3.4 En el pueblo de Dios todo discipulo smisioneros Jimenez


C ómo ser discípulos salesianos misioneros en el mundo de hoy

Curso de Formación para laicos / SSCC Patagonia Norte (ABB)


  • Documentos para profundizar lo abordado en cada encuentro






3.4 “En el pueblo de Dios, todos discípulos misioneros”

Nueve enseñanzas sobre el discípulo misionero en Aparecida.



Jorge Enrique Jiménez Carvajal, CIM. Arzobispo de Cartagena (Colombia)


Aparecida desarrolla un proyecto pastoral.

Insiste en la conversión personal y comunitaria;

Pero también en una conversión pastoral.

Renueva la confianza en las comunidades eclesiales de base.

Este articulo nos ayuda a entrar en el corazón de Aparecida.


Aparecida es una oportunidad ambiciosa para la Iglesia de América Latina. Quizás la más ambiciosa que ha hecho esta Iglesia en los últimos cincuenta años. Invitar a todos los fieles para que se hagan discípulos de Jesús en su aspecto más profundos y tocas directamente la identidad de los católicos. Y lanzar todos sus miembros a la Misión es ciertamente una gran audacia que implica la renovación de todas las estructuras con las cuales hemos venido funcionando tradicionalmente en nuestras Iglesias.

Por otra parte es una propuesta que nace directamente de la Palabra de Dios. Desde los primeros pasos de la preparación de la quinta Conferencia se buscó que ésta tuviera su inspiración fundamental en la Palabra de Dios. Jesús quiso ante todo formar discípulos misioneros. A esta tarea dedicó sus esfuerzos y desvelos y con ellos fundó su iglesia. Sus enseñanzas estuvieron dirigidas a la formación de los mismos. Es en esta Palabra donde debe inspirarse también la renovación de las iglesias al inicio del tercer milenio. Benedicto XVI manifestó expresamente a la Asamblea reunida en Aparecida: “Al iniciar la nueva etapa que la Iglesia misionera de América Latina y del Caribe se dispone a emprender, a partir de esta quinta Conferencia General de Aparecida, es condición indispensable el conocimiento profundo y vivencial de la Palabra de Dios. Por esto, hay que educar al pueblo en la lectura y la meditación de la Palabra, que ella se convierta en su alimento, para que, por propia experiencia, vea que las palabras de Jesús son Espíritu y Vida…Hemos de fundamentar nuestro compromiso misionero y toda nuestra vida en la roca de la Palabra de Dios” (Benedicto XVI, Discurso inaugural 3; Aparecida 247).

Esta conversión que pretende el cambio de todos los miembros de la Iglesia en discípulos misioneros, necesariamente implicará una gran renovación de las estructuras actuales de la Iglesia. Los primeros siglos de la Iglesia fueron netamente misioneros. Todo estuvo volcado hacia ese único objetivo. Desde hace varios siglos, las estructuras de la Iglesia han tenidos diversos objetivos y no podemos decir que han estado exclusivamente en función de la Misión. Hacer realidad Aparecida exige cambiarlas; nos señala con el termino “conversión pastoral” reserva la quinta Conferencia sus palabras más exigentes: “La Iglesia necesita una fuerte conmoción que le impida instalarse en la comodidad, en el estancamiento y en la tibieza, al margen del sufrimiento de los pobres del continente… Necesitamos que cada comunidad cristiana se convierta en un poderoso centro de irradiación de la vida en Cristo. Esperamos un nuevo Pentecostés, que nos libre de la fatiga, la desilusión, la acomodación al ambiente; una venida del Espíritu que renueve nuestra alegría y nuestra esperanza. Por eso, se volverá imperioso asegurar cálidos espacios de oración comunitaria que alimente el fuego de un ardor incontenible y haga posible un atractivo testimonio de unidad, “para que el mundo crea” (Jn 17,21) (Aparecida 362).


Todo en la vida Cristiana se inicia en el encuentro con Jesucristo vivo


La primera invitación que Jesús hace a toda persona que ha vivido el encuentro con él, es la de ser su discípulo, para poner sus pasos en sus huellas y formar parte de su comunidad. ¡Nuestra mayor alegría es ser discípulos suyos! El nos llama a cada uno por nuestro nombre, conociendo a fondo nuestra historia (cfr Jn 10,3), para convivir con él y enviarnos a continuar su misión (cfr Mc 3,14-15)” (Aparecida, Mensaje Final 2).

