ACGRM416-chavez-vocacaion-formacion-es


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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
VOCACIÓN Y FORMACIÓN, Don y Compromiso
«Jesús llamó a sus Apóstoles personalmente para que estuvieran con Él y para enviarles a
proclamar el Evangelio… También nos llama a nosotros a vivir en la Iglesia el proyecto de
nuestro Fundador como apóstoles de los jóvenes. Respondemos a esta llamada con el
compromiso de una formación adecuada y continua, para la cual el Señor concede su gracia
cada día» (Const. 96).
1. LA CONSISTENCIA Y LA FIDELIDD VOCACIONAL, RETOS PARA LA
VOCACIÓN. 1.1 Las motivaciones. 1.2 Oportunidades y retos
antropológicos. Autenticidad, Libertad, Historicidad, Experiencia,
Relaciones humanas y afectividad, Postmodernidad.
Multiculturalidad, Renuncia, Fidelidad.
2. VOCACIÓN Y FORMACIÓN, DON Y COMPROMISO. 2.1 Vocación: la
gracia como origen. La vida como vocación. La vida, Palabra de
Dios. La vida, respuesta debida a Dios. La vocación, compromiso para
una vida. La vocación, misión dialogada. La misión, casa y causa de la
formación. 2.2 Formación: la gracia como compromiso. Identidad
carismática e identificación vocacional. Objetivos de la formación.
1º Enviados a los jóvenes: conformarse con Cristo, Buen Pastor. 2º
Hechos hermanos por una misión única: convertir la vida común en lugar
y objeto de formación. 3º Consagrados por Dios: testificar la radicalidad
del Evangelio. 4º Compartiendo formación y misión: animar
comunidades apostólicas en el espíritu de Don Bosco. 5º En el corazón
de la Iglesia: edificar la Iglesia, sacramento de salvación. 6º Abiertos a la
realidad: inculturar el carisma. Metodología formativa. 1º Llegar a la
persona en profundidad. 2º Animar una experiencia formativa unitaria. 3º
Asegurar el ambiente formativo y la corresponsabilidad de todos. 4º Dar
calidad formativa a la experiencia cotidiana. 5º Calificar el
acompañamiento formativo. 6º prestar atención el discernimiento. 2.3
Formación: prioridad absoluta. Oración final.
Roma, 31 de marzo de 2013
Pasca de Resurrección
Queridísimos hermanos:
1

1.2 Page 2

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Hace tiempo que deseaba compartir con vosotros mi reflexión sobre el tema de
la vocación y de la formación. Finalmente, hoy puedo hacerlo con esta carta,
que intenta iluminar la belleza y las exigencias de nuestra vocación y formación
y, al mismo tiempo, la actual situación de fragilidad psicológica, inconsciencia
vocacional y relativismo ético que se manifiestan en nuestra Congregación casi
en todas partes. Esta situación evidencia con claridad la falta de aprecio del
significado de la vocación y del papel insustituible que tiene la formación para
la verificación de la idoneidad de los candidatos, para la consolidación de las
primeras opciones vocacionales y, sobre todo, para la progresiva configuración
con Cristo obediente, pobre y casto, sobre las huellas de don Bosco.
Resulta verdaderamente preocupante el elevado número de salidas tanto de
profesos temporales, durante el período de la profesión o al final de los votos,
como de profesos perpetuos, como de sacerdotes que piden la secularización
incardinándose en las diócesis o presentan petición de dispensa del celibato
sacerdotal y del ministerio pastoral o, lastimosamente, son despedidos.
Es verdad que la Congregación como tal, y el Consejero de la Formación en
particular, ha hecho un gran esfuerzo para asegurar la consistencia de los
equipos formativos, la calidad de la propuesta y de los itinerarios formativos, la
calificación y la identidad de los currículos de estudio, la salesianidad, la
metodología de la personalización, la formación de los formadores, la incipiente
atención a la formación permanente. No obstante, el problema continúa
atrayendo la atención y pidiendo profundizar la reflexión y exigiendo
intervenciones valientes de animación y de gobierno en todos los niveles.
Estoy convencido de que la formación inicial es un compromiso irrenunciable
de la Congregación, responsable última de la identidad salesiana y de la unidad
en la diversidad de los contextos, y que en particular las decisiones formativas
fundamentales corresponden al Rector Mayor y a su Consejo. También estoy
convencido de que las Inspectorías desarrollan un papel importante en guiar y
sostener las comunidades formativas y los centros de estudio, sobre todo en
vista de la inculturación de la formación, y esto requiere una inversión decisiva
de personas y de recursos al servicio de la calidad formativa.
Pero pienso que, al final, es sobre todo la vida ordinaria de las comunidades
apostólicas locales las que tienen un papel determinante. En efecto, de poco o
de nada sirve una formación de calidad en las comunidades formativas, que
ayudan al crecimiento de los hermanos jóvenes según el Proyecto de vida de
Don Bosco, si después en las comunidades locales se vive un estilo de vida
que no corresponde al mismo proyecto, o que lo desprecia, o que incluso
reniega de él. Es justamente esta falta de una auténtica «cultura salesiana» la
que favorece actitudes y comportamientos que no corresponden a los
apóstoles salesianos consagrados. Todo esto hace ver que el cuidado de la
vocación y de la formación compromete a todos los hermanos singularmente, a
2

1.3 Page 3

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todas las comunidades locales, a todas las Inspectorías, a la Congregación en
su conjunto. Además de la formación inicial, se necesita también un serio
compromiso por la formación permanente, que permite precisamente el cambio
de la cultura de una Inspectoría.
No es la primea vez que dirijo vuestra atención sobre este delicado tema de la
formación inicial y del estilo de vida, de la mentalidad, de las actitudes y
comportamientos de una Inspectoría. Ya lo había presentado brevemente en la
relación al CG26, y me parece que la situación no ha cambiado.
3

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1. LA CONSISTENCIA Y LA FIDELIDAD VOCACIONAL, RETOS DE LA
FORMACIÓN
Uno de los temas que más ha atraído nuestra atención desde el principio de
mi rectorado ha sido el de la consistencia vocacional. Sobre este tema el
Consejo General realizó una reflexión, que quedó reflejada en una orientación
del Consejero de la Formación1. Este argumento ha sido retomado por la
Unión de los Superiores Generales (USG), que ha dedicado a ello dos
Asambleas Semestrales2. Esto indica que este problema interesa a todas las
Órdenes, las Congregaciones y los Institutos, tanto de vida apostólica como
contemplativa. El estudio realizado ha revelado una multiplicidad de causas con
base en la fragilidad psicológica, en la inconsistencia vocacional y en el
relativismo moral.
Para una mayor responsabilización de todos, considero útil presentaros la
situación de las entradas y de las salidas en la Congregación en el último
decenio, tanto en la formación inicial como en la permanente:
Formación inicial
Año
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
2010
2011
2012
Novicio
s3
607
580
594
621
561
527
557
526
532
414
480
Abando
nos
novicios
137
111
118
151
137
110
121
109
125
40
Profesos
noveles
470
469
476
470
424
417
436
417
407
374
Abandonos
temporales
231
225
211
237
227
200
216
225
222
185
174
Nuevos
profesos
perpetuos
249
254
281
249
260
219
220
265
177
231
262
Nuevos profesos Nuevos profesos
clérigos
coadjutores
Sacerdotes
noveles
217
32
262
221
33
218
242 +1P
38
203
219 +2P
28
230
221 + 2P
37
192
205
14
175
200
20
222
246
19
195
161 +1P
15
203
210 + 1P
20
206
237
25
189
1 Cf. F. CEREDA, La fragilidad vocacional. Orientación para la reflexión y propuesta de intervención, en
ACG 385 (2004), pp. 33-51.
2 Cf. USG, Fedeltà vocazionale. Realtà che interpella la vita consacrata. Roma 23-25 de noviembre de
2005; USG, Per una vita consacrata fedele. Sfide antropologiche della formacione. Roma 24-26 de mayo
de 2006.
3 Para entender las tres primeras columnas hay que tener en cuenta lo siguiente: los novicios que
ingresan en un año determinado hacen su primera profesión el año siguiente. De manera que el número
de los novicios que dejaron la Congregación son la diferencia entre los ingresados el año anterior y los
que profesan el año siguiente.
Por ejemplo: en 2002 entraron 607 novicios y en 2003 profesaron 470 novicios; la diferencia entre los
novicios que empezaron su noviciado en 2002 y los novicios que profesaron en 2003 es de 137, que es el
número que figura en la columna de los «abandonos novicios» para el año 2002. En 2012 entraron 480
novicios, pero solamente sabremos el número de los nuevos profesos —y consecuentemente el de los
novicios que lo dejaron— hasta que concluya el año 2013.
4

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Formación permanente
Año
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
2010
2011
2012
Clérigos
perpetuos
abandonos
8
10
14
11
13
15
8
12
9
10
8
Coadjutores
perpetuos
abandonos
12
14
15
15
10
11
6
13
9
12
11
Diáconos
dispensa
celibato
3
4
3
1
3
3
5
2
1
3
1
Sacerdotes
dispensa
celibato4
15
11
20
15
27
18
18
9
11
11
33
Exclau-
stración
18
10
14
10
11
9
5
6
0
3
4
Secularización
previo
experimento
7
3
9
9
11
12
12
14
29
17
23
Secolar.
simpliciter
11
10
12
10
11
18
14
10
8
11
15
Dimisión
24
25
26
26
26
24
24
36
38
30
29
Novicios por Regiones
Año América
América
Europa
Italia
Europa
Africa
Asia Este
Asia
Cono Sud Interamerica Oeste
Medio
Norte Madagascar Oceanía
Sur
Oriente
2002
76
110
11
43
71
55
80
135
2003
69
111
6
27
59
84
79
144
2004
86
98
12
25
51
92
84
145
2005
97
92
14
18
71
95
74
160
2006
76
88
3
22
47
92
75
158
2007
76
97
6
22
51
94
73
108
2008
58
105
4
18
48
100
89
135
2009
64
91
8
24
40
89
64
146
2010
40
73
1
18
55
114
93
138
4 Con respecto a las columnas que tratan de la dispensa del celibato, de la
secularización y de las dimisiones, el número no hace referencia a los que presentaron
la solicitud en un año determinado, sino a los que en un determinado año
consiguieron lo que pedían.
5

1.6 Page 6

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2011
46
46
7
15
29
94
60
117
2012
43
63
3
21
38
107
69
136
TOT
731
974
75
253
560
1016
840
1522
El cuidado de las vocaciones y la formación ha debido afrontar siempre retos
antropológicos, sociales y culturales. Esto significa sencillamente que hoy
estamos ante un tipo de retos que requieren soluciones nuevas, precisamente
porque nos encontramos ante un joven culturalmente nuevo, caracterizado por
la dificultad de escoger y de considerar que una elección puede ser definitiva,
por la fatiga de perseverar y de vivir la fidelidad, por la incomprensión de la
necesidad de ascesis y de renuncias, por la fuga del sufrimiento y de la fatiga.
Siente la necesidad de la afirmación de sí mismo en el plano profesional y
económico; desea independencia y protección al mismo tiempo; encuentra
difícil apreciar el celibato y la castidad, arrastrado por la visión difundida por los
medios de comunicación social; y —last but not least— vive un analfabetismo
de fe y una experiencia pobre de vida cristiana5. Naturalmente, al lado de estos
aspectos de debilidad, los jóvenes presentan recursos y actitudes positivas: la
búsqueda de relaciones interpersonales significativas, la atención a la
afectividad, la disponibilidad y la generosidad en el compromiso gratuito y en el
voluntariado, la sinceridad y la búsqueda de autenticidad.
La formación en la fidelidad a Dios, a la Iglesia, al propio Instituto, a los
destinatarios, comienza ya desde el momento de la selección de los
candidatos. Hay que apuntar preferentemente hacia personalidades
proactivas, con sentido emprendedor y de iniciativa, con capacidad de realizar
opciones libres y de organizar la vida en torno a ellas, sin constricciones
externas ni internas. A esto se añade la necesidad de un discernimiento, que
debe tener un doble punto de referencia: por un lado, una criteriología sobre la
idoneidad compartida por el equipo de los formadores y, por otro lado, una
presencia clara en el candidato de aquellas cualidades que favorecen la
identificación con un proyecto de vida evangélica. Esto exige plantear cada vez
más la formación sobre la personalización, entendida como profundización de
las motivaciones, asunción personal de valores y actitudes consonantes con la
vocación consagrada salesiana, acompañamiento cualificado por los
formadores.
En la Ratio y en Criterios y Normas, tenemos dos documentos preciosos, fruto
de la experiencia y de la praxis formativa de la Congregación, de las
5 Cf. E. BIANCHI, Vita Religiosa e Voccazioni oggi in Europa Occidentale, Reflexión dirigida a 150 jesuitas
reunidos en Bruselas el 1 de mayo de 2007.
6

