1.17 Hacia un mapa de nuestra pastoral

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Documento 1.17. Hacia un "mapa" de nuestra pastoral

C ómo ser discípulos salesianos misioneros

en el mundo de hoy


Curso de Formación para laicos / SSCC Patagonia Norte (ABB)




  • Documentos para profundizar lo abordado en cada encuentro



1.17. Hacia un "mapa" de nuestra pastoral

Oscar Campana




1. El "mapa" como metáfora

La crisis del "mapa" ha sido una constante en la reflexión de los ’90. Podríamos resumirla así: la modernidad, a través de las ideologías y su concepción del sujeto y de la historia, nos había provisto una cartografía de la realidad con la cual operábamos sobre ella. Como toda cartografía, ella nos decía dónde estábamos ubicados, hacia dónde nos dirigíamos, cuáles eran los pasos del camino que transitábamos. Nos permitía manejarnos en una geografía que suponíamos explorada y conocida de antemano y que no podría presentar más sorpresas que las previstas ni más horizontes que los ya trazados. En algún sentido, ese mapa nos alisaba el espacio en el cual el tiempo transcurría linealmente y en un sentido irreversible.

Ya en los años ’60 y ’70 muchas voces comenzaron a advertir de la inadecuación de dicha cartografía. La propia historia del siglo XX y su trágico desarrollo parecían prueba de ello. Pero será en los ’80, con los pensadores de la "posmodernidad", cuando el discurso del "fin" o la "muerte" de las ideologías logró instalarse como un lugar común en la reflexión y el análisis de la realidad. Los "grandes relatos" o –para utilizar nuestra metáfora–, los "mapas" que parecían otorgar un sentido a la realidad habían resultado erróneos, pecaban de preconceptos y daban por supuesto el conocimiento cabal del mundo y del hombre.

El desconcierto y la perplejidad ganaban espacio. El poder político, financiero, económico, militar y cultural comenzó a manifestarse cada vez con mayor impudicia. La tentación de un mundo unipolar –globalización neoliberal mediante– pareció exacerbarse. La búsqueda de sentido, negada o estereotipada en los modelos anteriores, estalló en mil direcciones diversas. Habían desaparecido los mapas.


2. La Iglesia y sus mapas

En este contexto epocal, nos encontramos con una Iglesia que en el Concilio Vaticano II se propuso un camino de diálogo con una modernidad que comenzaba a languidecer. Esa Iglesia del Vaticano II, de cuyo impulso todos somos deudores, vino a poner fin –"de derecho, más que de hecho", como diría Y. Congar– a su propio mapa: el de la neoescolástica, construcción teórico-práctica con la que la Iglesia del siglo XIX trató de combatir la cultura moderna, logrando estirar la impostación tridentina de la pastoral hasta los albores del Concilio.

La desaparición de ese mapa puso a la Iglesia en la búsqueda de nuevos modelos. Y esa búsqueda y sus resultados fueron plurales. Se dialogó con la modernidad con éxito diverso. En menor medida, se la negó y resistió. El Sínodo de 1985, en un clima de retroceso, tuvo como tema al propio Concilio Vaticano II. La perplejidad, profetizada como "invierno" por K. Rahner, hacía su aparición en la institución, permitiendo que las voces de la "minoría" conciliar recuperaran espacio y predicamento: el diálogo con la modernidad parecía un camino sin sentido; se trataba ahora, más bien, de reafirmar la propia identidad, aún a costa de perder relevancia y significatividad de cara a la cultura contemporánea.


3. La Iglesia en Argentina

Siendo siempre riesgosa una periodización cuando ésta toca al presente, nos animamos a intentar una de la Iglesia y la pastoral en Argentina en el período posconciliar, en forma muy sintética y abriéndola al juicio de los otros.

  • La primavera conciliar (1965-1972). Hay un primer momento que va de la finalización del Concilio al año 1972, desde la creación de la Comisión episcopal de pastoral (Coepal) a su disolución y que tiene entre sus principales hitos al Plan nacional de pastoral y a la Declaración del episcopado argentino (Documento de San Miguel). En esta etapa encontramos a una Iglesia que deja en manos de sus sectores más dinámicos la "aplicación" del Concilio Vaticano II y su consecuente reforma pastoral. A lo ancho y a lo largo del pueblo de Dios el espíritu conciliar –reforzado por la Conferencia de Medellín– parece ir ganando espacio en los más diversos ámbitos, al compás, también, del vértigo del acontecer nacional. Lo más vital de la pastoral argentina en las siguientes décadas se nutrió de esta etapa a la que podemos considerar como fundacional.

