Cristo sigue llamando


Cristo sigue llamando




Inspectoría Salesiana de “Santiago el Mayor" León , 24 de abril de 2001 nº 8









CON SELLO DE PASCUA


Vivimos muy acelerados toda nuestra vida. Pasamos por casi todas las experiencias muy pronto y rápidos. Da la impresión de que vivimos con aceleración constante. Esto hace que no nos enteremos de muchas cosas que son importantes para vivir o que nos revelan elementos de un cierto interés para nuestra vida.


La Pascua nos invita a caminar, pero no como quien huye de algo ni tampoco en un desatorado activismo que pudiera enajenarnos. El paso del caminante de la Pascua es el de los discípulos de Emaús. Vienen hablando por el camino de la vida. Y vienen compartiendo su vida. jAtención a todos los caminantes! Cuando hacemos camino y compartimos vida con los demás Dios se nos hace el encontradizo. Por eso, nuestra principal ocupación ha de ser detectar sus huellas, sus pasos, buscar todo aquello que tiene sabor a Pascua.


Sello de Pascua tiene nuestra fidelidad, nuestro trabajo generoso, la entrega a los jóvenes, la vida de comunidad. Busquemos en este tiempo nuevo las señales de las cosas que nos hablan de Dios, las cosas con sabor a Pascua. Entre nosotros hay muchos gestos, muchas cosas que realmente tienen “sello de Pascua”. Resucitar con Jesús en esta Pascua bien puede significar dedicarnos denodadamente a buscar en nuestras comunidades, entre los jóvenes, las múltiples cosas que llevan el “sello de Pascua”.


















ÍNDICE



  1. Retiro ……………………….....3-7

  2. Formación…………………...8-24

  3. Comunicación.……..........25-35

  4. El anaquel…………….......36-37




Revista fundada en el 2000


Edita y dirige:

Inspectoría Salesiana "Santiago el Mayor"

Avda. de Antibióticos, 126

Apdo. 425

24080 LEÓN

Tfno.: 987 203712 Fax: 987 259254

e-mail: formacion@salesianos-leon.com


Maqueta y coordina: José Luis Guzón.

Redacción: Segundo Cousido y Mateo González

Depósito Legal: LE 1436-2002

ISSN 1695-3681


RETIRO





MARÍA, MADRE DE LA COMUNIDAD


(Tomado de Juan E. Vecchi, Rasgos de la espiritualidad salesiana, CCS, pp.250-260)


1. Al pie de la Cruz: la fecundidad en el Espíritu


De la cruz nace la comunidad de los creyentes, representada por el pequeño grupo fiel que se ha reunido alrededor de ella y simbolizada por el agua del Bautismo y de la sangre de la Eucaristía que manan de Cristo. Sobre la cruz y sobre este grupo se funda la nueva unidad del género humano, que Cristo debe realizar según la promesa mesiánica.

En esta escena, que representa a la Iglesia naciente, se encuentran engastadas las palabras dirigidas a María, que sugieren más un símbolo que descifrar y un misterio que desvelar, que el simple relato de un gesto filial. El gesto está en el centro de los actos últimos y supremos que la memoria cristiana de la muerte de Jesús se ha preocupado de transmitir...


Jesús -al pie de la cruz- llama a María a una nueva maternidad que tiene su origen en la cruz y se hace fecunda por la cruz. Es una nueva capacidad de hacer nacer hombres del Espíritu. María será Madre de Cristo, no sólo por haberlo acogido en su seno, sino porque, identificándose por todas partes y totalmente con la comunidad que nace de la cruz, lo concebirá continuamente en la historia en millones de personas a lo largo de los siglos. Es otra Anunciación; para nosotros una representación de la Auxiliadora.


María es figura de la Iglesia universal y también de cada comunidad local. Todas nacen al pie de la cruz, son llamadas a gozar de las riquezas significadas por el agua y por la sangre y a dar testimonio con la ardiente fidelidad de aquel núcleo primero. Por eso, la comunidad de los discípulos toma a María consigo. Desde entonces, está presente donde esté la comunidad cristiana: visiblemente por la veneración y los signos de devoción de los creyentes; más profundamente por su intercesión que da siempre signos nuevos e imprevisibles. Es la compañía que también nosotros sentimos en nuestras comunidades y en nuestras empresas.