1.7 Page 7

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contribuciones de las ciencias humanas, de la comparación con la «Ratio» de
otras Órdenes, Congregaciones e Institutos religiosos, pero que,
desgraciadamente, no siempre son bien conocidos y aplicados por todos los
equipos formativos. Se puede errar en otros campos, pero no en el de la
formación, porque esto significa arruinar generaciones de Salesianos, hipotecar
la misión y comprometer la misma Institución. No debemos olvidar que la
identidad, la unidad y la vitalidad de la Congregación dependen, en gran
medida, de la calidad de la formación y del gobierno en los diversos niveles:
local, inspectorial y congregacional.
Merece la pena recordar nuevamente y explicitar mejor que la formación es
competencia de la Congregación, que confía a las Inspectorías el deber de
realizarla, asegurando las condiciones de personal, de estructuras, de recursos
que la hacen posible. Por tanto, no se justifica el deseo de una Inspectoría de
pretender tener todas las etapas formativas en su territorio; más bien debe
reflexionarse sobre la responsabilidad de formar al Salesiano que demandan
hoy la Congregación, la Iglesia, los jóvenes. Todavía existen algunas
resistencias a experiencias interinspectoriales de comunidades formativas;
aunque no pueden asegurar una buena formación por falta de formandos y
formadores, algunas Inspectorías insisten en querer actuar por sí solas.
Insisto en que la formación es una competencia congregacional y no solo de
responsabilidad inspectorial; las personas son el don más precioso de la
Congregación, que confía la realización concreta de la formación inicial a
Inspectorías, grupos de Inspectorías o Regiones. De aquí la urgencia
inderogable de cuidar bien las comunidades de formación inicial, de calificar los
centros de estudio, de preparar formadores y no solo profesores, pero también
de asegurar la vitalidad de todas las comunidades en la Inspectoría, la calidad
de la fe, la radicalidad de la sequela Christi de cada hermano.
1.1 Las motivaciones
El punto de partida es con frecuencia una concepción equivocada de vocación;
a veces se identifica con un proyecto personal motivado por un deseo de
autorrealización, por una sensibilidad social hacia los más pobres, o por una
búsqueda de vida tranquila, sin graves compromisos y sin la entrega total,
incondicionada, a Dios y a la misión en comunidad.
Estas motivaciones no son válidas o, al menos, no son suficientes para acoger
el don de la vida consagrada; no son siempre expresiones de fe, sino de
voluntarismo («quiero ser religioso», «he decidido hacerme Salesiano»…) o de
sensibilidad social («me siento llamado a servir a los pobres, a los muchachos
7

1.8 Page 8

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de la calle, a los indigentes, a los inmigrantes, a los drogodependientes…) y de
búsqueda de seguridades.
Se olvida que la vida como vocación se descubre solo a la luz de la fe y que,
con mayor razón, la llamada a una vida consagrada no es posible sino en la
perspectiva de la fe en el Señor que llama a los que Él quiere a estar con Él, a
seguirle, a imitarle, para luego enviarles a predicar. Así la sequela Christi y la
imitatio Christi se convierten en elementos que caracterizan la vida de los
discípulos y apóstoles de Jesús y que, precisamente, caminando tras Él e
intentando reproducir sus actitudes, es como nos identificamos con Él hasta la
plena configuración con Él.
Es verdad que al principio pueden existir motivaciones no del todo válidas y,
por tanto, insuficientes, para justificar y hacer posible una opción radical de vida
centrada en Dios, en el Señor Jesús y en su Evangelio, en el Espíritu. Tarea de
una verdadera formación es ayudar a identificar, valorar, discernir las
motivaciones y después purificarlas y hacerlas madurar de manera que tengan
a Dios y su voluntad como valor supremo.
Esta tarea ineludible es muy delicada. De hecho, muchas motivaciones son
inconscientes; esto lleva al candidato a expresar motivaciones que ha sentido y
aprendido, sin poder conocer y dar a conocer las reales. No se debe olvidar
que el Evangelio habla de un individuo que, después de haber sido curado por
Jesús, había expresado el deseo de estar con Él. El Señor no se lo permitió,
sino que le dijo: «Ve a tu casa, con los tuyos, anúnciales lo que el Señor te ha
hecho y la misericordia que ha usado contigo» (Mc 5,19).
Además de esto, se debe considerar también la cultura que caracteriza a las
nuevas generaciones. La Unión de los Superiores Generales ha dedicado dos
Asambleas a este aspecto. En la primera trató de conocer mejor el perfil de los
jóvenes que hoy llaman a las puertas de la Vida Consagrada, los valores a los
que son más sensibles, los retos que atribuyen a la formación y que pueden ser
convertidos en oportunidades formativas. En la segunda hay un acercamiento
al tema de la fidelidad, que no es identificable con la perseverancia. En
realidad, a veces sucede que algunos religiosos perseveran, en el sentido de
que permanecen, cuando sería mejor que dejasen el Instituto. La fidelidad no
es solo permanecer fieles externamente a una profesión hecha al Señor, sino
que es el compromiso de vivir cotidianamente lo que se ha profesado.
1.2 Oportunidades y retos antropológicos
En la Asamblea de la USG de mayo de 2006, fui invitado a ofrecer una
reflexión sobre los retos antropológicos a la fidelidad vocacional de la vida
8

1.9 Page 9

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consagrada, que considero importante proponeros. En la manera de percibir lo
humano y sus posibilidades existen elementos constantes, que podríamos decir
que constituyen una visión intercultural y prevalente. La felicidad y la
realización de sí mismos, los deseos y las aspiraciones, los afectos y las
emociones son oportunidades y retos. Aunque suponen retos, estos aspectos
antropológicos son imprescindibles para cualquier vida consagrada que quiera
ser plenamente humana y, por tanto, creíble. Constituyen la base para una
buena formación hacia la fidelidad vocacional.
Autenticidad
La situación antropológica actual ofrece a la vida consagrada la oportunidad de
una nueva autenticidad. En efecto, la cultura de hoy, especialmente la juvenil,
aprecia la autenticidad. La gente quiere vernos felices. Quiere ver que aquello
que decimos está de acuerdo con lo que hacemos y que nuestras palabras son
genuinas porque nacen de la coherencia de la vida.
La autenticidad es una verdadera oportunidad porque hace hincapié en la
generosidad y en el deseo de fraternidad de los jóvenes, sobre el don de sí y
sobre la alegría del encuentro, que son dinamismos muy enraizados y fuertes
para el crecimiento en la vida consagrada genuina y en el amor que se entrega.
Estimula y anima a los miembros más ancianos de nuestras comunidades a ser
verdaderos modelos atrayentes y provocadores, a vivir el amor por Cristo que
les ha inspirado a abrazar la vida consagrada y a comprender que tienen un
papel que jugar en la formación de las jóvenes generaciones. La autenticidad
exige atención a la dimensión humana del consagrado y de la vida cotidiana de
las comunidades.
La autenticidad es también un reto, porque exige volver a lo esencial, sobre
todo a superar la funcionalidad que reduce la vida consagrada a la tarea, al
encargo o a la profesión, envenenando la pasión del don de sí a Cristo y a la
humanidad. Impulsa todos los días a la conversión y la renovación de nuestras
comunidades y a la comprensión de los consejos evangélicos como camino
para la plena realización de la persona. La autenticidad reta a la vida
consagrada, que está amenazada cada día por la insidia de la mediocridad y
de la inercia, por el peligro de confundirse y dejarse llevar por los valores del
«mundo».
Libertad
Ser persona quiere decir tener la vida en las propias manos, o sea, decidir lo
que se quiere hacer de la propia vida. La libertad es responsabilidad de
construirse, es posibilidad, es futuro. La libertad es una oportunidad, porque
9

1.10 Page 10

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solo a través de ella se llega a la interiorización de valores y a la
personalización de los procesos de formación y, por tanto, a la verdadera
madurez.
La libertad es también un reto, porque exige conjugar autorrealización y
proyecto, autoformación y acompañamiento, incluso el acompañamiento
espiritual. Es necesario dar a los jóvenes todo el tiempo que requieran para
crecer y llegar a la madurez, según su ritmo; no hay siempre correspondencia y
coherencia entre las etapas canónicas y las etapas de la madurez y de la
dimensión personal. A la ordenación presbiteral y a la profesión perpetua no
siempre corresponde la opción personal, convencida y madura; por eso se
necesitan formadores capaces de una formación personalizada.
Historicidad
El hombre es un ser in fieri y la sociedad está en continua evolución. La
persona se construye en el tiempo; su autobiografía es el hilo que une la
diversidad de las experiencias. La narración de la propia historia de vida
asegura la propia identidad personal.
Por tanto, la historicidad es una oportunidad, porque nos hace reconocer que
nuestra vida es un camino y que nuestra formación es un proceso que no
acaba nunca. La vida es autorrealización y construcción de sí. La vida es una
música continua, que se extiende entre la formación inicial y la formación
permanente. Y los cambios de la sociedad empujan la vida consagrada a una
continua renovación y adaptación; la invitan a volver a decirse a sí misma con
un lenguaje del hombre de hoy.
La historicidad es también un reto, porque requiere que la formación, en cuanto
permanente, anime y oriente toda la formación inicial. No es suficiente apuntar
a los jóvenes y a su formación; hay que poner en movimiento a todas las
comunidades y al Instituto, animando a todos los miembros a revivir «el amor
del principio», la pasión vocacional que tenían en el comienzo de su vida
consagrada. El camino de la propia vida corre el peligro también de replegarse
narcisísticamente sobre sí y no abrirse al don de sí. En un mundo que cambia y
se halla sin centro, lo que domina es el fragmento; por tanto, la formación debe
servir para unificar la persona y centrarla bien en lo esencial, que es el
seguimiento de Cristo.
Experiencia
Hoy es necesario superar una formación intelectualista, que pretenda
interiorizar contenidos vitales sin hacer experiencia de ellos y sin integrarlos en
10

2 Pages 11-20

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2.1 Page 11

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la vivencia cotidiana. Hay un gran deseo de experiencias; se buscan las
experiencias más emocionantes; se quiere hacer las propias experiencias.
La experiencia es una oportunidad, porque, cuando se aprende de la vida, la
formación se hace más personalizada, concreta y profunda. Es necesaria para
todos, no solo paras los jóvenes; también los hermanos adultos tienen
necesidad de una experiencia fuerte y auténtica de Dios, del carisma, de los
pobres, de realizaciones fraternas y comunicativas.
La experiencia es también un reto, porque la experiencia puede convertirse en
fin de sí misma, mientras que, por el contrario, debería hacer experiencia de los
valores. Las diversas experiencias pueden ser fragmentarias y disyuntivas; por
tanto, se necesita la ayuda de un guía espiritual, que facilite la unificación de
las experiencias y promueva la interiorización de los valores. No se trata de
hacer muchas experiencias, sino de escoger de entre ellas unas pocas y bien
preparadas, experiencias fuertes, que requieran una atención pedagógica para
que los experiencias puntuales se conviertan en experiencia personal.
Relaciones humanas y afectividad
En la cultura actual se siente una gran necesidad de relaciones humanas
auténticas. En los jóvenes existe una sed fuerte de fraternidad y amistad, de
relaciones informales y afectuosas; pero también los adultos buscan relaciones
enriquecedoras y significativas. Para poder ser profecía, la vida fraterna debe
tener algo que decir sobre la capacidad de tejer relaciones, debe ser atrayente
en su rostro humano, debe ser capaz de crear ambientes de familia.
El deseo de encuentro constituye ciertamente una oportunidad, porque
encaminarse a una profundización de las relaciones humanas perfecciona la
fidelidad y hace posible invitar a otros a entrar en una verdadera relación de
autenticidad y comunicación, pero sobre todo de amor y de compromiso con la
persona de Jesucristo. La fraternidad conduce a prestar más atención a los
aspectos cotidianos de la vida en común. Pero se siente también la necesidad
de ensanchar las relaciones y cuidar los afectos.
La fraternidad constituye también un reto, porque exige poner la mira en la
conversión y en la renovación de nuestras comunidades. ¿Qué ambiente
humano encuentra el joven candidato en nuestras comunidades y qué
comunicación encuentran los hermanos adultos? Se trata de un reto, que
presenta el problema de cómo «regenerar» las comunidades, especialmente
cuando envejecen. Es un reto porque no es fácil encontrar formadores
11

2.2 Page 12

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equilibrados y capaces del acercamiento personal, que sepan evitar el
individualismo y ofrecer un prudente acompañamiento personal y espiritual.
Además, es difícil construir el equilibrio emocional y afectivo en las propias
relaciones y en la propia vivencia.
Postmodernidad
Para ser una profecía para el mundo postmoderno, la vida consagrada debe
saber suscitar fascinación y lograr redescubrir su belleza.
En general, la confrontación con la cultura postmoderna es una oportunidad
para proponer los valores de la vida consagrada como estímulo, purificación y
alternativa a los valores del mundo: por ejemplo, la fidelidad en una cultura que
se jacta de ser infiel; la vida de fe en una sociedad sin referencias a los valores
religiosos; el optimismo y la esperanza en un mundo lleno de miedos. Es
también una oportunidad para orientar la generosidad de los jóvenes, su sed de
fraternidad, su deseo de la propia realización, su búsqueda de Dios.
La confrontación con la cultura postmoderna es también un reto, porque la
cultura predominante de los medios promete una felicidad falsa pero atrayente;
a nosotros nos toca ofrecer, sobre todo a los jóvenes, una experiencia personal
y auténtica de Cristo y demostrar con palabras y hechos que la vida
consagrada favorece la realización plena de la persona. Hace falta una nueva
actualización carismática, profética y creíble; al mismo tiempo, se requiere un
nuevo equilibrio carismático entre la frescura de renovación y sus expresiones
históricas.
Multiculturalidad
Vivimos en un mundo que se convierte cada vez más en una «aldea
planetaria»: desde el individualismo cultural se está pasando al encuentro, no
exento de resistencias, de diversos mundos culturales. Es un mundo
caracterizado por la globalización, la rapidez de los cambios, la complejidad, la
fragmentariedad y la secularización. El consagrado ve en todo esto la acción
del Espíritu de Dios que en cualquier situación obra donde, como y cuando
quiere.
La diversidad cultural es una oportunidad, porque favorece la solidaridad, la
acogida de las diversidades, las experiencias de voluntariado, la empatía hacia
los pobres, el respeto ecológico, la búsqueda de la paz. Favorece también la
internacionalización y la experiencia de universalidad de las comunidades de
vida consagrada como disponibilidad al servicio donde sea requerido. De esta
12