  • Extrañamiento del Concilio (1973-1981). Esta etapa es, sin lugar a dudas, una de las más tristes y oscuras en nuestra Iglesia. El retroceso es notorio. Se disuelve la Coepal, se abandona el plan nacional de pastoral, se opta por las "prioridades" (Matrimonio y familia y Juventud, aunque esta última se desarrolló en el período siguiente) y la renovación conciliar es abandonada a su suerte. Mientras fue posible hacerlo –hasta el golpe del ’76– muchos siguieron avanzando en el camino iniciado. Después, el silencio, la tristeza, el repliegue, y hasta la persecución y el martirio para muchos.

  • Reacomodamiento institucional (1981-1996). No es tan claro que con el documento Iglesia y comunidad Nacional se abra de hecho una nueva etapa. Pero fue tal la repercusión social y eclesial del mismo, que bien podríamos considerar que sí. Los sectores más dialoguistas del episcopado se convierten en la cara visible de la Iglesia. La crisis de la dictadura y el retorno democrático harán que viejas y nuevas voces se expresen y traten de retomar el hilo de la historia brutalmente interrumpida. Si el episcopado debe comenzar a pensar un nuevo modo de relación con los gobiernos democráticos, los agentes pastorales recuperan y generan nuevos espacios de pensamiento y acción. En medio de esta etapa nos encontramos con las Líneas pastorales para la nueva evangelización, un intento por retomar tímidamente la idea de una pastoral orgánica para nuestra Iglesia. Simbólicamente, en 1995, el episcopado publica un documento sobre la purificación de la memoria, esbozando un pedido de perdón por su papel en los años de la dictadura.

  • Nueva presencia ante la crisis (1996-2008...).Una nueva conducción del episcopado, quizá la primera desde el Concilio Vaticano II que manifiesta, en hechos, creer en él, inaugura una etapa de paulatino distanciamiento con el poder, pero que, a la vez, se ve reclamada y desbordada por la crisis social, crisis que depara a la Iglesia un rol para el que aún no sabemos si está preparada. Numerosas declaraciones ante la crisis, Jesucristo, Señor de la historia y Navega mar adentro son los documentos principales del período. Este último, comprendido como una renovación de las Líneas pastorales de 1990, retoma la idea de una pastoral orgánica.

El intento de periodización tan sólo apunta a tratar de brindar algún marco más amplio a nuestro presente. En los diferentes períodos los mapas fueron entrando en crisis. Como elementos negativos, nuestra pastoral estuvo casi siempre caracterizada por el espontaneísmo, los esfuerzos aislados (individuales e institucionales), las gestas fundacionales, la defensa de los lugares conquistados y la ambigüedad institucional. Desde lo positivo debemos señalar el espíritu nunca ahogado del Concilio Vaticano II (y Medellín, San Miguel y Puebla...) que ha seguido dando vida a personas, comunidades, instituciones, pensamientos, iniciativas y compromisos.


4. Volviendo al mapa...

Hablábamos, más arriba, de los mapas con los que el mundo se nos hacía conocido. Pero también acusábamos a esos mismos mapas de ocultarnos la realidad y acomodarla a sus intereses o prejuicios.

Cuando proponemos la tarea de "mapear" nuestra pastoral, no lo hacemos en el sentido de reconstruir un "gran relato" al estilo moderno, sino en el de dar con una herramienta que nos permita conocer, de la mejor manera posible, la realidad de nuestra Iglesia en Argentina.

Las técnicas del "mapa" y el "observatorio" son hoy comunes a las ciencias sociales, y bien pueden servirnos en nuestra tarea. ¿Cómo conocer el "suelo" que habitamos cuando la crisis nos ha dejado compartiendo la perplejidad y la incertidumbre del mundo actual?

Cito aquí a M. González:



El "mapa"

El "mapeo" es un recurso de la investigación científica destinado a diseñar una primera aproximación a un campo de estudio que ha sufrido importantes conmociones:

  • Surgimiento de nuevos paradigmas, cuestionamientos epistemológicos, ruptura de los consensos y de los campos de autonomía disciplinar.