Ella nos recuerda el valor del ofrecimiento de sí a Dios en la caridad pastoral. Las actitudes y los gestos de Cristo, que con frecuencia recordamos como ejemplares (acogida, escucha, apoyo, iluminación, misericordia), tienen en la cruz su coronación, su explicación, su precio.


El Pastor, que Juan presenta en el capítulo 10, es el que da la vida. Si esto se ignorase, la caridad pastoral sería técnica de acercamiento, relaciones públicas, forma de beneficencia más que de salvación. María, incorporada interiormente por las palabras de Jesús a este ofrecimiento, nos educa en el sentido de la misteriosa fecundidad del amor. También para ella todo tiene cumplimiento y todo se revela en este momento. Su preocupación por hacer crecer al Hijo de Dios toma otra dimensión respecto de la que tenía en Nazaret y durante la vida terrestre de su Hijo: pasa de Jesús a la Iglesia, la histórica y concreta, hecha de hombres y vicisitudes: de la fecundidad humana a la de la gracia. Aceptarlo fue una prueba para su fe, casi un salto de calidad. Lo es también para nosotros.


María al pie de la cruz, nos recuerda la salvación de la que queremos ser signos y portadores: es la que proviene de la Redención de Cristo, que abre a Dios para recibir de Él el cumplimiento de la propia existencia. Muchas iniciativas ponemos en acto en favor de los jóvenes y de los adultos. Todas ellas orientadas hacia aquella única y principal, todas fermentadas por aquella única expresada en nuestro lema “Da mihi animas”: la salvación en Dios, la que está en el centro de la obra de Jesús.


Con María, al lado de la cruz, descubrimos cuáles son las energías para la transformación que Dios quiere operar en nosotros y en nuestras comunidades: el agua y la sangre; la Reconciliación y la Eucaristía. La liturgia que vivimos está toda orientada a la pedagogía sacramental. Las páginas evangélicas y los itinerarios litúrgicos proponen de mil modos esta pedagogía.


María, a los pies de la cruz, nos revela el valor de la comunidad, en la que se realizará nuestro servicio, de la comunidad que está presente en el sacrificio de Cristo de forma singular y diversa de los otros espectadores. Es portadora de la memoria y ella sola comprende su sentido. Es más que un “grupo”. Es el espacio donde Dios revela la salvación. Lo pensamos de las comunidades educativas que animamos, de la Familia, del Movimiento Salesiano, de las iglesias. Cuidamos su referencia a Cristo, la unidad en el amor y en la acción. Con ellas invocamos y esperamos al Espíritu, y estamos atentos a sus signos y “partimos” hacia el más allá.



2. En el Cenáculo: la comunidad con la fuerza del Espíritu


El grupito que representaba a la Iglesia junto a la Cruz es presentado en los Hechos, capítulo 1, al regreso del lugar de la Ascensión en Jerusalén. Jerusalén es el lugar de los acontecimientos de la salvación, el lugar donde tiene su cumplimiento la misión terrena de Jesús, el punto de partida de la misión universal de los Apóstoles.


La comunidad del Resucitado se reúne al completo en el Cenáculo, el lugar donde ha sido proclamado y sellada la Nueva Alianza, donde la antigua Cena Pascual ha sido colmada de su significado definitivo, donde ha sido instituida la Eucaristía, donde Jesús se ha aparecido varias veces a los doce juntos. ¡Es toda una imagen de la Iglesia!


Hay en el texto una sucesión apretada y rápida de alusiones a los acontecimientos principales de la vida de Jesús: la pasión, las apariciones, los discursos sobre el Reino, la promesa del Espíritu, la ascensión, el anuncio de la última venida: recordados por los discípulos, pero todavía no comprendidos totalmente en su importancia histórica.


En este contexto, de una comunidad reunida al completo, con un patrimonio de verdades y con el encargo de una misión, Lucas anota: “Todos ellos se dedicaban a la oración en común, junto con algunas mujeres, entre ellas María, la madre de Jesús, y con sus hermanos”. Hch 1,14. Es la única vez que María es nombrada en el “período pospascual”. Y es también la última de todo el Nuevo Testamento. Se trata de una alusión brevísima y fugaz. ¡María no parece protagonista de la escena! Antes de ella están citadas “algunas mujeres”. Son las mismas que Lucas ha nombrado en el relato de la crucifixión, la sepultura, el descubrimiento del sepulcro vacío y las apariciones.