2.3 Page 13

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manera, el carisma se enriquece. Favorece en las jóvenes generaciones
dinamismos de conocimiento, de acogida y de diálogo.
La diversidad cultural es también un reto, porque es difícil para la mayoría de
los consagrados adultos entrar en la experiencia multicultural. Surge la
necesidad de repensar el lenguaje y la manera de transmitir los valores entre
mundos antropológicos distantes y extraños. Formar en la fidelidad en un
mundo constantemente en cambio y culturalmente pluridireccional, hacer
posible una vida de fe en una sociedad tendencialmente sin referencias a los
valores religiosos y cristianos, hacen ardua la tarea formativa que debe ser
permanente y abierta a experiencias interculturales. .
Renuncia
La renuncia forma parte esencial de la vida y, por tanto, también de la vida
consagrada; cuando esta es asumida positivamente, se convierte en una
experiencia liberadora y enriquecedora. No se puede escoger todo, aunque el
que vive por amor y escoge el amor vive una experiencia totalizadora.
La renuncia es una oportunidad para nuestra vida consagrada con autenticidad
y para hacer de ella una verdadera «terapia espiritual» para la humanidad.
Purifica y hace auténtico el amor.
La renuncia es también un reto, porque la vida consagrada ofrece un camino
privilegiado de vida, ahorrando muchas veces al consagrado los problemas y
las fatigas de la vida normal. Hasta la tentación consumista, la vida confortable,
el bienestar, los viajes y la posesión de medios personales, afectan a los
consagrados en todas las culturas. Es necesario volver a lo esencial en nuestra
vida y en las estructuras. Sobre todo para los jóvenes, pero no solo para ellos,
la renuncia puede suponer un problema. Debemos ayudarles a comprender
que no se trata de sacrificar alguna cosa, sino de escoger algo, mejor, a
Alguien: el Señor Jesús y su seguimiento. En Él se encuentran plena libertad,
alegría y realización. Esto significa estar abiertos a permitir que Jesús entre en
nuestra vida y ocupe en ella el primer puesto; estamos abiertos a ser libres de
condicionamientos que pueden impedirnos hacer y vivir esta opción radical.
Fidelidad
La fidelidad es la consecuencia obvia de la opción que el consagrado realiza
por Dios, suscitando en su vida el fuego de la pasión por Él y por el Señor
Jesús, hasta la oferta de la propia vida para siempre.
13

2.4 Page 14

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La fidelidad es una oportunidad, porque hace cada vez más profunda y
personaliza la relación con el Señor Jesús y con su Reino. Permite testimoniar
a Dios como valor absoluto y permanente, que permanece sólido en el vórtice
de los cambios culturales. Ayuda a ver el mundo con ojos positivos y a
descubrir las experiencias positivas de fidelidad en la familia, en la comunidad,
en la Iglesia, como acción del Espíritu en la historia. Permite también ver el
sentido de los sacrificios que el consagrado está llamado a hacer.
La fidelidad es también un reto, porque está sacudida por la situación
fragmentaria y huidiza de la cultura actual. En este sentido necesita ser
acompañada constantemente de forma personal y comunitaria para pasar
desde el narcisismo a un morir a sí mismo en el seguimiento de Cristo. Por otra
parte, la fidelidad no puede permanecer solamente en el nivel conceptual; debe
ser una fidelidad viva, de encuentro con Cristo, que involucre a toda la persona
y lleve al consagrado desde las «experiencias» fragmentarias a la
«experiencia» fundante. Además, la fidelidad del consagrado es un reto
permanente que profundizar, que se traduce en la pregunta cotidiana: ¿A quién
soy fiel? La fidelidad es un reto que requiere la creación de comunidades fieles,
que ayuden a pasar desde la superficialidad a la raíz profunda de la fidelidad,
que construyan y renueven la fidelidad carismática y que conozcan el camino y
la dinámica de sus procesos. La fidelidad ya no es considerada como realidad
que dura toda la vida, sino que puede existir solamente como fidelidad «por un
tiempo»; por esto en algunas Congregaciones vuelve con frecuencia la
cuestión de considerar la posibilidad de incorporar algún tipo de compromiso
temporal en la vida consagrada. Nosotros los Salesianos nos hemos declarado
contrarios a esto. Nos parece mejor que se debe formar de manera que los
hermanos sean capaces de una entrega total al Señor por siempre.
No cabe duda de que la riqueza y diversidad de las posibilidades humanas hoy
ofrecen grandes oportunidades de valoración, junto con tareas formativas
nuevas para la vida consagrada. Esto no banaliza la aportación determinante
de la gracia y del Espíritu, que actúan precisamente en los dinamismos
psicológicos y antropológicos de la persona. Por eso, la formación se realizará
con atención a secundar al Espíritu, justamente a partir de estas expresiones
de lo humano para llevarlas a su madurez y plenitud.
2. VOCACIÓN Y FORMACIÓN, DON Y COMPROMISO
Se plantea la cuestión: ¿Por qué debemos empeñarnos en formar a los
llamados por Dios y enviados por Él a nosotros? Precisamente porque en la
Congregación los consideramos don de Dios a los jóvenes, tenemos de ellos
tanto cuidado y sentimos la responsabilidad de ayudarles a estar a la altura de
la vocación recibida. Por tanto, intentemos profundizar mejor los dos elementos
14

2.5 Page 15

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inseparables de una verdadera llamada, es decir, la vocación y la formación, el
don y la tarea, que son como dos caras de la misma moneda.
El primero de los artículos que las Constituciones dedican a la formación
presenta una afirmación fundamental, verdadera expresión de fe, formulada
desde el punto de vista de la persona llamada: «Respondemos a la llamada (de
Jesús) con el compromiso de una adecuada y continua formación»6.
Por tanto, las Constituciones entienden la formación como una respuesta a la
vocación. No la identifican con el largo período de tiempo que precede a la
integración plena y definitiva en la misión común, ni, mucho menos, la reducen
a mero estudio, religioso y profesional, al que es necesario dedicarse como
preparación específica en vista de la misión personal. Es formación todo lo que
se debe hacer para reconocer, asumir e identificarse con el proyecto al que
Dios nos llama: «La formación es acoger con alegría el don de la vocación y
hacerlo real en cada momento y situación de la existencia»7. Por decirlo de
alguna manera, la formación es el estado de vida en que entra quien se siente
llamado por Jesús para estar con Él y poder ser enviado por Él (cf. Mc 3,13).
Llamándonos, Dios nos ha identificado. Y nosotros Le respondemos de manera
adecuada solo cuando nos identificamos con su llamada. Por tanto, la identidad
salesiana no se adecua a lo que ya somos ni a lo que deseamos ser; coincide
más con Su proyecto, con cuanto Él quiere que lleguemos a ser. Ahora bien,
identificarse con lo que Dios quiere de nosotros es el objetivo de cualquier
formación. ¡Salesiano, sé lo que estás llamado a ser! La llamada de Dios, que
es gracia inmerecida, precede y motiva el esfuerzo de adecuarse a ella, en lo
que consiste fundamentalmente la formación, y «por la que el Señor nos da
cada día su gracia» (Const. 96): vocación y formación son dos formas de
realización en nosotros de la gracia; la vocación es la gracia de ser llamados,
que precede, acompaña y requiere la formación; la formación es la gracia de
hacerse dignos de la vocación, que hay que cultivar, mantener y profundizar
cada vez más.
2.1 Vocación: la gracia como origen
«Nuestra vida de discípulos del Señor es una gracia del Padre que nos
consagra con el don de su Espíritu y nos envía a ser apóstoles de los jóvenes»
(Const. 3).
6 «Responder a la llamada significa vivir en actitud de formación» (El Proyecto de vida de los Salesianos
de Don Bosco. Guía de lectura de las Constituciones salesianas, Roma 1986, p. 816). Editorial CCS,
Madrid 1987.
7 La Formación de los Salesianos de Don Bosco (FSDB), Roma 2000, 1. Editorial CCS, Madrid 2000, p. 28.
15

2.6 Page 16

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La vocación no es nunca proyecto personal de vida, que un individuo realiza
con sus propias fuerzas o alimenta con sus mejores sueños; es, más bien,
llamada de Aquel que, precediendo o transcendiéndole, propone al escogido
previamente una meta que va más allá de él mismo y de sus posibilidades. En
el primer caso, la persona siente el deseo y el entusiasmo de hacer algo en su
vida, o, mejor, se propone —cree que es capaz de— hacer algo de su vida. En
el segundo caso, se siente deseado para hacer algo de su vida, algo que podrá
imaginar e identificar solo si responde a la llamada personal. Creerse llamado
significa saberse escogido previamente (cf. Jn 15,16). «Suyo (de Dios) es el
primado del amor. El seguimiento es solo respuesta de amor al amor de Dios.
Si «nosotros amamos» es «porque Él nos ha amado primero» (1Jn 4,10.19).
Esto significa reconocer su amor personal con el íntimo convencimiento que
hacía decir al apóstol Pablo: «Cristo me ha amado y ha dado su sangre por mí»
(Gal 2,20)»8.
La vida como vocación
«La vida de cada persona es vocación y como tal debe ser comprendida,
acogida y realizada»9. Antes de conocer, en la llamadas, el destino de la propia
vida, antes de reconocerse llamado a hacer algo de la propia vida, el creyente
sabe que es llamado por Dios para el simple acto de vivir:ȃl nos ha hecho y
somos suyos», reconoce el salmista (Sal 100,3).
La vida, Palabra de Dios
La vida, la propia existencia, es palabra de Dios y, al mismo tiempo, la
respuesta debida al propio Dios. Es lo que nos recuerda la historia de Ana, la
madre de Samuel, que pide un hijo y, cuando lo recibe, siente que aquel hijo
pertenece a Dios y, de hecho, le lleva al Santuario de Silo para «conducirle a
ver el rostro del Señor»; después permanecerá allí para siempre»: «He rogado
por este niño y el Señor me ha concedido la gracia que le he pedido. Por eso
también yo le entrego como cambio al Señor: por todos los días de su vida ha
sido cedido al Señor (1Sam 1,22.27-28). Llamando al hombre, Dios le ha
llamado a la existencia; la persona invocada está obligada a responder: con la
vida concedida, Dios nos ha impuesto el diálogo como modo de existir en su
presencia. Siendo imagen de un Dios que nos ha pensado dialogando consigo
mismo, podremos vivir solamente en diálogo con este Dios. La vida es un
pronunciarse de Dios en favor nuestro y exige, por tanto, el pronunciarse del
hombre en su favor; no es una casualidad si hemos nacido de la nada en el
interior de un coloquio divino: Aquel que nos ha imaginado dialogando consigo
8 CONGREGACIÓN PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y LAS SOCIEDADES DE VIDA
APOSTÓLICA (CIVCSVA), Ripartire da Cristo, Roma 2002, 22.
9 Criterios y normas de discernimiento vocacional salesiano (Suplemento de FSDB), 30.
16

2.7 Page 17

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mismo ha podido considerarnos su imagen porque podemos dialogar como Él
y con Él.
«Desde el momento en que ha sido llamado por Dios a la vida, el creyente
reconoce que su presencia en el mundo no obedece a una decisión propia: no
vive quien quiere, quien lo ha deseado, sino aquel que ha sido deseado y
amado…Precisamente porque la vida es efecto del querer divino, no se puede
vivir fuera del ámbito de su voluntad: quien no existe porque quiere, no deberá
existir como le parece; la vida concedida presenta unos límites que hay que
respetar (Gen 2,16-17) y tareas que hay que realizar (Gen 1,28-31). El hombre
bíblico, por el simple hecho de vivir, se sabe llamado por Dios y responsable
ante Él: vive porque Dios le ha querido y para vivir como Dios quiere…; sabe
que está vivo porque ha sido llamado por Dios; sabe que vivirá si permanece
fiel a esta vocación (Gen 3,17-19)»10.
Y así, identificándonos con la llamada de Dios, encontramos nuestro bien y
encontramos nuestra libertad: «Cada uno encuentra su bien adhiriendo al
proyecto que Dios tiene sobre él, para realizarlo en plenitud: efectivamente, en
este proyecto encuentra su verdad y adhiriendo a esta verdad se hace libre (cf.
Jn 8,32)»11.
La vida, respuesta debida a Dios
Por el simple hecho de ser, el hombre debe hacerse responsable: ya que es el
único viviente que refleja la naturaleza dialógica de Dios (Gen 1,26), deberá
asumir la responsabilidad de la creación (Gen 1,3-25), tomarse la
responsabilidad de procrear (Gen 1,27-30; Sal 8,6-9; Sir 17,1-10) y la
responsabilidad de su hermano (Gen 4,9). Esta responsabilidad, de la que
depende su relación con Dios y que se realiza en la custodia del mundo y del
hermano, es una deuda permanente del hombre; la salda en la medida en que
permanece en diálogo con Él, vigilando sobre la creación en nombre y en el
puesto de Dios.
Por tanto, el hombre bíblico vive ante Dios con una deuda permanente de
respuesta. El que debe su vida a una Palabra de Dios no puede quedar en
silencio en su presencia. El creyente que calla ante Dios ha dejado de existir
para Dios. Él nos ha imaginado hablando, y somos imagen suya si quedamos
en diálogo con Él. Solamente los muertos no pueden recordarLe, solamente los
muertos no Le alaban (cf. Sal 6,6; 88,11-13; Is 38,18). Todo lo que la vida nos
10 JUAN JOSÉ BARTOLOMÉ, «La llamada de Dios. Una reflexión bíblica sobre la vocación»: Misión Joven
131 (1987) 6.
11 BENEDICTO XVI, Caritas in veritate, 1.
17

