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ACG426
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
«Señor, dame esa agua»
Jn 4,15
CULTIVEMOS EL ARTE
DE ESCUCHAR Y ACOMPAÑAR
Presentación.— I. UN ENCUENTRO QUE NO DEJA A NADIE INDIFERENTE (Escuchar). Una es-
cucha que es acogida y encuentro personal.— II. UN ENCUENTRO QUE LANZA A LA PERSONA HA-
CIA ADELANTE (Discernir). La fe y la vocación a la alegría del amor. El don del discernimiento: , REcoNocER
, iNTERpRETAR ELEGiR.— III. UN ENCUENTRO QUE TRANSFORMA LAS VIDAS (Acompañar):
Como Jesús..., acompañando. Don Bosco, educador y guía de sus jóvenes.IV. ¿PARA LLEVAR A
CABO QUÉ ACCIÓN PASTORAL? Un discernimiento vocacional (como sugiere el Papa Francisco).V.
DE LA MANO DE LA SAMARITANA.
Mis queridos hermanos y
hermanas de la Familia
Salesiana en el mundo:
Como es tradición, al final del año presento el
Aguinaldo a nuestras hermanas, las Hijas de María
Auxiliadora, y desde ese día quiere ser un don para
toda nuestra Familia, doquiera nos encontremos. Se
pretende ayudar a tener un mismo corazón y una
misma mirada como mensaje que acompañe tantas
iniciativas en todos nuestras Instituciones y en la
misión que cada cual llevamos a cabo en este
hermoso árbol carismático que es la Familia
Salesiana.
El tema elegido para el año 2018 tiene
continuidad con el del año anterior y es introducción
de un gran acontecimiento eclesial que ya se está
preparando: la XV Asamblea General Ordinaria del
Sínodo de los Obispos que el Papa Francisco ha
convocado con el tema «Los jóvenes, la fe y el

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discernimiento vocacional».
Un lema y un tema que toca de lleno lo más
esencial de nuestro carisma y que prepararemos de la
mejor manera posible sensibilizándonos nosotros
mismos y haciendo partícipes a muchos laicos y
jóvenes de la importancia de este hecho en la vida
eclesial. «Con este Sínodo, en palabras del Papa
Francisco, la Iglesia ha decidido

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interrogarse sobre cómo acompañar a los jóvenes
para que reconozcan y acojan la llamada al amor y a
la vida en plenitud, y también pedir a los mismos
jóvenes que la ayuden a identificar las modalidades
más eficaces de hoy para anunciar la Buena
Noticia»1.
El Aguinaldo que este año les ofrezco pretende,
justamente, ayudar a esto en todas nuestras
presencias, como Familia.
El lema elegido, que es sencillo y muy directo,
contiene dos elementos de vital importancia para
nuestro mundo de hoy: la escucha y el
acompañamiento personal. Se lo ofrezco siguiendo
un hermosísimo texto evangélico que nos iluminará y
dará pie a variadas reflexiones; es el encuentro de
Jesús con la mujer samaritana, en el que, desde la
diversidad de género y de etnia, además del
antagonismo religioso, llega al encuentro más
profundo con la otra persona, hasta el punto de
cambiar su vida.
Les invito a acogerlo con la buena disposición de
cada año y a aprovechar lo que les pueda ser más
adecuado para su situación pastoral, la que cada uno
de nosotros vive en los diversos contextos culturales
en los que nos encontramos.
Por mi parte puedo decirles que, en los cientos de
encuentros que he tenido en estos ya casi cuatro años
con jóvenes de los cinco continentes, he llegado a la
certeza de que las presencias de las casas de nuestra
Familia Salesiana están llenas de miles y miles de
jóvenes buenos, abiertos a la vida, con el deseo de
formarse, de aprender, jóvenes en búsqueda. Muchos
de ellos, con un gran corazón generoso, que desean
servir a los demás, hacer algo por los otros, ayudar,
donarse.

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Jóvenes que nos piden ayuda para seguir creciendo
y madurando su fe. Otros que no lo piden, pero que
tienen una gran necesidad de encuentro personal y de
escucha. Son muchos los que estarían bien dispuestos
a hacer un camino personal y comunitario de
discernimiento y acompañamiento.
1 Papa Francisco, Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional.
Documento Preparatorio de la XVI Asamblea General del Sínodo
de los Obispos, en la revista Forum.com, enero de 2017, pág. 7.

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Y me digo, ¿a qué esperamos? ¿Por qué no
decidirnos a estar mucho más disponibles para
acompañar a todos nuestros jóvenes en lo más
importante de sus vidas? ¿Qué nos frena? ¿Por qué
«ocuparnos» o «entretenernos» en otras cosas si esta
es una verdadera prioridad educativa y de
evangelización?
Daremos pasos mucho más significativos, mis
queridos hermanos y hermanas, el día en que nos
convenzamos totalmente de que más importante que
lo que hacemos es lo que somos y quiénes somos; más
importante que ofrecer cosas y actividades a los
adolescentes y jóvenes, y a sus familias, es ofrecerles
nuestra presencia, escucha y diálogo. Eso sí deja
huellas de vida para siempre. Y esto con los jóvenes y
con las familias.
Lo que les acabo de decir es la verdadera y
profunda motivación de la elección del Aguinaldo de
este año.
«Señor, dame esa agua» Jn 4,15
Cultivemos el arte
de escuchar y acompañar
I. UN ENCUENTRO QUE NO DEJA INDIFERENTE
Escuchar»)
Mi invitación, ya desde ahora, es la de hacer una
lectura reposada y meditada del pasaje que
conocemos como «el encuentro de Jesús con la
Samaritana» (Jn 4,3-42), texto al que nos referiremos
para ver cómo el Señor se relaciona con ella y qué
produce en la vida de esta mujer su encuentro con

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Jesús.
«Llega una mujer de Samaría a sacar agua,
y Jesús le dice: —Dame de beber.
Sus discípulos habían ido al pueblo a
comprar comida. La samaritana le dice:
—¿Cómo tú, siendo judío, me pides de
beber a mí, que soy samaritana?» (Jn 4,7-
9).

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Jesús y la anónima samaritana proceden de dos
pueblos diferentes, enfrentados a lo largo de la
historia, pues cada uno consideraba al otro como
radicalmente desviado de la antigua fe de Israel. Se
podría decir que sus familias eran social, religiosa y
políticamente enemigas; y no por ser diferentes, sino
por ser muy semejantes, pero con planteamientos
opuestos, creyéndose cada cual como el auténtico
depositario y preservador de la religión original del
antiguo Israel. De hecho, ambos pueblos se
consideraban impostores el uno al otro.
Los protagonistas son el judío Jesús y la mujer
samaritana que, sin duda, en cuanto llegó al pozo lo
reconoció como judío por su atuendo característico.
Ante la samaritana, él es un forastero que tiene sed,
pero no tiene cántaro para sacar el agua de aquel
pozo profundo. Además, la mujer no se encuentra
solamente ante un forastero, sino ante un rival en
cuanto a creencias.
Al mismo tiempo, tal como se deduce de la
narración, ella parece marcada por una, cuanto menos,
dudosa fama, con una situación de vida irregular.
Podría decirse que es una mujer emocionalmente
rechazada.
Entre Jesús y la mujer samaritana se interponen
fuertes convencionalismos étnicos y religiosos, que
hacen que, al pedir agua a esa mujer, Jesús incurra en
una conducta reprobable por transgredir las
costumbres de su tiempo. Pero, por eso mismo, es
razonable suponer que la mujer se siente segura con
Jesús, quien, por no ser de su pueblo, no sabe nada de
los fracasos de su vida; y, además, con él, aunque
fuera de una comunidad herética como la judía, había
cierta afinidad religiosa. Como Jesús no tendría
oportunidad de contactar con los líderes samaritanos,

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con él no había nada que temer, o de qué
preocuparse.
Esta situación se convierte en algo muy
interesante para nosotros: un espacio profano y de
intemperie —un pozo en medio del campo— y un
encuentro que se mostrará como lugar del
encuentro con Dios. Jesús, verdadero protagonista y
conductor del encuentro, de la escucha y del diálogo
inicial, diseña la estrategia de dicho encuentro,
comenzando por la escucha de la otra persona y la
situación que intuye.
Este ejemplo del Señor es de plena actualidad
para nosotros.

