Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen1


Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen1



Casa Salesiana “San Juan Bosco” Burgos, 24 de diciembre de 2010 nº 93

























  1. Retiro ………………….………..............................3–8

  2. Formación…………….………...........................9- 17

  3. Comunicación…………………………………………18 - 21

  4. Vocaciones…...….…..............................22 – 27

  5. La solana……………………………………………….28 - 32

  6. El anaquel……….…….............................33 - 45


  • Jóvenes………….………………………….. 33 - 37

  • Don Rua………………………………………..38 – 40

  • Bicentenario de san J. Cafasso……41 - 45




Revista fundada en el año 2000

Segunda época


Dirige: José Luis Guzón

C\\ Paseo de las Fuentecillas, 27

09001 Burgos

Tfno. 947 460826 Fax: 947 462002

e-mail: jlguzon@salesianos-leon.com


Coordina: José Luis Guzón

Redacción: Urbano Sáinz

Maquetación: Valentín Navarro y Amadeo Alonso

Asesoramiento: Segundo Cousido, Mateo González, Óscar Bartolomé e Isidro Revilla


Depósito Legal: LE 1436-2002

ISSN: 1695-3681








Juan Carlos Rodríguez, cmf


1 Su palabra: fuente de gozo

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¿Cuál es la verdadera grandeza a los ojos de Dios? El Evangelio nos muestra, reiteradamente, que los verdaderamente dichosos son aquellos que perseveran en la escucha y en la práctica de la Palabra.


¿Dónde está la fuente del gozo y la dicha de la Vida Consagrada? EN el manantial de la Palabra. No podría ser de otra manera. Y es ahí donde está siendo revestida de bienaventuranza.


El gozo de la escucha y la dicha de su puesta en práctica constituyen los nutrientes que hacen posible nuestra existencia ante la inclemencia de los tiempos que corren y mantienen en pie de fidelidad creativa nuestra vida fraterna, nuestra pasión por la búsqueda de Dios, nuestra misión evangélica.


Confesamos que así lo creemos y reafirmamos que es eso, por encima de todo, lo que perseguimos en la vida.


Porque es verdad. No hemos nacido (ni nunca renacemos) de deseo humano o de voluntad carnal; nuestro amanecer a la vida del pueblo santo de Dios y nuestro renacer en cada concreto contexto vienen de la Palabra de la Vida.


No somos fruto del cálculo, ni de refinadas estrategias; sabemos que somos proyecto de escucha y promesa de cumplimiento. Y sabemos que sólo ahí se nos regala la felicidad, la dicha que colma


A la escucha


Cada hoja del calendario ha sido testigo de cómo el arrullo de su Voz nos ha espabilado el oído nada más comenzar la jornada (cf. Is 50, 4‑5).


Es cada vez mayor verdad y más frecuente que lo que pone en funcionamiento el corazón de un religioso, de una religiosa no son las genialidades del autor de moda, las ocurrencias del tertuliano de turno, las interesadísimas opiniones Vidas en cualquier portal del ciberespacio, sino la dulce y fuerte, incisiva y transparente voz de Dios en su Palabra. Y ello, un día y otro, una mañana y otra., semana tras semana, mes a mes, y otro año más... Bendita lluvia que ha ido empapando ¡as tierras de nuestro vivir (cf. Is 55, 10‑ I l). Rocío, lluvia temprana y tardía, nunca en balde.


(En un momento tranquilo de este día de retiro, haz lo siguiente: abre sencillamente tu boca y deja que fluyan los textos de la Palabra de Dios que han traspasado las puertas de tu corazón en estos años de vida consagrada y se han quedado como huéspedes de tu alma.)


Sí. Bendita escucha. Nos ha ido modelando, configurando. El paisaje interior de nuestras vidas tiene siluetas de nómadas peregrinos guiados por el sueño de la tierra nueva, de exiliados que sienten el hechizo de las nuevas "babilonias" con sus seductoras filosofías, de necesitados acogidos que continuamente vuelven a los pies del Maestro para agradecer, de decepcionados discípulos que en su huída van notando cómo arde de nuevo el corazón con el soplo de las Escrituras, de aprendices de profeta invitados a comer el libro...


Es verdad que tenemos deudas de gratitud con muchos escritores espirituales, teólogos y pensadores, con las precisas orientaciones de la doctrina de nuestros pastores, con las aportaciones de tantos hombres y mujeres de las ciencias y las artes, con el evangélico "magisterio" de los pobres y desheredados. Sin embargo, es más cierto aún ‑y es verdad que nos funda‑ que ha sido el Espíritu que late en la Palabra nuestro más exquisito maestro y pedagogo, nuestro instructor y entrenador, nuestro amigo y confidente.


Vamos siendo lo que escuchamos. Y si es cierto que cada persona es gracias a los encuentros que ha tenido, la frecuentación de la mesa de la Palabra nos ha ido otorgando un perfil de obediencia, es decir, de sintonía con Ella: de oyentes capaces de Evangelio y verdad divina


Yen el actual universo babélico de voces, mensajes y reclamos se nos ha ido afinando el oído y la capacidad de distinguir el timbre de su Voz, la cadencia veraz de su decir (cf. Jn 10).


Su Palabra nos basta., nos sacia, nos viste de fiesta. ¿No hay en ello una dicha más consistente que si abundáramos en galardones y reconocimientos, en el aplauso de los poderes de este mundo, en el éxito de nuestras instituciones y proyectos‑medido por lo1 parámetros del sentir que triunfa en la actualidad?



2 Anhelado cumplimiento

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Podemos narrar con sencilla verdad cómo la vitalidad de la Palabra, escuchada desde las primeras horas del día, custodiada en el corazón rtventras vamos y venimos en la misión cotidiana, produce efectos benéficos: nos arranca de la inconsciencia, del simple dejamos vivir; marca el tono de nuestros pensamientos, deseos, aspiraciones..


Cuando es la Palabra laque se nos pega a las paredes del alma, son posibles las maravillas de su fecundo despliegue. Porque ocurre, como sabemos por experiencia, que la vida nos va poniendo arte pequeñas y grandes decisiones cada día. Muchos son los modos de enfocarlas, afrontarlas y decidirnos. Es muy variado el abanico de criterios para ello. Cuando es la Palabra que nos acompaña la que fija el punto de visión, el encuadre preciso y se vuelve criterio de discernimiento y punto ineludible de referencia, notamos que se cumple. Se cumple por el dinamismo intrínseco que contiene; y se cumple al practicarla, es decir, al darle visibilidad, cuerpo y calor: al tomar esay no otra decisión ante tal problema, tal interpelación o tal situación que nos exige decidimos.


¿No es cierto que han sido incontables ya las ocasiones en las que personas y comunidades de VC hemos hecho opciones, hemos plasmado decisiones, nos hemos aventurado en tareas, movidos y guiados, empujados y ungidos por la sola verdad de "en Tu nombre", por tu Palabra "echaré las redes" (cf. Lc 5, 4‑5; jn 21, 5‑6)?


¿No nos ha ocurrido, con cierta frecuencia, sentirnos gozosamente sorprendidos cuando repasamos con tranquila serenidad las constantes que van configurando el estilo de nuestra vida y descubrir que muestran destellos de palabras evangélicas, evocan resonancias profundas de dichos de la Escritura, remiten a los núcleos del mensaje bíblico?


¿No hemos deseado con ardor que ese dinamismo de la escucha y puesta en práctica de la Palabra llegue a ser tan auténtico que en su onda expansiva podamos llegar a "alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de salvación" (EN 19)?


Algo así como ráfagas de gozo sereno entrando en el corazón nos han acompañado al percibir, humilde y sencillamente, la parte de verdad que podemos constatar: sí, se ha cumplido en nosotros; sí, con su gracia, la hemos cumplido, la hemos puesto en práctica. También a nosotros se dirige su bienaventuranza. El Señor, parece susurrar: "sí, también vosotros, los que oís y la cumplís, sois dichosos".


(En un momento tranquilo de este día de retiro, haz lo siguiente: repasa la vida de tu comunidad -local o congregacional- con una mirada que intente llegar a la corriente vital de fondo que la anima. Párate en algún momento


en el que percibas cómo la Palabra de Dios se ha cumplido, ha tomado cuerpo, se ha plasmado concretamente. Contempla con gratitud. Expresa reconocimiento. Bendice, alaba. . .)



3 Dicha purificada

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Nada de ingenuidad. Bien sabemos que esto no es fruto inmediato. A esta meta sólo se llega tras numerosas etapas. Este proceso tiene sabor de Pascua. En él hemos sufrido no pocas purificaciones.


La escucha ha tenido mucho de aprendizaje. Qué bendición cuando hemos podido detectar, identificar e ir corrigiendo las barreras, filtros y distorsiones de nuestra capacidad de escucha. Todos llevamos señales de la cirugía que ha tenido que emplear con nosotros, porque es "viva y eficaz y más cortante que una espada de dos filos: penetra hasta la división del alma y del espíritu, hasta las coyunturas y tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones" (Heb 4, I 2), hasta ir dándonos un corazón capaz de escucha.


No nos duelen prendas al reconocer las ocasiones en que hemos sido tentados de manipular, utiliza y falsificar su sentido y verdad, su alcance. Puede, ¡cómo no! que al volver la mirada atrás, tengamos que confesar (con arrepentimiento) que hubo momentos de tentación diabólica que nos identificaban con Yoyaquim, rey de Jerusalén (605 a C.): esos intentos nuestros por anularla, por hacerla desaparecer (cf. Je 36, 20-25). Arrepentidos, hemos vuelto a hambrear su cercanía, con una conciencia acrisolada.


Nuestras biografiar personales y comunitarias son testimonio aquilatado de la condición pascual de nuestra identidad de oyentes y servidores de su Palabra. Ser revestidos de esta nueva identidad nos ha supuesto y en ello seguimos avanzando despojarnos de la dureza de oído, de la cerrazón, de la contaminación ideológica, de precomprensiones poco evangélicas; renunciar a dominarla y a someterla a nuestro control, a domesticarla; morir al cumplimiento puramente formal.


Permitir que ejerza su insobornable soberanía, desmontar los sutiles mecanismos que la sofocan o la distorsionan han ido parejos con el crecimiento en docilidad, en discipulado. Sí. Han sido horas pendientes de los labios del Maestro, aprendiendo a dejarnos leer y escrutar por Ella, consintiendo que pusiera al descubierto lo oculto en los sótanos de nuestro corazón: su desorden, sus muros, sus defensas. La experiencia de aprender a dejar que sea la Palabra la que lea nuestra vida, la discierna, la escrute es una experiencia dolorosa, sí, pero que trae como fruto el gozo de la mayor autenticidad. Todo fruto de vida evangélica tiene estructura pascual, también la bienaventuranza.



4 Aplicación

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Para crecer en bienaventuranza


-Sabernos bienaventurados es una invitación a no bajar laguardia. Por delante quedan etapas de crecimiento en la calidad de nuestra escucha. El aprecio por la cita diaria con la Escritura siempre está necesitando de vigilancia para no caer en la rutina que convierte el tiempo de contacto con Ella en algo automatizado, sin vibración interior.


-Sabernos bienaventurados es mantenerse alerta. Poca densidad puede llegar a alcanzar la lectura y meditación si no va acompañada de una firme determinación de crecer en competencia para acercarse con seriedad y rigor. Competencia que exige el estudio sistemático; una dedicación dé tiempo y energías en la que no nos pueden suplir.


-Sabernos bienaventurados es proseguir el camino. No hay auténtica escucha ni verdadera meditación si no entramos con valentía discipular por los caminos de su puesta en práctica; es decir, si no nos abrimos a su dinamismo hasta permitir que su fruto se geste en nuestro corazón, hasta desear que se convierta en nuestro nuevo código genético. Pensemos en el camino que aún hemos de recorrer para que Ella sea la inspiradora de nuestra síntesis vital.


-Ser comunidad que escucha y pone en práctica la Palabra lleva consigo un estilo de vida inspirado en el icono de María de Nazaret, encarnación de la bienaventuranza de Jesús por serla primera en acoger y hacer vida la Palabra; expresión acabada de la obediencia Nuestra bienaventuranza se conjuga en femenino. Proclamar bienaventurada a María es introducirnos en la corriente del Espíritu que nos asocia a su bienaventuranza.


-Ser comunidad que escucha y pone en práctica la Palabra es escuchar a Dios en la vida (en la historia, en la cultura, en los anhelos de la humanidad) y responder con la vida (gestos, prácticas, iniciativas por la paz, ¡ajusticia y la integridad de la creación) a lo escuchado y acogido. Es éste un dinamismo que introduce serias interpelaciones y severas correcciones a nuestros estilos de vida proclives al adormecimiento, a la paganización, a la falta de vigor profético.

Ser comunidad que escucha y pone en práctica la Palabra está reclamando que los procesos de formación continua sean pensados y estructurados desde las entrañas de la Escritura y reproduzcan, en su realización, el ciclo de la Palabra: leída y orada, compartida y celebrada, anunciada y testimoniada...


-La Iglesia tiene el convencimiento de que la VC está llamada a ser "exégesis" viviente de la Palabra de Dios (cf. Benedicto XVI, Sínodo de la Palabra). Si no queremos que este deseo eclesial no pase de ser una bella expresión, ese ha de ser nuestro programa para hoy y para el futuro. Un programa que nos invita a:


- intensificar y cualificar los espacios personales, comunitarios e institucionales de escucha y acogida;


-generar con audacia y creatividad escuelas de oración bíblica para los niños, los jóvenes, y todos aquellos hermanos nuestros que andan hambrientos de sentido, orientación y referencias consistentes de vida;


- alumbrar caminos nuevos de actualización e inculturación de la Palabra con iniciativas y realizaciones que no admiten demora.


Pana LA REUNIÓN DE COMUNIDAD Anunciar con antelación los contenidos de la reunión para facilitar la riqueza del encuentro. Desarrollarla en tres momentos: auscultar (en torno a la mesa de reuniones) compartir (en el ambiente de la sala de comunidad) celebrar (en el oratorio de la comunidad)


Primer momento: auscultar


- Queremos tomarnos el pulso en relación a la vivencia que tenemos de nuestra realidad como oyentes y servidores de la Palabra Sabemos que requiere, entre otras cosas, el cultivo de algunas competencias básicas.


Hacemos una valoración de algunos elementos. Interrogantes como estos nos pueden servir de guía:


¿Qué calidad tienen los tiempos que dedicamos al estudio de la Escritura?


