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Érase de un marinero

que hizo un jardín junto al mar

y se metió a jardinero.


Estaba el jardín en flor

y el marinero se fue

por esos mares de Dios.


(Antonio Machado)














  1. Retiro ………………….………..............................3–9

  2. Formación…………….………........................10 - 32

  3. Comunicación…………………………………………33 - 36

  4. Vocaciones…...….…..............................37 - 45

  5. La solana……………………………………………….46 - 49

  6. El anaquel……….…….............................50 - 66


  • Mensaje del Papa…………………………50 – 55

  • Don Rua………………………………………56 – 57

  • Año Sacerdotal……………………………58 – 66




Revista fundada en el año 2000

Segunda época


Dirige: José Luis Guzón

C\\ Paseo de las Fuentecillas, 27

09001 Burgos

Tfno. 947 460826 Fax: 947 462002

e-mail: jlguzon@salesianos-leon.com


Coordina: José Luis Guzón

Redacción: Urbano Sáinz

Maquetación: Amadeo Alonso

Asesoramiento: Segundo Cousido, Mateo González, Óscar Bartolomé e Isidro Revilla


Depósito Legal: LE 1436-2002

ISSN: 1695-3681









La corrección fraterna1

Bonifacio Fernández, CMF


La corrección fraterna no es cuestión de crítica negativa sino de escucha. Cuando escuchamos con el corazón acogemos la información del hermano sobre sí mismo. En la convivencia comunitaria enseñamos y nos dejamos enseñar. La fraternidad religiosa está en la Iglesia particular para recordar que el mundo no puede ser transformado sin el espíritu de las bienaventuranzas; es la memoria viva de la gravitación escatológica de toda la Iglesia. El perdón de Jesús forma parte de la gran liberación que nos ha traído y que ha culminado en el acontecimiento de la Pascua.


Nos fatigamos trabajando con nuestras manos; si nos insultan, bendecimos. Si nos persiguen, lo soportamos. Si nos difaman, respondemos con bondad. Hemos venido a ser, hasta ahora, como la basura del mundo y el deshecho de todos. No os escribo estas cosas para avergonzaros, sino más bien para amonestaros como a hijos míos queridos" (1Cor 4, 12-14).


El tema a desarrollar a partir del texto paulino es la corrección fraterna dentro de las relaciones fraternas y pastorales; ¿cómo la vive Pablo en su ministerio apostólico? ¿Cómo vive su relación con las comunidades que han nacido por el Espíritu gracias a su ministerio apostólico? Las comunidades nacen gracias a la predicación del kerigma y a la respuesta de fe y conversión.


Los que reconocen a Jesucristo como el Mesías en el ámbito judío, y como Salvador en el ámbito helenista, forman parte de la comunidad cristiana. El predicador y testigo expresa su relación con la comunidad de distintas maneras... La misión implica la entrega de la vida entera. Por eso el apóstol establece con sus comunidades una relación pastoral afectuosa y cariñosa. Pablo predica, forma, exhorta; muestra afecto paternal hacia los nuevos cristianos. Esa relación pastoral hace crecer a las comunidades. Es una relación de reconocimiento y alabanza, de acción de gracias y de oración por las comunidades. Pero la relación pastoral es compatible con el enfado y la reprimenda, con el conflicto y la polémica. La comunidad de fe y de vida que experimenta dificultades de relación tiene que hacer constantemente memoria de los dinamismos de la fe y de la misión.







Elementos de la fraternidad


Vivencia


La fraternidad es relación de personas adultas y libres; personas que han optado por el seguimiento de Jesús como sentido, camino y prototipo de su vida. La fraternidad supone la vivencia de cada persona como sujeto activo, que va descubriendo y construyendo su identidad personal y social a través del tiempo. La identidad más profunda de cada persona es su relación con Dios, su escucha a la llamada permanente de Dios en su conciencia e historia, en la lectura de la Escritura.



Per-vivencia


Los animales perviven; es decir, viven según las pautas de sus instintos, de las normas sociales de la horda; son de "piñón fijo". Los seres humanos, por nuestra parte, tenemos capacidad de realidad. No estamos encerrados en las pautas de los instintos o apetencias. Hemos sido capaces de crear cultura. El primer gran invento cultural es el lenguaje. La ética, la técnica, el derecho son las formas culturales de orientar y encauzar nuestra vida personal. Vivimos en un horizonte abierto. Somos capaces de crear nuevas posibilidades de vida. Creamos cultura y la cultura nos recrea. Nuestro mundo de vida es abierto. Por eso nos cuesta tanto orientarnos en este mundo complejo y pluralista, cada vez más global. Como el escultor, vamos cincelando nuestra vida a golpe de decisiones personales sobre nuestro propio mármol endurecido. Encontrar las decisiones correctas y los perfiles adecuados es susceptible de error, cambio, correcciones del sentido de la marcha La comunidad religiosa tiene como horizonte permanente la búsqueda de la voluntad de Dios. Tiene el centro en la pasión por Dios y su reino.



Con-vivencia


Las piedras coexisten: los seres humanos con-vivimos. "No es bueno que el hombre esté sólo". Nacemos de otros seres humanos. Y gracias a ellos. Además, de alguna manera, todos necesitamos convivir para poder vivir. La afiliación y pertenencia a un grupo es una necesidad de todo ser humano. Puedo adoptar niveles muy dispares de cercanía: el anacoreta, el solitario, el soltero, los casados, la familia, la comunidad. En la actualidad, sin embargo, las vinculaciones grupales son frágiles. El deseo y la apetencia es fuerte; los compromisos son frágiles. Vivimos pertenencias múltiples.


En la convivencia comunitaria nos enseñamos y nos dejamos enseñar. Y esto tiene muchas formas: el ejemplo, el testimonio, el diálogo... La convivencia es un flujo constante de acciones e interacciones; las hay positivas y negativas. Esos flujos de acciones, reacciones e interacciones crean climas: unos negativos y mortificantes y otros vitalizantes y estimulantes. Los climas negativos dificultan la convivencia fraterna y restan energías a la misión.




Supravivencia


El ser humano vive por encima de la realidad actual: la esencia del hombre, según Spinoza, es el deseo; el hombre se supera a sí mismo. El hombre es capaz de crear posibilidades nuevas; es el ser de lo posible. Necesita crear. Su esencia es el amor, se va construyendo en la medida en que ama; en que hace lo que ama y ama lo que hace. El ser humano vive sobre sí mismo; va siempre por delante de sí mismo. Vive en el futuro, en la promesa, en la programación y previsión. Puede utilizar el pasado como un "trampolín" y no como un "sofá". Nuestra vida está hecha con la trama de nuestros sueños", recuerda José Ortega y Gasset refiriéndose a Shakespeare (Estudios sobre el amor, Madrid 1973, p. 27). Precisamente esta dinámica del deseo es también una fábrica de frustración. Los deseos no se cumplen del todo. Las esperas sobre los demás quedan defraudadas. Los hermanos de la comunidad no evitan mi sentimiento de soledad; no llenan mi necesidad de pertenencia; recortan mi necesidad de libertad y espontaneidad. La vida fraterna está empedrada de olvidos, omisiones. Todo ello genera decepción. Y se expresa en forma de quejas, críticas, lamentaciones.



Super-vivencia


La vida humana es mortal y caduca; es efímera y tiene vocación de duración. El ser humano vive en sí mismo; pero no se deja encapsular en sí mismo; establece una red tupida de relaciones con la realidad; es capaz de percibir la limitación. Se sabe a sí mismo habitado por semillas de plenitud. Experimenta con fuerza el deseo y la sed de Dios.


La fraternidad religiosa está en la Iglesia particular para recordar que el mundo no puede ser trasformado sin el espíritu de las bienaventuranzas; es la memoria viva de la gravitación escatológica de toda la Iglesia.



La corrección fraterna y las culpas


Hay dos conceptos que han perdido su vigor negativo que tenían en otro tiempo. Se han dulcificado. Tal vez neutralizado. Me refiero al concepto de seducción y de tentación. Los dos vocablos significaban incitación al mal, al pecado. En nuestra cultura que ha perdido el sentido del pecado. Estos vocablos ya no despiertan el deseo pecaminoso.


La seducción es la capacidad de fascinar, de atraer, de persuadir En este sentido, la vocación es seducción y Jesús mismo es un seductor. Muestra una gran capacidad de hacer discípulos de su vida y de su mensaje.


La tentación ha sido secularizada; ahora significa el atractivo de la trasgresión; trasgresión en las costumbres sociales; trasgresión en las dietas alimenticias. Los trasgresores resultan simpáticos. Y son aclamados. La mujer que se presenta casi desnuda ante una sesuda reunión de políticos y ante las cámaras y lo hace en señal de protesta ecológica, cae muy bien; se convierte en una heroína. El periodista que se quita los zapatos y los exhibe lanzándolos contra un presidente, se hace famoso en todo el mundo Nadie se lo reprocha. Nuestra sociedad ha perdido, en gran medida, el sentido de la culpa moral; pero ha multiplicado la culpa sicológica y social.


Es verdad que estamos creando una sociedad enormemente culpabilizadora. Hay montañas de culpabilidad en la sociedad que públicamente se agreden unos a otros en el mundo de la economía, de la política, de la sociedad y de la Iglesia. Se buscan culpables de todo lo que uno cree que no funciona bien; no se cuenta con lo imprevisible, los límites, los desgastes. Vamos creando grandes máquinas de culpabilización y de exigencia.


Por otro lado hay una exigencia de reconocer los errores y de pedir disculpas por ellos. La sociedad está dispuesta a "perdonar" y aceptar a la persona que reconoce públicamente sus faltas de responsabilidad.


Algo similar acontece a nivel más doméstico en las comunidades y congregaciones. Los juicios negativos, las críticas a los hermanos son, a veces, muy abundantes. Tendemos a exigir a los demás un grado de responsabilidad y coherencia que cada uno no tenemos personalmente, Nadie somos del todo responsables y coherentes: tenemos olvidos, omisiones, egoísmos. Las tareas mal hechas o los comportamientos inadecuados se convierten en motivo de crítica. Y como hay un margen de irresponsabilidad colectiva, el grupo humano crea sus "chivos expiatorios a los que culpabiliza de casi todo lo que no funciona bien. En muchos casos serán las personas con autoridad; en otros casos serán algunas personas que ya llevan la pesada carga de una etiqueta: el despistado, el "manazas"...


Todos nos defendemos de la crítica negativa y culpabilizadora; intentamos liberarnos de tres maneras: negando los hechos, autocastigándonos, echando las culpas a los otros. ¿Cómo neutralizar estos dinamismos que impiden la fraternidad?


En otro tiempo se tenía en la comunidad el capítulo de faltas. Cada uno se sometía a la observación de los demás; se dejaba interpelar. Se exponía a que le recordaran sus límites, sus incoherencias, sus errores, sus manías…Y esto se entendía como ayuda para el trabajo ascético y el crecimiento espiritual. La naturaleza evangélica de la corrección fraterna quedaba muy en entredicho por un instrumento que llegó a ser del todo inadecuado. En lugar de neutralizar los sentimientos de culpa, los expandía; en lugar de ser un ejercicio de perdón y aceptación, se convertía en un ejercicio de castigo y humillación.



La corrección fraterna, ayuda mutua


La corrección fraterna no es cuestión de crítica negativa. La crítica abierta o solapada produce sufrimiento y sentimientos de culpa. Es cuestión de perdón, aceptación y ayuda mutua. La convivencia comunitaria, en este sentido, es ya corrección mutua, aprendizaje común de vida evangélica y autocrítica común a la luz del evangelio tal como se concreta en las constituciones, en los proyectos comunitarios y pastorales.




La escucha con el corazón


La corrección fraterna es cuestión de escucha. La escucha con el corazón consiste en acoger la información del hermano sobre sí mismo. Esa información puede ser de alegría; puede ser de dolor, de decepción, de frustración. Cuando acojo en el corazón la opinión del otro, contraria a la mía, puedo reafirmarme en mis convicciones. Si lo que me comparte es su sentimiento de descontento, de decepción con motivo de un olvido, una palabra, una desatención mía, si lo acojo con el corazón, me dejo afectar. Me dejo formar y transformar. No contraataco ni me defiendo. Sopeso la posible verdad.



La inclusión como corrección


La convivencia en la fraternidad se articula en una red de relaciones. Ciertamente tienen que ver con la red de relaciones que cada uno somos dentro de nosotros mismos, formadas y conformadas, a través de nuestra historia, pero articuladas desde la unidad de nuestro yo.


Esta red de relaciones en la fraternidad incluye un proceso de adaptación. La necesidad de inclusión suscita dinamismos de acomodación, de aprendizaje constante. El grupo impone sus normas y sus pautas para poder recibir e integrar a los nuevos hermanos.


En esta constante búsqueda del lugar propio y significativo en el grupo influye especialmente la emulación de aquellos a quienes el grupo admira y confiere autoridad moral y carismática. Estos actúan con su ejemplo, con sus acciones y sus omisiones. Su manera de ser y su presencia en la fraternidad constituyen un foco de influencia. Esas personas tienen encanto, ejercen atracción, suscitan imitación. Llaman a la superación. Son, en alguna medida como la luz. Allí donde están irradian a través de sus gestos, de sus acciones de sus comportamientos.


La aprobación o el desdén de estas personas es una forma importantísima de corrección fraterna. Corrigen, con su excelencia, la tendencia a la mediocridad y al conformismo con los mínimos a que tiende la dinámica grupal. Estas personas ejercen de un modo especialmente eficaz el poder de la alabanza, del reconocimiento. Es una energía que todos tienen en la fraternidad; pero hay personas que la tienen en proporción mayor. Su aprobación constituye un gran estímulo; su desaprobación, latente y patente, una forma de corrección



El proyecto de vida evangélica como prototipo


El evangelio pone ante nuestros ojos el proyecto de vida que se desprende de la experiencia y la enseñanza de Jesús. Jesús es el modelo y paradigma de vida. Ese proyecto de vida es retomado y concretado por las constituciones de cada Instituto.


Pues bien, la fuerza de ese ideal se cierne sobre la fraternidad entera. Y lo hace como energía innovadora y sancionadora. Es capaz de suscitar nuevos deseos, proyectos y sueños, nuevas ideas; alienta la fidelidad creativa en el proceso de cristificación de la vida. Además, por la fuerza del Espíritu, la vida de Jesús resucitado se toma una energía que actúa en nosotros contra la mediocridad, contra la dispersión, la superficialidad. Llama a la comunión fraterna admitiendo y reconociendo los pecados contra ella.



El perdón como liberación


Jesucristo ha introducido en nuestra historia de pecadores un nuevo comienzo. Ya en su vida histórica Jesús rompió el círculo diabólico de culpa-castigo introduciendo el perdón. La fuerza del perdón es la única capaz de renovar la vida y superar el círculo vicioso de la violencia-contraviolencia, culpa-castigo, ofensa-venganza. E1 perdón de Jesús forma parte de la gran liberación que nos ha traído, que ha culminado en el acontecimiento de Pascua. El perdón constituye un nuevo comienzo en la vida personal y comunitaria; nos libera de las culpas acumuladas. Nos recuerda que ninguno de nosotros puede darse a sí mismo la plena realización de sus expectativas. Nos hace experimentar que sólo Dios es Dios: el único que sacia del todo nuestra sed.



En conclusión


La comunidad es lugar de relación, de interacción y ayuda mutua. Y por ello también lugar de corrección fraterna. Será efectiva en la medida de la disposición para dar, acoger y celebrar el perdón. La actitud de apertura al aprendizaje conlleva el dejarse formar por las experiencias y acontecimientos de la vida. Y es así como se experimenta el perdón en la vida Y éste, a su vez, es la preparación para la celebración del perdón en el sacramento.


Para el trabajo personal y comunitario

SÍMBOLO PARA MEDITAR

EL RÍO

Érase una vez un río. Discurría por la montaña y ya soñaba presuroso con el mar Un buen día advirtió que había nubes sobre él. Eran hermosas y caprichosas. El río quería tener una sola para él. Pero las nubes eran esquivas. De pronto sopló el viento con fuerza y barrió todas las nubes. El río enamorado pensó que ya no valía la pena vivir. Quería morirse. ¿Para qué seguir viviendo si ya no había nubes?


Esa noche, sin embargo, el río volvió sobre sí mismo. Jamás había mirado en su interior. Y escuchó su llanto. Y descubrió algo muy importante. Comprendió que las nubes no eran más que agua. Y que él mismo era agua.


Al día siguiente vio el cielo azul por primera vez en su vida. Jamás había reparado en él. Por la noche recibió en su corazón de río la imagen de la luna llena. No se podía imaginar tanta belleza. Más tarde volvieron las nubes, pero ya no quiso poseer a ninguna. Comprendió que no debía correr tras ellas, que podía ser él mismo y disfrutar de su belleza- (Thich Nhat Hanh)


- ¿Qué me revela esta narración sobre la manera de vivir las esperas y expectativas con respecto a los demás?


- ¿He vivido últimamente algún acontecimiento de decepción en mis esperas en la comunidad?


- ¿Cómo elaboro mis sentimientos de venganza?


- ¿Cómo recibo la corrección fraterna?


  • ¿Cómo manejo mis sentimientos de culpa?


  • ¿Soy una persona que, en lugar de buscar soluciones a los problemas, tiendo a buscar culpables?


  • ¿Soy una persona culpabilizadora? ¿Experimento sentimientos de venganza? ¿En qué situaciones? ¿Con respecto a quién?


  • ¿Veo en la comunidad alguna persona cargada con la función de "chivo expiatorio"?


  • ¿Cómo doy el perdón? ¿Cómo lo pido? ¿Cómo lo recibo? ¿Cómo lo rechazo?







Reinventar la catequesis en un mundo en movimiento2


Henri Derroitte

INTRODUCCIÓN

La mayor parte de los asistentes a esta Asamblea conoce a Jacques Audinet. Había escrito, hace más de 35 años, un artículo para la revista francesa "Catéchèse" en el que desgranaba algunas notas un tanto amargas2. Anotaba frases claras, como "la catequesis está acabada, es necesario hacer otra cosa", “al final de un largo camino, después de haber gastado tesoros de inteligencia y esfuerzo, nos encontramos ante un muro", "camino sin salida". "Se habla todavía de catequesis como si se hablara de aquellos buenos tiempos pasados, casi como antiguos combatientes". Jacques Audinet hacía inmediatamente el siguiente comentario: "Tales frases las he oído tantas veces en los últimos tiempos, no como una tontería, sino como una cuestión inquietante; los que las dicen no son unos humoristas, son hombres y mujeres que, desde hace años, han trabajado y construido, tienen en su haber un trabajo considerable. Han formado catequistas, han puesto en funcionamiento una organización, han consagrado su tiempo y su energía al anuncio de la Palabra de Dios”3.

¿Sería igualmente provocador hacer la misma pregunta en 2008, con ocasión de este coloquio internacional de Lumen Vitae, reconocido más allá de las fronteras por la calidad de las investigaciones que se han llevado a cabo sobre la transmisión religiosa?

Os digo mis inquietudes y mis preguntas. Después de años y años, hemos tenido numerosas y buenas ideas sobre el futuro de la catequesis, pero decidme dónde se han puesto por obra estas ideas sobre el futuro. Hemos renovado teorías referentes a la catequesis; ya no decimos más "catecismo", décimo "catequesis". No hablamos de catequesis de niños, sino de catequesis de adultos, de catequesis intergeneracional, de catequesis comunitaria. Ya no decimos que la catequesis es colorear o hacer trabajos manuales, decimos que la catequesis es bíblica, hermenéutica, simbólica. No hablamos de que la catequesis debe imitar la pedagogía escolar, sino que es mistagógica, diferenciada, abierta, que es un itinerario atento a la singularidad de cada persona. Cada uno de estos desplazamientos era necesario, lo acepto totalmente, pero observad conmigo la realidad de encuentros de catequesis en nuestras ciudades y haced cuentas: raros son los lugares en los que realmente se haya cambiado y se hayan llevado a la práctica las ideas.