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Una escucha que es ACOGIDA y ENCUENTRO PERSONAL
ESCUCHA que siempre es un arte. «Necesitamos
ejercitarnos en el arte de escuchar, que es más que
oír. Lo primero, en la comunicación con el otro, es la
capacidad del corazón que hace posible la proximidad
sin la cual no existe un verdadero encuentro
espiritual»2. Por eso el don de la palabra,
especialmente en las relaciones personales, ha de
tener su correspondencia en la «sabiduría de la
escucha».
Esta escucha, tan importante en nuestra misión
como Familia Salesiana, habrá de tener como punto de
partida el encuentro que constituye una oportunidad
de relación humana y humanizadora, vivida en libertad
plena, «con una mirada respetuosa, llena de compasión,
pero que, al mismo tiempo, sane, libere, y aliente a
madurar en la vida cristiana»3.
Por eso, cuando se produce así el encuentro con
los adolescentes y jóvenes, con nuestros educandos,
con las familias de todas las presencias, la escucha
significará, entre otras cosas:
Favorecer la apertura al otro. Una apertura con
todo lo que nuestra persona es, puesto que
ciertamente oímos con nuestros oídos, pero
podemos escuchar, cuando esta escucha es
auténtica, con nuestro ojos, mente, corazón, con
todo nuestro ser.
Conceder toda la atención a lo que la persona
nos comunica, y comprometernos activamente en
la comprensión de lo que se desea comunicar ya
que el fundamento de la escucha que ofrecemos
es el respeto profundo a la otra persona.
Acompañar comprometidamente en lo que la
persona, joven o adulto, busca y espera de sí
misma, con verdadera empatía, esa que es lo
contrario de la cortesía fría o formal. Se trata de

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identificarnos y caminar con la otra persona.
Dejar de lado el propio mundo para acercarse lo
más posible al de la otra persona, siendo capaces
de acompañar sin interferir.
Escuchar, en definitiva, será ese arte que
requiere atención solícita hacia las personas, en
sus luchas y fragilidades, en sus gozos,
2 EG 171.
3 EG 169.

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sufrimientos y búsquedas, puesto que no
solamente escuchamos algo, sino a alguien. De
esta atención solícita están repletos los pasajes
evangélicos de encuentros de Jesús con sus
gentes.
Esta escucha, cuando tiene que ver con el
acompañamiento personal espiritual, trasciende la
dimensión psicológica y adquiere una dimensión
espiritual y religiosa, puesto que nos lleva por
caminos en los que se está a la espera de Alguien.
Y requiere además un cierto silencio interior,
que tiene como punto de partida la aceptación de las
personas tal como son y en el estado en que se
encuentran.
Con nuestra mirada educativa, especialmente hacia
los adolescentes y jóvenes, y también hacia sus
familias, sabemos que es mucho lo positivo que hay en
cada corazón4, y es preciso hacer aflorar estas cosas
positivas. Por eso escuchar ha de ser, para nosotros,
mucho más que oír con paciencia; es intentar que se
pueda comprender en toda su profundidad lo que la
persona nos dice y por qué lo dice. Es interesarse por
lo que, de verdad, importa al otro, a los adolescentes y
jóvenes, a sus familias.
Esta escucha ha de llevarnos a comprender
bien qué necesitan los jóvenes de hoy, y a veces sus
padres, o las personas con quienes nos relacionamos
en un ambiente pastoral. En concreto, las más de las
veces, los jóvenes, o sus padres, o ambos se acercan
no tanto porque busquen un acompañamiento, sino
más bien movidos por la necesidad cuando tienen
dudas, líos, aprietos y dificultades, conflictos,
tensiones, decisiones que tomar, problemas
concretos que afrontar.
Y sabemos bien, por nuestra formación como

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educadores y evangelizadores, que suele ser más
común que se acerquen si es uno mismo quien hace
algún gesto de acercamiento, de interés por ellos, si
se sale al encuentro, si uno se muestra accesible.
Además, estos mismos jóvenes, hijos de una cultura
cientificista, dominada también por la técnica y su
mundo de posibilidades, que forman parte de una
generación hiperconectada, también sienten, al
menos muchos de ellos,
` «Todo joven... tiene un punto sensible al bien y es el primer deber
del educador descubrir ese punto, esa cuerda sensible del corazón»
Cf. MBe V, 266. Citado en el CG23 núm. 151.

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«la necesidad de figuras de referencia cercanas,
creíbles, coherentes y honestas, así como de lugares
y ocasiones en los que poner a prueba la capacidad
de relación con los demás, sean adultos o
compañeros, y afrontar las dinámicas afectivas.
Buscan figuras capaces de expresar sintonía, y
ofrecer apoyo, estímulo y ayuda para reconocer los
límites, sin hacer pesar el juicio=5.
Por eso, a veces, estos encuentros y estas
conversaciones fortuitas pueden ser la puerta que se
abre para un camino más profundo y de
crecimiento... Así sucedió en el encuentro de Jesús
con la mujer que, sencillamente, iba a buscar agua al
pozo.
Sin pretender sugerir técnicas de escucha, sí
quiero destacar que, a la hora de cultivar las
actitudes más adecuadas para una escucha
auténtica, hemos de estar atentos para:
v dejar hablar al otro y no ser impacientes por
tomar la palabra;
v no interrumpir la conversación;
v no reaccionar impulsivamente ante cualquier
discrepancia;
v mantener la atención de la persona a quien
escuchamos;
v no olvidar la necesidad que todos tenemos de
ser escuchados.
Al mismo tiempo será muy importante en esta
escucha:
· Dar oportunidad a la persona para que pueda
expresar todo lo que lleva en lo más hondo de sí
y que a veces pesa y oprime.
· Hacer preguntas pertinentes, evitando otras que
puedan crear desconfianza o ruptura.
· Aceptar con agrado los silencios, dejando el

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tiempo que sea preciso sin llenarlo de preguntas
ni de consejos, ya que, en realidad, los silencios
pueden hacer que uno se sienta serenamente
cómodo e incluso que vaya reflexionando sobre
aquello que está escuchando.
· Permitir que puedan ser «reconocidos los
sentimientos=, puesto que constituyen una parte
muy importante en toda comunicación.
· Evitar la locuacidad y las soluciones inmediatas.
No olvidemos que en casi todo lo importante se
necesitan procesos.
5 Papa FRANcisco, o.c., pág. 12.