¿Cómo es el cuidado que le prestamos a la sección bíblica de la biblioteca de nuestras comunidades?


¿De qué modos se hace presente la Palabra de Dios en los diversos dinamismos de la vida fraterna: oración, reuniones, retiros, formación continua, asambleas?...


(Se trata de enumerar indicadores-gestos, hechos, prácticas... - que nos ayuden a dibujar el cuadro que expresa nuestra situación actual como oyentes y servidores de la Palabra. Y desde lo dialogado, apuntar alguna línea de crecimiento.)












«Hasta que la muerte nos separe». La violencia de género2


Virginia Cacigal de Gregorio




El amor de pareja hay que «ponerlo a trabajar». Es maravillosa la experiencia de enamorarse, es precioso vivir esas sensaciones novedosas de deseo de estar con el otro, de atracción intensa, de magia llena de estrellas... Pero el amor, el amor sacramentado en el matrimonio, más allá del enamoramiento, es una relación de dos, requiere un proyecto común que se ha de trabajar; y, desde la fe, es «querer hacer nuestro el proyecto de Dios sobre nosotros»'.


En el proyecto de vida matrimonial es esperable que se produzcan momentos de encuentro y momentos de desencuentro, que se produzcan conflictos, ya que entre personas adultas no se suele coincidir en todo, y las discrepancias generan cierto nivel de tensión y agresividad. Incluso no es raro que los esposos lleguen a intercambiar ciertas amenazas, pero existen mediadores cognitivos, religiosos, legales, de grupo, culturales... que hacen que no se sobrepase esa frontera'.


Sin embargo, hay heridas que resquebrajan el día a día de la pareja y de la persona; heridas que muchas veces no dan la cara, que no se dejan sentir fuera del espacio doméstico, que atrapan a quienes las viven en un círculo sin sentido de dolor y sufrimiento; y mientras tanto, desde fuera, todo parece transcurrir con «normalidad». Cuando la violencia se instala entre un hombre y una mujer que se aman, se fractura lo más esencial de la confianza humana: el dolor lo provoca la persona que está llamada a ser base de seguridad; la herida la abre aquel a quien se ha entregado uno en cuerpo y alma; el desgarro proviene de la persona amante y amada. Con demasiada frecuencia, sólo hechos muy graves, a veces irremediablemente graves, permiten que desde fuera se conozca lo que está sucediendo en el subsuelo de esa relación marital.


En las líneas que siguen vamos a desgranar los aspectos más relevantes de la violencia intrafamiliar y, más en concreto, de la violencia de género: el drama que se vive en estos hogares urge la necesidad de dar acompañamiento, acogida y ayuda eficaz a las personas que sufren esta realidad, y requiere unos conocimientos fundamentales en todas aquellas personas llamadas al acompañamiento en estas situaciones.








Ni contigo ni sin ti”: ¿qué se entiende por «violencia de género»?


La agresión forma parte de nuestras relaciones cotidianas, tal como observamos en casa, en la calle, en los medios dé comunicación, en el deporte. Sin embargo, la violencia en la pareja supone un paso bastante más allá de la discrepancia y la discusión habituales: significa que uno de los miembros de la pareja repite, de manera reiterada, formas de relación que suponen o pueden suponer daño para el otro en su integridad física o psicológica.


Aunque los autores manejan diferentes definiciones, hay un consenso en tomar como referencia la definición de violencia de género, o machista, que propone el Artículo 1 de la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (ONU, 1993): «Cualquier acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para las mujeres, incluidas las amenazas de tales actos, las coacciones o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se produce en la vida pública como en la privada».


Para explicar este fenómeno existen dos grandes encuadres teóricos: de una parte, la ideología de género, que supone que este tipo de violencia es fruto de las sociedades patriarcales, en las que se adjudica a cada uno de los sexos unos roles de género a través de los cuales el hombre obtiene una posición jerárquica superior sobre la mujer, lo que se traduce en dominación y sumisión, respectivamente'. De otra parte, existen autores que se sitúan en una perspectiva de interacción, en la que, si bien se entienden las diferencias de género, no se considera que éstas expliquen de por sí el fenómeno al completo: “El mismo esquema hombre maltratados la mujer maltratada nos parece simplificador en exceso, aunque los roles de género jueguen un papel significativo en la problemática”. En dicha perspectiva se pone el énfasis en los aspectos relacionales de la pareja como factor que contribuye a la emergencia de la violencia, en la interdependencia de los comportamientos y en la reciprocidades.


A la hora de trabajar con personas que infligen o sufren violencia de género, nos identificamos con la perspectiva integradora de Moneda Fernández: «Del feminismo adoptaremos el principio de que en el maltrato la posición de los varones y las mujeres es distinta y desigual en poder; de la teoría sistémica adoptaremos el principio de que el maltrato es un fenómeno vincular en que las dos partes tienen responsabilidad, aunque, por supuesto, no afirmaremos que es lo mismo maltratar que ser maltratada».



«Eres mía»: cómo se construye una pareja en la que se da violencia de género


La formación de la pareja es una etapa muy relevante en la vida de la persona. A veces atrae la similitud, lo que se comparte, ya sean valores, aficiones, gustos, proyectos... Otras veces se observa que lo que une es la diferencia, la complementariedad, cuando inconscientemente se perciben y desean en el otro las cualidades que uno no posee y que valora.


Para que la pareja se vaya consolidando es necesario construir un «nosotros» que no anula a cada uno como individuo, donde existe espacio común y espacio individual. Hay personas que no reconocen ese espacio, bien para sí mismas o bien para el otro, de modo que es más fácil que se dejen invadir o que invadan, creándose relaciones de fusión o de dependencia.


La pareja, en el enamoramiento, siente que “están hechos el uno para el otro”, dominando la idealización y la fusión con el otro; pero poco a poco se descubre que no se cubren todas las expectativas, lo que conduce a la decepción y a los reproches, o bien a la tolerancia y la reparación desde un principio de realidad.


Si la pareja no utiliza formas adecuadas de solución de conflictos, en esta etapa puede empezar a forjarse la relación violenta, ya que es una forma rápida y efectiva de cerrar los problemas. El maltrato no es un hecho puntual, sino un proceso progresivo. Una vez que la violencia se instala en la relación, ésta queda afectada por el miedo y por la culpa. La pareja inicia entonces un proceso de evitación del conflicto que hace que se acumulen y se guarden experiencias de insatisfacción.


Las relaciones en las que se produce violencia de género suelen ser rígidas y simbióticas. Ante la necesidad de cada uno de conseguir que el otro se adapte a sus necesidades, se produce una escalada simétrica que puede concluir en el estallido de la violencia?. En esta escalada, además, la mujer tiene la fantasía de que logrará cambiar al marido, lo que lleva a cabo a través de maniobras indirectas, tales como la resistencia pasiva, el victimismo o la culpabilización.


Aunque no es nuestra intención en este pequeño espacio desarrollar una tipología del maltrato, simplemente señalamos que habitualmente se diferencian cuatro tipos de maltrato: maltrato físico, abuso sexual, maltrata psicológico y destrucción o violencia dirigida hacia objetos u otras propiedades de valor para la víctima.


No toda la violencia es estallido; también se puede hablar de micraviolencias (micromachismos), que son “casi imperceptibles controles y abusos de poder cuasi-normalizados que los varones ejecutan permanentemente... que restringen y violentan insidiosa y reiteradamente el poder personal, la autonomía y el equilibrio psíquico de las mujeres”.


En cuanto al proceso de la violencia, el modelo explicativo clásico es el de Walker (1979), el «ciclo de la violencia», que se caracteriza por la repetición cíclica de tres fases: tensión, agresión y conciliación o «luna de miel».


En todo el proceso de maltrato son frecuentes las maniobras de ocultación, tales como ser ambiguo, manipular con el lenguaje, culpabilizar, pillar al otro por sorpresa, buscar aliados reales o inventados, hacer que la víctima dude de sus percepciones, o bloquear la meta-comunicación (la capacidad de comentar la propia comunicación).





«¿Por qué lo haces?»: lo que hay detrás del maltratador


En la interpretación cotidiana que se realiza sobre hechos socialmente tan duros como el maltrato, es frecuente recurrir a tópicos explicativos y generalizaciones vagas que nos tranquilicen. Entre ellas, se suele escuchar que el maltrato se explica desde la enfermedad: < eso es que está enfermo...». Sin embargo, no se ha encontrado ningún determinante biológico de la violencia de género.


Por tanto, el ejercicio de la violencia de género es voluntario; la persona se controla en unos contextos, y en otros no. Además, es egosintónico (encaja en el propio concepto de cómo relacionarse con la esposa), y es difícil, por tanto, que el agresor contemple a su víctima como tal.


Sin embargo, el maltratador presenta ciertas características en su historia o en su forma de relacionarse que determinan el uso de la violencia`:


-Experiencias de violencia en la familia de origen, como víctimas o como testigos.


-Correlación entre utilización de la agresión verbal y la física, debido a la incapacidad de uno o de ambos miembros de la pareja de resolver conflictos de forma cooperativa, lo que incrementa la escalada en la agresividad verbal, y finalmente se desencadena la agresión física.


-Déficit de comunicación asertiva con el cónyuge.


-Características de personalidad: carácter violento en general, personas impulsivas y a la defensiva, tolerancia a la agresividad, bajos niveles de autoestima, niveles elevados de activación psicofisiológica, percepción de los acontecimientos cotidianos como estresantes, baja tolerancia a la frustración...


El hombre maltratador sufre por todo ello; pero como, a su vez, no tolera fácilmente sus sentimientos depresivos, de tristeza, de sufrimiento, los convierte en más violencia.



5 “Enterrada viva”: consecuencias del maltrato para la mujer

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De este modo se describía a sí misma una mujer en terapia tras haber logrado poner fin a una relación de doce años presidida por la violencia de género. Y así se definen muchas de las mujeres que sufren esta realidad, ya que su experiencia es ésa: sienten que no han vivido, que han perdido su tiempo, pero, sobre todo, que se han perdido a sí mismas. «No me reconozco», decía otra.


Las consecuencias de la violencia de género para la mujer son devastadoras. Se entremezclan las secuelas psicológicas con los efectos físicos, aun cuando no se haya producido maltrato físico.


Los principales efectos psicológicos son: estados depresivos, ansiedad, fobias, depresiones, disfunciones sexuales, amargura, desesperanza, miedo ante lo pasado, ante lo que queda por venir, sentimiento de incapacidad, desconfianza o terror ante los demás, comportamientos autodestructivos y conductas auto-lesivas, alteraciones de personalidad. Pero, de entre todos ellos, queremos prestar atención a tres aspectos, por sus consecuencias paralizantes:


-La baja autoestima, que se convierte a su vez en factor de vulnerabilidad ante los malos tratos. Cuando se sufren malos tratos, la mujer se cuestiona su capacidad de relación, su capacidad para elegir adecuadamente, todo su quehacer en la vida..., y todo ello mina su autoestima. Suelen estar aisladas, unas veces porque el marido hiper-vigila todos sus movimientos; otras, porque no pueden hablar de su problemática, no tienen a nadie cerca o no saben en quién confiar, o ni siquiera lo intentan, por vergüenza; en ocasiones, no se las cree, por lo que se sienten cada vez más solas y más expuestas al maltrato. Tras una agresión, la persona más cercana suele ser el agresor, que además puede mostrarse comprensivo y delicado, por lo que percibe que es su única fuente de apoyo.


-Un estado de estrés permanente: la imprevisibilidad de las agresiones hace que la mujer permanezca en un estado continuo de alerta que genera una respuesta de estrés del organismo igualmente mantenida en el tiempo, que genera daños físicos y mentales, ya que nuestro organismo no está preparado para soportar esta experiencia de forma tan prolongada. Además, se produce una suspensión en el paso del tiempo subjetivo, que deja en la mujer la impresión de que su tiempo personal no transcurre, mientras se pierde muchísimas vivencias significativas que le habría gustado disfrutar al máximo.


-Progresiva debilitación psicológica, que a veces llega a traducirse en disociación durante las agresiones, en «no estar presente» (para poder vivir con el menor nivel de estrés y de ansiedad), en un estado general de anestesia afectiva y distorsiones cognitivas que empequeñecen el problema o hacen que no se perciba la relación como problemática. Son estrategias de evitación que, en un primer momento, hacen que la mujer no se enfrente totalmente al impacto emocional del maltrato, pero que a largo plazo conllevan un mayor malestar emocional y una mayor sintomatología.


El resultado foral es que la víctima pierde el «sentido de sí-misma» o «identidad propia, individual»; pierde la imagen o representación


que la mujer tenía de sí-misma antes del maltrato, de sus sentimientos y pensamientos más íntimos".




6 “El infierno en casa”: consecuencias en los hijos

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Cuando los hijos son testigos directos o indirectos de la violencia entre sus padres, se convierten también en víctimas. La investigación recoge un sinfín de consecuencias que intentaremos clasificar para una mayor claridad y concreción:


-En torno al embarazo es un momento especialmente vulnerable de la mujer, en el que la conducta violenta se suele exacerbar. Esto deriva en un mayor número de abortos, partos prematuros, mayores probabilidades de que el bebé nazca bajo de peso, y establecimiento de un apego desorganizado y/o inadecuado, dado que la madre sufre una intensa ansiedad.


-En las primeras etapas de la vida se observa en los niños ansiedad de separación y temor a la pérdida, así como un posible retraso en el crecimiento.


  • Problemas emocionales: baja autoestima, dificultad para expresar los sentimientos, trastornos psicosomáticos, ansiedad, depresión y estrés post-traumático, comportamientos autodestructivos, aumento del riesgo de suicidio.

  • Problemas cognitivos: déficits cognitivos y de atención, problemas de aprendizaje, dificultades escolares, disminución del cociente intelectual.

  • Problemas de conducta: trastornos de conducta, hiperactividad, agresividad, consumo de alcohol y/o drogas, delincuencia.

  • Problemas sociales: dificultades de relación interpersonal, problemas de ajuste social, menor competencia social, aislamiento.

  • Problemas de salud física: problemas de sueño y de alimentación, dificultades en el control de los esfínteres, recurrentes infecciones leves, mayor frecuencia de accidentes.

  • Riesgo de desarrollo de un trastorno de la personalidad múltiple trastorno de la personalidad «borderline».



7 “Atrapada” : ¿por qué no rompe la mujer maltratada?

