOS Y NOTICIAS
5.1   N uestra entrega confiada a María
89
5.2   Publicaciones para el 150 aniversario
de la Unidad de Italia
97
5.3   Nuevos Inspectores
98
5.4   Hermanos difuntos
101

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SIGLAS y ABREVIATURAS
ACG
Actas del Consejo General
ACS
Actas del Consejo Superior
ACSSA Associazione Cultori Storia Salesiana
AET
Visitaduría de África Etiopía-Eritrea
AFC
Inspectoría de África Central
AFE
Inspectoría de África Este
AFM
Visitaduría de África Meridional
AFO
Visitaduría de África Occid. Francófona
AFW Visitaduría de África Occid. Anglófona
AGL
Visitaduría de África Grandes Lagos
ARN
Inspectoría de Argentina Norte
ARS
Inspectoría de Argentina Sur
ATE
Visitaduría de África Tropical Ecuatorial
AUL
Inspectoría de Australia
AUS
Inspectoría de Austria
BBH
Inspectoría de Brasil Belo Horizonte
BCG
Inspectoría de Brasil Campo Grande
BMA Inspectoría de Brasil Manaus
BPA
Inspectoría de Brasil Porto Alegre
BRE
Inspectoría de Brasil Recife
BSP
Inspectoría de Brasil São Paulo
BS
“Boletín Salesiano”
CEP
Inspectoría de República Checa (Praga)
CEP
Comunidad Educativo-Pastoral
CFP
Centro de Formación Profesional
CG25 Capítulo General XXV (2002)
CG26 Capítulo General XXVI (2008)
CICM Congregatio Immaculati Cordis Mariae
CISI
Conferencia Inspectorial Salesiana
de Italia
CISUR Conferencia Inspectorial Cono Sur
CIVCSVA Congregazione per gli Istituti di Vita
Consacrata e le Società di Vita Apostolica
CNOS Centro Nazionale Opere Salesiane
Const., C. Constituciones de los SDB
CS
Comunicación Social
CSE
Centro Studi Emigrazione (editorial)
ECU
Inspectoría de Ecuador
DBI
Don Bosco Internacional
EE.UU. Estados Unidos de América
ElleDiCi Libreria Dottrina Cristiana
EST
Circunscripción de Europa Este
FCS
Formación para la CS
FMA
Hijas de María Auxiliadora
FS
Familia Salesiana
GBR
Inspectoría de Gran Bretaña
GS
Gaudium et Spes
ICC
Circunscripción de Italia Central
ICP
Circunscripción Piamonte Valle Aosta
ILO
Inspectoría FMA de Lombardía
ILS
Inspectoría FMA de La Spezia
ING
Inspectoría de la India / Gawahati
INM
Inspectoría de la India / Madrás
IRL
Inspectoría de Irlanda
IRO
Inspectoría FMA de Roma
ISET
Instituto Superior de Estudios Teológicos
ITM
Visitaduría de Indonesia Timor
JMJ
Jornada Mundial de la Juventud
KSIP
Conferencia Inspectores Salesianos
de Polonia y de EST
LDC
Libreria Dottrina Cristiana (ElleDiCi)
LthK
Lexycon für Theologie und Kirche…
MBe      M emorias Biográficas (ed. española)
MDG Visitaduría de Madagascar
MEG Inspectoría de México Guadalajara
MEM Inspectoría de México México
MJS
Movimiento Juvenil Salesiano
MSMHC Missionaries Sisters of Mary Help of Christians
NBCLC C entro Nacional de Biblia, Catequesis
y Liturgia de la Conferencia Episcopal
(India)
OFM Órden de Frailes Menores
ONG Organización No Gubernamental
PAR
Inspectoría de Paraguay
PEPSI Proyecto Educativo Pastoral Salesiano
Inspectorial
PICS
P royecto Inspectorial de CS
PIFCS P royecto Inspectorial para la
Formación de la CS
PJ
Pastoral Juvenil
PLS
Inspectoría de Polonia Sur (Cracovia)
POI
Proyecto Orgánico Inspectorial
RSS
Ricerche Storiche Salesiane (revista)
SMI
Sisters of Mary Immaculate
SpA
Società per Azioni (=sociedad anónima)
SSCS Sistema Salesiano de CS
SSE
Inspectoría de Sevilla (España)
SUE
Inspectoría de Estados Unidos Este
UISG Unión Internacional de Superioras
Generales
UPS
Universidad Pontificia Salesiana
URU
Inspectoría de Uruguay
USG
Unión de los Superiores Generales
VEN
Inspectoría de Venezuela
VIS
Voluntariato Internazionale per lo Sviluppo
(Voluntariado Internacional para el Desarrollo)
VC
Vita Consecrata
VSDB Visitation Sisters of Don Bosco
ZMB
Visitaduría de Zambia/Malawi/
Zimbabue/Namibia
Central Catequística Salesiana — Alcalá, 166 / 28028 Madrid — Edición extracomercial
Imprime: GRÁFICAS/85, S.A. (Madrid)

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
LA INCULTURACIÓN DEL CARISMA SALESIANO
«Siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos
para ganar a los más posibles» (1Cor, 9,19)
1. Ley de toda evangelización.— 2. Cambio de paradigmas culturales. La globalización.
El diálogo interreligioso. La situación juvenil. Un continente que hay fermentar, el continente digital.
3. La Iglesia primitiva, modelo y norma de evangelización inculturada. Una misión lograda si está
bien inculturada. Unidad en la fe, diversidad en su vivencia. Acordarse de los pobres. Una convivencia
problemática como resultado. El hecho y el principio.— 4. Mirando a Don Bosco. Un gesto muy
cuidado. «Algunos recuerdos especiales». «Nosotros queremos almas, y nada más». «Acuérdate
siempre de que Dios quiere nuestros esfuerzos hacia los jóvenes pobres y abandonados». «Co-
menzada una misión, el esfuerzo debe dirigirse siempre a hacer y establecer escuelas». «Dios llamó
a la pobre Congregación salesiana para promover las vocaciones eclesiásticas entre la juventud
pobre». «Todos, todos podéis ser verdaderos obreros evangélicos». «Haced que el mundo perciba
que sois pobres». «Con la dulzura de san Francisco de Sales, los Salesianos atraerán las poblacio-
nes de América hacia Jesucristo». «Recomendad constantemente la devoción a María Auxiliadora
y a Jesús Sacramentado». Conclusión.
16 de agosto de 2011
Aniversario del nacimiento de Don Bosco
Queridísimos hermanos:
Os escribo en el día en que doy comienzo a la apertura del trienio
de preparación al bicentenario del nacimiento de Don Bosco. Nos de-
seamos mutuamente una encarnación fiel de nuestro amado Padre pa-
ra llegar a ser, como él, signos del amor de Dios, especialmente para
los jóvenes.
He querido tomar como punto de referencia para esta circular un
texto bellísimo y significativo de la primera carta a los Corintios, en que
san Pablo, renunciando al derecho derivado de su libertad, declara que
se ha convertido voluntariamente en esclavo de todos, para llevar a la
fe de Cristo al mayor número posible de personas. Se ha hecho «judío
con los judíos», hombre sin ley mosaica con los que no están sometidos

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 411
a la ley mosaica; se ha hecho «débil con los débiles»; en una palabra, se
ha hecho «todo para todos». Y concluye así: «Hago todo esto por el
Evangelio, para ser partícipe de él con todos» (1Cor 9, 19-23). Aquí en-
contramos el modelo del misionero: es el que se identifica de manera
total con cada uno de sus destinatarios, con la única finalidad de ganar
al mayor número posible de ellos para su Señor.
Queridos hermanos, en mi última carta os he invitado «a vivir con
auténtico espíritu misionero en cualquier parte del mundo»; por ello, os
ofrecía «una reflexión sobre la misionariedad de la Iglesia y de la Con-
gregación y, en particular, sobre la evangelización como horizonte de
la actividad ordinaria de la Iglesia» y de la Congregación. Hoy quiero
reflexionar con vosotros sobre un tema que, en estrechísima relación
con los tratados anteriormente, desarrolla un aspecto importante para
asegurar autenticidad y eficacia a nuestra misión en la Iglesia. Quiero
hablaros de la inculturación del carisma salesiano. Es una tarea de la
que siento urgencia extrema a medida que voy conociendo más la rea-
lidad de toda la Congregación.
El carisma salesiano, «principio de unidad de la Congregación», está,
y podrá permanecer, «en el origen de nuestros diversos modos de vivir
la única vocación salesiana» (Const. 100), si logramos implantarlo al
mismo tiempo con fidelidad y creatividad, allí donde hayamos sido en-
viados y donde trabajemos. Podemos decir que este «plantar el carisma»
en las diversas culturas es compromiso más que centenario de nuestra
Congregación, a partir de las primeras misiones enviadas por Don Bos-
co a Argentina; y podemos reconocer que no han faltado frutos conso-
ladores. No obstante, debemos admitir que el reto es hoy mucho más
comprometido, al encontrarnos presentes en todos los continentes y en
contacto con las culturas más diversas. Para ser fieles a Dios que nos
envía y a los jóvenes, que son nuestros destinatarios privilegiados, es-
tamos convencidos de que debemos vivir con generosidad la identidad
salesiana; pero esto no significa que haya que actuarla en todos los lu-
gares de manera idéntica. La misión salesiana será significativa y eficaz,
y, por eso, tendrá futuro, si consigue presentarse al mismo tiempo fiel
a sí misma y también «como en su propia casa» en el ámbito cultural en
que se desarrolla, es decir, si Don Bosco sabe asumir, gracias a sus hi-
jos, el rostro propio de toda cultura que lo acoge.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
5
1.  LEY DE TODA EVANGELIZACIÓN
«La vocación salesiana nos sitúa en el corazón de la Iglesia y nos po-
ne enteramente al servicio de su misión» (Const. 6). Las Constituciones
reconocen también que «la misión da a toda nuestra existencia su tono
concreto» y «especifica la tarea que tenemos en la Iglesia» (Const. 3). Esto
significa que la misión forma parte de nuestra identidad carismática; de
manera que el fallo de la misión comportaría el fallo del carisma. Una
misión no inculturada adecuadamente es, sin duda, una misión frustra-
da: «El anuncio ‘inculturado’ (accomodata praedicatio) de la palabra re-
velada debe continuar siendo la ley de toda evangelización»1.
La misión no nace de la Iglesia, sino del Señor Resucitado (cf. Mt
28,19; Hch 1,8), que la confió a sus testigos (cf. Lc 24, 46-48) asegurán-
doles la presencia y la asistencia de su Espíritu (cf. Jn 20, 22-23). Ade-
más, la misión misma de Cristo no tiene su origen en Él, sino en el
Padre que «amó tanto al mundo» (Jn 3,16) que envió «a su Hijo, nacido
de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley,
para que recibiéramos la adopción filial» (Gal 4, 4-5). Por tanto, la mi-
sión ha partido de la intimidad de Dios, que ha engendrado al Hijo y
le ha enviado a encarnarse en la historia y, revelando así su amor, para
llevar a término la obra de salvación. De Dios Padre procede también
el Paráclito que Jesús ha enviado a su Iglesia (Jn 15,26). Como ya había
sucedido para Jesús (Lc 4,18-19), la Iglesia inició su misión cuando re-
cibió y acogió el don del Espíritu (Hch 2,1-33). Como para la Iglesia, así
ha sido para la Congregación: misión no es primariamente cuanto de
alguna manera se hace en favor de los otros; misión es más bien hacer-
se presente Dios en la persona de sus enviados: el Hijo, el Espíritu, la
comunidad. De este modo la misión queda descargada del peso exce-
sivo de la responsabilidad sobre los resultados y se convierte en pro-
clamación eficaz y visible del amor de Dios como aparece, primero en
el ser, y luego en el obrar de sus enviados. La Iglesia solo tiene sentido
como signo e instrumento para comunicar este amor «misionero» del
Dios Trino; de hecho, «todas las actividades de la Iglesia están transidas
1 GS 44.

1.6 Page 6

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6
ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 411
por el amor divino, que es «la fuente de la misión de la Iglesia»2. Por
vocación, nosotros estamos asociados a esta misión, siendo «en la Igle-
sia signos y portadores del amor de Dios a los jóvenes, especialmente
a los más pobres» (Const. 2).
Por tanto, cuando «llegó la plenitud del tiempo», y Dios quiso resca-
tar a los que estaban bajo la ley y hacerles hijos adoptivos, «envió a su
Hijo» entre nosotros: la eterna Palabra del Padre (Jn 1,14) entró a for-
mar parte de la historia humana encarnándose en el seno de una mujer
como si fuera en el contexto de una cultura particular. Y este «empe-
queñecimiento» del Verbo, esta asunción de la condición de siervo, sin
atenerse a su igualdad con Dios, sino vaciándose de sí mismo (Fil 2,6-7),
este hacerse contingente en el tiempo y en el espacio, no ficticiamente
sino en verdad, revela la condescendencia de Dios con el hombre, pro-
clamando su infinito amor. De hecho, tenemos a Jesús de Nazaret asu-
miendo plenamente la cultura de los contemporáneos con toda su
grandeza y con sus límites, hijo de un pueblo específico, el Israel de
aquel tiempo. ¡De verdad obediente al Padre y de verdad obediente el
hombre!
Y precisamente al obedecer a esta economía, el Hijo se hace nues-
tro Salvador. Quod non est assumptum, non est sanatum; quod semel
assumpsit nunquam dimisit3 [Lo que no ha sido asumido no está sa-
nado; lo que asumió una vez nunca lo perdió]. Los dos conocidos axio-
mas patrísticos expresan con claridad esta paradójica ley de la salva-
ción: no hay salvación sin encarnación, ni encarnación sin inculturación.
Por tanto, afirmar «la natural índole misionera de la Iglesia significa
testificar esencialmente que la tarea de la inculturación, como difusión
íntegra del Evangelio y su consiguiente traducción en pensamiento y
vida, todavía tiene vigencia hoy y constituye el corazón, el medio y la
finalidad de la nueva evangelización»4.
2 Benedicto XVI, Discurso a los participantes en la X Asamblea Plenaria del Consejo Pon�
tificio para el Diálogo Interreligioso, Roma, 7 junio 2008.
3 A. Grillmeier, LThK, pp. 954-955; id., Jesus der Christus im Glauben der Kirche I, Frei-
burg 1979.
4 Juan Pablo II, Discurso al finalizar loas trabajos del Consejo Internacional para la Ca�
tequesis, Roma, 26 de septiembre de 1992.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
7
2.  CAMBIO DE PARADIGMAS CULTURALES
El sujeto de la misión salesiana en el mundo es hoy una comunidad
de cerca de 16.000 miembros presentes en todos los continentes y es-
parcidos en más de 131 países distintos. Aunque no todos los herma-
nos sean conscientes de ello, el conocido fenómeno de la globalización
es un hecho vivido en nuestra Congregación. Esto nos pone ante el
desafío, cada vez más acuciante, de realizar el único carisma salesiano
en una multiplicidad de variadísimos contextos sociales, religiosos y
culturales. No hay duda de que el carisma salesiano es único, válido
para todos y para cada uno; pero no puede ser vivido en forma unívo-
ca. Si no está bien enraizado en la cultura en que la comunidad desa-
rrolla su misión, no logrará liberar las virtualidades de salvación que
contiene, no resultará significativo en el hoy de nuestra historia ni po-
drá subsistir en el mañana.
Durante mis visitas a las Inspectorías, no raramente he tenido la
impresión de que muchos hermanos, llevados por las urgencias apos-
tólicas del momento, no prestan la debida atención a esta responsabi-
lidad. Me asalta también alguna duda sobre la formación inicial: es
obvio que, en los años de formación, se favorece en el joven hermano
la apropiación personal del carisma, pero tal vez se descuide o no se
dé el justo valor a la educación de una adecuada sensibilidad cultural,
con particular referencia a las culturas juveniles.
Estamos viviendo un cambio de época, del que no se libran ni la Igle-
sia ni la Congregación. Este cambio genera crisis e inseguridad, pero
también suscita nuevas expectativas y ofrece verdaderas oportunidades,
apenas imaginables hace poco tiempo. Me parece obligado aludir aquí,
aunque sea brevemente, a algunos de los hechos que mejor identifican
el cambio en acto y que ponen en discusión nuestra forma de vivir como
educadores consagrados y el modo de realizar nuestra misión.
La globalización
Sin duda, la globalización caracteriza el momento histórico en que vi-
vimos. Fenómeno imparable y reciente, afecta, en primer lugar, a las nue-
vas formas de organización jurídica, productiva y financiera, surgido en el

