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Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” León - 24 de diciembre de 2011

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2 24 de diciembre de 2011
Índice
Mirar a Don Bosco 3
Retiro 5
Formación 13
Comunicación 19
Vocaciones 23
La Solana 31
El Anaquel 35
Bicentenario 51
Revista fundada en 2000
Segunda época
Dirige: José Luis Guzón
C/ Paseo de las Fuentecillas, 27
09001 – Burgos
Tfno.: 947 460 826
jlguzon@salesianos-leon.com
Colabora: Segundo Cousido
Dep. Legal: LE 1436-2002
ISSN: 1695-3681
Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” - León

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papeles de formación y comunicación
Mirar
a Don Bosco
Recientemente, de un modo especial tras el Capítulo General
26, la Congregación ha iniciado un camino de volver a Don
Bosco. El volver al fundador es un proceso al que cíclicamente
se regresa en todas las instituciones carismáticas. En este
contexto, don Pascual Chávez, el 31 de enero de 2011 nos
invitaba a iniciar un trienio de preparación al nacimiento de Don
Bosco.
El primer tramo tiene como objetivo el conocimiento de la
historia de Don Bosco. Desde el 16 de agosto de 2011 hasta el
15 de agosto de 2012 nos centraremos en «el conocimiento de
la historia de Don Bosco y de su entorno, de su figura, de su
experiencia de vida, de sus opciones. Hemos tenido estos años
nuevas publicaciones sobre ello, que requieren una asimilación
sistemática de los resultados adquiridos. Durante este primer
año de preparación debemos proponernos un camino
sistemático de estudio y asimilación de Don Bosco. Han
desaparecido ya las generaciones de los que habían conocido a
Don Bosco o que estuvieron en contacto con sus primeros
testigos. Es necesario por eso beber en las fuentes y en los
estudios sobre Don Bosco, para profundizar ante todo en su
figura. El estudio de Don Bosco es la condición para poder
comunicar su carisma y proponer su actualidad. Sin
conocimiento no puede nacer amor, imitación e invocación; sólo
el amor, además, impulsa al conocimiento. Se trata, pues, de un
conocimiento que nace del amor y conduce al amor: un
conocimiento afectivo».
Es bueno conocer la historia, para que desde el conocimiento
afectivo y efectivo del fundador saquemos nuevas fuerzas para
estar presentes significativamente y evangélicamente entre los
jóvenes.
Delegación Inspectorial de comunidad y formación

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No obstante, hay que saber, convendría saber, como nos
indicaba Don Viganò («Con Don Bosco y con los tiempos; no
con los tiempos de Don Bosco») que la historia sola, sin otros
referentes, nos ayuda relativamente poco. En el fondo, tan
malos han sido los idealismos como los historicismos.
Conozcamos a Don Bosco con ese conocimiento afectivo al que
se refiere el Rector Mayor.
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papeles de formación y comunicación
Retiro
Vivimos en un mundo
y una época que Dios ama1
Álvaro Chordi Miranda
1. Dios carga nuestra historia en su corazón
El Manifiesto del Fórum de Pastoral con Jóvenes expresa que "inspirándonos en la Gaudium et
Spes del Concilio Vaticano 11, los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los
jóvenes de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y
esperanzas, tristezas y angustias de los acompañantes de jóvenes. No hay nada en la cultura
juvenil que no encuentre eco en nuestro corazón”.
El ser humano es templo de Dios (1 Cor 3,16). Si deseamos encontrar a Dios, no
necesitamos huir del mundo, sino rastrear los déficits de humanidad que son lugar y exigencia
de respuesta del Dios encarnado. Nada humano nos es ajeno. El Evangelio se encarna en
las distintas culturas, por lo que hemos de alcanzar el alma de la cultura, especialmente la de
los jóvenes, nuestros destinatarios preferidos.
La cultura de los jóvenes es un lugar habitado por Dios y necesitado de
evangelizadores capaces de introducirse, conocer a fondo sus dinamismos y reescribir el
Evangelio de modo nuevo y diferente, para que sea accesible y válido para ellos. El
Evangelio requiere siempre ser traducido o inculturado para que resulte comprensible a
1 Vivimos en un mundo y una época que Dios ama, en A. CHORDI, Volver a creer con los jóvenes explorando nuevos
horizontes, «Frontera Hegian» 73 (2011) 15-24.
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quien lo escucha en un determinado contexto, definido por unas coordenadas espaciales y
temporales precisas. En nuestro caso, inculturación significa inserción del mensaje
cristiano en los rasgos culturales de los jóvenes, de tal manera que este mensaje se haga
comprensible para ellos y, por tanto, apetecible.
La tarea de la Iglesia ha consistido siempre en transformar en "indígena" el Evangelio en
todo tipo de cultura, consciente de su universalidad cultural, pero también en la necesidad
de salvaguardar su objetividad a las variadas tendencias culturales. El Evangelio necesita los
signos y los símbolos de la cultura para poder llegar a ser palabra comprensible a quien lo
escucha.
Así pues, escrutamos los signos de los tiempos con una mirada positiva, que implica desterrar
esa idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor, porque el Espíritu está actuando y
empujando ahora hacia la plenitud. Así lo manifestaron los participantes del Fórum:
"Adoptamos una mirada positiva y esperanzada del mundo y hacia el momento que nos toca
vivir: un mundo y una época que Dios ama".
Vivimos en un inundo roto por injusticias abismales donde Dios se esconde. Rastreamos sus
huellas y le encontramos allí donde realmente está y una vez descubierto, "permanecemos en
forma de fidelidad de larga duración".
No vivimos en el mejor de los mundos posibles, porque a la mayor parte de la humanidad se
le niega su dignidad e incluso su vida. Sin embargo, Dios nos envía al inundo que Él ama hasta
el extremo de entregar a su propio Hijo. Dios está presente y trabaja en el mundo, nos
necesita y nos espera. Por eso, la experiencia de Dios tiene que estar también integrada en la
realidad, sin quedar presos de intimismos sin prójimo ni historia ni referencias
socioculturales.
Por tanto, nada hay en la realidad que sea ajeno al Evangelio. Los creyentes vivimos de fe,
"pendientes de Dios" y acogiendo al prójimo como objeto de nuestros cuidados.
Buscamos y reconocemos la presencia de Dios en esta historia en la que estamos insertos.
Dios carga nuestra historia en su corazón. Encontramos a Dios en lo profundo de la
realidad y la realidad en la profundidad de Dios.
2. La crisis cambia la vida de muchos jóvenes
El colapso del aparato financiero del neocapitalismo en los últimos años solo es comparable
a la terrible crisis de los años treinta del siglo pasado. Su salvamento de la quiebra absoluta
por los poderes políticos se ha logrado mediante el saqueo fiscal de una sociedad cautiva, que
ha tenido que pagar a la fuerza los platos rotos de la fiesta financiera.
La economía ha sido convertida en una función de las finanzas, subvirtiendo de este modo el
orden de los fines y los medios. El dinero, que debía estar
al servicio de la actividad económica, se sirve de ella para reproducirse y aumentar el poder
de quienes lo administran, prestan o invierten.
Una mirada superficial a la crisis evidencia su carácter económico, pero más allá de la crisis
económica, una mirada en profundidad delata el trasfondo de una civilización en estado
crítico, que en su escala de valores ha puesto a la economía antes que la vida, al capital
por encima del trabajo y al dinero muy por encima de la persona. Tal civilización merece
una revolución en profundidad que ponga esta escala sobre los pies.
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papeles de formación y comunicación
Resulta evidente que la crisis cambia la vida de muchos jóvenes. El único colectivo en el que
ha descendido la población activa –mayores de 16 años que pueden y además están en
disposición de trabajar– es en el de los menores de 25 años. Es la franja de edad que más
experimenta el "efecto desánimo". Ante la falta de oportunidades, dejan de buscar trabajo
y abandonan la población activa, sobre todo, para continuar con su formación. La apatía y la
inseguridad se instalan en las vidas jóvenes ante un futuro incierto. El deterioro del empleo
está siendo especialmente intenso para la gente joven. Los jóvenes son los últimos en llegar al
mercado laboral, por lo que su despido resulta más barato al llevar menos tiempo en
su puesto de trabajo. Además, la gran mayoría de los contratos son temporales o en
prácticas, donde la rescisión del contrato es muy rápida.
El legado de la crisis puede llegar a ser una "generación perdida" de jóvenes, que ha
abandonado el mercado laboral tras haber perdido toda esperanza de trabajar y lograr una
vida decente. Existen indicios del aumento de riesgos sociales asociados con el desánimo y la
inactividad prolongada, así como riesgo de pobreza entre los jóvenes, que hoy es mayor
que entre los adultos homólogos.
Benedicto XVI en su segunda encíclica nos propone que "la crisis nos obliga a revisar
nuestro camino, a darnos nuevas reglas y a encontrar nuevas formas de compromiso, a
apoyarnos en las experiencias positivas y rechazar las negativas. De este modo, la crisis se
convierte en ocasión de discernir y proyectar de un modo nuevo. Conviene afrontar las
dificultades del presente en esta clave, de manera confiada más que resignada".
3. Una pastoral con jóvenes en cambio
Sumergidos en una crisis global, nos encontramos con varios rasgos que se impregnan
fuertemente en las mentalidades y la sensibilidad de los jóvenes: una cultura marcada por
los medios de comunicación, el pluralismo, la autonomía de las personas, la participación y
el debate y el pragmatismo crítico y marcado por la ciencia y la técnica. Además el paisaje
socioreligioso ha cambiado mucho y continúa cambiando: las mentalidades se han
secularizado, la pluralidad estalla por todas partes, la memoria cristiana se pulveriza y la
práctica religiosa continúa flaqueando. La religión ha llegado a ser para algunos un
asunto del pasado y, para un buen número, una opción personal que se quiere tener y
mantener en el secreto íntimo de la conciencia.
Todos experimentamos en carne propia unos tiempos recios en la evangelización con los
jóvenes. Sin embargo, urge responder a esta pregunta clave: ",Hay un problema más
grave que la dificultad que todos sentimos para evangelizar a las nuevas generaciones?" Si
nuestra respuesta se inclina a reconocer la gravedad del asunto y ponernos manos a la
obra, entonces hemos de priorizar nuestras intenciones y atenciones para afrontar este
nuevo paradigma ofreciendo una fuerza para vivir y creer.
El escenario de juego ha cambiado por completo y hemos de reconocer que no
sabemos bien cómo llegar a ellos ni qué hacer con ellos; incluso a veces surge la tentación
de proyectar nuestro futuro eclesial sin jóvenes.
Si observamos la realidad de la pastoral con jóvenes en nuestro país, nos daremos
cuenta de que nos encontramos con opciones, proyectos y experiencias muy diversas y en
cambio permanente.
Son una minoría las parroquias, unidades pastorales y arciprestazgos que disponen de una
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realidad viva y proyectada de pastoral con jóvenes, encontrando grandes dificultades
para acompañar y hacer procesos de personalización en la fe. Sin embargo, en todas las
diócesis hay algunas parroquias vivas, con una pastoral con jóvenes que generan procesos
educativos en la fe que resultan envidiables y posibilitan una inserción eclesial real y
comprometida en una comunidad adulta en la fe. Otro signo de esperanza es el
surgimiento en algunos lugares de iniciativas de trabajo conjunto en unidades pastorales o
arciprestazgos e incluso con centros educativos sitos en la demarcación territorial. Una
fe experimentada y una pasión generosa de tantos catequistas o animadores cristianos
hacen posible que se sigan lanzando propuestas evangelizadoras a adolescentes y jóvenes de
los barrios, a pesar de una respuesta desigual por parte de sus destinatarios.
La vida consagrada dispone de un movimiento juvenil vivo y potente, especialmente algunas
instituciones educativas, pero encuentran grandes dificultades para alimentar su identidad
cristiana, sostener y acompañar las apuestas pastorales y posibilitar una inserción eclesial a
los jóvenes con perspectivas de futuro. Su labor educativa mediante procesos e itinerarios
de fe es encomiable y fecunda en tantos adolescentes y jóvenes que se acercan y viven el
Evangelio y se comprometen en el seno de la Iglesia y al servicio de la sociedad.
Los nuevos movimientos son una ola de aire fresco para evangelizar con creatividad y
valentía el mundo de los jóvenes y se manifiestan más en eventos puntuales que en la
vitalidad cotidiana de las comunidades eclesiales. Poseen una identidad fuerte, practican un
anuncio más directo y explícito, disponen de una estructura organizativa bien articulada,
aunque suelen funcionar al margen de la vida diocesana y quizás encuentran dificultades para
que su propuesta alcance el corazón de muchos de los jóvenes de hoy.
Las Delegaciones diocesanas de pastoral con jóvenes promueven encuentros entre los
diversos grupos de jóvenes para que se conozcan, proyecten, realicen y celebren ciertas
actividades encaminadas a una pastoral más articulada y orgánica en torno a un Proyecto
Diocesano de Pastoral con Jóvenes entroncado en la vida de la diócesis bajo el
ministerio del Obispo. Ahora bien, la mayoría de las Delegaciones carecen de medios
materiales y humanos que hagan posible y faciliten esta labor, y quizás en algunos lugares se
estén hipotecando los tiempos largos por los plazos cortos.
Si contemplamos con fe estas realidades y plataformas pastorales, descubrimos una multitud
de seglares, bastantes consagrados y consagradas y algunos sacerdotes diocesanos que
desarrollan una labor gozosa, gratuita y generosa con adolescentes y jóvenes y mantienen
vivo ese mandato misionero de anunciar la Buena Nueva a todas las gentes.
Somos conscientes de que estamos cerrando una época y nos abrimos a unos tiempos
nuevos y apasionantes. Nos estamos adentrando en caminos inéditos e inciertos,
imprevisibles y desconcertantes que requieren de nosotros una apertura, confianza y
creatividad insospechadas. Es una gran oportunidad que se está convirtiendo en invitación y
reclamo para ir a lo esencial de nuestra fe, vivir coherentemente desde ella y mostrarlo sin
tapujos a los demás.
La situación actual nos interpela y provoca reacciones diversas. Ahora bien, si
queremos iniciar y profundizar en la experiencia del Dios de Jesús de Nazaret con las
generaciones jóvenes, nuestras comunidades necesitan cambiar de mentalidad, repensar
la pastoral con jóvenes, asumir unas estrategias evangelizadoras diferentes y desarrollar
una espiritualidad de resistencia que nos convierta en referentes alternativos y de
contraste en el mundo de los jóvenes y en la sociedad en general.
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papeles de formación y comunicación
4. Volver a creer con los jóvenes
Cuando escuchamos a los jóvenes, ellos mismos nos expresan que buscan relaciones
auténticas, afectos sinceros, sentido para sus vidas, respuestas a sus interrogantes y
propuestas de libertad y plenitud.
Los jóvenes están muy solos, a buena parte de ellos les faltan padre y madre porque
están trabajando mucho y no saben dialogar con ellos y los aparcaron en la tele con
Disney y ahora les dejan un ordenador en su habitación, buscando afecto y
compensación en la red.
Muchos jóvenes no tienen personas que les hagan caso, estén con ellos allí donde ellos
están, les escuchen, les quieran y les amen. Los jóvenes están demandando afecto,
atención, cariño, confianza, cuidado, espacio vital, protagonismo y sentido. Los jóvenes
sienten un mundo saturado que les queda grande, lleno de posibilidades, pero al mismo
tiempo de riesgos e incertidumbres. Los jóvenes están construyendo su identidad en
medio de la vulnerabilidad y buscan referentes válidos, atractivos y coherentes. En
definitiva, los jóvenes buscan relaciones y proyectos que les sirvan para crecer,
avanzar y aportar a la sociedad.
Dios sale a buscar a estos jóvenes de hoy y toma la iniciativa, y también creemos que,
para eso, fiel a su estilo –sirviéndose de mediaciones humanas, como siempre en la
historia–, también nos desafía y se sirve de nosotros para ello. Y estamos convencidos de
que los jóvenes –lo sepan o no, lo formulen o no– como todo ser humano, buscan a Dios,
necesitan a Dios, desean a Dios, que ya ha tomado la iniciativa para salir a su
encuentro.
Creemos que Dios está presente en los jóvenes hoy y nos dice algo a nosotros en su
realidad tan cambiante. Toda cultura está preñada de semillas de Dios; nos toca
descubrirlas y facilitar su crecimiento antes de luchar contra ellas. Estas semillas,
presentes en la cultura de los jóvenes hoy, serán las que podrán iluminar las
oscuridades de esta misma cultura.
Cuando a los jóvenes les cuesta tanto descubrir a Dios, que ya está presente en su
corazón, y a nosotros nos cuesta tanto reconocer a Dios que está presente en los
jóvenes, ¿no será que a veces nuestros lenguajes, nuestras maneras de presentar a Dios,
son más opacos que transparentes, ocultan más que revelan? ¿No tendremos que
preguntarnos, sobre todo, cómo nosotros, testigos y educadores, estamos desvelando a
los jóvenes el Dios que ya está presente en su vida y en la historia?
Fernando Sebastián escribe en su última obra que "los jóvenes de ahora están hechos para
Dios, pueden y necesitan escuchar el Evangelio de Jesucristo, llevan dentro la capacidad y
la necesidad de Dios, están siendo trabajados por el Espíritu, van a tener sus momentos
de gracia y necesitan la ayuda de sus hermanos para recibir el Evangelio de Jesús en el
cual está el secreto de su vida, de su felicidad y de su salvación".
Necesitamos volver a creer con los jóvenes, querer vivir la fe con ellos, pero no tanto
por lo que nos reportan a nuestras estructuras pastorales ni a nuestras expectativas
vocacionales, cuanto por encontrar en ellos una misión recibida "de lo alto" para
mostrarles un proyecto de felicidad y plenitud. Solo personas vocacionadas para los
jóvenes y que vivan su fe con adultez serán capaces de adentrarse en su revuelto
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corazón y ayudarles, bajo la guía del Espíritu, a despertar o alimentar ese "pedazo de
Dios" que desde siempre habita en su interior.
Vivimos con urgencia renovar nuestra fidelidad para con los jóvenes, auscultar con
honradez nuestras intencionalidades y cálculos pastorales, retornar nuestra alianza con
ellos, desempolvar esa energía radiante de pasión y audacia evangélicas que contagia e
invita a caminar. Esta alianza con los jóvenes implica invertir tiempo con los jóvenes,
ajustar nuestras agendas en función de sus demandas y solicitudes, planear con ellos
servicios e iniciativas que les interesen y les ayuden y en las que sean auténticos
protagonistas y les lleve al Amor que todo lo alcanza.
Por tanto, "el primer elemento de toda la pastoral juvenil, sin el que resultaría imposible
traducir la Buena Noticia que queremos transmitir, no es otro que el de alianza y acogida
incondicional de los jóvenes. La palabra "alianza" desplaza el acento a la reciprocidad de la
relación y subraya el compromiso. Antes de nada, hemos de ponernos descarada e
incondicionalmente de parte de los jóvenes: lo mismó que Dios promete "estar con" su
pueblo, pese a la infidelidad con que Israel vive la alianza, así hemos de estar "con y de
parte" de los jóvenes. Esta alianza exige la actitud educativa básica de la "acogida
incondicional".
5. Dialogar e intercambiar sobre la fe con los jóvenes de esta época
Volver a creer con los jóvenes se plasma en un diálogo e intercambio sobre la fe con las
nuevas generaciones. Solo podemos abrirnos a los jóvenes partiendo de ellos mismos e iniciando una
comunicación libre y en plano de igualdad ". Para ello aprendemos a dialogar con los rasgos
culturales de hoy, confrontando el dato de fe y el horizonte cultural propio de los
adolescentes y jóvenes y de su ambiente de vida. Se parte de las expectativas y de las
esperanzas, de los problemas y desajustes de las personas jóvenes para identificar con ellos
un camino posible en el que el mensaje evangélico pueda tener su propia inteligibilidad y
significatividad.
Esta apuesta genera un itinerario débil que acepta la fragilidad de cada posición y de cada
experiencia, para crear desde allí un recorrido posible sin conocer anticipadamente y con
precisión el camino que hay que seguir. Un itinerario de búsqueda, que acepta la realidad
como se manifiesta cada vez, en su fragmentariedad y precariedad, sin pretender la
posesión de un sentido de marcha confeccionado previamente. En este sentido es, al menos,
tan importante el camino como la meta misma. De todos modos, es un recorrido que
no renuncia a comunicar la experiencia de fe como posible clave interpretativa de la
existencia personal y colectiva.
La pretensión consiste en recorrer con los jóvenes un trecho de camino, elaborando con
ellos al menos pequeñas "teselas de sentido" que puedan añadirse a las otras que se realizan
en el arco de una vida hasta componer una imagen completa. Se trata de habilitarse en el
arte de preguntarse y de preguntar, en el descubrimiento de la gramática de los significados,
más que de llegar a la realización de un dibujo completo. Consiste en "pasar de la
mentalidad de conquistador al enfoque de explorador". La lógica escogida es la de la
semilla, la de ir más allá, aun desconociendo el trayecto de camino que queda por recorrer.
Al partir del punto en que se encuentra el joven, al valorar sus experiencias más sentidas y
vivenciadas, la experiencia cotidiana se convierte en el eje de este camino. La experiencia
de todos los días llega a ser el lugar donde se descubre y se profundiza la propia fe.
Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” - León

