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PERFIL DEL SALESIANO HOY

¿Qué tipo de Salesiano para los jóvenes de hoy?





RECONOCER

Se les abrieron los ojos y lo reconocieron (Lc 24,31)



UN MUNDO EN LLAMAS

"Estase ardiendo el mundo... ¿qué estamos haciendo al respecto?"i

Estas palabras son tan actuales hoy como cuando las pronunció santa Teresa de Ávila en 1577. Viviendo en el momento de la Reforma, de los cambiantes paisajes políticos y religiosos, ¿cómo respondió ella? Encendiendo otro fuego, reuniendo alrededor de ella mujeres que vivieron una vida de contemplación a través del desarrollo de la amistad con Cristo.

¿Qué tipo de carmelita estaba buscando?

"Mujeres decididas, tan decididas como para asustar a los hombres", después de todo, escribe, "fueron las mujeres las que permanecieron fieles al pie de la cruz cuando la mayoría de los hombres habían huido"ii. Sabía que necesitaban de esta perseverancia y resistencia para tomar en serio el camino interior de la oración contemplativa, entendida como amistad con Cristo. Esta comprensión teresiana de la oración, como amistad con Cristo, es la base de una comprensión salesiana de la oración como de corazón a corazón. San Francisco de Sales habla de Dios como "un amigo de nuestro corazón"iii y Don Bosco vive los Ejercicios Espirituales como "una serie de meditaciones e instrucciones que nos llevan a la amistad de Dios"iv. Esta amistad con Cristo es la que estamos llamados a cultivar y compartir con los jóvenes.


Estase ardiendo el mundo: nosotros también vivimos en tiempos difíciles donde, en el mundo occidental, se ha abierto una grieta inquietante entre la cultura contemporánea y nuestra tradición de fe cristiana, descrita por san Pablo VI como "el drama de nuestro tiempo"v. Esto es eminentemente cierto en la ruptura entre la visión y la cultura religiosa que hemos heredado y la experiencia que viven muchos jóvenes en la actualidad. Vivimos en una época de cambios rápidos, de secularización e incertidumbre. Muchos países que fueron antiguos bastiones de los valores cristianos han sufrido un cambio tan rápido que "hay un profundo rediseño de nuestro panorama moral"vi. Los recientes incendios amazónicos capturan vívidamente las amenazas a nuestro mundo actual: cambio climático, desplazamiento de personas, refugiados, inestabilidad política, limpieza étnica, guerras, persecuciones religiosas.


Reconociendo esto como el mundo de los jóvenes de hoy, nos preguntamos:


¿Qué tipo de Salesianos para los jóvenes de hoy?


MANSEDUMBRE Y CARIÑO

Si la "determinación" era la calidad más alta requerida a las carmelitas para perseverar en el camino de la contemplación, ¿qué es lo fundamental para nosotros Salesianos? Volvamos al sueño de nueve años: "No con golpes, sino con la mansedumbre y con la caridad deberás ganarte a estos tus amigos"vii. El rasgo distintivo de la espiritualidad salesiana es la mansedumbre y el cariño. (Trabajando en la comisión precapitular, busqué palabras en los documentos recibidos de las inspectorías y solo encontré una referencia a la mansedumbre. Me pareció muy interesante). Como Salesianos ¿estamos arraigados en la mansedumbre y en el cariño o hemos sido desarraigados? No olvidemos los propósitos de Don Bosco antes de la ordenación: "La caridad y la dulzura de san Francisco de Sales me guíen en todo"viii. Elige específicamente a san Francisco de Sales como patrono "porque los que pretendan dedicarse a este género de ocupación deben proponerse a este Santo como modelo de caridad y buenos modales"ix. Aquí vemos cómo hay una afinidad espiritual entre los dos grandes santos, una afinidad que gira en torno a la mansedumbre y el cariño. Don Bosco está en resonancia con San Francisco de Sales, lo que explica que no es una elección arbitraria sino un discernimiento de los espíritus, que revela ese elemento carismático que pertenece específicamente al carisma Salesiano.