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8
ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 411
llamado «primer mundo» con la intención precisa de crear en todo el mun-
do un mercado único y de homogeneizar las condiciones económicas y
también los estilos de vida, la cultura, y, más en general, las ideologías ‘po-
líticamente correctas’ en conformidad con el modelo occidental. La globa-
lización ha eliminado distancias y fronteras, ha acercado pueblos y perso-
nas; hoy es posible enviar a cualquier parte del mundo un número casi
infinito de informaciones. Esta posibilidad de unir en pocos segundos lu-
gares distantes miles de kilómetros ha terminado por condicionar también
los sistemas de producción y de comercialización: los capitales ya no tie-
nen patria. Vistos los flujos migratorios y los fenómenos ligados a ellos, no
están garantizados los puestos fijos de trabajo ni la seguridad de los ciuda-
danos. Hay que reconocer que la globalización ha ofrecido y ofrece indu-
dables ventajas, pero también hay que decir que ha condicionado y
condiciona cualquier contexto de la sociedad actual, convertida ahora en
una «aldea global», de manera que sociedades hasta ayer distintas por cul-
turas, tradiciones, creencias y modas se encuentran convertidas en una
amalgama que amenaza sus identidades peculiares.
Por tanto, se trata de una realidad ambigua, que tiende a nivelar todo
y a todos según parámetros que no respetan las diferencias y excluyen a
quien no se adecua a ella. «Se tiene la impresión de que los complejos di-
namismos suscitados por la globalización de la economía y por los medios
de comunicación tienden a reducir progresivamente al hombre a una de
las variables del mercado, a una mercancía de cambio, a un factor del todo
irrelevante en las opciones más decisivas. De este modo, el hombre corre
el peligro de sentirse expulsado por mecanismos de dimensiones mundia-
les y sin rostros y de perder cada vez más su identidad y su dignidad de
persona. Debido a estos dinamismos, también las culturas, al no ser acogi-
das y respetadas en su originalidad y riqueza, sino adaptadas de manera
forzosa a las exigencias del mercado y de las modas, pueden correr el ries-
go de la homologación. De ello se deriva un producto cultural marcado
por un sincretismo superficial, en el que se imponen nuevas escalas de
valores, que derivan de criterios muchas veces arbitrarios, materialistas y
consumistas y reacios a la apertura al Transcendente»5.
5 Juan Pablo II, Discurso a los miembros de las Pontificias Academias con ocasión de la
sexta sesión pública (8 de noviembre de 2001).

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
9
Como en la Iglesia, en la Congregación no somos ajenos a este pro-
ceso y deberíamos tomar en serio el reto de promover y transmitir «una
cultura viva, una cultura capaz de fomentar la comunicación y la frater-
nidad entre los diversos grupos y pueblos y entre los diversos campos
de la creatividad humana. En otras palabras, el mundo de hoy nos de-
safía a conocernos y a respetarnos unos a otros en la diversidad de
nuestras culturas y a través de ella»6. Con nuestras presencias apostóli-
cas, y antes que nada en el interior de nuestras comunidades religiosas,
cada vez más pluriculturales, estamos llamados a vivir y a testimoniar
una comunión en la que «la atención recíproca ayuda a superar la sole-
dad, la comunicación impulsa a todos a sentirse corresponsables, el
perdón margina las heridas… En comunidades de este tipo, la natura-
leza del carisma moviliza las energías, sostiene la fidelidad y orienta el
trabajo apostólico de todos hacia la única misión. Para presentar a la
humanidad de hoy su verdadero rostro, la Iglesia tiene urgente necesi-
dad de estas comunidades fraternas; con su misma existencia, contribu-
yen a la nueva evangelización, puesto que muestran de manera concre-
ta los frutos del «mandamiento nuevo»7.
Viviendo como hermanos entre nosotros y como operarios de paz
y solidaridad con todos, promovemos la unidad de la familia y la trans-
formación del mundo según el corazón de Dios; «también hoy, como en
el pasado, de la fe vivida con valentía brota la fecunda cultura hecha de
amor a la vida»8, que distingue el carisma salesiano. Así podemos res-
ponder con eficacia a nuestra tarea y ofrecer una contribución original,
o sea, «afrontar creativamente el reto de la inculturación y conservar al
mismo tiempo la propia identidad»9.
6 Juan Pablo II, Discurso a los Representantes del Mundo de la Cultura y de la Ciencia
(Tiflis, Georgia, 9 de noviembre de 1999).
7 VC 45. Benedicto XVI, Homilía en el Solemnidad del Corpus Christi (23 de junio de
2011).
8 Benedicto XVI, Discurso a la Asamblea del II Congreso de Aquileya (7 de mayo de 2011),
Il Regno, Documenti 56 (2011), pp. 322-323.
9 VC 51. «El reto de la inculturación ha de ser acogido por las personas consagradas como
llamada a una colaboración fecunda con la gracia en el acercamiento a las diversas cul-
turas» (VC 79).

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10
ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 411
El diálogo interreligioso
Más allá del proceso de inculturación, en el marco de nuestra acti-
vidad apostólica, y cada día en mayor proporción, nos vemos confron-
tados y a veces desafiados por el pluralismo cultural y en especial por
el religioso, fenómenos que afectan al mundo actual. A la tendencia a
nivelarlo todo que caracteriza el proceso de globalización en acción, se
opone una fuerte afirmación de culturas particulares y de religiones,
tanto antiguas como modernas; exigen reconocimiento y respeto, tra-
tan de afirmarse o de protegerse, manifestando a veces reacciones fun-
damentalistas cuando advierten amenazas a su identidad y a la libertad
de expresión. Así, en las actuales circunstancias históricas, el diálogo
interreligioso ha asumido una nueva e imprescindible urgencia, convir-
tiéndose en un elemento estratégico de la misión.
Desde hace tiempo, la Iglesia está empeñada en «tender puentes de
amistad con los seguidores de todas las religiones, para buscar el au-
téntico bien de cada persona y de la sociedad en su conjunto»10. Aun-
que el Evangelio continúa siendo «la prioridad permanente» de su mi-
sión, «el diálogo interreligioso es parte de la misión evangelizadora de
la Iglesia»11: por tanto, al dedicarse a la evangelización, cada uno de los
fieles y todas las comunidades cristianas están llamadas a practicar este
diálogo.
Para los Salesianos que trabajan hoy en favor de jóvenes en todos los
escenarios posibles, incluida la missio ad gentes, el diálogo interreligioso
no puede ser considerado una actividad marginal en la vivencia de los
creyentes y en el servicio de la fe, ni una realidad puramente personal o
de la Congregación, sino que ha de ser reconocido como «un servicio
necesario a la humanidad»12; más todavía, «algo que surge de las exigen-
cias propias de la fe. Brota de la fe y debe ser nutrido por la fe»13.
10 Benedicto XVI, Discurso a los Representantes de las Iglesias y comunidades eclesiales y
de otras Religiones no cristianas, Roma, 25 de abril de 2005.
11 Juan Pablo II, Redemptoris Missio. Encíclica sobre la validez permanente del mandato
misionero, 44.55. Roma, 12 de septiembre de 1990.
12 Jean Louis, card. Tauran, Intervención en la VI Conferencia de Doha sobre el Diálogo
Interreligioso (13 de mayo de 2008).
13 Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, Carta a los Presidentes de las Con�
ferencias Episcopales sobre la Espiritualidad del Diálogo (3 de marzo de 1999) 1.

2 Pages 11-20

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
11
Efectivamente, dialogar entre creyentes de diversa fe, e incluso con
no creyentes, «es un camino de fe»14. No requiere renunciar a ningún
elemento de nuestra identidad cristiana, ni de lo que creemos ni de lo
que practicamos, y ni siquiera ponerlo entre paréntesis o en duda. Más
todavía, nuestros interlocutores, sean los muchachos que educamos o
personas que comparten nuestro trabajo educativo, desean con toda
razón conocer con claridad quiénes somos, qué pensamos y por Quién
trabajamos. Naturalmente, educamos y acompañamos a los jóvenes en
su camino de fe; pero también somos conscientes de que, en una pro-
porción cada vez más grande, jóvenes y colaboradores pertenecientes
a otras religiones o indiferentes desde el punto de vista religioso, o in-
cluso no creyentes, nos buscan como educadores, compañeros de viaje
y guías. Por eso nos acercamos a ellos con cordial interés, vivimos y
trabajamos con ellos en el respeto absoluto de su libertad, ofreciéndo-
nos siempre como testigos alegres de Jesucristo y miembros leales de
una comunidad de fe.
Para nosotros, más que un método para desarrollar la misión sale-
siana, el diálogo es el modo mismo de realizarla. Si se trata de un «diá-
logo de la acción», nos impulsará a buscar formas concretas de colabo-
ración leal. Y así, «mientras aplicamos nuestras intuiciones religiosas (y
carismáticas) para promover el desarrollo humano integral, trabajando
por la paz, la justicia y la salvaguardia de la creación», como educado-
res que somos, deberíamos centrarnos principalmente en el «diálogo
de la vida» que implica sencillamente «vivir codo con codo y aprender
el uno del otro, de manera que crezcan la comprensión y el respeto
recíprocos»15.
De esta manera, el diálogo se convierte en anuncio: «dos modos de
implementar la misión de la Iglesia»16. Nosotros lo realizamos como
creyentes y como educadores: dialogando con otros creyentes testimo-
14 Benedicto XVI, Discurso a los participantes en la X Asamblea Plenaria del Pontificio
Consejo para el Diálogo Interreligioso, Roma, 7 de junio de 2008.
15 Benedicto XVI, Discurso a los Representantes Institucionales y Laicos de otras Religio�
nes, Londres, 17 de septiembre de 2010.
16 Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, Dialogue and Proclamation. A��R��e�
flection and Orientations on Interreligious Dialogue and the Proclamation of the Gospel
of Jesus Christ, 82. Roma, 19 de mayo de 1991.

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12
ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 411
niamos a Cristo y le imitamos «en su preocupación y compasión por
cada uno y en el respeto por la libertad de la persona»17. En un mundo
caracterizado por el pluralismo religioso, proclamar la propia fe tiene
resonancias nuevas que todavía han de ser exploradas; entregados
completamente a Dios, caminamos junto a personas de diversa fe y
cultura hacia el único Padre, poniéndolas en el centro de nuestras pre-
ocupaciones, escuchando y haciendo nuestros los problemas que les
acucian y buscando juntos las respuestas que dan sentido a nuestra
historia común.
La situación juvenil
Globalización y diálogo interreligioso son fenómenos que interpe-
lan hoy a la misión salesiana ‘desde el exterior’, es decir, provienen del
cambio en el paradigma cultural actual. Pero me parece percibir en la
Congregación un fenómeno muy preocupante, que puede poner en
peligro la ineludible responsabilidad que tenemos de incultural el ca-
risma salesiano en favor de los jóvenes a través de la educación y de la
evangelización. En diversos lugares compruebo entre los hermanos
una resistencia más o menos consciente, y a veces una incapacidad de-
clarada, a acercarse con simpatía, a iluminar con perspicacia, fruto de
estudio, y a acoger cordialmente las nuevas formas de expresión que
caracterizan a los jóvenes de hoy, y también las experiencias colectivas
con las cuales dan forma a sus espectaculares estilos de vida18, es decir,
las que se realizan en el tiempo libre, casi siempre al margen de las
consabidas instituciones sociales.
Fruto del profundo cambio cultural en que estamos inmersos en
nuestro Occidente son, por ejemplo, la interpretación de la realidad
más como historia mutante que como naturaleza estable, y la reivindi-
cación del individuo que se considera y se desea como valor absoluto,
17 Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, Carta a los Presidentes de las Con�
ferencias Episcopales sobre la Espiritualidad del Diálogo, 6. Roma, 3 de marzo de 1999.
18 J. González-Anleo – J. M. González-Anleo, La juventud actual, Verbo Divino, Estella
2008,44. Para una descripción de los estilos de vida juveniles en las sociedades occi-
dentales, véase la monografía «De las ‘tribus urbanas’ a las culturas juveniles», Revista de
Estudios de Juventud 64 (2004), pp. 39-136.