Hay razones para proponer como ejemplo el "Texto nacional francés para la orientación de la catequesis, una pedagogía de iniciación, camino posible para engrandecer y descubrir la riqueza de ser cristiano”4. Pero reconocemos que al organizar los contenidos, los tiempos y los objetivos de la mayor parte de las catequesis de preparación de niños a la confirmación o a la profesión de fe, hacemos a sabiendas lo contrario. Cuando un escolar dedica años para culminar sus estudios, el diploma que recibe marca el final definitivo de sus esfuerzos y puede pasar a otro nivel. Cuando la catequesis mantiene, sea como sea, contingentes de jóvenes hasta el día de su confirmación, hacia los 14-15 años, les da algo parecido: han satisfecho sus exigencias, no debe venir más a la catequesis, pueden irse, no se les verá más. Emilio Alberich y Ambroise Binz son lúcidos cuando dicen: "el proceso de iniciación se ha convertido a menudo en el proceso de conclusión”5.


Tomamos otros dos ejemplos. Primero el de la catequesis de adultos. Ha llegado a ser casi como una fantasía. Las palabras de la exhortación "Catechesi Tradendae" (nº 43), que hacen de la catequesis de adultos "la principal forma de catequesis" se citan con frecuencia. Muy bien. Pero el hecho es que un observador neutro podría extrañarse, con razón, de ver una institución tan fuertemente ocupada en transmitir su patrimonio de una generación a la siguiente, dedicarse tanto al mundo de la infancia y de la juventud. Esto nos plantea una pregunta: ¿Ha llegado la catequesis de adultos a ser, realmente, la principal forma de catequesis? En vuestros países, en vuestras diócesis, ¿cuántas parroquias tienen un plan realista de promoción de la catequesis de adultos? ¿Cuántas parroquias pueden decir que han puesto en ella su prioridad catequética, no en teoría, sino asignándole medios financieros, personas cualificadas, pedagogías apropiadas?

Segundo ejemplo: lo intergeneracional. Aquí se podría, sin duda, ser más optimista. Han surgido numerosas iniciativas para organizar jornadas de catequesis intergeneracional, es verdad; pero hay un gran desfase entre la teoría y la práctica. Los autores anglosajones, que han descrito con todo detalle los beneficios de este proyecto intergeneracional, insisten en la importancia de la dimensión comunitaria. Hay comunidades que tienen reuniones frecuentes prolongando la misa de las familias e invitan a los padres a vivir una parte de las actividades catequéticas con sus hijos. El hilo conductor sigue siendo la catequesis de niños, a menudo en un recorrido marcado por los niños, un año de catequesis, una etapa hacia la confirmación o la profesión de la fe. De nuevo nos podemos preguntar: la catequesis intergeneracional, ¿no es una "falsa buena idea", en la medida que prolonga la vieja asociación de la preparación sacramental y la obligación? ¿No es simplemente buscar el apoyo de los padres que están implicados en la catequesis, no tanto sobre la base del deseo del adulto de profundizar la maduración de su fe, sino por fidelidad a la educación dada a sus hijos? ¿Vienen a la catequesis intergeneracional como si fueran a un partido de fútbol del niño el domingo por la mañana, o como si fueran a ver un espectáculo preparado por los pequeños?

Intentemos ahora un primer análisis y explicación: ¿podemos realmente creer que estas ideas generosas, "catequesis de adultos", "catequesis intergeneracional", "catequesis iniciática", pueden desarrollarse en cualquier lugar? Por decirlo de otra manera, antes de inquietarse por la escasez y la fragilidad de signos de renovación de la catequesis, ¿no sería mejor comenzar por mirar la vitalidad de las comunidades cristianas?

Estamos en una paradoja tremenda para la pastoral de nuestras regiones. La opción tomada por varias diócesis de reagrupar las parroquias y de crear nuevas unidades pastorales ¿va a servir a la renovación de la catequesis? Odile Ribadeau-Durnas y Philippe Bacq constatan que estas nuevas estructuras producen nuevas dificultades: disminución de la participación en las asambleas debida a la lejanía geográfica, mayor anonimato entre las personas que no se conocen, dificultad para el clero de tener relaciones de proximidad, riesgo de funcionalizar a los agentes pastorales6. Para un nuevo despliegue catequético, en la cercanía y al servicio de itinerarios personales, ¿es una opción pertinente? Para que una comunidad sea el origen, el lugar y la meta de la catequesis, como dice el Directorio de 1997 (n2 254), sería necesario que se consigan la autenticidad y la visibilidad de las parroquias.

Las parroquias, que por naturaleza están construidas por reagrupamientos llamados "adscriptivos" por los sociólogos, ya dados de antemano7, ¿son aptas para llevar proyectos de anuncio, de catequización, de evangelización? Se les puede hacer esta pregunta al constatar el paisaje religioso occidental que es cada vez más abigarrado y de mayores contrastes. Esta constatación clásica hace que la transmisión religiosa sea menos automática y pida formas más diversificadas y singulares de despertar la fe: ¿qué estilo de vida y forma de existencia predica la catequesis, en definitiva, para los adultos del siglo XXI?8 Como apunta Jean-Marie Donegani, "es difícil para una institución asegurar la transmisión que consiste esencialmente en hacer que las actitudes y los comportamientos de los individuos sean conformes a sus propias normas"9.

En este contexto moderno, en que el individuo construye él mismo el sentido que da a su propia existencia, "se constata la inadecuación de la problemática funcionalista que ve la socialización como "poner en conformidad al individuo con el sistema". Fundamentalmente, hay un problema en relación a la comunidad: no se siente casi comprometida en su conjunto y no se deja inquietar apenas en su manera de vivir. Podéis permitirme esta nueva pregunta: ¿Representan las comunidades parroquiales existentes un espacio real de vida cristiana?"12.

¿DÓNDE TOMAR UN BAÑO ECLESIAL?

Creo que llegamos al nudo del problema. La catequesis se quiere que sea iniciática, intergeneracional y comunitaria, en una Iglesia en la que es considerable el número de personas que no encuentran nada significativo en la experiencia religiosa cristiana. La catequesis de adultos está frente a un muro; el testimonio de las comunidades cristianas parece ser más bien negativo, se ve incluso como un lugar de "desaprendizaje": "La comunidad eclesial, en tanto que escuela de cristianismo y de lugar de experiencia para la catequesis (…) lanza a menudo deseos piadosos y constituye, frecuentemente, un problema más que una solución"12.

En este entorno, los textos oficiales que aparecen desde hace algunos años en las Iglesias occidentales, abogan para que la catequesis se renueve al contacto con "el medio nutritivo"" que es la comunidad cristiana.

Comencemos por reflexionar sobre esta relación estructural y saquemos las inevitables implicaciones:

La conferencia de obispos de Francia habla en el "Texto nacional para la orientación de la catequesis" de "baño" eclesial: "la acción catequética tiene necesidad, para poderse realizar, de lo que se podría llamar un "baño" de vida eclesial"14.

Los obispos de Québec anotan que "toda la comunidad es a la vez el lugar y el agente del proyecto catequético”15.

Los obispos alemanes insisten en el papel de la comunidad para facilitar la experiencia concreta de Iglesia: proponen a los catequizados frecuentar los "biotopos" de fe vivida, concebidos como espacios de iniciación, de experimentación y de verificación de caminos de fe cristiana16.

Los obispos belgas adoptan, por su parte, la simbología de sumergirse: "se aprende a gustar la fe cuando se acepta estar sumergido en la vida de la Iglesia"17, escribían en 2006.

A la hora de las constataciones amargas sobre la cantidad y la calidad de las vivencias en las parroquias y en otros lugares de pertenencia cristiana, en una época de individualismo y de redes de pertenencia efímeras y móviles (en el proyecto familiar, el descanso y la vida profesional), ¿cómo es posible poner todas las esperanzas en la comunidad cristiana? Si la comunidad debe ser el lugar y fuente de renovación catequética, ¿no está acabado el asunto cuando se constata que todos los indicadores de vitalidad de estas comunidades están en rojo?

Pero en este interrogante que formulo, ¿no deberían estar a la inversa los dos términos de comunidad y de catequesis? ¿Será la catequesis mañana la fuente de renovación de la comunidad? ¿Podría la parroquia regenerarse profundamente, gracias a la vitalidad de iniciativas nuevas en materia de transmisión religiosa?

Es el teólogo de Québec Marc Pelchat quien, a mi entender, se ha acercado mejor al verdadero reto de la transmisión religiosa: "En la práctica, el trabajo de educación de la fe produce efectos mínimos sobre la vida de la Iglesia. El aparato eclesiástico rara vez se pone en cuestión, incluso cuando se hace evidente que impide concretamente que numerosas personas accedan a la fe. La renovación de la vida eclesial y la reforma de sus estructuras se hacen indispensables para un proyecto exitoso de educación de la fe. (…). Existe una relación que podríamos llamar constitutiva entre comunidad y educación de la fe; todo el trabajo de formación y educación de la fe se queda sin efecto, si al final la comunidad no se encuentra modificada por el paso de una fe conceptual a la práctica de creyente"18.


QUIERO QUE ESTO SE ADIVINE

Para tratar esta cuestión vital, no es inútil a mi modo de ver dar un rodeo histórico e interesarnos por la historia de la transmisión religiosa en Occidente.

Es bastante fácil señalar en esta larga historia un movimiento oscilatorio entre la actividad misionera, muy visible, oral, explícita, y otra presencia discreta, escondida y significativa. Desde el corpus neotestamentario en el que cohabitan los símbolos de visibilidad (la ciudad en lo alto de la montaña de Mt 5,14) y los de lo escondido (la levadura en la masa de Lc 13,21) nos viene esta cuestión: habida cuenta de los contextos de la transmisión religiosa hoy, ¿han tenido los dos modelos - hic et nunc - la misma importancia y el mismo impacto?

Los textos del Nuevo Testamento que evocan la misión, pueden dividirse en dos grupos19. Los textos más antiguos son aquellos del modelo "Id, enseñad...". En ese momento hay un público atento, son los "temerosos de Dios", los paganos que provienen de las sinagogas. Los textos más recientes (cartas pastorales, Juan, cartas católicas) se construyen bajo el modelo de "Estad preparados para dar cuenta con dulzura de la experiencia que está en vosotros...". Las personas que estaban disponibles ya se han convertido, se trata ahora de vivir.

A propósito de la evangelización del siglo I al V, la misionóloga A. Seumois habla de una difusión celular. El testimonio de los miembros de las comunidades cristianas atrae a los nuevos convertidos. El apostolado no se da más que excepcionalmente por movimientos de masas y, por lo general, de forma individual o familiar. La evangelización se hace muy a menudo desde los grandes centros hacia las zonas rurales y a lo largo de los ejes comerciales20.

Este modo de transmisión supone largos plazos, paciencia, una actitud centrada en la existencia, un largo compartir con la vida de las personas. Se puede dialogar mucho tiempo antes de que surja alguna cuestión vital para el otro: "Tú, tu manera de vivir me interesa, dime en qué crees, dime lo que te hace vivir así”.

Desde el siglo V al XII, no es exagerado decir que el movimiento monástico llevó la fe cristiana a Occidente. Cuando el ideal del monje era la toma de distancia respecto al mundo y la renuncia, el monaquismo fue a la vez un agente primordial de la misión medieval y el instrumento esencial de la reforma de la sociedad en Europa21. En su libro sobre los referentes misioneros, David Bosch analiza esta paradoja y avanza cuatro explicaciones22. Primero, estos monjes eran considerados en alta estima por el pueblo, su vida sin compromiso impresionaba. Luego, su estilo de vida ejemplar había ganado en influencia entre los campesinos: los monjes trabajaban duramente la tierra y vivían sencillamente. Además, en un contexto de inseguridad, de desorden e incultura, los monasterios proponían un ideal de orden, de educación y de cultura. Todas estas actividades generadas por la comunidad beneficiaban a todos los vecinos. En fin, la perseverancia y el sufrimiento de los monjes daba que pensar; ni las invasiones, ni las destrucciones dieron al traste con la tenacidad de los monjes. Estas actitudes no tenían una intencionalidad directamente misionera, pero, como lo dice David Bosch, estaban impregnadas de una dimensión misionera23.

Si se vuelve a examinar cómo la transmisión religiosa se hizo teoría en el siglo XX, encontramos de nuevo el mismo movimiento oscilatorio: entre un modelo catequético basado en las pedagogías escolares de exposición de la verdad y de justificación de ésta y la llamada a la presencia escondida, al testimonio silencioso, vemos que los modelos de anteayer y de ayer han oscilado de un polo al otro. Hoy, todo aboga por una tercera vía, la del paso por una experiencia vivida, de la que se puede dar cuenta, la experiencia de una iniciación holística cuyos componentes se pueden justificar.

No hay más que un solo camino para testimoniar a Jesucristo. No se puede separar jamás la palabra de la acción, del ejemplo, de la presencia cristiana, del testimonio de vida. Es el "Verbo hecho carne" que es el Evangelio. La acción sin palabra está muda, la palabra sin acción está vacía; la palabra interpreta las acciones y las acciones dan validez a la palabra, lo que no quiere decir que cada acción deba tener una palabra de referencia, ni cada palabra su acción.

La transmisión religiosa no es solamente una proclamación verbal, sino que tiene otra dimensión verbal inevitable. En una sociedad marcada por el relativismo y el pluralismo, es necesario pronunciar el Nombre de aquel en quien nosotros creemos. Pero el motor de toda transmisión está aquí: "Trasmitimos mejor lo que nos hace vivir"24. La transmisión religiosa pasa, pues, por otras modalidades más allá de la enseñanza propiamente escolar; si ha habido épocas en las que lo importante era tener una aproximación intelectual a la fe, hoy se hace, ante todo, una llamada a la experiencia de los transmisores, de los catequistas, de los cristianos25. "La realidad de la transmisión nos lleva a la calidad de los transmisores (...) En realidad, transmitir el Evangelio supone responder a una cuestión que se dirige personalmente a cada uno: ¿De qué manera el Evangelio es, para mí, un alimento para ser más humano?"26. El célebre actor Michel Serrault, dejó escrito un diario al final de su vida. Decía: "No se es jamás verdaderamente cristiano... es una dirección que se toma. Yo no me declaro nunca cristiano... ¡Quiero que se adivine!”27.

Anotemos de paso que esta aproximación reciente tiene el gran mérito de situar la responsabilidad de los transmisores. Entre corrientes minimalistas, por las cuales el hombre y la transmisión es solamente la obra del Espíritu Santo, y las corrientes maximalistas que, a instancia de los publicistas, harían de la catequesis una operación exitosa de marketing, esta vía propone que la transmisión religiosa no se hace ni por nosotros solos, ni sin nosotros: es a la vez llamada a la despreocupación y a la desposesión (Dios hace nacer conversiones en lugares imprevisibles, nos hace vivir encuentros inverosímiles) pero, al mismo tiempo, llamada a la responsabilidad: "es necesario que los testimonios sean suficientemente creíbles para ser signo, pero está claro que estos testimonios remiten a algo más que ellos mismos"28.

Para la continuación de esta conferencia, os propongo examinar más atentamente este nuevo referente del obrar eclesial: el de la autentificación de la palabra en lo vivido. Como lo ha dicho Jean-Claude Reichert: "No se transmite la vida de fe, se hace posible su nacimiento justamente viviendo por sí mismo y en Iglesia la vida de fe"29. Participar individual y colectivamente en la aventura de la propuesta de la fe, será así: "aceptar el hecho de referir su vida a un testimonio global que los cristianos tratan de encontrar en el Evangelio"30.

Para dar carne a este referente, la continuación de la conferencia está construida en tres tiempos. Os propondré primeramente reflexiones teológicas y eclesiológicas sobre los lazos entre la Iglesia y el Reino de Dios, entre sacramentalidad de la Iglesia y testimonio cristiano. Haré a continuación examen de la fórmula "Comunidad cristiana, carta de Cristo", preguntándome por la aptitud de las comunidades cristianas para transmitir en nuestros contextos occidentales. Así se identificarán cuatro temas: importa considerarlos antes de poner en marcha un nuevo proyecto catequético. Mostraré cada vez qué y cómo la catequesis tiene lugar en este trabajo de refundación. En fin, la conclusión volverá sobre el lugar de los testigos en catequesis.


LA SACRAMENTALIDAD DE LA IGLESIA

A partir de la misión divina podemos comprender y situar la misión de la Iglesia en el siglo XXI31. Jesús se ha encarnado para todos, toda su vida es una misión, no cesa de consagrarse por todos sus hermanos, les escucha, responde a sus deseos, salva, perdona, clarifica. Tiende la mano a los extraviados y se sienta a la mesa de los pecadores. Por su bondad, destruye los muros espesos que separan a los hombres y reconstruye la unión allá donde reina la soledad. En estos gestos está la revelación: en ellos se muestra el corazón de Dios, bueno con todos. Hijo de Dios, se hace hombre para ser entre los hombres el que refleja la mirada del Padre de toda bondad. Quien lo ve y cree en Él ve al Padre. La misión del Hijo del hombre va tan lejos que llega al corazón mismo del odio y del aislamiento. Jesús, el hombre que está plenamente en unión con Dios y sus semejantes, es para nosotros aquel en quien tienen su fundamento la paz y la reconciliación. Es, así, el gran sacramento, signo y acción de Dios para los hombres y entre los hombres.

La Iglesia de "Lumen Gentium" (nº 1,9,48) se considera como signo, como sacramento. No existe para ella misma, sino para servir al Reino de Dios. La Iglesia "sacramento universal de salvación" (LG 48), sacramento del Reino de Dios, no se identifica con este Reino, sino que "constituye aquí en la tierra la semilla y el comienzo del Reino de Dios"". Está "en la naturaleza del sacramento, signo y medio de unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG l). Es un "signo", por consiguiente, el anuncio y la presencia en germen del grandioso proyecto de Dios sobre la humanidad que llamamos "Reino de Dios". La Iglesia constituye una mediación histórica, sin replegarse en ella misma para realizar su propio proyecto, sino como "pueblo mesiánico" que da testimonio y proclama al mundo la venida y la promesa del Reino y al mismo tiempo hace aparecer los primeros frutos de este Reino. Así pues, la misión no es una tarea entre otras confiadas a la Iglesia, es su razón de ser, "la expresión de su naturaleza"33.

Así pues, una primera y fundamental indicación es que la práctica eclesial no tiene por finalidad la Iglesia por ella misma ni su auto-preservación o su auto- afirmación en el mundo, sino que se concibe en función de un plan que a la vez determina y trasciende su significado: la difusión y el crecimiento del Reino de Dios y de sus valores en la historia. Así es como la comunidad cristiana encuentra el sentido último de sus esfuerzos: asegurando la promoción de los valores del Reino de Dios: comunión con Dios y entre los humanos, fraternidad, libertad, paz, felicidad y vida. Jesús reúne hoy a su Iglesia para que vaya a todos: la Buena Noticia de la salvación realizada por Dios en Jesucristo puede ser propuesta a todos por el testimonio de la Iglesia. El papel del cristiano es llegar a comprender cómo Dios está actuando en el mundo actual y trabajar para que lleguemos a un mundo de justicia, de libertad, de paz. La esperanza escatológica del Reino de Dios es lo que anima a la Iglesia a trabajar sin descanso. "Allá donde la Iglesia vive profundamente su llamada, el Reino toma forma. Es la porción de humanidad en que los dones del Espíritu del Señor están presentes, al menos en germen, en su comienzo"34. Sierva del Reino (Redemptoris Missio, nº 20), la Iglesia se define por su misión: ser signo de interpelación35. Importa, pues, que el rostro de Jesucristo no quede escondido por la forma eclesial unida a una determinada civilización, a una clase restringida o a una época más o menos revuelta. Que la iglesia sea el signo de "una limpieza cristalina que atrae a todos los hombres a Jesucristo"36. Está en su identidad misma. Ciertamente, tiene una realidad social, pero la vida de la Iglesia ofrece algo original: orientada a la manifestación de la salvación, la muestra por la solidaridad igualitaria, la fraternidad exigente y la comunión que no quede al margen de la sociedad global37. "Sea cual fuere el número de su fieles, por muy pequeño que sea, la Iglesia cumple su misión poniendo todos sus cuidados en mantenerse en comunicación con todas las personas, las sociedades y los pueblos, en conocer las necesidades de la humanidad y auxiliarlas, en pensar en sus llagas, en elevar su espíritu, en participar en sus combates para la liberación jamás conseguida, en desarrollarse al servicio de los hombres en el espíritu de las Bienaventuranzas (…) Tiene a pecho presentarse a ellos como una tierra de libertad y de fraternidad, en que los hombres se ayuden mutuamente a crecer en humanidad”38.

