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CONGREGACIÓN PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA
CONSAGRADA Y LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA
LA COLABORACIÓN ENTRE INSTITUTOS
PARA LA FORMACIÓN
Instrucción
SIGLAS
Documentos del Concilio Vaticano II
LG - Constitución dogmática Lumen gentium, 1965.
OT - Decreto Optatam totius, 1965.
PC - Decreto Perfectae caritatis, 1965.
Documentos de los Papas
ChL - Exhortación apostólica Christifideles laici, Juan Pablo II, 1989.
PDV - Exhortación apostólica Pastores dabo vobis, Juan Pablo II, 1992.
RM - Carta encíclica Redemptoris missio, Juan Pablo II, 1990.
VC - Exhortación apostólica Vita consecrata, Juan Pablo II, 1996.
Otros documentos de la Santa Sede
c. - cánones del Código de Derecho Canónico, 1983.
EE - Elementos esenciales de la enseñanza de la Iglesia sobre la vida
religiosa, CRIS, 1983.
MR - Mutuae Relationes, CRIS y Congregación para los Obispos, 1978.
PI - Potissimum institutioni, CIVCSVA, 1990.
RC - Renovationis causam, CRIS, 1969.
RFIS - Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis, Congregación para la
Educación Católica, 1970.
RPU - Religiosos y promoción humana, CRIS, 1980.
VFC - Vida fraterna en comunidad, CIVCSVA, 1994.
INTRODUCCIÓN
1. Atenta a las condiciones de nuestro tiempo y bajo la guía del Señor, la
Iglesia se ve continuamente invitada a procurar, en orden al crecimiento del
Cuerpo de Cristo,(1) la formación de los propios miembros.
Consciente del significado que la vida religiosa representa para el pueblo de
Dios,(2) la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las
Sociedades de Vida Apostólica se ha sentido en el deber de reflexionar
sobre la formación de los miembros de los institutos religiosos en las
circunstancias actuales y proponer directrices que garanticen su integridad,
su solidez y la sintonía con el camino de la Iglesia. Fruto de este empeño ha
sido la publicación de la Instrucción Potissimum Institutioni.(3)
2. Con este nuevo documento intenta ahora profundizar en una de las

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cuestiones de las que habla la citada Instrucción: la que se refiere a la
colaboración entre los institutos dedicados a obras de apostolado (4) para la
formación de los propios miembros.(5)
Cuanto en este documento se dice de los institutos religiosos se aplica
igualmente a las sociedades de vida apostólica, teniendo en cuenta su
carácter propio.(6)
3. La colaboración entre los institutos en el ámbito formativo ha surgido de
la necesidad de dar una respuesta a los desafíos puestos por las situaciones
concretas y por determinadas exigencias pedagógicas. Al principio se ha
desarrollado principalmente en los lugares donde las familias religiosas
tienen un número limitado de candidatos, o porque han disminuido las
vocaciones, o porque éstas son los primeros frutos del trabajo apostólico de
las iglesias jóvenes. A esto se ha unido la falta de formadores y de
formadoras y el escaso número de personal docente preparado. Esta
realidad ha movido a numerosos institutos a unir las fuerzas, conscientes de
la necesidad de ofrecer a sus miembros una formación más completa y
profunda.
En muchos casos ha influido, al mismo tiempo, la necesidad de que la
formación inicial no se desarrollara en un ambiente extraño a la cultura de
los candidatos o de las candidatas, favoreciendo así una integración positiva
entre la vida de cada instituto y la cultura propia de los miembros que son
acogidos en él. Esa necesidad, compartida en las más diversas áreas
geográficas y culturales, ha encontrado una válida respuesta en los «
centros de formación entre institutos ».(7) Éstos, de hecho, han contribuido
a evitar el éxodo de los candidatos a otras culturas durante el proceso inicial
de la vida religiosa.
También la conciencia cada vez más clara de las múltiples exigencias y de
las dificultades que caracterizan el camino formativo, ha llevado a los
institutos a la creación de tales centros. Son cada vez más numerosos los
institutos que desean ofrecer a los jóvenes y a las jóvenes en formación un
itinerario educativo lo más completo posible. En las propias comunidades
formativas continúan la tarea de transmitir el patrimonio espiritual del
instituto. Sin embargo, sienten también la exigencia de ofrecer aquellos
contenidos que desde siempre constituyen el precioso patrimonio común de
la vida consagrada, riqueza que procede de una experiencia secular de la
Iglesia, de las urgencias y de las aspiraciones de nuestro tiempo. La síntesis
profunda e integral de todos estos elementos es una tarea muy compleja y
no siempre pueden realizarla los formadores y los profesores de un solo
instituto.
La iniciativa de los centros de formación entre institutos, debidamente
realizada, es positiva y favorece la conciencia de la comunión eclesial en la
variedad de las vocaciones y de los carismas y de las múltiples formas del
servicio a la misión de la Iglesia. Así se expresa Su Santidad Juan Pablo II:
« Para asegurar a las nuevas generaciones, a los formadores y a las
formadoras y a todos los religiosos y religiosas, una preparación adecuada,
habéis buscado y promovido numerosas formas de colaboración ».(8) De
este modo se puede « beneficiar de la labor de los mejores colaboradores de

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cada instituto y ofrecer servicios que no sólo ayuden a superar eventuales
límites, sino que creen un estilo válido de formación para la vida religiosa
».(9)
En el mensaje citado el Santo Padre subraya además que estas iniciativas
intercongregacionales « deberán ayudar a valorar simultáneamente los
carismas específicos haciendo madurar la mutua comunión, la conciencia
de la complementariedad en la fraternidad y la apertura a los horizontes de
la caridad en la Iglesia local y en la Iglesia universal ».(10)
El Santo Padre reafirma así las orientaciones fundamentales del Concilio
Vaticano II respecto de la formación. Éstas han sido ratificadas por la
experiencia que la vida religiosa ha realizado en estos años. La doctrina
expuesta por el Concilio y en los documentos posteriores del Magisterio
muestra la profunda integración que existe entre formación, renovación y
misión de los institutos religiosos.(11) Más bien pone de relieve que la
formación es un factor primario para la renovación de los institutos y para
una asimilación más vital de la propia identidad carismática frente a la
continua evolución de nuestro tiempo. Una fuerte calidad de la acción
formativa es premisa indispensable para la realización de la misión de los
institutos en un mundo que hace preguntas fundamentales sobre la fe y la
vida religiosa, a partir de los problemas científicos, humanos, éticos y
religiosos.
I. PRINCIPIOS FUNDAMENTALES
Y DIRECTRICES PRÁCTICAS
4. Para comprender y acompañar el desarrollo de estas iniciativas, la
Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de
Vida Apostólica ha recogido una amplia documentación sobre los centros
de formación entre institutos existentes. El examen de esa documentación
ha favorecido la reflexión sobre algunas condiciones fundamentales para la
eficacia formativa de los centros y de sus múltiples iniciativas: la claridad
sobre la finalidad del centro, la determinación de la responsabilidad última
y de las competencias para la gestión, la calidad y la preparación del
personal docente, la articulación orgánica del programa y de la gradación
de su desarrollo. Es también de fundamental importancia, para crear un
ambiente que ayude a vivir y a profundizar la llamada a la vida consagrada,
la presencia de las formadoras y de los formadores, y la sintonía y la
complementariedad del programa intercongregacional con el específico de
cada uno de los institutos.
5. Dada la diversidad de las circunstancias en las que han surgido estos
centros y su experiencia más bien reciente, han surgido también
interrogantes y problemas que es oportuno señalar para su discernimiento y
clarificación. Algunos se refieren a la relación entre la identidad de cada
instituto y a la comunión en la diversidad, entre el propósito de los centros
de ofrecer un servicio a todos y la legítima libertad de los institutos de
servirse de ellos o no. Otros se refieren a la visión de la vida religiosa
apostólica que está en la base del proyecto pedagógico y, por lo mismo, de
la articulación de los programas y de los criterios de elección del personal
docente. Otros, en fin, se refieren a la participación efectiva de los