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Concluyo este aspecto de la escucha con una
referencia a Don Bosco. Sin duda que el lenguaje que
hoy empleamos para referirnos a la escucha (y al
discernimiento y acompañamiento), tiene diferencias
sustanciales con el contexto cultural y religioso de
Don Bosco, pero me parece muy hermoso este
testimonio acerca de cómo se sentían acogidos y
escuchados sus muchachos y otras personas:
«Pese a sus múltiples y graves ocupaciones, estaba
siempre dispuesto a recibir en su habitación con
corazón de padre a los muchachos que le pedían
audiencia particular. Más aún, quería que lo trataran
con familiaridad y no se quejaba nunca de la
indiscreción con que a veces le importunaban.
Dejaba a todos plena libertad para preguntar,
exponer dificultades, defensas y disculpas. Los
recibía con el mismo respeto con que trataba a los
grandes señores.
Los invitaba a sentarse en el sofá mientras él se
sentaba ante el escritorio y los escuchaba con la
mayor atención, como si lo que le exponían fuera de
gran importancia»6.
II. UN ENCUENTRO QUE LANZA
A LA PERSONA HACIA ADELANTE
Discernir»)
Continuando con el encuentro de Jesús y la
samaritana, que nos lleva de la mano en este camino
de escucha, discernimiento y acompañamiento,
leemos lo que sigue:
«Jesús le contestó:
—Si conocieras el don de Dios y quién es el
que te dice “dame de beber”, le pedirías tú,
y te daría agua viva.

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La mujer le dice:
—Señor, si no tienes cubo y el pozo es
hondo, ¿de dónde sacas el agua viva? [...]
6 MBe VI, 334.

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Jesús le contestó:
— El que bebe de esta agua vuelve a tener sed;
pero el que beba
del agua que yo le daré nunca más tendrá
sed. [...]
La mujer le dice:
—Señor, dame esa agua, así no tendré más sed»
(Jn 4,10-16).
Jesús, como buen conocedor del corazón humano,
emplea todos los recursos de la palabra, la
conversación y los gestos para encontrarse con la
persona:
· Pregunta, dialoga, argumenta, narra, valora el
posicionamiento de su interlocutor, sugiere,
afirma, provoca reacciones.
· Jesús guía a la anónima samaritana a saber que
Él comprende su situación más de lo que ella
pudiera imaginarse, e intuye el dolor y
sufrimiento que, de algún modo, debió soportar.
· Enfrenta a la mujer con su propia realidad, con
sus propias evasivas; la enfrenta incluso a su
verdad, como en el momento en el que ella dice:
«No tengo marido».
· Al mismo tiempo le hace sentir una empatía
compasiva.
· No da por terminado el diálogo, ni se retira ante
las resistencias iniciales.
· Confía y desea aquello que pueda mejorar su
vida.
· El diálogo ayuda a deshacer equívocos, a
descubrirse en autenticidad. Así las respuestas
enigmáticas y provocadoras van acercando a la
mujer que se siente sorprendida. Jesús, como
persona que busca el bien del otro, de su
interlocutor, crea relación personal, en vez de
hacer juicios morales de desaprobación o

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reproche:
· No acusa, dialoga y propone.
· Su lenguaje, sus palabras, van dirigidas al
corazón de aquellos a quienes habla.
· En el diálogo con esta mujer de Samaría, sin
apresurarse a presentarse como quien puede
cambiar su vida, avanza serenamente y, poco a
poco, va despertando en ella el interés por una
fuente de agua para una vida especial, distinta,
mejor.
Y Jesús, experto en humanidad, se muestra atento e
interesado en la interioridad de sus interlocutores, lee
en sus corazones y sabe interpretar.

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La fe y la vocación a la alegría del amor
También hoy el Señor, como en su día con la
samaritana, despierta fascinación en muchísimos
jóvenes y tal atracción tiene mucho que ver con la fe
y con la llamada que Dios hace a cada uno de sus
hijos e hijas a vivir la vida como vocación a la
alegría del amor.
Esta fe lleva a los jóvenes a sentirse cautivados
por el modo de ver, de acoger, de relacionarse, y de
vivir de Jesús, y les ensancha la vida; por eso, como
dice Francisco, la fe «no es un refugio para gente
pusilánime=7.
Y para quienes bebemos en estas aguas del
torrente que fluye del carisma salesiano suscitado
por el Espíritu Santo en Don Bosco, esta propuesta
de fe, como punto de partida de todo
discernimiento posterior, se fundamenta en la
certeza de que creemos realmente que Dios nos
ama y ama a los jóvenes, creemos que Jesús, el
Señor, quiere compartir su Vida con ellos, y
creemos que el Espíritu Santo se hace presente en
los jóvenes y opera en cada uno de ellos8.
A la luz de esta fe, que gradualmente y siguiendo
procesos irá madurando en la vida de los jóvenes que
«se dejan tocar por Dios», ellos mismos van tomando
conciencia del «proyecto de amor apasionado que
Dios tiene para cada uno=9, y descubren «la vocación
a la alegría del amor como llamada fundamental que
Dios pone en el corazón de cada joven para que su
existencia pueda dar fruto=10.
Este camino requiere una actitud de apertura a la
escucha del Espíritu, en diálogo con la Palabra de
Dios, en el espacio más íntimo y sagrado que conoce
la persona humana, que es la conciencia.
Hemos de tener muy en cuenta, con una mirada
educativa y pastoral, que este camino se recorre, no

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pocas veces, porque existe una sed de búsqueda
originada por algunas situaciones vitales en las que
se encuentran los jóvenes, o los esposos en su
matrimonio, o las mismas familias:
7 Papa FRANcisco, o.c., pág. 41.
8 Cf. CG23, Educar a los jóvenes en la fe, núm. 95.
9 Papa FRANcisco, o.c., pág. 42.
10 Ibídem.

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Situaciones que llevan a la persona, al joven, al
matrimonio, o a algún miembro de la familia, a
sentir la necesidad de dar a su vida un
significado profundo, también desde la fe. A
veces porque se experimenta vitalmente que
algo no va bien.
Momentos en los que no se está bien, no se vive
en armonía interior, y no se encuentra sentido
pleno en lo que uno vive,
o en el nosotros del matrimonio, o en la familia.
La situación se manifiesta, en la práctica, en un
«vacío existencial= que, con frecuencia, genera
desorientación personal, malestar, tristeza y
falta de esperanza.
Contando además con que en algunas sociedades
vivimos —y nos hacen vivir— tan volcados al
exterior, como en un escaparate que expone lo se
ha de vender, que no caben las limitaciones ni
los defectos, y donde pareciera que no se puede
envejecer ni cumplir años porque está mal visto.
Y se necesita más que nunca, una educación y un
camino personal y comunitario, una escucha y
diálogo que ayude a la profundidad e interioridad
de vida.
El don del discernimiento
Esto y mucho más lleva a que la Iglesia quiera
reiterar, por medio de este Sínodo, «su deseo de
encontrar, acompañar y cuidar a todos los jóvenes sin
excepción. No podemos ni queremos abandonarlos a
las soledades y a las exclusiones a las que el mundo
los expone=11. Así se puede apuntar hacia lo
importante que es, junto con la escucha, el don del
discernimiento. Un discernimiento que, en la tradición de
la Iglesia, se ha aplicado a una gran pluralidad de
situaciones: ya sea para discernir los signos de los
tiempos, o el modo de actuar moralmente;

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o realizar un discernimiento espiritual
cuando se trata de recorrer un camino de vida
cristiana plena; o también cuando se trata de la
propia vocación o de una opción de vida.
En todos los casos, el diálogo con el Señor y la
escucha de la voz del Espíritu Santo son siempre
esenciales porque, como se ha apuntado antes, hemos
de ser muy conscientes de «que la persona de Jesús
11 Ibídem, pág. 39.