Pero, entre estas mujeres, María la Madre de Jesús, no está nunca incluida ni nombrada. Impresiona que ahora, presentando ordinariamente y de forma completa la comunidad del Resucitado, coloque en la lista singularmente con el nombre y el título a la Madre de Jesús.


Tenemos aquí uno de esos pasajes que sirven para hacer un rápido resumen sobre la vida de la comunidad. En efecto, hay aquí, como en los otros trozos semejantes, la alusión a la concordia, al reunirse, a la oración. No se trata, pues, sólo de una insignificante noticia histórica, en sintonía con la narración, sino de una reflexión teológica.


Las mujeres junto con los Apóstoles en el Cenáculo son el signo de una novedad inaudita en el contexto judío y representan el vuelco que el paso de Jesús ya había obrado: una comunidad sin discriminaciones ni separaciones por sexos, condición o raza. Lo que sustancialmente cuenta y une es el haber sido objeto de la predilección de Jesús y testigos valientes de su vida.


La mención de las mujeres subraya el hecho y la importancia de la presencia en la comunidad de testigos directos y apasionados de la muerte, sepultura y Resurrección de Jesús, de los que precisamente estas mujeres habían sido las primeras mensajeras.


Concentramos ahora la mirada en María, que está colocada después de las mujeres, como en una categoría diversa, toda suya. El texto expresa en primer lugar una convicción de fe: donde está la Iglesia, la comunidad de Cristo, está siempre María y viceversa, como en la concepción y en el nacimiento del Mesías, como en las primeras revelaciones (a los pastores y a los magos, a Zacarías y Simeón, en el templo y en Caná), como en el momento del ofrecimiento total.


Es una indicación para nuestra vida personal, que tiene influjo determinante sobre nuestro hacer pastoral. En las iglesias y comunidades que nosotros formamos y animamos debe estar Ella, en puesto distinguido, como compañía, memoria, espejo e inspiración.


La mención de María está colocada en la línea del testimonio directo. Ella conoce, ha sido parte activa en los hechos ocultos y misteriosos, menos conocidos, que están en la raíz histórica de otros más visibles y maravillosos que el grupo ha visto: la Encarnación, el Nacimiento, el crecimiento en Nazaret, el comienzo de la vida pública. Ella ha estado con Jesús durante “todo el tiempo en el que Él convivió con nosotros” (Hc 1,21), como se exigirá de Matías, escogido como sustituto de Judas.

La imagen de María que Lucas desarrolla aquí es la misma que había trazado en su Evangelio. Ella no formaba parte visible del grupo que se había formado alrededor del Mesías, ni siquiera estaba entre las mujeres que lo seguían. Y, sin embargo, era la perfecta discípula espiritual, única en su categoría, en la que sobresalen la disponibilidad total a la voluntad de Dios y la confianza en las intervenciones de Dios para cumplir lo que ha prometido.

En este sentido, María es como una roca, un anclaje de esperanza en el tiempo de espera. Los discípulos se sienten huérfanos de la presencia visible de Jesús. Son enviados a una misión en el mundo de la que tienen una vaga idea: no saben en qué va a consistir, cuáles van a ser los caminos más adecuados; no tienen experiencia de su fuerza oculta.

Ésta no es la condición sólo de la primera comunidad cristiana. Todas las comunidades, hasta las nuestras y la misma Iglesia universal, experimentan estas impresiones y vacilaciones. La presencia de María da sentido a la espera, la colma de confianza, hace de ella una serena experiencia espiritual que ha sido precisamente la suya: esperar el tiempo de la maduración sin decaimientos ni flaquezas. Pero, mientras tanto, en la espera, la comunidad de los discípulos, guiada por la autoridad que Jesús había designado, se completa y se dispone para la misión, escogiendo el miembro que falta, a la luz de la voluntad de Dios. Hace su discernimiento, se purifica de intereses personales y de espíritu de parte. Se abre sinceramente a los signos.


Además, persevera en la oración común. Las dos palabras son importantes: oración, en común. Esta última expresa el propósito de mantener la unión, espiritual y visible, de la comunidad en momentos de espera, de duda, de incertidumbre. Si nuestros tiempos de espera fueran como éstos, serían siempre fecundos. ¡Y nosotros estamos permanentemente en espera!