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responsables de la formación de los institutos, a la verificación de la
formación, a las condiciones reales que permiten transformar la
convivencia temporal en los centros en una experiencia de profunda
comunión eclesial y de auténtica formación espiritual y apostólica, abierta a
las necesidades de la evangelización.(12)
Principios fundamentales
6. Ante esta realidad rica y compleja, y atentos a las múltiples iniciativas
existentes, este Dicasterio siente la responsabilidad de ofrecer algunas
reflexiones y de dar oportunas directrices para la verificación, la
consolidación y el desarrollo de esas experiencias y de otras semejantes.
Esas directrices se fundan en los principios que regulan la formación inicial
y permanente a la vida religiosa, en la variedad de sus carismas y en su
específica función en la comunión y misión de la Iglesia.(13)
a) La formación: derecho-deber inalienable de cada instituto
7. Antes de entrar en materia, parece necesario recordar que la formación es
un derecho-deber inalienable de cada instituto.(14) Este principio
fundamental está en la base de todo el documento y merece que se le ponga
en evidencia desde el principio, para encuadrar la colaboración entre los
institutos en el conjunto del proceso formativo.
7.1. Cada instituto tiene una responsabilidad primaria respecto de la propia
identidad. En efecto, el « carisma de los fundadores (...) —experiencia del
Espíritu transmitida a los propios discípulos para ser por ellos vivida,
custodiada, profundizada y constantemente desarrollada en sintonía con el
Cuerpo de Cristo en perenne crecimiento » (15)— se le confía a cada
instituto como patrimonio original en beneficio de toda la Iglesia.(16)
Cultivar la propia identidad en la « fidelidad creativa » (17) significa, pues,
hacer confluir, en la vida y en la misión del pueblo de Dios, dones y
experiencias que la enriquecen (18) y, al mismo tiempo, evitar que los
religiosos « se inserten en la vida de la Iglesia de un modo vago y ambiguo
».(19)
Por lo mismo se reconoce a cada instituto una justa autonomía de vida,
especialmente de gobierno, mediante la cual tengan en la Iglesia una
disciplina propia y puedan mantener íntegro y desarrollar su patrimonio
espiritual y apostólico. Es tarea de los ordinarios de los lugares conservar y
tutelar esa autonomía.(20) La autonomía de vida y de gobierno implica la
correspondiente autonomía en materia de formación, porque « la primera
responsabilidad de la formación de los religiosos corresponde por derecho a
cada instituto ».(21)
7.2. Es a través del proceso de formación como se realiza la identificación
carismática, necesaria tanto a la madurez de los miembros para vivir y
obrar en conformidad con el carisma fundacional, como a la identidad y a la
unidad del instituto, así como también a la autenticidad de sus expresiones
en las diversas culturas (22) y a la comunión-misión eclesial. « En efecto,
teniendo en cuenta que la formación inicial y permanente, según el propio

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carisma, está en las manos del Instituto, la formación intercongregacional
no puede suplir enteramente la tarea de la formación permanente de los
propios miembros. Ésta debe estar impregnada, en muchos aspectos, de las
características propias del carisma de cada instituto ».(23)
Por ello, el Código de Derecho Canónico, coherente con estos principios,
cuando habla de la formación en sentido estricto, se refiere sólo a la
formación del religioso dentro del propio instituto.(24) Pero esto no cierra
la posibilidad de colaboración, que es, por otra parte, reconocida y
estimulada por Juan Pablo II en la Exhortación Postsinodal Vita
Consecrata. Él pide que en el « horizonte de comunión, abierto a los
desafíos de nuestro tiempo, los superiores y las superioras, “actuando en
sintonía con el episcopado”, procuren aprovecharse del trabajo de los
mejores colaboradores de cada Instituto ».(25)
7.3. Por su parte, la Iglesia tiene el deber de custodiar y promover la índole
propia y la conciencia carismática de los institutos, haciendo de ello uno de
los principios fundamentales de su renovación,(26) porque el estado
constituido por la profesión de los consejos evangélicos « es don precioso y
necesario para el presente y el futuro del pueblo de Dios, porque pertenece
íntimamente a su vida, a su santidad, a su misión ».(27) Además, siendo el
carisma de cada instituto un don original y singular que el Espíritu concede
a la Iglesia, ésta se preocupa de asegurar las condiciones espirituales y los
instrumentos jurídicos que garanticen su fecundidad, su desarrollo y la
armonía en la comunión eclesial.(28)
b) Colaboración y solidaridad en la formación
8. Unido al principio precedente, se subraya justamente también el de la
colaboración (29) y el de la solidaridad entre los diversos institutos, sobre
todo entre aquellos que están presentes en una determinada área geográfico-
cultural. En efecto, la vida religiosa ha adquirido una conciencia más
profunda de la singularidad de cada carisma, de su función eclesial
específica, así como de las características y tareas comunes a todos los
institutos.
La formación tiene una profunda raíz común. Ella es, en efecto, acción de
Dios Padre, que forma en los llamados la imagen del Hijo, a través de la
acción santificadora del Espíritu, según un designio carismático particular.
(30)
La colaboración encuentra su alma en la dimensión pneumático-mistérica
de la Iglesia, de la que surge, por obra del Espíritu, la multiplicidad de los
carismas y hacia cuya comunión y misión convergen la vida y el mandato
misionero de los institutos. Ella se funda en la riqueza, la vitalidad y la
belleza de la Iglesia,(31) y es fecunda porque las diversas iniciativas
carismáticas se completan y se iluminan entre sí; además, una desvela a la
otra los propios dones a través de la confrontación y del compartir,(32) en
la fraternidad.
Una expresión concreta de colaboración y de solidaridad entre las familias
religiosas es la iniciativa, ya difundida en varios contextos, de crear centros

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de formación entre institutos, sobre todo cuando cada instituto no tiene los
medios suficientes para ofrecer a los propios miembros una formación
integral.
De esta colaboración ha hablado el Santo Padre en la audiencia concedida a
la U.I.S.G., diciendo: « Lo esencial es que exista, por parte de las familias
religiosas, plena colaboración en la formación de los propios miembros a
un amor vital, sincero y gozoso a Jesús, profundamente conocido, seguido y
obedecido ».(33)
La experiencia recogida indica que esta colaboración, bien llevada,
contribuye a un mayor aprecio del propio carisma y del carisma de los
demás, manifiesta una concreta solidaridad entre comunidades más ricas y
más pobres de miembros y de medios, ofrece un testimonio elocuente de la
comunión a la que la Iglesia está llamada por vocación divina, y es de gran
utilidad para que la formación adquiera el nivel y la amplitud que la misión
de la vida religiosa exige en el contexto del mundo actual.
c) Centros de formación entre institutos
9. Para satisfacer convenientemente a la tarea propia de estos centros de
formación entre institutos, es decir, a su finalidad de ser un « centro de
estudio » al servicio de la formación, deberán tener presente que:
La formación es un proceso integral cuyos elementos se compenetran
mutuamente. En efecto, existe una profunda correlación entre la vida y la
verdad; entre la teología y las ciencias humanas; entre la búsqueda de la
verdad y las expectativas, las esperanzas y los valores de los jóvenes; entre
el estudio y la coherencia en los compromisos personales; entre los signos
de los tiempos y la adecuada respuesta pastoral.(34)
La preparación intelectual es una dimensión insustituible de la
formación. La organización de las materias de estudio y la seriedad
científica deberán contribuir a armonizar las actitudes propias de la vida
consagrada. Por lo mismo, los centros ofrecerán un servicio de alta calidad
para contribuir sabiamente al crecimiento integral de los alumnos.
El carácter intercongregacional de los centros exige una especial
valoración de los aspectos que son comunes a todos. Al mismo tiempo la
colaboración y la solidaridad piden el respeto y el aprecio de las
diversidades. Si no fuera así, los centros contribuirían probablemente a una
nivelación que los empobrecería y haría correr el riesgo de una uniformidad
espiritual y pastoral, inadecuada a la complejidad del mundo a evangelizar,
y también nociva a la identidad específica de cada instituto. En este caso los
centros perderían su identidad como servicio a la vida religiosa.
Directrices prácticas
De los principios fundamentales enunciados derivan algunas directrices
prácticas para los institutos religiosos y para los centros de formación entre
institutos:

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10. Los institutos religiosos
a) Los Capítulos y los Superiores Mayores
Corresponde a los institutos, a través de los Capítulos y los Superiores
Mayores, establecer en la propia Ratio los principios y las normas de la
formación,(35) asignar la misión a los formadores y a los profesores, y
vigilar para que el proceso formativo se desarrolle en conformidad con la
índole y la misión del instituto y según el derecho. Cuando los superiores
deciden mandar los propios miembros a un centro de formación entre
institutos, no ceden a otros la responsabilidad que a ellos les compete, sino
que continúan ejerciéndola (cf. n. 11, 17b y 22) con « plena responsabilidad
de custodios y de maestros ».(36)
b) La comunidad formativa
En todas las formas de colaboración entre institutos es necesario aplicar la
debida distinción entre la comunidad formativa y el centro de formación
entre institutos.(37) La comunidad formativa es la instancia primaria de
referencia, que ningún centro puede suplir. Ella constituye el ámbito en el
que crece y madura, en el espíritu de los respectivos Fundadores, la
identificación vocacional y la respuesta a la vocación recibida.(38) La
profundización de la identidad carismática se realiza, en primer lugar, en el
contacto vivo con los formadores y con los hermanos o las hermanas con
quienes se comparten las mismas experiencias de vida, los mismos retos
lanzados por la sociedad y las tradiciones del instituto.(39) Por lo mismo
esta comunidad es siempre el lugar de la síntesis vital de la experiencia
formativa.(40) « La fidelidad al propio carisma necesita ser profundizada
en el conocimiento, cada día más amplio, de la historia del instituto, de su
misión peculiar y del espíritu del Fundador, esforzándose al mismo tiempo
por encarnarlo en la vida personal y comunitaria ».(41)
Donde las circunstancias no permitan a los religiososas vivir en la propia
comunidad formativa mientras frecuentan un centro de formación entre
institutos, es deber de los superiores proveer para que puedan vivir
periódicamente tiempos fuertes de formación y de vida comunitaria en el
propio instituto.(42)
11. Los centros de formación entre institutos (43)
a) Los centros y su constitución
Las Conferencias de los superiores o de las superioras mayores, que tienen
como finalidad « promover una colaboración más eficaz para el bien de la
Iglesia »,(44) o un grupo de Superiores o Superioras Mayores que desean
colaborar entre ellos en la formación, pueden a este fin organizar servicios
o constituir centros de formación entre institutos.(45)
Éstos tienen una tipología muy variada. Algunos están destinados a ofrecer
servicios complementarios; otros proveen a la formación de los religiosos
desde el punto de vista doctrinal; otros, finalmente, constituyen estructuras
específicas para la preparación de los religiosos candidatos al sacerdocio.