3.3 Page 23

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y la Buena Noticia por Él proclamada siguen
fascinando a muchos jóvenes»12.
Podemos preguntarnos por qué sugerir o
promover caminos de discernimiento para todos
aquellos que están en esta situación de dejarse
libremente interpelar o tocar por Dios.
Sencillamente porque reconocemos que el Espíritu
Santo habla y actúa en la vida de cada persona a
través de los acontecimientos de su propia vida y de
la de otros. Habla también por medio de múltiples
mediaciones, pero los hechos, las experiencias, los
acontecimientos, las vivencias pueden ser en sí
mismos mudos o ambiguos ya que estarán siempre
sujetos a interpretaciones muy diferentes y
subjetivas. Iluminarlas con el método adecuado será
un fruto de todo camino de discernimiento.
En el número 51 de la Evangelii Gaudium, se nos
ofrecen tres claves para todo discernimiento,
incluido el estudio de los signos de los tiempos,
como ya indicaba el Papa Pablo VI13. Estas tres claves
o criterios son: reconocer, interpretar y elegir.
RECONOCER14, a la luz de lo que inspira el Espíritu:
* Para tener más claridad en los momentos de
altibajos, en los momentos de verdadera lucha
interior.
* Para hacer emerger toda la riqueza emotiva que
hay en la persona, y poner nombre a lo que se
siente o encuentra en uno mismo.
* Para descubrir lo que se experimenta al sentirse
en consonancia o disonancia entre lo que se
siente y vive y lo que de más profundo hay en
uno mismo.Iluminados en todo esto por la
palabra de Dios que se ha de meditar. Poniendo
en el centro la capacidad de escucha y la misma
afectividad de la persona, sin tener miedo

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incluso al silencio. Y todo ello formando parte
del camino de maduración personal.
12 Ibidem, pág. 36.
13 Pablo VI, Ecclessiam suam (6 de agosto de 1964), 19: AAS 56
(1964), 632, citado en Papa Francisco, EG 51.
14 Cf. Papa Francisco, o.c. págs. 18-19.

3.5 Page 25

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INTERPRETAR15
* Es decir, comprender a qué está llamando el
Espíritu de Dios a través de lo que suscita en
cada uno.
* Y dado que es muy delicado interpretar e
interpretarse, se requiere paciencia, vigilancia y
cierto conocimiento. Requiere ser muy consciente
de que existen condicionantes sociales y
psicológicos.
* Será necesario confrontarse con la realidad y la
propia vida, y al mismo tiempo no contentarse
con lo mínimo, no tender solamente a lo fácil. Se
deberán valorar los propios dones y las propias
posibilidades.
* Y naturalmente esta tarea de interpretación no
podrá desarrollarse en un creyente, un cristiano,
sin que se den estas condiciones:
– Cultivar un verdadero diálogo con el Señor
(como el diálogo que tuvo la samaritana con
Jesús).
– Activar todas las capacidades de la persona, para
no ser indiferente ante lo que acontece, lo que se
vive (como la resonancia que tuvo el diálogo con
Jesús en el corazón de esta mujer de Samaría).
– Dejarse ayudar por una persona experta en la
escucha del Espíritu (en nuestro pasaje
evangélico era Jesús mismo quien guiaba a la
samaritana).
ELEGIR16
Cuando se llega al momento en el que la persona, el
joven, los esposos, la familia —si el discernimiento se
hace en el ámbito familiar—, tiene que enfrentarse a la
toma de decisiones haciendo un ejercicio de auténtica
libertad y responsabilidad personal, o comunitaria,
según los casos.

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La samaritana tuvo que elegir interiormente entre
ignorar a Jesús y seguir con su vida como si nada
hubiera acontecido en ese encuentro, o
decididamente dejarse sorprender por Él e
involucrarse, hasta el punto de llamar a su gente y
comunicarles su conmoción porque aquel hombre
había llegado hondamente a su interior.
15 Cf. Ibídem, págs. 19-20.
16 Cf. Ibídem, pág. 20.

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* La elección que se hace en el discernimiento, a la
luz del Espíritu, muchísimas veces produce en la
persona una gran libertad, al mismo tiempo que
le exige coherencia de vida.
* Y por eso, ayudar a cada persona, muy
particularmente a los jóvenes, a que puedan
tomar decisiones en su vida que sean realmente
libres y responsables, es el punto de llegada de
todo proceso correcto de discernimiento en el
camino de la fe y del crecimiento personal (y en
toda pastoral vocacional que se pueda pensar).
«El discernimiento es, nos dice el Papa Francisco, el
instrumento principal que permite salvaguardar el
espacio inviolable de la conciencia, sin pretender
sustituirla»17, justamente porque «somos llamados a
formar las conciencias, no a pretender sustituirlas»18,
siguiendo el ejemplo de Jesús quien, en el diálogo con
la mujer samaritana, la acompaña en el viaje de
camino hacia su propia verdad e interioridad.
III. UN ENCUENTRO QUE TRANSFORMA LAS VIDAS
(«Acompañar»)
«En esto llegaron los discípulos y se
extrañaron de que estuviera hablando con una
mujer, aunque ninguno le dijo: “¿Qué le
preguntas o de qué le hablas?”
La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al
pueblo y dijo a la gente: -—Venid a ver un
hombre que me ha dicho todo lo que he hecho;
¿será este el Mesías?
Salieron del pueblo y se pusieron en camino
adonde estaba él. [...] En aquel pueblo muchos
samaritanos creyeron en él por el testimonio

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que había dado la mujer: “Me ha dicho todo lo
que he hecho”.
17 Cf. Ibídem, pág. 20.
18 AL 37.

3.9 Page 29

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Así cuando llegaron a verlo los samaritanos, le
rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó
allí dos días. Todavía creyeron muchos más por
su predicación y decían a la mujer:
—Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros
mismos lo hemos oído y sabemos que él es en
verdad el Salvador del mundo» (Jn 4,27-29;39-
42).
La samaritana entró en la escena evangélica
como «una mujer de Samaría» y sale de ella
«conociendo el manantial de agua viva», hasta
el punto que necesita ir a anunciar a los suyos
lo que le aconteció, y, a través de su testimonio,
consigue que sean muchos los que se acerquen
a Jesús.
De hecho, abandonando el cántaro de agua, la
mujer sale corriendo al pueblo para hablarles de
este hombre. Incluso les plantea una pregunta
importante: ¿podría ser este hombre aquel que
Israel ha estado esperando durante tanto
tiempo?
Al mismo tiempo, tal como se puede colegir del
contexto, Jesús da a entender a sus discípulos
que está haciendo la voluntad del Padre, esa
voluntad que da Vida a su vida y que transmite a
otros.
Jesús ofrece a aquellos con quienes se
encuentra, como en este caso la samaritana, no
tanto una ampliación de su conocimiento y su
saber, cuanto una propuesta para crecer o
cambiar de vida. El mismo «pozo de Jacob»
símbolo de la sabiduría que da la Ley, pierde su
vigencia y es sustituido por el «agua viva».

