Triduo a don Rua


Triduo a don Rua

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TRIDUO A
DON MIGUEL RÚA

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BREVE INTRODUCCIÓN QUE NADIE DEBE SALTARSE
Después de la muy aclamada novena a Domingo Savio nos hemos propuesto
dar a conocer, en el marco de la oración, los aspectos más destacados de los
grandes personajes de la Familia Salesiana.
Y el primero del año no podía ser otro que Don Rúa, el que fue toda su vida “a
medias” con Don Bosco. Sin duda, la vida de Don Rúa está marcada por aquél
encuentro en el que el joven sacerdote de Turín le ofrecía la mitad de su mano,
que a falta de medallas buenas son promesas y profecías.
Miguel Rúa era miembro de una familia pobre que trabajaba en la Fábrica de
Armas, de sus hermanos algunos habían volado ya al paraíso y otros estaban en
la cola de espera, él era más flacucho que un folio de canto y parecía más bien
débil por lo que nadie daba un duro por él.
Comenzó a ir a la escuela, porque se le daba mejor estudiar que trabajar, y allí
conoció a Don Bosco que de vez en cuando iba a predicarles o a confesarles. De
Don Bosco seguro que ya has oído hablar así que no te contamos quién era.
La cosa es que un día que Don Bosco estaba repartiendo medallitas a un mon-
tón de niños. Miguelito lo vio pero no quiso acercarse, su padre había muerto
hacía poco y no le iba eso de meterse en las bullas (él era de los tranquilitos).
Cuando todos los niños se fueron Don Bosco vio a Miguel y se acercó a él. Mi-
guel lo miró con grandes ojos esperando que también para él hubiera una me-
dallita, pero se quedó con las ganas porque aquél sacerdote le ofrecía, como ya
hemos dicho, la mitad de su mano, diciéndole que le daba la mitad de todo. A
Miguel aquello le sonó a la salida del torero pero algún día comprendería que
Don Bosco le daba mucho más de lo que él se hubiera atrevido a pedir.
Y desde ahí la vida de Don Rúa será un continuo caminar al lado de Don Bosco.
Fue el primer salesiano, el primer sacerdote de la congregación, el primer Rec-
tor mayor... en definitiva, el primero en muchas cosas.
Lo que sí le tocó a Don Rúa fueron dos papeles muy malos: en primer lugar es-
tuvo toda su vida al lado de Don Bosco y, claro, la santidad del uno ocultaba la
del otro; y en segundo lugar, como vicario, fue el “poli malo” del Oratorio du-
rante un montón de años y se encargó de echar las broncas y de poner a los ni-
ños de patitas en la calle. Así que por eso nos ha llegado de él una imagen más
bien seria. Parece un hombre serio que no se reía casi nunca. Sin embargo, nada
más lejos de la realidad.
Don Rúa supo ser un padre y a la muerte de Don Bosco tomó la Congregación
sobre sus hombros y dio por ella hasta su último aliento. Fue a él a quien le tocó
el “marrón” de dirigir la Congregación cuando ésta daba sus primeros pasos sin
la presencia del padre, tuvo que vencer no pocas resistencias y se tuvo que dejar
la piel trabajando.

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DÍA 1: DON RÚA Y LA ENTREGA
Canto: Hombres nuevos
Don Miguel Rúa fue, al igual que su maestro, Don Bosco, un trabajador nato,
alguien que trabajaba sin descanso, que cumplía hasta sus máximas consecuen-
cias aquello de “ya descansaremos en el paraíso”. De tal forma lo hacía, que los
que le conocieron bien decían que no había malgastado ni un minuto de su vida.
Siempre activo, cercano, disponible, presente en todos los sitios, (mientras fue
prefecto en el Oratorio los niños decían que Don Rúa estaba en todos los lugares
de la casa, que aparecía como un fantasma, puesto que también durante la no-
che velaba).
En el trabajo duro también fue un fiel imitador de Don Bosco. Pero ¿cuál es la
razón por la que trabajó tanto y sin descanso? ¿Por qué sacrificaba muchas
horas de sueños? ¿Cuál es el motivo de esa entrega? Todas estas preguntas tie-
nen una fácil respuesta: el amor.
Sí, el amor, el amor a Jesucristo, el amor a María, el amor a Don Bosco, el amor a
los jóvenes, especialmente los más pobres, y el amor a la Iglesia, ésta es la razón
de tan frenética y activa vida, no trabajaba por trabajar sino por amor a los jó-
venes, en los que veía a Cristo Jesús, su amor a Don Bosco, a continuar su obra,
su amor a la santísima Virgen Auxiliadora, bajo la que se puso a sí mismo y a la
Congregación.
Aunque por su aspecto físico, huesudo y demacrado, pudiera dar una imagen
de frialdad, de sequedad, era en realidad puro amor, como Jesús, nuestro Señor,
podemos concluir diciendo, que sí, trabajó mucho, porque mucho amó.