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Las normas y las directrices que siguen tienen en cuenta esta
diferenciación.
Para la erección de la sede de un centro de formación entre institutos es
necesario el consentimiento escrito del Ordinario de lugar.
b) Las responsabilidades directivas
A los superiores y a las superioras que han dado origen a la iniciativa
corresponde también la responsabilidad última del centro. En el espíritu del
Mutuae Relationes, buscarán el modo más oportuno para informar a los
Obispos sobre las actividades del centro y tener con ellos un diálogo abierto
que se convierta en riqueza y promoción del mismo centro.(46) El Santo
Padre recuerda que ellos tienen la responsabilidad de acompañar la
actividad de los centros y también de garantizar que la enseñanza impartida
esté enconformidad con el Magisterio de la Iglesia.(47)
Todas las iniciativas de los centros de formación entre institutos sean
directamente llevadas a cabo por un equipo con un responsable propio, con
garantía de estabilidad y de competencia formativa.
c) Los profesores
Para la elección de los profesores se tendrá en cuenta la sana doctrina, la
competencia específica, la capacidad pedagógica y la actitud para el trabajo
en equipo. Se considerará además su conocimiento y estima de la vida
religiosa en la variedad de sus formas y de su desarrollo, según el espíritu
del Concilio Vaticano II y del Magisterio.
Los centros mantengan viva la conciencia formativa de los profesores y
organicen encuentros de intercambio y de evaluación con los formadores.
II. COLABORACIÓN EN LAS DIVERSAS FASES DE LA
FORMACIÓN
12. Las iniciativas de colaboración se colocan en el campo de la formación
religiosa en sus diversas fases. Pueden referirse a la formación inicial:
preparación para el noviciado, formación de los novicios y de las novicias,
formación de los religiosos y de las religiosas de votos temporales,
formación de los candidatos a los ministerios ordenados, y a la formación
permanente.
Los servicios los organizan las Conferencias de los superiores o de las
superioras mayores, o un grupo de Superiores o Superioras Mayores, que
detentan la última responsabilidad. Será cuidado suyo informar a esta
Congregación sobre la vida y las actividades desarrolladas por el centro.
La organización de los programas debe ofrecer una ayuda eficaz a la
formación doctrinal y al crecimiento vocacional de los alumnos, según los
criterios indicados por el Derecho Canónico (48) y las normas
complementarias emanadas por las instancias competentes.

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Los cursos se fundarán sobre el Misterio de Cristo (49) y se desarrollarán
gradualmente y atendiendo a las personas y a las culturas. Propondrán a los
alumnos la teología de la vida consagrada y ayudarán a profundizar el
sentido « de aquella única caridad eclesial que compromete a todos al
servicio de la comunión orgánica —carismática y al mismo tiempo
jerárquicamente estructurada— de todo el pueblo de Dios ».(50)
La preparación para el noviciado
13. Dada la diversidad de la experiencia humana y de la formación religiosa
de los candidatos, la preparación para el noviciado, en las actuales
circunstancias socio-culturales, se revela cada vez más necesaria y
comprometedora.(51) Las iniciativas intercongregacionales ofrezcan a los
candidatos de los diversos institutos programas que afronten, con
competencia y solidez, los contenidos fundamentales de la formación
humana y cristiana, de modo que se promueva la formación integral y se
puedan colmar posibles lagunas. Es necesario también que los mismos
formadores puedan utilizar programas específicos para iniciar a la vida
religiosa y aplicar instrumentos y criterios para un atento discernimiento
vocacional. Este servicio es particularmente útil para los formadores y las
formadoras que trabajan en culturas distintas de la propia o acompañan a
candidatos de diversas culturas.
El noviciado
14. El noviciado constituye una fase formativa fundamental y delicada.(52)
En ella la joven o el joven inicia el camino de la propia identidad
vocacional en la vida religiosa.(53) Tiene como finalidad formar
adecuadamente al novicio o a la novicia en el espíritu y en la práctica de la
vocación específica del propio instituto, y sopesar ulteriormente las
motivaciones de la elección vocacional, el compromiso espiritual y la
necesaria idoneidad. En cada instituto esta fase requiere un
acompañamiento personalizado, atento al crecimiento de cada novicio o
novicia, un clima formativo evangélico, sereno, rico en valores, sostenido
por el testimonio gozoso de los formadores y de la comunidad, alimentado
por la experiencia auténtica y profunda del carisma fundacional.(54)
Donde las circunstancias lo aconsejen, un programa intercongregacional
puede contribuir a la adecuada formación doctrinal de los que inician la
formación a la vida consagrada, ayudándolos a definirse a sí mismos como
miembros de la Iglesia misterio-comunión y misión y a actuar como tales
desarrollando, en la confrontación y en el intercambio, actitudes de
corresponsabilidad fraterna. Pero tengamos presente que « se puede hablar
de “cursos intercongregacionales para novicios” o para novicias, distintos
entre sí, pero no se puede hablar de “Noviciado intercongregacional” ».(55)
15. La colaboración entre institutos, en la fase del noviciado, pertenece a la
categoría de los « servicios complementarios ». En la colaboración no entra
la creación de los llamados « noviciados intercongregacionales », que
comportarían para los novicios y las novicias el vivir en la misma
comunidad. En realidad esto no corresponde a la especificidad propia del
inicio de la vida religiosa, la cual debe introducir a lo que caracteriza el

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patrimonio de cada instituto. Por lo mismo, cada instituto debe tener su
propio noviciado.
16. Al organizar esos « servicios complementarios » téngase presente lo
siguiente:
a) La necesaria sintonía entre los cursos ofrecidos por el centro y el proceso
de iniciación a la vida religiosa de cada instituto, requiere, como oportuna,
si no necesaria, la presencia de los maestros y de las maestras de noviciado
en los cursos, para ayudar a los novicios o a las novicias a la integración de
los contenidos.
b) El programa ha de ofrecer cursos fundamentales sobre diferentes temas,
de tal modo que los institutos puedan elegir los que completan la formación
impartida por ellos mismos. El programa debe estar bien estructurado y ser
armónico, comprender elementos fundamentales de Sagrada Escritura,
teología espiritual, teología moral, eclesiología, teología y derecho de la
vida religiosa —en particular, de cada uno de los consejos evangélicos—,
liturgia, como también conceptos fundamentales de antropología y
psicología, que den al sujeto, al principio de su camino formativo, la
posibilidad de conocerse mejor, particularmente en las áreas más
necesitadas de formación.(56) Todas las temáticas deberán profundizarse en
función formativa.
c) Durante el noviciado los cursos no sean distribuidos con frecuencia e
intensidad tales que obstaculicen la finalidad propia de esta fase de la
formación.(57) Realícense evitando la permanencia fuera del noviciado. En
el caso de que, por este motivo, las novicias o los novicios tuvieran que ir a
otro lugar, por breves períodos y esporádicamente, el superior o superiora
mayor aténgase a los cánones 647 § 2, 648 § 1 y 3, y 649 § 1.
d) Hay que favorecer, además, el conocimiento de los respectivos institutos
religiosos, de los Fundadores y de las Fundadoras y de las diversas
espiritualidades. En efecto, el intercambio fraterno ayuda a hacer que
madure un aprecio más vivo de la propia originalidad fundacional, a
descubrir el valor de cada fundador en el conjunto de la misión de la
Iglesia, a promover la colaboración y una mentalidad de comunión.(58)
e) Con intervalos regulares, los formadores y las formadoras, según sus
competencias,(59) realicen con el equipo responsable del centro —y
también escuchando el parecer de los formandos— una verificación del
programa y, en relación con las respuestas de las personas, de la finalidad
de los cursos. Los Superiores Mayores, dada su responsabilidad primaria en
la formación, sigan con atención tales iniciativas.
f) Los cursos pueden ofrecer a los maestros y a las maestras la oportunidad
de una actualización constante, de una verificación de la propia tarea
formativa, de una confrontación y apoyo recíproco concreto e iluminado.
Dada la naturaleza de esta etapa inicial, caracterizada por el proceso de
maduración psicológica y de identificación carismática de los novicios y de
las novicias, que les permite adquirir un nuevo estilo de vida, los programas
de colaboración prevean, dentro de los límites de lo posible, encuentros de