¿Qué consecuencias se siguen de esto para construir un nuevo referente catequético? "Lejos de agotarse en una simple comunicación de ciertas verdades, por más importantes que sean algunas de ellas, la revelación divina se presenta como la intervención poderosa y misericordiosa por la cual Dios se comunica él mismo y nos hace conocer su proyecto de comunión y de salvación en favor de la humanidad entera. En este tiempo actual de la Iglesia, la catequesis continúa siendo un instrumento y el medio de esta comunicación y de este proyecto cuyo centro es la persona de Cristo"39.



¿PUEDE SER LA COMUNIDAD LA CARTA DE CRISTO?

En septiembre del 2007, el obispo de Lieja, Mgr. Aloys Jousten, enviaba una carta pastoral a todos sus diocesanos. Este mensaje, propuesto en forma no solamente de un escrito sino también de un DVD, llevaba como título "Vivir y anunciar el Evangelio" y, como subtítulo "Mi carta sois vosotros" (2Cor 3,2). Este nuevo elemento dado para vuestra reflexión, tratará sobre el desafío de la comunidad cristiana. ¿Cómo un grupo, reunido en nombre del Evangelio de Jesucristo, puede ser carta de Cristo; cómo puede, dicho de otra manera, por su forma de ser y de vivir, hacer desear, conocer y encontrar el proyecto de Dios? ¿Cuándo podemos decir que un grupo, una comunidad, una parroquia, pueden verdaderamente hablar de Cristo, ser su signo, su carta, una carta hecha de carne, que vive y alumbra con una buena noticia? Esta unión entre comunión y anuncio nos la recuerda el Evangelio de Juan: "Que su unidad sea perfecta; así sabrá el mundo que Tú me has enviado, y que les has amado como me has amado a mí" (Jn 17,23). En su relectura del Concilio Vaticano II, Gilles Routhier pone también el acento en estos textos: "el anuncio del Evangelio y la respuesta de fe han sido y continúan siendo la fuente de comunión eclesial”40. (Cf. LG 19 y DV 17)

La hipótesis que formulo aquí se puede enunciar de esta manera: tanto la parroquia como la catequesis, hoy todavía, se piensan y se organizan en representaciones de la religión que están pensadas bajo formas culturales mono-religiosas, salidas de los espasmos del siglo XVI, donde la vida cristiana estaba hecha de costumbres poco justificadas, de adhesiones poco decididas, de organizaciones clericales fuertemente estructuradas, y en las que "la doctrina y la disciplina estaban al abrigo de las convulsiones"41 y donde la transmisión religiosa era conducida por esta estructura englobante.

"Hay acuerdo en decir que solamente una revitalización de las comunidades cristianas hará posible la transmisión. ¿No sería necesario invertir esta 1ógica y considerar que la Iglesia recuperará su tono dejando aparte sus preocupaciones de intendencia? Apasionándose por los herederos que ella desea engendrar es como la Iglesia descubre la riqueza de su herencia y la alegría de su “vivir-juntos" ( ... ). Conversando con las mujeres y con los alejados de la Iglesia es como se redescubre el poder de salvación"42.

Nuestros contemporáneos buscan lugares, modos de discernimiento y de convivencia en los que se pueda verdaderamente experimentar la fe como testimonio auténtico y como búsqueda de respuesta43, y es por el testimonio como la verdad de la propuesta cristiana puede aparecer.

Gilbert Adler o Maurice Ballet han mostrado con claridad que, en una sociedad pluralista, la verdad está en constante prueba de validación. "Un pensamiento justo debe hacer la prueba de su ajuste, de su autenticidad, de su credibilidad, de su verdad”44. Se acepta una cosa no en razón de su prestigio ni de la autoridad que la promueve, sino en función de su capacidad para responder a nuestras esperanzas y a nuestras necesidades.

La aplicación de esta constatación para la comunidad cristiana es patente. Se esperará menos la prueba de la coherencia lógica, de la inteligencia estructurante de la presentación del cristianismo; antes se verificará si el que toma la palabra para anunciar a Jesucristo vive lo que él dice, es abierto en sus opciones y consciente de que no tienen un carácter exclusivo respecto a otras tendencias que deben coexistir. "Repetir las verdades no es suficiente. Hay que llegar, de alguna manera, a la verdad de la verdad, para que las convicciones, las imágenes, los relatos, los ritos, puedan tener sentido"45.

Notamos aquí que las modulaciones en torno al concepto de verdad han permitido a Mgr. Rouet poner el acento en la definición de testimonio auténtico: "La pregunta de fondo no es solamente la verdad... Lo que importa es la veracidad, es decir, cómo las personas quieren darse cuenta de que el mensaje transmitido por la Iglesia es bueno para ellas”46.

En el siglo tercero, Orígenes decía ya esto en su diálogo contra Celso: "La divinidad de Jesús encuentra su demostración en las comunidades eclesiales que le deben su salvación"47.

El referente de autentificación de la palabra en lo vivido se modifica de golpe. La vivencia comunitaria es la que puede ser signo; en la medida en que “muestra" y no "demuestra", se hace testimonio. La visibilidad es el saludo de la unidad en la diversidad de carismas. Los signos de la visibilidad son los de la legibilidad y la disponibilidad.

Tomemos un punto intermedio

Este nuevo referente, este paso, no es posible sin una profunda conversión de la Iglesia. Decir que las comunidades son cartas de Cristo está dentro del ideal y de la responsabilidad. No es un automatismo.

Invitar a venir a tomar un baño, a sumergirse, exige que estas comunidades sean sanas, vivas y, sobre todo, coherentes y legibles. Las contradicciones, el anti-testimonio, los "negocios", los conocemos todos como esas situaciones de sufrimiento y exasperación en lugares identificados como cristianos.


De modo más particular, y de manera insistente que proviene del campo del anuncio y la catequesis, hay cuatro temas que merecen ser reconocidos como indispensables para el futuro. Sin concertar y sin iniciativas concretas sobre estos cuatro temas, es de temer que todo proyecto catequético, todo plan de pastoral en nuestros países occidentales tendrá un final rápido. Ciertamente, se escribirá sobre catequesis, se formularán de manera mágica deseos de renovación en la transmisión, pero podemos apostar que los efectos serán mínimos y efímeros.

El tema del simbolismo comunitario. Todos los componentes de la vida cristiana, incluida su organización institucional, se llevan teóricamente hacia la designación metafórica de la germinación presente del Reino de Dios. En la investigación comunitaria, se adopta normalmente una cuádruple división de la función sacramental de la Iglesia como signo e instrumento del Reino de Dios. Por ejemplo, los obispos americanos la tienen en su Directorio Nacional de 197948, es el cuadro adaptado por Emilio Alberich en su obra clásica "Les fondamentaux de la catéchèse"49. El ideal del Reino de Dios está presente en el mundo en las cuatro formas funda- mentales de la visibilidad eclesial: el Reino de Dios se realiza en el amor y el servicio a las personas (el signo de la diakonia), vivido en la fraternidad y en comunión (el signo de la koinonia) proclamado en el anuncio del Evangelio (el signo de la martyria) y celebrado en los ritos festivos y liberadores de las celebraciones cristianas (el signo de la liturgia). En tanto que “funciones" o "mediaciones", son las cuatro formas que toma la Iglesia para ser en el mundo "sacramento" del Reino de Dios. Aceptar, para la Iglesia occidental, no percibirse según los rasgos, las formas y los modos del régimen de cristiandad50, es pensar en su visibilidad y su disponibilidad en la mayor cercanía, de manera que haga vivir a cada uno de estos cuatro signos en su singularidad y en su complementariedad.


Demasiadas parroquias están solamente preocupadas por la liturgia y la catequesis. Es muy raro que los signos de la diaconía y de la fraternidad sean determinantes de las prioridades económicas o en los compromisos pastorales. Estos "cuatro signos evangelizadores" manifiestan la misión de la Iglesia en el mundo. La Iglesia llega a ser portadora de esos cuatro grandes regalos que llegan a ser los signos y las primicias del plan de Dios: un nuevo tipo de amor universal, una nueva forma de comunión, un mensaje y un testimonio llenos de vida y de esperanza, una colección de ritos transparentes y que expresan una vida que mira a su plenitud. Por estos signos, la Iglesia satisface su misión en la historia y ofrece su contribución específica e irreemplazable para la realización del Reino de Dios. Para mí, una comunidad es la carta de Cristo, cuando, en ella, se viven cada uno de los cuatro signos; cuando, en ella, estos cuatro signos son motivo de unión. Ojala que esta exigencia presida las decisiones de reestructuración, las que van unidas a la formación y a la financiación.

El tema de la comunión y de la eclesialidad. La cuestión del "nosotros eclesial está contaminada por dudas entre lógicas muy comunitaristas y tendencias contrarias, muy prescriptivas o enmarcadas. Basta con conocer los discursos que se elaboran sobre el tema de las parroquias. Los unos creen que una parroquia es una comunidad, que debe ser afectiva, un comunidad selectiva, un grupo que se elige y se ame. Los otros hablan de reagrupamiento territorial, de encuadramiento. Son tiempos para dar un paso más y resistir a las tensiones de estas dos fuerzas permitiendo a 1a Iglesia estructurarse en diversos niveles, revalorizando simbólica y simultáneamente no sólo la imagen con formas elementales de vida cristiana, sino también la imagen de la asamblea.

Al lado de las reflexiones sobre el futuro de las parroquias, reflexiones bien complicadas porque implican lecturas del pasado, imposibilidades ministeriales, componentes canónicos, etc. es necesario abogar no sólo para que se animen las "mesas de la Palabra" y las "casas del Evangelio” que Odile Ribadeau y Philippe Bacq desean de todo corazón, sino también las "comunidades de base", grupos de las "primeras células de Iglesia" que son las familias. Estas formas elementales de vida cristiana permiten el encuentro con los cercanos, el vis-a-vis auténtico, no escogen sus interlocutores en función de su estado de vida o su moralidad, no imponen ritmos, fidelidades y regularidades estrictas.

Uno de los elementos de este tema se materializa también en tomo al lugar justo para acordar la asamblea eucarística. Llamados por el Señor, tal es la definición neotestamentaria de ekklesia cristiana. En el futuro, el lugar de la Eucaristía, que reúne bajo la presidencia del sacerdote grupos de vida variados: cristianos comprometidos en diversos frentes, la diaconía, la oración, la catequesis, el cuidado de los enfermos, cristianos de diversas edades para encontrarse en comunión y la escucha común de la misma Palabra de Dios y en el compartir del mismo alimento, puede ser sin duda lo mejor para conjugar "comunión" y "asamblea", "red local" y "comunión cristiana". Sería necesario verificar cómo los cuatro signos evangelizadores se implican, cómo se comprende la presidencia, cómo se valora la calidad litúrgica y cómo los simbolismos se inculturan en el culto eucarístico. Si este tema es prioritario para el cristianismo occidental, lo es particularmente para la catequesis, que espera que la asamblea eucarística sea su iniciadora por excelencia.

El tema de los sacramentos de iniciación. La vida parroquial en general y la catequesis en particular están fuertemente centradas en la práctica sacramental. Pienso en la preparación de los niños a los sacramentos y a las fiestas de la profesión de fe, pero se puede evocar también la vida cotidiana de los sacerdotes en la parroquia, que dedican a las eucaristías y a los funerales una gran parte de su tiempo. En el antiguo modelo de cristiandad, ligado a esta “cultura parroquial" de que hablan los historiadores, el polo estructurante es a menudo la celebración de los sacramentos: hay tendencia a contar el número de bautismos, el número de practicantes, etc.

Pero cada vez más, la exigencia de la autenticidad viene a interpelar de manera constante esta costumbre habitual. Si hay una buena frase del tesoro patrístico que se cita con insistencia en nuestra época, es esa fórmula de Tertuliano, "no se nace cristiano, se llega a ser". Es una tarea que dura toda la vida, es el hecho de la libertad que se implica en una elección. La práctica ampliamente extendida en nuestras regiones y la de un paido-bautismo todavía ampliamente extendido y la de una secuencia en el orden de los sacramentos de iniciación cristiana, que distancia la confirmación del bautismo y la lleva a la adolescencia: en Bélgica francófona, la confirmación se propone a los 14 años en el 40 % de los casos, a los 16 años en el 40 % de los casos, y más allá, hasta los 18 años en el 20 % de los casos.

Para la catequesis, es necesario reconocer que la práctica del bautismo generalizado de los niños y el modo tradicional de la iniciación cristiana en nuestras comunidades, provoca tal debilitamiento del tono general de la vida cristiana que dan más problemas al ejercicio de la pastoral sacramental y la catequesis. El bautismo continúa administrándose sin las garantías suficientes de educación cristiana ulterior. Y se sabe que el proceso de iniciación cristiana ha llegado a ser para muchos un verdadero proceso de “conclusión", porque cierra el periodo de práctica religiosa de muchos jóvenes. De esta manera, el ejercicio convincente de la acción catequética se encuentra también gravemente comprometido. Dejando los últimos supervivientes del modelo tridentino, el futuro de la transmisión conduce a poner en situación la práctica pastoral que favorezca la personalización de la fe. Por esto, un poco por todas partes, se está a la búsqueda y a la experimentación de formas nuevas de iniciación cristiana, que toman como modelo y principio inspirador la restauración del catecumenado. Va a ser necesario poner a prueba el propio coraje. Hace veinte años, Emilio Alberich notaba ya: "Creo que nos encontramos ante uno de los problemas más serios de la pastoral europea contemporánea: debemos reconsiderar en profundidad todo el proceso de iniciación al cristianismo. No es posible continuar en la contradicción actual, ni contentarse con el simple recurso de reformas parciales o parches superficiales que no resuelven el problema de fondo"51.

La Constitución sobre la liturgia del Concilio Vaticano II pedía que se manifieste la unidad de la iniciación cristiana y que, para ello, se revise el rito de la confirmación52. El Catecismo de la Iglesia católica recuerda que “con el Bautismo y la Eucaristía, el sacramento de la Confirmación constituye el conjunto de "los sacramentos de la iniciación cristiana", cuya unidad se debe salvaguardar"53. En nuestras regiones hay cada día más opiniones que abogan para que se vuelva al orden tradicional de los tres sacramentos, bautismo, confirmación y luego eucaristía. Desde un punto de vista teológico y litúrgico, "el argumento a favor de la unidad de los tres sacramentos va por buen camino y tiene un gran valor" escribía en marzo de 2008 el Cardenal Danneels en su boletín diocesano, Pastoralia54. Otro obispo belga, Mgr. Leonard, camina en este sentido, así como los agentes de pastoral y los teólogos. El reciente número de la revista "Lumen Vitae", consagrado a los problemas de la evolución de la catequesis, da la ocasión a un sacerdote francés y a André Fossion, para desarrollar sólidos argumentos en favor de la vuelta al orden tradicional de los sacramentos de iniciación, surgidos como pistas pastorales que permitirían el caminar acompañado en la maduración de la fe de 0 a 30 años55.

El tema de la catequesis. No hay que hacer excepción en el esfuerzo de clarificación pastoral. La meta de la catequesis no es incorporar a la Iglesia, es hacer Iglesia. Su papel no es servir a la conservación o restauración del aparato eclesial actual, sino orientar su dinamismo hacia un proyecto renovado de Iglesia. El referente evoca aquí el de la autentificación de la palabra por lo vivido, supone tanto la calidad de vivir corno la capacidad de hablar. Muy certeramente, uno de los desafíos de la nueva pastoral: habilitar a los cristianos y cristianas para hablar de su fe en relación con su vida. No se logrará la "catequesis intergeneracional", la "catequesis de toda la comunidad", y menos la "catequesis de adultos", sin avanzar sobre la aptitud de los creyentes, sin ostentación ni hipocresía, para hablar de lo plausible y lo deseable que es la oferta divina. La pastoral tradicional ha estado poco atenta a este aspecto: concebida en un espacio mono-religioso, no daba casi la palabra a los adultos. Su modelo es el de una Iglesia "docente, dicens", enseñante, pero poco una Iglesia que aprende56.

El gran especialista de la catequesis, Thomas Groome, nos da esta definición: "Se trata de crear una comunidad de diálogo y participación activa en que los creyentes, que tienen acceso a la sabiduría espiritual de la visión y del relato cristianos, reflexionen juntos desde su propia realidad sociocultural y su acción histórica en tal momento y en tal lugar particular. Esta comunidad debe poder animar a sus miembros a apropiarse de esta sabiduría, a fin de renovar su práctica de la fe cristiana en espera del acontecimiento del Reino de Dios"57. Tratemos de expresar esto de una manera más simple. En este gran desorden pastoral, una de las preciosas aportaciones que la catequesis puede ofrecer es la pedagogía pastoral, en particular las investigaciones sobre pedagogía de iniciación que van a ser reveladoras, se han desarrollado en los círculos "rnisiológicos" como almenas de la teología práctica que se interesan por los catecúmenos y por los que comienzan de nuevo.


Al servicio de una autentificación de la palabra por lo vivido, pienso que cinco elementos de la catequesis permiten a toda la comunidad cristiana repensar, no sólo su manera habitual de hablar y de reencontrar su propia pedagogía, sino también sus fundamentos, su espiritualidad y su universalidad.


Hacia la pedagogía del compromiso. El principio de estas palabras no quiere volver sobre el lugar de lo demostrativo y de lo escolar. La pedagogía iniciática considera que la condición primera de su puesta en funcionamiento es la credibilidad de quien inicia. En su conferencia del encuentro "Ecclesia 2007”, Christophe Théobald insistía: "La credibilidad del que inicia, es (...) la imagen que surge de él, sin saberlo, y su coherencia, que le dan confianza"58. En la relación inaugurada por el intercambio de palabras, hay verdaderamente un compromiso de acercamiento en el encuentro. Lo más importante en la pedagogía iniciática no es decir más o menos correctamente las verdades, lo más importante es hablar en verdad comprometiéndose a sí mismo detrás de lo que se dice, según la magnífica fórmula de Maurice Ballet "que nuestra palabra manifieste la relación que está en el origen"59.


Hacia la pedagogia del testimonio. Por la palabra de uno, Jesús, hijo de Dios, se inauguró la nueva alianza. Por el testimonio personal de mujeres y hombres de Evangelio es posible el encuentro con el Viviente. Un testigo no es forzosamente un santo, no es necesario ser perfecto para ser testigo; el testimonio reposa en este principio: el testigo no conserva su autenticidad si no continúa viviendo; el testimonio comienza por largos silencios antes de hablar; es, por excelencia, ese momento en el que lo vivido se arriesga a expresarse, con humildad, pero con plausibilidad. En este sentido, el testimonio abre, por el hecho de su singularidad, a una universalidad no englobante: “la de las expresiones humanas, ricas de sentido y de belleza, para ser indefinidamente retomadas y revisadas por otros, capaces de reconocer varias cualidades latentes en ellos mismos y añadir lo que les hace vivir"60.


Hacia una pedagogía de la hospitalidad dialogante. La tendencia espontánea de muchas de las proposiciones cristianas es una invitación hecha a los otros para reunirnos, para entrar en recorridos y caminos que hemos construido para ellos. Hay un peligro de concebir las iniciaciones como la simple integración a una serie de creencias y a una institución cuyos sacerdotes, catequistas y animadores pastorales tendrán el control. Todas las características de las más nobles sociedades occidentales, así como los modelos pedagógicos más evangélicos nos conducen a otra lógica: la de la intercomunicación y el diálogo. Se trata de entrar en los debates actuales sobre el sentido, no como poseedores del saber absoluto, sino como colaboradores leales en la búsqueda de la verdad y del bien. Como los discípulos en el camino hacia Emaús, la pedagogía de la hospitalidad comienza por pedir a nuestros contemporáneos "de qué habláis". Se "entra en la conversación que está en marcha", como lo dice con acierto André Fossion61. Esta pedagogía de la hospitalidad es también la del desasimiento de sí mismo en provecho de la acogida en la que los otros puedan encontrar asilo y probar el placer de ser acogido62.


Hacia una pedagogía de la narración. La narración de lo que veo, como primer modo de expresión, permite una relación más humana con lo que se propone. Esta espera permite a los dos interlocutores entrar en diálogo a partir de sus propias experiencias y de sus verdaderas cuestiones. La narración, el relato mezclará forzosamente los acontecimientos de nuestras vidas con los relatos de Jesús. Contar es hacer presente a Cristo. Cada narrador enriquece el relato con sus expresiones y por sus comentarios. "Los mejores narradores son aquellos cuya vida entera ha llegado a se parte del relato de la presencia actuante de Jesús en el mundo de hoy"63. De nuevo es Maurice Ballet quien ha expresado con una gran apertura la riqueza de los relatos entrecruzados: ¿Qué es lo que hace nuestra vida, qué es 1o que le da gusto y fuerza? Y de tal manera que quiera transmitirse desde dentro, que sea poder de engendrar, deseo de creación, de fecundidad?"64.