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papeles de formación y comunicación
Además se permite una adhesión crítica a los contenidos que se ofrecen, dado que el joven
responde consciente y libremente a las propuestas portadoras de sentido y de calidad
ofrecidas por el educador o acompañante.
En este punto es capital la calidad de las relaciones personales, establecer con ellos
relaciones significativas y dialógicas. Hacen faltan educadores en la fe con un interés genuino
por el otro y disponibles a la escucha y a la comprensión empática más que al juicio; personas
auténticas, capaces de reconocer sus debilidades; dispuestos a enseñar pero también a
aprender con ellos. En definitiva, se necesitan adultos que construyan con los jóvenes
relaciones de verdadera reciprocidad, donde la otra persona sea reconocida en igualdad y
donde la interacción sea circular, donde se eduque conjuntamente.
Es fundamental que los jóvenes perciban la autenticidad del educador y de sus fines, porque
de lo contrario, se harán inaccesibles. El joven ha de contratar un espacio común de relación
más o menos explícito con el educador. Para caminar juntos hay que escogerse
mutuamente; es necesario que cada uno declare cuáles son sus intenciones: qué busca,
qué quiere de los demás, qué está dispuesto a dar...
Una vez pactado ese acuerdo recíproco, se inicia un camino conjunto que parte de sus
modos de pensar y de sentir acercando la propuesta cristiana a la cultura de los jóvenes,
actuando por períodos más largos, puesto que la finalidad de la relación está abierta a
todos los intereses de los componentes y no exclusivamente al interés religioso. Esta
propuesta permite ser menos selectivos e ir al encuentro de un mayor número de
adolescentes y jóvenes, también de los que viven en los niveles mínimos de interés por las
cuestiones religiosas.
Se trata de caminar a su lado, sin pretensión de colocarnos en cabeza, acompasándonos a su
andadura, incluso a la velocidad de quien debe todavía interrogar a la fe, ofreciendo de vez
en cuando nuestras respuestas y nuestra experiencia de creyentes.
En un contexto culturalmente secularizado y pluralista como el nuestro, y en la lógica del
signo, creemos que la presencia y el testimonio de la comunidad cristiana en los lugares
de la cotidianeidad pueden ser ya significativos, más allá de cualquier cálculo sobre los
resultados, sembrando para el futuro semillas de esperanza.
Así pues, si queremos "ir al mundo entero y enseñar a los pueblos" (Mt 28,19), si
queremos llegar a todos los jóvenes, hemos de entrar en diálogo con ellos, regalarles
nuestra amistad y buscar la colaboración con todos. De otro modo, es imposible
imaginarse cómo la Iglesia puede llevar sus tesoros y la Buena Nueva al mundo de los
jóvenes, si es que no se establecen ni se cultivan esas relaciones humanas recíprocas y
significativas. Una persona cristiana se caracteriza justamente por el hecho de que entra
valientemente en contacto con gente de otras ideas y de otras creencias, con gente
que pregunta y que busca. En esa apertura a los extraños —en su tiempo eran los paganos y
los soldados romanos— nuestro maestro es Jesús de Nazaret. Esta línea era para Jesús
un programa que después el apóstol Pablo llevó al mundo con audacia y compromiso. Al
coraje que tuvieron los apóstoles en aquel entonces debemos el florecimiento y la
difusión de la Iglesia. Ese mismo coraje necesitamos hoy: no retroceder ante las
dificultades, sino avanzar y permanecer en diálogo con todos.
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Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” - León

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papeles de formación y comunicación
Formación
¿Pueden los religiosos
llegar a ser felices?2
Hermann Kügler
Una minoría de cristianos han optado por seguir a Jesús de Nazaret en la
vida monástica o en una comunidad de vida religiosa. El sentido de esta
vida es la búsqueda de Dios y el servicio a la humanidad. Para ello, los
religiosos renuncian a la sexualidad vivida, la autonomía personal y la
propiedad privada. ¿Puede realmente hacer feliz una vida como ésta? Para
responder, el autor especifica lo que puede significar "feliz" dentro de la
vida religiosa, y luego expone tres tesis. En el último apartado tratará de
los problemas actuales y de los retos que conlleva este proyecto de vida.
Al hacerlo, únicamente se abordan los aspectos que el religioso o la
religiosa, como individuo, puede considerar, aclarar y desarrollar por sí
mismo.
Können Ordensleute glücklich werden?, Geist und Leben 83 (2010) 161-168.
2 «Selecciones de Teología» 198 (2011) 155-159.
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14 24 de diciembre de 2011
¿Qué significa "felicidad" en la vida religiosa?
En alemán el término "felicidad" tiene tres acepciones diferentes. Hablamos de "felicidad" en
el sentido de "tener suerte" (en inglés, luck) y en el de "sentirse feliz", ya sea a corto plazo
(en inglés, pleasure) o largo plazo (en inglés, happiness).
Tener suerte significa ser favorecido por una feliz coincidencia como, por ejemplo, ser
agraciado con el premio gordo de la lotería. Sentirse afortunado a corto plazo depende de los
estímulos externos que nos proporcionan un efecto. Algunos ejemplos son: la sexualidad, el
buen comer, los beneficios económicos, etc. Lo que provoca el sentirse bien/feliz es, en
realidad, irrelevante. Lo importante es que el efecto se consigue.
La felicidad basada en valores, en cambio, es permanente, y va unida a la convicción y la
experiencia de que la existencia humana se halla inserta en un contexto más amplio de
sentido. Significa tanto un sentimiento como un estado en el que los hechos objetivos son lo
de menos y lo que realmente importa es el sentido subjetivo de estar contento con la
vida. Cuando se habla de felicidad en la vida religiosa, nos estamos refiriendo a esta felicidad
basada en valores.
Primera tesis
La vida religiosa hace feliz, cuando el religioso/la religiosa sigue una vocación.
La vocación religiosa puede ser entendida, en primer lugar, como respuesta del creyente a la
oferta relacional de Dios. Más concretamente, como una vida fundada en el mensaje
cristiano arraigado en la vida cotidiana, que da testimonio de la opción de configurar la vida
propia como discípulo/a de Jesús. En sentido estricto, vocación no es sólo llamada al
seguimiento de Jesús, sino también a la imitación de su forma de vida, aceptando una forma
de vida especial y eventualmente un servicio eclesial (sacerdote, diácono, religioso). En lo que
sigue, entiendo "vocación" en este doble sentido: preferir para mí, sin ninguna duda
razonable, una forma de vida por razones principalmente "sobrenaturales".
En una vocación entran en juego varias cosas.
Una opción de vida: se puede hablar de vocación cuando nos planteamos cómo o con
quién se quiere compartir la vida o qué camino se quiere seguir.
Sin duda razonable. la duda acompaña probablemente a toda opción de vida: ¿Puedo
hacer esto? ¿Lo conseguiré? Las dudas también se presentan cuando alguien declara que ha
elegido una profesión o una forma de vida, sobre todo por presiones internas o externas.
"Juré a mi madre en el lecho de muerte que entraría en un convento": una motivación
como ésta no puede ser considerada una vocación y plantea muchas y serias dudas sobre
su realización.
Preferir para mí: la vocación es algo estrictamente individual. Del hecho de que yo me
sienta llamado a un proyecto específico de vida, no se sigue que lo mismo valga para otros.
Principalmente por razones "sobrenaturales". razones sobrenaturales son las que se
refieren a Dios y, en general, chocan con la incomprensión. Toda opción vital surge de un
conjunto de motivos que se nutre de la orientación de la vida a determinados valores y de
la satisfacción de las propias necesidades. Una opción de vida principalmente hecha en
función de satisfacer las propias necesidades difícilmente se considerará una vocación.
Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” - León

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papeles de formación y comunicación
Segunda tesis
La vida religiosa hace feliz cuando el religioso/religiosa consigue saber conjugar de forma
constructiva la orientación a los valores y la satisfacción de las propias necesidades.
Desde un principio de psicología profunda se puede decir que cada uno, tras su nacimiento y
un largo proceso de trabajo y aprendizaje, tiene la tarea de "dar a luz" su identidad. Y se
encuentra que, a lo largo de su vida, ha existido una tensión entre su orientación a los valores
y la satisfacción de sus necesidades vitales. El modelo que cada uno tiene de sí mismo puede
ser descrito como su yo-ideal, y la realidad -tal como vive- como su yo-real. La formulación
"aquél que soy yo saluda tristemente a aquél que yo quisiera ser" lo expresa acertadamente.
El yo-ideal contiene todos los valores, objetivos e ideas de una persona. Son sobre todo los
valores religiosos y éticos los que permiten a una persona trascenderse hacia una meta. En
concreto, los cristianos/as reconocerían los siguientes valores como fundamentales y
orientadores de sus vidas: una vida en unión con Dios, un seguimiento de Jesús y una caridad
activa. Los demás valores arrancan de la forma de vida elegida o marcada por el destino.
Quien vive en una orden religiosa mencionará la vida sencilla, la comunidad de bienes, la
disposición a aceptar tareas en la línea de la comunidad -aunque personalmente no le
satisfagan- y la apertura al amor genuino de los demás.
La tensión fundamental entre el yo-ideal y el yo-real caracteriza la vida de todos los seres
humanos y puede ser vivida de maneras diferentes. Por eso, existen formas más maduras y
menos maduras de integración de ambos "yos”. Dicho brevemente, hay tres formas diferentes
de vivir esta tensión:
La forma madura, completamente desarrollada: Se reconocen las necesidades.
Pero se integran en la propia personalidad de tal manera que su satisfacción no con-
tradice los valores que rigen una vida. Las personas que viven de esta manera la
tensión entre el yo-ideal y el yo-real, se ponen metas realistas y desafiantes y
desarrollan tareas que les ayudan a crecer. Así, viven dicha tensión de un modo
creativo.
La forma restringida: Las necesidades pueden ser reconocidas o no. En
consecuencia, pueden ser satisfechas o se puede renunciar a satisfacerlas. Como
"pasajeros ciegos" estas necesidades tienen una vida propia que a menudo es percibida
por la conciencia como una amenaza o como un sentimiento de culpa. El temor a
estos sentimientos lleva a que las posibilidades de la vida queden limitadas.
La forma enfermiza: La estructura interna de una persona se ha montado sólo
fragmentariamente. No percibe que entre los valores y las necesidades existe una
diferencia y mucho menos puede hacer frente a la tensión entre ellos de manera
constructiva. Estamos ante una leve o severa forma de trastorno de la personalidad o
de desorden del "yo"; en caso extremo, nos encontramos con una enfermedad
psicótica.
Tercera tesis
La vida religiosa hace feliz cuando el religioso o la religiosa consigue ir desarrollando la propia
personalidad en las siguientes áreas de la vida: trabajo, oración, comunidad, servicio,
necesidades corporales, ecuanimidad, intimidaddad, organización, aprendizaje, belleza.
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16 24 de diciembre de 2011
Alcanzan la felicidad al madurar en estas cuatro áreas principales de las necesidades
humanas: la psicológica, la física, la social y la espiritual. Richard Sipe describe diez
elementos de estas cuatro áreas.
Trabajo: una persona religiosa es feliz cuando consigue utilizar sus propias
energías de forma productiva y hacerlas fructificar en un trabajo no alienante,
sin preocuparse especialmente de su papel y de su jerarquía.
Oración: oración, meditación, contemplación -tanto a nivel individual como
comunitario- tienen máxima prioridad ante las demás actividades.
Comunidad: una persona religiosa es feliz cuando es capaz de relacionarse
profundamente tanto con miembros de su propia comunidad como con los
demás. Tienen un sentimiento profundo de pertenencia a la humanidad.
Servicio: una persona religiosa feliz da a su vida un sentido pleno en el
servicio. Su vida está marcada por su dedicación al trabajo en servicio de los
demás "por amoral Reino de los cielos".
Necesidades corporales: una persona religiosa es feliz cuando hace de su
cuerpo su hogar y se siente a gusto con él. Cuida su alimentación, su
deporte, su sueño, el uso moderado de estimulantes... sin que esto signifique
que todos los religiosos sean ascetas.
Ecuanimidad, una persona religiosa es feliz cuando alcanza un manejo
equilibrado de sus tiempos y sus energías. Tienen tiempo suficiente para orar y
trabajar, para formarse y descansar, para contactos sociales y para la soledad
creativa.
Intimidad: una persona religiosa es feliz cuando es capaz de intimar. Y no nos
referimos a la intimidad genital, sino a la capacidad y disposición de mostrarse
a los demás tal como son en realidad. Son muy capaces de establecer
relaciones y amistades profundas.
Organización: una persona religiosa es feliz cuando muestra un agudo
sentido del orden en su vida cotidiana. Consiguen estructurar su vida
tanto en las cosas pequeñas como en las grandes, sin caer en la rutina.
Aprendizaje: los religiosos felices manifiestan interés. Dedican tiempo y
esfuerzo a seguir aprendiendo siempre. En ellos el crecimiento intelectual y
el espiritual van de la mano. "Quien no quiere aprender, tampoco debe
enseñar", dice un religioso, profesor de teología.
Belleza: en el terreno de la cultura los religiosos/as felices suelen ser personas
formadas. Unos cultivan su amor a la música, otros, a la pintura o al teatro.
Seguramente no es casualidad que la primera pintura de Cristo lo presente
como Apolo, dios de la belleza.
Problemas actuales y desafíos
Existen hoy en día en Europa central graves problemas en lo que se refiere al número de
vocaciones tanto en los monasterios como en las comunidades de religiosos/as. En Alemania,
en los años sesenta del siglo pasado había 100.000 religiosas, en la actualidad hay
23.000. El ochenta por ciento de la población religiosa sobrepasa los 65 años. Y las
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papeles de formación y comunicación
previsiones son negativas.
Hace veinte años la mayor parte de los candidatos a la vida religiosa se incorporaban después
de graduarse en la escuela secundaria o formación profesional; tendrían entre 20 y 22 años.
Hoy los candidatos tienen entre treinta y tantos hasta cuarenta y tantos. Sociológicamente
esto se explica porque muchos ya no escogen una profesión de por vida, sino que van
cambiando la decisión sobre su profesión varias veces en la vida.
Hoy ya no es válida la afirmación de que las vocaciones surgen de familias estructuradas y
numerosas. Los candidatos a la vida religiosa a menudo provienen de familias
desestructuradas, y cada vez con más frecuencia son jóvenes que vienen de familias
alejadas de la iglesia. Y entre los motivos que dan y los que realmente los mueven suele
haber una gran discrepancia.
En la vida religiosa existe la particularidad de que en una única forma de vida se integran
todos los aspectos de formación de la identidad que en la sociedad secular se asocian
generalmente a diferentes ámbitos de la vida. Por lo que la vida religiosa es muy exigente.
Una atadura libre y definitiva presupone que, al menos en principio, se han superado todos
los aspectos de la crisis de identidad.
Para acabar, podríamos decir que el proyecto de vida "orden religiosa" hace infelices a las
personas cuando es una huida de sí mismo y de las exigencias de la vida, y cuando alguien ha
de estar aplicando cada vez más energías psíquicas para no tener que reconocer estos
motivos. Religiosas y religiosos tienen muchas probabilidades de ser felices en su elección
vital, cuando descubren la vida religiosa como su vocación única y peculiar, cuando consiguen
vivir de forma fructífera y creativa la tensión entre la orientación de la vida a los valores del
evangelio y la satisfacción de sus necesidades, cuando fomentan una cultura vital en la que
cuerpo y alma, comunidad y oración son vividas y configuradas en un equilibrio siempre
buscado y nunca definitivamente encontrado.
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papeles de formación y comunicación
Comunicación
También la prensa
tiene su propio lenguaje3
José Ignacio Pedregosa
En las páginas que siguen nos vamos a ocupar del tema de la prensa. Lo más importante será
que apliquemos las técnicas y recursos que explicaremos a continuación, no sólo para
aprender a leer críticamente los periódicos, sino también para la realización de nuestro
propio «periódico» parroquial, asociativo, grupal.
La prensa se usa como sinónimo de periodismo. También es equivalente a información de
actualidad emitida regularmente en formato papel, el cual tiene un formato manejable y
se puede recuperar con facilidad, se puede volver a leer y releer cuando uno quiera.
Esto último es mucho más fácil con la prensa en formato digital.
Sería interesante detenernos en realizar un análisis acerca de la prensa en España y
quién es quién en el mundo periodístico, pero obviamente, por razones de espacio y por
ir a lo más práctico e interesante para los agentes de pastoral, no lo vamos a hacer.
Al igual que los demás medios, también la prensa tiene su propio lenguaje, que debemos
conocer si queremos interpretar plenamente lo que nos quiere decir. Recordando el
proceso comunicativo, si no conocemos bien el lenguaje de la prensa, se producirá un ruido
en el código, con lo cual no llegaremos a captar de forma clara el mensaje que el trasmisor
nos quiere trasmitir. De ahí la importancia de conocer los generous periodísticos. Pero no
3 «Cooperador Paulino» 152 (2010) 36-39.
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solo pore so, sino porque deberemos utilizar las reglas de estos generous periodísticos
cuando nosotros nos pongamos a elaborar nuestro propio «periódico».
Géneros informativos
La noticia. Consiste en una información breve, clara y concisa de un acontecimiento reciente
que suscite interés o curiosidad.
Características. No es necesario que aparezca el emisor del mensaje, aunque cada vez más
está presente el nombre del redactor, así como el lugar donde se ha redactado, todo ello de
forma escueta, en el cuerpo de la noticia. El mensaje debe contestar a las siguientes
preguntas: ¿Quién? ¿Qué? ¿Cuándo? ¿Dónde?¿Por qué? Son las cinco «w», puesto que están
tomadas del inglés: Who? What? When? Where? Why? El periodismo moderno ha añadido
además el ¿cómo? y ¿cuánto?
Estructura. Desde luego, pueden faltar muchas partes, quedándose reducida al titular y
cuerpo. El cuerpo suele venir estructurado en forma de «pirámide invertida». Es decir, de
lo más importante a lo menos importante. Esta estructura cada vez está cambiando más.
Antes obedecía a la propia forma de composición del periódico. Si había que «cortar» una
noticia porque no había espacio suficiente, no se perdía información interesante. Hoy
los medios informáticos han obviado este problema. Sin embargo se mantiene todavía
vigente, puesto que facilita a los receptores la lectura. Supongo que a vosotros os ocurre lo
mismo: leemos el titular y la entradilla de la noticia, y después decidimos si seguir leyendo o
no.
El reportaje. Es un trabajo periodístico de carácter informativo, como la noticia, pero a la vez
documental. Hace referencia a un personaje, un suceso, un descubrimiento o a algún otro
tema de actualidad o interés para el público.
Características. El emisor es el reportero. Por ello va firmado, mencionando el nombre del
reportero o reporteros autores del trabajo y el lugar desde donde se ha redactado el
reportaje. En muchas ocasiones la opinión del reportero se hace presente mediante
aportaciones subjetivas.
El mensaje que nos transmite, prácticamente, es el desarrollo de una noticia, tratando de
captar el ambiente en que se ha producido, sobre todo con declaraciones de testigos o de los
implicados y describiendo el ambiente en el que se ha producido el hecho.
El titular tiene que llamar la atención: por ello en muchas ocasiones presenta características
literarias. En el cuerpo del reportaje es importantísimo destacar el comienzo (no interesan
tanto los datos como tratar de captar la atención del lector) y el final (para que deje buen
sabor de boca). En el desarrollo se pueden aportar los datos que se puedan considerar
significativos. El reportaje informa y entretiene, puesto que aporta la visión particular del
reportero, además de utilizar elementos literarios, que se va combinando con los elementos
periodísticos.
De alguna manera podemos apreciar que está presente la subjetividad del autor, más que en
uso de la 1ª persona (ya que suele mantenerse la 3ª) en la valoración de los hechos.
Especialmente relevante suele ser la presencia de adjetivos valorativos y otros recursos
literarios como los paralelismos, anáforas, comparaciones, etc.
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3 Pages 21-30