Como nos recuerda san Francisco de Sales: "No hay nada tan fuerte como la dulzura y nada tan dulce como la verdadera fuerza"x. Así, más tarde, en el sueño, cuando María aconseja al joven Bosco, le dijo: "Hazte humilde, fuerte, robusto”. Al hacerlo, nos enseña el vínculo entre la mansedumbre y la humildad. Es simplemente una elaboración de la mansedumbre salesiana que se inspira en Jesús como "manso y humilde de corazón" (Mt 11,29). Declara san Francisco de Sales:

"Nuestro Señor había fundado su doctrina en estas palabras: Sed mis discípulos porque soy manso y humilde de corazón. ¿Por qué Dios nos atrae? Porque es amable: el espíritu de dulzura es el Espíritu de Dios"xi.


La mansedumbre salesiana (douceur) es el espíritu de las bienaventuranzas, un don del Espíritu que nos permite vivir imitando la humildad y la mansedumbre de Jesús. ¡No es, como a veces se malentiende, una forma de ser amable! Tal mansedumbre requiere dominio de sí y disciplina, porque exige que "suprimamos los movimientos de ira, que seamos amables, cordiales y llenos de mansedumbre hacia todos, que perdonemos a nuestros enemigos y suframos desprecio". Es la mansedumbre de las Bienaventuranzas. Por tanto, no sorprende que san Francisco de Sales concluya que tal mansedumbre "es difícil, especialmente para aquellos que no son personas de gran oración"xii. Si hay una falta de mansedumbre en nuestras comunidades, entre los jóvenes y nuestros colaboradores, ¿no podría ser esto un reflejo de la falta de oración? Simplemente planteo la pregunta. Como Salesianos, estamos llamados a ser amables, humildes y fuertes. ¿Es esto posible sin oración? En resumen, la mansedumbre es una sintonía de nuestra voluntad con Jesús, que es manso y humilde de corazón. Don Bosco nos escribe:

¡Cuántas veces, hijos míos, durante mi larga, experiencia, muchas veces, he tenido ocasión de convencerme de esta gran verdad! [Que] es más fácil enojarse que aguantar; amenazar a un chico que persuadirlo… Debemos ser firmes pero amables y pacientes con ellos… Este era el modo de obrar de Jesús con los apóstoles, ya que era paciente con ellos. Soportó su ignorancia, su rudeza e incluso su infidelidad. Trataba a los pecadores con una amabilidad y un afecto que era motivo de admiración para unos, de escándalo para otros, pero también ocasión para que otros esperaran la misericordia de Dios. Por esto, nos mandó que fuésemos mansos y humildes de corazónxiii.


¿Cómo serían nuestras comunidades salesianas si la mansedumbre reinara sobre la ira? ¿Cómo sería nuestra relación con los jóvenes si se caracterizara por una mansedumbre sin abusos verbales o sin ira incontrolada e irreflexiva? ¿Cómo sería nuestra cooperación con los seglares sin arrebatos de ira o agresiones pasivas? Hagamos nuestra la oración de san Pablo por los Salesianos de hoy:

Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor (Ef 4,2).






INTERPRETAR

Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo (Lc 9,35)


¿Qué tipo de Salesianos para los jóvenes de hoy?

Si os esperáis una respuesta a la pregunta, ¡quedaréis decepcionados! ¡Como buenos irlandeses, respondemos a las preguntas haciendo más preguntas! Reflexionando sobre los datos recibidos de las inspectorías sobre el perfil de los Salesianos de hoy, la comisión observó una doble tendencia o tentación:

1) Presentar una visión idealizada del Salesiano como una especie de superhombre, un ideal imposible que ninguno podría alcanzar;

2) o, presentar una imagen bastante negativa que parecería subrayar nuestros fracasos y la incapacidad de vivir a la altura del ideal.

Como nos recuerda san Francisco de Sales, la verdad no está en los extremos -debemos tener una perspectiva equilibrada que deriva de la humildad que busca la verdad-, la verdad es que tenemos virtudes y defectos, Dios nos ha bendecido con dones para su servicio, pero siempre hay espacio para que desarrollemos y usemos más estos dones.