La gran tarea que Aparecida propone a nuestras Iglesias es confirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio arraigada en nuestra historia desde un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos misioneros. Es claro que esto no depende tanto de las estructuras sino de hombres y mujeres que encarnen dicha tradición y novedad, como discípulos de Jesucristo y misioneros de su Reino, protagonistas de vida nueva para una América Latina que quiere reconocerse con la luz y la fuerza del Espíritu.


En la experiencia formadora de Jesús es imposible separar el discipulado de la misión. A cada uno de los que él iba llamando “para que estuviera con ÉL” los enviaba a predicar.


Discipulado misionero, dos caras de una misma moneda


Jesús invita a todos a participar en su Misión. ¡Que nadie se quede de brazos cruzados! Ser misionero es ser anunciador de Jesucristo con creatividad y audacia en todos los lugares donde el Evangelio no ha sido suficientemente anunciado o acogido, en especial, en los ambientes difíciles y olvidados y más allá de nuestras fronteras” (Aparecida mensaje final 4). Todo discípulo de Jesús necesariamente tiene que ser misionero. Así formó Jesús a los Doce y a los setenta y dos. En la medida que se iban identificando con su modo de vida los enviaba a predicar, a curar a los enfermos y luchar contra el mal (cfr. Mc 3,14-15). En la experiencia formadora de Jesús es imposible separar el discipulado de la misión. A cada uno de los que él iba llamando “para que estuvieran con él” los enviaba a predicar.

Hay que reconocer que la Iglesia de América Latina ha sido muy limitada en cuanto a la Misión; no así las Iglesias europeas. Solamente en las últimas décadas ha ido surgiendo con fuerza la inquietud misionera en el continente. Las conferencias Generales del Episcopado y los COMLA (Congreso Misionero Latinoamericano) han jugado un papel importante en el despertar misionero de nuestra Iglesia. Pero lo que nos pide Aparecida es mucho más. Que todos los que hemos aceptado la invitación de Jesús a hacernos discípulos nos hagamos igualmente misioneros. “Discípulos y misioneros son como las dos caras de una misma moneda: cuando el discípulo esta enamorado de Cristo no puede dejar de anunciar al mundo que sólo El nos salva (Hch 4,12). En efecto, el discípulo sabe que sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro” (Aparecida, Discurso Inaugural 3).


Discipulado y pequeñas comunidades Eclesiales caminan juntos


Jesús comento su misión formando una comunidad de discípulas misioneros, la Iglesia, que es el inicio del Reino. Su comunidad también fue parte de su anuncio” (Aparecida, Mensaje Final 4).

El discipulado misionero nace y se vive siempre en comunidad. Así lo hemos aprendido en la Iglesia de Américo Latina. La Diócesis, “comunión de comunidades”, han sido un camino cierto en la renovación de la Iglesia del Continente y lo tienen que seguir siendo. Aparecida renovó su confianza en las comunidades. En las “comunidades Eclesiales de Base” y en las que de una mera más amplia llama “pequeñas comunidades eclesiales”.

El Proyecto Aparecida así como exige un anuncio entusiasta y alegre para que muchos se hagan discípulos misioneros de Jesús Maestro igualmente implica multiplicar números de pequeñas comunidades eclesiales y de comunidades eclesiales de base donde ellos puedan compartir la Palabra de Dios y bajo su luz madurar su fe y su compromiso, tanto eclesial como social.


Discípulos Misioneros para que todos en Él tengan vida.


La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho los que disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás...”Quien aprecia su vida terrena la perderá” (Jn 12,25). Aquí descubrimos otra ley profunda de la realidad: que la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros. Esto es en definitiva la misión” (Aparecida 360).

Dios nuestro Padre siempre ha querido dar la vida a sus hijos y nos envió a su hijo Jesucristo para que tuviéramos vida plena (cfr. Jn 3,16 y 10,10). Vida en un sentido integral, lo cual implica que busquemos siempre fomentar una cultura de la vida en todos los pueblos de América Latina. “Los pueblos latinoamericanos y Caribeños tienen derecho a una vida plena, propia de los hijos de Dios, con unas condiciones más humanas: libre de las amenazas del hambre y de toda forma de violencia” (Aparecida, Discurso Inaugural 4).