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formadores y formadoras para tratar temas pedagógicos específicos, que
después serán profundizados en los respectivos noviciados; entre ellos el
desarrollo psicofisiológico, la madurez afectiva-sexual y otros aspectos de
la madurez humana.(60)
La formación de los profesos temporales
17. La Instrucción Potissimum Institutioni, inspirándose en las normas del
Código (61) y en las exigencias características de la formación de los
religiosos y de las religiosas de votos temporales, indica las líneas
fundamentales y ofrece oportunas indicaciones sobre los objetivos y el
programa de estudio.(62)
Por su parte, cada instituto, según el propio plan de formación, tiene « la
grave responsabilidad de proveer la organización y la duración de esta fase
de la formación y de ofrecer al joven religioso las condiciones favorables
para un crecimiento real en la vida de entrega al Señor ».(63)
a) Las iniciativas intercongregacionales, también en esta fase, intentan
favorecer —especialmente respecto de los institutos que no pueden proveer
de otro modo— la cualificación de los jóvenes religiosos y de las religiosas
en relación a su consagración y promover la profundización de la
formación espiritual, doctrinal y pastoral, con particular atención a la
historia, a la teología y a la misión de la vida consagrada y al compromiso
en la preparación pastoral.
b) En particular, para responder mejor a las exigencias propias de esta fase
de la formación, las iniciativas de colaboración entre institutos deben tener
en cuenta las características y las circunstancias de vida de los profesos
temporales.
En efecto, el tiempo de la profesión temporal se caracteriza por ser un
momento particularmente propicio para madurar en la identificación con
Cristo,(64) en la visión, impregnada de fe, del mundo, de la Iglesia y de la
historia. Es un tiempo apropiado para prepararse, con entrega, a la misión
real, sacerdotal y profética del Pueblo de Dios, y exige tanto el estudio de
las disciplinas teológicas como la profundización de los fundamentos
bíblicos de la vocación al seguimiento radical de Cristo, junto con un
conocimiento adecuado, a nivel de estudio sapiencial, de los medios y de
los pasos que conducen a la madurez humana y cristiana. Por eso, en esta
fase de la formación, mientras se continua el estudio de la Sagrada
Escritura y de otras materias teológicas como, por ejemplo, la cristología, la
eclesiología, la mariología, la moral y la teología de la historia, se
profundizarán temas de espiritualidad, de ascética y de ciencias humanas,
que contribuyen a la madurez de la persona en Cristo.(65)
c) Puesto que la vida comunitaria, desde la primera formación, debe
mostrar « la intrínseca dimensión misionera de la consagración »,(66) y esta
etapa se caracteriza por los compromisos apostólicos asumidos en nombre
de la comunidad, serán de gran utilidad cursos de catequética y pedagogía,
especialmente de pastoral de la juventud. En efecto, los compromisos
apostólicos requieren el conocimiento más profundo de algunos temas de la

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eclesiología promovida por el Concilio Vaticano II, por ejemplo, la
colaboración pastoral de los religiosos con los presbíteros y los laicos bajo
la guía de los Pastores,(67) el Derecho de la Iglesia, la « missio ad gentes »,
el ecumenismo, el diálogo interreligioso,(68) la relación de la Iglesia con el
mundo, el deber social y político de los cristianos y la responsabilidad
específica, en este ámbito, de las personas consagradas.(69) Todas estas
materias deberán ofrecer un base sólida a la acción pastoral y misionera de
la Iglesia-misterio y comunión en la hora de la Nueva Evangelización.
También en esta fase de la profesión temporal será positivo profundizar en
la contribución carismática con que los diversos institutos participan en la
misión de la Iglesia.
d) Estas funciones podrán ser desempeñadas por centros especializados de
estudio, de los que se hablará en la tercera parte, o por medio de iniciativas
o cursos más accesibles, sea por el nivel de los estudios, sea por el número
reducido de las materias propuestas, o por la menor duración del cometido.
Reviste particular importancia la colaboración entre institutos en las
iniciativas o cursos que ayudan a la preparación para la profesión perpetua.
(70)
También para las iniciativas y los cursos de esta fase, implíquese a los
formadores y formadoras en la programación, realización y evaluación. Esa
implicación puede convertirse para ellos en un estímulo de actualización en
vista de su objetivo, y para todos en un motivo de confrontación para
responder de un modo más eficaz a las expectativas de los jóvenes.
e) Los religiosos y las religiosas que frecuentan otros centros de estudios,
especialmente civiles (Universidades, Academias, etc.), para acceder a
estudios humanísticos, científicos o técnicos, podrán encontrar en los
centros de formación entre institutos la posibilidad de integrar su formación
sobre todo con cursos de teología y pastoral.
La formación permanente
18. « La formación permanente, tanto para los Institutos de vida apostólica
como para los de vida contemplativa, es una exigencia intrínseca a la
consagración religiosa ».(71) Ella promueve la actualización teológica y
pastoral, la calidad de vida de cada miembro y de toda la comunidad con
solícita atención a los momentos de particular compromiso o a aquellos en
los que se requiere una experiencia más intensa de vida interior.(72) En
relación con estos dinamismos de formación, « hay una juventud del
espíritu que permanece en el tiempo y que tiene que ver con el hecho de
que el individuo busca y encuentra en cada ciclo vital un cometido diverso
que realizar, un modo específico de ser, de servir y de amar. (...) Puesto que
el sujeto de la formación es la persona en cada fase de la vida, el término de
la formación es la totalidad del ser humano, llamado a buscar y amar a Dios
“con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas” (Dt 6, 5) y
al prójimo como a sí mismo. El amor a Dios y a los hermanos es un
dinamismo vigoroso que puede inspirar constantemente el camino de
crecimiento y de fidelidad ».(73) Cada instituto está llamado a proveer a la
formación permanente de un modo orgánico y en consonancia con la propia

2.3 Page 13

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índole. Puede convertirse así en modelo de vida consagrada, de fraternidad
y de compromiso apostólico para las nuevas generaciones en formación, y
atraer, con la propia vitalidad y fecundidad, nuevas vocaciones.(74)
La Instrucción Potissimum Institutioni y la Exhortación Vita Consecrata
han dedicado amplio espacio a la formación continua,(75) describiendo su
naturaleza, precisando sus objetivos y sus contenidos, pidiendo a los
superiores, según el código, que proporcionen a los hermanos « los medios
y el tiempo » (76) necesarios para llevarla a cabo y designen un responsable
de la formación permanente.
La colaboración entre institutos puede ser valiosa para organizar servicios
permanentes y temporales, que den nuevo impulso a la vida espiritual, a la
actualización teológico-pastoral y a una renovada cualificación para
desarrollar con profesionalidad la misión encomendada. Dará un puesto de
relieve a la profundización de las líneas generales y de las prioridades
pastorales de la Iglesia para realizar mejor la misión evangelizadora en el
mundo actual. Es de desear que a este fin las familias religiosas pongan a
disposición el personal mejor preparado.
Las Conferencias de los superiores y de las superioras mayores, y los
responsables de los centros de estudio pongan, entre sus objetivos y
programas, iniciativas adecuadas para la formación continua de los
religiosos y de las religiosas. Es también de desear una colaboración y una
complementariedad cada vez más eficaz entre ellos.
III. INSTITUTOS DE CIENCIAS RELIGIOSAS
Y DE FORMACIÓN FILOSÓFICA Y TEOLÓGICA
19. En la primera y en la segunda parte se ha hablado de algunos criterios
fundamentales que se refieren a las iniciativas de los centros de formación
entre institutos y a las posibles formas de colaboración en las diversas fases
de la misma formación. En esta tercera parte, en cambio, se trata de los
institutos de ciencias religiosas y de filosofía y teología, que imparten una
formación académica completa y, por lo mismo, tienen una estructura
jurídica y exigencias organizativas particulares.
Es útil recordar que la formación de los religiosos hermanos, de las
religiosas y de los diáconos permanentes, y la formación de los religiosos
candidatos al sacerdocio, tienen exigencias específicas que se deben
respetar. Además, en interés de la identidad de cada uno, es necesario
distinguir entre la formación sacerdotal, la diaconal y la que requieren otros
servicios eclesiales.(77) Por tanto, en la organización de los contenidos del
programa, el centro de estudio que se preocupa de la preparación de dichas
personas consagradas, tenga presentes las características propias de cada
grupo.
Los institutos de ciencias religiosas
20. Los institutos de ciencias religiosas han surgido para dar a los religiosos
hermanos y a las religiosas un adecuado nivel de formación humanística y
teológico-pastoral, que ha de realizarse teniendo presentes los contextos