  • Cambios generacionales, no irrupción de grandes nombres, prioridad de los equipos.

  • Dificultad para establecer grupos, escuelas, líneas de mediano y largo plazo.

  • Surgimiento de nuevas generaciones que trabajan según parámetros fuertemente diversificados.

  • Cambios acelerados de los enfoques y campos de problemas.

  • Impacto de la interdiscilplina.

  • Desconocimiento recíproco entre instituciones, investigaciones, autores, recursos.

  • Cambio en la confirmación y el peso relativo de los centros de generación de pensamiento.


Se trata de un acercamiento fuertemente conjetural y de exploración:

  • Inabarcable para personas individuales y que requiere una división del trabajo, buena articulación entre los equipos y un itinerario.

  • Necesidad de reconsiderar periódicamente los criterios a partir de los hallazgos, para volver a plantear las hipótesis de trabajo.

Para ello se elige una aproximación inicial suficientemente plausible y se comienza a trabajar desde ella, rompiendo el círculo de perplejidad. La finalidad del mapeo es el diseño de un primer encuadre suficientemente fundamentado, amplio y flexible a la incorporación de nuevos hallazgos.





Del proyecto al mapeo

Adrián Di Gregorio


1. Veinte años atrás: la pedagogía del ideal de vida y el proyecto personal de vida

La década del ‘80 marcó, para nosotros y para muchos otros, el camino de trabajo desde un modelo de comunión y participación inspirado en Puebla. Los grupos aislados ya no parecían una propuesta suficiente y se construyeron espacios llamados movimientos juveniles.

En la mayoría de estos movimientos, se implementó la pedagogía del ideal con una doble metodología, la de los proyectos grupales y la de los proyectos personales.

La pedagogía del ideal es una orientación pastoral de origen alemán que ha tenido mucho desarrollo práctico entre nosotros. Entendemos que, en cierto modo, ha sido el quicio de la práctica educativa y pastoral en la década del ‘80, presentándose en parte como la versión pastoral de la educación personalizada.

Como modelo pastoral, adscribía a las orientaciones de Puebla (Documento de Puebla 1166-1205): comunión y compromiso, formación y participación. En lo concreto, la pedagogía del ideal y el proyecto de vida, tenía un fuerte componente vocacional, tanto para la consagración religiosa como para las profesiones educativas y la inserción de educadores y comunicadores en ámbitos populares. Un acento misionero llevó a muchos jóvenes a entrar en contacto con situaciones de exclusión y a hacer opciones profesionales y familiares desde allí. En los últimos años de la dictadura, la pastoral juvenil, y los movimientos en su contexto, fueron un ámbito de participación y formación para la futura democracia.

La antropología de base de esta pedagogía del ideal comprende al hombre como una libertad que conquista un "sí mismo", existente como una semilla en su interior, que debe llegar a ser, que espera llegar a ser. Esta semilla está pensada como algo que es susceptible de ser conocido antes de que llegue a desarrollarse. Esto es necesario para poder colaborar en su crecimiento. Esta tarea es una responsabilidad que se identifica con un llamado divino, porque la semilla es concebida como una identidad elegida, amada y determinada desde todos los siglos por Dios en Cristo. El hombre es un proyecto definido a realizar. En cuanto tal, es un proyecto germinal: todo está en él desde el comienzo y su opción es cultivo o atrofia. Es un proyecto bivalente ya que puede ser lo que debe ser o traicionarse; aunque puede hacer ambas cosas en varios grados. Es un proyecto amenazado desde dentro de sí mismo y desde fuera por la sociedad. En cuanto proyecto es inacabado, ya que nunca llegará a realizarse plenamente hasta la muerte.

El hombre proyecto es una manera concreta de comprender cada persona como una encarnación de un deseo particular de Dios. La creación directa del alma personal se comprende como un otorgamiento de una identidad cuyos rasgos finales están en cierto modo predeterminados y que puede ser descubierta en la conciencia de una vez para toda la vida, haciendo de la historia personal por recorrer un itinerario de identidad que se cultiva o se traiciona. Esta comprensión insiste en que hemos sido creados en el Hijo (ver Ef 1, 1ss.) como hijos que particularizan un rasgo especial de Jesucristo (ver Rom 8, 29), como encarnaciones particulares de una perfección humana determinada por la voluntad divina, que ha sido ya realizada en Jesucristo y que son proyecto único en nosotros.