Hacia una pedagogía global. En la escuela de Jesús, la iniciación no consiste únicamente en la transmisión de un saber; es entrar todo el ser en un nueva manera de existir, con su cuerpo, su sensibilidad y su imaginación. De aquí que la iniciación se haga pregunta constante para que las dimensiones simbólicas y espirituales formen parte integrante de todo proyecto de transmisión religiosa. Los símbolos sirven a todas las culturas para "presentar el misterio"65 dejándose agarrar intuitivamente en la experiencia del ser humano a través de todas sus capacidades de percepción de lo real; las experiencias espirituales, el descubrimiento de la mediación, el sentido de belleza y de misterio, el lugar del silencio y de las tradiciones contemplativas, el lugar de la danza, de la respiración, la vuelta a la naturaleza y a la defensa de la diversidad de la creación, todos estos son otros tantos elementos de la verdadera búsqueda espiritual, tanto más fuerte y más apremiante cuanto más duro y violento es el mundo y mayor la abundancia de la Iglesia en riquezas de este género.

CONCLUSIONES

Permitidme terminar esta exposición con una cita de un obispo belga, el cardenal Danneels. Los obispos belgas han hecho de la catequesis la prioridad apostólica de estos años. Han publicado un documento de orientación “Devenir adulte dans la foi"66. El cardenal Danneels ha decidido acompañar esta movilización con la publicación de una serie de reflexiones mensuales. Termino con un extracto de esta presentación, ofrecida en diciembre del 2006 por el cardenal de Malinas-Bruselas:

"El cristianismo es, ante todo, una predicación viva hecha por apóstoles vivos, antes que una biblioteca de escritos ofrecidos a los lectores. La tradición es más rica que lo que ha sido recogido en la Biblia (...) No somos, hablando con propiedad, "una religión del libro", sino más bien la religión de una persona viva, Cristo, que continúa hablando en los testigos de cada época"67.


NOTAS


1 Henri Derroitte es el actual director de la revista y de las ediciones Lumen Vitae. Recibió en octubre de 2006 el doctorado Honoris causa en el Colegio Universitario Dominicano de Ottawa por sus investigaciones sobre la catequesis y sobre la iniciación. Es profesor en la Facultad de Teología de la Universidad Católica de Louvain, y actualmente responsable de la unidad de investigación en teología pastoral. Dirección: Faculté de théologie, 45, Grand Place, B-1348 Louvain-la-Neuve: cor reo: henri.derroitte@uclouvain.be


2 NDR: Hemos respetado el estilo oral de esta conferencia.


3 J. AUDINET, “Chance de la catéchése” en « Catéchése », 48, 1972, p.361.


4 Texte national pour l`orientation de la catéchése en France” Paris, Bayard/Cerf/Fleurus-Mame, 2006,p.27.


5 E. ALBERICH /A. BINZ, Adultes et catéchése. Élements de méthodologie catéchétique de l`age adulte, coll Théologies pratiques, Ottawa/Bruxelles/Paris, Novalis/Lumen Vitae/Cerf, 2000, p. 11.


6 Ph. BACQ y 0. RIBADEAU DUMAS, Parole de Dieu et pastorale d'engendrement en Ph. BACQ y Chr. THÉOBALD (Dir.), Une nouvelle chance pour I'Évangile, coll. Théologies pratiques, Paris/Bruxelles/ Montréal, Ed.l'Atelier/ Lumen Vitae/Novalis, 2004, p.91 ; Ph. BACQ y 0. RIBADEAU DUMAS, Parole de Dieu et pastorale d´engendrement en SMJ-Contact, 163, sept.-oct. 2005, p.24.


7 L. VOYÉ, L`institution ecclésiale face aux développements contemporains” en V. SAROGLOU y D. HUTSIEBAUT (Dir.), Religion et développement humain. Question psychologique. Hommage á Jean-Marie Jaspard, coll. Relígions et sciences humaines, Paris, L'Harmattan, 2001, pp. 275-293.

8 Cf. las reflexiones de J. AUDINET, La catéchése, enjeu de société, en Études, juillet 1977, p.107.

9 J-M. DONEGANI, inculturation et proposition de la foi dans un contexte de sécularisation», en H. MOLLER (Dir.), Freude an Untersichieden. Kirchen in Bewegung. Joie des différences. Églises en mouvement, Ostfildern, Scwabenverlag, 2002, p. 67.

10 D. HERVIEU-LÉGER, La transmission religieuse en modernité: éléments pour la construction d'un objet de recherche, en Social Compass, 4411, 1997, p.132.

11 Estas preguntas son las de N. METTE, Formation et communauté. Compétence catéchétique et/ou interpersonnelle, en Formation et Église. Pratiques et réflexion. Actes du colloque européen, mai 1985, Strasbourg, cofi. Le point théologique, no 48, Paris, Beauchesne, 1987, pp. 53-73.

12 RL. DUBIED, Apprendre Dieu á l’adolescence, coll. Pratiques, Genéve, Labor et Fides, 1992, p.49.

13 Lettre aux catholiques de France, p.52, citado en le Texte national pour I'orientation de la catéchése en France, Paris, Bayard/Cerf/Fleurus-Mame, 2006, p.31.

14 ¡bid, p.30.

15 Assemblée des Évéques du Québec, Jésus-Chríst, chemin d'humanisation. Orientations pour la formation á la vie chrétienne, Montréal, Médiaspaul, 2004, ch. 4, B,5«

16 Évéques Allemands, Les temps des semailles (Zeit zur Aussaat. Missionarisch Kirche Sein), 26 noviembre 2000, chp. 3.3, a consultar en el sitio http:lldbk.de/schriften/.

17 Évéques de Belgique, Devenir adulte dans la foi. La catéchése dans la vie de l'Église, septiembre 2006, n' 65.

18 M. PELCHAT, "L’éducation de la foi des adultes en tant qu’intervention pastorale: action formatri- ce et transformatrice, en C.MENARD (Dir.), Uintervention pastorale. Recherches et analyses, coll. Cahiers d'études pastorales, n' 8, Montréal, Fides, 1991, pp.106-107.

19 J.M.R. TILLARD, Qui évangélisera en Van 2000?, en Église canadienne, 24 mayo 1990, pp. 299- 306 (ver sobre todo pp. 300-301).

20 A. SEUMOIS, Introduction á la missiologíe, colL NRSM- Supplémenta, 3, Schóneck-Beckenried, N.R.S.M., 1952, p. 256.

21 J. LECLERM, Une nouvelle puissance: le monachisme, en 2000 ans de christianisme, 11, paris, 1975, pp. 136-145.

22 D. BOSCH, Dynamique de la mission chrétienne. Histoire et avenír des modéles missionaires, Lomé/Paris/Genéve. Éd. Haho/Khartala/Labor et Fides, 1995. pp. 308-316.

23 D. Bosch señala la diferencia delmonaquismo irlandés que se propagó hasta Kiev pasando por toda Europa occidental. Ver también R.AIGRAIN, Le monachisme occidental, en A.FICHTE y V. MARTIN, Histoire de l’Église depuis les origines jusqu'a nos jours, V, Bloud y Gay, 1938, pp. 511 - 512.

24 N. SARTHOLI-LAJUS, Le goût de transmettre, en Études, 4082, Febrero 2008, p. 152.

25 T. BEAflIDOIN, Virtual Faith. The Irreverent Quest of Generation X, San Francisco, Jossey-Bass, 1998.

26 J.L. SOULETIE, Proposer la foi: une perspectiva ecclésiale toujours actuelle, mais a quelles conditions» en Semaines sociales de France, Transmettre, partager des valeurs, susciter des libertés. Actes de la 80a session, Paris, 25-27 novembre 2005, Paris, Bayard, 2006, pp. 220-221.

27 M. SERRAULT, Les pieds dans le plat, Paris, Éd. Loupe, 2005, p. 80.

28 J. JONCHERAY, Conclussions et perspective, en Semaines sociales de France, Transmettre partager des valeurs, susciter des líbertés. Actes de la 80' session, Paris, 25-27 noviembre de 2005, Par¡, Bayard, 2006, pp. 239-240.

29 J. CL. RECHERT, Uindispensable terreau de la transmission, en Semaines sociales de France, Transmettre, partager des valeurs, susciter des libertés. Actes de la 80' session, Paris 25-27 de noviembre de 2005, Paris, Bayard, 2006, p. 235.

30 H. BOURGEOIS, L'Église est-elle initiatrice?, en La Maison-Deu, 132, 1977, p. 119.

31 B. CHENU, L'Église sera+elle catholique?, Paris, Bayard, 2004, pp. 139-159.

32 LG 48; RM 18-20.

33 C. GEFFRÉ, Pour une théologie de la différence. Idenfité, alterité, dialogue, en Chemins de dialogue, 27, 2006, p. 17.

34- J.M.R. TILLARD, Église d'Églises. L’ecclésíologie de communion, coll. Cogitatio Fidei, Paris, Cerf, 1987,p.79.

3-5 K.LIVINGSTON, David Bosch: An Interpretation of Some Main Themes in His Missiological Thought, en missionalia, 17, 1989, pp. 3-19.

36 P. SMULDERS, La Iglesia sacramento de salvación en L'Église du Vatican II. Études autour de la Constitution conciliaire sur rÉglise, coll. UNAM Sanctam, no 51b, tomo II, Cerf, 1966, p. 338.

37 H. BOURGEOIS, L’Église est-elle initiatrice?, en La Maison-Dieu, 132, 1977, p, 108.

38 J. MOINGT, Pour un humanisme évangélique, en Études, 4074, octubre 2007, p. 353.

39 E. ALBERICH, La catéchése dans L’Église, Paris, Cert, 1986, p. 71.

40 G. ROUTHIER, Le défi de la comunión. Une relecture de Vatican II, coll. Bréches théologiques, Montréal, Médiaspaul, 1994, p.88

41 M. BELLET, Ce qui donne la forme de vivre peut-il se transmettre?, en Semaines sociales de France. Transmettre, partager des valeurs, susciter des libertés. Actes de la Boa session, Paris, 25- 27 noviembre 2005, Paris, Bayard, 2006, p.50.

42 R. SCHOLTUS, Donner des raisons de vivre, proposer la foi au chrétien, appartenir á FlÉglise : quels itinéraires avec queis acteurs en Semaines sociales de France, Transmettre, partager des valeurs, susciter des libertés. Actes de la 80a session, Paris, 25-27 noviembre de 2005, Paris,

Bayard, 2006, p. 223.


43 J. M. DONEGANI, Inculturation et proposition de la foi dans un contexte de sécularisation, en H.MÜLLER (Dir.) Freude an Unterschieden. Kirchen in Bewegung. Joie des différences. Églises en mouvement, Ostfildern, Schwaberverlag, 2002, p.74-75.


44 G. ADLER, Aujourd'hui croire ou de quelques condítions d'une production de sens, en G. ADLER y S. SALZMANN (Dir.), Quétes de sens... Outils pour repérer et accompagner les demandes de sens, Strasbourg-Fribourg, 1997, p. 24.


45 M. BELLET, Ce qui donne la force de vivre peut-il se transmettre?, en «Semaines sociales de France, Transmettre, partager des valeurs, susciter des libertés. Actes de la 80a session, Paris, 25- 27 de noviembre de 2005, Paris, Bayard, 2006, p. 54.

46 A. ROUET, La chance d'un christianisme fragile, Paris, Bayard, 2001, p. 79.

41 ORIGÉNE, Contre Celse, 3,33, coll. Sources Chrétiennes, no 136, 1968, pp. 77-79.

46 National Conference of Catholic Bishops (NCCB), Sharing the Living of the Faith: the National Catechetical Directory, Washington, United Status Catholic Conference, 1978.

49 Nota de la traducción: En castellano: E. ALBERICH, Catequesis Evangelizadora. CCS, Madrid 2003.

50 A. BORRAS, Nouvelles paroisses et nouvelle catéchése: comment la catéchése peut-elle soute- nir le redéploiement? en Lumen Vitae, 58, 2003, pp. 396-408.

51 E. ALBERICH, Regards sur la catéchése européenne, en Catéchése, 100-101, 1985, p.169.

52 Sacrosanctum Concilium, 71.

53 Catecismo de la iglesia católica, no 1285.

54 Card, G. DANNEELS, La Confirmation, oú, quand et par qui? en Pastoralia, marzo 2008, p. 69.

55 A. FOSSION, Les trente premiéres années. Nouveaux rythmes en catéchése, en Lumen Vitae63, 2008, pp. 19-33.

56 Cf. M. ORSI, Cathechesis in the Third Millenium, en Religious Education, 89, 1994/3, p. 398.

57 Th. GROOME, La catéchése fidéle dans un monde de dissidents, en Lumen Vitae, 61, 2006,1 113.

58 Chr. THEOBALID, Á récole du Christ initiateur, conferencia del 26 de octubre del 2007, durante el encuentro Ecclesia 2007 , texto completo en el sitio web http://catholique-saint-brieuc.cef.fr/A- ecole-du-Christ-lnitiateur, consultado el 25 marzo del 2008.

59 M. BELLET, Sommes-nous réduits á I'impuissance ou la question de la vérité, en Passer par le feu. Les années Christus (1965-1985), coll. Christus, Paris, Bayard, 2003, p. 88.

60 J. P. JOSSUA, La condition du témoin, coll. Théologies, Paris, Cerf, 1984, p. 67.

61 A. FOSSION, L’evangélisation comme surprise, en Lumen Vitae, 59, 2004, p. 39

62 Cf. Chr. THÉOBALD, La foi au Christ: transmettre l’intransmissible? en La Documentation catholique, 2351, 5 de febrero del 2006, p. 128.

63 F. DOMINGUES, Quel type de ministére pour demain Comment y préparer les jeunes, Spiritus, 190, 2008, p. 55.

64 M. BELLET, Ce qui donne la force de vivre peut’il se transmettre?, en «Semaines sociales France, Transmettre, partager des valeurs, susciter des libertés. Actes de la 80a session, Paris 27 de noviembre del 2005, Paris, Bayard, 2006, pp. 38-39.

65 J. BORELLA, La crise du symbolisme religieux, Paris, Éd. L’Áge d'Homme, 1990, pp. 7-8. «si la inteligencia pudiera demostrar la verdad de los símbolos, no tendría necesidad de su mediación para esperar al Trascendente que en ellos se hace presente y se da a conocer. En otros términos, fe sería inútil y daría paso a la razón. Ver también G. DURAND, L’imagination symbolique, Paris, 1. Quadrige/PUF, 1964, p. 13; R RICOEUR, Symbolique du mal. Fínitude et culpabilité, Vol. 11, iris, Aubier-Montaigne, 1960, pp. 331. El autor define el símbolo hablando de "hierofanía que une hombre con lo sagrado".

66 Devenir adulte dans la foi: la catéchése dans la vie de l’Église, coll Déclarations des évéques Belgique. Nouvelle série, n' 34, Bruxelles, Licap, 2006, 78 p.

Texto completo en http://Www.catho.be/files/s2/PDF/p_328-propos%20décembre%2006.doc.






Navegando en los blogs3

Federico Polvara

Existe un mundo aparte aunque muy próximo a nosotros. No está allá fuera, está ahí dentro, en ese aparato que tenemos sobre la mesa y que llamamos ordenador. Después de habernos maravillado con su potencia de cálculo, hoy nos sorprende una vez más, trayéndonos, a través de Internet, toda la información que podamos desear. Otro medios pueden ofrecernos lo mismo, pero la red va mucho más allá, porque nos permite interactuar, producir y compartir los contenidos: es decir, ser parte de lo que los expertos han llamado The big Conversation, la Gran Conversación. No es fácil comprenderlo —para algunos ni siquiera es fácil admitirlo— pero todo esto nos lleva inexorable­mente a un cambio cultural e his­tórico irreversible.

Internet nació hace unos trein­ta años: al comienzo los usuarios vagabundeaban con curiosidad de un sitio a otro, como si se encon­traran en un gigantesco parque de atracciones (y hay quien sigue considerándolo así). Después he­mos comprendido que estábamos ante un medio de comunicación distinto, que el usuario, de un rol pasivo, típico de los demás me­dios de masa, podía llegar a ser por fin el protagonista dentro de un espacio en Red que estaba a disposición de todos.

De esta forma, hemos desem­bocado en los llamados blogs, mi­llones de sitios personales donde se pueden expresar las propias ideas, opiniones, experiencias... y confrontarlas con las de otras personas. Han nacido las comuni­dades virtuales, que favorecen la comunicación y el encuentro entre usuarios vinculados por intereses comunes (las llamadas social net­work o redes sociales). En Italia, un signo de esta importante realidad se manifestó el ocho de sep­tiembre del pasado año: utilizando únicamente la web, Beppe Grillo organizó el llamado «V-day», una manifestación en más de 200 ciu­dades de Italia y del extranjero, que recogió trescientas cincuenta mil firmas para enviar una peti­ción a la clase política. El aconte­cimiento, ignorado por los grandes medios durante los tres meses anteriores, centró la atención de todos los medios de comunicación los días sucesivos al «V-day», pro­vocando fuertes reacciones. Pero, ¿cómo fue posible?

«

I

La «V-generation» ha naci­do en la red. Un e-mail cada vez, un comentario, un link, un trac­kback, un post, un forum, un chat. Millares de personas han podido conocerse, reconocerse y encontrarse. Discutir de política, y ésta relacionarla con el trabajo, la es­cuela, la sanidad, la seguridad, la familia, el agua, la energía. La red es el nuevo lugar de hacer política». Esto nos ayuda a expli­carnos cómo Internet puede con­vertirse en un terreno fértil para desarrollar una discusión pública y estimular nuevas formas de par­ticipación. Se ha hablado mucho de «antipolítica», pero la iniciativa de Grillo es también una nueva forma de participación política, no sabemos si mejor o peor, pero seguramente diversa.


El «bloggero», ese gran desconocido

Quien no conoce o no utiliza los nuevos instrumentos de comuni­cación corre el peligro de juzgarlos o rechazarlos a priori; a primera vista los blogs pueden parecer un cúmulo de contenidos inconsis­tentes, de vacías conversaciones autorreferenciales, buenas única­mente para estimular el ego de quien las escribe (el bloggero) y de quienes las leen, que casi siempre son otros bloggeros. Además de los contenidos sin ningún valor, circulan en los blogs informacio­nes interesantes que los usuarios leen, critican y difunden suscitan­do miles de intervenciones, de las cuales al final emergen tendencias y opiniones de cierto valor. No nos llamemos a engaño: salvo excep­ciones, las noticias que se publican dentro de las redes sociales son ampliadas, verificadas, contrasta­das y frecuentemente corregidas, proporcionando un tipo de información tan autorizada —e incluso superior— como la que procede de cualquier otro de los canales tradicionales.

Soy consciente de lo difícil que es aceptar esta realidad, sobre todo para los adictos a la información tradicional, pero de los blogs están naciendo nuevos modos de comunicar y nuevos modos de jerarquía basados en la confianza y la reputación (los dos valores fundamentales para el éxito de un bloggero), que con el tiempo modificarán el ciclo de creación y elaboración de las noticias. A su vez, en el panorama político, como en cualquier otro ámbito, el debate se apartará cada vez más del Congreso, de los periódicos y de la televisión para aproximarse a la Red, dirigiéndonos hacia una nueva forma de democracia desde la base, que los políticos harán bien en tener en cuenta.

Baste como ejemplo de todo lo que estamos comentando, el caso emblemático de los Estados Unidos. Antes de las elecciones presidenciales de 2004, Howard Dean era un candidato a las primarias del Partido Demócrata prácticamente desconocido. Decidió comenzar su campaña a través de un uso intensivo de la web, consiguiendo llegar incluso a hacer tambalear la primacía de los otros candidatos. Este éxito llevó a un replanteamiento de la máquina electoral, hasta tal punto que, de cara a las elecciones presidenciales de 2008, la Red se ha convertido ya en un instrumento privilegiado de la comunicación política. Los candidatos dialogan con los electores por medio de videomensajes y blogs, responden a las preguntas propuesta ya sea vía e-mail, o mediante el vídeo. Esta confrontación directa es ciertamente mucho más dura y arriesgada para los candidatos, que deben prestarse a las críticas de los bloggeros, bastante habilidosos para desenmascarar mentiras, en rebatir estrategias de comunicación o, en algunos casos, en el destruir carreras.