Por último, la comunidad con María se dispone a recibir al Espíritu y de hecho lo recibe. Se hace así fecunda y capaz de engendrar a Jesús en los pueblos. María tenía la experiencia del Espíritu y de su fecundidad porque había sido la primera en verse llena de Él y en dar a luz al Hijo de Dios en la historia humana. Ella es garantía y salvaguarda para reconocer e interpretar auténticamente la acción del Espíritu en la humanidad. Con la fuerza del Espíritu, la Iglesia está llamada a continuar la Encarnación de Cristo, a hacer concreto su amor por el hombre de mil formas, a renovar su capacidad de servicio.


El sentido femenino y materno de María no consentirá que las verdades de la fe se reduzcan a formulaciones abstractas, sino que las traducirá en gestos concretos de salvación, de transformación de las condiciones de vida, de amor a Dios, de reforma de las costumbres.


Así también Ella, sin status particular, recuerda a los apóstoles que el “privilegio” de recibir al Espíritu no es para colocarse “sobre” los demás o “fuera” de la condición común, sino para mezclarse, compartir, fermentar y servir.

Don Bosco nos ha enseñado a sentir esta presencia. La ha advertido antes él mismo y la ha confesado en su vida y en su obra. Pero la dio también como recuerdo a los misioneros: “Confiad a Jesús Sacramentado y a María Auxiliadora todo lo vuestro y veréis qué son los milagros”. Es la consigna también para nosotros, en nuestro camino espiritual, en nuestro compromiso pastoral, en nuestra función de animación comunitaria.



Antonio González Robles.








FORMACIÓN







La Formación de los Salesianos de D. Bosco

Presentación de la Ratio 2000 a los hermanos

17 de marzo de 2001




Los días 2, 3 y 4 de marzo de 2001, en la casa salesiana de espiritualidad juvenil de Groot-Bijgaarden (Bélgica), era presentada oficialmente la nueva edición de la Ratio SDB a la Región Europa del Oeste. Asistieron a la reunión inspectores y delegados de España (14), Francia (2), Portugal (2) y Bélgica Sur (2); las sesiones estuvieron presididas por el Consejero Regional, D. Filiberto Rodríguez y por D. José Nicolussi, Consejero Superior para la Formación. Se ha iniciado así en la Congregación un proceso de entrega y presentación del documento a los responsables de la animación y gobierno de la Región.


En la primera sesión de trabajo, D. Nicolussi, citando al Rector Mayor, fijaba tres objetivos para esas jornadas: ayudar a asumir la Ratio, facilitando su recepción activa; ‘hacer’ la Ratio, traduciéndola en decisiones de gobierno; centrarse con coraje y decisión en algunos puntos estratégicos. Con esta presentación a la Inspectoría en la persona de los directores, el Sr. Inspector y su Consejo hace suyos estos objetivos.



I. La nueva Ratio


  1. Naturaleza


La Ratio, el documento normativo de la formación para la vida salesiana, “expone y desarrolla de modo orgánico y didáctico, el conjunto de principios y normas de formación que figuran en las Constituciones, en los Reglamentos Generales y en otros documentos de la Iglesia y de la Congregación” (R 87). El texto describe la identidad carismática salesiana y es un servicio a la unidad y a la descentralización de la formación: “es una guía práctica y segura, que pretende expresar los ideales que Don Bosco nos ha dejado en herencia” (FSDB 14).


2.Tercera edición



El texto refleja y expresa el camino formativo recorrido por la Congregación: el CG 21 (1978), que se centró en la renovación carismática del proyecto salesiano, pidió su elaboración (CG21 258-259). La primera edición, promulgada por el Rector Mayor el 31 de enero de 1981, insistía en la identidad carismática de la vocación salesiana y en el descentralización de su vivencia en culturas diferentes donde los Salesianos viven y trabajan. Tras la publicación del Código de Derecho Canónico y el texto definitivo de las Constituciones y de los Reglamentos (CG22 1994) se impuso la primera revisión de la Ratio, que aprobó el Rector Mayor el día 8 de diciembre de 1985; esta segunda edición tenía como novedad principal la propuesta de una formación inicial desde la formación permanente.