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papeles de formación y comunicación
Géneros de opinión
Nos vamos a detener únicamente en los que a mi parecer son más importantes y nos pueden
servir para nuestro trabajo pastoral, que son el editorial y el artículo. Aunque, además, existe
la columna y nos encontramos también con la crítica y la crónica que podemos encuadrar
dentro de los géneros mixtos.
El editorial. Es un artículo de fondo no firmado, referente a un destacado tema de actualidad,
expuesto con una seriedad que invita a la reflexión. El último responsable del editorial es
el propio periódico, aunque haya una serie de personas que lo redacten. Responde a la
ideología del periódico. Carece, por ello, de firma. En un periódico parroquial podría ser
elaborado por el Consejo de Pastoral o por el Párroco.
Otra característica importante es que no siempre tiene un receptor universal; en ocasiones,
los editoriales están escritos pensando en un receptor concreto, como el gobierno, o
determinados sectores de la opinión pública.
Eso si el tema tratado en él es de aplastante actualidad. Predomina el discurso expositivo,
mezclado con el argumentativo, es decir, se va combinando la exposición de hechos con su
valoración.
La intención no es más que la de formar opinión sobre un tema destacado, aunque
invitando al lector a la reflexión.
El artículo. Es una exposición o argumentación que contiene el pensamiento o la opinión de
una personalidad reconocida, en relación con un tema concreto. Su opinión no tiene por
qué coincidir necesariamente con la opinión del grupo editorial. En él predomina la
subjetividad, al contener el pensamiento y opinion particular de una persona.
Su intención no es otra, sino dar a conocer la opinión del autor sobre un determinado
tema.
Estructura informativa de un periódico
Localización y extensión de la noticia. El lugar y el espacio que ocupa una noticia no es algo
futil, pues la localización y la extensión influyen fuertemente en la percepción que
pueda tener el lector acerca de la noticia; pero no sólo eso sino que relativiza su
importancia y favorece el que una determinada información pueda pasar más o menos
desapercibida. Según la localización y extensión de una información se pueden privilegiar
ciertas noticias y casi ocultar otras. Pero ¿cómo se hace esto?
Según las páginas donde aparezca la noticia. Las noticias en la portada y en las primeras páginas
son las que primero se leen puesto que destacan entre las demás como las más
importantes, ya que en occidente lo más habitual es leer de delante a atrás. Al comenzar la
lectura del periódico estamos más receptivos, con lo cual ya hemos seleccionado a
qué debe prestar más atención o menos.
Igualmente se puede destacar más una noticia si se presenta en una página impar ya que se
fija mejor la atención sobre ella; es donde primero fijamos la mirada; y si no, haced la
prueba. La página de la derecha siempre es más visible al abrir el periódico o revista.
Según su ubicación en la página. Al situarse, por ejemplo, en las esquinas superiores, sobre
todo en la derecha, como indicábamos antes, una noticia salta más a la vista que en otros
lugares, es allí donde primero se nos van los ojos. Por tanto, la composición final de la página
Delegación Inspectorial de comunidad y formación

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22 24 de diciembre de 2011
puede servir para destacar ciertas noticias sobre otras.
Según su extensión. El número de páginas o de columnas que dediquemos a un
acontecimiento, el número de días que lo mantengamos de actualidad muestran el interés
que tenemos hacia un determinado tema.
Fotografías y otro material gráfico. Junto a los titulares, las fotos u otro material gráfico (dibujos,
esquemas, mapas, etc.) son el elemento de una noticia que más llama la atención. De
hecho, el que a una noticia se le adjudique o no una foto, así como su tamaño, influye
poderosamente en destacar o no un acontecimiento concreto. Esta es otra técnica que
posee el periódico para imponer lo que él considera hechos de interés y marginar los
que no le interesan.
Titulares y entradillas. Los titulares resaltan los aspectos de la noticia que interesa poner
de manifiesto. Junto a la fotografía, suele ser el elemento más llamativo de una noticia,
pues actúa como síntesis y reclamo. Está comprobado que la mayoría de los lectores
leen básicamente titulares, algunas entradillas (si las hay), y tan sólo leen unas pocas
noticias completas.
Por último, hacer un apunte acerca de las secciones en las que aparecen las
noticias. No es algo secundario el que aparezcan en una sección o en otra. Sobre todo
si nos referimos a las noticias acerca de la Iglesia. La adjudicación de un
acontecimiento a una u otra sección suele tener importantes efectos acerca de la relevancia
o difusión de un acontecimiento, y sobre su interpretación. No es lo mismo que una
noticia sobre la Iglesia aparezca en una sección especializada, o que aparezca en la
sección de sociedad, donde se especula acerca del la ultima aventura amorosa del
famoso de turno.
Como siempre, os recordamos que este Taller de Comunicación puede ser impartido de
forma presencial, sólo tienes que ponerte en contacto con la redacción de la Revista.
Trabajo en grupo
Para realizar satisfactoriamente esta actividad se deben utilizar, al menos, cuatro periódicos
distintos y de diversas ideologías.
1. Fijaos en la portada de cada uno de los periódicos que tenéis. ¿Qué noticia es la que
más destaca? ¿Por qué?
Comparar, desde el punto de vista de mayor importancia, dos noticias de la sección
nacional de cada periódico.
3. Elegir una noticia. Destacar las características que hemos dado para ella,
4 Elegir un artículo. Destacar las características que hemos dado para éste.
Comparar la información religiosa de cada uno de los periódicos, ¿Cómo es el
tratamiento que ofrece? Fijaos sobre todo en el uso de los adjetivos.
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papeles de formación y comunicación
Vocaciones
Tened entre vosotros
los mismos sentimientos que Cristo…4
-La vida religiosa hoy: desafíos y esperanzas-
Joseph W. Tobin, C.Ss.R.
Introducción
Me es muy grato participar en la XVIII Asamblea General de la Conferencia Española de
Religiosos (CONFER). Este año la reflexión se concentra en la promoción de una cultura
vocacional y así se encuadra en el contexto de los objetivos del trienio de CONFER: vivir en
esperanza y ser esperanza para el mundo. En estos días ustedes quisieran estudiar algunos
aspectos que tocan la promoción vocacional: el desafío que supone para nuestros Institutos y
la necesidad de fomentar una cultura vocacional en las comunidades y obras apostólicas.
Espero que mi modesto aporte compagine bien con el propósito noble de esta asamblea. No
me atrevo presentarme como experto en la teoría de la promoción vocacional. Sin embargo,
soy un religioso desde hace 38 años y no oculto el amor y la gratitud que la vocación
redentorista sigue provocando en mí ser. Tampoco tengo la preparación especializada de un
teólogo profesional; en cambio mi reflexión brota desde el servicio misionero de 18 años en
el gobierno general de mi instituto. Estos años me han aportado experiencias hermosas y
provocativas, tanto dentro como fuera de mi familia religiosa.
4 Pronunciada en la Asamblea de la Conferencia Española de Religiosos en Madrid, el 17 de noviembre de 2011.
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24 24 de diciembre de 2011
Consciente de mis límites, busco desde luego la ayuda de un «Aarón» para rendir más
inteligible mi discurso. Esta conferencia va a desarrollarse sobre las grandes líneas de la carta
de San Pablo a los filipenses. Permítanme decirles por qué.
En el epistolario del Apóstol, la carta dirigida a los cristianos de Filipos se coloca en el grupo
llamado “cartas de la cautividad”. Si por su tamaño5 esta carta debe ser contada entre las
epístolas menores de San Pablo, a lo largo de los siglos representaba, y sigue representando,
un punto de referencia no solo para la teología sino también para la liturgia y la misma vida
cristiana.6
Por lo demás, esta carta muestra una dimensión personal y relacional muy particular. Así se
destacan los dos polos fundamentales de San Pablo: su relación con Cristo y con los cristianos
de sus comunidades, los que él mismo había evangelizado y ahora acompaña espiritualmente
y moralmente desde su celda. En particular, el diálogo entre el «yo» del Apóstol y el
«vosotros» de los destinatarios constituye un hilo rojo que corre por todo el texto.
Finalmente, a mi modo de ver, la carta a los filipenses se caracteriza por el tono más cordial
de todo el epistolario del Apóstol. Pablo no resiste a expresarles su afecto sincero. En toda la
carta se respira una verdadera alegría que anima la relación triangular entre Pablo, Cristo y
sus queridos filipenses. Como veremos, no se trata de una alegría superficial sino la alegría
que se comparte entre un preso encadenado y una comunidad amenazada por la posibilidad
de rupturas. De hecho, tanto Pablo como los cristianos de Filipos pueden vivir con alegría
solo porque viven «en el Señor», es decir, profundamente arraigados en su unión con Cristo.7
Por estas razones – su tamaño modesto y su significado importante, su característica
relacional y el rasgo de la cordialidad –, la carta a los filipenses puede hablar elocuentemente a
la vida religiosa. Con esta confianza, pues, aprovecho de la sabiduría particular de este texto
inspirado para guiarnos en esta reflexión. Por la invitación de la CONFER, mi tarea es hablar
de los desafíos y las esperanzas de la vida religiosa hoy. Pensando en ambas características
bajo la luz de esta carta espléndida, me gustaría destacar en forma sintética los temas
siguientes:
• La vida religiosa: un motivo de agradecimiento;
• La unidad en la humildad;
• Una consecuencia del cuadro cristológico de la vida religiosa;
• Discernir cómo correr la carrera;
• La alegría: un sine qua non para la promoción vocacional.
1. La vida religiosa: motivo de agradecimiento
Doy gracias a mi Dios cada vez que me acuerdo de vosotros, rogando siempre
en todas mis oraciones con alegría por todos vosotros a causa de la
colaboración que habéis prestado al Evangelio desde el primer día hasta hoy;
firmemente convencido de que, quien inició en vosotros la buena obra, la irá
consumando hasta el Día de Cristo Jesús. (1,3-6).
5 La carta cuenta con solo 1.629 palabras que corresponden en la versión imprimida a 104 versículos; está subdivida en
cuatro capítulos.
6 Lettera ai filippesi: introduzione, traduzione e commento a cura di Francesco Bianchini en Nuova Versione della Bibbia dai
Testi Antichi n. 47 (Milano: Edizioni San Paolo, 2010), p. 9.
7 Ibid., 10.
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papeles de formación y comunicación
Al principio de su carta, Pablo recuerda a los destinatarios cuánto los quiere y cómo ellos
mismos le llevan a hacer una acción de gracias. La alegría, un tema recurrente de la carta,
caracteriza la oración del Apóstol porque él reconoce la bondad de Dios en los dones que se
manifiestan en los filipenses. En esa comunidad, Dios ha iniciado algo muy bueno y Dios lo
llevará a su perfección en la Parusía.
¿Para la Iglesia, es que la vida religiosa es todavía un motivo de agradecimiento? En algunos
sectores de la Iglesia en los últimos años, no se podía responder con un sí axiomático. Se oían
las voces que ponían en duda el futuro de la vida religiosa, por lo menos en sus expresiones
clásicas. Según este modo de pensar, la disminución numérica de muchas órdenes y
congregaciones fue consecuencia de la infidelidad de los miembros que habían traicionado sus
mejores tradiciones.
A los miembros de la vida religiosa se les ha llamado agentes de secularización. El secretario
de un cierto dicasterio en el Vaticano fue muy puntual en prever que una buena parte de la
vida religiosa iba a desaparecer. Hace un año él publicó un artículo en L’Osservatore Romano
en que se decía: “Casi todas las congregaciones de vida activa que nacieron en el siglo
diecinueve o a principios del siglo veinte, han sido heridas mortalmente y su desaparición es
sólo cuestión de tiempo.”8
Se mostraban señales de que la Iglesia no podía seguir contando con los religiosos y, en todo
caso, los mismos andaban desapareciendo en las nieblas de la historia. Para la Iglesia, sería
mejor apostar sobre otra forma de vida.
El sumo pontífice tiene otra idea de la vida religiosa. Desde que asumió el servicio petrino en
2005, Benedicto XVI no ha escondido ni su gratitud por la vida religiosa, ni su juicio de que
nuestra vocación forma una parte integral de la misión de la Iglesia. De pronto esta doctrina
quedó más clara el año pasado en su discurso a un grupo de obispos brasileños en visita ad
limina.9 En aquella ocasión el Papa llamó la vida religiosa «una porción elegida del Pueblo de
Dios»10 que, citando a su predecesor, se puede comparar a «una planta llena de ramas que
hunde sus raíces en el Evangelio y da frutos copiosos en cada época de la Iglesia ».11 Puesto
que el amor es el carisma mayor, la comunidad religiosa enriquece la Iglesia particular, ante
todo, con su amor.
Lejos de presentir una desaparición inevitable, el papa enseña que la vida religiosa inició con
el Señor que escogió para sí mismo esta forma de vida virginal, pobre y obediente. Por eso, la
vida religiosa nunca podrá faltar en la Iglesia o morir, puesto que Jesús quiso que fuera «una
parte inamovible» de su Iglesia.12 De allí el deber de toda la Iglesia de promover las vocaciones
a la vida religiosa.
No cabe duda alguna de que hoy la vida religiosa debe enfrentar unos desafíos muy serios.
Muchos de estos retos quedan fundamentalmente fuera de su control y decisión, como son
8 S. E. R. Jean-Louis Brugués, OP, “Riscoprire l'essenziale della vocazione per sottrarsi ai condizionamenti della società:
Vita religiosa e secolarizzazione”, L’Osservatore Romano, 20 de octubre de 2010. En el texto original se lee: “la quasi totalità
delle congregazioni attive, nate nel XIX o all’inizio del XX, si trovano quindi colpite a morte, e la loro scomparsa è solo una
questione di tempo”.
9 Discurso do Papa Bento XV aos Prelados da Conferencia Nacional dos Bispos do Brasil (Regional Sul II) em visita «ad
limina apostolorum», quinta-feira, 5 de novembro de 2010.
10 «Porção eleita do Povo de Deus», ibid.
11 Ibid.; Benedicto XVI cita n. 5 de la exhortación apostólica Vita Consecrata (25 de marzo de 1996).
12 «mas a vida consagrada como tal teve origem com o próprio Senhor que escolheu para Si esta forma de vida virgem,
pobre e obediente. Por isso a vida consagrada nunca poderá faltar nem morrer na Igreja: foi querida pelo próprio Jesus
como parcela irremovível da sua Igreja.; ibid.
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las consecuencias de los cambios en el cuadro demográfico del Occidente. Otros desafíos
exigen una reflexión ulterior y decisiones más audaces para responder al desafío de inculturar
con fidelidad creativa nuestros carismas en un mundo secularizado. Con todo, sin negar estos
retos y nuestros errores, no podemos menos de alabar a Dios porque el Sucesor de Pedro
reconoce con gratitud la grandeza de nuestra vocación y diariamente ruega por nosotros,
sobre todo por « los ancianos y enfermos, los que pasan por crisis, los que sufren y se sienten
confundidos y los jóvenes y las jóvenes que llaman a la puerta de [nuestras] casas hoy y
preguntan para poder dedicarse a Jesucristo en la radicalidad del Evangelio ».13
2. La unidad en la humildad
Así pues, si hay una exhortación en nombre de Cristo, un estímulo de amor,
una comunión en el Espíritu, una entrañable misericordia, colmad mi alegría,
teniendo un mismo sentir, un mismo amor, un mismo ánimo, y buscando todos
lo mismo.
Nada hagáis por ambición, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando
a los demás como superiores a uno mismo, sin buscar el propio interés sino el
de los demás. Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo:…
(2,1-5).
En esta carta San Pablo no se dirige a una realidad eclesial que no está libre de problemas.
Desde fuera llega el peligro que «los perros» y «embusteros» (3,2) logren fragmentar la
comunidad. Pero algunos problemas brotan desde dentro. Esta apremiante exhortación a la
unidad nos permite adivinar que existían divisiones internas que amenazaban la paz de la
comunidad de Filipos.
Frente a los problemas internos, san Pablo pide que todos tengan la misma actitud que se
podría expresar en diversas maneras. Pues la unidad de la comunidad no significa una
homogeneidad que aplasta la diversidad sino una sintonía armoniosa de aspiraciones e
intenciones. Esta orientación se expresa en tener un mismo espíritu de caridad en las
relaciones recíprocas, en tener en cuenta la misma regla de vida que deriva de Cristo:
considerando, en toda humildad, al otro como superior a sí mismo y mirando a su bien en vez
del propio.
La humildad de los cristianos, modelada sobre la de Jesucristo, debía sonar del todo nueva en
el contexto cultural de la ciudad de Filipos. De hecho, para un griego, tal concepto asumía un
sentido casi exclusivamente negativo: una debilidad de actitud o de condición de la cual tenía
que avergonzarse.14 Por su cuenta, Pablo se une a la idea bíblica que la persona humilde es la
que confía a Dios su vida, sin confiar en sus propias fuerzas.15 El Apóstol, pues, invita a sus
destinatarios a tratarse los unos con los otros según su nueva existencia en Cristo y no según
los criterios de la sociedad en la que se encuentran.
Creo que esta lógica debe guiar la relación de la vida religiosa con las demás vocaciones en la
Iglesia. Uno de los desafíos más exigentes para vivir la Iglesia como comunión es apreciar la
particularidad de las diversas vocaciones y promover una relación vital entre las mismas. Por
otro lado, existe la posibilidad de que, faltando una programación de mutuas relaciones según
13 Ibid.
14 Bianchini, op. cit., 51.
15 Véase por ejemplo Is 66, 2; Sal 34, 19; Jdt 9, 11.
Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” - León