2.4 Page 14

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socioculturales de las personas a las que se proponen estos cursos, con el
fin de cualificarlos y prepararlos mejor para los diversos servicios
eclesiales, según los propósitos de los institutos.(78)
Será necesario ofrecer a los alumnos una sólida base filosófico-teológica,
habilitarlos a la tarea de educadores de la fe, prepararlos al anuncio
explícito del Evangelio y a la promoción humana y social, hacerlos
sensibles a la relación entre el Evangelio y la cultura, al diálogo ecuménico
e interreligioso, al discernimiento de los signos de los tiempos, a la
integración en la pastoral orgánica y a la apertura misionera en comunión
con la Iglesia universal y particular.
Además, deberán ofrecer una buena preparación, impregnada de valores
evangélicos, en las ciencias humanas (pedagogía - psicología - sociología -
ciencia de la comunicación social), haciéndolos capaces de valerse de ellas
en la transmisión de la fe y en la formación de los discípulos de Cristo.
Hay que procurar, además, un buen conocimiento de los grupos humanos y
de los contextos culturales que deberán evangelizar, colaborando de este
modo a superar el peligro de dicotomía entre la formación que las religiosas
y los religiosos reciben, y los procesos de evangelización correctamente
inculturados.(79)
Preocúpense finalmente de que haya cursos aptos para habilitar a los
religiosos y a las religiosas a realizar más eficazmente su apostolado
específico en la Iglesia: cursos de pastoral para la juventud, los enfermos, la
tercera edad, marginados u otras particulares actividades apostólicas
propias de la misión de cada uno de los institutos.
21. La fundación y la dirección de estos institutos dependen de las
Conferencias de los Superiores o de las Superioras Mayores, o de un grupo
de Superiores o Superioras Mayores, a quienes corresponde la última
responsabilidad. Se exige que cada centro tenga un estatuto propio en el
que se definan la finalidad, los destinatarios, los servicios que intenta
ofrecer y el organismo al que corresponde la responsabilidad inmediata. La
confirmación de la erección y de la aprobación de los estatutos compete a la
Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de
Vida Apostólica.
Para asegurar el adecuado desarrollo de su función, es necesario que el
centro sea dirigido directamente por un equipo con un responsable propio.
Éste, al realizar la tarea a él encomendada, deberá garantizar la estabilidad
y la competencia formativa. Cada trienio enviará a esta Congregación un
informe sobre las actividades llevadas a cabo.
En lo que atañe a la organización de los cursos, vale cuanto prescribe el
Código en los cc. 659, 660 y 661, y la Potissimum Institutioni en el n. 61.
(80)
Se anima a los institutos de Ciencias Religiosas, destinados a la formación
de quien no es candidato al sacerdocio, a afiliarse a una Facultad de
Teología. Entonces se podrá promover una mejor formación doctrinal de los

2.5 Page 15

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estudiantes, de modo que puedan eventualmente conseguir los oportunos
grados académicos o diplomas.(81)
El posible reconocimiento civil de estos institutos es de gran utilidad; pero
esto no debe prejuzgar o alterar sus propias finalidades formativas.
En este ámbito las universidades católicas, así como otros organismos a
nivel de las Iglesias locales, pueden ofrecer válidas iniciativas de estudios a
realizarse en colaboración entre obispos y superiores-superioras mayores.
(82)
Los institutos de formación teológica y filosófica para los religiosos
candidatos al sacerdocio
22. Las normas fundamentales que regulan los centros
intercongregacionales de formación filosófico-teológica para religiosos
candidatos al sacerdocio son las siguientes:
a) Erección canónica. Antes de proceder a la erección canónica de un
centro de formación entre institutos de estudios filosóficos y teológicos,
tanto para la erección del Centro como los relativos estatutos, se deberá
obtener la aprobación de la Congregación para los Institutos de Vida
Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica,(83) la cual pedirá
previamente el autorizado parecer de la Congregación para la
Evangelización de los Pueblos en lo que concierne a los territorios de
misión, y la aprobación de la Congregación para la Educación Católica (84)
para todo lo referente a la organización de los estudios de filosofía y de
teología, así como a los grados académicos. A este propósito se estimula a
los institutos de filosofía y de teología, reservados a los candidatos al
sacerdocio, a afiliarse respectivamente a una Facultad filosófica o a una
Facultad teológica.(85)
b) Autoridad del instituto. En los Estatutos se definirá claramente de qué
modo ejercen su autoridad los superiores mayores que constituyen el
organismo que ostenta la responsabilidad del centro.
Corresponde a esta autoridad, o a quien ella haya delegado —generalmente
el Consejo Directivo—, nombrar, confirmar o sustituir a los profesores, de
acuerdo con el modo de proceder previsto por los Estatutos,(86) así como
también pedir el consentimiento del superior competente y recibir la «
profesión de fe » exigida.(87) Al nombramiento de profesor va unido el «
mandato » de enseñar en nombre de la Iglesia.(88) La enseñanza que los
profesores imparten a los alumnos será « una exposición objetiva y
completa de la doctrina, estructurada en armonía con el Magisterio de la
Iglesia ».(89)
La misma autoridad tendrá informados sobre la instrucción que se imparte
y sobre la marcha del centro, a los superiores mayores que envían los
estudiantes y que deben garantizar ante la Iglesia y la propia Congregación
la adecuada formación de los futuros religiosos-sacerdotes. Es necesario
que informe también el Presidente de la Comisión Mixta Obispos-
Superiores Mayores Religiosos para promover el mutuo conocimiento y la

2.6 Page 16

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mutua colaboración.(90) Los superiores de los estudiantes —sean
superiores religiosos o los obispos responsables— o, donde sea el caso, sus
representantes, serán invitados a reuniones periódicas de consulta sobre la
marcha del centro. Donde la incidencia eclesial y pastoral del centro lo
requiera, se recomienda, en espíritu de comunión, la presencia de un
Obispo como miembro del Consejo Directivo.(91)
c) Programas. La formación intelectual del futuro sacerdote se basa y se
construye sobre todo en el estudio de la « Sacra Doctrina ».
« La verdadera teología proviene de la fe y trata de conducir a la fe ».(92) «
La formación teológica, a la luz de la fe y bajo la guía del magisterio, ha de
darse de manera que los alumnos conozcan toda la doctrina católica,
fundada en la Revelación divina, la hagan alimento de su propia vida
espiritual y sepan comunicarla y defenderla convenientemente en el
ejercicio de su ministerio ».(93)
En lo que se refiere a los estudios, se prestará una atención especial a la
integridad de las materias y del contenido prescrito para el sexenio
filosófico-teológico.(94) Respetando las exigencias propias de la vida
religioso-sacerdotal y de la « intrínseca unidad del sacerdocio católico »,
tanto secular como religioso,(95) estos estudios deberán tener en cuenta el
plan de formación sacerdotal establecido por la Santa Sede y por la
Conferencia Episcopal del propio país,(96) proveyendo para que, en
cualquier caso, se incluya siempre un curso de teología y espiritualidad de
la vida religiosa y de teología de la Iglesia particular.(97) También en este
caso el posible reconocimiento civil no debe perjudicar o alterar el
programa de los estudios prescritos por la Iglesia.
Donde los institutos para la formación de los religiosos candidatos al
sacerdocio acogen, por motivos serios, también alumnos candidatos al
diaconado permanente, o hermanos y religiosas destinados a otras
actividades apostólicas, el programa de estudios para los futuros sacerdotes
debe figurar como una unidad plenamente reconocible y especial,(98)
evitando que la formación sea una genérica preparación ministerial común
a todos. Por lo mismo se deberán respetar las exigencias específicas de los
otros alumnos, ofreciéndoles un programa apropiado que los prepare al
ministerio del diaconado permanente o a los servicios eclesiales en
consonancia con su vocación.
d) Profesores. La validez formativa y la consistencia de las iniciativas
descritas dependen en gran parte de la competencia específica, del « sensus
ecclesiae » y de la autoridad religiosa de los profesores, además de la
organización de los programas y de la vida del instituto mismo. Los
profesores, de un modo particular, deben recordar que su enseñanza « debe
abrir y comunicar la inteligencia de la fe últimamente en el nombre del
Señor y de la Iglesia ».(99) Ténganlo en cuenta los Superiores Mayores en
la elección de los profesores. Por encima de otros cometidos pastorales
sepan dar la primacía a la preparación de las nuevas generaciones, dándoles
los mejores profesores y formadores. Se trata de una responsabilidad
eclesial que no pueden desatender, para el bien del Pueblo de Dios, de la
vida religiosa y del propio instituto, en el presente y en el futuro.