El CG 24 (1996) pidió una revisión y actualización de la Ratio (CG224 147). Los motivos eran


  • las nuevas e importantes orientaciones eclesiales sobre el ministerio sacerdotal (Pastores davo vobis. 1992) y la vida consagrada (Vita Consecrata. 1996),

los retos de la nueva evangelización y de la inculturación, de granincidencia para una vocación que se desarrolla a nivel mundial en contextos diferentes,

las urgencias de nuestra misión detectadas por los recientes Capítulos Generales:


  • el CG23 había subrayado la importancia de la formación permanente para la misión y en la misión e identificó la comunidad local como lugar natural de formación permanente;

  • el CG 24 destacó el papel animador de la comunidad salesiana dentro de la CEP y propuso, en consecuencia, la prioridad de la formación del salesiano y la necesidad de la formación conjunta con seglares como líneas de actuación para dar calidad a nuestro testimonio religioso y capacidad de animación a nuestra presencia en la comunidad educativa;

la necesidad de dar una respuesta adecuada a las exigencias y problemas que afronta la formación en la actualidad.


La edición de la actual Ratio es una decisión estratégica: busca la renovación de la praxis formadora en la Congregación dentro de una mayor coherencia operativa, al servicio de una formación de calidad y de la experiencia vocacional salesiana.



3.Destinatarios


La Ratio, “expresión del cuidado que la Congregación tiene por el don recibido y por la vocación de cada uno de sus miembros, constituye para cada salesiano una invitación a responder cotidianamente a la llamada del Señor con el compromiso de ‘una formación adecuada y continua’ (C 96); invoca la responsabilidad carismática de cada Inspectoría llamada a acompañar la vocación de cada hermano en las diferentes situaciones y fases de la vida y a sostener la experiencia salesiana en las comunidades locales” (D. Vecchi).


La Ratio se entrega a


todos los salesianos. “Ellos encuentran allí la preocupación de la Congregación por la santidad y la cualificación de sus miembros” (FSDB 17).

  • los hermanos en formación, en particular. “Encuentran en ella una invitación motivada a una personal identificación con la vocación salesiana y a asumir en plena conciencia sus compromisos” (FSDB 17).

  • las inspectorías “y compromete directamente al Inspector y su Consejo, a los Directores de las comunidades, al Delegado Inspectorial y a la Comisión inspectorial de Formación, a los formadores y a todos aquellos que tienen responsabilidad en la animación vocacional y en la formación inicial y permanente” (FSDB 17). Expresión concreta de esta responsabilidad es la elaboración del Directorio inspectorial. Sección formación (habrá que revisarlo a la luz de la Ratio) y del Proyecto inspectorial de formación (plan concreto y directivo de formación inicial y permanente, que habrá que elaborar).




4.Estructura



La actual Ratio mantiene el planteamiento básico, la estructura de sus contenidos, las opciones de fondo y el estilo de las anteriores. Tiene dos partes y cuatro anexos:


La primera parte (“La Formación salesiana en general”) trata en cuatro capítulos los elementos fundamentales de la formación salesiana:


  • El capítulo primero habla sobre algunos aspectos de la FS en las actuales circunstancias y presenta la Ratio.

  • El capítulo segundo presenta la identidad vocación salesiana, principio y meta de la formación.

El capítulo tercero define las cuatro dimensiones de la formación (humana, espiritual, intelectual y educativo-pastoral) e identifica en cada una de ellas los valores y actitudes requeridas por la vocación salesiana.

El capítulo cuarto especifica las opciones de metodología formativa, a saber:

  • formación personalizada,

  • experiencia unitaria siguiendo proyectos,

  • ambiente formativo y participación de todos,

  • calidad formativa de la vida cotidiana,

  • acompañamiento cualificado,

  • discernimiento personal.



La segunda parte (“El camino formativo salesiano”) se centra en el proceso formativo visto desde la formación permanente. Tiene ocho capítulos. En el primero (5º., en la numeración global) se describen las características del proceso formativo; del segundo al séptimo (del 6º. al 11º.) se presentan las diversas etapas de la formación inicial hasta la profesión perpetua. El último (12º.) habla de la formación permanente.


Cuatro anexos completan el documento: los dos primeros ofrecen, respectivamente, indicaciones para elaborar el Directorio Inspectorial – Sección Formación y el Proyecto inspectorial de Formación; un tercero da orientaciones generales para el ordenamiento de los estudios; el cuarto enumera los principales documentos, eclesiales y salesianos, sobre formación.


Como suplemento a la Ratio, y para iluminar mejor cuanto allí se dice sobre el acompañamiento vocacional, se ha editado separado un importante fascículo Criterios y normas de discernimiento vocacional salesiano.