2.8 Page 18

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ofrece puede ser motivo de oración12 y es tarea cuya responsabilidad hay que
asumir. No existe situación humana alguna que no sea digna de ser
comentada, dialogada, compartida con Dios. No hay necesidad de los
hermanos ni hermano en necesidad de que no debamos responder.
Recordemos que Caín no quiso hablar de su hermano Abel, más aún, declaró
que no debía responder de él porque le había quitado la vida poco antes; el
asesinato produjo la negación a responder del hermano.
La vocación, tarea para una vida
Para el creyente, la vida no es un hecho del azar, y mucho menos empeño del
querer humano: toda vida es voluntad de Dios; en su proyecto salvífico, Dios
asigna un lugar, una tarea a cada vida humana. Quien llega a la existencia ha
sido querido por Dios: su existencia tiene sentido, al menos, para Dios, y su
vida recibe su pleno sentido solo desde Dios.
La vocación, misión dialogada
No es una casualidad si, en la Biblia, cuando se describe una llamada de Dios,
el relato se convierte en la transcripción del diálogo que abre Dios con su
elegido: desvelándole el proyecto que alimenta sobre él, Dios le hace saber
que cuenta con él para llevarlo a término.
Inesperadamente, sin haberlo merecido, y ni siquiera deseado, la persona
llamada se encuentra con una tarea que le es propuesta y con una forma de
vida que le es impuesta. Ya se trate de la generación de un pueblo (Abraham:
Gen 12,1-4), o de su liberación (Moisés: Ex 3,1-4.23), de la concepción de un
hijo (María: Lc1,26-38), o de la invitación a vivir con Jesús (los primeros
discípulos: Mc 1,16-20), la misión asignada no responde a las posibilidades del
llamado, con frecuencia no forma parte de sus prioridades. Tanto Abraham
como María no veían posible la descendencia prometida (Gen 15,2-3; Lc 1,34).
Normalmente, la misión designada ni siquiera es conciliable con la actividad o
profesión que se está desarrollando. Moisés, pastoreando rebaños ajenos, así
como los primeros discípulos de Jesús, trabajando con sus redes, vivían
inmersos en proyectos bien diversos del proyecto al que fueron llamados, es
decir, a guiar un movimiento de liberación nacional (Ex 2,21-3.1) o ser
pescadores de hombres para el Reino de Dios (Mc 1,16.19).
12 «La oración cristiana auténtica incluye la vida entera del que ora… Al acercarse a los hechos cotidianos
que, en comparación con los sociales e históricos, pueden parecer también de poca importancia,
descubre valores que están en la realidad misma y hace explícito su fondo de pertenencia a los planes
de Dios. Todas las situaciones son susceptibles de ser rezadas, con la condición de que se conviertan en
experiencias teológicas» (El Director salesiano. Un ministerio per la animación y el gobierno de la
comunidad local, Roma 1986. Madrid 1987, p. 237).
18

2.9 Page 19

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Sabiendo que su vida es la consecuencia de una decisión de Dios en su favor,
el creyente bíblico puede excluir de ella la casualidad y la fortuna, sea buena o
mala. Al existir una Persona que le ha querido positivamente en un momento
determinado y en ese momento le ha creado viviente, no dejará nunca de
sentirse amado mientras viva; no será jamás presa del destino, ni lo imprevisto
se le opondrá. . Pero, precisamente por esto, desde el momento en que no se
ha procurado por sí mismo la existencia, tampoco puede programársela por sí
mismo. No es señor de sí mismo. Ha quedado sujeto al arbitrio de Aquel que le
ha amado tanto que le ha querido vivo y semejante a Él. Por tanto, su misma
vida le revela como proyecto divino que realizar; su existencia personal es la
prueba de la preexistencia de un plan divino sobre él. La vida es siempre
misión, por haber sido don antes de nada; es encargo y gracia, pues no ha sido
una herencia automática ni es un salario debido.
La misión, casa y causa de formación
Dios puede muy bien disponer de la vida de un hombre, desde el momento en
que ha sido Él quien se la ha dado. Las historias de llamadas,
significativamente numerosas en la Biblia, muestran de modo ejemplar este
rasgo característico del Dios viviente. Dios revela a la persona llamada que
cuenta con él, a veces decididamente a su pesar, y, otras, incluso contra su
voluntad. Por muchas objeciones que acumule el llamado, no podrá evitar la
llamada. A no ser que Dios revoque su envío, el enviado quedará como tal para
siempre. Ni siquiera huyendo de Dios, se puede liberar de Él y de su voluntad,
como debió aprender Jonás (Jon 1,13,3). Y todavía algo más serio: más de un
llamado sentirá que ya le habrá sido robada su vida, que le ha sido secuestrada
con violencia, imponiéndole una misión que no entraba en sus cálculos ni
entrará del todo en sus capacidades, como lo evidencian Jeremías (Jer 1,5) y
Pablo (Gal 1,15).
Dios se pone de acuerdo con los que llama conversando don ellos: Dios, que
llama hablando, transforma en interlocutor a la persona escogida. Al dirigirse al
llamado, Dios le revela que le desea y con qué fin le desea. Ahora bien, el
único saber sobre Dios y sobre sí mismo que adquiere el llamado al asumir la
llamada de Dios, consiste en saberse destinado a los otros. Cuando llama, el
Dios bíblico ama al llamado por sí mismo, naturalmente, pero también por los
otros. La sorpresa del llamado consiste precisamente en esto: en que la
respuesta que debe a Dios por su vocación, debe intentar darla respondiendo
de aquellos a los que ha sido enviado. Dios llama para estar con Él y para
enviar. La amistad íntima con Él y la misión en favor de los otros son la manera
de vivir la elección; son su consecuencia y su prueba. Y es formación todo lo
que se hace para aprender a ser amigos y no siervos del Señor y para realizar
la misión, para prepararse a la misma e identificarse con ella. La formación del
Salesiano es religiosa y apostólica por naturaleza, porque está orientada y
motivada por la misión.
19

2.10 Page 20

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La única respuesta que el Dios del llamado considera válida es la que realiza
su llamada, es decir, la respuesta que da cuando se entrega a aquellos a los
que Dios le ha destinado en el momento en que le ha llamado por su nombre.
Por tanto, asumir la vocación presupone una vida de obediencia a la tarea
recibida: el servicio exclusivo a los jóvenes es la respuesta que Dios espera del
Salesiano. No es casualidad que estemos perdiendo la consciencia de nuestros
deberes ante los jóvenes, cuando estamos perdiendo el placer y el deseo de
rezar. Tampoco debe maravillarnos que todo intento de liberación de la misión
salesiana empobrezca y haga más difícil nuestra oración comunitaria. No es
que Dios esté alejándose de nosotros y nos impida sentirLe cercano. Es que
nos estamos alejando de los jóvenes y no logramos estar cerca de sus
problemas. Nos creemos abandonados por Dios porque o cuando
abandonamos «la patria de nuestra misión, la juventud necesitada»13.
Como Salesianos estamos en deuda con Dios y con los jóvenes. Esta deuda
nace de la gracia recibida: ha nacido, se mantiene con la vocación y se
consolida con la formación «adecuada y continua» (Const. 96). «Inmerso en el
mundo y en las preocupaciones de la vida pastoral, el Salesiano aprende a
encontrar a Dios a través de aquellos a los que está enviado» (Const. 95). La
formación consiste fundamental y principalmente en este aprendizaje. La meta
consiste en encontrar a Dios en la vida que se lleva adelante mientras se vive
la llamada. El camino para lograrlo y las opciones metodológicas constituyen el
proceso formativo que todo llamado vive en primera persona. No será
necesario salir de la vida que se está viviendo, si esta es la repuesta a la propia
vocación. Donde falte la consciencia de estar haciendo ante Dios lo que Él nos
ha confiado, no podrá haber formación alguna, por mucho que se estudie y por
muchos años que se pasen en las llamadas «casas y etapas de formación».
2.2 Formación: la gracia como tarea
Obviamente, no estamos hablando de vocación y formación en términos
abstractos. Como hemos visto al principio, las dos, vocación y formación,
afrontan retos propios que, a mi parecer, proceden del contexto cultural
histórico que estamos viviendo y del tipo de presencia de la Iglesia y de la
Congregación.
Por lo que se refiere al contexto social, hay algunos elementos que en
contraluz «tocan de cerca la experiencia vocacional». Por una parte, el valor de
la persona y, por otra, el subjetivismo e individualismo. Por una parte, la
dignidad de la mujer y, por otra, la ambigüedad en relación a ella. Por una
parte, la revalorización de la sexualidad y, por otra, algunas expresiones suyas
distorsionadas. Por una parte, la riqueza del pluralismo y, por otra, el
13 E. VIGANÒ, «Fortalecer a los Hermanos», ACG 295 (1980), p. 29.
20

3 Pages 21-30

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3.1 Page 21

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relativismo y la debilidad de pensamiento. Por una parte, el valor de la libertad
y, por otra, la arbitrariedad. Por una parte, la complejidad de la vida y, por otra,
la fragmentariedad. Por una parte, la globalización y, por otra, los
particularismos; por una parte, un mayor deseo de espiritualidad y, por otra, el
secularismo14.
Por lo que se refiere a la Iglesia, querría responder a los retos del tiempo
presente con la Nueva Evangelización, que requiere a su vez un nuevo
evangelizador, que haga de Cristo el tema y el contenido de su predicación, del
misterio de la cruz el criterio de autenticidad cristiana, del Evangelio su fuerza y
su luz. Así será capaz de unir armónicamente evangelización, promoción
humana, cultura cristiana, y de promover el diálogo cultural, ecuménico e
interreligioso.
Por su parte, la Congregación, en estos últimos años, desde el Concilio
Vaticano II en adelante, ha intentado actualizarse para responder a estos retos
y se ha comprometido en renovar su experiencia de vocación y su praxis
formativa. Desde este punto de vista, la Ratio es mucho más que un
documento.
Su intuición fundamental es la de la identidad carismática e identificación
vocacional. Si logramos garantizar una clara identidad salesiana a través de
la formación, estamos convencidos que los hermanos se sentirán provistos de
un bagaje de valores, de actitudes, de criterios que les ayudarán a afrontar con
éxito la cultura de hoy y a realizar con eficacia la misión salesiana. Por tanto,
querría realizar una aproximación al tema de la formación desde esta
perspectiva.
Al darnos a los jóvenes como contenido de nuestra respuesta vocacional, la
llamada de Dios nos ha obligado a vivir un determinado tipo de espiritualidad,
que requiere una formación específica: «Creemos que Dios nos está
esperando en los jóvenes para ofrecernos la gracia del encuentro con Él y para
disponernos a sevirLe en ellos»15. Desde el momento en que nuestra
experiencia de Dios no se puede comprender sin la referencia a los jóvenes a
los que nos ha destinado Dios, del mismo modo no se podrá realizar nuestra
formación sin una vida vivida en favor de ellos: «La naturaleza religiosa
apostólica de la vocación salesiana determina la orientación específica de
nuestra formación» (Const. 97).
El Salesiano sabe que su vida apostólica constituye el lugar privilegiado y el
motivo central de su diálogo con Dios: puesto que Dios ha establecido para él
esta tarea para toda la vida, podrá responderle identificándose con ella y
realizándola. «La llamada de Dios le llega a través de la experiencia de la
misión juvenil; no pocas el seguimiento arranca de aquí. En la misión se
14 Cf. FSDB, 7.
15 CG23, 95.
21