No olvidemos que la pregunta:

¿Qué tipo de Salesianos para los jóvenes de hoy?

no se dirige a nosotros como individuos sino, sobre todo, como Salesianos a quienes se les ha confiado una misión comunitaria para los jóvenes. "A cada uno de nosotros Dios lo llama a formar parte de la Sociedad Salesiana... (cada uno) pone su persona y sus cualidades al servicio de la vida y la acción común (Const. 22) ... La caridad fraterna, la misión apostólica y la práctica de los consejos evangélicos son los vínculos que forjan nuestra unidad y robustecen continuamente nuestra comunión. Formamos así un solo corazón y una sola alma, para amar y servir a Dios y ayudarnos unos a otros" (Const. 3 y 50). La pregunta nos interpela como Salesianos que vivimos, trabajamos y rezamos juntos en comunidad. ¡No es una pregunta que busca al Salesiano ideal (que no existe de ningún modo), ni a un Salesiano superhombre; tampoco nos pide que tomemos un selfi Salesiano! La pregunta no concierne a la imagen, al modo en que nos vemos nosotros mismos o al modo como nos ven los otros. Esta pregunta es una pregunta sobre nuestra identidad como Salesianos. Me parece que hay un triple subrayado en esta pregunta: Salesianos, jóvenes, hoy.


Volvamos ahora a la pregunta: ¿qué tipo de Salesianos para los jóvenes de hoy?

¿Lo estamos preguntando a los jóvenes? ¿Lo estamos preguntando a nuestros colaboradores y miembros de la Familia salesiana? ¿Nos lo preguntamos a nosotros mismos? Hay muchas respuestas y expectativas diferentes, pero ¿qué pasa con Dios? Sinceramente, creo que esta pregunta cambia significativamente cuando la dirigimos a Dios y le preguntamos:

Señor, ¿qué tipo de Salesianos para los jóvenes de hoy?

Al principio, puede parecer que solo estoy jugando con palabras, pero cambia nuestra atención considerablemente cuando nos dirigimos al Señor con esta pregunta. ¿Por qué? Porque la atención ya no está en nosotros mismos. Devolvemos el centro a Dios y estamos invitados a escuchar y reflexionar, como María, para que sea Él quien nos enseñe. No se nos pide que encontremos la respuesta, se nos pide que recibamos la respuesta de Él. Nos sitúa, como María, en la posición de receptividad donde buscamos y nos rendimos a su voluntad. Al igual que Don Bosco, a quien por la intercesión de María se le mostró la respuesta en su sueño de nueve años: "este es su campo de trabajo, hazte humilde, fuerte y robusto... etc. también nosotros, como Salesianos de hoy, necesitamos recibir nuestra misión del Señor. No hay duda de que se expresarán muchas opiniones durante el Capítulo, pero esperamos llevar estos puntos de vista a la oración para que el Señor nos sorprenda con su perspectiva.



Señor, ¿qué tipo de Salesianos para los jóvenes de hoy?


¿Qué espera Dios de nosotros? ¿Sabemos qué quiere Dios que seamos? ¿Dejamos que Dios nos muestre su campo de trabajo como lo hizo con el joven Bosco? Cuando hago esta pregunta en oración, Señor, ¿qué tipo de Salesianos para los jóvenes de hoy? No puedo obtener una respuesta, pero en cambio, recibo una invitación: Ven a mí. Esto tiene sentido porque si queremos aprender de Jesús, manso y humilde de corazón, primero debemos responder a su invitación: "Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré" (Mt 11,28). Solo entonces podemos aprender de él. ¿Responder a la invitación del Señor es el primer paso no negociable para descubrir qué tipo de Salesianos para los jóvenes de hoy? Cuando permanezco con esta invitación -Ven a mí- sigue una invitación más profunda -Permanece en mí- "Permaneced en mí y yo en vosotros" (Jn 15,4). Solo si somos fieles a esta invitación, como Don Bosco, descubriremos que "con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos" (Jn 15,8).


Bíblicamente, me parece que siempre hay un paso que dar antes de que podamos ver o reconocer. Este paso es escuchar la Palabra de Dios. Si contemplamos a los dos discípulos de Emaús, que están desanimados porque esperaban y sus expectativas no se habían cumplido, no pueden ver o reconocer al Señor. Solo cuando entablan conversación con él, escuchan la Palabra, lo escuchan y luego "se les abrieron los ojos y lo reconocieron" (Lc 24, 31). En resumen, necesitamos escuchar antes de poder ver; necesitamos escuchar la Palabra, solo entonces podemos interpretar y entender.