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Ésta es una de las preguntas que más frecuentemente se hacen tanto el entorno de la mujer que sufre la violencia machista como los profesionales en contacto con ella: ¿por qué no rompe?; ¿por qué no corta con esa relación, si verdaderamente le hace daño? Incluso ¿es que tiene algún problema de masoquismo?, ¿es que le gusta? Nos parece fundamental que quien acompaña de una u otra forma a quien sufre esta realidad pueda comprender en profundidad los mecanismos por los que resulta tan difícil a la mujer salir de esta trampa.


Quienes habitualmente trabajamos con personas que desean cambiar aspectos relevantes de su conducta o de sus relaciones cotidianas sabemos que se necesita mucha energía para poder acometer dichos cambios con éxito. Es necesario sentirse bien con uno mismo, sentir que uno es capaz, sentir que tiene claro lo que quiere, sentirse seguro, analizar la realidad actual con precisión, sentir que la meta merece la pena. Si gozando de todas esas capacidades nos resulta tan difícil cambiar, ¿qué podríamos hacer si no tuviéramos ninguna de ellas? Éste es, en buena medida, el gran drama de la mujer maltratada.


Acabamos de analizar las principales consecuencias psicológicas que el maltrato deja en ella y que constituyen la base de la dificultad para el cambio. La mujer maltratada duda de sí misma, de cómo ha sido capaz de elegir a una persona que la trata así (y/o a sus hijos); pero, además, su autoestima está por los suelos porque, siendo la víctima, duda de si es ella la responsable de lo que ocurre, y se siente culpable.


La mujer maltratada se siente capaz de llevar a cabo muy pocos cambios en su vida: a veces las fuerzas son las justas para sobrevivir. Lo que antaño valoraba de sí misma, ahora se ha desvanecido; los hechos no confirman sus competencias; su marido, además, la desacredita, la ningunea, la descalifica... ¿De dónde sacar el sentimiento de ser capaz para una tarea tan ingente como volver a empezar?


La mujer maltratada no tiene claro lo que quiere; a veces todavía distorsiona la realidad y cree que, si ella hace las cosas de forma distinta, < con mano izquierda», entonces «él cambiará» y < algún día todo será distinto y seremos felices juntos». Además, el drama que está viviendo le dice, día a día, que ella no sabe construir bien una pareja ni una familia. Siente vergüenza, de modo que intenta que nada trasluzca hacia fuera, ocultando lo que está ocurriendo en su vida, aislándose de su entorno.


La mujer maltratada no se siente segura. Su integridad psicológica peligra, y en muchas ocasiones también peligra la integridad física o la de sus hijos. Pero cortar la relación tampoco le garantiza la seguridad, sobre todo si alguna vez ha sido amenazada por su marido. Otro aspecto que afecta a su sentimiento de inseguridad es la desconfianza básica que el maltrato genera en la persona: no es cualquiera quien la agrede, no es que una no pueda ir segura por la calle... Es que el dolor, el terror, está en el propio hogar y proviene de la persona de quien se esperaba (y acaso se sigue esperando) todo el amor.


En muchas ocasiones la mujer maltratada no se siente con lucidez para pensar sobre la situación, para analizarla con realismo, para fijarse en los apoyos con que cuenta. Hemos hablado de los mecanismos de disociación que se pueden producir, del enlentecimiento cognitivo, de la anestesia emocional. Todo ello la aleja de la realidad, protegiéndola del sufrimiento, pero impidiendo el análisis de lo que acontece y de los recursos que le rodean.


La mujer maltratada no tiene clara la alternativa, no puede marcar metas realistas, debido al miedo, al terror, a las dificultades cognitivas, que le impiden vislumbrar un camino con cierta nitidez. En esas condiciones, es una aventura inabarcable el echar a andar en otra dirección.


Muchas veces, la mujer maltratada ya no sabe ni quién es, no se reconoce a sí misma. El maltrato ha minado fundamentalmente su identidad, le ha llenado de experiencias negativas en las que ha ido haciendo todo lo posible para adaptarse, para protegerse o para proteger a los suyos, y así es difícil cambiar: < no soy ni la sombra de lo que era», «ya no sé quién soy ni cómo soy». Incluso su marido le dice que está «enferma» o «loca», y ella acaba creyéndoselo.




Betania, ¿es posible el milagro?” el acompañamiento en el maltrato


El hombre maltratador y la mujer maltratada necesitan cerca a los que están cerca, necesitan la palabra oportuna, la escucha atenta, el consuelo profundo, las pistas clarificadoras. Muchas veces desean el milagro: poder volver a vivir una vida de pareja juntos, sin que se den de nuevo «heridas de muerte».


Cuando acompañamos, orientamos o trabajamos con personas en esta situación, es posible que caigamos en la tentación de la credulidad: al ver la buena voluntad, el deseo de cambio en quien agrede, el deseo de recuperar el tiempo perdido en el matrimonio, podemos caer en el consejo fácil, en las pautas simplificadoras, guiados también por nuestro deseo de proteger a la familia y el Sacramento.


Pero no es un camino nada fácil el de la reconciliación tras la violencia, y menos en un espacio como el doméstico, y todavía menos si existe el riesgo de que un solo paso atrás pueda ser de consecuencias incalculablemente graves y siempre amasadoras. Por ello, hemos de cuidar que la persona sea reservada en las esperanzas, precavida en los movimientos, y se ha de valorar mucho, con realismo y normalmente apoyados en profesionales, las verdaderas posibilidades de hacer real que la convivencia continúe desterrando definitivamente la violencia.


Con frecuencia el hombre que maltrata tiene una imagen pública positiva e incluso socialmente exitosa. Esto hace menos creíble que los hechos puedan estar ocurriendo. Es muy importante que se pueda trabajar para que asuma la responsabilidad sobre ellos, sin minimizar su gravedad y sin justificar la violencia. Habrá que trabajar el autocontrol, el manejo de la ira, y la diferenciación de ésta de la conducta violenta. Normalmente, antes de los episodios violentos ya la pareja presenta déficits de comunicación que suelen llevar a escaladas simétricas, como ya hemos comentado; por ello, es necesario encaminar la intervención hacia el desarrollo de habilidades de comunicación (escucha activa, comunicación de sentimientos, comunicación asertiva), aprendiendo a desarrollar respuestas alternativas.


Ante la respuesta agresiva, no basta con exteriorizar los sentimientos, sino que hay que llegar a comprender lo que se vive'. Para lograr esta comprensión es necesario el lenguaje: poner palabras, dar nombre a los sentimientos. Aprender a verbalizar lo que se siente permite aprender a esperar antes de actuar. Cuando la violencia está principalmente relacionada con la dificultad para tolerar la frustración, muchas veces hay que trabajar desmontando las creencias de que se «tiene derecho» a ser satisfecho en todo lo que uno desee. En el caso de la frustración que generan las pérdidas significativas, es necesario ayudar al varón a acercarse a la experiencia de duelo, palpar sus sentimientos, identificarlos, no tenerles miedo y poder expresarlos. Sin embargo, a veces la frustración se experimenta cuando se percibe la arbitrariedad en la conducta de la esposa, lo que genera rabia, por lo que en estos casos no solo habrá que trabajar sobre el control de la respuesta agresiva, sino también con la mujer que mantiene el juego subliminal y manipulativo de la arbitrariedad.


Para el trabajo con la mujer maltratada es muy importante la acogida respetuosa, entendiendo su situación. Las mujeres maltratadas, al igual que los hombres maltratadores, necesitan poner palabras a su dolor, necesitan poder explicar lo que ocurre y lo que han vivido. Y necesitan algo que a veces se echa de menos en quienes acogen su sufrimiento: que se legitime su experiencia, que se le dé credibilidad, que se confirme que es víctima y que, como tal, vamos a implicarnos para que se sienta protegida.


Es necesario preservar su seguridad, por lo que habrá que valorar si conviene la distancia a través de medidas judiciales, aunque con éstas no todo se resuelve; hay que elaborar los duelos por tantas pérdidas (la persona amada, la confianza en el ser humano, las expectativas en la pareja, etc.) y generar una distancia emocional.


El trabajo con la mujer maltratada ha de dirigirse a aliviar su sufrimiento, potenciar su sentimiento de seguridad, incrementando su autoestima, devolviéndole el control y la autonomía sobre su vida y promoviendo recursos de afrontamiento. La intervención debe ayudarle a analizar la situación y facilitar la toma de sus propias decisiones, más que decirle lo que tiene que hacer.


Si vamos a trabajar dejando abierta la posibilidad del reencuentro, el trabajo terapéutico se debe desarrollar en diferentes fases, comenzando por el varón maltratador, de modo que, una vez que el hombre ha logrado desarrollar habilidades de comunicación y de resolución de conflictos alternativas a la violencia, se iniciaría la terapia de pareja, teniendo en cuenta que la mujer también necesita un apoyo más personal, encaminado a reconstruir todo lo que se ha hecho añicos en ella. El éxito del trabajo de pareja pasa necesariamente por el arrepentimiento, el perdón y la reparación.


Hay mucho que hacer también desde una perspectiva preventiva. Fundamentalmente, hemos de centrarnos en la educación, en una doble dirección: por una parte, una educación centrada en la igualdad de derechos y deberes entre hombres y mujeres, lo cual, desde nuestro punto de vista, no está reñido con el desarrollo y potenciación de lo que el hombre y la mujer tienen como más propio, y de ello destacamos la maternidad como don maravilloso para la mujer, en torno al cual unos y otras han de ser conscientes de la inmensa responsabilidad mutua que supone; por otra parte, una educación, tanto para hombres como para mujeres, que potencia la asertividad, la comunicación clara y directa, las consecuencias de las propias acciones, el valor del esfuerzo y del sacrificio por los demás.


Cuando acompañamos o trabajamos con personas que sufren esta realidad, también hemos de revisar nuestras propias actitudes, creencias, valores, experiencias. Coincidimos plenamente con López-Yarto cuando afirma que, si creamos una sociedad en la que se pueda vivir la confianza, la justicia, la libertad y la verdad, la persona desarrollará una sana autoestima, por la que, apreciándose a sí misma, será capaz de estimar a quien tiene cerca y a la persona a la que ama`. Entonces la promesa < Hasta que la muerte nos separe» se vive en toda su hondura haciendo real la elección de amar al otro con plenitud, de entregarse al esposo o la esposa desde la máxima libertad personal, respetando y sintiéndose respetado en su ser más esencial.






El cartel3


José Ignacio Pedregosa



Nos encontramos con carteles de todos los tamaños: pequeños, grandes, inmensos... ¿Te imaginas un mundo sin carteles? ¿Cómo captaríamos la atención de la gente?


El cartel es utilizado, sobre todo en el mundo de la publicidad, para intentar «vendernos» algo. Aunque nosotros, en nuestra pastoral también los usamos i.o no? Al menos las carteleras de las puertas de la Iglesias, en muchas ocasiones, están llenas de carteles. ¿Capta alguno de ellos nuestra atención? ¿Alguno de ellos nos ha llegado a impactar verdaderamente?


Yo creo que un gran problema comunicativo que tenemos en nuestro trabajo pastoral, es que nuestros carteles no impactan. Pero, por qué? Sencillamente porque no dominamos el lenguaje de los distintos elementos que componen el cartel o los utilizamos mal.


Desde pequeños nos han enseñado a interpretar y a expresarnos por medio del lenguaje alfanumérico (letras y números); en cambio, no nos han enseñado a expresarnos por medio de la imagen o por medio del lenguaje de los colores.


Es más, hemos intentado alguna vez utilizar un cartel para impartir una catequesis, dar una charla o realizar una homilía? ¿Sí? Y, ¿qué ha ocurrido? Hemos fracasado, no hemos sabido sacarle toda la sustancia, hemos encontrado dificultades...


Vamos a intentar salir al paso de estos dos pequeños problemas. Pero vayamos por partes.



8 El cartel y sus características

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Algunos expertos han definido el cartel como «un grito en la pared» o un «golpe entre los ojos. Aunque cualquiera de nosotros entiende por cartel un trozo de papel o cartulina de tamaño considerable, en el que se combinan la imagen, el texto y el color, y cuya finalidad es la de informar, convocar, provocar, motivar, convencer... A diferencia del póster, que contiene todos esos elementos, pero está hecho para la contemplación, para mirarlo y remirarlo; es atemporal.


El mensaje o la información se captan visualmente. El cartel de alguna manera nos entra por los ojos. No hay que detenerse para contemplarlo (esto se hace, como hemos visto, con un cuadro o en todo caso con un poster). Se ve y se lee con un solo golpe de vista y su mensaje lo retenemos en la memoria, aunque sólo le hayamos echado un vistazo.


9 Elementos de un cartel

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Como hemos dicho más arriba los elementos que componen un cartel son tres: imagen, texto y color. Vamos a intentar analizar cada uno de dichos elementos.

«Una imagen vale más que mil palabras», reza el refrán. Por ello es de vital importancia que la escojamos bien.


La imagen puede ser gráfica o fotográfica, dibujo o collage, pero tengamos en cuenta que es algo que se capta en un primer golpe de vista. Será posiblemente aquello que retenga el cerebro de la persona que se ha encontrado con el cartel. Por eso debe ser impactante, debe atraer la atención de nuestro destinatario, debe despertar del sueño el mundo de los sentimientos.


El texto, por su parte, debería ser mínimo. El objetivo del cartel es reemplazar los grandes y elocuentes discursos. Ante un cartel el discurso sobra. Por tanto, las palabras deberían ser las mínimas e imprescindibles. El texto ha de ser breve, claro, preciso, sorprendente y expresivo. No es necesario dar toda la información en el cartel, eso podemos hacerlo en una octavilla o en un tríptico. Lo importante es que con el cartel despertemos el interés y el deseo de la persona que lo ve, hacia aquello que nosotros estamos anunciando. Si verdaderamente captamos su interés y le provocamos un deseo o una necesidad, no necesitamos más, ya se preocupará él de buscar información adicional. Ya se pasará por la sacristía, por los salones, por el despacho... y preguntará.


Por último, tenemos los colores, a los cuales les vamos a dedicar algunos renglones, sobre todo para explicar su significado, lo cual nos ayudará a utilizarlos adecuadamente. Aunque no nos lo parezca, tienen una importancia suma, pues inconscientemente los interpretamos de una manera determinada. Por eso, hemos de tener cuidado al utilizarlos. En el cuadro adjunto puedes ver el significado que le damos en occidente a los distintos colores.