El hombre descubre el proyecto divino como llamado que viene simultáneamente:

  • de su ser en el que están claramente marcadas las identidades,

  • de Dios que indica con precisión su Voluntad a través de su revelación,

  • del tiempo en que vive que señala con evidencia las necesidades a atender.


Pero también descubre la voz de la llamada falsa de los instintos desordenados y del demonio, que buscan enturbiar la vocación divina, poniendo oscuridad y confusión. La pedagogía del ideal no es sólo una teoría. Se presenta también con una práctica didáctica en la que el instrumento básico es el proyecto personal de vida (y el proyecto grupal, del que nos ocuparemos luego). Metodológicamente, para armar su "proyecto personal" el joven debe buscar el llamado divino en el "ideal personal". El ideal personal es una formulación sencilla del ideal del yo en la perspectiva que lo comprende actualmente el adolescente. Para encontrarlo, la metodología indica algunos tópicos:

  • el impulso fundamental de su vida: qué quiere hacer de su vida como conjunto, como totalidad;

  • los valores e intereses espontáneos: lo que más le llama la atención, lo que más le gusta;

  • su pasión dominante: en términos clásicos, el concupiscente y el irascible, reducidos aquí a amar o conquistar;

  • las personas que admira; entre nosotros lo más importante era el aspecto cristológico buscado sistemáticamente en el Nuevo Testamento en tres etapas: frases que llamaban la atención, síntesis en varias imágenes de Cristo, selección de una imagen de Cristo;

  • a esto se añadía el examen minucioso del pasado releído desde el hoy, buscando "cuál es la orientación que Dios está dándole a su vida y cuáles son las invitaciones más profundas que vienen recibiendo del Padre";

  • su oración predilecta;

  • sus símbolos preferidos;

  • los hechos sociales que lo golpean;

  • y, si ya lo hubiera hecho, las opciones de vida ya tomadas (noviazgo, matrimonio, sacerdocio...).

El proyecto personal es "una pedagogía, una técnica de autoeducación, un recurso pastoral, ideado para ayudar a una persona a realizar un plan, a alcanzar ciertas metas y objetivos que ella misma, con la ayuda de quienes la acompañan espiritualmente, se ha propuesto lograr"1. Se entiende como un recurso pedagógico, un plan de autoformación que consiste, en primer lugar, en una redacción del ideal personal, principio de síntesis personal, para saber "quién soy" y "qué quiero hacer".

En la práctica, por los fundamentos antes expresados y por la inexperiencia espiritual de muchos agentes, se identificaba fácilmente la autoconciencia adolescente o juvenil con la voluntad de Dios. Esto se vio reforzado por la juventud de los acompañantes espirituales, coordinadores de grupo. Se produjeron así entusiasmos efímeros y muchas frustraciones.

Para formar la autoconciencia, en esta metodología, se recurre a un lema que fácilmente recuerde el ideal de vida, un símbolo a modo de escudo personal, una oración que ayuda a rezar habitualmente el ideal personal y al examen particular de los propósitos derivados del ideal que tiende, por la repetición, a conformarse como criterio. Se utiliza también un cuaderno para anotar meditaciones, propósitos y su evaluación.

Como se puede ver, hay una serie de supuestos muy importantes acerca de la identidad individual, de la vocacional como única y predeterminada, de la transparencia de la autoconciencia, una gran certeza sobre la existencia de ciertos valores identificados por el adolescente y su validez universal. Se entiende que los valores están todos plenamente realizados en Cristo y que, desde esa realización, pueden ser elegidos de antemano por la voluntad humana para ser desarrollados.


Hay también una antropología muy optimista y solitaria, con una importante acentuación de la voluntad y de su eficacia. Hay una actitud éticamente ingenua que no toma en cuenta con seriedad las determinaciones y condicionamientos de la libertad. Pedagógicamente se podría pensar en un desarrollo exagerado de comportamientos obsesivos sobre cuestiones puntuales que difícilmente se modifican en profundidad por la repetición o la observación. Hay también una tendencia a confundir y disfrazar cuestiones psicológicas o sociológicas con elementos espirituales y teológicos.

