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Mensajes del

XXV Capítulo General

1. EL XXV CAPÍTULO GENERAL A LOS

HERMANOS SALESIANOS


ACOJAMOS LA GRACIA QUE SE NOS HA DADO EN LA BEATIFICACIÓN DEL SALESIANO COADJUTOR ARTÉMIDES ZATTI


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Como miembros del XXV Capítulo General, damos gracias al Padre, que ha querido iluminar este Capítulo General con el don de la beatificación de tres miembros de la Familia Salesiana: Sor María Romero Meneses, el Señor Artémides Zatti y don Luis Variara.

Con especial insistencia, don Juan Vecchi llamó nuestra atención sobre Artémides Zatti, para que hiciéramos de él el signo de un compromiso renovado de toda la Congregación, reconociendo la actualidad de la vocación del Salesiano coadjutor y promoviendo su crecimiento, en fidelidad al espíritu de Don Bosco. En él —como en los Salesianos coadjutores mártires ya beatificados— se realiza, de hecho,

con un acento especial, aquel «alto grado» de la vocación salesiana ordinaria, que nos lleva a las raíces de nuestra misma consagración.

Son muchos los elementos de esperanza que nos invitan a poner con convicción un nuevo empeño en la promoción de la vocación del Salesiano coadjutor.

Los jóvenes que entran en nuestros noviciados con la idea de ser Salesianos laicos, muestran un gran aprecio por esta vocación. En todas partes, en el mundo salesiano, hay figuras de Salesianos laicos, que viven su vocación de forma gozosa y atrayente, expresando toda su plenitud en el complejo mundo de la comunicación, en la formación para el trabajo, en la solidaridad social, en la educación en la fe, en la audacia misionera, en la formación en la salesianidad.

Juan Pablo II –con ocasión de la beatificación del señor Artémides Zatti– ha puesto de relieve «su incesante y gozosa actividad», «su carácter jovial y su particular competencia, unidos a una disponibilidad sin límites»1.

En efecto, en los hermanos coadjutores se expresa, con una especial evidencia, el testimonio de una vocación salesiana que une en sí misma, mediante la caridad educativa y solidaria, los dones de la consagración y los de la laicidad. A las comunidades religiosas les recuerda los valores de la creación y de las realidades seculares; a las familias y a los seglares, los valores de la entrega total a Dios por la causa del Reino2. El Salesiano coadjutor se convierte así en protagonista de la nueva civilización del amor y de la vida, a la que aspira el hombre de nuestro tiempo.

Su especial relación con el mundo del trabajo hace de ellos los protagonistas de una aventura educativa en la que se promueve el encuentro entre sociedad civil y comunidad eclesial, valores seculares y anuncio cristiano, para que en todas partes, a través del trabajo, se vaya construyendo el hombre que Dios quiere.

Nuestra reflexión sobre la comunidad salesiana hoy ha confirmado, una vez más, en nosotros la convicción de que ésta es capaz de proponer con más claridad la vocación salesiana, cuando forman parte de ella Salesianos coadjutores y salesianos sacerdotes. No es posible un esfuerzo para la renovación comunitaria, que no se traduzca en un compromiso renovado para que toda comunidad salesiana pueda vivir la plenitud de su propia identidad, con la presencia de quienes, con dones diferentes y complementarios, revelan el rostro de Don Bosco.

Salesianos sacerdotes y Salesianos laicos contemplan juntos el rostro de Don Bosco, para presentarlo al mundo. Juntos viven su espíritu y perpetúan su misión al servicio de los jóvenes y del pueblo de Dios. Juntos, y en continuo diálogo entre ellos, cada uno se hace Salesiano más auténtico, porque se encuentra más arraigado en su propia identidad salesiana. Juntos suben al honor de los altares.

Con la presencia del Salesiano laico, la comunidad salesiana está completa y adquiere plena eficacia. Todos nosotros hemos experimentado la capacidad del hermano coadjutor para ser hombre de la comunidad, dispuesto a aceptar tanto las grandes responsabilidades como las pequeñas diaconías cotidianas, rico del gusto de la casa, capaz de construir relaciones sencillas y fraternas. «Los hermanos religiosos, en efecto, recuerdan de modo fehaciente a los mismos religiosos sacerdotes la dimensión fundamental de la fraternidad en Cristo»3.

El XXV Capítulo General nos invita a amar nuestras comunidades, siguiendo el ejemplo del Señor Zatti, que —citando todavía palabras de Juan Pablo II— manifestó «un servicio apasionado, competente y lleno de amor», tan «puntual en cumplir sus deberes comunitarios» como «completamente entregado al servicio de los necesitados»4. De él –auténtico constructor de comunidad- se dijo que

no era sólo médico, sino que sabía transformarse en «medicina», por la fuerza del trato evangélico que ofrecía a quien se le acercaba.