Desde pequeños nos han enseñado a interpretar y a expresarnos por medio del lenguaje alfanumérico (letras y números); en cambio no nos han enseñado a expresarnos por medio de la imagen o por medio del lenguaje de los colores.



¿Cómo elaborar un cartel?


Vamos a afrontar el primer problema que apuntábamos más arriba. Tal vez nos parezca una idea descabellada o una misión imposible. Nada más lejos de la realidad. Si queréis, desde el punto de vista técnico o de elaboración, hoy día, con las posibilidades que nos ofrece la informática, es relativamente sencillo. Además, siempre tenemos en nuestros equipos algún que otro manitas... Creo que la elaboración física del mismo, después de lo que hemos explicado puede ser relativamente fácil. Es posible que lo más complicado sea el trabajo previo que, a su vez, es el trabajo más Importante.


Antes de su realización debemos tener claro: ¿.A quién nos vamos a dirigir? No es lo mismo, dirigirme a niños que a adultos, a adolescentes que a padres... Y también, ¿qué idea quiero transmitir?


Una vez que hemos respondido a estas preguntas, nos podemos poner manos a la obra. Hay que buscar una imagen o realizar un dibujo que resuma la idea que quiero transmitir, a la mínima expresión gráfica; no valen un puñado de imágenes enmarañadas sin una finalidad concreta. Recuerda que lo más seguro es que sea la imagen lo que impacte a nuestro interlocutor.


Hay que inventar, también, un texto. El cual, únicamente me va a servir para reforzar el mensaje implícito de la imagen. Tengamos siempre presente ¿qué quiero transmitir? El texto ha de ser corto, directo y claro. Ojo, al tamaño de la letra: debe ser tal que pueda ser leída con un solo golpe de vista. Sólo una, dos o a lo máximo tres palabras. Además de este texto, puede contener un pie en el que dar algún tipo de detalle o globalizar la información, pero no debe ser un tratado académico. Debe incluir únicamente lo esencial.



¿Cómo leer un cartel?


Vamos a fijar, ahora, nuestra atención en la utilización de carteles ya elaborados. ¿Cuántos carteles llegan a los despachos parroquiales, a la oficinas de nuestra asociación, a la mesa de los pastoralistas de un colegio? qué hacemos con ellos?


En el mejor de los casos, colocarlos en una cartelera y esperar a que pasen a mejor vida, en muchas ocasiones, después de pasadas algunas semanas de dicho acontecimiento, algún «buen samaritano» lo ve y exclama: ¡Dios mío, si es de hace tres semanas! Y lo arranca del tablón.


En el peor de los casos, los sacamos del sobre y van directamente a la papelera.


¿No habéis caldo en la cuenta de que pueden ser utilizados en nuestro trabajo pastoral? Aunque no todos los carteles sirvan para ello. Es importante que los sepamos elegir. Valga simplemente como muestra el siguiente ejemplo: llega al despacho parroquial el cartel de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. El párroco se lo pasa al coordinador de la catequesis de confirmación, el cual se reúne con el resto de los catequistas y elaboran una catequesis acerca de esta Jornada con dicho cartel. ¿No crees que sería más efectivo que el contarles únicamente con palabras el significado de esta Jornada?


Pero, ¿cómo se hace esto? Bueno, pues como todo en la vida es necesario un método y práctica para que se convierta en una actividad sencilla de realizar. Aunque no es tan difícil como puede parecer al principio. Es cuestión de práctica.



Un método de lectura


Yo utilizo un método al que llamo verdad, camino y vida. Este método está basado en la espiritualidad de la. Familia Paulina. El método tiene diversas etapas o pasos.


En el primer paso o etapa, verdad, me pregunto: qué dice el cartel? En el segundo, camino: ¿qué me dice el cartel? Y en el tercero, vida: ¿cuál es mi respuesta ante el cartel?


Lo primero es colocar el cartel en un lugar visible y dar un poco del tiempo necesario para poder observarlo. A continuación vienen las tres series de preguntas:


1. ¿Qué dice el cartel?


La primera serie de preguntas que podemos lanzar a nuestros interlocutores son: ¿Qué estamos viendo? ¿Qué elementos componen el cartel? ¿Qué está representado en el cartel? ¿Cómo es la imagen? ¿Cómo es el texto? ¿Qué dice? ¿Qué colores aparecen? ¿Qué pueden significar?


2. ¿Qué me dice el cartel? ¿Qué quiere decirme Dios a través del cartel?


Las preguntas que aquí podemos lanzar son: ¿Qué es lo que más me ha impactado del cartel? ¿Qué ha llamado más mi atención? ¿Qué he sentido? ¿Qué significado puede tener ese impacto para mi? ¿Qué me dice acerca de mi vida? ¿Me dice alguna cosa acerca de la vida de Jesús o puedo relacionarlo de alguna manera con ella?


3. ¿Cuál es mi respuesta ante el cartel? ¿Qué le digo a Dios a partir del cartel?


Es el momento de las conclusiones prácticas. Nadie queda impasible ante un cartel. Las preguntas podrían ser: ¿Qué cambios he de introducir yo en mi vida a partir del cartel? Tomo un compromiso. Pido ayuda a Dios para poder asumir ese compromiso. Le doy gracias, lo alabo... Hacemos un ratito de oración con algún pasaje bíblico que haga alusión a la temática del cartel.


Bueno, espero que ahora nos pongamos manos ala obra y utilicemos más el cartel en nuestras tareas pastorales, tanto elaborando carteles como utilizándolos como refuerzo en el desarrollo y explicación concreta de diversos temas de reflexión. Te recuerdo que si estás interesado en que el Taller de comunicación sea impartido de manera presencial en tu parroquia, comunidad, asociación, centro de animación, colegio o grupo, puedes ponerte en contacto con el Equipo de Pastoral y Formación de la Sociedad de San Pablo: vocaciones@sanpablo.es.









AGUINALDO DEL RECTOR MAYOR PARA EL AÑO 2011


«Venid y veréis»

(Jn 1,39)

La necesidad de convocar




Queridos hermanos y hermanas, miembros todos de la Familia Salesiana y amigos de Don Bosco:


Os saludo con el gran afecto y la estima que siento por cada uno de vosotros deseándoos un año nuevo lleno de las bendiciones que el Padre ha querido darnos en la encarnación de su Hijo.

Os escribo para presentar el Aguinaldo de 2011, con la certeza de haceros un regalo agradable, tanto por el valor que el Aguinaldo, como tal, tiene en nuestra tradición salesiana desde los tiempos de Don Bosco, como por el tema escogido que interesa a nuestra vida, a nuestra misión y a nuestra capacidad de ayudar a descubrir que la vida es vocación, como también por el momento que vivimos como Iglesia y Familia Salesiana, sobre todo en Occidente.

Después del Aguinaldo de 2010, “Señor, queremos ver a Jesús”, sobre la urgencia de evangelizar, me ha parecido lo más lógico y natural hacer una cálida llamada a toda la Familia Salesiana a sentir, junto a nosotros los SDB, la necesidad de convocar. En efecto, nosotros, los salesianos

sentimos hoy con más fuerza que nunca el reto de crear una cultura vocacional en cada ambiente, de modo que los jóvenes descubran la vida como llamada y que toda la pastoral salesiana sea realmente vocacional. Esto requiere ayudar a los jóvenes a superar la mentalidad individualista y la cultura de la autorrealización, que los impulsa a proyectar el futuro sin ponerse en la de Dios; esto pide también implicar y formar a las familias y a los laicos. Debe imponerse un compromiso especial en suscitar entre los jóvenes la pasión apostólica. Como Don Bosco, estamos llamados a animarlos a ser apóstoles de sus compañeros, a asumir diversas formas de servicio eclesial y social, a implicarse en proyectos misioneros. Parar favorecer una opción vocacional de compromiso apostólico, a esos jóvenes se les deberá proponer una vida espiritual más intensa y un acompañamiento personal sistemático. Este es el terreno en el que florecerán familias capaces de un auténtico testimonio, laicos comprometidos en todos los niveles de la Iglesia y de la sociedad así como para la vida consagrada y para el ministerio”.4

Evangelización y vocación, queridos hermanos y hermanas, son dos elementos inseparables. Más aún, criterio de autenticidad de una buena evangelización es su capacidad de suscitar vocaciones, de madurar proyectos de vida evangélica, de implicar totalmente a la persona de los que son evangelizados, hasta hacerlos discípulos y apóstoles.

Un dato histórico de la vida de Jesús, confirmado por los cuatro evangelistas, es que, desde el comienzo de su actividad evangelizadora (cf. Mc 1,14-15), Jesús llamó a algunos a seguirlo (cf. Mc 1,16-20; Mt 4,18-19; Lc 5,10-11; Jn 1,35-39). Estos primeros discípulos suyos se convirtieron de ese modo en «compañeros todo el tiempo que el Señor Jesús convivió con nosotros, a partir del bautismo de Juan hasta el día en que nos fue llevado» (Hch 1,21-22).

La vocación de estos primeros discípulos según el Evangelio de Juan, es fruto de un encuentro personal que suscita en ellos una atracción, una fascinación que transforma su mente y sobre todo sus corazones, al descubrir en Jesús a Aquel en el que se realizan las esperanzas más profundas, las profecías, el Mesías esperado. Esta experiencia los une de tal modo a la persona de Jesús, que le siguen con entusiasmo y comunican a otros su experiencia invitándolos a compartirla encontrándose con Jesús personalmente. El Evangelio de Lucas habla también del grupo de mujeres que acompaña y atiende al Señor (cf. Lc 8,1-3) lo que quiere decir que Jesús tenía mujeres entre sus discípulos, algunas de las cuales serán testigos de su muerte y resurrección (cf. Lc 23,55-24,11.22).

Por eso, queridos hermanos y hermanas, os invito a ser para los jóvenes verdaderos guías espirituales, como Juan Bautista que señala a Jesús a sus discípulos diciéndoles: “¡He ahí el Cordero de Dios!” (Jn 1,36). De ese modo ellos le seguirán, de manera que Jesús, dándose cuenta de que algunos lo seguían, se dirigirá a ellos directamente con la pregunta: “¿Qué buscáis?”, y ellos, llenos del deseo de conocer en profundidad quién es este Jesús, le preguntarán: “Rabbí, ¿dónde vives?” (Jn 1,38). Y él los invitará, como a primeros discípulos, a tener una experiencia de convivencia con él: “Venid y veréis”. Algo inmensamente bello habrán experimentado desde el momento en que “fueron, vieron dónde vivía y aquel día se quedaron con él” (Jn 1,39).

He ahí una primera característica de la vocación cristiana: un encuentro, una relación personal de amistad que llena el corazón y transforma la vida. Este encuentro transformador es la fe que, animada por la caridad, convierte a los creyentes y a las comunidades cristianas en propagadores de la Buena Nueva del Evangelio de Jesús. Así lo expresa Pablo en la carta a la comunidad de Tesalónica: “Abrazando la palabra, os habéis convertido en modelo para todos los creyentes de Macedonia y Acaya; partiendo de vosotros, en efecto, ha resonado la Palabra del Señor y se ha difundido por todas partes” (cf. 1 Ts 1, 7-8). Estamos, pues, llamados a renovar en nosotros este dinamismo vocacional: comunicar y compartir el entusiasmo y la pasión con la que estamos viviendo nuestra vocación, de modo que nuestra misma vida se convierta en propuesta vocacional para los otros. Exactamente como hizo Don Bosco, que más que campañas vocacionales supo crear en Valdocco un microclima en el que crecían y maduraban las vocaciones, formando una auténtica cultura vocacional en la que la vida se concibe y se vive como don, como vocación y misión, en la diversidad de las opciones.





1.Volver a Don Bosco


Invitados a volver a partir desde Don Bosco para entender cada vez mejor y poder asumir con mayor fidelidad la pasión que ardía en su corazón y lo impulsaba a buscar la gloria de Dios y la salvación de las almas, imitémoslo en su incansable actividad en promover vocaciones al servicio de la Iglesia, el fruto más precioso de su obra de educación y evangelización, de formación humana y cristiana de los jóvenes. Su experiencia y sus criterios y actitudes podrán iluminar y orientar nuestro compromiso vocacional.

Don Bosco, aun actuando con incansable generosidad en promover diversas formas de vocación en la Iglesia, llamaba a algunos jóvenes a estar parar siempre con él. También para nosotros la propuesta de la vocación consagrada salesiana, dirigida a los jóvenes, forma parte de la fidelidad a Dios por el don recibido. A esto nos impulsa el deseo de compartir la alegría de seguir al Señor Jesús, quedándonos con Don Bosco, parar dar esperanza a muchos otros jóvenes de todo el mundo”.5

Don Bosco vivió, no lo olvidemos, en un ambiente poco favorable y en algunos aspectos contrario al desarrollo de las vocaciones eclesiásticas. El nuevo régimen constitucional del Reino Sardo, con las consiguientes libertades de prensa, de conciencia, de cultos, y la potencial “des-confesionalización” del Estado, había producido una creciente disensión con la Iglesia. La libertad de culto y la activa propaganda protestante desorientaban al pueblo sencillo, presentando una imagen negativa de la Iglesia, del Papa, obispos y sacerdotes. Se había creado en el pueblo y sobre todo entre los jóvenes un clima nacionalista impregnado de las ideas liberales y anticlericales.

El mismo Don Bosco escribía recordando aquellos tiempos: “un espíritu de vértigo se levantó contra las órdenes religiosas, y las Congregaciones eclesiásticas; después, en general, contra el clero y todas las autoridades de la Iglesia. Este grito de furor y de desprecio por la religión llevaba consigo la consecuencia de alejar a la juventud de la moralidad, de la piedad; y por tanto de la vocación al estado eclesiástico. Por eso no había ninguna vocación religiosa y casi ninguna para el estado eclesiástico. Mientras las instituciones religiosas se iban poco a poco desintegrando, los sacerdotes eran vilipendiados, algunos metidos en la cárcel y otros en arresto domiciliario; ¿cómo iba a ser posible, humanamente hablando, cultivar el espíritu de vocación?”6.