3.2 Page 22

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comprometen, se manifiestan y crecen en él los dones de la consagración. Un
único movimiento de caridad le atrae hacia Dios y le empuja hacia los jóvenes
(cf. Const. 10). Vive el trabajo educativo con los jóvenes como un acto de culto
y una posibilidad de encuentro con Dios»16.
El compromiso por realizarlo se llama formación; efectivamente, «formación
salesiana es identificarse con la vocación que el Espíritu ha suscitado a través
de Don Bosco, tener su capacidad de compartirla, inspirarse en su actitud y en
su método formativo»17.
Identidad carismática e identificación vocacional
En síntesis, «la vocación del Salesiano», su identidad, es «conformarse con
Jesucristo y dar la vida por los jóvenes, como Don Bosco». «Toda la formación,
inicial y permanente, consiste en asumir y hacer real esta identidad en las
personas y en la comunidad». «De ella toma su arranque el proceso formativo
y a ella se refiere constantemente». La identidad salesiana es «el corazón de
toda la formación»18, su norma y su meta. «Con otras palabras: la identidad
salesiana caracteriza nuestra formación, que no puede ser genérica, y
especifica sus deberes y sus exigencias fundamentales»19 .
Objetivos de la formación
Formarse implica reconocer la forma de vida a la que se es llamado e
identificarse más plenamente con ella. Como ya he aludido, en la vida
consagrada la formación no coincide con el tiempo pedagógico que precede a
la preparación a los votos, al ministerio sacerdotal, un tiempo, por tanto,
limitado e irrepetible; es más bien una situación permanente, nunca terminada,
que dura «toda la existencia, para comprometer toda la persona, corazón,
mente y fuerzas (cf. Mt 22,37) y hacerla semejante al Hijo que se da al Padre
por la humanidad»20.
«Efectivamente, a través de la formación se realiza la identificación carismática
y se adquiere la madurez necesaria para vivir y actuar en conformidad con el
carisma fundacional: desde el primer estado de entusiasmo emotivo por Don
Bosco y por su misión juvenil se llega a una verdadera conformación con
Cristo, a una profunda identificación con el Fundador, a la asunción de las
Constituciones como regla de vida y criterio de identidad, y a un fuerte sentido
de pertenencia a la Congregación y a la comunidad inspectorial»21.
16 FSDB, 29.
17 FSDB, 4.
18 Cf. FSDB, 25.
19 FSDB, 41.
20 CIVCSVA, Ripartire da Cristo, 15.
21 FSDB, 41.
22

3.3 Page 23

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Lo que estamos llamados a ser determina lo que debemos esforzarnos por ser:
la identidad carismática provoca y guía el compromiso de identificación,
personal y comunitaria, que es la formación. En otras palabras, los objetivos
de la formación para la vida salesiana son impuestos por la misma vocación
salesiana, en definitiva, por Dios, que nos llama a realizar estas tareas:
1º Enviados a los jóvenes: conformarse con Cristo Buen Pastor.
Como Don Bosco, el Salesiano tiene como primero y principal destinatario de
su misión «la juventud pobre, abandonada, en peligro, que tiene mayor
necesidad de ser amada y evangelizada» (Const. 26)22.
Responder a esta misión nos obtiene la conformación23 con Cristo, Buen
Pastor, cuyo fruto y garantía natural es la caridad pastoral. Amar a los jóvenes
como Cristo los ama «es para el Salesiano proyecto de vida»; lo que hará para
representar el amor de Dios a los jóvenes (cf. Const. 2: ser en la Iglesia signo y
portador) le identificará con Cristo, apóstol del Padre. «A través de los jóvenes
el Señor entra en la existencia del Salesiano y toma el puesto principal; y el
ansia de Cristo Redentor encuentra eco en el lema Da mihi animas, caetera
tolle, que constituye el punto unificador de toda su existencia»24.
El Salesiano se conforma a Cristo realizando su misión, «el parámetro seguro y
definitivo de nuestra identidad»25, con corazón oratoriano26, respondiendo a las
necesidades de los jóvenes con imaginación y sensibilidad educativa. Y es en
la vida cotidiana, y no en comportamientos puntuales y extraordinarios, «es en
la realidad de cada día donde el Salesiano traduce en experiencia de vida su
identidad de apóstol de los jóvenes»27.
2º Convertidos en hermanos por una misión única: hacer de la vida común
lugar y objeto de formación
«Vivir y trabajar juntos es para nosotros, Salesianos, una exigencia
fundamental y camino seguro para realizar nuestra vocación» (Const. 49). De
hecho, no se deja a nuestro arbitrio vivir comunitariamente la misión; no somos
22 Cf. CGE, 45-49.
23 La Exhortación Apostólica Vita Consecrata habla de una «especial comunión de amor con Cristo» (VC,
15).
24 FSDB, 30.
25 CGE, Presentación del Rector Mayor, 31 de enero de 1972, p. XVI.
26 «Inspirándose en el ejemplo y en las enseñanzas de Don Bosco, el salesiano vive la experiencia
espiritual, pedagógica y pastoral del Sistema Preventivo. Sus relaciones con los jóvenes se caracterizan
por la cordialidad y por una presencia activa y amigable, que favorece su protagonismo. Asume con
alegría las fatigas y los sacrificios que conlleva su encuentro con los jóvenes, convencido de encontrar en
ello su camino de santidad» (FSDB, 32).
27 FSDB, 42.
23

3.4 Page 24

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libres de aceptarlo, ni podemos librarnos de ello a nuestro gusto; ni siquiera es
una decisión táctica con la finalidad de una mayor eficacia apostólica; «es uno
de los rasgos más fuertemente caracterizadores de la identidad salesiana. El
Salesiano es convocado a vivir con otros hermanos consagrados para
compartir el servicio del Reino de Dios entre los jóvenes»28.
Por vocación, el Salesiano es «parte viva de una comunidad» y «cultiva un
profundo sentido de pertenencia a ella». «Con espíritu de fe y sostenido por la
amistad, el Salesiano vive el espíritu de familia en la comunidad y contribuye
día a día a la construcción de la comunión entre todos los miembros.
Convencido de que la misión está confiada a la comunidad, se compromete a
trabajar con sus hermanos desde una visión de conjunto y desde un proyecto
compartido»29.
Puesto que «la asimilación del espíritu salesiano es fundamentalmente un
hecho de comunicación de vida» (Reg 85), la formación, en cuanto
identificación con el carisma salesiano, requiere todavía más aquella
comunicación que «tiene como contexto natural la comunidad»30. Además de
ser «el ambiente natural del crecimiento vocacional», «la vida misma de la
comunidad, unida en Cristo y abierta a las exigencias de los tiempos, es
formadora» (Const. 99). Vivir en y para la comunidad es vivir en formación.
3º Consagrados por Dios: Testimoniar la radicalidad del Evangelio
«La misión apostólica, la comunidad fraterna y la práctica de los consejos
evangélicos son los elementos inseparables de nuestra consagración» (Const.
3).
«La vida espiritual salesiana es una fuerte experiencia de Dios, que es
sostenida y a su vez sostiene un estilo de vida fundado enteramente en los
valores del Evangelio (cf. Const. 60). Por esto, el Salesiano asume la forma de
vida obediente, pobre y virginal que Jesús escogió para Él en la tierra…
Creciendo en la radicalidad evangélica con intensa tonalidad apostólica, hace
de su vida un mensaje educativo, dirigido especialmente a los jóvenes,
proclamando con su existencia «que Dios existe y que su amor puede colmar
una vida; y que la necesidad de amar, la inclinación de poseer y la libertad de
decidir de la propia existencia adquieren su sentido supremo en Cristo
salvador» (Const. 62)»31.
28 FSDB, 33. «La vocación salesiana no es concebible sin la comunión concretada en la vida común de los
socios. El vínculo comunitario entre los socios es constitutivo de su vida y de su actuación como
salesianos» (El Proyecto de vida de los Salesianos de Don Bosco, p. 493).
29 FSDB, 33.
30 FSDB, 219.
31 FSDB, 91.
24

3.5 Page 25

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Por tanto, la práctica de los consejos evangélicos, además de ser mensaje y
método de evangelización32, «constituye un principio de identidad y un criterio
formativo»33.
4º Compartiendo vocación y misión: animar comunidades apostólicas en el
espíritu de Don Bosco
«El Salesiano no puede pensar íntegramente su vocación en la Iglesia sin
referirse a aquellos que con él son los portadores de la voluntad del Fundador.
Con la profesión entra en la Congregación Salesiana y es insertado en la
Familia Salesiana»34; en ella tenemos responsabilidades peculiares: «mantener
la unidad del espíritu y estimular el diálogo y la colaboración fraterna para un
enriquecimiento recíproco y para una mayor fecundidad apostólica» (Const. 5).
Por el hecho de serlo, «cada Salesiano es animador y se ejercita cada vez más
para serlo»35. Responder a la propia vocación le hace responsable del carisma
salesiano que viven, en modo diverso, los varios miembros de la Familia
Salesiana.»La formación da al Salesiano un fuerte sentido de su identidad
específica, abre a la comunión en el espíritu salesiano y en la misión con los
miembros de la Familia Salesiana que viven proyectos vocacionales diversos…
La comunión será tanto más segura cuanto más clara sea la identidad
vocacional de cada uno y más grandes la comprensión, el respeto y la
valoración de las diversas vocaciones»36. «La formación hacia la comunión en
los valores salesianos hace crecer la consciencia de la tarea de animación
carismática y califica para ello»37.
5º En el corazón de la Iglesia: edificar la Iglesia, sacramento de salvación
«La vocación salesiana nos coloca en el corazón de la Iglesia» (Const. 6); por
tanto, la experiencia espiritual del Salesiano es una experiencia eclesial»38. Si
para Don Bosco amar a la Iglesia fue un modo característico de su vida y de su
santidad, para nosotros «ser Salesianos es nuestro modo de ser intensamente
Iglesia»39.
32 Cf. VC, 96; CG24, 152.
33 FSDB, 34.
34 FSDB, 35.
35 FSDB, 35.
36 CG24, 138.
37 FSDB, 45.
38 FSDB, 82.
39 El Proyecto de vida de los Salesianos de Don Bosco, p. 120.
25

3.6 Page 26

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El Salesiano llega a serlo creciendo en el sentido de pertenencia a la Iglesia40,
comprometido con sus preocupaciones y problemas, insertado en sus
programas pastorales e involucrando a los jóvenes en los mismos, viviendo en
comunión cordial con el Papa y con aquellos que trabajan por el Reino (cf.
Const. 13)41.
6º Abiertos a la realidad: inculturar el carisma
La vocación del Salesiano exige «apertura y discernimiento ante las
transformaciones en acto en la vida de la Iglesia y del mundo, especialmente
de los jóvenes y de los ambientes populares»42. Como Don Bosco, el Salesiano
convierte la realidad histórica en «tejido de su vocación», «en reto e invitación
acuciante al discernimiento y a la acción… Se esfuerza por comprender los
fenómenos culturales que impregnan hoy la vida, realiza una reflexión atenta y
comprometida sobre ellos, los percibe en la perspectiva de la Redención»43. La
lectura evangélica de la realidad, en particular de la realidad juvenil y popular,
es una obligación si se quiere responder adecuadamente a la vocación
salesiana; por tanto, es parte integrante del compromiso formativo.
«Llamado a encarnarse entre los jóvenes de un determinado lugar y cultura, el
Salesiano necesita una formación inculturada. Mediante el discernimiento y el
diálogo con el propio contexto, se esfuerza por imbuir de valores evangélicos y
salesianos los propios criterios de vida, y de enraizar la experiencia salesiana
en el propio contexto. De esta fecunda relación surgen estilos de vida y
métodos pastorales más eficaces por su coherencia con el carisma de
fundación y con la acción unificadora del Espíritu Santo (cf. VC 80)44.
Metodología formativa
«Responder a la llamada de Cristo que llama personalmente significa hacer
reales los valores vocacionales»45. Considerada la experiencia secular
salesiana, desde Don Bosco a nuestros días, la identificación teórica de los
valores carismáticos puede darse hoy como meta suficientemente alcanzada.
El reto más grande que afronta hoy la formación consiste, más bien, en el
método formativo, en cómo hacer de la propuesta vocacional un proyecto
40 «Nuestro modo de vivir la pertenencia a la Iglesia y de contribuir a su edificación consiste en ser
Salesianos auténticos y fieles. Nuestra contribución consiste en ser, sobre todo, nosotros mismos» (El
Proyecto de vida de los Salesianos de Don Bosco, p. 149).
41 Cf. FSDB, 83.
42 FSDB, 42.
43 FSDB, 37.
44 FSDB, 43.
45 FSDB, 205.
26

3.7 Page 27

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personal de vida, en cómo pasar de los valores apreciados a los valores
vividos, en cómo transformar carisma salesiano en realidad cotidiana.
Impulsada por una vocación gratuita, y antes que proceso metodológico, la
formación es diálogo personal intransferible con Dios; es, y en este orden,
«gracia del Espíritu, actitud personal, pedagogía de vida»46. En definitiva, el
Espíritu de Dios es el autor de la llamada y el único y verdadero formador del
llamado: ha iniciado el diálogo con su propuesta y es capaz de sostenerlo con
su fuerza. Su acción formativa queda así abierta al sentido del misterio de Dios
y de la persona; sin este diálogo interior nada está garantizado; lo demuestra
muy bien nuestra vivencia personal y nuestra experiencia de educadores.
Afirmada la prioridad del Espíritu en el proceso formativo47, de la experiencia
educativa salesiana, de las orientaciones de la Iglesia y de la Congregación y
del análisis de la realidad formativa, emergen en estos últimos años algunas
opciones de método que «parecen indispensables para el conseguimiento de
los objetivos del proceso formativo y para cultivar la vocación de forma
continua»48.
1º Alcanzar a la persona en profundidad
La formación, «la asimilación personal de la identidad salesiana»49 se realiza
en ser como Don Bosco más que en el actuar como él. Esto obliga a centrar el
compromiso formativo, prioritariamente, en la interiorización de la experiencia
sin limitarse a conocimientos o a repetir comportamientos formales, externos,
que no expresan realmente los valores que estamos llamados a vivir y son
meras formas de adaptación a un ambiente50. Sin interiorización se corre un
doble peligro: por una parte, se reduce la formación a mera información,
cuando se da por descontada la apropiación de valores solo por el hecho de
hablar con frecuencia de ellos; por otra parte, se rebaja la formación a simple
acomodación, cuando se asume miméticamente un género de vida sin
apropiarse sus motivaciones últimas.
46 FSDB, 1.
47 «Dócil al Espíritu Santo, desarrolla sus actitudes y los dones de la gracia con un empeño constante de
conversión y de renovación» (Const. 99).Cf. CRIS, Los elementos esenciales de la enseñanza de la Iglesia
sobre la vida religiosa (1983), 47.
48 FSDB, 206. La formación «es ciertamente don del Espíritu, pero es favorecida por una adecuada
pedagogía» (FSDB, 209).
49 FSDB, 208.
50 «La identificación vocacional tiene lugar en el corazón de la persona, en el nivel más íntimo de los
afectos, sentimientos, convicciones, motivaciones, y no se limita a la asunción o transmisión de
contenidos y comportamientos. Por tanto, «la formación deberá alcanzar en profundidad a la persona
misma; de manera que cualquier actitud o gesto, en los momentos importantes y en las circunstancias
ordinarias de la vida, debe revelar la plena y gozosa pertenencia a Dios» (cf. Const. 98)» (FSDB, 208).
27

