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SALUDO DEL ARZOBISPO DE TURÍN, MONS. CESARE NOSIGLIA,

A LOS MIEMBROS DEL CAPÍTULO GENERAL DE LA CONGREGACIÓN SALESIANA

(Turín, del Arzobispado, 22 de febrero de 2020)


Queridos amigos, os doy las gracias por haber elegido Turín como sede del Capítulo General de la Congregación Salesiana. Aquí tenéis vuestras raíces y volvéis a reflexionar y a estar juntos en este lugar, santificado por la presencia de las reliquias de San Juan Bosco, en la Basílica que él quiso en honor de Nuestra Señora Auxiliadora, hace que sean aún más ricos en contenido espiritual, eclesial y pastoral los trabajos de estos días. La Iglesia de Turín debe mucho a vuestra Congregación y vive todavía hoy del espíritu salesiano, dejado como herencia por el Santo Fundador, que dirige en particular su compromiso con y hacia los jóvenes.


El tema del Capítulo es muy importante y decisivo para guiar su camino en el mundo de hoy: "¿Qué salesianos para los jóvenes de hoy? A este respecto quisiera recordar lo que el Papa Francisco, precisamente sobre este mismo tema, en su discurso pronunciado en la Basílica de Ma-ria Ausiliatrice, dio a toda la familia salesiana presente en su visita a Turín en 2015, con ocasión del bicentenario del nacimiento de San Juan Bosco.


El Papa subrayó que el ejemplo de Don Bosco sigue siendo muy actual y moderno y representa un punto de referencia fundamental para orientar la tarea educativa de cada salesiano hacia los jóvenes. Con ellos Don Bosco actuó con firmeza y constancia, entre obstáculos y trabajos, con la sensibilidad de un corazón generoso. No dio un paso, no pronunció una palabra, no emprendió una empresa que no tuviera por objeto la salvación de los jóvenes....". Realmente no tenía nada más en el corazón que las almas" (Constituciones Salesianas, 21). El carisma de Don Bosco nos lleva a ser educadores de los jóvenes poniendo en práctica esa pedagogía de la fe que se resume así: "evangelizar educando y educando evangelizando" (Directorio General para la Catequesis, 147). Se trata de evangelizar a los jóvenes, de educarlos a tiempo completo, partiendo de los más frágiles y abandonados, proponiendo un estilo hecho de razón, religión y bondad amorosa, universalmente apreciado como "sistema preventivo".


Por lo tanto, os animo a que continuéis con generosidad y confianza en las muchas actividades en favor de las nuevas generaciones: oratorios, centros juveniles, centros profesionales, escuelas y colegios. Sin olvidar a los que, en tiempos de Don Bosco, se llamaban "niños de la calle": eran sus predilectos, porque tenían tanta necesidad de esperanza, de ser formados a la alegría de la vida cristiana. Hoy la Iglesia se dirige a vosotros, hijos e hijas espirituales de este gran Santo, y os invita concretamente a salir, a volver a visitar siempre a los jóvenes donde viven: en las periferias de las metrópolis, en las zonas de peligro físico y moral, en los contextos sociales donde faltan muchas cosas materiales, pero sobre todo falta amor, comprensión, ternura y esperanza. Ir hacia ellos con la paternidad desbordante de Don Bosco.


El oratorio de Don Bosco nació del encuentro con los muchachos de la calle y durante un tiempo estuvo itinerando en los barrios de Turín. Proclamad a todos la misericordia de Jesús, haciendo "oratorio" en todos los lugares, especialmente en los más inaccesibles; llevando en vuestro corazón el estilo oratoriano de Don Bosco y alcanzando horizontes apostólicos cada vez más amplios. De la sólida raíz que puso hace doscientos años en el suelo de la Iglesia y de la sociedad han surgido muchas ramas: treinta instituciones religiosas viven el carisma, para compartir la misión de llevar el Evangelio a las fronteras de las periferias. El Señor ha bendecido este servicio al suscitar entre vosotros, a lo largo de estos dos siglos, un gran grupo de personas a las que la Iglesia ha proclamado santos y bienaventurados. Os animo a continuar por este camino, imitando la fe de los que os han precedido.


Queridos amigos, del patrimonio de experiencia que Don Bosco nos dejó, podemos extraer aún hoy algunos rasgos fundamentales de toda acción educativa: la autoridad del educador, la centralidad de la relación personal, la educación como acto de amor ("cuestión de corazón", como decía Don Bosco), la formación integral de la persona, la corresponsabilidad para la construcción del bien común. Lo que ha cambiado hoy, sin embargo, con respecto a su tiempo, de manera tumultuosa y rápida, son algunos puntos de referencia pasados, precisos y bien fundamentados, que la cultura y la sociedad moderna están poniendo en crisis, por eso se habla de una verdadera "emergencia educativa". Educar nunca ha sido fácil, pero hoy en día a muchos padres, maestros, sacerdotes, catequistas, educadores, les parece una tarea ardua y a menudo hasta imposible. Por otro lado, también hay oportunidades imprevistas para quien sabe cómo involucrarse con compromiso y responsabilidad y saben cómo manejar las relaciones educativas de manera nueva y atractiva, que saben enfrentar el problema sin temor, apoyados por la fe en Aquel que es el primer educador, Dios, que nunca abandona a quienes confían y se fian de Él. Sin embargo, es necesario ejercer un discernimiento equilibrado y sabio sobre las raíces profundas de la emergencia, para encontrar también las respuestas adecuadas al desafío.


Esto es lo que estáis llamados a afrontar cada día, tanto en los oratorios como en las escuelas profesionales y en todas aquellas áreas de servicio a los jóvenes que realizáis como salesianos. El Capítulo que viviréis, sostendréis y pondréis bajo la guía de María Auxiliadora, os permitirá afrontar este desafío y encontrar los caminos más adecuados para enfrentaros, siempre animados por la esperanza que Don Bosco nos ha enseñado y en la que ha apostado su fecundo apostolado con los jóvenes.



Cesare Nosiglia, Arzobispo de Turín






Trad.: don Rosario Salerno


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