Quienes tuvieron por acompañantes personas espirituales y experimentadas, con estos instrumentos pudieron elaborar proyectos que fueron útiles en su camino de crecimiento. Tenemos el testimonio de muchos que hoy tienen alrededor de treinta y cinco o cuarenta años y que han avanzado comprometidamente en sus opciones cristianas o sociales.

No obstante, este modelo de pedagogía pastoral y de acompañamiento empezó a hacer crisis, entre nosotros, no por una cuestión teórica. El mayor aspecto que le hemos criticado ha sido su ineficacia. No ha contribuido, desde hace tiempo, a dinamizar la vida de los jóvenes y se ha convertido en algo que refuerza los mecanismos estériles del voluntarismo y de una falsa conciencia vanguardista. La crisis teórica siguió a la crisis práctica.

Después de 1986, cuando ya veíamos que el proyecto personal hacía agua, por un esfuerzo de continua adaptación de este modelo a las nuevas exigencias sentidas desde los agentes, el vocabulario asociado a esta práctica pastoral fue transformándose al punto de perder, casi totalmente, su significación originaria.


2. "Yo no tengo historia": del "proyecto personal" al "mapa personal"

"Vos me hacés trabajar mi historia, pero yo no tengo historia. Soy puro presente". Así dijo un alumno en un retiro. Un muchacho de asombrante lucidez sobre su vida. Es uno de los tantos síntomas de un agotamiento y un cambio al que nuestros instrumentos no estaban enfrentando.

Así comenzamos un camino que nos ha llevado desde la pedagogía del ideal a la cartografía cognitiva, del proyecto personal al mapa personal. Es un camino que ha ido y quiere avanzar:


Acompañar personas, pero también grupos

En cuanto al acompañamiento grupal, la pedagogía del ideal utilizaba el instrumento del proyecto grupal, construido análogamente al personal. En esta metodología, lo central era la reunión semanal (concebida como una "lluvia mansa" que empapa la tierra). Las acciones tales como campamentos y retiros eran reforzadores de los procesos grupales y personales (como "chaparrones" necesarios para regar cuando hace falta).

Las reuniones semanales eran el medio de alcanzar la formación que se entendía como un triple proceso: información (conocimientos que se adquirían), coformación (colaboración en el aprendizaje y vida grupal) y transformación (conversión). Dentro de las reuniones tenía un lugar de privilegio la "revisión de vida". Era como un punto de llegada entre múltiples posibilidades de reuniones (de oración, para tratar un tema, para preparar una acción, para hacer una dinámica...). La revisión de vida era asumida de dos formas. El ver-juzgar-actuar sobre un hecho en la vida del grupo (producido hacia adentro o hacia afuera) y la corrección fraterna.

Si bien la reunión semanal de los grupos estables sigue siendo importante, hoy no nos interesan tanto en su regularidad y frecuencia. El centro de la vida grupal es el proceso que llamamos "acción" y la resolución de las distintas situaciones problemáticas que son ocasión para el discernimiento. En este proceso habrá tantas reuniones u otro tipo de encuentros que sean necesarios, uno o más por semana.


La propuesta del mapa personal quiere ser superadora del proyecto personal de vida, entendido como instrumento pedagógico en nuestro camino de pastoral juvenil de grupos estables en los años ochenta.

Quiere ser superadora como una estructuración de instrumentos y prácticas pedagógicas y didácticas que asuman los nuevos paradigmas de nuestra cultura en la antropología, la metafísica, la ética, la historia, la comprensión social, la hermenéutica bíblica, la pedagogía y el lugar social del saber. En este sentido, es una resignificación del proyecto de vida comprendido como un modo de aludir a la vida humana. La pastoral, entendida como reflexión teológica sobre la práctica eclesial, es una estrategia que se mueve entre la teología y la realidad cambiantes.


¿Qué es un mapa?

El mapa personal no es, como el "proyecto personal de vida" un recurso ya armado. Los contenidos que presentamos a continuación muestran líneas de reflexión a partir de las cuales pensar los recursos y las experiencias en los que el mapa es reflexionado. Es sobre todo un dinamismo de discernimiento que parte de la materialidad de la vida buscando un sentido superior que lleve a poder decidir desde el lugar del pobre, opciones más evangélicas de acuerdo a la evolución del joven.