En nuestro país no nos hemos quedado atrás: Rafael Estrella, actual embajador en Argentina, fue el primer diputado español en abrir una página web allá por el lejano 1996, y fue también el primero en regentar un blog en el que, por primera vez, difundió no sólo su sueldo, sino también su patrimonio.

La novedad llevada a cabo por los blogs representan, en todo caso, el primer paso de un cam­bio, cuyo desarrollo resulta todavía difícil prever. Lo cierto es que las redes sociales nos han traído un nuevo aire de innovación y creatividad, y sobre todo, nos permiten conocer realidades que antes des­conocíamos. Pero esto no es más que un pequeño esbozo de esta nueva y formidable Gran Conversación. Conviene escucharla para comprenderla.



V

22

OCABULARIO BÁSICO


  • Blog: sitio web periódicamen­te actualizado que recopila textos (llamados post) de los temas más diversos. Están clasificados cronológicamente del más reciente al más antiguo. El autor o bloggero tiene la facultad de poder filtrar lo que se pu­blica, pudiendo decidir que cuelga en su blog o que no. En la actualidad la revista Cooperador Paulino mantiene dos blogs: http://tallermedios.blogs- pot.com http://pablovivohoy.com.

  • Desde aquí invitamos a los lectores a participar en la medida que se aten­gan a los temas allí propuestos.

  • Comentario: texto que los usua­rios pueden añadir con sus pareceres a los post de un blog para ampliar o comentar la intervención inicial del bloggero.

  • Blogosfera: se refiere al conjunto de todos los blogs que están presentes en la red.

  • Chat: servicio o espacio que per­mite la comunicación multimedial (texto, audio, video...) entre dos o más usuarios que se encuentran on line (conectados a Internet).

  • Foro: espacio en el que es posible mantener una conversación o una discusión on line, normalmente están especializados en temas concretos.

  • Link: documento electrónico que hace referencia y conduce automá- ticamente a otro recurso de la web: documento, foto, audio, video... Cuando clicamos sobre un link, este normalmente nos abre una nueva ventana con el contenido que se haya colocado en la página.

  • Trackback: Enlace contenido en un blog que reúne textos de otros blogs que debaten sobre el mismo argumento.








«¿Católicos en la red? Los estamos esperando»



Son palabras de Francesco Diani, a quien hemos de dar la razón, pues para la mayor parte de los fieles, Internet es aún un planeta desconocido, y los católicos presentes en la Red no son muchos y, además, no se encuentran siquiera entre los protagonistas más apasionados de la blogosfera. A los bloggeros católicos no les gustan los comentarios y discusiones on line sobre política y sociedad, no se han dejado seducir por el anhelo de visibilidad en la Red.


Francesco Diani administra desde hace diez años el portal www.siticattolici.it y es un auténtico sabueso en el ágora internetiana, una autoridad en ese campo. Y dice sentirse desilusionado: «La presencia de blogs católicos en la red es escasísima y el nivel de sus contenidos y de los temas tratados muy bajo».


Los católicos están al final de la cola en cuanta a redes sociales se refiere. Aproximadamente sólo el 60 por ciento de las parroquias tiene dirección electrónica y apenas un 16 por ciento gestiona un sitio en Internet. Existe cierto miedo a las nuevas tecnologías. La Acción Católica italiana, por ejem­plo, ha cerrado el foro de discusión que tenía en su sitio, para evitar el riesgo de debates demasiado libres o críticos, así como la basura electrónica. Sin embargo, subraya Diani, «es un error retirarse de Internet. Me viene a la me­moria cuando los católicos sosteníamos que la prensa era un instrumento de los protestantes y que no ne­cesitábamos mezclarnos en intervenciones diabólicas. A pesar de todo, siempre es mejor, estar presentes, sin creer que aportaciones autorizadas y atentos guardianes basten para neutralizar la cantidad de basura que pasa por nuestros foros y nuestro chat. El mal no está en el blog, sino en su uso. Y para un católico también en el no uso de las nuevas tecnologías».


Navegar por las pocas decenas de blogs es­pecíficamente católicos es una experiencia descorazonadora. Alguna excepción se encuentra en los que animan algunos vaticanistas que «saben sumergirse en un mundo que expresa contrastes, también a nivel intelectual. Y saben ofrecer mate­riales y reflexiones con un estilo correcto». Entre ellos podemos destacar www.ratzinger.it,uno de los mejores blogs (exceptuando el diseño), que ofrece en la red textos y documentos del Papa cuando era aún cardenal, cuya lectura es impres­cindible para comprender el recorrido cultural y teológico de Benedicto XVI.












Las mujeres que miran la cruz de lejos

Un acercamiento terapéutico

Mariola López Villanueva, rscj




Cuando me invitaron a colaborar en este número de Pascua, lo primero que me evocó el tema propuesto fue el rostro de mi madre. La he visto en el último año mirar la cruz de la enfermedad de mi hermano e irradiar a los pies de su cama. Y aunque tenía motivos para decir que no podría escribirlo, se fue apoderando de mí un fuerte deseo, mayor que mis razonamientos, de seguir mirando a estas nujeres, a las del Evangelio y a las que hoy lo viven; como si hubiera algo que sólo podemos descubrir accediendo ahí. Y es por eso por o que me vi abocada a aceptarlo.


Los tres sinópticos4 nos hablan de ellas. El relato de la crucifixión ha quedado ligado a sus historias como testigos y mediadoras. Quiénes son? ¿Y de dónde han sacado la fuerza para permanecer ahí cuando otros se han alejado? Están juntas. Expuestas a su vez a otras miradas. Algunas son llamadas con su nombre propio, o se las identifica vinculadas, por haber generado y acompañado otras vidas. Y aparecen como sujetos de cuatro verbos con denso contenido teológico, en los que se concentra y expresa el camino de Jesús: Seguir, servir, subir a Jerusalén y contemplar la cruz. Vamos a adentrarnos en ellos, al amparo de las experiencias de estas mujeres, y a pedir que nos revelen la sabiduría que contienen. Requieren silencio y rostros para poder abrirse.



1. Un modo expuesto de caminar


«Habían seguido a Jesús y le habían servido cuando estaba en Galilea» (Mc 15,40-41).


Los evangelios nos muestran pocas historias explícitas de llamadas de mujeres; y, sin embargo, sabemos que ellas tuvieron también un antes y un después de aquel encuentro primero. Han acompañado su vida muy de cerca, a la sombra, y ahora la muerte de Jesús las saca a la luz; las hace visibles para que todos lo sepan. ¿Cómo le han seguido ellas? ¿Cuál ha sido ese modo de caminar que las ha hecho cercanas a las situaciones de dolor y de injusticia, que ha ido ejercitando sus miradas hasta conducirlas ante el Rostro del crucificado?


Solemos encontrarlas creando comunidad. Relacionándose en torno a Jesús, compartiendo sus bienes, sus saberes y su cariño (Lc 8,2-3). Algunas de estas mujeres le han confirmado en su capacidad sanadora, se han atrevido a tocarlo más allá de los tabúes y las prohibiciones y han experimentado la potencia de su amor en su propia piel, descubriendo su verdad. En adelante ya no sería más una mujer impura, sino una hija muy amada (Mc 5,34). Otra mujer sin nombre, extranjera y pagana ella, le confrontó en su modo de entender la misión. En sus palabras pudo Jesús reconocer sus propios prejuicios como judío y acoger el odre nuevo que aquella mujer le mostraba. El Banquete quedaba en adelante abierto a todos: «tú me has anunciado a mí una buena noticia», vino a decirle Jesús (Mc 7,29). Y aquella de la que tampoco sabemos el nombre (¡y podemos ponerle los nombres de tantas mujeres que conocemos!). Una mujer que le procuró cercanía y consuelo en un momento en que Jesús tenía necesidad de ser comprendido y animado. En silencio, sin mediar palabras, tocó su corazón, cuando -exponiéndose a las críticas y al rechazo- derramó sobre el cuerpo amado de su Señor lo más valioso que tenía (Mc 14,3) y prefiguró ante sus ojos el gesto que iba a hacer él poco después con su propia vida: dejarse quebrar por nosotros.


Todas ellas son mujeres que han corrido riesgos, que han experimentado el potencial humanizador de la mirada, y han salido de sí para extender sus manos y tocar el cuerpo de Jesús en tantos cuerpos heridos de la historia. ¡Cuánto necesitamos escuchar hoy las palabras que ellas recibieron: «Hija, tu confianza te ha salvado, vete en paz y queda curada» [...] «El demonio ha salido de la niña» [...] «Dejadla... ha hecho conmigo una obra buena».


Durante el camino, Jesús mismo va educando nuestra mirada, cuando nos invita a fijarnos en aquellas mujeres pobres que comparten en un Centro de Acogida todo lo que tienen para vivir; en aquella niña de la que abusaron y que hoy es una mujer que trabaja por liberar a otras; en todas aquellas que con la levadura preciosa de sus vidas fermentan la esperanza y ennoblecen tantas situaciones de dolor... ¿Qué caminos tomó Jesús para hacerse el encontradizo de leprosos y prostitutas? Los caminos que recorremos habitualmente ¿hacia qué rostros nos llevan? ¿Dónde pongo los ojos mientras camino? Porque allí estará mi corazón.


No se improvisa el poder permanecer, sin que nos domine el miedo y el espanto, junto a tantas mujeres que miran la cruz y que la padecen. Pero se puede celebrar que algunos hombres se han unido a ellas, se han acercado a mirar; de ellos vamos aprendiendo ese modo desarmado de caminar que nos permite prestar atención al otro y recibirlo en su originalidad y en su diferencia. Seguir la dirección de la vida y poder abrazarla sin reservas, en su dolor y en su alegría. Haciendo alianza y comulgando con ella en la salud y en la enfermedad. Y servir arriesgando, saliendo hacia el amor, el querer, y el interés del otro. Nadie se sintió nunca ilegal en Su presencia. Hacía emerger ese espacio único en el que cada persona se siente aceptada y amada por el hecho de existir.


En el epicentro de la herida Norte-Sur, en la Galilea de la que nada bueno parece que pueda salir, en este entorno virtual que nos envuelve y configura, ellas continúan convocándonos a seguir a Aquel que pertenece a los que no tienen a nadie, y a servirle con toda nuestra corporalidad, nuestra energía y nuestra pobreza.



2. Descubrir y manifestar sus nombres


Entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé (Mc 15,40).

Rabía, inmigrante marroquí; Dolores, la madre de Tino; Carmen está cuidando a su nuera enferma;

Angélique, refugiada en Kenia.


Son tantas las mujeres que permanecen con sus ojos fijos en los crucificados, compartiendo el dolor sin dejarse vencer por el desánimo... Por eso necesitamos, como en el Evangelio, conocer sus nombres y sus historias, anotarlas en el libro de esta vida nuestra, con toda su mezcla de dolor y de belleza, y pedir la gracia de tener amigas entre ellas.


Quiero sacar a la luz el testimonio de una de los miles de mujeres refugiadas, multiplicadoras de vida en contextos de muerte. Los continuos desplazamientos obligados son fuente de dolor y de miseria para muchísimas personas. Un sufrimiento que se agrava por los intereses de los países ricos y la pasividad política. Estadísticas y datos tenemos; quizá lo que más necesitamos son rostros e historias que despierten nuestra implicación. Ella se llama Angélique Uwamahoro, una refugiada de Ruanda que primero huyó a Tanzania y más tarde a Kenia:


«Creo que fue cuando mi esposo entró en el campo después de haber estado separados durante seis meses. Estábamos tan contentos de estar juntos otra vez... Recuerdo que las autoridades del campo visitaron mi tienda para controlar si estaba acogiendo a un rebelde. Fue difícil explicarles que aquel hombre sucio y desmelenado era la alegría de mi vida... ¡Qué difícil es dar prueba de un matrimonio cuando has perdido todos los certificados y papeles que firmaste, y hace tiempo que vendiste la alianza...! Me dejaron tranquila, no sin antes pegar y azotar al amor de mi vida. Lloré amargamente. ¿Saben lo que signifíca llorar tragándose las lágrimas...? Ahora comprendo cómo uno puede quedar herido tan profundamente y ser incapaz de expresar sus sentimientos...».


Angélique tuvo una hija a la que llamó Joy Makena:


«Joy, por el nuevo regalo de la vida; y Makena, porque quiere decir alegría. Desgraciadamente, Joy no parece seguir el destino de su nombre. Está continuamente enferma y necesitada de cuidados médicos, de paciencia y de cariño. Mi temor es: ¿qué será de ella cuando yo me haya ido? Makena, ¿vivirás para experimentar tu nombre en plenitud? Ojalá pudiera sobornar al destino para verte crecer...


Querido Señor, quisiera ofrecerte una oración por la seguridad de mi familia cuando yo me vaya, y otra por mi esposo para que vuelva pronto, porque mi espíritu está muy débil. Cuando yo me vaya, espero que mis hijos puedan experimentar la simpatía de la gente como el agente Kamau, que nos dio comida para nuestros niños. Que puedan encontrar la valentía de buscar hacer siempre lo mejor al margen de su situación, y que experimenten tu amor a través del calor de otros. Me voy a la cama a descansar, confiando en que mis hijos estén cerca de ti, con la certeza de que ellos también celebrarán la vida a pesar del desplazamiento, de la falta de trabajo y del azote del virus del sida».


Angélique murió de una enfermedad relacionada con el sida en junio de 2000. Y, entre otros regalos, nos dejó éste: «Estoy convencida de que todo me irá bien siempre. La vida, al igual que el amor, es una elección. Una elección basada en la fe, y por eso celebraré la vida y echaré fuera a todos los ladrones que intentan robarme la alegría».



3. Los horizontes del dolor y de las pérdidas


«Había además otras muchas que habían subido con él a Jerusalén» (Mc 15,41).

Cuando Jesús va a emprender el camino hacia Jerusalén, sus palabras y sus gestos van subiendo de tono. Ya no se trata solamente de comprender el Reino, sino de atrevernos a entrar en él, a recibirlo. Y ofrecen expresiones como entregar la vida, perderla, cargar con la cruz... Son palabras fuertes que nos dejan sin saber qué decir, con la sensación de que apenas hemos abierto el Evangelio. Jesús ya no nos habla en parábolas, sino abiertamente del camino que emprende hacia la cruz. De un horizonte de pérdidas y de dolor.


¿Dónde encontraron estas mujeres la fuerza para seguirle por ese camino? ¿Por qué no intentaron, como otros, apartarle y apartarse? (Mc 8,32). Se han dejado tocar la vista por el Amigo, como Bartimeo, y, sin poder llegar a comprenderlo del todo, han guardado en su corazón aquellas palabras desconcertantes: «Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la ley; lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos; se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y le darán muerte, pero a los tres días resucitará» (Mc 10,33). A partir de ese momento van a aprender a ir conviviendo con la muerte, con la de él, con la suya y con la de otros; van a ir aceptando su irrevocabilidad. Van a aprender, precisamente en medio de ella, a celebrar la vida. Aun cuando intuyan que también un golpe seco las habrá de atravesar (Lc 2,35).


Etty Hillesum escribe a los 27 años, meses antes de ser asesinada en Auschwitz, contemplando el sufrimiento de su pueblo (como ahora contemplaría el de los palestinos): «Mirar la muerte de frente y aceptarla como parte de la vida es tanto como ensanchar la vida... Puede parecer paradójico: excluyendo la muerte de nuestra vida no vivimos en plenitud, mientras que acogiendo la muerte en el corazón mismo de nuestra vida ensanchamos y enriquecemos ésta».


Sólo porque Jesús lo hizo podemos dejar la preocupación de la propia vida en Otras Manos y liberar el amor del tremendo miedo que nos da soltarla y perderla. Las mismas mujeres que le habían seguido y servido en Galilea lo harán también en Jerusalén. Suben con él al lugar del abandono y de la ingratitud, levantando un puente de cercanía y de solidaridad que cruza la totalidad de la vida de Jesús -«el de Nazaret, el crucificado, el que ha resucitado» (Mc 16,6)- y que nos permite ahora a nosotros recorrerlo también. Finalmente, observarán el sepulcro donde colocan su cuerpo (Mc 15,47). Ni un solo instante han apartado de él sus miradas. Y lo que para unos es escándalo y para otros locura, para estas mujeres es una fuerza de Dios impresionante.


Lo que han visto, oído y tocado se ha entrañado en su interioridad y genera en ellas una fuerza, una dynamis de compasión. Han prestado atención a los cuerpos amados y heridos de la historia y se vuelven pedagogas de un contacto que convoca humanidad. En adelante extenderán sus manos sobre los necesitados con el mismo deseo con que Jesús las extendió para tocar voluntariamente a aquel hombre enfermo de lepra y de rechazo (Mc 1,45). Sellando una alianza, un pacto de ternura, con todos los despreciados.


Estas mujeres nos enseñan que subir a Jerusalén es asumir el eonfiicto y el rechazo por defender a los pobres y pequeños; es saber que los granos han de caer en tierra; es cargar con nuestra ambigüedad, con nuestra mezcla de bien y de mal; es aceptar el dolor que c nlleva el peso de estar vivo en un mundo desigual... Y es, también, subir animando a otros. Saber que vivimos el temor y la alegría, la Bgustia y la confianza; unas horas de felicidad y otras de pena...,o que podemos cruzarlas y abrazarlas intensamente. Porque nadie nos quita la vida, la vamos -con él, gracias a él- poniendo en Regazo.


Y por eso, «porque vamos a morir, tenemos que abrazarnos con ternura; porque vamos a morir, las personas que tienen hambre han le comer hoy; porque vamos a morir, tenemos que compartir nuestro pan. Porque este instante tiene una densidad única, una originalidad única y una monotonía única, hay que vivirlo con sus alegrías sus tristezas (...) La salvación no está ahí fuera, sino aquí, mezclada con el sufrimiento».



Solamente estar ahí

«Estaban allí presenciando todo esto» (Lc 24,49).


¿Qué hacían aquellas mujeres allí? ¿Realizan alguna acción eficaz? poder impedir el daño de un inocente? Ellas tienen el coraje de dejarse ver. Mientras otros han desistido o se alejan oos. ellas están de pie. Permaneciendo. Acogiendo el acontecimiento en toda su crudeza y su hondura. Estan allí, precediéndonos en el camino, y no dicen nada. Es su cara, son sus gestos, sus manos, sus ojos, su silencio, lo que habla por ellas. El suyo es el lenguaje de la relación. Si pueden permanecer en esas circunstancias, es porque han amado mucho. Nos hablan de resistencia y de fidelidad. Y de una presencia conmovedora. Están juntas, como comunidad de discípulas en torno a su Maestro, que les enseña ahora sin palabras una sabiduría mucho mayor.


¡Qué difícil es no poder hacer nada, saber que solamente podemos estar ahí, cuando querríamos estar en otro lugar o poder hacer alguna cosa...! ¿Cómo pueden quedarse allí sin desesperar? En medio de la impotencia, no se apartan del dolor experimentado al ver sufrir a quien más se ama, sino que se exponen a la mirada de Aquel cuyo rostro hemos desfigurado. Y ese instante es un espacio inmenso de gracia. Necesitamos que lo femenino en nuestro mundo nos desvele que es en el corazón de la humanidad que continúa crucificada donde vamos a experimentar salvación; que es en esas realidades más necesitadas donde rompen las olas de la reconciliación y de la vida, donde se nos muestra Aquel de quien hemos oído hablar.


Ellas nos adentran en la dimensión del no saber y del no poder. De una vida encarnada. Vulnerable. Como la de Jesús. Porque no podemos realizarlo todo nosotros y no tenemos el control. Una dimensión que las vuelve más transparentes y receptivas. Más agradecidas también. Están allí, dilatando nuestra posibilidad de humanidad a extremos insospechados. Se tienen unas a otras y permanecen de pie ante el que entregó su vida para levantarnos. Ven la aflicción de Jesús y conocen sus padecimientos. Por eso serán enviadas a dar cuenta de su Resurrección, a entrar las primeras en esa Tierra de Bendición abierta desde el pesebre hasta la cruz. Y allí donde irrumpa el Evangelio serán recordadas (Mc 14,9).