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papeles de formación y comunicación
el principio de la comunión, entren en la Iglesia otras formas de relación: la de una sociedad
comercial, un parlamento con partidos opuestos, una selva donde sobreviven los más fuertes.
El magisterio ha propuesto el diálogo como una relación vital y evangélica que une las diversas
vocaciones en la Iglesia. El diálogo no es un camino “soft” para evitar problemas sino un
modo de ser Iglesia. Pablo VI llamó diálogo «a este impulso interior de caridad que tiende a
hacerse don exterior
de caridad»16 y abogó en favor de una Iglesia de diálogo – «la Iglesia se hace palabra; la Iglesia
se hace mensaje; la Iglesia se hace coloquio».17 En su discurso a los obispos brasileños el
pasado noviembre, Benedicto XVI recordó cómo la Instrucción Mutuae Relationes se dirige a
« la relación delicada entre las exigencias pastorales de la Iglesia particular y la especificidad
carismática de la comunidad religiosa.”18 Hay una debida tensión entre los dos sujetos, es
decir, las exigencias pastorales de la Iglesia particular y la especificidad carismática de la
comunidad religiosa; el diálogo es el catalizador que asegura que la tensión vuelva a ser
creativa. En cambio, el aislamiento y un protagonismo exagerado garantizan que la tensión se
vuelva destructiva.
Para nosotros, religiosos y religiosas, el diálogo es más que un método o dinámica; es la
manifestación de nuestra disposición interior, un signo de tener entre nosotros «los mismos
sentimientos que Cristo…».
3. Una consecuencia del cuadro cristológico de la vida religiosa
…juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo
Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para
ganar a Cristo (3,8-9).
El horizonte cristológico es central en la carta a los filipenses. Se repite 21 veces la formula
«en Cristo» o su equivalente.19 Se destaca el himno de 2, 6-11como el núcleo de la carta que
tiene valor no solo por su profundidad teológica, sino porque el esquema del bajar/subir de
Jesús viene propuesto como el modelo de referencia para los creyentes.
De hecho, la principal exhortación del Apóstol a los filipenses es su invitación a que ellos
reproduzcan « los mismos sentimientos que Cristo » (2,5) y correr así su mismo itinerario.
San Pablo hace referencia a su experiencia personal: se trata de un camino de crecimiento
progresivo, marcado por la llamada de Dios y orientado a la meta del encuentro definitivo
con Cristo (3,12-14).
Un análisis del contenido cristológico de la carta va más allá de los límites de esta conferencia
y, seguramente, de las capacidades de un servidor. Me gustaría enlazar el cristocentrismo de
la carta a un desafío actual de la vida religiosa: el problema de una formación que es a la vez
progresiva y permanente.
16 Ecclesiam Suam, 26.
17 Ibid., 27.
18 «As delicadas relações entre as exigências pastorais da Igreja particular e a especificidade carismática da comunidade
religiosa foram tratadas pelo documento Mutuae relationes».
19 Bianchini, op. cit., 14.
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Hace nueve años nuestro dicasterio publicó la Instrucción Caminar desde Cristo: un
renovado compromiso de la vida consagrada en el tercer milenio (el 19 de mayo de 2002). Al
tratar el tema de la formación permanente, la Instrucción afirma lo siguiente:
Si, en efecto, la vida consagrada es en sí misma «una progresiva asimilación de los
sentimientos de Cristo», parece evidente que tal camino no podrá sino durar toda la vida,
para comprometer toda la persona, corazón, mente y fuerzas (cf. Mt 22,37), y hacerla
semejante al Hijo que se dona al Padre por la humanidad. Concebida así la formación, no es
sólo tiempo pedagógico de preparación a los votos, sino que representa un modo teológico
de pensar la misma vida consagrada, que es en sí formación nunca terminada, «participación
en la acción del Padre que, mediante el Espíritu, infunde en el corazón... los sentimientos del
Hijo».20
La cita nos presenta dos puntos claves. Primero, se destaca la vida consagrada como «una
progresiva asimilación de los sentimientos de Cristo ».21 Pues la formación no es solo un
tiempo pedagógico sino un modo teológico de pensar la misma vida consagrada que es en sí
formación nunca terminada. De ahí el servicio decisivo de los animadores de comunidades en
plantear la vida religiosa como «un trabajo en progreso», un «proyecto de la vida» para
asegurar que los miembros se aprovechen del patrimonio espiritual del instituto.
Proponer a los miembros que la vida religiosa supone la formación permanente es un desafío
perenne para los que llevan la responsabilidad de animación y gobierno.
4. Discernir cómo correr la carrera
Y en mi oración pido que el amor de ustedes crezca cada vez más en el
conocimiento y en la plena comprensión, a fin de que puedan discernir lo que
es mejor (1, 9-10)…Me siento apremiado por ambos extremos. Por un lado,
mi deseo es partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo
mejor; mas, por otro, quedarme en el cuerpo es más necesario para vosotros
(1,21-24).
Al principio de la carta Pablo propone el amor como la fuente del discernimiento moral.
Luego, él mismo lucha para tomar una decisión y discernir entre lo que es teóricamente
mejor «estar con Cristo» (1,21-23) y lo que es necesario para el bien de la comunidad (1,24).
El Apóstol nos ayuda ver cómo la vida cristiana – y a fortiori, la vida religiosa, – exige mucho
discernimiento según los criterios que nos ofrece Cristo.
Es prácticamente un tópico decir que vivimos inmersos en un mundo, Iglesia y Vida Religiosa,
rápidamente cambiantes. A nuestra época se la llama tiempo de transición marcado por
“grandes avances en ciencia y tecnología así como por los poderosos medios de
comunicación que a veces colonizan el espíritu”.22 Se da la ambigua experiencia de la
globalización que nos hace mutuamente interdependientes al tiempo que socava las
particularidades de las identidades culturales. Pero nuestros días presentan también
20 Caminar desde Cristo, 15.
21 Véase Juan Pablo II, exhortación apostólica Vida Consecrata (el 25 de marzo de 1996), 65.
22 Congreso Internacional sobre la Vida Consagrada, Documento Final Lo que dice el Espíritu Hoy a la vida consagrada
(Roma, noviembre, 2004), n. 2.
Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” - León