APRENDER A ESCUCHAR


Si no os convertís y os hacéis como niños,

no entraréis en el reino de los cielos (Mt 18,3)

Para nosotros, Salesianos, siguiendo los pasos de Don Bosco, el mundo de los jóvenes es un lugar privilegiado donde encontramos a Dios. Es nuestra 'zarza ardiente' donde Dios se nos revela, pero como Moisés, debemos quitarnos las sandalias, alejarnos de nuestras cosas para ver a Dios haciendo algo nuevo, "voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable". Al igual que Moisés, debemos dejarnos atraer por Dios, para tener una sensación de asombro. Por eso es tan importante para nosotros escuchar a los jóvenes, pero -todavía más importante- debemos escuchar lo que Dios nos dice a través de ellos.


Son los jóvenes, especialmente los pobres y los más necesitados, los que nos enseñan a ser como niños. Si queremos "experimentar un cambio de corazón" y "volvernos como niños", entonces debemos aprender a recibir de Dios. A nuestro Dios le gusta dar. Revisemos ahora la pregunta desde una perspectiva completamente diferente. Y si Dios nos hiciese la pregunta:


Hermanos Salesianos, ¿qué queréis que os dé hoy?


¿Qué pedirías? Esta es la misma pregunta que Dios le hace a Salomón: "Pídeme lo que deseas que te dé" (1 Re 3,5). Me pregunto cuántos de nosotros responderíamos como Salomón: Concede, pues, a tu siervo, un corazón atento (un corazón que escuche) para juzgar a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal (1 Re 3,9). Sin este "corazón que escucha" no podremos entrar en el reino del Espíritu; sin este "corazón que escucha" no podremos ver el plan de Dios, porque si no escuchamos la Palabra, no veremos y nuestros ojos no podrán abrirse.


Ya hemos escuchado varias voces durante nuestros capítulos inspectoriales, pero Dios nos invita ahora a escucharlas aún más profundamente en este Capítulo General. Es una "provocación" para cada uno de nosotros. Es la voz del Espíritu que nos insta a hacernos preguntas, "examinar nuestras obras", a "revisar", a "arrepentirnos y convertirnos". "El que tenga oídos, oiga lo que Espíritu dice". Es el Espíritu quien también nos habla y nos invita a escuchar (cf. Ap 2, 1-29)xiv.


María, Esposa del Espíritu Santo, que nos ha sido dada como madre y maestra, es nuestro ejemplo. Nos enseña a prepararnos para recibir un "corazón que escucha", porque ha meditado todas estas cosas en su corazón. Oremos para que, por la intercesión de María, recibamos la sabiduría del Espíritu Santo para guiarnos a medida que vamos sacando de su (nuestro) tesoro lo nuevo y lo antiguo" (Mt 13,52).

Es interesante notar que Salomón recibe su "corazón que escucha" cuando duerme; san José descubre la voluntad de Dios y cambia sus planes cuando un ángel lo visita mientras duerme. Tenemos innumerables ejemplos de Dios revelándose a Don Bosco en sus sueños mientras duerme. ¡Tal vez deberíamos pasar menos tiempo hablando y más tiempo durmiendo en este Capítulo! Me parece que cuando dormimos, ofrecemos menos resistencia a Dios. A veces son precisamente nuestras palabras y discusiones las que obstaculizan lo que Dios quiere decirnos. Un "corazón que escucha" nos permite dejar a un lado nuestras agendas para recibir la dirección de Dios. Si y cuando escuchamos a Dios, el guion cambia. Ya no vamos de acuerdo con nuestras expectativas, sino que descubrimos que Dios nos ofrece posibilidades aún mayores de las que podríamos haber imaginado. Posibilidades que nunca han estado en nuestro guion original.


Cuando hablamos ya sabemos lo que queremos decir, pero cuando realmente escuchamos, cambiamos, porque podemos aprender algo nuevo. La espiritualidad salesiana nos ofrece el siguiente desafío: ¿Escucha para responder o para comprender? Como nos recuerda el Papa Francisco:

Sólo quien está dispuesto a escuchar tiene la libertad para renunciar a su propio punto de vista parcial o insuficiente. Así está realmente disponible para acoger una llamada que rompe sus seguridades pero que lo lleva a una vida mejor, porque no basta que todo vaya bien, que todo esté tranquilo. Dios puede estar ofreciendo algo más, y en nuestra distracción cómoda no lo reconocemos”.xv


ELEGIR

Su madre dice a los sirvientes: «Haced lo que él os diga» (Jn 2,5).