La tercera parte del Documento de Aparecida, que tiene como titulo “la vida de Jesucristo para nuestro pueblo”, nos señala posibles caminos en los que los discípulos misioneros de Jesús Maestro debemos comprometernos para que nuestro pueblo “tenga vida” y por lo tanto estructuras justas y humanas. El capítulo octavo de manera muy concreta nos ayudan que el compromiso de los Obispos en el Mensaje final, de “mantener con renovado esfuerzo nuestra opción preferencial y evangélica por los pobres”, se haga realidad y no se quede meramente en repetición de palabras.

Discípulos misioneros dinamismo de renovación en la Iglesia Latinoamericana y clave de la Propuesta Pastoral de Aparecida.

El discípulo misionero está en el origen de la propuesta de Aparecida. La Iglesia confía en la fuerza renovadora del mismo. El encuentro con Jesús Vivo y su identificación con él engendrarán un modelo de Iglesia capaz de asumir los retos que tiene la sociedad Latinoamericana al inicio del tercer milenio. Para ello se requiere que la conversión personal y comunitaria madure en una conversión pastoral. “Esta firme decisión misionera debe impregnar todas las estructuras eclesiales y todos los planes pastorales de diócesis, parroquias, comunidades religiosas, movimientos y de cualquier institución de la Iglesia. Ninguna comunidad puede excusarse de entrar decididamente con todas las fuerzas en los procesos constantes de renovación misionera y de abandonar las estructuras caducas que ya no favorezcan la transmisión de la fe” (Aparecida 365

La conversión pastoral de nuestras comunidades exige que se pase de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera” (Aparecida 370).

El proyecto pastoral de Aparecida se ensambla a partir de este dinamismo. Jesús inició su proyecto llamado uno a uno a hacerse discípulos de él, invitándolos a todos a que se identificaran con él, los integró en su comunidad, los entrenó en la Misión y los envió hasta los confines de la tierra. Así debe hacer la Iglesia al inicio del Tercer Milenio. Lo mejor de las energías de la Iglesia latinoamericana tiene que ser para dar este impulso a la acción pastoral.


Aparecida renovó su confianza en las comunidades.

En las “comunidades eclesiales de base”

y en las que de una manera más amplia llama “pequeñas comunidades eclesiales”

Un proyecto pastoral fascinante:

hacer de la Iglesia “una comunidad de comunidades” de discípulos misioneros


Discípulos Misioneros, claves de la propuesta espiritual de Aparecida


Discípulo misionero es también la clave de la propuesta espiritual. Se trata de que esta experiencia suscite una gran riqueza de actitudes en el seguimiento de Jesús, en al anuncio del Evangelio, en la vida comunitaria y en el impulso a la vida en la sociedad Latino Americana en todos los aspectos. Se trata de una espiritualidad genuinamente Bíblica y al mismo tiempo volcada sobre el compromiso con la liberación integral de nuestros pueblos. Pero sobre todo se trata de calcar las actitudes y sentimientos del Maestro en cada uno de los discípulos.

En este aspecto el discipulado misionero es una cantera muy interesante y con muchas posibilidades para los cristianos de América Latina. También muy exigente. Aparecida tiene unos números especialmente luminosos sobre esta propuesta espiritual.

  • Nos proponemos reforzar nuestra presencia y cercanía. Por eso, en nuestros servicios pastorales invitamos a dedicarle más tiempo a cada persona, a escucharla, estar a su lado en sus acontecimientos importantes y ayudar a buscar con ella las respuestas a sus necesidades. Hagamos que todos al ser valorados puedan sentirse en la Iglesia como es su propia casa” (Aparecida, mensaje Final3.)

  • La fuerza de este anuncio de vida será fecundo si lo hacemos con el estilo adecuado, con las actividades del Maestro, teniendo siempre a la Eucaristía como fuente y cumbre de toda la actividades misioneras. Invocamos al Espíritu Santo para poder dar testimonio de proximidad que entraña cercanía afectuosa, escucha, humildad, solidaridad, compasión, diálogo, reconciliación, compromiso con la justicia social y capacidad de compartir como Jesús le hizo” (Aparecida 363).

  • En esta época suele suceder que defendemos demasiado nuestros espacios de privacidad y disfrute y nos dejamos contagiar fácilmente por el consumismo individualista...; se nos pide dedicar tiempo a los pobres, prestarles una amable atención, escucharlos con interés, acompañarlos en los momentos más difíciles, eligiéndolos para compartir horas, semanas o años ellos la transformación de su situación...” (Aparecida 397).