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DIA 2: DON RÚA, IMITADOR DE DON BOSCO
Canto: Signo y portador
“Procurad haceros dignos hijos de vuestro padre”. Estas son las palabras que
Don Rúa, con un hilo de voz, dejó a los salesianos como síntesis de toda su vida
y como testamento espiritual. Parecen ser como la expresión de su más honda
preocupación: los salesianos sólo serán auténticos salesianos en la medida en
que aprendan a imitar a Don Bosco.
Y él puede hablar con autoridad. De hecho él fue la persona que más se le pare-
ció, ya sus primeros alumnos le llamaron el “Don Bosco de Mirabello” porque
hacía lo mismo que el padre en Turín. Tanto era que un día Don Bosco llegó a
decir: “Si el Señor se me apareciera y me dijera que le pidiera una cualidad que
dar a mi sucesor… para Don Rúa no sabría lo que pedir, porque las tiene todas”.
Don Rúa aprendió viviendo con Don Bosco a vivir como Don Bosco, tomó la
Congregación como algo suyo, porque su padre había sudado para fundarla, la
cuidó y la hizo crecer como lo habría hecho el mismo Don Bosco. De hecho, de
no haberse anunciado a los cuatro vientos que Don Bosco había muerto, nadie
habría notado la diferencia.
Sin embargo, esto no es algo que Don Rúa llevara de serie. Tuvo que esforzarse,
tuvo que observar, tuvo que rezar, tuvo que trabajar para llegar a encarnar la
norma, hasta el punto de que a él le llamaron la “Regla Viviente”. Y no porque
fuera estricto, o porque estuviera todo el día preocupado por cumplir y hacer
cumplir hasta el último punto, sino porque aprendió a hacerlas vida, verdadera
vida, por amor a Dios y a Don Bosco. Era la manera de mantenerlo vivo y pre-
sente.
Así, Don Rúa, nos manda el mensaje más grande que un salesiano nos podría
mandar: es posible imitar en todo a Don Bosco, es posible hacerlo presente, es
posible, con trabajo y oración, cumplir las Constituciones y alcanzar la santidad.

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Al final de su vida dejó la congregación duplicada (literalmente), había viajado
por casi todo el mundo salesiano (solo le faltó América), su fama de santidad se
había extendido por todos los ámbitos, había demostrado que era posible vivir
las constituciones de manera plena y radical...
Hay dos frases que en nuestra opinión sintetizan muy bien todo lo que fue y es
Don Rúa. La primera, dicha por él en el lecho de muerte, parece el programa de
toda su vida: “Procurad haceros dignos hijos de vuestro padre (Don Bosco)”. La
segunda, dicha por Don Bosco, demuestra hasta donde llegaba la profundidad
de Don Rúa: “Si Miguel quisiera, haría milagros”.
Nosotros hoy lo presentamos como modelo de salesiano enamorado de Don
Bosco que ha logrado configurar son corazón con él, como testimonio vivo de
que pisar sobre las huellas de Don Bosco es garantía de santidad.
Que él que también en la santidad fue a medias con Don Bosco bendiga nuestro
trabajo y ojalá que, al leerlo desde el cielo, sea capaz de arrancarle una sonrisa.
A María Auxiliadora, de la que Miguel fue gran devoto, le encomendamos estas
líneas y el tiempo que hizo falta para escribirlas.
Ave María.