María es capaz de dirigir a los sirvientes gracias a su "corazón que escucha". Es capaz de reflexionar sobre los acontecimientos de la vida, ver y responder con compasión a los esposos que lo necesitan, y dirigir a los sirvientes a su Señor y Maestro. Es el mismo patrón del sueño de Don Bosco cuando Ella le muestra su campo de trabajo. Como Don Bosco, también nosotros estamos invitados por Ella a cultivar un "corazón que escucha" y discernir el plan de Dios para nosotros. Este período de espera puede ser difícil para nosotros Salesianos, que nos gusta estar activos. Sin embargo, es un paso esencial en el proceso de discernimiento y esperar en este lugar donde no lo sabemos. En este lugar "no deseamos nada, no pedimos nada, no rechazamos nada" (San Francisco de Sales). Sin embargo, después de recibir las sugestiones del Espíritu Santo, nuestro corazón que escucha, como María, comienza a ver y estamos invitados a responder con compasión. Nuestra espera se convierte en acción con el mismo celo que el amante del Cantar de los Cantares que "recorrerá el camino del amado": la espera ansiosa es sustituida por hacer la voluntad de Dios.


Volvamos a un episodio en la vida de Jesús. Los discípulos se acercan a él y le dicen: "¡Todo el mundo te busca!" ¿Cómo responde? No de la manera que esperan: “Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido”. ¿Por qué no se queda solo con ellos que acaban de recibir la buena noticia? La respuesta está en lo que hizo antes de responder a sus discípulos: "Se levantó de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar" (Mc 1,35). Es la oración al Padre lo que le permite a Jesús tener "un corazón que escucha", discernir la voluntad del Padre y dejarse conducir a la misión de su Padre. Quizá nosotros, Salesianos, nunca deberíamos usar la palabra discernimiento sin que sea precedida por la palabra orante. Después de todo, el discernimiento no es solo argumentos razonados. Recopilar información, comprender el contexto, escuchar y analizar la situación de los jóvenes, es importante, pero no basta. No podemos alcanzar el plan de Dios para nosotros en un nivel puramente racional de reflexión y discusión. Se requiere la oración, en particular, la oración contemplativa de la cual nace nuestra misión. El discernimiento es siempre, para nosotros, un discernimiento orante.


DISCERNIMIENTO ORANTE


La fidelidad a la oración permitió a Don Bosco regresar a su corazón y discernir las inspiraciones que el Espíritu de Dios inspiró en él. El sueño recurrente del Pastor fue un hito en su espiritualidad, pero también tres años después de la ordenación, en el último año del Convitto, alimentó el deseo de ingresar en los Oblatos de María Inmaculada y dedicar su vida a la predicación de los Ejercicios Ignacianosxvi. Julio Barberis señala que presentó este plan a Don Cafasso para el discernimiento y que este rechazó completamente su propuesta. Don Bosco lo vivió como "un golpe terrible". Pero Don Cafasso, que además era hombre de oración, sintonizó con la inspiración más profunda de Don Bosco, que se había manifestado en sus sueños.


Mucho antes, en su primer año de filosofía, Don Bosco le había contado a Don Cafasso un sueño que lo había dejado perplejo. Se vio a sí mismo “vestido de sacerdote en una sastrería, pero no cosía prendas nuevas, sino que remendaba ropa estropeada”xvii. Don Bosco había comunicado a Don Cafasso su "inclinación" a trabajar con los jóvenes como "un estímulo interno": me siento inclinado a trabajar para los chicos... "En este momento me parece estar en una multitud de chicos que me piden que los ayude"xviii. Al escuchar este "impulso interno" o "voz", Don Cafasso se da cuenta de que Dios lo llama a una misión específica (no a los Franciscanos ni a los Oblatos de María Inmaculada). El simbolismo de reparar ropa vieja no se pierde en Don Cafasso, quien claramente ve en eso su llamada a la juventud pobre y abandonada.