Pero mirad, queridos hermanos y hermanas, cómo reacciona Don Bosco. No se pierde en lamentos, sino que enseguida se industria para recoger y cultivar vocaciones y promover la formación de jóvenes seminaristas que se habían quedado sin seminario, cuidar a los muchachos de buena índole y encaminarlos a la carrera eclesiástica. En el Oratorio, junto a los jóvenes trabajadores, huérfanos, Don Bosco acoge muy pronto a muchachos y jóvenes de buen espíritu que manifiestan signos para orientarse hacia el sacerdocio y a la vida religiosa. Se dedica con atención y prioridad a su formación, una formación activa y práctica con un acompañamiento personal y en un ambiente de fuerte valor espiritual y apostólico. Desde los años ’60 a la sección “estudiantes” del Oratorio de Valdocco se la considera una especie di seminario. El mismo Don Bosco escribe en las Memorias del Oratorio “que la casa del Oratorio durante casi 20 años se convirtió en seminario Diocesano”7. Según lo que escribe don Braido, entre 1861 y 1872 entraron en el Seminario de Turín 281 jóvenes procedentes del Oratorio8.



¿Cómo resuelve Don Bosco este empeño para promover vocaciones?



Ante todo Don Bosco prestaba atención especial a descubrir los posibles signos de vocación en los jóvenes con los que entraba en contacto cuando iba a predicar en las iglesias de los pueblos y en los jóvenes acogidos en el Oratorio de Valdocco. Él advierte que, en medio de la masa de sus jóvenes, en algunos aparecen las condiciones para una propuesta vocacional, hasta entonces ocultas por una costra de rudeza e ignorancia. Estos pobres oratorianos, en efecto, unían a la buena conducta un ingenio despierto; los pone, pues, a prueba como animadores entre los compañeros y los estudia con un acompañamiento especial por su parte. Porque Don Bosco no se queda a la espera de un desarrollo casi mecánico de la vocación; sabe por experiencia que la movilidad juvenil la puede poner en serio peligro. Por eso colabora activamente con el don de Dios creando un ambiente apto, manteniendo en él un clima espiritual adecuado a las exigencias de desarrollo de la vocación, y comprometiéndose a ser animador y guía de los que encuentra llamados por Dios a la vida sacerdotal y religiosa o a la cooperación salesiana en la diversidad de sus expresiones.


1.El primer empeño de Don Bosco es crear un ambiente, hoy diríamos una cultura, en el que la propuesta vocacional pueda acogerse favorablemente y llegar a maduración.

lUn ambiente de familiaridad en el que Don Bosco comparte todo con los jóvenes. Está con ellos en el patio, los escucha, promueve un clima de alegría, de fiesta y de confianza que abre los corazones y hace que los jóvenes se sientan como en familia. La alegría que se expandía de toda la persona de Don Bosco mientras realizaba su apostolado sacrificado y entusiasta era ya en sí misma una propuesta vocacional. Los jóvenes en contacto con Don Bosco en la vida cotidiana tenían la grande y estimulante experiencia de ser y sentirse de verdad miembros de una familia, aprendiendo a abrir sus corazones y a mirar el futuro con optimismo y esperanza.

lEste clima de alegría y de familia se alimenta con una fuerte experiencia espiritual. La visión religiosa del mundo que posee Don Bosco y que unifica su multiforme actividad contagia casi espontáneamente a los jóvenes, que aprenden a vivir en la presencia de Dios. Un Dios que los ama y tiene para cada uno de ellos un proyecto de felicidad y de vida plena. Se crea en el Oratorio un clima espiritual que orienta a la relación interpersonal con Dios y con los hermanos e invade toda la vida. Este clima se alimenta con una sencilla pero constante piedad sacramental y Mariana. La oración que orienta a los jóvenes a una relación personal de amistad con Jesús y con María y la adecuada experiencia sacramental que sostiene y estimula el esfuerzo de crecimiento en la vida cotidiana, constituyen el primer recurso para cultivar y madurar las vocaciones.

lUna tercera característica del ambiente creado por Don Bosco era la dimensión apostólica. Desde el principio Don Bosco responsabiliza a los jóvenes, especialmente a los que presentan signos de vocación, a acompañarlo en su obra de educación y de catequesis. Les confía algunos compañeros más díscolos para que, haciéndose amigos suyos, les ayuden a introducirse positivamente en el ambiente y en la vida del Oratorio. De este modo los jóvenes aprenden a trabajar por los demás con una clara entrega y total desinterés. Aprenden también a estar cada vez más disponibles y abiertos a las exigencias del apostolado, madurando sus propias motivaciones y haciendo todo por la gloria de Dios y la salvación de las almas. Don Bosco, con un acompañamiento atento y constante, procura que este servicio de apostolado entre los compañeros, vivido con entusiasmo y disponibilidad, mientras muestra su eficacia llevando al camino del bien a aquellos a los que se dirige, se convierta también en “propuesta” concreta de vida para los jóvenes que él mismo había escogido. En este clima nacen y se desarrollan las Compañías, consideradas por Don Bosco como una experiencia clave del ambiente y de la propuesta educativa del Oratorio.


2.Con el ambiente, Don Bosco ofrece a los jóvenes y a los adultos, que buscan una orientación para su vocación, un fiel acompañamiento espiritual. El lugar natural en el que Don Bosco ofrece la ayuda de la dirección espiritual es el confesionario, pero no sólo: Don Bosco propone y facilita de varios modos posibilidades de encuentro y de coloquio entre los “hijos de familia” y el “padre”, ofreciendo a todos una experiencia profunda de educación y de dirección espiritual. Su acción se modula de diferentes modos y de manera personalizada según que se trate de jóvenes o adultos, aspirantes a la vida eclesiástica, a la vida religiosa o simplemente a la vida de buen cristiano y honrado ciudadano. Igualmente su acción de acompañamiento se hace especial y atenta al seguir a los Cooperadores, Hijas de María Auxiliadora, Salesianos, etc.

Uno de los rasgos que más llama la atención cuando se observa a Don Bosco actuando como director de espíritu, es el discernimiento y la prudencia que revela cuando aconseja sobre la vocación. Aunque en aquel tiempo faltaban en la iglesia pastores y él mismo necesitaba colaboradores, don Rua atestigua con juramento, que “nunca aconsejaba entrar (en la vida sacerdotal o religiosa) a quien no tuviese los requisitos necesarios … De varios he sabido que los disuadió a pesar de su deseo”9.

Movido siempre por prudente discernimiento, hace lo posible para hacer reflexionar a los que, aun teniendo las dotes para ello, no habían pensado nunca en ser sacerdotes o religiosos. Don Bosco les ponía ante los ojos, poco a poco algunas consideraciones que los ayudasen a pensar bien en su opción, y ninguno de ellos quedó nunca descontento de haber seguido su consejo.

La dirección espiritual de Don Bosco está totalmente iluminada por el “don de consejo” que le capacita para orientar con seguridad a los que se dirigen a él.


3.El intensísimo trabajo que despliega Don Bosco en favor de las vocaciones está sostenido por un intenso amor a la Iglesia: él emplea todas sus fuerzas, con total entrega, para procurar su bien. Precisamente es ese amor a la Iglesia lo que nos permite comprender la importancia que daba a la actividad apostólica de promoción de las vocaciones y su insistencia para que todos, de pleno acuerdo, trabajasen y se prestasen para dar a la Iglesia el gran tesoro que son las vocaciones. Por eso solía decir: “Nosotros regalamos un gran tesoro a la Iglesia cuando logramos una buena vocación; que esta vocación o este sacerdote vaya a una Diócesis, a las misiones o a una casa religiosa no importa. Es siempre un gran tesoro que se regala a la Iglesia de Jesucristo”10. La visión del bien de toda la Iglesia no lo abandona nunca, ni siquiera cuando gasta sus fuerzas, su tiempo, los medios económicos que le cuestan tantos sudores, ni cuando emplea su escaso personal y sus Casas.

Corred, corred pronto a salvar a esos jóvenes…”11. La llamada de Don Bosco moribundo puede tomarse dirigida no sólo a los presentes en aquel momento en su habitación, sino a toda la Familia Salesiana en general. Una llamada que urge y urgirá siempre, porque los jóvenes de todos los tiempos tienen necesidad de “salvación”.

Esta invitación de Don Bosco moribundo nos la dirige también a nosotros. Es una invitación a remangarse y a trabajar duro para que a nuestro alrededor broten, florezcan y se consoliden, como sucedió en torno a él, numerosas y valiosas vocaciones salesianas. Asumirla requiere de cada uno de nosotros renovar la santa pasión por la salvación de la juventud que vivía el mismo Don Bosco; esta pasión nos hará valientes y nos hará superar el temor de no ser comprendidos o marginados o excluidos por este mundo nuestro secularizado y desacralizador, que rechaza la diversidad, suprime lo sobrenatural y margina al creyente.

Vivamos, pues, sin miedo un estilo de vida que se opone a este mundo y a esta sociedad que no permiten el desarrollo y la promoción integral de la persona humana; un estilo de vida que estimula a vivir con alegría y entusiasmo la propia vocación y a proponer a los jóvenes y adultos, hombres y mujeres, muchachos y muchachas, la vocación salesiana como respuesta adecuada de salvación a este mundo de hoy, y como proyecto de vida capaz de contribuir positivamente a la renovación de la sociedad actual. Así se expresa el artículo 28 de las Constituciones de los Salesianos de Don Bosco: “Estamos convencidos de que hay muchos jóvenes ricos en recursos espirituales y con gérmenes de vocación apostólica. Les ayudamos a descubrir, acoger y madurar el don de la vocación seglar, consagrada o sacerdotal, para bien de toda la Iglesia y de la Familia salesiana”. Este compromiso fue una finalidad de la Congregación ya antes de su aprobación12 y hoy adquiere una urgencia y necesidad extraordinaria (cf. Const. 6), como repetidamente nos recuerda la Iglesia.








3. Miedo13


Joan Chisttister


«ENVEJECER no es todo decadencia», dice George MacDonald. “La maduración, la dilatación, de la vida nueva interior es lo que hace que marchite y reviente la cáscara”.


Lo difícil no es envejecer. Lo que nos atormenta es el miedo a envejecer. En una cultura orientada al movimiento y la destreza, a la belleza física y los logros públicos, mucho más probable que ver una vida larga como un portalón de entrada al florecimiento del espíritu, al crecimiento del alma, es entenderla como la llegada de una tierra yerma. Necesitamos pensar de nuevo sobre las bellezas de la edad avanzada, sobre la libertad y el esplendor que comporta. Con sólo que le demos oportunidad para ello, la vejez nos revela la «vida nueva interior». Aprender a dar una oportunidad a nuevos desafíos es lo que convierte los últimos años de la existencia tanto en una aventura espiritual como en un escollo psicológico. Algunos de nosotros satisfacemos sus exigencias con la alegría de la escalada; otros, por el contrario, son más proclives a no moverse del sitio. Es la diferencia entre la vida y la no vida, entre ver por doquier a un Dios que nos hace señas y considerar finalizada la búsqueda.


Cuando se aventuró fuera de la casa aquel día, el viento era cortante, el aire frío y vigorizador. La vista de la resplandeciente presa -alta y con rápido flujo de agua- al final de la cuesta, invitaba a los caminantes a internarse más y más en la zona boscosa que se extendía detrás de ella. «Tendrá que caminar más deprisa -le dijo el hombre que venía detrás de ella por el sendero-, si quiere entrar hoy en calor aquí. Allá arriba, en la presa, hará aún más frío».


«Ah -dijo la mujer-, no voy a subir hasta la presa. Está un poco lejos para mí». Y puso la amable sonrisa que tan bien saben dibujar en su rostro las mujeres de sesenta y muchos o setenta y pocos años.


«¿De verdad?», dijo el hombre apretando el paso. «Bueno, yo tengo ochenta y siete años; y si yo subo hasta allí todos los días -y se levantó el sombrero a modo de saludo cuando pasó al lado de la mujer-, sin duda usted también puede hacerlo».


Hay, por supuesto, personas para las cuales la pérdida de condiciones físicas es un rasgo central del proceso de envejecimiento. Pero, de hecho, son menos de las que tendemos a pensar. Según el Estudio Longitudinal sobre Envejecimiento (Longitudinal Study on Aging) y la Encuesta Nacional de Salud (National Health Interview Survey), las tasas de incapacidad disminuyen sin cesar y el restablecimiento de problemas agudos mejora año tras año. La ratio de esperanza de vida activa frente a esperanza de vida dependiente -de ancianidad sana por contraposición al mero número de años- está incrementándose a velocidades hasta ahora inauditas. En cualquier caso, los ancianos son el segmento de la población moderna que más rápidamente crece'.


Los datos muestran que, en 2005, sólo el siete por ciento de quienes tenían entre setenta y cinco y ochenta y cuatro años de edad y sólo el veinticinco por ciento de los mayores de ochenta y cuatro años necesitaba ayuda con atención personal.


También hay pruebas de que el deterioro y la incapacidad que aparecen con la edad sólo afectan, por término medio, a los tres últimos meses de la vidas. Los estudios nos aseguran que, incluso en esos meses, la probabilidad de que la lucidez se mantenga hasta el final es mayor que la de que aparezca demencia senil. Es evidente que la vida no termina hasta que se acaba.


Tenemos, sin duda, mucha vida que vivir. Lo que significa que asimismo tenemos, por supuesto, una gran responsabilidad. La principal pregunta con que nos enfrentamos ahora es: ¿cómo la viviremos? ¿Como una suerte de época sombría y de lenta agonía en la que la vida es una larga lista de perpetuos finales? ¿O como una etapa de la existencia por completo nueva, cuyo sentido es plantearnos un reto, pero también desarrollar una madurez -una apacibilidad- de personalidad y carácter que no sólo nos hace aceptables, sino incluso necesarios para quienes nos rodean? ¡Solicitados, de hecho!


En efecto, ahora estamos en una encrucijada, en la más inhóspita clase de camino. Nos encontramos en un punto de la vida en el que debemos tomar decisiones que determinarán la calidad de los años que nos restan.


Cuando contamos los años sólo como una serie de pérdidas, pasamos por alto las ganancias que conllevan. Entonces, un miedo natural invade el alma de la persona. Siempre está ahí. Nos ensombrece. Acecha en nuestro interior como el tictac de un reloj ubicado en el corazón. Nos avisa de los días en que ya no seremos tan ágiles, tan estables, como siempre nos hemos conocido.


Cuando aparecen los primeros dolores, cuando súbitamente nos percatamos de que la rodilla ha empezado a molestarnos sin previo aviso, hacemos caso omiso de ello pensando que se trata de alguna lesión que no recordamos: «Una vieja lesión de i

cuando jugaba al fútbol», tal vez. O un momento en el que, trabajando en el jardín, noté que < la tierra estaba más dura de lo que pensaba».