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DÍA 3: LA ORACIÓN DE DON RÚA
Canto: Enséñanos a orar
Sí, definitivamente para ser santos hay que rezar y, si no, que se lo digan a Don
Rúa. Cuando uno mira su vida se queda maravillado de la cantidad de trabajo
que fue capaz de soportar sin una queja ya desde los primeros años del Orato-
rio. ¿De dónde sacaba tanta fuerza? De la oración, de dónde va a ser. No hay
que olvidar que Don Rúa creció al lado de Don Bosco y, claro, como todo se pe-
ga menos la hermosura, también al sucesor se le pegó la oración activa del fun-
dador.
Sin embargo, de Don Rúa muchos han dicho que tenía más pinta de místico que
de apóstol, tal vez, porque era extremadamente delgado y porque le encantaba
dedicar largos ratos a la oración delante del Santísimo (cuando tenía tiempo,
claro).
Hay dos anécdotas que nos permiten ver hasta dónde llegaba Don Rúa en su
unión con Dios:
Ya hemos dicho -y si no lo decimos ahora- que Don Rúa era el vigilante perpe-
tuo y constante del Oratorio. De hecho se rumoreaba por los pasillos que no
dormía por las noches. Nosotros no sabemos si dormía o no (suponemos que sí,
como todos) pero sí sabemos que gran parte de la noche la dedicaba a pasear
por los pasillos mientras velaba el sueño de los alumnos. La cosa es que mien-
tras Don Rúa paseaba por aquellos oscuros y silenciosos pasillos, atento a cual-
quier chico que necesitase algo en medio de la noche, iba rezando el rosario, o
diciendo jaculatorias, o meditando...porque cualquier momento era bueno para
elevar la mente a Dios.
La otra anécdota pertenece a su tiempo de Rector Mayor. Cuentan que un día
fue un matrimonio rico y un poco ateo a verle para comprobar si la fama de
santo que tenía le hacía justicia. Llegaron durante la misa y advirtieron a uno de
los salesianos que habían venido a hacer una limosna pero que querían entre-
garla en mano. Al acabar Don Rúa la misa se dirigió a la sacristía y allí el sale-
siano en cuestión le informó de la visita y del propósito. Sin embargo Don Rúa
pasó del tema, se arrodilló en el reclinatorio y comenzó a dar gracias. Y así es-
tuvo un buen rato. Y siguió un poquito más. Por fin se levantó y se dirigió al
matrimonio. El hombre le dijo: - Mire, yo venía a ponerle a prueba y la ha supe-
rado con nota. Sólo una persona con una fe fuerte puede anteponer a Dios antes
que al dinero. No tenía intención de darle una limosna pero ahora le prometo
que le daré cuanto me pida.
¿Y sabéis lo que respondió Don Rúa?: - Su conversión es la mejor limosna que
podría recibir hoy.
Ahí quedó.
Sólo un hombre con una fe fuerte y una profunda unión con Dios apoyada en la
oración sería capaz de poner su confianza en Dios y no en el dinero.

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ESQUEMA DEL TRIDUO
1. Canto
2. Texto
3. Oración a Don Rúa
4. Avemaría
ORACIONES
Señor, que a imitación de Don Rúa,
sepamos ir a medias con Don Bosco,
en fidelidad a la originalidad
del carisma de nuestra vocación
y en la realización de nuestra misión
encontremos el camino de nuestra santificación. Amén
Padre, el beato Miguel Rúa,
heredero espiritual de San Juan Bosco,
ayudó con su labor infatigable a los jóvenes
a descubrir tu imagen grabada en su alma,
concédenos también a nosotros,
llamados a educar a la juventud,
dar a conocer el verdadero rostro de Cristo, tu Hijo. Amén

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Señor, tú que has suscitado en tu Iglesia
a tu apóstol San Juan Bosco,
y destacado entre sus colaboradores
al Beato Miguel Rúa, primer discípulo,
entusiasta y atento, siempre colaborador fiel
incansable y austero, y después sucesor
inflamado de celo paterno
hacia toda la Familia Salesiana,
volcada al bien de los jóvenes,
haz que siguiendo su ejemplo
nos adhiramos totalmente a ti,
de modo que seamos portadores
de tu amor a los jóvenes, especialmente los más pobres. Amén

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Oración por la canonización del Beato Miguel Rúa
Señor omnipotente y misericordioso,
que a la sombra de Don Bosco,
tú suscitaste al Beato Miguel Rúa,
que lo imitó y que siguió su ejemplo,
que heredó su Espíritu y propagó su obra,
ahora que ha sido elevado a la gloria de los altares,
dígnate a multiplicar tus dones a través de él,
cuando lo invocamos y haz que pronto sea glorificado
en la tierra con el esplendor de la canonización.
Te lo pedimos por la intercesión de María Auxiliadora,
a la que él amó, y honró con corazón de Hijo.
Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén
Sac. Valentino Scarrasso SDB