2.7 Page 17

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Además de la competencia académica, los profesores cuiden la capacidad
didáctica que su cometido exige. (100) Se debe tener especial cuidado en
garantizar la calidad de la enseñanza para las disciplinas que constituyen la
parte fundamental del curriculum de los estudios.
Es necesario que cada profesor de materias teológicas posea el mandato de
enseñar. (101) Los superiores competentes, antes de dar el propio
consentimiento al nombramiento de un profesor, deben estar seguros de que
el interesado posee la debida preparación, la fidelidad al Magisterio y el
respeto de la tradición necesarios, así como la capacidad de preparar
sacerdotes para el servicio de los hombres de nuestro tiempo. (102)
e) Admisión. Para la admisión al centro de estudio filosófico-teológico se
requiere que el candidato haya alcanzado el nivel de estudio indicado en los
Estatutos, teniendo en cuenta las normas canónicas así como las
necesidades de los lugares y de los tiempos. También es necesaria la
presentación escrita por parte del superior mayor o del superior de la casa
de formación a la que pertenece.
También pueden ser admitidos candidatos del clero diocesano, a petición
escrita del Obispo respectivo, el cual, según los Estatutos del centro, asume
los derechos y los deberes de los Superiores que envían estudiantes a él.
El instituto tiene el derecho de excluir de los propios programas a un
estudiante que, en el curso del año, se revele incapaz de responder a los
objetivos y a las condiciones de admisión, aunque presente elevadas
capacidades intelectuales y diligencia en los estudios. Tal dimisión no
impide que su superior pueda disponer para él otras opciones en una sede
diferente.
f) Comunidad de formación y centro de estudios filosófico-teológicos. El
Superior y el equipo de formación de cada instituto religioso serán siempre
los principales responsables de la formación religioso-sacerdotal de los
propios miembros. Guiarán y coordinarán la vida comunitaria, el programa
global de formación y los cursos complementarios específicos del propio
instituto, según la propia espiritualidad y finalidad pastoral, como realidad
unificante de la formación humana, doctrinal, espiritual y pastoral.
Mantendrán un contacto periódico con el centro de estudios y se interesarán
activamente por sus programas.
En el proceso de discernimiento y en la evaluación de la idoneidad de los
religiosos candidatos al sacerdocio, los Superiores sepan consultar a los
profesores y a los colaboradores en la formación pastoral. De ello pueden
beneficiarse la comunidad formativa y también el centro de estudios, que
sentirá solicitada su responsabilidad en el camino formativo de los futuros
sacerdotes.
Finalmente, es de desear que cada instituto religioso que envía alumnos al
centro, se empeñe en contribuir con algún miembro cualificado a la
enseñanza o a la animación de la vida del mismo centro.
g) Iniciativas propias. Las iniciativas descritas de colaboración entre

2.8 Page 18

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institutos se distinguen de los centros filosóficos o teológicos erigidos bajo
la responsabilidad de un instituto religioso que, manteniendo su propia
autonomía, admite como estudiantes a religiosos de otros institutos. (103)
Estos centros siguen la normativa propia.
IV. COLABORACIÓN ENTRE INSTITUTOS
PARA LA FORMACIÓN DE LOS FORMADORES Y DE LAS
FORMADORAS
El servicio de la formación
23. El servicio de la formación, auténtico « ministerio eclesial » (Pablo VI),
es un arte: « el arte de las artes ». (104) Para los formadores y las
formadoras comporta el esfuerzo constante de conocer la realidad juvenil,
junto con la capacidad pedagógica y espiritual de acompañar y guiar a los
jóvenes y a las jóvenes. Su servicio es una mediación cualificada por una
precisa referencia trinitaria: « La formación es una participación en la
acción del Padre que, mediante el Espíritu, infunde en el corazón de los
jóvenes y de las jóvenes los sentimientos del Hijo ». Para ejercer esa «
mediación participativa », « los formadores y las formadoras deben ser, por
tanto, personas expertas en los caminos que llevan a Dios, para poder ser
así capaces de acompañar a otros en ese recorrido. (...) A las luces de la
sabiduría espiritual añadirán también aquellas que ofrecen los instrumentos
humanos que pueden servir de ayuda, tanto en el discernimiento
vocacional, como en la formación del hombre nuevo, para que sea
auténticamente libre (...) ». (105) Este cometido exige, pues, una seria y
sólida preparación de los futuros formadores, y una entrega generosa y total
por su parte en el empeño de ser imitadores de Cristo en el servicio a los
hermanos. (106) « No obstante las necesidades apostólicas y la situación de
urgencia en la que las Familias religiosas actúan, sigue siendo prioritario un
atento cuidado en la elección y en la preparación de los formadores y de las
formadoras. Se trata de uno de los ministerios más difíciles y delicados...
Los jóvenes y las jóvenes necesitan sobre todo maestros que sean para ellos
hombres de Dios, conocedores respetuosos del corazón humano y de los
caminos del Espíritu, capaces de responder a sus exigencias de mayor
interioridad, de experiencia de Dios, de fraternidad, y capaces de iniciarlos
en la misión. Formadores que sepan educar al discernimiento, a la docilidad
y a la obediencia, a la lectura de los signos de los tiempos y de las
necesidades de la gente, y a responder a ello con solicitud y audacia en
plena comunión eclesial ». (107)
Cuidadosa elección y sólida preparación de los formadores
24. Para que una Familia Religiosa tenga a disposición miembros
cualificados en este ministerio, los superiores y las superioras mayores,
como compromiso primario suyo, elijan cuidadosamente los futuros
formadores. Los criterios de elección, las cualidades exigidas, la
preparación y la actualización sean definidos por las normas propias de
cada instituto y desarrollados en la Ratio Institutionis.
Ellos les ofrecerán programas y oportunidades que aseguren la necesaria
formación teológica y pedagógica, espiritual y también en las ciencias

2.9 Page 19

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humanas, así como una precisa capacitación en relación con las funciones
que han de desempeñar a los largo del itinerario de formación. Los
formadores deben ser expertos, de modo particular, en los temas que se
refieren al patrimonio espiritual del Fundador o de la Fundadora.
Este Dicasterio anima una vez más a las Familias Religiosas a proseguir en
los esfuerzos para una adecuada preparación de los responsables de la
formación inicial y permanente.
Colaboración entre institutos
25. Las experiencias de colaboración entre institutos ofrecen un amplio
panorama para la preparación de los formadores. Existen centros de nivel
universitario o parauniversitario con programas sistemáticos que ofrecen la
posibilidad de conseguir títulos académicos o reconocidos por la
Congregación para la Educación Católica; cursos intensivos, distribuidos a
lo largo de un año o de un semestre, destinados sobre todo a formadoras y
formadores al principio de su cometido y ya insertos en comunidades de
formación. Se ofrecen cursos de actualización, encuentros regulares para
formadores y formadoras empeñados en la misma fase de formación y
sesiones de estudio, de intercambio y de reflexión sobre temas educativos
concretos. Muchos de estos cursos son organizados por las Conferencias de
los Superiores y de las Superioras Mayores, otros por un Consorcio de
institutos, o son iniciativas promovidas por centros especializados o por
Facultades universitarias.
Dada la necesidad urgente de formadores cualificados, este Dicasterio
invita a intensificar la colaboración entre los institutos, poniendo unos a
disposición de otros programas, experiencias y, en cuanto sea posible, el
mismo personal más cualificado para un enriquecimiento recíproco, en
beneficio de los institutos, de la Iglesia y de su misión en el mundo. (108)
Cursos
26. Entre los criterios que guían la organización de esos cursos subrayamos
los siguientes:
a) Su orientación específica tenga como finalidad habilitar a los educadores
para la formación integral del religioso o de la religiosa en la unidad y en la
originalidad de la persona, desarrollando todas las dimensiones de la
consagración bautismal y religiosa. Por tanto, los cursos contribuyan a la
preparación doctrinal, espiritual, canónica y pedagógico-pastoral.
Garanticen sobre todo una sólida formación teológica, especialmente en los
campos de la espiritualidad, de la moral y de la vida religiosa. Ayuden,
además, a los formadores a tomar conciencia del carácter orgánico del
proceso formativo y de las finalidades específicas de cada una de las etapas.
Los cursos ayuden sobre todo a los formadores a transmitir el arte de la
lectura teológica de los signos de los tiempos (109) para que puedan así
discernir la presencia, el amor y la voluntad de Dios en todas las cosas: en
la Revelación y en la Creación, en la Iglesia, en los sacramentos y en las
personas, en las circunstancias ordinarias y extraordinarias de la vida, en el