Pero, poco a poco, lentamente, la realidad se impone: esto es el primer signo de una incipiente artritis, el primer síntoma de un desgaste de las articulaciones, el primer aviso serio de un insidioso cambio físico que principia con sigilo. En mí. El fuerte. El que nunca ha estado enfermo, el que siempre subía por las escaleras. El que siempre se ha mantenido en forma o permanecido activo y sano... hasta ahora.


Así pues, lo que temo no es tanto el dolor en sí cuanto el signo cierto y obvio de que el «yo» que yo era está cambiando. O mejor dicho, está deteriorándose.


Me descubro a mí mismo escuchando con más atención que nunca los informes médicos de otras personas. Los comparo con el mío. Mi artritis no es tan aguda como la suya, es igual que la suya, es peor que la suya. Los cuerpos de otras personas se convierten en la medida de mi propia vitalidad, de la vibración de la fuerza vital que late en mí.


Aunque lo más llamativo es que empiezo a contar los años. «¿Cuántos años tenía ella cuando murió?», pregunto. «¿De qué murió?», inquiero. ¿Cuántos años más que yo tenía?


Las preguntas nunca terminan. La concentración se restringe a cosas en las que antes nunca pensaba. Ahora todas las mañanas me pregunto a mí mismo cómo me encuentro.


Pero, en el fondo, las preguntas no son en absoluto físicas. Son emocionales, psicológicas, sociales, espirituales. ¿De qué pensaba realmente que se trataba en mi existencia sino de llegar al final de esta vida y al comienzo de otra? ¿Qué he hecho en el pasado para llegar con confianza a este momento? ¿Qué puedo hacer ahora para convertirme por fin en lo que estoy llamado a ser? Y todas estas preguntas brotan del miedo. ¿Hasta cuándo seré capaz de cuidar de mí mismo? ¿Quién se ocupará de mí cuando ya no me valga por mí solo? Y la más importante de todas: ¿ha concluido ya mi vida? ¿No queda nada del yo que siempre he sido? ¿Se trata ahora tan sólo de soportar la vida, más que de vivirla? Y, por supuesto, ¿qué dimensiones de la vida no he vivido bien hasta el momento? ¿Qué puedo hacer ahora al respecto si quiero llegar a ser alguna vez la persona que estaba llamado a ser?


Con demasiada frecuencia somos incapaces de percatarnos de que este mismo miedo que albergamos es el mejor signo de la vida que tenemos. Significa, irónicamente, que estamos muy, pero que muy vivos. En el siglo xx, la esperanza de oída casi se ha doblado. Los franceses y los españoles llaman < tercera edad> a la época que sigue a la jubilación. Y hoy es una edad que dura mucho. En 1992 el doce por ciento de la población de Estados Unidos era mayor de sesenta y cinco años. Los demógrafos nos dicen que, para el año 2020, este porcentaje se habrá elevado al dieciocho por ciento. Resulta obvio que la vida después de los sesenta y cinco años no es una patología. Es una mirada por completo nueva a lo que la vida puede ser en ese estadiob.


La tarea más importante de la vida en esta etapa tal vez sea sencillamente no tener miedo al miedo. Cada signo de cambio que detecto en mí, las cosas mismas que temo perder, son un llamamiento a un nuevo comienzo. Si he perdido, por ejemplo, la energía, la movilidad, para caminar largas distancias, he de encontrar alguna actividad alternativa que pueda llegar a amar tan apasionadamente, algo de lo que pueda aprender con la misma profundidad. Quizá sea reunir todos mis conciertos favoritos en un disco compacto. O aprender una nueva lengua como preparación para un viaje a otra parte del mundo. O contemplar a los pájaros en un comedero en mi ventana. Tal vez sea hora de descubrir realmente de qué va eso de los ordenadores. O quizá se trate de prestar atención a la parte de mi ser que está más allá de lo físico, que es más que lo físico, que está libre de lo físico.


Lo que no pertenece a la esencia de este periodo es la disminución, aun cuando la disminución física sea, a buen seguro, una parte natural de él. Antes bien, esta etapa tiene que ver con entregarnos a una nueva clase de desarrollo, a los tipos de cambio que principiaron en nosotros en el momento de la concepción y todavía están en marcha. La verdad es que somos mucho más que nuestro cuerpo, que siempre hemos sido más que nuestro cuerpo, pero aprender eso puede llevarnos casi toda una vida. No tenemos obligación moral -como podría inducirnos a creer la sociedad- de esquiar a los sesenta, salir a correr a los setenta y montar en bici a los ochenta. No; nuestra obligación moral es mantenernos 1o más sanos que podamos, permanecer activos, evitar todo abuso de nuestro cuerpo, hacer las cosas que nos interesan y enriquecer las vidas de quienes nos rodean. Nuestra obligación espiritual es envejecer bien, de suerte que otras personas que entren en contacto con nosotros tengan coraje y profundidad espiritual para hacer otro tanto. Renunciar a la vida antes de que se haya acabado no sólo es resignación, sino también una forma de desentenderse de buscar a Dios en los términos que Él mismo ha establecido.


Envejecer bien no significa no experimentar cambios físicos. Lo que comporta es no definirse a uno mismo únicamente por las capacidades físicas que todavía conserva.


Es el momento de comenzar a pensar en cuestiones más elevadas que aparentar diez años menos de los que en realidad tenemos, por muy maravilloso que eso sea. Ahora debemos empezar a prestar atención a nuestro yo interior. Estos años son para dejar que la vida interior -las preguntas aún abiertas, los intereses de toda una vida- dirija lo que hacemos y lo que somos.


Es el momento de poner tierra y semillas en una maceta y cultivar algo. Ahora disponemos de tiempo para cuidarlo y regarlo. Tenemos tiempo para ser pacientes.


Es el momento de retomar contacto con los familiares que no hemos visto -o de los que nada hemos oído- en años.


Es el momento de abrazar al mundo como un todo, de preocuparse por quienes mueren de hambre en África, de los analfabetos en Oriente Medio, de los pobres en nuestro propio a barrio.


Pero, hagamos lo que hagamos, debemos hacerlo conscientemente. Debemos hacerlo sabiendo que, a pesar de las pérdidas, hay asimismo nuevas cosas que ganar. Lo que no debemos hacer es quedarnos mano sobre mano. No podemos permitir que la muerte nos vaya invadiendo desde el exterior. Tal vez no haya más remedio que vivir con un cuerpo que cambia. Eso no se puede evitar. Pero sí que podemos controlar la forma misma de la vida. Somos responsables de la forma de nuestro mundo, por mucho que parezca que se reconfigura por sí solo.


¿Por qué deberíamos molestarnos al respecto? Porque la generación que nos rodea depende de nosotros tanto como nosotros de ellos. Dependemos de ellos para las exterioridades de la vida, para sus invenciones, instituciones y productos. Ellos dependen de nosotros, de la generación mayor, para disponer de un modelo espiritual, un arquetipo psicológico de cómo vivir la vida.


La vida siempre brota de la muerte. El presente se alza de las cenizas del pasado. El futuro siempre es posible para quienes están dispuestos a recrearlo.


La tarea de cada etapa específica de la vida consiste en afrontar los miedos que conlleva, de suerte que pueda devenir más de lo que era. Para los jóvenes, se trata de superar el miedo de tener que arreglárselas a solas. Para la persona de mediana edad, se trata de dominar el miedo al fracaso. Para quienes ya hemos pasado la madurez, el reto consiste en aprender a combatir el miedo a la debilidad.


Una carga de estos años es la posibilidad de ceder al miedo a la invisibilidad y la inutilidad, al miedo de perder la conciencia del yo y de las obligaciones que nos conciernen como seres humanos. El miedo nos tienta a creer que la vida se ha acabado... cuando simplemente está cambiando.


Una bendición del miedo que albergamos en estos años es que nos invita a devenir la plenitud de lo que somos. Se nos presenta en la noche del alma para invitarnos a que nos alcemos hacia nuevos yoes de maneras nuevas y apasionantes –por nuestro bien, por supuesto, pero asimismo por el bien del resto del mundo.











Siguiendo las indicaciones de la Programación Inspectorial 2010-2011 la Delegación de Formación incorpora a esta su revista una sección acerca de la Condición Juvenil. Nos serviremos para ella del recientemente publicado informe Jóvenes españoles 2010, editado por la Fundación Santa María.



Jóvenes españoles 2010”


Juan González-Anleo y Pedro González Blasco (Dirs. -Coords.)14


  • Casi la mitad de los jóvenes españoles declara su falta de confianza en un futuro prometedor para ellos

  • Una importante mayoría de los jóvenes, el 56,5%, suscribe “la política no tiene nada que ver conmigo, no afecta para nada mi vida privada”.

  • Disminución de la conciencia ambiental juvenil. Aumenta considerablemente el porcentaje de jóvenes que considera que el equilibrio de la naturaleza resiste el impacto de los países desarrollados o en desarrollo (42%).

  • La participación social juvenil se hunde: el 81% no pertenece absolutamente a ningún tipo de asociación u organización, ya sea juvenil, cultural o deportiva.

  • Desciende significativamente la proporción de jóvenes para los que beber alcohol y hacer botellón es algo bastante o muy importante cuando salen.

  • El uso del teléfono móvil ha pasado de mayoritario a casi absoluto en la actualidad, pues son el sector de población que más lo utiliza, un 98%.

  • Se ha duplicado el porcentaje de jóvenes que usa el ordenador a diario: actualmente lo hace uno de cada dos jóvenes.

  • Los principales problemas para los jóvenes inmigrantes son el paro (86%), el racismo y la xenofobia (76%), la violencia juvenil (72%), la falta de futuro (70%) y la calidad en el empleo (70%).


La Fundación SM presentó en Madrid el informe Jóvenes españoles 2010, un estudio que analiza aspectos como los valores de los jóvenes españoles de entre 15 y 24 años, su integración social y política, la familia, la religión, el ocio, el consumo o los medios de comunicación. Además, como novedad con respecto a ediciones anteriores, recoge un capítulo específico dedicado a los jóvenes y la inmigración.


Con este informe se consolida la transición iniciada en Jóvenes españoles 2005 en cuanto a autores y responsables del estudio: permanecen en la dirección y coordinación del proyecto los profesores catedráticos Juan González-Anleo y Pedro González Blasco, y los cinco capítulos están redactados por los sociólogos Juan María González-Anleo Sánchez, José Antonio López Ruiz, Maite Valls Iparraguirre, Luis Ayuso Sánchez y Gonzalo González Sanz.


Durante la presentación, Leoncio Fernández, director de la Fundación SM, ha señalado que “la Fundación SM entiende que la juventud no es una etapa de tránsito sino que tiene entidad en sí misma y constituye un gran activo social”. Por ello, “siguiendo sus actividades en materia de investigación educativa y social, la Fundación SM ha publicado desde 1982 ocho estudios sobre la juventud” cuyo objetivo es conocer la realidad de los jóvenes para así ayudar a la toma de decisiones de revisión, cambio y mejora de las condiciones y estructuras sociales existentes respecto a ellos y de la comunicación intergeneracional.



Los valores de los jóvenes y su integración socio-política


Entre las conclusiones del informe, Juan Mª González-Anleo, autor del capítulo “Los valores de los jóvenes y su integración socio-política”, ha destacado que existe un “marcado pesimismo” donde "el 46’3% de los jóvenes declara su falta de confianza en un futuro prometedor independientemente de la crisis” y “más de uno de cada tres considera que «por muchos esfuerzos que uno haga en la vida nunca se consigue lo que se desea»”.


Por otra parte, el autor ha resaltado que “el 62,2% de los jóvenes se declara de acuerdo con la frase «la crisis económica actual tendrá un impacto muy negativo en mi futuro profesional y personal»”.En este sentido, cabe señalar que los españoles sobrepasan la media europea a la hora de valorar la situación económica mundial como “mala” o “muy mala” (77% frente al 71% de la media europea).


Con respecto a los problemas que amenazan su futuro, se encuentran en primer lugar el paro, con 45,6%, seguido de otros aspectos como son: la droga (33%), la vivienda (28,7%), la inseguridad ciudadana (23,6%), la falta de futuro para los jóvenes (21,6%) o el terrorismo (20%).


González-Anleo ha aludido a la disminución de la conciencia ambiental juvenil, con datos “bastante alarmantes” ya que “ha aumentado considerablemente el porcentaje de jóvenes (de un 25% en el informe de 2005 al 42% actual) que considera que el equilibrio de la naturaleza es lo bastante fuerte para resistir los impactos medioambientales”, aunque “se incrementa con respecto al 2005 el porcentaje de jóvenes que afirma cumplir con tres comportamientos ecológicamente responsables: apagar las luces y aparatos eléctricos cuando no son necesarios (69%), limitar el consumo de agua corriente (61%) y separar residuos y usar los contenedores apropiados (55%)”.


Con respecto a la participación social, ha señalado que “uno de los datos más preocupantes” es que disminuye bastante la aprobación de la mayoría de los movimientos sociales desde el 2005: ecologistas, pro-derechos humanos, pacifistas, de gays y lesbianas, contra la discriminación racial, etc., aunque más importante que la tendencia general es, sin embargo, la aceleración del proceso. González-Anleo destacó que “sólo uno de cada cinco jóvenes pertenece a algún tipo de asociación”, ya sea cultural, deportiva o juvenil. Además, según él existe una “desafección política” donde uno de cada cuatro jóvenes piensa que los políticos no tienen en cuenta las inquietudes de los jóvenes.


Una importante mayoría de los jóvenes, el 56,5%, suscribe la afirmación de que “la política no tiene nada que ver conmigo, no afecta para nada a mi vida privada”. Apenas uno de cada cuatro jóvenes afirma seguir frecuentemente la información política en los medios de comunicación (un 5% menos que en el informe de 2005), y sólo uno de cada cinco (20,5%) hablan o discuten con frecuencia sobre temas políticos.



Juventud y familia en los comienzos del siglo XXI


La emancipación forma parte de los proyectos vitales de los jóvenes “siguiendo la tendencia europea” según Luis Ayuso, autor de este capítulo. Pero se trata de una emancipación tardía que desean en torno a los 27 años (a pesar de que se casan entre los 31 y 34 años) y que pasa por irse a vivir previamente con su pareja. Esta es una de las conclusiones extraídas del capítulo sobre juventud y familia de la Fundación SM.