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papeles de formación y comunicación
“momentos de kairos en los que tenemos sorpresas y percibimos que el Dios que habla es el
Señor de la historia”. Sentimos “una sed y una crisis de significado que nos presenta miles de
propuestas y de promesas.”23
El servicio de gobierno en los institutos de vida religiosa supone, ante todo, un ministerio de
discernimiento. En una época cuando los cambios demográficos de nuestros institutos nos
obligan a reestructurar las comunidades y los compromisos, la tentación es vernos como «
managers » de una empresa que va declinando. Los temas de administración nos puedan
quitar todo el tiempo, y se nos pierde el camino, por no decir nada de la carrera que el
Espíritu nos está invitando a seguir.
La agitada experiencia de los cambios experimentados en nuestros institutos en las últimas
cinco décadas, así como el continuo cambio del mundo actual, exige a los religiosos/as que
tengan corazones atentos a la escucha y al discernimiento, libres para seguir los dictados del
Espíritu Santo. Así, pues, propongo que prestemos especial atención al voto de obediencia
como compromiso con una búsqueda corresponsable de la voluntad de Dios de acuerdo con
el carisma de nuestros institutos respectivos.
Me gustaría en esta reflexión limitarme a colocar el voto dentro del contexto de radicalidad
descrito por Pablo VI: “Incluso más que una obediencia puramente formal y legalista a la ley
de la Iglesia, o sumisión a la autoridad eclesial, [la obediencia] es una comprensión y
aceptación del misterio de Cristo que nos salvó a través de la obediencia. Es una continuación
de su fundamental actitud al decir sí a la voluntad del Padre.”24 La obediencia, en este sentido
fundamental, está en consonancia con la Palabra de Dios y con el abundante patrimonio
espiritual de nuestras órdenes y congregaciones, y nos ayudará a distinguir la voz de nuestro
Maestro y a reconocer el kairos dentro del caos de nuestro tiempo.
Rowan Williams, el arzobispo de Canterbury, escribe que la idea de una época privilegiada
para ser cristiano le suena muy extraña.25 Esto es cierto, con mayor razón, para los miembros
de la vida religiosa. Puede ser que una cultura de discernimiento en nuestros institutos nos
vaya a convencer de que la vida religiosa no tiene sólo «una historia gloriosa para recordar y
contar, sino una gran historia que construir!»26 Siguiendo la invitación del Beato Juan Pablo II,
pongamos los ojos en el futuro, hacia el que el Espíritu nos impulsa para seguir haciendo con
nosotros grandes cosas.
5. La alegría: elemento esencial de la promoción vocacional
Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. Que vuestra
clemencia sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca (4, 4-5).
Aun una lectura rápida de la carta a los filipenses revela cuán destacada es la exhortación a la
alegría. Más que un sentimiento superficial o pasajero, esta alegría es una dimensión
escatológica de la vida «en Cristo». El deseo profundo de Pablo es encontrarse con Jesús ya
en seguida después de la muerte, el mismo Cristo al cual el Apóstol ha tratado de rendir
23 Ibid.
24 PABLO VI, Discorsi al Popolo di Dio, 1966-1967 (Roma 1968) 119.
25 Why Study the Past?(London: Darton, Longman, Todd, 2005), p. 105.
26 Juan Pablo II, Vita Consecrata, 110.
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gloria con toda su existencia (1,19-21) con la esperanza de llegar a la resurrección final
(3,11.14).
En este horizonte de espera, él incluye a los cristianos de Filipos, los cuales son llamados a
vigilar sobre ellos mismos en vista del « día de Cristo Jesús » (1, 6.10; 2, 16). Entonces el
Señor Jesús, con la plenitud de su señoría universal, transfigurará los que le han esperado con
fe para hacerles partícipes de su gloria (3,20-21). Pues desde ahora los filipenses pueden
experimentar la cercanía del Señor (4,5) y gustar, aun en medio de los sufrimientos, su alegría
en anticipación de la salvación y la comunión definitiva con él. Entonces, en el contexto de la
carta, esta alegría no es una pasajera expresión emotiva sino una condición estable,
independiente de las circunstancias externas sino determinada exclusivamente por
la unión del cristiano con Cristo.27 La alegría significa para Pablo la profunda relación entre él y
los destinatarios (1,4; 2,2.28; 4,1), así como el reconocimiento del progreso y difusión del
mismo Evangelio (1,18.25).
Hoy la pregunta clave de la misión de la vida religiosa no está en el contenido del mensaje,
sino en la credibilidad de nuestro testimonio, en nuestra capacidad de interrelacionarnos y
acoger con respecto a los que son diferentes, por lo que el Espíritu hace surgir en el contexto
del diálogo en la vida. Es vivir con la esperanza escatológica en anticipación de la victoria del
Señor de la historia. Es vivir con una alegría profunda.
La alegría es un criterio imprescindible para favorecer una cultura vocacional en nuestras
comunidades. Permítanme concluir esta reflexión con una ilustración desde la historia de mi
familia. Yo soy el mayor de trece hijos: somos ocho mujeres y cinco varones. Ninguna de mis
hermanas entró en la vida religiosa aunque mi mamá tenía tres tías y cinco primas en la misma
congregación.
Esto no quiere decir que una u otra de ellas no tuvieran su inquietud. La verdad es que una
vez yo escuché a una hermanita mía, ya con 16-17 años, anunciar a las otras que iba a entrar
en el convento. Las demás, una vez que entendieron que Ana les estaba hablando en serio, le
pusieron una pregunta incómoda: ¿Es que quieres ser infeliz por toda tu vida? En la confusión
de los años 60 y 70, así se percibía la vida religiosa en muchas áreas de Norteamérica.
La cultura vocacional de nuestras comunidades se construye sobre la alegría que es un rasgo
esencial de la vida religiosa. Invitamos a los jóvenes a acercarnos con sus preguntas e
inquietudes. Les ofrecemos una acogida alegre y respetuosa, dejando que el Señor les hable
en el corazón:¿Qué buscáis? Puede ser que los jóvenes todavía quieren « quedar con Él » y
con nosotros encontrarán esa morada. Puede ser que se oirá su invitación: Sígueme.
+ Joseph W. Tobin, C.Ss.R.
Secretario
Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las
Sociedades de Vida Apostólica.
27 Bianchini, op. cit., 17.
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papeles de formación y comunicación
La solana
El envejecimiento
en sus distintas fases28
Piet van Breemen, sj
Puesto que en el presente libro vamos a hablar sobre el envejecimiento, nos será útil
considerar que en el envejecimiento se dan varias etapas. El grupo de «los ancianos» se va
haciendo cada vez mayor, tanto en números absolutos como relativos, y se va haciendo
cada vez más diferenciado. En un primer vistazo se pueden distinguir ya:
– los «ancianos jóvenes», los recién jubilados, que todavía están sanos de cuerpo
y mente;
– los que ya sufren deterioros importantes;
– los que no se valen por sí mismos;
— los que padecen enfermedades que provocan trastornos de la personalidad, como
la senilidad o el Alzheimer.
Dentro de estos agrupamientos existe una gran diferencia en relación con la situación
económica —el abismo entre pobres y ricos es también patente entre los mayores, y se va
agrandando cada vez más– y en lo que respecta a la formación cultural e intelectual. De
ahí que también las posibilidades de configurar esta fase de la vida sean muy diferentes.
El primer grupo, sin duda, es envidiado por lo general, y también caricaturizado en
28 El arte de envejecer. La ancianidad como tarea espiritual, Sal Terrae, Santander 2004, pp. 21-30.
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32 24 de diciembre de 2011
ocasiones. Muchos de los «ancianos jóvenes» han encontrado vías para utilizar bien su
recién adquirida libertad. En este momento se encuentran en situación de hacer cosas
que desde siempre desearon hacer, y no vacilan en aprovechar la oportunidad. Ahí están, por
ejemplo, los estudios universitarios para jubilados, que están más orientados a un
conocimiento de fondo que a una información exhaustiva, y en los que se hace justicia a la
madurez vital de quienes estudian. Muchos encuentran en ello alegría y satisfacción. Algunos,
liberados de la presión de la obligación laboral, ponen su experiencia y sus facultades al
servicio de los demás. Así, conozco a un hermano de religión que en otro tiempo fue
profesor de instituto y dedica una parte de su tiempo libre a dar clases de alemán a quienes
solicitan asilo, actividad con la que él se mantiene joven y feliz. Un especialista en
informática va una tarde a la semana a la administración de Cáritas de una gran ciudad para
ayudar en los problemas que puedan surgir con los ordenadores. Probablemente todos
conocemos ejemplos estimulantes de personas que devuelven con agradecimiento y alegría
algo de lo que a lo largo de los años han recibido.
En muchas partes del mundo, los jóvenes tienen la posibilidad de asumir un compromiso
social bajo la dirección de los jesuitas. En Alemania, este proyecto se llama Jesuit
European Volunteers (JEv). Los adultos jóvenes viven juntos un año –a veces dos– en un
grupo pequeño, mixto y, en la mayoría de los casos, de carácter internacional.
Adoptan conscientemente un estilo simple de vida. Todos trabajan de alguna manera
en favor de grupos marginados o personas socialmente desfavorecidas. En la vida comunitaria
se establece un lugar para los tiempos de oración y el intercambio espiritual; un elemento
propio del proyecto son los Ejercicios individuales de ocho días realizados una vez al
año. En los Estados Unidos se han formado, desde hace algunos años, grupos parecidos
para los «ancianos jóvenes», encuadrados todos ellos en el Ignatian Lay Volunteer Corps.
Para algunas personas mayores, esta asociación de vida espiritual en comunidad y de
compromiso social constituye una grata transición de la vida laboral a la jubilación.
La tarea del segundo de los grupos que acabamos de mencionar es completamente
diferente. Quienes lo forman experimentan con intensidad cómo les falla la memoria y, sobre
todo, cómo, cada vez con más frecuencia, son ya incapaces de recordar nombres y
hechos. Notan también que ven y oyen peor, de manera que cada vez se van quedando
más aislados. Algunas cosas que todavía pueden hacer por sí solos van inusitadamente lentas
y se convierten en una prueba de paciencia, no sólo para quienes les rodean, sino también
para ellos mismos. La fragilidad de la vejez golpea y les pone delante la difícil tarea de
reconciliarse con ella. Lo que estas personas deben aprender, ante todo, es a encontrar su
medida dentro de esta limitación. En un mundo donde el modelo es siempre «lo más» (lo más
grande, lo más rápido, lo más fuerte...), ellos tienen que moverse en la dirección contraria. Su
capacidad de trabajo, concentración y resistencia va disminuyendo cada vez más, y ello
requiere un proceso difícil y permanente de aprendizaje. La medida que antes determinó su
vida pierde su validez y su coherencia. Deben dejarla atrás y ajustarse a una nueva
medida. El sensato calcula bien la medida correcta y vive de acuerdo con ella, aun cuando sus
menguantes fuerzas la reduzcan radicalmente.
Para Ignacio, por un lado era un ideal el magis –el esfuerzo por lo «más» y mayor–, pero, por
otro, también lo era la discreta caritas: el amor discreto y discernidor. Típico de él es el
comparativo abierto. Muchos de nosotros escribimos de jóvenes en nuestros trabajos
escolares el lema AMDG: Ad Maiorem Dei Gloriam; no para la máxima gloria de Dios,
sino en grado comparativo: para la mayor gloria de Dios. Con ello introduce un
dinamismo. Estamos en camino hacia Dios, que es siempre mayor, y por eso somos toda
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papeles de formación y comunicación
la vida peregrinos. Pero frente a esta comparación abierta está la moderación. La
medida correcta se conecta con nuestra persona, pero tiene su fundamento en algo aún
más profundo que nosotros mismos, a saber, en la voluntad de Dios. Ignacio siempre
procuró discernir lo que la voluntad de Dios exige exactamente de nosotros. «En las cosas
que se han de hacer, incluso en las piadosas, es indispensable la moderación para que los
esfuerzos puedan durar, cosa que sería imposible si tales esfuerzos fueran excesivos. Y
en los acontecimientos sería recomendable tener el corazón preparado para aceptar un
lado u otro, o sea, el dichoso y el adverso, de buena gana, como de la mano de Dios» (de una
carta que Ignacio escribió medio año antes de su muerte a Girolamo Vignes).
La pérdida de fuerzas puede conducir paulatinamente a no poder valerse en absoluto por sí
mismo. Ésta es, sin duda, una cruz muy pesada. Tal dependencia no le resulta fácil a nadie.
Uno debe aprender a esperar de una manera nueva la ayuda para las cosas más sencillas y
también para las más íntimas. Está completamente entregado al criterio ajeno. La soledad
aumenta, y a veces se siente como abandono. Muchas cosas que daban sentido a la vida
anterior –¡incluso en la ancianidad activa!– desaparecen en este momento. Bien puede ser
que la simple presencia del enfermo signifique mucho para los demás, pero a veces el
enfermo como tal no es consciente de ello o no se atreve a creer algo así. En esta
situación, sin duda que nadie deja de buscar el sentido especial de esta fase de la vida.
Aquello en lo que en gran medida se apoyaba el sentimiento de autoestima desaparece
prácticamente del todo, lo mismo que el trabajo profesional, la fuerza creadora y la
productividad, el cuidado y la dedicación a la familia y a otras personas, la influencia y la
posición, así como la apariencia y la fuerza física, y con frecuencia incluso la memoria, el
oído y la vista. ¡Dichosa la persona que ha vivido de la fe! Verdad es que la cuestión del
sentido se plantea ahora de nuevo, pero puede partir de experiencias previas de fe que
brindan apoyo. En este momento, la cuestión crucial es qué fundamento puede sustentar la
vida entera.
Vivimos en una sociedad del rendimiento, en la que uno es lo que rinde. Este es el aire
que respiramos y la atmósfera en la que nos movemos. Es un mundo en el que todo se
debe ganar. Lo aprendimos ya de niños y lo interiorizamos rápidamente. Marca nuestra
manera de vivir. No sólo se debe ganar dinero y reconocimiento, sino también la buena
reputación y la gratitud, a veces incluso la cordialidad y el afecto. El Evangelio es totalmente
distinto. En la Biblia no aparece la palabra «rendimiento»; siempre se habla de «fecundidad».
Ésta exige un planteamiento vital completamente diferente, pues en la fecundidad actúa un
misterio que no podemos penetrar. Jesús expresa esto de manera muy hermosa y sencilla
en la parábola de la semilla que crece sola: «El reino de Dios es como un hombre que
echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin
que él sepa cómo» (Mc 4,26-27). Así es el reino de Dios. Para el rendimiento es
decisivo que se tengan todos los hilos en la mano y todo bajo control. Para el reino de
Dios es esencial confiar en un misterio y dejarlo actuar. Ésta es la ley fundamental de la
Buena Nueva y, por tanto, de la vida de todo cristiano. Cuando en la última fase de la vida
merman la energía y la iniciativa, hay que vivir con mayor entrega desde esta actitud
fundamental de fe. Lo que siempre fue válido entra ahora más en juego y tiene un efecto
liberador. Nos regala una paz que el mundo no puede dar.
Me parece que esta entrega como modo de vivir no sólo es importante para los de edad
avanzada, sino que ejemplifica para nuestro mundo algo que por lo general se descuida
gravemente –aunque el mundo lo necesita mucho– hasta en la Iglesia y en ambientes
cristianos. Un magnífico ejemplo de ello lo encuentro en el comportamiento de nuestro
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34 24 de diciembre de 2011
padre Pedro Arrupe, sJ, en su última y larga enfermedad. En mayo de 1965 fue elegido
Prepósito General de la Compañía de Jesús. Desempeñó este servicio con toda su
persona y con profunda fe y confianza. El 7 de agosto de 1981 sufrió en el aeropuerto
romano de Fiumicino un grave ataque de apoplejía que lo condenó a no poder valerse en
absoluto por sí mismo. Hasta dos años más tarde no se pudo elegir un sucesor. La
Congregación General XXXIII –asamblea de jesuitas de todo el mundo que se reunieron
para la elección– aceptó, el 3 de septiembre de 1983, la renuncia del padre Arrupe. En la
tarde de ese mismo día, en una sesión especial y solemne, se dio lectura a un mensaje
del padre Arrupe que empezaba así: «¡Queridos Padres! ¡Cómo me habría gustado hallarme
en mejores condiciones al encontrarme ahora ante ustedes! Ya ven, ni siquiera puedo
hablarles directamente. Los Asistentes Generales han entendido lo que quiero decir a
todos ustedes. Yo me siento, más que nunca, en las manos de Dios. Eso es lo que he
deseado toda mi vida, desde joven. Y eso es también lo único que sigo queriendo ahora. Pero con
una diferencia: hoy toda la iniciativa la tiene el Señor. Les aseguro que saberme y sentirme
totalmente en sus manos es una profunda experiencia».
En el caso de algunas personas mayores, la fase de desvalimiento conduce a un
desmoronamiento tal que su personalidad se modifica sustancialmente. Esto es lo que
más temen muchos. ¡Con cuánta frecuencia me ha dicho la gente lo mucho que espera
y ruega no enfermar de gravedad, por ejemplo de Alzheimer o de una parálisis total...! Es difícil
estimar lo que estos pacientes sufren, precisamente porque no pueden ya manifestarse. En el
Peter-Faber-Kolleg, en Berlín-Kladow, viví de cerca el Alzheimer de un hermano de religión
desde los primeros síntomas hasta poco antes de su muerte. Llegó a perder el habla por
completo. Pero observé que todas las emociones y sentimientos seguían allí, aun cuando no
pudiera expresarlos verbalmente. Y en Navidad nos sorprendió a todos cuando pudo
cantar con los demás, lleno de convicción, los viejos y conocidos cantos.
No sólo sufre el paciente. Su enfermedad es también una pesada cruz para quienes lo
rodean. Cuando, en un matrimonio, un cónyuge se ve afectado por una enfermedad así, ello
supone especialmente un gran sufrimiento para el otro. Allí donde, en mi limitada experiencia,
he podido compartir esto, siempre he quedado profundamente conmovido por la
fidelidad y la paciencia, el respeto y la dedicación del cónyuge sano –que a veces ni
siquiera lo estaba–. Cuando ya no existe la posibilidad de que los cuidados se dis-
pensen en casa, llega la difícil pero necesaria decisión de ingresar al enfermo en una
residencia geriátrica. Aun cuando esto supone un gran alivio práctico, sigue siendo, no
obstante, un paso difícil que traspasa el corazón.
Fácilmente se plantea la cuestión –y en ocasiones hasta se formula expresamente– de cuál es el
valor de una vida así. Por más que esta pregunta se imponga, está, sin embargo, mal
formulada y deja entrever un planteamiento de fondo que suscita inquietud. La persona humana
tiene una dignidad que no se puede medir con los criterios del valor. Un valor depende de un
sistema de valores, y dentro de dicho sistema se mide por bases de valoración. El valor
puede oscilar, puede incluso acercarse a cero o convertirse en un antivalor, Contra la
dignidad de un ser humano, sin embargo, no se puede atentar en ningún caso, porque le es
otorgada por Dios mismo: Dios ha creado al ser humano a su propia imagen, como imagen
suya. «La dignidad no la otorgamos nosotros; por eso tampoco podemos negárnosla unos a
otros. Nos es dada, no se puede atentar contra ella», dice el obispo Franz
Kamphaus. La persona gravemente enferma remite más allá de sí misma sin ser
consciente de ello. Éste es un servicio de valor incalculable.
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papeles de formación y comunicación
El anaquel
El diálogo de las religiones
en el mundo actual29
Andrés Torres Queiruga
El dialogo entre las religiones se ha hecho tan urgente que pide un cambio
radical a la hora de afrontarlo. Para ello hay que ir a los fundamentos. Hay
que revisar y renovar las actitudes, los sentimientos, los planteamientos,
las categorías, los conceptos, las convenciones tenidas por universales o
absolutas, etc. La llamada de Dios es siempre para todos y hacia algo nuevo
que hemos de buscar en común.
Confer 48 (2009) 237-258. El texto original, en gallego, se publicó en la
revista Encrucillada.
Una nueva actitud
El problema es tan viejo como la humanidad, pues las distintas tradiciones religiosas siempre
estuvieron en contacto e interinflujo. La misma biblia aparece como un modelo de este
diálogo: religiones más antiguas que ella, como las mesopotámicas y la egipcia, acompañaron
29 «Selecciones de Teología» 197 (2011) 51-62.
Delegación Inspectorial de comunidad y formación

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36 24 de diciembre de 2011
su proceso, influyendo tanto en los libros históricos como en la literatura profética, en los
salmos y en la sapiencial. El fenómeno cobra hoy mayor intensidad por el aumento de los
contactos y porque se impone la necesidad de un diálogo entre las distintas religiones. El
problema postula un cambio radical. Ante el Misterio común carece de sentido insistir
en lo "tuyo" y lo "mío', pues siendo idéntica la búsqueda y común el Misterio, lo mío es tuyo,
igual que lo tuyo es mío, y todo es de todos.
IR A LOS FUNDAMENTOS
Necesidad de nuevos fundamentos teológicos
El peor riesgo en estos casos consiste en reconocer la novedad del problema pero intentar
solucionarlo sin romper los viejos esquemas. Por eso conviene dejar bien patente la
estructura de la nueva situación, en sus coordenadas históricas y en las condiciones
culturales de la teología.
Casi no podemos calibrar el cambio en las coordenadas. El tiempo se ha profundizado: de una
humanidad que, según la biblia, tendría algo más de 8.000 años, se ha pasado a hablar de
cientos de miles. En cuanto al espacio, de la ecumene en torno al Mediterráneo se ha pasado a
la aldea global, que incluye nuevos continentes y la ampliación de los conocidos. Pablo deseaba
llegar a España porque le parecía que así habría anunciado e! Evangelio "en todo el mundo"
(Rm 15, 17-29) y san Justino, en el S. II, dice: "no hay ni tina sola raza humana, bárbara o griega,
ni siquiera entre los que viven en carretas [los escitas], los que carecen de casa [los ascetas
de la India], los que duermen debajo de las tiendas para apacentar sus ganados [los árabes],
entre los que, en nombre de Jesús crucificado, no se dirijan al Padre plegarias y eucaristías"
(Diálogo con Trifón, CXVII, 5).
Pero es en la teología donde la conciencia de la renovación debe hacerse más intensa y
eficaz. Por eso resulta indispensable establecer los principios fundamentales en los que hoy
tiene que apoyarse la reflexión.
Todas las religiones son verdaderas
Demasiadas veces se ha dicho que Dios nos ha creado "para su gloria", o para que "le
sirviésemos". Algo que, en su sentido literal, resulta contradictorio con su Ser.
Filosóficamente -Dios como plenitud absoluta- y cristianamente -Dios como amor (1 Jn 2,
4.8)- es obvio que solamente puede crear para dar, para regalar. En la creación el único
interés de Dios somos nosotros: todo en nosotros y todos y todas nosotros.
Este dato fundamental nos hace repensar la idea de revelación. Desde el comienzo de la
creación, Dios como Padre/Madre que crea por amor, trata de manifestarse de la mejor
manera posible a toda mujer y a todo hombre, a toda raza y a toda cultura. La creación es ya
salvación, esfuerzo amoroso de Dios para manifestarse y salvarnos. Los límites -tan
ciertos, duros y evidentes- no vienen de su falta de generosidad, sino de muestra pequeñez:
Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” - León