2.10 Page 20

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camino de la historia; (110) sean, por lo mismo, una válida contribución
para adquirir el arte de inspirar y alimentar un profundo amor a las
Personas de la Santísima Trinidad y a la Eucaristía, como también a María,
Madre de Jesús y de la Iglesia, y a los santos Fundadores, y de guiar a una
vida de oración más profunda. (111)
La programación de los cursos dé la debida importancia a la vida fraterna
en comunidad y a la misión de los institutos (112) y ofrezca los medios
adecuados para consolidar o recuperar el espíritu de unidad y
corresponsabilidad entre los miembros, el espíritu apostólico y una actitud
de justicia, de solidaridad y de misericordia hacia los más necesitados. « Se
pide a las personas consagradas que sean verdaderamente expertas en
comunión, y que vivan la respectiva espiritualidad como “testigos y
artífices de aquel 'proyecto de comunión' que constituye la cima de la
historia del hombre según Dios” ». (113) Procúrese subrayar la dignidad de
la vocación de los seglares y del clero diocesano, promoviendo la
colaboración con ellos y el compartir el espíritu y la misión del instituto.
(114)
b) Los cursos
– Ayuden además a desarrollar en los formadores y en las formadoras la
capacidad de relación, de escucha, de discernimiento vocacional y de
educación de los jóvenes y de los adultos al discernimiento y al
compromiso.
– Ayuden a desarrollar la capacidad de guía espiritual y de acompañamiento
pedagógico y psicológico, cuyas finalidades y niveles de intervención se
diferencian, aunque convergen en la maduración integral de la persona
consagrada a Dios. Ofrezcan también los instrumentos para captar y saber
afrontar, con la ayuda de expertos, cuando sea necesario, situaciones
particulares y problemas personales.
– Ayuden a la lectura y a la comprensión de los diversos contextos
culturales, para favorecer una formación en consonancia con las exigencias
de la cultura de origen de los religiosos y de las religiosas, o de la cultura
del pueblo en el que trabajan. Es importante que se aprenda a apreciar los
valores auténticos que llevan la impronta del Evangelio o están abiertos a
él, y a discernir aquellos elementos que deben ser purificados o rechazados.
(115)
– Sean una ayuda para conocer y responder a los desafíos que la Iglesia
encuentra en nuestros días y para asumir las prioridades pastorales que el
Santo Padre y los Obispos unidos con él proponen a la reflexión de los
fieles. « Se invita, pues, a los Institutos a reproducir con valor la audacia, la
creatividad y la santidad de sus fundadores y fundadoras como respuesta a
los signos de los tiempos que surgen en el mundo de hoy. Esta invitación es
sobre todo una llamada a perseverar en el camino de santidad a través de las
dificultades materiales y espirituales que marcan la vida cotidiana ». (116)
c) Estudien los formadores cómo preparar a los miembros de su comunidad
para la tarea de la Nueva Evangelización: anunciar a Cristo, Buena Nueva

3 Pages 21-30

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3.1 Page 21

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del Padre, a todos los hombres. Ello implica, en particular, la necesaria
preparación para la evangelización de la cultura, para la pastoral en favor
de la vida, de la familia y de la solidaridad, para la opción evangélica en
favor los pobres, la formación de los jóvenes, la misión « ad gentes », el
compromiso ecuménico y el diálogo interreligioso, la comunicación social,
etc. (117) Aprendan a acoger las esperanzas y los interrogantes de los
jóvenes —hijos de nuestro tiempo— que entren en las comunidades, y los
preparen para que encarnen lo mejor de la propia época y den una respuesta
de santidad y de caridad activa a las necesidades de los tiempos. Formar es
siempre preparar al servicio que la Iglesia y la sociedad necesitan en una
época y en un ámbito cultural determinado.
Una formación integral, precisamente porque tiene su eje en la educación
de la fe y en la maduración en el compromiso de la consagración-misión,
debe tener en cuenta también las nuevas formas de pobreza y de injusticia
de nuestro tiempo. En este campo los cursos de los centros de formación
entre institutos, sin caer en consideraciones reductivas, pueden ser un apoyo
válido para formadores y formadoras.
d) Los cursos para formadores y formadoras constituyan una experiencia de
crecimiento espiritual y ayuden a su formación permanente. La tarea de
acompañar a los jóvenes en su camino de crecimiento lleva consigo una
invitación constante de Cristo, Maestro y Señor, a intensificar la vida de
oración, la intimidad con Él, y a abrazar la cruz que sella el delicado
ministerio de la formación, poniendo siempre la propia confianza en su guía
y en su gracia.
La obra de la formación se desarrolla a lo largo del eje del seguimiento de «
Cristo casto, pobre y obediente —el Orante, el Consagrado y el Misionero
del Padre », (118)— y tiene su centro en el Misterio Pascual. Por lo mismo,
la preparación de los formadores y de las formadoras no puede ser sólo
intelectual, doctrinal, pastoral y profesional; es sobre todo experiencia
profunda, humana y religiosa de participación en el misterio de Cristo y en
el acercamiento respetuoso al misterio de la persona humana. En Cristo es
experiencia de filiación ante el Padre y de docilidad al Espíritu, de
fraternidad y de compartir, de paternidad y maternidad en el Espíritu: «
Hijos míos, por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo
formado en vosotros » (Gal 4, 19). Es útil que en esta luz los formadores
puedan encontrarse entre sí como personas consagradas, para confrontarse
sobre su camino de fe, orar juntos, dejarse interpelar por la Palabra y
celebrar la Eucaristía. Podrán enriquecerse con la experiencia de la bondad
y la sabiduría del Maestro, que, con la efusión de Su Espíritu y mediante la
acción maternal de María, continúa su obra también, y de un modo
privilegiado, a través de su mediación en la vida y en las experiencias de
aquellos a quienes ayudan a vivir como « conciudadanos de los santos y
familiares de Dios » (Ef 2, 19).
CONCLUSIÓN
27. « La conciencia de la hora actual de la historia y de nuestras
responsabilidades exige asegurar a los jóvenes religiosos y a las jóvenes
religiosas una formación adecuada, lo más completa posible, en la fidelidad

3.2 Page 22

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dinámica a Cristo y a la Iglesia, al carisma del Fundador y a nuestro tiempo
». (119)
El Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de
Vida Apostólica, al ofrecer los criterios y las directrices presentados en este
documento, ha intentado valorar, ordenar y promover la amplia y múltiple
experiencia en el ámbito de la colaboración entre institutos, que ha
madurado gracias al Concilio Vaticano II y se ha desarrollado en estos años.
La colaboración entre institutos, que promueve el compartir de los dones
carismáticos, respeta la diversidad y se pone a su servicio, es una respuesta
concreta a las llamadas de la Iglesia para ayudar al religioso y a la religiosa
a formarse, realizando la unidad de la propia vida en Cristo por medio del
Espíritu. (120) En efecto, los consagrados están llamados a insertarse en el
mundo contemporáneo para ofrecer un valioso testimonio de plenitud
humana y cristiana, según la forma de vida que Cristo Señor eligió, que
María, Virgen Madre, abrazó (121) y que Él mismo propuso a sus
discípulos. (122)
Los religiosos y las religiosas cumplirán así su misión, como cristianos
llamados a ser « memoria viva del modo de existir y de actuar de Jesús »
(123) y « suscitados por Dios para ser pioneros en los caminos de la misión
y en los senderos del Espíritu ». (124) Con el nuevo ardor de su vida y de
su palabra, con los nuevos métodos y las nuevas expresiones de su obra,
serán cooperadores fieles y audaces de Dios, signos de esperanza en «
servir al hombre revelándole el amor de Dios que se ha manifestado en
Jesucristo ». (125)
El 31 de octubre de 1998 el Santo Padre ha aprobado el presente
documento de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las
Sociedades de Vida Apostólica, y ha autorizado su publicación.
Roma, 8 de diciembre de 1998, solemnidad de la Inmaculada Concepción
de la Bienaventurada Virgen María.
Eduardo Card. Martínez Somalo
Prefecto
Piergiorgio Silvano Nesti, CP
Secretario
INDICE
Introducción
I. Principios fundamentales y directrices prácticas
– Principios fundamentales

3.3 Page 23

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a) La formación: derecho-deber inalienable de cada instituto
b) Colaboración y solidaridad en la formación
c) Centros de formación entre institutos
Directrices prácticas
– Los institutos religiosos
a) Los Capítulos y los Superiores Mayore
b) La comunidad formativa
– Los centros de formación entre institutos
a) Los centros y su constitución
b) Las responsabilidades directivas
c) Los profesores
II. Colaboración en las diversas fases de la formación . 17
– La preparación para el noviciado
– El noviciado
– La formación de los profesos temporales
– La formación permanente
III. Institutos de ciencias religiosas y de formación filosófica y teológica
– Los institutos de ciencias religiosas
– Los institutos de formación teológica y filosófica para los religiosos
candidatos al sacerdocio
a) Erección canónica
b) Autoridad del instituto
c) Programas
d) Profesores
e) Admisión
f) Comunidad de formación y centro de estudios filosófico-teológicos
g) Iniciativas propias

3.4 Page 24

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IV. Colaboración entre institutos para la formación de los formadores y de
las formadoras . . . . . . . 33
– El servicio de la formación
– Cuidadosa elección y sólida preparación de los formadores
– Colaboración entre institutos
– Cursos
Conclusión
NOTAS
(1) Cf. LG 7; ChL 21.24.
(2) Cf. LG 43-44; VC 1-3.
(3) Cf. Congregación para los Institutos de vida consagrada y las
Sociedades de vida apostólica, Potissimum Institutioni, 2 de febrero de
1990.
(4) Cf. PC 8; c. 675.
(5) PI 98-100.
(6) PI, 72-85.
(7) Por Centros de formación entre institutos (a veces llamados
intercongregacionales) se entienden las diversas formas de colaboración
entre institutos religiosos al servicio de la formación.
(8) Juan Pablo II, Mensaje a la XIV Asamblea General de la « Conferencia
dos Religiosos do Brasil » (C.R.B.), 11 de julio de 1986: Insegnamenti, IX2
(1986) p. 239.
(9) Ib. 4, p. 242; cf. VC 53.
(10) Ib. 4, p. 242.
(11) Cf. PC 18; ET 52; VC 68.
(12) Cf. RM 2; VC 67.73.
(13) Cf. PC 1; RPH 22; ChL 18-21.32.
(14) Cf. cc. 646-653 y 659-661.
(15) Cf. MR 11.