Los hechos recordados nos animan y nos impulsan a llevar a la práctica en cada Inspectoría el compromiso renovado, extraordinario y específico, por la vocación del Salesiano coadjutor, especialmente en la pastoral juvenil y en la Familia Salesiana.

Se siente vivamente el deseo de dar a esta vocación una mayor visibilidad en el mundo de la educación y de la promoción humana, en los foros y en los encuentros juveniles, en las iniciativas que pretenden dar a conocer la vocación salesiana, en los equipos y en los consejos donde, en distintos grados, se proyecta y anima la vida y la misión de los hijos de Don Bosco.

La memoria litúrgica del beato Artémides Zatti, que comenzaremos a celebrar el 15 de marzo, y la Jornada mundial anual de la Vida Consagrada, están llamadas a ser —para toda comunidad educativa — ocasión de testimonio y de oración, para que esta vocación siga floreciendo para el bien de los jóvenes y para el desarrollo pleno del espíritu de Don Bosco.

Mientras os escribimos este mensaje, con el corazón todavía lleno de entusiasmo por la experiencia de gracia vivida estos días, pedimos la ayuda de vuestra oración para que sea eficaz el empeño renovado de la Congregación, al servicio de la vocación del Salesiano laico.


Los CAPITULARES del XXV Capítulo General

Roma, 15 de abril de 2002.



2. MENSAJE DEL XXV CAPÍTULO

GENERAL A LA FAMILIA SALESIANA


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Queridos hermanos y hermanas:

Al acabar nuestro XXV Capítulo General, queremos haceros llegar un saludo particular y un sentido ¡Gracias! a cada Grupo y a cada miembro de la Familia Salesiana.

Os estamos muy agradecidos por los mensajes y las aportaciones que nos habéis enviado, por habernos acompañado con la oración, por haber seguido con interés el desarrollo del Capítulo y por haber manifestado vuestra alegría y vuestra felicitación más cordial al nuevo Rector Mayor, que es para todos nosotros el sucesor de don Bosco.

La fiesta de las Beatificaciones, que acabamos de vivir juntos, representa un momento significativo de reconocimiento por parte de la Iglesia. Los nuevos Beatos —una hermana, un coadjutor y un sacerdote — hermanados por una misma vocación y por un mismo coraje apostólico, son para toda la Familia Salesiana una fuerte llamada a la santidad de vida.

Durante nuestras reflexiones capitulares, hemos tenido presentes vuestras aportaciones y expectativas sobre la comunidad salesiana: esperamos que en el documento final podáis encontrar respuestas a vuestros deseos. Las peticiones más apremiantes que nos habéis dirigido en vuestros mensajes estimulan nuestra capacidad de ser guías espirituales y nuestra disponibilidad para acogernos recíprocamente, como hermanos y hermanas, con el fin de ofrecer a los jóvenes una educación válida y de testimoniar el Evangelio en la sociedad actual. Esto ciertamente nos sirve de ayuda al compartir con vosotros la riqueza espiritual del carisma de Don Bosco.

En el texto capitular hemos expresado, de diferentes formas, nuestro propósito de trabajar en red y de crecer juntos. La compleja realidad del mundo en que vivimos nos acucia a compartir cada vez con mayor profundidad y corresponsabilidad la espiritualidad que Don Bosco nos confió y la misión juvenil popular a la que estamos llamados.

Conscientes de nuestra particular responsabilidad para con la Familia Salesiana, de la que Don Bosco es Padre y guía, queremos trabajar juntos para el crecimiento de las vocaciones en los distintos Grupos, testimoniando la autenticidad de espíritu y

la comunión de corazones.

El tema vocacional preocupa a todos los Grupos de la Familia. Nosotros, por nuestra parte, hemos querido dedicar una atención especial a la vocación del Salesiano coadjutor, figura original y esencial de nuestro carisma.

En la realización de la misión que nos aúna, muchos de nosotros estamos comprometidos en la educación y en la evangelización de los jóvenes y del pueblo. En escuelas, oratorios, obras sociales, centros para muchachos en dificultad, parroquias y otras realidades, trabajamos y nos formamos juntos para servir cada vez mejor a nuestros destinatarios. En la formación que compartimos ponemos nuestra fuerza y nuestra esperanza. Con la práctica del Sistema Preventivo nos haremos capaces de ser, en la sociedad y en la Iglesia, una propuesta significativa en el campo educativo. En estos últimos años hemos puesto gran confianza en los seglares, como auténticos colaboradores y protagonistas: ahora estamos asistiendo a la expansión de un movimiento seglar salesiano en todo el mundo.