No compliquemos las cosas. Es bastante simple. Está muy claro que Don Bosco participa en la misión del Buen Pastor: buscaré “la oveja perdida, recogeré a la descarriada; vendaré a las heridas; fortaleceré a la enferma" (Ez 34, 16). Es el Señor mismo "que nos consagra con el don de su Espíritu y nos envía a ser apóstoles de los jóvenes" (Const. 3).


CONTEMPLATIVOS EN LA ACCIÓN


Si me lo permitís, compartiré con vosotros un testimonio personal. Después de mi primer año como inspector, recuperé los ejercicios espirituales anuales "dirigidos". (Por cierto, recomiendo encarecidamente los ejercicios espirituales dirigidos, además de nuestros ejercicios salesianos, como una opción que sería extremadamente útil para la formación permanente). Sin embargo, no mucho después de los ejercicios espirituales dirigidos, me inquietó la siguiente pregunta:

¿Me había convertido más en sirviente que en amigo de Dios?


Después de unos días de retiro, como me costaba mucho entrar en una manera más contemplativa, salí a caminar por la orilla del mar. Vi a un perro en la playa, que venía en mi dirección y arrastraba a su desafortunado dueño detrás de él. Continuó su viaje, pero me quedó esta idea: quizás ¿había sido como este perro la mayor parte de mi primer año como inspector? Continué nutriendo este pensamiento durante mi viaje a casa: había mucho más agradable cuando tenía el viento detrás de mí empujándome. De repente, un pequeño grupo de gaviotas se me apareció deslizándose sin esfuerzo justo por encima de la cabeza. Las admiraba y las envidiaba. Qué fácil era para ellas dejarse capturar por la brisa y dejarse llevar. Qué diferencia en comparación con el perro jadeando con una correa. El contraste tuvo su efecto en mí. Había pasado la mayor parte de mi primer año tratando de hacer que las cosas sucediesen, pero la laboriosidad no garantizaba que estuviese haciendo la voluntad de Dios. No tiene sentido batir frenéticamente las alas o tirar de la correa si vas en la dirección equivocada. Esto me causó las siguientes preguntas:

¿Estoy realmente siguiendo al Señor o estoy corriendo por delante,

pidiéndole al Señor que me siga?

¿De quién es el reino que se está construyendo? ¿De quién son los planes que se están realizando?


Inmediatamente entendí que tenía que salir del pasillo-rodante del activismo Salesiano en el que estaba buscando hacer que las cosas sucediesen y, en cambio, aprender a tomar la brisa del Espíritu y dejar que se hiciese la voluntad de Dios. Para que esto sucediera, tenía que tomar una decisión: dar prioridad a dos períodos de meditación cada día, uno por la mañana y otro por la noche.


Si hemos vivido los humos del análisis, de la planificación y el centrarnos en los objetivos, será mucho más difícil para nosotros capturar la brisa del Espíritu. Esta requiere un "corazón que escucha", un espíritu contemplativo. No podemos hacer que esto suceda, pero podemos disponernos a través de la meditación y la contemplación para recibir un "corazón que escucha". El paso del análisis a la consciencia requiere un espacio interior diferente. Es una forma contemplativa que no nos acelerará, sino que enseña a esperar el ritmo y el tiempo de Dios. Sin eso, corremos el riesgo de desarrollar proyectos y objetivos que son nuestros y no de Dios. No hagamos discernimiento fuera de nuestros objetivos. Necesitamos un espacio de escucha donde, para nuestra sorpresa, descubrimos que Dios tiene sus planes para nosotros. Cuando David dijo que quería construir el templo para el Señor, su profeta Natán, al principio, estuvo de acuerdo. Sin embargo, después de consultarlo con la almohada (notad nuevamente cómo Dios irrumpe cuando somos menos resistentes) transmitió el mensaje de Dios: ¿Tú me vas a construir una casa? Pues bien, el Señor te anuncia que te va a edificar una casa para ti y tus antepasados ​​(cf. 2 Sam 7, 5-11).