2.3 Page 13

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
13
en continua búsqueda de sí, provisto de una libertad de experimenta-
ción casi ilimitada y orgulloso de su autonomía personal. En este con-
texto, los jóvenes –la mitad de la población mundial tiene menos de
veinte años- son desgraciadamente más víctimas que protagonistas.
Privados de raíces y desenganchados de referencias sólidas, se ven
obligados a procurarse ellos solos una identidad personal y a escoger
un camino concreto de realización. No encuentran en la sociedad, y a
veces tampoco en la Iglesia, modelos que asumir, metas atrayentes que
perseguir y ni siquiera guías fiables a los que dirigirse, tanto más que
la familia está ausente e impreparada, mientras la escuela se muestra
lejana del mundo juvenil e ineficaz en las metodologías tanto educati-
vas como didácticas19. Abusando cada vez más de una libertad sin nor-
mas y sin horizontes, inmersos en un clima cultural cada vez más com-
plejo y confuso, envueltos y a veces revueltos por un mercado de
múltiples y variados valores religiosos y morales, se ven obligados a
«inventar la propia vida sin un manual de instrucciones»20.
El Capítulo General 26 ilustra esta situación cuando afirma, al ha-
blar de las nuevas fronteras: «Reconocemos también las expectativas de
los jóvenes espiritual y culturalmente pobres, que solicitan nuestro
compromiso; jóvenes que han perdido el sentido de la vida, carentes
de afecto a causa de la inestabilidad de la familia, desilusionados y va-
cíos por la mentalidad consumista, indiferentes religiosamente, desmo-
tivados por el permisivismo ético y por la difusa cultura de la muerte21.
Esta soledad afectiva no es la única, y me atrevería a decir que ni
siquiera es la forma de pobreza existencial más extendida con la que
se tropiezan los jóvenes de hoy. La mayoría de los que pueblan el lla-
mado ‘Tercer Mundo’ conoce bien la indigencia económica, la precarie-
dad familiar, la discriminación racial, las carencias educativas y cultura-
les, la falta de preparación al trabajo, la explotación innoble por
terceros, el empleo abusivo como mano de obra, la clausura de hori-
19 «Esta prescindencia de los jóvenes, ¿no es el verdadero signo del decaimiento de nuestra
cultura?» (U. Galimberti, L’ ospite inquietante. Il nichilismo e i giovani, Feltrinelli, Milano
2008, p. 13).
20 J. A. Marina, Aprender a vivir, Ariel, Barcelona 2004, p. 183.
21 CG26, 98.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 411
zontes que ahoga la vida, dependencias varias y otras desviaciones
sociales.
El mapa actual del descarrío juvenil es un cuadro tan desolador que
llama a una urgente conversión a la compasión (cf. Mc 6,34; 8,2-3) no
menos que a la acción (cf. Mc 6,37; 8,4-5) a todos los que nos sentimos
enviados a ser para ellos «signos y testigos del amor de Dios» (Const. 2).
Baste un sencillo elenco de situaciones para comprender la urgencia
del momento:
— Los cerca de cien millones de muchachos de la calle, que han
preferido tomar la calle como ‘hábitat’ natural, pues la situación
familiar era totalmente insoportable. Algunos encuentran refu-
gio en cuevas o cloacas: un millón solamente en Bucarest, un
millón en Europa Oeste, doce millones en el mundo.
— Los cerca de 300.000 jóvenes-soldado, que actúan en el ejército
regular o como sicarios, apenas llegados a la juventud, pero ya
en el ejército de la muerte.
— El número creciente de muchachos violados, víctimas de la pedo-
filia y del llamado turismo sexual. Según datos de UNICEF, un
millón de niños serían empleados cada año en el comercio sexual,
un mercado que mueve 13 mil millones de dólares cada año.
— Se calculan unos 250 millones de menores de edad, niños y ni-
ñas entre los cinco y los quince años, obligados a trabajos pro-
hibidos por peligrosidad física, psíquica o mental, a veces con-
vertidos en esclavos, y esto a más de un siglo de la abolición
legal de la esclavitud.
— La cifra de los jóvenes pobres y marginados, privados de acceso
a todos los bienes a que tiene derecho cualquier persona, va
más allá de toda previsión: más de 600 millones de niños viven
bajo el umbral de la pobreza, 160 millones son los desnutridos;
seis millones mueren de hambre cada año: 17.000 al día, 708
cada hora…
— Los hijos de nadie, sin padres, casa, patria, son cerca de 50 mi-
llones. Los carentes de instrucción, analfabetos, llegan a 130
millones. Al menos seis millones de niños han sido mutilados y
se habla de cuatro millones de mujeres y niños donantes forzo-
sos de órganos.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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— Entre los cinco continentes, cada minuto cinco niños contraen el
SIDA. Son casi once millones los menores que han contraído el vi-
rus. Solamente en África se registran 13 millones de huérfanos
causados por el SIDA. Por otro lado, ¿cuántos son los niños ataca-
dos por tuberculosis, malaria, meningitis, hepatitis, cólera, ébola…?
— Hay más de 50 millones de niños prófugos y/o refugiados, víc-
timas de odios raciales, guerras, persecuciones, masacres en
campos de prófugos o dispersos acá o allá.
Ante este panorama tan dramático de las plagas del mundo juvenil,
nosotros los Salesianos, siguiendo a Don Bosco, no podemos no «estar
de parte de los jóvenes, porque confiamos en ellos, en su deseo de
aprender, de estudiar, de salir de la pobreza, de tomar en sus manos su
futuro… Estamos de parte de los jóvenes porque creemos en el valor
de la persona, en la posibilidad de un mundo distinto y, sobre todo, en
el gran valor de la tarea educativa». Tanta desventura ha removido
nuestras conciencias: el 20 de abril de 2002, al terminar el Capítulo Ge-
neral 25, yo y los 231 representantes de los Salesianos en el mundo
hemos firmado un llamamiento que ante todo nos obliga a nosotros:
«Antes de que sea demasiado tarde, salvemos a los jóvenes, el futuro
del mundo»22.
Un continente que fermentar, el digital
«La Iglesia, si quiere permanecer fiel a su misión [] debe aprender
los lenguajes de los hombres y de las mujeres de todo tiempo, etnia y
lugar. Y nosotros Salesianos, de modo particular, debemos aprender a
utilizar el lenguaje de los jóvenes. []. En el fondo se trata de un pro-
blema de comunicación, de inculturación del Evangelio en las realida-
des sociales y culturales, un problema de educación en la fe para las
nuevas generaciones»23. Este esfuerzo de inculturar la visión salesiana
de la vida en el mundo actual, debe incluir necesariamente en su fina-
22 CG25, «Llamamiento para salvar a los jóvenes del mundo», La Comunidad Salesiana hoy,
Documentos Capitulares, ACG 378 (2002), pp. 110-112.
23 Pascual Chávez, «Discurso del Rector Mayor en la clausura del CG26», en Da mihi animas,
cetera tolle. Documentos Capitulares. CG26, Editorial CCS, Madrid-Roma 2008, p. 204.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 411
lidad el nuevo continente digital, el cual no es una realidad puramente
instrumental; de hecho, conforma nuevos códigos culturales; y, aunque
crea posibilidades inéditas de interacción comunicativa, presenta tam-
bién peligros hasta ahora desconocidos.
El término «continente digital» es una feliz intuición del papa Bene-
dicto XVI, expresada en su Mensaje para la Jornada Mundial de las
Comunicaciones Sociales de 2009, en un contexto de llamada a los jó-
venes a evangelizar a sus compañeros.
Existe una imagen bíblica que puede ayudarnos a comprender qué
significa inculturar el carisma en el continente digital. La encontramos
en Mt 13,33 (y Lc 13,20-21): la mujer que «esconde» la levadura en tres
medidas de harina «para que todo fermente». ¿Qué puede significar ha-
cer «fermentar» el continente digital? Se trata de una imagen sencilla,
pero que expresa bien nuestra preocupación en el momento en que la
web de circulación mundial (solo por poner un ejemplo) está pasando
de web 2.0 a web 3.0; desde una web que se concentraba en el enlace
interactivo de las personas, a una que hace interactuar datos de mane-
ra significativa. Es un cambio que se está produciendo de manera sutil
bajo nuestra mirada, y que no es distinta de la imagen de la fermenta-
ción en la masa. ¿Quién de nosotros no ha hecho clic en el enlace de
una gran ciudad y no ha visto aparecer infinitas opciones —hoteles
donde hospedarse, eventos en que participar, sitios web que visitar— y
todo obedeciendo a sus intereses personales? ¿Acaso el ordenador co-
nocía estos intereses? Ciertamente no, pero sabía cómo hacer para bus-
car un enlace entre significados, en este caso entre intereses y ofertas.
La respuesta está en la semántica (ciencia de los significados). Pero so-
lo los seres humanos pueden ofrecer estas semánticas de un manera tal
que las máquinas logren interpretarlas (¡Y los seres humanos lo pue-
den! Y nosotros no debemos perder esto de vista).
La tradición espiritual cristiana clásica nos ofrece otra imagen que
puede ayudar en este contexto. La encontramos en el Castillo interior
de santa Teresa de Jesús, texto que en su aplicación no conoce límites
de tiempo. Dice: «He comenzado a pensar en el alma como si fuese un
castillo, hecho con un solo diamante o con un solo cristal muy claro»24.
24 Teresa de Jesús (1515-1582), Moradas del Castillo interior 1,1,1, en Obras Completas,

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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Después nos guía a través de siete «mansiones» o estancias, constitu-
yendo cada una un lugar del recorrido hacia la definitiva unión con
Dios, que está situado en el centro del castillo. Puede ser otra imagen
que ayuda a moverse en el continente digital. Pensemos en el castillo
como el continente digital, con muchas «estancias» y «enlaces». ¿Cómo
encontramos el camino para movernos hacia el centro? Las diversas
estancias, ¿están unidas de manera significativa? ¿Es posible encontrar
recorridos para llegar a la meta? Naturalmente, el centro es siempre
Dios, y Cristo es el guía, pero «el anuncio de Cristo en el mundo de las
nuevas tecnologías supone su profundo conocimiento para una consi-
guiente utilización adecuada»25.
Una tercera imagen puede acudir en nuestra ayuda: pensemos en
un jardín, tal vez algo descuidado, pero no carente de senderos y con
infinidad de plantas trepadoras y lianas. Podríamos movernos en el jar-
dín siguiendo los senderos o sirviéndonos de las lianas. Pero podemos
también imaginarnos cómo van las cosas en el subsuelo donde todo se
desarrolla en un ecosistema complejo, tal vez desordenado, pero emi-
nentemente lleno de vida.
Cada una de estas tres imágenes —levadura, castillo, ecosistema—
nos ayuda a captar más plenamente qué significa inculturar el carisma
en el continente digital. Es una de las tareas de la Nueva Evangeliza-
ción. En cierto sentido, se trata de una tarea escondida, pero con indi-
caciones que podemos seguir. Hay una verdadera Guía al castillo vir-
tual si ayudamos a las tecnologías a ponerse al servicio de la misión. Y
estamos invitados a entrar en el ecosistema, complejo pero lleno de
vida, aunque tal vez desordenado, conscientes de que Jesús quiere que
estemos allí en su Nombre.
No podemos evitar vivir, o al menos vivir parcialmente, en el conti-
nente digital de hoy. Manuel Castells afirma sabiamente: «Uno podría
decir: ‘¿Por qué no me dejas en paz? No quiero saber nada de tu inter�
net, de tu civilización tecnológica, de tu sociedad de redes. Quiero vivir
mi vida con tranquilidad’. Si esta es tu posición, tengo una mala noticia
Efrén de la Madre de Dios - Otger Steggiink (ed.), BAC, Madrid 1982, p. 365.
25 Benedicto XVI, Mensaje para la XLIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales
(24.01.2009).

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 411
para ti. Si no te preocupas de los telediarios, los telediarios se preocu-
parán de ti de todos modos. Mientras quieras vivir en esta sociedad, en
este tiempo y en este lugar, deberás vértelas con la sociedad de las
comunicaciones»26.
En lugar de ser arrastrados a regañadientes al continente digital,
tenemos el deber de encontrarnos allí de manera real y eficaz. Hoy día,
esto quiere decir, entre otras cosas, cuidar estructuras significativas, in-
troducir enlaces válidos en nuestros documentos y datos. Por ejemplo,
podemos dirigir tecnologías de investigación con documentos que mi-
ren más a la estructura semántica que al hecho de aparecer «bonitos» y
atrayentes. La primera tarea compete a cada Salesiano que tuitea, que
comunica por correo electrónico o que escribe. La última tarea corres-
ponde a quien tiene la responsabilidad de los miles de páginas web
salesianas en el mundo.
¡Este último grupo no es un pequeño ejército en la Congregación!
Muy pocas comunidades, centros, obras carecen de una página web.
Los responsables —sean Salesianos o colaboradores laicos— desempe-
ñan una tarea cada vez más significativa en el mundo en el que el ca-
risma es comprendido e inculturado en el continente digital. Efectiva-
mente, ellos pueden conseguir que el carisma se convierta en una
palabra de búsqueda importante hoy, y conducir a contextos que de-
seamos determinar nosotros, en lugar de abandonarlos a motores de
búsqueda, que los interpreta de manera casual o equivocada.
En otras palabras, entrar y actuar en este ámbito exige claridad de
ideas, viva conciencia ética, aguda sensibilidad educativa y espiritual, así
como un adecuado conocimiento de los instrumentos y de las lógicas
que los rigen. El sector de la Comunicación Social está trabajando en es-
te campo y puede ofrecer ya a los hermanos y colaboradores laicos re-
flexiones interesantes, en algunos casos consejos técnicos puntuales. No
se trata de consejos dados por el gusto de aconsejar, ni de tecnología
ofrecida por el gusto de la moda tecnológica. El sector de las Comunica-
ciones Sociales trabaja de pleno acuerdo con los de la Pastoral, de la
Formación y de las Misiones en favor del carisma y de la misión común.
26 M. Castells, The Internet Galaxy:Reflections on the Internet, Business, and Society, Uni-
versity Press, London 2001, p. 282.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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Juntos nos ayudan a inculturar, y de este modo a proponer y divulgar en
nuestro mundo, en continuo y rápido cambio, una perspectiva de fe fun-
dada en la visión de nuestro padre Don Bosco.
Resumiendo: mediante la educación y la prevención, la Congrega-
ción se ha comprometido a devolver la palabra a los jóvenes, a ayudar-
les a reencontrarse consigo mismos, a acompañarles con paciencia y
confianza en el camino de su construcción personal y a ofrecerles ins-
trumentos para ganarse la vida; pero, al mismo tiempo, estamos com-
prometidos a proponer un modo adecuado a ellos de relacionarse con
Dios. Y lo queremos hacer habitando su mundo y hablando su lengua-
je, poniéndonos a su lado no solo como destinatarios nuestros, sino
sobre todo como compañeros de viaje. ¿O no tiene nada que decirnos
el hecho de haber nacido, como Congregación, un lejano 18 de diciem-
bre de 1859 entre muchachos, con exactitud de 16 muchachos, adoles-
centes entre 15 y 21 años, que, habiendo experimentado sobre ellos la
obra de rescate y de promoción de Don Bosco, quisieron participar en
su misión asumiendo un papel protagonista?
Para recrear el carisma salesiano en las variadas situaciones donde
nos encontramos, no basta con adaptarlo a los diversos contextos juve-
niles; más bien es necesario hacer hincapié sobre los jóvenes, logrando
que se transformen en sujetos protagonistas y en colaboradores fiables,
sin olvidar nunca que son la razón de nuestra consagración a Dios y de
nuestra misión.
3.  LA IGLESIA PRIMITIVA, MODELO Y NORMA  
DE EVANGELIZACIÓN INCULTURADA27
El Evangelio ha nacido, ha sido formulado y proclamado dentro de
una cultura determinada. Sabemos que las primeras afirmaciones sobre
la resurrección de Jesús (cf. 1Cor 15,3-5; Hch 2, 24-35), sobre su mesia-
nidad (cf. Hch 5,42; 9,22) y sobre su señorío universal (cf. Hch 2,36), así
27 Para esta reflexión bíblica me he apoyado en Juan José Bartolomé, Pablo de Tarso. Una
introducción a la vida y a la obra de un apóstol de Cristo. Editorial CCS, Madrid 2010,
3ª edición, pp. 159-168.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 411
como también las invitaciones a la conversión (cf. Hch 2,4; 3,19), todo
esto ha sido formulado en categorías culturales propias de Israel. Mien-
tras esta nueva fe era presentada a los judíos, no era necesario añadir
ni largas explicaciones de los términos (cf. Hch 3,21-26) ni una intro-
ducción al pensamiento subyacente (cf. Hch 2,25-32.34-35). Bastaría
pensar en la primera predicación de Pedro en Jerusalén el día de Pen-
tecostés (cf. Hch 2,14-41) para encontrar un ejemplo adecuado de una
evangelización perfectamente inculturada en la mentalidad religiosa
tanto del predicador como de sus oyentes28.
Una misión lograda por estar bien inculturada
Solo veinticinco años después de la muerte de Jesús y gracias a una
admirable expansión misionera realizada por el grupo de los ‘helenistas’
(cf. Hch 6,1; 9,29), en las comunidades cristianas llegaron a ser mayoría
los creyentes de origen y de cultura pagana. Está claro que los más an-
tiguos discípulos del Señor no estaban preparados para afrontar la situa-
ción que se había ido creando como consecuencia de la apertura de los
gentiles al Evangelio y de su incorporación en la vida de la comunidad.
No se trataba ya de encontrar un puesto en la comunidad para in-
dividuos particulares, como fue el caso del eunuco (Hch 8,26-40) o del
centurión Cornelio (Hch 10,1-11,18). Había que adaptarse a la presencia
de enteras comunidades de extracción étnica, mentalidad y costumbres
diversas, dentro del único y definitivo pueblo de Dios. La misma comu-
nidad de Jerusalén, donde desde el principio había habido creyentes
de diversa proveniencia cultural (cf. Hch 2,5-12; 6,1; 9,29), había experi-
mentado las dificultades que comportaba la convivencia (Hch 6,1-6) e
incluso había sufrido persecución a causa de ello (Hch 8,1-3). Estaba en
juego la identidad misma de la nueva vida común nacida de la única
confesión de Cristo Jesús.
28 Otro bello ejemplo de inculturación del Evangelio, pero que no tuvo éxito, es el discurso
de Pablo en Atenas, «ciudad llena de ídolos» (Hch 17,16-31). Mientras Pablo habló a un
auditorio lleno de curiosidad sobre un Dios desconocido para ellos, le dejaron hablar
hasta que mencionó la resurrección de un muerto…, una afirmación culturalmente in-
aceptable.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
21
La detallada información que nos proporcionan las fuentes confir-
ma la importancia que atribuyeron a este conflicto tanto Pablo, uno de
los protagonistas del caso (Gal 2,1-10) como Lucas (Hch 15,1-35). Aun-
que ambas narraciones no son un acta protocolaria completa y mucho
menos neutral, se puede deducir de ellas lo esencial. El debate se cen-
traba sobre el problema de la circuncisión: ¿era necesario o no impo-
nerla a los nuevos cristianos no judíos? En el fondo estaba el deseo de
integrar a los paganos en el pueblo judío como condición sine qua non
para la inserción en la comunidad cristiana. La circuncisión había sido,
y debía continuar siendo, el signo de la alianza (Gén 17,11), la marca
de la identidad del pueblo de Dios y la prueba de su fidelidad; en con-
secuencia, no se consideraba suficiente creer en Jesús; había que inser-
tar esta fe en el régimen de la ley mosaica.
Los helenistas cristianos no habían impuesto la circuncisión para
no obstaculizar la conversión de los paganos; en cambio, sí la impo-
nían los judíos con los ‘temerosos de Dios’. La praxis de los helenistas
era considerada por algunos como una táctica oportunista, ajena a la
voluntad salvífica de Dios. Debemos a Pablo haberse dado cuenta con
lucidez y haber defendido con pasión una práctica misionera que no
imponía la judeización de los creyentes llegados del paganismo; es ver-
dad que no había sido él quien comenzó esta práctica, pero la había
hecho propia con coherencia y convicción (Hch 11,22). Pablo habla de
la distinción entre el evangelio de la incircuncisión predicado por él y
el evangelio de la circuncisión (Gal 2,7), que se apoyaba en Pedro. Hay
que hacer notar que se trata de dos expresiones únicas en toda la lite-
ratura antigua. De este modo, la único Evangelio (Gal 1,6-9) es acogido
diversamente, según la perspectiva ‘cultural’ de los oyentes; pero quien
es predicado es siempre y solo Cristo Jesús, pero no del mismo modo
y no con las mismas aplicaciones prácticas por judíos y gentiles.
Unidad en la fe, diversidad en su vivencia
Tras estas vicisitudes se esconde un paradigma, o sea, una norma
que puede orientar la acción. Efectivamente, comienza un gran cambio
en la historia del judaísmo, al cual nace un heredero de las propias pro-
mesas: este heredero no se siente obligado a observar la ley, que hasta