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papeles de formación y comunicación
finitos, no somos capaces de comprender lo infinito; mundanos, nos cuesta mucho captar lo
Trascendente; finitamente libres, nos resistimos a acoger su manifestación. Pero algo logra
Dios en la larga paciencia histórica de su "lucha amorosa" con nuestros límites y resistencias.
La historia de las religiones consiste en la lenta, difícil y tortuosa captación humana de lo que
Dios está tratando de revelar desde siempre. Cada religión es un modo de configurar en
creencia, rito y praxis esa captación dentro del propio tiempo y cultura. Por eso no hay
privilegio ni "elección": los mismos profetas fueron muy críticos con esta categoría y Jesús de
Nazaret avisó que Dios "podía sacar de las piedras hijos de Abraham" (Mt 3, 9).
En consecuencia conviene sentar como principio básico: toda religión es verdadera. Eso
significa que toda religión es una captación de la presencia reveladora y salvadora de Dios. Y
lo es de manera humana, es decir, deficiente y limitada, con mezcla de errores y oscuridades,
avances y retrocesos, deformaciones e incluso perversiones. Cosa que vale para todas,
incluida la bíblica en su historia real, y no sólo para las más "atrasadas" o "primitivas". El
principio, pues, debe ser reformulado: "todas las religiones son parcialmente verdaderas".
Constatación decisiva por tres motivos. Primero, porque una reflexión realista comprende
que, siendo todas verdaderas, no lo son en la misma medida. En segundo lugar, porque no
siendo ninguna perfecta y acabada, todas tienen algo que no tienen las demás, y en todas y
cada una hay siempre algo que pueden enseñar y algo que deben aprender. Lo cual, en tercer
lugar, muestra que el diálogo religioso ha de ser un proceso real, que pide apertura y
humildad, disposición a dar y recibir, actitud crítica y receptividad autocrítica.
Necesidad de conversión
La nueva situación y las actitudes que ella postula implican una metánoia, es decir, "una
conversión". Algo que nunca sucede sin renuncias, pero que también llega cargado de
promesas. Esto afecta a todas las religiones. Pero aquí, por realismo y modestia,
debemos concentrarnos en la propia. Hay dos puntos que deben pasar a primer plano.
1) El inevitable final del "bibliocentrismo". Si todas las religiones son -en su propia,
pero real medida- reveladas, la biblia ya no es un libro absolutamente único de
revelación divina. Reconocerlo implica situarla en el continuum de los distintos libros y
tradiciones sagradas. Lo cual, en principio, no le concede ningún privilegio, pero tiene
la gran ventaja de posibilitar el diálogo crítico y real con todas.
De ese modo, sin ningún peligro de imposición, la tradición bíblica puede desplegar
su hondura y riqueza, ofreciéndola a las demás religiones, al tiempo que se deja
interrogar y enriquecer por ellas. Dentro de ese diálogo, y ya a posteriori, cabrá
establecer comparaciones y hacer patentes los motivos por los que los cristianos
creemos que en la biblia se logró una revelación que en su conjunto -uno en todos los
detalles!- resulta más completa y reviste carácter último y definitivo.
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38 24 de diciembre de 2011
2) El segundo, todavía más delicado y decisivo, es el significado que los cristianos
atribuimos a la culminación de la revelación en Cristo. En lenguaje de "confesión", los
Hechos de los Apóstoles llegan a afirmar: "en ningún otro hay salvación, porque no
hay ningún otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en el que nos podamos
salvar" (Hch 4,12). Pero la "teo-logía" debe precisar la intención objetiva de modo
que no contradiga la voluntad salvífica universal de Dios (cf. 1 Tm 2, 4) ni, como
dijo el Concilio (Decreto sobre las religiones no cristianas, n. 2) niegue todo lo que en
las demás "hay de verdadero y santo".
Conviene reconocer, pues, que no puede tratarse de una negación que excluya a
las demás, sino de una afirmación cordial y entusiasta, tan típica del lenguaje del
amor: 'tu eres única o Único para mí". Por tanto nunca puede indicar una dialéctica
del todo o nada, de lo verdadero o falso, sino un diálogo cordial de lo bueno y mejor,
de lo verdadero o más verdadero. Conscientes de que la conclusión no se puede
proclamar a priori y, menos, imponer por la fuerza; sino que ha de ser fruto de
examen crítico y de la discusión dialogante.
Quien escoge pertenecer a una religión está manifestando que, en su conjunto, la
considera mejor, más completa y más convincente que las otras. Cosa que sucede
incluso en religiones que parecen proclamar la igualdad de todas. "Los que adoran
otros dioses con fe y devoción también me adoran a mí, aun cuando no observen
las formas usuales. Yo soy el objeto de toda adoración, y su receptor y Señor", dice
Krishna (BhagavadGita IX). Lo peligroso no es la opción, sino el dogmatismo; no es la
elección, sino el exclusivismo. Además, como queda dicho, una actitud abierta y
humilde ante el Misterio no busca apropiarse de nada, sino compartir todo,
viendo en toda diferencia no una amenaza, sino una promesa de avance y
complementación.
Insuficiencia de las categorías usuales:
exclusivismo, inclusivismo, universalismo.
Este cambio hace que las categorías que se venían usando para el problema resulten
insuficientes. Algunas piden ser rechazadas. Otras se han de remodelar.
A las primeras pertenece el exclusivismo que suponía el famoso "fuera de la Iglesia no hay
salvación". F. A Sullivan que hace la historia de la "atroz formulación de esta doctrina",
indica que sobre este punto todavía "en el último cuarto del siglo XVIII, estaban
sustancialmente de acuerdo" católicos y protestantes. Hoy suscita un rechazo instintivo,
que constituye la mejor muestra de su falsedad.
Frente a esta teoría nació el inclusivismo. El reconocimiento de que la salvación y la bondad
no son exclusivas de los cristianos, sino que están allí donde alguien responde a las
llamadas profundas del Señor. Algo que ya está dicho en los evangelios: "No todo el que
me dice ¡Señor! ¡Señor! entrará en el Reno de los Cielos, sino el que hace la voluntad de
mi Padre celestial" (Mt 2, 21), y en la parábola del juicio final afirma que quien
verdaderamente conoce a Dios es aquella o aquel que practica el amor real, aunque no
profese la fe. En esta línea estaba la teoría patrística de los logoi spermatikoi, que en las
verdades de los filósofos veía las "simientes de la verdad" que alcanzaban su plenitud
en la revelación de Jesús. Karl Rahner, con su "cristianismo anónimo" abrió caminos y
dijo cosas imborrables al respecto. Y, a partir del Vaticano II, se hizo patrimonio
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papeles de formación y comunicación
prácticamente unánime de la teología.
El límite de esta categoría está en dos puntos importantes. Por un lado, en la falta de
realismo histórico, al pretender que es la "gracia cristiana" la que está operante en todas las
religiones. Y por otro, en que, al pretender que "toda la verdad" de las demás religiones
está ya en el cristianismo, hace imposible un diálogo realista que no quede reducido a mera
estrategia retórica. No podemos dar la impresión de que todas la religiones, para ser
verdaderas y llevar a Dios, deban pasar por la fe cristiana, pues la historia muestra
que Dios ha seguido y sigue caminos específicos con cada una.
La alternativa al inclusivismo está representada por el pluralismo o universalismo,
sustentado por John Hick y, entre nosotros, por Raimon Panikkar. Esta categoría
reconoce algo fundamental: que la respuesta a Dios se da siempre dentro del propio
tiempo y de la propia cultura. No es de extrañar que esta postura, por su espíritu de
respeto y tolerancia, suscite hoy una simpatía espontánea.
Con todo si antes hablábamos de falta de realismo histórico, ahora hay que hablar de
falta de realismo antropológico. Si por parte de Dios el universalismo es total y absoluto,
sin favoritismos, "elecciones" o "aceptación de personas", por la parte humana las
respuestas nunca son iguales. De ahí que incluso dentro del mismo ámbito cultural existan
religiones distintas e incluso con aspectos contradictorios. Más aun: dentro de cada
religión hay siempre una insatisfacción, una necesidad de cambio y purificación, que se
manifiesta en movimientos proféticos y de renovación, cuando no en contradicciones y
rupturas. Cuanto más se estudia el Nuevo Testamento, más se aprecian las diferencias
entre las distintas teologías presentes en él. El mismo hecho de que los propugnadores
del universalismo tengan que distinguir entre "grandes" y "pequeñas" religiones indica
que existen criterios para distinguir la mayor o menor hondura, compleción o pureza. De
otro modo, el número de adeptos se constituiría en criterio de verdad.
Lo malo es que resulta más fácil criticar los límites que elaborar soluciones. Hoy por hoy
no disponemos de instrumentos conceptuales adecuados para una respuesta satisfactoria a
los nuevos desafíos. Esta constatación hace evidente dos cosas: la modestia con que
debe proponerse todo intento, y la necesidad de emprenderlo a pesar de todo.
"Universalismo asimétrico"
Empezando por la última categoría analizada, cabe recuperar todo lo que tiene de positivo,
a condición de no renunciar al "realismo antropológico". Es lo que pretende la expresión
universalismo asimétrico. "Universalismo", porque mantiene como base irrenunciable una
doble convicción:
a) que todas las religiones son en sí mismas caminos reales de salvación;
b) y lo son porque expresan por parte de Dios su presencia universal, sin favoritismos
ni discriminaciones.
Pero "asimétrico', porque es imposible ignorar las diferencias reales entre las religiones:
no porque Dios discrimine; sino porque, por parte del hombre, la desigualdad resulta
inevitable (unos padres normales quieren con idéntico amor a todos sus hijos; pero cada
uno recibe y vive ese amor a su manera).
No se trata de un "designio" de Dios, sino de desigualdades necesariamente impuestas por la
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finitud creatural. El ofrecimiento divino "sin acepción de personas" (Rm 2, 11) es igualitario.
Pero su acogida humana se realiza según el momento histórico, la circunstancia cultural o la
decisión de la libertad. Aun reconociendo carencias y defectos en todas, existen religiones
que aparecen objetivamente menos logradas.
Sucede que ahora no debemos ver "nuestra" religión como posesión propia y, en cuanto
tal, "perfecta"; ni mucho menos juzgara las demás como caminos hacia ella. Todas, incluso la
nuestra, aparecen necesitadas de perfeccionamiento y descentradas extáticamente
hacia el centro común que las suscita y promueve. Las distintas religiones forman un
inmenso haz de caminos que convergen hacia el Misterio que las atrae y supera.
Por ser fragmentos, no pueden ignorarse entre sí, sino sumar los reflejos: dando y
recibiendo, cada una crecerá en sí misma y se sentirá más unida a las otras. Acoger la
verdad ofrecida, lo mismo que ofrecer la propia, forma parte de la búsqueda: sería
monstruoso pensar que la riqueza del otro me empobrece a mí, igual que sería intolerable
acaparar como privilegio propio lo que pertenece a todos.
Aclaración: "absolutez del cristianismo"
El problema de la absolutez del cristianismo se presenta así con toda agudeza, pero
cuenta también con las posibilidades del nuevo clima. Se trata de una pretensión que sólo
resulta tolerable como confesión, humilde y solidaria, de quien cree haber caído en la
cuenta de algo que Dios quiere revelar y entregar a todos. Confesión que no debe
silenciarse, pero exige aclarar su significado auténtico, eliminando toda pretensión de
dominio y conquista.
Tampoco hay "capricho" divino. Como todo lo concreto e histórico, el descubrimiento
acontece en un punto, pero su destino es universal. Deja de ser posesión, para ser
percibido como responsabilidad y encargo. Don que busca realizarse en la acogida propia
y en el ofrecimiento a los demás como herencia común destinada a ser compartida en la
promesa de un futuro más pleno. La absolutez ha de entenderse con suma cautela y vigilante
modestia.
Es importante precisar el significado de la palabra en el nuevo contexto. Absolutez no puede
significar "omnicomprensión", como si una religión determinada pudiese abarcar el
Misterio: él tesoro puede ser precioso e insuperable, pero la acogida humana será siempre
deficiente, en "vasos de barro" (2 Co 4, 7). Vasos de los que escaparán esencias y faltarán
aspectos presentes en otras configuraciones religiosas. Significa también apertura real a las
posibles riquezas y complementaciones que puedan venir de las mismas.
Tampoco puede significar "clausura", que paralice la historia. Al contrario, remite a una
plenitud dinámica, en la que el proceso se abre a las máximas posibilidades de su
vivencia. Sucede lo mismo que en la vida: al culminar evolutivamente en la especie
humana, no muere, sino que se abre al espacio sin límites del espíritu y de la cultura.
"Teocentrismo jesuánico", más allá del inclusivismo
Reconocer esto no obliga a renunciar a la absolutez y unicidad de la revelación que los
cristianos confesamos como acontecida en Cristo. Pero obliga a repensarla, como duro
desafío y como inesperada posibilidad de avance. Tal vez esté aquí uno de los mayores retos
para la teología cristiana.
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papeles de formación y comunicación
No sirven las nivelaciones apresuradas que hablan con demasiada facilidad del "mito" de la
unicidad, llevando a un desdibujamiento de la figura de Cristo. Pero no pueden remediarse
hablando -al contraataque- del "mito del pluralismo", contentándose así con una simple
reafirmación de las categorías anteriores, es decir, las del mundo cultural desbordado por la
nueva situación.
Como cristiano puedo confesar mi convicción de que con Cristo la relación viva con Dios ha
alcanzado su plenitud; de modo que en él se me hacen patentes las claves definitivas de la
actitud de Dios respecto del mundo y de la conducta correspondiente por nuestra parte.
Pero tal confesión sólo la puedo hacer hoy con dos condiciones. La primera, que ese
descubrimiento gozoso, por el que uno "puede vender cuanto tiene" (Mt 13, 44.46), hasta
dar la vida por él, no es algo que deba imponerse, sino que postula el respeto de los que en
su religión crean haber hecho un descubrimiento igual o semejante. La segunda, que la
propia convicción tiene que presentarse como algo que no excluya nada de lo que los
demás tienen, sino que lo respeta, lo acoge y lo afirma. No caben decretos ni pretensiones
a priori. Una religión sólo puede aspirar a ser atendida en la medida en que a posteriori su
propuesta se le presente al otro como capaz de convicción. Como don, sin otro interés
que favorecer a su posible destinatario: cosa que sólo sucederá si lo perciben como capaz
de plenificar su visión y de abrirles un nuevo horizonte de definitividad.
Aquí se mide con toda su grandeza y en su problematicidad histórica la figura de Jesús de
Nazaret. Para el diálogo, el énfasis prioritario debe estar no en su figura individual, sino
en su propuesta reveladora y salvadora. Es en ella donde se ha de mostrar el peso de
la propia convicción, ofreciendo la posibilidad de "verificarla". En definitiva el cristiano apoya
su convicción en la experiencia de Dios como "Abbá" tal como brilló y sigue brillando a través
de las palabras y las obras, la vida, la muerte y la resurrección de Jesús. Quien a través de
Jesús ha descubierto que "Dios es amor" (I Jn 4, 8.16) tiene motivos para pensar que
ofrece algo en lo que todos pueden encontrar una plenificación de su búsqueda religiosa.
Presenta, en efecto, a un Dios que en su amor se entrega a todos y a todas, sin
discriminación de ningún tipo, ni siquiera de los malos e injustos (Mt 5, 45), que
perdona sin condiciones y sin imponer penas, que abraza, regala y hace fiesta al hijo
perdulario (Lc 15, 2224), que es incapaz de juzgar y condenar (Rm 8, 31-34), que ama y
perdona incluso "cuando nuestro corazón nos condena, pues él es más grande que
nuestro corazón" (1 Jn 3,20); un Dios que siendo "padre/madre", sólo espera amor
gratuito hacia él y suscita amor eficaz hacia las hermanas y hermanos, hasta el punto de
concentrar en eso toda "la ley y los profetas" (Mt 7, 12; LelO, 27-28). Cuando se ha
descubierto esto, sólo resta confesarlo, compartirlo y dejar que la propia vida sea
invadida y transformada por su gracia y su gloria.
Pero, al hacer su propuesta en este contexto, el cristiano advierte que su propia
comprensión está siendo afectada. "En el diálogo con las religiones no sólo damos sino
que también recibimos. Si por 'Evangelio' entendemos solamente la manifestación de la
Palabra en Jesús tal y como fue comprendida por el cristianismo, entonces este Evangelio no
expresa de una manera adecuada la presencia de la Palabra en cualquier situación. Si de
verdad Dios les ha hablado a los demás pueblos, entonces esa Palabra es pertinente
también para nosotros" (M. Amaladoss).
Por esto no cabe hablar sin matices o reservas de simple "cristo-centrismo". Frases como
"no existe conocimiento de Dios sino en Jesucristo", pueden tener sentido en un lenguaje
interno, de naturaleza "confesante"; pero deben ser desterradas, pues implican la negación
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de toda verdad en las demás religiones, incluido el Antiguo Testamento. El centro último y
decisivo para todos, igual que para el mismo Jesús, radica en Dios.
Esta verdad es la que, de manera pobre y deficiente, intenta expresar la categoría de
"teocentrismo jesuánico". Apunta mejor tanto al Padre, misterio últimamente fundante, "el
Padre es mayor que yo" (Jn 4,14), como a su mediación en la persona de Jesús de
Nazaret: "quien me ve a mí, ve al Padre" (Jn 14, 9). Además, respecto de otros, no prejuzga
su derecho a hablar, si así lo creen, de un "teocentrismo" diferentemente cualificado.
La "inreligionación",
más allá de la inculturación
De ahí surge la necesidad de un nuevo talante en el encuentro de las religiones.
Todavía anida en el inconsciente colectivo que acercarse a otra religión significa sustituir con
nuestra verdad la suya propia, "convirtiéndola" a la nuestra. El mismo tema de la
inculturación, que supuso un gran avance, suele partir de este supuesto: respetar la
cultura, pero sustituir la religión.
Ya se ve que esto constituye un resto del paradigma anterior. Si se acepta que una religión es
"verdadera", es decir, camino de salvación, no tiene sentido suprimirla: equivaldría a
borrar una presencia real de Dios en el mundo. Si creemos poder aportar algo a otra
religión, sólo cabe pensar en conservarla enriqueciéndola. Igual que cuando nosotros
aprendemos algo de otra religión -¡cuánto aprendió la Biblia de su entorno y cuánto
hemos aprendido muchos de la espiritualidad oriental!-, no se nos ocurre dejar de ser
cristianos, sino acoger lo valioso de la otra, y que remite a la común realidad divina.
Por eso creo que vale la pena introducir la categoría de inreligionación. Una religión, que
consiste en saberse y experimentarse como relación viva con Dios o con lo Divino, cuando
percibe algo que puede completar o purificar esa relación, es normal que trate de
incorporarlo. Lejos de suprimirse como tal relación a lo Divino, lo que hace es afirmarse de una
manera más rica e intensa. En el contacto entre las religiones, el movimiento respecto de los
elementos que llegan desde la otra, ha de ser el de incorporarlos en el propio organismo,
que de este modo no desaparece sino que crece. Crece desde la apertura al otro hacia el
misterio común.
La palabra es nueva y extraña -acaso fea- pero no la realidad de su contenido. San Pablo
caracteriza al cristianismo de "injerto". El árbol receptor acoge en sí mismo y alimenta
con su propia savia aquello mismo que lo refuerza y le infunde nueva vida. Como dice M.
Amaladoss: "Si reconocemos los elementos ‘verdaderos y santos’ como simientes que se
encuentran en otras tradiciones religiosas, y si hoy damos un paso más adelante y vemos la
acción del Espíritu Santo en otras religiones, ¿qué tiene de malo el integrar también
elementos religiosos, en la medida en que no se trate de supersticiones y ayuden a expresar
de una manera más adecuada los misterios que celebramos". No siempre la relación entre
distintas religiones tiene la misma proximidad y por tanto la revolución introducida por el
injerto tendrá grados y características peculiares. En cuestiones tan delicadas y
trascendentes el respeto y la generosidad no deben negar el realismo de la diferencia.
Así en el encuentro entre las grandes religiones primará la simbiosis y el enriquecimiento.
Cosa que sucede con las grandes religiones asiáticas. Hasta el punto que puede llegarse a
casos en que algunas personas se sientan perteneciendo igual a dos religiones. Por ejemplo
Raimon Panikkar o Henri le Saux se consideran hindúes-cristianos. En cambio, ante ciertas
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prácticas y creencias tribales, en religiones menos maduras, tendrá mayor papel la negación
de aspectos ya superados y claramente nocivos.
Clemente de Alejandría aplicó idéntico esquema a la relación entre el cristianismo y la
cultura griega: para los griegos, afirmó, su filosofía cumple el mismo rol que para los
hebreos el Antiguo Testamento. La misma biblia, como dije, constituye un claro ejemplo
de inreligionación, acogiendo muchos elementos de las religiones de su entorno. El
descubrimiento de este hecho provocó en muchos una profunda crisis. Hoy podemos
verlo con alegría, en cuanto constituye una prueba de esa fraternidad que une los
esfuerzos humanos para afrontar el misterio que nos funda, nos envuelve y continuamente
nos interroga.
APERTURA
Primera urgencia:
el inevitable pluralismo
Cuando se contempla el camino andado se comprende la posibilidad del avance de un
diálogo abierto y cordial, como también las enormes dificultades a las que se enfrenta. La
pervivencia de actitudes fundamentalistas es innegable y no parece vayan a
desaparecer en un futuro próximo. Pero la esperanza es posible.
Hoy se abre paso un espíritu de tolerancia. También lo religioso experimenta una profunda
transformación. A escala individual, nos sentimos más próximos a las otras religiones. Y
a escala universal, no se comprenden las grandes religiones sin el influjo mutuo por el
contacto más intenso que tienen entre sí.
El diálogo de las religiones es tina realidad dinámica y efectiva. No deja las cosas donde
estaban sino que las transforma hacia una nueva plenitud común. La asimetría real ya
no puede concebirse como la inmovilidad de una religión a la que las demás tienen que
"venir", o deban "volver". Es lo que el cardenal König, en su crítica a la declaración Dominus
Jesus, rechazaba como "un enfoque con reminiscencias de colonialismo y que tiene cierto
olor a arrogancia".
La falta de unión tiene serios costes para la humanidad. Pero también tiene sus ventajas.
Con la unificación real de todas las religiones se perderían valores de tolerancia y libertad
que nacen de la crítica mutua y de una emulación saludable. Y un mínimo de realismo
histórico indica que es,imposible. Conviene abrir los ojos a lo positivo. Para un mundo
irremediablemente pluralista tal vez no sea lo mejor aspirar a la unidad de galápago, que
lo reuniese todo bajo una misma concha institucional. Resulta más adecuada la flexibilidad
y unidad dinámica del vertebrado que puede respetar la diversidad y pluralidad de iniciativas.
De hecho, se está dando un "ecumenismo en acto", una "unidad en camino", una
confluencia real de las religiones, que se conocen mejor, aprenden a convivir y, a través
del diálogo y de una especie de ósmosis espiritual, se enriquecen mutuamente. Si es
imposible llegar a la unificación de hecho, está en nuestras manos la unidad viva en el
diálogo, en el intercambio espiritual y en la colaboración ético-política. En este sentido,
aprender el diálogo constituye hoy una necesidad prioritaria: insistir más en las actitudes
que en las ideas, unirse en la praxis más allá de las teorías, amar y respetar al otro sea
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cual sea su confesión, focalizarse en Dios y su Reino más que en las propias iglesias o
instituciones.
Las repetidas llamadas hechas por el Consejo Ecuménico de las Iglesias, por el Vaticano Il y
por el Papa, y las iniciativas particulares, como la de Hans Küng a favor de una "ética
mundial" propiciada por las religiones, apuntan con eficacia en esta dirección.
Segunda urgencia:
el problema de las misiones
La nueva visión parece restar urgencia y validez al mandato que el evangelio de Mateo
(28, 19) pone en boca del Resucitado: "id y haced discípulos míos a todos los pueblos,
bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".
Nuestra comprensión no pide, ni puede pedir, anular la misión, sino que debe llevar
una mutación en el modo y sentido de la misma. Es lo que está sucediendo aunque todavía
no estén resueltos todos los problemas. Las misiones representan hoy un magnífico
ejemplo para la comunidad eclesial. La sorpresa de tantos ante la mentalidad, la vitalidad y
el talante de las misioneras y misioneros de África en la crisis reciente fue una prueba tan
inesperada como irrefutable. Prueba perfectamente extensible a las misiones de Oceanía o
América Latina.
La razón está en que la misión brota de raíces profundamente antropológicas: somos
humanos y debemos comunicarnos; somos finitos y debemos ayudarnos, enriquecernos y
completarnos. Pertenece a la esencia de la experiencia religiosa que remite al único Misterio
y lleva en su entraña una destinación universal. Toda auténtica experiencia religiosa tiende a
expandirse y comunicarse: no hay elegidos, todos estamos llamados. Los abusos no pueden
matar el impulso ni oscurecer la esencia. Deben llamar a la cautela y animar a la
generosidad.
Pero una generosidad que no consiste únicamente en dar sino también en la humilde
disposición a recibir. Hay una doble dialéctica: la que habla de la alegría expansiva del
encuentro y la que vive en la apertura insatisfecha de la búsqueda. La primera, es la
dialéctica evangélica del tesoro, la perla y la moneda: "he encontrado". La segunda es la del
deseo que sabe de la propia insuficiencia y de la sed inapagable: "decidme si por vosotros ha
pasado". En definitiva, volver a la experiencia radical de la gracia. No sólo vale el "dad gratis
lo que gratis habéis recibido" (Mt 10,8), sino también el "acoged gratis lo que gratis se os
ofrece".
Al final volvemos al principio. No tiene sentido persistir en un espíritu particularista o de
privilegio. Y, menos, en cualquier tipo de acaparamiento exclusivista. La referencia ha de ser
Dios mismo y su interés salvador por la humanidad entera. El está delante de todas las
religiones. Su llamada es siempre hacia algo nuevo, hacia una figura inédita a construir en
comunión, desde el gozo y la cruz. Nadie debe imponer nada a nadie. Por eso ninguna
religión debe "volver" a ningún redil sino que todas han de ir fraternalmente hacia delante,
hacia el futuro de Dios, esa plenitud en que Él será verdaderamente "todo en todos" (1 Co
15, 28).
Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” - León