3.5 Page 25

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(16) Cf. MR 14b; cf. c. 574 § 1; VC 4-5.29.33-34.
(17) VC 37.
(18) Cf. PC 1; c. 577; VC 19.47-48.
(19) MR 11.
(20) Cf. c. 586 § 2; VC 48.
(21) PI 98; cf. cc. 587 § 1. 646. 659.
(22) Cf. PI 46. 90-91; cf. c. 577.
(23) Juan Pablo II, Discurso a los Obispos de la Región Nor-Este 2 de la «
Conferencia Nacional dos Bispos do Brasil » (C.N.B.B.), 11.7.1995,
L'Osservatore Romano, 12 de julio de 1995, p. 5.
(24) Cf. cc. 646-653 para la formación de los novicios; cc. 659-660 para la
formación de los profesos temporales; c. 661 para la formación permanente.
(25) VC 53.
(26) PC 2; cc. 576.578.
(27) VC 3; cf. VC 29.
(28) Cf. LG 44; MR 11; cc. 576-578.587 § 1; VC 25. 35.92-95.
(29) Cf. VC 52.
(30) Cf. VC 66.93; Nuevas vocaciones para una nueva Europa. Actas del
Congreso, Roma, 10-15 de mayo de 1997, nn. 15-19.
(31) Cf. Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, IIa-IIae, q. 184, a. 4.
(32) Cf. VC 52.
(33) Juan Pablo II, Alocución a las Superioras Generales (U.I.S.G.), Roma,
18 de mayo de 1995, Insegnamenti XVIII1 (1995) p. 1323.
(34) Cf. VC 73.
(35) Cf. c. 659 § 2 § 3; PI 103.
(36) Juan Pablo II, Discurso a los Obispos de la Región Nor-Este 2 de la «
Conferencia Nacional dos Bispos do Brasil » (C.N.B.B.), 11 de julio de
1995, L'Osservatore Romano, 12 de julio de 1995, p. 5.
(37) Cf. PI 99.
(38) Cf. EE 47; PI 60.

3.6 Page 26

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(39) Cf. PI 26-27.
(40) VFC 43.
(41) Juan Pablo II, Discurso a las religiosas. Florianopolis, Brasil, 18 de
octubre de 1991: Insegnamenti XIV2 (1991) p. 928.
(42) Cf. EE III § 12; MR 46; RPH 9; cc. 659.665 § 1.
(43) En este documento se llaman « centros de formación entre institutos »
—como ya se ha dicho en la nota 7— todas las instituciones
intercongregacionales que colaboran en la formación de los propios
miembros, sea que ofrezcan cursos complementarios o programas
completos de estudio. En cambio, los centros que imparten una formación
académica completa, en el presente documento se llaman « institutos de
ciencias religiosas » o/y de « formación filosófica y teológica ».
(44) PC 23.
(45) PI 98-100.
(46) MR 28.31; VC 46.50.
(47) Juan Pablo II, Discurso a los Obispos de la Región Nor-Este 2 de la «
Conferencia Nacional dos Bispos do Brasil » (C.N.B.B.), 11.7.1995,
L'Osservatore Romano, 12 de julio de 1995, p. 5.
(48) Cf. cc. 646.659-661; PDV 42-59.
(49) Cf. OT 14; VC 14-16.
(50) Cf. VC 49; cf. PI 24-25.
(51) Cf. PI 42-44.
(52) Cf. RC 4.
(53) Cf. PI 45; c. 646.
(54) Cf. cc. 646.652 §§ 2-4.
(55) Juan Pablo II, Discurso a los Obispos de la Región Nor-Este 2 de la «
Conferencia Nacional dos Bispos do Brasil » (C.N.B.B.), 11.7.1995,
L'Osservatore Romano, 12 de julio de 1995, p. 5.
(56) Cf. c. 652 § 2.
(57) Cf. cc. 646.648.652 § 5.
(58) Cf. VC 46.52.

3.7 Page 27

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(59) Cf. c. 652 § 1.
(60) Cf. PI 13.39-41.
(61) Cf. cc. 659-660; PI 58.
(62) Cf. PI 58-65.
(63) PI 60.
(64) Cf. VC 16.65.
(65) Cf. PI 35-38.
(66) VC 67.
(67) Cf. MR 18.36.37.40.56-58; cc. 675 § 3.687.680.681 § 1; VC 16.31.
54-55.
(68) Cf. VC 102.
(69) Cf. RPH.
(70) Cf. PI 64.
(71) VC 69.
(72) Cf. PI 70.
(73) VC 70-71.
(74) Cf. VFC 43.54-57; VC 64.
(75) Cf. PI 66-71; VC 69-71.
(76) c. 661.
(77) Cf. cc. 659-660.
(78) Cf. MR 31.
(79) Cf. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Ecclesia in Africa, 1995, 55-
71.
(80) Es necesario distinguir los institutos de ciencias religiosas —de los que
se trata en el presente documento— de los institutos « superiores » de
ciencias religiosas que son erigidos por la Santa Sede y son afiliados a una
Facultad Teológica (cf. Normativa per gli Istituti Superiori di Scienze
Religiose, Seminarium 1 (1991) pp. 194-201.
(81) Juan Pablo II, Constitución apostólica Sapientia Christiana, 1979,
Parte I: Normas comunes, art. 62 § 1, y Parte II: Congregación para la

3.8 Page 28

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Educación Católica, Normas aplicativas de la misma, art. 47.
(82) MR 31.
(83) Cf. c. 237 § 2. Dada la falta de una norma específica al respecto, las
referencias canónicas se interpretan « por analogía ».
(84) Cf. PB 108 § 2.
(85) Cf. Sapientia Christiana, Parte I: Normas comunes, art. 62, y Parte II:
Normas aplicativas, art. 47.
(86) Cf. Sapientia Christiana, Parte I: Normas comunes, art. 24.
(87) c. 833.
(88) c. 812.
(89) MR 31.
(90) Cf. VC 50.
(91) VC 48-50.
(92) PDV 53.
(93) c. 252 § 1.
(94) Cf. cc. 250. 252-258. 1032.
(95) Cf. OT, Proemio; RFIS, I, 1-4; PI 108-109.
(96) Cf. c. 242; RFIS I, 2.
(97) Cf. VC 50.
(98) PDV 61.
(99) PDV 67.100.
(100) Cf. c. 254.
(101) Cf. c. 812.
(102) Cf. cc. 248. 253; Juan Pablo II, Constitución apostólica Ex corde
Ecclesiae sobre las Universidades Católicas, 15 de agosto de 1990, Parte II:
Normas generales, 4, 3; Congregación para la Doctrina de la Fe,
Instrucción Donum Veritatis, sobre la vocación eclesial del teólogo, 24 de
mayo de 1990, 6. 7.
(103) Cf. c. 586.

3.9 Page 29

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(104) RFIS V, 30.
(105) VC 66.
(106) Cf. 1 Cor 11, 1; 1 Ts 1, 6.
(107) Juan Pablo II, Mensaje a la XIV Asamblea General de la «
Conferencia dos Religiosos do Brasil » (C.R.B.), 11 de julio de 1986:
Insegnamenti, IX2 (1986) p. 242; cf. Juan Pablo II, Discurso a la Plenaria
de la CIVCSVA, 1 de diciembre de 1988: Insegnamenti, XI4 (1988) pp.
1703-1706.
(108) Cf. Congregación para la Educación Católica, Directrices sobre la
preparación de los educadores en los seminarios, 1993, 79. 82; CD 5. 35;
MR 31. 37; VC 53.
(109) Cf. VC 73. 94.
(110) Cf. VC 53.
(111) Cf. VC 94. 95.
(112) Cf. VC 41-42. 72.
(113) Cf. VC 46; cf. RPH 24.
(114) Cf. MR 37; VC 4. 15. 31. 56.
(115) VC 79-80.
(116) Cf. VC 37.
(117) Cf. VC 77-83. 96-99. 101-103.
(118) VC 77.
(119) Juan Pablo II, Mensaje a la XIV Asamblea General de la «
Conferencia dos Religiosos do Brasil » (C.R.B.), 11 de julio de 1986:
Insegnamenti, IX2 (1986) p. 241.
(120) Cf. PI 1.
(121) Cf. LG 46; VC 18.
(122) Cf. LG 44.
(123) VC 22.
(124) Juan Pablo II, Mensaje a la XIV Asamblea General de la «
Conferencia dos Religiosos do Brasil » (C.R.B.), 11 de julio de 1986:
Insegnamenti, IX2 (1986) p. 238.

3.10 Page 30

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(125) Cf. RM 2; VC 110.