Los supuestos básicos de esta propuesta que llamamos "mapa personal" son:

  • La convicción de que la materialidad de la existencia es la que otorga las posibilidades efectivas de la vida, al menos como puntos de partida. Los llamados espacios sociales y que están vinculados a procesos materiales y simbólicos, lo que tiene relación con nuestro habitar, los específicos lugares con sus límites.

  • Los desplazamientos geográficos de las personas son la plasmación espacio-temporal de dicha materialidad.

  • Lo que podemos llamar "experiencia de Dios" no se puede dar desvinculado de esa materialidad, por el principio de encarnación.

  • La convicción de que la identidad humana es narrativa. La identidad no es un significado cerrado, sino temporario y contingente. La identidad se crea a partir de la empatía con otros por medio de una relación apasionada a través de la diferencia. Y en esta narratividad estamos atravesados por la discursividad ajena. Narratividad que se elabora en una dialéctica de fidelidad e innovación.

  • Que la identidad personal se construye desde la alteridad. Y que, en este sentido, sólo lo verdaderamente distinto del sujeto es salvador para él. La justicia viene como reclamo del otro y con la opción por la justicia del otro viene la redención del yo. Siempre que hablamos de otro, alteridad, diferencia, distinción, estamos suponiendo que el otro por antonomasia es el empobrecido, el excluido, el que participa desigualmente en la sociedad como perjudicado. El otro es exterior al yo que "está siempre en lo mismo" y que no pretende salir de su mundo. Por eso lo puede interpelar, porque no entra necesariamente en su consideración; el yo puede –y de hecho lo hace así– vivir sin el otro, pero nunca será redimido. El pobre (en todas las formas que pueda revestir en cuanto excluido) es el otro y el sacramento del Totalmente Otro.

  • La convicción de que la unificación existencial se da en torno al carácter: la consolidación interior de la persona, la convergencia del pensamiento viviente, del sentir y del querer con el propio núcleo espiritual. La educación de este carácter en los adolescentes se da en la construcción progresiva de la autonomía, "valentía para ser uno mismo" dice Romano Guardini. La formación de la autonomía tiene que ver con la capacidad de discernimiento, con la toma de decisiones y la responsabilización ante las consecuencias.


3. Paradigmas nuevos, herramientas nuevas

La idea de pasar de proyecto personal a mapa, tiene que ver con nuestra interpretación del cambio epocal. Se puede resumir en la cuestión, ya muchas veces esbozada, por un lado, de la incapacidad de poder determinarse "de una vez para siempre" del hombre contemporáneo y, por otro lado, de la multiplicidad de apelaciones desde las que es dotado de identidades, por la que desarrolla la necesidad de trazar distintos caminos provisorios que le permitan a la vez saber dónde está, saber quién está siendo, saber hacia dónde puede ir, saber quién queda de lado con sus opciones y permitirle a los demás constituirse en redentores, en compañeros de camino o en interlocutores.

Un mapa es una reconstrucción mental, fragmentaria, interesada, imaginativa, provisional. Pero esta reconstrucción se basa en los recorridos efectivos. Es una construcción de tercer grado.

  • Un primer grado es el recorrido.

  • El segundo grado es la construcción mental de estos recorridos como mapas mentales o mapas cognitivos.

  • El tercer grado es un mapa total, que supera los mapas cognitivos. Pero este ya no es posible en nuestro tiempo como algo que retengamos en nuestra mente. El mapa personal no coincide con los mapas impresos del Instituto Cartográfico.


La cartografía cognitiva, como análisis del conocimiento, supone que el plano geográfico de los recorridos efectivos determina el plano mental; esto es, que el recorrido socialmente efectuado determina nuestro plano geográfico, con sus exclusiones e inclusiones. Nuestros recorridos están determinados por nuestra adscripción e inscripción social: vivimos, estudiamos, trabajamos, hacemos deporte, nos divertimos, descansamos... en lugares que están socialmente determinados.