Ayuso subrayó que “el hogar se ha convertido en un lugar extremadamente cómodo para los jóvenes”, aunque “el mayor foco de conflictividad está en la ayuda de los jóvenes en las tareas domésticas”. También ha apuntado que “los jóvenes prefieren la formalización de las relaciones a la hora de elegir una forma de convivencia” y que “a pesar de que 1 de cada 5 no tiene aún decidido el tipo de unión por la que optará, un 55,4% elegirá el matrimonio (civil o religioso)”.


Según Ayuso, “todas las formas familiares son válidas si se consigue la felicidad” y añadió que lo que menos toleran los jóvenes en una relación es la infidelidad.





Las creencias religiosas de los jóvenes


Con respecto a las creencias religiosas de los jóvenes, la socióloga Maite Valls ha afirmado que a pesar de que “la religión sigue ocupando uno de los últimos lugares en una escala de valoración de las cosas más importantes para los jóvenes”, “algo más de la mitad de los jóvenes españoles de 15 a 24 años (53’5%) se definen como católicos”.


Valls ha aludido a la práctica religiosa, y ha apuntado que “casi un 62% de los jóvenes españoles afirma no asistir nunca o prácticamente nunca a la iglesia. Sólo un 7% cumple con el precepto dominical de ir a misa, un 5% acude a la iglesia una vez al mes y un menor número de jóvenes, un 2%, acude más de una vez a la semana”.



Ocio, consumo y medios de comunicación


Para casi la totalidad de los jóvenes (92%) el ocio es bastante o muy importante, similar a la importancia que dan a las amistades, los estudios e incluso a la formación y competencia profesional”, ha señalado José Antonio López, autor del capítulo “Ocio, consumo y medios de comunicación”, durante la presentación del informe.


López Ruiz ha resaltado que “la actividad favorita para los jóvenes, como en los dos estudios anteriores, sigue siendo escuchar música (95%), seguido de otras como son ver la televisión, que ocupa un lugar en el ocio similar al observado en años anteriores, o el uso de la radio, que sigue descendiendo con respecto a 1999”.


Las actividades relacionadas con la vida social o de puertas afuera, como el ir a bares, discotecas o salir al cine, son igual de importantes que años atrás y, según parece, no las hacen menos por la crisis.


Con respecto a las actividades de ocio preferidas por sexos, salir de tiendas es más frecuente entre las mujeres (81%) que entre los hombres (62%), los juegos de ordenador y juegos electrónicos se sitúan como actividades más masculina, casi el 80% de los jóvenes dice jugar, hay un 20% menos de jugadoras. Además, las mujeres siguen tendiendo más que los varones a visitar museos y exposiciones (40% en el caso de ellas y un 8% menos en el sector masculino), y a tocar un instrumento, pintar o escribir en su tiempo libre, un 29% entre las mujeres frente a un 24% de hombres.


Según López Ruiz, el nivel socioeconómico de los jóvenes sólo influye en las actividades relacionadas con el turismo, las expresiones culturales y artísticas, y la lectura.


El porcentaje de jóvenes que dicen practicar deporte en su tiempo libre asciende con respecto al año 2004, si bien el ascenso es moderado, eran el 64% y se sitúa ahora en el 66,6%, siendo un campo más masculino, tanto en la práctica como en el seguimiento como espectadores.


López Ruiz también ha abordado durante su intervención los hábitos de lectura, comparando los datos sobre lectura resultantes de la encuesta actual con anteriores estudios de la Fundación SM. En este sentido, ha destacado que “se observa que el porcentaje de jóvenes que lee habitualmente aumenta desde un 65% en el año 2004 hasta un 70% actualmente, superando incluso el porcentaje registrado en la misma pregunta hace diez años; casi el 70% de los jóvenes dice que lee libros”.


En el delicado asunto del consumo de drogas, el 10% considera que es algo importante o muy importante cuando sale de “marcha” o de “fiesta” con sus amigos. Desciende significativamente la proporción de jóvenes para los que beber alcohol y hacer botellón es algo bastante o muy importante cuando salen (31,5% en 2004 y 26,8% en la actualidad).


Con respecto a medios de comunicación como el teléfono móvil o Internet, el informe pone de manifiesto el alto nivel de consumo por parte de los jóvenes. Así, “entre los jóvenes de 16 a 24 años el uso del teléfono móvil ha pasado de mayoritario a casi absoluto en la actualidad, pues son el sector de población que más lo utiliza, un 98%”, resaltó el autor.


Por otra parte, se ha extendido mucho la proporción de jóvenes que participa en comunidades virtuales, refiriéndonos concretamente a redes del tipo MySpace, Facebook, Tuenti, etc. Entre los menores de 20 años, el uso de estas redes se extendió entre el 70% de los entrevistados, para los mayores de 20 años si situó en el 63%.



Aproximación a los jóvenes inmigrantes


Finalmente, Gonzalo González, autor del capítulo dedicado a los jóvenes inmigrantes, señaló que “entre los principales problemas o amenazas que los jóvenes extranjeros consideran en su vida y para su futuro personal y profesional se encuentran el paro (86%), el racismo y la xenofobia (76%), la violencia juvenil (72%), la falta de futuro (70%) y la calidad en el empleo (70%)”.


Además, la mayoría de los entrevistados considera que “como inmigrantes deben adaptarse a la cultura de los españoles y no al revés (77%), siendo preciso que los españoles respeten todas sus costumbres a menos que vayan contra la Constitución (85% de acuerdo)”.


La gran mayoría de los entrevistados se siente integrado en España (81%) y cree que su situación en España es mejor que en su país de origen (70%). También se sienten integrados en los ámbitos sociales fundamentales: grupo de amigos (94%), familia (91%), estudios y trabajo, así como en su barrio de residencia (79% en ambos casos).


En el futuro, un 87% tiene intención de quedase en España, bien a trabajar y a vivir definitivamente aquí (53%) o bien piensa permanecer por algún tiempo y, después de ahorrar suficiente dinero, volver a su país de origen (34%).



Las virtudes del salesiano15


1. La caridad, alma de la vida religiosa. – 2. Don Piscetta, nuevo Consejero del Capítulo Superior. – 3. Trabajo abundante en las casas. – 4. Frutos de la circular sobre la pobreza. – 5. Congreso de los Oratorios Festivos.


Turín, 24 de junio de 1907

(Carta edificante N. 9)



Mis queridos hermanos e hijos en Jesucristo


1. La caridad, alma de la vida religiosa


"Todos los socios llevan vida común, unidos sólo por el vínculo de la caridad y de los votos simples, que los une de tal manera que forman un solo corazón y una sola alma para amar y servir a Dios." Estas palabras que leemos el artículo 7 de nuestras Constituciones, fluyeron desde el corazón de D. Bosco encendido en la más viva caridad. Ellas nos muestran que si bien la caridad es la esencia de la vida cristiana, mucho más es el alma de la vida religiosa. ¿Quién no ve en estas pocas líneas trazada la nota característica de nuestra Pía Sociedad? Y por el contrario, ¿qué sería de los pobres salesianos si este importantísimo documento de su fundador, por suma desgracia, se convirtiese en letra muerta? Sin un afecto mutuo, no unidos por el mismo espíritu, ellos arrastrarían una vida miserable y triste, se verían aislados, a pesar de vivir en medio de esta multitud de personas, y trabajarían sin fruto en ese campo tan vasto que la Providencia nos ha confiado.


A evitar tal mal se dirigen todas las inquietudes de nuestros superiores, queridos hijos en Jesucristo. A conseguir que todos estemos unidos para formar un solo corazón y una sola alma tienden las visitas que de vez en cuando se hacen a las casas salesianas, las conferencias y los ‘rendicontos’. Esta es la razón por la que varias veces al año yo os dirijo alguna carta circular.


Por este medio mi pobre palabra puede llegar incluso a quienes está lejos. No tengo la intención de daros ahora avisos especiales, sin embargo en sermonis simplicitate, quiero informaros de algunas noticias interesantes, narraros algunos acontecimientos edificantes e invitaros a todos a dar gracias a Dios y a María Santísima Auxiliadora por las gracias especiales que se complacen en otorgar a nuestra humilde Congregación.




2. Don Piscetta nuevo Consejero del Capítulo Superior.

[…]



3. Trabajo abundante en las casas.

Siento pues como una necesidad grande de hacer partícipes a todos los hermanos salesianos del gran consuelo que dio a mi corazón la visita a varias de nuestras casas hecha en los últimos meses. Me encontré plenamente satisfecho con el orden que en ellas he encontrado, de la actividad que casi todos desarrollan para la educación de los jóvenes a cuyo cuidado han sido confiados y del celo con que se esfuerzan por preservar el espíritu de nuestro venerado Padre Don Bosco. Si he debido constatar con no poca pena que el personal es escaso en todos nuestros colegios e insuficiente para el mucho trabajo, me fue dulcemente compensado el ver como algunos, también muchos hermanos, con gran sacrificio abrazan la docencia, la asistencia, la predicación y otros trabajos todavía. Me pareció ver de nuevo el espectáculo que ofrecían algunos salesianos en los primeros tiempos de nuestra congregación, cuando al presentarse un trabajo, sin preocuparse muchos de las dificultades y de los otros compromisos asumidos, cada uno se ofrecía rápidamente a hacerlo; me ha consolado especialmente ver que en varios lugares el ejemplo venía de arriba, ya que encontré inspectores y directores que no pagados por el trabajo serio de la dirección, quisieron ellos mismos hacerse cargo de parte de la docencia, así como otros superiores que acabado su gobierno se dedicaron a las tareas humildes de prefecto, catequista, maestro, etc. non el mismo amor y cuidado de los primeros días de su vida religiosa. Se digne el Señor bendecir y conservar esta maravillosa actividad y santa indiferencia, que será para nuestras casas la salvaguarda de la moralidad y prueba irrefutable de que los salesianos no dejan de ser hijos de aquel indefenso trabajador que fue siempre Don Bosco. Expresamos nuestros más sentidos deseos, para que tal intensa actividad no sea el privilegio de algunos, sino más bien la virtud de cada miembro de la familia salesiana.



4. Frutos de la circular sobre la pobreza


Otra fuente de santa alegría ha sido para mí la reverente y afectuosa acogida que, se puede decir, todos los hermanos han hecho a mi última circular referente a la pobreza. No contentos con oír una lectura pasajera muchos expresaron el deseo de tener una copia para leerla y meditarla en su ocio. Y me he dado prisa para ordenar la reimpresión y el envío a cada casa. Si bien, como se me asegura, ya está en manos de todos los socios, sin embargo, os insto a que se conserve como uno de los regalos que nuestro Padre solía hacer por las próximas fiestas de su onomástico. Cabe esperar que la lectura de la carta no sólo va a mantener nuestro corazón desprendido de las cosas miserables de este mundo y hacerlo más apto para elevarse a Dios. De hecho, me pareció haber encontrado ya algún fruto de esta buena voluntad vuestra, ya que varios hermanos, para su tranquilidad de conciencia, de palabra o por escrito, me pidieron explicaciones sobre algunos puntos, y quisieron asegurarse acerca de las interpretaciones hechas precedentemente con los superiores en asuntos de negocios. Quieran imitarlos todos aquellos que por razones especiales se permitieron ciertas licencias que con dicha circular han de ser consideradas revocadas. Ninguno crea encontrarse en condiciones excepcionales que lo dispensen de las normas establecidas en aquellas páginas; en lo que afecta a la naturaleza íntima del voto de pobreza no puede haber excepciones.


Otro fruto de esta circular fue el compromiso con que varios directores se esforzaron en administrar el dinero que llegaba a sus manos. Sin que faltase el necesario a los hermanos, se las arreglaron para reunir el dinero necesario para pagar las deudas que durante años gravitan sobre su casa. Esto es tanto más loable cuanto que para algunos de ellos se trataba de deudas contraídas por sus predecesores. En lugar de perderse en quejas vanas y murmuraciones, se pusieron manos a la obra y repararon con caridad y no menor habilidad la difícil situación a que habían sido abocados por las circunstancias varias que les precedieron. Ejemplo verdaderamente digno de ser imitado por muchos.



5. Congreso de los Oratorios Festivos

[…]



Vuestro afectísimo en Jesucristo

Sac. Miguel Rua


Cronología de san José Cafasso (1811-1860)


181115 de enero.

Nace José Cafasso en Castelnuovo d’Asti

181116 de enero.

Bautizo en la parroquia de san Andrés de Castelnuovo d’Asti

182316 de septiembre.

Recibe la confirmación de S. E. Mons. D’Angennes

18271 de julio.

Viste la sotana en la parroquia de Castelnuovo

182711 de octubre.

Primer encuentro con Juan Bosco

183018 de septiembre.

Recibe la tonsura y las órdenes menores

18327 de abril.

Recibe el subdiaconado

183323 de marzo.

Recibe el diaconado

183321 de septiembre

Ordenación presbiteral en la iglesia del Arzobispado de Turín

183322 de septiembre.

Celebración de la Primera Misa en Castelnuovo

183428 de enero.

Primer encuentro con el Teólogo Guala e ingreso en el Convitto Eclesiástico

1834Cuaresma

Primeros encuentros para el catecismo con los presos

183629 de junio.

Inicia su ministerio de confesor

1836Noviembre.

Nombrado profesor de moral en el Convitto eclesiástico

183917 de septiembre.

Asiste al primer condenado a muerte

18486 de diciembre

Nombrado Rector del Convitto y de la iglesia de san Francisco

186023 de junio.

Muere José Cafasso en Turín, a los 42 años


1862Mayo.

Primera exhumación de su cuerpo

189516 de febrero.

Comienzo del Proceso Diocesano de Beatificación

18968 de octubre.

Traslado de su cuerpo al Santuario de la Consolata

190623 de mayo.

Pío X constituye la comisión para la introducción de la Causa de Beatificación

19253 de mayo.

Pío XI lo proclama Beato

194722 de junio.

Pío XII lo canoniza

194810 de enero.

Es declarado patrono de la Unión apostólica del clero de Italia

19489 de abril.

Es declarado patrono de las cárceles de Italia

195925 de noviembre.

Es declarado patrono del Convitto eclesiástico de la Consolata





San José Cafasso16



Queridos hermanos y hermanas:

Hemos concluido hace poco el Año sacerdotal: un tiempo de gracia que ha dado y dará frutos preciosos a la Iglesia; una oportunidad para recordar en la oración a todos los que han respondido a esta vocación particular. En este camino nos acompañaron como modelos e intercesores el santo cura de Ars y otras figuras de santos sacerdotes, verdaderas luces en la historia de la Iglesia. Como anuncié el pasado miércoles, hoy quiero recordar otra, que destaca en el grupo de los «santos sociales» del siglo XIX en Turín: se trata de san José Cafasso.