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22
ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 411
ese momento constituía la única garantía para participar en la alianza
con Dios. Este hecho es todavía más decisivo para el origen de la comu-
nidad cristiana, pues que se vivía ya el Evangelio de Jesús ‘independien-
temente de la ley mosaica’ (Rom 3,21), liberado, por tanto, de la cultura
hebrea que hasta entonces había sido su seno y revestimiento.
Estaba en juego nada menos que la (auto)conciencia de la comuni-
dad cristiana, la cual se veía progresivamente desligada de la ley de
Moisés y, por tanto, ya no judía solamente. No es que la ley se hubiera
convertido en inútil; había conservado su valor, pero solo para algunos,
mientras la fe en el Señor Jesús era ofrecida a todos y para la salvación
de todos. Desde ese momento, y para siempre, los seguidores de Cris-
to, fueran judíos o gentiles, se convertían en el nuevo pueblo de Dios,
en el verdadero Israel.
Si a los convertidos del paganismo no debía imponérseles más carga
que el yugo suave de la fe en Cristo, las comunidades pagano-cristianas
eran reconocidas como miembros de pleno derecho del cuerpo que es
la Iglesia; en su interior todos vivían la única fe, pero no todos de igual
manera. Como escribirá Pablo a mitad de los años cincuenta, cada uno
debe continuar viviendo ‘según la condición que le ha asignado el Señor’
(1Cor 7,17): como el pagano no debe hacerse judío para poder ser cris-
tiano, tampoco el judío deberá dejar de vivir como judío para hacerse
cristiano. De esta manera la vida cristiana se desenvuelve en una plura-
lidad de culturas, pues no existe una cultura exclusivamente cristiana.
Para las comunidades judeo-cristianas y para la evangelización de los
judíos, permanecían en vigor las prescripciones válidas hasta ese mo-
mento. Pero se había roto la concepción judía de la ley, de la historia de
la salvación y del pueblo de Dios, que no toleraba a su lado la existencia
de otro camino de salvación. Esto suponía un gran cambio, ciertamente
doloroso, para los primeros cristianos, que eran todos judíos: podían
continuar obedeciendo la ley (1Cor 9,20-21), como parte de sus usos y
costumbres, pero no podían excluir de la fe a los hermanos no judíos.
Así se tendía a la fusión de grupos culturalmente heterogéneos, cuidan-
do la convivencia fraterna, conservando cada uno su propia identidad.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
23
Acordarse de los pobres
El acuerdo alcanzado por las dos partes sancionaba la posibilidad
de un anuncio del Evangelio a un doble auditorio, el de los paganos y
el de los hebreos, y firmaba la igualdad de derecho entre las dos misio-
nes, por lo demás ya en acto: se podía, más aún, se debía ser cristianos
a la manera de los judíos o a la manera de los paganos (cf. Gal 2,14).
Resultaba diversa la forma de vivir la fe, pero esta permanecía única,
como única era la vida común.
Esta unidad, sellada por un apretón de manos «en señal de comu-
nión» (Gal 2,9), fue confirmada por una petición de «acordarse de los
pobres» que Pablo y Bernabé se apresuraron a asumir. El hecho no care-
ce de significado. Pablo confiesa inmediatamente que ha tomado muy a
pecho este compromiso; efectivamente, recoger dinero para los pobres
de Jerusalén se convirtió para él en parte integrante de su misión evan-
gelizadora (cf. Gal 2,10; Rom 15,25-26; 1Cor 16,1-3; 2Cor 8-9). Los «pobres»
que había que recordar eran los cristianos judíos de Palestina, que, en un
momento de gran entusiasmo por una vuelta inmediata del Señor, ha-
bían puesto a disposición de la comunidad «posesiones y bienes» (Hch
2,45; 4,32-35). No olvidarles se convirtió para Pablo en un compromiso
pastoral importante para robustecer la comunión entre las diversas Igle-
sias (cf. 1Cor 11,23-26; Rom 15,27), tan decisivo que llegó a considerarlo
como culto, y a sí mismo como ministro de Cristo (Rom 15,16).
El ‘recuerdo’ no se reducía únicamente a una ayuda económica, si-
no que realizaba concretamente la unidad de las Iglesias; era como
saldar un mutuo «débito de amor» entre ellas (Rom 13,8). Pablo no po-
día concebir que un creyente, judío o pagano, pensase que no tenía
necesidad del otro (cf. 1Cor 12,14-26).
Una convivencia problemática como resultado
Según el testimonio del mismo Pablo (cf. Gal 2,11-21), una cuestión
dejada sin resolver por la asamblea fue la libre participación en la me-
sa común de los cristianos provenientes del mundo pagano. La resis-
tencia cultural y social de los cristianos judíos a sentarse a la mesa con
cualquiera (Lc 17,8-14; 18,6-9) respondía a un temor ancestral y profun-
do de ser asimilados y de perder la propia identidad — temor lógico

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24
ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 411
en comunidades siempre minoritarias—. Dos modelos de misión, con
diversas exigencias rituales y culturales, no podían evitar poner en di-
ficultades la vida del conjunto. Así, dentro de la misma comunidad cris-
tiana, se veía amenazada la convivencia entre judíos y paganos. ¿No
hubiera sido mejor confesar la misma fe en comunidades separadas
por barreras sociales, culturales, religiosas?
Aunque por motivos distintos, ni Lucas ni Pablo siguieron esta di-
rección. Lucas menciona el llamado ‘decreto apostólico’ (cf. Hch 15,13-
29; 21,25). En él se prohíbe comer carne sacrificada a los ídolos (Lev
17,8; 1Cor 8,10), se ordena abstenerse de la sangre (Lev 17,10-12) y de
la carne de los animales sofocados (cf. Gén 9,4; Lev 17,15, Dt 14,21); se
ordena evitar uniones ilegales (¿matrimonio entre consanguíneos?) (cf.
Lev 18,6-18; 1Cor 5,1-13). Estos preceptos, cultuales en origen, se basan
en ordenanzas del Antiguo Testamento para paganos residentes en Is-
rael (cf. Lev 17-18) y, según la tradición rabínica, formaban parte de los
siete mandamientos que debían obligar a cualquier hombre.
La misma existencia del decreto presupone en la comunidad cristia-
na una doble presencia, hebrea y pagana, y atestigua que existen difi-
cultades en la vida común que había hecho aparecer la misión entre los
gentiles. Las prohibiciones, de cosas «abominables», se referían a la per-
tenencia a la comunidad judeo-cristiana de los «étnico-cristianos», y
tendían a facilitar las relaciones entre los dos grupos; es decir, tendían
a favorecer la convivencia, eliminando las connotaciones más repug-
nantes que los hebreos asociaban con los paganos. Imponiendo solo
estas obligaciones a los «étnico-cristianos» (Hch 15,29), no se discutía su
identidad cristiana, sino que se sancionaba la libertad de la circunci-
sión o de la ley, pero se pedían algunas renuncias, de tipo cultural, pa-
ra facilitar a los judíos cristianos la comunión de vida. De aquí surge un
principio: más importante que la propia cultura es el hermano por el
que Cristo ha muerto, como dirá Pablo en otro lugar (1Cor 8,11).
Pablo parece ignorar esta imposición: no habla de ello en su cróni-
ca de los hechos (Gal 2,9) y no aparece nunca en sus cartas, aunque en
alguna ocasión tuvo que afrontar problemas parecidos (cf. 1Cor 5-6; 8,1-
11,1; Rom 14). En todo caso, pronto se hizo evidente la falta de una
reglamentación que reconociese con todos los efectos a los cristianos
provenientes del paganismo como hermanos amados por Dios.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
25
El hecho y el principio
A causa de esas tensiones, en el interior de la comunidad cristiana
de los años cincuenta se había creado una peligrosa situación próxima
al cisma, que la Asamblea de Jerusalén quiso y supo superar. Aunque
con dificultad, se reconoció que el cristianismo naciente no era solo un
movimiento mesiánico de estampa judía. Si podía ser viva la conciencia
de la propia identidad, todavía más viva debía ser la defensa de la uni-
versalidad de la salvación.
La Asamblea de Jerusalén nos presenta orientaciones para dar solu-
ción a nuestros problemas en la inculturación del Evangelio, ofrecién-
donos pistas sobre el modo de afrontarlos y de resolverlos. Podemos
aprender a ver:
1. Que los verdaderos problemas de las comunidades cristianas
son los que nacen de la predicación del Evangelio. La preocupa-
ción por salvar el Evangelio en toda su verdad (Gal 2,5.14) fue
posterior al trabajo desarrollado en la misión y resulta una con-
secuencia lógica del mismo. Además, respecto al problema trata-
do en Jerusalén, los cristianos no tenían soluciones previas; las
buscaron en comunidad, a través del diálogo y del discernimien-
to fraterno.
2. Que la predicación del Evangelio, debiendo adaptarse a judíos y
gentiles, obedece a la concreción histórica y debe adaptarse a las
necesidades de los oyentes; precisamente por esto no faltarán pro-
blemas para la confesión de la única fe y para la vida en común.
Pero tales problemas, en cuanto inevitables, no pueden romper la
comunión que nace de la única vocación a la salvación.
Si para comunicar la salvación al oyente de la Palabra, la predica-
ción del Evangelio debe ser inculturada, para vivir la salvación común,
la cultura propia es negociable. Es el mismo Pablo quien lo atestigua:
«En efecto, siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para
ganar a los más posibles. Me he hecho judío con los judíos, para ganar
a los judíos; con los que están bajo la ley me he hecho como bajo ley…
Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; me he he-

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26
ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 411
cho todo para todos, para ganar, sea como sea, a algunos. Y todo lo
hago por causa del Evangelio para participar yo también de sus bienes»
(1Cor 9,19-23). Por el contrario, el hermano por el cual ha muerto el
Señor no puede ser sacrificado jamás. Por tanto, el límite insuperable
del anuncio del Evangelio no es la cultura que lo sostiene ni la que lo
acoge, sino el compañero de fe, al cual no se puede renunciar jamás.
La razón estriba en que la misma cultura, aunque es importante, no
tiene valor absoluto, porque absoluto es únicamente el amor.
4.  MIRANDO A DON BOSCO
En los años setenta Don Bosco llegó «a la culminación de sus inicia-
tivas y de su laboriosidad», guiado únicamente por el «fin primario asu-
mido desde siempre como misión de vida: la salvación de los jóvenes,
la asistencia, la educación»29. Al cuidado y a la expansión de las ya nu-
merosas obras juveniles, se habían añadido las solicitudes y los fatigo-
sos procesos para dar vida y obtener el reconocimiento jurídico de las
organizaciones de sostén y animación, como eran la Congregación Sa-
lesiana, el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora y la Unión de los
Salesianos Cooperadores. «Contemporánea a esta, surgía en 1875 la úl-
tima iniciativa, la misionera… Como consecuencia, conseguía rápida-
mente la universalización de los métodos educativos y del llamado es-
píritu salesiano, dando vida a un movimiento operativo y espiritual
virtualmente vasto como el mundo»30.
El ideal misionero había acompañado siempre a Don Bosco31: vi-
vió en un período de fuerte despertar misionero, por el que su llama-
da a ser apóstol de los jóvenes nació y se desarrolló como «una exten-
sión de la idea germinal…, la de la conquista de las almas mediante
29 Pietro Braido, Don Bosco prete dei giovani nel secolo delle libertà, II, LAS, Roma 2009, p. 9.
30 Pietro Braido, ib., I, p. 370.
31 Cf. MBe X, 59-61. «Las antiguas aspiraciones misioneras, que en los años de la Residencia
Sacerdotal le habían llevado a aprender un poco de español y a preparar las maletas
para unirse a los Oblatos de María Virgen, no se habían apagado nunca», confiesa el
mismo Don Bosco (Pietro Stella, Don Bosco nella Storia della Religiosità Cattolica I,
LAS, Roma 1979, p. 168).