El recorrido efectivo implica nuestra vivencia política, nuestras opciones éticas y nuestra experiencia religiosa/no religiosa, todas cuestiones socialmente mediadas. De modo que nuestros desplazamientos geográficos efectivos revelan nuestro movimiento social y nuestra vivencia política, ética y religiosa. La ciudad alienada es, para los teóricos de la cartografía cognitiva, un espacio en el que las personas son incapaces de representarse (mentalmente) su propia posición o la totalidad urbana en la que se encuentran. La desalienación supone la real reconquista de un sentido del lugar y la construcción de un conjunto interrelacionado que pueda ser tenido en la memoria y que el sujeto pueda trazar y volver a trazar para realizar trayectos alternativos.

Un mapa es, en nuestra propuesta pastoral, además, un esfuerzo conciente por descifrar los lugares y los no lugares que transitamos. Un mapa no es meramente mimético, es ya una interpretación de lo que hay en un sitio. Los mapas nacen, como dijimos, de los itinerarios. Un itinerario, un recorrido, es algo precartográfico: está centrado sobre el sujeto que recorre y releva el mundo en clave de sujeto. La brújula y, sobre todo el punto fijo que determine la longitud (creado con tanto esfuerzo, como lo deja ver Umberto Eco en La isla del día de antes), darán lugar a los mapas modernos, posibilitadores de nuevos recorridos, en tanto que abrieron la posibilidad de articular como un modo de trazar mapas que permitan a los pastores salir de la abstracción, superar la mirada ideologizada sobre la propia vida y encontrar el propio lugar.

Sobre todo, descubrir qué hay más allá de las fronteras de los propios recorridos autocentrados. Los recorridos que efectuamos, esos que están socialmente mediados, están centrados sobre la satisfacción de nuestras necesidades. Por ese mismo motivo olvidan, dejan de lado, todo lo que no se encuadre en esa perspectiva. De ahí la necesidad de trabajar sobre las fronteras de nuestro propio mapa cognitivo.

En el mapa cognitivo comprendido como experiencia pastoral de acompañamiento, podrán encontrarse distintos recorridos:

  • El que tiene que ver con la amistad, con el encontrarnos "a salvo", "en casa". Una geografía de la fraternidad.

  • El que tiene que ver con los sentimientos.

  • El que tiene que ver con el encuentro con Dios, toda una teografía posible.

  • El que tiene que ver con el pecado.

  • El que tiene que ver con el sentido de la vida comprendido como dinamismo de futuro.

  • El que tiene que ver con las obligaciones desprovistas de sentido.

  • Y las fronteras. La liminaridad de nuestro mundo es un concepto importantísimo a trabajar: ¿por dónde pueden ampliarse nuestros recorridos? ¿Para qué?


Todo esto es, evidentemente, móvil y provisional. El mapa personal requiere un examen periódico. Pero en el mapa, además de la localización de los itinerarios, importa la interpretación de los mismos. Y en eso podríamos señalar dos elementos clave:

  • Las fronteras de las que hablamos al final. La conciencia del acompañamiento está en que es el otro el que nos salva, el excluido, el diferente, el olvidado, el empobrecido, el que evitamos. Allí está la posibilidad de redención. Atravesar las fronteras al encuentro del otro será salvador.

  • Las tensiones dialécticas. Cada uno de los lugares que atravesamos en nuestros recorridos se torna significativo porque hay allí alguna tensión que provoca nuestra libertad, que nos obliga a elegir, a hacer opciones por un valor. Lo que importará, desde el acompañamiento pastoral, es ir trabajando criterios que se establezcan como flujos más o menos permanentes para una etapa de la vida. Hay aquí todo un trabajo de autotrascendencia cognitiva y ética importantísimo de hacer en la educación de los adolescentes y jóvenes.


El discernimiento desde el lugar del pobre como pedagogía

El lugar del pobre es su causa, su lucha y su destino. Es un espacio social con sus posiciones, disposiciones y tomas de posición. Por el modo de habitar nuestras ciudades, el lugar del pobre es también un territorio, un barrio preciso.

Ponerse en el lugar del pobre significa, para los agentes pastorales y para los grupos de adolescentes, una toma de posición social y epistemológica. Es a partir de su posición que quieren actuar y pensar sobre Dios, sobre Jesucristo, sobre la gracia, la historia, la misión de la Iglesia, la economía, la política, el futuro de la sociedad y del hombre y su mundo. Como toma de posición es un camino abierto.