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Dos cartas
a los indignados
José Ignacio González Faus, sj
(I)
Bravo muchachos. Ya me sorprendía que no acabarais saltando un día. Pero todo tiene sus
ritmos, y la indignación social también. No comparto eso de democracia real “ya”, porque
tardará bastante. Pero agradezco vuestra proclama de que nuestra democracia es
profundamente irreal, casi sólo virtual. Quienes os critican desde sus butacas dicen que “no
proponéis soluciones”, sin darse cuenta de que estáis haciendo un diagnóstico muy exacto. Y
que, como pasó con el sida o con el cáncer, sólo cuando se tiene el diagnóstico podemos
comenzar a buscar el remedio o la vacuna.
Habéis comprendido en vuestras carnes que este capitalismo global es incompatible con
la democracia y que, de seguir por él, nos encaminamos no sólo a crisis sucesivas, a niveles
masivos de paro y a generaciones perdidas como la vuestra, sino a una forma de fascismo
permisivo. Nuestra democracia es irreal porque no puede haber auténtica democracia
política sin democracia económica y, en el campo económico, vivimos bajo la dictadura
de “los mercados”.
Soy de los que creen que mejorarán algo las cosas cuando gobierne el PP: pero no porque
tenga un mejor programa económico (demasiado tiempo llevamos viendo que no tiene
ninguno), sino porque entonces los poderes económicos aflojarán, los grifos financieros
abrirán un poco la mano del crédito, y aceptarán correr algún riesgo a cambio de asegurar un
gobierno perpetuo de la derecha. Luego, tras los primeros éxitos aparentes en las cifras de
paro y de crecimiento, ya se encargarán de imponer sucesivos pasos hacia el desmonte
del estado del bienestar: privatizaciones de la salud y demás bocados apetitosos. Y entonces
será la hora del palo.
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Supongo que conocéis un escrito ejemplar de Julio Anguita renunciando a su pensión como
ex-diputado porque “con la pensión como maestro ya se puede vivir suficientemente”. Carta
que, a su tiempo, compararon algunos con los emolumentos que Aznar o Felipe González
añaden a sus “modestas” pensiones de ex-presidentes. Y que a otros les mereció el
comentario de que Anguita será un buen hombre “pero desfasado”. Sin percibir que diciendo
eso echaban piedras a su propio tejado: porque reconocían que la honradez es algo desfasado
en un sistema como el nuestro.
Como lo muestra la presencia de corruptos en todas las listas y que los partidos no
reaccionen eliminándolos sino pretendiendo que los otros tienen más. Como lo demuestra la
obscena negativa a reformar una ley electoral que les asegura la poltrona por muy enemigos
que parezcan entre sí. Como lo demuestra también el bueno de E. Abidal que, tras una
experiencia en que vio la muerte de cerca, comprende que en la vida hay cosas más humanas
y más importantes que el dinero y vende sus coches para dar limosnas a enfermos y
hospitales; pero no se da cuenta de que de este modo no hace más que agravar la crisis
porque si todos hacen lo mismo, baja la venta de coches y nuestra economía no remonta.
Que nuestro sistema sólo puede funcionar malgastando; y sólo sabe producir mucho a
base de repartir muy poco.
Por eso vosotros habéis dicho muy bien que no sois anti-sistema sino alter-sistema. Mucho
más cuando hemos visto cómo, pasado el primer terror que despertó la crisis, no se ha
cumplido absolutamente nada de aquello de “refundar el capitalismo” que prometieron
cuando les embargaba el pánico: ni supresión de paraísos fiscales, ni tasa Tobin… “¡Es que
son cosas muy difíciles!”. Como si no fuera más difícil aún combatir al Sida cuando estalló y ni
sabíamos lo que era. Pero claro: el sida podría afectarles también a ellos. Ahí tenéis al señor
DSK y al FMI que levantan un escándalo por una (supuesta o real) violación de una camarera,
cuando llevan años violando poblaciones enteras de países pobres sin escándalo de nadie.
Tengo suficientes años como para que estas palabras cobren cierto carácter de testamento.
Permitidme pues sugerir algunos horizontes para vuestro trabajo futuro. En primer lugar, no
aceptéis la palabra de nadie que no haya visto y palpado la crisis de cerca: que no
conozca esos rostros tristes de niños hambrientos, ni la desesperación de las madres cuando
oyen llorar de hambre al niño; que no haya visto la mirada baja del señor en paro crónico que
no se atreve ni a levantar la vista porque se culpabiliza él de lo que pasa a su familia; a nadie
que no haya puesto los pies con cierta asiduidad en lugares como la Mina de Barcelona, la
Cañada real de Madrid y otros semejantes.
En segundo lugar dos consejos del Nuevo Testamento (al que no creo que conozcáis mucho,
pero eso ahora importa menos): “La raíz de todos los males es la pasión por el dinero” (1
Tim 6,10): sabia constatación hecha hace veinte siglos y mucho más valiosa en la actual
estructura económica. A esa observación añadía san Pablo que debéis “trabajar vuestra
liberación con temor y temblor”: porque vais a tener no sólo muchos enemigos sino
inevitables problemas o divisiones entre vosotros, y las típicas tentaciones de incoherencia
propias de nuestra pasta humana. Pero sabéis ya que la única posible solución de nuestro
mundo es lo que el mártir Ignacio Ellacuría llamaba “una civilización de la sobriedad
compartida”. Porque por el camino que vamos se incuba un doble terrorismo (político y
ecológico) que un día acabará con nosotros.
Gracias, ánimo y mucha paciencia.
José Ignacio González Faus
Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” - León

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papeles de formación y comunicación
(II)
No, de ninguna manera, muchachos. Os avisaba en la carta anterior con la frase del Nuevo
Testamento de obrar nuestra salvación “con temor y temblor”, porque estabais expuestos al
veneno de todos los saboteadores, de todos los egoístas aprovechados y de todo ese
izquierdismo al que el mismo Lenin calificó como “una enfermedad infantil”. De momento
habéis perdido serias dosis de crédito. Vuestra fiabilidad ha bajado más que el IBEX 35.
Por mucho que os hayáis desmarcado, todos los beneficiarios de la democracia irreal han
aprovechado las violencias de estos días para desacreditaros globalmente (y, si no, mirad la
prensa de hoy 16 de junio).
No olvidéis nunca que todo lo que nace en la historia con color de promesa y de futuro
lleva un virus de inmunodeficiencia que se transmite tanto como el del SIDA. Por eso hay
que actuar siempre en la cosa pública con mucha castidad política (y no digamos castidad
económica, que esta tiene “menos enmienda que la jodienda”, como dice el refrán). Hace ya
más de un siglo, el compañero de aventuras del “barbudo innombrable” (K. Marx por si no os
suena), el llamado Friedrich Engels escribía con tino que, en cuanto aparece en la historia una
corriente movida por vientos de libertad y de redención, inmediatamente se apuntan a ella
todos los frustrados egoístas, los inventores sin éxito, picapleitos sin oficio, viudas sin
arrimo… y acaban desvirtuando la causa.
Engels veía ahí una amenaza sería para el comunismo naciente; y añadía, no sin razón, que
eso mismo le ocurrió al cristianismo primitivo. Personalmente pude percibir algo de eso tras
la victoria de Allende en Chile y, sobre todo, cuando triunfó en Nicaragua la revolución
sandinista. Y recuerdo que, en los años de la transición española, tras la revolución de los
claveles en Portugal, la Facultad de Teología de Cataluña, publicó una larga Declaración muy
radical en sus propuestas pero en la que, no obstante, se leía: “los claveles son hermosos,
pero son absolutamente insuficientes”.
Yo creo que vosotros os dormisteis un poco “en los claveles”: vuestro fallo, que en parte
propició el desastre violento de ayer, fue alargar demasiado las acampadas. El toque de
atención ya estaba dado; y el no desmontar las tiendas más o menos a los 10 ó15 días de
aquel venturoso 15M no hizo más que ir bajando poco a poco el volumen de vuestro grito
inicial hasta hacerlo casi inaudible y convencer a unos pocos destarifados de que hacía falta el
estampido de ayer. “Ay pena, penita pena”.
Os faltó agilidad para los pasos siguientes. La propuesta de fijar una fecha para que todo el
mundo fuera a los Bancos a sacar 150 € era imaginativa pero fracasó: una cosa es conseguir
que la gente aplauda y otra que se mueva y se moje. Y eso que estaba bien dirigida: porque lo
que hace más irreal nuestra democracia es que los políticos (los indignos y los dignos) son en
realidad rehenes de una dictadura económica. Y entre los primeros gestores de esa dictadura
están los Bancos. El dinero que tienen es nuestro y sólo nuestro, pero hacen con él lo que
quieren. Con sólo que el salario medio de un país fuera equivalente en porcentaje a lo que
ellos nos cobran por cada transferencia o cada pago, viviríamos todos casi en la Arcadia
económica. Y sin embargo la gente… ¡les tiene miedo!. Como suele pasar con todos los
dictadores.
Ojalá pues que no olvidaseis dos cosas: la primera es que vuestro enemigo principal está en
la economía aún más que en la política (por muchas personas siniestras e indignas que
encontréis en ésta). El capitalismo actual es una especie de “apartheid” económico semejante
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al racial que instauró Sudáfrica durante siglos. Los argumentos que escucho hoy entre los
defensores de nuestro neoliberalismo loco, tienen la misma música que los que daban antaño
los blancos de Sudáfrica para justificar el apartheid (la misma música y a veces, incluso, casi la
misma letra). Y una batalla de este tipo pide tiempo, mucho estudio, mucha cautela, muchos
sacrificio y una resistencia a prueba de bomba. Vuestras acampadas fueron como gritos
sonoros de dolor que dicen: me duele mucho y no puedo más. Pero ahora ha de seguir el
diagnóstico y el tratamiento médico. Sin pausas. Aunque sin excesivas prisas.
Porque además vosotros, ya desde los primeros días, teníais una serie de propuestas muy
dignas de consideración: reforma de la ley electoral, listas sin imputados por corrupción,
tasa Tobin, reforma fiscal que favorezca a los que tienen menos, reforma de la ley hipotecaria
para que la entrega de la vivienda cancele la deuda cuando no se puede pagar la hipoteca,
energías renovables, nacionalización de aquellas entidades a las que deba rescatar el estado
con nuestro dinero… Es hora de ver cómo hay que plantear el partido contra cada uno de
estos rivales: si podéis dividiros las tareas o si hay que ir todos juntos y por orden a cada una
de esas metas. Sin olvidar también diversas formas de mantener la concienciación cuando el
sistema trata de narcotizarnos con sobredosis de Nadal, de la roja, de Jorge Lorenzo o del
Barça….
En segundo lugar, creo que no debéis olvidar un objetivo de tipo ético que es decisivo. Lo
podemos personificar en la figura de Nelson Mandela. Ninguno de vosotros estará 27 años en
la cárcel (o al menos eso os deseo). Probablemente, ninguno de vosotros saldría de ella con
aquella capacidad de perdón con que salió el líder negro. Y qué difícil será imitarle en su
llegada al poder cuando lo primero que hizo fue buscar la reconciliación entre todos los
africanos y encontrar un meta para ella, que no caía muy bien a los negros: el mundial de
rugby. Sé que a Mandela le metieron algunos goles (precisamente en la economía), pero eso
son lecciones que se pueden aprender para el futuro. De momento, si no la habéis visto, iros
a ver la película Invictus y pensad si puede enseñaros algo.
Hubiese querido acabar este escrito con más calma pero me surge una visita imprevista y
tengo que dejaros a lo bruto porque me parece importante colgar esto en la red hoy mismo.
Otro día intentaré pulirlo académicamente. Os dejo tarareando viejos cantos queridos como
“No. No, no nos moverán” y “we shall overcome”.
José Ignacio González Faus
Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” - León