3.7 Page 27

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
27
la educación cristiana de la juventud, particularmente pobre, y me-
diante el estilo y los medios concebidos para ella en su sistema peda-
gógico32. Y así, para Don Bosco las misiones se convirtieron en «el
área privilegiada donde poder ejercer su peculiar vocación de apos-
tolado de los jóvenes»33. A medida que iba descubriendo los designios
de Dios, se orientaba hacia dos proyectos diversos pero complemen-
tarios: «continuó desarrollando su atención al problema misionero y,
al mismo tiempo, comenzó a acariciar la idea de la fundación de un
Instituto propio»34.
La evangelización de la Patagonia fue realmente missio ad gentes,
verdadera plantatio Ecclesiae. Había sido precedida intencionadamen-
te por la presencia de los misioneros salesianos entre los emigrantes
italianos en Buenos Aires y en San Nicolás de los Arroyos, a 250 kiló-
metros al noroeste de la capital, no solo por razones de cercanía cultu-
ral y de apoyo afectivo, (de hecho «no se habrían encontrado aislados,
sino entre amigos, entre paisanos»35), sino sobre todo porque la desas-
trosa situación religiosa y moral de los inmigrantes hacía «más necesa-
ria la presencia entre los italianos que entre los indígenas»36. Don Bos-
co aceptó que los suyos se dedicaran en primer lugar al ministerio
sacerdotal y a la educación de los hijos de las familias obreras italianas,
un apostolado no muy diverso de cuanto los Salesianos realizaban en
todas partes, considerando, entre otras cosas, que de esta manera los
misioneros habrían podido prepararse mejor para la misión entre los
32 Cf. Alberto Caviglia, «La concezione missionaria di Don Bosco e le sue attuazioni sale-
siane», en Omnis terra adoret Te 24 (1932), p. 5.
33 Luigi Ricceri, «Il Progetto missionario di Don Bosco», en Centenario delle Missioni Sale�
siane 1875-1975. Discorsi commemorativi, LAS, Roma 1980, 14.
34 Agostino Favale, Il progetto missionario di Don Bosco e i suoi presupposti storico-dot�
trinali, LAS, Roma 1976, p. 10. El proyecto misionero de Don Bosco provocó un incre-
mento vocacional notorio; lo reconoció él mismo: «El multiplicarse de las peticiones de
entrar en la Congregación [] era precisamente uno de los efectos producidos por la
expedición de los misioneros» (MBe XI, 347).
35 Pietro Stella, ib., p. 171.
36 Don Cagliero, Carta a Don Bosco (04.03.1876), ASC A1380802.

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28
ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 411
«salvajes», como él los llamaba37, en obediencia al mandato del Señor38.
De hecho, en su más profunda intención, el primado era ocupado por
las «misiones» en la Patagonia39.
Pero tanto en el apostolado entre los inmigrantes italianos como en
las presencias misioneras entre los aborígenes, Don Bosco daba prefe-
rencia a los jóvenes más necesitados y cuidaba la oferta educativa. Ha-
bla Don Bosco: «Nosotros… y yo lo he visto en sueños, sabemos que el
(misionero) que está rodeado de un buen número de jóvenes va adelan-
te y puede hacer un gran bien»40. Y, hablando con el Papa sobre la evan-
gelización de la Patagonia, dice que pensaba «intentar acordonar Pata-
gonia con una serie de colegios y separarla del resto de América…41. «En
esto precisamente, afirma don G. Barberis, fundaba sus halagüeñas es-
peranzas de un feliz porvenir de sus misiones,… en dedicarse los nues�
tros a la juventud pobre: “el que marcha por este camino, afirmó el
Beato, ya no da marcha atrás”»42.
La opción de «dedicarse a la masa del pueblo con la educación de la
juventud pobre»43, no fue solo el hallazgo de un método eficaz de evan-
gelización44, sino que fue y es la opción estratégica que define la dimen-
37 En la pluma de Don Bosco «salvajes» es término comprensivo, que abarca a todos los ha-
bitantes del territorio patagónico, y no a todos los Indios en el estado salvaje; esto explica
cómo se podría esperar encontrar hijos de Indios susceptibles de ser preparados al sacer-
docio» (Eugenio Ceria, Commento alla lettera 1493, A don Giovanni Cagliero 12.09.1876:
Epistolario, III, Ceria, 95). Cf. Francis Desramaut, Don Bosco en son temps (1815-1888),
SEI, Torino 1996, pp. 957-958.
38 Véase el discurso de despedida de Don Bosco, en el rito de adiós del 11 de noviembre de
1875, en Giulio Barberis, Cronichetta, Quaderno 3 bis, 3-9; Documenti XV, 311-319. La
idea de la misssio ad gentes reaparecerá en la despedida de Don Bosco a los misioneros
que partieron en los años sucesivos.
39 Pietro Braido, «Dalla pedagogía dell’ Oratorio alla pastorale missionaria», en Pietro Brai-
do, (ed.), Don Bosco Educatore. Scritti e Testimonianze, LAS, Roma 1997. p. 200.
40 MBe XII, 242.
41 MBe XII, 223.
42 MBe XII, 242 (la cursiva es mía).
43 La expresión parece de Don Bosco, tomada de una larga conversación con don Barberis
tenida el dos de agosto de 1876. Cf. Giulio Barberis, Cronichetta, Quaderno 8, p. 75. ASC
A0000108.
44 «Porque, atraídos los jóvenes, con la educación de los hijos podremos dedicarnos a di-
fundir la religión cristiana también entre los padres» (Giulio Barberis, «La Repubblica
Argentina e la Patagonia», en Letture Cattoliche 291-292 [1877] 94).

3.9 Page 29

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
29
sión misionera del carisma salesiano45: «en efecto, sin educación no hay
evangelización duradera y profunda, no hay crecimiento y maduración,
no hay cambio de mentalidad y de cultura»46.
Hasta 1966 las misiones aparecían en las Constituciones como una
de las obras apostólicas «en favor de la juventud, especialmente pobre
y abandonada» (Art. 7); en las Constituciones actuales se dice que el
trabajo misionero, considerado como «rasgo esencial de nuestra Con-
gregación pone en marcha todos los compromisos educativos y pasto-
rales propios de nuestro carisma» (Const. 30).
A la muerte de Don Bosco, la presencia salesiana en América se
había extendido en Argentina, Uruguay, Brasil, Chile y Ecuador. Son
diversas naciones, diferentes necesidades y respuestas, pero la estrate-
gia misionera de Don Bosco permaneció invariable. Tenía tal confianza
en esta intuición suya que no dudó en augurar (1876) un futuro lison-
jero para su estrategia misionera: «Con el tiempo será adoptada tam-
bién en todas las demás misiones. ¿Cómo actuar de manera distinta
para África y para Oriente?»47.
Queridos hermanos, estando comprometidos como estamos en lle-
var a Dios hasta los jóvenes, acojamos el reto de la inculturación del
carisma salesiano como parte fundamental de nuestra misión, «como
una llamada a una fecunda colaboración con la gracia en el acerca-
miento a las diversas culturas»48 de los jóvenes con los cuales y por los
cuales trabajamos. Por tanto, miremos a Don Bosco, porque podemos,
más aún, debemos aprender de él y de su previsora sabiduría apostóli-
45 «Una misión ‘salesiana’, es decir, en su esfuerzo de formar el núcleo primero del pueblo
de Dios, dejará en la Iglesia naciente la marca de la sensibilidad del carisma de Don
Bosco, sobre todo por la educación de las nuevas generaciones y por el interés en los
problemas juveniles» (AA. VV., Il Progetto di Vita dei Salesiani di Don Bosco. Guida alla
lettura delle Costituzioni salesiane, Editrice SDB, Roma 1986, pp. 279-280).
46 Carta de Su Santidad Benedicto XVI a Don Pascual Chávez, Rector Mayor SDB con oca-
sión del Capítulo General XXVI, en Da mihi animas, cetera tolle. Documenti Capitolari
CG26, Editrice SDB, Roma 2008, p. 91.
47 Giulio Barberis, Cronichetta, Quaderno 8, p. 84: ASC A0000108. Cf. Jesús Borrego,
«Originalità delle Missioni Patagoniche di Don Bosco», en Mario Midali (a cura di), Don
Bosco nella Storia. Atti del 1º Congresso Internazionale di Studi su Don Bosco, LAS,
Roma 1990, p. 468.
48 VC 79.

3.10 Page 30

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30
ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 411
ca, puesta en evidencia en el transplante a América de la vida y de la
misión salesiana, «la mayor empresa de nuestra Congregación»49.
Por esto quiero presentaros algunos elementos que considero
irrenunciables para implantar y desarrollar nuestro carisma en to-
das las partes donde, como Salesianos, desarrollamos la misión de la
Iglesia. Al vivir y trabajar en todos los contextos políticos, sociales, cul-
turales y religiosos imaginables, necesitamos ser identificados siempre
con Don Bosco, con sus opciones pastorales innegociables y con su
acertada metodología pedagógica.
Un gesto muy cuidado
Don Rua escribía el uno de diciembre de 1909: «Cuando el Venera-
ble Don Bosco envió a sus primeros hijos a América, quiso que la foto-
grafía le representase en medio de ellos en el acto de entregar el libro
de nuestras Constituciones a don Juan Cagliero, jefe de la expedición.
¡Cuántas cosas expresaba Don Bosco con este gesto! Era como si dijese:
Atravesaréis los mares, os trasladaréis a países desconocidos, deberéis
tratar con gente de lenguas y costumbres diversas, tal vez estéis ex-
puestos a graves pruebas. Querría acompañaros yo mismo, conforta-
ros, consolaros, protegeros. Pero lo que no puedo hacer yo mismo lo
hará este librito»50.
Don Rua se refería a la histórica foto que hoy forma parte de nues-
tras Constituciones, introduciendo el texto51. ¡Elección acertadísima! En
la foto, y con una pose expresamente elegida por él, Don Bosco inmor-
49 Don Bosco, Carta a don José Fagnano (31.01.1881): Epistolario, IV, Ceria, p. 14. Al co-
mienzo de las misiones había escrito al Papa que la Patagonia era «objeto principal de la
misión salesiana». Cf. Carta a Pío IX (09.04.1876): Epistolario, III, Ceria, p. 34.
50 Don Michele Rua, Lettere circolari ai Salesiani, Direzione Generale Opere Don Bosco,
Torino 1965, p. 498.
51 Fue la primera fotografía querida expresamente por Don Bosco, que se sirvió del co-
nocido, y caro, estudio turinés de Michele Schemboche. Don Bosco quiso inmortalizar
el evento y hacerlo público; el señor Juan Bautista Gazzolo, Cónsul de Argentina, que
había sido llamado desde Savona, aparece en gran uniforme; los misioneros visten a la
española, con el manteo característico, sobresaliendo el crucifijo; Don Bosco viste la
sotana negra de las granes ocasiones. «Por tanto, podemos considerar esta imagen como
emblemática de él, su ‘fotografía oficial’» (Giuseppe Soldà, Don Bosco nella fotografia
dell’ ottocento (1861-1888), SEI, Torino 1987, p. 124).

4 Pages 31-40

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4.1 Page 31

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
31
talizaba la entrega personal del libro de las Constituciones a don Ca-
gliero; por medio de ellas se entregaba a sí mismo. Que Don Bosco
está presente en las Constituciones no es una creación ingeniosa de sus
sucesores52; la identificación proviene del mismo Don Bosco, porque
quería que sus hijos considerasen las Constituciones como un querido
recuerdo de él, su testamento vivo53: «Si me habéis amado en el pasado,
continuad amándome en el futuro con la exacta observancia de nues-
tras Constituciones», escribió en su ‘Testamento espiritual’54. Con razón,
de Don Rua en adelante, la tradición salesiana ha visto en las Constitu�
ciones «siempre presente a Don Bosco, su espíritu, su santidad»55.
Por tanto, la inculturación del carisma salesiano tiene como requi-
sito previo e ineludible la práctica de las Constituciones, una práctica
gozosa y fiel, sine glossa, pero armonizada con los tiempos y los luga-
res de la misión, abierta a la cultura del ambiente y de los jóvenes, una
práctica tal que, además de asegurarnos la obediencia a sus palabras y
la asimilación de sus opciones, sea la expresión creíble del «estar con
él» y el compromiso filial de «actuar como él» para la salvación de los
jóvenes. Don Bosco podrá acompañarnos allí donde hayamos sido en-
viados, nos confortará y consolará, nos protegerá y guiará, si nosotros
nos identificamos con él, viviendo como él. Vivir las Constituciones es
encarnar a Don Bosco: el Salesiano que practica las Constituciones re-
presenta a Don Bosco y lo hace volver a los jóvenes. Para ellos, no hay
nada más urgente: tienen necesidad y tienen derecho a ello.
52 «Podemos decir que en las Constituciones tenemos a Don Bosco entero; en ellas está su
único ideal de salvación de las almas; en ellas su perfección con los santos votos; en ellas
su espíritu de suavidad, de amabilidad, de tolerancia, de piedad, de caridad, de sacrificio»
(Don Filippo Rinaldi, «Il Giubileo d’ oro delle nostre Costituzioni», ACS 23 (1924) p. 177).
53 «Haced que cualquier punto de la Santa Regla sea un recuerdo mío» (MBe X, 591; XVII,
258).
54 Don Bosco, Memorie dal 1841 al 1884-5-6 pel sac. Gio. Bosco a’ suoi figliuoli salesiani
[Testamento spirituale]. Edizione critica curata da Francesco Motto. Cf. Pietro Braido
(ed.), Don Bosco Educatore, scritti e testimianze, LAS, Roma 1997, 3ª ed., p. 410.
55 AA. VV., Il Progetto di Vita dei Salesiani di Don Bosco. Guida alla lettura delle Costituzio�
ni salesiane, Edizioni SDB, Roma 1986, p. 74.