3.8 Page 28

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La interiorización de los valores carismáticos implica necesariamente la
existencia de motivaciones personales, y se hace inalcanzable si no se logra
convertir los valores carismáticos en convicciones subjetivas. Solo teniendo
fuertes razones para llegar a ser lo que estamos llamados a ser, podemos
descubrir como valores los elementos que forman el conjunto de la vida
salesiana, experimentarlos y asumirlos hasta convertirlos en modo connatural
de ser. Así es como la persona queda tocada en profundidad y se realiza su
transformación.
Junto a esto se señala un aspecto propio de la educación salesiana, que es
partir de la persona concreta, de su historia personal, de su proceso ya
realizado en las diversas dimensiones de la persona humana, superando la
tentación de homogeneización y de nivelar a todos por pragmatismo, sin
respetar los ritmos de maduración de las personas. Este aspecto conlleva la
tarea de ayudar a actuar de tal manera que la persona se conozca y se acepte,
sea consciente de sus convicciones y las someta a discernimiento, como
condición indispensable para construir sobre la verdad y la aceptación de sí
mismo. Implica también el conocimiento preciso de las necesidades de la
persona y la elaboración de un camino adecuado. Finalmente, implica la
propuesta clara del proyecto de vida salesiana, con todas sus exigencias, sin
dejar espacio a fáciles entusiasmos y a emociones pasajeras.
El conocimiento de sí mismo, que ya es un valor, está orientado a la
experiencia formativa de la confrontación de la persona con la identidad
vocacional que quiere asumir. Así nace el perfil con el que la persona quiere
identificarse (Cristo, a la manera de Don Bosco, parafraseando la expresión de
san Pablo: «Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo») y, a partir de este
perfil, se delinea el plan de trabajo espiritual que favorece esa creciente
identificación, que, como es lógico, no tiene fin y vale para toda la vida.
La primera responsabilidad de esta identificación interior recae sobre la
misma persona llamada. No se trata de una tarea delegable ni prorrogable:
nadie la puede realizar en el puesto del llamado ni este último puede hacerlo
cuando quiere. Precisamente porque es llamado y para responder a la llamada,
el llamado debe empeñarse a fondo, sin reservas, con generosidad y
radicalidad, con convicción y entusiasmo. Poco a poco crecerá en el sentido de
pertenencia a la familia de la quiere formar parte y se sentirá en casa51.
2º Animar una experiencia formativa unitaria
51 «Solo cuando el Salesiano se deja interpelar por Dios en lo profundo del corazón, se identifica en su
interior con los criterios y valores vocacionales y sabe renunciar a las actitudes que se oponen a ello,
funda su propio proyecto y unifica su propia vida en torno a motivaciones verdaderas y auténticas, la
formación ha alcanzado su finalidad fundamental» (FSDB, 209).
28

3.9 Page 29

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La formación se realiza necesariamente a través de un camino largo y
diversificado, en diversas comunidades y con diversos responsables. Para que
pueda ser una experiencia integrada y personalizada, es necesario que sea
comprendida y realizada como una propuesta única, que se desarrolla bajo un
único proceso, aunque varíen las acciones concretas y los acentos, según las
diversas etapas de la vida del Salesiano. La elaboración de la propuesta es
responsabilidad comunitaria52: transciende preferencias o necesidades
individuales y transmite el carisma fundacional de manera accesible y
pedagógica.
Para evitar «el riesgo de hacer de la formación una suma de intervenciones
inorgánicas y discontinuas, confiadas a la acción individual de personas o
grupos53, la formación debe ser pensada como proyecto unitario y orgánico y
vivida con mentalidad de proyecto. El proyecto engloba tanto lo que
objetivamente constituye el carisma salesiano (objetivos generales), como lo
que persigue la formación en cada momento y las intervenciones formativas
con que lo realiza (objetivos de cada etapa, las estrategias para conseguirlos y
los métodos de evaluación)54.
Como el proceso formativo está al servicio de la persona55, su maduración
requiere tiempos «psicológicos» más que cronológicos. Ahora bien, superando
una concepción según la cual las cosas del espíritu no son evaluables, la
formación debe ser verificada en base a la consecución de los objetivos
formativos propuestos. La formación no es cuestión de superar fases y
completar un currículum; más bien se trata de integrar valores y de mantener
una fuerte tensión vocacional. Una etapa formativa debe preparar la sucesiva;
el paso desde una fase a la otra debe estar caracterizado «por el
conseguimiento de los objetivos más que por el transcurso del tiempo o del
currículum de estudios…El ritmo de crecimiento vocacional debe mantenerse
sin caídas de tensión y debe sostenerse por compromisos crecientes y por
verificaciones oportunas»56.
Como en todo hecho educativo, el «llamado» es el sujeto que da unidad a
todas las intervenciones, a las motivaciones, a las actividades, porque solo él
52 «Más que un texto que realizar, el proyecto es la expresión y el instrumento de una comunidad que
quiere actuar conjuntamente al servicio del camino formativo de cada hermano» (FSDB, 213).
53 FSDB, 210.
54 «Los contenidos, las experiencias, las actitudes, las actividades, los momentos fuertes son pensados,
programados y dirigidos según la finalidad de cada fase y de toda la formación, a través de una
pedagogía que supera el peligro de la fragmentación y de la improvisación o de una actuación no
unificada y convergente» (FSDB, 212).
55 «Es tarea del salesiano asumir desde el principio una clara actitud formativa, comprender las
finalidades de todo el proceso y de cada momento, vivir el paso desde una fase a la otra haciendo
propios responsablemente los fines del nuevo momento formativo, trazarse metas y recorridos
concretos, verificar y compartir la actuación del proyecto formativo personal. Es tarea de los formadores
asumir y traducir las indicaciones del proyecto inspectorial y actuar de manera que el candidato se
apropie la propuesta formativa, que la vive en comunidad con responsabilidad» (FSDB, 213).
56 FSDB, 212.
29

3.10 Page 30

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puede integrar todo de manera orgánica en torno al proyecto apostólico que es
la vida salesiana, como hizo Don Bosco, que, utilizando las palabras de don
Rua, «no dio paso, no pronunció palabra, no empezó empresa que no tuviese
como finalidad la salvación de la juventud» (Const. 21).
3º Asegurar el ambiente formativo y la corresponsabilidad de todos
«La asimilación del espíritu salesiano es fundamentalmente un hecho de
comunicación de vida» (Reg 85).Como en el caso de Jesús con sus primeros
discípulos (Mc 3,13-14; Pastores dabo vobis, 60) y de Don Bosco con los
primeros Salesianos57, la formación debe realizarse en un ambiente de diálogo
vocacional, de convivencia cotidiana y de responsabilidad compartida.
Evidentemente, la primera responsabilidad recae sobre el llamado,
«protagonista necesario e insustituible de su formación, (que) en definitiva es
auto-formación»58. «Cada Salesiano asume la responsabilidad de la propia
formación» (Const. 99). Es él quien debe conocer, aceptar y asumir la propia
vocación y actuar en consecuencia. Y puede hacer esto «tomando como punto
de referencia la Regla de vida e involucrándose en la experiencia cotidiana y en
el camino formativo de la comunidad… Una de las formas concretas para
expresar la propia responsabilidad en la formación es tener el proyecto
personal de vida» 59.
El Salesiano debe encontrar en su comunidad «el ambiente natural de
crecimiento vocacional… La misma vida de la comunidad es formativa, unida
en Cristo y abierta a las necesidades de los tiempos» (Const. 99).
Evidentemente, no basta con que exista cierto grado de vida común; la
comunidad es ambiente de formación cuando logra ser sujeto colectivo de
formación, es decir, cuando se organiza de manera que promueva en su
interior relaciones interpersonales más profundas, un celo apostólico
corresponsable, competencia profesional y capacidad pedagógica, una vida de
oración estimulante, un estilo de vida auténticamente evangélico, preocupación
por el crecimiento vocacional de cada hermano, a través de un proyecto propio
y compartido, la apertura a las necesidades de la Iglesia y de los jóvenes, la
sintonía con la Familia Salesiana. En particular, la comunidad evalúa su
57 «Don Bosco educador cuidó la relación personal, pero sobresale especialmente como formador de un
ambiente rico de relaciones y de figuras educativas, de propuestas y de estímulos (momentos,
intervenciones, ritmos, celebraciones, etc.), creador de un estilo y de una pedagogía de vida,
comunicador de un proyecto de vivir juntos, animador de una comunidad con una clara fisonomía y con
puntos de referencia estables. La comunidad de Valdocco, conformada según el Sistema Preventivo,
ofrece un ambiente que acoge, orienta, acompaña, estimula y exige» (FSDB, 219).
58 JUAN PABLO II. Exhortación Apostólica Pastores dabo vobis, Roma 1992, 69. Cf. CIVCSVA, Ripartire da
Cristo, 46; CIVCSVA, Potissimum institutioni, Roma, 2 de febrero de 1990. 29.
59 FSDB, 216. «En él cada hermano delinea el tipo de salesiano que se siente llamado a ser y el camino
para llegar a serlo, siempre en sintonía con los valores salesianos; periódicamente verifica el progreso en
la consecución de su objetivo, en diálogo con su Director» (Ibidem).
30

4 Pages 31-40

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4.1 Page 31

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compromiso cotidiano en la comunidad educativo-pastoral, considerándola
como un «espacio privilegiado de auténtico crecimiento y de intensa formación
permanente»60.
«Antes de ser un lugar, un espacio material», las comunidades dedicadas
específicamente a la formación inicial deben ser «un espacio espiritual, un
itinerario de vida, una atmósfera que favorece y asegura un proceso
formativo»61. Desde el punto de vista educativo, unas comunidades educativas
en camino62 se caracterizan por la calidad de su proyecto formativo, elaborado
y compartido por todos63, y aseguran las condiciones ambientales que
favorecen la personalización de la experiencia formativa. Para traducir el
proyecto común a praxis formativa cotidiana, es «condición indispensable y
punto estratégico determinante» la existencia de un equipo consistente de
formadores64; la eficacia de sus intervenciones formativas dependerá de que
se presenten y actúen no tanto como acompañantes aislados cuanto como
equipo que representa la «mens» y la praxis formativa de la Congregación y
que comparte criterios de discernimiento y pedagogía de acompañamiento.
Dentro del equipo formativo, el director de la comunidad ejerce un papel
relevante; «todavía más comprometido»65 si es director de una comunidad
formadora, puesto que es responsable de animar el «crecimiento vocacional de
sus hermanos»66. Es responsable del proceso formativo personal de cada
hermano. Es también el director espiritual propuesto, no impuesto, a los
hermanos en formación67. «Padre, maestro y guía espiritual» (Const. 50) de la
comunidad, favorece en ella un ambiente formativo a través de la creación de
un clima rico de valores salesianos, humanos y apostólicos, la mantiene en
actitud de respuesta a la llamada de Dios y en sintonía con la Iglesia y la
Congregación, considera momento privilegiado el coloquio personal y la
dirección espiritual para la personalización de la vocación, constituye y anima el
60 FSDB, 221.
61 Pastores dabo vobis, 42.
62 Cf. Pastores dabo vobis, 60. «En un clima de corresponsabilidad, todos se comprometen a vivir juntos
valores, objetivos, experiencias y métodos formativos, programando, verificando y adecuando
periódicamente la propia vida, el propio trabajo y las experiencias apostólicas a las exigencias de la
vocación» (FSDB, 222).
63 «Para estimular la aportación de todos, favorece la implicación en la elaboración del proyecto
comunitario y de la programación, el trabajo de grupo, la revisión de vida y otras formas articuladas de
encuentro y de participación. Cada miembro asume algún servicio útil a la vida de la comunidad y al
crecimiento de la comunión» (FSDB, 223).
64 Cf. FSDB, 222. Cf. Ibidem 234-239.
65 FSDB, 233.
66 FSDB, 231.
67 FSDB, 233. «Su tarea específica es acompañar a cada hermano, ayudarle a comprender y a asumir la
fase formativa que está viviendo. Mantiene con él un diálogo frecuente y cordial; se esfuerza por
conocer las cualidades, sabe hacer propuestas de formación claras y exigentes e indicar metas
adecuadas, sostiene y orienta en los momentos de dificultad, verifica en su compañía el camino
formativo» (Ibidem).
31