LA DECISIÓN CONTEMPLATIVA


Como ya he dicho, no podemos crear un "corazón que escucha" porque es un don de Dios, el don de la contemplación, pero podemos preparar nuestro corazón para recibirlo a través de la meditación y la contemplación. Solo así, como aconseja san Francisco de Sales, podemos "pertenecer a Dios en medio de tanto trabajo duro". Si Jesús, cansado de su misión, sintió la necesidad de retirarse para comunicarse con el Padre en oración, entonces seguramente nosotros también debemos hacer lo mismo. Si san Francisco de Sales desarrolló la práctica contemplativa del "sueño sagrado" para escuchar los latidos del corazón de Dios, desde sus primeros años de estudio, ¿no deberíamos hacer lo mismo? Cuando se le preguntó cuánta meditación era necesaria si estaba ocupado trabajando para el Señor, él respondió: "Se necesita media hora, pero si estás ocupado, entonces, una hora".


EL TESTIMONIO DE DON BOSCO


¿Y Don Bosco? Como recuerda el beato Felipe Rinaldi: "Si quieres vivir según el espíritu de Don Bosco, nunca debes perder de vista su vida interior... continuamente unido a Dios en la oración". Don Bosco favoreció los momentos de comunión personal con Dios, alentó retiros y períodos de silencio entre sus hijos, y hacía cada año ejercicios espirituales en el Santuario de San Ignacioxix. El cardenal Cagliero declara elocuentemente: "El amor de Dios brillaba en su rostro y en toda su persona y en todas las palabras que salían de su corazón cuando hablaba de Dios desde el púlpito o en el confesionario, en conferencias públicas o privadas, o en conversaciones amistosas. Este amor fue el único deseo de su corazón y el deseo más ardiente de toda su vida"xx.


Cuando hablaba de Dios... este amor era el único deseo de su corazón. Es obvio que Don Bosco se comunicaba con un Dios vivo porque estaba en una relación vital con Dios. Esto solo es posible a través de la oración como amistad con Cristo que alimenta el fuego entre nosotros. Sin esta intimidad alimentada por la oración, "…Dios desaparece en la distancia. Poco a poco se convierte en una ‘idea’ sin sentido y sin vida... Si dejamos de orar por un largo período de tiempo, Dios ‘muere’... no en sí mismo, pero muere en nuestros corazones. Dios ‘muere’ como una planta marchita que hemos descuidado regar"xxi.


El soplo interior de la oración y el soplo externo de la actividad le permitieron a Don Bosco llevar a cabo el trabajo de Marta con el corazón de Maríaxxii. Con la profundización de la amistad con Cristo a través de la oración, su actividad incansable aumentaba como expresión de su amor por Dios. Creo que nuestra herejía salesiana fundamental es mirar a Don Bosco intentando imitar el trabajo que hizo sin tener la unión con Dios que él disfrutaba. Nosotros, a menudo, somos simplemente activos, mientras que, para Don Bosco, su trabajo fue desbordar su relación con Dios (el éxtasis de la acción).


LOS SALESIANIOS HOY

¿Comunicamos el Dios viviente a los demás?


Así declara san Juan Pablo II:

El futuro de la misión depende en gran parte de la contemplación. El misionero, sino es contemplativo, no puede anunciar a Cristo de modo creíble. El misionero es un testigo de la experiencia de Dios y debe poder decir como los Apóstoles: «Lo que contemplamos acerca de la Palabra de vida..., os lo anunciamos» (1 Jn 1, 1-3).xxiii


¿Por qué es tan importante para nosotros, Salesianos de hoy, tener un "corazón que escucha" o un espíritu contemplativo? Nuestro mundo de hoy valora lo humano, pero pierde de vista lo trascendente. Nuestra tradición salesiana también se preocupa por el hombre y creemos que la gracia se basa en la naturaleza. Por esta razón, en muchos de los comentarios recibidos, reconocemos el valor y la importancia del asesoramiento para responder a las dificultades que experimentan los jóvenes. Sin embargo, si permanecemos en este nivel, habremos fallado con los jóvenes de hoy. El hambre y la sed más profunda es espiritual. Lo psicológico es importante, pero no puede sustituir lo espiritual. Si no hacemos este camino dentro de nosotros mismos hacia lo espiritual, a través de la oración, la meditación y la contemplación, no podremos acompañar a los jóvenes en su camino. Si fallamos en este sentido, seremos juzgados por las generaciones futuras por haber confundido lo real y lo espiritual, estando en contacto con lo psicológico y eso no es suficientemente profundo.