Las experiencias de dolor las preparan para ser personas con autoridad. Aquella que experimentaban asombrados los sufrientes ante la cercanía de Jesús (Mc 1,22). Su Pascua las convierte en portadoras de esa autoridad, porque serán las mujeres las que den el testimonio sobre la Vida «a ellos y a Pedro» (Mc 16,7). «Una autoridad que consiste en dar testimonio en el propio cuerpo -con palabras y obras- de la Buena Noticia, de modo que la gente pueda ver y venir a buscar la vida abundante prometida... Este testimonio no procede de fuera de uno mismo, crece dentro; acunado en los dolores de cientos de noches».


Han elegido la mejor parte al adorar silenciosas a los despreciados, a los que retiramos de las ciudades para embellecerlas; al exponerse ante los que mueren indefensos, abandonados en una prisión, en un asilo o en un callejón donde los mata la droga o el desamparo; al poner sus ojos en aquellos que no tienen apariencia que podamos estimar, ni cuenta corriente, ni nada a su nombre (cf. Is 53)... y están ahí para todos y por todos. Aprendemos de sus gestos que para abrazar al Crucificado no tenemos otro acceso que tocar a los heridos, pedir la gracia de besar y ser besados por los que ahora están atravesados como él.


A la sombra de los crucificados, la realidad se torna distinta. Se agudizan los sentidos para percibir. El tiempo toma otro ritmo. Las cosas que no importaban ya no están, y lo que verdaderamente cuenta emerge con una luz nueva. Todo queda traspasado por esta luz. Y en medio del dolor -lo cuentan quienes lo cruzan- se ve.



5. Miradas que nos curan

«Contemplaban la escena» (Mc 15,40).


Apartar la mirada o sostenerla. En eso se nos juega el camino. Desviarnos, dar un rodeo, pasar de largo... o detenernos a mirar y dejar que el rostro que miramos se imprima en el nuestro.


Es en la escuela de los desfigurados donde las mujeres nos ayudan a dejarnos educar la visión. Es a sus pies y a su lado donde nos instruimos y donde maduramos silenciosamente. Algo se teje por dentro que nos prepara para la resurrección. No sabemos nombrarlo, pero algo nos dispone para recibirla y estrenarla. No podemos vivir al Resucitado si no nos atrevemos a mirar y a dejarnos mirar por los Crucificados. Si rehuimos sus rostros y sus angustias, y no llegamos a amarlos, no podrán mostrarnos sus tesoros. Ellos, que en su pobreza tienen el Reino escondido adentro.


Sus miradas limpian y curan las nuestras. Nos sanan de nuestra codicia, de nuestra sufíciencia y de nuestros miedos; y nos desvelan nuestra indigencia y también nuestra belleza. Allí aprendemos a contemplar. A hacer sagrada la vida. Allí recibimos la Única Mirada ante la que podemos ser quienes somos y abandonar toda defensa.


¿Hay algo que nos provoque mayor dolor que lastimar a aque-llos que más nos aman? El amor del Crucificado nos abraza en el mal que hacemos y tiende hacia nosotros las manos que hemos dañado. Por eso, cuando su mirada nos toca, no podemos más que llorar como Pedro y sentir estallar la piedra del corazón. Entonces conoceremos hasta dónde nos puede llevar la Crecida de este Amor; hasta dónde es capaz de llegar para recuperarnos. El caudal de gracia que brota de la Herida, de los Heridos, vendrá a horadar y a sellar hasta el último rincón de nuestro cuerpo. Nos sabremos inmerecidamente perdonados, y, en silencio, nos irá tomando la vida, frágil y hermosa, e irá abriendo su camino en nosotros. Como tomó con toda su potencia a esta mujer ruandesa, refugiada en Tanzania, a la que habían hecho sufrir tanto:


«A mi hija le pondré el nombre de Clementine Ngiririkigongwe. Clementine, porque recordará la misericordia de Dios; Ngiriri-kigongwe, que significa "perdóname" y "te perdono", para que ella recuerde hacer esto mismo siempre, siempre».



6. La suave distancia del amor

«Presenciando todo desde lejos» (Lc 24,49).


Coinciden los relatos de Marcos, Mateo y Lucas en señalar que las mujeres contemplan la escena «desde lejos». ¿No las dejarían en aquel tiempo acercarse mucho más? Juan, que ve más adentro, las pone junto a la cruz (Jn 19,25). Creo que, aun cuando -como dice Juan- no pudieran estar tan cerca físicamente, ello refleja intencionadamente su lugar real. Como las madres que pueden presentir, que saben intuir desde lejos lo que les ocurre a sus hijos. Mirandodesde lejos, estaban junto a él. Porque es esa distancia la que les permite llegar hasta Jesús o, mejor, dejarse imantar por él. Están allí, viviendo las primeras un misterio que se ofrece a todos: ser atraídos hacia el océano de Misericordia y de Luz que se abre en la cruz. Y gustar su Dulzura y su Profundidad.


Las mujeres nos hablan de un sufrimiento al que no podemos acercarnos sino muy de lejos. De una distancia que es la que nos permite estar atentos al todo del otro, una distancia empática. Ellas están allí hasta donde pueden llegar, pues hay un umbral que no puede cruzarse. Si se funden en el dolor de la otra persona, no hay ayuda, y es estando allí como alivian el desamparo. Desde esa distancia, que no es distanciamiento, sino profundo amor, respeto y, a la vez, cercanía honda ante el misterio del otro.


Hay un momento en que se reconoce que ya no se puede acompañar más allá, que no se puede hacer nada, que hay que dejar partir. Entonces las mujeres son capaces de soltar, como luego tendrán que aprenderlo también en la resurrección. Son capaces de estar ahí y de no retener. Solamente permaneciendo ante el rostro del que se entrega hasta el final. Allí adonde sólo llegan las personas que nos son más íntimas. Eso eran ellas también para Jesús: compañeras comprensivas en el sufrimiento. Como señala Dorothy Sölle, las personas que no reprimen ni olvidan el dolor, que aprenden del sufrimiento y en él, son capaces de transformación. Todo sufrimiento que no las destruye les enseña a amar más la vida, a trabajar para cambiarla. Las hace más sensibles al dolor del mundo. Puede enseñarnos a tener un amor mayor a todo cuanto existe.


Recuerdo el rostro de mi madre cuando ya sabía que no había nada que hacer. Se estuvo resistiendo mucho tiempo; había cuidado de mi hermano Tino durante cuarenta y nueve años. Tenía un precioso corazón de niño. Uno de esos chicos que llamamos retrasados, pero que en realidad son adelantados, pues nos llevan ventaja en santidad y en inocencia. La vi resplandecer a los pies de su cama, y cómo su rostro ya anciano se llenaba de energía y vigor. Hasta que el día, cuando el linfoma iba haciendo cada vez más estragos y ya pudo verlo sufrir más, tuvo el coraje de soltarlo para que se pudiera marchar dulcemente, y para que antes recibiéramos de él tanta ternura acumulada. Entonces nos apoyábamos en su pecho para que nos abrazara, y lo cubríamos de besos. Le contábamos lo hermoso que iba a ser cuando despertara al otro lado, y que él se iba primero para esperarnos allí.


No sé bien qué sentirían aquellas mujeres, pero seguro que era algo muy parecido a lo que pudo sentir mi madre, que también quería ungir su cuerpo cuando ya no respiraba. Por eso sé que ahora aun cuando todavía no ha pasado el tiempo del duelo para ella, cuando vivimos en nuestro mundo una espiral de duelos constantes, y aconteció imparable la mañana del Primer Día de la Semana quc esperamos. Ya nos sorprendió la Vida vestida de presencia. Buena. Abundante. Cálida. Para todos. Con hambre de nuestros nombres. con amor por nuestra oscuridad para fecundarla. Luz suave que abre nuestros cuerpos y nos hermana; y nos hace, a la sombra de María madres e hijos unos para otros (Jn 19,25).


Beso de Resurrección. Las mujeres fueron las primeras en experimentarla y en mostrarla. La llevaban impresa en su piel. Repartidas, como canta Neruda, «hasta que todo sea día, hasta que todo sea claridad y alegría en la tierra».


Sólo los que, como ellas, se dejen mirar por los crucificados sin apartar la vista y se movilicen para sacarlos de su aflicción, podrán en adelante reverenciar todo aquello que miran y tocan. Un pan ofrecido, unas heridas, unas brasas en la orilla... y el rostro único de cada pequeño sobre nuestros ojos. «Alabada sea la Reina María, pues ha enviado desde el cielo el dulce sueño que se deslizó en nuestras almas y nos despertará en la Pascua con ojos brillantes. Su hijo vive ahora en nosotros por siempre. Todo estará bien» (M. McKenna, María, sombra de gracia, Sal Terrae, Santander).






Alegría


Joan Chittister5


Por lo que concierne a la Senectud -dice Séneca-, abrázala y ámala. Te procurará abundante placer si sabes cómo hacer uso de ella. Los años de gradual declive se cuentan entre los más dulces de la existencia.... Incluso cuando han alcanzado el límite extremo, siguen proporcionando placer”.


Estar uno libre de las expectativas y fechas límite, de las presiones y responsabilidades, de los horarios y las actividades públicas de la madurez tiene algo que sitúa a los últimos años de la vida bajo una luz del todo diferente. Ahora hay espacio y tiempo. Ahora hay posibilidad, así como esa clase de énfasis en las personas, más que en los proyectos, que durante años no hemos conocido. Estos años desprenden una sensación de frescura que interpela al corazón en un lenguaje extraño.


Pero Séneca subraya: “...si sabes cómo hacer uso de ella”… Eso es lo decisivo. Saber qué hacer con esta nueva conciencia de tiempo Y espacio es lo que al final determina cuán felices y cuán plenificantes serán estos años. Y pocos de nosotros, criaturas de una sociedad frenética y obsesionada por el trabajo, poseemos realmente ese saber.


«¿Te has enterado de que los dos nos jubilamos el mes que viene?”, me dijo la mujer. Su voz delataba tensión, y las palabras salían forzadas. Estaba preocupada y demasiado avergonzada para admitirlo. “No sé qué voy a hacer cuando estemos juntos todo el tiempo», dijo, afectando una ligera risa después de una larga y atribulada pausa. «¿Qué vamos a hacer ahora? ¿Pasar el día sentados mirándonos el uno al otro?».


Esta preocupación es común. En una sociedad centrada en la productividad, ¿qué le ocurre a la vida una vez que cesa la rutina regular? ¿Qué nos ocurre a nosotros como personas a con- secuencia del fin de esa rutina? Durante años, nunca hemos estado en casa juntos a todas horas, día tras día. La sola idea puede convertir los meses previos a la jubilación en una silenciosa suerte de agonía personal. Mantenemos la compostura; pero, por dentro, la inseguridad hace estragos. ¿Qué haremos cuando nos levantemos por la mañana? Si esto es la jubilación, ¿quién la necesita? ¿Para qué seguir viviendo si no queda ya nada por lo que vivir?


Una vez que ya ha pasado el gran viaje de jubilación, ¿qué hacemos?


De repente, nos descubrimos a nosotros mismos confrontados con lo que pensábamos que era el súmmum de la vida, su punto cimero. Pero, cuando ahora miramos desde él hacia abajo, resulta que ahí no hay nada.


La toma de conciencia de que, después de todos estos años, lo único que sabemos hacer es trabajar penetra tronante en el núcleo de nuestro ser. Y ese núcleo está vacío.


Nos descubrimos a nosotros mismos en el más importante momento de decantación que hemos conocido, al menos desde que abandonamos el hogar familiar para independizamos, desde que determinamos a qué camino queríamos seguir en la vida, desde que hicimos el primer gran movimiento en nuestra carrera, desde que decidimos, finalmente, establecernos. Ahora tenemos que decidir cómo vivir sin que nadie nos diga cómo hay que hacerlo. Comenzamos de cero. Los días nos pertenecen. La tarea ahora es aprender a vivir de nuevo.


Podemos decidir vivir con alegría. 0 podemos optar por vivir mirando hacia atrás con amargura. Podemos estar amargados por todas las cosas que habríamos querido hacer, pero nunca hicimos porque nos sentíamos demasiado constreñidos para correr ese riesgo. Podemos estar amargados por todas las horas que dedicamos a una empresa que ha sido capaz de decirnos adiós sin acordarse siquiera de enviarnos una tarjeta de felicitación para Navidad. Podemos estar amargados porque optamos por la seguridad y la independencia en vez de por la profundidad y la compañía. Podemos decidir estar amargados porque, al final, sólo queda el final. Pero elijamos por lo que elijamos -amargura o alegría-, no tenemos más remedio que optar. El resto de nuestra vida depende de ello.


Tal vez necesitemos un tiempo para comenzar a percatarnos de que la jubilación realmente nos sumerge en la alegría.


Pero si decidimos vivir esta etapa nueva e improvisada con alegría, la vida afluirá a nosotros casi con mayor plenitud de la que en ocasiones somos capaces de soportar. Éste es el periodo de la vida del que habla el salmista cuando ora: «Gustad y ved qué bueno es el Señor...».


Lo que hemos estado haciendo durante todos estos años era parte de la voluntad de Dios por la vida. Todo tenía un sentido Era todo lo que necesitábamos en aquel momento para convertimos en seres humanos plenos. Sin duda era muy, pero que muy bueno, ahora lo sabemos. Y otro tanto cabe decir del tiempo que ahora nos toca vivir -justo por la misma razón. Una vida larga es parte del designio que Dios tiene para nosotros.


Este es el periodo en el que podemos permitirnos regocijarnos en el pasado que nos ha traído hasta este punto, así como deleitarnos en las posibilidades que constituyen el presente. De la vida anterior a este periodo hay lecciones que aprender, lecciones que todavía pueden sernos útiles, siempre que les prestemos atención. Tenemos todo el derecho a vivir con gratitud por todas las etapas de la vida que nos han traído hasta aquí, por los recuerdos que nos causan gran alegría, por las personas que nos han ayudado a llegar tan lejos, por los logros que hemos ido grabando en el corazón a lo largo del camino. Las experiencias piden a gritos ser celebradas. No pertenecen al pasado más que nosotros mismos. Viven en nosotros por siempre.


Merecen una sonrisa amable, una carcajada feliz, una lágrima agridulce... o dos, si se tercia. Podemos sentimos orgullosos de dónde hemos estado, de lo que hemos conquistado conforme crecíamos, de aquello en lo que hemos devenido durante el proceso.


Debemos permitir que estas experiencias fluyan de nuevo a través de nuestro ser, esta vez no tanto por las circunstancias que recordamos cuanto por las perspectivas que nos aportan, por el calor que todavía nos brindan. Estas son las experiencias que en su día tuvieron sentido para nosotros, y en ellas hay un sentido que aún tiene que ser extraído, saboreado, aunque, por supuesto, de forma diferente.


También podemos sentimos llenos de alegría porque hemos alcanzado este momento de nueva libertad. Ahora, con la cabeza alta y en actitud vigilante, podemos examinar cada posibilidad y decidir quizá por primera vez qué es lo que queremos hacer con la vida, y no tanto qué es lo que debemos hacer o tenemos que hacer o nos sentimos obligados a hacer. Ahora nos embarga el gozo de la inmunidad respecto del decoro. Como niños en la playa, podemos decidir si llevaremos sandalias o si, a partir de ahora, caminaremos descalzos por la vida.


Y lo que es más importante, podemos optar por caminar con delicadeza a través de esta última gran etapa de la vida, en la que todo comienza a irnos bien, a tener sentido, a adquirir un nuevo significado.

Podemos sentamos sencillamente a contemplar la puesta de sol, ya que no tenemos que padecer atascos de vuelta a casa con el coche mientras el sol se pone.


Podemos caminar por el césped cubierto de rocío mañanero, oler la hierba y cortar un diente de león porque éste, al igual que la gloriosa rosa, tiene una belleza propia, como todas las cosas, con sólo que aprendamos a buscarla.


Podemos sentimos felices de tener setenta años, de estar donde hemos estado, de saber lo que sabemos, de tener hoy incluso más tarea que ayer. Podemos empezar a hacer de la creación el espíritu de nuestro espíritu, aspirándola esta vez poco a poco, de suerte que sature nuestro corazón y nos capacite para ver las partes de la creación que no habíamos percibido hasta este momento de nuestras vidas.


Podemos decidir sonreír a todo el que nos encontremos, jugar con niños, hablar con ancianos, hacer preguntas a los jóvenes... y escuchar esta vez sus respuestas.


Podemos determinamos a emprender hoy algo nuevo, a convertimos otra vez en aprendices, a sentir la emoción que principia a aflorar en nosotros cuando lo hacemos.


Podemos optar por damos a quienes no tienen a nadie más que a nosotros de quien esperar calidad de vida.


Ahora lo tenemos todo: oportunidad, libertad y la sensación de saber qué es lo que esas cosas exigen de nosotros. Tenemos la oportunidad de ser el mejor yo que nunca hemos sido. Y de ayudar a los demás a lograr otro tanto.

Una carga de estos años es no ser capaces de superar la amargura de haber sido desplazados, ni de percatarnos de que la callada expulsión de todos los escenarios de la vida supone también haber sido liberados de la teatralidad a ellos asociada.

Una bendición de estos años es despertarnos una mañana y descubrirnos ebrios del solo pensamiento de estar vivos. Luego, allí dondequiera que vayamos, transmitiremos la alegría de que, por fin, hemos logrado encontrarnos a nosotros mismos.






Mensaje del Papa Benedicto XVI a los jóvenes


Con motivo de la próxima Jornada Mundial de la Juventud


CIUDAD DEL VATICANO, lunes 15 de marzo de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el Mensaje del Papa Benedicto XVI a los Jóvenes, con motivo de la próxima XXV Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará a nivel diocesano el Domingo de Ramos, 28 de marzo próximo.

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"Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?" (Mc 10,17)

Queridos amigos, este año se celebra el vigésimo quinto aniversario de la institución de la Jornada Mundial de la Juventud, querida por el Venerable Juan Pablo II como cita anual de los jóvenes creyentes del mundo entero. Fue una iniciativa profética que ha traído frutos abundantes, permitiendo a las nuevas generaciones cristianas encontrarse, ponerse a la escucha de la Palabra de Dios, descubrir la belleza de la Iglesia y vivir experiencias fuertes de fe que han llevado a muchos a la decisión de entregarse totalmente a Cristo.

La presente XXV Jornada representa una etapa hacia el próximo Encuentro Mundial de los jóvenes, que tendrá lugar en agosto de 2011 en Madrid, donde espero que seréis numerosos en vivir este acontecimiento de gracia.

Para prepararnos a esta celebración, quisiera proponeros algunas reflexiones sobre el tema de este año: "Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?" (Mc 10,17), tomado del episodio evangélico del encuentro de Jesús con el joven un tema ya afrontado en 1985, por el Papa Juan Pablo II en una bellísima Carta, dirigida por primera vez a los jóvenes.



1. Jesús se encuentra a un joven

Se ponía ya [Jesús] en camino cuando uno corrió a su encuentro y arrodillándose ante él, le preguntó: "Maestro bueno, ¿ qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?" Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre." El, entonces, le dijo: "Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud." Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: "Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme." Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes. (Mc 10, 17-22).

Este relato expresa de manera eficaz la gran atención de Jesús hacia los jóvenes, hacia vosotros, hacia vuestras expectativas, vuestras esperanzas, y muestra qué grande es su deseo de encontraros personalmente y de abrir un diálogo con cada uno de vosotros. Cristo, de hecho, interrumpe su camino para responder a la pregunta de su interlocutor, manifestando plena disponibilidad hacia ese joven, que estaba movido por un ardiente deseo de hablar con el “Maestro bueno”, para aprender de Él a recorrer el camino de la vida. Con este pasaje evangélico, mi Predecesor quería exhortar a cada uno de vosotros a “desarrollar su propio coloquio con Cristo – un coloquio que es de fundamental importancia y esencial para un joven" (Carta a los jóvenes, n. 2).



2. Jesús le miró y le amó

En el relato evangélico, san Marcos subraya cómo “Jesús, fijando en él su mirada, le amó” (cfr Mc 10,21). En la mirada del Señor está el corazón de este especialísimo encuentro y de toda la experiencia cristiana. De hecho el cristianismo no es en primer lugar una moral, sino experiencia de Jesucristo, que nos ama personalmente, jóvenes o viejos, pobres o ricos; nos ama también cuando le damos la espalda.