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La imagen de Dios que se transmite en el
encuentro con Jesús no es la del dios impávido,
distante, filosóficamente frío, sino que Jesús
revela al Dios que da Vida, a quien se podrá
llamar Padre y que no se deja encerrar, ni
controlar ni poseer, porque es Espíritu (culto en
Espíritu y verdad).
El final del encuentro va más allá de lo que
sería un comportamiento normal, ordinario,
como sería que la mujer regresara con el
cántaro con agua a su vida habitual; por el
contrario, el cántaro que deja abandonado y
vacío para ir a llamar a su gente habla de una
ganancia, no de una pérdida.

4 Pages 31-40

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4.1 Page 31

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Como Jesús..., acompañando
Son muchos los relatos bíblicos de
acompañamiento de Dios a su pueblo a lo largo del
tiempo. En la frontera de los dos Testamentos, Juan
Bautista aparece como el primer acompañante
espiritual, antes incluso que el mismo Jesús. Él pudo
dar testimonio y preparar el camino porque Dios le
había hablado al corazón.
Y Jesús mismo se hace cercano y compañero de
camino en muchos momentos del Nuevo Testamento
para comunicarse y encontrarse de modo personal
con las personas de su tiempo.
El encuentro del Señor con la samaritana pone en
evidencia cómo el Espíritu de Dios puede actuar en
el corazón de todo hombre y mujer. El corazón
humano se encuentra no pocas veces confuso y
dividido a causa de la propia fragilidad y del propio
pecado, ante la atracción de reclamos diversos y a
veces opuestos19.
Ante esta realidad humana, el acompañamiento
personal se muestra como un medio valiosísimo de la
tradición espiritual cristiana, en ese deseo de ayudar
a los creyentes a tener instrumentos y recursos con
los que reconocer la presencia del Señor, sus
interpelaciones y llamadas.
¿De qué hablamos al decir acompañamiento?
Hablamos, por ejem plo, de «un modo de diálogo
permanente entre compañeros para acoger la Vida,
acompañando la vida»20, y que tiene como finalidad
última favorecer la relación entre la persona y el
Señor, ayudando a superar obstáculos.
19 Cf. Papa Francisco, o.c., pág. 21.

4.2 Page 32

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20 Lola arrieta, Aquel que acompaña sale al encuentro y regala
preguntas de vida para andar el camino (Apuntes
provisionales), Simposio CCEE (Consejo de las Conferencia
Episcopales de Europa). Barcelona 2017, pág. 11. Cf. también
Pascual chávez, Venid y veréis (Jn 1, 39) La necesidad de
convocar, ACG 409, 2011, págs. 32-34; Miguel Ángel García,
L'accompagnamento personale nella proposta educativo-
pastorale salesiana, págs. 261-282, en Fabio attard-Miguel
Ángel García (coord.), L'accompagnamento spirituale, Elledici,
Turín 2014, pág. 349.

4.3 Page 33

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Al igual que hizo Jesús en cada encuentro con
las personas de su tiempo, se hace necesario en todo
acompañamiento:
* Una mirada amistosa, como en la llamada
vocacional a los doce (Jn 1,35-51).
* Una palabra con autoridad, como en la sinagoga
de Cafarnaún (Lc 4,32).
* La capacidad de hacerse cercano y prójimo,
como en el encuentro con la mujer samaritana
(Jn 4,3-34.39-42).
* Caminar al lado, como con los discípulos de
Emaús (Lc 24,13-35).
Para nosotros, acompañar a adolescentes y
jóvenes, a sus familias, o a adultos en general,
supondrá:
– Conocer el camino que llevan, dónde se
encuentran y hacia dónde se dirigen, para que
ese camino se pueda hacer conjuntamente.
– Asegurando que se produce el encuentro, como
oportunidad de relación, humana y
humanizante, y nada utilitarista. Conocemos de
sobras la importancia del encuentro en nuestra
pedagogía salesiana, que coloca en el centro a
la persona del joven y a cualquier persona, con
unas relaciones personales que se basan en el
mutuo conocimiento, en el interés que busca el
bien del otro, en la comprensión, en la empatía,
en la confianza. Y sabemos también que en esto
Don Bosco fue un maestro excepcional,
incomparable.
– Con una actitud de escucha (¡nuevamente
aparece el arte del saber escuchar como base
para el acompañamiento!), que permita conocer
y comprender la realidad de la otra persona, el

4.4 Page 34

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camino que viene haciendo, la situación de dolor,
de desesperanza, de cansancio o de búsqueda en
la que se encuentra. También los sueños, deseos
e ideales que anidan en su corazón. Siempre será
un encuentro de mediación porque el verdadero
Acompañante es el Espíritu Santo. Lo expresa
con toda fuerza el místico san Juan de la Cruz
cuando escribe: «Adviertan los que guían las
almas y consideren que el principal agente y guía
y movedor de las almas es el Espíritu Santo, que
nunca pierde cuidado de

4.5 Page 35

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ellas=21. Y esto porque nunca estará
suficientemente dicho que el compañero de viaje
de toda nuestra tarea educativa-pastoral y
evangelizadora es el Espíritu Santo.
– El acompañante-compañero de camino ha de ser
testigo y anunciador de la acción del Espíritu
en el acompañado, situándose discretamente al
lado, ocupando solamente el lugar que le
corresponde y no otro. De hecho, como
acompañante espiritual, el educador y
evangelizador se forja en la experiencia
fundante de haberse encontrado
anteriormente con Él.
Es así de claro, explícito y radical puesto que
«el verdadero educador en la fe es el que en un
cierto momento se debe poner a un lado para
que el puesto vacío lo ocupe Dios=22, haciendo
posible como fruto de este acompañamiento, que
se llegue a una verdadera ligazón o encuentro
del joven, de la persona acompañada, con Dios.
– Para ayudar a descubrir cómo Dios se manifiesta
en lo que vivimos hasta sorprendernos
encontrados por Él.
– Sabiendo que la iniciativa siempre será de
Dios y la libertad y la responsabilidad serán
nuestras.

4.6 Page 36

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21 San JuAN DE LA cRuz, Llama de amor viva, 3, 46. (citado en
Fabio
ATTARD-Miguel
Ángel
GARcíA
(coord.),
L'accompagnamento spirituale, Elledici, Turín 2014, pág.
268).
22 Rossano SALA, Pastorale Giovanile 1, Evangelizzazione e
educazione dei giovani, LAS, Roma 2017, pág. 391.