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papeles de formación y comunicación
Recensión
Frankl, Victor
El Hombre en busca de Sentido
Barcelona, Herder Editorial, S. L., 1979
(4ª Reimpr. en 2004) . 153 pp.
Tíit. Orig.: Mans Search of Meaning
Traducc.: Christine Kopplhber (del alemán),
Garbriel Insausti Herrero (del inglés)
He aquí un libro admirable. Humildemente, me atrevo a decir que es un libro
verdaderamente extraordinario. Sí, ya sé que no es, ni mucho menos, reciente y que ha
podido pasar ya por las manos de múltiples lectores, lo que puede querer decir que es uno de
esos libros que no pasan o no deberían pasar de moda y que, por lo tanto, merecen ser leídos
en todo tiempo, sean las que sean las variantes históricas y sociales que el posible lector viva.
Algo puede significar que una obra publicada por primera vez en 1946, se siga reeditando, al
menos hasta 2004 que es la fecha de la edición en mi poder. El hombre en busca de sentido
ha sido traducido a más de 20 idiomas y se han vendido más de 20 millones de ejemplares en
todo el mundo. La Biblioteca del Congreso de Washington declaró que era uno de los diez
libros de mayor influencia en Norteamérica y el filósofo existencialista, Karl Jaspers, lo calificó
como uno de los grandes libros de la Humanidad”.
Consta este libro de tres partes que el autor, Victor Frankl, llama fases, guardando entre
ellas una relación de continuidad biográfica: internamiento en el campo, la vida en el campo y
después de la liberación. A estas tres fases le sigue un interesantísimo Apéndice sobre el
concepto de logoterapia (la teoría que desarrollaría tras su liberación) y en el que da las claves
para la búsqueda del sentido de la vida. En las dos primeras partes cuenta la terrible
experiencia que como judío hubo de sufrir tras la incorporación forzada de Austria al Tercer
Reich, sobreviviendo a varios campos de concentración (lager) alemanes. Dice el autor que en
estos campos nos sobrevivieron los hombres físicamente más fuertes, sino los que, incluso
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débiles, tenían una razón para vivir; aquellos, cuya vida, a pesar de las terribles y dramáticas
condiciones de los lager, tenía sentido. La voluntad de los carceleros era desnudar de todo
atisbo de dignidad personal a los internados en esos campos. No obstante, muchos
demostraron que era posible vivir e, incluso, morir en las cámaras de gas con la dignidad de
una persona. El autor se vio despojado de todo: de sus padres, de su esposa, de su hijo aún
por nacer, y hasta del manuscrito del libro que estaba a punto de publicar. Cuando le dieron
los andrajos de un prisionero muerto en la cámara de gas halló en el bolsillo de la miserable
chaqueta ”una página, arrancada del libro de oraciones en hebreo con la más sublime oración
judía: el Shemá Israel. ¿Cómo interpretar esa “coincidencia”, nos dice él, sino en términos de
un desafío para vivir…”(p.137).
Una persona, el autor, que en las más horribles circunstancias por las que pueda atravesar
una persona ha encontrado sentido para su vida merece, al menos, ser escuchado, se nos dice
en el Prólogo. En el Apéndice, que mencionaba al principio, nos dice que la Logoterapia tiene
como orientación básica y primordial ayudar a los pacientes en la búsqueda de sentido. El
lector puede percibir con facilidad que se trata de una terapia cercana a la praxis cristiana.
A este propósito merece la pena dar algunas citas: “Algunas personas que hoy visitan al
siquiatra, en tiempos no lejanos acudían al sacerdote, al pastor o al rabino; aún hoy, deberían
acudir a ellos. Pero la gente, en la cultura actual, se resiste a ponerse en manos de un
eclesiástico, por eso el médico ha de atender más cuestiones humanas y filosóficas que a
conflictos emocionales o síntomas patológicos”.
El amor es el único camino para arribar a lo más profundo de la personalidad del hombre…
Mediante el amor, la persona que ama posibilita al amado la actualización de sus
personalidades ocultas… El sexo debe ser una forma de expresar el amor. El sexo está
justificado, incluso santificado, en la medida de que es vehículo del amor, y sólo en esa
medida… El sexo se considera un medio para expresar la experiencia de esa fusión absoluta y
definitiva que es el amor” (p.134)
Victor Frankl considera el dolor como un cauce importante para encontrar sentido a la vida.
El valor (del dolor) no reside en el sufrimiento en sí, sino en la actitud frente al sufrimiento,
en nuestra actitud para soportar el sufrimiento… El hombre está dispuesto a aceptar ese
sufrimiento siempre que ese sufrimiento atesore un sentido” (pp. 134-135).
Volviendo al principio: El hombre en busca de sentido es un gran libro que se lee con interés
creciente por, entre otras causas, la terrible experiencia que el autor se vio obligado a vivir y
por el valor de su contenido; es un libro en el que un lector sensible puede hallar no pocas
lecciones para su propia vida.
En las líneas finales nos dice el autor: El hombre es ese ser capaz de inventar las cámara de
gas de Auschwitz, pero también es el ser que ha entrado en esas mismas cámaras con la
cabeza erguida y el Padrenuestro o el Shemá Israel en los labios”.
Ildefonso García Nebreda
Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” - León

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papeles de formación y comunicación
Bicentenario de
San José Cafasso
San José Cafasso,
Un mensaje vivo y actual
Benedicto XVI
San José Cafasso
Queridos hermanos y hermanas:
Hemos concluido hace poco el Año sacerdotal: un tiempo de gracia que ha dado y dará frutos
preciosos a la Iglesia; una oportunidad para recordar en la oración a todos los que han
respondido a esta vocación particular. En este camino nos acompañaron como modelos e
intercesores el santo cura de Ars y otras figuras de santos sacerdotes, verdaderas luces en la
historia de la Iglesia. Como anuncié el pasado miércoles, hoy quiero recordar otra, que
destaca en el grupo de los «santos sociales» del siglo XIX en Turín: se trata de san José
Cafasso.
Merece un recuerdo especial porque precisamente hace una semana se celebraba el 150°
aniversario de su muerte, que tuvo lugar en la capital piamontesa el 23 de junio de 1860, a la
edad de 49 años. Además, quiero recordar que el Papa Pío XI, el 1 de noviembre de 1924, al
aprobar los milagros para la canonización de san Juan María Vianney y publicar el decreto de
autorización para la beatificación de José Cafasso, unió estas dos figuras de sacerdotes con las
siguientes palabras: «No sin una especial y benéfica disposición de la divina Bondad, hemos
asistido a la aparición de nuevos astros en la Iglesia católica: el párroco de Ars y el venerable
siervo de Dios José Cafasso. Precisamente estas dos hermosas, queridas, providencialmente
oportunas figuras se nos debían presentar hoy; pequeña y humilde, pobre y sencilla, pero
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también gloriosa, la figura del párroco de Ars; y la otra bella, grande, compleja, rica figura de
sacerdote, maestro y formador de sacerdotes, el venerable José Cafasso». Se trata de
circunstancias que nos brindan la ocasión para conocer mejor el mensaje, vivo y actual que
surge de la vida de este santo. No fue párroco como el cura de Ars, sino que fue sobre todo
formador de párrocos y de sacerdotes diocesanos, más aún, de sacerdotes santos, entre ellos
san Juan Bosco. No fundó institutos religiosos, como otros santos sacerdotes piamonteses del
siglo XIX, porque su «fundación» fue la «escuela de vida y de santidad sacerdotal» que realizó,
con el ejemplo y la enseñanza, en el Internado eclesiástico de San Francisco de Asís, en Turín.
José Cafasso nació en Castelnuovo d'Asti, el mismo pueblo de san Juan Bosco, el 15 de enero
de 1811. Fue el tercero de cuatro hijos. La última, su hermana Marianna, será la madre del
beato José Allamano, fundador de los Misioneros y las Misioneras de la Consolata. Nació en el
Piamonte del siglo XIX, caracterizado por graves problemas sociales, pero también por
numerosos santos que se empeñaron en buscarles solución. Esos santos estaban unidos entre
sí por un amor total a Cristo y por una profunda caridad hacia los más pobres: la gracia del
Señor sabe difundir y multiplicar las semillas de santidad. José Cafasso realizó los estudios de
secundaria y el bienio de filosofía en el colegio de Chieri y en 1830 pasó al seminario
teológico, donde, en 1833, fue ordenado sacerdote. Cuatro meses más tarde hizo su ingreso
en el lugar que para él sería la única y fundamental «etapa» de su vida sacerdotal: el Internado
eclesiástico de San Francisco de Asís, en Turín. Entró para perfeccionarse en la pastoral y allí
hizo fructificar sus dotes de director espiritual y su gran espíritu de caridad. El Internado, de
hecho, no era sólo una escuela de teología moral, donde los jóvenes sacerdotes, procedentes
sobre todo de zonas rurales, aprendían a confesar y a predicar; también era una verdadera
escuela de vida sacerdotal, donde los presbíteros se formaban en la espiritualidad de san
Ignacio de Loyola y en la teología moral y pastoral del gran obispo san Alfonso María de
Ligorio. El tipo de sacerdote que José Cafasso encontró en el Internado y que él mismo
contribuyó a reforzar —sobre todo como rector— era el del verdadero pastor con una rica
vida interior y un profundo celo en el trabajo pastoral: fiel a la oración, comprometido en la
predicación y en la catequesis, dedicado a la celebración de la Eucaristía y al ministerio de la
Confesión, según el modelo encarnado por san Carlos Borromeo y san Francisco de Sales y
promovido por el concilio de Trento. Una feliz expresión de san Juan Bosco sintetiza el
sentido del trabajo educativo en aquella comunidad: «En el Internado se aprendía a ser
sacerdotes».
San José Cafasso intentó realizar este modelo en la formación de los jóvenes sacerdotes, para
que ellos, a su vez, se convirtieran en formadores de otros sacerdotes, religiosos y laicos, en
una especial y eficaz cadena. Desde su cátedra de teología moral educaba a ser buenos
confesores y directores espirituales, solícitos por el verdadero bien espiritual de la persona,
animados por un gran equilibrio en hacer sentir la misericordia de Dios y, al mismo tiempo,
un agudo y vivo sentido del pecado. Tres eran las virtudes principales de José Cafasso
profesor, como recuerda san Juan Bosco: calma, agudeza y prudencia. Estaba convencido de
que donde se verificaba la enseñanza transmitida era en el ministerio de la Confesión, a la cual
él mismo dedicaba muchas horas de la jornada; a él acudían obispos, sacerdotes, religiosos,
laicos eminentes y gente sencilla: a todos sabía dedicar el tiempo necesario. Fue sabio
consejero espiritual de muchos que llegaron a ser santos y fundadores de institutos religiosos.
Su enseñanza nunca era abstracta, basada sólo en los libros que se utilizaban en ese tiempo,
sino que nacía de la experiencia viva de la misericordia de Dios y del profundo conocimiento
del alma humana adquirido en el largo tiempo que pasaba en el confesonario y en la dirección
espiritual: la suya era una verdadera escuela de vida sacerdotal.
Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” - León

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papeles de formación y comunicación
Su secreto era sencillo: ser un hombre de Dios; hacer, en las pequeñas acciones cotidianas,
«lo que pueda contribuir a mayor gloria de Dios y provecho de las almas». Amaba de forma
total al Señor, estaba animado por una fe bien arraigada, sostenido por una oración profunda
y prolongada, vivía una sincera caridad hacia todos. Conocía la teología moral, pero conocía
también las situaciones y el corazón de la gente, cuyo bien procuraba, como el buen pastor.
Cuantos tenían la gracia de estar cerca de él se transformaban también en buenos pastores y
confesores válidos. Indicaba con claridad a todos los sacerdotes la santidad que se puede
alcanzar precisamente en el ministerio pastoral. El beato don Clemente Marchisio, fundador
de las Hijas de San José, afirmaba: «Cuando entré en el Internado era un muchacho travieso y
alocado, no sabía lo que significaba ser sacerdote, y salí de él totalmente cambiado,
plenamente imbuido de la dignidad del sacerdote». ¡A cuántos sacerdotes formó en el
Internado y después los siguió espiritualmente! Entre ellos —como ya he dicho— destaca san
Juan Bosco, que lo tuvo como director espiritual durante 25 años, desde 1835 hasta 1860:
primero como clérigo, después como sacerdote y por último como fundador. Todas las
decisiones fundamentales de la vida de san Juan Bosco tuvieron como consejero y guía a san
José Cafasso, pero de un modo bien preciso: Cafasso no trató nunca de formar en don Bosco
un discípulo «a su imagen y semejanza», y don Bosco no copió a Cafasso; ciertamente, lo
imitó en las virtudes humanas y sacerdotales —definiéndolo «modelo de vida sacerdotal»—,
pero según sus aptitudes personales y su vocación peculiar; un signo de la sabiduría del
maestro espiritual y de la inteligencia del discípulo: el primero no se impuso sobre el segundo,
sino que lo respetó en su personalidad y le ayudó a leer cuál era la voluntad de Dios para él.
Queridos amigos, esta es una enseñanza valiosa para todos los que están comprometidos en
la formación y educación de las generaciones jóvenes, y también es una fuerte llamada a
valorar la importancia de tener un guía espiritual en la propia vida, que ayude a entender lo
que Dios quiere de nosotros. Con sencillez y profundidad, nuestro santo afirmaba: «Toda la
santidad, la perfección y el provecho de una persona está en hacer perfectamente la voluntad
de Dios (...). Dichosos seríamos si consiguiéramos introducir así nuestro corazón dentro del
de Dios, unir de tal forma nuestros deseos, nuestra voluntad a la suya, de modo que formen
un solo corazón y una sola voluntad: querer lo que Dios quiere, quererlo en el modo, en el
tiempo y en las circunstancias que él quiere, y querer todo eso únicamente porque Dios así lo
quiere».
Pero otro elemento caracteriza el ministerio de nuestro santo: la atención a los últimos, en
particular a los presos, que en Turín durante el siglo XIX vivían en en lugares inhumanos e
inhumanizadores. También en este delicado servicio, llevado a cabo durante más de veinte
años, Cafasso fue siempre el buen pastor, comprensivo y compasivo: cualidad percibida por
los reclusos, que acababan por ser conquistados por ese amor sincero, cuyo origen era Dios
mismo. La simple presencia de Cafasso hacía el bien: serenaba, tocaba los corazones
endurecidos por las circunstancias de la vida y sobre todo iluminaba y sacudía las conciencias
indiferentes. En los primeros tiempos de su ministerio entre los encarcelados, a menudo
recurría a las grandes predicaciones, a las que asistían casi todos los reclusos. Con el paso del
tiempo, privilegió la catequesis menuda, impartida en los coloquios y en los encuentros
personales: respetuoso de las circunstancias de cada uno, afrontaba los grandes temas de la
vida cristiana, hablando de la confianza en Dios, de la adhesión a su voluntad, de la utilidad de
la oración y de los sacramentos, cuyo punto de llegada es la Confesión, el encuentro con Dios
hecho para nosotros misericordia infinita. Los condenados a muerte fueron objeto de
cuidados humanos y espirituales especialísimos. Acompañó al patíbulo, tras haberlos
confesado y administrado la Eucaristía, a 57 condenados a muerte. Los acompañaba con
profundo amor hasta el última aliento de su existencia terrena.
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Murió el 23 de junio de 1860, tras una vida ofrecida totalmente al Señor y consumada por el
prójimo. Mi predecesor, el venerable siervo de Dios Papa Pío XII, el 9 de abril de 1948, lo
proclamó patrono de las cárceles italianas y, con la exhortación apostólica Menti nostrae, el
23 de septiembre de 1950, lo propuso como modelo a los sacerdotes comprometidos en la
confesión y en la dirección espiritual.
Queridos hermanos y hermanas, que san José Cafasso sea una llamada para todos a
intensificar el camino hacia la perfección de la vida cristiana, la santidad; que recuerde en
particular a los sacerdotes la importancia de dedicar tiempo al sacramento de la
Reconciliación y a la dirección espiritual, y a todos la atención que debemos prestar a los más
necesitados. Que nos ayude la intercesión de la santísima Virgen María, de quien san José
Cafasso era devotísimo y a quien llamaba «nuestra querida Madre, nuestro consuelo, nuestra
esperanza».
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