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32
ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 411
«Algunos recuerdos especiales»
En el discurso pronunciado durante la solemne y emocionante cele-
bración de despedida de los primeros Salesianos misioneros56 el 11 de
noviembre de 1875, Don Bosco prometió darles «algunos recuerdos es-
peciales, como testamento paterno a hijos que a lo mejor no volvería ver.
Los había escrito una mañana en su agenda personal durante un recien-
te viaje en tren, y habiendo sacado copias, los entregó por su propia
mano a cada uno, mientras se alejaban del altar de María Auxiliadora»57.
Autógrafo y casi sin correcciones, el breve texto parecería una co-
lección de variados consejos de naturaleza preferentemente ascética;
en realidad, son «pautas para un verdadero tratado de pastoral misio-
nera práctica»58, «una breve síntesis de pastoral y espiritualidad mi­
sionera»59, centrada en cuatro ideas-fuerza: celo por la salvación de las
almas; caridad fraterna, apostólica y educativa; profunda vida religiosa
y elementos de estrategia misionera.
Cuando Don Bosco redactó los «Recuerdos» entre septiembre y oc-
tubre de 1875, su experiencia misionera era escasa, e inexiste la de sus
hijos. Escribe poco antes de enviar la primera expedición, forzado por
las circunstancias y llevado por una ternura paterna hacia sus jóvenes
misioneros con la cual «buscaba contentarles, comunicándoles los teso-
ros de su experiencia»60, una experiencia adquirida en el contacto, per-
sonal o epistolar, con grandes misioneros durante y después del Con-
cilio Vaticano I, y que él mismo irá madurando durante los años
sucesivos mientras realiza su proyecto misionero en América61.
56 Se puede encontrar una crónica emotiva y contemporánea del evento en Cesare Chia-
la, Da Torino alla Repubblica Argentina. Lettere dei missionari salesiani, en Letture
Cattoliche 286-287 (1876) pp. 41-60; «Partenza dei missionari salesiani per la Repubblica
Argentina», en L’ Unità Cattolica 266 (1875) p. 1062: MBe XI, 496-497.
57 MBe XI, 331.
58 Ángel Martín, Origen de las Misiones Salesianas. La evangelización de las gentes según el
pensamiento de san Juan Bosco, Instituto Teológico Salesiano, Guatemala 1978, p. 172.
59 Pietro Braido, Don Bosco prete dei giovani nel secolo delle libertà, II, LAS, Roma 2009,
3ª ed., p. 156.
60 MBe XI, 333. Cf. Cesare Chiala, Da Torino alla Repubblica Argentina…, en Letture
Cattoliche 286-287 (1876) pp. 57-58.
61 Agostino Favale, Il progetto missionario di Don Bosco e i suoi presupposti storico-dottri�
nali, LAS, Roma 1976, p. 75; Francis Desramaut, Il pensiero missionario di Don Bosco.

4.3 Page 33

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
33
A pesar de esto, Don Bosco insistió repetidamente para que los «Re-
cuerdos» no fueran olvidados. Todavía estaban los primeros misioneros
en alta mar camino de Argentina y ya pedía a don Cagliero que leyeran
«juntos los recuerdos que os he dado antes de vuestra partida»62, y es
una petición que repetirá con frecuencia63. Efectivamente, durante las
décadas 1875-1885 su correspondencia no será otra cosa que «una re-
comendación cálida de los ‘Recuerdos’, explícita o implícita»64.
¿Por qué daba Don Bosco tanto valor a estos consejos, aunque no
era un experto misionero y careciendo de competencia específica so-
bre el tema? Sin duda, porque le interesaba que sus jóvenes misioneros
cuidasen la vida religiosa, personal y comunitaria, manteniéndose fie-
les a las opciones típicamente salesianas; consideraba esto todavía más
importante que el ser y aparecer como hábiles apóstoles y competentes
misioneros. Todo nacía de su convicción de que la misión en Argentina
era la primera missio ad gentes que emprendía, que sus jóvenes misio-
neros deberían dar vida a nuevas formas de apostolado, tanto entre los
emigrantes como entre los indígenas, que deberían transplantar un ca-
risma todavía no bien definido y, además, lejos de él y del ambiente
religioso y cultural en el que habían crecido.
A mi parecer, en los ‘Recuerdos a los misioneros’ se puede captar la
preocupación del Fundador, casi la aprensión del Padre65 por el destino
de la misión; y esto desde los albores de aquella estupenda empresa
salesiana que fue la presencia en Argentina. Hay que identificar tam-
Dagli scritti e discorsi del 1870-1885, en Missioni Salesiane 1875-1975, LAS, Roma 1976,
pp. 49-50.
62 Carta a don Cagliero (04.12.1875): Epistolario, II, Ceria, p. 531.
63 Carta a don Cagliero (14.11.1875): Epistolario, III, Ceria, p. 113; Carta a don Valentino
Cassinis (07.03.1876): Epistolario, III Ceria, p. 27.
64 Jesús Borrego, Recuerdos de san Juan Bosco a los primeros misioneros. Edición críti-
ca —Posibles fuentes— Breve comentario en la correspondencia de Don Bosco», RSS
4 (1988) p. 181, en donde se citan bastantes cartas de Don Bosco a los misioneros en
Argentina.
65 En el discurso de despedida decía Don Bosco a los misioneros: «Solo os digo que si en
este momento mi alma está conmovida por vuestra partida, mi corazón goza de un gran
consuelo al ver consolidada nuestra Congregación». «No olvidéis que aquí en Italia tenéis
un padre que os ama en el Señor, una Congregación que piensa en vosotros en toda
circunstancia, que os provee y que siempre os acogerá como hermanos» (MBe XI, 329).

4.4 Page 34

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34
ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 411
bién directivas para promover actividades y presencias misioneras y,
todavía más decisivas, algunas sendas seguras para afrontar con se-
guridad el reto actual de la inculturación del carisma salesiano. Lo
que diré a continuación no es, ciertamente, todo lo que se debe hacer,
pero es lo esencial, y estoy convencido de ello; puede haber más cosas,
pero esto no podrá faltar. Es Don Bosco mismo quien nos habla.
«Queremos almas, y nada más»
El objetivo absoluto, razón fundamental de la aventura misionera,
punto de partida y criterio de verificación para cualquier esfuerzo de
inculturación salesiana, no es distinto —no podía serlo— del de la Con-
gregación, es decir, la salvación de las almas, no hay ningún otro. Don
Bosco lo ratifica desde el primer momento a los misioneros, en las pa-
labras de despedida («Dios [] os manda para bien de sus almas»66) y
en el primero de los Recuerdos entregados («Buscad almas, no dinero
ni honores ni dignidades»67). Lo repetirá constantemente en las cartas a
los misioneros más jóvenes, hecho significativo68. Diez años después
escribirá a don Lasagna: «Nosotros queremos almas y no otra cosa. Pro-
cura hacer resonar esto al oído de nuestros hermanos». Y en el lecho
de muerte, en un momento de gran postración, dijo a Monseñor Caglie-
ro «estas únicas palabras: Salvad muchas almas en las misiones»69.
«Recuerda siempre que Dios quiere nuestros esfuerzos
en favor de los jóvenes pobres y abandonados»
Entre los rasgos característicos de la estrategia misionera de Don
Bosco, el rasgo más original y significativo fue su opción de clase, «una
opción constante e indeclinable, que se mueve sobre las dos líneas pa-
ralelas de los pobres y de los jóvenes… En los lugares de misión esto
66 MBe XI, 328.
67 MBe XI, 331.
68 Cf. Carta al clérigo A. Paseri (31.01.1881): Epistolario, IV, Ceria, p. 10; Carta al cléri-
go A. Peretto (31.01.1881): Epistolario, IV, Ceria, p. 11; Carta al clérigo L. Calcagno
(31.01.1881): Epistolario, IV, Ceria, p. 13; Carta al clérigo J. Rodríguez (31.01.1881):
Epistolario, IV, Ceria, p. 17.
69 MBe XVIII, 459.

4.5 Page 35

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
35
es de una evidencia estelar»70. Don Bosco quiso que la opción funda-
mental, la suya personal y la de la joven Congregación, fuera transplan-
tada a América por sus primeros misioneros: lo deja claro en el quinto
consejo («Preocupaos sobre todo de los enfermos, de los niños, de los
ancianos y de los pobres»71), que repetirá diez años después casi con
las mismas palabras: «Cuida especialmente de los niños, de los enfer-
mos, de los ancianos»72.
No había pasado un año desde la primera expedición y ya estaba
pensando en enviar otros «veinte héroes al otro mundo», cuando escribe
a don Cagliero: «Haz lo que puedas para recoger a jóvenes pobres, pero
prefiere a los que provengan de los salvajes, si es posible recogerlos»73;
y quince días después insistía: «Recuerda siempre que Dios quiere
nuestros esfuerzos en favor de los Pampas y de los Patagones y de los
jóvenes pobres y abandonados»74. Que esta predilección no era simple
táctica oportunista aparece claro en su ‘Testamento’, cuando añade,
después de haber augurado un halagüeño porvenir a la Congregación
«preparado por la divina Providencia»: «El mundo nos recibirá siempre
con agrado mientras nuestros afanes vayan encaminados a los salvajes,
a los muchachos más pobres, más abandonados por la sociedad»75. Ser-
vir y evangelizar a los jóvenes, y entre ellos a los más necesitados, es
nuestra razón de ser en la Iglesia (Const. 6), un rasgo «muy específico
del carisma de Don Bosco»76. Donde seamos enviados, deberíamos pre-
ferir a los jóvenes, y entre ellos a los más extraviados desviados o aban-
donados, si queremos ser verdaderos Salesianos. Presentes en todo el
mundo y cercanos a tantos jóvenes, nos incumbe encarnar a Dios e in-
culturar la misión salesiana.
70 Sebastiano card. Baggio, «La formula missionaria salesiana», en Centenario delle Missio�
ni Salesiane 1875-1975. Discorsi commemorativi, LAS, Roma 1980, p. 43.
71 MBe XI, 331.
72 Carta a don Pedro Allavena (24.09.1885): Epistolario, IV, Ceria, p. 339.
73 Carta a don Juan Cagliero (13.07.1876): Epistolario, III, Ceria, p. 72.
74 Carta a don Juan Cagliero (01.08.1876): Epistolario, III, Ceria, p. 81. Don Cagliero se
persuadirá pronto de ello.
75 MBe XVII, 239. Don Bosco, Memorie dal 1841… Cf. Pietro Braido (ed.), Don Bosco
Educatore…,p. 437.
76 Pascual Chávez, Discurso del Rector Mayor en la clausura del CG26, en Da mihi animas,
cetera tolle. Documentos Capitulares. CG26, Editorial CCS, Madrid-Roma 2008, p. 201.

4.6 Page 36

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36
ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 411
«Comenzada una misión, el esfuerzo debe dirigirse siempre
a hacer y establecer escuelas»
Los misioneros enviados por Don Bosco a Argentina no ‘debían’
abrir escuelas para asistir a los inmigrantes italianos ni para la evange-
lización de los indígenas. Si se aventuraron a hacerlo fue por indicacio-
nes precisas de Don Bosco. Anotó en su ‘Testamento espiritual’: «Co-
menzada una misión en el extranjero, el esfuerzo debe dirigirse siempre
a hacer y establecer escuelas»77. Hablando de la misión en la Patagonia
confesaba Don Bosco mismo: «Deseo solamente emplear los últimos
días de mi vida»78. Pero, de hecho, la estrategia misionera se realizó
mediante opciones plenamente educativas: «abrir colegios en las ciuda-
des colindantes con las tierras de los Indios, acoger en ellos a los hijos
de los salvajes, acercarse a los adultos por medio de ellos. Era una tác-
tica análoga a la que le había resultado eficaz en su larga experiencia
de educador y dirigente de obras educativas en los países civilizados»79.
Para Don Bosco, Missio ad gentes y educación no eran dos activida-
des apostólicas diversas o sucesivas. Estaba convencido de que, para una
misión eficaz, había que prodigarse en la educación de la juventud. Y
esto era una característica propia de su actividad misionera en la Igle-
sia80. «El punto de apoyo de la acción y el principio vital de la misiología
salesiana es [] la redención de los infieles por medio del ministerio
educativo entre la juventud y los jóvenes… Donde la misión es salesiana,
77 MBe XVII, 239. Don Bosco, Memorie dal 1841…Cf. Pietro Braido (ed.), Don Bosco
Educatore…, p. 438.
78 Don Bosco, Carta al cardenal Alejandro Franchi (10.05.1876): Epistolario, III, Ceria, p. 60.
79 Pietro Stella, Don Bosco nella Storia della Religiosità… I, p. 174. Cf. Jesús Borrego,
«Estrategia misionera de Don Bosco», en Pietro Braido (ed.), Don Bosco Educatore…,
pp. 152-164.
80 La preferencia de Don Bosco por la educación despertó muy pronto sorpresa y algunas
críticas: «Algunos observan en Don Bosco, que sus misiones en América solo consisten
en abrir colegios y hospicios» (Juan Bautista Francesia, Francesco Ramello, chierico sa�
lesiano, missionario nell’Aamerica del Sud, Tip. Salesiana, San Benigno Canavese 1888,
p. 117). Y don P. Colbachini, esclabriniano, escribía en 1887 a un amigo sacerdote: «Los
Salesianos de Río, de São Paulo, de Montevido, Buenos Aires, y todos los Salesianos del
mundo no se ocupan de misión, excepto unos pocos de la Patagonia […] Vienen a hacer
de maestros y de prefectos de los colegios de artes y oficios…: es una gran misión, pero
es completamente diversa de lo que piensa la mayoría» (M. Francesconi, Inizi della Con�
gregazione Scalabriniana (1886-1888), CSE, Roma 1969, p. 104).