4.7 Page 37

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Don Bosco, educador y guía espiritual de sus jóvenes23
Hablar de Don Bosco como educador significa
descubrir y ser muy conscientes de la estrecha
conexión existente entre su misión educativa y el
acompañamiento espiritual de los jóvenes y de lo
que eso significa en su formación.
Queriendo ser muy sintético, subrayando solo lo
más esencial, haré notar algunos elementos que me
parecen de gran riqueza en él:
* Don Bosco es un evangelizador-educador que se
preocupa, con gran intuición, de crear un
ambiente educativo atractivo, rico en propuestas
formativas y en relaciones humanas; Don Bosco
nunca renunciaba a dar, poco a poco, pasos en la
formación cristiana de sus muchachos.
* Para nosotros, Don Bosco es el genial
acompañante espiritual de sus muchachos,
porque no se limita al diálogo personal con ellos,
o a la celebración del sacramento de la
reconciliación (en aquel momento llamada tan
sólo confesión), sino que todo está entrelazado y
unido a los demás elementos de la acción
educativa y a la cotidianeidad de la vida en sus
diversos momentos.
* En el estilo de Don Bosco acompañante y
acompañado no se encuentran puntualmente
según una agenda en el día y hora establecida,
sino que diariamente comparten ambientes,
espacios de recreo, momentos de trabajo, de
oración, de alegría.
* Por todo ello es presumible que se pudiera
dar con facilidad un mutuo conocimiento,
confianza e incluso amistad, que preparaba
para la confidencia y para dejarse guiar.

4.8 Page 38

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23 Invito a remitirse en este apartado a la abundante y rica
literatura salesiana existente, entre la cual subrayo: Aldo GiRAuDo,
Direzione spirituale in San Giovanni Bosco, en Fabio ATTARD-
Miguel Ángel GARcíA (coord.), Elledici, Turín 2014, págs. 148-172;
Pascual cHÁvEz, Venid y veréis (Jn 1, 39) La necesidad de
convocar, ACG. 409, 2011, págs. 10-16; Juan E. VEccHi, Rasgos
de la espiritualidad salesiana, Editorial CCS, Madrid 2000, págs.
33-50; 131-140; 191-200; DicAsTERio PARA LA PAsToRAL JuvENiL
sALEsiANA, Las pastoral juvenil salesiana. Cuadro de referencia.
Roma 2014, 3ª edición, págs. 24-25; 78-103;1 14–117; Eugenio
ALBuRQuERQuE (coord.), Espiritualidad Salesiana. 40 palabras
clave, Editorial CCS, Madrid, págs. 77-82.

4.9 Page 39

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* En él, la paternidad espiritual es consecuencia y
fruto maduro de la paternidad educativa que
viven con él sus muchachos en el día a día.
Pienso que se expresa magníficamente en estas
palabras: «Para cada chico, Don Bosco confesor
y director espiritual es el que le ha acogido con
afecto, le sustenta, le instruye y le educa, le
estimula a dar lo mejor de sí en la comunidad y
en el trabajo cotidiano. Junto a él están los
asistentes, formadores y jóvenes amigos con los
que puede compartir la misma tensión ética, los
mismos valores espirituales, en un intercambio
dialógico estimulante y fecundo»24.
En definitiva, el tono afectivo y la creación de
confianza y simpatía recíproca son para Don
Bosco condiciones fundamentales en su método
educativo.
* Don Bosco es, siempre y en todo momento,
educador que no solo asegura para sus
muchachos la alimentación, la salud y la
instrucción académica. Su tarea educativa está
orientada siempre a la educación cristiana de
sus muchachos. Por ello podemos decir que «el
acompañamiento espiritual hacia la perfección
cristiana es parte esencial y necesaria de la
pedagogía salesiana»25.
* Es muy iluminador saber que Don Bosco no tenía
el mismo vínculo y relación con cada uno de sus
muchachos en el acompañamiento sino
«tonalidad y graduaciones diversas». No era la
misma con los muchachos que encontraba solo en
el oratorio festivo, la tarde de los domingos y en
la confesión, que con aquellos que vivían dicha y
noche en Valdocco y, entre estos, con aquellos
que mostraban sensibilidad y disponibilidad
vocacional.

4.10 Page 40

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* Un rasgo que debe ser muy nuestro, porque fue
muy de Don Bosco, es el de dar siempre pasos
hacia la creación de comu nidad de vida, donde
los encuentros cordiales, la presencia continua,
la cercanía empática de los educadores (típico
de la asistencia salesiana) suscitando confianza
y amistad, fuese la tónica habitual de esa
comunidad de adolescentes, jóvenes y adultos.
24 Aldo GmAuDo, o.c., pág.149.
25 Ibídem.

5 Pages 41-50

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5.1 Page 41

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El punto al que se tendía siempre, en la
medida de lo posible, era «la conquista del
corazón». ¡Qué hermoso, sabiendo lo que eso
debe significar en un verdadero educador y
evangelizador!
* Además sabemos que para Don Bosco la
cualidad del ambiente educativo que había que
ofrecer y construir junto con los muchachos en
Valdocco era el más eficaz acompañamiento
para cada uno, en las más diversas situaciones
en las que se encontraban.
* Don Bosco intenta comprender a los muchachos,
captar sus necesidades y deseos juveniles, y así,
en la relación educativa, el joven se siente
entendido, acogido, sostenido y querido.
La confianza de los muchachos en su amigo
educador y padre los llevará a abrir su corazón y
aceptar recorrer con él caminos que les permitan
descubrir algo muy nuevo y atrayente. Ejemplo
relevante, e ilustrativo al mismo tiempo, es la
resistencia inicial del joven Miguel Magone —tal como
lo cuenta el mismo Don Bosco—, que no encontraba
gusto más que en cantar, gritar, correr y saltar26, hasta
llevarlo a una crisis que lo desconcierta, y a un cambio
en el que la conversión del corazón27 le hace
experimentar una gran alegría y un camino espiritual
sin precedentes.
Por todo esto, decimos que «Don Bosco es modelo:
en él tienden a identificarse el educador, el confesor
y el director espiritual; insiste sobre la acogida
afectuosa, sobre la bondad, sobre la magnanimidad
y el cuidado de cada uno, sobre la intensidad del
afecto demostrado de manera que los jóvenes
recurran, se confíen y colaboren en la acción
formativa con una obediencia pronta y cordial»28.
Y todo ello llevado a cabo con una pedagogía de

5.2 Page 42

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procesos tan común en la tradición espiritual. «La vida
cristiana se vive de modo
26 Cf. Juan Bosco, Apuntes biográficos del jovencito Magone
Michele alumno del Oratorio de San Francisco de Sales, en
Fuentes Salesianas, Editorial CCS, Madrid 2015, pág. 991.
27 Ibídem, o.c., págs. 991-996.
28 Aldo Giraudo, o.c., pág. 160.