Nuestro Capítulo, reflexionando sobre la comunidad salesiana hoy, ha confirmado el compromiso ineludible de crecer en fraternidad y en testimonio de vida. El vivir y trabajar juntos como hermanos, según el mismo carisma, quiere ser la meta y el resultado de la vida en comunidad, donde el amor fraterno aparezca visible y fuerte. Esta fuerza contagiosa beneficiará a toda la Familia Salesiana, que sabrá enriquecerse mutuamente para dar vida a una auténtica comunión de hermanos y hermanas, según el corazón de Don Bosco.

Nos une también con fuerza el testimonio evangélico, cuya última finalidad es la de llevar el Evangelio de Cristo a los jóvenes y al pueblo. No nos sentimos solos en este compromiso. La comunión en el mismo carisma y la misma complejidad de la evangelización nos obligan hoy a programar y a trabajar juntos. Aquí está la gran riqueza de la Familia Salesiana: viviendo experiencias diferentes, podemos leer la realidad desde puntos de vista diversos y con acentuaciones carismáticas peculiares, que ponemos en común a beneficio de todos. El Sistema Preventivo de Don Bosco es nuestro patrimonio común al proyectar la educación y la evangelización. De este modo, podemos llegar a nuestros destinatarios con la misma intencionalidad educativa y con intervenciones complementarias, unidos

por el mismo espíritu.

Construimos así una Familia viva, que obra en sintonía y en convergencia para lograr una meta común. Dejándonos, además, guiar por todo lo que hemos expresado en la «Carta de comunión» y en la «Carta de la misión», nos encontramos todos implicados en la única misión de Don Bosco, con nuestras

originales manifestaciones, pero unidos entre nosotros formando un vasto movimiento salesiano.

De esta manera, nuestra entrega será también fruto de cuanto recibimos unos de otros, conscientes de que «hay más alegría en el dar que en el recibir » (Hechos, 20, 35).

Gozamos juntos de la protección de la Auxiliadora, Madre de nuestras comunidades y de los Grupos, cuya devoción se va difundiendo cada vez más en todo el mundo, gracias a los miembros de la Familia. Con confianza la invocamos para que bendiga a cada uno de nosotros, a cada Grupo y a todos los colaboradores con sus familias. En sus manos ponemos el futuro de la Familia espiritual, que tanto apreciamos.

Y, como Capítulo, invocamos para todos la bendición del Señor por intercesión de la Auxiliadora,de Don Bosco, de los nuevos Beatos y de todos los

Santos salesianos.


El RECTOR MAYOR y los CAPITULARES

del XXV Capítulo General


Roma, 18 de abril de 2002.


3. MENSAJE A LOS JÓVENES


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Reunidos en Roma,

procedentes de todos los Continentes,

nosotros, Salesianos de Don Bosco,

os escribimos a vosotros, Jóvenes,

porque sois la razón de nuestra vida.


Convencidos de la palabra del Señor:

«Amaos los unos a los otros como Yo os he amado»,

nos hemos interrogado cómo mejorar

nuestra vida de comunidad.

Creemos que la renovación de nuestro

«vivir y trabajar juntos»

es un gran don para vosotros como

lo es para todos nosotros;

y deseamos que lo sepáis leer como signo

de esperanza

en vuestro empeño por superar las divisiones,

por buscar la justicia sin caer en el odio,

para ofrecer a todos ayuda y perdón.


Queremos estar con vosotros y para vosotros

en las situaciones de pobreza,

en los dramas de la guerra,

en los conflictos que dividen

y dondequiera que se encuentra amenazada la vida

y obstaculizado su crecimiento.

Estamos con vosotros en la búsqueda del Amor,

que da sentido pleno a la vida

y produce felicidad.


Juntos

queremos ser

«centinelas de la aurora»,

mensajeros de paz,

constructores de una nueva humanidad,

sacando fuerzas de la Pascua del Señor.


Queremos deciros que

las puertas de nuestros corazones

y de nuestras casas

están siempre abiertas para vosotros.


Los SALESIANOS

del XXV Capítulo General


Roma, 20 de abril de 2002.




4. LLAMADA PARA SALVAR A LOS JÓVENES DEL MUNDO


ANTES DE QUE SEA DEMASIADO TARDE,

SALVEMOS A LOS JÓVENES, EL FUTURO DEL MUNDO


«A los muchachos hay que tomarlos en serio; si no, los tendremos contra nosotros o lejos de nosotros. No podemos abusar de su buena voluntad: si piden pan, les damos pan; pero si piden instrucción y formación, no podemos hacer como si aquí no pasara nada.»