  • En el seguimiento de Jesucristo aprendemos y practicamos las bienaventuranzas del Reino, el estilo de vida del mismo Jesucristo: su amor y obediencia filial al Padre, su compasión entrañable ante el dolor humano, su cercanía a los pobres y a los pequeños, su fidelidad a la misión encomendada, su amor servicial hasta el don de su vida. Hoy contemplamos a Jesucristo tal como nos lo transmiten los Evangelios, para conocer lo que él hizo y para discernir lo que nosotros debemos hacer en las actuales circunstancias” (Aparecida 139).

Discípulos misioneros, como camino espiritual, es una gran propuesta en el seguimiento de Jesús. Y recoge lo mejor de los esfuerzos que la Iglesia latinoamericana ha realizado en estos cincuenta años en el campo de la espiritualidad. “Discípulos” como el Maestro y desde su misma opción preferencial por los pobres. “Misioneros”, una espiritualidad para llenar el mundo de la Buena Noticia de Jesucristo. Una espiritualidad con la rica experiencia de la “vida comunitaria”, una espiritualidad que no rehúye el compromiso sino lo acompaña y los fecunda.


Todos en la Iglesia: Discípulos Misioneros


El Proyecto Aparecida tiene la virtud de que su invitación fundamental es igual para todos los miembros de la Iglesia: “todos en la Iglesia discípulos misioneros”.

Discípulos misioneros con vocaciones especificas” titula Aparecida el aparte que trata este tema en el capítulo quinto del Documento Conclusivo (Nos. 186 a 224). Todos entramos a vivir y a participar de nuestra Iglesia por la misma puerta, el bautismo, que nos hace discípulos misioneros. Todos formamos un solo Cuerpo, llamados a la misma comunión, viviendo una misma espiritualidad, teniendo un mismo Proyecto Pastoral, con vocaciones específicas y en una ministerialidad muy rica, unos con ministerios ordenados y otros con ministerios instituidos y con diversos servicios, siempre a ejemplo de Jesús Servidor.



Todas las comunidades en la Iglesia: Discípulas Misioneras.


El proyecto Aparecida tiene la virtud de que su invitación fundamental es igual para todos los niveles de la Iglesia: “todas las comunidades eclesiales, discípulas misioneras”.

Lugares eclesiales para la Comunión”, titula Aparecida el aparte que trata este tema en el capítulo quinto del Documento Conclusivo (Nos.164 a 185). Todos los niveles de Iglesia se renuevan a partir de mismo dinamismo: la escucha de la Palabra y la misión. Todos viviendo con alegría la comunión de las comunidades. Todas las comunidades “a la escucha del Maestro”, con referencia en la Eucaristía, comprometidas con dar vida en abundancia al mundo en que vivimos. Las comunidades eclesiales de base y las pequeñas comunidades eclesiales como células de ese gran tejido eclesial que Pablo soñó que fuera como el Cuerpo de Cristo (1 Cor 12) para que el sueño de Cristo, “para que todos sean uno” (Jn 17,21), se hiciera realidad.

Un proyecto Pastoral fascinante: ¡hacer de la Iglesia “una comunión de comunidades” de discípulos misioneros!


María, modelo de discípula misionera


Es la joya de la corona. Los estudiosos de Aparecida nos dirán que la mariología es especialmente rica y sugestiva. Todo ayudó para que así fuera. El lugar de la Asamblea, la fiesta de Pentecostés (todos orando alrededor de la Virgen), los miles y miles de peregrinos, la liturgia diaria, el nombre de la población... Ella es la primera discípula: ¡siempre a la escucha del Maestro! Y también es la gran misionera que nos trajo América Latina la buena noticia de su Hijo Jesucristo.

Detenemos la mirada en María y reconocemos en ella una imagen perfecta a hacer lo que Jesús nos diga (cfr, Jn 2,5) para que él pueda derramar su vida en América y el Caribe. Junto con ella queremos estar atentos una vez más a la escucha del Maestro, y, en torno a ella, volvemos a recibir con estremecimiento el mandato misionero de su Hijo: Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos (Mt 28, 19). Lo escuchamos como comunidad de discípulos misioneros que hemos experimentado el encuentro vivo con él y queremos compartir todos los día con los demás esa alegría incomparable” (Aparecida 364)


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