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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al lado y junto a la función sacerdotal, se requiere que esté el ministerio
y el magisterio de la escuela. Todas las casas salesianas [] son una es-
cuela…, un instrumento específico de la penetración cristiana» 81.
Queridos hermanos, esta opción estratégica de Don Bosco nos de-
be hacer pensar; y nos invita a repensar, tal vez, por qué no, en reorga-
nizar nuestra oferta apostólica. Si los jóvenes son «la patria de nuestra
misión» (don Egidio Viganò), su educación es nuestro camino ordinario
para acercarnos a ellos y el modo estable de permanecer con ellos co-
mo portadores del Evangelio. Una presencia nuestra que no sea clara-
mente educativa, una Inspectoría que no promueva la formación, for-
mal o informal, de los jóvenes…, ¿cómo podría llamarse salesiana?
Multiplicar y robustecer nuestra oferta educativa en todo el mundo y
en cada una de nuestras obras es un modo auténtico de inculturar
nuestro carisma.
«Dios llamó a la pobre Congregación Salesiana para promover
las vocaciones eclesiásticas entre la juventud pobre»
Apenas puesta en marcha una misión, el esfuerzo para establecer
escuelas tuvo como objetivo «sacar de ellas alguna vocación al estado
sacerdotal eclesiástico o alguna Hermana entre las niñas»82. Buscar y
formar vocaciones fue para Don Bosco el proyecto escondido que guia-
ba sus opciones más decisivas, sobre todo en el campo educativo83. Co-
mo escribió en el ‘Testamento espiritual’, estaba convencido de que
«Dios suscitó a la pobre Congregación Salesiana para promover las vo-
caciones eclesiásticas entre la juventud pobre y de inferior condición»84.
81 Alberto Caviglia, «La concezione missionaria di Don Bosco e le sue attuazioni salesia-
ne», en Omnis terra adoret Te 24 (1932) pp. 5-50.12.20.24-26.
82 MBe XVII, 239. Don Bosco, Memorie dal 1841…; cf. Pietro Braido, Don Bosco Educa�
tore…, p. 438.
83 Cf. Arthur J. Lenti, Don Bosco. Historia y Carisma 1, Origen: de I Becchi a Valdocco.
Juan J. Bartolomé – Jesús Graciliano González (eds.), Editorial CCS, Madrid 2010, pp.
495-496; Don Bosco. Historia y Carisma 2, Expansión: de Valdocco a Roma, Editorial
CCS, Madrid 2011, pp. 558-559.574.
84 MBe XVII, 229. Don Bosco, Memorie dal 1841…; cf. Pietro Braido, Don Bosco Educa�
tore…, p. 415.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 411
Cuando apenas habían transcurrido seis meses de la primera ex-
pedición, en julio de 1876 había pedido y recibido la facultad de abrir
un noviciado en América. Cuenta a Pío IX que los Salesianos —solo
diez y muy jóvenes85— habían encontrado «a bastantes jóvenes, que
manifiestan voluntad de abrazar el estado eclesiástico, y, tras su peti-
ción, siete de ellos fueron admitidos en la Congregación salesiana. Su
deseo era hacerse misioneros y trasladarse a predicar entre los salva-
jes, afirman ellos86.
Además de señalar el entusiasmo vocacional que provocó la pre-
sencia de los jóvenes misioneros, esta anotación desvela también la
profunda intencionalidad de Don Bosco: hacer que «los patagones
evangelizasen a los patagones». Tener vocaciones indígenas era para él
«el instrumento más adecuado para atraer a los adultos a la fe, para dar
a la Patagonia su nuevo rostro cristiano y civilizado»87. Por tanto, las
vocaciones nativas eran el medio que había que privilegiar para llevar
adelante y asegurar la educación y la evangelización en las misiones.
«Ya han comenzado a manifestarse (vocaciones) entre los indígenas, y
espero que de aquí a unos años sólo serán necesarias algunas raras
expediciones (de nuevos misioneros)».
Escribe a don Fagnano, recién nombrado Prefecto Apostólico de la
Patagonia meridional: «Doquiera vayas, procura fundar escuelas, fun-
dar también pequeños seminarios con el fin de cultivar o al menos de
buscar alguna vocación para las hermanas y para los Salesianos»88. Y en
el Memorial enviado a León XIII, enumerará entre los fines de las mi-
siones salesianas en América: «abrir hospicios en las cercanías de los
salvajes para que sirvan de pequeño seminario y asilo de los más po-
85 Todos estaban entre los 37 años de don Cagliero y los veinte del clérigo Juan Bautista
Allavena.
86 MBe XII, 556. Carta a Pío IX (07.1876): Epistolario, III, Ceria, p. 70.
87 Pietro Scoppola, Commemorazione civile di Don Giovanni Bosco nel centenario della
sua morte. Tipografía Don Bosco, Roma 1988, 22.
88 Carta a don Fagnano (10.08.1885): Epistolario, IV, Ceria, p. 334. «Si en las misiones y de
cualquier otro modo llegas a vislumbrar que algún joven da alguna esperanza del sa-
cerdocio, sabe que Dios te pone un tesoro entre las manos» (Carta a don Pedro Allavena
(24.09.1885): Epistolario, IV, Ceria, p. 339. La cursiva es mía).