5.3 Page 43

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progresivo, en distintos grados de profundidad o de
plenitud y está permanentemente abierta a un
crecimiento siempre mayor»29.
— Con procesos que no deben forzarse, ni desde
dentro ni desde fuera.
— Hasta tomar conciencia de dicho proceso y
hacerse cargo de él, puesto que es el Espíritu quien
lo desencadena en cada uno.
IV. ¿PARA LLEVAR A CABO QUÉ ACCIÓN PASTORAL?
Un discernimiento vocacional (como sugiere el Papa Francisco)
Considero que todo lo que he expresado hasta
ahora ofrece sugerencias y pistas pastorales con las
que confrontarnos. Pero el hecho de que el mismo
documento de preparación al Sínodo de los Obispos
invite a la acción pastoral, me permite sugerir
algunas líneas de acción a tener en cuenta. Es un
texto que invita a «concentrar la atención en lo que
implica tomar en serio el desafío del cuidado pastoral
y del discernimiento vocacional»30.
Con mirada salesiana, tomar en serio estos
desafíos podía traducirse en considerar que:
1. Es tiempo favorable y hemos de seguir haciendo
camino con los muchachos y muchachas, con los
jóvenes y sus familias, con los padres y madres que
necesitan y aceptar recorrer estos caminos siendo
acompañados, en vez de transitarlos en una soledad
que es dura y en la no se sentirán nunca cómodos.
Lo decía don Juan E. Vecchi hace años en su carta
«He aquí el tiempo favorable».31

5.4 Page 44

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29 Stefano DE FioREs: Itinerario espiritual. Voz en Nuevo
Diccionario de Espiritualidad, Paulinas, Madrid 2004,
pág.755.
30 Papa FRANcisco, o.c., pág. 22.
31 Cf. Juan E. VEccHi, «Es el tiempo favorable», ACG 373, 2000,
págs. 3-53; cf. Pascual CHÁvEz, Venid y veréis (Jn 1, 39) La
necesidad de convocar, ACG 409, 2011, págs. 3-45.

5.5 Page 45

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Como el Papa Francisco ha comentado en
momentos diversos de sus Exhortaciones Apostólicas
y en este mismo documento preparatorio del Sínodo,
—y como tantos de nosotros sabemos por la propia
experiencia educativa y pastoral, y yo mismo he
expresado con profunda convicción personal en la
motivación de este aguinaldo—, «las conversaciones
individuales con los jóvenes han hecho ver cómo el
pensamiento de seguir a Cristo radicalmente se hace
presente en sus almas. Pero muchas veces no los
encuentra preparados para dar una respuesta y,
según lo que ya otras veces se ha comentado, los
encuentra inseguros frente a las posibilidades reales
de hallar espacios a la medida de sus esperanzas, en
los que expresar semejante vocación durante toda la
vida»32.
2. Se ha de cultivar en todo momento una cultura
vocacional, aún en contextos culturales que puedan
parecernos difíciles.
Esta expresión, fue acuñada y propuesta, por
primera vez de modo oficial, por el Papa Juan Pablo II
en el mensaje de la XXX Jornada Mundial por las
vocaciones. Como educadores y evangelizadores,
preten - demos ayudar a los jóvenes a situarse ante la
vida, en su presente y su futuro, conociéndose
profundamente a sí mismos, y con actitud de
disponibilidad y generosidad escuchando la voz de Dios
en cada uno, acompañándolos en su camino hacia un
proyecto de vida propio y sólido.
Y esto no ha de ser sólo para algunos, como si de
una élite se tratara, sino que es una invitación y
llamada de Dios mismo en el camino a recorrer por
cada persona para su pleno desarrollo.
Pretendemos que los jóvenes puedan descubrir un
modo de vivir y soñar su vida en la que maduren
valores como la gratuidad y la donación, la apertura a

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los otros y a Dios mismo. Deseamos ayudar a esos
jóvenes, y a toda persona que se encuentre en este
camino, a descubrir que la vida puede ser entendida
como don y tarea33, y que eso mismo los hará felices.
Descubrir que frente a tendencias culturales
dominantes que promueven mensajes en los que lo
único importante
32 Juan E. VEccHI, o.c., pág. 11.
33 Cf. Pascual CHÁvEz, o.c., págs. 19-23.

5.7 Page 47

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es uno mismo, una alternativa significativa es
entender la vida como donación, con un proyecto de
vida que cada cual sienta «adecuado a su medida y
posibilidades» y en el que se encuentre feliz, como
respuesta al sentido de su vida desde Dios y los
demás.
Y queremos esto para todos los jóvenes, siempre
con un grandísimo respeto hacia sus personas, e
interpelando su libertad al mismo tiempo que
caminamos con ellos.
3. En un intenso clima espiritual que sea la gran ayuda
para la relación personal con Jesús.
Visitando los cinco continentes se hace más
profunda en mí la convicción de que la gran mayoría
de nuestros jóvenes en el mundo, aquellos con los
que nos encontramos cada día, están abiertos a que
les presentemos y testimoniemos al Dios que nos
habita, que habita nuestro ser y por el cual vivimos
para ellos.
Creo sinceramente que si en ocasiones no son
mayores los logros en nuestra acción pastoral es,
posiblemente, porque nosotros mismos no nos
atrevemos a ser más valientes en las propuestas.
Puede ser que tengamos miedo al rechazo y optemos
por quedarnos en ese tibio camino de ofrecer
propuestas que no molesten a nadie.
Cada vez crece más en mí la convicción de que, en
todo el mundo, nuestros jóvenes tienen sed de
espiritualidad, sed de trascendencia, sed de Dios (a
veces sin expresárnoslo ni saber cómo pedírnoslo).
Con Don Bosco los jóvenes aprendían a sentir y vivir,
casi de un modo espontáneo, que Dios les amaba y
que tenía para cada uno de ellos un proyecto de
felicidad y de vida plena.

5.8 Page 48

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Pues bien, en Dios, este proyecto para cada uno
de sus hijos e hijas no ha cambiado. Sigue siendo el
mismo. Por eso este clima espiritual es hoy más
necesario que nunca y se alimenta de relación
personal con Dios y con los hermanos, de oración
compartida con los jóvenes, de celebración de la fe
en los sacramentos; de escucha, silencio acogedor de
la Palabra, diálogo y comunicación sobre la misma; y
también de devoción mariana y fuerte sentimiento de
amor a la Madre, a María, a la Auxiliadora.

5.9 Page 49

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4. Dando la oportunidad a todos los jóvenes, y a todas las
personas que lo piden, sin excluir a ninguno, pues en
cada uno actúa el Espíritu Santo.
Creemos que la vocación de cada persona es
iniciativa de Dios. «No sois vosotros los que me
habéis elegido, soy yo quien os he elegido» (Jn
15,16). Y porque la vocación de cada persona es una
llamada y un don que se recibe, nadie puede
inspirarla y hacerla nacer, sino Dios mismo. Pero sí la
hemos de acompañar con un camino en el que la fe
se personaliza en todo lo posible, y se crece en
interioridad y en el encuentro con Jesús el Señor.
La misma llamada de Jesús al joven rico y su
respuesta nos pone de manifiesto cómo no es
suficiente ser entusiastas y honestos para responder
afirmativamente a una llamada de Dios. La
dimensión ética y moral de la persona necesita, ante
todo, de la dimensión espiritual y de la fe, para dar
respuesta a esta llamada.
Pudiendo vivir esto, los jóvenes experimentarán
esa llamada que podemos calificar como proyecto de
vida y sueño de Dios sobre cada uno, y hará
posible el acompañamiento en todo tipo de camino
vocacional: sea para la vida cristiana laical, la vida
consagrada, el ministerio presbiteral, la secularidad
consagrada...
5. En una espiritualidad que favorece una visión
unitaria de la vida, algo que debería considerarse
connatural a nuestra espiritualidad salesiana de la
unión con Dios, recibida como patrimonio espiritual
de Don Bosco.
Hablamos de una espiritualidad en la que se unen
muy estrechamente el Dios que se dona
gratuitamente, el encuentro personal con Cristo y la