Comentando la escena, el papa Juan Pablo II añadía, dirigido a vosotros jóvenes: “¡Os auguro que experimentéis una mirada así! ¡Os auguro que experimentéis la verdad de que él, el Cristo, os mira con amor!" (Carta a los jóvenes, n. 7). Un amor, manifestado en la Cruz de manera tan plena y total, que hace escribir a san Pablo con estupor: “me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal 2,20). "La conciencia de que el Padre nos ha amado desde siempre en su Hijo, de que Cristo ama a cada uno y siempre – escribe aún el papa Juan Pablo II – se convierte en un punto firme de apoyo para toda nuestra existencia humana" (Carta a los jóvenes, n. 7), y nos permite superar todas las pruebas: el descubrimiento de nuestros pecados, el sufrimiento, el desánimo.

En este amor se encuentra la fuente de toda la vida cristiana y la razón fundamental de la evangelización: ¡si verdaderamente hemos encontrado a Jesús no podemos menos que dar testimonio de él a todos aquellos que aún no han cruzado la mirada con él!







3. El descubrimiento del proyecto de vida

En el joven del Evangelio podemos ver una condición muy similar a la de cada uno de vosotros. También vosotros sois ricos en cualidades, en energías, en sueños, en esperanzas: ¡recursos que poseéis en abundancia! Vuestra propia edad constituye una gran riqueza no solo para vosotros sino también para los demás, para la Iglesia y para el mundo.

El joven rico pregunta a Jesús: ¿Qué tengo que hacer? La etapa de la vida en la que estáis inmersos es tiempo de descubrimiento: de los dones que Dios os ha otorgado y de vuestras responsabilidades. Es, también, tiempo de elecciones fundamentales para construir vuestro proyecto de vida. Es el momento, por tanto, de interrogaros sobre el sentido auténtico de la existencia y de preguntaros: “¿Estoy satisfecho con mi vida? ¿Hay algo que me falta?”.

Como el joven del Evangelio, quizás también vosotros vivís situaciones de inestabilidad, de turbación o de sufrimiento, que os llevan a aspirar a una vida no mediocre y a preguntaros: ¿en qué consiste una vida lograda? ¿Qué tengo que hacer? ¿Cuál podría ser mi proyecto de vida? “¿Qué tengo que hacer, para que mi vida tenga pleno valor y pleno sentido?" (Ibid., n. 3).

¡No tengáis miedo de afrontar estas preguntas! Lejos de abrumaros, éstas expresan las grandes aspiraciones que están presentes en vuestro corazón. Por tanto, deben ser escuchadas. Éstas esperan respuestas no superficiales, sino capaces de satisfacer vuestras auténticas esperanzas de vida y de felicidad.

Para descubrir el proyecto de vida que puede haceros plenamente felices, poneos en escucha de Dios, que tiene su diseño de amor sobre cada uno de vosotros. Con confianza, preguntadle: “Señor, ¿cuál es tu diseño de Creador y Padre sobre mi vida? ¿Cuál es tu voluntad? Yo deseo cumplirla”. Estad seguros de que os responderá. ¡No tengáis miedo a su respuesta! “Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo” (1 Jn 3, 20).



4. ¡Ven y sígueme!

Jesús invita al joven rico a ir más allá de la satisfacción de sus aspiraciones y de sus proyectos personales, le dice: “¡Ven y sígueme!”. La vocación cristiana brota de una propuesta de amor del Señor y puede realizarse solo gracias a una respuesta de amor: "Jesús invita a sus discípulos al don total de su vida, sin cálculo ni intereses humanos, con una confianza en Dios sin reservas. Los santos acogen esta invitación exigente, y se ponen con humilde docilidad tras las huellas de Cristo crucificado y resucitado. Su perfección, en la lógica de la fe a veces humanamente incomprensible, consiste en no ser el centro de sí mismos, sino en escoger el ir contracorriente viviendo según el Evangelio” (Benedicto XVI, Homilía con ocasión de las Canonizaciones: L’Osservatore Romano, 12-13 octubre 2009, p. 6).

A ejemplo de tantos discípulos de Cristo, acoged también vosotros, queridos amigos, con gozo la invitación al seguimiento, para vivir intensamente y con fruto en este mundo. Con el Bautismo, de hecho, él llama a cada uno a seguirlo con acciones concretas, a amarlo por encima de todo y a servirlo en los hermanos. El joven rico, por desgracia, no acogió la invitación de Jesús y se fue entristecido. No había encontrado el valor de apartarse de los bienes materiales para encontrar el bien más grande propuesto por Jesús.

La tristeza del joven rico del Evangelio es la que nace del corazón de cada uno cuando no se tiene el valor de seguir a Cristo, de realizar la elección correcta. ¡Pero nunca es demasiado tarde para responderle!

Jesús no se cansa nunca de volver su mirada de amor y de llamar a ser sus discípulos, pero Él propone a algunos una elección más radical. En este Año Sacerdotal, quisiera exhortar a los jóvenes y a los chicos a estar atentos a si el Señor os invita a un don más grande, en el camino del Sacerdocio ministerial, y a hacerse disponibles a acoger con generosidad y entusiasmo este signo de especial predilección, emprendiendo con un sacerdote, con el director espiritual el necesario camino de discernimiento. ¡No tengáis miedo, vosotros, queridos jóvenes y queridas jóvenes, si el Señor os llama a la vida religiosa, monástica, misionera o de especial consagración: Él sabe dar gozo profundo a quien responde con valor!

Invito, además, a cuantos sienten la llamada al matrimonio a acogerla con fe, empeñándose a poner bases sólidas para vivir un amor grande, fiel y abierto al don de la vida, que es riqueza y gracia para la sociedad y para la Iglesia.



5. Orientados hacia la vida eterna

"¿Qué debo hacer para tener en herencia la vida eterna?". Esta pregunta del joven del Evangelio parece alejada de las preocupaciones de muchos jóvenes contemporáneos, ya que, como observaba mi Predecesor, “¿no somos nosotros la generación a la que el mundo y el progreso temporal llenan completamente el horizonte de la existencia?" (Carta a los jóvenes, n. 5). Pero la pregunta sobre la “vida eterna” aflora en momentos dolorosos particulares de la existencia, cuando sufrimos la pérdida de una persona cercana o cuando vivimos la experiencia del fracaso.

Pero ¿qué es la vida eterna a la que se refiere el joven rico? Nos lo ilustra Jesús cuando, dirigiéndose a sus discípulos, afirma: “Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar” (Jn 16,22). Son palabras que indican una propuesta exaltadora de felicidad sin fin, del gozo de ser colmados por el amor divino para siempre.

Preguntarse sobre el futuro definitivo que nos espera a cada uno de nosotros da sentido pleno a la existencia, ya que orienta el proyecto de vida hacia horizontes no limitados y pasajeros, sino amplios y profundos, que llevan a amar el mundo, tan amado por el mismo Dios, a dedicarnos a su desarrollo, pero siempre con la libertad y la alegría que nacen de la fe y de esperanza. Son horizontes que ayudan a no absolutizar las realidades terrenas, sintiendo que Dios nos prepara una perspectiva más grande, y a repetir con san Agustín: “Deseemos juntos la patria celeste, suspiremos hacia la patria celeste, sintámonos peregrinos aquí abajo” (Comentario al Evangelio de san Juan, Homilía 35, 9). Teniendo fija la mirada en la vida eterna, el Beato Pier Giorgio Frassati, muerto en 1925 a la edad de 24 años, decía: “¡Quiero vivir y no vivaquear!”, y en la foto de una escalada, enviada a un amigo, escribía: “Hacia lo alto”, aludiendo a la perfección cristiana, pero también a la vida eterna.

Queridos jóvenes, os exhorto a no olvidar esta perspectiva en vuestro proyecto de vida: estamos llamados a la eternidad. Dios nos ha creado para estar con Él, para siempre. Ésta os ayudará a dar un sentido pleno a vuestras elecciones y a dar calidad a vuestra existencia.



6. Los mandamientos, camino del amor auténtico

Jesús recuerda al joven rico los diez mandamientos, como condiciones necesarias para “tener en herencia la vida eterna”. Estos son puntos de referencia esenciales para vivir en el amor, para distinguir claramente el bien del mal y construir un proyecto de vida sólido y duradero. También a vosotros, Jesús os pregunta si conocéis los mandamientos, si os preocupáis por formar vuestra conciencia según la ley divina y si los ponéis en práctica.

Ciertamente, se trata de preguntas contracorriente respecto a la mentalidad actual, que porpone una libertad desvinculada de valores, de reglas, de normas objetivas e invita a rechazar todo límite a los deseos del momento. Pero este tipo de propuesta en lugar de conducir a la verdadera libertad, lleva al hombre a ser esclavo de sí mismo, de sus deseos inmediatos, de los ídolos como el poder, el dinero, el placer desenfrenado y las seducciones del mundo, haciéndole incapaz de seguir su natural vocación al amor.

Dios nos da los mandamientos porque nos quiere educar en la verdadera libertad, porque quiere construir con nosotros un Reino de amor, de justicia y de paz. Escucharlos y ponerlos en práctica no significa alienarse, sino encontrar el camino de la libertad y del amor auténticos, porque los mandamientos no limitan la felicidad, sino indican cómo encontrarla. Jesús, al inicio del diálogo con el joven rico, recuerda que la ley dada por Dios es buena, porque “Dios es bueno”.



7. Os necesitamos

Quien vive hoy la condición juvenil tiene que afrontar muchos problemas derivados de la desocupación, de la falta de referencias ideales seguras y de perspectivas concretas para el futuro. Entonces se puede tener la impresión de ser impotentes ante las crisis y a sus consecuencias actuales. ¡A pesar de las dificultades, no os dejéis desanimar y no renunciéis a vuestros sueños! Cultivad en cambio en el corazón deseos grandes de fraternidad, de justicia y de paz. El futuro está en las manos de quienes saben buscar y encontrar razones fuertes de vida y de esperanza. ¡Si queréis, el futuro está en vuestras manos, porque los dones y las riquezas que el Señor ha puesto en el corazón de cada uno de vosotros, plasmados por el encuentro con Cristo, pueden traer auténtica esperanza al mundo! Es la fe en su amor la que, haciéndoos fuertes y generosos, os darás el valor de afrontar con serenidad el camino de la vida y a asumir responsabilidades familiares y profesionales. Empeñaos en construir vuestro futuro a través de itinerarios serios de formación personal y de estudio, para servir de modo competente y generoso al bien común.

En mi reciente Carta encíclica sobre el desarrollo humano integral, Caritas in veritate, he enumerado algunos grandes desafíos actuales, que son urgentes y esenciales para la vida en este mundo: el uso de los recursos de la tierra y el respeto de la ecología, la justa división de los bienes y el control de los mecanismos financieros, la solidaridad con los países pobres en el ámbito de la familia humana, la lucha contra el hambre en el mundo, la promoción de la dignidad del trabajo humano, el servicio a la cultura de la vida, la construcción de la paz entre los pueblos, el dialogo interreligioso, el buen uso de los medios de comunicación social.

Son desafíos a los que estáis llamados a responder para construir un mundo más justo y fraterno. Son desafíos que requieren un proyecto de visa exigente y apasionante, en el que poner toda vuestra riqueza según el designio que Dios tiene sobre cada uno de vosotros. No se trata de realizar gestos heroicos ni extraordinarios, sino de actuar haciendo fructificar los propios talentos y las propias responsabilidades, empeñándose en progresar constantemente en la fe y en el amor.

En este Año Sacerdotal, os invito a conocer la vida de los santos, en particular la de los santos sacerdotes. Veréis que Dios les guió y que encontraron su camino día a día, precisamente en la fe, en la esperanza y en el amor. Cristo llama a cada uno de vosotros a comprometeros con Él y a asumir las propias responsabilidades para construir la civilización del amor. Si seguís su Palabra, también vuestro camino se iluminará y os conducirá a metas altas, que dan alegría y sentido pleno a la vida.

Que la Virgen María, Madre de la Iglesia, os acompañe con su protección. Os aseguro mi recuerdo en la oración y os bendigo con gran afecto.

En el Vaticano, 22 de febrero de 2010

BENEDICTUS PP. XVI





Francisco Rodríguez de Coro6

Presentación


Había muerto Don Bosco


Hasta Turín se filtraban las voces, los mensajes, los recados a través de terceros, de lo que se pensaba en el Vaticano sobre los salesianos: «Con la muerte de Don Bosco corre peligro su Congregación. Falta el hombre que le sustituya. Basta juntar a los salesianos, nacidos ayer, con otra Congregación mucho más antigua y de finalidad parecida».

Perezosos ojos curiales daban ya por cerrado el caso.

Pero el ajetreo enloquecido de Manacorda, obispo de Fossano, embadurnaba aquellas decisiones, demasiado rápidas y ligeras, de ciertos monseñores y prelados.

Manacorda se encontraba, por aquellos días, en visita ad limina en Roma. Su ráfaga de claridad esperanzada sobre la continuidad de los salesianos no admitía dudas y había que contagiarla.

Incansable e imprevisible, el obispo piamontés llamaba a un despacho y otro. Sin la menor señal de agotamiento, iba de un prelado a otro, de un cardenal a otro, de un monseñor a otro. Sorpresa tras sorpresa, para suscitar en cada opositor de los salesianos, otra capacidad de sorpresa.

Manacorda no quería resultar desdeñoso ni mucho menos hacerse odioso. Pero él había conocido a Don Bosco y notaba un peso sentado sobre el corazón cuando hablaban de suprimir su obra.

Un día, frente al cardenal Bartolini, defensor acérrimo del proyecto, a Manacorda se le emborronaron los ojos, las líneas, los objetos. Bartolini atacaba:

¿Cree, monseñor, que los salesianos pueden durar mucho? ¿No piensa usted en los difíciles días en que han nacido; en los tiempos recios que atravesamos; en la crisis que les amenaza? ¡Además, hay otras Congregaciones venerables muy parecidas!

Manacorda sentía frío en las manos. Sentía un frío que le subía de los pies hacia arriba y un intolerable dolor de cabeza. Tragó con dificultad, como si se le cerrara la garganta. Se concentró en responder y descuidó el resto.

Eminencia —dijo, apuntándole, imparable, con el dedo índice batiente de la mano derecha—, los salesianos durarán siglos y siglos. He conocido a Don Bosco y conozco a los salesianos. He convivido con ellos y gozo de su confianza. Pues bien, repito cuanto acabo de decir.

Bartolini se confundía con las palabras de Manacorda, mientras se esforzaba por continuar.

¿También responde de su porvenir?

Eminencia —atajó Manacorda—, cambian los amos, los conquistadores, los dioses. Cambian los hombres; pero la plegaria es la misma siempre: un puñado de comida, un puñado de amor. Por eso los salesianos durarán siglos. Ellos son un puñado de comida y un puñado de amor para los chicos y las clases populares. Sí, respondo de su porvenir.

Si es así —zanjaba Bartolini—, me remito a su parecer. Allá usted.

Algo distrajo a Manacorda. Algo que se deslizaba por su cara y la mojaba. Sólo dos lágrimas. Recordaba sin querer las últimas, hacía un mes, el 31 de enero de 1888. Luego se preguntó por qué. No lo sabía; no lo sabía.

Con fecha 11 de febrero de 1888, León XIII designaba a Miguel Rua superior general de los salesianos para doce años, a partir de la muerte de Don Bosco, y confirmaba un decreto an-terior, del 24 de noviembre de 1884, que ya le había declarado vicario general del fundador con derecho a sucesión.

Los salesianos, con Miguel Rua, tenían de nuevo su oportunidad: ni sustitutiva, ni solapadamente permitida, sino más honrosa y enaltecida, por perseguida.

La oferta, arrancada por Manacorda, se prolonga hasta el día de hoy. Miguel Rua fue el primer eslabón después de Juan Bosco. Ahora los vemos lejísimos a ambos.













ALGUNOS TESTIMONIOS DE VIDA SACERDOTAL7


Luis Versiglia, nació en Oliva Gessi (Pavia) el 5 de junio de 1873; fue acogido a los 12 años por Don Bosco. Ordenado sacerdote (1895) fue por diez años maestro de los novicios en Genzano de Roma. En 1906 guió la primera expedición salesiana en China, realizando de esta manera una repetida profecía de Don Bosco. Establecida en Macau la «casa madre» salesiana, abrió la misión de Shiu Chow y desde el 22 de abril de 1920 fue el primer Obispo. Sabio e incansable, verdadero pastor dedicado por entero a su grey, dio al Vicariato una sólida estructura con un seminario, casas de formación, varias residencias, orfanatorios, asilos para ancianos. Demostrándose más padre que hombre de autoridad, daba ejemplo de trabajo y de caridad que no manda nada sin haber antes medido las fuerzas de sus hermanos.


Calixto Caravario nace en Cuorgné (Turín) el 18 de junio de 1903. Encontrando a Monseñor Versiglia en Turín en 1921 le dijo: «Lo alcanzaré en China». Mantuvo la palabra, partiendo dos años después. Ordenado sacerdote, siempre fidelísimo a su consagración religiosa y animado por una caridad siempre más ardiente, ácompañaba a monseñor Versiglia en la visita pastoral, en el distrito de Lin Chow, junto a dos maestros, dos catequistas y una alumna cuando el 25 de febrero de 1930, en un lugar aislado del río, fueron asaltados por los piratas comunistas. En la tentativa de proteger a las jóvenes -que alcanzaron a huir-, los dos misioneros fueron golpeados brutalmente y luego fusilados, en odio a la fe cristiana que exalta la virginidad.

Juan Pablo II los beatificó como Protomártires salesianos, reconociendo en ellos «el ideal del pastor evangélico... que da la vida por la grey... por la causa de la verdad y de la justicia, defen-sor de los débiles y de los pobres, triunfador sobre el mal del pecado y de la muerte».

Su memoria se celebra el 13 de noviembre porque el 13 de noviembre de 1875 partía desde Génova la primera expedición misionera salesiana para Buenos Aires (Argentina).


Felipe Rinaldi, nació el 28 de mayo de 1856 en Lu Monferrato (Alessandria), fue conquistado, a los 21 años, por Don Bosco. Una vez sacerdote, recibió el encargo de formar a los aspirantes y novicios. En 1889 don Rúa lo envió como Director a Sarriá (España); llamado luego a ser Inspector, contribuyó en modo decisivo al desarrollo de la «España salesiana».

Nombrado Vicario General de la Congregación, reveló todavía más sus dotes de padre y su riqueza de iniciativas: cuidado de las vocaciones, formaciones de centros de asistencia espiritual y social para las jóvenes trabajadoras, ideador de empresas editoriales, guía y sostén para las Hijas de María Auxiliadora en un particular momento de su historia. Dio gran impulso a los Cooperadores; instituyó la Federación mundial de exalumnos y exalumnas.

Trabajando entre las Celadoras de María Auxiliadora, intuyó y recorrió un camino que llevaba a actuar una forma nueva de vida consagrada en el mundo, que florecería luego en el Instituto secular de las «Voluntarias de Don Bosco».

Fue elegido Rector Mayor en 1922. «A don Rinaldi le falta sólo la voz de Don Bosco: todo el resto lo tiene» dijo don Francesia. Empleó sus energías en adaptar el espíritu de Don Bosco a los tiempos. Cultivador de salesianidad y maestro de vida espiritual, reanimó la vida interior de los Salesianos, la absoluta confianza en Dios, la ilimitada confianza en la Auxiliadora; pidió a Pío XI la indulgencia del «trabajo santificado»; cuidó las misiones enviando a muchos jóvenes para que aprendieran lengua y costumbres para una evangelización más penetrante.

Murió el 5 de diciembre de 1931. Su cuerpo es venerado en la cripta de la Basflica de María Auxiliadora.

Su memoria se celebra el 5 de diciembre.