(Don Juan E. VECCHI, 8º sucesor de Don Bosco)


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Los Salesianos de Don Bosco vivimos y trabajamos en 128 naciones, en contacto directo con miles y miles de jóvenes, muchachos y muchachas. Como representantes de todos los Salesianos, nos hemos reunido en asamblea mundial y no podemos callar para declarar enérgicamente que no se puede diferir ya más el compromiso de luchar con todas las fuerzas a favor de los jóvenes.

Dirigimos nuestras palabras a los que tienen responsabilidades respecto a los jóvenes:

  • a los Responsables de la Política y de la Economía, en todas las naciones y en el ámbito internacional;

  • a las Instituciones humanitarias, a las ONG, a las Asociaciones de Voluntariado;

  • a las Iglesias y a las Instituciones religiosas;

  • a las familias;

  • a los que gestionan y trabajan en los medios de comunicación;

  • a las agencias educativas.

En todas las partes del mundo constatamos no sólo la humillación de la pobreza en la que se ven obligados a vivir millones de muchachos, sin familia, sin casa, sin futuro; sino también y mucho más, la explotación de los menores, hechos esclavos al servicio de un mundo de adultos demasiadas veces insensible e irresponsable, artífice de estructuras de exclusión. ¡Son tantos millones los muchachos pobres! La pobreza puede ser vencida. Pero existe también un derecho al respeto de la dignidad de quien es pobre. En cambio, vivimos en un mundo de adultos que se ensaña con el pobre y lo humilla, impidiéndole toda perspectiva de futuro. Estamos convencidos de que en la raíz de tantas pobrezas no hay causas naturales, sino injusticias evidentes, fruto de una visión que todo lo reduce a lo estrictamente económico.

La lista de las plagas del mundo juvenil es ampliamente conocida: trabajo de menores, muchachos que viven día y noche en la calle, prostitución de menores, pedofilia, violencia y explotación de los jóvenes, evasión escolar, difusión del SIDA, analfabetismo, desocupación, droga y alcoholismo, emigración forzosa, niños soldados, corrupción, bandas juveniles…: fenómenos todos en aumento, que cierran cualquier posibilidad de futuro a naciones enteras, muchas de las cuales se encuentran aplastadas por la deuda externa. Destrozar a los muchachos y a los jóvenes significa impedir completamente el futuro de una nación y del mundo entero.

Nosotros, Salesianos, hemos heredado de Don Bosco el compromiso de dar la vida por el desarrollo y la educación de los jóvenes. Urge investir muchos recursos en ello.

Más de una vez, Don Bosco (1815-1888), al pedir dinero a las personas pudientes para educar a sus muchachos pobres, usó palabras fuertes: o abrimos hoy espontáneamente la bolsa para ayudar a estos jóvenes, o mañana vendrán a robaros vuestros bienes con el cuchillo al cuello y el revólver en la mano.

Nos confortan también las palabras de don Juan E. Vecchi, el 8º sucesor de Don Bosco, que recientemente lanzó un «j’accuse» a instituciones políticas y económicas poco atentas o directamente culpables respecto de los jóvenes.

Estamos de la parte de los jóvenes, porque nosotros —como Don Bosco— confiamos en ellos, en su voluntad de aprender, de estudiar, de salir de la pobreza, de asumir su propio futuro; pero vemos que se encuentran imposibilitados de hacerlo, porque demasiados adultos están culpablemente ausentes en los asuntos que les afectan; no sólo no quieren saber nada de investir para ellos, sino que incluso los explotan.

Estamos de la parte de los jóvenes, porque creemos en el valor de la persona, en la posibilidad de un mundo diverso, y sobre todo en el gran valor del compromiso educativo.

Nos sorprende positivamente que los mismos hombres del dinero (el Fondo Monetario Internacional y la Banca Mundial) hayan declarado que la única solución es la Educación.

Estamos convencidos de que es urgente que las Instituciones destinen muchos recursos, dinero y atenciones a la EDUCACIÓN DE LOS JÓVENES: a su protección, a la defensa contra los peligros, a la prevención, a promover su protagonismo. Educar a los jóvenes es el único modo para preparar un futuro positivo para el mundo entero.

¡Globalicemos todos juntos el compromiso por la educación! Éste es un compromiso que deben asumir todos los hombres y las mujeres que se preocupan responsablemente del futuro de sus propios hijos y de todos los jóvenes del mundo.

A una globalización de tipo económico tratemos de responder con una globalización de tipo educativo, que dé fuerza y esperanza al mundo juvenil.


El RECTOR MAYOR

y 231 representantes de los

SALESIANOS DEL MUNDO


1 Audiencia del lunes 15 de abril de 2002.

2 Cf. CG24, 154.

3 VC 60

4 Homilía de la Misa de la Beatificación