Merece un recuerdo especial porque precisamente hace una semana se celebraba el 150° aniversario de su muerte, que tuvo lugar en la capital piamontesa el 23 de junio de 1860, a la edad de 49 años. Además, quiero recordar que el Papa Pío XI, el 1 de noviembre de 1924, al aprobar los milagros para la canonización de san Juan María Vianney y publicar el decreto de autorización para la beatificación de José Cafasso, unió estas dos figuras de sacerdotes con las siguientes palabras: «No sin una especial y benéfica disposición de la divina Bondad, hemos asistido a la aparición de nuevos astros en la Iglesia católica: el párroco de Ars y el venerable siervo de Dios José Cafasso. Precisamente estas dos hermosas, queridas, providencialmente oportunas figuras se nos debían presentar hoy; pequeña y humilde, pobre y sencilla, pero también gloriosa, la figura del párroco de Ars; y la otra bella, grande, compleja, rica figura de sacerdote, maestro y formador de sacerdotes, el venerable José Cafasso». Se trata de circunstancias que nos brindan la ocasión para conocer mejor el mensaje, vivo y actual que surge de la vida de este santo. No fue párroco como el cura de Ars, sino que fue sobre todo formador de párrocos y de sacerdotes diocesanos, más aún, de sacerdotes santos, entre ellos san Juan Bosco. No fundó institutos religiosos, como otros santos sacerdotes piamonteses del siglo XIX, porque su «fundación» fue la «escuela de vida y de santidad sacerdotal» que realizó, con el ejemplo y la enseñanza, en el Internado eclesiástico de San Francisco de Asís, en Turín.

José Cafasso nació en Castelnuovo d'Asti, el mismo pueblo de san Juan Bosco, el 15 de enero de 1811. Fue el tercero de cuatro hijos. La última, su hermana Marianna, será la madre del beato José Allamano, fundador de los Misioneros y las Misioneras de la Consolata. Nació en el Piamonte del siglo XIX, caracterizado por graves problemas sociales, pero también por numerosos santos que se empeñaron en buscarles solución. Esos santos estaban unidos entre sí por un amor total a Cristo y por una profunda caridad hacia los más pobres: la gracia del Señor sabe difundir y multiplicar las semillas de santidad. José Cafasso realizó los estudios de secundaria y el bienio de filosofía en el colegio de Chieri y en 1830 pasó al seminario teológico, donde, en 1833, fue ordenado sacerdote. Cuatro meses más tarde hizo su ingreso en el lugar que para él sería la única y fundamental «etapa» de su vida sacerdotal: el Internado eclesiástico de San Francisco de Asís, en Turín. Entró para perfeccionarse en la pastoral y allí hizo fructificar sus dotes de director espiritual y su gran espíritu de caridad. El Internado, de hecho, no era sólo una escuela de teología moral, donde los jóvenes sacerdotes, procedentes sobre todo de zonas rurales, aprendían a confesar y a predicar; también era una verdadera escuela de vida sacerdotal, donde los presbíteros se formaban en la espiritualidad de san Ignacio de Loyola y en la teología moral y pastoral del gran obispo san Alfonso María de Ligorio. El tipo de sacerdote que José Cafasso encontró en el Internado y que él mismo contribuyó a reforzar —sobre todo como rector— era el del verdadero pastor con una rica vida interior y un profundo celo en el trabajo pastoral: fiel a la oración, comprometido en la predicación y en la catequesis, dedicado a la celebración de la Eucaristía y al ministerio de la Confesión, según el modelo encarnado por san Carlos Borromeo y san Francisco de Sales y promovido por el concilio de Trento. Una feliz expresión de san Juan Bosco sintetiza el sentido del trabajo educativo en aquella comunidad: «En el Internado se aprendía a ser sacerdotes».

San José Cafasso intentó realizar este modelo en la formación de los jóvenes sacerdotes, para que ellos, a su vez, se convirtieran en formadores de otros sacerdotes, religiosos y laicos, en una especial y eficaz cadena. Desde su cátedra de teología moral educaba a ser buenos confesores y directores espirituales, solícitos por el verdadero bien espiritual de la persona, animados por un gran equilibrio en hacer sentir la misericordia de Dios y, al mismo tiempo, un agudo y vivo sentido del pecado. Tres eran las virtudes principales de José Cafasso profesor, como recuerda san Juan Bosco: calma, agudeza y prudencia. Estaba convencido de que donde se verificaba la enseñanza transmitida era en el ministerio de la Confesión, a la cual él mismo dedicaba muchas horas de la jornada; a él acudían obispos, sacerdotes, religiosos, laicos eminentes y gente sencilla: a todos sabía dedicar el tiempo necesario. Fue sabio consejero espiritual de muchos que llegaron a ser santos y fundadores de institutos religiosos. Su enseñanza nunca era abstracta, basada sólo en los libros que se utilizaban en ese tiempo, sino que nacía de la experiencia viva de la misericordia de Dios y del profundo conocimiento del alma humana adquirido en el largo tiempo que pasaba en el confesonario y en la dirección espiritual: la suya era una verdadera escuela de vida sacerdotal.

Su secreto era sencillo: ser un hombre de Dios; hacer, en las pequeñas acciones cotidianas, «lo que pueda contribuir a mayor gloria de Dios y provecho de las almas». Amaba de forma total al Señor, estaba animado por una fe bien arraigada, sostenido por una oración profunda y prolongada, vivía una sincera caridad hacia todos. Conocía la teología moral, pero conocía también las situaciones y el corazón de la gente, cuyo bien procuraba, como el buen pastor. Cuantos tenían la gracia de estar cerca de él se transformaban también en buenos pastores y confesores válidos. Indicaba con claridad a todos los sacerdotes la santidad que se puede alcanzar precisamente en el ministerio pastoral. El beato don Clemente Marchisio, fundador de las Hijas de San José, afirmaba: «Cuando entré en el Internado era un muchacho travieso y alocado, no sabía lo que significaba ser sacerdote, y salí de él totalmente cambiado, plenamente imbuido de la dignidad del sacerdote». ¡A cuántos sacerdotes formó en el Internado y después los siguió espiritualmente! Entre ellos —como ya he dicho— destaca san Juan Bosco, que lo tuvo como director espiritual durante 25 años, desde 1835 hasta 1860: primero como clérigo, después como sacerdote y por último como fundador. Todas las decisiones fundamentales de la vida de san Juan Bosco tuvieron como consejero y guía a san José Cafasso, pero de un modo bien preciso: Cafasso no trató nunca de formar en don Bosco un discípulo «a su imagen y semejanza», y don Bosco no copió a Cafasso; ciertamente, lo imitó en las virtudes humanas y sacerdotales —definiéndolo «modelo de vida sacerdotal»—, pero según sus aptitudes personales y su vocación peculiar; un signo de la sabiduría del maestro espiritual y de la inteligencia del discípulo: el primero no se impuso sobre el segundo, sino que lo respetó en su personalidad y le ayudó a leer cuál era la voluntad de Dios para él. Queridos amigos, esta es una enseñanza valiosa para todos los que están comprometidos en la formación y educación de las generaciones jóvenes, y también es una fuerte llamada a valorar la importancia de tener un guía espiritual en la propia vida, que ayude a entender lo que Dios quiere de nosotros. Con sencillez y profundidad, nuestro santo afirmaba: «Toda la santidad, la perfección y el provecho de una persona está en hacer perfectamente la voluntad de Dios (...). Dichosos seríamos si consiguiéramos introducir así nuestro corazón dentro del de Dios, unir de tal forma nuestros deseos, nuestra voluntad a la suya, de modo que formen un solo corazón y una sola voluntad: querer lo que Dios quiere, quererlo en el modo, en el tiempo y en las circunstancias que él quiere, y querer todo eso únicamente porque Dios así lo quiere».

Pero otro elemento caracteriza el ministerio de nuestro santo: la atención a los últimos, en particular a los presos, que en Turín durante el siglo XIX vivían en en lugares inhumanos e inhumanizadores. También en este delicado servicio, llevado a cabo durante más de veinte años, Cafasso fue siempre el buen pastor, comprensivo y compasivo: cualidad percibida por los reclusos, que acababan por ser conquistados por ese amor sincero, cuyo origen era Dios mismo. La simple presencia de Cafasso hacía el bien: serenaba, tocaba los corazones endurecidos por las circunstancias de la vida y sobre todo iluminaba y sacudía las conciencias indiferentes. En los primeros tiempos de su ministerio entre los encarcelados, a menudo recurría a las grandes predicaciones, a las que asistían casi todos los reclusos. Con el paso del tiempo, privilegió la catequesis menuda, impartida en los coloquios y en los encuentros personales: respetuoso de las circunstancias de cada uno, afrontaba los grandes temas de la vida cristiana, hablando de la confianza en Dios, de la adhesión a su voluntad, de la utilidad de la oración y de los sacramentos, cuyo punto de llegada es la Confesión, el encuentro con Dios hecho para nosotros misericordia infinita. Los condenados a muerte fueron objeto de cuidados humanos y espirituales especialísimos. Acompañó al patíbulo, tras haberlos confesado y administrado la Eucaristía, a 57 condenados a muerte. Los acompañaba con profundo amor hasta el última aliento de su existencia terrena.

Murió el 23 de junio de 1860, tras una vida ofrecida totalmente al Señor y consumada por el prójimo. Mi predecesor, el venerable siervo de Dios Papa Pío XII, el 9 de abril de 1948, lo proclamó patrono de las cárceles italianas y, con la exhortación apostólica Menti nostrae, el 23 de septiembre de 1950, lo propuso como modelo a los sacerdotes comprometidos en la confesión y en la dirección espiritual.

Queridos hermanos y hermanas, que san José Cafasso sea una llamada para todos a intensificar el camino hacia la perfección de la vida cristiana, la santidad; que recuerde en particular a los sacerdotes la importancia de dedicar tiempo al sacramento de la Reconciliación y a la dirección espiritual, y a todos la atención que debemos prestar a los más necesitados. Que nos ayude la intercesión de la santísima Virgen María, de quien san José Cafasso era devotísimo y a quien llamaba «nuestra querida Madre, nuestro consuelo, nuestra esperanza».




1 VR 109 (enero 2010) 22ss.

2 ST 98 (2010) 323-335.

3 CP 153 (junio 2010) 34-37.

4 CG26, Da mihi animas, cetera tolle, Roma, 2008, n. 53: “Vocaciones al compromiso apostólico”.

5 CG26, Da mihi animas, cetera tolle, Roma, 2008, n. 54: “Acompañamiento de los candidatos a la vida consagrada salesiana".

6 Cenno histórico sobre la Congregación de S. Francisco de Sales y aclaraciones correspondientes. Roma. Tip. Poliglotta 1874. En OE XXV, p. 233.

7 Memorie dell’Oratorio. Texto crítico, editado por A. Ferreira. Roma, LAS 1991, p. 195. Poner al servicio de las Diócesis como seminarios menores sus (nuevas) escuelas privadas fue un motivo impulsor de la expansión de la obra salesiana, cf. A. J. Lenti, Don Bosco. History and Spirit. Vol. 5º: Institutional Expansion, Roma, LAS, 2009, pp. 49-73.

8 Cf. P. Braido, Don Bosco, prete dei jóvenes nel secolo delle libertà. Vol. I, Roma, LAS, 2003, p. 544.

9 Summarium, 676 par.14.

10 MB XVII, p. 262.

11 MB XVIII, p. 530.

12 Aunque falta un artículo sobre los seminarios menores en el primer texto constitucional que se conserva, el manuscrito de Rua de 1858, lo introdujo Don Bosco ya en el primer borrador de 1860. Cf. G. Bosco, Costituzioni de la Società di S. Francesco di Sales [1858] – 1875. Edición crítica de Francesco Motto, Roma, LAS, 1982, pp. 76-77.

13 J. CHITTISTER, El don de los años. Saber envejecer, Sal Terrae, Santander 2009, pp. 32-30.

14 Pedro González Blasco. Nacido en Valdeavellano de Tera (Soria). Es licenciado en Ciencias Físicas, doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, maestro (M.D.) y doctor (Ph.D.) en Sociología por la Universidad de Yale (USA), licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales, miembro de la Academia de Ciencias de Nueva York y catedrático en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Autónoma de Madrid. Sus investigaciones se centran principalmente en las áreas de la religión, juventud, valores e I+D. Entre sus publicaciones recientes se encuentran “La opinión pública ante el voluntariado”, “Voluntariado madrileño”, “Jóvenes españoles 1999”, “Jóvenes: relaciones sociales y espacios vivénciales”, “Alguns aspects vivencials dels joves balears”, “La religiosidad interior en la España actual”, “Tendencias en la sociedad actual”, “Jóvenes 2000 y Religión”, “Jóvenes Españoles 2005”. “El Pilar, cien años de historia 1907-2007”, “Radiografía del clero secular español. Comparación con la Encuesta de 1970”, “Consideraciones sobre la situación de la familia en España desde una perspectiva europea comparada”, “Matrimonios y parejas jóvenes. España 2009”.


Juan González-Anleo Grande de Castilla, madrileño, catedrático de Sociología de la Universidad de Alcalá de Henares y de la Pontificia de Salamanca, es autor de una veintena de libros y trabajos diversos en los campos a los que más ha dedicado su labor docente e investigadora: educación, juventud, religión y familia. Entre sus trabajos más conocidos figuran: “Consumid, empobreceos, destruid la tierra. Perfil de la sociedad de consumo” (1978), “El sistema educativo español” (1985), “Religión y sociedad en la España de los 90” (1991), “Para comprender la sociología” (1991, seis ediciones), “El profesorado español en la España actual” (1993), “La religiosidad española, presente y futuro” (1999) y “Para comprender la juventud actual” (2008). Para FOESSA y la Fundación SM y en los departamentos universitarios en los que ha impartido su docencia, ha dirigido o colaborado en una docena larga de investigaciones sobre la situación social de España, la emigración, educación, religión y juventud. En esta línea ha participado como coautor en los informes sobre la juventud española de 1982, 1994, 1999, 2002 y 2005.

15 Cerramos esta sección que hemos dedicado a don Rua. Agradecemos a Raimundo José Almeida sus traducciones de algunos documentos italianos.

16 Audiencia General de Benedicto XVI en la plaza de San Pedro el miércoles, 30 de junio de 2010.

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orum nº 93 |Celebrar la Navidad...

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