4.2 Page 32

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equipo de formadores «haciendo converger el compromiso de todos en un
proyecto común en sintonía con el proyecto inspectorial»68.
Por su novedad y urgencia, sorprende la presentación de la comunidad
inspectorial como «comunidad formadora pero también comunidad en
formación»: «Es responsabilidad primera de la comunidad inspectorial en el
ámbito formativo promover la identificación de los hermanos con la vocación
salesiana, especialmente de cuantos están en formación inicial, comunicando
vitalmente esta vocación. Por tanto, no es indiferente que se muestre cargada
de fuertes motivaciones o desmotivada, fervorosa en la acción o cansada. El
clima de oración y de testimonio, el sentido de responsabilidad común y la
apertura al contexto y a los signos de los tiempos, la vivencia con valentía
espiritual y competencia de los diversos compromisos de la misión salesiana, la
oferta de un ambiente que proporciona cada día criterios y estímulos de
fidelidad, la red de relaciones cordiales y de colaboración entre las
comunidades, entre cada hermano, entre los grupos de la Familia Salesiana y
con los laicos comprometidos en la comunidad: todos estos aspectos
constituyen el ambiente inspectorial para la formación de los hermanos. Este
clima permite a los hermanos en formación hacer experiencia viva de la
identidad salesiana y sentirse sostenidos en el camino vocacional69.
Esta misión formativa de la Inspectoría «no es un puro estado de ánimo, ni solo
un hecho de buena voluntad…, sino un principio que organiza la vida de la
Inspectoría y compromete toda su realidad; partiendo de las exigencias de la
consciencia vocacional y de la corresponsabilidad de todos en la misión, se
traduce en un proyecto inspectorial formativo orgánico»70.
4º Dar calidad formativa a la experiencia cotidiana
«Llamado a vivir cualquier situación como compromiso formativo», el Salesiano
«se esfuerza por discernir en los acontecimientos la voz del Espíritu,
adquiriendo así la capacidad de aprender de la vida (y) atribuye eficacia
formativa a sus actividades ordinarias (Const. 119). De hecho, «la
experiencia cotidiana vivida en clave formativa nos acerca a la verdad de
68 FSDB, 233.
69 FSDB, 227. Es evidente que lo que se persigue con estas indicaciones es crear una atmósfera en la que
se viva ya lo que se presenta como ideal en las casas de formación, que se traduzca en realidad lo que se
ha prometido en la profesión pública. La vida cotidiana de la Inspectoría, la calidad de su vida
consagrada y la eficacia de su misión apostólica, son condiciones indispensables para la calidad
formativa de una Inspectoría, aun aceptando la distancia que puede existir entre el ideal propuesto y la
realidad vivida.
70 FSDB, 226.
32

4.3 Page 33

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nosotros mismos y nos ofrece ocasiones y estímulos para hacer real nuestro
proyecto de vida»71.
Esta ha sido la escuela de Jesús con sus discípulos, mientras compartía la
vida, el cansancio y el reposo, y mientras caminaban hacia Jerusalén. También
ha sido educativa la experiencia cotidiana de Don Bosco que atribuía «valor
educativo a las tareas de cada día, en el patio y en la escuela, en la comunidad
y en la iglesia (cf. Const. 40), en el modo de ver y de leer los acontecimientos,
de responder a la situación de los jóvenes, de la Iglesia y de la sociedad»72.
A pesar de todo, y esto es innegable, la vida cotidiana no es formativa sin más;
deben existir algunas condiciones para que pueda ser camino concreto y
cotidiano de identificación vocacional:
la presencia entre los jóvenes: «El encuentro con los jóvenes es para
el Salesiano camino y escuela de formación»; el contacto con los
jóvenes y su mundo le hace consciente de la necesidad de competencia
educativa y profesional, de cualificación pastoral y de una actualización
constante»73;
la misión juvenil requiere trabajar juntos, que resulta formativo «cuando
va acompañado de la reflexión y, más todavía, cuando está transida por
una actitud de oración. Por eso, la comunidad crea momentos y
espacios que favorecen una mirada atenta, una lectura más profunda,
una compartición serena. Y el Salesiano está llamado a confrontarse con
las propias motivaciones de fondo, con el propio sentido pastoral, con la
consciencia de la propia identidad»74;
la comunicación recíproca, «intercambio de dones y de experiencias
para el enriquecimiento mutuo de las personas y de la comunidad». Esto
requiere un aprendizaje. «Por parte de quien comunica, es necesario
superar cierto miedo o timidez a expresar los propios pensamientos y
sentimientos y tener la valentía de confiar en el otro. Por parte de quien
recibe la comunicación, se necesita la capacidad de acogerla con estima
por la persona, sin juzgarla, y de apreciar la diferencia de
perspectivas»75;
las relaciones interpersonales «favorecen y revelan el nivel de
maduración de una persona, indicando hasta qué punto el amor ha
tomado posesión de su vida y hasta qué punto ha aprendido a
71 FSDB, 251.
72 FSDB, 251.
73 FSDB, 252.
74 FSDB, 253.
75 FSDB, 254.
33

4.4 Page 34

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expresarlo»76. Sin la capacidad de amar y sin la voluntad de perdonar no
son posibles relaciones auténticamente personales;
el contexto socio-cultural influye en el modo de ser, sentir y valorar la
realidad y, en consecuencia, interpela a la propia identidad. Además de
conocer bien la situación actual, hay que saber interpretarla a partir de
Dios, para dar respuestas que estén en consonancia con nuestra
vocación y misión: «La capacidad de «ver» a Dios en el mundo y de
captar su llamada a través de las urgencias de los momentos y de los
lugares, es una ley fundamental del camino de crecimiento salesiano»77.
5º Cualificar el acompañamiento formativo
La formación requiere un acompañamiento. Además de ser «característica
fundamental de la pedagogía salesiana», es «condición indispensable» para la
personalización y el discernimiento. El acompañamiento tiene la finalidad de
«asegurar al hermano la cercanía, el consuelo, la orientación y el sostén
adecuados en todo momento del proceso formativo y conseguir que el hermano
esté disponible y activamente responsable para buscar, acoger y sacar
provecho de este servicio, teniendo presente que esto puede asumir múltiples
formas y varios grados de intensidad. No se limita al diálogo individual, sino
que es un conjunto de relaciones, un ambiente y una pedagogía, propios del
Sistema Preventivo; va desde la presencia cercana y fraterna que suscita
confianza y familiaridad, al camino realizado en el nivel de grupo, a la
experiencia comunitaria; desde encuentros breves y ocasionales al diálogo
personal buscado, frecuente y sistemático; desde el cotejo sobre aspectos
externos hasta la dirección espiritual y la confesión sacramental»78.
Además del acompañamiento personal, pertenece al estilo salesiano el
acompañamiento por el ambiente educativo, que es resultado de las relaciones
interpersonales, de las orientaciones de los responsables, del proyecto común
compartido. El acompañamiento comunitario desempeña una tarea muy
importante en la comunicación vital de los valores salesianos. Cuidarlo
«significa asegurar la calidad pedagógica y espiritual de la experiencia
comunitaria y la calidad de la animación y de la orientación de la comunidad …
Tiende a construir una comunidad orientada con claridad de identidad y
animada pedagógicamente y una experiencia comunitaria que orienta, estimula
y sostiene a través de múltiples expresiones cotidianas del estilo salesiano.
76 FSDB, 255. «Las malas relaciones, las situaciones difíciles no curadas oportunamente a través de la
reconciliación, actúan interiormente en la persona bloqueando el proceso de maduración y creando
dificultades a la misma donación serena y alegre a la misión y a Dios» (J. E. VECCHI, «Expertos, testigos y
artífices de comunión» ACG 363 (1998), p. 36).
77 FSDB, 257.
78 FSDB, 258. «La ausencia de acompañamiento o un acompañamiento que no llegue a la lo profundo o
que sea discontinuo pueden suponer una hipoteca seria sobre toda la acción formativa» (Ibidem.)
34

4.5 Page 35

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Constituye un compromiso para cualquier ambiente formativo y especialmente
para las comunidades demasiado exiguas y poco numerosas»79.
Para que «ayude a cada uno a asumir e interiorizar los contenidos de la
identidad vocacional», el acompañamiento debe ser personalizado; hay que
asegurar la presencia y la entrega de personas comprometidas en la formación,
su competencia y la unidad de criterios. En la tradición salesiana, el
acompañamiento personal se realiza con diversas formas y personas:
El director «tiene responsabilidad directa hacia cada hermano y le
ayuda a realizar su vocación personal» (Const. 55); durante la formación
inicial el director es «responsable del proceso formativo personal».
Cumple este servicio mediante el coloquio, «elemento integrante de la
praxis formativa salesiana, signo concreto de atención y cuidado de la
persona y de su experiencia». Realizado «una vez al mes» (Reg 79), en
la formación inicial es «una forma de orientación espiritual que ayuda a
personalizar el proceso formativo y a interiorizar sus contenidos»80.
Otra forma de acompañamiento, específicamente prevista por la
pedagogía salesiana, «está constituida por los momentos periódicos de
verificación personal («escrutinios»), a través de los cuales el Consejo
de la comunidad ayuda al hermano a evaluar su situación formativa
personal, le orienta y le estimula concretamente en el proceso de
maduración»81.
La dirección espiritual, que «es un ministerio de iluminación, de
sostenimiento y de guía en el discernimiento de la voluntad de Dios para
alcanzar la santidad, motiva y suscita el compromiso de la persona, la
estimula hacia opciones serias en sintonía con el Evangelio y confronta
con el proyecto vocacional salesiano»82; según la tradición salesiana, el
director de la comunidad de formación «es el director espiritual
propuesto a los hermanos, pero quedándoles la libertad de escoger a
otro director espiritual»83.
El sacramento de la reconciliación, en el que «se ofrece a cada
hermano una dirección espiritual muy práctica y personalizada,
enriquecida por la eficacia propia del sacramento. El Confesor no solo
absuelve de los pecados, sino que, reconciliando al penitente, le anima y
estimula a la vida de fidelidad a Dios y, por tanto, también en la
perspectiva vocacional específica. Precisamente por esta razón está
bien que durante la formación inicial los hermanos tengan un confesor
estable y ordinariamente Salesiano»84.
79 FSDB, 259.
80 FSDB, 261.
81 FSDB, 261.
82 FSDB, 262.
83 FSDB, 262.
84 FSDB, 263.
35

4.6 Page 36

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Existen otras formas de acompañamiento personal y otros responsables, que
ayudan al hermano a integrar en su experiencia formativa el ejercicio
educativo-pastoral y el compromiso en la formación intelectual85. «Condición
clave para el acompañamiento es la actitud formativa del hermano en
formación inicial»86. En fin, «el acompañamiento formativo se coloca en el
ámbito de la animación»87: evita imponer, forzando, experiencias extrañas a
quien va creciendo y, al mismo tiempo, evita renunciar a aconsejar, proponer o
corregir.
6º Prestar atención al discernimiento
El discernimiento, espiritual y pastoral, es Indispensable a todo Salesiano
para vivir la vocación con fidelidad creativa y como respuesta permanente.
Como os he escrito hace tiempo88, esto es fruto de la escucha de la Palabra,
dócil y paciente. En ella podemos encontrar qué quiere Dios hoy de nosotros y
cómo lo quiere … «De la frecuentación de la Palabra de Dios, (los discípulos
del Señor) sacaron la luz necesaria para el discernimiento individual y
comunitario que les ayudó a buscar en los signos de los tiempos los caminos
del Señor. Así adquirieron una especie de instinto sobrenatural»89, es decir, la
mirada de fe «sin la cual la propia vida pierde gradualmente sentido, el rostro
de los hermanos se hace opaco y es imposible descubrir en ellos el rostro de
Cristo, los acontecimientos de la historia se vuelven ambiguos, cuando no
privados de esperanza, la misión apostólica y caritativa degenera en actividad
dispersa»90.
Una comunidad que «dirige una mirada evangélica sobre la realidad y busca la
voluntad del Señor en fraterno y paciente diálogo y con vivo sentido de
responsabilidad», ofrece a los hermanos el clima adecuado para ejercer de
modo habitual un discernimiento comunitario, que «refuerza la convergencia
85 Por el interés que reviste, merece la pena citar lo que es requerido a los otros formadores:
«disponibilidad y entrega, convicción de ser mediadores de la acción del Señor, del ministerio de la
Iglesia, de lal mens de la Congregación. Además, son indispensables … una actitud espiritual y una
perspectiva de fe, la óptica de la vocación salesiana y, por tanto, el conocimiento de los criterios para
discernirla y de las condiciones para vivirla, una sensibilidad pedagógica que favorezca un clima de
libertad y la atención a la persona y a su ritmo de maduración, algunas competencias específicas que se
refieren tanto a la dimensión humana como a la pedagogía espiritual» (FSDB, 264).
86 FSDB, 265. «Desde el noviciado es consciente de que el camino vocacional es en primer lugar obra de
Dios, que «se sirve de la mediación humana» (VC 66); que la formación salesiana es diálogo sincero y
corresponsable con la comunidad portadora del carisma; que la autoformación no quiere decir auto-
suficiencia o camino individual» (Ibidem).
87 FSDB, 266.
88 Cf. P. CHÁVEZ, «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,69)». Palabra
de Dios y vida salesiana, hoy, ACG 386 (2004), pp. 48 y ss .
89 Vita consecrata, 94.
90 CIVCSVA, Ripartire da Cristo, 25.
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4.7 Page 37