Es un camino abierto que significa nuestra conversión: volver nuestro corazón a Dios, liberador de su Pueblo por la Resurrección de Jesús, abandonando toda idolatría asesina para devolver al mundo su consistencia y su autonomía de creatura destinada a ser consagrada.

Muchas veces con sinceridad, otras veces con temor, adolescentes y adultos reaccionan ante la propuesta de una pastoral que opta por los pobres con una pregunta (tal vez hoy, por la obviedad de las cosas, menos que antes): "¿De qué pobreza se trata?". Esta pregunta pierde abstracción y sentido cuando los grupos juveniles son acompañados desde el encuentro con los varones y mujeres, con los ancianos y niños que sufren efectivamente las consecuencias del empobrecimiento. En este sentido es que el discernimiento desde el lugar del pobre es una pedagogía.

Discernimiento significa ese proceso en el que partimos de la experiencia para comprenderla inteligentemente, juzgar la comprensión que de ella tenemos desde criterios evangélicos y hacernos responsables en las decisiones que tomamos. Hacerlo en grupos y haciendo experiencia en el acompañamiento voluntario de servicios de distinta índole a favor de los empobrecidos, es el modo de hacer de esto una pedagogía.

En una propuesta de pastoral educativa en la que haya "pastoral juvenil escolar", esta debe ser concebida como una propuesta curricular, como un espacio curricular opcional, con sus contenidos planificados. Un espacio curricular opcional, o sea el período de trabajo de los miembros de una comunidad escolar en el que se desarrolla el proceso de enseñanza aprendizaje de los contenidos, recortados de la propuesta curricular global, organizados a partir de distintos criterios que le dan unidad y los diferencian de otros. Por ejemplo, en la escuela, durante el transcurso de seis años (EGB 3 y Polimodal) proponemos que los jóvenes puedan transitar caminos de transformación de la realidad a través de tareas de voluntariado, buscando la generación de criterios para el discernimiento desde el lugar del pobre.

La metodología de acompañamiento grupal para llevar adelante esta generación de criterios es el contacto con los más necesitados a través de acciones solidarias planificadas, lo que llamamos voluntariado cristiano. Esta entrada en la realidad desde distintos aspectos se hace, en nuestra práctica, a través de la resolución de situaciones problemáticas, preguntas que van guiando la investigación y la manera de interactuar con los otros. Cada proceso de resolución de situaciones problemáticas (cómo organizarnos para entrar en contacto con los chicos de otro barrio más pobre; cómo organizarnos para limpiar la costa del río; cómo hacer para garantizar la merienda de un comedor; cómo dar apoyo escolar en una escuela...) forma parte de un proceso gradual. Pero, al mismo tiempo, debe ser concebido como un módulo autónomo, con su principio y su final.

La gradualidad modular de las transformaciones esperadas hace que en cualquier etapa de la vida escolar del Tercer ciclo o del Polimodal puedan ingresar al grupo y acoplarse a la comunidad que está creciendo. Comunidades que no son cerradas sino que se permiten ser permeables a los tiempos de sus miembros, y dejan como anclaje la estabilidad de sus acciones. Frente a la presentación de estas situaciones problemáticas la metodología consiste en ver-analizar-transformar-revisar-celebrar.


El mapa personal es el recurso para el acompañamiento personal de los jóvenes que participan de estos grupos. Como tal es trabajado fundamentalmente en retiros y en entrevistas individuales. Los retiros son una ocasión propicia para el trazado y análisis de los mapas personales y para el cuestionamiento y reconstrucción de criterios. Lo mismo puede decirse de las entrevistas.

Esta experiencia ha dado frutos en nuestros grupos en los últimos diez años de progresiva aplicación. Seguimos caminando en el desafío de ir compartiendo dentro de la escuela los distintos espacios transitados, seguimos creyendo en la fuerza transformadora de los jóvenes, seguimos creyendo en que otro mundo es posible, seguimos creyendo en la acción pastoral planificada para comprender la Palabra de Dios en las palabras de los hombres, seguimos confiando y entregándonos a la tarea de educar desde la experiencia de voluntariado cristiano para la generación de criterios de discernimiento desde el lugar del pobre.



1 Equipo de Pastoral Juvenil Lasallana, El proyecto de vida, Buenos Aires, 1984