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libertad con la que cada persona responde, en la fe, al
Espíritu que actúa en cada uno.
Don Bosco, gran maestro del espíritu para sus
jóvenes, vivió con ellos una espiritualidad que era,
ante todo, educadora, y les hacía vivir de modo
natural un camino en el que alcanzaban la madurez
espiritual «cuando la presencia de Dios resulta ser
tan natural como puede ser

6 Pages 51-60

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6.1 Page 51

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respirar, dormir o pensar. Básicamente es un
dinamismo que no toca solamente lo religioso, sino
toda la vida»34.
6. Testimoniando la alegría con la que se vive, puesto que
los jóvenes que sueñan con vivir su vida cristiana con
autenticidad, preguntándose qué espera Dios de
ellos, necesitan ver ese entusiasmo en nosotros y
experimentarlo también en sus propias personas.
«Nadie os quitará vuestra alegría» (Jn 16,22),
dice el Señor. Eso es posible cuando nosotros
mismos, y los jóvenes, los adultos, los padres y
madres que están en búsqueda, experimentamos que
el Señor se ha encontrado con nosotros. Y esa
experiencia debe traducirse en la alegría de vivir, el
optimismo con el que afrontamos cada día, el sereno
temple con el que nos enfrentamos a las dificultades,
a los momentos difíciles. Nada está más lejos del
Dios que llena una vida que esa vida sin ilusión, sin
vivacidad, desmotivada. Es por ello que reiteradas
veces he expresado en estas páginas que en nuestro
acompañar a otras personas en su discernimiento de
vida y de vocación hemos de ser referentes
significativos y creíbles. De otro modo, tan solo se
realiza una función que no dejará ninguna huella que
merezca la pena en la vida de esas personas.
7. En la lógica del «ven y ve»35
Es evidente que los jóvenes fascinados por Cristo
en los cinco continentes, a los que ya me he referido
en este texto, irán siguiendo aquellos caminos por los
que se sientan atraídos. Como dice don Juan E.
Vecchi en el texto que he citado antes, no serán
nuestras obras, nuestras organizaciones, nuestras
estructuras, ni nuestro trabajo lo que les pueda
fascinar. A lo sumo podrán ocuparse un tiempo,
incluso unos años en la animación y el servicio, pero
si no descubren la profundidad y fascinación que

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suscita Jesucristo, antes o después buscarán algo que
les llene más.
34 Miguel Ángel GARcíA MoRcuENDE, La educación es cosa de
corazones, PPC, Madrid 2017, pág.109.
35 Cf. Jn 1,39; cf. Juan E. VEccm, o.c., págs. 30-31.

6.3 Page 53

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Esto mismo vale, en igual medida para los
religiosos, religiosas y jóvenes presbíteros. Por eso
mismo la vivencia de valores como la fraternidad
evangélica en el nombre de Jesús, el espíritu de
familia que sentimos tan nuestro, el clima de afecto
familiar, la oración y el testimonio compartido de las
pequeñas o grandes cosas que se viven, será lo que
dé sentido a las búsquedas personales y el sí como
respuesta a la llamada de Dios. Se trata de ese más
que atrae, «ese más que está incluido en la profecía,
en la significatividad, en la radicalidad; o en lo que se
puede llamar la experiencia cálida, de la cual
surgen intuiciones y voluntad de comprometer la
vida»36.
El elemento que faltaría en la presentación de este
«ven y ve» es la toma de conciencia, para cualquier
tipo de discernimiento vocacional en la Iglesia, de
que el testimonio silencioso y el silencio vocacional
no son suficientes para ayudar a ese concretizarse de
la vocación suscitada por Dios. La invitación
personal, la propuesta de los caminos más idóneos
para cada uno, deben formar parte de este «ven y
ve».
8. Con un acompañamiento de estilo
salesiano que no es sólo individual ni intimista sino también
comunitario.
En nuestro estilo salesiano, cuando hablamos de
acompañamiento no hablamos tan sólo de diálogo
individual, sino de toda una realidad mucho más
amplia y rica que ayuda a la persona, especialmente
al joven, a interiorizar los valores y las experiencias
vividas (entre otras, con una gran importancia, las
del servicio a los demás y la solidaridad en
favor de los más necesitados).
Como ya sucedía con Don Bosco, el
acompañamiento parte ante todo de un ambiente

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educativo en el que se favorece la interiorización de
las propuestas, el propio crecimiento personal y
vocacional. Junto a los momentos de diálogo personal
y sistemático, los encuentros breves y ocasionales,
pero sencillos y familiares, con otras personas,
miembros de la comunidad cristiana, del grupo de fe,
o de las mismas comunidades religiosas, son
decisivos en este camino.
36 Juan E. VEccHi, o.c., pág. 31.

6.5 Page 55

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V. DE LA MANO DE LA SAMARITANA
Deseo finalizar este escrito imaginándome que, así
como la samaritana se fue al encuentro de los suyos y
les habló de Aquel que la fascinó y la ayudó a
encontrarse consigo misma en su más auténtica
verdad, quizá a nosotros, hoy, nos tomaría de la mano
y:
Nos llevaría al Pozo de Jacob del encuentro con
Jesús que le hizo ver cómo Él no se detiene ante
nuestras resistencias y nuestro quedarnos
anclados en espacios de confort o de seguridad
ante lo desconocido..., sino que está al lado
hasta ayudarnos a descubrir nuestra sed más
honda.
Nos invitaría a no dejar que nada ni nadie
sofoque o entretenga nuestros más profundos
ideales, aquello que tanto nos entusiasmó al
iniciar un camino vocacional misionero, o de
vida matrimonial, de consagración religiosa, de
ministerio presbiteral, o de consagración laical.
Nos propondría, seguramente, que hiciéramos
todo lo posible por estar siempre abiertos al
«Don» que nos viene de Dios, y que nunca
descubrimos del todo ni saboreamos por
completo a causa de nuestra limitación.
Trataría de convencernos, después de lo vivido
por ella misma, acerca de la importancia de
acompañarnos mutuamente, orientarnos y
sostenernos en la fe.
Nos diría cómo aprendió de Jesús a ser más
humana, y quizá un poco más experta en
humanidad, algo que es un permanente desafío
para nosotros.
Como María, que vivió la novedad de la

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Anunciación en la que un Dios personal llega a su
encuentro, llama con tanto respeto a la «puerta» de
la libertad de su creatura, y hace fecundo lo que
humanamente no sería posible. Con ella se nos invita
a preguntarnos acerca de nuestra fe, nuestro
abandonarnos en el Dios que siempre es novedad
de vida, y dejarnos llevar por el Espíritu.
Que el Señor nos ayude a hacer este camino y que
sepamos ayudar en él a nuestros jóvenes.

6.7 Page 57

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Que nuestra Madre nos conceda la gracia de ser
auténtica mediación de la Palabra del Señor que
resuena, no siempre de una manera comprensible, en
el corazón de cada joven, en los matrimonios, en las
familias, en todos aquellos que se sienten en
búsqueda.
Con la mediación de la Auxiliadora ante su Hijo y
la protección de Don Bosco y todos aquellos
miembros de nuestra familia ya están camino de los
altares, os saluda deseándoos todo bien,
ángel Fernández artiMe,

6.8 Page 58

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sdb
Rector Mayor
Roma, 31 de diciembre de 2017