Esto nos lleva a nosotros mismos como Salesianos de hoy. ¿Estamos, como Don Bosco, guiados por el Espíritu y llenos del Espíritu? Solo "de esta presencia activa del Espíritu sacamos la energía para nuestra fidelidad y el apoyo de nuestra esperanza" (Const. 1). Lo importante para nosotros los Salesianos "no es precipitarnos en una multitud de obras externas, sino descubrir y practicar las actitudes y comportamientos que nos abren a la obra del Espíritu". Todo lo demás vendrá de esto, y podremos realizar "las buenas obras que Dios ha preparado para que hagamos" (Ef 2,10). La vida espiritual no consiste tanto en hacer, sino en dejar que se haga, dejando que Dios actúe en nosotros, trabajando a través de nosotrosxxiv. Solo a través de la unión con Dios, conseguida a través de su fidelidad a la práctica contemplativa, el Espíritu formó en Don Bosco “un corazón de padre y maestro, capaz de una entrega total: "Tengo prometido a Dios que incluso mi último aliento será para mis pobres jóvenes" (Const. 1).



Oremos


Padre misericordioso, danos un espíritu de sabiduría y de percepción para ver y responder

a las necesidades de los jóvenes de hoy, especialmente a los más necesitados.


Señor Jesús, Pastor de nuestros corazones, renueva en nosotros el mismo espíritu de entrega

que encendió el corazón de San Juan Bosco, apóstol de los jóvenes.


Espíritu de amor, cúbrenos con tu sombra. Enciende nuestros corazones con tu amor

y llénalos de nuevo con la fuerza y el celo de Pentecostés.


María, Esposa del Espíritu Santo, obtén para nosotros la gracia de hacer la voluntad de Dios y de ser otra humanidad para Jesús, donde él pueda renovar todo su misterio.


Vive a Jesús.

Que Jesús pueda vivir en nosotros, trabajar con nosotros y amar a través de nosotros, para que realmente podamos ser signos y portadores del amor de Dios a los jóvenes.


Que el Padre sea glorificado en la obra que nos ha llamado a hacer con la fuerza

de su Espíritu y en el nombre de su Hijo, Jesús.

Amén.


i Teresa de Jesús, Camino de perfección, cap.1, par. 5. [en The Way of Perfection, ch.1, par.5 in E. Allison Peers (trans), The Complete Works of St Teresa of Jesus Vol. 2 (London: Sheed & Ward, 1963), 5.]

ii Ibidem, 229.

iii François de Sales, Oeuvres Éditions Annecy, Vol. IV, 189. Hereafter, OEA.

iv (Archivo Central Salesiano) ACS A 225.02.01. citado en Giuseppe Buccellato, The Roots of the Spirituality of Saint John Bosco (Bolton: Don Bosco Publications, 2019), 11.

v Evangelii Nuntiandi, n.20.

vi J. Sacks, The Persistence of Faith (London: Weidenfeld and Nicoloson, 1991), 50.

vii Fuentes salesianas, 1062.

viii Fuentes salesianas, 883.

ix MBe III, 80.

x The Spirit of St Francis de Sales, as cited by C. F. Kelley, in The Spiritual Maxims of St Francis de Sales (London & New York & Toronto: Longmans, Green & Co., 1954), 124.

xi Adrienne Fichet, Premier Proces Remissorial d’Annecy, 32, as cited by Lajeunie, in St Francis de Sales, 2:133.

xii OEA IV, 303.

xiii Epistolario, Torino, 1959, 4, 201-203.

xiv Resumen de la reflexión sobre el tema del CG28, véase 2.2.2. Proceso de preparación del CG28.

xv Christus Vivit, n.284.

xvi MBe II, 162-166.

xvii MBe I, 311.

xviii MBe II, 142.

xix G. Buccellato (ed) San Giuseppe Cafasso: Il Direttore Spirituale di Don Bosco (Roma: LAS, 2007) 28.

xx Ibidem, 220.

xxi Ignacio Larrañaga OFM Cap, Sensing Your Hidden Presence: Toward Intimacy with God (Quebec, Editions Paulines, 1992), 27-28.

xxii Cf. Introducción a la vida devota, Part III, n.10.

xxiii Redemptoris Missio, n.91

xxiv Jacques Philippe, Fire and Light: Learning to Receive the Gift of God (New York: Scepter, 2016), 3.



Trad. José Antonio Hernádez

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