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y la comunión, sostiene la unidad espiritual, estimula la búsqueda de
autenticidad y la renovación»91.
En la formación inicial el discernimiento es «un servicio al candidato y al
carisma». Por tanto, tiene gran importancia porque se trata de verificar la
certeza de la llamada, la maduración de las motivaciones, la asimilación de los
valores, la identificación creciente con el proyecto de vida, en una palabra, la
idoneidad vocacional. «Las admisiones son (solo) momentos de síntesis a lo
largo de este proceso. El discernimiento se realiza en íntima colaboración entre
el candidato y la comunidad local e inspectorial. La experiencia formativa parte
de un presupuesto fundamental: la voluntad de recorrer juntos un proceso de
discernimiento con una actitud de comunicación abierta y de sincera
corresponsabilidad, atentos a la voz del Espíritu y a las mediaciones concretas.
Objeto del discernimiento vocacional son los valores y las actitudes requeridas
para vivir con madurez, alegría y fidelidad la vocación salesiana, las
condiciones de idoneidad, las motivaciones y la recta intención»92.
«Punto clave de la metodología formativa», el discernimiento hace efectivo el
compromiso y la colaboración de los responsables, «asegurando el
conocimiento de su naturaleza y de sus características, el uso de los medios
sugeridos y la atención a los momentos específicos, y sobre todo el
compromiso constante y cualificado de todos», comenzando por el candidato,
«primer interesado en descubrir el proyecto de Dios sobre nosotros». Por tanto,
«cultiva una apertura constante a la voz de Dios y a la acción de los
formadores, orienta su vida desde una perspectiva de fe, se confronta con los
criterios vocacionales salesianos. Intenta conocerse de verdad, hacerse
conocer y aceptarse, se vale de todas las mediaciones y de los medios que le
ofrece la experiencia formativa, en particular del acompañamiento formativo y
de la confrontación fraterna, del coloquio con el Director, de la dirección
espiritual, del sacramento de la Penitencia, de las verificaciones y del
discernimiento comunitario»93.
Además del candidato, en el proceso de discernimiento intervienen el Inspector
y su Consejo, cuidando «la unidad de los criterios», el Director, evaluando «el
progreso realizado por el candidato en su camino vocacional», toda la
comunidad, expresando su propia opinión (Reg 81)94. Todos los responsables,
por una parte deben «asumir una perspectiva vocacional y una actitud de fe,
tener sensibilidad pedagógica y cuidar algunas competencias específicas95; por
otra parte, deben tener «como punto de referencia la identidad salesiana, sus
elementos constitutivos, los requisitos y las condiciones para vivirla; no es
discernimiento genérico. Por tanto, requiere conocimiento y consonancia con
91 FSDB, 268.
92 FSDB, 269.
93 FSDB, 270.
94 FSDB, 270.
95 FSDB, 271.
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4.8 Page 38

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los criterios indicados por la Congregación, en primer lugar con el criterio de
calidad carismática, que tiende a poner las bases de una experiencia
vocacional auténtica y fiel, superando preocupaciones cuantitativas y
funcionales, entusiasmos no fundados o compromisos construidos sobre
idoneidades frágiles y no probadas. Quien interviene en el discernimiento lo
hace en nombre de la Congregación, responsable del carisma»96.
El discernimiento implica que se conozca la gradualidad del proceso formativo
y la especificidad de cada etapa, teniendo presente la unidad de la persona y
su crecimiento. A pesar de esto, no se puede consentir que se inicien etapas
de formación y se asuman compromisos «para los cuales el interesado no es
idóneo»; igualmente, se debe evitar prorrogar situaciones problemáticas y de
indecisión que no ofrecen prospectivas de mejora»97.
Partiendo de que el discernimiento es una actitud no solo de verificación
personal, sino, sobre todo, de escucha de la voz de Dios, que habla
continuamente y en modo particular en algunas circunstancias, no se reduce a
la formación inicial sino que, por el contrario, acompaña toda la vida del
Salesiano. En efecto, «en la vida del Salesiano pueden existir momentos en
que se experimenta la necesidad de … una verificación más atenta del propio
camino, una revisión de las propias opciones para una reafirmación de ellas o
para una nueva opción vocacional … Es muy necesario que el hermano se
ponga en una verdadera actitud de discernimiento espiritual, libre de presiones
internas y externas, abierto a la confrontación y evitando el aislamiento o las
decisiones tomadas en soledad, empleando el tiempo necesario, aceptando las
oportunidades y los medios que le son ofrecidos. A través de sus responsables,
corresponde a la comunidad reconocer, comprender y acompañar al hermano
con respeto y estilo fraterno, y sostenerle oportunamente con intervenciones
ordinarias y extraordinarias98.
2.3 Formación: prioridad absoluta
En cuanto esfuerzo de asimilación de la identidad carismática, la formación «es
un compromiso que dura toda la vida»99. ·En efecto, si la vida consagrada es en
sí misma una «progresiva asimilación de los sentimientos de Cristo«, parece
evidente que este camino debe durar toda la existencia, por involucrar a toda la
persona»100. Mientras no sea retirada la llamada, vivimos en deuda con Dios y
96 FSDB, 272.
97 FSDB, 321.
98 FSDB, 276. Para el acompañamiento de los hermanos en situaciones particulares, cf. L’ Ispettore
Salesiano, Roma 1987, 390-395; El Director salesiano, Roma 1986. Editorial CCS, Madrid 1987, pp. 292 y
ss.
99 FSDB, 42.
100 CIVCSVA, Ripartire da Cristo, 15. Cf. Vita consecrata, 65.
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con nuestros destinatarios: precisamente porque «toda la vida es vocación,
toda la vida es formación»101.
Aunque es verdad que la formación dura toda la vida, sus objetivos y los
caminos no son siempre idénticos. La formación inicial, «caracterizada por
intensas experiencias espirituales que llevan a decisiones valientes»102, tiende
a la identificación carismática del llamado, al conocimiento y a la apropiación
personal de la vocación; dura un período de tiempo limitado y dividido en
etapas, que permiten un proceso gradual de asimilación del carisma y de
entrega a la misión; «abarca desde la primera orientación hacia la vida
salesiana hasta la profundización de las motivaciones, la identificación con el
proyecto salesiano que vivir en una Inspectoría concreta»103: más que un
tiempo de espera, es tiempo de trabajo y santidad (cf. Const. 105).
La formación permanente consiste, más bien, en «un esfuerzo constante de
conversión y de renovación» (Const. 99), que nos libera para «aprender por
toda la vida, en toda edad y estación, en todo ambiente y contexto humano, de
toda persona y de toda cultura, para dejarse instruir por cualquier fragmento de
verdad y belleza que encuentra a su alrededor». Pero sobre todo nos hace
«aprender a dejarse formar por la vida de cada día, por la propia comunidad y
por sus hermanos y hermanas, por las cosas de siempre, ordinarias y
extraordinarias, por la oración y por la fatiga apostólica, en la alegría y en el
sufrimiento, hasta el momento de la muerte… Las personas en formación
continua vuelven a apropiarse del tiempo, no lo padecen, lo acogen como don y
entran con sabiduría en los diversos ritmos (cotidiano, semanal, mensual,
anual) de la vida misma, buscando la sintonía entre ellos y el ritmo fijado por
Dios inmutable y eterno, que signa los días, los siglos y el tiempo»104.
En concreto, para nosotros, Salesianos, la formación permanente «es
crecimiento en la madurez humana, es conformación con Cristo, es fidelidad a
Don Bosco, para responder a las exigencias siempre nuevas de la condición
juvenil y popular»105. El llamado, comprometido por medio de la profesión
perpetua a vivir identificado con su vocación, permanece fiel a sí mismo,
apoyándose en la fidelidad de Dios y en el amor por los jóvenes (cf. Const.
195)106.
«Como para Don Bosco en los primeros tiempos, así hoy para la Congregación
y para cada Salesiano, la identificación con el carisma y el compromiso de
101 FSDB, 520.
102 CIVCSVA, Ripartire da Cristo, 9.
103 FSDB, 308.
104 CIVCSVA, Ripartire da Cristo, 15.
105 FSDB, 309.
106 «Habrá novedad de vida solo si la formación permanente logra ser el nuevo modo de ser de la vida
consagrada, el nuevo modo de pensar de los consagrados. Si queremos que acabe el escándalo de los
consagrados apagados y sin entusiasmo, rígidos y autosuficientes en sus certezas, insensibles y fríos ante
cualquier estímulo, la formación permanente es el camino obligado para salir de esta situación».
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4.10 Page 40

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fidelidad a él, es decir, la formación, constituyen una prioridad absolutamente
vital»107. El camino de renovación en el que estamos empeñados, mientras nos
dirigimos a la celebración del bicentenario del nacimiento de Don Bosco,
«depende principalmente de la formación»108 de cada Salesiano. «Sentida
como una espina» por nuestro CG24, la formación, «parte irrenunciable de la
competencia educativa y de la espiritualidad del pastor»109, fue ya considerada
«inversión prioritaria»110 por mi predecesor don Vecchi. «Invertir quiere decir
establecer y mantener prioridades, asegurar las condiciones, actuar según un
programa que ponga en el primer plano a las personas, las comunidades, la
misión. Invertir en tiempo, en personal, en iniciativas, en recursos económicos
para la formación es tarea e interés de todos111.
Oración conclusiva
Considero esta carta particularmente importante porque de la calidad de la
formación de los nuevos Salesianos depende en gran medida el futuro de la
Congregación. La concluyo con una invocación a María. Ella fue llamada por
Dios, formada por el Espíritu Santo y acompañada primero por José y más
tarde por Jesús. Así pudo crecer en la fe y permanecer fiel al proyecto de Dios
sobre ella. Precisamente porque fue fiel hasta la muerte de Jesús, su Hijo en la
cruz nos la dio como Madre.
Oh María, Madre y Maestra de todos los discípulos de tu Hijo, miramos hacia ti
y te contemplamos como la primera Consagrada, que supo responder con
corazón indiviso y con una entrega incondicional a la llamada del Padre.
Convencida de que solo Dios hace posible lo que es humanamente imposible,
te dejaste habitar y formar por el Espíritu Santo para engendrar en ti al Hijo de
Dios.
Viviste hasta el fondo tu bellísima tarea de ser la Madre del Hijo de Dios. Por
eso, después de haberle engendrado, le educaste, junto con José, de tal forma
que «crecía en sabiduría, edad y gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc
2,52). Como verdadera madre, supiste transmitir a tu Hijo las actitudes
profundas y los grandes valores que animaron y caracterizaron tu vida: la
búsqueda continua de la voluntad de Dios, su acogida cordial aunque no la
107 FSDB, 5.
108 CIVCSVA, Ripartire da Cristo, 14. Cf. CIVCSVA, Direttive sulla formazione negli Istituti Religiosi,
Potissimum institutioni, Roma, 2 de febrero de 1990, 1.
109 J. E. VECCHI, «Yo por vosotros estudio» (C 14). La adecuada preparación de los Hermanos y la calidad
de nuestro trabajo educativo, ACG 361 (1997), p. 6.
110 J. E. VECCHI, Ibidem, pp. 25-26. «Debemos no solo gestionar la crisis, sino sembrar para el futuro»
(Ibídem, p. 36).
111 CG24, 248.
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5 Pages 41-50

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5.1 Page 41

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comprendieras, pero guardándola mientras tanto como un tesoro, el servicio a
los demás, especialmente a los necesitados.
En coherencia, no sorprende ver a tu Hijo retirarse a la montaña y pasar la
noche en oración, expresión suprema de su fe y momento incomparable para
conocer lo que el Padre quería de Él, convertirlo programa de vida y así «aun
siendo hijo, aprendió la obediencia… y, llevado a la consumación, se convirtió
en causa de salvación para todos los que le obedecen» (cf. Heb 5,8-9). No
sorprende que no tuviese ocupación mejor ni atención mayor ni comida más
nutritiva que hacer la Voluntad del Padre (Lc 2,49; Jn 4,34). En fin, no
sorprende que definiese su vida como un servicio: «El Hijo del hombre no ha
venido a ser servido sino a servir y dar la vida en rescate por la multitud» (Mc
10,45).
¡Oh, María! Tú has vivido la plenitud de la caridad. En Ti se reflejan y se
reconocen todos los aspectos del Evangelio, todos los carismas de la vida
consagrada. Ayúdanos en el compromiso cotidiano, para que nos convirtamos
en espléndido testimonio de amor, según la invitación de San Pablo: «Tened
una conducta digna de la vocación a que habéis sido llamados» (Ef 4,1)112.
Tú que fuiste dada a Don Bosco como madre y maestra desde el «sueño que
dio sentido a su vida, y formaste en él un corazón de padre y de maestro capaz
de una entrega total, y le indicaste su campo de acción entre los jóvenes, y le
guiaste constantemente (cf. Const. 1,8), forma también en nosotros un corazón
lleno de pasión por Dios y por los jóvenes. Nos confiamos a Ti, oh Madre. De ti
aprendemos a ser hijos de Dios y discípulos de tu Hijo, oh Maestra. Amén.
Pascual Chávez V., SDB
112 Cf. Ripartire da Cristo, 46.
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5.2 Page 42

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