5. Novedad


Aunque la tercera edición de la Ratio guarde una sustancial continuidad con las anteriores, hay acentos y modificaciones que aportan alguna novedad o intensifican opciones formativas concretas.


Algunos cambios en la estructura no son decisivos: la simplificación de la parte inicial o el un planteamiento diferente del capítulo que trata sobre las opciones metodológicas (4º.). Otras modificaciones sí parecen significativas: la presentación de las cuatro dimensiones de la formación como esquema básico para la descripción de la experiencia formativa en cada una de las etapas, la integración más armónica de la formación intelectual en las otras áreas, la mayor amplitud dada a indicaciones pedagógicas y metodológicas, el relieve atribuido al prenoviciado y a la preparación para la profesión perpetua.


La novedad mayor esté, probablemente, en el esfuerzo por destacar opciones formativas y actuaciones metodológicas, como son

  • el criterio de identidad carismática y la centralidad de la consagración apostólica,

  • la personalización y la inculturación de la experiencia formativa,

  • la comprensión de la formación en vistas y desde la formación permanente,

  • la formación conjunta con laicos que comparte espíritu y misión,

  • la capacitación del salesiano para su papel en el nuevo modelo operativo,

  • la importancia de mantener durante toda la vida una actitud de docilidad y formación,

  • la animación del proceso formativo mediante programaciones orgánicas y realistas,

  • la consistencia de las comunidades y equipos formativos,

  • la responsabilidad de cada Inspectoría en la reflexión, verificación y elaboración de propuestas,

  • la necesidad de una decisiva colaboración interinspectorial.




6. Recepción en la Inspectoría



El Inspector y el Delegado inspectorial de formación velarán por que la Ratio y el fascículo Criterios y normas de discernimiento vocacional salesiano sean conocidos por todos los hermanos y constituyan punto constante de referencia para quienes, de diversos modos, tienen responsabilidad en el campo formativo y vocacional (Consejo y animadores inspectoriales, Directores, formadores, confesores, etc.)” (FSDB 21).


Para facilitar una acogida activa del documento habría que intervenir a diferentes niveles y con destinatarios que tienen diverso grado de implicación.


En primer lugar, deben conocer bien el texto los responsables primeros de la formación en la inspectoría: inspector y su consejo.

Luego, las casas de formación: formadores y formandos han de familiarizarse con el texto, aunque se espera un conocimiento mayor de los primeros.

En tercer lugar, deberán conocerlo los directores de las casas, formadores de hermanos en sus comunidades.

En cuatro lugar, todos los hermanos, no sólo los que están en período de formación inicial, pues son también ellos destinatarios principales del documento.


Como itinerario para la acogida en la inspectoría se propone:


Hacer la entrega personalizada del documento en un momento de oración.

Dedicar varias sesiones de consejo inspectorial al estudio personal del documento (presentación global y por partes, lectura personal, puesta en común y orientaciones operativas).

Dedicar, al menos, una reunión de directores a la presentación y estudio del documento.

Establecer unas jornadas para formadores, a nivel inspectorial y/o a nivel de presencias interinspectoriales.

Hacer llegar la teoría sobre formación y las opciones fundamentales de la Ratio a todos los hermanos a través de la formación permanente del próximo curso (elaborar charlas de formación permanente o para retiro, presentar las líneas básicas en ideogramas o dibujos).





II.La Formación Permanente (cap. 12º.)


520.Toda la vida es vocación, toda la vida es formación. La formación inicial lleva a la identificación con un proyecto de vida consagrada. La formación permanente es gracia y compromiso que lleva a vivir ese proyecto con fidelidad. Es la continuación natural y absolutamente necesaria del proceso vivido en la formación inicial.


521.La formación permanente es una necesidad del salesiano, de su vocación cristiana y salesiana, por diversas razones:

  • el carácter evolutivo y dinámico de la persona,

  • la vida cristiana es una vocación permanente,

  • la misión salesiana exige creatividad y dinamismo,

  • los ritmos acelerados de las transformaciones del mundo,

  • la actual expectativa y demanda universal de calidad,

  • el rol animador de la comunidad salesiana,


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2 EL FUTURO DE LA TELEVISIÓN EN ESPAÑA

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3 Un Dios locamente enamorado de ti

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