Carta del RM: La venerabilidad del padre Arribat





CASA GENERALIZA SALESIANA

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Il Rettor Maggiore





Carta del Rector Mayor, Don Ángel Fernández Artime, con motivo de la declaración de Venerable del Siervo de Dios, José Augusto Arribat, sacerdote salesiano




Queridos hermanos,


El 8 de julio de 2014, el Santo Padre Francisco ha autorizado a la Congregación para las Causas de los Santos a promulgar el decreto sobre las virtudes heroicas del Siervo de Dios José Augusto Arribat, sacerdote profeso de la Sociedad Salesiana de San Juan Bosco.


Este paso en el camino hacia la beatificación y canonización de nuestro hermano es un gran regalo para nuestra Congregación y para toda la Familia Salesiana en este tercer año de preparación al Bicentenario del nacimiento de Don Bosco, y a la luz del camino seguido por el Capítulo General 27 °. Vale la pena contemplar esta figura de sacerdote salesiano: un verdadero discípulo de Don Bosco, que vivió con un corazón radiante de piedad sacerdotal, lleno de dulzura y de olvido de sí mismo, con un espíritu de paz y un rostro marcado por una sonrisa constante, humilde y acogedor. He aquí un verdadero "espíritu místico", cuya presencia y no sus palabras demostraban que era todo de Dios y para Dios; un "profeta de la fraternidad," enemigo de "charlatanerías", que vivió la caridad como una forma de vida; y un "siervo de los jóvenes", claramente decidido a no ser servido, sino a servir: siempre presente en medio de ellos, y disponible para los servicios más humildes. Se trata de un hombre sensible, de un religioso feliz, de un Salesiano satisfecho, de un muy solicitado confesor y de un sabio guía espiritual.


José Augusto Arribat nació 17 de diciembre 1879 en Trédou (Rouergue - Francia). La pobreza de la familia obligó al joven Augusto a comenzar la escuela media en el Oratorio salesiano de Marsella, ya a la edad de 18 años de edad. Por la situación política de principios del siglo, comenzó su vida salesiana en Italia, y recibió la sotana de manos del Beato Miguel Rua. De regreso a Francia, comenzó, como todos sus hermanos, la vida salesiana activa en condición de semiclandestinidad, primero en Marsella y luego a La Navarre. Fue ordenado sacerdote en 1912. Fue llamado a las armas durante la Primera Guerra Mundial, en la que ejerció de enfermero y camillero. Terminada la guerra, Don Arribat continuó trabajando intensamente en La Navarre hasta 1926, tras lo cual se trasladó a Niza, donde permaneció hasta 1931. Regresó a La Navarre como director y encargado al tiempo de la parroquia de San Isidoro en el valle Sauvebonne. Sus feligreses lo llamaban "El santo del Valle". Al final del tercer año, fue enviado a Morges, en el cantón de Vaud, en Suiza. Luego recibió tres mandatos consecutivos como director de seis años cada uno: primero en Millau, a continuación en Villemur, y finalmente en Thonon, en la diócesis de Annecy. El período más cargado de peligros y de gracia fue probablemente su cargo en Villemur, durante la Segunda Guerra Mundial. De regreso en La Navarre en 1953, Don Arribat permanecerá en esa casa hasta su muerte, el 19 de marzo de 1963.


Su vida es la encarnación de la expresión evangélica: "No he venido a ser servido, sino a servir" (Marcos 10,45). No se negó a ningún tipo de trabajo; más bien, él mismo buscaba los servicios más humildes. Debido a su disponibilidad para los trabajos de limpieza, los novicios le llamaban "El caballero de la escoba." Velaba a los enfermos durante toda la noche; durante la guerra, da a los hermanos en tránsito su habitación y su cama, al tiempo que él pasa la noche en un sillón o en la capilla. A él se le atribuyen curaciones milagrosas.


En todos sus cargos de responsabilidad, especialmente como director durante varios años y en diversas casas, el padre Arribat se muestra salesiano ejemplar: siempre presente en medio de los jóvenes alumnos, tanto en el patio como en la capilla, en la escuela dominical como en la enfermería; pasa desde el comedor al dormitorio, desde el confesionario al jardín: siempre atento a todo y a todos. Tiene un extraordinario respeto y gran delicadeza con todas las personas, sobre todo con los más pequeños y los pobres. Vigilia la casa, de la que se considera el "pararrayos", como si se tratara de un nuevo San José. Rostro abierto y sonriente, este hijo de Don Bosco no aleja a nadie. Mientras que su delgadez y su ascetismo recordaban la figura del santo cura de Ars, su dulzura y su sonrisa eran dignas de San Francisco de Sales. Su espiritualidad era cristocéntrica y marcadamente mariana, con una particular devoción a María Auxiliadora.


El don de la declaración de venerable del padre Arribat es una poderosa invitación a todos los hermanos a vivir con pasión educativa y apostólica la presencia entre los niños y los jóvenes, reconociendo en sus vidas los frutos y la acción del Espíritu, compartiendo sus problemas y sufrimientos e invocando para ellos la luz y el poder de Su presencia.


Para los directores es un modelo de fecunda paternidad espiritual, que reúne en la comunión y en el ministerio apostólico, mediante el ejercicio de una caridad atenta, disponible y generosa y de una autoridad que se convierte en un servicio humilde.


Para todos los miembros de la Familia Salesiana es un intercesor para implorar la gracia de vivir hoy la práctica del sistema preventivo con alegría, espíritu de sacrificio y de servicio.


Auguro a todos que podáis en verdad inspiraros en este ejemplo de santidad salesiana, conociendo su testimonio y pidiendo por su intercesión la gracia del milagro que abra el camino para su beatificación.



Roma, 16 de julio de 2014





P. Ángel Fernández A., SDB

Rector Mayor