Andrés Beltrami, nació en Omegna el 24 de junio de 1870. A los 13 años ingresó al colegio salesiano de Lanzo. Aquí maduró su vocación. Recibió el hábito talar de Don Bosco, en Foglizzo. Hizo sus estudios filosóficos en Turín-Valsalice. Se remonta a ese período el conocimiento del Príncipe polaco Augusto Czartoryski, ingresado hacía poco en la Congregación. Éste se enfermará pronto de tbc y precisamente el mismo Beltrami -que había entrado pronto en sintonía con él- será su ángel custodio tanto en Valsalice como en otras localidades donde el enfermo vivió. Cuando luego don Beltrami se enfermó del mismo mal, entre las probables causas se tendrá que tener en cuenta este contacto de vida con el amigo enfermo. Vivió su sufrimiento con alegría interior. Escribirá luego a la madre: «La tía me dice: “Conozco lamentablemente tu estado de salud”». Aquel «lamentablemente» indica una desgracia. ¡Cuánto se equivoca! Esta enfermedad se la pedí yo al Señor. Precisamente no pedí la enfermedad, sino sufrir y mucho. No quiero sanar. Es la locura de la Cruz. Veremos en la eternidad quién tuvo razón».

Ordenado sacerdote por monseñor Cagliero, se entregó completamente a la contemplación y al apostolado de la pluma, escribió algunos opúsculos ascéticos muy apreciados, pero sobre todo se dedicó a la hagiografía. Escribió también algunos volúmenes de lecturas amenas y educativas. Dejó trabajos inéditos inconclusos, entre los cuales hay que señalar la traducción italiana de los primeros volúmenes de la edición crítica de las obras de san Francisco de Sales.

Dotado de una fuerza de voluntad de toda prueba, con un vehementísimo deseo de santidad, consumó su existencia en el dolor y en el trabajo incesante. «La misión que Dios me confía es la de rezar y sufrir», decía. «Ni sanar ni morir sino vivir para sufrir», fue su programa.

Cuando murió el 30 de diciembre de 1897 tenía 27 años. Su cuerpo reposa en la iglesia de Omegna, su pueblo natal.


Augusto Czartoryski, príncipe polaco, de sangre real, sintió el deseo de hacerse salesiano pobre. Y lo logró, no obstante la oposición de su padre. Augusto nace en París el 2 de Agosto de 1858, en el destierro. Su padre fue el príncipe Ladislao y su madre la princesa María Amparo, hija de la reina de España. A los 6 años pierde a su madre. Entre los 10 y 17 años estudia en París y en Cracovia.

Mucho influjo sobre el joven príncipe ejerció su preceptor José Kalinowski. Este había pasado 10 años de trabajos forzados en Siberia; más tarde se hará carmelita y será canonizado por el actual Pontífice. Fue preceptor de Czartoryski solamente por tres años, pero dejó sus huellas.

Mientras tanto la salud del príncipe iba debilitándose siempre más. Su vida era un continuo peregrinar de un clima a otro.

Aunque su padre lo había encaminado hacia la carrera diplomática, él siente fuerte en sí mismo la llamada a una entrega total a Dios. Pero ¿cómo?

Aparece Don Bosco, acogido triünfalmente en París (1883). Ahora Augusto comienza a ver claramente: irá con él para servir a los pobres. Don Bosco sin embargo actúa prudentemente. El príncipe va a Roma para pedir consejo a León XIII: «Vaya con Don Bosco» le dice.

Después de haber hecho las debidas renuncias, se fue a Turín y, a los 29 años, se convierte en el más humilde de los novicios. Don Bosco, ya casi al fin de su vida, le bendice su sotana. Comienza los estudios de filosofía. Pero pronto recae en su enfermedad. Es atendido con generosidad por el Ven. Andrés Beltrami. Mientras tanto Don Rúa le hace estudiar teología y lo admite a las Órdenes. Cuando es ordenado sacerdote en San Remo, el 2 de abril de 1892, su familia estuvo voluntariamente ausente: tentó, con todos los medios, que el hijo dejase la Congregación.

Muere en Alassio el 9 de abril de 1893, sábado de Pascua: «¡Qué hermosa Pascua!» exclama. Tenía 35 años.

Su cuerpo actualmente se encuentra en Przemysl (Polonia).


En la familia de Don Vicente Cimatti abundan los santos. De los tres hijos que han sobrevivido uno es Venerable (él, Vicente); una hermana fue beatificada el 12 de Mayo de 1996 (Sor María Rafaela de la Congregación de las Hermanas Hospitalarias de la Misericordia); el tercero (Luis, salesiano y misionero en América Latina - Perú ) murió en olor de santidad.

Vicente nació en Faenza el 15 de julio de 1879. Alos 3 años ya queda huérfano de padre. Pocos días después fue llevado por su mamá a la iglesia parroquial donde estaba predicando Don Bosco: «Vicentito, mira, mira a Don Bosco». Y lo levanta por encima de todas las cabezas. Salesiano a los 17 años, sacerdote a los 24, Vicente acumula muchos títulos académicos: diploma de composición en el Conservatorio de Parma, láurea en agraria, en filosofía y pedagogía en Turín. Durante 20 años enseña y compone música brillantísima en el colegio de Valsalice.

Pero su gran sueño fue el ser misionero. Esta «gracia» por él solicitada con gran insistencia («Encuéntreme un lugar en la misión más pobre, más fatigosa, más abandonada. En las comodidades no me encuentro a gusto») se le concedió cuando ya tenía 46 años. Don Rinaldi lo envió como jefe del grupo a fundar la obra salesiana en Japón. Trabajará allí 40 años. Conquista el corazón de los japoneses con su finura y su bondad. Para evangelizar se sirve mucho de la música. Con ocasión del 2600 Aniversario de la Fundación del Imperio Japonés, fue invitado a componer una sonata para transmitir por radio. Al día siguiente, el periódico más prestigioso del Japón juzgó la composición «más japonesa que las composiciones japonesas». Director de la primera casa salesiana en Miyazaki, es nombrado,tres años más tarde, Superior de la naciente Visitaduría. En 1935 fue nombrado Prefecto Apostólico. Los difíciles años de la guerra, marcados por enormes sacrificios, los pasó en una parroquia de Tokyo. En 1949, dispensado del cargo de Inspector, continuó su trabajo como Director del estudiantado filosófico y teológico de Chofu. Aquí murió, como patriarca, el 6 de octubre de 1965. Su cuerpo - que en 1977 fue encontrado perfectamente intacto - descansa ahora en la cripta de Chofu.


Don Luis Variara nació el 15 de enero de 1875 en Viarigi (Asti). En 1856 había ido Don Bosco para predicar una misión. Y a Don Bosco el papá le confió a su hijito conduciéndolo a Valdocco el 1 de octubre de 1887. El Santo morirá cuatro meses después. Pero el conocimiento que Luis tuvo de él fue suficiente para marcarlo para toda la vida. Pide poder hacerse salesiano y entró al Noviciado el 17 de agosto de 1891. Eran 140 (!), bajo la guía del gran Maestro que fue don Eugenio Bianchi. Variara hizo sus estudios de Filosofía en Valsalice, donde conoció a don Andrés Beltrami. Aquí, en 1894, pasó don Unia, el célebre misionero que hacía poco había comenzado a trabajar en Colombia entre los leprosos de Agua de Dios. "Cuál no fue mi estupor y mi gozo -cuenta el mismo don Variara- cuando, entre los 188 compañeros que tenían la misma aspiración, fijando su mirada en mí, dijo: Esto es para mí”.

El Venerable llegó a Agua de Dios el 6 de agosto de 1894. El lazareto comprendía 2000 habitantes, de los cuales 880 eran leprosos. Se entregó totalmente a su misión. Comenzó organizando una banda música. La inauguración se realizó en presencia del Presidente de la República, quien vio, conmovido, la "ciudad del dolor" animarse por primera vez por un inesperado clima de fíesta. En 1898 fue ordenado sacerdote: se reveló pronto como óptimo director espiritual. Había surgido en Agua de Dios, bajo la ayuda de las hermanas de la Providencia, la Asociación de las Hijas de María, un grupo de 200 muchachas. El era su confesor. No tardó en percibir en el grupo algunas llamadas ala vida religiosa. ¡Un sueño irrealizable! Ninguna Congregación hubiera aceptado una hija de leprosos y mucho menos una enferma de lepra. De esta real imposibilidad nace el ardoroso proyecto -cosa única en la Iglesia- de un Instituto que permitiese aceptar también enfermos de lepra. Hoy la Congregación de las "Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María cuenta con 600 religiosas. Se sentía siempre más entusiasta por su misión. Un día pareció que también se había enfermado de lepra. Al saberlo, se limitó a decir: "Todo viene de Dios y todo va a Dios". Murió lejos de sus hijos amados, como la obediencia había querido. Ahora descansa en Agua de Dios, en la capilla de sus Hijas.


Don Rodolfo Komorek nace el 11 de agosto de 1890 en Silesia, entonces dominio de los Augsburgo de Austria y hoy pertenece a Polonia. Fue sacerdote en la Diócesis de Breslavia. Durante la guerra 1914-18 fue capellán militar en el hospital y en el frente. Hecho prisionero en Trento por los italianos, pudo madurar su vocación a la vida religiosa en la Congregación Salesiana, donde ingresó al Noviciado en 1922.

Aspiraba a ser misionero; en octubre de 1924 fue destinado al Brasil; pero no entre los indígenas como hubiera deseado, sino al cuidado pastoral de los polacos emigrantes y desprovistos de asistencia religiosa. Se distingue como evangelizador y confesor excepcional. Lo llamaban "el padre santo". Decían de él: "Jamás fue visto un hombre que rezase tanto". Hay quien lo recuerda: "Su genuflexión valía una prédica y su comportamiento al estar de rodillas sobre el pavimento nos persuadía de su extraordinario espíritu de piedad y de mortificación".

Pasó por varias parroquias y comunidades salesianas. San José dos Campos fue la última etapa de sus 25 años de misión, sin retornos a la patriá y sin nostalgias por su gente eercana". Escribía un día a su hermano: "Nos volveremos a ver en el paraíso y hablaremos de los años de separación...".

Estuvo contento, en los últimos ocho años de su vida, de consumarse lentamente y de dar a Dios, con generosidad, el respiro de sus pulmones enfermos.

Pasó los últimos días en continua oración. No quiso aceptar el oxígeno, ni agua como alivió para la fiebre. Murió a los 59 años.

Fue sepultado en San José dos Campos. La fama que lo había acompañado en vida aumentó mucho después de su muerte e innumerables son las gracias que se obtienen por su intercesión.


Luis Olivares, nace en Corbetta (Milán) el 18 de octubre de 1873, cuarto de quince hijos (un hermano suyo llegará a ser mi-sionero y una hermana religiosa canosiana). Estudios y ordenación sacerdotal en Milán. Quería pronto hacerse salesiano, pero su obispo, el cardenal Ferrari, lo mandó, joven sacerdote de 22 años, como vicerrector del colegio arzobispal de Saronno.

Después de 8 años logra ingresar con los Salesianos. Laureado en teología, enseña teología moral y sociología en el estudiantado de Foglizzo (1906-1910). Luego es enviado como párroco de la incipiente parroquia de Santa María Liberadora al Testaccio en Roma. El barrio de mala fama se transforma visiblemente, gracias a la bondad de su nuevo Párroco. Un día, abofeteado en el camino por un violento, don Luis le dice: "¡Gracias!" y presenta la otra mejilla. Su confesionario -refiere un testigo- es asediado de la mañana a la noche; en la solemnidad el trabajo de confesor es como la trama del día, sobre la cual injerta la celebración de la Misa y la predicación, que tenía también 6 ó 7 veces al día".

En 1916 es elegido por Benedicto XV como obispo de Sutri y Nepi. Dicta a sí mismo un reglamento de cinco puntos: "Amaré mi diócesis como a una esposa. En la oración trataré con Jesús los intereses de las almas, no tomaré ninguna decisión importante antes de haberla consultado con el Señor. Evitaré el lujo y lo superfluo. Tendré un horario y lo observaré fíelmente. Programa de mi vida episcopal: la caridad dispuesta a todo sacrificio". Así hizo durante 26 años, en espíritu salesiano: «Soy, por don de Dios, cristiano, sacerdote, salesiano y obispo: debo hacerme santo".

Murió fuera de su diócesis el 19 de mayo de 1943, mientras /redicaba un Curso de Ejercicios Espirituales a los estudiantes de Pordenone. Tenía setenta años. Ahora descansa en la catedral de Nepi.


Luis Mertens, nació en Malines (Bélgica) el 22 de Julio de 1864. Cursó sus estudios en el Colegio San Juan Berchmans, y luego entró en el seminario de Malines en octubre de 1885.

Después de recibir el Presbiterado el 5 de junio de 1889, ejerció su apostolado como sacerdote del clero secular por 6 años en el Colegio Notre-Dame de Tirlemont, como profesor de religión, luego por 3 años más como Capellán en el Instituto San Víctor de Alsemberg de los Hermanos de la Misericordia.

En septiembre de 1899, a la edad de 35 años, entró en la Congregación Salesiana. El 15 de diciembre de 1900 emitió su primera profesión.

En 1902 fue enviado como director de la nueva casa de Saint-Denys-Westrem.

En 1907 regresó a Lieja, donde fue director por 10 años. Desde 1910 hasta su muerte fue párroco de la parroquia de San Francisco de Sales aneja al instituto.

Hombre de Dios, tuvo una profunda inclinación a la vida contemplativa. Amaba la oración prolongada en el silencio y en el retiro, oración de adoración y contemplación. Pero también fue hombre de una actividad sorprendente y asimiló de lleno el espíritu de Don Bosco.

El 18 de abril de 1920, al término de una misión en su parroquia, se ofreció víctima por su pueblo: «Si quieres una víctima, Jesús, si quieres mi vida en expiación de los pecados de mi pueblo, me ofrezco totalmente a Ti con todo el ímpetu de mi voluntad». Al día siguiente se sintió mal. Al cabo de 5 días fallecía.

Contemplación, celo ardiente, trabajo incesante fueron sus características más sobresalientes.

Su cuerpo descansa en Lieja.


Don José Quadrio nació en Vervio (Sondrio) de una familia campesina y rica en vida cristiana, el 28 de noviembre de 1921. A los 10 años, mientras comenzaba a pensar de entregarse al Señor como sacerdote, cayó en sus manos el «Boletín Salesiano»: sintió que el Señor lo llamaba a formar parte de la familia de Don Bosco. Y así entró en 1933 en el Instituto Misionero de Ivrea, donde descolló por su bondad e inteligencia.

En 1937 emitió sus primeros votos, y, por sus cualidades intelectuales, fue enviado a estudiar filosofía a la Universidad Gregoriana de Roma. Después de un bienio transcurrido como profesor de filosofía en Foglizzo (Turín), regresó a la Gregoriana para cursar Teología. El 4 de diciembre de 1946 defendió en una disertación pública en la Gregoriana la definibilidad del dogma de la Asunción de la Virgen.

Recibió el presbiterado el 16 de marzo de 1947. En 1949, después de haber sostenido brillantemente su tesis para obtener la laurea, fue enviado al Pontificio Ateneo Salesiano de Turín, donde comenzó su misión de profesor en forma clara e incisiva que dejará una huella indeleble y profunda en todos sus alumnos. Fue Decano de la Facultad de Teología desde 1954 al 1959.

A los 39 años se manifestó en él un linfogranuloma maligno, que le truncó su misión como profesor, pero que le abrió el camino de un apostolado fecundo, hecho de ejemplo, sacrificio y actividad apostólica según las circunstancias y sus fuerzas.

Esta enfermedad que duró 4 años, lo obligó apasar muchos meses en el hospital, en varias oportunidades, desarrollando una misión hecha de bondad comprensiva, sonrisa y entrega.

Fue un alma abierta: admiraba doquier la sabiduría humana, aunque él la sobrepasaba; era sensible a la angustia de su tiempo, pero siempre apoyado en la fe. La luz que le brotaba del corazón le permitía iluminar todas las situaciones. «El grande milagro que Don Rúa me hizo ya desde el principio - escribió pocos meses antes de su muerte - es una paz inmerecida y suavísima, que transforma estos días de espera en los más hermosos y felices de mi vida».

Murió el 23 de octubre de 1963. Su tumba está en Turín.


Octavio Ortiz, nació en Lima el 19 de abril de 1879. Cuando en 1893 se abrió la primera escuela profesional salesiana en el Perú, el futuro obispo entró como alumno carpintero, más tarde pasó entre los estudiantes. Hizo el noviciado en el Callao y emitió sus votos perpetuos en las manos de don Albera, visitador extraordinario. Hizo el tirocinio en la misma casa y tuvo entre sus alumnos al futuro monseñor Víctor Álvarez.

Fue el primer sacerdote salesiano en el Perú. Como Director en Piura (1911-1915) fundó la revistita semanal La Campanilla; luego fue director en el Cuzco (1915-1920) y en el Callao, y en 1921 fue nombrado Obispo de Chachapoyas.

Aunque su diócesis no era tierra de misión, fue un verdadero misionero por la extensión y las dificultades de su territorio. Fue de veras un misionero en los múltiples viajes a caballo y a pie, atravesando florestas, montes y ríos. Muchas veces evitó la muerte, pero al precio de costillas y miembros rotos.

Durante su gobierno una parte de su territorio fue elevado al grado de Prefectura Apostólica y otra parte al grado de Prelatura «Nullius». Con muchas dificultades erigió un seminario en su diócesis. Por dos veces rehusó una diócesis más grande y menos fatigosa.

En 1953 Pío XII lo nombró asistente al Solio Pontificio. El celo por las almas está manifiesto en su lema, el mismo de la Sociedad Salesiana: «Da mihi animas».

Después de una operación, el 1 de marzo de 1958, nuestro buen obispo murió. Está sepultado en su catedral. Vastísima su fama de santidad.


Francisco Convertini nació en el pueblito Marinelli cerca de Cisternino (Brindisi) el 29 de agosto de 1898. Durante la Primera Guerra Mundial fue llamado bajo las armas. El Capitán lo eligió como asistente y lo amó como a un hijo. En batalla fue herido, tomado prisionero y conducido a Hungría. Regresado a la patria, dijo «sí» a la llamada del Señor manifestada a través de la mediación humana de don Amadei y de la Comunidad del «Cagliero» de Ivrea. Parte de Génova para la India después de haber recibido el Crucifijo de manos del Beato don Rinaldi. Novicio de don Ferrando, discípulo de don Mathías y de don Vendrame, se distingue por un excepcional celo apostólico.

Intelectualmente hablando, no se podía ser menos dotado que don Convertini. A duras penas había podido cumplir los estudios de filosofía y los teológicos: ¡es nuestro Cura de Ars! Su conocimiento de la lengua bengalesa, será siempre muy defectuosa. Y sin embargo, nadie en Krishnagar tuvo tantos amigos, tantos hijos espirituales entre ignorantes y sabios, entre ricos y pobres. Era el único misionero que podía entrar en una casa hindú e ir más allá del primer cuarto de ingreso.

Estaba continuamente en camino de aldea en aldea. Sus medios de transporte eran el caballo o la bicicleta. Pero él prefería llevar sobre sus espaldas su propia mochila e ir a pie, porque así podía encontrarse con mucha gente y hablarles de Cristo.

Se daba indistintamente a todos: musulmanes, hindúes, cristianos... y por todos fue amado y venerado como Maestro de vida interior que poseía abundamente lá «sapientia cordis». Gozaba fama de santidad ya en vida, no sólo por su heroica entrega por las almas, sino también por los misteriosos episodios que se contaban de él. Murió, devotísimo de la Virgen, el 11 de febrero de 1976 murmurando: «Madre mía, yo jamás te he disgustado. Ahora ¡ayúdame tú!».

Sus restos fueron expuestos en la Catedral y fue un continuo afluir de personas de toda raza y religión. Ahora reposa en el jardín adyacente a la Catedral de Krishnagar.


1 «Vida Religiosa» 2/107 (febrero 2009) 22-26.

2 H. DERROITTE, «Sinite. Revista de Pedagogía Religiosa» 50/ 150 (2009) 67-91.

3 «Cooperador Paulino» 150 (2009) 18-22.

41. Voy a seguir principalmente el relato de Marcos, el testimonio más antiguo que tenemos de la Pasión y el que más espacio las dedica (Mc 15,40-41). Posteriormente, su presencia se va esquematizando en Mateo (Mt 27,55-56) y en Lucas (Lc 24,49). Mientras que Juan pone a las mujeres junto a la cruz, al lado dela madre y del discípulo amado (Jn 19,25).

5 J. CHITTISTER, El don de los años. Saber envejecer, Sal Terrae, Santander 2009, pp. 46-50

6 F. RODRÍGUEZ DE CORO, Miguel Rúa. A medias con Don Bosco, CCS, Madrid 2010.

7 P. LIBERATORE, Santidad en la Familia Salesiana, Lima 1995.

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Forum.com nº 87