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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bres y abandonados. Con este medio nos abriremos el camino a la pro-
pagación del Evangelio entre los indios»89.
Don Bosco estaba tan convencido de la urgencia de una promoción
vocacional entre los indígenas y del éxito inmediato que tendría, que
antes de enviar a los misioneros, les ofrece, siempre en los ‘Recuerdos’,
un «pequeño tratado» para cultivar las vocaciones eclesiásticas, centran-
do todo en el amor, la prevención y la frecuencia de los sacramentos90.
Que mientras vivió no viera realizado su sueño91, no quita, sino que
refuerza el vigor de su convicción. Como él, nosotros los Salesianos «esta-
mos convencidos de que, ente los jóvenes, muchos son ricos de recursos
espirituales y presentan gérmenes de vocación apostólica» (Const. 28). La
falta de vocaciones vivida en algunas Inspectorías y la fragilidad vocacio-
nal que nos invade un poco en todas partes nos retan todavía más que en
los días de Don Bosco a «crear una cultura vocacional en cualquier am-
biente, de modo que los jóvenes descubran la vida como llamada»92.
Por muy bien proyectada que esté y por muy eficaz que sea en los
resultados, una pastoral que no promueva una cultura vocacional en
nuestras presencias, no sería salesiana. Norma, criterio y recorrido de
inculturación del carisma salesiano ha sido y debe continuar siendo la
promoción de las vocaciones en la Iglesia. El despertar de las vocacio-
nes no es solo prueba de la eficacia de nuestro trabajo apostólico; es
mucho más, es la realización de nuestro carisma específico.
«Todos, todos, podéis ser verdaderos obreros evangélicos»
Al transplantar vida y misión salesiana a América, Don Bosco con-
fió siempre en todas las fuerzas vivas que se podían encontrar, tanto
89 Memorial sobre las Misiones salesianas presentado a León XIII (13.04.1880): Epistolario,
III, Ceria, p. 569.
90 Jesús Borrego, «Recuerdos de san Juan Bosco…». El texto del 18º consejo se encuentra
en la p. 208. En el ‘Testamento espiritual’ recogerá estas pistas de pastoral vocacional,
ampliándolas.
91 Se deberá esperar hasta 1900 para tener en el aspirantado de Bernal (Argentina) dos
muchachos hijos de indígenas entre doce provenientes de la región de Río Negro Lino
Carbajal, Le missioni salesiane nella Patagonia e regioni magallaniche. Studio storico-
statistico, Tip. Salesiana, San Benigno Canavese 1900. p. 104.
92 CG26, 53.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 411
dentro de su Familia religiosa, como en la Iglesia y en la sociedad. An-
tes que todos, confió en los Salesianos coadjutores, que no faltarán en
ninguna expedición a partir de la primera; en efecto, entre los ocho
pioneros de la misión en Patagonia, en el año 1880 habrá también un
coadjutor, como había prometido Don Bosco al Arzobispo de Buenos
Aires, además de para el trabajo catequístico93, para enseñar «la agricul-
tura con las artes y los oficios más habituales»94.
Más característica del pensamiento de Don Bosco fue la presencia
oportuna y numerosa de las Hijas de María Auxiliadora. Las seis prime-
ras Salesianas se unieron al proyecto misionero de Don Bosco en la
tercera expedición, al final de 1977; tres de ellas eran menores de edad,
mientas que la Superiora, Sor Ángela Vallese, tenía apenas 24 años95. Su
presencia era algo inusual: «Es la primera vez que se veían hermanas
[] en aquellas remotas regiones». Pero muy pronto se consideró pro-
videncial; «sin duda, su proverbial caridad contribuyó muchísimo a la
conversión de los indios»96 y a la educación de muchachas pobres y
abandonadas. En 1884 habían educado a cerca de un centenar de chi-
cas y conducido a otras tantas a una vida edificante. En 1900 profesa-
ban ya las primeras indígenas97. Unidos en la misión práctica, Salesia-
nos y Salesianas transplantaron juntos la vida y el carisma salesiano a
América.
Co-apóstoles de la Patagonia», «instrumento de salvación de miles
de jóvenes»98, fueron los Cooperadores, presentes y operantes en el an-
tiguo y en el nuevo continente, y considerados por Don Bosco como el
frente externo, el apoyo moral, espiritual y material a sus iniciativas
apostólicas. Al ser «invitado formalmente a cuidarse de los patagones»,
dice que ha llegado «el tiempo de misericordia para aquellos salvajes».
93 «Don Bosco les dio el título oficial de catequistas» (Cesare Chiala, Da Torino alla Repub�
blica Argentina… en Letture Cattoliche 286-287 (1876), p. 36).
94 Carta a Monseñor Aneiros (13.09.1879): Raúl A. Entraigas, Los Salesianos en la Argen�
tina, III, Plus Ultra, Buenos Aires 1969, p. 85.
95 MBe XIII, 274-275.281-283.
96 «Los verdaderos héroes del desierto», en La América del Sur 4 (1880) 1152.
97 Véase Lino Carbajal, Le missioni salesiane nella Patagonia e regioni magallaniche…,
pp. 63-64.104-105.
98 «Tres pensamientos de Don Bosco a los Cooperadores y a las Cooperadoras» (28.01.1886),
en Bolletino Salesiano 3 (1886) p. 32.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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Escribe a los Cooperadores afirmando que solo «lleno de confianza en
el Señor y en vuestra caridad he aceptado la ardua empresa»99. Fe en
Dios y confianza en la caridad de los buenos fueron los recursos para
sostener sus sueños apostólicos. Precisamente por esto consideraba la
presencia de los Cooperadores «casi una necesidad para cualquier casa
salesiana, para que tenga vida y pueda crecer» 100.
Movido siempre por la urgencia de satisfacer las necesidades «de
personal y de dinero» de los misioneros, Don Bosco quiso incrementar
el grupo de Cooperadores. Jóvenes y adultos, sacerdotes y laicos, obis-
pos e incluso el Papa101, eran invitados por él a asumir su proyecto
apostólico. Dirá en la célebre conferencia en Valdocco el 19 de marzo
de 1876: «Todos los que estáis aquí, sacerdotes, estudiantes, aprendices
y Cooperadores, todos, alsolutamente todos, podéis ser verdaderos ope-
rarios evangélicos»102.
No hay duda. Adivinada la carencia de límites de su proyecto misio-
nero y, consciente de su insuficiencia y de la de sus instituciones, Don
Bosco buscó colaboraciones cada vez más amplias, dando origen de
hecho, y no de manera inconsciente, a un movimiento tanto eclesial
como civil, «un vasto movimiento de personas que, de varios modos,
trabajan por la salvación de la juventud (y que), viviendo en el mismo
espíritu y en comunión entre ellos, continúan la misión iniciada por él»
(Const. 5). Hacer de la Familia Salesiana «un verdadero movimiento
apostólico en favor de los jóvenes»103, además de un proceso que hay
que activar para convertir corazones, mentalidades y estructuras, es
para nosotros un verdadero camino de inculturación del carisma. Es un
ejercicio de fidelidad a Don Bosco. Nos incumbe convalidar cuanto
99 Cf. «Don Bosco a los beneméritos Cooperadores y Cooperadoras», en Bolletino Salesiano
1 (1886) p. 3. Al preparar la expedición de 1886 vuelve a apelar a su caridad: «Escuchad
también vosotros conmigo la voz de los queridos misioneros y el grito que nos mandan
tantos pobres abandonados de aquellas lejanísimas comarcas» (Circular a los Coopera-
dores [15.10.1886]: Epistolario, IV, Ceria, p. 362).
100 «Monseñor Cagliero en Chile», en Bolletino Salesiano 9 (1887) 110.
101 Cf. Carta a don Juan Cagliero (01.08.1876): Epistolario, III, Ceria, p. 81. MBe XIII, 425. 519
102  MBe XII, 528.
103  CG26, 31.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 411
Don Bosco llevaba en su corazón y promoverlo de su misma manera y
para los mismos fines.
«Actuad de modo que el mundo conozca que sois pobres»
Don Bosco redactó el primero de los ‘Recuerdos’ casi como princi-
pio básico del compromiso evangelizador de los misioneros: «Buscad
almas, pero no dinero». No desconocía la situación en que vivía en Ar-
gentina la mayor parte de los sacerdotes italianos que habían ido a
acompañar a los miles de inmigrantes. El arzobispo de Buenos Aires le
había escrito: «Se me oprime el corazón al decirlo: la mayor parte vie-
nen para ganar dinero y nada más»104.
Precisamente porque la escasez de recursos, de personal y de finan-
ciación era proverbial en las empresas apostólicas de Don Bosco, y pues-
to que «nuestra pobreza debe ser real… en la celda, en los vestidos, en la
mesa, en los libros, en los viajes, etc.»105, los primeros misioneros vivían
en la estrechez y en medio de grandes dificultades. Cuando preguntaron
a don Tomatis qué comían ordinariamente en comunidad, respondió con
una sonrisa: «Por la mañana, pan y cebolla; por la noche, cebolla y pan»106.
No resulta nada extraño que Don Bosco no insistiese demasiado en
este argumento en las cartas que enviaba a los misioneros; más bien se
mostraba preocupado, y mucho, por las muchas deudas contraídas o
por los pagos de los intereses de los préstamos; este tema está presen-
te en la comunicaciones regulares a los Cooperadores. Su pobreza fue
austera, industriosa, rica de iniciativas («en nuestras estrecheces hare-
mos cualquier sacrifico para ir en vuestra ayuda»107), sostenida por una
inquebrantable confianza en la Providencia. Pero justamente por esto,
porque las primeras comunidades misioneras subsistían «de préstamos
sin una cooperación organizada»108, resulta mucho más relevante el
104 Carta de Monseñor Aneiros a Don Bosco [18.12.1875]: MBe XI, 508.
105  MBe IX, 625.
106 Crónica de San Nicolás de los Arroyos (1875-1876), p. 10: ASC F910.
107 Carta a don Juan Cagliero (06.08.1885): Epistolario, IV, Ceria, p. 328; Carta a don San-
tiago Costamagna (31.01.1881): Epistolario, IV, Ceria, p. 7; Circular a los Cooperadores
Salesianos (15.10.1886): Epistolario, IV, Ceria, pp. 360-363.
108 Juan E. Belza, Luis Lasagna, el obispo misionero. Introducción a la historia salesiana de
Uruguay, Brasil y Paraguay. Editorial Don Bosco, Buenos Aires 1969, p. 169.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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consejo de Don Bosco: «Vivid de tal manera que el mundo conozca que
sois pobres en los vestidos, en la comida, en las habitaciones, y seréis
ricos ante Dios y os adueñaréis del corazón de los hombres».
Para Don Bosco era un valor indiscutible la pobreza en la vida per-
sonal, y no la indigencia de medios en las obras educativas109. Como re-
comendación fundamental dirigida a todos los Salesianos, dejó escrito en
su ‘Testamento espiritual’: «Amad la pobreza []. Procurad que ninguno
tenga que decir: estos enseres no son signos de pobreza, esta mesa, este
vestido, esta habitación no es la de un pobre. Quien da motivos razona-
bles para que pronuncien estas palabras, ocasiona un gran desastre a
nuestra Congregación, que debe gloriarse siempre del voto de pobreza.
¡Ay de nosotros si aquellos a los que hacemos caridad pueden decir que
llevamos una vida más desahogada que la suya!». Y condicionó el futuro
de la Congregación a la pobreza de vida de sus miembros: «Nuestra Con-
gregación tiene delante un bello porvenir preparado por la divina Provi-
dencia []. Cuando comiencen entre nosotros las comodidades y el
bienestar, nuestra Pía Sociedad habrá cumplido su curso».
Como Jesús envió a sus primeros apóstoles pobres, ordenándoles
que no llevasen nada para el viaje, porque tenían el Evangelio (cf. Mt
6,8), así Don Bosco quiso que sus Salesianos fuesen pobres para tener
su tesoro en los jóvenes pobres: «Nuestras solicitudes deben dirigirse a
los salvajes, a los niños más pobres, a los que corren más peligro de la
sociedad. Para nosotros, este es el bienestar que nadie invadirá y que
nadie vendrá a arrebatarnos»110.
Nuestros destinatarios prioritarios, los jóvenes más necesitados, son
la razón de nuestro «desposar» la pobreza apostólica, cuyo testimonio
«ayuda a los jóvenes a superar el instinto de posesión egoísta y les abre
al sentido cristiano de la participación» (Const. 73). Anunciar con la vida
que Dios es nuestro único tesoro, nos aleja de todo lo que hace insen-
sibles a Dios y nos hace abiertos y disponibles a las exigencias de los
jóvenes. Además de realizar el verdadero significado del cetera tolle,
vivir realmente la pobreza evangélica allí donde hayamos sido envia-
109 Véase la anécdota, contada por don Rinaldi, sobre el pensamiento de Don Bosco sobre
la pobreza salesiana: MBe XIV, 470.
110 Don Bosco, Memorie dal 1841…; cf. Pietro Braido, Don Bosco Educatore…, p. 435.437-
438.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 411
dos, nos ayudará a encarnar el carisma salesiano, pues, de hecho, es un
criterio seguro que guía su implantación y verifica cualquier realización
histórica suya.
«Con la dulzura de San Francisco de Sales
los Salesianos atraerán hacia Jesucristo
a las poblaciones de América»
Don Bosco consideró la actividad misionera en América en conti-
nuidad con cuanto había hecho y estaba pensando hacer en Turín y en
las otras presencias de Europa. Escribía al Papa: «Los objetivos vislum-
brados para esta misión eran asistir a los italianos e intentar un paso a
los pampas []. Lo primero ya se ha emprendido []. En cuanto a lo
segundo, llevar el Evangelio entre los salvajes, se había determinado
abrir colegios, hospicios, hogares cerca de aquellas tribus»111. La prefe-
rencia salesiana por la escuela y por los jóvenes en las misiones era
para Don Bosco una sólida convicción; pero, evangelizar educando, o,
como él se expresa,«dedicarse a la masa del pueblo con la educción de
la juventud pobre», en cuanto método misionero, era una novedad no
comprensible para todos. Además, una vez puesta en práctica, ofrecía
la ocasión de algunos fracasos, porque, según pensaba Don Bosco,
«aquellos a quienes se confían jóvenes para educar no emplean méto-
dos a propósito, no tienen espíritu para ello o no están capacitados»112.
Precisamente por esto, en los ‘Recuerdos’ a los misioneros llama la
atención sobre el Sistema Preventivo. En realidad, no era necesario.
Enviando a los suyos a las tierras de misión, no hacía otra cosa que
transplantar las grandes opciones, la metodología pedagógica y el esti-
lo de educación que había aplicado en Valdocco y donde habían creci-
do y habían sido educados sus mismos misioneros. A pesar de ello,
insistirá en que la caridad apostólica (Buscad almas… Cuidad espe�
cialmente de los enfermos, de los jóvenes, de los ancianos y de los po�
bres…), sea vivida como caridad fraterna (Amaos, aconsejaos, corre�
gíos, no tengáis jamás envidia ni rencor, sino que el bien de uno sea el
111 Relación oficial a Pío IX (16.06.1876), p. 4: ASC A8290109.
112 Giulio Barberis, Cronichetta, Quaderno 8, p. 75: ASC A0000108. Cf. MBe XII, 241-242.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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bien de todos…)113 y pedagógica (Caridad, paciencia, dulzura, nunca
reproches humillantes, nunca castigos, hacer el bien a todos los que se
pueda y el mal a ninguno. Valga esto para los Salesianos entre sí, para
los alumnos y para los demás, de casa o de fuera)114.
Aunque Don Bosco diese por descontada la práctica de su estilo
educativo, no resultó fácil su implantación en tierras americanas. Escri-
be don Rua a don Cagliero: No todas las casas salesianas «son dirigidas
con dulzura y con el Sistema Preventivo». Y Don Bosco enviará a don
Costamagna, Inspector desde 1880, después de la muerte de don Bodra-
to, una carta que puede considerarse un breve tratado del pensamiento
educativo del Fundador: «Nuestro sistema sea el Sistema Preventivo; nun-
ca jamás castigos penosos, nunca jamás palabras humillantes, ni repro-
ches severos en presencia de otros… Úsense los castigos negativos, y
siempre de manera que aquellos que sean avisados se conviertan en
amigos nuestros más que antes, y que no acaben nunca envilecidos por
nosotros… La dulzura en el hablar, en el obrar, en el avisar gana todo
y a todos»115.
Hoy como ayer, en otros continentes, como en el pasado sucedió en
América, existen verdaderos retos para la puesta en práctica del Siste-
ma Preventivo, debido a razones culturales y a los cambios de las con-
diciones juveniles. En el primer caso se comprueban aquí y allí dificul-
tades para comprenderlo y aplicarlo y con frecuencia se justifica una
actitud no salesiana para con los jóvenes diciendo que en tal lugar del
mundo la voz y el protagonismo pertenecen a los adultos y que a los
jóvenes corresponde solamente obedecer. En otros casos, el estilo edu-
cativo se caracteriza por una forma de autoritarismo que no deja espa-
cio a la razón y mucho menos a la amabilidad. En fin, en otras partes
del mundo es verdaderamente difícil saber interpretar y encarnar el
Sistema Preventivo, especialmente allí donde los cambios culturales
han llevado a los jóvenes a un alto nivel de autonomía, de modo que
113 Carta a don Santiago Costamagna (10.08.1885): Epistolario, IV, Ceria, pp. 332-333. Jesús
Borrego, Recuerdos de san Juan Bosco…, pp. 207-208..
114MBe XVII, 538.
115Carta a don Santiago Costamagna (10.08.1885): Epistolario, IV, Ceria, p. 332-333.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 411
están convencidos de tener todos los derechos posibles sin responsabi-
lidad alguna.
Es absolutamente necesario conocer bien el Sistema Preventivo para
poder desarrollar sus grandes virtualidades, modernizar sus aplicacio-
nes, reinterpretar las grandes ideas de fondo (la mayor gloria de Dios
y la salvación de las almas; la fe viva, la esperanza firme, la caridad
teológico-pastoral; el buen cristiano y el honesto ciudadano; la alegría,
estudio y piedad; salud, estudio y santidad; la piedad, moralidad, cultu-
ra; la evangelización y civilización), las grandes orientaciones de méto-
do (hacerse amar antes que hacerse temer; razón, religión, amabilidad;
padre, hermano, amigo; familiaridad, especialmente en la diversión;
ganar el corazón; amplia libertad de saltar, correr, gritar a gusto). Todo
esto para la formación de jóvenes nuevos, capaces de transformar este
mundo.
Me pide el corazón decir que el Sistema Preventivo es un elemento
esencial de nuestro carisma, que ha de ser conocido, actualizado según
el desarrollo filosófico, antropológico, teológico, científico, histórico,
pedagógico, y que es indispensable su inculturación en la variedad de
los contextos económicos, sociales, políticos, culturales, religiosos don-
de habitan nuestros destinatarios, si queremos de verdad ser fieles a
Don Bosco e inculturar su carisma. Me aventuro a decir que esta es una
de las tareas más urgentes de la Congregación.
«Recomendad constantemente la devoción
a María Auxiliadora y a Jesús Sacramentado»
Elemento esencial en la misión salesiana es la presencia de María,
una convicción típicamente evangélica (cf. Jn 2,1.12; Hch 1,14) y certeza
de fe vivida intensamente por Don Bosco116. Esta presencia activa de
María en la vida de la Iglesia ha sido bien expresada por el título de
Auxiliadora. El recuerdo de Don Bosco a los misioneros recomienda
esta «devoción», que ha de ser cultivada con asiduidad. Dijo en el dis-
116 Es constante el augurio de Don Bosco a los misioneros: María os guíe para ganar
muchas almas o para ir al cielo: Carta a Monseñor Cagliero (10.02.1885): Epistolario,
IV, Ceria, p. 314; Carta a don Costamagna (10.08.1885): Epistolario, IV, Ceria, p. 333;
Carta a don Tomatis (14.08.1885): Epistolario, IV, Ceria, p. 337; Carta a don Lasagna
(30.09.1885): Epistolario, IV, Ceria, pp. 340-341.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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curso de despedida: «Nosotros aquí no dejaremos ni un solo día de
encomendarles (a los primeros misioneros) a María Auxiliadora y me
parece que María, que hoy bendice su partida, no dejará de bendecir el
progreso de la misión»117.
Con el fortalecimiento del título de «María Auxiliadora», el carisma
salesiano se abrió al horizonte misionero; y la actividad misionera sale-
siana se caracterizó por la difusión popular de la devoción a María
Auxiliadora, la celebración de las principales festividades marianas, la
publicación de folletos y estampas, la construcción de santuarios ma-
rianos en todas las partes del mundo, expresión tangible de irradiación
del carisma apostólico y educativo de Don Bosco. Escribió en su ‘Tes-
tamento espiritual’: «La Santísima Virgen María seguirá ciertamente
protegiendo nuestra Congregación y las obras salesianas, si nosotros
seguimos confiando en Ella y promoviendo su culto»118.
La tradición inintrerrumpida desde 1875 de entregar el crucifijo a
los misioneros que parten en la Basílica de María Auxiliadora, expresa
esa convicción y al mismo tiempo se convierte en condición originante
y renovadora del carisma salesiano en el tiempo. Tal como está repre-
sentada en el cuadro de Lorenzone, María es Madre de la Iglesia y Rei-
na de los apóstoles, que ayuda y acompaña la obra salesiana en el
mundo. El crucifijo que se entrega expresa la posibilidad concreta de
ser llamados por Dios hacia horizontes de generosidad sin límites. A
muchos hijos de Don Bosco, el valor y la fidelidad los han hecho capa-
ces de dar la vida con el martirio.
Fruto típico de este estilo pastoral y educativo, que hace visible la
presencia de María Auxiliadora mediante la construcción de santuarios
y la erección de estatuas dedicadas a Ella, es la victoria sobre las estra-
tegias de contraposición y las acciones de violencia, para la promoción
de una cultura de paz y de reconciliación entre pueblos, grupos y fami-
117MBe XI, 329. La víspera del embarque, Don Bosco entregaba a don Cagliero una lista
manuscrita de consejos y encargos, que concluía así: «Haced lo que podáis; Dios hará
lo que nosotros no podamos hacer. Confiad todo lo vuestro a Jesucristo Sacramentado
y a María Auxiliadora y veréis qué son milagros» (MBe XI, 336).
118MBe XVII, 229. Don Bosco, Memorie dal 1841 …; cf. Pietro Braido, Don Bosco Edu�
catore…, p. 415.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 411
lias, exaltando su presencia de «Estrella de la evangelización» en el na-
cimiento y en el crecimiento de la Iglesia.
Es original el acercamiento de la devoción mariana a la relación
sacramental con el Señor Jesús en la Eucaristía. Esto expresa que
nuestra entrega a María encuentra su vértice en acogerla como «mujer
eucarística» 119: cuanto más eucarísticos nos hace María, tanto más rea-
liza su misión, la de llevarnos a Jesús, la de hacernos llevar a Cristo
en nosotros, la de enseñarnos a convertir nuestra vida en un sacrificio
agradable a Dios, en unión al sacrificio perfecto del Hijo. En la óptica
típicamente salesiana, la acción educativa y la obra evangelizadora
encuentran en la relación con el Señor Jesús y con María las «colum-
nas», el sostén y la expresión de una fe fuerte en Dios, al que nada es
imposible, y confianza en María, en la que Dios «ha hecho grandes
cosas» (Lc 1,49).
Queridos hermanos: ¿Qué podemos pensar de presencias salesianas,
a veces más que centenarias, en las que no hemos sido capaces de hacer
sentir a nuestros jóvenes y a los colaboradores la presencia materna de
María y, peor todavía, donde se ha permitido difundirse un alejamiento
progresivo de Cristo Eucaristía? ¿Podríamos llamarlas «salesianas», aun-
que continúen educando y evangelizando? Si queremos permanecer fie-
les al proyecto original de nuestro Padre, creo sinceramente que María
debe volver como motivo y guía de nuestra evangelización y la Eucaristía
como su centro de gravedad y su forma misionera.
119 Cf. Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia. Carta Encíclica sobre la Eucaristía en su rela-
ción con la Iglesia (17.04.2003) 53-58.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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Conclusión
Queridísimos hermanos, como Congregación tenemos una esplén-
dida historia de inculturación del Evangelio en tierras de misión. Han
sido y son los Salesianos quienes se han insertado plenamente en los
pueblos, aprendiendo su lengua, reconstruyendo su cosmovisión, reco-
giendo sus tradiciones y costumbres, elaborando gramáticas y diccio-
narios, difundiendo sus tierras y su organización, constituyendo fede-
raciones de pueblos indígenas. Es una historia de la que no podemos
dejar de sentirnos orgullosos. Para ellos vaya nuestro reconocimiento,
nuestra estima, nuestra admiración, nuestro agradecimiento. Pero en
esta carta he querido más bien afrontar el tema de la inculturación des-
de la perspectiva no tanto del Evangelio cuanto del carisma, para indi-
car que el carisma debe ser inculturado en cualquier continente (Euro-
pa, América, Asia, África, Oceanía, Digital Continent), en cualquier
contexto (social, político, cultural, religioso) y en cualquier tipo de obra
(educación formal, no formal, informal, primaria, secundaria, universi-
taria, de evangelización o misión, de promoción social). Esta es la ra-
zón del empeño en poner de relieve los criterios indicados por el mis-
mo don Bosco en sus ‘Recuerdos’ a los primeros misioneros. De hecho,
continúan siendo nuestro punto de referencia. Ni destinatarios ni mi-
sión ni método son para nosotros algo opcional. Nos han sido dados
como herencia que asumir, custodiar y desarrollar.
Me parece bien concluir con dos textos, tan elocuentes como com-
prometedores, de la Exhortación postsinodal Vita Consecrata. Justa-
mente al hablar del enriquecimiento muto entre inculturación y caris-
ma, dice: «El reto de la inculturación ha de ser acogido por las personas
consagradas como llamada a una fecunda colaboración con la gracia
en el acercamiento a las diversas culturas. Esto supone una seria pre-
paración personal, dotes maduras de discernimiento, adhesión fiel a
los criterios indispensables de ortodoxia doctrinal, de autenticidad y de
comunión eclesial. Con el sostén del carisma de los Fundadores y Fun-
dadoras, muchas personas consagradas han sabido acercarse a las di-
versas culturas en la actitud de Jesús, que «se despojó de sí mismo to-
mando la condición de esclavo» (Fil 2,7) y, con un paciente y audaz
esfuerzo de diálogo, han establecido contactos provechosos con las

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 411
gentes más variadas, anunciando a todas el camino de la salvación»120.
En el número siguiente añade: «A su vez, una inculturación auténtica
ayudará a las personas consagradas a vivir el radicalismo evangélico
según el carisma del propio Instituto y el genio del pueblo con el que
entran en contacto. De esta fecunda relación brotarán estilos de vida y
métodos pastorales que podrán revelar una auténtica riqueza para todo
el Instituto, si resultan coherentes con el carisma de fundación y con la
acción unificadora del Espíritu Santo»121.
Junto con vosotros, comienzo este trienio de preparación al Bicente-
nario del nacimiento de Don Bosco, que deberá ser para todos nosotros
un auténtico renacimiento espiritual, misionero, educativo y carismático.
Encomiendo a todos y a cada uno de vosotros a María Auxiliadora,
nuestra madre y educadora.
Pascual Chávez Villanueva, SDB
Rector Mayor
120 VC 79.
121  VC 80.